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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Hunter Vaughan Lun Feb 13, 2012 4:00 am

"El hombre de ropa elegante y apariencia honorable, caminaba por allí,
dando la impresión de ser un hombre de mundo; hablaba todo el tiempo, presumía saber
de todo, pero no se conocía ni a él mismo".


El misterioso caballero de cabellera dorada y ojos azules leonados recorría nuevamente las calles parisinas. Pero esta vez no lo hacía para seguir a Dagmar, la razón por la cual estaba allí, no, lo hacía por un mero interés de despejarse, simplemente para tomar un poco de aire, para sentirse libre; quizá para divertirse, ¿por qué no? Estaba un poco cansado de persecuciones, de seguir de aquí a allá a “sus víctimas”, de tener que ser cauteloso y fundirse con las sombras en un afán de querer pasar siempre desapercibido. También estaba cansado de pensar siempre en que nuevos planes tenía ahora su jefe, que nuevas tareas le serían encomendadas; no dejaba de cuestionarse si serían todavía más atroces que todas las anteriores que ya había realizado. Nunca antes se había preguntado ese tipo de cosas. Hunter simplemente obedecía a todo lo que se le decía, nunca se tomaba el tiempo de meditarlo antes de que así fuese, nunca mostraba algún tipo de preocupación de saber que seria lo que haría, a quien mataría, a quien debía desaparecer de la faz del universo. Nunca.

Pero ahora todo era diferente. Ya no era el mismo.

Abandonó su cuarto de hotel exactamente a las ocho y quince de la noche y se encaminó hacia la zona que era más famosa en París por brindar cobijo a los comercios destinados al entretenimiento. Burdeles, cantinas, bares, toda clase de sitios de mala muerte se abrieron paso ante sus ojos que no dejaban de examinar con recelo, en busca del sitio adecuado. Finalmente y después de casi quince minutos de cuestionarse cual sería el lugar donde pretendía pasar parte de su noche de ese miércoles, entró a una taberna de aspecto medianamente decente. La música inundó sus oídos cuando cruzó la puerta y al menos cinco personas se volvieron para observar al nuevo cliente que se les unía a esa noche de farra. Hunter inspeccionó el lugar, con la mirada buscó algún sitio vacío que pudiese ocupar. No tuvo mucha suerte, el sitio estaba atestado. No habían pasado ni siquiera tres minutos y Hunter ya había dado media vuelta para salir del sitio, con la plena convicción de que sencillamente no había lugar para él y buscaría otro, pero entonces alguien le impidió abandonar. Se giró para ver de quién se trataba y se encontró cara a cara con una mujer de aspecto libertino que le sonreía coquetamente. La mujer lo tomaba del brazo, sus huesudos dedos se aferraban a él y su sonrisa de oreja a oreja dejaba entrever que le gustaba lo que estaba tocando y viendo. La mujer no dijo nada, se limitó a conducirlo hasta un sitio apartado, justo a un lado de la barra, una mesa sola que Hunter no había podido ver debido a que justo enfrente se encontraba un muro.

Durante el trayecto hasta la mesa la mujer no lo soltó en ningún momento y se esforzó en hacer aún más evidentes sus dotes de coquetería; se contoneó al caminar, sacándole total partido a sus ropas diminutas que dejaban a la vista gran parte de sus piernas. Le indicó donde sentarse y se alejó con una nueva sonrisa, una que amenazaba con que volvería al ataque y que no se libraría de ella tan fácilmente. Hunter se acomodó en la silla de madera, miró a ambos lados y se dio cuenta de que los clientes sentados en las mesas continuas a la suya estaban muy entretenidos, demasiado como para prestarle un poco de atención a un desconocido y mucho menos tratándose de un caballero. Desabotonó su saco para sentirse más cómodo y esperó a ser atendido. Tenía sed, demasiada sed, añoraba un poco de licor, tal vez un whisky.


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Mensaje por Invitado Miér Feb 29, 2012 9:30 am

-Saldré –dijo, por decir algo, lo dijo al aire, a sus sirvientes no les importaban si aquel abusivo amo salía o no, o quizá si les importaba, significaba un respiro de sus constantes exigencias y comentarios hirientes. En todo caso, sólo avisaba para que no lo buscaran como los idiotas que eran, y no daba la noticia de su partida a nadie más, porque no había nadie más. Estaba solo.

Esa panda de mozos y mucamas le eran fieles porque alguna vez le fueron fieles a Calum y Olga, sus padres, y tenían algo de dignidad al respecto. A Gregor le daba igual, preferiría estar solo en aquel caserón, llevando a cabo su investigación, sin ser molestado, no era como si le tuviera miedo a los seres de la noche.

Salía, a pesar de que casi nunca lo hacía, porque el whisky se había acabado otra vez, no era que no comprara suficiente, era que cada vez parecía beber más, o al menos desde que veía a la doctora. Maldijo a aquella mujer, pensando en la posibilidad de que le hubiera dado algo más que opio en aquella mezcla para aliviar su dolor, porque entonces no entendía por qué estaba tan jodidamente desconcentrado. Era la única explicación.

Pidió que prepararan su carruaje y que lo aventaran en alguna calle donde hubiese un bar, «yo me las arreglaré luego» dijo, aunque no pensaba que a alguien le preocupara si regresaba o no, no eran tan iluso. Era media tarde, el sol brillaba reinando en el cielo de París y sin fijarse en el hermoso día que era, Gregor ingresó en el primer bar que vio.

Bebió hasta que el tabernero metiche le dijo que ya había bebido demasiado. Lo fulminó con la mirada, le aventó los francos en la barra y salió. La dinámica se repitió unas dos o tres veces, y cada vez que salía de un bar, cantina o taberna, masticaba opio, para no perder la costumbre. Estaba entumido para entonces, aunque estaba lejos de estar ebrio, se necesitaba más que eso para poder embriagarlo en serio.

Perdió la noción del tiempo, cuando iba en su quinto o sexto sitio a visitar, no estaba ni enterado que ya era de noche, los lugares estaban más llenos a esas horas, pero se las arreglaba para abrirse paso y vaciar las reservas de aquellos sitios non santos. Recorrió la calle hasta el final, las nauseas comenzaron a atacarlo y ahí entre basura y periódicos vomitó, listo para la siguiente ronda. Incluso se sintió más aliviado y sobrio, preparado para un nuevo lugar de aquellos.

Al ingresar no notó diferencia considerable entre aquel bar y el resto que ya había visitado, excepto, claro, que este estaba atiborrado, buscó con cierta desesperación un sitio para sentarse, pensando que era demasiado temprano como para darse por vencido. Dio un par de pasos, algunos lo miraron, otros siguieron en sus asuntos, a él le daba igual. Aprovechó su estatura para volver a dar un vistazo como desde una atalaya.

Más allá, en una apartada mesa, había un hombre solitario, y aunque Gregor no era el más sociable, ya tendría algún comentario sarcástico que lograra ahuyentar al otro. Pero se detuvo antes de seguir avanzando, recordando el rostro del sujeto como entre sueños, aunque la paliza, estuvo seguro, esa no había sido un sueño. En lugar de dar media vuelta y huir, sonrió de lado socarronamente y terminó el camino que había comenzado a delinear.

-Llámame loco –se sentó sin previo aviso frente al rubio, desparpajadamente, recargándose en la mesa-, pero tu rostro me parece familiar –sólo estaba jugando, no le parecía familiar, estaba seguro que era él. No sabía su nombre, desde luego, nadie pregunta el nombre de quién te está dando la tunda de tu vida.

Antes de poder seguir hablando, una mujer se acercó a ellos y miró a Gregor como si fuese un intruso, el científico, en cambio, la miró con falsa inocencia. Estiró el brazo por sobre la mesa y tomó el antebrazo del otro.

-Lo siento querida, perdiste tu oportunidad –dijo con tono ligeramente afeminado, algo afectado causa de una carcajada contenida. Ella los miró como si fuesen lo peor, a ambos y se marchó. Fue hasta que ella se había ido que Gregor soltó al otro y rio finalmente-, tú, no te emociones –se dirigió al caballero rubio-, sólo quiero desentrañar quién carajo eres y por qué demonios golpeaste a un hombre lisiado –habló como si de verdad aquello le pareciera una afrenta a la moralidad, se estaba burlando, sólo eso. Beber esa noche había pasado a segundo plano.
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Mensaje por Hunter Vaughan Miér Abr 11, 2012 4:30 am

Esperó con paciencia y mientras lo hacía se dedicó a observar a los clientes del sitio, esos que poco tenían que ver con él, o al menos en apariencia; en el fondo debían compartir más de lo que podía imaginar, seguramente ellos también tenían secretos que ocultar, aunque dudaba que fueran tan graves como los que él poseía. Al girar su rostro y recorrer con sus ojos azules el sitio se topó cara a cara con un hombre de pelo entrecano que acaparó su atención, el hombre en cuestión bebía de un vaso de cristal y por el semblante relajado podía deducir que ya se encontraba algo tomado. Hunter tenía varias cosas que se le podían atribuir como dones y uno de ellos era sin duda era la magnífica memoria que poseía, jamás olvidaba un rostro. Estuvo seguro de que ese hombre sentado en la mesa frente a él era el mismo que hace ya bastantes meses atrás había cometido el error de meterse con quien no debía; las deudas eran algo que su jefe, Horst Neumann no toleraba, no porque le faltara el dinero, al contrario, sencillamente porque la conducta de un hombre que no es capaz de saldar lo que debe lograba enervarlo. Como era de esperarse, Hunter había sido quien había tenido que darle una lección al hombre del bastón. Por más increíble que pareciera había viajado desde Londres a París tan sólo para propinarle una paliza al cuarentón que justo ahora observaba. ¿Que si había sentido culpa?, no, no cuando sólo se trataba de golpes. Su táctica había sido simple: lo había vigilado fuera de su residencia durante un par de días, había esperado a que este saliese sin el carruaje, lo había seguido y cuando este menos lo había esperado había sido jalado hasta un callejón oscuro donde le había propinado golpes en el abdomen, piernas y espalda, lo había pateado innumerables veces cuando yacía en el piso, totalmente indefenso ante un hombre que tenía veinte años menos que él y además la experiencia para subyugar a quien le diese la gana.

Hunter desvío la mirada cuando se percató de que el hombre había sentido sus ojos clavárse en la espalda y se había girado para devolvérsela, en ese instante deseo tener sobre la mesa alguna bebida con la cual hacerse el idiota y verse menos obvio, pero fue en vano que intentara disimular, el hombre se había dado cuenta del interés que el rubio había mostrado tener en él y como era de esperarse un hombre que es golpeado tan brutalmente tampoco olvida el rostro de su atacante, imposible. Cuando menos lo esperó, Gregor ya estaba a su lado. La mesera apareció en ese instante y en medio de su momentáneo bochorno por lo irónico de la situación al estar víctima y victimario compartiendo una mesa, fue incapaz de entender rápidamente la broma que Gregor había hecho. Le dedicó una mirada incrédula y retiró su brazo del hombre a pesar de que este ya lo había soltado al lograr ridiculizar aquel momento frente a la camarera. Tomó su vaso y bebió del whisky que le había sido llevado sin que él lo pidiera, supuso que era lo que más solían pedir y buscar en aquel sitio. Mientras bebía escuchó a Gregor hablar y se maldijo internamente por no haber permanecido en el hotel o sencillamente haber elegido otro bar y no precisamente ese. — Estás borracho, viejo, alucinas, no te conozco. — Le espetó fingiendo demencia, pero oh, sí que lo conocía.

Cuando dio por hecho que el hombre no se daría por vencido optó por dejar de comportarse como un cobarde y admitió lo que le correspondía, después de todo seguía llevándole ventaja, siempre lo haría. — ¿Qué quieres que haga, Dvořák?, ¿que te pida perdón, ¿que te diga que no fue mi intención, que me equivoque de hombre esa noche y te golpeé a ti por error? No es mi culpa que seas un tipo al que le guste meterse en problemas, simplemente hice mi trabajo. Deberías aprender a no meterte con quien no debes. Supongo que aprendiste la lección, ¿no es así? Tienes suerte de estar vivo. — Alzó las cejas esperando que aquellas palabras lograran justificarlo, después de todo no podía hacer más que eso. — Mira, lo hecho, hecho está, no puedo volver simplemente al pasado y deshacerlo, lo único que puedo hacer por ti es invitarte una copa ya que has venido hasta mi mesa, a la que por cierto no fuiste invitado. Tómalo o déjalo. — Nunca antes le había ocurrido algo como eso, tener que estar frente a frente con alguien ha quien ha atacado, en parte porque la mayoría estaban muertos.


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Mensaje por Invitado Miér Abr 25, 2012 5:31 am

Entonces aguardó. Aguardó como el perro salvaje aguarda entre los pastos de la sabana a la presa en turno. Físicamente, sabía bien, porque no era idiota, tenía una desventaja más que obvia, pero sabía jugar sus cartas y usar sus armas, y la mejor que tenía, también lo sabía bien, era esa mente aguda y veloz. Frunció el ceño cuando el otro fingió no conocerlo, bufó sonoramente, un «pfff» de burla y hastío, sin embargo, no borró la expresión despreocupada del rostro, quizá el alcohol estaba haciendo de las suyas, pero en todo caso, Gregor siempre estaba ebrio y el alcohol conducía muchos de sus actos.

Volvió a mirarlo, entornando los ojos y llevando ambas piernas a la silla contigua que estaba desocupada para sentarse más descarado y fanfarrón. Bebió el whisky que sobraba de un solo golpe y dejó el vaso con brusquedad y más fuerza de la que ameritaba sobre la superficie de la mesa. Abrió la boca para decir algo pero fue interrumpido, su “anfitrión” habló de nuevo y escuchó con atención, incluso se podía decir que fingía esa expresión de estar concentrado en todo lo que el rubio y apuesto matón estaba diciendo. Hubo un segundo de silencio o dos cuando terminó de hablar hasta que el físico rio sonoramente rompiendo el silencio entre ambos, una risa mecánica y falsa, sarcástica y estudiada, misma que así como llegó se fue, acallada de golpe al simplemente cerrar la boca.

-Tengo suerte de estar vivo –repitió la frase con una pausa marcada en cada palabra y suspiró mirando el techo para luego llevarse una mano a la frente, tapándose los ojos, después de un momento en aquella posición se escuchó un sollozo-, me conmueves –dijo entre el llanto actuado, se quitó la mano a penas para poder verlo de soslayo, como para comprobar cuál era la reacción del otro-. No seas ingenuo –su tono cambió radicalmente, era casi sereno, serio, se volvió a acomodar para sentarse adecuadamente y se recargó en la mesa-, no vengo por una disculpa, vengo porque tengo dudas, algunas más interesantes que otras, y como hombre de ciencia, no me gusta quedarme con preguntas sin respuesta –finalmente aceptó y antes de seguir hablando alzó el vaso vacío y lo agitó en el aire, exigiendo así que un mesero se hiciera presente y satisficiera su necesidad de alcohol.

-Él paga –señaló con la mirada a su interlocutor cuando la mesera de antes se presentó ante sus demandas entregándole el vaso vacío –whisky –pidió aceptando así la extraña invitación, aunque aquella frase, claro, llevaba más significados de lo que en verdad decía. La intención de Gregor de que el otro se hiciera cargo de lo que restaba de su borrachera, que no era poco para sus estándares.

-Bien lo has dicho muchacho, soy alguien que se mete en muchos problemas, y por lo tanto… -sonrió como un niño travieso que se ha salido con la suya –no tengo idea de quién te mandó, he ofendido a muchos, debo mucho dinero en muchas partes del mundo, no porque no lo tenga, sino porque no me da la gana pagarlo, y he desacreditado a muchos colegas por sus estúpidas –hizo una pausa y llevó la cabeza hacia atrás, llenando sus pulmones de aire –estúpidas –dijo la palabra con más énfasis –teorías, sí, también desconfío de la comunidad científica, así que dime… -su whisky había llegado, lo recibió sin mirar a la camarera y le dio un trago, estaba prolongando el momento de culminar su retahíla a propósito -¿quién de toda la cantidad de enemigos te mandó? –Se encogió de hombros y volvió a tomar del vaso –pero créeme, esa es una de las dudas poco interesantes, creo que da igual quien haya sido, me interesas más tú –lo señaló con el índice de la mano que sostenía el vaso corto con licor-, no te emociones otra vez, no me interesas así –dijo con sarcasmo y girando los ojos-, eres interesante por sí solo, no muchos tienen esa cualidad, ¿qué llevó a un tipo como tú a hacer el trabajo sucio de otro? –Terminó de beber el whisky, otra vez dejó el vaso sobre la mesa de golpe y colocó ambas manos en el borde del mueble-, no espero que me lo digas así como si nada, claro, no soy idiota.
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Mensaje por Hunter Vaughan Miér Mayo 02, 2012 8:18 pm

Maldita sea. Maldita la hora en la que se le había ocurrido entrar justamente en esa taberna habiendo tantas a su disposición, maldita la hora en la que había tenido que ser él a quién enviaran a darle una paliza al viejo Dvořák, pero sobre todas las cosas maldito él que era tan empecinado, tan…irritante. Bastaba verlo y escucharlo hablar para darse cuenta de que no se desharía de él fácilmente, lo cual lo hacía plantearse seriamente el ponerse de pie en ese instante y ser él quién abandonara el lugar y poner fin de una vez por todas a ese desagradable encuentro. Pero se quedó, permaneció sentado sin mover un sólo dedo y sin denotar la molestia que le estaba causando aquel tema de conversación que el mismo Dvořák había iniciado, la naturaleza amable que Hunter poseía por naturaleza –por más increíble que pareciera dada su profesión- le impedía dejarlo con las palabras en la boca pero tampoco sentía deseos de saciar su curiosidad de científico o de lo que fuese que lo orillara a preguntarle aquello.

Más de uno se giró para clavar los ojos en la mesa que Dvořák y Vaughan compartían cuando el primero estalló en una risa tan falsa que no engañaría ni al más ebrio de los hombres que se encontraban en el sitio; Hunter se llevó la mano a la oreja y la rascó en repetidas ocasiones mientras en su rostro se dibujaba una mueca difícil de definir, era un tic que tenía cada vez que algo lo estaba incomodando. Lo vio hacer de todo: reír, llorar, tomar una posición de completa pereza y al segundo una de completo interés, cada una de sus emociones fingidas, ¡ese hombre era realmente irritante!

Hunter hizo un gran esfuerzo –que no le costó mucho- por mantenerse callado durante todo el monólogo que Gregor Dvořák hizo a continuación, en el que le dejó más que claras sus intenciones: deseaba desentrañar el misterio que lo envolvía, lo cual después de todo no era tan descabellado ya que era bastante inquietante que un joven de tan sólo veinticinco años se dedicara a lo que él se dedicaba y que además no fuese reciente, que tuviera ya una lista interminable de muertos que cargar en su conciencia, aunque claro, eso Gregor no lo sabía, ni lo sabría jamás. Estiró su mano para que la mesera le sirviera también un poco de whisky del que había ordenado su no bienvenido compañero de mesa y rió amargamente ante la broma que Gregor hizo nuevamente acerca de ellos dos. — Entonces realmente tienes suerte de seguir vivo. — Comentó entre dientes mientras bebía de su vaso ante esa confesión que Gregor había hecho, en la que garantizaba ser un hombre molesto que tenía muchos enemigos y además un deudor.

— Lo que realmente me sorprende es que te creas tan inteligente y seas tan tonto al creer que todos esos a los que les debes se quedarán siempre de brazos cruzados. Cualquier día de estos amanecerás muerto en algún callejón. — Le aseguró para después terminar de beber el resto del líquido en su vaso, el cual se había terminado demasiado pronto. Imitó el gesto que Dvořák había hecho minutos antes y agitando el vaso en el aire provocó que la mesera apareciera una vez más para servirle. — Deja la botella. — Le ordenó a la chica estando consciente de que esa sería una larga noche, del bolsillo de su pantalón sacó algunas monedas y le pagó.

— No sé a qué te refieres con eso que has dicho, ¿alguien como yo? — De pronto se mostró particularmente interesado en esa frase que Gregor había utilizado para referirse a él, por algo la había utilizado y si algo tenían en común es que ambos pecaban de curiosos pero ninguno estaba dispuesto a desenmascararse. — ¿Qué tipo de persona soy yo según tú, Dvořák? — Sí, estaba dándole vueltas al asunto, desviando la conversación lo más que pudiera, prefería ser él quién hiciera las preguntas y no quién diera las respuestas. — No sabes nada de mí, no seas bravucón. — Por primera vez pareció esbozar una tenue sonrisa, aunque ni él mismo se explicaba, el tipo no le agradaba, tampoco era su amigo, no había razón para sentir un poco de simpatía por él a excepción de que estaba borracho y eso lo convertiría poco a poco en un merolico insoportable e incoherente. — Lo de la golpiza fue hace mucho tiempo, ¿qué te hace pensar que voy por la vida propinando palizas para ganarme la vida? Y si así hubiera sido nadie te garantiza que eso ha quedado atrás, el hombre está en constante movimiento, eso lo deberías saber bien, eres un hombre de ciencia ¿no? — Excusas baratas, tal vez palabras sin demasiado sentido; sí, en definitiva Hunter estaba en problemas.


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Mensaje por Invitado Vie Mayo 18, 2012 5:26 pm

Entonces Gregor se recargó en la mesa apoyando ambos codos, tomando su whisky como un niño pequeño toma jugo de un vaso demasiado grande para sus pequeñas manos, mirando directamente a los ojos del joven, tan azules como los propios y con una sonrisa tan pequeña como molesta. Esperando la reacción, aunque según sus pronósticos, ésta no sería la que cualquier otro haría, hacerlo callar, asestarle un golpe por ser tan jodidamente fastidioso y largarse en un imprevisto impulso. Pero no, el joven se quedaría, Gregor apostaba su fortuna a que así sería.

-Oh, no, no, no –negó con ambas manos y con la cabeza –no te confundas, sé que mis innumerables enemigos están esperando el momento para bailar sobre mi tumba, pero no puedo vivir con miedo –soltó con un cinismo temible y temerario por igual, nada en él era calculado, pero tampoco era que pasara los detalles por alto, simplemente no se detenía a doblar las esquinas para que la envoltura quedara perfecta, sabía que esos cabos sueltos podían acabarlo, pero ¿no era su vida, después de todo, una búsqueda incansable de su propio fin? Tenía un comportamiento sistemáticamente autodestructivo, ganarse enemigos y hacerlos rabiar era igual a beber hasta perder la consciencia y masticar opio como caramelos. Podía ser muerto a manos de un hombre de negocios que mandara a su matón personal, o a manos de un ebrio al que mirara desdeñosamente por sobre su hombro y eso no le gustara, podía morir de un golpe en la cabeza un día que se cayera completamente colocado por el alcohol y las drogas o al salir de su casa, no mirar a ambos lado pues en su mente el comportamiento del universo era una cuestión más relevante y ser arroyado por un carruaje. Eso exactamente, así como era, el peligro era una constante y no tenía planeado cambiar, era mejor hacerse a la idea y no vivir con miedo.

-No creas que cada vez que salgo me cuido la espalda y evito los callejones obscuros, si algo me pasa… -se encogió de hombros –es pérdida de la humanidad, no mía –bebió de su vaso y sonrió de lado, a pesar de lo siniestro de lo que estaba diciendo. Arrogante, soberbio e insoportable, ese era él y poco le importaba si a otros agradaba.

Miró a la camarera y luego al muchacho cuando la botella fue dejada en la mesa, sonrió descaradamente y asintió. Iba a ser una noche larga y parecía que el otro lo comprendía. Escuchó lo que continuó, desmenuzando cada palabra, encontrando no sólo significados en lo que decía, sino en la entonación y en las actitudes que las acompañaban.

-Ah, soy un hombre consagrado a las ciencias exactas, nada tienen que ver con las ciencias sociales –aclaró, aunque era mitad mentira, también le interesaba el comportamiento del hombre y el hombre en sociedad, pero esos conocimientos los había adquirido por curiosidad, para poder destruir con mejores armas todo lo que el resto de la gente amaba, de forma empírica y autodidacta-. Un hombre como tú –repitió y en lugar de continuar, tomó la botella y sirvió más líquido en ambos vasos, tomó el suyo y lo llevó al aire como en forma de brindis-, como tú… mírate, apuesto, joven e inteligente –y aunque estaba diciendo cualidades, en su voz sonaban a los más terribles defectos, saber si lo hacía a propósito o no era complicado –además de educado, te he estado molestando por más de media hora y no te has ido, supongo que un pobre viejo como yo –evidentemente aquello fue dicho con sarcasmo –te conmueve, lo que también te hace sentimental, algo que, dada tu profesión debería haberse ido hace mucho –bebió de nuevo del vaso y suspiró largamente-. Cuando… nos conocimos –buscó una palabra suave para su primer encuentro –no parecías un inexperto, viniste, hiciste tu trabajo con limpieza y me dejaste sin importarte si vivía o no, una ejecución impecable, habla de que llevas más de lo que quieres admitir haciendo el trabajo sucio de otros, ¿cómo sé que sigues en el negocio? –cerró los ojos con cara de «no sé» -algo me lo dice –y ahí simplemente estaba fanfarroneando como era su costumbre. Pero todo lo demás, podía asegurarlo so pena de muerte.

Bebió el resto del whisky en su vaso y sirvió más, no le estaba costando y esa era una ventaja, lo miró con una ceja arqueada y volvió a adoptar esa posición infantil con ambos codos sobre la mesa.

-Pero hey, no es justo, tú sabes mi nombre y yo no sé el tuyo –una falsa inocencia y franqueza salió a relucir en su voz. Para ese entonces, y desde antes incluso, Gregor estaba ebrio, pero bastante raro que lo demostrara tambaleándose o hablando arrastradamente, nunca perdía la coherencia, si acaso, se volvía más impertinente, si es que eso era posible.
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Mensaje por Hunter Vaughan Lun Jul 02, 2012 6:31 am

Resultaba inútil que Hunter quisiera salirse por la tangente ante aquella situación, debía tener en cuenta que ese hombre que tenía a un lado no era cualquier hombre, era un jodido científico y por ende alguien inteligente y meticuloso, alguien educado. No lo dejaría ir vivo, tal vez era más fácil ceder a su curiosidad y por fin revelarle eso, en lo que tanto insistía. No tenía caso que intentara esquivar sus ojos, su mirada, esa que por momentos parecía estudiarlo a detalle. Tal y como había predicho: el tipo no se daría por vencido.

Resignado escuchó lo que el viejo tenía para decir, bebió del whisky una y otra vez, con la mirada puesta en todos lados, menos en Dvořák, pero escuchó perfectamente cada cosa que él mencionó, no hubo un detalle que se le escapara. Capturó la esencia de sus palabras y cuando le pareció curioso lo que este decía, volvió a mirarlo y ya no le despegó la vista de encima. Tenía que admitir que el hombre era, por encima de todo, un tipo interesante, a su modo, pero lo era. La noche que había pintado para ser una aburrida y sin algún fin, por fin tomaba forma. Tal vez el haber entrado precisamente en ese lugar y encontrarse justamente con ese hombre no había sido tan malo al final de cuentas. Hunter resolvió en ese instante que si debía compartir la mesa con él durante esa noche, entonces haría de esa velada algo interesante; decidió jugar su juego y comenzó a beber más pausadamente del licor de su vaso, no podía permitirse terminar siendo un ebrio, con uno ya era suficiente.

— Así que eres un suicida consumado. — No era una pregunta, era una afirmación. Hunter decidió relajarse, se dejó caer sobre el respaldo de la silla y adoptó una postura más desenfadada, como la que habría adoptado estando en la compañía de algún amigo. Imitó lo que Gregor había hecho con él apenas unos segundos atrás, lo miró con detenimiento, casi con los ojos entrecerrados. Lo estudió y volvió a sostener, más seguro que nunca, su teoría sobre él. — Eso eres, vas por ahí dando motivos, tentando, agitándole las barbas a cualquier valiente que se atreva a hacer lo que tú no puedes. Haces la oferta y esperas al mejor postor, es más, ni siquiera te interesa cuanto tienen por ofrecer, lo único que te interesa es que se lleven eso que ya no quieres, que te estorba. — Negó con la cabeza, le costaba concebir aquello que decía, a Gregor debía pesarle mucho algo para hacer algo como eso. Hubo un silencio en el que sólo el ruido de la muchedumbre a su alrededor llegó a sus oídos.

— Triste vida, pero también interesante tu forma de llevarla, después de todo ponerse en las manos de otros también requiere valentía. — Añadió sin despegarle los ojos, olvidándose por un momento del sitio donde se encontraban, del vaso de whisky a medias que sostenía en la mano. — Eres todo un caso, Gregor Dvořák. ¿Cómo es que un científico, educado y de una cuantiosa fortuna como tú, se resuelve a vivir de ese modo? — Su cabeza volvió a agitarse tenuemente, de verdad le costaba creer que un hombre que lo tenía todo, viviera deseando que alguien se lo arrebatara. Le indignaba sobretodo porque él, durante su infancia, había sufrido las carencias de eso que Gregor seguramente siempre había poseído, y aún así era infeliz. Estaba claro que nada era suficiente en esta vida para estar conforme, o feliz; cada quién alimentaba a sus propios demonios y decidía si dejarlos comérselo vivo o no.

— Creo que ahora compartimos algo, la curiosidad mutua. La diferencia es que mi vida no tiene gran ciencia. — Inquirió inesperadamente; no mentía, Gregor de verdad había empezado a intrigarlo. Nuevamente intentó esquivarse, pero al cabo de un rato, finalmente, decidió concederle un poco de material, tal y como él, sin querer, había hecho. — Horst Neumann. Seguro te suena ese nombre. No creo que haga falta entrar en detalles. — Bebió de su tarro, intentando disipar el mal sabor que traía consigo ese nombre.


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Mensaje por Invitado Sáb Ago 18, 2012 2:28 am

Ahora era turno de que el otro hablara y Gregor se lo iba a conceder, porque ese era el checo, un rey sin trono y sin corona –sin reino, sin tierras, sin castillo, sin súbditos, sin nada- que concede audiencia al resto de las personas, inferiores a él por antonomasia, el físico era un patán perdona-vidas y no era alguien que ocultara toda esa bola de defectos que lo definían, se sentía incluso orgulloso de su pedantería, si una cosa debía concedérsele es que, al menos intelectualmente, tenía armas para comportarse como el soez genio que era. No expresó demasiado con el rostro mientras el joven hablaba, una sonrisa de lado, lo mismo de regocijante satisfacción que de socarrona burla; era común en él, no ser demasiado expresivo, más aún cuando se lo proponía como aquella noche de inusitados recuentros no deseados, a diferencia de su interlocutor, sus orbes cerúleas no se despegaron del hombre, cada palabra entraba por sus oídos y cada gesto por sus ojos, porque era un gran descifrador de acertijos y para llevar a cabo dicha tarea se tenía que poner atención a los detalles. Quizá su vida transcurriera con temerario descuido, pero cuando se trataba de responder preguntas, era meticuloso como ninguno.

«Suicida consumado» había dicho el muchacho y aunque no se inmutó un ápice, a Gregor le gustó la definición, aunque no supo si lo era o sólo un negligente misántropo que no da un carajo por absolutamente nada. Se limitó a chasquear la lengua y mutar su gesto finalmente, a uno de rotundo aburrimiento, era un histrión magnífico, porque aunque su faz adoptaba un gesto soporífero, en realidad estaba interesado en todo lo que el otro versaba, rara vez alguien podía capturarlo así con sus palabras, o tal vez era sólo que rara vez Gregor daba la oportunidad, ahí estaba de nuevo ese monarca de nada concediendo auditoría con desdén inherente.

-Tú la llamas triste, ¿tú la llamas triste? –Estaba jugando con las palabras sin querer, el alcohol adormecía ya su lengua pero también la soltaba -¿tú, cuyo trabajo es matar? –habló demasiado fuerte, fue una suerte que los parroquianos estuvieran metidos en sus propios asuntos y lidiando con sus propios demonios a puño limpio como para prestar atención a aquella declaración tan grave-. Yo no elegí vivir así, es el precio que se paga por posees un cerebro como el mío –alzó el mentón con soberbia y se llevó el índice a la sien. Sin embargo, ese chico sin quererlo lo había hecho sopesar así rápidamente las decisiones de su vida, qué caminos lo habían conducido a ese punto, ahí frente al joven asesino apuesto y esa conversación que se antojaba más para llevarse a cabo entre dos viejos conocidos, aunque de algún modo, eso eran. Bufó con desespero y sirvió otra copa, bebió, sirvió otra más, bebió, y así por un rato en el que no hizo nada más, más que beber y casi vaciar la botella que “amablemente” su acompañante había comprado.

-¡Me niego a creer que tu vida sea aburrida! –dio un manotazo al aire, tan fuerte y tan dramático que su cuerpo entero se movió, tirando parte del contenido del vaso que sostenía con la otra mano. Su voz delataba su estado, cada vez hablaba más fuerte, pero no arrastraba las palabras, ni se tambaleaba él, alguien acostumbrado a tomar tanto alcohol ya no cometía los mismos desfiguros que un ebrio inexperto, sin embargo, Gregor no dejaba de ser humano y el licor desde luego que hacía mella en su persona –pero está bien, no te presionaré muchacho, sólo toma en cuenta que no me engañas, hubo algo en tu pasado –lo señaló en una total muestra de falta de educación –que te condujo a esto –no fue específico, creyó que se sobrentendía de lo que hablaba.

Un trago más, cada vez más rápidos, cada vez más prolongados y cada vez su cuerpo resintiendo más los estragos de su autodestrucción lenta. Era una vela que se consumía de a poco, pero se consumía al fin y al cabo. Trató de hacer memoria una vez que escuchó el nombre del joven golpeador, pero no pudo encontrar ese nombre en su archivo personal de inmediato, no supo si porque en realidad era desconocido para él, o porque era incapaz de pensar con claridad; si era la primera no había de qué preocuparse, si era la segunda… estaba en un aprieto. Guardó silencio mientras observaba el poco líquido que le quedaba a la botella, la tomó el cuello y bebió directamente de ahí para terminarla, la dejó con un golpazo sobre la mesa tan estruendoso que fue un milagro que no se rompiera.

-Horst –repitió –tú no eres Horst Neumann –dijo, aunque nunca conoció al hombre con el que se endeudó (y no pagó por puro capricho), sabía que no era él, también eso le dio un indicio, finalmente, de quién lo había mandado al golpear. Se puso de pie rápidamente, no pareció borracho, pero las apariencias engañaban, ya lo estaba para ese entonces, todo en Gregor podía engañar porque sabía ejecutar muy bien su papel-. Pero está bien, Horst –pronunció el nombre con especial ironía-, así te llamaré hasta que te dignes a decirme tu verdadero nombre –aclaró –larguémonos de aquí –no dio explicación del porqué de su repentina decisión, porque simplemente no la había, se encaminó a la puerta y se giró para verlo –no vas a dejar a este pobre viejo que ande borracho por las calles, ¿verdad?
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