Loneliness [Libre]

Acariciaba sus largos y rubios cabellos, mientras se alistaba para salir de la mansión donde estaba, aún débil por la última enfermedad, se empeñaba en seguir su búsqueda aquella hermana que tenía… Empezó a rendirse en los últimos días, debido a la fuerte enfermedad que le debilitaba cada vez más, temió morir de un de repente en los brazos de la oscuridad, pero se mantuvo firme a los buenos recuerdos. Llegada la tarde con un atuendo suelto como las gitanas usaban salió, claro ella no tenía esa pinta hermosa, esa piel aceitunada, esos hermosos ojos verdes, claro que no, ella era muy distinta.

No buscaba el amor, ni riquezas, quizá sabiduría y felicidad, pero aun no hallaba un camino en concreto, observo las calles parisinas como si fueran otras, como si jamás en toda la vida las hubiera visto, era imposible vislumbrar esos días que tomada de la mano de su padre salía a hurtadillas de la mansión para comer un trozo de dulce pastelillo.

Sí ahí estaba esa vieja cafetería, pero no era lo mismo desde que el dueño había muerto, quedo absorta en esos recuerdos, mientras vislumbraba su figura a través del cristal, parpadeo y al final del trance empezó a caminar viendo a los niños a la guerra jugar, a piratas soñar, a lindos cachorros ladrar a la felicidad de los pequeños.

Se sentó en una de las fuentes viendo las hojas de los arboles caer, tomo una y la deslizo cuya barca imaginaba, pensaba que en ella estaba, haciendo pequeñas ondas en la fuente, mirando su reflejo que sin dudarlo dibujo una sonrisa en sus labios, algo que no hacía naturalmente desde hace mucho tiempo era casi como un gesto impulsivo.

Dejo de jugar con la pequeña hoja impulsándola cuando paso la palma sobre el agua, empezó a caminar por los alrededores del parque, era tan fresco y frío a su vez, las finas telas del largo vestido holgado se meneaban de un lado a otro pero no solo eso, no era un simple meneo del viento, era un gran mareo, la debilidad de su cuerpo.

Empezó a notar que la imagen del parque se volcaba, cerró los ojos y quedo sentada en el suelo, tratando de respirar, aún estaba mareada, no sabía qué hacer y un paso en falso le haría caer.
.

Sintió que de repente las cosas no marchaban, bien era necia, había terminado mal en una cama hacía unas semanas y ahora empezaba con algo nuevo, por una parte deseaba caer y no saber absolutamente nada pero por otra, solo quizá vivir un poco más, sintió el frío del airé, como los parpados se le caían, apenas había probado bocado por la mañana y tenía semejante pinta, su cuerpo era similar a las hojas de otoño cayendo frágiles al suelo balanceándose al ritmo del viento porque eran unas haraganas, que solo engatusaban con su magia, cuando sintió desvanecerse una sensación cálida le inundo, un timbre de voz con un tinte enormemente atractivo resonó en sus oídos, era como si algo espectacular hubiese sucedido, no solo eso, sintió un aura similar, tan similar como la de su padre, no, como la de aquel chico que encontró en la plaza, tan amable, trato de levantar la mano, los tétricos dedos que tenía para acariciar el rostro que apenas vislumbraba.

Pues su vista parecía un cristal empañado cuando el calor pasa por encima de estos, largos cabellos, hermosa piel, voz sensual, era un caballero y por notable presencia, aquello que ‘llamaba aura’ se sentía reconfortarle, sintió el pañuelo sobre su piel, el frescor del agua, sentía una sensación hermosa, algo que antes había sentido pero olvidado, como un apego tan caluroso y a la vez extraño, escucho el cómico apodo, empezó a simular una risita, tan cálida y bajita como su propia voz, abrió los orbes, encontrándose con miradas de todo tipo, como si cometieran un pecado, otras de expectación y unas más de preocupación, pero ignoro a ese paso todo, llevo sus manos a las facciones hermosas del caballero, pasando sus yemas por la piel.

Era atractivo, pero más que nada era la manera en la que Yude analizaba un rostro, como si fuera una persona ciega, mirando con los ojos del alma y no físicamente, dejo que sus lindos ojos azules se deslizaran por todo el rostro de aquel ser tan magnifico, no podía ser un vampiro, no a plena luz del día o de la tarde, estaba tan desorientada, perdida en ese momento, desordenando sus ideas, algo se movía dentro de ella, beso su frente estirándose apenas – Agradezco su ayuda Monsieur – murmuro con un tono de voz amable, como si fuera tan educada y femenina.

Se separo de él y bajo el rostro como en agradecimiento, como apenada por la acción, pero no se arrepentía, la estrepitosa Yude había cesado el paso de cuyo torbellino armaba en las calles de parís, - Creo que solo ha sido un simple mareo, debido a mi reciente decaída – sonrío al mirarle, al contemplarle de nuevo – No soy ninguna dama de las nieves, héroe mío, solo un torbellino que ha perdido fuerzas ante el frío – murmuro, ladeando el rostro tratando de descifrar sus gestos, - Yude, ese es mi nombre, quisiera agradecerle tan amable atención – no sabía que decir, se apresuró atropellando ideas y palabras que su boca articulaba. No dejo de recordar la sensación de estar acunada entre los brazos de semejante caballero al que ya respetaba con la mirada.