AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La llave magica [Privado]
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La llave magica [Privado]
Podrán encadenarme las manos
podrán encadenarme los pies
pero jamás podrán encadenarme las ideas.
podrán encadenarme los pies
pero jamás podrán encadenarme las ideas.
La carpa estaba completamente lista. Aparte de la que tienda que se encontraba en la zona comercial, había decidido poner una a las afueras del mercado ambulante. Una que reflejara el espíritu de el pueblo no respeta. ¿Por qué no respetado? Tantas distinciones sociales, tantas discriminaciones que nos han hecho ir perdiendo números de personas. Quería que se reflejara su naturaleza salvaje, su aire de aventura, sus colores llenos de vida y hacer que incluso el más "miserable" quisiera estar a su alrededor disfrutando de sus colores. Era cierto que era de las pocas beneficiadas con las telas que eran enviadas de aquel pueblo donde nací, pero lo que muchos no sabían es que muchas de las ganancias eran enviados a ellos, incluso dinero extra mandado a orfelinatos pues ¿Para que tener tanto dinero sino es compartido? El dinero llama al poder, el poder a la destrucción y no solo a la destrucción del que lo tiene sino a todo aquel que este a su alrededor cuando camina. Encendí un incienso con la ayuda de los fósforos. ¿A quién se le había ocurrido tan ingeniosa idea? Nada de piedras para prender la leña como me había enseñado mi madre, aquí en Paris todo era tan elegante y practico, o bueno al menos la mayoría de las cosas.
Un grupo de niños se había acercado a la carpa pues los olores y los sonidos habían hecho que su curiosidad se despertará. Que diferencia en ellos son sus trajes hechos a la medida con aquella tela fina, que diferencia con aquellos niños que se encontraban dentro de mi pequeño local alimentándose de lo que hace semanas no hacían. Sin embargo la inocencia se veía en su rostro, ese rostro tan tranquilo, esa sonrisa tan dulce, esa mirada sincera que aun no estaba corrompida por el deseo de sus padres, ellos los que se veían igual que los demás, que jugaban con una piedra con el primero que veían al salir, por ellos las flores debían de llenarnos de su magia, el sol de su luz y energía y la música de sus sonrisas.
Una voz fue la que hizo se pusieran alerta y volvieran a esos majestuosos carruajes, aquellos grandes y ostentosos medios de transporte no se movieron ni un poco al contrario, la puerta se abrió y una señora con brillantes exagerados descendía con la ayuda de su chofer. Mordí mi labio para no hacer una mueca de desprecio, lo cierto era que odiaba a ese tipo de gente, esa que nos ve a los demás por encima del hombro, como si fuéramos una raza diferente, como si los animales fueran más privilegiados que nosotros. Su voz chillona pregunto por las telas más caras finas que tenía, también me preguntó si podía ir a su hogar a bordar su nombre en cortinas, asentí, dinero era dinero más comida para poder comprar más personas con alimento al despertar. Como si una enfermedad contagiosa tuviera hizo que su chofer se despidiera de mi de la mano mientras volvía a ponerse cómoda en aquellos asientos. El hombre se disculpó verdaderamente apenado, me limite a sonreírle y entonces perdí el rastro de ellos a lo lejos cuando se iban directo a casa.Las indicaciones para llegar a aquella mansión no me habían sido difíciles, de hecho sabía muy bien de Paris pues había estado vagando por las calles para poder aprender y que nadie quisiera hacerme un poco tonta.
Cerré la carpa cuando la noche se estaba haciendo presente y me dirigí a aquel lugar. Estaba cansada si, pero al menos debía ir a conocer el terreno, poder ver aquellas cortinas, y saber que colores serían los apropiados para traer. La puerta de la casa se me abrió hasta asegurarse que era la persona correcta, también después de que aquel guardia pusiera sus horrendas manos en el cuerpo "comprobando" que no tenía nada peligroso. Hice mi trabajo como era debido y entonces aquel hombre llego, dejando en claro que yo había llamado su atención, dejando en claro también que este siempre tenía lo que quería. Bufé e ignore en toda mi estadía a aquel lugar hasta que vi como trataba a su ama de llames, hasta que vi aquella cachetada cuando la mujer temblorosa mostró como uno de sus hermanos había arruinado su ropa, gruñí con fuerza bastante molesta, casi cometía el error de soltar un grito cuando vi la negación de la mujer y salí de aquel lugar molesta. ¿Qué le dolería perder a aquel caprichoso joven?
Me despedí del portero y salí a paso apresurado para poder volver con la comunidad con la que ahora vivía, mi cama me esperaba y en un profundo sueño caí pensando antes claro en que podría sacar de provecho de aquellos ricos abusivos. Los días comenzaron a pasar, mi trabajo en aquel lugar era pagado con creces por la rapidez y la calidad con lo que lo hacía. ¡Pues claro que me apresuraba! No deseaba ver a ese hombre. Una tarde un pequeño paquete llego a la mansión y un error grande había cometido al mostrarme de que se trataba. Esa pequeña llave que tenía según por lo que decían un tesoro importante en Versalles y que pronto sería mía.
Era cierto no necesitaba robar, mucho menos dinero para por lo menos tener un pan que comer pero había aprendido a hacerlo cuando estaba de aldea en aldea y cuando daba de comer a aquellos pobres con el dinero de los ricos. Aquella noche al finalizar el trabajo en vez de dormir había preparado toda una estrategia para entrar al lugar sin ser vista y salir sin ningún problema. La llave sería mía y Paris se paralizaría buscando aquel objeto. ¿Sospechosa? Si, quizás lo era pero sobre aquellos que sirven no se pasa, no cuando sin ellos la gente rica no sería nada. Escondida entre los arboles traseros me encontraba, las luces del lugar se iban apagando una a una en el transcurso de la noche, segura estaba que nadie me había seguido, unos minutos más y entraría, estaba segura de eso.
Un grupo de niños se había acercado a la carpa pues los olores y los sonidos habían hecho que su curiosidad se despertará. Que diferencia en ellos son sus trajes hechos a la medida con aquella tela fina, que diferencia con aquellos niños que se encontraban dentro de mi pequeño local alimentándose de lo que hace semanas no hacían. Sin embargo la inocencia se veía en su rostro, ese rostro tan tranquilo, esa sonrisa tan dulce, esa mirada sincera que aun no estaba corrompida por el deseo de sus padres, ellos los que se veían igual que los demás, que jugaban con una piedra con el primero que veían al salir, por ellos las flores debían de llenarnos de su magia, el sol de su luz y energía y la música de sus sonrisas.
Una voz fue la que hizo se pusieran alerta y volvieran a esos majestuosos carruajes, aquellos grandes y ostentosos medios de transporte no se movieron ni un poco al contrario, la puerta se abrió y una señora con brillantes exagerados descendía con la ayuda de su chofer. Mordí mi labio para no hacer una mueca de desprecio, lo cierto era que odiaba a ese tipo de gente, esa que nos ve a los demás por encima del hombro, como si fuéramos una raza diferente, como si los animales fueran más privilegiados que nosotros. Su voz chillona pregunto por las telas más caras finas que tenía, también me preguntó si podía ir a su hogar a bordar su nombre en cortinas, asentí, dinero era dinero más comida para poder comprar más personas con alimento al despertar. Como si una enfermedad contagiosa tuviera hizo que su chofer se despidiera de mi de la mano mientras volvía a ponerse cómoda en aquellos asientos. El hombre se disculpó verdaderamente apenado, me limite a sonreírle y entonces perdí el rastro de ellos a lo lejos cuando se iban directo a casa.Las indicaciones para llegar a aquella mansión no me habían sido difíciles, de hecho sabía muy bien de Paris pues había estado vagando por las calles para poder aprender y que nadie quisiera hacerme un poco tonta.
Cerré la carpa cuando la noche se estaba haciendo presente y me dirigí a aquel lugar. Estaba cansada si, pero al menos debía ir a conocer el terreno, poder ver aquellas cortinas, y saber que colores serían los apropiados para traer. La puerta de la casa se me abrió hasta asegurarse que era la persona correcta, también después de que aquel guardia pusiera sus horrendas manos en el cuerpo "comprobando" que no tenía nada peligroso. Hice mi trabajo como era debido y entonces aquel hombre llego, dejando en claro que yo había llamado su atención, dejando en claro también que este siempre tenía lo que quería. Bufé e ignore en toda mi estadía a aquel lugar hasta que vi como trataba a su ama de llames, hasta que vi aquella cachetada cuando la mujer temblorosa mostró como uno de sus hermanos había arruinado su ropa, gruñí con fuerza bastante molesta, casi cometía el error de soltar un grito cuando vi la negación de la mujer y salí de aquel lugar molesta. ¿Qué le dolería perder a aquel caprichoso joven?
Me despedí del portero y salí a paso apresurado para poder volver con la comunidad con la que ahora vivía, mi cama me esperaba y en un profundo sueño caí pensando antes claro en que podría sacar de provecho de aquellos ricos abusivos. Los días comenzaron a pasar, mi trabajo en aquel lugar era pagado con creces por la rapidez y la calidad con lo que lo hacía. ¡Pues claro que me apresuraba! No deseaba ver a ese hombre. Una tarde un pequeño paquete llego a la mansión y un error grande había cometido al mostrarme de que se trataba. Esa pequeña llave que tenía según por lo que decían un tesoro importante en Versalles y que pronto sería mía.
Era cierto no necesitaba robar, mucho menos dinero para por lo menos tener un pan que comer pero había aprendido a hacerlo cuando estaba de aldea en aldea y cuando daba de comer a aquellos pobres con el dinero de los ricos. Aquella noche al finalizar el trabajo en vez de dormir había preparado toda una estrategia para entrar al lugar sin ser vista y salir sin ningún problema. La llave sería mía y Paris se paralizaría buscando aquel objeto. ¿Sospechosa? Si, quizás lo era pero sobre aquellos que sirven no se pasa, no cuando sin ellos la gente rica no sería nada. Escondida entre los arboles traseros me encontraba, las luces del lugar se iban apagando una a una en el transcurso de la noche, segura estaba que nadie me había seguido, unos minutos más y entraría, estaba segura de eso.
Última edición por Milenka Sandoje el Sáb Dic 17, 2011 5:09 am, editado 1 vez
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: La llave magica [Privado]
Salí riendo de la taberna, no recuerdo qué idiotez había dicho uno de mis colegas de parranda, pero me había causado una carcajada como pocas. Una vez fuera el frío golpeó mi cuerpo y el alcohol que había ingerido aquella vez parecía insuficiente como para mantenerme con una buena temperatura, me llevé las manos al brazo contrario y comencé a frotarlos, caminé rumbo a algún sitio para resguardarme, aunque la idea de regresar a la taberna y pasar la noche ahí bebiendo cada vez parecía más tentadora.
Cuando estoy en mi forma humana puedo imaginarme como reaccionaría mi cuerpo siendo corgi ante ciertas situaciones, aquella fue una de esas, pude imaginarme las largas orejas puntiagudas (sé cómo es un perro de esos porque he visto mi reflejo en el agua, y la gente rica, sobre todo los ingleses, suelen poseer perro como yo) moviéndose en dirección a aquel sonido imperceptible, un sollozo ahogado por la neblina de las calles y por una garganta tímida. Sin pensarlo dos veces encaminé mis pasos en aquella dirección y vi a un niño, de unos 12 años abrazando a una pequeña de unos 8 años. De inmediato me recordó las noches en que Lucía se acurrucaba en mis brazos y lloraba al no poder soportar el dolor que aquella enfermedad que padeció, y nunca supimos cuál era, le producía.
-Te vas a poner bien –escuché al chico decirle a la niña. Ambos vestían de forma humilde y para ser la hora que era, parecía que no tenían a dónde ir.
-No quiero… -la niña hipó –que me queden cicatrices –y miraba con ahínco el dorso de sus pequeñas manos.
Fruncí el ceño y con paso firme me acerqué a ellos, cuando estuve a pocos metros noté las heridas en las manos de la niña, como si hubiesen sido azotadas por una vara muy delgada y muy letal; llamé su atención, descubrí que el niño se llamaba Alaric y la niña Marie, y que ambos eran hijos de una sirvienta en Versalles, que habían vivido ahí con su madre, a regañadientes de los aristócratas pero que al primer error, fueron expulsados sin darle oportunidad a su madre de rogar por ellos. Marie había roto un jarrón que diplomáticos chinos habían regalado a la casa real, un jarrón invaluable, y ese fue el pretexto para mandarlos a las calles desamparados, no sin antes reprender físicamente a la pobre niña.
Tuve que contener mi enojo para poder sacarles más información. Pregunté el nombre de su madre y luego les pedí que me llevaran hasta Versalles, que me escabulliría, entraría y le diría a la mujer que yo me haría cargo de ellos en lo que encontrábamos un mejor lugar. No los iba a dejar ahí solos, claro que no, aunque ya era complicado encontrar comida para mí, nada me costaba partir la hogaza de pan en tres.
Llegamos a la parte trasera del palacio, mi misión era clara, aunque tampoco iba a desaprovechar, esta gente se merece todas las calamidades del mundo, y para su desgracia, esta noche, la calamidad era yo, iba a robar todo lo que se pusiera en mi camino. Era justo, ¿no?, lo vendería y alimentaría a Alaric y Marie, los niños a los que ellos dejaron abandonados en las calles parisinas.
Brincar la barda fue sencillo, una vez del otro lado hice un esfuerzo mayor para transformarme en zorro, así era más ágil y pequeño, además así no verían mi rostro y no podrían reconocerme en la calle. Sin embargo, una vez como animal, supe que no estaba solo, alguien más se escondía entre los arbustos. ¿Competencia esta noche?, ¿quién en su sano juicio se metería a un sitio como este a robar?, yo, por ejemplo, no estoy en mi sano juicio.
Cuando estoy en mi forma humana puedo imaginarme como reaccionaría mi cuerpo siendo corgi ante ciertas situaciones, aquella fue una de esas, pude imaginarme las largas orejas puntiagudas (sé cómo es un perro de esos porque he visto mi reflejo en el agua, y la gente rica, sobre todo los ingleses, suelen poseer perro como yo) moviéndose en dirección a aquel sonido imperceptible, un sollozo ahogado por la neblina de las calles y por una garganta tímida. Sin pensarlo dos veces encaminé mis pasos en aquella dirección y vi a un niño, de unos 12 años abrazando a una pequeña de unos 8 años. De inmediato me recordó las noches en que Lucía se acurrucaba en mis brazos y lloraba al no poder soportar el dolor que aquella enfermedad que padeció, y nunca supimos cuál era, le producía.
-Te vas a poner bien –escuché al chico decirle a la niña. Ambos vestían de forma humilde y para ser la hora que era, parecía que no tenían a dónde ir.
-No quiero… -la niña hipó –que me queden cicatrices –y miraba con ahínco el dorso de sus pequeñas manos.
Fruncí el ceño y con paso firme me acerqué a ellos, cuando estuve a pocos metros noté las heridas en las manos de la niña, como si hubiesen sido azotadas por una vara muy delgada y muy letal; llamé su atención, descubrí que el niño se llamaba Alaric y la niña Marie, y que ambos eran hijos de una sirvienta en Versalles, que habían vivido ahí con su madre, a regañadientes de los aristócratas pero que al primer error, fueron expulsados sin darle oportunidad a su madre de rogar por ellos. Marie había roto un jarrón que diplomáticos chinos habían regalado a la casa real, un jarrón invaluable, y ese fue el pretexto para mandarlos a las calles desamparados, no sin antes reprender físicamente a la pobre niña.
Tuve que contener mi enojo para poder sacarles más información. Pregunté el nombre de su madre y luego les pedí que me llevaran hasta Versalles, que me escabulliría, entraría y le diría a la mujer que yo me haría cargo de ellos en lo que encontrábamos un mejor lugar. No los iba a dejar ahí solos, claro que no, aunque ya era complicado encontrar comida para mí, nada me costaba partir la hogaza de pan en tres.
Llegamos a la parte trasera del palacio, mi misión era clara, aunque tampoco iba a desaprovechar, esta gente se merece todas las calamidades del mundo, y para su desgracia, esta noche, la calamidad era yo, iba a robar todo lo que se pusiera en mi camino. Era justo, ¿no?, lo vendería y alimentaría a Alaric y Marie, los niños a los que ellos dejaron abandonados en las calles parisinas.
Brincar la barda fue sencillo, una vez del otro lado hice un esfuerzo mayor para transformarme en zorro, así era más ágil y pequeño, además así no verían mi rostro y no podrían reconocerme en la calle. Sin embargo, una vez como animal, supe que no estaba solo, alguien más se escondía entre los arbustos. ¿Competencia esta noche?, ¿quién en su sano juicio se metería a un sitio como este a robar?, yo, por ejemplo, no estoy en mi sano juicio.
Invitado- Invitado
Re: La llave magica [Privado]
Los días que había pasado dentro de ese lugar, fueron suficientes para darme cuenta que no tenían la mejor de las seguridades. Primero que nada, los hombres que se decían guardias, protectores, o como quisieran llamarles, se la pasaban intentando tener un poco de vida sexual con las doncellas del lugar. El poco tiempo que pasaban vigilando las zonas, era para buscar un lugar cómodo, y así poder dormir un rato sin ser interrumpidos por sus patrones. Eran tan poco eficientes en su trabajo, que no habría problema alguno en ingresar al lugar. Menos por las puertas laterales, pues los guardias solo se interesaban por las de la parte delantera, y la trasera. La última de las velas había sido apagada aquella noche. No había ruido alguno más que de los grillos, algunos ladridos a lo lejos, gritos que se podían identificar claramente dentro del bosque, risas de algunas casas vecinas por las grandes fiestas, pero nada que viniera de aquel lugar, o bueno, nada que se pudiera identificar de manera fácil. Observé un animal andar por el lugar pero no podía identificarlo con claridad a falta de luz. No importa.
Salí de mi escondite para caminar con cierta rapidez hasta uno de los muros, daba gracias que tuvieran faros para poder prensarme de ellos, e ir escalando hasta llegar al final del concreto. Ya estando arriba, me senté observando (lo que podía claro) a mi alrededor. Lo bueno de esos muros es que no están demasiado altos, las familias con demasiado poder adquisitivo, tienen esas maneras de ser tan exageradamente ostentosos, que no les importaba ponerse en peligro presumiendo sus grandes construcciones, y sobre todos sus terrenos bien cuidados gracias a sus trabajadores, todos estos sufriendo abusos de poder, gracias al dinero que necesitaban para poder alimentar a sus familias, y a ellos mismos. Mis amos se aferraron con fuerza al muro, deslicé hacía enfrente todo mi cuerpo dejando al aire mi espalda, cuando me sentí segura de la manera en que iba a caer, di un brinco. Sentí como el impacto había hecho mi cuerpo tambalearse un poco, tenías las piernas un poco dobladas a causa de la caída. Unos segundos tardé para poder ponerme de pie, las ropas que traía esa noche no eran para nada incomodas, lo bueno de la costumbre de hacer esas cosas era que no importaba la vestimenta, se podía hacer lo que querías.
Antes de avanzar pude notar con claridad al hermoso animal que estaba a mi lado - ¿Me vas a acompañar amigo? - Sonreí de manera amplia al verlo, otro intruso estaba en la casa, lo sabía por que los dueños solo tenían un pequeño perrito, capricho de una de las hijas. Comencé a caminar con cuidado, observando de un lado a otro para no ser sorprendida antes de tiempo. La llave, sabía a donde tenía que llegar: La habitación de William. Así era el nombre de aquel abusivo, si era descubierta por él, tendría que utilizar el asqueroso plan B, seducir al caballero, convencerlo que había llegado hasta ahí para poder estar con él, una noche sin que nadie nos dijera nada, confiaba en mis habilidades, o bueno, eso intentaba, así no tendría que llegar hasta ese desagradable momento.
De un momento a otro, ya me encontraba en la puerta trasera de la casa. ¿Cómo la podría abrir? Recordé entonces que mi "querido" padre me había enseñado que las puertas no eran tan difíciles de quitar, menos cuanto eran de manera. Cargabas un poquito, la hacías a la derecha, y con eso podías sacar el seguro de la puerta para poder entrar sin ningún problema, pero para eso necesitaba otras dos manos. Bufé suavemente, quizás si corría con suerte la perilla no estaría trancada con seguro, pero aquello era bastante poco probable. Frente a esa puerta estaba ya, inclinando mi cuerpo para poder ver a través del vidrio, todo estaba tranquilo, podía ver gracias a una vela que estaba encendida, no había nadie del cual poder preocuparme. Coloqué mi mano en la perilla al tiempo que veía por el vidrio. Giré suavemente pero no tuve éxito alguno. - Necesito refuerzos - Susurré, mi pensamiento había salió como si con alguien estuviera hablando, o como si alguien pudiera escucharme. Un sonido hizo que me agachará y pusiera alerta, entre las sombras podía esconderme bien, pues aquella ubicación no era muy visible que digamos. Mi tranquilidad llegó cuando de nuevo, aquel zorro estaba a mi lado, este era el causante de los sonidos en el lugar - Que susto me has dado - Hablé con este como si me pudiera entender. Recargué mi cuerpo sobre la pared fría y cerré los ojos, tenía que pensar por unos momentos una manera diferente de entrar por aquella llave mágica.
Salí de mi escondite para caminar con cierta rapidez hasta uno de los muros, daba gracias que tuvieran faros para poder prensarme de ellos, e ir escalando hasta llegar al final del concreto. Ya estando arriba, me senté observando (lo que podía claro) a mi alrededor. Lo bueno de esos muros es que no están demasiado altos, las familias con demasiado poder adquisitivo, tienen esas maneras de ser tan exageradamente ostentosos, que no les importaba ponerse en peligro presumiendo sus grandes construcciones, y sobre todos sus terrenos bien cuidados gracias a sus trabajadores, todos estos sufriendo abusos de poder, gracias al dinero que necesitaban para poder alimentar a sus familias, y a ellos mismos. Mis amos se aferraron con fuerza al muro, deslicé hacía enfrente todo mi cuerpo dejando al aire mi espalda, cuando me sentí segura de la manera en que iba a caer, di un brinco. Sentí como el impacto había hecho mi cuerpo tambalearse un poco, tenías las piernas un poco dobladas a causa de la caída. Unos segundos tardé para poder ponerme de pie, las ropas que traía esa noche no eran para nada incomodas, lo bueno de la costumbre de hacer esas cosas era que no importaba la vestimenta, se podía hacer lo que querías.
Antes de avanzar pude notar con claridad al hermoso animal que estaba a mi lado - ¿Me vas a acompañar amigo? - Sonreí de manera amplia al verlo, otro intruso estaba en la casa, lo sabía por que los dueños solo tenían un pequeño perrito, capricho de una de las hijas. Comencé a caminar con cuidado, observando de un lado a otro para no ser sorprendida antes de tiempo. La llave, sabía a donde tenía que llegar: La habitación de William. Así era el nombre de aquel abusivo, si era descubierta por él, tendría que utilizar el asqueroso plan B, seducir al caballero, convencerlo que había llegado hasta ahí para poder estar con él, una noche sin que nadie nos dijera nada, confiaba en mis habilidades, o bueno, eso intentaba, así no tendría que llegar hasta ese desagradable momento.
De un momento a otro, ya me encontraba en la puerta trasera de la casa. ¿Cómo la podría abrir? Recordé entonces que mi "querido" padre me había enseñado que las puertas no eran tan difíciles de quitar, menos cuanto eran de manera. Cargabas un poquito, la hacías a la derecha, y con eso podías sacar el seguro de la puerta para poder entrar sin ningún problema, pero para eso necesitaba otras dos manos. Bufé suavemente, quizás si corría con suerte la perilla no estaría trancada con seguro, pero aquello era bastante poco probable. Frente a esa puerta estaba ya, inclinando mi cuerpo para poder ver a través del vidrio, todo estaba tranquilo, podía ver gracias a una vela que estaba encendida, no había nadie del cual poder preocuparme. Coloqué mi mano en la perilla al tiempo que veía por el vidrio. Giré suavemente pero no tuve éxito alguno. - Necesito refuerzos - Susurré, mi pensamiento había salió como si con alguien estuviera hablando, o como si alguien pudiera escucharme. Un sonido hizo que me agachará y pusiera alerta, entre las sombras podía esconderme bien, pues aquella ubicación no era muy visible que digamos. Mi tranquilidad llegó cuando de nuevo, aquel zorro estaba a mi lado, este era el causante de los sonidos en el lugar - Que susto me has dado - Hablé con este como si me pudiera entender. Recargué mi cuerpo sobre la pared fría y cerré los ojos, tenía que pensar por unos momentos una manera diferente de entrar por aquella llave mágica.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: La llave magica [Privado]
Observé a la mujer, era divertido, pues ella daba por hecho que yo era un zorro común y corriente, no hice nada, ni quiera un sonido tenue ante su pregunta, al parecer sus intenciones al estar ahí eran muy parecidas a las mías, no venía mal un poco de ayuda, esa gente, la que vivía en aquella casa, merecía todas las calamidades del mundo, dos ladrones no eran suficiente castigo pero ya me encargaría de que muchas más plagas cayeran sobre ellos.
La miré mientras se deslizaba por el lugar e iba hasta la puerta, por ahora me ayudaría a ser mis ojos, ya que yo no podía ver muchas cosas, mucho menos en la obscuridad, sólo me guiaba por mi oído y mi olfato, cosas que aproveché para olfatear y tratar de detectar movimiento en lo que ella luchaba con la puerta. Volteé cuando admitió necesitar refuerzos y luego regresó a un lugar seguro. Se me ocurrió algo, el problema radicaba en que ella no saliera de su escondite y echara a perder todo. La miré inclinando la cabeza a un lado y luego me acerqué a la puerta que ella antes no pudo abrir, rogaba porque no se le ocurriera seguirme o lo arruinaría todo.
Rasqué con la pata la puerta, si no tenían mascotas, al menos el sonido llamaría la atención de alguien. Tardé un par de minutos así hasta que escuché pasos en el interior y me escondí también. Uno de los guardias abrió buscando el origen del sonido, y aprovechando mi agilidad como zorro, me escabullí entre sus piernas sin que él se diera cuenta. Una vez dentro me volví a esconderme hasta que el guardia desapareciera de vista cuando no encontró nada afuera. Caminé olfateando hasta encontrar un armario de limpieza, empujé la puerta entreabierta y ahí regresé a mi forma humana completamente desnudo.
Había elegido ese sitio porque ahí se encontraba un overol que seguramente el jardinero ocupaba, me quedaba grande pero al menos me ayudaba a no andar sin nada por ahí. Regresé sobre mis pasos con completo sigilo, ser lo que soy, hacer lo que hago me ha ayudado a poder moverme así sin necesidad de ser perro o zorro.
Finalmente abrí la puerta y me asomé buscando a la chica que antes me hizo compañía cuando yo era un simple animal.
-¡Hey! –llamé en voz baja-, ¿estás ahí? –la busqué sin apartarme de la puerta pues no podía arriesgarme a que se cerrara, el plan no funcionaría dos vece. Aguardé entornando los ojos para poder divisarla entre las plantas-, es seguro, podemos entrar –le hablaba al aire y no podía elevar más la voz o entonces sí seríamos descubiertos.
La miré mientras se deslizaba por el lugar e iba hasta la puerta, por ahora me ayudaría a ser mis ojos, ya que yo no podía ver muchas cosas, mucho menos en la obscuridad, sólo me guiaba por mi oído y mi olfato, cosas que aproveché para olfatear y tratar de detectar movimiento en lo que ella luchaba con la puerta. Volteé cuando admitió necesitar refuerzos y luego regresó a un lugar seguro. Se me ocurrió algo, el problema radicaba en que ella no saliera de su escondite y echara a perder todo. La miré inclinando la cabeza a un lado y luego me acerqué a la puerta que ella antes no pudo abrir, rogaba porque no se le ocurriera seguirme o lo arruinaría todo.
Rasqué con la pata la puerta, si no tenían mascotas, al menos el sonido llamaría la atención de alguien. Tardé un par de minutos así hasta que escuché pasos en el interior y me escondí también. Uno de los guardias abrió buscando el origen del sonido, y aprovechando mi agilidad como zorro, me escabullí entre sus piernas sin que él se diera cuenta. Una vez dentro me volví a esconderme hasta que el guardia desapareciera de vista cuando no encontró nada afuera. Caminé olfateando hasta encontrar un armario de limpieza, empujé la puerta entreabierta y ahí regresé a mi forma humana completamente desnudo.
Había elegido ese sitio porque ahí se encontraba un overol que seguramente el jardinero ocupaba, me quedaba grande pero al menos me ayudaba a no andar sin nada por ahí. Regresé sobre mis pasos con completo sigilo, ser lo que soy, hacer lo que hago me ha ayudado a poder moverme así sin necesidad de ser perro o zorro.
Finalmente abrí la puerta y me asomé buscando a la chica que antes me hizo compañía cuando yo era un simple animal.
-¡Hey! –llamé en voz baja-, ¿estás ahí? –la busqué sin apartarme de la puerta pues no podía arriesgarme a que se cerrara, el plan no funcionaría dos vece. Aguardé entornando los ojos para poder divisarla entre las plantas-, es seguro, podemos entrar –le hablaba al aire y no podía elevar más la voz o entonces sí seríamos descubiertos.
Invitado- Invitado
Re: La llave magica [Privado]
Por un escaso momento, creí que iba a ser descubierta, los pasos resonaban con fuerza mientras se acercaban a la puerta trasera. Me moví un poco para que la luz de la luna no dejara ver ninguno de mis cabellos. La puerta se azotó con fuerza, me puse de pie limpiando las palmas de la mano y también el vestido para no dejar rastro de polvo al entrar. Di varios pasos, y una voz me hizo quedarme completamente estática. Alguien me había descubierto, alguien que ¿Me invitaba a entrar?
Incliné mi cuerpo suavemente hacía adelante, mis negros cabellos se hicieron también hacía adelante. como queriendo ver a la persona que solicitaba de nosotros. Observe con total calma el rostro pálido del muchacho, bastante flaco, sus ojos completamente expresivos pero con un aire de ausencia, sus labios gruesos y rojos. Pero no, no era el momento para estar estudiando el rostro del joven. ¿Cómo había llegado hasta adentro? Y también me quedaba la duda de ¿Cómo sabía que iba a entrar? Una de mis cejas se levanto, mi inseguridad era bastante grande pero ya que había llegado a ese momento, a esa situación, solo quedaba confiar en el joven de la puerta.
Me quede frente a él, empuje la puerta con cuidado para cerrarla detrás de mi, no pude evitar seguir mirándolo con bastante duda - ¿Tu quien eres? ¿Qué sabes de mi? ¿Cómo supiste? - Miré a nuestro alrededor bastante alterada, la mueca no se salía de mis labios, pero cuando casi estuve por hacerle otra pregunta, un sonido llamó mi atención. Me agaché tomándolo de la mano con fuerza, comencé a gatear por la isla de la cocina, mirando hacía atrás para ver que no se me perdiera. Una sombra paseo de un corredor hacía el otro como si estuviera haciendo guardia, asomé mi cabeza por el pasillo y me di cuenta que un hombre con un arma se dirigía hacía donde nos encontrábamos, la ventaja de no tener una antorcha en mano o algo así, es que no nos podrían descubrir, por eso giramos nuestro cuerpo hacía la derecha siguiendo un pasillo inclinado, ahí nos podíamos esconder sin problema alguno.
Cuando el sonido de los pasos se desvaneció, volvió a ponerme de pie. - No se te ocurra hacer ruido, pretendo llevarme de este lugar algo valioso - Indiqué con el tono de voz bastante alto, más de lo que hubiera querido, pero nadie nos había escuchado. Lo cierto era que me había ayudado a entrar a la casa, pero no entendía bien que hacía por ahí. No había ya sonido alguno más que el sonido del viento chocando contra las paredes y las ventanas. Me sabía de memoria el lugar, por algo había llegado hasta ahí. sonreí bastante convencida que nadie nos descubriría - Vengo para hacer que esta familia sufra - Le dije a sabiendas que venía detrás de mi, quizás el solo venia por alimento o algo sencillo, pero yo necesitaba esa llave, seguramente París entero se pondría mudo a casa de ese acontecimiento.
Incliné mi cuerpo suavemente hacía adelante, mis negros cabellos se hicieron también hacía adelante. como queriendo ver a la persona que solicitaba de nosotros. Observe con total calma el rostro pálido del muchacho, bastante flaco, sus ojos completamente expresivos pero con un aire de ausencia, sus labios gruesos y rojos. Pero no, no era el momento para estar estudiando el rostro del joven. ¿Cómo había llegado hasta adentro? Y también me quedaba la duda de ¿Cómo sabía que iba a entrar? Una de mis cejas se levanto, mi inseguridad era bastante grande pero ya que había llegado a ese momento, a esa situación, solo quedaba confiar en el joven de la puerta.
Me quede frente a él, empuje la puerta con cuidado para cerrarla detrás de mi, no pude evitar seguir mirándolo con bastante duda - ¿Tu quien eres? ¿Qué sabes de mi? ¿Cómo supiste? - Miré a nuestro alrededor bastante alterada, la mueca no se salía de mis labios, pero cuando casi estuve por hacerle otra pregunta, un sonido llamó mi atención. Me agaché tomándolo de la mano con fuerza, comencé a gatear por la isla de la cocina, mirando hacía atrás para ver que no se me perdiera. Una sombra paseo de un corredor hacía el otro como si estuviera haciendo guardia, asomé mi cabeza por el pasillo y me di cuenta que un hombre con un arma se dirigía hacía donde nos encontrábamos, la ventaja de no tener una antorcha en mano o algo así, es que no nos podrían descubrir, por eso giramos nuestro cuerpo hacía la derecha siguiendo un pasillo inclinado, ahí nos podíamos esconder sin problema alguno.
Cuando el sonido de los pasos se desvaneció, volvió a ponerme de pie. - No se te ocurra hacer ruido, pretendo llevarme de este lugar algo valioso - Indiqué con el tono de voz bastante alto, más de lo que hubiera querido, pero nadie nos había escuchado. Lo cierto era que me había ayudado a entrar a la casa, pero no entendía bien que hacía por ahí. No había ya sonido alguno más que el sonido del viento chocando contra las paredes y las ventanas. Me sabía de memoria el lugar, por algo había llegado hasta ahí. sonreí bastante convencida que nadie nos descubriría - Vengo para hacer que esta familia sufra - Le dije a sabiendas que venía detrás de mi, quizás el solo venia por alimento o algo sencillo, pero yo necesitaba esa llave, seguramente París entero se pondría mudo a casa de ese acontecimiento.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: La llave magica [Privado]
Al menos no lo había arruinado y hasta el momento, todo parecía ir bien. La miré divertido ante su confusión, la cual era comprensible, aunque no estuve seguro de confesarle a qué se debía que me había aparecido de la nada, así que no lo hice hasta asegurarme qué tan confiable era esta mujer. Antes de poder decir o hacer algo, mi oído, agudo por mis propias habilidades de cánido, detectó un sonido, pero no pude ser yo quien advirtiera, ella lo hacía primero, lo que me hablaba de una buena habilidad para estos menesteres.
Ambos nos escondimos, de nuevo pude atento mi sentido auditivo para saber cuando era seguro salir de nuevo. Sin embargo, su voz me distrajo, llevé mi mirada en su dirección y fruncí el ceño en señal de duda. Giré lo ojos, no sabía quién era yo, el sigilo era mi herramienta, cuando se sobrevive día con día, robando y haciendo todo ese tipo de cosas, ser ruidoso no es una opción, ni siquiera remota. Además, esa parte de mí que era un zorro ayudaba en mucho, podía desenvolverme con cierta sutileza por los lugares sin ser descubierto. Soy un joven adusto y rudo, aunque no doy mucho miedo, pero no se me debe de subestimar.
-Me pides que no haga ruido y tú eres quien lo hace –reí quedo, como señal de burla -¿hacerlos sufrir? –enarqué una ceja y me acerqué a ella-, pues ya somos dos, quiero que esta familia padezca una desgracia tras otras –mis razones eran mías, claro, y no se las iba a dar -¿te parece si hacemos esto juntos? –estiré la mano para cerrar el trato, esta mujer obviamente me estaba menospreciando sin entender que gracias a mi estaba dentro, pero de nada valía explicárselo, mejor se lo demostraría.
-Verás –comencé a hablar de nuevo, conteniendo la voz para no hacer más ruido del necesario, aunque mis sentidos, siempre alerta, me decían que por ahora estábamos a salvo-, soy el zorro de antes, difícil de explicar –más cuando ni yo mismo lo entendía –así que cuida lo que dices, si alguien puede arruinarlo, es una inexperta como tú –dije con altanería y sin temor de ser tachado de ladrón entendido; eso era, no iba a negarlo.
Caminé para revisar el pasillo, observé a un lado y luego al otro, era seguro.
-¿Tienes algo en mente? –quería decir, algún objeto que ella supiera que a la familia le sería especialmente no grato perder, si era así, estaba dispuesto a ayudarla en su cruzada, sino, que cada quien tomara lo que pudiera y escapara como mejor le pareciera, claro, yo tenía una ventaja, si me transformaba en perro, nadie sospecharía de mí y me sería más fácil escabullirme, claro que estaba el hecho de que ya me había transformado esa noche y tenían que pasar varias horas para poder hacerlo de nuevo.
Ambos nos escondimos, de nuevo pude atento mi sentido auditivo para saber cuando era seguro salir de nuevo. Sin embargo, su voz me distrajo, llevé mi mirada en su dirección y fruncí el ceño en señal de duda. Giré lo ojos, no sabía quién era yo, el sigilo era mi herramienta, cuando se sobrevive día con día, robando y haciendo todo ese tipo de cosas, ser ruidoso no es una opción, ni siquiera remota. Además, esa parte de mí que era un zorro ayudaba en mucho, podía desenvolverme con cierta sutileza por los lugares sin ser descubierto. Soy un joven adusto y rudo, aunque no doy mucho miedo, pero no se me debe de subestimar.
-Me pides que no haga ruido y tú eres quien lo hace –reí quedo, como señal de burla -¿hacerlos sufrir? –enarqué una ceja y me acerqué a ella-, pues ya somos dos, quiero que esta familia padezca una desgracia tras otras –mis razones eran mías, claro, y no se las iba a dar -¿te parece si hacemos esto juntos? –estiré la mano para cerrar el trato, esta mujer obviamente me estaba menospreciando sin entender que gracias a mi estaba dentro, pero de nada valía explicárselo, mejor se lo demostraría.
-Verás –comencé a hablar de nuevo, conteniendo la voz para no hacer más ruido del necesario, aunque mis sentidos, siempre alerta, me decían que por ahora estábamos a salvo-, soy el zorro de antes, difícil de explicar –más cuando ni yo mismo lo entendía –así que cuida lo que dices, si alguien puede arruinarlo, es una inexperta como tú –dije con altanería y sin temor de ser tachado de ladrón entendido; eso era, no iba a negarlo.
Caminé para revisar el pasillo, observé a un lado y luego al otro, era seguro.
-¿Tienes algo en mente? –quería decir, algún objeto que ella supiera que a la familia le sería especialmente no grato perder, si era así, estaba dispuesto a ayudarla en su cruzada, sino, que cada quien tomara lo que pudiera y escapara como mejor le pareciera, claro, yo tenía una ventaja, si me transformaba en perro, nadie sospecharía de mí y me sería más fácil escabullirme, claro que estaba el hecho de que ya me había transformado esa noche y tenían que pasar varias horas para poder hacerlo de nuevo.
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Re: La llave magica [Privado]
De manera inevitable arqueé una de mis cejas al escucharlo hablar. Podía hacer ruido si, pero no era tonta, había entrado a casas miles de veces, m había llevado cualquier cosa sin ser descubierta, esta vez no sería la excepción. - Así que tienes el ego bien arriba ¿He? - Sonreí con bastante altanería, en realidad no me molestaba. Esta sociedad no solo se componía de los ricos y pobres, también de aquellos que tenemos un carácter difícil de controlar, lo malo del caso es que, quizás eso haga que seamos descubiertos, la altanería de cada uno, pero si estábamos dispuestos a dejar a un lado todo para llegar a la meta, entonces no abría problema.
Estiré mi mano para tomar la suya de manera sonriente. - Podemos hacer esto juntos zorrito - Mi tono de voz era bastante burlón por lo que acababa de decir, pero de cierta manera le creía.
En la aldea donde había sido ahora aceptada, se hacían fiestas en la noche, donde la fogata y la luna eran nuestros cómplices. Ahí nos sentábamos todos los gitanos para escuchar historias fantásticas, de esas que quizá en libros pudieras encontrarlo, y claro, ya las hubiera buscado pero no sé leer. En las historias se hablaba de un humano normal, que hablaba, caminaba, comía y vestía como todos nosotros, la única diferencia es que, cuando algo malo pasaba tenía la habilidad de transformarse en cualquier animal, según las historias que nos contaban. Siempre he dicho que las historias salen por alguna razón, es como el dicho: Si el río suena, es porque agua lleva. Quizás estás historias sean así, provenientes de descubrimiento de algún ser humano. Pero en esta ocasión deseaba ver para creer, aunque no decía que fuera un mentiroso, al contrario.
Solté su mano con un poco de brusquedad. No por grosera, más bien en ocasiones podía ser un poco tosca, o no sé, quizás era el momento. - Una llave - Musité con total emoción. - Yo he trabajo varios días en este lugar, lo hice para estudiarlo. - Me quede quieta, giré mi cuerpo y llevé mis manos a sus hombros para tenerlo contra la pared, así podría ver sus ojos. Aquel movimiento no fue brusco, ni siquiera por la mente se me había pasado si era amenazante o no, no importó, seguí hablando. - La familia es rica, poderosa, no sé si sean nobles pero se ocultan de algunas cosas, y protegen otras. - Tomé un poco de aire para seguir mi relato. - Subiendo las escaleras principales del lado izquierdo, hay un gran pasillo donde decoraciones de gárgolas y cuadros tétricos podrás encontrar, el séptimo cuarto es de él, el hijo de los dueños de estos terrenos, es un maldito, y tiene guardada una llave importante, con eso nos serviría para empezar a darle una lección a la familia - Lo solté, sacudí sus hombros y seguí caminando con sigilo.
La mansión era grande, pero habían pasillos que te ayudaban a ahorrar camino. Los que estábamos tomando eran caminos claves, donde pocas veces los guardias pasaban, y que evitaban caminar demasiado. - ¿Me enseñarás como te transformas en zorro? Cuando salgamos de aquí claro. - Pregunté con total tranquilidad, estaba todo tan estúpidamente despejado que parecía extraño. Miraba de un lado a otro por cualquier señal de vida. Y entonces al final del pasillo, alumbrada de manera imponente podíamos observar aquellas escaleras, alumbradas de manera elegante, casi obscena por las antorchas del castillo, era hermoso, pero pronto correrían lagrimas de dueños del lugar, lagrimas que… disfrutaría.
Estiré mi mano para tomar la suya de manera sonriente. - Podemos hacer esto juntos zorrito - Mi tono de voz era bastante burlón por lo que acababa de decir, pero de cierta manera le creía.
En la aldea donde había sido ahora aceptada, se hacían fiestas en la noche, donde la fogata y la luna eran nuestros cómplices. Ahí nos sentábamos todos los gitanos para escuchar historias fantásticas, de esas que quizá en libros pudieras encontrarlo, y claro, ya las hubiera buscado pero no sé leer. En las historias se hablaba de un humano normal, que hablaba, caminaba, comía y vestía como todos nosotros, la única diferencia es que, cuando algo malo pasaba tenía la habilidad de transformarse en cualquier animal, según las historias que nos contaban. Siempre he dicho que las historias salen por alguna razón, es como el dicho: Si el río suena, es porque agua lleva. Quizás estás historias sean así, provenientes de descubrimiento de algún ser humano. Pero en esta ocasión deseaba ver para creer, aunque no decía que fuera un mentiroso, al contrario.
Solté su mano con un poco de brusquedad. No por grosera, más bien en ocasiones podía ser un poco tosca, o no sé, quizás era el momento. - Una llave - Musité con total emoción. - Yo he trabajo varios días en este lugar, lo hice para estudiarlo. - Me quede quieta, giré mi cuerpo y llevé mis manos a sus hombros para tenerlo contra la pared, así podría ver sus ojos. Aquel movimiento no fue brusco, ni siquiera por la mente se me había pasado si era amenazante o no, no importó, seguí hablando. - La familia es rica, poderosa, no sé si sean nobles pero se ocultan de algunas cosas, y protegen otras. - Tomé un poco de aire para seguir mi relato. - Subiendo las escaleras principales del lado izquierdo, hay un gran pasillo donde decoraciones de gárgolas y cuadros tétricos podrás encontrar, el séptimo cuarto es de él, el hijo de los dueños de estos terrenos, es un maldito, y tiene guardada una llave importante, con eso nos serviría para empezar a darle una lección a la familia - Lo solté, sacudí sus hombros y seguí caminando con sigilo.
La mansión era grande, pero habían pasillos que te ayudaban a ahorrar camino. Los que estábamos tomando eran caminos claves, donde pocas veces los guardias pasaban, y que evitaban caminar demasiado. - ¿Me enseñarás como te transformas en zorro? Cuando salgamos de aquí claro. - Pregunté con total tranquilidad, estaba todo tan estúpidamente despejado que parecía extraño. Miraba de un lado a otro por cualquier señal de vida. Y entonces al final del pasillo, alumbrada de manera imponente podíamos observar aquellas escaleras, alumbradas de manera elegante, casi obscena por las antorchas del castillo, era hermoso, pero pronto correrían lagrimas de dueños del lugar, lagrimas que… disfrutaría.
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Re: La llave magica [Privado]
No era alguien a quien se le pudiera considerar egocéntrico, era más bien una altanería que me venía natural, por eso siempre andaba metido en líos. Retaba a hombres del doble de mi tamaño, sólo por la diversión de hacerlo. Además, no podía mentirle, ni mentirme, robar es mi modus vivendi. Robar y beber alcohol hasta perder la consciencia. Me encogí de hombros pero luego, al estrechar su mano, una sonrisa torcida, como sólo yo sé sonreír, se dibujó en mi rostro. La ayuda nunca venía mal, lo dije, no soy egocéntrico como para creer que puedo hacer todo yo solo, aunque sí soy autosuficiente; lo tienes que ser si vives en las calles.
Reí silenciosamente ante el mote de “zorrito”, pocas personas saben de mi habilidad, y nunca nadie me había llamado así, no importaba. Abrí bien los ojos al sentir el contacto y la observé y escuché con atención. Conforme iba avanzando en su relato aquel gesto mío (una sonrisa torcida) se fue acentuando, no era tonta, había estudiado a esta familia antes de perpetrar el crimen. Yo en cambio, estaba ahí por una venganza personal, nada en mi meta estaba planeado.
Después de todo iba a ser más útil de lo imaginado. Asentí comprendiendo, memorizando los sitios que decía, ahí estaban. Le creía, no era como si hubiese tenido mucha opción de todos modos, era eso o lanzarme al vacío como era mi costumbre, en una de tantas no iba a salir bien librado, lo sé bien.
Su pregunta me tomó por sorpresa, primero la miré con el ceño fruncido y mirada confundida y luego, de nuevo mi sonrisa. Asentí.
-Claro –dije con tranquilidad –sólo si salimos bien librados de esta –no era pesimista, sólo realista, aunque ahora con su plan un poco más pensado el margen de error se reducía. Eso me daba cierta tranquilidad. No era de eso que mostraban su habilidad a cualquiera, no hace mucho ni siquiera estaba enterado que había otros como yo y me avergonzaba. Fue un alivio saber que no era el único, eso de algún modo me hacía más abierto al respecto.
O yo qué sé.
Me asomé cuando ella lo hizo, avancé cuando ella lo hizo, dejaba que ella fuera por delante, le cuidaba la espalda, ahora ambos estábamos metidos en aquello y leal es algo que sí soy, una de mis pocas cualidades. Estaba a salvo conmigo, sólo esperaba que fuese recíproco.
-Y esa llave –rompí el silencio, mi oído canino me decía que no había nadie cerca, era seguro hablar-, ¿qué abre? –dije con sincera curiosidad. Estábamos ahí, podíamos robar joyas, oro, obras de arte, cualquier cosa, pero al parecer, esa llave era mucho más importante. Yo sólo buscaba hurtar algo que en verdad les doliera como a esa pobre niña le dolía que le quedaran cicatrices, sólo que esta gente no parecía de esa que le da un “valor sentimental” a las cosas, eran ricos, a ellos sólo les importa lo material.
Reí silenciosamente ante el mote de “zorrito”, pocas personas saben de mi habilidad, y nunca nadie me había llamado así, no importaba. Abrí bien los ojos al sentir el contacto y la observé y escuché con atención. Conforme iba avanzando en su relato aquel gesto mío (una sonrisa torcida) se fue acentuando, no era tonta, había estudiado a esta familia antes de perpetrar el crimen. Yo en cambio, estaba ahí por una venganza personal, nada en mi meta estaba planeado.
Después de todo iba a ser más útil de lo imaginado. Asentí comprendiendo, memorizando los sitios que decía, ahí estaban. Le creía, no era como si hubiese tenido mucha opción de todos modos, era eso o lanzarme al vacío como era mi costumbre, en una de tantas no iba a salir bien librado, lo sé bien.
Su pregunta me tomó por sorpresa, primero la miré con el ceño fruncido y mirada confundida y luego, de nuevo mi sonrisa. Asentí.
-Claro –dije con tranquilidad –sólo si salimos bien librados de esta –no era pesimista, sólo realista, aunque ahora con su plan un poco más pensado el margen de error se reducía. Eso me daba cierta tranquilidad. No era de eso que mostraban su habilidad a cualquiera, no hace mucho ni siquiera estaba enterado que había otros como yo y me avergonzaba. Fue un alivio saber que no era el único, eso de algún modo me hacía más abierto al respecto.
O yo qué sé.
Me asomé cuando ella lo hizo, avancé cuando ella lo hizo, dejaba que ella fuera por delante, le cuidaba la espalda, ahora ambos estábamos metidos en aquello y leal es algo que sí soy, una de mis pocas cualidades. Estaba a salvo conmigo, sólo esperaba que fuese recíproco.
-Y esa llave –rompí el silencio, mi oído canino me decía que no había nadie cerca, era seguro hablar-, ¿qué abre? –dije con sincera curiosidad. Estábamos ahí, podíamos robar joyas, oro, obras de arte, cualquier cosa, pero al parecer, esa llave era mucho más importante. Yo sólo buscaba hurtar algo que en verdad les doliera como a esa pobre niña le dolía que le quedaran cicatrices, sólo que esta gente no parecía de esa que le da un “valor sentimental” a las cosas, eran ricos, a ellos sólo les importa lo material.
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Re: La llave magica [Privado]
Y aunque no tenía nada que ver con la familia, ni con el hogar, ni con nada de esas personas me sentía como pez en el agua, me había aprendido demasiado bien aquella residencia, sin importar lo grande que estuviera. Cuando se tenía un objetivo bastante claro, no importa que tan grandes o difíciles puedan ser las situaciones, si eres ambicioso, si eres inteligente todo saldrá a tu beneficio.
Observé con suma atención a mi alrededor, solo para cerciorar el área, que ningún "intruso" llegará a molestarnos. Lo que me alegraba de verdad es que no hubiera nadie que truncará nuestros planes. Observé a László de reojo, parecía tan emocionado como yo, o quizás yo estaba tan emocionada que me veía bastante reflejada en otros. No lo sabía. - Vayamos arriba- Dije con un tono travieso.
De manera lenta, y casi en silencio completo atravesamos ese pasillo. Lo bueno de ser una casa tan ostentosa, es que estaba llena de antorchas que nos dejaría ver nuestro destino. El primero de mis pies se colocó en la primer escalera, la segunda, la tercera, y así hasta llegar a la mitad de esta. Me giré con suavidad para poder verlo, lo bueno de mi acompañare es que era bastante rápido, y ahora creo que la rapidez ayudaba, bueno también era un animal, seguramente tenía ventajas que yo, ni con años de experiencia tendría.
De repente un sonido, como si un cristal se hubiera roto había hecho eco por toda aquella mansión. Me puse alerta, y a los pocos minutos varios pasos se escuchaba, se acercaban. - Alguien viene- Dije con cierto tono alterado pero aun parecía tranquila. Lo jalé con fuerza del brazo haciendo que me siguiera por aquellas escaleras, al final si girábamos antes de que nos vieran podríamos pasar desapercibidos.
Sin problema alguno llegamos al final de las escaleras. Del lado derecho se observaban antorchas que se estaban acercando. Esperaba por los dioses que nadie se hubiera dado cuenta de nuestra presencia. Observé al lado contrario. No quedaba de otra que ir por ese lado. Avancé lo más rápido que pude y entonces, una puerta se cruzó por nuestro camino. La abrí, - vamos entra, entra zorrito, no abuses de tu ventaja - Dije de manera burlona mientras me adentraba mucho antes que él. Por lo visto era una bodega pues se podía percibir el olor a aquellos líquidos que se utilizaban para la limpieza del hogar.
La puerta se había cerrado detrás de nosotros. Me aguanté la respiración, solo por unos segundos, escuchando como los pasos disminuían cerca de donde nos encontrábamos, se habían quedado o enfrente de la puerta o cerca de ella. Quizás si nos habían visto, quizás habían notado nuestro ahora refugio. Los segundos pasaron. Mis manos se aferraron con fuerza a el brazo de cambiaformas y entonces, antes de que abrieran la puerta, otro sonido de un cristal rompiéndose en la casa llamó la atención de los hombres, se fueron corriendo y nosotros nos quedamos ahí, en silencio, dentro de ese pequeño cuarto.
Me quedé pensando sobre aquellas preguntas que hace unos minutos atrás me había hecho. - ¿La llave? No lo sé, hace tiempo, mientras trabajaba colocando las cortinas de la casa, alguien había llegado a este lugar, era una caravana de personas bien vestidas, no recuerdo si tenían el sello papal en la vestimenta, o el de la realeza, no recuerdo, pero dejaron un pequeño cofre, con una llave, dijeron que era el mejor de los lugares para esconderla, de pasarle algo podría haber muchos problemas, por eso sé que si se pierde esta familia podrá terminar muy mal - No recordaba con claridad que abría esa llave, tampoco de quien era, pero si que podíamos lograr nuestro objetivo si nos la llevábamos de ese lugar.
Observé con suma atención a mi alrededor, solo para cerciorar el área, que ningún "intruso" llegará a molestarnos. Lo que me alegraba de verdad es que no hubiera nadie que truncará nuestros planes. Observé a László de reojo, parecía tan emocionado como yo, o quizás yo estaba tan emocionada que me veía bastante reflejada en otros. No lo sabía. - Vayamos arriba- Dije con un tono travieso.
De manera lenta, y casi en silencio completo atravesamos ese pasillo. Lo bueno de ser una casa tan ostentosa, es que estaba llena de antorchas que nos dejaría ver nuestro destino. El primero de mis pies se colocó en la primer escalera, la segunda, la tercera, y así hasta llegar a la mitad de esta. Me giré con suavidad para poder verlo, lo bueno de mi acompañare es que era bastante rápido, y ahora creo que la rapidez ayudaba, bueno también era un animal, seguramente tenía ventajas que yo, ni con años de experiencia tendría.
De repente un sonido, como si un cristal se hubiera roto había hecho eco por toda aquella mansión. Me puse alerta, y a los pocos minutos varios pasos se escuchaba, se acercaban. - Alguien viene- Dije con cierto tono alterado pero aun parecía tranquila. Lo jalé con fuerza del brazo haciendo que me siguiera por aquellas escaleras, al final si girábamos antes de que nos vieran podríamos pasar desapercibidos.
Sin problema alguno llegamos al final de las escaleras. Del lado derecho se observaban antorchas que se estaban acercando. Esperaba por los dioses que nadie se hubiera dado cuenta de nuestra presencia. Observé al lado contrario. No quedaba de otra que ir por ese lado. Avancé lo más rápido que pude y entonces, una puerta se cruzó por nuestro camino. La abrí, - vamos entra, entra zorrito, no abuses de tu ventaja - Dije de manera burlona mientras me adentraba mucho antes que él. Por lo visto era una bodega pues se podía percibir el olor a aquellos líquidos que se utilizaban para la limpieza del hogar.
La puerta se había cerrado detrás de nosotros. Me aguanté la respiración, solo por unos segundos, escuchando como los pasos disminuían cerca de donde nos encontrábamos, se habían quedado o enfrente de la puerta o cerca de ella. Quizás si nos habían visto, quizás habían notado nuestro ahora refugio. Los segundos pasaron. Mis manos se aferraron con fuerza a el brazo de cambiaformas y entonces, antes de que abrieran la puerta, otro sonido de un cristal rompiéndose en la casa llamó la atención de los hombres, se fueron corriendo y nosotros nos quedamos ahí, en silencio, dentro de ese pequeño cuarto.
Me quedé pensando sobre aquellas preguntas que hace unos minutos atrás me había hecho. - ¿La llave? No lo sé, hace tiempo, mientras trabajaba colocando las cortinas de la casa, alguien había llegado a este lugar, era una caravana de personas bien vestidas, no recuerdo si tenían el sello papal en la vestimenta, o el de la realeza, no recuerdo, pero dejaron un pequeño cofre, con una llave, dijeron que era el mejor de los lugares para esconderla, de pasarle algo podría haber muchos problemas, por eso sé que si se pierde esta familia podrá terminar muy mal - No recordaba con claridad que abría esa llave, tampoco de quien era, pero si que podíamos lograr nuestro objetivo si nos la llevábamos de ese lugar.
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Re: La llave magica [Privado]
Debía seguirla muy de cerca o la perdería, es decir, podría olfatearla, pero era mejor seguirle los pasos, ahí cuidando su espalda mientras ella me guiaba por un sitio que me resultaba desconocido, no sabía que iba a pasar luego, luego de que saliéramos de aquí, quería terminar y ya; era hábil, no iba a negárselo, pero miraba con desdén y tenía un tono condescendiente que, de estar en mi posición, viviendo en las calles y sobreviviendo al día con día, nadie le toleraría. Fuimos entonces arriba, el piso alfombrado de las escaleras amortiguaba el sonido de nuestros pasos, y era un descanso para mí, pues iba descalzo, sólo con el overol que me había encontrado, el felpudo se sentía bien sobre las plantas de mis pies desnudas, más después de haber estado caminando sobre linóleo y duela.
Mi oído fino, por mi habilidad canina detectó un sonido, pero antes de poder decirle algo, un ruido más notorio siguió a ese y ella reaccionó, me jaló y no tuve más opción que seguirla, hubiese sido más útil que se callara pero bueno. La miré antes de entrar al escondite y guardé silencio aunque su mano comenzaba a apretarme de más el antebrazo y vaya que dolía; no iba a ser tan imprudente como para hablar, ni siquiera para decirle algo respecto a su sarcasmo, mucho menos para gritar a modo de queja.
Cuando el segundo ruido se hizo presente supe que estábamos a salvo, gracias a mis dones pude incluso ubicar dentro de la casa en dónde se habían producido. Tenía ventajas para esto que hacía yo (robar), podía detectar sonidos y era ágil y fuerte, entendía que aquellos que se transformaban en felinos tenían mejor vista nocturna, una habilidad que me serviría a mi sin duda, pero me las arreglaba, cuando era humano veía como un humano promedio, no en escala de grises como un perro.
-¿Sabes? –Hablé porque ya no corría peligro –eso no era necesario, pude transformarme en perro y esconderme en cualquier sitio, la del problema eres tú –dije, pues era más complicado esconder a un humano adulto como ella. Suspiré, no importaba. Ella comenzó a hablar de lo que nos tenía ahí y eso era más importante. Puse atención aunque eso no se me da muy bien y asentí ante cada punto clave de su explicación.
-Definitivamente suena como algo que quiero quitarle a estos hijos de puta –conocía más malas palabras que buenas, mi vocabulario se había forjado en cantinas y mercado y, al no saber leer, no podía ampliarlo como muchos otros -¿manos a la obra? –pregunté con un atisbo de entusiasmo, aún ahí encerrado en ese armario para escobas.
-Hey –dije –y deja de apretarme –señalé con la mirada su mano ceñida a mi brazo, había dejado de apretar pero me pareció gracioso puntualizarlo-. Si tienes miedo puedo hacerlo yo, explícame bien, espérame aquí y salimos los dos bien librados –sabía que su respuesta sería no, claro, sólo estaba bromeando.
Mi oído fino, por mi habilidad canina detectó un sonido, pero antes de poder decirle algo, un ruido más notorio siguió a ese y ella reaccionó, me jaló y no tuve más opción que seguirla, hubiese sido más útil que se callara pero bueno. La miré antes de entrar al escondite y guardé silencio aunque su mano comenzaba a apretarme de más el antebrazo y vaya que dolía; no iba a ser tan imprudente como para hablar, ni siquiera para decirle algo respecto a su sarcasmo, mucho menos para gritar a modo de queja.
Cuando el segundo ruido se hizo presente supe que estábamos a salvo, gracias a mis dones pude incluso ubicar dentro de la casa en dónde se habían producido. Tenía ventajas para esto que hacía yo (robar), podía detectar sonidos y era ágil y fuerte, entendía que aquellos que se transformaban en felinos tenían mejor vista nocturna, una habilidad que me serviría a mi sin duda, pero me las arreglaba, cuando era humano veía como un humano promedio, no en escala de grises como un perro.
-¿Sabes? –Hablé porque ya no corría peligro –eso no era necesario, pude transformarme en perro y esconderme en cualquier sitio, la del problema eres tú –dije, pues era más complicado esconder a un humano adulto como ella. Suspiré, no importaba. Ella comenzó a hablar de lo que nos tenía ahí y eso era más importante. Puse atención aunque eso no se me da muy bien y asentí ante cada punto clave de su explicación.
-Definitivamente suena como algo que quiero quitarle a estos hijos de puta –conocía más malas palabras que buenas, mi vocabulario se había forjado en cantinas y mercado y, al no saber leer, no podía ampliarlo como muchos otros -¿manos a la obra? –pregunté con un atisbo de entusiasmo, aún ahí encerrado en ese armario para escobas.
-Hey –dije –y deja de apretarme –señalé con la mirada su mano ceñida a mi brazo, había dejado de apretar pero me pareció gracioso puntualizarlo-. Si tienes miedo puedo hacerlo yo, explícame bien, espérame aquí y salimos los dos bien librados –sabía que su respuesta sería no, claro, sólo estaba bromeando.
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Re: La llave magica [Privado]
¡Maldito cambia formas creído! Me dije para mi misma. Se creía demasiado por tener esa habilidad de cambiar a un inofensivo animal, ya quisiera que se transformara en perro para poder patearlo y ver quien tiene más ventaja en el otro, todavía que lo quiero ayudar, se pone roñoso. Hice una mueca bastante notoria, pero evite decir algo porque ambos íbamos por una meta en común, en realidad si pasaba algo malo, le daría la llave y… pondría en marcha mi plan B.
Solté su brazo por aquel comentario, empecé a reír demasiado bajito para mi gusto - Pensé que eras más rudo - Susurré casi a modo de broma sin dejar de avanzar, para nuestra buena suerte, las personas se habían ido a otro lado, no habían sospechado para nada que alguien estuviera cerca, y eso, nos daba ventaja para poder hacer a nuestro antojo. El cuarto al que nos dirigíamos no estaba muy lejos en realidad, o tal vez si, pero el aprenderme el recorrido al venir cada día me hacía pensar que era algo ya no tan grande.
Si mal no recordaba, esos cuartos tendrían que tener protectores en las entradas, pero quizás con el revuelco causado anteriormente se abrían ido, no lo sabíamos, corríamos con demasiada suerte si eso pasaba.
Aquel día era demasiado extraño, tal parecía que el universo se había alineado de tal manera que todo estaba a nuestro favor. Si, el universo, porque no sé si ese Dios del que todos hablan existe, solo sé que creer en el ha hecho mucho daño, a destruido muchos hogares, ha enajenado a mucha gente, y a matado a una cantidad considerable de persona, las energías eran las que importaban, las que te guiaban entre lo bueno y lo malo, las que te hacían guiarte por lo que debes decir, actuar o querer, ellas son las que importan y ellas nos habían guiado a este momento.
La gran puerta de aquella habitación estaba completamente vacía, no había quien pudiera estar cuidando los sueños de aquellos abusivos. Me acerqué a aquella gran puerta para pegar el oído. Solo se escuchaban algunos ronquidos ligeros - Esta dormido - Susurré más para mi misma que para él. Llevé la mano a la perilla, y poco a poco fui dando vuelta a esta para que se abriera, en realidad estaba demasiado pesada para no hacer ruido, me hice a un lado - Es tú turno - Indique sonriendo de manera burlona.
Solté su brazo por aquel comentario, empecé a reír demasiado bajito para mi gusto - Pensé que eras más rudo - Susurré casi a modo de broma sin dejar de avanzar, para nuestra buena suerte, las personas se habían ido a otro lado, no habían sospechado para nada que alguien estuviera cerca, y eso, nos daba ventaja para poder hacer a nuestro antojo. El cuarto al que nos dirigíamos no estaba muy lejos en realidad, o tal vez si, pero el aprenderme el recorrido al venir cada día me hacía pensar que era algo ya no tan grande.
Si mal no recordaba, esos cuartos tendrían que tener protectores en las entradas, pero quizás con el revuelco causado anteriormente se abrían ido, no lo sabíamos, corríamos con demasiada suerte si eso pasaba.
Aquel día era demasiado extraño, tal parecía que el universo se había alineado de tal manera que todo estaba a nuestro favor. Si, el universo, porque no sé si ese Dios del que todos hablan existe, solo sé que creer en el ha hecho mucho daño, a destruido muchos hogares, ha enajenado a mucha gente, y a matado a una cantidad considerable de persona, las energías eran las que importaban, las que te guiaban entre lo bueno y lo malo, las que te hacían guiarte por lo que debes decir, actuar o querer, ellas son las que importan y ellas nos habían guiado a este momento.
La gran puerta de aquella habitación estaba completamente vacía, no había quien pudiera estar cuidando los sueños de aquellos abusivos. Me acerqué a aquella gran puerta para pegar el oído. Solo se escuchaban algunos ronquidos ligeros - Esta dormido - Susurré más para mi misma que para él. Llevé la mano a la perilla, y poco a poco fui dando vuelta a esta para que se abriera, en realidad estaba demasiado pesada para no hacer ruido, me hice a un lado - Es tú turno - Indique sonriendo de manera burlona.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: La llave magica [Privado]
Tal vez no tengo mucha educación, no sé leer, mucho menos escribir, no conozco más allá de los límites de París, si acaso uno que otro pueblo cercano, eso sí, a esta ciudad la conozco como la palma de mi mano, sus avenidas y calles, sus callejones y recovecos, el mercado y las tabernas, las afueras de Versalles y las entrañas de la Corte de los Milagros, nada me es ajeno. No sé de arte, no sé de cartografía, no sé de ciencia, pero lo que sé, moverme con cautela para no ser descubierto, cerrar los puños y tumbar algunos dientes, correr hasta desaparecer de la guardia real, de lealtad y un combate noble, de todo eso que sí sé, lo conozco bien. Arrogante no es una palabra que me describa, camino seguro cuando conozco el terreno, cuando alguien me pide saltar una barda y robar huevos en un gallinero, eso lo sé, y lo sé a la perfección, cuando alguien me pregunta sobre pintores o escritores, simplemente acepto mi ignorancia. No la niego, basta con verme para saber que la poseo.
Un combate en la calle es mi campo de conocimiento, un robo de esta índole lo es también, ¿por qué la gente insiste en ser tan arrogante? No sé a bien quién es esta gitana, eso es seguro, pero ella tampoco me conoce, no sabe de lo que soy capaz, no sabe lo que ya he hecho en mi corta vida, ¿qué justifica su desdén? ¿El hecho de haber estudiado antes esta casa y a esta familia? Si de eso se trata, tengo más méritos yo, pues iba a ejecutar el robo a ciegas, sólo confiado de mis habilidades, las que me he forjado en las piedras, el adobe y el metal de las calles parisinas, y esas también que me han caído desde el cielo sin haberlas pedido. Es más fácil atrapar a un chico como yo de su camiseta para no dejarlo huir que a un escurridizo zorro. Bufé, sonoramente, daba igual si me escuchaba o no, o si me escuchaban más allá de la obscuridad del pasillo o no, mi exasperación era mucha. ¿Impaciente? Bueno, al menos paciente no era, pero tampoco perdía los estribos con demasiada facilidad, todo dependía de la situación, y del grado de alcohol en mis venas, esa tarde había estado tomando absenta, como todas las tardes, pero de eso hacía varias horas, en este instante se me podía catalogar de completamente, o mayormente, mejor dicho, sobrio.
Estuvimos frente aquella puerta, se puso a escuchar los sonidos al otro lado, a mi me bastó aguzar el oído para escuchar, quizá mejor que ella pero la dejé que lo hiciera, tal vez no me creería si le hubiese dicho que dentro dormía alguien que roncaba ligeramente. A veces sentía cómo mis orejas se movían como lo hacían cuando era perro o zorro, pero creo que era más la pura sensación, no sucedía en realidad. Pensando en eso me quedé absortó unos segundos hasta que ella me habló. Arqueé una ceja, ¿de qué demonios hablaba?
-Podrías ser más específica –dije en un tono de voz quedo, ahora la puerta estaba abierta y el que dormía podía escucharnos si no tenía el sueño muy pesado, ¿mi turno, había dicho? ¿De qué carajos? Podía cambiar mi forma humana a la de algunos animales, pero no leía mentes, por todos los cielos-. ¿Quieres que entre yo por la llave? No te culpo si quieres dejárselo a alguien con la experiencia –me di un par de palmadas en el pecho –podría entrar, sí, hacer un gran desorden y alboroto buscando la llave, despertar a todo mundo, transformarme en zorro y salir bien librado de esto mientras a ti te apresan, o… podrías decirme el lugar exacto donde guardan esa llave y evitarnos toda esa pena –la miré con suspicacia.
Un combate en la calle es mi campo de conocimiento, un robo de esta índole lo es también, ¿por qué la gente insiste en ser tan arrogante? No sé a bien quién es esta gitana, eso es seguro, pero ella tampoco me conoce, no sabe de lo que soy capaz, no sabe lo que ya he hecho en mi corta vida, ¿qué justifica su desdén? ¿El hecho de haber estudiado antes esta casa y a esta familia? Si de eso se trata, tengo más méritos yo, pues iba a ejecutar el robo a ciegas, sólo confiado de mis habilidades, las que me he forjado en las piedras, el adobe y el metal de las calles parisinas, y esas también que me han caído desde el cielo sin haberlas pedido. Es más fácil atrapar a un chico como yo de su camiseta para no dejarlo huir que a un escurridizo zorro. Bufé, sonoramente, daba igual si me escuchaba o no, o si me escuchaban más allá de la obscuridad del pasillo o no, mi exasperación era mucha. ¿Impaciente? Bueno, al menos paciente no era, pero tampoco perdía los estribos con demasiada facilidad, todo dependía de la situación, y del grado de alcohol en mis venas, esa tarde había estado tomando absenta, como todas las tardes, pero de eso hacía varias horas, en este instante se me podía catalogar de completamente, o mayormente, mejor dicho, sobrio.
Estuvimos frente aquella puerta, se puso a escuchar los sonidos al otro lado, a mi me bastó aguzar el oído para escuchar, quizá mejor que ella pero la dejé que lo hiciera, tal vez no me creería si le hubiese dicho que dentro dormía alguien que roncaba ligeramente. A veces sentía cómo mis orejas se movían como lo hacían cuando era perro o zorro, pero creo que era más la pura sensación, no sucedía en realidad. Pensando en eso me quedé absortó unos segundos hasta que ella me habló. Arqueé una ceja, ¿de qué demonios hablaba?
-Podrías ser más específica –dije en un tono de voz quedo, ahora la puerta estaba abierta y el que dormía podía escucharnos si no tenía el sueño muy pesado, ¿mi turno, había dicho? ¿De qué carajos? Podía cambiar mi forma humana a la de algunos animales, pero no leía mentes, por todos los cielos-. ¿Quieres que entre yo por la llave? No te culpo si quieres dejárselo a alguien con la experiencia –me di un par de palmadas en el pecho –podría entrar, sí, hacer un gran desorden y alboroto buscando la llave, despertar a todo mundo, transformarme en zorro y salir bien librado de esto mientras a ti te apresan, o… podrías decirme el lugar exacto donde guardan esa llave y evitarnos toda esa pena –la miré con suspicacia.
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Re: La llave magica [Privado]
Observé arqueando una ceja al cambia formas, si que era bastante temperamental, parecía que las bromas no le veían bien lo mejor sería guardar grandes distancias, trabajar de manera profesional a su lado, y luego salir corriendo de aquel lugar. Sonreí un poco cuando escuché sus palabras, a esta familia no le vendría mal tener grandes destrozos en sus propiedades, lamentablemente había una de dos. O hacer aquellos destrozos y ver como inculpaban a la certidumbre, o hacerlo y que se den cuenta que por la hora nadie de su personal seria capaz de hacer algo parecido, pero sería jugar mucho a la suerte, y este tipo de personas no se anda con miramientos, cualquier problema que tienen de acusar al personal seguramente los harían trabajar de manera forzosa, muriendo de hambre y cansancio y al final en vez de perdonarlos los llevarían a la horca.
Si pasaba algo tan malo y me encerraban sabía que alguien podría ir a rescatarme de cualquier castigo, conmigo vivía un gitano que había escapado de la bastilla un par de veces, sino lo veían conmigo y los gitanos se daban cuenta que estaba en este lugar seguramente le echarían la culpa, o lo someterían para rescatarme - Los destrozos no estarían tan mal, pero debemos ahorrarnos muchas cosas, y si te llevas la llave y no me la encuentran pondrían a Paris patas para arriba - Sonreí de manera amplia.
El caballero tenía toda la razón era mejor decirle donde se encontraba la llave. Me acerqué a él para poder señalarle el lugar en el que se encontraba - ¿Ves aquella cajita en la cabecera de la cama? - Le pregunte señalando un par de veces aquella zona, aunque por la falta de luz no se podía ver con claridad, quizás el podía verla por sus habilidades, yo solo tenía que hacer más esfuerzo. - Dentro de la caja encontrarás varias llaves, son una especie de trampa para distraer a aquel que quisiera robar aquella pieza, pero podrás reconocerla fácil, es más brillante y tiene un rubí en la punta - Había podido observar todos aquellos detalles gracias al acercamiento que el muchacho tenía para conmigo. Solo eso le agradecía de todos los encuentros cercanos que había querido tener conmigo.
Me quedé helada al notar que el hombre que decía estar dormido se había sentado en el borde de la cama. No decía nada, ni siquiera volteaba hasta donde nosotros estábamos, cualquier persona se daría cuenta en un instante de nuestra presencia sin embargo aquel hombre miraba hacía el piso. Moví mi mano para ver si podía llamar su atención, hice una mueca y arqueé la ceja - ¿No se da cuenta de nosotros? - Susurré muy por debajo, acercándome demasiado a su oído, me sentía desconcertada. Aquel hombre se puso de pie, comenzó a rondar con lentitud. Busqué la mirada de László carraspeando, no entendía.
De pronto, un pequeño recuerdo se vino a mi cabeza, aquel hombre sufría de una especie de enfermedad al dormir. Según algunos sirvientes se levanta en medio de la noche para rondar por varios lados, sin prestar atención a alguien, es como si estuviera dormido pero a la vez despierto, algo descabellado. - Puedes pasar no se dará cuenta - Sentí que mi cuerpo se iba relajando poco a poco, me caminé con el en aquel cuarto, seguí con cuidado al dueño de la casa, me parecía bastante extraño verlo así. Giraba en repetidas ocasiones el rostro para ver a László por más extraño que fuera confiaba en sus habilidades, solo esperaba su indicación para salir del lugar.
Si pasaba algo tan malo y me encerraban sabía que alguien podría ir a rescatarme de cualquier castigo, conmigo vivía un gitano que había escapado de la bastilla un par de veces, sino lo veían conmigo y los gitanos se daban cuenta que estaba en este lugar seguramente le echarían la culpa, o lo someterían para rescatarme - Los destrozos no estarían tan mal, pero debemos ahorrarnos muchas cosas, y si te llevas la llave y no me la encuentran pondrían a Paris patas para arriba - Sonreí de manera amplia.
El caballero tenía toda la razón era mejor decirle donde se encontraba la llave. Me acerqué a él para poder señalarle el lugar en el que se encontraba - ¿Ves aquella cajita en la cabecera de la cama? - Le pregunte señalando un par de veces aquella zona, aunque por la falta de luz no se podía ver con claridad, quizás el podía verla por sus habilidades, yo solo tenía que hacer más esfuerzo. - Dentro de la caja encontrarás varias llaves, son una especie de trampa para distraer a aquel que quisiera robar aquella pieza, pero podrás reconocerla fácil, es más brillante y tiene un rubí en la punta - Había podido observar todos aquellos detalles gracias al acercamiento que el muchacho tenía para conmigo. Solo eso le agradecía de todos los encuentros cercanos que había querido tener conmigo.
Me quedé helada al notar que el hombre que decía estar dormido se había sentado en el borde de la cama. No decía nada, ni siquiera volteaba hasta donde nosotros estábamos, cualquier persona se daría cuenta en un instante de nuestra presencia sin embargo aquel hombre miraba hacía el piso. Moví mi mano para ver si podía llamar su atención, hice una mueca y arqueé la ceja - ¿No se da cuenta de nosotros? - Susurré muy por debajo, acercándome demasiado a su oído, me sentía desconcertada. Aquel hombre se puso de pie, comenzó a rondar con lentitud. Busqué la mirada de László carraspeando, no entendía.
De pronto, un pequeño recuerdo se vino a mi cabeza, aquel hombre sufría de una especie de enfermedad al dormir. Según algunos sirvientes se levanta en medio de la noche para rondar por varios lados, sin prestar atención a alguien, es como si estuviera dormido pero a la vez despierto, algo descabellado. - Puedes pasar no se dará cuenta - Sentí que mi cuerpo se iba relajando poco a poco, me caminé con el en aquel cuarto, seguí con cuidado al dueño de la casa, me parecía bastante extraño verlo así. Giraba en repetidas ocasiones el rostro para ver a László por más extraño que fuera confiaba en sus habilidades, solo esperaba su indicación para salir del lugar.
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Re: La llave magica [Privado]
Era raro para mí trabajar acompañado, casi siempre, cuando de hurtar se trataba, prefería hacerlo solo, a mi modo, a mis tiempos, con mis habilidades como arma. Por un lado se sentía una especie de respaldo estar aquí con alguien más, en silencio, urdiendo planes, midiendo distancias, calculando tiempos para salir bien librados pero a quién engaño, no soy un buen jugador en equipo. En las calles, durante las revueltas, ya sea incitando o formando parte de las filas de los ejércitos improvisados que éramos los vagos en contra de la policía, era cierto que formaba parte de algo, de una unidad, y lealtad es una cosa que tengo muy arriba en mi escala de valores, pero al final se reduce a mí tirando golpes, escupitajos, piedras e insultos, cuidando mi espalda, sabiendo cuando huir sin mirar atrás. En la cárcel, lugar donde he estado demasiadas veces para mi edad, también se trata de formar parte de algo, y al final, velar por uno mismo en aras de no terminar con un miembro desprendido del cuerpo o violado. Esa es mi vida, moverme con seguridad, pero desconfiar de absolutamente todos. La experiencia, mucha o poca, es irrelevante, me ha enseñado que los peores lobos son los de la piel de cordero más esponjosa.
Me incliné hacia ella para escuchar las indicaciones y asentí a cada una de sus palabras, agucé la vista para ver la caja que decía, como cambiaformas cánido, la vista no era uno de mis dones, eso sí que se lo envidiaba a aquellos que se transformaban en gatos, pero pude divisar la silueta de tan preciada meta. Me mantuve atento a ella hasta que mi atención fue captada por otra cosa, aquel hombre, el que dormía, comenzó a moverse, incluso el sonido de su voz me pareció un ruido lejano, di un paso hacía atrás sin saber cómo proceder.
Otra vez afirmé con la cabeza sin hablar cuando dijo que podía pasar. Muchos ebrios, compañeros de juerga míos, se despertaban así ya que todos habíamos caído dormidos, unos encima de otros, y balbuceaban y daban tumbos y el resto de nosotros nos burlábamos, y no despertaban, al día siguiente ni siquiera recordaban todas las tonterías que habían hecho, o que los habíamos obligado a hacer. Supuse que esto era algo parecido y accedí a la alcoba con ella, el hombre caminaba en círculos y luego giró hacía nosotros, pero en realidad su destino era la puerta. Puse un brazo para detener la marcha de mi acompañante y quitarla del camino del hombre, quien salió de la habitación; estuve seguro que de haber estada cerrada la puerta el pobre no hubiese salido.
-Estuvo cerca –dije y rodeé la cama para tomar la caja, intenté abrirla en vano-, está cerrada –dije, pero más como para mí mismo. Me quedé pensativo largo rato, quizá demasiado considerando la circunstancia, si el hombre, ahora deambulando por los pasillos, hacía el destrozo que nosotros no íbamos a hacer, eso seguro alarmaría a toda la casa-. Lo tengo –una idea se me vino a la cabeza.
Me concentré como pocas veces y mis manos, antes lampiñas, se llenaron de grueso y ralo pelo negro, luego los brazos, luego el pecho y resto del cuerpo. Transformarme en el perro africano, grande y poco bonito, era la más complicada de mis transformaciones, sólo la usaba en emergencias como esta. La ropa cayó de lado y ahí estuve, en mis cuatro patas. La miré, odiaba ver así, distorsionado y sin color, pero no importaba. Abrí el hocico, mis fauces en esta transformación eran fuertes, y tomé la caja y apreté, apreté hasta escuchar un crujido y esta se abrió, astillándose, soltándola a tiempo para no lastimarme la boca. Las llaves cayeron al suelo, el sonido de su cintilar se amortiguó por la alfombra y busqué con el hocico hasta que el rubí rojo brilló, aunque claro, yo sólo pude percibir el brillo y no el color. Empujé la llave en dirección a ella para que la tomara.
Un sonido exterior hizo un estruendo, como si el sonámbulo se hubiese estrellado contra un reloj de péndulo y supe que teníamos muy poco tiempo para huir.
Me incliné hacia ella para escuchar las indicaciones y asentí a cada una de sus palabras, agucé la vista para ver la caja que decía, como cambiaformas cánido, la vista no era uno de mis dones, eso sí que se lo envidiaba a aquellos que se transformaban en gatos, pero pude divisar la silueta de tan preciada meta. Me mantuve atento a ella hasta que mi atención fue captada por otra cosa, aquel hombre, el que dormía, comenzó a moverse, incluso el sonido de su voz me pareció un ruido lejano, di un paso hacía atrás sin saber cómo proceder.
Otra vez afirmé con la cabeza sin hablar cuando dijo que podía pasar. Muchos ebrios, compañeros de juerga míos, se despertaban así ya que todos habíamos caído dormidos, unos encima de otros, y balbuceaban y daban tumbos y el resto de nosotros nos burlábamos, y no despertaban, al día siguiente ni siquiera recordaban todas las tonterías que habían hecho, o que los habíamos obligado a hacer. Supuse que esto era algo parecido y accedí a la alcoba con ella, el hombre caminaba en círculos y luego giró hacía nosotros, pero en realidad su destino era la puerta. Puse un brazo para detener la marcha de mi acompañante y quitarla del camino del hombre, quien salió de la habitación; estuve seguro que de haber estada cerrada la puerta el pobre no hubiese salido.
-Estuvo cerca –dije y rodeé la cama para tomar la caja, intenté abrirla en vano-, está cerrada –dije, pero más como para mí mismo. Me quedé pensativo largo rato, quizá demasiado considerando la circunstancia, si el hombre, ahora deambulando por los pasillos, hacía el destrozo que nosotros no íbamos a hacer, eso seguro alarmaría a toda la casa-. Lo tengo –una idea se me vino a la cabeza.
Me concentré como pocas veces y mis manos, antes lampiñas, se llenaron de grueso y ralo pelo negro, luego los brazos, luego el pecho y resto del cuerpo. Transformarme en el perro africano, grande y poco bonito, era la más complicada de mis transformaciones, sólo la usaba en emergencias como esta. La ropa cayó de lado y ahí estuve, en mis cuatro patas. La miré, odiaba ver así, distorsionado y sin color, pero no importaba. Abrí el hocico, mis fauces en esta transformación eran fuertes, y tomé la caja y apreté, apreté hasta escuchar un crujido y esta se abrió, astillándose, soltándola a tiempo para no lastimarme la boca. Las llaves cayeron al suelo, el sonido de su cintilar se amortiguó por la alfombra y busqué con el hocico hasta que el rubí rojo brilló, aunque claro, yo sólo pude percibir el brillo y no el color. Empujé la llave en dirección a ella para que la tomara.
Un sonido exterior hizo un estruendo, como si el sonámbulo se hubiese estrellado contra un reloj de péndulo y supe que teníamos muy poco tiempo para huir.
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Re: La llave magica [Privado]
Sentí como mi pecho comenzaba a subir y a bajar a causa de mi respiración acelerada. Estaba completamente encantada con la situación, hace mucho tiempo que no hacía algo parecido, desde que había vuelto a la aldea de mi padre, recibí toda clase de atenciones, de alimento, ropajes, y carpas para poder pasar la noche. Había dejado de robar un poco de pan para poder alimentarme cada dos o tres días, ahora quizás me había ido lejos, pero él seguía "cuidando" de mi, a fin de cuentas sin las telas que me enviaba, seguramente ya habría muerto de hambre. Robar había sido mi manera de sobrevivir, pero no me reprochaba aquellos tiempos, de hecho era bastante emocionando, y ahora volvía a sentir esa emoción recorrer mi cuerpo. Mi corazón bombeaba de manera acelerada, lo sé porque puedo escucharlo en mis oídos, incluso siento el palpitar en ellos, cosa demasiado rara.
Desvié la mirada hacía László y no voy a negarlo, me siento increíblemente envidiosa por aquella habilidad que tiene. Mis ojos se abrieron lo máximo que podían, mis labios seguramente se abrieron formando una perfecta "O", ni siquiera sé como tuve la habilidad de no hacer un sonido lleno de asombro. Me cruce de brazos y le sonreí de manera sincera y amplia al verlo en aquella forma animal, incluso sentí ganas de querer abrazarle y tocar su pelo rojizo. Después tendría el tiempo para hacerlo. Me agaché para tomar aquella pequeña, pero importante llave, a fin de cuentas estábamos ahí por eso. Estaba vez no pude aguantar el quejido dentro de mi ser, solté un quejido que seguramente había retumbado hasta los pasillos de abajo, pero aquel estruendo me había hecho asustarme, bien dicen que quien obra mal, o quien no tiene su consciencia tranquila de lo más insignificante se asusta, y no es que estuviera haciendo el mejor de los actos. Le lance una mirada arrepentida, como queriendo pedirle una disculpa. Miré hacia todos lados, estaba en problemas. Me moví con rapidez, observando hacía todos lados ¿Ahora que podía hacer? Definitivamente no podría salir por la puerta principal, tendría que improvisar.
Para mi buena suerte, había una puerta de cristal, ésta prohibía el paso al exterior de un gran balcón. Me acerqué a la puerta con rapidez, la abrí girando con suavidad la perilla, no necesitaba más ruido del que ya había hecho. El balcón era bastante amplió, lo único que me causaría problema era el techo con el que estaba construido, en algunas partes habían grandes picos. - Pues tendrás que quedarte así y salir por la puerta principal, yo me iré por este lado. - Me encogí de hombros, correría el riesgo, y lamentablemente no me quedaba de otra que bajar de esa manera.
Coloqué ambas manos sobre el borde de balcón y di un brincó para poder sentarme en la punta. Ya sentada, giré mi cuerpo con cuidado y aferré mis manos al tubo para poder bajar con cuidado. Escuché como algunos pasos se acercaban de manera acelerada. Hice una mueca - Malditos guardias - Dije en voz baja, sólo para mi, y para László que seguramente estaría en su forma animal aun. Dejé que mis manos cargaran todo mi peso, y poco a poco me fui deslizando hasta tocar una superficie inclinada, cuando mis pies estuvieron ya tocando aquella superficie me solté, lamentablemente la posición en la que me encontraba me hizo caer, y dar varias vueltas, mientras giraba como cualquier notaba en el techo de enfrente me enterraba algunos picos en los brazos, en el abdomen, y en las piernas. Mordí con fuerza mi labio inferior para no dar tremendos gritos, si lo hacía descubrirían que si había un intruso, y que estaba escapando. Por fin había dejado de girar. Mire hacía el cielo estrellado, tomé varias bocanas de aire intentando tranquilizarme. Sólo era cuestión de dar un salto y caería en el pasto. Mi cuerpo dolía gracias a los picos del techo. Tomé una bocana de aire, está vez no la expulse de mi cuerpo, era como tomar un poco de valor prestado del aire, giré mi cuerpo y me dejé caer al pasto metiendo las manos para proteger mi rostro de aquel impacto. Maldije la hora en que me había quejado en voz alta, pero sobre todo el tener que caer de esa manera. Me puse de pie con rapidez, limpié mis manos sobre los ropajes, y corrí hacía unos arboles para cubrir mi figura, nadie me vería, estaba segura pues la oscuridad de la noche era mi cómplice, y la luna no me iluminaba bajo aquellas ramas de los arboles.
Me quedé sentada en el pie del árbol. Observé mis brazos, cerré los ojos unos momentos, y esperé a que László volviera. Y pensar que todo lo habíamos hecho por una pequeña llave.
Desvié la mirada hacía László y no voy a negarlo, me siento increíblemente envidiosa por aquella habilidad que tiene. Mis ojos se abrieron lo máximo que podían, mis labios seguramente se abrieron formando una perfecta "O", ni siquiera sé como tuve la habilidad de no hacer un sonido lleno de asombro. Me cruce de brazos y le sonreí de manera sincera y amplia al verlo en aquella forma animal, incluso sentí ganas de querer abrazarle y tocar su pelo rojizo. Después tendría el tiempo para hacerlo. Me agaché para tomar aquella pequeña, pero importante llave, a fin de cuentas estábamos ahí por eso. Estaba vez no pude aguantar el quejido dentro de mi ser, solté un quejido que seguramente había retumbado hasta los pasillos de abajo, pero aquel estruendo me había hecho asustarme, bien dicen que quien obra mal, o quien no tiene su consciencia tranquila de lo más insignificante se asusta, y no es que estuviera haciendo el mejor de los actos. Le lance una mirada arrepentida, como queriendo pedirle una disculpa. Miré hacia todos lados, estaba en problemas. Me moví con rapidez, observando hacía todos lados ¿Ahora que podía hacer? Definitivamente no podría salir por la puerta principal, tendría que improvisar.
Para mi buena suerte, había una puerta de cristal, ésta prohibía el paso al exterior de un gran balcón. Me acerqué a la puerta con rapidez, la abrí girando con suavidad la perilla, no necesitaba más ruido del que ya había hecho. El balcón era bastante amplió, lo único que me causaría problema era el techo con el que estaba construido, en algunas partes habían grandes picos. - Pues tendrás que quedarte así y salir por la puerta principal, yo me iré por este lado. - Me encogí de hombros, correría el riesgo, y lamentablemente no me quedaba de otra que bajar de esa manera.
Coloqué ambas manos sobre el borde de balcón y di un brincó para poder sentarme en la punta. Ya sentada, giré mi cuerpo con cuidado y aferré mis manos al tubo para poder bajar con cuidado. Escuché como algunos pasos se acercaban de manera acelerada. Hice una mueca - Malditos guardias - Dije en voz baja, sólo para mi, y para László que seguramente estaría en su forma animal aun. Dejé que mis manos cargaran todo mi peso, y poco a poco me fui deslizando hasta tocar una superficie inclinada, cuando mis pies estuvieron ya tocando aquella superficie me solté, lamentablemente la posición en la que me encontraba me hizo caer, y dar varias vueltas, mientras giraba como cualquier notaba en el techo de enfrente me enterraba algunos picos en los brazos, en el abdomen, y en las piernas. Mordí con fuerza mi labio inferior para no dar tremendos gritos, si lo hacía descubrirían que si había un intruso, y que estaba escapando. Por fin había dejado de girar. Mire hacía el cielo estrellado, tomé varias bocanas de aire intentando tranquilizarme. Sólo era cuestión de dar un salto y caería en el pasto. Mi cuerpo dolía gracias a los picos del techo. Tomé una bocana de aire, está vez no la expulse de mi cuerpo, era como tomar un poco de valor prestado del aire, giré mi cuerpo y me dejé caer al pasto metiendo las manos para proteger mi rostro de aquel impacto. Maldije la hora en que me había quejado en voz alta, pero sobre todo el tener que caer de esa manera. Me puse de pie con rapidez, limpié mis manos sobre los ropajes, y corrí hacía unos arboles para cubrir mi figura, nadie me vería, estaba segura pues la oscuridad de la noche era mi cómplice, y la luna no me iluminaba bajo aquellas ramas de los arboles.
Me quedé sentada en el pie del árbol. Observé mis brazos, cerré los ojos unos momentos, y esperé a que László volviera. Y pensar que todo lo habíamos hecho por una pequeña llave.
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Re: La llave magica [Privado]
Mis orejas se movieron compulsivamente, era extraño, porque hacía esos movimientos inconscientemente pero el chico que aún era habitando dentro de ese cuerpo canino estaba al tanto de todo. Mi condición era difícil de explicar en todo aspecto, o al menos lo era para mí por mis obvias limitaciones en vocabulario y estudios, yo sólo sabía que el día que murieron mis padres consumidos por el fuego, ese día yo me transformé en perro, un pequeño perro de patas cortas (de origen británico, según entendía, llamado corgi) y de ahí logré hacerlo en un zorro y luego entre horrible perro gigantesco que habita en África, lo sé porque alguna vez me topé con alguien que asustado gritó que qué demonios hacía en París y no en el continente negro. Por eso lo sé, no porque yo haya leído algo al respecto, ni siquiera sé leer.
Una vez que la gitana tomó la llave habíamos hecho el primer paso, pero el sonido del reloj seguro había despertado gente en esta casa, y el quejido de ella había dado nuestra ubicación. Mis orejas se dirigieron al pasillo, podía moverlas para captar mejor sonidos lejanos, y escuché voces y pasos, mismos que se acercaban, quise decir algo olvidando que siendo animal no tenía esa capacidad y me arrepentí a tiempo para no ladrar, eso hubiese sido el colmo. La miré con el par de ojos negros como canicas que tenía siendo perro –había visto mi reflejo alguna vez en un charco o río- y aguardé a que hiciera lo que iba a hacer con éxito, era más fácil que yo contuviera a los guardias si éstos nos alcanzaban. Para cuando ella desapareció, los hombres encargados de la seguridad estaban ahí, me giré y apoyé todo mi peso en los cuartos traseros, estirando así los delanteros, gruñí pero no los ataqué de inmediato, pensé en lo que era mejor, y lo mejor resultaba huir, ahora la gitana estaba a salvo, o eso quería creer, de nada servía entretenerme más.
Me abalancé contra ellos, mismos que estaba desconcertados por la presencia de un animal como yo, de mis características y tamaño; no tuve tiempo de contarlos, pero eran más de cinco, pero menos de diez. Algunos al ver mi inminente ataque se cubrieron como los cobardes que eran. Corrí hacia la cama, tomé con el hocico el overol que antes me había cubierto, salté y los pase de largo, si me miraron alejarme o no, no importaba. Si me seguían o no, eso sí era más importante, pero supongo que el fenómeno de verme ahí los había dejado en blanco, no es como si creyera que sujetos como ellos tuviesen algo en la cabeza.
Una vez que bajé las escaleras y recorrí de regreso el camino que nos había conducido a aquella habitación, comencé mi transformación a humano de nuevo, así mientras corría en cuatro patas luego lo hice en dos piernas, el pelo tieso y grueso de esfumó y mi lampiña piel regresó a su sitio, podía ver a colores de nuevo y antes de avanzar desnudo un metro más, me puse el overol y seguí mi camino, ya no corriendo, sólo trotando y abotonando la prenda. Llegué hasta la cocina, abrí la puerta y me detuve bajo los rayos tenues de la luna que iluminaban el jardín. Un aroma llegó a mí y sonreí, una vez que pude olerla como perro, ahora reconocía su esencia como humano y con mucha más calma caminé hasta su escondite.
-Bien –dije con ambas cejas levantadas –está hecho –y un poco de orgullo y hasta felicidad se escuchó en esas pocas palabras-. ¿Ahora me dirás que abre esa llave? Digo… arriesgué mi vida por ella y prometiste que sería mejor que robarles dinero o joyas a estas personas –iba a continuar pero me callé, el alboroto seguía dentro de la casa-. Creo que dejaremos las explicaciones para dentro de unos minutos, ahora urge más salir de aquí –diciendo aquello di un salto que me hizo llegar hasta el tope del muro, donde pude colgarme de las manos y luego apoyado de mis piernas terminé de trepar, era sencillo cuando lo habías hecho tantas veces como yo. Me senté un momento en aquel sitio –vamos gitana, no me decepciones, una pared no debe representar obstáculo para ti, ni siquiera con esas heridas –señalé con la mirada sus brazos, ya habría tiempo de atenderla luego, si no salíamos de ahí todo iba a ser en vano; me estaba aprovechando que la copa de un árbol me cubría, pero los guardias no tardarían en llegar hasta ese punto. Di un último salgo hacia el otro lado, hacia la calle, caí como pies y manos para hacerme el menor daño posible y aguardé a que me siguiera, si no lo hacía pronto, tendría que regresar por ella; no la iba a dejar por más mal que nos lleváramos, estábamos juntos en esto, juntos saldríamos bien librados.
Una vez que la gitana tomó la llave habíamos hecho el primer paso, pero el sonido del reloj seguro había despertado gente en esta casa, y el quejido de ella había dado nuestra ubicación. Mis orejas se dirigieron al pasillo, podía moverlas para captar mejor sonidos lejanos, y escuché voces y pasos, mismos que se acercaban, quise decir algo olvidando que siendo animal no tenía esa capacidad y me arrepentí a tiempo para no ladrar, eso hubiese sido el colmo. La miré con el par de ojos negros como canicas que tenía siendo perro –había visto mi reflejo alguna vez en un charco o río- y aguardé a que hiciera lo que iba a hacer con éxito, era más fácil que yo contuviera a los guardias si éstos nos alcanzaban. Para cuando ella desapareció, los hombres encargados de la seguridad estaban ahí, me giré y apoyé todo mi peso en los cuartos traseros, estirando así los delanteros, gruñí pero no los ataqué de inmediato, pensé en lo que era mejor, y lo mejor resultaba huir, ahora la gitana estaba a salvo, o eso quería creer, de nada servía entretenerme más.
Me abalancé contra ellos, mismos que estaba desconcertados por la presencia de un animal como yo, de mis características y tamaño; no tuve tiempo de contarlos, pero eran más de cinco, pero menos de diez. Algunos al ver mi inminente ataque se cubrieron como los cobardes que eran. Corrí hacia la cama, tomé con el hocico el overol que antes me había cubierto, salté y los pase de largo, si me miraron alejarme o no, no importaba. Si me seguían o no, eso sí era más importante, pero supongo que el fenómeno de verme ahí los había dejado en blanco, no es como si creyera que sujetos como ellos tuviesen algo en la cabeza.
Una vez que bajé las escaleras y recorrí de regreso el camino que nos había conducido a aquella habitación, comencé mi transformación a humano de nuevo, así mientras corría en cuatro patas luego lo hice en dos piernas, el pelo tieso y grueso de esfumó y mi lampiña piel regresó a su sitio, podía ver a colores de nuevo y antes de avanzar desnudo un metro más, me puse el overol y seguí mi camino, ya no corriendo, sólo trotando y abotonando la prenda. Llegué hasta la cocina, abrí la puerta y me detuve bajo los rayos tenues de la luna que iluminaban el jardín. Un aroma llegó a mí y sonreí, una vez que pude olerla como perro, ahora reconocía su esencia como humano y con mucha más calma caminé hasta su escondite.
-Bien –dije con ambas cejas levantadas –está hecho –y un poco de orgullo y hasta felicidad se escuchó en esas pocas palabras-. ¿Ahora me dirás que abre esa llave? Digo… arriesgué mi vida por ella y prometiste que sería mejor que robarles dinero o joyas a estas personas –iba a continuar pero me callé, el alboroto seguía dentro de la casa-. Creo que dejaremos las explicaciones para dentro de unos minutos, ahora urge más salir de aquí –diciendo aquello di un salto que me hizo llegar hasta el tope del muro, donde pude colgarme de las manos y luego apoyado de mis piernas terminé de trepar, era sencillo cuando lo habías hecho tantas veces como yo. Me senté un momento en aquel sitio –vamos gitana, no me decepciones, una pared no debe representar obstáculo para ti, ni siquiera con esas heridas –señalé con la mirada sus brazos, ya habría tiempo de atenderla luego, si no salíamos de ahí todo iba a ser en vano; me estaba aprovechando que la copa de un árbol me cubría, pero los guardias no tardarían en llegar hasta ese punto. Di un último salgo hacia el otro lado, hacia la calle, caí como pies y manos para hacerme el menor daño posible y aguardé a que me siguiera, si no lo hacía pronto, tendría que regresar por ella; no la iba a dejar por más mal que nos lleváramos, estábamos juntos en esto, juntos saldríamos bien librados.
Invitado- Invitado
Re: La llave magica [Privado]
Me quedé sentada bajo el árbol, esperando a que la luz de la luna no delatara mi ubicación, aquello me estaba doliendo demasiado, pero no sabía si lo que más me dolía eran las raspadas de los brazos, o el golpe de la cabeza, aunque las primeras no las había tomado en cuenta, no las había notado. Mi corazón estaba completamente agitado, no precisamente por el dolor del cuerpo, más bien por miedo, no quería que atraparan a László, quizás no habíamos empezado con el pie derecho, pero él estaba aquí, nos estábamos ayudando, y estaba demasiado segura tenía una muy buena causa. Todos tenemos buenas causas, menos los hombres ricos, y mucho menos los gobernantes que teníamos.
Me quedé ahí, regulando mi respiración, escuchando los gritos de alerta, observando por las ventanas, como las lamparas de parafina comenzaban a ser encendidas, y mi inquietud se acrecentaba, él no llegaba. Cerré los ojos unos momentos, sólo para intentar relajarme, las energías que andaban de un lado a otro, esas que podía captar gracias a lo heredado por mis ancestros me decían que todo estaba bien, que no tenía de que preocuparme, pero no podía evitarlo. Respingué al sentir que alguien se acercaba, y me puse de pie de un salto, ignorando cualquier golpe o dolor, y ahí estaba él, no pude evitar sonreírle - Que alegría que estés bien cachorro - Susurré con el tono de voz un poco alterado, tuve que carraspear para aclarar mi garganta - No llegué hasta aquí para quedarme - Era cierto, no estaba dispuesta a quedarme, a entregarme, y menos cuando sabía podían arrancarme la cabeza, tenía muchas cosas más que hacer antes de morir, una de ellas por ejemplo, descubrirme, conocerme, y hacer el bien por alguien más.
Me giré suavemente al verlo cruzar el mural, y comencé a escalar el árbol. Mis manos se enterraban en los troncos salidos, y pronto llegué a las ramas, mis pies estaban en el aire, sonreí, seguramente me vería muy graciosa de esa manera. Enredé mis piernas entre algunas ramas, y mis brazos se aferraron a las siguientes para no dejarme caer. Tomé un poco de aire, y me asomé para ver como mi compañero de noche estaba mirando hacía arriba, esperando a que llegara. me senté en la orilla, y las ramas salidas me ayudaron a estar del otro lado del muro, me colgué de las ramas dejando caer mi cuerpo, el peso de mi cuerpo me jaló y caí rodando, precisamente encima de él. - Oh, lo siento - Me reí bastante divertida, y giré para bajarme de él, ahí en el pasto.
- Vayamos lejos de aquí, donde nadie pueda encontrarnos, es mejor - Me fui poniendo de pie, sacudí mi vestido, y esperé a que él hiciera lo mismo. Caminé con tranquilidad a su lado, sino se habían dado cuenta de la dirección que habíamos tomado, entonces nada podría encontrarnos, y les daríamos batalla. Suspiré volteando a ver mis brazos, si él no me lo hubiera dicho, seguramente no lo habría notado. Se veían grandes raspadas, y la sangre había manchado mis brazos, pero al menos ya no salía - Iremos a mi carpa ¿Esta bien? No es muy lejos, de hecho esta a unos cinco minutos - Por eso siempre había tenido tanta facilidad de transportar mis productos a ese lugar - Ahí podremos cambiarnos, te daré agua y podremos cenar algo - Me estaba muriendo de hambre, y mi estomago ya lo estaba diciendo.
Saqué la llave de mi vestido. - Obsérvala - Me quede tranquila caminando. A su lado, ignorando lo que hubiera a nuestro alrededor - Hace tiempo empece a trabajar para esa familia, y el mismo rey con su familia vino, y le entregó ese cofre con la llave adentro, dijeron que era muy importante, que debían cuidarla con su vida, y que de perderla tendrían grandes consecuencias, así que imagina lo importante que esa pequeña llave puede ser - Me encogí de hombros. Al poco tiempo nos encontrábamos en la carpa, en la mía. Me asomé deseando que no hubiera molestosos, o más bien uno, y para mi buena suerte no lo había, estaba vació - Pasa - Indiqué encendiendo una lampara - ¿Algo de tomar? - Ofrecí, aunque en realidad sólo hubiera un poco de agua, y algunas botellas de ron.
Me quedé ahí, regulando mi respiración, escuchando los gritos de alerta, observando por las ventanas, como las lamparas de parafina comenzaban a ser encendidas, y mi inquietud se acrecentaba, él no llegaba. Cerré los ojos unos momentos, sólo para intentar relajarme, las energías que andaban de un lado a otro, esas que podía captar gracias a lo heredado por mis ancestros me decían que todo estaba bien, que no tenía de que preocuparme, pero no podía evitarlo. Respingué al sentir que alguien se acercaba, y me puse de pie de un salto, ignorando cualquier golpe o dolor, y ahí estaba él, no pude evitar sonreírle - Que alegría que estés bien cachorro - Susurré con el tono de voz un poco alterado, tuve que carraspear para aclarar mi garganta - No llegué hasta aquí para quedarme - Era cierto, no estaba dispuesta a quedarme, a entregarme, y menos cuando sabía podían arrancarme la cabeza, tenía muchas cosas más que hacer antes de morir, una de ellas por ejemplo, descubrirme, conocerme, y hacer el bien por alguien más.
Me giré suavemente al verlo cruzar el mural, y comencé a escalar el árbol. Mis manos se enterraban en los troncos salidos, y pronto llegué a las ramas, mis pies estaban en el aire, sonreí, seguramente me vería muy graciosa de esa manera. Enredé mis piernas entre algunas ramas, y mis brazos se aferraron a las siguientes para no dejarme caer. Tomé un poco de aire, y me asomé para ver como mi compañero de noche estaba mirando hacía arriba, esperando a que llegara. me senté en la orilla, y las ramas salidas me ayudaron a estar del otro lado del muro, me colgué de las ramas dejando caer mi cuerpo, el peso de mi cuerpo me jaló y caí rodando, precisamente encima de él. - Oh, lo siento - Me reí bastante divertida, y giré para bajarme de él, ahí en el pasto.
- Vayamos lejos de aquí, donde nadie pueda encontrarnos, es mejor - Me fui poniendo de pie, sacudí mi vestido, y esperé a que él hiciera lo mismo. Caminé con tranquilidad a su lado, sino se habían dado cuenta de la dirección que habíamos tomado, entonces nada podría encontrarnos, y les daríamos batalla. Suspiré volteando a ver mis brazos, si él no me lo hubiera dicho, seguramente no lo habría notado. Se veían grandes raspadas, y la sangre había manchado mis brazos, pero al menos ya no salía - Iremos a mi carpa ¿Esta bien? No es muy lejos, de hecho esta a unos cinco minutos - Por eso siempre había tenido tanta facilidad de transportar mis productos a ese lugar - Ahí podremos cambiarnos, te daré agua y podremos cenar algo - Me estaba muriendo de hambre, y mi estomago ya lo estaba diciendo.
Saqué la llave de mi vestido. - Obsérvala - Me quede tranquila caminando. A su lado, ignorando lo que hubiera a nuestro alrededor - Hace tiempo empece a trabajar para esa familia, y el mismo rey con su familia vino, y le entregó ese cofre con la llave adentro, dijeron que era muy importante, que debían cuidarla con su vida, y que de perderla tendrían grandes consecuencias, así que imagina lo importante que esa pequeña llave puede ser - Me encogí de hombros. Al poco tiempo nos encontrábamos en la carpa, en la mía. Me asomé deseando que no hubiera molestosos, o más bien uno, y para mi buena suerte no lo había, estaba vació - Pasa - Indiqué encendiendo una lampara - ¿Algo de tomar? - Ofrecí, aunque en realidad sólo hubiera un poco de agua, y algunas botellas de ron.
Milenka Sandoje- Gitano
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