Descontrol [Keiji D'Albère]

Tomé la pistola, entre mis dos manos, y sin saber exactamente qué estaba haciendo, disparé contra un árbol.

Cierto, estaba huyendo aquella noche. Me habían llevado a la Iglesia, con el afán de darme un par de prisioneros para alimentarme, y me intentaron inculcar su estúpida palabra de dios. Pero antes de que pudiesen hacer algo, me había escapado junto con el portafolio de uno de los inquisidores. Maletín, o como caraja madre le dijeran en francés. Me lo había robado, y me había encantado lo que tenía dentro. Estacas, una pistola. Balas de plata, rosarios, y hasta una biblia. Me deshice de los objetos bíblicos y saqué todo lo que pude de la bolsa, incorporando aquellas armas, sin saber para qué, a la mía.

Naturalmente, había querido mirar cómo se sentía disparar una cosa de aquellas, así que me había ido a los bosques, y ahora tiraba, a la nada, desde ahí. Después de un rato, me aburrí, y fue cuando las cosas se tensaron un poco. Sentí, cerca de mi una pobre criatura corriendo desafiante de la muerte. Le miré, o por lo menos giré la cabeza hacia donde creí que estaba, y le condené. Sabía que no podía huir, y menos al percibir aquella presencia que le seguia. Estaba condenado. ¡Estaba muerto!

De alguna manera, me causó placer, pero me causó más dolor, me identifiqué más y fue cuando decidí acercarme un poco más. Subido en un árbol, miré la escena, para cambiarme a otro rápidamente. Me bajé luego a un arbusto, que me ocultaba de forma torpe, y fue cuando sentí un puñetazo cerca. No pude mas que correr atrás de un árbol, como sabiendo que era buena hora para huir. Ni siquiera estaba buscando nada, sólo quería ver lo que sucedía.

Miré el cadáver, y no pude evitarlo. Me acerqué a él, para cerrarle los ojos con suavidad. Le miré, de una forma algo dulce, y negué con la cabeza, para volver a ocultarme tras un árbol al sentir algo peligroso que se me acercaba. Era muy joven aún, pero podía "detectar" apenas algunas cosillas. Como aquella, que si no me quitaba me iban a hacer daño. Permanecí como tonto tras el árbol, sin saber exactamente qué hacer. Tomé estúpidamente la pistola robada entre mis manos, como si aquello asustara a un vampiro. Era estúpido, porque ni siquiera estaba cargada, pero era mi reacción, mi reacción de un joven que apenas entiende su naturaleza vampírica y condenada.

Escuché un murmullo de aquel, no supe si en la cabeza, o en mis oídos. No pude evitar cntestar, sin soltar el arma, sin mirar a mi alrededor.

- Como si me interesara intentar algo con vos. -susurré, arqueando una ceja, sintiéndome de nuevo en la mitad de mis emociones. Por una parte, el niño asustado, y por otra, el hombre sarcástico, a quien muchas cosas no le importaban. Y no me importaba que el otro me hubiese escuchado o no. De todas formas, no me gustaba su presencia. Tenía algo...

...que me estresaba.