AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En ausencia del arte [Oscar]
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En ausencia del arte [Oscar]
Le pedía que no fuese tan inquieto cuando su curiosidad bien podría definirlo en su totalidad –Claramente me importa- y quizás no como a un amigo le importaría la clase de embrollos en los que uno está metido. Sino más bien como la importancia que uno le da a las cosas que ansiando saber es incapaz de comprender –Pero si decides que no me lo dirás de momento no hay nada que yo pueda hacer ¿cierto? Aunque debo confesar que es imprudente de mi parte invitar a dormir a mi sitio a alguien que no se en que trabaja- bien podría ser alguna especie de asesino a sueldo o un loco que había escapado del manicomio y buscaba ahora una nueva identidad. Había conocido a un vampiro que en antaño había sido sheriff de Estocolmo, no creía que pudiese haber algo más extraño, y a la vez perfecto, que aquello.
-Y quizás por permitirme romperla una noche valdría más la pena que durmiera yo en el sofá- aseveró tranquilamente pensando en aquel abandonado objeto en la galería. Prosiguió sin embargo con su andar, desacelerado y aletargado con que comenzó a dejar atrás el circo y sus alrededores, el bullicio de la gente no tardo en quedar volando sobre el aire cual lejano eco deformado por el tiempo. Los olores, colores y recuerdos se esfumaron junto con las voces que ahora ya no le decían nada. Pronto la obscuridad de la noche los arropo con ternura y protección mientras avanzaban por las calles de París, aquellas calles de las cuales las demás personas no solían hablar.
Fueron incalculables los temas superfluos de los que comenzaron a hablar, vagas preguntas y respuestas lanzadas al aire que encontraban hogar -¿Puedes decirme algo en tu lengua natal?- le cuestiono en cierta parte del trayecto, cuando las aletargadas lenguas de fuego que se encontraban resguardadas por el cristal se refractaban como cuadrados luminosos sobre el suelo a sus pies, y en el aire quedaban suspendidas virutas luminosas que danzaban en la soledad. Su cuerpo se ilumino al caminar bajo ellas, sin embargo, conforme se iban acercando a su destino las farolas se encontraban más distantes y encendidas con menor frecuencia. A los pies de una se encontraban los trozos del cristal antes cuadrado allá en lo alto.
-Hemos llegado- anuncio, deteniéndose de llano a los pies de un alto edificio que por su aspecto amenazaba con caerse en cualquier momento. La piedra erosionada por los duros inviernos y la punzante lluvia eran el refugio perfecto para palomas y plantas. El primer piso del lugar se encontraba sumido en la obscuridad, solo la luz que se colaba por la entrada y aquella que caía desmayada por la escalinata como una cascada en su parte final lograban iluminar el lugar. Observó a Oscar intentando encontrar en su rostro la aprobación y sin recibirla o no comenzó a subir por los peldaños maltrechos y faltantes del lugar “Te he dicho que no tenemos dinero para pagar y tú te has ido a comprar unos jodidos zapatos” las palabras llegaron claras hasta ellos, aunque la conversación se llevaba a cabo en el interior de la puerta por la que acababan de pasar.
-Lo bueno de estar en el último piso es que no hay gente que suela pasar- le confesó apoyando la mano sobre el pomo de la puerta y haciéndola girar con un sordo chillido la abrió de par en par mientras proseguía su andar. Su puerta nunca llevaba puesta seguro, porque nunca le había gustado pensar que sus obras yacían encerradas en aquel lugar, el arte para ser arte debía ser libre, según su parecer. Y no prostituirse jamás a los bolsillos de los demás. La galería lucia amplia, con las manchas de pintura producto de la patas de Lit por el suelo y las paredes, escasa ahora de cuadros y lienzos bañados con memorias, pues en ellos se podía adivinar su historia. Demonios con ojos de rubíes y jiferos por dientes y uñas –Siéntete como en casa- vocifero más por educación y amabilidad de por propio sentir ¿Qué podría esperar si ni él se sentía como en su hogar?
-Y quizás por permitirme romperla una noche valdría más la pena que durmiera yo en el sofá- aseveró tranquilamente pensando en aquel abandonado objeto en la galería. Prosiguió sin embargo con su andar, desacelerado y aletargado con que comenzó a dejar atrás el circo y sus alrededores, el bullicio de la gente no tardo en quedar volando sobre el aire cual lejano eco deformado por el tiempo. Los olores, colores y recuerdos se esfumaron junto con las voces que ahora ya no le decían nada. Pronto la obscuridad de la noche los arropo con ternura y protección mientras avanzaban por las calles de París, aquellas calles de las cuales las demás personas no solían hablar.
Fueron incalculables los temas superfluos de los que comenzaron a hablar, vagas preguntas y respuestas lanzadas al aire que encontraban hogar -¿Puedes decirme algo en tu lengua natal?- le cuestiono en cierta parte del trayecto, cuando las aletargadas lenguas de fuego que se encontraban resguardadas por el cristal se refractaban como cuadrados luminosos sobre el suelo a sus pies, y en el aire quedaban suspendidas virutas luminosas que danzaban en la soledad. Su cuerpo se ilumino al caminar bajo ellas, sin embargo, conforme se iban acercando a su destino las farolas se encontraban más distantes y encendidas con menor frecuencia. A los pies de una se encontraban los trozos del cristal antes cuadrado allá en lo alto.
-Hemos llegado- anuncio, deteniéndose de llano a los pies de un alto edificio que por su aspecto amenazaba con caerse en cualquier momento. La piedra erosionada por los duros inviernos y la punzante lluvia eran el refugio perfecto para palomas y plantas. El primer piso del lugar se encontraba sumido en la obscuridad, solo la luz que se colaba por la entrada y aquella que caía desmayada por la escalinata como una cascada en su parte final lograban iluminar el lugar. Observó a Oscar intentando encontrar en su rostro la aprobación y sin recibirla o no comenzó a subir por los peldaños maltrechos y faltantes del lugar “Te he dicho que no tenemos dinero para pagar y tú te has ido a comprar unos jodidos zapatos” las palabras llegaron claras hasta ellos, aunque la conversación se llevaba a cabo en el interior de la puerta por la que acababan de pasar.
-Lo bueno de estar en el último piso es que no hay gente que suela pasar- le confesó apoyando la mano sobre el pomo de la puerta y haciéndola girar con un sordo chillido la abrió de par en par mientras proseguía su andar. Su puerta nunca llevaba puesta seguro, porque nunca le había gustado pensar que sus obras yacían encerradas en aquel lugar, el arte para ser arte debía ser libre, según su parecer. Y no prostituirse jamás a los bolsillos de los demás. La galería lucia amplia, con las manchas de pintura producto de la patas de Lit por el suelo y las paredes, escasa ahora de cuadros y lienzos bañados con memorias, pues en ellos se podía adivinar su historia. Demonios con ojos de rubíes y jiferos por dientes y uñas –Siéntete como en casa- vocifero más por educación y amabilidad de por propio sentir ¿Qué podría esperar si ni él se sentía como en su hogar?
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/06/2010
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Tranquilo -había respondido a las primeras divagaciones de Anuar sobre su empleo en la ligera caminata hacia su hogar. Contaba con que diría algo parecido, pero prefería ser él mismo el que sacara el tema antes de que el rumano lo preguntara. Pues empezaba a descubrir que no contestarle una pregunta le dejaba con una sensación incompleta en el estómago-. No me dedico a matar ni a robar a gente ni a nada por lo que tu seguridad deba preocuparse.
Aunque curiosamente, eso le hizo sentirse más apaciguado. Si el otro joven podía sospechar que se trataba de alguien de esas características y a pesar de todo seguir invitándolo a su casa, quizá también podría llegar a espantarse muy poco de su empleo de cortesano e, incluso, llegar a parecerle una minucia. Empezó a desechar la idea cuando subían las aparatosas escaleras y los gritos y olores de la vencidad les daban la bienvenida. Nada tuvo que ver con el reciente ambiente, pero simplemente su optimismo solía ser de usar y tirar, el problema estaba en que Oscar no elegía cuándo usarlo o cuándo tirarlo. Todo quedaba a un libre albedrío que se divertía a costa de jugar con sus tripas.
Definitivamente, no le convenía ser tan iluso.
Y aun así, tú... -prosiguió hablando ya en su casa, perdido en la contemplación de sus paredes artísticas... Las pinceladas sobre algunas le sugirieron perfectamente las formas oníricas que experimentó en su coma en el burdel polaco que lo trajo de vuelta a una incertidumbre significativa. Aunque en su caso, más bien la estaba corroborando porque él ya venía sintiéndose así desde la primera pregunta respondida a Anuar- ... decides arriesgarte- se volteó hacia él, en un principio sin ninguna intención de acorralarlo. Y en cierto modo, quizás no lo hizo, porque Anuar tenía todo el espacio libre del mundo tras sus espaldas para apartarse, pero Oscar se giró y su rostro terminó a dos dedos de su barbilla, con un ligero, casi inexistente, roce entre sus mejillas y las pestañas dejando una senda suave, apenas sólida, sobre su frente-. Dlaczego? -expulsó, con la aspereza gutural de su lengua, mas silbando tersamente bajo la posición que adquirían sus dientes y sus labios curvados- Es '¿Por qué' en polaco -aclaró, y como había hecho Anuar en el circo, se alejó de él sin darle tiempo a moverse, consciente de que por mucho que estuvieran en su casa, no iba a atreverse a molestarle con ningún atrevimiento.
Insisto en dormir yo en el sofá, he pasado las noches en toda clase de sitios y un mueble se convierte en la panacea para mí -prosiguió, mientras seguía con la inspección ensimismada a su vivienda-. Además, tu cama ya estará acostumbrada a ti y quisiera llevarme bien con ella... -añadió, antes de detenerse lo más cercano a una ventana.
Aunque curiosamente, eso le hizo sentirse más apaciguado. Si el otro joven podía sospechar que se trataba de alguien de esas características y a pesar de todo seguir invitándolo a su casa, quizá también podría llegar a espantarse muy poco de su empleo de cortesano e, incluso, llegar a parecerle una minucia. Empezó a desechar la idea cuando subían las aparatosas escaleras y los gritos y olores de la vencidad les daban la bienvenida. Nada tuvo que ver con el reciente ambiente, pero simplemente su optimismo solía ser de usar y tirar, el problema estaba en que Oscar no elegía cuándo usarlo o cuándo tirarlo. Todo quedaba a un libre albedrío que se divertía a costa de jugar con sus tripas.
Definitivamente, no le convenía ser tan iluso.
Y aun así, tú... -prosiguió hablando ya en su casa, perdido en la contemplación de sus paredes artísticas... Las pinceladas sobre algunas le sugirieron perfectamente las formas oníricas que experimentó en su coma en el burdel polaco que lo trajo de vuelta a una incertidumbre significativa. Aunque en su caso, más bien la estaba corroborando porque él ya venía sintiéndose así desde la primera pregunta respondida a Anuar- ... decides arriesgarte- se volteó hacia él, en un principio sin ninguna intención de acorralarlo. Y en cierto modo, quizás no lo hizo, porque Anuar tenía todo el espacio libre del mundo tras sus espaldas para apartarse, pero Oscar se giró y su rostro terminó a dos dedos de su barbilla, con un ligero, casi inexistente, roce entre sus mejillas y las pestañas dejando una senda suave, apenas sólida, sobre su frente-. Dlaczego? -expulsó, con la aspereza gutural de su lengua, mas silbando tersamente bajo la posición que adquirían sus dientes y sus labios curvados- Es '¿Por qué' en polaco -aclaró, y como había hecho Anuar en el circo, se alejó de él sin darle tiempo a moverse, consciente de que por mucho que estuvieran en su casa, no iba a atreverse a molestarle con ningún atrevimiento.
Insisto en dormir yo en el sofá, he pasado las noches en toda clase de sitios y un mueble se convierte en la panacea para mí -prosiguió, mientras seguía con la inspección ensimismada a su vivienda-. Además, tu cama ya estará acostumbrada a ti y quisiera llevarme bien con ella... -añadió, antes de detenerse lo más cercano a una ventana.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Y como si aquello se pudiese tratar de alguna venganza inusual la proximidad que habían adquirido por propia voluntad del polaco se desvaneció con la misma brusquedad con que había llegado a nacer. Y el terso roce de sus mejillas y el tacto con su mejilla, como si nunca hubiese existido, paso a ser un recuerdo distante a flor de piel –Porque no puedo perder más de lo que podría ganar- se encogió de hombros observándole desde su lugar. Perdía la soledad, ganaba una placida compañía, perdía los silencios en que su mente parecía desvanecerse y ganaba sin embargo una amena conversación de tantos y variados temas que comenzaba a pensar no encontraría jamás final.
Avanzó los pasos que los alejaban, ubicándose detrás de el sin llegar a rozar su cuerpo ni por equivocación -¿Cómo sabrás como se llevan si decides no probarla?- su aliento escapo sobre su nuca mientras estiraba la mano para sujetar aquella esferilla de platinado metal que se encontraba casi pegada al cristal, y haciéndola virar el ventanal cedió con lentitud permitiendo a la fresca brisa otoñal adentrarse en la estancia y el lugar. Rodeo el cuerpo del otro saliendo a lo que aparentando ser un balcón no podía brindarle espacio a más de tres personas a la vez, no por lo menos sin la latente alerta de poder ceder ante el peso y dejarles caer. A la lejana acera por donde andaban los lebreles del lugar.
-No es una vista espectacular, pero puedes ver a las personas caminar sin que ellas te volteen a ver. Por resultar demasiado obvio desde aquí- le explicó con parsimonia, cerniendo sus manos entorno a la madera astillada que resultaba ser el barandal. Y permitiendo a su mirada perderse en la lejanía de un primer piso deshabitado, un primer piso de una amplia casa que resultaban ser las calles y la ciudad. Recordó en aquel instante, y por azares del destino, el escondite de la pequeña Jazahara, entre paredes y sobre cajas.
Extendió entonces su brazo y señalo el escondite de la luna, entre nubes de negro algodón y neblina –Siempre e creído que desde aquí se ve mejor- le confesó en un tono audible solo para él. Como si fuese aquel el más grande secreto que pudiese develarle, la más grande verdad sobre la cuestión más repetida y jamás contestada de la humanidad, apoyo su estomago contra el barandal inclinando el cuerpo hasta lograr sacar el pecho y el rostro y observar así con claridad lo que metros más allá se escondía entre la obscuridad –Aunque quizás sean solo ideas mías- aseveró después, dando espacio a la opción de no yacer ya en su completa capacidad mental pues y a fin de cuentas, todo artista debía tener algo de loco.
Avanzó los pasos que los alejaban, ubicándose detrás de el sin llegar a rozar su cuerpo ni por equivocación -¿Cómo sabrás como se llevan si decides no probarla?- su aliento escapo sobre su nuca mientras estiraba la mano para sujetar aquella esferilla de platinado metal que se encontraba casi pegada al cristal, y haciéndola virar el ventanal cedió con lentitud permitiendo a la fresca brisa otoñal adentrarse en la estancia y el lugar. Rodeo el cuerpo del otro saliendo a lo que aparentando ser un balcón no podía brindarle espacio a más de tres personas a la vez, no por lo menos sin la latente alerta de poder ceder ante el peso y dejarles caer. A la lejana acera por donde andaban los lebreles del lugar.
-No es una vista espectacular, pero puedes ver a las personas caminar sin que ellas te volteen a ver. Por resultar demasiado obvio desde aquí- le explicó con parsimonia, cerniendo sus manos entorno a la madera astillada que resultaba ser el barandal. Y permitiendo a su mirada perderse en la lejanía de un primer piso deshabitado, un primer piso de una amplia casa que resultaban ser las calles y la ciudad. Recordó en aquel instante, y por azares del destino, el escondite de la pequeña Jazahara, entre paredes y sobre cajas.
Extendió entonces su brazo y señalo el escondite de la luna, entre nubes de negro algodón y neblina –Siempre e creído que desde aquí se ve mejor- le confesó en un tono audible solo para él. Como si fuese aquel el más grande secreto que pudiese develarle, la más grande verdad sobre la cuestión más repetida y jamás contestada de la humanidad, apoyo su estomago contra el barandal inclinando el cuerpo hasta lograr sacar el pecho y el rostro y observar así con claridad lo que metros más allá se escondía entre la obscuridad –Aunque quizás sean solo ideas mías- aseveró después, dando espacio a la opción de no yacer ya en su completa capacidad mental pues y a fin de cuentas, todo artista debía tener algo de loco.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Oscar cerró los ojos al sentir el aliento de Anuar en su nuca y los abrió justo cuando el dueño de la casa le descubrió aquella especie de balcón y no dejó de observarle hasta que empezó a hablar de las vistas que ahora les bordeaban los pies.
Creo que tu casa es muy bonita -afirmó, de repente dándose cuenta de que su mirada acababa más deprisa sobre el hombre que tenía al lado que sobre las calles o el cielo apagado que confirmaba la noche, a excepción de por esa luna que tan intrigado tenía a Anuar-. La mía por lo pronto, no tiene nada remotamente parecido a un balcón...
¿Porque no podía perder más de lo que podría ganar? Todavía no estaba muy seguro de cómo tomarse esa respuesta, ni de si le dejaba en un lugar estable que le garantizase que no estaría todo perdido después de confesarle a lo que se dedicaba. A lo mejor tampoco estaba siendo justo teniendo en cuenta que ahora pisaba suelo invitado. O suelo forzadamente invitado, pues de repente comenzaba a cuestionarse si había hecho bien en no ser el primero en ofrecer su vivienda... Empezaba a considerarse un mal estratega, todo por querer asegurarse la consideración de alguien a quien apenas conocía. Y quizá aquella fuera una de tantas cuestiones desde su encuentro, que a lo mejor empezar a sentirse purgado por alguien que podría desaparecer tan lento y a la vez tan deprisa como la introducción de la luna al firmamento no suponía una señal muy tranquilizadora. Pero ya se había lanzado a la piscina. Y llevaba veintisiete años entrenado para los desperfectos que pudiera encontrarse a través de ella.
Lo bueno de la luna es que es casi ubicua, alcanzable para todos. Creo que metafóricamente, no hay una sola. Todos tenemos un pedacito que, sin embargo, parece el pastel entero -respondió, de repente aventurándose a hablar con un deje lánguido y casi poético-. Mi padre solía mirarla mucho, fue de las pocas cosas que logré averiguar de él, apenas tuvimos relación y casi nunca paraba por casa y en consecuencia yo tampoco. A raíz de eso fue cómo empecé a pasar la mayor parte de mis días en la calle y aunque... -se detuvo, sin saber si de verdad iba a seguir siendo capaz de hablar de algo que nunca había dicho en voz alta. Pero como bien acababa de pensar, ya se había tirado a la piscina:- ... aunque nunca aprendí nada de él ni me aportó un solo sentimiento positivo, creo que me acabó transmitiendo ese gesto. De pequeño empecé a imitarle y contemplaba la luna más veces, suponía una visión bella, casi necesaria frente a toda esa mugre que me rodeaba. Cuando crecí más, lo hice con menos frecuencia y ahora rara vez miró hacia arriba cuando se hace de noche -mantuvo su mirada igual de seria que al principio, mas la garganta comenzaba a notarse muy pesada-. Pero cuando lo hago, siempre tengo la sensación de que él también la está mirando. Puede que ya sea lo único que nos vaya a conectar de aquí a que los dos muramos.
Y ahí estaba, una parte de 'esas cosas para contar'... contadas. Y esa vez sin que Anuar preguntase. Chocheaba, estaba chocheando pero seguro... De repente, se sentía muy viejo y lejano y digno de acumular lástimas desconsideradas. Patético.
Disculpa, un estúpido momento de debilidad.
Dejó de mirar a la nada oscura para pasar a mirar al otro chico, en aquel instante de nuevo descubriéndose muy próximos, pero entonces debido al enjuto espacio que compartían. Se apoyó también en la baranda y le miró fijamente, sin rechazar la falta de lejanía ni con la intención de romperla de una vez por todas, a pesar de que no le faltaran deseos.
Está bien, te acepto la cama -cedió al fin y esbozó una ligera sonrisa que esperó que la luna no delatara-. ¿Decías algo de que desde aquí nadie podía vernos?
Creo que tu casa es muy bonita -afirmó, de repente dándose cuenta de que su mirada acababa más deprisa sobre el hombre que tenía al lado que sobre las calles o el cielo apagado que confirmaba la noche, a excepción de por esa luna que tan intrigado tenía a Anuar-. La mía por lo pronto, no tiene nada remotamente parecido a un balcón...
¿Porque no podía perder más de lo que podría ganar? Todavía no estaba muy seguro de cómo tomarse esa respuesta, ni de si le dejaba en un lugar estable que le garantizase que no estaría todo perdido después de confesarle a lo que se dedicaba. A lo mejor tampoco estaba siendo justo teniendo en cuenta que ahora pisaba suelo invitado. O suelo forzadamente invitado, pues de repente comenzaba a cuestionarse si había hecho bien en no ser el primero en ofrecer su vivienda... Empezaba a considerarse un mal estratega, todo por querer asegurarse la consideración de alguien a quien apenas conocía. Y quizá aquella fuera una de tantas cuestiones desde su encuentro, que a lo mejor empezar a sentirse purgado por alguien que podría desaparecer tan lento y a la vez tan deprisa como la introducción de la luna al firmamento no suponía una señal muy tranquilizadora. Pero ya se había lanzado a la piscina. Y llevaba veintisiete años entrenado para los desperfectos que pudiera encontrarse a través de ella.
Lo bueno de la luna es que es casi ubicua, alcanzable para todos. Creo que metafóricamente, no hay una sola. Todos tenemos un pedacito que, sin embargo, parece el pastel entero -respondió, de repente aventurándose a hablar con un deje lánguido y casi poético-. Mi padre solía mirarla mucho, fue de las pocas cosas que logré averiguar de él, apenas tuvimos relación y casi nunca paraba por casa y en consecuencia yo tampoco. A raíz de eso fue cómo empecé a pasar la mayor parte de mis días en la calle y aunque... -se detuvo, sin saber si de verdad iba a seguir siendo capaz de hablar de algo que nunca había dicho en voz alta. Pero como bien acababa de pensar, ya se había tirado a la piscina:- ... aunque nunca aprendí nada de él ni me aportó un solo sentimiento positivo, creo que me acabó transmitiendo ese gesto. De pequeño empecé a imitarle y contemplaba la luna más veces, suponía una visión bella, casi necesaria frente a toda esa mugre que me rodeaba. Cuando crecí más, lo hice con menos frecuencia y ahora rara vez miró hacia arriba cuando se hace de noche -mantuvo su mirada igual de seria que al principio, mas la garganta comenzaba a notarse muy pesada-. Pero cuando lo hago, siempre tengo la sensación de que él también la está mirando. Puede que ya sea lo único que nos vaya a conectar de aquí a que los dos muramos.
Y ahí estaba, una parte de 'esas cosas para contar'... contadas. Y esa vez sin que Anuar preguntase. Chocheaba, estaba chocheando pero seguro... De repente, se sentía muy viejo y lejano y digno de acumular lástimas desconsideradas. Patético.
Disculpa, un estúpido momento de debilidad.
Dejó de mirar a la nada oscura para pasar a mirar al otro chico, en aquel instante de nuevo descubriéndose muy próximos, pero entonces debido al enjuto espacio que compartían. Se apoyó también en la baranda y le miró fijamente, sin rechazar la falta de lejanía ni con la intención de romperla de una vez por todas, a pesar de que no le faltaran deseos.
Está bien, te acepto la cama -cedió al fin y esbozó una ligera sonrisa que esperó que la luna no delatara-. ¿Decías algo de que desde aquí nadie podía vernos?
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Su casa, que agradable y cálida sonaba la palabra en labios de alguien más. Que lejana y superflua sin embargo, un lugar en el cual vivir, un techo que le permitía encontrar refugio del gélido aire invernal o las torrenciales lluvias de Agosto –Es un invento sorprendente…sobre todo si a uno no le gusta pasar el día encerrado, y no quiere sin embargo salir- aseguro pensando que quizás cuando las trémulas y cansinas piernas no le permitieran ya caminar por entre las calles y los puestos sacaría una silla a aquel lugar y se limitaría a observar las nubes y el sol. Permitiría al astro rey lamer su piel y al maullido de los gatos y el cantico de las palomas amenizar sus días.
Pensó, que aquel era el monologo más prolongado que había llegado a pronunciar desde su encuentro en el puente. Y se sintió dichoso de saberse digno de saber aquellos datos personales que poco debían comprender –No lo había pensado antes. Quizás tu padre tenía razón- asevero atreviéndose a hablar solo cuando el relato hubo terminado en su totalidad y la curiosidad poco más que apaciguarse pareció doblar su tamaño inicial –Es sin embargo una cosa preciosa que compartir- confesó preguntándose si desde tierra rumana su padre la observaba también. Y fue inevitable pensar que ahora que el también conocía aquella verdad cada que observarse aquel manantial llegara a su memoria el nombre de un hombre inusual. Tan inusual que resultaba sorprendente.
-¡Oh! No, no tienes porque disculparte. Para mi es realmente un placer escucharte- aseveró con una diminuta y casi ausente sonrisa crispando sus alargados labios de hito en hito, en un gesto, que parecía no incluir ninguna otra parte de su rostro –Y si para que me cuentes más cosas así debes tener “estúpidos momentos de debilidad” afrontare con gusto algunos más, y serviré de consuelo si es eso lo que necesitas- inclusive si después de ellos terminaba maldiciendo a los cuatro vientos y a su propia persona por estar ahí. Le otorgo una fugaz mirada de intriga a aquella que había sido ahora el centro de atención y le agradeció silenciosamente por hacer hablar al hombre con tanta sinceridad. Le agradaba, egoístamente, saberse conocedor de aquellas cosas.
Sonrió victoriosamente ante su aseveración ¿A cuántas personas había conocido mas necias que él mismo? –Seguramente le caerás de maravilla- y una melodiosa e inusual risilla afloro desde su pecho ahogándose en una sonrisa, una más de las pocas o muchas de aquel día –Si, con los años he descubierto que las personas no se atreven a mirar tan arriba- le explicó señalando un par de hombres, seguramente ebrios que avanzaban de una esquina a otra del empedrado –Posiblemente no llegarían a voltear ni aunque nos llegaran a escuchar hablar- se encogió de hombros permitiéndose voltearle a ver. Inclinó entonces su cuerpo hacía él esperando en primer instancia una negación o en su defecto un gesto reciproco al respecto, y sin aguardarlo más aun sello los labios ajenos en un terso y cálido beso que resulto más casto de lo esperado.
Fue consiente entonces de su error -…Y ni siquiera se han enterado- susurro entonces dirigiendo su atención a los hombres que, tambaleantes, se alejaban ya. Una verdad, que escondía solo un latente nerviosismo ante una acción, no pensada, más sentida y deseada. Desvió su mirada de un lado a otro pensando en que decir, en disculparse o dejarlo pasar –Lo lamento- pronuncio al final. Con el calor de sus labios aun sobre su piel.
Pensó, que aquel era el monologo más prolongado que había llegado a pronunciar desde su encuentro en el puente. Y se sintió dichoso de saberse digno de saber aquellos datos personales que poco debían comprender –No lo había pensado antes. Quizás tu padre tenía razón- asevero atreviéndose a hablar solo cuando el relato hubo terminado en su totalidad y la curiosidad poco más que apaciguarse pareció doblar su tamaño inicial –Es sin embargo una cosa preciosa que compartir- confesó preguntándose si desde tierra rumana su padre la observaba también. Y fue inevitable pensar que ahora que el también conocía aquella verdad cada que observarse aquel manantial llegara a su memoria el nombre de un hombre inusual. Tan inusual que resultaba sorprendente.
-¡Oh! No, no tienes porque disculparte. Para mi es realmente un placer escucharte- aseveró con una diminuta y casi ausente sonrisa crispando sus alargados labios de hito en hito, en un gesto, que parecía no incluir ninguna otra parte de su rostro –Y si para que me cuentes más cosas así debes tener “estúpidos momentos de debilidad” afrontare con gusto algunos más, y serviré de consuelo si es eso lo que necesitas- inclusive si después de ellos terminaba maldiciendo a los cuatro vientos y a su propia persona por estar ahí. Le otorgo una fugaz mirada de intriga a aquella que había sido ahora el centro de atención y le agradeció silenciosamente por hacer hablar al hombre con tanta sinceridad. Le agradaba, egoístamente, saberse conocedor de aquellas cosas.
Sonrió victoriosamente ante su aseveración ¿A cuántas personas había conocido mas necias que él mismo? –Seguramente le caerás de maravilla- y una melodiosa e inusual risilla afloro desde su pecho ahogándose en una sonrisa, una más de las pocas o muchas de aquel día –Si, con los años he descubierto que las personas no se atreven a mirar tan arriba- le explicó señalando un par de hombres, seguramente ebrios que avanzaban de una esquina a otra del empedrado –Posiblemente no llegarían a voltear ni aunque nos llegaran a escuchar hablar- se encogió de hombros permitiéndose voltearle a ver. Inclinó entonces su cuerpo hacía él esperando en primer instancia una negación o en su defecto un gesto reciproco al respecto, y sin aguardarlo más aun sello los labios ajenos en un terso y cálido beso que resulto más casto de lo esperado.
Fue consiente entonces de su error -…Y ni siquiera se han enterado- susurro entonces dirigiendo su atención a los hombres que, tambaleantes, se alejaban ya. Una verdad, que escondía solo un latente nerviosismo ante una acción, no pensada, más sentida y deseada. Desvió su mirada de un lado a otro pensando en que decir, en disculparse o dejarlo pasar –Lo lamento- pronuncio al final. Con el calor de sus labios aun sobre su piel.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Bueno, no sé si tenía razón o no, nunca me explicó porqué le gustaba mirar la luna. En realidad, no hablábamos demasiado... Todo lo que te he dicho es de cosecha propia -añadió, casi apunto de chistar al darse cuenta de que soltar pequeños detalles de su vida ya comenzaba a parecer un acto reflejo. ¡¿Qué tendría el rumano para que todo saliera tan... solo?!-. Pero bueno... tal vez tuviera un buen motivo para hacerlo, es algo que de todas formas ya no voy a saber -y pronunció algo que jamás, jamás pensó que podría llegar a salir de su mente ni de sus labios-. Tal vez debiera haberle hecho tantas preguntas como tú cuando aún vivía en Polonia.
No dejó de contemplarle mientras Anuar respondía a todo lo que le había explicado, con ese interés paradójicamente desinteresado con el que recibía siempre todas sus divagaciones, haciendo sentir a Oscar realmente escuchado. Estuvo apunto de reír cuando prosiguió con las continuas referencias a la cama y su futura relación con ésta, pero se le fueron prácticamente todos los impulsos de una carcajada después de recibir aquel beso. Y no porque no lo disfrutara en su corta trayectoria o no recibiera una oleada de cálida sensación imperecederamente positiva, contraria a la melancolía de su recuerdo polaco. Sino precisamente porque lo que no recordaba era haber llegado a sentir tanto con un contacto tan escaso... Y aquel aspecto le llenó de una potencia con la que irse tranquilo aquella noche de piedras y lunas a cerrar los ojos en hogar ajeno.
Espero que no lo digas en serio -replicó ante ese 'lo lamento' de Anuar y sólo para corroborárselo (sólo, sí, ya, claro), se acercó lo suficiente para aplastarse suavemente contra su torso y devolverle el beso con la misma pulcritud que lo había hecho él, pero haciéndolo perdurar un poco más sobre sus labios-. No, seguramente no se habrán enterado.
Lo dijo mientras echaba el primer vistazo a la luna desde que se habían puesto a hablar sobre ella y tras aquello, volvió a apartarse unos centímetros para no agobiar o incomodar al muchacho, recuperando el espacio de antes de decidirse a recortar el primer acopio de distancia personal, que de todas formas, continuaba siendo próximo.
No dejó de contemplarle mientras Anuar respondía a todo lo que le había explicado, con ese interés paradójicamente desinteresado con el que recibía siempre todas sus divagaciones, haciendo sentir a Oscar realmente escuchado. Estuvo apunto de reír cuando prosiguió con las continuas referencias a la cama y su futura relación con ésta, pero se le fueron prácticamente todos los impulsos de una carcajada después de recibir aquel beso. Y no porque no lo disfrutara en su corta trayectoria o no recibiera una oleada de cálida sensación imperecederamente positiva, contraria a la melancolía de su recuerdo polaco. Sino precisamente porque lo que no recordaba era haber llegado a sentir tanto con un contacto tan escaso... Y aquel aspecto le llenó de una potencia con la que irse tranquilo aquella noche de piedras y lunas a cerrar los ojos en hogar ajeno.
Espero que no lo digas en serio -replicó ante ese 'lo lamento' de Anuar y sólo para corroborárselo (sólo, sí, ya, claro), se acercó lo suficiente para aplastarse suavemente contra su torso y devolverle el beso con la misma pulcritud que lo había hecho él, pero haciéndolo perdurar un poco más sobre sus labios-. No, seguramente no se habrán enterado.
Lo dijo mientras echaba el primer vistazo a la luna desde que se habían puesto a hablar sobre ella y tras aquello, volvió a apartarse unos centímetros para no agobiar o incomodar al muchacho, recuperando el espacio de antes de decidirse a recortar el primer acopio de distancia personal, que de todas formas, continuaba siendo próximo.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-Más sorprendente aun- susurró suponiendo en que aquellos pensamientos podían provenir solo de un artista aun no reconocido, quizás llevaba algo de poeta en su interior y como las pinceladas en su alma la ajena estaba zurcida con letras y tinta –No vale la pena acongojarse por el pasado…lo importante es el presente- puntualizó. Y si hubiese seguido aquel consejo años atrás había logrado superar la perdida con mayor productividad. Ahora sin embargo comprendía que cuando un día ya no significaba nada en la vida se necesitaba hacer un cambio radical. Además, el mismo podía asegurar que cuestionar no era siempre la mejor opción, su padre siempre destrozaba sus ilusiones cuando le cuestionaba al respecto. Le había arrebatado el sueño de Papa Noel con poco más de siete años y le había amenazado a no decirle nada a Angeliqué. Prefirió, sin embargo, no hablar al respecto.
-Deberías seguir haciéndolo…observar la luna me refiero- se atrevió a aconsejar mesándose los cabellos con suavidad.
Sus manos se cernieron entorno a la madera reprimiendo así el impulso de rodear su cuerpo con sus brazos e impedirle alejarse más. No logro contabilizar la cantidad de impulsos que tuvo que reprimir en aquel preciso instante –Nunca se me han dado bien estas cosas- confesó suspirado ampliamente en lo que se asemejo más a un bufido emergido desde lo ronco de su pecho. Nunca se le habían dado bien esas cosas, y era aquel el motivo principal por lo que comprendió de aquellos temas hasta bien entrados sus veintiún años de edad, era aquel el motivo por el que en su vida hubiesen sus labios conocido tan nula variedad de tactos y era aquel el motivo por el cual o se atrevía a avanzar. Meneó la cabeza sacudiendo sus lacios y rojizos cabellos de un lado a otro con rapidez.
-¿Quieres seguir observando la luna? No hay muchas cosas interesantes para hacer aquí…creo que lo llamativo de la idea radicaba en tu compañía- y como si fuese la oración más común del mundo o como si del clima estuviesen hablando apoyo su espalda sobre el barandal, observando en esta ocasión el reflejo de la luna sobre el cristal y los tímidos destellos de las estrellas alumbrando aquel manto de sempiterna obscuridad. Se le antojo preparar entonces un buen café o comprar algunas galletas para comer. Tenía que ofrecerle algo a su invitado, que mal anfitrión seria sino. Se cruzó de brazos entrecerrando los parpados para ver, aquellas cosas que no era visible para los demás, viro su rostro aun con aquel gesto extraño observando sin disimulo la silueta de Oscar. ¿Podría descubrir así lo que se escondía bajo aquella piel tostada?
-Deberías seguir haciéndolo…observar la luna me refiero- se atrevió a aconsejar mesándose los cabellos con suavidad.
Sus manos se cernieron entorno a la madera reprimiendo así el impulso de rodear su cuerpo con sus brazos e impedirle alejarse más. No logro contabilizar la cantidad de impulsos que tuvo que reprimir en aquel preciso instante –Nunca se me han dado bien estas cosas- confesó suspirado ampliamente en lo que se asemejo más a un bufido emergido desde lo ronco de su pecho. Nunca se le habían dado bien esas cosas, y era aquel el motivo principal por lo que comprendió de aquellos temas hasta bien entrados sus veintiún años de edad, era aquel el motivo por el que en su vida hubiesen sus labios conocido tan nula variedad de tactos y era aquel el motivo por el cual o se atrevía a avanzar. Meneó la cabeza sacudiendo sus lacios y rojizos cabellos de un lado a otro con rapidez.
-¿Quieres seguir observando la luna? No hay muchas cosas interesantes para hacer aquí…creo que lo llamativo de la idea radicaba en tu compañía- y como si fuese la oración más común del mundo o como si del clima estuviesen hablando apoyo su espalda sobre el barandal, observando en esta ocasión el reflejo de la luna sobre el cristal y los tímidos destellos de las estrellas alumbrando aquel manto de sempiterna obscuridad. Se le antojo preparar entonces un buen café o comprar algunas galletas para comer. Tenía que ofrecerle algo a su invitado, que mal anfitrión seria sino. Se cruzó de brazos entrecerrando los parpados para ver, aquellas cosas que no era visible para los demás, viro su rostro aun con aquel gesto extraño observando sin disimulo la silueta de Oscar. ¿Podría descubrir así lo que se escondía bajo aquella piel tostada?
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Radicaba en su compañía... No pensaba que, fuera de la usual desesperación que caracterizaba a quienes insistentemente aporreaban la puerta de su habitación en el burdel, pudiera llegar a irradiar algún tipo de interés para los demás. Con la llegada de Anuar, se estaba descubriendo tan sumamente ignorante para muchas de las verdades que habían dominado sus desengaños.
Tal vez debería, sí -afirmó ante la sugerencia de la luna-. Creo que a partir de hoy voy a empezar a hacer cosas que no sabía que podía.
Lo dijo sin apenas percatarse de la frase que había construído y del peso significativo de la afirmación que llevaba consigo. ¿Cuánto más seguiría sorprendiéndose antes de que el redondel de luz nocturna huyera una vez más de su rutina?
'Estas cosas'... -repitió en un murmullo y sonrió con un deje amargamente burlón, pero nuevamente debido a un sentimiento positivo.
Para él, 'esas cosas' se habían resumido a gente que lo único que necesitaba era sentirse importante, estampar un trozo de carne contra la pared para satisfacer un instinto tan primitivo que incluso carecía de valor estable. A gente que lloraba por las noches para consolarse de que pagando por verdades físicas no sentirían las mentiras mentales. A gente que pensaba únicamente en ella y en '¿me gustará?', '¿lo sentiré?', '¿y si no me meten bien la lengua?', '¿y si soy de los que nunca disfrutan?', 'ahora que lo he hecho, ¿me mirarán con más atención en la fiesta?', '¿podré participar en las conversaciones?'... De modo que 'esas cosas' sacadas del comportamiento taciturno y auténtico de Anuar... Qué iluso debía de ser el rumano al creer que tenían algo que ver siquiera, porque respecto a la nefasta experiencia de Oscar en el campo, prácticamente suponían otro regalo de claridad sanadora para completar el día.
No tienes de qué preocuparte. De verdad. Ni esta casa es una antesala ni yo, su juez- respondió. Echó otro vistazo rápido a la luna cuando el pelirrojo volvió a mencionarla y seguidamente redirigió su mirada hacia la de Anuar para devolverle esa contemplación descarada-. Podemos seguir hablando en tu cocina, las cocinas me resultan verdaderamente acogedoras para charlar. Y si tienes algo de beber, tardaré menos que con tu cama en rechazarlo, prometido.
¡Me gusta el nuevo avatar de Anuar!
Tal vez debería, sí -afirmó ante la sugerencia de la luna-. Creo que a partir de hoy voy a empezar a hacer cosas que no sabía que podía.
Lo dijo sin apenas percatarse de la frase que había construído y del peso significativo de la afirmación que llevaba consigo. ¿Cuánto más seguiría sorprendiéndose antes de que el redondel de luz nocturna huyera una vez más de su rutina?
'Estas cosas'... -repitió en un murmullo y sonrió con un deje amargamente burlón, pero nuevamente debido a un sentimiento positivo.
Para él, 'esas cosas' se habían resumido a gente que lo único que necesitaba era sentirse importante, estampar un trozo de carne contra la pared para satisfacer un instinto tan primitivo que incluso carecía de valor estable. A gente que lloraba por las noches para consolarse de que pagando por verdades físicas no sentirían las mentiras mentales. A gente que pensaba únicamente en ella y en '¿me gustará?', '¿lo sentiré?', '¿y si no me meten bien la lengua?', '¿y si soy de los que nunca disfrutan?', 'ahora que lo he hecho, ¿me mirarán con más atención en la fiesta?', '¿podré participar en las conversaciones?'... De modo que 'esas cosas' sacadas del comportamiento taciturno y auténtico de Anuar... Qué iluso debía de ser el rumano al creer que tenían algo que ver siquiera, porque respecto a la nefasta experiencia de Oscar en el campo, prácticamente suponían otro regalo de claridad sanadora para completar el día.
No tienes de qué preocuparte. De verdad. Ni esta casa es una antesala ni yo, su juez- respondió. Echó otro vistazo rápido a la luna cuando el pelirrojo volvió a mencionarla y seguidamente redirigió su mirada hacia la de Anuar para devolverle esa contemplación descarada-. Podemos seguir hablando en tu cocina, las cocinas me resultan verdaderamente acogedoras para charlar. Y si tienes algo de beber, tardaré menos que con tu cama en rechazarlo, prometido.
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Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
La aseveración del polaco fue el detonante perfecto para hacerle sentir nuevamente aquella malsana curiosidad que había logrado apaciguar después de serle negada su vocación -¿Qué clase de cosas?- le cuestiono entonces, y en aquella ocasión no planeaba sucumbir a sus dulces y melosas palabras que pecaban más bien de redundantes. Pensó, no podía quejarse pues al final sus palabras no eran más claras ni sus oraciones más amplias o expresivas.
-No me preocupa que la juzgues- aseveró observando su propio reflejo en el cristal. Su cabello necesitaba ser recortado ya pues el flequillo comenzaba a rozar molestamente con sus crespas pestañas de fuego dormido –¿Qué podrías deducir con eso? Solo que no tengo los medios para algo mejor, pero si con esto puedo vivir no me hace falta nada más, no me gustaría terminar como esas personas que avanzan por las calles sin mirar más allá ¿Alguna vez las has visto? Como si no existiera un mundo a su alrededor- le explico pausadamente recordando las centenas de personas que había visto andar bajo su balcón. Ensimismadas en sus propios mundos de pesares y problemas, creyendo siempre ser lo mejor o lo peor, más nunca uno más del montón.
-A la cocina iremos entonces, aunque no es una cocina…es bastante improvisada a decir verdad- intento explicarle con palabras y ni un trillas de oraciones explicarían mejor lo que con sus propios ojos podría apreciar. Le volteo a ver, encontrando aquel par de ojos sobre él y los propios ahora del color del oro parecieron centellar por algún sentimiento parecido a la alegría que no cobro vida en parte alguna de su rostro. Desvió, sin embargo, la mirada con rapidez. Porque si bien su rostro sabía cómo mentir a la perfección sus ojos encontraban siempre la manera de desmentir lo que sus labios pretendían asegurar ¿Sabría Oscar como ver a través de ellos? ¿Y descifrar lo que le decían? Más valía no correr el riesgo de ser descubierto en sus más obscuros y ansiados pensamientos.
Avanzó sin más de vuelta a la comodidad y el calor de la galería, ahora poco más fría por el aire que se había logrado colar y danzaba de un lado a otro en agonía. Abrió, la única de las dos puertas que no había abierto aun y dio paso a una habitación de buen tamaño, con una cama tendida y estantes repletos de brochas y pinturas –Esta es mi cocina- vociferó señalando en una esquina distante, a escasos pasos de ellos, una cocineta improvisada, un lavabo y varios platos acomodados en su lugar. La habitación constaba de dos puertas, una, por la cual habían entrado y la otra que daba al baño –No sé si tenga algo de beber que ofrecerte…en verdad lo dudo- reflexiono. El suelo del lugar se encontraba pintado en diversas gamas de colores, algunos brochazos azules y naranjas, unas manchas deformes de verde y rojo y algunas otras plastas de una mezcolanza desconocida del color del trigo maduro. Su propio lienzo experimental.
Si, creo que luce más como él. Gracias. Cortseria de Soren.
-No me preocupa que la juzgues- aseveró observando su propio reflejo en el cristal. Su cabello necesitaba ser recortado ya pues el flequillo comenzaba a rozar molestamente con sus crespas pestañas de fuego dormido –¿Qué podrías deducir con eso? Solo que no tengo los medios para algo mejor, pero si con esto puedo vivir no me hace falta nada más, no me gustaría terminar como esas personas que avanzan por las calles sin mirar más allá ¿Alguna vez las has visto? Como si no existiera un mundo a su alrededor- le explico pausadamente recordando las centenas de personas que había visto andar bajo su balcón. Ensimismadas en sus propios mundos de pesares y problemas, creyendo siempre ser lo mejor o lo peor, más nunca uno más del montón.
-A la cocina iremos entonces, aunque no es una cocina…es bastante improvisada a decir verdad- intento explicarle con palabras y ni un trillas de oraciones explicarían mejor lo que con sus propios ojos podría apreciar. Le volteo a ver, encontrando aquel par de ojos sobre él y los propios ahora del color del oro parecieron centellar por algún sentimiento parecido a la alegría que no cobro vida en parte alguna de su rostro. Desvió, sin embargo, la mirada con rapidez. Porque si bien su rostro sabía cómo mentir a la perfección sus ojos encontraban siempre la manera de desmentir lo que sus labios pretendían asegurar ¿Sabría Oscar como ver a través de ellos? ¿Y descifrar lo que le decían? Más valía no correr el riesgo de ser descubierto en sus más obscuros y ansiados pensamientos.
Avanzó sin más de vuelta a la comodidad y el calor de la galería, ahora poco más fría por el aire que se había logrado colar y danzaba de un lado a otro en agonía. Abrió, la única de las dos puertas que no había abierto aun y dio paso a una habitación de buen tamaño, con una cama tendida y estantes repletos de brochas y pinturas –Esta es mi cocina- vociferó señalando en una esquina distante, a escasos pasos de ellos, una cocineta improvisada, un lavabo y varios platos acomodados en su lugar. La habitación constaba de dos puertas, una, por la cual habían entrado y la otra que daba al baño –No sé si tenga algo de beber que ofrecerte…en verdad lo dudo- reflexiono. El suelo del lugar se encontraba pintado en diversas gamas de colores, algunos brochazos azules y naranjas, unas manchas deformes de verde y rojo y algunas otras plastas de una mezcolanza desconocida del color del trigo maduro. Su propio lienzo experimental.
Si, creo que luce más como él. Gracias. Cortseria de Soren.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Le miró con los ojos ahuecando una suave sorpresa al abrirlos un poco más de lo debido, como sustitución a ese gesto mecánico de elevar las cejas que ya debía de resultar irritante para la otra persona.
Mirar más la luna, como ya dije -le aseguró y puso una mano sobre la barandilla-. O querer cambiar algo de la arquitectura de mi piso para tener algo parecido a este balcón, que siempre me había dado lo mismo porque no tengo intención de comprar ningún otro en mucho tiempo. Aunque me temo que se quedará sólo en el mero acto de quererlo... Gastarme el dinero en reformas innecesarias es lo que sigo sin querer.
Estuvo apunto de poner los ojos en blanco, no por Anuar, sino por él mismo. Se decía que no era necesario ser más explícito, pero de repente le urgía dejar atados cuantos cabos fueran posibles a las dudas deterioradas del rumano. Y bualá, con esas afirmaciónes... ¿Hola? ¿Podía haber sonado más ridículo en menos segundos? Y eso que su tono sonaba tan casual y tranquilo como siempre, pero por dentro imperaba una necesidad de arrojarse por el balcón no-balcón, a ver si la luz de la luna era tan poética como heroína.
Y me parece que he vuelto a expresarme mal... Me refería a que yo no soy el juez de la supuesta antesala, ergo, el tuyo. Quería decir que lo de que se te den bien o mal 'estas cosas' no es importante -prosiguió con lo que no había sido comprendido, a cada instante aumentándose la estupidez en el interior de su penoso cuerpecito humano-. Sé perfectamente que no te preocupa lo que nadie pueda pensar de tu casa. Has aceptado traerme aquí sin rechistar, ¿recuerdas? Creo que eso es una muestra clara que me dejaría como un verdadero idiota, si la pasara por alto -Claro que ya se estaba empezando a considerar un idiota, de todas formas-. Y sí -respondiendo a la pregunta sobre las personas-. Las he visto -incluso las había sentido, a una en concreto, cuya sangre real apestaba a la descripción que había expuesto Anuar y la única con la que había experimentado verdadera repulsión en el acto sexual. E irónicamente, cuando todavía no había empezado a trabajar como cortesano...
En su reciente auto-flagelación interna, abandonó el contacto con la barandilla para amarrar la mirada a los ojos de Anuar, en los que detectó una repentina y agradecida disponibilidad a devolvérsela, como si le alegrara el mero hecho de hacerlo. No estaba muy seguro de detectar sentimientos de felicidad habiéndola experimentado tantas pocas veces, pero confiar ya era lo único que le quedaba.
No importa, tu cocina acaba de corroborar lo mucho que me gusta este sitio -repuso sin dejar de contemplar sus paredes y deteniendo la vista en los lugares donde había más madera. Un acto reflejo quizá un tanto fetichista-. ¡Oh! ¿Y no tendrás por ahí alguna caja de cerillas que ya vayas a tirar? -inquirió, de repente iluminándosele un poco las pupilas- Bueno, es sólo porque me gusta recolectarlas... -añadió, mientras parpadeaba para retornar al porte serio inicial, con aquello pensando que si de antes no era un imbécil, ahora además era un imbécil de cinco años.
Mirar más la luna, como ya dije -le aseguró y puso una mano sobre la barandilla-. O querer cambiar algo de la arquitectura de mi piso para tener algo parecido a este balcón, que siempre me había dado lo mismo porque no tengo intención de comprar ningún otro en mucho tiempo. Aunque me temo que se quedará sólo en el mero acto de quererlo... Gastarme el dinero en reformas innecesarias es lo que sigo sin querer.
Estuvo apunto de poner los ojos en blanco, no por Anuar, sino por él mismo. Se decía que no era necesario ser más explícito, pero de repente le urgía dejar atados cuantos cabos fueran posibles a las dudas deterioradas del rumano. Y bualá, con esas afirmaciónes... ¿Hola? ¿Podía haber sonado más ridículo en menos segundos? Y eso que su tono sonaba tan casual y tranquilo como siempre, pero por dentro imperaba una necesidad de arrojarse por el balcón no-balcón, a ver si la luz de la luna era tan poética como heroína.
Y me parece que he vuelto a expresarme mal... Me refería a que yo no soy el juez de la supuesta antesala, ergo, el tuyo. Quería decir que lo de que se te den bien o mal 'estas cosas' no es importante -prosiguió con lo que no había sido comprendido, a cada instante aumentándose la estupidez en el interior de su penoso cuerpecito humano-. Sé perfectamente que no te preocupa lo que nadie pueda pensar de tu casa. Has aceptado traerme aquí sin rechistar, ¿recuerdas? Creo que eso es una muestra clara que me dejaría como un verdadero idiota, si la pasara por alto -Claro que ya se estaba empezando a considerar un idiota, de todas formas-. Y sí -respondiendo a la pregunta sobre las personas-. Las he visto -incluso las había sentido, a una en concreto, cuya sangre real apestaba a la descripción que había expuesto Anuar y la única con la que había experimentado verdadera repulsión en el acto sexual. E irónicamente, cuando todavía no había empezado a trabajar como cortesano...
En su reciente auto-flagelación interna, abandonó el contacto con la barandilla para amarrar la mirada a los ojos de Anuar, en los que detectó una repentina y agradecida disponibilidad a devolvérsela, como si le alegrara el mero hecho de hacerlo. No estaba muy seguro de detectar sentimientos de felicidad habiéndola experimentado tantas pocas veces, pero confiar ya era lo único que le quedaba.
No importa, tu cocina acaba de corroborar lo mucho que me gusta este sitio -repuso sin dejar de contemplar sus paredes y deteniendo la vista en los lugares donde había más madera. Un acto reflejo quizá un tanto fetichista-. ¡Oh! ¿Y no tendrás por ahí alguna caja de cerillas que ya vayas a tirar? -inquirió, de repente iluminándosele un poco las pupilas- Bueno, es sólo porque me gusta recolectarlas... -añadió, mientras parpadeaba para retornar al porte serio inicial, con aquello pensando que si de antes no era un imbécil, ahora además era un imbécil de cinco años.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-No necesitas hacerlo, para eso está el mío- y su voz sonó tan clara y cristalina que casi podría haberle pedido, y hasta rogado por que fuese todas las noches a ver la luna con él. Como si fuese posible que pudiese aceptar, como si pudiese regalarle tanto tiempo de su día así sin más, quizás, Oscar tenía cosas más importantes que hacer que solo gastar su tiempo con un “desconocido” observando lo que se había olvidado ya de presenciar –Puedes venir cada que quieras, la puerta de la galería nunca está cerrada- y tampoco lo estaba la de su habitación, más aquello no era algo que se atreviese a articular con palabras.
Entendió entonces el significado de sus palabras y se sintió como un ignorante –Debería serlo- aseguro con tranquilidad, con las mejillas levemente sonrosas por las caricias del aire contra su tersa piel, aquella ausente siempre de vello facial más bien por herencia que por cuidados –O eso es lo que la gente cree, yo creo que es importante pero no esencial. No…nunca esencial- pronuncio para sus adentros suponiendo que las personas que conocían al respecto le deberían ver como un torpe en la materia. Sin embargo, no era un primerizo aunque se sentía como una cada que sentía el tacto de alguien más. Debía ser bueno, al final, de acostumbrarse su cuerpo a aquellas cercanías comenzarían a carecer de sentido.
-No creo haber escuchado eso muchas veces antes- indicó mientras sus manos revolvían ruidosamente el contenido de la mesa de noche que se encontraba a un lado de la ordenada cama que parecía no haber sido perturbada hacia meses quizás –Lo note en la plaza, cuando caminábamos por los panecillos- confesó sin temor alguno de lucir alguna especie de maniático observador ¿Sería erróneo pensar aquello? Lo dudaba. Y en aquella ocasión no cuestiono el motivo de dicho placer, porque había cosas que era mejor dejar reposar, eso, o quizás la incertidumbre de no poder tener una respuesta satisfactoria, que le dejase con un nudo más grande que el que ahora oprimía su garganta.
Sacó entonces del cajón, además de una vela deformada y un par de botones una caja de cerillas con algunos ejemplares aun en su interior, resguardados de la humedad y los males del mundo, ilusos, una caja de madera no los iba a salvar -¿Podría esta servirte?- inquirió depositándola sobre la palma del polaco, dejando caer su mano para sentir nuevamente aquella calidad en su piel –Podría decorarla para ti, a menos que la quieras tal cual esta- pensó en voz alta, porque había descubierto que con Oscar no tenia que callar todo. Se dejo caer sobre la cama, observándole con curiosidad –De cualquiera manera es toda tuya- puntualizó, con una sonrisa divertida sin madre ni padre o razón de ser pero ¿Cuántas veces en la vida se conocía a alguien que recolectara cajas de cerillas?
Entendió entonces el significado de sus palabras y se sintió como un ignorante –Debería serlo- aseguro con tranquilidad, con las mejillas levemente sonrosas por las caricias del aire contra su tersa piel, aquella ausente siempre de vello facial más bien por herencia que por cuidados –O eso es lo que la gente cree, yo creo que es importante pero no esencial. No…nunca esencial- pronuncio para sus adentros suponiendo que las personas que conocían al respecto le deberían ver como un torpe en la materia. Sin embargo, no era un primerizo aunque se sentía como una cada que sentía el tacto de alguien más. Debía ser bueno, al final, de acostumbrarse su cuerpo a aquellas cercanías comenzarían a carecer de sentido.
-No creo haber escuchado eso muchas veces antes- indicó mientras sus manos revolvían ruidosamente el contenido de la mesa de noche que se encontraba a un lado de la ordenada cama que parecía no haber sido perturbada hacia meses quizás –Lo note en la plaza, cuando caminábamos por los panecillos- confesó sin temor alguno de lucir alguna especie de maniático observador ¿Sería erróneo pensar aquello? Lo dudaba. Y en aquella ocasión no cuestiono el motivo de dicho placer, porque había cosas que era mejor dejar reposar, eso, o quizás la incertidumbre de no poder tener una respuesta satisfactoria, que le dejase con un nudo más grande que el que ahora oprimía su garganta.
Sacó entonces del cajón, además de una vela deformada y un par de botones una caja de cerillas con algunos ejemplares aun en su interior, resguardados de la humedad y los males del mundo, ilusos, una caja de madera no los iba a salvar -¿Podría esta servirte?- inquirió depositándola sobre la palma del polaco, dejando caer su mano para sentir nuevamente aquella calidad en su piel –Podría decorarla para ti, a menos que la quieras tal cual esta- pensó en voz alta, porque había descubierto que con Oscar no tenia que callar todo. Se dejo caer sobre la cama, observándole con curiosidad –De cualquiera manera es toda tuya- puntualizó, con una sonrisa divertida sin madre ni padre o razón de ser pero ¿Cuántas veces en la vida se conocía a alguien que recolectara cajas de cerillas?
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Lo que menos se esperaba tras esa sarta interna de insultos que hacía tanto tiempo que no recordaba haberse repetido en la mente y además de corrido... era que la hospotalidad de Anuar se convirtiera en una invitación permanente, una puerta abierta, como bien le había dicho él. Desde el amanecer que había atisbado la palabra 'primera' un número inmemoriable de ocasiones, de modo que quizás iba siendo hora de bautizar el día completo con ella, porque tampoco recordaba que nadie le hubiera dicho nunca que no importaba el tiempo y que sería eternamente bienvenido al espacio...
Parpadeó una vez y creyó que a lo mejor sí que seguía siendo un imbécil de cinco años, porque en algún lugar recóndito de sí mismo, una parte infantil deseaba que volviera a la época en que mostrar los sentimientos a través de un rostro sensible carecía de imposiciones acartonadas con la edad madura y unas vivencias no tan puras como la infancia.
Gracias-musitó y habría compensado la ausencia añiñada de sinceridad con una sonrisa más tranquila, aunque cierta, como las que ya comprobaba que empezaban a salir sin muchos obstáculos en presencia del otro muchacho. Mas todavía estaba demasiado impresionado ante el ofrecimiento y por lo menos, permitió que aquello sí se le notara-. Tengo ganas de llevarte a mi casa para poder decirte lo mismo.
Si su sonrisa no había podido salir antes debido al aturdimiento, surgió poco después, cuando Anuar siguió hablando del tema de 'esas cosas' y vislumbró cierto tono rosado en sus mejillas.
Está bien, pues no es esencial -aceptó-. Pero yo tampoco puedo llamarme 'experto'. En fin, no estoy diciendo que aún conserve mi virginidad, pero no he tenido nunca una relación... intrínseca con nadie. De modo que desconozco lo que es apropiado o no o cuándo se cruza la barrera entre lo mundano y lo sentido. Yo sé lo que siento al respecto y ese sentimiento va a seguir ahí, independientemente de mis acciones, pero a no ser que hablemos de algún ser supuestamente sobrenatural, nadie puede leerme los pensamientos ni saber con certeza qué estoy sintiendo. Para comunicarse a veces sólo queda eso; las acciones. Por ese motivo, me parece que ahora estoy llevando cuidado. Si diera rienda suelta a todas 'esas cosas' que tengo ganas de hacer, no soportaría ser malinterpretado o juzgado con demasiada rapidez. Que pareciera que en vez de un sentimiento, es sólo un impulso.
Negó levemente con la cabeza al caer en la cuenta de que si su discurso acerca de la luna y su pasado no había sido ya lo suficientemente largo, aquel se estaba llevando la palma. Y acerca de menudo asunto...
Gracias a Dios, la visión de la caja de cerillas le salvó de seguir inventando más palabrotas para sí mismo y de nuevo sus ojos brillaron ténuemente al contemplarla y aceptarla de manos de Anuar.
¡Sirve, claro que sirve! ¡Creo que en esta afición no hay ni una sola cajetilla que no sirva! -exclamó, de un modo atolondrado debido a su extraño fanatismo... que no tardó en volver a apaciguar para no acabar de coronarse como retrasado mental- Y estaría encantado de que me la decorases, así además llevaría tu firma -se alegró frente a la propuesta de Anuar y se la devolvió enseguida, dejando su mano sobre la del artista el tiempo suficiente para que le mirara a los ojos cuando regresó a pronunciar un 'Gracias'.
Parpadeó una vez y creyó que a lo mejor sí que seguía siendo un imbécil de cinco años, porque en algún lugar recóndito de sí mismo, una parte infantil deseaba que volviera a la época en que mostrar los sentimientos a través de un rostro sensible carecía de imposiciones acartonadas con la edad madura y unas vivencias no tan puras como la infancia.
Gracias-musitó y habría compensado la ausencia añiñada de sinceridad con una sonrisa más tranquila, aunque cierta, como las que ya comprobaba que empezaban a salir sin muchos obstáculos en presencia del otro muchacho. Mas todavía estaba demasiado impresionado ante el ofrecimiento y por lo menos, permitió que aquello sí se le notara-. Tengo ganas de llevarte a mi casa para poder decirte lo mismo.
Si su sonrisa no había podido salir antes debido al aturdimiento, surgió poco después, cuando Anuar siguió hablando del tema de 'esas cosas' y vislumbró cierto tono rosado en sus mejillas.
Está bien, pues no es esencial -aceptó-. Pero yo tampoco puedo llamarme 'experto'. En fin, no estoy diciendo que aún conserve mi virginidad, pero no he tenido nunca una relación... intrínseca con nadie. De modo que desconozco lo que es apropiado o no o cuándo se cruza la barrera entre lo mundano y lo sentido. Yo sé lo que siento al respecto y ese sentimiento va a seguir ahí, independientemente de mis acciones, pero a no ser que hablemos de algún ser supuestamente sobrenatural, nadie puede leerme los pensamientos ni saber con certeza qué estoy sintiendo. Para comunicarse a veces sólo queda eso; las acciones. Por ese motivo, me parece que ahora estoy llevando cuidado. Si diera rienda suelta a todas 'esas cosas' que tengo ganas de hacer, no soportaría ser malinterpretado o juzgado con demasiada rapidez. Que pareciera que en vez de un sentimiento, es sólo un impulso.
Negó levemente con la cabeza al caer en la cuenta de que si su discurso acerca de la luna y su pasado no había sido ya lo suficientemente largo, aquel se estaba llevando la palma. Y acerca de menudo asunto...
Gracias a Dios, la visión de la caja de cerillas le salvó de seguir inventando más palabrotas para sí mismo y de nuevo sus ojos brillaron ténuemente al contemplarla y aceptarla de manos de Anuar.
¡Sirve, claro que sirve! ¡Creo que en esta afición no hay ni una sola cajetilla que no sirva! -exclamó, de un modo atolondrado debido a su extraño fanatismo... que no tardó en volver a apaciguar para no acabar de coronarse como retrasado mental- Y estaría encantado de que me la decorases, así además llevaría tu firma -se alegró frente a la propuesta de Anuar y se la devolvió enseguida, dejando su mano sobre la del artista el tiempo suficiente para que le mirara a los ojos cuando regresó a pronunciar un 'Gracias'.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-Ya habrá tiempo de conocerla. Porque no olvidare que has dicho que me invitaras- aseveró a pie de renglón como quien ansiando tanto algo olvida lo desesperado o agitado que puede lucir al hablar al respecto. Y la idea de tener diez citas más y volverle a ver pareció tan cercana y nítida que le abrumo pensar ahora en su partida, y la llegada con esta de la soledad.
Escucho sus palabras con atención aunque le parecieron un acertijo y complejo dédalo sin solución. Y quizás era por la forma de hablar de el o por la manera propia de enfocar las palabras el motivo por el cual no encontró coherencia en lo que decía. Pensó, el mismo tendría que contener aquellos impulsos pues, y según lo que el hombre acababa de pronunciar, sus antiguas relaciones no habían sido sino esporádicas, efímeras y faltas de sentimiento relevante. Se mordió el interior de la mejilla cuestionándose a sí mismo y a su interior, el había estado con una sola persona en toda su vida y podía asegurar y temor ni por un segundo de errar que, lo había amado.
Y era aquel sentimiento el que le atosigaba noche y día, el mismo que le hacía sentir un vacio en el pecho, ahí donde debía estar lo que ya había otorgado y no se le había devuelto –Sin embargo lo que dices me indica que con anterioridad has actuado en base de impulsos ¿Por qué habría de ser ahora la excepción? A menos que no esté entendiendo correctamente y en ese caso me disculpo- por no saber ahora que pensar sobre aquel hombre que se alzaba frente a él. Por haber comenzado a dudar sobre sus actos después de escucharle hablar ¿No aberraba él los actos carnales basados en la lujuria? Porque él nunca había follado, había hecho suyo en el amor. Un romántico empedernido, y nada se le podía hacer para cambiar. Aunque ¿No había sido atractiva la idea de no verse atado a la acción?
Inspiro profundamente alejando tales y cuales pensamientos con rapidez, no podía pensar en cambiar toda una vida de opiniones y valores al respecto por una noche y nada más, un instante que se esfumaría en compañía de la obscuridad. Y quizás le aterro más el sopesar sus pensamientos como una opción, una que quedaba ahora vetada por la eternidad –Supongo que lo sabrás cuando logres encontrar a esa persona especial. El placer del acto es espectacular- el mismo lo había corroborado –Pero cuando se hace con la persona correcta no es solo el cuerpo el que logra un orgasmo- que, exquisito o no, no era comparable con el saberse en tal intimidad con la persona añorada. Era saberse en el lugar indicado con la persona correcta, era casi un orgasmo del alma, si esque esta podia sentirlos.
Tomo la cajetilla de cerillas observándole por una fracciones de segundos que se antojo más una eternidad. Se levanto de su lugar pasando a un lado de él en dirección del estante repleto de brochas y pinturas, aunque muchas de ellas seguramente no servían -¿Y coleccionas algo más además de estas?- le cuestiono agitando el objeto entre sus dedos. Rebusco entre los botes algunos frascos, negros, blancos, platinados y azules y dos pinceles de tamaño diferente. Pintaría una luna, si, con certeza lo haría.
Escucho sus palabras con atención aunque le parecieron un acertijo y complejo dédalo sin solución. Y quizás era por la forma de hablar de el o por la manera propia de enfocar las palabras el motivo por el cual no encontró coherencia en lo que decía. Pensó, el mismo tendría que contener aquellos impulsos pues, y según lo que el hombre acababa de pronunciar, sus antiguas relaciones no habían sido sino esporádicas, efímeras y faltas de sentimiento relevante. Se mordió el interior de la mejilla cuestionándose a sí mismo y a su interior, el había estado con una sola persona en toda su vida y podía asegurar y temor ni por un segundo de errar que, lo había amado.
Y era aquel sentimiento el que le atosigaba noche y día, el mismo que le hacía sentir un vacio en el pecho, ahí donde debía estar lo que ya había otorgado y no se le había devuelto –Sin embargo lo que dices me indica que con anterioridad has actuado en base de impulsos ¿Por qué habría de ser ahora la excepción? A menos que no esté entendiendo correctamente y en ese caso me disculpo- por no saber ahora que pensar sobre aquel hombre que se alzaba frente a él. Por haber comenzado a dudar sobre sus actos después de escucharle hablar ¿No aberraba él los actos carnales basados en la lujuria? Porque él nunca había follado, había hecho suyo en el amor. Un romántico empedernido, y nada se le podía hacer para cambiar. Aunque ¿No había sido atractiva la idea de no verse atado a la acción?
Inspiro profundamente alejando tales y cuales pensamientos con rapidez, no podía pensar en cambiar toda una vida de opiniones y valores al respecto por una noche y nada más, un instante que se esfumaría en compañía de la obscuridad. Y quizás le aterro más el sopesar sus pensamientos como una opción, una que quedaba ahora vetada por la eternidad –Supongo que lo sabrás cuando logres encontrar a esa persona especial. El placer del acto es espectacular- el mismo lo había corroborado –Pero cuando se hace con la persona correcta no es solo el cuerpo el que logra un orgasmo- que, exquisito o no, no era comparable con el saberse en tal intimidad con la persona añorada. Era saberse en el lugar indicado con la persona correcta, era casi un orgasmo del alma, si esque esta podia sentirlos.
Tomo la cajetilla de cerillas observándole por una fracciones de segundos que se antojo más una eternidad. Se levanto de su lugar pasando a un lado de él en dirección del estante repleto de brochas y pinturas, aunque muchas de ellas seguramente no servían -¿Y coleccionas algo más además de estas?- le cuestiono agitando el objeto entre sus dedos. Rebusco entre los botes algunos frascos, negros, blancos, platinados y azules y dos pinceles de tamaño diferente. Pintaría una luna, si, con certeza lo haría.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Lo cierto es que no, de momento no colecciono nada más aparte de cajas de cerillas. Y ni siquiera recuerdo porqué lo hago, supongo que desde pequeño ya me gustaba ensuciarme mucho con las cosas del suelo y mi barrio estaba lleno de fumadores.
Le observó con detenimiento y sintió una sensación cómoda en el pecho al escucharle seguir hablando del tema de las viviendas.
Claro que habrá tiempo -y continuaba sin reflexionarlo debidamente ni lo había consultado con la madame, pero siempre estaba en su derecho de ejercer los turnos de la mañana y así tener el resto del día libre para empezar a hacer esas cosas que no hacía nunca-. Por mí, podríamos tener otra cita pasado mañana para que vieras que no te estás perdiendo nada.
Se llevó una mano a la nuca cuando Anuar pasó por su lado y puso los ojos en blanco, tomando seguidamente asiento donde vio que había apoyo.
He vuelto a expresarlo mal. Creo que consigues que hable tanto que al final ya no sé ni lo que estoy diciendo. Debo de parecer mongolo como mínimo.
Y no era su intención echarle las culpas a él. O en todo caso, sería una culpa optimista, porque si a veces no erraba nunca en el habla no era porque se tratara de un ser verbalmente perfecto, sino porque rara vez charlaba tanto. Que era como decir también que gracias a Anuar estaba empezando a hablar más.
Bueno, sí, supongo que todos hemos actuado en base a algún impulso en algún momento de nuestras vidas, es algo mecánico y casi inevitable. Pero en el tema sexual o sentimental... me parece que no. Sencillamente quería decir que si tengo ganas de besarte, pero sólo hace un día que te conozco, eso quizá te diera pie a pensar que únicamente estoy aquí para satisfacer un impulso, que soy como esas personas que llegan a por el polvo de medianoche y luego se largan a pinchar a otra parte.
Para la vida cortesana, gozar del sexo resultaba un hecho mucho más privilegiado de lo que la paradoja dejara entrever, dependiendo siempre del 'consumidor'. Y cuando éste se trataba de un buen amante, entonces gozaba el cuerpo como acto mecánico irreversible, pero para Oscar aquello seguía sin corresponder a la parte orgásmica alejada del físico que estaba diciendo Anuar. De no ser por su oficio, el muchacho polaco podría contar las veces que había tenido sexo con los dedos de una sola mano, pues cuando se decidía a llegar a ese punto álgido, siempre era porque lo que le sugería la otra persona iba mucho más allá del cuerpo.
'Persona especial', 'placer del acto espectacular', 'no es solo el cuerpo el que logra un orgasmo'... Puede que supiera de lo que el pelirrojo estaba hablando por experiencia o puede que no. Siempre había pensado que podría rellenar miles y miles de hojas hablando de lo que sintió la noche que perdió la virginidad, pero desde luego era algo asquerosamente más complejo que disfrutar con la persona... pues técnicamente ni siquiera la había conocido (y sin embargo, si ahora estaba en Francia conociendo a Anuar había sido sólo por ella). Bien era verdad que con Aya también había sentido, se le había colmado el espíritu y mil millones de cosas que anotar en la sección de relatos románticos del periódico, pero si estaba enamorado o no... De momento, le daba la sensación de que lo que quería respecto a la geisha era que se hiciera justicia y aquella no residía en dejar que prostituyera su libertad para no conocer nada más que un vacío de miseria emotiva. Y ya que había conocido a alguien merecedor de la felicidad, no estaba de más intentar que fuera libre para demostrarse que el mundo tenía una minúscula solución, de vez en cuando.
Tengo ganas de besarte, pero por un sentimiento, no por un impulso -reincidió, imaginando cómo se apreciaría la vista de su propia ventana con la presencia de Anuar cerca del alfeizar donde solía sentarse-. Y si esto habría de ser una excepción para contenerme, es porque me importa lo que tú pienses de mí.
No quería arriesgarse a que la puerta de aquel estudio se cerrase.
Le observó con detenimiento y sintió una sensación cómoda en el pecho al escucharle seguir hablando del tema de las viviendas.
Claro que habrá tiempo -y continuaba sin reflexionarlo debidamente ni lo había consultado con la madame, pero siempre estaba en su derecho de ejercer los turnos de la mañana y así tener el resto del día libre para empezar a hacer esas cosas que no hacía nunca-. Por mí, podríamos tener otra cita pasado mañana para que vieras que no te estás perdiendo nada.
Se llevó una mano a la nuca cuando Anuar pasó por su lado y puso los ojos en blanco, tomando seguidamente asiento donde vio que había apoyo.
He vuelto a expresarlo mal. Creo que consigues que hable tanto que al final ya no sé ni lo que estoy diciendo. Debo de parecer mongolo como mínimo.
Y no era su intención echarle las culpas a él. O en todo caso, sería una culpa optimista, porque si a veces no erraba nunca en el habla no era porque se tratara de un ser verbalmente perfecto, sino porque rara vez charlaba tanto. Que era como decir también que gracias a Anuar estaba empezando a hablar más.
Bueno, sí, supongo que todos hemos actuado en base a algún impulso en algún momento de nuestras vidas, es algo mecánico y casi inevitable. Pero en el tema sexual o sentimental... me parece que no. Sencillamente quería decir que si tengo ganas de besarte, pero sólo hace un día que te conozco, eso quizá te diera pie a pensar que únicamente estoy aquí para satisfacer un impulso, que soy como esas personas que llegan a por el polvo de medianoche y luego se largan a pinchar a otra parte.
Para la vida cortesana, gozar del sexo resultaba un hecho mucho más privilegiado de lo que la paradoja dejara entrever, dependiendo siempre del 'consumidor'. Y cuando éste se trataba de un buen amante, entonces gozaba el cuerpo como acto mecánico irreversible, pero para Oscar aquello seguía sin corresponder a la parte orgásmica alejada del físico que estaba diciendo Anuar. De no ser por su oficio, el muchacho polaco podría contar las veces que había tenido sexo con los dedos de una sola mano, pues cuando se decidía a llegar a ese punto álgido, siempre era porque lo que le sugería la otra persona iba mucho más allá del cuerpo.
'Persona especial', 'placer del acto espectacular', 'no es solo el cuerpo el que logra un orgasmo'... Puede que supiera de lo que el pelirrojo estaba hablando por experiencia o puede que no. Siempre había pensado que podría rellenar miles y miles de hojas hablando de lo que sintió la noche que perdió la virginidad, pero desde luego era algo asquerosamente más complejo que disfrutar con la persona... pues técnicamente ni siquiera la había conocido (y sin embargo, si ahora estaba en Francia conociendo a Anuar había sido sólo por ella). Bien era verdad que con Aya también había sentido, se le había colmado el espíritu y mil millones de cosas que anotar en la sección de relatos románticos del periódico, pero si estaba enamorado o no... De momento, le daba la sensación de que lo que quería respecto a la geisha era que se hiciera justicia y aquella no residía en dejar que prostituyera su libertad para no conocer nada más que un vacío de miseria emotiva. Y ya que había conocido a alguien merecedor de la felicidad, no estaba de más intentar que fuera libre para demostrarse que el mundo tenía una minúscula solución, de vez en cuando.
Tengo ganas de besarte, pero por un sentimiento, no por un impulso -reincidió, imaginando cómo se apreciaría la vista de su propia ventana con la presencia de Anuar cerca del alfeizar donde solía sentarse-. Y si esto habría de ser una excepción para contenerme, es porque me importa lo que tú pienses de mí.
No quería arriesgarse a que la puerta de aquel estudio se cerrase.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-Eso lo determinaría yo, y seguramente encuentro algo sorprendente en lo que para ti es cotidiano y usual- aseveró sentándose cerca de él , con las brochas y botes sobre el regazo para comenzar a trazar lo que con anterioridad se había negado a si mismo. Porque le aberraba observar como sus manos se volvían trémulas al intentar pintar, como el pincel no danzaba ya sobre los lienzos y su antes delicado tacto se deformaba ahora con un osco tacto de dedos dispares y maltrechos. Ahora sin embargo estaba dispuesto a maldecir sus adentros con tal de otorgarle aquel recuerdo al polaco, uno que le recordase aquella noche dentro de mil más.
-Me agrada escucharte hablar, no hace falta si lo comprendo o no. Creo que aunque hables en tu lengua natal y no entienda una sola frase de lo que digas te pondría atención- le confesó hundiendo el pincel en la pintura negra para bañar la superficie de las cajilla con trazos largos y mal definidos, líneas rectas que se volvían zigzagueantes en algunas zonas –Además creo que quien no logra entenderlo soy yo, tengo algunos problemas con eso- y los había tenido desde corta edad. Encontrando mensajes inexistentes entre líneas, por más claras o estrechas que estas resultasen ser.
-Si pensara que eres así no estarías ahora aquí…ni siquiera te hubiera acompañado al circo- confesó tranquilamente, sin perder detalle de lo que sus manos, ahora manejadas como por un ente ajeno, comenzaban a hacer sobre la pintura. Debía dejar secar la primera capa y entonces comenzar con los tonos blancos y platinados que darían vida al manantial. Le gustaba creer que de alguna manera en que todos desconocían ella los lograba observar y en sus recuerdos se encontraban los más grandes secretos de la humanidad. Como aquel beso furtivo que le había robado al otro, un secreto, del cual la sociedad no debía enterarse. Por faltarlas la amplitud de comprender.
-¿Y qué has llegado a sentir el día de hoy?- le resultaba increíble la cantidad de preguntas a las que había llegado en aquella ocasión. Muestra tangible de lo que Oscar despertaba en él, porque Anuar nunca preguntaría algo que no le interesaba conocer –Yo pienso muchas cosas, de las cuales la mayoría no tienen relevancia alguna- alzó la mirada con el pincel pendiendo entre sus dedos, y con un único movimiento deslizo la punta teñida con pintura por la comisura del polaco, para dibujar en su piel una línea que podría confundirse con un cuidado bigote –Pero sobre ti…solo deseo poder conocer más al respecto- como si no fuese a ser nunca suficiente información.
-Supongo que el que decidas aguardar y yo allá decidido besarte me deja en muy mala postura -sonrió casi ironizado por el hecho –Aunque tampoco guardo prisa alguna- falacias, se afianzaba a sus entrañas cada que la distancia se acortaba, y su cuerpo amenazaba con lanzarse sobre él ¿Lanzarse? Acción nunca antes realizada por él -…No por lo menos una que no logre ignorar, o saciar quizás con justas respuestas a mis cuestiones- y sin decir o pedir le otorgo el frasco de pintura blanca con un gesto en su mirada que bien podría interpretarse como “Ábrelo por favor” aunque no resultaba del todo convincente. Y si no lo había pronunciado era solo porque comprendía, que de ahora e más quizás la palabra comenzara a salir con estrafalaria continuidad.
-Me agrada escucharte hablar, no hace falta si lo comprendo o no. Creo que aunque hables en tu lengua natal y no entienda una sola frase de lo que digas te pondría atención- le confesó hundiendo el pincel en la pintura negra para bañar la superficie de las cajilla con trazos largos y mal definidos, líneas rectas que se volvían zigzagueantes en algunas zonas –Además creo que quien no logra entenderlo soy yo, tengo algunos problemas con eso- y los había tenido desde corta edad. Encontrando mensajes inexistentes entre líneas, por más claras o estrechas que estas resultasen ser.
-Si pensara que eres así no estarías ahora aquí…ni siquiera te hubiera acompañado al circo- confesó tranquilamente, sin perder detalle de lo que sus manos, ahora manejadas como por un ente ajeno, comenzaban a hacer sobre la pintura. Debía dejar secar la primera capa y entonces comenzar con los tonos blancos y platinados que darían vida al manantial. Le gustaba creer que de alguna manera en que todos desconocían ella los lograba observar y en sus recuerdos se encontraban los más grandes secretos de la humanidad. Como aquel beso furtivo que le había robado al otro, un secreto, del cual la sociedad no debía enterarse. Por faltarlas la amplitud de comprender.
-¿Y qué has llegado a sentir el día de hoy?- le resultaba increíble la cantidad de preguntas a las que había llegado en aquella ocasión. Muestra tangible de lo que Oscar despertaba en él, porque Anuar nunca preguntaría algo que no le interesaba conocer –Yo pienso muchas cosas, de las cuales la mayoría no tienen relevancia alguna- alzó la mirada con el pincel pendiendo entre sus dedos, y con un único movimiento deslizo la punta teñida con pintura por la comisura del polaco, para dibujar en su piel una línea que podría confundirse con un cuidado bigote –Pero sobre ti…solo deseo poder conocer más al respecto- como si no fuese a ser nunca suficiente información.
-Supongo que el que decidas aguardar y yo allá decidido besarte me deja en muy mala postura -sonrió casi ironizado por el hecho –Aunque tampoco guardo prisa alguna- falacias, se afianzaba a sus entrañas cada que la distancia se acortaba, y su cuerpo amenazaba con lanzarse sobre él ¿Lanzarse? Acción nunca antes realizada por él -…No por lo menos una que no logre ignorar, o saciar quizás con justas respuestas a mis cuestiones- y sin decir o pedir le otorgo el frasco de pintura blanca con un gesto en su mirada que bien podría interpretarse como “Ábrelo por favor” aunque no resultaba del todo convincente. Y si no lo había pronunciado era solo porque comprendía, que de ahora e más quizás la palabra comenzara a salir con estrafalaria continuidad.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Eso también era nuevo para él. Que alguien le gustara oírlo hablar... Algunos clientes habían halagado su voz, pero no había por dónde tomarles en serio, debían de decirlo desde algún punto de vista fetichista o, como siempre, renegado a asuntos pervertidos. Anuar, sin embargo, parecía ubicarlo más en un parámetro íntimo y que guardaba relación con la parte de dentro que impulsaba las palabras y no con la de fuera que sólo las arrojaba al aire, sin muchas expectativas de que alguien supiera cazarlas. Y eso último, al rumano no se le estaba dando especialmente mal...
En ese caso... -le respondió con una sonrisa más socarrona cuando lo tuvo sentado cerca de él-: Jeśli mogę... zawsze będę z tobą rozmawiać -prosiguió en la lengua natal que había mencionado Anuar, guardándose el significado de la frase con un deje juguetón en la forma de morderse la lengua por dentro, sin extraerla-. ¿Seguro que sigue gustándote así? El polaco es una lengua muy difícil de escuchar, casi tanto como el alemán.
Mientras Anuar volvía a contentar su reciente manía de preguntar tal cantidad de cosas en tan poco tiempo, Oscar arqueó un poco su espalda y se frotó paulatinamente el cuello, de repente sintiéndose entumecido como en la mañana en el puente, muestra física que se iba preparando para el comienzo de otro nuevo día... cuya amanecer también iba a compartir con el rumano. Muy lejos de adoptar una aversión hacia las cuestiones en masa de Anuar, poco a poco el recelo reservado estaba siendo sustituído por el cálido conocimiento de que alguien estaba interesado en saber sobre él.
He sentido muchas cosas, me parece. Que ha sido la primera ocasión para cientos de ellas, como la cita o como que alguien me diera la bienvenida permanente a su hogar -respondió, fijo en los movimientos de Anuar sobre su futura cajetilla de fósforos-. O que haya tenido tanta facilidad para recordar en voz alta -mientras hacía un gracioso mohín con el labio al recibir la inesperada pincelada del pelirrojo sobre su mostacho preparado para ser estrenado. Entonces, con los labios ensanchados, hizo una pausa, sin dejar de acechar en los ojos del otro-. O que haya sido la primera vez que sonrío tantas veces seguidas en un solo día.
Paladeó el silencio creado con el simple hecho de querer disfrutar de lo que estaba ocurriendo. O lo que estaba escuchando, o lo que Anuar acababa de asegurarle.
No te deja en muy mala postura. De hecho, prefiero que hayas sido el primero en hacerlo... Así podré dejar de albergar más dudas -suspiró y rió suavemente, mientras cerraba los ojos y agachaba un poco el rostro, quizá para prepararse...- El problema es que yo sí tengo prisa, creo que soy más inquieto de lo que pensaba- Había decidido aguardar, sí, pero ahora que sabía que era correspondido en ese aspecto, no tenía mucho sentido continuar reprimiéndose, no se estaba reservando para nada- . ¿Ves? -abriendo de nuevo los ojos para acortar distancias y proseguir el habla a centímetros de la respiración de Anuar. Otra sonrisa fue reapareciendo de a poco a su semblante, pero era distinta: entre triunfal y maliciosa, entre decidida y sugerente- Otra cosa nueva.
Adelantó una mano para apretarle la cintura con más copiosidad y esta vez fue él quien se hundió primero en su boca. Arrastró contra sus labios las palabras que ya no podía soltar físicamente, pero que parecía que, incluso así, las siguiera propinando cada vez que se producían unos pocos centímetros de separación, contra el calor mareado de la saliva y la rueda de vaho intercambiado con el sonido de las brochas y botes arrejuntándose sobre el regazo de Anuar, que ya no podía responder de lo que ocurriera más arriba de su silueta...
En ese caso... -le respondió con una sonrisa más socarrona cuando lo tuvo sentado cerca de él-: Jeśli mogę... zawsze będę z tobą rozmawiać -prosiguió en la lengua natal que había mencionado Anuar, guardándose el significado de la frase con un deje juguetón en la forma de morderse la lengua por dentro, sin extraerla-. ¿Seguro que sigue gustándote así? El polaco es una lengua muy difícil de escuchar, casi tanto como el alemán.
Mientras Anuar volvía a contentar su reciente manía de preguntar tal cantidad de cosas en tan poco tiempo, Oscar arqueó un poco su espalda y se frotó paulatinamente el cuello, de repente sintiéndose entumecido como en la mañana en el puente, muestra física que se iba preparando para el comienzo de otro nuevo día... cuya amanecer también iba a compartir con el rumano. Muy lejos de adoptar una aversión hacia las cuestiones en masa de Anuar, poco a poco el recelo reservado estaba siendo sustituído por el cálido conocimiento de que alguien estaba interesado en saber sobre él.
He sentido muchas cosas, me parece. Que ha sido la primera ocasión para cientos de ellas, como la cita o como que alguien me diera la bienvenida permanente a su hogar -respondió, fijo en los movimientos de Anuar sobre su futura cajetilla de fósforos-. O que haya tenido tanta facilidad para recordar en voz alta -mientras hacía un gracioso mohín con el labio al recibir la inesperada pincelada del pelirrojo sobre su mostacho preparado para ser estrenado. Entonces, con los labios ensanchados, hizo una pausa, sin dejar de acechar en los ojos del otro-. O que haya sido la primera vez que sonrío tantas veces seguidas en un solo día.
Paladeó el silencio creado con el simple hecho de querer disfrutar de lo que estaba ocurriendo. O lo que estaba escuchando, o lo que Anuar acababa de asegurarle.
No te deja en muy mala postura. De hecho, prefiero que hayas sido el primero en hacerlo... Así podré dejar de albergar más dudas -suspiró y rió suavemente, mientras cerraba los ojos y agachaba un poco el rostro, quizá para prepararse...- El problema es que yo sí tengo prisa, creo que soy más inquieto de lo que pensaba- Había decidido aguardar, sí, pero ahora que sabía que era correspondido en ese aspecto, no tenía mucho sentido continuar reprimiéndose, no se estaba reservando para nada- . ¿Ves? -abriendo de nuevo los ojos para acortar distancias y proseguir el habla a centímetros de la respiración de Anuar. Otra sonrisa fue reapareciendo de a poco a su semblante, pero era distinta: entre triunfal y maliciosa, entre decidida y sugerente- Otra cosa nueva.
Adelantó una mano para apretarle la cintura con más copiosidad y esta vez fue él quien se hundió primero en su boca. Arrastró contra sus labios las palabras que ya no podía soltar físicamente, pero que parecía que, incluso así, las siguiera propinando cada vez que se producían unos pocos centímetros de separación, contra el calor mareado de la saliva y la rueda de vaho intercambiado con el sonido de las brochas y botes arrejuntándose sobre el regazo de Anuar, que ya no podía responder de lo que ocurriera más arriba de su silueta...
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Intentó comprender el significado de sus palabras cambiando el orden en que habían llegado hasta sus oídos, no era parecida ni de lejos al rumano o el francés, las únicas dos lenguas que lograba hablar con fluidez. Y quizás comenzaría a hacerse de libros y testamentos en polaco para aprender y sorprenderle entonces con alguna respuesta bien planteada a sus ahora imposibles palabras –Claro que me gusta, aunque ansió ahora comprender que es lo que has dicho- ironizo ladinamente pensando en la cantidad de significados que la oración comenzaba a adquirir en su cabeza. Aunque ninguna le lograba satisfacer en la medida de creerla verdad aunque no sabían tampoco a falacias y engaños. Pudiendo ser todas, resultaba no ser ninguna.
-¿Estás cansado?- le cuestiono al haberse percatado por el rabillo del ojo de aquella acción aletargada y acto reflejo de lo que él podía catalogar como cansancio. Y no sería extraño escuchar un si por respuesta, Morfeo se encontraba seguramente al asecho de sumirle en aquel mar de sueños. Él mismo no aseguraba poder pasar de media noche en desvelo, si bien sus parpados no le pesaban su cuerpo ante el tacto de la conocida cama comenzaba a desear lo inevitable. Pues asistía a aquel lugar solo cuando las fuerzas le abandonaban y su cuerpo no podía más. Asistía a aquel lugar para mecerse en un mundo apócrifo de su entera procedencia.
Escucho, y sin embargo todo aquello a lo que se refería habían sido acciones propias, gestos que él había tenido para con el otro. Nada que le develara la verdad tras sus acciones, o que le demostrase inventor de algo. Sonrió disimuladamente con pronunciada victoria, en cuanto a sus oídos llegaron aquellas últimas palabras, se sabía ahora acreedor de aquellos gestos de alegría –Me alegra que sea así, casi temía que la cita no resultase agradable- comprendía ahora el peso invisible de saberse una primera vez, y saberse de pronto tantas primeras veces le agobio ¿Era aquello muestra latente de que lo hacía bien? O por el contrario, si algo debía cambiar.
Intentó mantener su atención en la cajetilla de cerillas que fresca aun sujetaba entre sus dedos cada vez más trémulos -Pero…- alzó la mirada para contestar, enfrentándose con aquella sonrisa inusual que intentaba ser tantas cosas a la vez que nada resultaba claro para él. Sus parpados se cerraron casi al instante de sentir sus labios, quedando en su memoria como última imagen aquella sonrisa que intentaba aun comprender. Más las cosas carentes de nombre solían ser más especiales que aquellas a las cuales se podía hacer referencia con facilidad. Las personas se encargaban entonces de desgastar el valor de aquellos gestos, repitiéndolos hasta devaluarlos.
Se inclinó sobre el con aquel vaivén que resultaban ahora sus besos, perdiendo de vista su mano entre sus cabellos. Los botes sobre su regazo comenzaron a resbalar, golpeándose contra el suelo con secos y sordos ecos que su oído no logro captar y que sin embargo encontraron lugar entre las esquinas de la habitación para mantenerse cual briosa melodía por la eternidad. Se permitió a si mismo profundizar el beso, como si intentase ultrajar el interior de la boca ajena más guardando siempre aquella compostura y suavidad, acariciando en lugar de arrebatar -¿Cuánta prisa tienes?- le cuestiono conforme el cálido aire emergía de su pecho, rozando sus labios con cada palabra pronunciada. Porque no se atrevía a imponer, parecía más bien sugerir.
El sabor amargo de la pintura había llegado hasta su paladar y un rastro negro se impregnaba a sus labios disuelto entre los besos y la saliva.
-¿Estás cansado?- le cuestiono al haberse percatado por el rabillo del ojo de aquella acción aletargada y acto reflejo de lo que él podía catalogar como cansancio. Y no sería extraño escuchar un si por respuesta, Morfeo se encontraba seguramente al asecho de sumirle en aquel mar de sueños. Él mismo no aseguraba poder pasar de media noche en desvelo, si bien sus parpados no le pesaban su cuerpo ante el tacto de la conocida cama comenzaba a desear lo inevitable. Pues asistía a aquel lugar solo cuando las fuerzas le abandonaban y su cuerpo no podía más. Asistía a aquel lugar para mecerse en un mundo apócrifo de su entera procedencia.
Escucho, y sin embargo todo aquello a lo que se refería habían sido acciones propias, gestos que él había tenido para con el otro. Nada que le develara la verdad tras sus acciones, o que le demostrase inventor de algo. Sonrió disimuladamente con pronunciada victoria, en cuanto a sus oídos llegaron aquellas últimas palabras, se sabía ahora acreedor de aquellos gestos de alegría –Me alegra que sea así, casi temía que la cita no resultase agradable- comprendía ahora el peso invisible de saberse una primera vez, y saberse de pronto tantas primeras veces le agobio ¿Era aquello muestra latente de que lo hacía bien? O por el contrario, si algo debía cambiar.
Intentó mantener su atención en la cajetilla de cerillas que fresca aun sujetaba entre sus dedos cada vez más trémulos -Pero…- alzó la mirada para contestar, enfrentándose con aquella sonrisa inusual que intentaba ser tantas cosas a la vez que nada resultaba claro para él. Sus parpados se cerraron casi al instante de sentir sus labios, quedando en su memoria como última imagen aquella sonrisa que intentaba aun comprender. Más las cosas carentes de nombre solían ser más especiales que aquellas a las cuales se podía hacer referencia con facilidad. Las personas se encargaban entonces de desgastar el valor de aquellos gestos, repitiéndolos hasta devaluarlos.
Se inclinó sobre el con aquel vaivén que resultaban ahora sus besos, perdiendo de vista su mano entre sus cabellos. Los botes sobre su regazo comenzaron a resbalar, golpeándose contra el suelo con secos y sordos ecos que su oído no logro captar y que sin embargo encontraron lugar entre las esquinas de la habitación para mantenerse cual briosa melodía por la eternidad. Se permitió a si mismo profundizar el beso, como si intentase ultrajar el interior de la boca ajena más guardando siempre aquella compostura y suavidad, acariciando en lugar de arrebatar -¿Cuánta prisa tienes?- le cuestiono conforme el cálido aire emergía de su pecho, rozando sus labios con cada palabra pronunciada. Porque no se atrevía a imponer, parecía más bien sugerir.
El sabor amargo de la pintura había llegado hasta su paladar y un rastro negro se impregnaba a sus labios disuelto entre los besos y la saliva.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
¿Cansado? La verdad, no lo había interpretado de ese modo. De hecho, si Anuar hubiera sabido con antelación que Oscar iba a regresar a por sus labios con tal ardor desbordado no le habría hecho esa pregunta. Tan sólo su cuerpo le traicionaba como ancla irremediable al deterioro del tiempo real. Pero si del polaco dependiese, nunca sería necesario que se hiciera de día, podría aguantar horas milenarias sin que Morfeo llegara para sodomizarle. Y aquella noche, en aquella compañía, con aquellas ansias... la sola idea de tratarla como excepción resultaba incluso insultante.
El ruído repiqueteante de los objetos recorriendo el pavimento actuó inescrutablemente como estimulante a responder a la hendidura de la boca de Anuar contra su boca y sus manos rasqueteando entre los cabellos de Oscar. Se permitió leer en el bálsamo de la saliva y suspirar a través de los bocados lánguidos para recrearse en lo que llevaba tantas horas ansiando probar... De repente, reflexionó sobre lo insensato que había sido al confesar tal cantidad de primeras veces, viéndose como la virgen medieval que fantaseaba a mitad de un beso. No tardó en sonreír sobre los labios del rumano, de todas formas, porque no podía creerse lo mucho que estaba acoplándose al pozo sin fondo de la curiosidad de su aclamado anfitrión.
¿Incluso en un momento como éste sigues teniendo preguntas? -repuso con la ayuda de otra cuestión, a la vez que le lamía la comisura de los labios con la punta de la lengua. A pesar de ser una réplica, el tono de voz que usaba transmitía un deje afectuoso, pues ya albergaba deseos de comprobar aquellos gestos de rutina facial que conformaban el encanto de Anuar que probablemente él mismo desconocería-. Y la prisa que hay no es mucha, sólo la suficiente para aprovechar las oportunidades.
Cuando cesaron momentáneamente el contacto, únicamente se alejó pocos centímetros, todavía aspirando el aliento del pelirrojo. Echó un rápido vistazo al estropicio desordenado que había acabado en el suelo y torció los labios en una mueca analítica. -Lo siento, espero que no se haya roto nada.
El ruído repiqueteante de los objetos recorriendo el pavimento actuó inescrutablemente como estimulante a responder a la hendidura de la boca de Anuar contra su boca y sus manos rasqueteando entre los cabellos de Oscar. Se permitió leer en el bálsamo de la saliva y suspirar a través de los bocados lánguidos para recrearse en lo que llevaba tantas horas ansiando probar... De repente, reflexionó sobre lo insensato que había sido al confesar tal cantidad de primeras veces, viéndose como la virgen medieval que fantaseaba a mitad de un beso. No tardó en sonreír sobre los labios del rumano, de todas formas, porque no podía creerse lo mucho que estaba acoplándose al pozo sin fondo de la curiosidad de su aclamado anfitrión.
¿Incluso en un momento como éste sigues teniendo preguntas? -repuso con la ayuda de otra cuestión, a la vez que le lamía la comisura de los labios con la punta de la lengua. A pesar de ser una réplica, el tono de voz que usaba transmitía un deje afectuoso, pues ya albergaba deseos de comprobar aquellos gestos de rutina facial que conformaban el encanto de Anuar que probablemente él mismo desconocería-. Y la prisa que hay no es mucha, sólo la suficiente para aprovechar las oportunidades.
Cuando cesaron momentáneamente el contacto, únicamente se alejó pocos centímetros, todavía aspirando el aliento del pelirrojo. Echó un rápido vistazo al estropicio desordenado que había acabado en el suelo y torció los labios en una mueca analítica. -Lo siento, espero que no se haya roto nada.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Sentir la ensanchada sonrisa del polaco sobre sus labios no pudo sino obligarle a abrir los parpados e incitarle a querer verlo. La había sentido nacer en el corazón de sus labios y crecido con tal rapidez que pronto temió no conseguir verla en su apogeo ¿Era graciosa acaso su forma de besar? Se cuestionó sin resultarle especialmente agobiante la posible respuesta al respecto. Si con ello podía presenciar más sonrisas y más aun sentirlas, estaba dispuesto a volverse un comediante y quizás hasta una arlequín. Contar chistes malos y en alguna ocasión ridiculizarse a sí mismo para encontrar en el gesto del otro un rayo de alegría propia, un instante de felicidad para contagiar. Si tan solo supiese bien como hacer felices a los demás.
Se vio tentado a sujetar entre sus dedos la lengua ajena cuando esta se deslizo sobre su comisura dejando un rastro húmedo tras de ella, una prueba tangible de lo que había ocurrido y estaba por comprender –Y te sorprenderías hasta que punto hay que llegar para hacerme callar- sonrió de medio lado relamiéndose los labios para encontrar en ellos el esfumado sabor de los ajenos. No recordaba, en efecto, haberse quedado sin voz en ningún momento de su vida, siempre con aquella malsana necesidad de no otorgar las últimas palabras –Oportunidades- repitió intentando descubrir en la palabra algo más grande que su usual connotación. Y era aquel su error, pensar que las cosas iban más allá.
Alzó la cajetilla entre sus dedos índice y pulgar, agitándola para hacer sonar las cerillas en su interior como alguna especie de sonaja o cascabel –Lo único que no debía caerse sigue aquí- aseveró con complacencia observando los frascos y brochas sobre el suelo. Se inclino para conseguir sujetarlos y depositarlos sobre la cama, eran resistentes, no era la primera vez y seguramente no la ultima que conocían el olor del suelo del lugar. Una mezcla extraña si cavia mencionar de diluyentes, oleo y mar. Pensó en la última ocasión en que había ido al puerto y se cuestiono si el olor seguía impregnado a su cuerpo.
Viro su rostro para enfrentarse a Oscar -¿Fumas?- le cuestiono seca y llanamente con la convicción de otorgarle su primera vez en algo. Y había tantas cosas que no había hecho aun y tan pocas que pudieran hacer en aquel lugar que pronto su mente comenzó a maquilar ideas para sus futuros encuentros y salidas. Sentía, que le robaba demasiadas cosas sin darle algo a cambio ¿Recordaría en algunos años con quien había asistido a su primera cita? Posiblemente no y sin embargo había aprendido a comprender que pensar en el futuro no siempre hacía de él un lugar más seguro. Eterno cambiante del caprichoso destino y azar y quien sino él lo sabía.
-Deberíamos ir a la laguna alguna vez…hace tiempo que no voy- confesó pensando en voz alta, no desde su regreso a París y hacia ya algunos meses de aquello. Apoyo inconscientemente su hombro sobre el ajeno –Aunque nunca aprendí a nadar- reflexiono entonces permitiendo a sus pulmones liberar todo el aire del que eran capaces.
Se vio tentado a sujetar entre sus dedos la lengua ajena cuando esta se deslizo sobre su comisura dejando un rastro húmedo tras de ella, una prueba tangible de lo que había ocurrido y estaba por comprender –Y te sorprenderías hasta que punto hay que llegar para hacerme callar- sonrió de medio lado relamiéndose los labios para encontrar en ellos el esfumado sabor de los ajenos. No recordaba, en efecto, haberse quedado sin voz en ningún momento de su vida, siempre con aquella malsana necesidad de no otorgar las últimas palabras –Oportunidades- repitió intentando descubrir en la palabra algo más grande que su usual connotación. Y era aquel su error, pensar que las cosas iban más allá.
Alzó la cajetilla entre sus dedos índice y pulgar, agitándola para hacer sonar las cerillas en su interior como alguna especie de sonaja o cascabel –Lo único que no debía caerse sigue aquí- aseveró con complacencia observando los frascos y brochas sobre el suelo. Se inclino para conseguir sujetarlos y depositarlos sobre la cama, eran resistentes, no era la primera vez y seguramente no la ultima que conocían el olor del suelo del lugar. Una mezcla extraña si cavia mencionar de diluyentes, oleo y mar. Pensó en la última ocasión en que había ido al puerto y se cuestiono si el olor seguía impregnado a su cuerpo.
Viro su rostro para enfrentarse a Oscar -¿Fumas?- le cuestiono seca y llanamente con la convicción de otorgarle su primera vez en algo. Y había tantas cosas que no había hecho aun y tan pocas que pudieran hacer en aquel lugar que pronto su mente comenzó a maquilar ideas para sus futuros encuentros y salidas. Sentía, que le robaba demasiadas cosas sin darle algo a cambio ¿Recordaría en algunos años con quien había asistido a su primera cita? Posiblemente no y sin embargo había aprendido a comprender que pensar en el futuro no siempre hacía de él un lugar más seguro. Eterno cambiante del caprichoso destino y azar y quien sino él lo sabía.
-Deberíamos ir a la laguna alguna vez…hace tiempo que no voy- confesó pensando en voz alta, no desde su regreso a París y hacia ya algunos meses de aquello. Apoyo inconscientemente su hombro sobre el ajeno –Aunque nunca aprendí a nadar- reflexiono entonces permitiendo a sus pulmones liberar todo el aire del que eran capaces.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Sonrió de un modo más profundo cuando Anuar respondió a su comentario disfrazado de pregunta y se pasó el pulgar por el labio superior para retirarse los restos de saliva y pintura negra que se habían filtrado por el intercambio entre sus bocas. Se contempló su propio dedo mientras el otro joven se inclinaba a recoger el breve desorden y se restregó suavemente las uñas entre sí hasta que la sonrisa se sintió por todos lados, igual de abarcable que aquella pastosidad.
¿De veras? Una información nada interesante, lo cierto... Apenas me va a costar evitar una investigación más a fondo.
Le extrañaba que Anuar no hubiera insistido sobre el significado de sus palabras en polaco, pero lo agradeció al mismo tiempo, pues para que repitiera aquello en una lengua entendible para ambos quizá habrían de pasar muchos más días (o muchos más besos).
No, lo he probado varias veces, pero no suelo fumar.
Aún tenía ganas de besarle, y lo habría hecho durante mucho más tiempo, pero se contuvo como había aprendido a hacer en tantas horas seguidas. Se mordisqueó los labios por dentro y continuó embriagándose con el sabor de la plática y los primeros pigmentos dorados a través de la ventana que ya se esparcían por el firmamento. Escuchó la relajada proposición de la laguna y ladeó el rostro hacia la cajetilla todavía en manos del rumano, de repente sintiéndose en una marea balsámica cuya salida empezaba a perder de vista.
Algunos comerciantes me enseñaron a nadar en Polonia. En mi ciudad natal no había mar, pero una vez debía operar con mi tío fuera y tuve algo de tiempo. Pero no aprendí muy bien, la verdad, si ahora me echaran al agua sobreviviría, pero sin dignidad.
Pensó entonces que no le había hablado antes de su tío, de modo que al comentario le continuarían unas cuantas preguntas. Pero seguidas de la voz de Anuar, siempre merecían la pena.
¿De veras? Una información nada interesante, lo cierto... Apenas me va a costar evitar una investigación más a fondo.
Le extrañaba que Anuar no hubiera insistido sobre el significado de sus palabras en polaco, pero lo agradeció al mismo tiempo, pues para que repitiera aquello en una lengua entendible para ambos quizá habrían de pasar muchos más días (o muchos más besos).
No, lo he probado varias veces, pero no suelo fumar.
Aún tenía ganas de besarle, y lo habría hecho durante mucho más tiempo, pero se contuvo como había aprendido a hacer en tantas horas seguidas. Se mordisqueó los labios por dentro y continuó embriagándose con el sabor de la plática y los primeros pigmentos dorados a través de la ventana que ya se esparcían por el firmamento. Escuchó la relajada proposición de la laguna y ladeó el rostro hacia la cajetilla todavía en manos del rumano, de repente sintiéndose en una marea balsámica cuya salida empezaba a perder de vista.
Algunos comerciantes me enseñaron a nadar en Polonia. En mi ciudad natal no había mar, pero una vez debía operar con mi tío fuera y tuve algo de tiempo. Pero no aprendí muy bien, la verdad, si ahora me echaran al agua sobreviviría, pero sin dignidad.
Pensó entonces que no le había hablado antes de su tío, de modo que al comentario le continuarían unas cuantas preguntas. Pero seguidas de la voz de Anuar, siempre merecían la pena.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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