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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Lun Mar 05, 2012 9:54 pm

La vida se nos va entre los dedos cuando
todo lo que tenemos no es suficiente
para detener los embites de aquéllos
que daño quieren hacernos.



Sentada a la mesa, leía de forma inadecuada e incluso maleducada un libro mientras se deleitaba en los sabores matutinos del zumo de naranja, la tortilla de papa, los bollos con mantequilla que olían a canela, el vaso de leche, entre otros manjares que mantenían su cuerpo con los suficientes nutrientes para seguir avante con el embarazo que ya se notaba. Sonrió pasando la mano sobre la curvatura de su vientre al tiempo que suspiró cerrando los ojos. Su pequeño llegaría a un hogar lleno de amor y ternuras. José estuvo feliz cuando le informó que sería padre, la tomó en brazos y giró con ella hacía apenas dos meses atrás. Ahora, de cinco meses, la mujer mordió un pedazo de bollo para masticarlo lento en tanto leía la poesía que José le dedicara en ese libro.

La obra perteneció al ahora Rey desde que era más joven, tenía las hojas maltratadas e incluso, algunas anotaciones en las que Tamina se deleitaba conforme leía. El día anterior se había presentado con él tras que la cambiaformas le rogara porque le recomendara algo interesante porque se aburría. Ya no podía salir con la misma frecuencia, no podían arriesgarse. José había perdido a dos hijos y ahora mismo no estaba con ánimos de exponerla a ella y al hijo no nato que estaba en camino.

Otro mordisquito al bollo y un pequeño sorbo de leche en tanto rió al leer la escritura de José, se notaba que el León de España tomó el libro antes de entregárselo para dedicarle algunos versos. Eso la hacía sentir feliz. Su atención fue desviada por los cascos de un caballo que sonaban a la distancia. Ilusionada, se levantó de la mesa con una enorme falta de etiqueta y fue a ver por la ventana el camino. El brioso animal que conducía al jinete era muy reconocible para ella, puesto que lo había elegido para su amor. Se levantó un poco las faldas caminando con rapidez, entre pasitos ligeros hacia donde la puerta para recibirlo.

- José, amor mío - se oía su voz en tanto se apresuraba a tomarlo entre sus brazos besando sus labios, desechando la idea de que podría no ser propio, pues jamás sería inadecuado demostrarle su amor al hombre que tanto había esperado - te extrañamos - dijo con una sonrisa, llevando la mano del varón sobre su vientre, para que sintiera las pataditas del pequeño - muchísimo anoche - su tono de voz se volvió íntimo y dulce... - anda, desayuna conmigo - rogó haciendo un pucherito.

José siempre la consentía en todo, tenía que reconocerlo... la trataba como una reina aunque no lo fuera por ley, aunque no estuviera casada con él, lo cual no le importaba. Mientras estuviera con él, el mundo que girara.

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Mensaje por José Alfonso De Castilla Vie Mar 09, 2012 4:39 pm

El olor a tierra mojada predominó completamente en el trayecto de regreso. Había prometido regresar durante la noche del día anterior, pero las nubes negras le negaron su Voluntad al Rey, dejándolo con una taza de café frente a la ventana de aquella casona. Sus pensamientos eran más que obvios tras aquella reunión; su mente tenía sólo un rostro grabado, y su preocupación era más que evidente. Maldijo su suerte en un silente español y se recargó en el sillón de cuero, cayendo bajo un profundo sueño que no le evitó despertar cuando uno de sus guardias le informó de la mejoría del tiempo. No dudó un segundo, y ni siquiera esperó que el carruaje Real estuviere listo: aquel vigoroso equino que había sido obsequiado por la persona con la que viviría el resto de su vida galopó como un rayo atravesando la distancia que le separaba de esos ojos verdes, de aquel fino cabello y de aquellos adictivos labios que había extrañado toda la noche. Todo ese conjunto fue reconocido por él al mirar hacia una de las ventanas y su ya notoria sonrisa se amplió al verla acercarse con premura a pesar de aquel que estaba en su vientre.

De un salto bajó del corcel dejándolo a cargo de los criados que le reverenciaban y de un solo movimiento ya la tenía besándole contra sí, inclinada hacia abajo como todo el galán que él seguía siendo a pesar de estar comprometido, por desgracia para las demás que seguían suspirando al verlo pasar. - Yo también les extrañé muchísimo...perdónenme por no poder llegar a la hora acordada...- José era capaz de atravesar tormentas y tifones con tal de verles, pero no pudo romper ese maldito protocolo que parecía más fuerte que la misma naturaleza - Encantado estaré de acompañarles...este y todos los demás desayunos de nuestra vida - dijo contento e incorporó a su mujer abrazándola por detrás, remarcando las caricias sobre ese bendito vientre y haciendo que Tamina caminare en dirección al interior - Podrías haberme esperado adentro...no quiero que arriesgues un resfrío...- besó su nuca e ingresaron al comedor en medio de los besos que el León de España repartía en el cuello de la cambiaformas, deleitándose con sus reacciones y sus respuestas. Los criados les miraban con orgullo y ternura, envidiando sanamente a esa pareja que parecía haber sido la inspiración de los narradores para sus cuentos de hadas.

Pero faltaban los villanos.

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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Sáb Mar 10, 2012 3:02 pm

Míranos, estamos esperándote cada día.
No importa que tu hijo esté en mi seno,
sé que te ama tanto como yo a tí.

Se veía tan guapo, era una delicia mirarlo y saberlo suyo. Que nadie más disfrutaba de sus labios, de sus brazos, de las sonrisas que le regalaba sólo a ella. Sus ropas eran las mismas que las del día anterior, antes de que fuera a esa reunión que sólo le daba flojera e incluso molestaba mientras que platicaba con ella sobre qué iban a hacer en la noche. Una reunión protocolaria más que a él le parecía menos interesante que el saber que su bebé había pateado muchas veces mientras ella le hablaba de su padre.

Desde que le informara de su embarazo, José se dedicó a ellos gran parte de su tiempo, con excepción de las veces en que se iba a con su hermana a una reunión protocolaria o bailes a los cuales Tamina ya no podría asistir porque su vientre era muy notorio ya y las lenguas viperinas harían más daño que bien en el ánimo de la cambiaformas. Aunque de vez en cuando se escapaba ella también con Marianne o con alguna otra persona para caminar por los jardines de la ciudad, por la Plaza o simplemente ir a misa a Notre Dame.

Ahora todo daba igual mientras tenía entre sus brazos a su amado y era besada de esa forma de fábula, haciéndola reír y que esa sonrisa le llegara a los ojos, sonrojando las mejillas. De por sí su embarazo la hacía ver más hermosa por la alegría que le ocasionaba, el estar al lado del hombre amado la dejaba preciosa. No le importó si al momento de inclinarla el vestido se manchaba de lodo, ni siquiera el mojarse porque le extrañaba demasiado.

- No importa, lo bueno es que estás ya en casa - besó su mejilla, sus labios mientras reía y aspiraba su aroma. Sentía su barba crecida por no haberse afeitado la noche anterior, las ropas arrugadas y un leve aroma a tabaco que la obligó a hacer muequitas, pero fuera de eso le abrazó con anhelo y dedicación. Caminó con pasitos lentos hacia el interior dejando que él la tomara por la espalda y acariciara un vientre que se agitaba muy inquieto, golpeando de todos lados como dándole la bienvenida al que reconocía como su padre - este pequeño está muy contento de que estés con nosotros, ah por cierto, hay tortilla española, zumo, fruta y panecitos de canela y no te preocupes, no nos enfermaremos, sólo con verte nos sentimos fuertes y sanos - hablaba en plural como él lo hacía, una costumbre que empezó como un juego.

Suspiró ante sus besos, cerró los ojos sintiéndolos, la forma en que acariciaba su vientre la erotizaba, se reconocía mucho más sensible ahora por las mismas hormonas. Rió feliz en tanto iban pasito a pasito dirigiéndose hacia el comedor donde ya los sirvientes habían colocado un lugar más. Respetaron el libro de la futura madre que aún estaba en la mesa, pero no así algunos detallitos como el no tener cubiertos y demás. Rió de nuevo para ronronear cuando él tocó un punto erótico... jadeó y volteó el rostro buscándole los labios, besándole lenta y cariñosa. Era la mujer del león de España, le incitaba tanto como la hacía reír de alegría y amor. Y se declaraba mil veces su fan número uno.

Tras el beso, tomó asiento ayudada por él y esperó a que le sirvieran para continuar con su desayuno, mientras que lo veía a él casi devorar el suyo, señal de que ni siquiera había esperado a ser atendido para regresar a su vera lo que la enterneció. Ella aspiró y acarició su vientre en contadas ocasiones para beber un poco más de leche buscando su propio espacio y momento, puesto que en ocasiones el pequeño se apretaba tanto que era imposible tragar.

- Dime, ¿Qué tal te fue? - quiso saber mientras daba una mordidita a su tortilla - de mi parte, el pequeño estuvo muy inquieto y ayer que vino el médico me dijo que tenía que comprobar algo, me preocupa un poquito no lo niego - gruñó bajito haciendo una muequita - porque no me quiso decir nada hasta que no estuvieras - eso la molestaba mucho, que la dejaran a un lado a veces, como si no tuviera derecho de saber primero sobre su pequeño - ah, mira, ahí viene el mensajero, seguro ha de ser carta del matasanos - rechinó los dientes - como siga así, me lo comeré.
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Mensaje por José Alfonso De Castilla Vie Mar 23, 2012 1:34 pm

- Al parecer nuestro hijo heredará mi rebeldía. - comentó dándose un poco de cómico y falso ego al notar aquellas insistentes patadas, como si el futuro heredero desease salir ya mismo y perderse entre los brazos tanto de la madre como del padre, anhelando aquella vida que sin embargo aún no se concretaba de forma definitiva. - Nuestros criados saben como satisfacerte, así que puedes pedir lo que desees siempre que esté dentro de las recomendaciones del médico. - La preocupación era más que obvia: ya habían caído dos herederos al Trono, y ante las tumbas de ambos había jurado y prometido proteger a quienes viniesen, recién nacidos o ya crecidos y desarrollados tal y como había sucedido con Antonio y Catalina, que acompañaban ahora las andanzas de su padre desde los cielos eternos. - No desayuné, así que tengo un enorme apetito - rió y besó su mejilla, entreabriendo la boca para fingir "comer" a Tamina, caminando libremente en el doble sentido en el que Tamina era aún tan inocente, a pesar de lo sucedido hace cinco meses...y menos.

Cuando ya estaban a punto de sentarse a la mesa, el Rey sorprendió a la cambiaformas con una lamida tan precisa como una estocada y tan sensual como el cuerpo femenino que estaba abrazando en la unión de la clavícula con el cuello; siendo sorprendido en respuesta por un beso lento y placentero, muestra perfecta del amor que se profesaban mutuamente. Aquello duró nada más unos segundos, ya que el estómago del León apremiaba y presionaba por algo que fuera más sólido que el café. Le ayudó a sentarse con esa caballerosidad innata en él y luego se puso a su lado, agradeciendo a la mujer que se encargaba de llenar su tazón con agua hervida en el punto justo. Aquella agua se tiñó de rojo oscuro gracias a la acción de las hojas de té y un sutil sorbo azucarado para evitar quemarse fue la previa a la respuesta que daría - Bien, es lo de siempre. Reportes y más reportes que ya prácticamente me sé de memoria por las veces en que se repiten. - dejó la taza en el platito y cogió un bollo, comiéndolo con una ansiedad controlada por el protocolo y las compañías, pero de ser por él se lo hubiera devorado de dos mordidas. - ¿Comprobar algo? Me pregunto de qué se trata...si fuera algo malo me hubieran llamado al instante, ¿no crees? De todas formas debemos creer en él y en su labor, confío en que todo estará bien, amor. - Le concilió valerosamente acariciando una de sus manos con la propia, suspirando rebosante de alegría al sentir esa piel de nuevo contra la suya, la que había extrañado tanto anoche. - No te vas a comer a nadie más que a mí, ¿de acuerdo? - bromeó en su oído y mordisqueó su oreja gustoso e infantil, mientras sus ojos veían llegar al mensajero que previamente había hablado con el guardia de la puerta. No era algo común que lo permitiese en esas instancias tan privadas, así que se tensó un poco.

Recibió el sobre y lo abrió minuciosamente aunque apresurado. Desdobló la hoja que estaba en su interior y tras unos segundos de atenta y rápida lectura sus ojos se abrieron desmesuradamente. Tomó una bocanada de aire, pero eso no evitó que los brazos que sostenían el papel se aferrasen con fuerza a él, arrugándolo un poco por la presión que ejercía. Ni siquiera respondió la pregunta obvia del mensajero que preocupado preguntó si se encontraba bien. Era obvio que no lo estaba. Los dientes empezaron a rechinar por su unión y aquella mirada antes abierta se entrecerró con rencor.

Nunca se metan con el León de España.


Última edición por José Alfonso De Castilla el Miér Jun 06, 2012 5:20 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Mar 25, 2012 8:33 pm

Nuestro hijo es fruto del amor consumado de nuestros corazones,
aún así, prometo cuidar de los tuyos como si fueran míos también.



Caminó con él a sus espaldas, no es que lo necesitara porque fuera a caerse de pronto, pero sí que era un gran apoyo para cuando sentía que se mareaba o bien, por el mero hecho de estar a su lado, sentir su piel, su calor. Era lo más maravilloso de su relación: saberlo tan suyo como ella era de él. Sus manos recorriendo su vientre pronto fueron secundadas por las suyas y su bebé se movía en consecuencia, buscando la voz de su padre ahora que la había detectado. Intentando ubicarlo y al mismo tiempo, utilizando el vientre de su madre como si fuera un saco de golpear lo que la hacía sonreír a pesar de que a veces era molesto por sus movimientos tan inquietos.

Es que él se quería hacer sentir a pesar de que meses los separaran de los brazos de su padre y de su madre, los obligaba a detener sus pláticas para que Tamina tomara aire profundo y luego de ello sonriera tranquilizando al León para que entendiera que sólo era su pequeño con los ímpetus de un bebé sano y fuerte. Justo lo que él quería. La cambiaformas sabía bien que todos los sirvientes estaban atentos a ella, que las guardias se habían intensificado, los cuidados de las mujeres dobleteado, incluso las comidas cambiado para darle los mejores nutrientes a la madre y al pequeño sin saber que su propio instinto: el de su parte felina, la obligaba a desechar todos los alimentos que no le daban la fuerza, vitaminas y minerales suficientes optando por platillos con mayor verduras, frutas e incluso, desechando un poco la carne roja por otra más apetitosa para sus necesidades como lo era la de pescado.

Caminaba poco a poco entre risas alegres y caricias, entre besos e incluso mohines muy cariñosos que sólo buscaban complacer a la pareja. Era tan feliz a su lado que no había nada que pudiera mejorarlo o bien, superarlo. Absolutamente nada más que el nacimiento de su bebé, pero aún faltaban 4 largos meses para ello. Por lo que la doble connotación de la palabra "comer" la hizo sonrojarse a pesar de que en la intimidad fuera mucho más belicosa y pícara. Es que ante los demás, los avances de José sólo la hacían ansiarlo y las hormonas desatadas por su embarazo no ayudaban en nada. Justo ahora le miraba divertida y anhelante de él, de sus brazos alrededor de su redondeada cintura, de sus besos por su cuerpo, por partes que no imaginaba fuesen tan eróticas y que ahora se descubría impávida ante la forma en que el Rey la hacía suya entre gemidos y, sí, gritos de total rendición y placer.

Y el que José fuera tan atento a ella, tan pasional como ahora que la besaba en ese punto tan frágil, no le ayudaba en nada. Todo lo contrario, la dejaba más que sonrojada y anhelando algo que era imposible ahora. Su beso fue el mudo testigo de lo que sentía, de lo que él le provocaba, aunque a regañadientes tuvo que separarse de su amante al escuchar el estómago del Rey renegar. Algo que la hizo sonreír dulce y tierna, no había esperado nada para volver, ni siquiera su desayuno. Besó su nariz y fue a sentarse ayudada por él, sostenida su mano por su amado, se acomodó las faldas y sonrió feliz al verlo sentarse a su lado en vez de en la cabecera, como el protocolo dictaba.

Incluso el que se controlara al beber y comer lo hacían más apreciado a sus ojos, siempre José a pesar de todo había dejado en segundo término sus propias necesidades en favor del pueblo. Claro, después de ascender al trono, que mientras era un rebelde sin causa y un casanova sin remedio. Eso le picoteó un poco el corazón, los celos se tornaron en forma de una lengua de fuego que intentó consumirlo, pero la patadita de su bebé la hizo regresar a la tierra. Sí, todo había pasado, él estaba a su lado, la consentía a ella, la cuidaba, la mimaba, le hacía el amor por las noches aunque el médico no lo recomendara, pero era tan dulce, tan atento que era imposible que su amor hiciera daño a su nene.

Su roce la sacó de sus cavilaciones y la hizo sonreír, llevando esa mano a un bebé que ansiaba le tocaran, sentir el calor por encima de la piel de su madre y cuando José lo hizo, Tamina rió al notar cómo se emocionaba su pequeño. Aunque a ella a veces la incomodara como ahora, porque ni siquiera podía probar un poco de leche. Aún recuerda los primeros meses, cuando no tomaba nada por las náuseas y el mareo. Curioso fue el descubrir que las camisas del Rey eran su antídoto más infalible. Tenerlo abrazado a su lado o bien, traer cual pañuelo una de sus prendas era la forma de calmar sus malestares matutinos. Pronto fue casi una exigencia para José el que, tras desvestirse, su camisa fuera a las habitaciones de Tamina.

Incluso si no dormía con ella, había una dama que se encargaba ex profeso de ello, llevándoselas sin falta, con el aroma de su amado impregnado. Una por día, durante dos largos meses que fue casi asediado por las damas e incluso él mismo llevó en más de una ocasión su propia prenda para el amanecer de Tamina. Fueron meses espantosos para ella durante el despertar, pero que pronto se convertían al paso de las horas en maravilla al sentirlo crecer de esa forma tan impresionante, porque aún ahora muchas de las damas se preguntaban por qué el de su matriz tan voluminosa. Es que parecía de 7 meses y sólo tenía 4. Quizá era de lo que el galeno quería hablar con el Rey.

- No importa, os pido de favor, os ruego Su Majestad, que le diga a ese matasanos que la próxima vez que vaya a deciros algo, me lo cuente a mí primero. Di muchas vueltas en la cama por la noche, sin poder pegar el ojo hasta que vuestro heredero se declaró fastidiado y me obligó a dormir - y es que así era, algo había en el nene cuando estaba más fastidiado obligaba a su madre a quedarse profundamente dormida. Incluso a pesar de estar el Rey con ella. Simplemente Tamina cerraba los ojos y pronto, estaba sumida en los brazos de Morfeo.

Hizo un pucherito que no le sirvió de mucho en el instante que el León la tomó entre sus brazos para mordisquear su oreja, cerró los ojos anhelante, tragando saliva antes de jadear un poquito, antes de mirar al mensajero e intentar componer el tipo, pero es que estaba demasiado deseosa del Rey, de bajar hasta el piso y desabrocharle los pantalones para... tragó saliva y sus pensamientos sufrieron un duro golpe a la realidad al ver que él apretaba el papel con intensidad. Curiosa, miró su rostro y lo que vio en él no le agradó en nada. Incluso al ver que la pregunta del mensajero se quedaba sin respuesta supo que José estaba leyendo algo que no le agradaría al causante de la ira del León.

- Retírese por favor e indíquele a todos los que están afuera que no pueden entrar a menos que Su Majestad o yo le demos permiso - ordenó al notar que él rechinaba los dientes, vio la indecisión del joven y volteó a verlo con dureza, con el don de mando que todo Borgia tenía - ¿Acaso no escuchó? Que se retire ¡Ahora! - el verlo desaparecer tras la puerta no serenó el semblante del Rey, Tamina se puso en pie para darle un masaje con doble intención: leer también la misiva.





Don José Alfonso De Castilla
Su Majestad y Rey de España:

Su Majestad. Dios le bendiga y proteja siempre y pueda perdonar a esta mujer que ahora se dirige a usted con el corazón en un puño en nombre de un amor de madre que se originó hace ya más de 17 años.

Debo ser directa en mis palabras y sé que su bondad harán que su corazón se mueva y ayude a esta madre desesperada que ya no sabe qué hacer. Mi nombre de soltera es Samantha De Tabares y tuve una pequeña hermana que mis padres decidieron llamar Andrea De Tabares. Con ésto quiero decirle que sí, mi hermana no es otra que la joven que usted se dignó a tomar en alguna ocasión para sí. Que fue su amante durante un corto período de tiempo que para Andrea fue el más maravilloso hasta que terminó. Se sumió en una depresión tan profunda que ni el saber que estaba embarazada logró que se alegrara su vida.

Sin comer adecuadamente, sin atenciones pertinentes porque mi padre, en el instante que supo que esperaba un niño y que ni siquiera mi hermana daba el nombre del que la había tomado para sí, la corrió de la casa. Yo intervine para que mi esposo me permitiera acogerla, para cuidarla y ver qué podríamos hacer al respecto. Incluso estuvo mi consorte en pláticas con algunos señores para ver si alguien pudiera darle la honorabilidad que mi hermana merecía.

No sé si se acuerde de ella, era muy dulce, con unos enormes ojos azules que brillaban de alegría siempre. Mucho me duele decirle que al momento del parto, sólo la luz de la muerte apareció en el rostro de mi hermana, pero puedo decirle que se fue en paz. Tuvo en sus brazos a la única niña que le arrebató la última sonrisa antes de que muriera. Mi padre no quiso hacerse cargo de la pequeña y en virtud de que mi esposo y yo nos vimos imposibilitados de tener un hijo, fue que decidimos adoptarla. Andrea en su lecho de muerte, me pidió que jamás le dijera a usted que la niña era suya. Me pidió guardara el secreto puesto que si no la había vuelto a buscar, era seguramente porque su padre, El Rey, se lo había prohibido y no quería que su hermosa hija tuviera la mala suerte de ser vista como bastarda.

Así fue que mi esposo Pierre y yo, vimos de la pequeña como si fuera nuestra. Yo fingí un embarazo en una ciudad lejana y al volver, nadie dudó que fuera una Louvier. Mis palabras serían un sello de no ser porque hace ya veinte días que nuestra amada Marianne fue secuestrada en su propio hogar en París, Francia. Hemos hecho lo imposible, movilizado todo, pero siempre llegamos a un muro impenetrable. No podemos ir más allá de París, no hay policía que nos dé una respuesta favorable y su ausencia está minando las fuerzas de mi marido y su servidora.

No somos jóvenes, usted nos conoce... somos la familia Louvier y mi niña... mi niña... Oh, Su Majestad, por favor, perdónenos y ayúdenos a encontrarla, a recuperar a una pequeña que no tiene la culpa de ser quien es. De que sus padres no sean los que dicen ser. Usted, con su gran influencia por favor, auxiliénos a recuperarla. Le prometo que si usted lo determina así, ella no sabrá la verdad de su origen, que seguiremos resguardándola y cuidándola como hasta ahora. No quiero perder a mi hija, es el sol que ilumina mi vida. Por favor, os lo suplico.

Se lo suplico con todo el corazón, Su Majestad. Ayúdenos a recuperar a nuestra pequeña Marianne.

Ayúdenos...

Samantha Louvier


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Mensaje por José Alfonso De Castilla Dom Abr 08, 2012 11:05 pm

Las memorias de José se reproducían en su cabeza con la facilidad de un video a medida que iba leyendo la misiva. Las manos de Tamina, en vez de sentir los hombros relajados de su amado, sólo palpaban más y más tensión en éstos; y es que después de semejante noticia sería bastante difícil volver a ver relajado a quien de milagro no había roto la carta y no había salido disparado cual flecha sobre su caballo espada en mano dispuesto a recuperar la libertad de Marianne y traer justicia a las cabezas que habían osado atacar uno de los tesoros más preciados del León, mas no lo hizo.

Terminó la lectura y dejó ese ahora preciadísimo papel encima del sobre. Estaba perturbado, furioso y frustrado al mismo tiempo, lo que se notaba en sus manos temblorosas, las cuales se juntaron tras un gran esfuerzo ocultando nariz y boca entre éstas a la vez que sus codos se apoyaban en el borde de la mesa, como si estuviera respetando todavía el protocolo que en ese momento era la menor de sus preocupaciones. Su corazón también temblaba, palpitando fieramente pero con angustia contenida, la que se reflejaba en esos ojos casi cerrados y en ese suspiro lastimero que sentenció el silencio de sus criadas que aún permanecían allí, que no sabían exactamente lo que sucedía; no sabían lo que afligía tanto al rubio que habían cuidado y visto crecer desde pequeño.

Fue imposible evitar que dos nombres llegasen como puñaladas a la humanidad del mayor de los De Castilla, haciendo que sus ojos brillasen, cediendo sus sentimientos poco a poco en contra de la sobriedad y calma que una persona de su categoría debía tener en todo momento. ¿Por qué no iban a por él directamente? Fácil respuesta: era mejor debilitarlo con cuestiones anexas que le dejasen sumido en la ceguera de la venganza; aunque así corrían el riesgo de que el León herido se hiciera más fuerte aún, echando por tierra toda posibilidad de victoria ajena. No, no iba a caer...no lo iban a hacer caer con nada. No PODÍA caer. Esa siempre había sido su consigna, y lo seguía siendo aún en esas situaciones, aunque no se enfocase en eso conscientemente justo ahora. Se mordió el labio con fuerza, tratando de despejarse, tratando de quitar de su cabeza esos deseos tiránicos y absolutistas propios de aquel espejo roto suyo, pero no podía. ¿Sería acaso una posibilidad a considerar?

En estas circunstancias, el fin justificaba los medios.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Mar Abr 10, 2012 11:15 pm

El amor es fuerte, cuando lo supera todo,
aún el dolor de la sombra de la traición...

La tensión en los hombros de su amado cada vez más palpable e incluso ella misma apretaba con fuerza los dedos en esa piel masculina mientras iba leyendo con rapidez todo lo que esa carta mencionaba. Parte por parte iba desenredando una madeja de hilo que era imposible o más bien, increíble que existiera algo tan arraigado, tan profundo que ni siquiera se hubieran sospechado que esa joven era en realidad hija de José.

¿Lo sería? Tamina tragó saliva y sus manos recorrieron lento el vientre abultado preguntándose entonces qué sería de sus bebés. Marianne Louvier, hija de José Alfonso... no, Marianne De Castilla, así debería ser llamada porque conociendo a su amado, de inmediato querría verla, levantarse y ordenar a todos que de inmediato buscaran la forma de encontrarla. Revolver cielo, mar, tierra, cada piedra, cada lugar sería examinado al detalle con tal de encontrar a la Princesa... Princesa... un cargo que ahora detentaba la otrora Duquesa.

Los ademanes de José eran más que reveladores... no sólo esa joven se había convertido en una gran amiga del Rey, si no en su Consejera, su aliada, una luz en días oscuros que lograba calmar al León. En ocasiones, Tamina había estado tan celosa de ella... y ahora entendía el por qué había sido tan rápida la confianza entre ellos. Bien dicen que la sangre llama. Y esa niña había logrado colarse tan profundo en el corazón de su amado, que comprendía su dolor, su desesperación. Se lamió los labios y miró a los sirvientes al tiempo que se hacía cargo de la situación.

- Llamad al mensajero, decirle que Su Majestad necesita ver a la que ha enviado esta carta y a su esposo lo más pronto posible... - su voz no tenía mucho eco en el lugar, pero algo notaron esos fieles sirvientes que de inmediato dos cuasi corrieron a por el mensajero a dar la orden. Tamina se los agradeció en silencio al tiempo que volteaba a con José y tomaba la carta para meterla de nuevo en su sobre y éste, guardarlo en el interior del bolsillo oculto de su vestido - Creo que es buen momento para daros un baño, algo que os relaje, Su Alteza - susurró compungida, necesitaba que él pensara con la cabeza fría - ellos vienen en camino, deberá estar presentable para que le cuenten todo y empiecen a investigar... - se quedó callada y miró a los hombres que aún seguían ahí - id a por el Capitán de la Policía, decidle que el Rey de España solicita su presencia de la manera más atenta, que es urgente - quizá José no pudiera hacer las cartas, pero Tamina se acercó al hombre y le entregó el blasón de los De Castilla que ella usaba para su propia identificación y protección, así no dudarían que era el propio Rey quien lo mandaba llamar.

Así, José tendría las dos cosas que necesitaba. Primero, a la mujer para que le contara toda la verdad con lujo de detalles. Segundo, la seguridad de su carta, porque Tamina sólo la entregaría muerta. Y tercero, al capitán de la Policía, quien debía saber mejor cómo iba el caso de Marianne, así que todo estaba cubierto. Sólo faltaba que él tuviera la serenidad para encararlo, aunque conociéndolo, eso no tendría el menor problema.

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Mensaje por José Alfonso De Castilla Dom Abr 22, 2012 4:16 pm



El silencio que había mantenido José Alfonso servía de evidencia suficiente para constatar que el Monarca Español no estaba presente a pesar de que su cuerpo cabizbajo seguía allí, con los codos apoyados en la mesa y los ojos perdidos y retrospectivos. Sus oídos dejaron pasar sin auténtica atención la madurez y eficiencia de Tamina manejando la situación como si él mismo hubiera dado las ordenes y, tras el sonido de la puerta cerrarse aquel silencio continuó por su parte al menos en cuanto a palabras, porque fue un suspiro el que se hizo notar forzosamente, superando la fuerte barrera que habían impuesto sus manos para esconder todo símbolo de debilidad; pero el hecho de que no emitiera declaración, orden o comentario alguno era prueba clara de que algo no iba bien con el Rey.

Surgió un atisbo de esperanza al ver cómo se ponía de pie, mirando a la nada representada por la taza cuyo contenido se movía en ondas a causa de las vibraciones al haberse movido la mesa, pero aquel atisbo se esfumó con lo que sucedería después. No accedió a la sugerencia del baño, pero tampoco la declinó. No respondió nada. Sólo se marchó con los puños apretados igual que su pecho, pasando por los pasillos como si estuviera en solitario, como si ninguna de todas esas miradas y ninguno de esos cuchicheos adornasen su trayecto hacia la privacidad de su recámara, cuya puerta se cerró sufriendo una ínfima parte de la rabia contenida del León, suficiente para que los cimientos temblasen levemente.




Avanzó sólo un par de pasos, y su garra izquierda, de haber podido, hubiera atravesado la pared; mas se quedó allí, mascando el dolor de sus huesos con los colmillos apretados y las orbes cerradas, pero ni ese dolor era suficiente para aplacar lo que le comía cuerpo, mente y alma. La culpa, la impotencia, el miedo, la desesperación y la ansiedad por un lado; y la ira y el deseo de venganza por el otro. Le dolía el corazón por el estrés, y la mano derecha fue en su auxilio, tocando en el proceso sus distintivos de la chaqueta, aquellas señales con brillo dorado que tenían por objeto hacer del Rey la figura magnánime que debía ser; justo la figura que José no demostraba en ese momento.

Su labio inferior mordido fue liberado tras unos momentos, y sus manos se abrieron paso a tirones hacia la camisa, ahogando los quejidos de su mano en la rabia que demostraba al desabrocharse cada botón de esa prenda negra que a esas alturas parecía prueba de un luto que no quería vivir. El sonido de la puerta cerrarse coincidió con el de los distintivos caer secamente al piso, notando con toda seguridad quién había ingresado a pesar de su orden implícita de no ser interrumpido. Pero sólo una persona podía vulnerar esa orden, y a esa persona fue a la que le habló con esa voz tocada por una puñalada en la garganta. - De qué sirve ser un Rey...dímelo, Tamina. ¿De qué sirve ser un Rey si no puedo proteger a las personas que más amo? ¿De qué sirve tener toda esta opulencia, de qué sirve que todos te alaben y te respeten...? ¿De qué sirve que todos se arriesguen por mí si yo no puedo protegerles como se debe? - Miró la chaqueta y volvió a morderse el labio, deshaciéndose de la camisa y lanzándola encima con una violencia inusitada para lo que él normalmente, o para lo que solía demostrar. - ¿De qué sirve tener tantos privilegios y lujos si no puedo evitar que lo realmente valioso se escape de mis manos? - Catalina y Antonio pasaron fugaces por sus recuerdos en ese instante, pero dejando una huella tan profunda que hizo que la voz de José Alfonso empezara a ceder a la angustia - De qué sirve..¡¡¡¿De qué sirve ser Rey si no puedo ser un Padre, maldita sea?!!! - Su voz se escuchó como un rugido moribundo por media residencia y sólo fue acallada por sus propios labios que hacían frente inútilmente a las lágrimas que ya corrían por sus mejillas, las mismas que corrieron felices cuando fue informado hace meses que un nuevo heredero llegaría al mundo desde el cuerpo de la persona que más amaba. ¿Y si él...o ella...también...? No, ahí sí que cogía el estoque ceñido a su cintura y se atravesaba el pecho; pero sólo ahora cogió el arma y la azotó sostenida de la funda, dejándola en el mismo lugar en que se encontraba su ánimo.

Por los suelos.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Dom Abr 22, 2012 10:16 pm



Cierra los ojos, ven a mi vera, a mis brazos
en ellos todo lo que sientes desaparecerá.

¿Qué hacer cuando la persona que amas se deshace en pedazos como las partes de un despeñadero en medio de un temblor trepidatorio? Impotente es la primera reacción y luego de ella sólo quieres intentar ser su escudo, que absolutamente nada le pase y ser el refugio donde pueda consolarse, pero cuando tu amado es el Rey de España las situaciones se salen por completo de control.

Así se sentía Tamina que veía a su amado sin poder reaccionar mientras ella daba las órdenes necesarias para que él no tuviera que pensar, que su mente recogiera todos sus recuerdos con su... su hija y pudiera serenarse, resignarse... Tamina haría todo lo que en sus manos estuviera para que él no se preocupara de nada que no fuera su dolor, su propia realidad haciéndose añicos de nuevo, porque ella sabía lo de Catalina y Antonio, lo que él sentía puesto que una noche se habían quedado despiertos hasta altas horas. Él contándole, ella consolándolo. Su dolor era grande y ahora que sabía que otra de sus pequeñas podría estar en peligro, de seguro que estaba derrumbándose.

José, su amado José. Suspiraba, se ponía en pie. No respondía a las palabras y es que quizá su mente ni siquiera estuviera en esa habitación. Tamina lo miró caminar con paso lento, nada que ver con el hombre que llegara hacía unos minutos riendo y bromeando. El cielo y el infierno en menos de unos minutos ocasionado todo por una misiva que la cambiaformas habría querido recibir antes y leerla para evitarle tal dolor, esa desesperación en una espera que se antojará interminable. El Rey salió de la habitación y ella suspiró profundamente para correr casi a pesar de las indicaciones médicas hacia las cocinas.

Las mujeres la miraron con extrañeza, sobre todo cuando ella tomó el mejor brandy y un vaso con hielos para salir con ellos entre las manos. Algunas la censuraron, otras las acallaron, pronto todo el lugar sabía que algo había pasado al Rey y que éste se refugiaba en su recámara. Una que ahora estaba prohibida para todos, menos para la mujer que miraba su marco y se preparaba mentalmente para enfrentarlo todo. Ayudaría a su amado en todo lo que pudiera, no por nada era su mujer. La futura madre de su niño, el más pequeño tras Marianne. O quizá fuera niña. Sonrió débilmente y se lamió los labios intentando ignorar el dolor de su vientre. Su propio pequeño se revolvía inquieto y golpeaba la pared que lo separaba de la realidad, haciéndose sentir. También preocupado por su padre.

Tamina entró en la habitación y lo primero que notó fue la chaqueta cayendo, esa que le hacía ver tan viril, tan atractivo y que era un símbolo de su soberanía. Ahora en el suelo, era un reflejo vivo y perfecto de lo que el Rey era: nada. Uno más en el camino. Alguien impotente que se veía obligado a dejar pasar y terminar en el suelo para no levantarse a menos que alguien le ayudara. Tamina caminó y se acuclilló con cuidado apretando los dientes por su leve mareo y tomó la prenda. La llevó a su cuerpo y abrazó. De reojo miró la pared descarapelada, una prueba de lo que aconteció.

Buscó con ahínco la mano lastimada y la encontró sangrando... leves gotas caían al piso mientras que José rugía su dolor, no tenía las respuestas... y la verdad es que sólo una era la que imaginaba "Nada", no servía de nada ser un Rey si no tenía la fuerza y la practicidad para ayudar a sus hijos. Ella misma bajó la cabeza apenada dejando que el león bramara de ira, de dolor y desesperación. La camisa cayó también y ella no tuvo la fuerza ni el estómago para ir por ella. Estaba más que mareada y sentía la ansiedad de ir y regurgitar todo lo que había desayunado, pero se esforzó en estar con él. Dejó la chaqueta y caminó con el vaso y el brandy... sabía que él lo necesitaba ahora, un trago de algo muy fuerte para darle el calor que lo había abandonado.

- No lo sé... no tengo las respuestas, mi amor... y aunque las tuviera, sé que no consolarán tu corazón - se acercó al tiempo que el estoque caía al suelo con un ruido ensordecedor, pero que no alcanzaba al eco que las palabras desgarradoras del león había provocado. Se acercó y sumisa le entregó el vaso con el brandy - ten... bebe... te hará bien... - le llevó al sillón para que tomara asiento, en cuanto lo hizo se hincó ante él... sabiendo que sus piernas no la sostendrían más. Tomó con mucho cuidado la mano del hombre que amaba y la besó, recargándola contra su mejilla - No sabías que Marianne era tu hija. Aunque su sangre te lo hacía sentir, no lo sabías mi amor, de lo contrario sé que habrías impedido que nada le aconteciera. Dios en su infinita misericordia la pondrá de nuevo en tu camino. Quiero creerlo, porque eres un hombre bueno y no puede ser que te arrebate una tercera hija. Además, Marianne es inteligente... sabrá salir avante. Por favor... - echó un poco de brandy en su pañuelo y lo llevó a la herida, para limpiarla - lamento tu dolor, el físico y el emocional, pero José, ella está viva en algún lugar. Necesita de tí. ¿Quién dice que tus influencias y lo que tanto te aqueja no será la base para rescatarla? ¿Quién te dice que las piezas que muevas ahora, serán para darle jaque a aquél que la separó de tu lado? - besa su mano con devoción - eres el León de España, eres su Rey... puedes moverlo todo... no está muerta, ¿Verdad que no lo sientes así? Tu hijo se rebela ante esa idea... patea mi vientre como incitándote a buscar a su hermana. ¿Verdad que por él, por nuestro niño, la encontrarás? ¿Verdad que sí, mi amor?
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Mensaje por José Alfonso De Castilla Sáb Abr 28, 2012 10:50 pm



El brandy desapareció casi a la mitad con el primer trago, tan súbitamente como la ausencia de la ahora hija no reconocida del Rey que se sentaba pesadamente en el sillón por consejo y deseo de su mujer. No soltaba aquel vaso, se aferraba a él como se aferraba a la esperanza de que Marianne estuviere aún viva. No, no la iban a matar, no sin antes torturar a su familia con el estrés de desconocer su paradero y la desesperación de no encontrarla. ¡Pero iban a encontrarla! ¡Esa esperanza era el estandarte que latía en el corazón del León aunque ahora su melena no reluciese por las lágrimas que todavía corrían por su rostro! Él era el primero que no podía darse por vencido, tendrían que examinar cada rincón e interrogar a cada persona, y con esos mismos medios que le permitía su cargo, iba a hacer aquello y más, muchísimo más.

Todos esos pensamientos habían llegado a él gracias a la acción del brebaje que ahora servía para aminorar la prueba más concreta de su frustración, pero no para calmar su alma requirente de respuestas y de justicia. Dejó el vaso a un costado y apoyó su codo en el posabrazos, llevándose la mano a masajear sus sienes en movimientos circulares que reflejaban su inquietud, su confusión respecto al asunto. Si estuviera en sus cabales sería otra cosa...pero la situación sin duda le había superado. Se secó las lágrimas y rompió otra vez con el silencio que se había impuesto con el fin de las palabras de Tamina que sólo buscaban hacer regresar la ferocidad a la bestia que parecía herida con una bala y que poco a poco se desangraba.- Si realmente fuera un hombre bueno, estas cosas no estarían sucediendo. Dios no le da bendiciones a quien abandonó a decenas de mujeres con un hijo en el vientre. - Respondió con una voz muchísimo más tranquila que antes, serena pero igualmente dolida - Dios no bendice a quien no toma en serio los deberes de la Monarquía, ni a quien contradice a su padre. Por eso me envía estas dolorosas pruebas, para hacerme entender que no todo es diversión...que no todo es alcohol y sábanas...que la vida no hay que tomarla a la ligera...-apretó los ojos aún cerrados y suspiró- Por eso me quitó a Antonio y a Catalina, porque seguro estaban mejor bajo su protección y no bajo la mía. - Tragó saliva, atormentado por sus propias palabras- Pero no dejaré que me quite a Marianne. - Dijo con repentina seguridad- Marianne está viva, sé que lo está. No imagino otra posibilidad...y me aferraré a esa esperanza con mi vida si es necesario. - Poco a poco fue quitando su mano de la cabeza, dejando ver esos ojos que habían encandilado tanto a la cambiaformas que aún permanecía de rodillas ante él.- Salvaré a Marianne, y haré que Dios me bendiga por la fuerza. - Ambos puños se apretaron, sin importar el dolor que podía sentir por el izquierdo. Sus labios se curvaron lentamente en una sonrisa, y se inclinó para besar a su Tamina lentamente en la frente - Nuestro hijo o hija no se quedará sin su hermana, eso se los juro. - Susurró con ambas manos en el rostro de ella, habiendo separado ínfimamente sus labios de esos cabellos que nunca dejaban de ser preciosos.- Voy a explorar cada rincón del mundo si es necesario para encontrarla.

Se incorporó por fin y besó a la mujer de ojos claros que le había traído de vuelta a la batalla, acariciando su mejilla dándole un "gracias" con la mirada que quizás nunca podría terminar de utilizar como agradecimiento. Su mirada se desvió dolorosamente hacia su camisa, la cual volvió a su cuerpo con una rapidez similar con la que se desprendió de éste. Mismo camino siguió su chaqueta que permaneció limpia gracias a la rápida acción de quien le miraba fijamente con devoción. Una vez vestido se llevó nuevamente la mano derecha al pecho y miró a quien sería su acompañante por el resto de sus días - Es hora de que esta opulencia y respeto se utilicen para algo verdaderamente importante y no para demostrar una riqueza vacía de alma ante los ojos de los ciudadanos. - Acto seguido cogió su estoque y lo desenvainó, mirando fijamente la hoja que sentía clamar por un poco de acción aunque fuera - Y es hora de que respeten a mi Familia por la fuerza. - Guardó su arma y la ajustó a su cintura. Una vez listo se fue atraído cual imán a los labios de su amada, expresándole con ese beso corto pero pasional tantas cosas que ni su libro de poesías sería suficiente y bajó a aquel vientre que no paraba de patear, por lo que pudo dilucidar cuando posó su mano izquierda en aquella pared de vida - No te privarán de los brazos de tu hermana.

Volvió a erguirse y, con la seriedad de alguien que tenía todo bajo control y calculado cogió el vaso que había perdido ese protagonismo fundamental hacía rato.

La otra mitad del brandy desapareció.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Lun Abr 30, 2012 1:11 pm

Ten la fuerza, yo te la ofrezco
Aunque tenga que sangrar para ello.


La mano ensangrentada poco a poco dejó de mostrar esas gotas carmesíes que era un sacrilegio que manaran. Tamina se afanaba a limpiarla y a envolverla con uno de sus pañuelos, para que el Rey no tuviera que sufrir por tener la herida abierta. Besó con devoción la piel y le miró a los ojos. El silencio era sepulcral, pero esperaba que sus palabras le devolvieran a José esa frialdad que necesitaba, la pasión para seguir adelante y alejara la tristeza y la depresión que ahora no servían de nada a Marianne. Su vientre dolía, pronto tendría que meterse a la cama y reposar. Los golpes uno tras otro sólo lograron ponerla mala, pero mientras tanto, tendría que disimular. Su León no debería verla mal si no, se sumiría más en la derrota.

Le vio acariciarse las sienes y deseó ser ella quien le diera el masaje, pero de momento estaba muy bien ahí, en el piso sintiendo la frialdad que le proporcionaba a su cabeza un instante de frescura evitando que se pusiera peor. Besó su mano con labios fríos y aspiró su aroma. Por un instante, ante las palabras de su amado sobre que él no tenía bendiciones sintió que el mundo se hundía. ¿Qué podía hacer para refutar todas esas ideas? Tragó saliva atolondrada por un instante hasta que soltó el aire con un suspiro audible en cuanto él reconoció que Marianne estaba viva. "Gracias Dios, gracias" Sonrió débilmente al tiempo que observaba al padre del hijo que habitaba en su vientre.

Los bríos volvían y él parecía llenarse de fuerza, algo que la cambiaformas agradecía una y otra vez. Vio cómo el apretar el puño hacía que su pañuelo se tiñera de rojo en algunos pequeños lugares, pero sabía que no podía evitarse. En esta pelea, José sangraría durante el tiempo que le costara traer a su hija a casa, pero una vez triunfante, habría valido la pena el sacrificio. Su beso cayó contra su frente perlada en sudor, uno frío que la obligaba a respirar con profundidad. Asintió y agradeció el tacto del Rey contra sus mejillas que iban perdiendo coloración poco a poco y a la vez, calor. Mas sin embargo, estaba segura de que la crisis pasaría en cuanto él se alejara porque entonces flaquearía ese férreo control sobre su cuerpo para que él se fuera tranquilo.

Fue levantada del piso por el propio Rey aceptando su beso y luego, su caricia. No había qué agradecer, verdad que no. Ella lo hacía porque lo amaba y un dolor de José era también de ella. Sonrió acariciando su vientre donde su pequeño hacía sentir su presencia sin duda alguna, él como Tamina, buscaban que el León saliera a la batalla, rugiera y los demás agacharan la cabeza con Su Voluntad. El Rey español no era cualquier soberano, tenía que sacar la casta y eso era lo que sus seres queridos esperaban de él y sabían sobre todo, que él lo haría. Le vio vestirse de nuevo, tomar su chaqueta de entre sus manos levemente temblorosas y ante ella, Don José Alfonso De Castilla emergió de nuevo, lleno de bríos y listo para la batalla con su estoque entre las manos.

Su cuerpo fue tomado entre los firmes brazos de José y sus labios le arrebataron un beso tan fogoso que Tamina rió a sabiendas de que había vuelto. Su amor recuperaba el coraje y la bravura. Acarició su mejilla y asintió, todo saldría bien. Se sostuvo de los hombros masculinos, procurando no temblar, no tambalearse porque su cabeza giraba en muchas formas que sólo le producían un malestar. Su pequeño se hizo presente ante el calor de la mano de su padre y sus palabras, agitándose de forma entusiasta o quizá, indicándole que así debía ser. Que su hermana tenía que estar para abrazarlo. Que confiaba en él.

Tamina fue a sentarse en cuanto él se puso en pie, ahí le miró tomar el vaso de brandy y beberlo hasta la última gota de un solo trago. Sonrió. Era bueno saber que el licor había calentado el alma del guerrero hasta que no quedaba nada más del dolor. La frialdad de la tristeza siempre se combate con el calor del amor, de la confianza y de la alegría. José estaba listo, ya no le faltaba nada. Unos toques a la puerta la sacaron de sus pensamientos.

- Su Majestad, el Capitán de la Policía espera en la sala, ¿Le conduzco a algún otro lado? - era la voz de un competente mensajero. Tamina suspiró con beneplácito al saber que José tendría pronto las bases de su estrategia y haría gala de la presión que Su Voluntad ejercería sobre todos aquéllos que hicieron caso omiso a la desesperación de una madre. La señora Louvier tendría sus respuestas, pero sobre todo José la vía a seguir para rescatar a su hija. Al menos, los vestigios para llamar a algunos de sus mejores hombres para que desplegaran una investigación exhaustiva. No era una joven la que se habían robado. Era la Princesa de España, la hija de Don José Alfonso De Castilla y de seguro que Su Presencia desbarataría cualquier pretexto y desplegaría toda clase de recursos para encontrarla.

Pronto, Marianne Louvier estaría... no, Marianne De Castilla, estaría en brazos de su padre y Tamina sería una espectadora de lo que la rabia del León de España haría de aquéllos que se atrevieron a tocar a la Princesa. No quería estar en sus pellejos cuando todo ésto se descubriera. José volteó a verla cuando abrió la puerta y ella sonrió de esa forma que intentaba despreocuparlo.

- Anda, ve... no está bien visto que una mujer, por más que sea la mujer del Rey de España, esté presente en una entrevista con el Capitán de la Policía. No me moveré de aquí, por cierto, exprímelo hasta que caiga seco - le sonrió, aunque la alegría no llegó a sus ojos. En cuanto las puertas se cerraron, ella pudo dar paso a su malestar y gemir bajo un dolor que venía desde el vientre y parecía partirla en dos...
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Mensaje por José Alfonso De Castilla Jue Mayo 03, 2012 6:49 pm

El León herido había renacido de las cenizas por fin, sin embargo no había resurgido ileso. Aún poseía aquella herida que desgarraba su pecho, pero ésta ya no sangraba; y si lo llegara a hacer, no detendría las intenciones de quien había sacudido recientemente su melena quitándole toda frustración y duda, dejándola reluciente y rebosante de determinación, con su aliento sediento de triunfo, y sus garras y colmillos afilados hambrientos de venganza, listos y dispuestos para desgarrar y derribar todo lo que se le interpusiera en el camino a él y a los que le acompañarían en aquella importante tarea. José Alfonso De Castilla estaba de vuelta, y todo gracias a aquella mujer que se había sentado con un deje de cansancio. Y cómo no, supuso el Rey, si había hecho un enorme esfuerzo en traerlo de regreso de la calle de la rendición y la amargura aún con un bebé a cuestas. Algo sin duda admirable, y que ya era reconocido por el Monarca, mas el agradecimiento llegaría más adelante, cuando las aguas se calmasen...lo que sería quizás en bastante tiempo más.

Se volteó para recibir la información por parte del mensajero y negó con la cabeza. - Que me espere, acudiré de inmediato. - Respondió ya no actuando simpático como hace unas horas, o derrumbado como hace unos minutos; sino que totalmente serio y centrado en sus labores referentes al cargo que ostentaba, en esas que renegaba y seguía renegando a pesar del paso de los años, y que seguro seguiría renegando hasta que, o le viniera un golpe de vejez, o hasta que su corazón ardiente dejase de latir. Su mano se cerró en el pomo de la puerta y cuando abrió no pudo no mirar hacia atrás, hacia aquella auténtica luz que había iluminado a tiempo aquel corazón suyo que se hundía lentamente en la oscuridad de su angustia. Sonrió ante su comentario y asintió lentamente, dispuesto a cumplir con aquella sugerencia poco formal que le había dado -Me aseguraré de que aquello suceda. No lo dejaré escapar.- La sonrisa se amplió y velozmente desapareció, volviendo a aquella expresión concentrada en lo que sin duda sería su prioridad durante el tiempo venidero. Cerró la puerta y se marchó junto con el mensajero, sintiendo cómo los latidos de su corazón desgarrado se hacían sentir con un poco más de velocidad acompañados de la adrenalina propia de una situación límite como esa. Su corazón estaba herido, pero él estaba preparado para lo que fuera.

El León de España les enfrentará a todos, y saldrá airoso.
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Una noticia que parte el alma (José De Castilla) Empty Re: Una noticia que parte el alma (José De Castilla)

Mensaje por Tamina Juliet Borgia Miér Mayo 09, 2012 12:26 am

En tu lecho me permito descansar,
pues rodeada entre tu olor y tu calor,
absolutamente nada me dañará.

La puerta se cerró detrás de él y Tamina disminuyó el control sobre su persona permitiendo que el dolor de su viente la golpeara con violencia. Cerró los ojos y jadeó al tiempo que acariciaba el bajo de su barriga jalando aire con fuerza. Tragó saliva y se concentró aspirando... 1... 2... 3... 4... 5... retuvo por otros cinco, soltó en el mismo espacio de tiempo y luego, dejó de respirar por otros cinco segundos. Jaló... retuvo... soltó... no respiró... Así por diez veces y cuando por fin logró serenarse, se obligó a ponerse en pie lento, aunque para su fortuna una de las damas de compañía que había visto al rey salir, entró en ese instante y de inmediato se apresuró a ayudarla a llegar a la cama. La desnudó dejándole su camisón de lino puesto, para recostarla y cubrirla con las mantas.

Tamina jadeó recargándose contra las almohadas colocadas a su espalda de forma diligente y sonrió por fin a la joven que la veía asustada, estaba muy pálida y sudorosa, empezó a temer por ella y preguntó si se le ofrecía algo. La cambiaformas sólo pidió un poco de agua bien fría y de inmediato la joven corrió a las cocinas avisando en el camino a la demás damas que la mujer del Rey las necesitaba. Pronto, la embarazada tenía a dos mujeres más que le ayudaban a abrir las ventanas, a echarle aire y a cumplirle los más mínimos deseos tal cual José Alfonso diera la orden cuando la llevara a la residencia. Tras beber dos tragos pequeños del líquido, Tamina se lamió los labios y cerró los ojos acariciándose el vientre con suavidad, rogando mentalmente a su niño que no se preocupara, que todo saldría bien y que por favor mantuviera la calma.

Como si la hubiera escuchado, el pequeño empezó a remitir en sus movimientos, como sintiendo que su madre necesitaba también algo de tranquilidad. Una joven se dedicó a hacerle una trenza con el largo cabello para que, si deseaba dormir, lo hiciera cómodamente. Otra pasaba paños húmedos por el cuerpo de la mujer, ansiando que con ello recuperara el color. Lento, pero de forma segura, Tamina fue recuperándose para la alegría y alivio de las que le rodeaban, pero de igual manera empezó a cerrar los ojos entrando al territorio de Morfeo mientras que una dama se quedaba a su lado colocando las compresas frías para que la mujer estuviera fresca y a gusto a pesar de lo alto de su temperatura.

Eran las 2 de la tarde cuando el médico fue llamado de urgencia, Tamina tenía fiebre y temían por el bebé. El galeno fue traído con la prontitud requerida, auscultó a la dama y estuvo de acuerdo en que se trataba de una crisis nerviosa, así que ordenó reposo y mucha tranquilidad. Fue llamado entonces uno de los músicos más consentidos de la señora del Rey y éste deleitó con su música a la mujer que lento reaccionaba tras su recaída ante los cuidados de los que la rodeaban. Pidió tras la comida la volvieran a dejar sola y durmió durante otras tres horas más... era noche cuando por fin la dama de compañía vio que la cambiaformas parecía mucho más sana, con mayor color en las mejillas por lo que aceptó la propuesta de la embarazada de darle un baño. Entre aguas mezcladas con flores y olores deliciosos, Tamina se consintió y sonrió acariciando su vientre en un momento muy íntimo entre ella y su pequeño. No sabía nada de José, pero le daría su tiempo, acarició perezosamente la redondez de su cuerpo, fruto de un amor tan pasional como tierno y sonrió al pensar en él.

Todo José Alfonso le encantaba, desde sus sonrisas, sus formas de tratarla, cuidarla... de hacerla suya a veces tan pasional, otras tan tierno que tragó saliva al recordar la última vez que estuvieron en el lecho. Se sintió anhelante de él y al mismo tiempo excitada. Se sonrojó un tanto y se echó agua al rostro para reír feliz... una señal que su dama tomó como buena, porque fue a por ella y la ayudó a salir, colocándole cremas perfumadas, una bata de lino que permitía vislumbrar a la luz de las velas el contorno del cuerpo femenino y cepilló su cabello hasta dejarlo lustroso, para secarlo con mucho cuidado y hacerle una larga trenza colocándole un listón de color rojo. La cama había sido cambiada de mantas para llevarse las malas energías y humores que la tensión de la mujer hubiera dejado. Todo aireado y olía al fino incienso que se quemaba en una de la esquinas proporcionando un ambiente de confort que Tamina agradeció metiéndose entre las sábanas para acomodarse a gusto entre ellas abrazando la almohada que José normalmente usara cuando iba a buscarla.

Una dama se quedó tejiendo mientras la cambiaformas conciliaba el sueño una vez más tras cenar ligero, sus pensamientos se plagaron de imágenes del León de España, ansió que tuviera avances en la investigación del secuestro de su hija, al menos si pedían dinero seguramente él se los daría. Si no, eso resultaría más difícil porque significaba que no la querían para obtener beneficio, la deseaban para hacer daño. Aún con esas ideas, con el cuerpo perfumado y la piel suave como un melocotón, el vientre voluminoso protegido por una de sus manos, el cabello sobre su hombro derecho, volvió a quedarse en brazos de Morfeo, aunque habría que compadecer al Dios Griego, porque La Voluntad de España no era reconocida por su paciencia ante los rivales y mucho menos por aquéllos que galanteaban a su dama. Oh no.
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Mensaje por José Alfonso De Castilla Miér Mayo 16, 2012 8:13 pm

Una vez que la puerta de su habitación se cerró, la mente de José se enfocó en aquella máxima prioridad que desde ahora tendrían sus hombres de todas las áreas militares; y el primer paso para todo aquello era la reunión con el Capitán de Policía, espigado y robusto mas sin ningun rastro de músculo mal repartido por su cuerpo revestido por un traje de colores azulados y detalles dorados, propio de la vestimenta española. Su veterano rostro sonrió sutilmente cuando vio llegar al Monarca y un apretón de manos (que a José le valió un gesto mental de dolor) fue lo que dio inicio a la entrega de información e instrucciones mutuas acompañados de un café bien cargado preparado al punto justo y preferido de ambos. Fueron varias tazas las que se usaron en aquel encuentro, el cual terminó por definir los pasos inmediatos a seguir y que eran aparentemente tan obvios: Abrir Europa entera de ser necesario a los ojos del León que buscaba con rugidos de furia a aquella cachorra que había sido arrebatada de sus garras a partir de las migajas de conocimientos que significaban su rastro.

El nuevo apretón de manos fue acompañado con un abrazo paternal del canoso hombre que ahora se disponía a atravesar la noche parisina para dictar las órdenes necesarias para cumplir la Voluntad del Monarca, quien terminó recostándose por el respaldo del grueso sofá con un suspiro de agotamiento. Una criada se le acercó ofreciendo responder a cualquier deseo que tuviere el León de cabellos rubios, y su respuesta fue una incorporación y una ducha con agua tibia. Debía relajarse tras aquel día tan agotador, y cómo no hacerlo si tenía a su mujer esperándole en el lecho, tal y como él constataría una media hora después, cuando la puerta se cerraba dejando a la pareja en la soledad y privacidad que significaba compartir colchón y sábanas. Sonrió enternecido al ver a su amada durmiendo con la pureza de una muñeca de porcelana y en silencio se quitó la bata que dejaba ver aquellas suaves prendas del mismo material que las de Tamina, dejándola a merced de una silla cercana a la puerta para que bastase con abrir y estirar la mano para retirar el ropaje y no molestar la intimidad de quienes se encontraban allí dentro. Abrió las sábanas y deslizándose con la mayor sutileza posible se recostó al lado de ese rostro apacible y de aquel vientre que ni en la somnolencia era cesado de cuidados y cariño. Suspiró gustoso de verla así y acudió a besar su frente lentamente al tiempo que la abrazaba con cuidado, manteniendo las precauciones obvias. Era un simple roce, pero una manifestación de aprecio y amor que no tenía unidad de medida alguna.

Simplemente le encantaba tenerla así. Sólo para él.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Jue Mayo 17, 2012 9:46 pm

Dormida, entre sueños te veo.
Despierta, como un sueño estás.


Dormida de una forma tan apacible que los mismos ángeles envidiaban, la dama del Rey descansaba tras un día que empezó acelerado. Ambas manos rodeaban ese vientre sagrado, uno que daba vida y contenía a uno de los seres que ella más amara. Lo protegía pues su instinto aún dormida le incitaba a ello, aunque el pequeño se moviera aletargado, las extremidades de su madre se apretaban o soltaban conforme él estuviera a su vez necesitándolo. Tamina dormida con el cabello trenzado, la bata de lino, un poco de sudor en su rostro como vestigio de la crisis tenida durante el día, respondió casi de forma inconsciente al llamado de aquél, su seductor.

El hombre amado puesto que la fémina volteó su cuerpo hacia donde sentía su presencia, ese calor que la reconfortaba aún cuando su corazón se tornaba blanco por la nieve que lo congelaba. Esa seguridad al ser rodeada por sus brazos donde jamás nada llegaría a hacerle el menor de los males. Y fue en el instante en que lo sintió más cerca que suspiró y lento fue desprendiéndose del abrazo de Morfeo para regresar a su legítimo amor. Poco a poco, su rostro se elevó y sus labios marcaron un camino de fuego y amor en el cuello masculino subiendo beso a beso hasta llegar a sus labios donde el ósculo más dulce y tierno fue entregado.

- Mi amor, qué bueno que... llegaste... ¿Todo bien? - se le abrazó aún adormilada, pegando como podía su cuerpo al masculino, el vientre se lo impedía y hasta rió por ello antes de mordisquear el labio inferior del rey - Te extrañamos mucho, de verdad, corazón - sus manos acariciaron el rostro masculino hasta que por fin estaba decentemente despierta. Le sonrió y besó sus labios una vez más para recargarse contra su hombro y cerrar los ojos... tras unos instantes, hizo una mueca y fue a cambiar de posición, recargando la espalda en el pecho masculino, llevando una de las manos del rey a su vientre cuyo ocupante estaba muy aletargado al parecer. Le gustaban estos momentos, donde ambos podían disfrutar del otro en ese silencio que no necesita más testigos que los rayos de la luna filtrándose por las ventanas iluminando precariamente la habitación.

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Mensaje por José Alfonso De Castilla Sáb Mayo 26, 2012 8:44 pm

Dormir contigo
Es el camino más directo al paraíso
Sentir que sueñas
Mientras te beso y las manos te acaricio.

Esos momentos eran los que más valían para la pareja. Esos que sólo tenían a las paredes de su habitación como testigos. Esos que sólo eran posible de ser expresados por ellos mismos en precisamente esa intimidad, dando rienda suelta a los recuerdos...o si se caldeaba todo, a sus deseos e instintos. Y ahora que había una tercera vida pronta a unirse a ellos, esos instantes tenían un peso todavía más importante; cargados en absoluto de ternura y profundo amor, tal y como el beso que se dieron tras ese recorrido por el cuello masculino. - Sí, todo bien...ya comenzó la búsqueda...-le respondió bajito sin querer despertarla, pero la sola presencia del León le arrebataba a Morfeo su captura más reciente. Notó eso con una sonrisa cuando su labio inferior fue mordido y con ese nuevo beso romántico, correspondiéndolo con la delicadeza con que trataba siempre su cuerpo. Acarició su espalda tras un aprehensivo abrazo en el que la felina cargó su cabeza en su hombro y las caricias se trasladaron al vientre de ésta por el movimiento de su mano. Lo sentía tranquilo, y eso le alivió. Después de lo sucedido en la mañana se había quedado preocupado, y esa preocupación se omitió durante la reunión con el Capitán de la Policía, por lo que ahora tenía que recuperar el tiempo perdido en esas horas que no se harían suficientes. Oh no. Necesitaba toda una vida y más para darle todo lo que quería.

Tamina cambió de posición rápidamente, y a José no le dio tiempo para preguntar inmediatamente, así que lo hizo después, cuando su mano acariciaba aquella hinchazón que albergaba a su heredero o heredera, el cual ya se había manifestado. ¿Qué iba a ser? ¿Hombre, mujer? ¿Un humano, un cambiaformas, un híbrido? Esas interrogantes le asaltaron de repente, pero las disipó dejándoselas al tiempo y a la suerte. - ¿Te encuentras bien, amor? - Susurró en su oído, besando su lóbulo con la inocencia de un cachorro, pero con la posesión de un adulto que no iba a dejar que le hicieran daño a esa hembra, a SU hembra.

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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Mar Mayo 29, 2012 10:16 pm

Mentirte no tiene sentido,
cuando tú sabes todo de mí.

Quiso decirle que sí, despreocuparlo de lo que consideraba una pequeña llamada de atención del nene, pero suspiró recargada contra el fresco almohadón de plumas que tan suavecito era y tan agradable. En ocasiones, antes de saberse embarazada, se había transformado en gatito y rendido a sus caricias entre maullidos y ronroneos de pura felicidad. Ahora, en cambio, se conformaba con pasar los pies desnudos por la sedosidad de las sábanas de seda que él mandaba traer y poner para consentirla tras que ella alguna vez le dijera su debilidad por éstas. Ahora, de un color celeste en contraste con las cobijas de un azul rey. Todo pensado para relajar a la futura madre.

- Decirte que sí sería mentirte y más habiendo tantas personas, tantos ojos y bocas que pueden echar abajo mi mentira. No, me indispuse un tanto, pero el médico no sólo me auscultó si no que vino a verme en dos o tres ocasiones... algunas mientras estaba dormida, pero todo está bien. Sólo fue la impresión - acarició el vientre cuyo ocupante parecía despertar lentamente para disfrutar de su padre a quien pocas veces tenía en comparación de su madre - ya estamos mejor. Tu hijo estuvo un tanto hastiado y me mandó a dormir un buen rato, lo que hizo que todo mejorara. Un baño y quedé como nueva, ahora más que estás aquí - besó su mejilla tierna mientras que se acomodaba mejor en la enorme cama.

Bostezó cubriéndose la boca con la mano para cerrar un instante los ojos contenta por la presencia del Rey en la recámara que ahora se declaraba como la suya. La de la pareja real, aunque ella no fuera propiamente la esposa, el Rey la señalaba como tal en el instante que pasaba más tiempo con ella que con su propia hermana, la reina. Incluso, parecía como si la reina realmente no existiera en este lapsus de tiempo. Y a la italiana le gustaba tenerlo así, para ella en la soledad mientras disfrutaban del sonido de la noche, del pequeño con sus movimientos que eran más sentidos a esas horas y de una comunión que pocas veces tuvo con alguien que no fueran esos brazos que adoraba. Sin embargo, no podía durar demasiado tiempo, algunos toques en la puerta la hicieron alzar un tanto el cuerpo intrigada. ¿Quién podía ser a esas horas de la noche?

- ¿Esperas a alguien? - tragó saliva inquieta, su mano de inmediato fue a su vientre en un gesto protector... miró al Rey con miedo en la mirada... ¿Quién podía ser, para qué los buscaba, por qué tan tarde? Eran algunas de las preguntas que podían leerse en la expresión de la italiana. Se sentó y cubrió su vientre con ambas manos y los hombros tensos, mirando con aprensión la puerta. ¿Acaso aquél que les hacía daño, decidió encarar al león en su propio dominio?
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Mensaje por José Alfonso De Castilla Miér Jun 06, 2012 5:23 pm

Un beso bajo la oreja y una caricia al vientre fueron las primeras e impulsivas respuestas que le daban tiempo a José para moldear y suprimir la preocupación repentina surgida con lo dicho. ¡Qué hubiera dado por estar allí y brindarle su apoyo incondicional! Pero no, estaba tan enfocado y concentrado en su cita con el Capitán de la Policía que prefirieron no darle más preocupaciones de las que ya tenía. Su tranquilidad tan difícilmente conseguida se habría ido para no volver al menos en unas horas más; pero afortunadamente eso no tuvo lugar. Agradeció en silencio tener un grupo tan fiel y eficiente de criadas y asistentes y botó aire en un suspiro, conservando la calma y relajación conseguida con la ducha recomendada que había pedido sin darse cuenta de forma totalmente consciente.- Lamento haber reaccionado así...no debes estar expuesta a emociones fuertes...-sonrió y acarició sutilmente la fuente de las patadas que iban directo a la palma de su mano- prometo compensarte, pídeme lo que quieras. - La sonrisa se amplió y otro beso bajo el lóbulo se produjo, subiendo hasta su cabeza.

Unos golpes a la puerta rompieron con la silenciosa intimidad que compartía la pareja, y que se había prolongado por más tiempo del esperado y esperable debido a la ausencia de la Reina. Ni siquiera él sabía dónde estaba exactamente, pero al menos tenía la certeza y seguridad gracias a sus informantes que estaba bien, y viva. - No, no espero a nadie...- respondió, y supuso que ella tampoco debido al tono interrogativo y nervioso utilizado. Se incorporó lo suficiente para quedar sentado y permitió el ingreso con un "Adelante", reconociéndose la bata blanca inconfundible del especialista médico. Negó con la cabeza en señal de perdón concedido por la disculpa a causa de la intromisión tan tardía, y mientras le explicaba lo que había sucedido en la tarde recordó lo que Tamina le había dicho por la mañana: que los prefería a ambos para darles una noticia. ¿A qué se podría referir? Decidió salir de la duda e hizo la pregunta.

La respuesta le hizo mirar de inmediato a Tamina y a su vientre. Ahora el rompecabezas encajaba a la perfección.
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Mensaje por Tamina Juliet Borgia Miér Jun 06, 2012 11:49 pm

Alrededor siempre hay sombras,
pero donde existen ellas, hay siempre un rayo de luz.

¿Pedirle lo que quisiera? ¿Compensarla? Tamina podría solicitarle lo que la haría la mujer más feliz de todas, pero antes de decir nada les interrumpieron. Su tensión era latente, más por todo lo que les sucedió durante el día. El lelón cuidaba a su hembra y a sus cachorros, pero ésta sabía que tenía pocas posibilidades de huir si es que era más de uno el atacante. Aún preparada para salir de ahí, inclusive pensando en qué consecuencias pudiera tener para su nene el que se transformara, una figura familiar se deslizó al interior de la habitación solicitando le perdonaran por la intromisión. La mano izquierda se relajó sobre la redondez más amada por la italiana y negó al galeno. Menudo susto le había metido.

- Lamento Su Majestad interrumpirlo tan noche, pero tenía que darles a ambos la noticia. Sobre todo porque me preocupa mucho el que ustedes aún tengan intimidad y le solicito atentamente dejen de tenerla o bien, sea mucho más espaciada y con mayor delicadeza en virtud de que la señora no está esperando a un niño... si no a dos pequeños... por ello su vientre pronunciado, su peso, el que suenen dos corazones y parezca patear por todos lados... espero me sepan disculpar por no decirle antes a la dama de su condición, pero quería que ambos lo supieran al mismo tiempo.

Esas palabras desarmaron el mal talante de la joven que, sorprendida, rió y acarició su vientre con la dulzura propia de su amor de madre... no uno, dos pequeños... miró al Rey y rió feliz y divertida buscando sus brazos. Intentó contener las lágrimas de pura felicidad, pero parecía inútil. Estaba tan sensible que unas lágrimas resbalaron por sus mejillas, tragando saliva y mordiéndose el labio inferior. ¿Cómo podía ser? Era todo un milagro, uno que su león y ella habían forjado y ahora debían proteger con sus propias vidas en caso de ser necesario. El galeno fue retirándose de forma discreta dejando a la pareja disfrutar de la noticia, haciéndose a la idea para que entendieran que estar juntos era algo que ahora tenían que hacer con mayor cuidado y más espaciado.

- Dios te quitó dos hijos, pero te está entregando dos más... tenemos que darle las gracias mi amor, puesto que sus vidas vuelven a estar bajo tu resguardo, quizá con otros nombres, pero estoy casi segura que sus almas están encarnando en mi vientre... - acarició su rostro para besar con devoción sus labios, estaba maravillada, feliz, todo ésto parecía un sueño del cual no quería despertar.
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Mensaje por José Alfonso De Castilla Jue Jun 14, 2012 11:50 pm

La pareja ni siquiera notó la retirada del profesional de la salud, la algarabía les había impedido notarlo y detenerlo para una pregunta más, cuya incierta respuesta terminaría siendo factor para la próxima conversación entre los maravillados padres que recién tras varios minutos habían separado sus labios para contemplarse el uno al otro; mirando y viendo en aquellos ojos la alegría de que la familia crecería más rápido de lo presupuestado, viendo correr las lágrimas decorar con su brillo aquel rostro de sonrisa santificada, digna de un vitral de Catedral. Tenía razón, aquel del que había dudado se había hecho presente, y de qué manera lo hizo: Obra y Gracia de Dios Todopoderoso.- Yo también lo creo así - Le secó las lágrimas, su rostro se veía más bello aún sin ellas.- Seguro que están aquí, acompañando a nuestros hijos...- "Nuestros hijos", qué bello sonaba. Tragó un poco de saliva, la emoción le albergaba y en ocasiones trataba de superarle con ojos brillosos. Antonio y Catalina aún provocaban agudo dolor en el corazón masculino, y él mismo no dudaba de la duración de aquel dolor: iba a cargar con él el resto de su vida; pero no cargaría con aquello en solitario, tenía a Tamina y a aquellos dos futuros hijos de los cuales únicamente sabía de su existencia - Le daremos las gracias cuando estén con nosotros en nuestros brazos, en otra circunstancia. ¿Te parece? Ahora...-besó su frente- creo que es buen momento para decidir sus nombres - Miró rápidamente la puerta e hizo una mueca de disgusto - Mañana le llamaré para preguntarle si tiene alguna pista al respecto, sino habrá que ponerse en todos los casos posibles - comentó con una sonrisa y luego besó los labios de su adorada, acariciando aquel vientre con una mano para luego alcanzar al otro lado de ese nido de vida la mano a la que se había decidido unir desde hace tanto, pero que sólo ahora conseguía los frutos deseados.
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