1..2..3 [Libre.]

por **Røthgar Sbjören** Sáb Dic 10, 2011 8:43 am

¿Miedo?
- risas con tono grave, varonil -
¿acaso pretendes que me crea ese chiste?

Las cosas ocurrían sin previo aviso, pero eso a él no le importaba en lo absotluto. Con la sola compañía que su vaso, su sombra y aquel camarero en aquella taberna.
Miles de almas vagando por aquel mundo terrenal a expensas de volver a la vida que muy lejos se les había quedado ya, parecía la cosa más triste de todas. Pero por suerte, él y su gemelo tuvieron la suerte de hacer el hechizo correcto en el momento mas indicado.
De no haber podido, sus cuerpos se hubiesen descompuesto bajo aquella losa en el mausoleo. Gracia a aquella bruja fueron devueltos a la vida, y no gracias a ella solamente, sino a a magia que ambos consiguieron canalizar en el último instante.

Todo era perfecto. Tras ello consiguieron servir a la corte, como verdugos del rey, con una reputación impecable y el miedo en los rostros de quienes les miraban pasar por las calles parisinas.

Todo era "ideal" pero eso no bastaba. El quería algo que nadie le supo dar y era un buen drama, una buena pelea o lucha en el que con esfuerzo saliese victorioso de ello.
Tomó un sorbo de aquel vaso de whisky, esperando a aquel o aquella que le acompañase aquella noche. El, al ser brujo, tenía ciertos presentimientos que la gente normal carecía. Sabía que alguien aparecería, muy lejos de saber su sexo o edad.

por **Romilda Hetfield** Sáb Dic 10, 2011 10:50 am

Merodeando por las calles poco concurridas, se sentía acosada por miradas de la clase alta, que la desvestía con los ojos, le quitaba sus ropas sencillas y la envolvían con sus comentarios de desprestigio y humillación. Se sentía débil y sumisa ante las familias ricas, no les gustaban a ella ni ella a ellos, eso lo sabía desde el principio, todos lo sabían.
Aunque quizá, quizá no era todo tan tajante, tal vez ella con sus poderes se dejaba engañar y creía cosas que no eran reales. Porque... si ella había pertenecido en su niñéz a la clase alta, algo debería conservar, ¿por qué no? ¿Acaso su andar y su hablar no era claramente fino? Sin embargo, el problema obvio era que no podía seguir siendo completamente distinguible para todos, puesto que los años más definitivos para la personalidad y formación de ella habían sido fuera de todos los privilegios y comodidades del oro.
Pero no, no, esas miradas la perseguían, y debía escapar de ellas. Miró hacia todos lados y encontró la puerta de la taberna, se acercó con paso apresurado y pasó por ella. Muchos podrían decirle que no podía entrar allí debido a su poca edad, pero usaría sus poderes de bruja para poder disolver toda negativa a su entrada.
Cuando estuvo dentro, quiso componer su postura y dejar de sentirse como una pequeña ardilla asustada. Arregló su ropa y se sentó en una mesa. Enfrente tenía a un muchacho que observaba el lugar. A Romilda no le gustaba mucho el contacto visual con los demás, por lo que bajó la cabeza y se quedó quieta.

por **Røthgar Sbjören** Sáb Dic 10, 2011 12:33 pm

No tengas miedo de la bestia,
ten miedo del hombre
porque es el único que se deleita
con la lenta muerte.

En el momento en el que entró, sabía que era ella. Mediante la consulta a los muertos supo lo suficiente para compensar lo desconocido, ya que todo se resumía a su odio por aquella raza la cual él era propiamente perteneciente.

Usó la dominación, atrayendo a la mujer de forma sutil hacia la mesa, de forma que ni ella misma lo pudiese notar, sus poderes, latentes en su "aura" lo podía percibir así. Él sabía que aquella noche sería divertida, y que al menos nadie echaría de menos a aquella mujer. "Rameras hay muchas" se dijo a si mismo, sin propia dicha.
Las medidas eran justas, en el precio que conllevaban. El jóven Bassarides giró un par de veces su vaso, ya escaso de líquido y se levantó hacia la barra.
Pidió que le echasen de nuevo otra copa. Tras luego susurrar al camarero que se largase del lugar si apreciaba su vida.

En aquel lugar entonces se quedó todo solitario. Con la tan sola compañía de aquellos dos brujos. Darien, recargó su espalda apoyando los codos sobre la barra, tras dar un trago a su vaso, levantó su feroz mirada hacia la muchacha.

- Habeis venido en el momento más apropiado.

Musitó, tras hacer un gesto por el fuerte licor. Sacó uno de los cuchillos que portaba y lo clavó en la madera robusta de la barra, dándole a entender que no necesitaba armas para hacer el daño que quería.

- ¿Qué os trajo por aquí?. La mirada de aquel hombre era tranquila, sus gestos también, atractivos quizás pero sus intenciones no tenían nada que ver con ello..

por **Romilda Hetfield** Sáb Dic 10, 2011 12:51 pm

A pesar de estar intranquila, la chica supo saber controlar los temblores del cuerpo. Mirad dónde has acabado. Sin querer, con todas las intensiones de quedarse tranquila en una taberna común y sencilla, había llegado a encontrarse con otro brujo, que claramente no pretendía pasar por alto aquella visita.

Desvió la mirada de aquel hombre, tratando de concentrarse y prepararse para lo que viniese. No le gustaba mucho la discordia, sólo había elegido aquel sitio para guardarse de las miradas ajenas de la clase alta, sin embargo, había encontrado una combinación mucho peor: un brujo, de clase alta. Se le notaba en la vestimenta, en los movimientos, en la actitud. Y seguramente él habría descubierto la verdad de ella, una bruja de clase media. Sí, también era obvio por su ropa. En cuanto a descubrir sus poderes, ¿cómo hizo? Si apenas ella entró el muchacho lo adivinó, eso estaba claro. ¿Acaso había algún detalle que la delatara?

Romilda volvió la vista al chico y unió los extremos de su capa con una mano, pero aún dando miradas a los ojos por pequeños instántes, no quería hacer contacto él, no quería tener problemas, simplemente quería pasar el rato allí, sólo eso. Aclaró su garganta en un tono bajo y se dispuso a contestarle, ¿por qué? Simplemente por no ser descortés, pero la verdad era que no tenía nada que decir, y tampoco tenía por qué contar la verdad de sus asuntos.

- Estaba un poco sedienta... Es una taberna, a eso vine, a beber - su voz, a pesar de la inseguridad que sentía, sonó clara y tranquila, dando una respuesta corta y sencilla. - ¿Por qué lo pregunta? - Añadió, queriendo saber el motivo de aquella interrogativa.

por **Røthgar Sbjören** Dom Dic 11, 2011 8:10 am

- Aquí las preguntas las hago yo.

El verdugo pronunció aquello mientras degustaba un trago más de aquella copa. Hacía tiempo que no se encontraba con ningún brujo. Tal vez tan solo se trataba de que cada día sabían esconderse más en sus asuntos. Aquella mujer, tenía su condena de muerte frente a ella. La cual disimularía si tal vez le diese algo a cambio, algo relevante algo que de verdad hiciese un buen cambio a aquel trato ficticio cual era su propia vida.
Se trataba de ello, simples tratos en los que la victima tenía una sola oportunidad para no caer en la desgracia, o de ser violada por aquel hombre, de espaldas anchas y cuerpo esbelto, mirada feroz y rostro labrado por los años.

- Nombre. Musitó, dirigiendo la mirada hacia ella. Bien porque sea su manía, de saber los nombres de sus victimas, labradas en un viejo pergamino, dichosos de haberse encontrado en el camino que deberían. Brujo, contra brujo, batalla de almas de poderes que iban más allá de la mera realidad.
Se acercó a la muchacha, con paso lento, tranquilo, así lo decían sus gestos. La rodeó con igual paso, conociendo su estatura, su presencia, su... "estatus" bajo aquel simple obstáculo cual era aquella capa. Con un tirón, se aferró al cuello de la capa de la mujer y le dio de sí, para abrirlo poco a poco, deshaciéndola de aquel obstáculo cual eran las primeras impresiones. Quería saber si llevaba algo escondido ahí abajo, tras aquella impecable pero absurda tela.

- Os acabo de hacer una pregunta. ¿No vais a contestar? - Susurró.

por **Romilda Hetfield** Dom Dic 11, 2011 11:04 am

Su actitud de dominante comenzaba a molestarle. Si bien sabía que no tendría muchos puntos a su favor para "ganar" o al menos salir viva de aquel encuentro, tampoco iba a dejar mandonearse así como así. Ambos brujos, con distintas actitudes, uno buscaba pelea y poder sobre el otro, y la otra, simplemente había elegido un mal lugar para esconderse.
Conservó la calma, aquietando su respiración, manteniéndo el control sobre sí misma, pero aún así temiendo por su destino. Si no había muerto esa noche de tormenta, entonces no podría morir ahora, no, su destino mortal estaba lejos de aquel tiempo y de aquella taberna, no se dejaría matar.

- Mi nombre es Romilda... - contestó en un tono medio, sin gritar pero sin susurrar. Debía mostrarse segura, y si le fallaba sería hora de usar sus poderes. Pero... ¿cómo usarlos? Tal vez la ilusión lo confundiría un poco, sin embargo, desconocía sus poderes, no sabía qué fuerza podría mover para que ella caiga en la trampa.

Atraerlo no funcionará. Pensó la chica. No, obviamente no. Él ya estaba cerca, demasiado de lo que ella deseaba, y no quería atraerlo más en ningún aspecto. Ilusión, sí.

No habló más. No por seguir sus normas, sino porque no le interesaba saber su nombre, no importaba. Simplemente quería largarse. Miró disimuladamente el sitio, ¿cuántas salidas habría? ¿Cuántas puertas? Huir no sería por cobarde, simplemente era... sobrevivir. Y volvió sus ojos al hombre, que le había desprotegido de su capa, dejando ver el vestido que llevaba debajo, algo simple, de verde apagado y cordones dorados ya sin brillo.

- No hay trucos bajo la manga.

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