PRECIOUS [+18 Zeth]

Un gemido, eso fue todo lo que llenó el sucio y algo pequeño cuarto que precisamente no estaba decorado con los objetos más finos del mundo, con suerte la cama era el mayor centro de atención y era, justamente, la que albergaba a sus ocupantes. Lejos de usar ese mueble para lo que verdaderamente se inventó, las patas de éste sonabas de manera alucinante, cada movimiento que los cuerpos hacían era reverberado con una fricción de las patas de manera contra el suelo vestido de una mosqueta que atentaba con rasgarse con tal de hacerse más intensa la fricción. Eran inevitable, aquel chico que por quince minutos debía satisfacer no se callaba, si bien; o abría la boca para soltar gemidos como si de un virgen se trataba, cosa que sabía que era una total blasfemia pues su cara la tenía conocida, más de una vez había visto a ese chico de no más de veintiséis años con una mujer u otro hombre bajo el brazo; o por el contrario, le gritaba desgarrándose las cuerdas vocales que entrase más y más, como si él de no tener toda la verga dentro ya no tocara incluso más allá de su próstata, el chico quería más aun. Su mano entonces pasó a la masturbación del falo abandonado de su "cliente", aquello quizás gatilló más placer del debido, pues si los anteriores eran gritos que retumbaban de pared a pared, los que le siguieron era probable que se escuchasen por todo el burdel sin vacilación alguna.

¿Por qué siempre le tocaban malos clientes? A su modo de ver era suficiente castigo de esa mujer matrona que mandaba hombres y mujeres a su cuidado, claro, o le daba a los que buscaban placer propio y a los más escandalosos que París vio nacer. ¿Qué tan malo hizo en su vida pasada para arruinar un empleo que de por si ya es bastante mediocre? Cavilar más no pudo, pues el cuerpo del joven parisino se tensó, creyó que su miembro iba a ser reventado dentro cuando su mano se vio manchada por la esencia ajena. Respiraciones alternadas, pechos que se contraían a lo máximo de su capacidad, y un sudor que pronto, crearía un olor terrible en las grises mantas. Pero quedaba un problema, aun si bien el joven había tenido quizás uno de sus orgasmos más rápidos y abruptos, el cortesano aun estaba excitado, su miembro reclamaba por movimiento o un mínimo de atención. No obstante, el parisino en un movimiento generosamente torpe echó hacia atrás a Zeth, provocando acabar con la penetración y dejar expuesto la erguida humanidad suya.- Mi tiempo se acabó, pero no negaré que lo disfruté. Ahora me marcho -fueron las palabras del joven que ni bien ni siquiera acababa de hablar ya se había levantado de la cama para vestirse.

"¿Es una broma?" pensó con discordia el latino, ¿Cómo había alguien tan sádicamente estúpido de al menos no otorgarte un orgasmo cuando te penetró hasta limpiar incluso lugares que ni tú conoces? Sí, demasiado literal y gráfico, pero era eso justamente que la "inocente" mente de Zeth se preguntaba, justo a una increíblemente confundida expresión. Puede que el shock de la molestia fuese demasiada, pero cuando la idea del reclamo apareció, con una sonrisa como si lo que hiciera fuese natural, el joven cliente se despedía cruzando la puerta para marcharse sin contemplación alguna.- ¡Pero oye, regre-...! -sí Zeth, demasiado tarde.- Aun me duele... -la queja con un puchero se escuchó. A medio vestir y con una palpitante erección se quedó solitario en la habitación, que para muy a su pesar servía en otras horas como su habitación para vivir, ciertamente, dormiría en el suelo esa noche. Ahora, sin nada que estar haciendo, escuchaba a viva voz las conversaciones de la planta baja, las risas escandalosas de las mujeres, el sonido de las copas de vidrio o incluso de las botellas de alcohol chocar uno contra la otra. Un trago. Eso quizás le apaciguaría como ya en otras circunstancias había ocurrido. Fue así que tomó cada una de sus prendas tiradas a lo loco en distintos puntos de la habitación y se la colocó encima, para su nueva mala fortuna, la prominencia entre sus pantalones era notoria, quizás no a simple vista pero cualquiera que mirase allí directamente por más de cinco segundos lo iba a notar.

¿Le importó? ¡Pero por supuesto que no! Cosas de ese tipo eran lo más normal del mundo para Zeth, por más molesto y fastidioso que aquello fuese. Salió por la misma puerta que su lindo, y repito, lindo cliente se marchó y bajó las escaleras. Rápidamente el movido ambiente que el alcohol en cantidades desproporcionadas crea le violentó el rostro, igual que sus fosas nasales con olores que otros sentirían desagradables, él ni se inmutó. Ignorando borrachos con dos pies izquierdos su meta fue clara, la barra de la cantina, nada que un buen whisky no solucionase, aun cuando ese "problema" sea una erección. Notó a alguien más en ese mismo lugar, pero estaba tan abarrotado con personas y demases, mujeres que él bien conocía por trabajar en lo mismo, así que dos asientos más allá fue que se sentó. El cantinero, que también conocía de ante mano, de inmediato reconoció la expresión en su cara y preguntó su estado, a lo que Zeth, como siempre, sonrió con diversión y rió: - Lo de siempre. Mis bellos clientes que siempre me dejan con una erección más grande que la torre Eiffel -su comentario por demás burdo y directo, pero el mohín en su rostro, junto a sus mejillas infladas y ese tono de voz por demás infantil y berrinchudo sin duda contrastaban de manera alarmante. ¿Un encanto de Zeth? Él no lo creía así cuando muchos se lo recalcaron, simplemente, el hablar de manera "madura" o bien, seductora como la profesión lo requería, no se le daba bien. En cambio, hablaba como él era, aniñado aun cuando la oración de inocente no fuese ni el comienzo.