Recuerdo aquella noche... [Makoto Inoue]

Sentada, en un esquina, nada existe a mi alrededor salvo yo y el aire que me acaricia la nuca como un beso.
Miro al frente y veo el esqueleto de una calle que pudo ser cobijo de algún granuja, de una pareja de amantes... Es tan divertido dejar volar la fantasía cuando respiras libre... "Debo terminar el vestido" me recuerdo a mi misma mientras dibujo en mi libreta la imagen más libertaria de mi apartamento.


Aunque la luz brille tímida a través de una corte de nubes, las tardías horas del final de la tarde, antes de la noche son mi remanso de paz.

La pieza de carbón se rompe en mis dedos mientras unos desconocidos brindan en la taberna de la esquina.
Tomo de bolsa una pieza que ha teñido de negro el fondo como si tomara vida.
Mientras sonrío al ver el lamentable estado de mi bolsa un grito imperativo rompe mis oídos obligándome a levantar mi mirada.

- "Eh, tú" se oye escupir de una boca enorme como el orondo cuerpo de aquél que gritaba. Un hombre gordo y asqueroso, de piel blanca y empapada en sudor, alto como hombre y bajo como una mujer. De cabeza redonda y cuasi calva, alzaba una especie de palo... Que se acercaba hacia mi posición.

Debo reconocer que temblé, pero no me miraba a mi, pasó por delante de mi como si no me hubiera visto, como si no existiera... Respiré y observé que llevaba un delantal blanco y estaba embadurnado en harina... Enmudecí y me alegré de haber pasado desapercibida mientras le seguía con la mirada.

"Pero ¿Qué..?" Pensé. y vi que ese recuerdo de lo que un día fue un hombre alzaba su garrote y lo dejaba caer sobre unas cajas...
La caja chilló con voz infantil. Me sobresalté y me levanté al darme cuenta de que ese bruto estaba golpeando, seguramente a un chiquillo.

-"Eh, parad" Grité caminando hacia él.

Paró y me miró sorprendido -"Esto no es asunto vuestro" me dijo mientras descargaba otro golpe sobre una caja que ya no podía ocultar el cuerpo de un chiquillo tirado en el suelo junto a una hogaza de paz desmenuzada.

-"parad! maldita sea" grité alzando mis brazos para quitarle el garrote.

Él fue indudablemente más rápido y con un brazo, aún sosteniendo el garrote con el otro me propinó un golpe en el costado que me dejó casi sin respiración y doliéndome en el suelo.

Sonrió y me propinó una patada en el estómago para girarse y volver a golpear al chiquillo.

No se qué demonios pasó por mi mente en aquél momento o si fue el grito débil del joven que yacía en el suelo, pero me levanté y volví a intentar quitarle el garrote, aferrándome a él con todas mis fuerzas mientras él me golpeaba repetidas veces en el estómago, incluso cruzó mi cara con uno de sus puños.

Me mantuve firme hasta que caí y él se giró para terminar su paliza... -"Mètete en tus asuntos puta" me gritó, pero sin atender a los golpes, más por el intenso dolor que, por resistencia, ví como el chiquillo se movía y recogía un resto de la hogaza llamando la atención del hombre que entre gritos de "ladrón" y "te mataré" descargó su furia sobre él, otra vez, de nuevo.

Me dolía tanto el cuerpo que no sentía apenas el movimiento al levantarme "¿por que te levantas Alexya?" me prguntaba sin parar, me acerqué como pude al hombre y le toqué el hombro.

Se giró descargándome una bofetada y caí de nuevo al suelo.

Él, volvió a girarse hacia el chico, de nuevo, insultándole y golpeándole como si fuera un saco de arroz.

Me levanté temblorosa y volví a tocarle el hombro. "¿por que te levantas Alexya?" me repetí.

Él se giró mirandome como si fuera un animal, pero le sostuve la mirada... Mi cuerpo temblaba, me dolía cada centímetro de mi cuerpo, mis poros rezumaban temblores que me hacían tambalearme en pie... Pero le sostuve la mirada.

Volvió a abofetearme, pero esta vez no caí.... El chiquillo salió corriendo con su trocito de pan por la abandonada calle como si fuera un alma aterrada.... Como la mía... Los hombres violentos descargan su furia con cualquier cosa, persona que encuentran a mano cuando su objetivo escapa...

Me abofeteó pero no caí, le sostuve la mirada, me golpeó en el vientre y caí al suelo.

Me escupió llamándome "puta" y calló sobre mí el garrote tres veces. Se giró satisfecho tiró el garrote al suelo maldiciéndo al chiquillo y a mi.

"¿por que te levantas Alexya?" me repetía mientras extendía mi brazo para tomar el garrote y levantándome como pude, temblando y, siendo sincera, muerta de miedo, le sostuve la mirada a su espalda y le asesté un golpé como si fuera el último en sus riñones. Sabía que le dolería como para caer, pero no como para levantarse... Es el punto débil de los orondos.

Él cayó al suelo, doliéndose.

Me acerqué a él para ver que no era tanto el golpe como su dolido orgullo y le dije que "No hay honor en matar a un niño".

Me volvi a recoger mis cosas, pero algo me impedía soltar el garrote, era como si ese palo formara parte de mi... Tomé mi bolsa y metí en ella mi libreta, temblando cuando veía la sangre en mis manos, temblando y preguntándome "¿por que te levantaste Alexya?" una y otra vez, sin soltar aquél palo.

Me levanté y me giré para salir de aquella apestosa calle dejando a trás a un animal castrado.

Escucho unas palabras de una voz de hombre a mi espalda, noto su mano en mi hombro, que me tranquiliza, me tranquiliza ver que no es ese animal.

Le observo, mientras se dirige hacia la bestia, le oigo recitar cada palabra como si me las estuviera diciendo a mi y siento el miedo del animal, un animal que se siente acorralado.

El chico levanta a la bestia como si fuera algo sencillo y doy un paso a tras cuando veo como si fuera el fulgor de plata pura bajo la aurora algo que destellea apuntando al hombre.

No puedo pensar y muerdo mi lengua para no mustiar palabra alguna.

Él se acerca, su pelo oscuro y se asoma un colgante al cuello, extraño, núnca vi uno igual....

Tengo la sensación de que todo él es extraño. Tensando mis manos aferrándome a mi bolsa.

De pié inmóvil, alerta por lo inusual de la situación sólo puedo tensar aún más cada músulo de mi piel, sintiéndoeñ dolor de la confrontación, no hay ni un centímetro que no me duela, siento en mi mano la bolsa con mis cosas y pienso un plan por si se tuerce la situación, arrearle con ella y evitar que me atrape.

Oigo su voz y veo su mano tendiéndola hacia a mi y me sorprendo a mi misma viéndome las manos, cubiertas de sangre... Me cuesta respirar de los golpes en el estómago.

Él me sonríe y alzo mi mano temblorosa hacia la suya.

"Es un hombre de Honor" pienso.

Le mantengo la mirada mientras poso mi mano en la suya.

"hay algo extraño" pienso. Pero ecpeto su proposición aferrándome a su mano y adelantando unos pasos hacia él titubeo:

-"Merci, Monsieur" mientras le sonrío y siento el dolor de mi cuerpo, al relajar un poco la musculatura.

Veo mi mano, y miro mi vestido, quizá por la situación esbozo una sonrisa, y vuelvo a mirarle.

-"Merci, Monsieur," tomo aire hinchando mis pulmones y tomo una expresión orgullosa, - "Le agradezco su ayuda, Monsieur, pero me temo que pese a mi aspecto me encuentro perfectamente" le digo mientras intento parecer convincente, aunque no es verdad.

Me apoyo un poco en su mano, apretándola para mantenerme erguida sin dejar de mirarle los ojos y sonriéndole, amable y cortesmente, pero al intentar mantener la pose, me duelo y tomo la mano del hombre como apoyo y con la otra me aferro el costado...

Titubeo, sincera "ayúdeme Monsieur", mientras pienso "Es un hombre de honor" eso, me consuela.

Sólo puedo mirarle, intento no ser imprudente y mantener la compostura, pero me duele tanto el cuerpo que sería una estupidéz mantener un poco de orgullo. Él me ayudaba a caminar, yo sólo podía mantener mi mano en el costado, era como si las costillas me estorbaran, como si no quiesieran estar ahi, cada paso era firme pero insolente para la compostura. Mi cara reflejaba cada paso con una expresión de dolor, cerraba los ojos cuando respiraba pues el mero hecho de inchar los pulmones me hacía dolerme... Las costillas... "No hay rotura" me decía mientras me aferraba a al corsé con mi mano. "Ha sido el corsé" pensaba, sabía que de haberlo llevado me hubiese roto alguna costilla.

Nos miraban como si fuésemos extraños, supongo, no podría decirlo a ciencia cierta, por que me daba igual que nos mirasen, me importaba más bien poco. Me ayudó a sentarme en un banco y se puso frente a mi, y sacó un frasco con una especie de ungüento... Sonreí un poco... Tengo frascos parecidos en mi casa.

Notaba como con sus dedos imponía ese ungüento en mi cuerpo, no temblé ni me asuté, él quería curarme y le dejé hacerlo, era metódico y sabía como aplicarlo, me acaraciaba las heridas que me escocía cuando aplicaba el ungüento, era como si aplicaran mostaza para desinfectar una herida de cuchillo fino...

"Allez vennez, Mylord vous assoire à ma table il fait si frois dehors..." cantaba en mi mente para relajarme, cerrando los ojos dejando que me curara, me tranquilizaba y le oí hablar, su tono era muy seguro, tranquilizador, supongo, no titubeó ni una sola vez, parecía un Militar cuando habló de enemigos, pero sin duda alguna era una especie de protector o guardián.... Sonreí muy poco, tan sólo levante un poco el labio superior... Las heridas me dejaban tomar un poco de aire... Soplé dejando que se vaciaran mis pulmones y noté calor y alivio en mi cuerpo, y le miré clavando mis ojos en los suyos, acercándome lo que podía con mi cabeza y cuello... Recordé que tenía una espada en mi casa, guardada bajo la cama y que si la guardaba aún no era por el recuerdo que me otorgaba cuando la miraba...

"Enséñeme" mustié con un tono devoz firme. Sabía que los hombres no tenían por costumbre enseñar el arte de la espada a las mujeres y que, menos aún en nuestra sociedad, pero, pero no tomé mi decisión como algo perdido e insistí:

"Enséñeme, Monsieur" volví a repetir, mirandole directamente a los ojos mientras tomaba una de sus manos, aferrándola impidiendo que siguiera extendiendo el ungüento.

Veo como ante mi, aquél joven se levanta y cierro los ojos a sabiendas de que declinará mi petición, a sabiendas de que me tomará por una loca más. Pero se que no lo estoy, cada día veo como atropellan a los más débiles, como se usa su ignorancia, como se les tiende una soga dorada al cuello que no pueden quitarse y que, acaban cargando con sus hijos...
Cada día veo en los callejones que frecuento para comprar mis telas algún bárbaro abusa de un debil al amparo del poder de la fuerza y la oscuridad...

No, sé que esto no puede seguir así, por eso eseño a los chicos a leer y a escribir, por eso camino por estas malolientes calles, por eso me levanto cada día y sonrío a esos burguesines de pacotilla en el Palacio Royal... No, no estoy loca, sé lo que quiero y es mi decisión... Es mi voluntad...

Ese hombre, ahora delante de mi, ofreciéndome sus espalda como único recurso de sus pensamientos, tiene una salida a la eterna noche en la que vive París. Sé que dirá que no, puede que incluso se ría de mi... ¿Qué más da? Debo hacerlo...

Se gira hacia mi y noto su seria voz apedreando mis pensamientos funestos con una frase que no creía le oiría decir, me asombro y con respeto le miro contemplando un hombre de honor ante mi, por primera vez en mucho tiempo. Inspiro el aire que congela mis manos y mi cuello ignorando el escozor del ungüento y las doloras costillas....Alzo la voz para que me oiga clara y firmemente.

"Alexyandra Saint-Cyr" Respondo sin titubear.

Noto como se acerca y no le temo, noto como posa su mano en mi hombro, es agradable, me escudriña con la mirada, me analiza, lo sé, lo hacen todos los maestros, le miro a los ojos e intento ver algo más que el frío y la cordialidad, mi mano se une a la suya en mi hombro, aprieto fuerte y no dejo de mirarle a los ojos...

Alexyandra Saint-Cyr respondo otra vez sin apartar mis intensos ojos azules de su mirada.

-Debes de escuchar que soy un asesino, un monstruo con piel de humano que se mueve en las calles, haciendo lo que mejor sabe hacer…matar- Oigo como vomita sincero esas palabras como si fuera clérigo de la iglesia y él en confesión... Pero no creo en Dios pese a las imposiciones de la sociedad y tampoco creo en la palabra si no es con el honor de quien las dice, creo en el honor, y en la sinceridad y si bien, él vomita esto sobre mi como un jarro de agua caliente que se derrama sobre el frío hielo, es por que no es lo que cree ser.

Asesino... Quitar un vida... Pienso que se arrepiente sino no se llamaría Asesino, sino justiciero. Creo en su Honor.
Mountruo con piel de humano... Máscara... Todos llevamos una, él arde con su fuego y quema la ciudad, mata a otros sí, pero se ve como un mountruo... Humano. Creo en su Honor.
Matar... Vivir... Para que otros puedan vivir, alguien debe hacerlo. Creo en su Honor.
Creo en su Honor, pues se reconoce a si mismo.

Ve más allá de las sutiles máscaras que nos empeñamos en ponernos dia tras día para poder subrevivir un instante más antes de exhalar nuestro último aliento. Siento su voz retumbar en mi piel, se quedan ancaldas a mi, sí, sin duda alguna es un Maestro, desde el otro lado del infinito océano, cayo y escucho atenta sus palabras, tomándolas como mías...
Mi vida, defender, enseñar, soy maestra, institutriz... Poca cosa, pero sé de mis limitaciones, conozco mi posición y establezco mis propios horizontes.

Pero me mantengo cayada y firme en mi lugar, sentada ya mejor gracias al ungüento que me dió, el ruido seco de una funda para planos que llevaba y veo como se alza ante mi una funda con la forma de arco, una luna a medio crecer... Parecia la funda de una espada fina, ágil hasta que la brillante luz de la farola dio vida a una espada, su forma es extraña, exótica, núnca vi una igual, era como.... ¿Como comparar algo que no ha se ha visto antes con algo que no se ha visto antes? Homura, llama.

Admiro la hermosura de su grabado, no es de país, ni de este continente... Un Dios... "Que ... Quetzal...Quetzalcóatl" Pienso repitiéndome tratándo de trabarme. Me habla de su historia, Azteca, creo que en los libros sobre el nuevo mundo, no leí nada parecido. Debo aprender más, comprendiéndolo, sólo atendiendo a la verdad de las palabras que no están escritas se puede llegar a comprender la verdad y aprenderla.

Espero cayada y firme, sus palabras se hacen mías, no es sólo maestro de espada, también de historia y de consciencia.
A penas había empezado a admirarla bajo la hermosa luz de la farola cuando desaparece rauda ante mis ojos, de nuevo bajo el cobijo de la funda.

-No sólo el portador debe de tener sus máximas habilidades junto con su espada, esta debe de ser del portador, no solo un arma encontrada. Tendrás tu propia espada.- Le oigo decir.

¿Una espada yo?, abro mis ojos frente él, y decido a hablarle, responder s sus dudas, pues si no hay confianza, ni respeto, no hay alumno, ni maestro.

"Institutriz, Monsieur Inoue, era insitutriz, enseño a los pequeños de los bajos fondos a leer, escribir y matemáticas, para que puedan defenderse y avanzar por si mismos, que no les pisoteen" me pongo de pié frente a él "Parezco frágil Monsieur, pero soy fuerte, rápida y haré de esa espada una extensión más de mi antebrazo... No se técnicas, pero si se de que no debo recurrir a una espada para atacar y que, ésta siempre ser el último recurso si de atacar se trata".

Vienen a mi historias extrañas, y me sorprendo diciéndo esas cosas "¿Alumna? ¿Espadas? En qué líos te metes Alexya, No podrás conseguirlo, no vales para esto, vuelve a tus libros, compón una canción sobre esto y haz un boceto del rostro de este hombre, vuelve a tu cueva" piensa.

Tomo aire y respiro, y no tiemblo, me sonrío, le sonrío y le tomo la mano, solo para asegurarme de que mis pensamientos se cayasen de una vez, aprieto fuerte su mano y agacho la cabeza con el respeto que se le debe.