AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En ausencia del arte [Oscar]
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En ausencia del arte [Oscar]
Recuerdo del primer mensaje :
Le pedía que no fuese tan inquieto cuando su curiosidad bien podría definirlo en su totalidad –Claramente me importa- y quizás no como a un amigo le importaría la clase de embrollos en los que uno está metido. Sino más bien como la importancia que uno le da a las cosas que ansiando saber es incapaz de comprender –Pero si decides que no me lo dirás de momento no hay nada que yo pueda hacer ¿cierto? Aunque debo confesar que es imprudente de mi parte invitar a dormir a mi sitio a alguien que no se en que trabaja- bien podría ser alguna especie de asesino a sueldo o un loco que había escapado del manicomio y buscaba ahora una nueva identidad. Había conocido a un vampiro que en antaño había sido sheriff de Estocolmo, no creía que pudiese haber algo más extraño, y a la vez perfecto, que aquello.
-Y quizás por permitirme romperla una noche valdría más la pena que durmiera yo en el sofá- aseveró tranquilamente pensando en aquel abandonado objeto en la galería. Prosiguió sin embargo con su andar, desacelerado y aletargado con que comenzó a dejar atrás el circo y sus alrededores, el bullicio de la gente no tardo en quedar volando sobre el aire cual lejano eco deformado por el tiempo. Los olores, colores y recuerdos se esfumaron junto con las voces que ahora ya no le decían nada. Pronto la obscuridad de la noche los arropo con ternura y protección mientras avanzaban por las calles de París, aquellas calles de las cuales las demás personas no solían hablar.
Fueron incalculables los temas superfluos de los que comenzaron a hablar, vagas preguntas y respuestas lanzadas al aire que encontraban hogar -¿Puedes decirme algo en tu lengua natal?- le cuestiono en cierta parte del trayecto, cuando las aletargadas lenguas de fuego que se encontraban resguardadas por el cristal se refractaban como cuadrados luminosos sobre el suelo a sus pies, y en el aire quedaban suspendidas virutas luminosas que danzaban en la soledad. Su cuerpo se ilumino al caminar bajo ellas, sin embargo, conforme se iban acercando a su destino las farolas se encontraban más distantes y encendidas con menor frecuencia. A los pies de una se encontraban los trozos del cristal antes cuadrado allá en lo alto.
-Hemos llegado- anuncio, deteniéndose de llano a los pies de un alto edificio que por su aspecto amenazaba con caerse en cualquier momento. La piedra erosionada por los duros inviernos y la punzante lluvia eran el refugio perfecto para palomas y plantas. El primer piso del lugar se encontraba sumido en la obscuridad, solo la luz que se colaba por la entrada y aquella que caía desmayada por la escalinata como una cascada en su parte final lograban iluminar el lugar. Observó a Oscar intentando encontrar en su rostro la aprobación y sin recibirla o no comenzó a subir por los peldaños maltrechos y faltantes del lugar “Te he dicho que no tenemos dinero para pagar y tú te has ido a comprar unos jodidos zapatos” las palabras llegaron claras hasta ellos, aunque la conversación se llevaba a cabo en el interior de la puerta por la que acababan de pasar.
-Lo bueno de estar en el último piso es que no hay gente que suela pasar- le confesó apoyando la mano sobre el pomo de la puerta y haciéndola girar con un sordo chillido la abrió de par en par mientras proseguía su andar. Su puerta nunca llevaba puesta seguro, porque nunca le había gustado pensar que sus obras yacían encerradas en aquel lugar, el arte para ser arte debía ser libre, según su parecer. Y no prostituirse jamás a los bolsillos de los demás. La galería lucia amplia, con las manchas de pintura producto de la patas de Lit por el suelo y las paredes, escasa ahora de cuadros y lienzos bañados con memorias, pues en ellos se podía adivinar su historia. Demonios con ojos de rubíes y jiferos por dientes y uñas –Siéntete como en casa- vocifero más por educación y amabilidad de por propio sentir ¿Qué podría esperar si ni él se sentía como en su hogar?
Le pedía que no fuese tan inquieto cuando su curiosidad bien podría definirlo en su totalidad –Claramente me importa- y quizás no como a un amigo le importaría la clase de embrollos en los que uno está metido. Sino más bien como la importancia que uno le da a las cosas que ansiando saber es incapaz de comprender –Pero si decides que no me lo dirás de momento no hay nada que yo pueda hacer ¿cierto? Aunque debo confesar que es imprudente de mi parte invitar a dormir a mi sitio a alguien que no se en que trabaja- bien podría ser alguna especie de asesino a sueldo o un loco que había escapado del manicomio y buscaba ahora una nueva identidad. Había conocido a un vampiro que en antaño había sido sheriff de Estocolmo, no creía que pudiese haber algo más extraño, y a la vez perfecto, que aquello.
-Y quizás por permitirme romperla una noche valdría más la pena que durmiera yo en el sofá- aseveró tranquilamente pensando en aquel abandonado objeto en la galería. Prosiguió sin embargo con su andar, desacelerado y aletargado con que comenzó a dejar atrás el circo y sus alrededores, el bullicio de la gente no tardo en quedar volando sobre el aire cual lejano eco deformado por el tiempo. Los olores, colores y recuerdos se esfumaron junto con las voces que ahora ya no le decían nada. Pronto la obscuridad de la noche los arropo con ternura y protección mientras avanzaban por las calles de París, aquellas calles de las cuales las demás personas no solían hablar.
Fueron incalculables los temas superfluos de los que comenzaron a hablar, vagas preguntas y respuestas lanzadas al aire que encontraban hogar -¿Puedes decirme algo en tu lengua natal?- le cuestiono en cierta parte del trayecto, cuando las aletargadas lenguas de fuego que se encontraban resguardadas por el cristal se refractaban como cuadrados luminosos sobre el suelo a sus pies, y en el aire quedaban suspendidas virutas luminosas que danzaban en la soledad. Su cuerpo se ilumino al caminar bajo ellas, sin embargo, conforme se iban acercando a su destino las farolas se encontraban más distantes y encendidas con menor frecuencia. A los pies de una se encontraban los trozos del cristal antes cuadrado allá en lo alto.
-Hemos llegado- anuncio, deteniéndose de llano a los pies de un alto edificio que por su aspecto amenazaba con caerse en cualquier momento. La piedra erosionada por los duros inviernos y la punzante lluvia eran el refugio perfecto para palomas y plantas. El primer piso del lugar se encontraba sumido en la obscuridad, solo la luz que se colaba por la entrada y aquella que caía desmayada por la escalinata como una cascada en su parte final lograban iluminar el lugar. Observó a Oscar intentando encontrar en su rostro la aprobación y sin recibirla o no comenzó a subir por los peldaños maltrechos y faltantes del lugar “Te he dicho que no tenemos dinero para pagar y tú te has ido a comprar unos jodidos zapatos” las palabras llegaron claras hasta ellos, aunque la conversación se llevaba a cabo en el interior de la puerta por la que acababan de pasar.
-Lo bueno de estar en el último piso es que no hay gente que suela pasar- le confesó apoyando la mano sobre el pomo de la puerta y haciéndola girar con un sordo chillido la abrió de par en par mientras proseguía su andar. Su puerta nunca llevaba puesta seguro, porque nunca le había gustado pensar que sus obras yacían encerradas en aquel lugar, el arte para ser arte debía ser libre, según su parecer. Y no prostituirse jamás a los bolsillos de los demás. La galería lucia amplia, con las manchas de pintura producto de la patas de Lit por el suelo y las paredes, escasa ahora de cuadros y lienzos bañados con memorias, pues en ellos se podía adivinar su historia. Demonios con ojos de rubíes y jiferos por dientes y uñas –Siéntete como en casa- vocifero más por educación y amabilidad de por propio sentir ¿Qué podría esperar si ni él se sentía como en su hogar?
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/06/2010
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-Lo importante entonces seria sobrevivir, independientemente de si al nadar luces como una sardina zangoloteándose- quizás Oscar no lograra comprender sus palabras pues yacían basadas en la experiencia de trabajar en el muelle. Los peces solían retorcerse de maneras tan grotescas que se volvía un espectáculo para las personas del lugar, desdichados seres aquellos que intentando volver al mar y encontrar su propio aire no lograrían vivir lo suficiente para comprender, que la malicia del hombre no conocía fronteras. Ni siquiera el tangible dolor de un ser que parecía más vivo que él.
Observo a través de la ventana para encontrarse entonces con que el fuego y le oro se abrían paso desde la lejanía, tiñendo las nubes de luz y calor. Y arrastrada junto con la brisa otoñal llego hasta sus oídos el lejano canto de las golondrinas y palomas que vivían en la casa del panadero, junto con el olor que se azotaba contra el cristal intentando degustar sus sentidos –En Rumania tampoco hay mar pero hay algunas lagunas, aunque en ellas intentar nadar es como un suicidio. Solo los extranjeros y algunos campesinos saben nadar- le explicó con tranquilidad. El había caído una vez en una laguna cercana a su hogar, e hipotermia era lo único que había conseguido ganar.
-Entonces sabes pescar- y aunque el cuestionamiento sonó más a aseveración no le molestaría ser contradicho en sus palabras y que se le expusiera otra verdad, una más real y significativa que la que se formulaba en su cabeza. No lo había visto, sin embargo, pescar en el muelle cuando él trabajaba en aquel lugar y sus manos no resultaban ser las de un pescador. Porque con o sin obviedad había observando con detalle cada parte de su cuerpo expuesto, como a una obra y no un pedazo de carne. Su cabello no tenia tampoco el tacto que la constante brisa marina dejaba sobre el cuerpo, como si se adhiriese y carcomiese lentamente.
Dejo caer su espalda sobre el colchón, con las piernas aun colgando del borde y apoyadas sobre el suelo, con la cajetilla sobre su vientre y sus manos sobre ella, como una especie de fortaleza para proteger. Aunque no había nada ahora de que protegerla. Viro el rostro hasta sentir el tacto de la cama contra su mejilla –Ahora casi podría odiar al tiempo, por no dejar de avanzar- parecían haber llegado a un acuerdo después de tantos meses de discusión, cada cual haría su vida sin remediar en el otro sin embargo, en momentos como aquel, cuando no era su tiempo sino el de alguien más. Deseaba nuevamente poder convencerlo, de ir más lento, detenerse, no avanzar. Pero era sordo el desgraciado.
Observo a través de la ventana para encontrarse entonces con que el fuego y le oro se abrían paso desde la lejanía, tiñendo las nubes de luz y calor. Y arrastrada junto con la brisa otoñal llego hasta sus oídos el lejano canto de las golondrinas y palomas que vivían en la casa del panadero, junto con el olor que se azotaba contra el cristal intentando degustar sus sentidos –En Rumania tampoco hay mar pero hay algunas lagunas, aunque en ellas intentar nadar es como un suicidio. Solo los extranjeros y algunos campesinos saben nadar- le explicó con tranquilidad. El había caído una vez en una laguna cercana a su hogar, e hipotermia era lo único que había conseguido ganar.
-Entonces sabes pescar- y aunque el cuestionamiento sonó más a aseveración no le molestaría ser contradicho en sus palabras y que se le expusiera otra verdad, una más real y significativa que la que se formulaba en su cabeza. No lo había visto, sin embargo, pescar en el muelle cuando él trabajaba en aquel lugar y sus manos no resultaban ser las de un pescador. Porque con o sin obviedad había observando con detalle cada parte de su cuerpo expuesto, como a una obra y no un pedazo de carne. Su cabello no tenia tampoco el tacto que la constante brisa marina dejaba sobre el cuerpo, como si se adhiriese y carcomiese lentamente.
Dejo caer su espalda sobre el colchón, con las piernas aun colgando del borde y apoyadas sobre el suelo, con la cajetilla sobre su vientre y sus manos sobre ella, como una especie de fortaleza para proteger. Aunque no había nada ahora de que protegerla. Viro el rostro hasta sentir el tacto de la cama contra su mejilla –Ahora casi podría odiar al tiempo, por no dejar de avanzar- parecían haber llegado a un acuerdo después de tantos meses de discusión, cada cual haría su vida sin remediar en el otro sin embargo, en momentos como aquel, cuando no era su tiempo sino el de alguien más. Deseaba nuevamente poder convencerlo, de ir más lento, detenerse, no avanzar. Pero era sordo el desgraciado.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/06/2010
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Eso es cierto, tampoco tengo miedo a ese tipo de ridículo –respondió, sonriendo de lado al imaginarse en semejante situación-. Si vamos a esa laguna que dices, podría intentar enseñarte. No garantizo unos resultados loables, eso sí.
Entonces, se imaginó enseñando a Anuar a nadar y la sonrisa empezó a desvanecerse, pero no de un modo abrupto ni pesimista, sino porque la sola imagen le ocupaba tanto la mente que no podía controlar su atención en nada más, ni siquiera en el estiramiento de un músculo que tan bien respondía a la idealización de ese momento.
En Polonia sí hay mar, está al lado del Báltico, pero mi ciudad quedaba demasiado lejos –aclaró, mientras rasqueteaba las sábanas entre sus dedos con el gesto acostumbrado contra el estrés-. Mi padre era pescadero, así que no, no tengo ni idea de pescar –rió frente al choque de ironías, tras una ligera carcajada amarga.
Ni su padre era de los que enseñaban, ni él quería parecerse nada a su progenitor, de modo que así acabó su diluvio: su cuerpo arrojado al suelo, los pasos inciviles moteándole los brazos y la bala hundiéndose en su sangre como boleto para abandonar el lugar de origen. Claro que de no ser así, no estaría voluntariamente atrapado entre paredes desconocidas, pero que le tendían la mano, ni le bastaría girar el rostro para encontrar a la persona responsable recostada en la cama que les sostenía a ambos.
Apoyó las manos a sendos lados de su cintura y encorvó la espalda para hablarle cerca del oído.
¿Seguro que quieres dormir en el sofá? -susurró. Y no pretendía insinuar que fuera hora de llegar a más, pues si había tenido intención de esperar al beso, el contacto carnal todavía necesitaba el cuidado paciente de un recién nacido-. Yo creo que la cama ya se fía de mí para la próxima vez.
Entonces, se imaginó enseñando a Anuar a nadar y la sonrisa empezó a desvanecerse, pero no de un modo abrupto ni pesimista, sino porque la sola imagen le ocupaba tanto la mente que no podía controlar su atención en nada más, ni siquiera en el estiramiento de un músculo que tan bien respondía a la idealización de ese momento.
En Polonia sí hay mar, está al lado del Báltico, pero mi ciudad quedaba demasiado lejos –aclaró, mientras rasqueteaba las sábanas entre sus dedos con el gesto acostumbrado contra el estrés-. Mi padre era pescadero, así que no, no tengo ni idea de pescar –rió frente al choque de ironías, tras una ligera carcajada amarga.
Ni su padre era de los que enseñaban, ni él quería parecerse nada a su progenitor, de modo que así acabó su diluvio: su cuerpo arrojado al suelo, los pasos inciviles moteándole los brazos y la bala hundiéndose en su sangre como boleto para abandonar el lugar de origen. Claro que de no ser así, no estaría voluntariamente atrapado entre paredes desconocidas, pero que le tendían la mano, ni le bastaría girar el rostro para encontrar a la persona responsable recostada en la cama que les sostenía a ambos.
Apoyó las manos a sendos lados de su cintura y encorvó la espalda para hablarle cerca del oído.
¿Seguro que quieres dormir en el sofá? -susurró. Y no pretendía insinuar que fuera hora de llegar a más, pues si había tenido intención de esperar al beso, el contacto carnal todavía necesitaba el cuidado paciente de un recién nacido-. Yo creo que la cama ya se fía de mí para la próxima vez.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/10/2011
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Enarcó una ceja ante el pensamiento que azoto sus imaginación con tal vertiginosidad que casi se levanta de aquella cómoda postura que había optado por tomar –Sin embargo no sé si este dispuesto a dejarme enseñar por alguien que niega saber con propiedad el arte de nadar- sería entonces una catástrofe que alguno de los dos terminara ingiriendo tantos litros de agua como el cuerpo se negaba a soportar. Morir ahogado no había sido nunca un gran sueño.
Las palabras del polaco le resultaron tan contradictorias que tomaron sentido con rapidez. Oscar no debía llevar una buena relación con su padre, y el bien comprendía aquella sensación aunque, y por lo visto, era usual en los hombres de aquellas épocas y otras encontrarse en desacuerdo con sus progenitores. Que desearan más de lo que eran capaces de ofrecer, porque quizás todos tenían expectativas demasiado elevadas de sus genes ¿Fallaría un padre al fallar un hijo? Sopeso la pregunta en su interior, el había intentado ir a buscar a su mártir, se había acobardado estando en su tierra natal y había tenido que regresar. Sin siquiera saber si seguía con vida o no.
Se olvido de respirar y creyó que su corazón se había detenido por un segundo y poco más, como si la sangre ahora fría se agolpase de repente en un solo lugar –Aceptare tu propuesta si prometes…- susurro protegiendo aun con una de sus manos la cajetilla sobre su vientre, y con la otra aderezando un mechón del cabello ajeno tras su oreja –Estar aquí cuando despierte- porque no sería la primera vez que durmiese en compañía de alguien más. Su cama conocía ya el tacto de otro ser, soportaba el peso de dos, eso lo había comprobado con anterioridad.
Sin embargo, nunca antes había tenido la posibilidad de despertarse y poder hablar. Porque cuando dormía con “el” el astro rey lo adormecía, lo depositaba casi con desprecio en los brazos de Morfeo y solo bajo la madre luna podían hablar. No podía ahora sino ilusionarse ante una acción tan simple como aquella, escuchar un gesto de cordialidad al despertar, observar sus labios crisparse para articular las palabras. Se cuestiono, como seria observar el despertar de alguien más.
Besó el nacimiento de su oído con suavidad, rozando con la punta de su nariz la piel de su rostro hasta quedar frente a el –Dirás buenos días al despertar…esa es mi única condición- dictamino jugando aun con el tacto de su cabello. Controlando aquel impulso de estrecharse contra el, porque en el acto la cajetilla quedaría apastada por los dos, y casi le resulto una bendición. Tener un motivo real para contenerse. Aunque tan real como él lo siquiera ver.
(Lamento la demora, consegui una lap pero es una atigüedad esta cosa asì que podre contestar pero quizàs no con tanta ràpidez como antes.Saludos!)
Las palabras del polaco le resultaron tan contradictorias que tomaron sentido con rapidez. Oscar no debía llevar una buena relación con su padre, y el bien comprendía aquella sensación aunque, y por lo visto, era usual en los hombres de aquellas épocas y otras encontrarse en desacuerdo con sus progenitores. Que desearan más de lo que eran capaces de ofrecer, porque quizás todos tenían expectativas demasiado elevadas de sus genes ¿Fallaría un padre al fallar un hijo? Sopeso la pregunta en su interior, el había intentado ir a buscar a su mártir, se había acobardado estando en su tierra natal y había tenido que regresar. Sin siquiera saber si seguía con vida o no.
Se olvido de respirar y creyó que su corazón se había detenido por un segundo y poco más, como si la sangre ahora fría se agolpase de repente en un solo lugar –Aceptare tu propuesta si prometes…- susurro protegiendo aun con una de sus manos la cajetilla sobre su vientre, y con la otra aderezando un mechón del cabello ajeno tras su oreja –Estar aquí cuando despierte- porque no sería la primera vez que durmiese en compañía de alguien más. Su cama conocía ya el tacto de otro ser, soportaba el peso de dos, eso lo había comprobado con anterioridad.
Sin embargo, nunca antes había tenido la posibilidad de despertarse y poder hablar. Porque cuando dormía con “el” el astro rey lo adormecía, lo depositaba casi con desprecio en los brazos de Morfeo y solo bajo la madre luna podían hablar. No podía ahora sino ilusionarse ante una acción tan simple como aquella, escuchar un gesto de cordialidad al despertar, observar sus labios crisparse para articular las palabras. Se cuestiono, como seria observar el despertar de alguien más.
Besó el nacimiento de su oído con suavidad, rozando con la punta de su nariz la piel de su rostro hasta quedar frente a el –Dirás buenos días al despertar…esa es mi única condición- dictamino jugando aun con el tacto de su cabello. Controlando aquel impulso de estrecharse contra el, porque en el acto la cajetilla quedaría apastada por los dos, y casi le resulto una bendición. Tener un motivo real para contenerse. Aunque tan real como él lo siquiera ver.
(Lamento la demora, consegui una lap pero es una atigüedad esta cosa asì que podre contestar pero quizàs no con tanta ràpidez como antes.Saludos!)
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/06/2010
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Expulsó una suave carcajada que acompañó al encanto de su sonrisa, mientras se mordía la satisfacción de las palabras replicantes del otro muchacho.
No seas tan duro, ya te he dicho que conmigo no tienes que preocuparte por tu seguridad. Si me he ofrecido a enseñarte a nadar, es con raciocinio...
Apenas recordaba las veces que había liberado toda su figura sobre la acaparadora merced del agua de lagos o mares; la inabarcable, ubicua sensación de hundirse en la frialdad que poblaba la mayor parte de la tierra y el interior del cuerpo humano. Claro que con el rumano a su lado, sujeto a la insegura estabilidad de sus pieles flotantes, Oscar podría fijarse más en el trasfondo refrescante del espacio licuoso, en lo que cambiaría la situación de un posible suicidio a la constante necesidad de mantener prendida a borbotones la paradójica llama de la compañía.
"Si prometes estar aquí cuando despierte..."
Una condición, un reclamo, casi como si de repente no hubiera dejado de trabajar aquella noche. Pero aquella comparación resultaba demasiado extremista y Oscar lo sabía, sabía que ahora no se encontraba en el burdel, ni fornicando por los francos de la vida, ni respondiendo a falsos prosélitos que dictaminaban lo superfluo, lo único superfluo de su estancia en tierras parisinas... No, ahora estaba en casa de Anuar, como si ese sujeto o lugar de la oración, "casa de Anuar", estuviera apunto de convertirse en una pieza más para la rutina que había dejado de crearse por sí mismo y que justo entonces podía seguir un poco el cauce de lo que él dictaminaba, de lo que él estaba sintiendo.
Cuenta con ello -afirmó, antes de inclinarse del todo y besarle de nuevo en los labios.
No seas tan duro, ya te he dicho que conmigo no tienes que preocuparte por tu seguridad. Si me he ofrecido a enseñarte a nadar, es con raciocinio...
Apenas recordaba las veces que había liberado toda su figura sobre la acaparadora merced del agua de lagos o mares; la inabarcable, ubicua sensación de hundirse en la frialdad que poblaba la mayor parte de la tierra y el interior del cuerpo humano. Claro que con el rumano a su lado, sujeto a la insegura estabilidad de sus pieles flotantes, Oscar podría fijarse más en el trasfondo refrescante del espacio licuoso, en lo que cambiaría la situación de un posible suicidio a la constante necesidad de mantener prendida a borbotones la paradójica llama de la compañía.
"Si prometes estar aquí cuando despierte..."
Una condición, un reclamo, casi como si de repente no hubiera dejado de trabajar aquella noche. Pero aquella comparación resultaba demasiado extremista y Oscar lo sabía, sabía que ahora no se encontraba en el burdel, ni fornicando por los francos de la vida, ni respondiendo a falsos prosélitos que dictaminaban lo superfluo, lo único superfluo de su estancia en tierras parisinas... No, ahora estaba en casa de Anuar, como si ese sujeto o lugar de la oración, "casa de Anuar", estuviera apunto de convertirse en una pieza más para la rutina que había dejado de crearse por sí mismo y que justo entonces podía seguir un poco el cauce de lo que él dictaminaba, de lo que él estaba sintiendo.
Cuenta con ello -afirmó, antes de inclinarse del todo y besarle de nuevo en los labios.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
“Conmigo no tienes que preocuparte por tu seguridad” y con cuanta ingenuidad parecía haber pronunciado aquellas palabras que a sus oídos carecían del significado con que seguramente se les había concebido. Si, lo había intentado una vez y no caería en el mismo error. Apretó la cajetilla ahora seca entre sus manos cuando los labios ajenos acariciaron los propios –Gracias- susurró colocando una de sus manos sobre su cintura para apartarle con suavidad y poder alejar su cuerpo de aquel mullido tacto que le señalaba con dilección el camino a aquel mundo apócrifo que solo en sueños podía encontrar.
-Si necesitas cambiarte tengo algo de ropa y allá el baño- señalo la puerta más cercana que lejana por las dimensiones de la habitación. Agito con suavidad la cajetilla entre sus manos, rebuscando nuevamente el pincel y los colores, aquellos platinados que pretenderían ser haces de luz emergidos de las entrañas de la madre luna. Y así, no necesitaría de la noche y la obscuridad para poder observarla, no sería necesario aguardar en silenciosa agonía y anhelo por el paso del día. El tiempo sin embargo, los meses y los años le deformarían para hacerle comprender que solo una podía existir por la eternidad. Pero ¿no era lo efímero de las cosas donde radicaba su valor? Él lo comprendía, o por lo menos intentaba hacerlo.
Comenzó a dibujar la plasta blanca para hacer la base, un diminuto circulo más arriba del centro, cargando a la derecha sin llegar a una esquina y tampoco tan arriba para lucir desequilibrada. Y, aunque los trazos eran irregulares y su mano viajaba frenética de un lado a otro y aunque su rostro se compungía de concentración y esfuerzo plasmo, un círculo no lo suficientemente grande para dejar de ser llamado diminuto y tampoco tan pequeño como para perder la relevancia que merecía y poseía más aun.
-¿No comienzas a tener sueño? De no estar pintando seguramente estaría ya roncando- sonrió de medio lado continuando con su labor, la molestia de saberse inútil en la labor no era comparable con la felicidad que le embargaba al permitir a su mano realizar, vagos y trémulos trazos que se convertían en algo más “pintor de almas” le habían llamado en alguna ocasión, y que pretencioso sonaba ahora –Y no es porque tu compañía sea aburrida…quizás algún día me quede dormido en medio de una conversación. Comienzo a delirar, como si dejara de pensar lo que digo- se encontró a si mismo confesando verdades que debían permanecer en su interior. Mordió su lengua arrojando sombras y pintura aquí y allá.
-Si necesitas cambiarte tengo algo de ropa y allá el baño- señalo la puerta más cercana que lejana por las dimensiones de la habitación. Agito con suavidad la cajetilla entre sus manos, rebuscando nuevamente el pincel y los colores, aquellos platinados que pretenderían ser haces de luz emergidos de las entrañas de la madre luna. Y así, no necesitaría de la noche y la obscuridad para poder observarla, no sería necesario aguardar en silenciosa agonía y anhelo por el paso del día. El tiempo sin embargo, los meses y los años le deformarían para hacerle comprender que solo una podía existir por la eternidad. Pero ¿no era lo efímero de las cosas donde radicaba su valor? Él lo comprendía, o por lo menos intentaba hacerlo.
Comenzó a dibujar la plasta blanca para hacer la base, un diminuto circulo más arriba del centro, cargando a la derecha sin llegar a una esquina y tampoco tan arriba para lucir desequilibrada. Y, aunque los trazos eran irregulares y su mano viajaba frenética de un lado a otro y aunque su rostro se compungía de concentración y esfuerzo plasmo, un círculo no lo suficientemente grande para dejar de ser llamado diminuto y tampoco tan pequeño como para perder la relevancia que merecía y poseía más aun.
-¿No comienzas a tener sueño? De no estar pintando seguramente estaría ya roncando- sonrió de medio lado continuando con su labor, la molestia de saberse inútil en la labor no era comparable con la felicidad que le embargaba al permitir a su mano realizar, vagos y trémulos trazos que se convertían en algo más “pintor de almas” le habían llamado en alguna ocasión, y que pretencioso sonaba ahora –Y no es porque tu compañía sea aburrida…quizás algún día me quede dormido en medio de una conversación. Comienzo a delirar, como si dejara de pensar lo que digo- se encontró a si mismo confesando verdades que debían permanecer en su interior. Mordió su lengua arrojando sombras y pintura aquí y allá.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
No importa -respondió, al cabo de unos segundos de comprobar cómo lo alejaba de él.
Quizá se había precipitado. Otra vez hablando demasiado, y entonces no iba a poder pecar de estar diciendo algo que ni sabía lo que era (pues había estado plenamente consciente de cada palabra que acababa de asegurarle). ¿Qué excusa le quedaba para tranquilizarse a sí mismo, para seguir justificando la primera vez en toda su generalidad que suponía aquel día?
No te preocupes.
Si no hubiera aprendido a preveer que el rumano ignoraría todo el sueño necesario con tal de seguir haciendo preguntas, le hubiera contestado con plena convicción de lo que dudaba, de lo que sentía estar haciéndole sentir o estar avergonzándole de que sintiera. Anuar no parecía avergonzado, ni especialmente cohibido, bien era cierto, pero Oscar ya empezaba a tenerse asco. No por la situación ni por lo que le suponía Anuar, sino porque tal vez, a causa de la ceguera de la felicidad, no estaba respetando la misma cerrazón incrédula del artista que a él también le habían implantado sus experiencias existenciales. ¿Estaría agobiándole y tan pronto, quizá? ¿Dando la imagen de zalamero charlatán que sólo hablaba para falsear el verdadero contenido de sus palabras? Por enésima vez, era lo que le faltaba... Asustarle por aquello que nunca había sido, ni nunca había podido ser.
Ve acostándote primero tú sin ningún problema, a mí me gustaría ver cómo amanece. Déjame la ropa a un costado de la cama y me la pondré cuando regrese, trataré de no despertarte.
Diciendo eso y agradeciéndoselo para finalizar, le dedicó una sonrisa algo más lánguida de lo que se había propuesto reflejar y echó una esperanzadora mirada hacia la cajetilla de cerillas antes de ponerse en pie y caminar hasta la pseudo!terraza. Desde ahí, se dejó mecer sin ninguna objeción a los desconsiderados primeros fulgores que, a pesar de quedar todavía tímidos en su oculta posición tras las nubes, avisaban de su pronóstico temporal: Otro día radiante y acusador. Otro día de carretera molida y piedras en el corazón. Un día que no acudiría a arrojarse a sí mismo en miniatura y multiplicado a la boca del Sena. Ya lo haría todo desde ahí, en el balcón de una casa de la que era un invitado y con el sabor de un beso gratis dormitando entre sus labios.
Quizá se había precipitado. Otra vez hablando demasiado, y entonces no iba a poder pecar de estar diciendo algo que ni sabía lo que era (pues había estado plenamente consciente de cada palabra que acababa de asegurarle). ¿Qué excusa le quedaba para tranquilizarse a sí mismo, para seguir justificando la primera vez en toda su generalidad que suponía aquel día?
No te preocupes.
Si no hubiera aprendido a preveer que el rumano ignoraría todo el sueño necesario con tal de seguir haciendo preguntas, le hubiera contestado con plena convicción de lo que dudaba, de lo que sentía estar haciéndole sentir o estar avergonzándole de que sintiera. Anuar no parecía avergonzado, ni especialmente cohibido, bien era cierto, pero Oscar ya empezaba a tenerse asco. No por la situación ni por lo que le suponía Anuar, sino porque tal vez, a causa de la ceguera de la felicidad, no estaba respetando la misma cerrazón incrédula del artista que a él también le habían implantado sus experiencias existenciales. ¿Estaría agobiándole y tan pronto, quizá? ¿Dando la imagen de zalamero charlatán que sólo hablaba para falsear el verdadero contenido de sus palabras? Por enésima vez, era lo que le faltaba... Asustarle por aquello que nunca había sido, ni nunca había podido ser.
Ve acostándote primero tú sin ningún problema, a mí me gustaría ver cómo amanece. Déjame la ropa a un costado de la cama y me la pondré cuando regrese, trataré de no despertarte.
Diciendo eso y agradeciéndoselo para finalizar, le dedicó una sonrisa algo más lánguida de lo que se había propuesto reflejar y echó una esperanzadora mirada hacia la cajetilla de cerillas antes de ponerse en pie y caminar hasta la pseudo!terraza. Desde ahí, se dejó mecer sin ninguna objeción a los desconsiderados primeros fulgores que, a pesar de quedar todavía tímidos en su oculta posición tras las nubes, avisaban de su pronóstico temporal: Otro día radiante y acusador. Otro día de carretera molida y piedras en el corazón. Un día que no acudiría a arrojarse a sí mismo en miniatura y multiplicado a la boca del Sena. Ya lo haría todo desde ahí, en el balcón de una casa de la que era un invitado y con el sabor de un beso gratis dormitando entre sus labios.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Le observo salir de la habitación con el peso de un adiós inducido ¿Por él? No le quedaba del todo claro quizás por su malsana necesidad de arrinconarse en su interior, allá donde solo él conocía el camino y los andares, entre nubes de esperanzas y mares de dolor. Deposito con cuidado la cajetilla sobre el mueble de madera que rechinaba soltando lastimeros chillidos al viento que escaseaba en aquel lugar. Limpio los pinceles y los coloco en el tarro manchado en que solía guardarlas y así, dubitativo entre salir o no engullo todo su afán y permaneció en su lugar.
Sacó las cajas apelmazadas de debajo de la cama, hurgó en cada una hasta encontrar algún pijama que sirviese aun. No recordaba cuanta de aquellas prendas las había hecho él, cuando comprar retazos e hilos convenía más que ir con sastres o a mercados. Con suerte le alcanzaba para comer y pagar la renta, tales lujos eran excesos a los cuales no podía, debía ni quería sucumbir. Aquello en sus primeros años en París. Bufó sonoramente expulsando en aquel aliento toda desilusión e ilusión venidera, pues era mejor no esperar para nunca recibir de menos o de más.
Colocó la amplia camisa blanca sobre la cama, y a un lado el pantalón que resultaba ser el mejor que podía poseer. No se permitiría a si mismo otorgarle a su invitado alguna prenda que le pudiese impedir dormir por el áspero tacto de la tela o el olor a polvo y humedad. Guardo el resto de las prendas en el interior de la caja que pateo sin mayor cuidado a censurarse bajo la cama, en compañía de aquellas otras que refugiaban ropa, trastos y todo lo demás que no cavia en ningún otro lugar. En una casa quizás, en su humilde piso jamás.
Se quitó los zapatos y nada más, pues estaba acostumbrado a dormir con la ropa puesta ¿Cómo si no se mantenía en calor en las funestas noches de Diciembre? Recordó, en ocasiones Lit se acurrucaba en su pecho calentando su cuerpo hasta permitirle sentirse en paz, ahora, sin embargo, no estaba más y después de un año de conocerle seguía sin saber nada el uno del otro ¿Impedía aquello procurarla y quererla? Como un hermano a una hermana pensaba él, quizás solo como dos extraños que con suerte se encontraron en momentos de soledad. Y cual fuese el motivo el sentimiento estaba ahí, oculto a él y todos los demás.
Si le había perdido ya, por no ser capaz de expresarse más allá ¿Qué hacía ahora recostado en su cama? Ignorando la ausencia del polaco, ignorando todo aquello que le incitaba a salir. Observaba el techo con letargo, la única parte de la habitación y quizás del piso entero que no sufría de poseer más colores de los debidos –Rahat- sentenció al aire quedandose dormido en algu punto entre los cuestionamientos y las preocupaciones. Si, había deseado esperarle había deseado tanto que se había olvido en efecto de hacer algo al respecto.
Sacó las cajas apelmazadas de debajo de la cama, hurgó en cada una hasta encontrar algún pijama que sirviese aun. No recordaba cuanta de aquellas prendas las había hecho él, cuando comprar retazos e hilos convenía más que ir con sastres o a mercados. Con suerte le alcanzaba para comer y pagar la renta, tales lujos eran excesos a los cuales no podía, debía ni quería sucumbir. Aquello en sus primeros años en París. Bufó sonoramente expulsando en aquel aliento toda desilusión e ilusión venidera, pues era mejor no esperar para nunca recibir de menos o de más.
Colocó la amplia camisa blanca sobre la cama, y a un lado el pantalón que resultaba ser el mejor que podía poseer. No se permitiría a si mismo otorgarle a su invitado alguna prenda que le pudiese impedir dormir por el áspero tacto de la tela o el olor a polvo y humedad. Guardo el resto de las prendas en el interior de la caja que pateo sin mayor cuidado a censurarse bajo la cama, en compañía de aquellas otras que refugiaban ropa, trastos y todo lo demás que no cavia en ningún otro lugar. En una casa quizás, en su humilde piso jamás.
Se quitó los zapatos y nada más, pues estaba acostumbrado a dormir con la ropa puesta ¿Cómo si no se mantenía en calor en las funestas noches de Diciembre? Recordó, en ocasiones Lit se acurrucaba en su pecho calentando su cuerpo hasta permitirle sentirse en paz, ahora, sin embargo, no estaba más y después de un año de conocerle seguía sin saber nada el uno del otro ¿Impedía aquello procurarla y quererla? Como un hermano a una hermana pensaba él, quizás solo como dos extraños que con suerte se encontraron en momentos de soledad. Y cual fuese el motivo el sentimiento estaba ahí, oculto a él y todos los demás.
Si le había perdido ya, por no ser capaz de expresarse más allá ¿Qué hacía ahora recostado en su cama? Ignorando la ausencia del polaco, ignorando todo aquello que le incitaba a salir. Observaba el techo con letargo, la única parte de la habitación y quizás del piso entero que no sufría de poseer más colores de los debidos –Rahat- sentenció al aire quedandose dormido en algu punto entre los cuestionamientos y las preocupaciones. Si, había deseado esperarle había deseado tanto que se había olvido en efecto de hacer algo al respecto.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
La habitación estaba radiante. No en su sentido más poético, pero sí en el más natural. No supo a qué hora se acabó recostando junto a Anuar, ni a qué hora acabó sucumbiendo al sueño ni a qué hora acababa de despertarse entonces. Sólo que sus ojos parpadearon un segundo antes de discernir el cuadro del recinto que los enmarcaba juntos, o puede que varios, o puede que directamente se hubiera pasado así todo el tiempo y en ningún momento hubiera dormido… ¿Había dormido alguna vez? ¿Eran de verdad las visiones y los olores y el tacto mullido de la cabeza del rumano contra su hombro?
La primera vez que vio amanecer se remontaba, como tantos otros asuntos virginales en su apogeo, a Polonia. No recordaba qué edad tenía, menos de ocho años seguramente, ni porqué pasó la noche fuera (podían ser tantos los posibles motivos) y se quedó largo y tendido, horas y segundos de decenios, sentado, acurrucado, arrinconado entre las paredes de un callejón de su barrio, mirando hacia arriba con la esperanza de que le cayera encima algún barreño de agua que de buena mañana ensuciaba de meados las calles. Pero en lugar de una buena estocada gélida de realidad, vio cómo el cielo se salía de su viaje oscuro para abrir las puertas de casa; la luz se hizo con todo el firmamento y ni siquiera apartó los ojos de arriba cuando los primeros excrementos de algún vecino estuvieron a punto de rozarle la cara.
“¿Y esto va a pasar todos los días?”
Sin duda, era el incentivo perfecto para no volver a cerrar los ojos nunca.
Había algo de purificador en la sola acción de quedarse quieto en mitad de la oscuridad y ser paulatinamente engullido a un renacer inducido por la cantidad de iluminación que te permitía conocer el entorno para su posterior dominio. Oscar siempre había sido un hombre de operar en la noche, pero no había nada como que el día se encargara de rememorarte que lo que habías hecho durante todo ese tiempo tenía cuerpo y forma. Que era vulnerable, era manejable, daba igual en qué punto del mapa restara, pues los rayos del sol podrían descubrirlo. Si sus ojos no habían podido acostumbrarse a las tinieblas, lo que no hubiera conseguido a oscuras, lo remataría al día siguiente. No sabía si con un éxito asegurado o con un fracaso que volver a asimilar, pero al menos sería capaz de ver con total claridad qué cara tenía el escenario de su vida.
En aquellos precisos instantes, pudo ver qué cara tenía Anuar cuando giró paulatinamente el cuello y Oscar lo observaba en su dormitada apariencia. Y lo cierto es que fue lo único en preocuparle entonces, no como si estuviera memorizando algo que por la noche se escapara de sus manos y ahora pudiera seguir enfrentando, sino como certeza de que, a lo que se habían acostumbrado sus ojos en la oscuridad, era igual de real que lo que mostraba la luz del día… Y ni siquiera debían de tratarse de unas horas muy tempranas, aquello no tenía nada de poético dado el tardío momento en el que se acostaron, pero el contenido simbólico portaba exactamente lo mismo para el polaco.
“Se supone que puedes reconocerlo al momento de sentirlo… o, al menos, eso es lo que dicen.”
“Menuda mariconada.”
Si hubiera sido por él, no se habría puesto el pijama que le dejó en la cama, Oscar solía dormir desnudo o de igual forma que su anfitrión, pero se abandonó para no seguir perdiendo la costumbre de la vorágine de primeras veces. O quizá porque sencillamente quería llevar algo de Anuar encima, nada más. El cortesano se movió un poco cuando ya debió de pasar aproximadamente media hora desde su despertar y se incorporó a medias, lo suficiente para comprobar que el otro muchacho abría finalmente los ojos y se encontraba con la promesa certera de los suyos propios:
Buenos días.
La primera vez que vio amanecer se remontaba, como tantos otros asuntos virginales en su apogeo, a Polonia. No recordaba qué edad tenía, menos de ocho años seguramente, ni porqué pasó la noche fuera (podían ser tantos los posibles motivos) y se quedó largo y tendido, horas y segundos de decenios, sentado, acurrucado, arrinconado entre las paredes de un callejón de su barrio, mirando hacia arriba con la esperanza de que le cayera encima algún barreño de agua que de buena mañana ensuciaba de meados las calles. Pero en lugar de una buena estocada gélida de realidad, vio cómo el cielo se salía de su viaje oscuro para abrir las puertas de casa; la luz se hizo con todo el firmamento y ni siquiera apartó los ojos de arriba cuando los primeros excrementos de algún vecino estuvieron a punto de rozarle la cara.
“¿Y esto va a pasar todos los días?”
Sin duda, era el incentivo perfecto para no volver a cerrar los ojos nunca.
Había algo de purificador en la sola acción de quedarse quieto en mitad de la oscuridad y ser paulatinamente engullido a un renacer inducido por la cantidad de iluminación que te permitía conocer el entorno para su posterior dominio. Oscar siempre había sido un hombre de operar en la noche, pero no había nada como que el día se encargara de rememorarte que lo que habías hecho durante todo ese tiempo tenía cuerpo y forma. Que era vulnerable, era manejable, daba igual en qué punto del mapa restara, pues los rayos del sol podrían descubrirlo. Si sus ojos no habían podido acostumbrarse a las tinieblas, lo que no hubiera conseguido a oscuras, lo remataría al día siguiente. No sabía si con un éxito asegurado o con un fracaso que volver a asimilar, pero al menos sería capaz de ver con total claridad qué cara tenía el escenario de su vida.
En aquellos precisos instantes, pudo ver qué cara tenía Anuar cuando giró paulatinamente el cuello y Oscar lo observaba en su dormitada apariencia. Y lo cierto es que fue lo único en preocuparle entonces, no como si estuviera memorizando algo que por la noche se escapara de sus manos y ahora pudiera seguir enfrentando, sino como certeza de que, a lo que se habían acostumbrado sus ojos en la oscuridad, era igual de real que lo que mostraba la luz del día… Y ni siquiera debían de tratarse de unas horas muy tempranas, aquello no tenía nada de poético dado el tardío momento en el que se acostaron, pero el contenido simbólico portaba exactamente lo mismo para el polaco.
“Se supone que puedes reconocerlo al momento de sentirlo… o, al menos, eso es lo que dicen.”
“Menuda mariconada.”
Si hubiera sido por él, no se habría puesto el pijama que le dejó en la cama, Oscar solía dormir desnudo o de igual forma que su anfitrión, pero se abandonó para no seguir perdiendo la costumbre de la vorágine de primeras veces. O quizá porque sencillamente quería llevar algo de Anuar encima, nada más. El cortesano se movió un poco cuando ya debió de pasar aproximadamente media hora desde su despertar y se incorporó a medias, lo suficiente para comprobar que el otro muchacho abría finalmente los ojos y se encontraba con la promesa certera de los suyos propios:
Buenos días.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
No supo bien en qué momento, y tampoco le importo, termino recostado sobre el hombro del polaco. Buscando aquel refugio y calor que usualmente conseguía en Lit, entre su afelpado pelaje y atigrado ser, el tamboriteo de su corazón era casi como una nana para dormir, de aquellas que en su infancia no había conseguido oír –Buenos días- repitió, como si aquellas palabras fueran el alivio de alguna extraño maleficio que le habían osado lanzar. Se despertó en compañía de los ladridos que tañían el aire del lugar, acompañados del olor de pan y humedad, aquella que encontraba refugio entre las paredes y el techo atascada por la eternidad.
-Creí que quizás lograría despertar antes que tú- susurró ludiendo con su puño su rostro, intentando erradicar así cualquier muestra de cansancio y culpabilidad. Se levantó casi sin desearlo, habiendo anhelado y rezado por un poco más de tiempo para dormir pues entre sus preocupaciones y divagaciones se había olvidado de soñar. O a los sueños se les había olvidado acudir a él, como espectros de todo y nada se habían desvanecido en su pupila al despertar y había observado aquel rostro que no conseguía ahora olvidar –Si no tienes mucha prisa puedo ir a buscar algo de desayunar- aseveró buscando fuerzas de algún punto inexistente del suelo.
Se levantó con pesadumbres, como si en aquellas horas de sueño no hubiese conseguido descansar y quizás se debía a la necedad del astro rey de lamer su rostro, primero con bondad y ahora con una determinación que comenzaba a atosigar. Entró al baño con la rapidez con que se levanto y con la misma salió de el, con algunas perladas gotas corriendo por su rostro para suicidarse de su mentón o censurarse entre el cuello de su camisa. Si alguna vez había soñado con algo había sido aquello, poderse despertar en compañía de algo más que sus propios pensamientos.
No logro nombrar lo que comenzaba a sentir y le parecía que era más preciado si solo él lo comprendía pues no anhelaba que después estuviese en boca de todos como tema de interés. Como del amor se hablaba ahora, un sentimiento tan relevado que las venganzas y el odio eran ahora más llamativas y satisfactorias. Más, no era el quien para dictaminar la propiedad con que las personas debían hablar de sentimientos que el mismo no se atrevía a articular en palabras que pudiesen llegar a oídos de alguien más, porque lo que habitaba en su interior solo a él le concernía.
-Creí que quizás lograría despertar antes que tú- susurró ludiendo con su puño su rostro, intentando erradicar así cualquier muestra de cansancio y culpabilidad. Se levantó casi sin desearlo, habiendo anhelado y rezado por un poco más de tiempo para dormir pues entre sus preocupaciones y divagaciones se había olvidado de soñar. O a los sueños se les había olvidado acudir a él, como espectros de todo y nada se habían desvanecido en su pupila al despertar y había observado aquel rostro que no conseguía ahora olvidar –Si no tienes mucha prisa puedo ir a buscar algo de desayunar- aseveró buscando fuerzas de algún punto inexistente del suelo.
Se levantó con pesadumbres, como si en aquellas horas de sueño no hubiese conseguido descansar y quizás se debía a la necedad del astro rey de lamer su rostro, primero con bondad y ahora con una determinación que comenzaba a atosigar. Entró al baño con la rapidez con que se levanto y con la misma salió de el, con algunas perladas gotas corriendo por su rostro para suicidarse de su mentón o censurarse entre el cuello de su camisa. Si alguna vez había soñado con algo había sido aquello, poderse despertar en compañía de algo más que sus propios pensamientos.
No logro nombrar lo que comenzaba a sentir y le parecía que era más preciado si solo él lo comprendía pues no anhelaba que después estuviese en boca de todos como tema de interés. Como del amor se hablaba ahora, un sentimiento tan relevado que las venganzas y el odio eran ahora más llamativas y satisfactorias. Más, no era el quien para dictaminar la propiedad con que las personas debían hablar de sentimientos que el mismo no se atrevía a articular en palabras que pudiesen llegar a oídos de alguien más, porque lo que habitaba en su interior solo a él le concernía.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Contempló cómo Anuar se levantaba de la cama y de nuevo Oscar volvía a yacer solo en el mullido colchón, en evidente certeza de que no podría retenerlo más de un segundo contra sí mismo. O quizá, lo único que no podría retener a partir de aquel día sería contar los segundos de separación que habría entre ambos. Contarlos para su interior, para su cabeza, y nunca expresar los detalles agobiantes de su urgencia por respeto a lo que había llevado pensando toda la vida y que Anuar parecía que también... Por lo menos, se encargaría de que alguno de los dos continuara siendo fiel a los principios que protegían su corazón del mundo externo.
Y como habría estado pensando el rumano desde su primer encuentro, por un lado estaba lo que Oscar creía... y, por el otro, lo muchísimo que éste se contradecía en presencia del otro chico. Ahora que le habían dado a tastar el bálsamo de la urgencia de otra persona a su lado, no podía evitar querer que durase lo máximo posible. Y sabía que sería un error abandonarse a esa idea, que tal vez significaba volver a sufrir... O mejor dicho: sufrir más.
No te preocupes, para la próxima fingiré que duermo hasta que abras los ojos.
Porque sí, ya daba por sentado que él siempre sería el que lo haría primero, apabullando al remolino de tormentos y sueños vacíos que ya ni siquiera eran pesadillas. Mas podía afirmar que si la monotonía de su soledad era alterada, al menos no se acordaba de la sensación retenida en su subconsciente, a no ser que su acompañante dijera algo del estilo '¿qué haces aquí?'. Entonces, vigilia y sueño se volvían un solo cuerpo para placar el suyo dentro de un mundo de cadena perpetua, donde no había lugar más que para una sola persona en un lecho.
¿Ya te levantas con más preguntas? -le contestó también con una, entre repentinas curvas burlonas sobre sus labios.
Pero gracias a Dios, de momento, sabía que lo primero que haría Anuar nada más levantarse sería cuestionarle por alguna respuesta.
Se levantó para esperar a Anuar en el marco de la puerta del aseo y cuando lo tuvo cerca, se inclinó para humedecer un lánguido beso en su boca y después contemplarle como si las mañanas no-mañanas le revitalizaran toda la silueta.
Es un poco tarde para desayunar... además, si seguimos haciendo cosas juntos acabaré por quedarme más tiempo y tendrás a un polizón agobiante en tus aposentos -apoyó un costado de su cuerpo contra la madera y situó (con gran fastidio de sentirse un mono de repetición) aquella como la primera vez que regresar al burdel le inspiraba verdadero hastío-. Será todo mucho más rápido, si me dices cuándo te volveré a ver. ¿Todavía sigues queriendo conocer mi piso?
Y como habría estado pensando el rumano desde su primer encuentro, por un lado estaba lo que Oscar creía... y, por el otro, lo muchísimo que éste se contradecía en presencia del otro chico. Ahora que le habían dado a tastar el bálsamo de la urgencia de otra persona a su lado, no podía evitar querer que durase lo máximo posible. Y sabía que sería un error abandonarse a esa idea, que tal vez significaba volver a sufrir... O mejor dicho: sufrir más.
No te preocupes, para la próxima fingiré que duermo hasta que abras los ojos.
Porque sí, ya daba por sentado que él siempre sería el que lo haría primero, apabullando al remolino de tormentos y sueños vacíos que ya ni siquiera eran pesadillas. Mas podía afirmar que si la monotonía de su soledad era alterada, al menos no se acordaba de la sensación retenida en su subconsciente, a no ser que su acompañante dijera algo del estilo '¿qué haces aquí?'. Entonces, vigilia y sueño se volvían un solo cuerpo para placar el suyo dentro de un mundo de cadena perpetua, donde no había lugar más que para una sola persona en un lecho.
¿Ya te levantas con más preguntas? -le contestó también con una, entre repentinas curvas burlonas sobre sus labios.
Pero gracias a Dios, de momento, sabía que lo primero que haría Anuar nada más levantarse sería cuestionarle por alguna respuesta.
Se levantó para esperar a Anuar en el marco de la puerta del aseo y cuando lo tuvo cerca, se inclinó para humedecer un lánguido beso en su boca y después contemplarle como si las mañanas no-mañanas le revitalizaran toda la silueta.
Es un poco tarde para desayunar... además, si seguimos haciendo cosas juntos acabaré por quedarme más tiempo y tendrás a un polizón agobiante en tus aposentos -apoyó un costado de su cuerpo contra la madera y situó (con gran fastidio de sentirse un mono de repetición) aquella como la primera vez que regresar al burdel le inspiraba verdadero hastío-. Será todo mucho más rápido, si me dices cuándo te volveré a ver. ¿Todavía sigues queriendo conocer mi piso?
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-No deberías privarte del tiempo matutino por un capricho mío, que algún día mi reloj le ganara al tuyo y será más satisfactorio saber que duermes en verdad- y podría entonces apreciar aquella belleza que parecía extinguirse en las horas de trabajo y nacer solo con el canto de los haces de luz y las danzas de las mujeres de oro y fuego. Bufó con una diminuta e imperceptible sonrisa surcando su rostro, pintándolo con la alegría que parecía antes extinta en él. Erradicada por las zancadillas de la vida y los abucheos del azar, que caprichoso era el destino y él lo sabía bien.
-¿Cuántas veces has mencionado ya mi necedad de preguntar? ¿Es acaso que te molesta?- más no podía asegurar cambiar si en una vida no lo había hecho ya los años que le restaban por vivir prometían ser igual. Se permitió, más que por razón por sentir, atrapar con sus labios los ajenos y con aquella suavidad que parecía desvanecer lo existente y materializar los sueños y deseos, una caricia más que un beso. Un saludo y no un adiós. Le observo con aquella proximidad que parecía de pronto jugar en su contra, como el demonio tentando no tenia medio de pecar pues sabía bien que su lugar estaba asegurado allá donde los injustos van a dar.
-Te lo he dicho ya, puedes venir cuando lo desees, y ni siquiera necesitas tocar- con sinceridad y aprecio pronuncio lo que se le antojo más como un rezo o una petición ¿Le pedía acaso volver? Quizás, en su peculiar modo de actuar pues no se permitiría jamás atreverse a rogar por la compañía de alguien más. Aunque, y había comprendido, el polaco le hacía dudar de todo aquello que antes había jurado no hacer otra vez. Que tropezar una vez le había valido para aprender, un tropiezo que más había parecido el salto de un barranco.
-No creo que exista realmente una cuestión en tus palabras, claro que lo quiero conocer. Pero me tendrías que decir donde es además, eres tu quien resulta tener el día ocupado y no me atrevería a interrumpir tus horas de trabajo- trabajo que si recordaba bien no conocía aun, como tantas otras cosas que se formulaban como cuestionamientos en su interior, estruendosos ecos que golpeaban su sien. Se permitió a si mismo imaginar el interior de su vivienda pues creía él con firmeza y convicción que mucho se podía aprender de alguien al entrar su “hogar”.
-Te llevare la cajetilla terminada- puntualizó, porque no le permitiría llevarse tal artefacto con un dibujo tan simple y falto de detalles, de aquellos que en otro tiempo habría hecho con asombrosa velocidad -Puedes elegir entonces tu el momento- y rezo, a Dios, los santos y dioses griegos porque no fuese una condena el tiempo que propondría para su encuentro.
-¿Cuántas veces has mencionado ya mi necedad de preguntar? ¿Es acaso que te molesta?- más no podía asegurar cambiar si en una vida no lo había hecho ya los años que le restaban por vivir prometían ser igual. Se permitió, más que por razón por sentir, atrapar con sus labios los ajenos y con aquella suavidad que parecía desvanecer lo existente y materializar los sueños y deseos, una caricia más que un beso. Un saludo y no un adiós. Le observo con aquella proximidad que parecía de pronto jugar en su contra, como el demonio tentando no tenia medio de pecar pues sabía bien que su lugar estaba asegurado allá donde los injustos van a dar.
-Te lo he dicho ya, puedes venir cuando lo desees, y ni siquiera necesitas tocar- con sinceridad y aprecio pronuncio lo que se le antojo más como un rezo o una petición ¿Le pedía acaso volver? Quizás, en su peculiar modo de actuar pues no se permitiría jamás atreverse a rogar por la compañía de alguien más. Aunque, y había comprendido, el polaco le hacía dudar de todo aquello que antes había jurado no hacer otra vez. Que tropezar una vez le había valido para aprender, un tropiezo que más había parecido el salto de un barranco.
-No creo que exista realmente una cuestión en tus palabras, claro que lo quiero conocer. Pero me tendrías que decir donde es además, eres tu quien resulta tener el día ocupado y no me atrevería a interrumpir tus horas de trabajo- trabajo que si recordaba bien no conocía aun, como tantas otras cosas que se formulaban como cuestionamientos en su interior, estruendosos ecos que golpeaban su sien. Se permitió a si mismo imaginar el interior de su vivienda pues creía él con firmeza y convicción que mucho se podía aprender de alguien al entrar su “hogar”.
-Te llevare la cajetilla terminada- puntualizó, porque no le permitiría llevarse tal artefacto con un dibujo tan simple y falto de detalles, de aquellos que en otro tiempo habría hecho con asombrosa velocidad -Puedes elegir entonces tu el momento- y rezo, a Dios, los santos y dioses griegos porque no fuese una condena el tiempo que propondría para su encuentro.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
Oscar sonrió cuando miró a través del rostro de Anuar, que tan en continua reflexión se encontraba, incluso si no le ofrecía una expresión diferente a todas las que le había comprobado antes de acabar en su casa con un día nuevo a través de la tosca ventana. Quizá ésa había sido una de las sensaciones que formaban parte de toda la esencia del rumano, que a pesar de cuanto hubiesen hablado sin conocerse más allá de todas esas horas, había logrado transmitirle lo mismo o, quizá, hasta más. Mucho más. Al cortesano no lo acusaban de 'callado' o 'serio' por nada, cierto era que no le hacía demasiada graciar justificarse y prefería dejarlo todo a la capacidad sensitiva o intuitiva de los demás, porque ésos demostrarían ser los más sinceros, los que jamás le juzgarían. Sin embargo, sí le gustaba hacer algo que mereciera la pena, incluso si ese algo era hablar, por lo que todo lo que llevaba platicando junto a Anuar portaba algo positivo ya implícito. Porque sabía que si el otro muchacho se había decidido a hablarle tanto y a concederle tanto, se debía a que él también formaba parte de ese grupo de comunicación tan etéreo. No importaba si el mismo Anuar estuviese al tanto de aquella especie de don o no, para Oscar era suficiente porque lo sentía.
Por supuesto que lo menciono, y sería bastante injusto por tu parte recriminármelo, si tú no puedes dejar de preguntar, yo no puedo dejar de hacer burla al respecto -y una burla cariñosa, pero esperaba que no fuera necesario especificar ese detalle a esas alturas-. Y por supuesto que no me molesta. El hecho de que siga aquí es la prueba.
La mención de las cajetillas le alegró de forma notoria, pues representaba un gesto mucho más simbólico de lo que Anuar pudiera imaginarse y aunque todavía seguía asestándose golpes contra sí mismo en su interior para no precipitarse y acabar calado hasta los huesos por la amargura de la realidad, también continuaba predominando en él la decisión que había tomado: abandonar el pesimismo por unos instantes, aunque fuesen unos instantes de auténtica utopía. Si el encuentro con Anuar había supuesto toda clase de primeras veces, de excepciones y sucesos inauditos en la rutina, no sólo de un día, sino de toda una existencia... entonces, lo menos que podía hacer Oscar era abandonarse al vagar incontrolable de sus emociones.
Claro, Anuar, pero creía haber dejado claro ya que sería pasado mañana -le respondió.
Pues dos días habían sido lo máximo que había conseguido calcular que tardaría en adecentar su casa para no dar la sensación de que estaba tan abandonada. Bien era cierto que trataba de frecuentarla siempre que podía y, a pesar de todo, seguía sin pretender engañar a Anuar. Le contaría a lo que se dedicaba, porque lo único que tenía de malo aquella manía del pelirrojo era que, tarde o temprano, si no se lo decía Oscar, él se lo acabaría preguntando. Y dado que pensaba disfrutar lo que fuera posible de la felicidad, se había propuesto también que sería sólo entonces cuando se lo diría, incluso si eso significaba que su respuesta se conviertiese en la última. El polaco se había encontrado ya con tantas reacciones a la confesión de su empleo, por no hablar del más que pulido prejuicio social por excelencia hacia la cortesanía, que lo único que no sabría nunca con certeza hasta que se llevara a cabo era cómo sería la de Anuar.
Nos vemos a la misma hora que la primera vez, en el mismo lugar -añadió, antes de volver a besarle, esa vez solazándose más tiempo en el cándor que era crear un contacto tan íntimo con el otro chico, transmitiéndole el significado de aquella acción como algo mucho más intrínseco que los soportes físicos.
Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y él estaba dispuesto a arriesgarse a comprobarlo.
Por supuesto que lo menciono, y sería bastante injusto por tu parte recriminármelo, si tú no puedes dejar de preguntar, yo no puedo dejar de hacer burla al respecto -y una burla cariñosa, pero esperaba que no fuera necesario especificar ese detalle a esas alturas-. Y por supuesto que no me molesta. El hecho de que siga aquí es la prueba.
La mención de las cajetillas le alegró de forma notoria, pues representaba un gesto mucho más simbólico de lo que Anuar pudiera imaginarse y aunque todavía seguía asestándose golpes contra sí mismo en su interior para no precipitarse y acabar calado hasta los huesos por la amargura de la realidad, también continuaba predominando en él la decisión que había tomado: abandonar el pesimismo por unos instantes, aunque fuesen unos instantes de auténtica utopía. Si el encuentro con Anuar había supuesto toda clase de primeras veces, de excepciones y sucesos inauditos en la rutina, no sólo de un día, sino de toda una existencia... entonces, lo menos que podía hacer Oscar era abandonarse al vagar incontrolable de sus emociones.
Claro, Anuar, pero creía haber dejado claro ya que sería pasado mañana -le respondió.
Pues dos días habían sido lo máximo que había conseguido calcular que tardaría en adecentar su casa para no dar la sensación de que estaba tan abandonada. Bien era cierto que trataba de frecuentarla siempre que podía y, a pesar de todo, seguía sin pretender engañar a Anuar. Le contaría a lo que se dedicaba, porque lo único que tenía de malo aquella manía del pelirrojo era que, tarde o temprano, si no se lo decía Oscar, él se lo acabaría preguntando. Y dado que pensaba disfrutar lo que fuera posible de la felicidad, se había propuesto también que sería sólo entonces cuando se lo diría, incluso si eso significaba que su respuesta se conviertiese en la última. El polaco se había encontrado ya con tantas reacciones a la confesión de su empleo, por no hablar del más que pulido prejuicio social por excelencia hacia la cortesanía, que lo único que no sabría nunca con certeza hasta que se llevara a cabo era cómo sería la de Anuar.
Nos vemos a la misma hora que la primera vez, en el mismo lugar -añadió, antes de volver a besarle, esa vez solazándose más tiempo en el cándor que era crear un contacto tan íntimo con el otro chico, transmitiéndole el significado de aquella acción como algo mucho más intrínseco que los soportes físicos.
Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y él estaba dispuesto a arriesgarse a comprobarlo.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/10/2011
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Re: En ausencia del arte [Oscar]
-Supongo que es entonces algo bastante justo, y a las burlas e de acostumbrarme si así ha de ser- sonrió, con cierto atisbo de gracia y sorna que no solían ir en compañía de sus palabras pues indiferencia y hastió ocupaban siempre su lugar. Si en los últimos meses había sentido que la soledad le robaba el raciocinio y que las calladas voces de su interior se expresaban a gritos, aquellas emociones habían desaparecido por motivos que pretendía desconocer, y se apelmazaban todos en aquel preciso instante y en aquel exacto ser. Sentía ahora la ansiedad de saberse en soledad hasta su nuevo encuentro, pues no importando la gente que le pudiese rodear el hablar del clima, la falta de tiempo y política no sería jamás un buen tema de conversación. Quizás no con todo el mundo.
-Quizás mi subconsciente solo deseaba escuchar una fecha más cercana- y como de no haber confesado tal cosa se encogió de hombros pensando en todo aquello que quedaba por contar, compartir y contemplar en compañía del polaco. Que difícil se le hizo de pronto, no reducir su día a las horas en que la madre luna se dignaba a emerger con sus ostentosas vestimentas y en compañía de sus caprichosas hijas, que difícil fue saber que el tiempo jugaba ahora en contra de dos y que los días les harían envejecer por igual.
Tendría ahora que recordar los antecedentes de aquel encuentro, pues no era un ritual asistir a aquel lugar a alguna hora pactada con el padre tiempo. Había asistido movido por la necesidad de cambio y nada más, hastiado de una monotonía que forjaba cimientos en su nuevo hogar –Me parece bien- susurro divagando en su interior, recreando el escenario que recordaba con claridad. Entreabrió los labios sin pretender ultrajar la castidad y dilección de aquel beso, adjetivos que quizás solo lograban sonar acordes en su cabeza e interior. El habla deformaba siempre los mensajes, la palabra adquiría significados según su receptor y su emisor poco terminaba importando a la hora de decodificar.
-Hasta entonces- pronuncio, porque ninguna otra palabra u oración le podría hacer comprender que no era un adiós.
(Disculpa la mirruña de post )
-Quizás mi subconsciente solo deseaba escuchar una fecha más cercana- y como de no haber confesado tal cosa se encogió de hombros pensando en todo aquello que quedaba por contar, compartir y contemplar en compañía del polaco. Que difícil se le hizo de pronto, no reducir su día a las horas en que la madre luna se dignaba a emerger con sus ostentosas vestimentas y en compañía de sus caprichosas hijas, que difícil fue saber que el tiempo jugaba ahora en contra de dos y que los días les harían envejecer por igual.
Tendría ahora que recordar los antecedentes de aquel encuentro, pues no era un ritual asistir a aquel lugar a alguna hora pactada con el padre tiempo. Había asistido movido por la necesidad de cambio y nada más, hastiado de una monotonía que forjaba cimientos en su nuevo hogar –Me parece bien- susurro divagando en su interior, recreando el escenario que recordaba con claridad. Entreabrió los labios sin pretender ultrajar la castidad y dilección de aquel beso, adjetivos que quizás solo lograban sonar acordes en su cabeza e interior. El habla deformaba siempre los mensajes, la palabra adquiría significados según su receptor y su emisor poco terminaba importando a la hora de decodificar.
-Hasta entonces- pronuncio, porque ninguna otra palabra u oración le podría hacer comprender que no era un adiós.
(Disculpa la mirruña de post )
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/06/2010
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