La obra debe continuar. {José Alfonso de Castilla}

por **Summer J. Abadie** Mar Abr 22, 2014 9:18 pm

"La obra de teatro debe ser una imagen justa y vivaz de la naturaleza humana."
John Dryden

Dolor, sequedad, angustia. La vampireza se tambaleaba con sed de un lado al otro. La garganta le raspaba como si estuviera hecha de papel de lija. No respiraba; cada vez que lo hacía el aire frío hacía del dolor algo más fuerte, como si su interior se estuviera cuarteando y agrietando como la tierra seca bajo el rayo del Sol. ¿Hacía cuánto que no se alimentaba ahora? Había perdido la cuenta ya. ¿Nueve, diez, doce días? ¿Más? La verdad es que convivía con el dolor de forma espectacular. No era la sed lo que más la molestaba: era el dolor en el pecho, el dolor emocional. La tenía anestesiada, ajena al dolor físico excepto cuando éste llegaba a sus puntos más altos. La visión cada vez se le nublaba más y comenzaba a dudar, en un subconsciente, si no serían alucinaciones algunas de las cosas que vivía. La última vez que se había fijado el color de las paredes de su cuarto era blanco no rojo y... los cuadros no hablaban. Ni siquiera tendría que escuchar volar una mosca en su aislada mansión.

Podía escuchar sus descuidados zapatos sobre el duro adoquín como sonido de fondo, pero tenía consciencia de adónde se dirigía precisamente. Nadie deambulaba por las calles del barrio residencial de París a esa hora y con la mirada perdida, caminando como un zombie y dando ligeros y ocasionales traspiés, llegó a un lugar grande y extrañamente familiar. Varios segundos permaneció en la puerta observando, aunque rara vez veía realmente lo que tenía enfrente. "Es un… es un teatro. Es el teatro…" logró asociar luego de casi dos minutos. Los pies la llevaron dentro, escalón por escalón como si llevara zapatos de plomo. "¿Qué hago aquí?" pensó. Todo en su mente iba lento y aplomado, incluso sus pisadas parecían rayos en comparación a la velocidad de su cerebro. Se movía por puro instinto, movida por fuerzas mayores. "Pero, ¿por qué…?"

Dentro no había casi movimiento por ser lunes. Quizás hubiera algún actor o alguna autoridad haciendo negocios y acordando fechas. Más ruidos se sumaron al de sus pisadas, que pronto se vieron amortiguadas por una mullida alfombra roja. ¿De dónde venían? ¿Qué eran? Esporádicas preguntas le venían a la cabeza pero ninguna vocesita interna era capaz de responder o hacer conjeturas. Estaba mentalmente aturdida, muerta.

Las voces cesaron abruptamente. Tenía la incómoda sensación de ser observada. Por primera vez alzó la vista, a su ritmo lento. El delicioso tambor de sus corazones era todo lo que escuchaba. ¿Que si estaba bien? Estaba en el paraíso y esa sangre era su elixir, su adicción. Medio segundo le tomó llegar hasta uno de esos burgueses bien vestidos, su cuello presa de los afilados colmillos que Louis le había otorgado, los gritos saciando el vacío en sus oídos, la sangre entrando a borbotones en su garganta para sanar el dolor y quitar la arena… El cielo en breves segundos.

De un cuello pasó al otro, una y otra vez. Los cuerpos yacían a sus pies en los pasillos, el escenario, las butacas, los camerinos… se habían intentado dispersar, pero ninguno lograba salir con vida. Hasta que los gritos no acabaron no tomó consciencia de lo que hacía. Alejó sus dientes del tenso cuello que sostenía entre las manos y se alejó varios pasos hasta chocar con otro cadáver. La escena alrededor era terrorífica. Sangre en todas partes, cadáveres, miradas vacías y perdidas… silencio, de nuevo. El corazón se le encogió a pesar de que la sangre en sus venas era suficiente para tenerla en vilo varios días más. Quería morirse… ¿Qué atrocidad había cometido? No podía ser más que una pesadilla. Sus labios se entreabrieron, listos para dejar salir un grito de espanto… no, nada salió. Era un cuento tenebroso en el que ella era muda, al igual que sus víctimas. Entonces el bulto que había dejado caer de su regazo al volver a la realidad se movió.
Estaba… vivo.

por **José Alfonso De Castilla** Miér Abr 30, 2014 7:00 pm

Algunas de las hazañas más grandes de la humanidad han sido obra de personas que no eran lo bastante listas para comprender que eran imposibles.
Doug Larson

La noche aburrida como siempre entre pasillos de una mansión que sirve como casa, un lugar con cientos y cientos de empleados que están a la disposición con una sola llamada, al menor grito y van corriendo a ver qué es lo que su señor les pedirá, sea cual sea el capricho del gobernante ellos lo cumplen sin poner queja ni objeciones a nada de lo que se les ordene, una mansión que parece más un castillo que luce mejor como una prisión una prisión donde un alma encadenada vive solitariamente, rodeado de rostros extraños que sonríen como si no tuvieran alma; atrás quedan los recuerdos de una mor y de hijos corriendo por todos lados, atrás quedan los atisbos de una vida normal como todo hombre que espera preservar su linaje y sucesión al trono, un trono al que no se ha ocupado como debe, viajando e lugar en lugar para olvidar sus propias penas ¿cómo ocuparse de otros si no puede de él mismo y de su familia que perdió? No podría, no debía.

La doncella toca la puerta, entra sin esperar respuesta ¡maldita sea, que entren sin esperar a que les dejen pasar solo por hacer su trabajo! Deseos de gritarle corren por todo el cuerpo de aquel que esta recostada aun en cama, ha pasado todo el día entre las finas telas que conforman su mullida cama, toda desordenada y acabada en tristeza, la doncella de servicio abre las cortinas dejando traspasar la luz de la luna, la noche ya tocaba por completo los cielos parisinos en eso la voz de aquella entrometida hace que se abran aquellos ojos azules.

-Mi señor, no desea comer algo, o beber o quizás algo más- La mente del gran Rey José Alfonso de Castilla divaga en maldiciones hacia esa que se atreve en hablarle, pero antes de refutarle el mayordomo irrumpe con una invitación a su majestad, su rey, una noche del teatro donde auguran que el alma más triste podrá encontrar su alivio y su pedazo de cielo, la promesa es tentadora y hasta cierto punto espera que sea el final de todo su pesar; sin mirar a sus empleados sale de refugio de sedas delicadas para tomar un baño que no dura más de unos quince minutos al salir las ropas más oscuras de todas escoge, su traje negro por completo no tiene ánimos de nada de colores que llamen la atención de quien es él, un monarca entre las filas del teatro.

Sus pasos lo llevan lento y casi sin ganas al maravillo teatro de la zona residencial un teatro muy lujoso y hasta un punto demasiado ostentoso pero lo valía para las personas que estaban ahí, gente de alcurnia y dinero, gente de mucha posición en la economía y política parisina, todos unos lords y ladies de la ciudad, entre suspiros avanza sin mirar a nadie, muy apático. La obra no la encuentra para nada amena al contrario le parece tan lineal y aburrida, recarga su brazo al asiento sonriendo falsamente a los que le rodean como si le agradara el espectáculo, sus ojos se van cerrando en el recuerdo de un amor que no fue y que solo se condenó por ser prohibido.

Morfeo llegó tan rápido como se fue, los gritos de algo o alguien despertó al León de España mirando desorientado por el lugar pero no estaba en su asiento estaba en el suelo el dolor le comía completamente, el lugar era todo borroso hizo un esfuerzo por abrir sus ojos al hacerlo se percató de lo ocurrido su mente no le estaba jugando trucos era todo real, la sangre a su alrededor y una mujer tomando a un hombre de la cintura mordiéndole el cuello goteando más sangre entre ellos para al final dejar al cuerpo desfallecer completamente tirado como un cadáver, no era, es un cadáver más, busca levantarse pero no le responde el cuerpo.

Llanto, ¿lágrimas de arrepentimiento? La mujer o fiera que se devoraba a las pobres hombres y mujeres del lugar lamentaba aquello, José Alfonso murmuró unas palabras –lloras luego de matar? Sientes pena por sus almas ¿por qué?- se arrastró un poco, su mente se estaba alejando de él y de la realidad sentía la muerte y comenzó a sentirse otro ser, como si no fuera él ya. ¿Terminaría ahí la vida del Rey de España?

por **Summer J. Abadie** Jue Mayo 08, 2014 10:49 pm

“La naturaleza humana de la gente es su muerte”
Eric Harris

El cuerpo se retorció sobre el piso de madera, se arrastraba lentamente hacia ella. ¿Estaba en una pesadilla? ¿Había muerto definitivamente? Eso podía ser la introducción al infierno. Pronto los cuerpos comenzarían a levantarse, a querer vengar sus propias muertes, la despedazarían miembro a miembro con sus propias manos. El teatro no estaba en el silencio absoluto que parecía adecuado para tal situación y no eran sus sollozos los que alteraban la escena. Lento y con dificultad pero recuperaba ya la plenitud de sus sentidos. Reconocía esa melodía. Era el corazón débil de un humano en sus últimos y desesperados intentos por seguir latiendo. Su imprecisa respiración lo acompañaba. No, no eran muertos andantes. Su instinto asesino, en la desesperación por terminar con tantas vidas, había fallado en una. Lo había dejado al borde de la muerte… un breve empujón al abismo era suficiente para acabar con lo que sería el calvario previo al purgatorio.

Una y otra vez tuvo que asegurarse de que lo que veía y escuchaba realmente estaba sucediendo.

Aún así, sus palabras le sorprendieron. Podía hablar. No la estaba insultando, no la estaba juzgando, amenazando ni pidiendo clemencia por algo que era ya inevitable. ¿Le preguntaba por qué lloraba? ¿Qué debía hacer ahora, reír o llorar? Su irresponsabilidad la había convertido en un torbellino asesino que había arrasado con él y todos sus acompañantes pero aún así lo único que le interesaba era comprenderla. No. No, no, no. Sí se comunicaba con él y no le partía el cuello de inmediato la culpa sería más fuerte; tendría un rostro y un nombre. Y al mismo tiempo, albergaba la vana esperanza de ser capaz de redimir todos sus pecados en ese hombre pálido y confuso, demasiado joven cómo para morir así.

La vampiresa se arrastró también hasta él hermosa, desprolija y desconsolada. Las manchas de sangre esparcidas por el vestido de la manga rota y varios botones arrancados por sus víctimas le daban el aspecto tétrico de esa obra maldita. Eran sus facciones de niña y la mirada azul infinitamente triste las que no terminaban de encajar. Lo tomó por debajo de los brazos y lo acomodó en su regazo como si fuera un muñeco. –Yo no quería… no quería hacerlo, no…-repetía una y otra vez en voz baja y temblorosa. –Perdón. ¿Me perdona? No, yo no fui, no quise… -seguía, como si él realmente le fuera a perdonar. Lo único que quería era aliviar la culpa y estaba tan desolada que no razonaba lo que decía. Parecía una loca. Una desquiciada a la que a último momento se le ocurría una brillante idea. Podía salvarlo, bastaban unas gotas de su sangre para terminar con la culpa. ¿Era inmoral que en el proceso se condenara a otros a su mismo destino cruel? –Puedo salvarlo… no va a morir-dijo en tono sorprendido. Todo se lo decía más a sí misma que a él.

Las lágrimas que rodaban por sus mejillas terminaban mojándolo a él, a quién no pensaba pedirle permiso para salvarlo, era un acto pura y esencialmente egoísta. Un tajo de considerable tamaño apareció en su muñeca al deslizar por ella la punta afilada de sus uñas. Enseguida las gotas de sangre comenzaron a brotar y, antes de que la herida cerrara las dejó caer entre sus labios.

por **José Alfonso De Castilla** Mar Mayo 20, 2014 8:25 pm

"Así me dijo el Demonio una vez: También Dios tiene su infierno; es su amor a los hombres"
Frederich Nietzche

El sol se alza cada mañana pero la luna también se alza al mismo instante, cada lado de la moneda nos muestra algo diferente, no se puede comparar cada una de sus caras porque son tan distintas que no sabemos con cual tratamos, solo hay que observar y guisarse por el instinto, un instinto que te puede gritar alejarte pero tus pies te mantienen muy cerca de un peligro inminente.

El silencio de consume, te abarca por completo siempre llevándote a un punto del que piensas que no podrás regresar, una sonrisa cadavérica de José se dirige a aquella mujer, una sonrisa cargada con toda la curiosidad, ¿Por qué una mujer que asesina por alimento ahora llora por las almas que arrebató? Eso martillaba su moribunda mente casi como si fuera una ilusión, un sueño de los tantos que tuvo, pero ahora era real, el dolor y la agonía era a un mayor del que pensó pero podía soportarlo porque en su alma ya no sentía nada.
Tomó la mano de la joven ángel de la muerte –Si tú eres mi ángel de la muerte que ha escuchado mis suplicas y rezos en las capillas entonces no tienes porqué llorar, está bien al final esto es lo que nos espera a todos los humanos, a todos aquellos que poseemos pulso, Dios nos ha puesto para eso, para vivir, sufrir y morir, ya viví, ya sufrí ahora me toca morir- si la joven pedía un perdón con eso lo tenía, él no estaba juzgándola, ni culpándola, al contrario la estaba justificando por sus actos de matar a varios humanos, hombres y mujeres, jóvenes y niños prácticamente y solo él quedaba con un pulso tan débil que podía sentir los últimos latidos de su corazón al bombear su sangre tan limitada ahora.

El silencio se hacía más ensordecedor, la voz del ángel oscuro se hacía más lejano –qué cálido es el paraíso- una sonrisa en sus labios, así pensaba en dejar este mundo, un mundo que solo vio en sus últimos días a un Rey abatido por la pena y soledad, un José Alfonso que no era reconocido por ninguno de sus nobles feudales, un monarca que ya no pensaba en el reino, ahora solo pensaba en la calidez que sentía una calidez que transformó en gotas de lluvia, lluvia de sangre que mojaba su sus labios pero no las saboreaba, esas gotas maravillosas poco a poco iba sintiéndolas pesadas, como fuego abrasador que consume todo a su paso –esto no es el cielo es el infier…- su mente divaga por laberintos llenos de confusiones, las palabras queda ahí, la respiración no se siente, su pulso está casi poco audible para un humano común esta imperceptible y parecería un muerto pero aun había un ápice de vida en él.

Un silencio sepulcral se asienta sobre aquel teatro donde una obra fue el final de todos sus espectadores, donde la risa se volvió en horror antes de expedir su último aliento de vida pudo José mirar a su recolectora de su alma –No temo a la muerte, la he visto mucho tiempo- silencio –Nos vimos y nos despedimos siempre y ella se burla de mi- silencio –Pero aun así siento que no quiero morir- silencio –pero mi alma pide entregarse en su manos- toma una de las manos de su ángel rubio –Toma mi alma ángel mío y haz tu voluntad- y casi con el último suspiro que quedaba en su cuerpo entrega su alma a su verdugo y salvadora.

Por toda la eternidad.

por **Summer J. Abadie** Jue Mayo 29, 2014 7:05 pm

“Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie.”
Concepción Arenal

Si algo había aprendido en sus años de inmortal, viendo hacia atrás, el patético intento de ser humano que solía ser y lo bien que se había sentido siéndolo, podía sacar solo una conclusión: nunca planees tu vida porque recibirás sorpresas desagradables de carácter impredecible. Lo raro es que, por más que era frágil, escuálida, una criatura resignada… siempre había sido feliz de aquél modo. Más de lo que podía decir ahora, teniendo su esbelta figura vampírica y poderes sobrenaturales, como fuerza sobrehumana y sentidos sumamente agudos. ¿Cuál era el problema de este humano que le abría los brazos a la muerte y le ofrecía palabras tranquilizantes a su asesina? El delirio de un moribundo, nada más…

La herida se cerró sobre los labios del humano y la sangre dejó de gotear. En cambio podía sentir su débil y cálido aliento contra la piel. Retiró la mano con lentitud, sumida aún en estado de shock. Le estaba acariciando el cabello, peinándolo con aire ausente. Su figura física lo acariciaba, observando impotente una vida irse entre sus brazos y al estafador de su propio veneno no surtir el efecto prometido. Quizás algo estaba mal en ella, por eso no reaccionaba. Su veneno no servía, no curaba. Esperó y esperó segundos que parecían semanas. Su agonía lo llevaba por un mal camino, al parecer. Hasta pensaba que ella era un ángel. –Oh, si fuera un ángel, moribundo caballero, usted tendría tanto por delante… Irá al cielo, porque usted es un hombre bueno-susurró con la voz quebrada, consolándolo a él y consolándose ella. Su disposición a la muerte no iba a quitar la culpa y el pesar de su alma, pero lo aliviarían. ¿Quién había sido este hombre? ¿Qué había pasado en su vida? Tantas preguntas que no respondería si el veneno fallaba.

Pum, pum. Pum, pum. Pum, pum. Pum...

Por un segundo su inerte corazón pareció llegarle a la garganta. Lo miró fijo una y otra vez, comprobando con su audición que no habían latidos y con su visión infalible que no había movimientos. Lo había matado. Ya no había vuelta atrás. No… Dejó caer su cuerpo al suelo y caminó hacia el fondo del escenario, tapándose los oídos con las manos. ¡No quería escuchar más el horrible vacío del silencio! Ruido ensordecedor que la llevaba a la locura, ya su cordura no tenía a que aferrarse. Estaba muerto, tan muerto como cualquier otro cadáver en el teatro. No era humana. Era un asesino nato, un monstruo. Ni siquiera podía llamarse un vampiro. Era débil; hasta su propio veneno le daba la espalda. Inservible y solitaria existencia eterna, ¿quién desearía una condena como aquella? Ni siquiera tenía poder sobre su propio cuerpo. Había intentado morir debilitada por la falta de sangre y en su egoísmo arrasado con más de una decena de inocentes y frágiles humanos. Rojo sangre la rodeaba a donde mirara, pero no era consciente de que eran lágrimas. ¡¿Por qué?! La silla que había a un costado del escenario se estrelló contra el fondo, haciéndose añicos. Sí, eso lo calmaba en parte. Necesitaba descargar su vorágine de emociones con algo físico, con sonidos fuertes y destrozos que no le permitieran pensar.

Estaba a punto de hacer trizas las telas de las patas del escenario cuando en medio del silencio escuchó algo más que sus pisadas y se detuvo en seco. ¿Se había movido? Juraría haberlo escuchado moverse. Aún así estaba lívida. ¿Un fantasma? Si los fantasmas de su pasado iban a levantarse en su contra ya no tendría que pensar en suicidios, solo comenzar a rogarles piedad en nombre de su poca tolerancia al dolor. Algo estaba mal. ¿Había funcionado? ¿Estaba reviviendo de sus cenizas? Tenía mucho miedo de darse la vuelta a verlo. -¿Cómo te llamas? –preguntó en voz baja y de espaldas a donde lo había dejado caer. Posiblemente no recibiera respuesta, pero su intuición y sus impulsos siempre tenían las riendas.

por **José Alfonso De Castilla** Dom Jun 15, 2014 5:52 pm

Creer significa liberar en sí mismo lo indestructible o mejor: liberarse o mejor aún: ser indestructible o mejor aún: ser.
Franz Kafka

Para aquel monarca ya no había cielo ni el infierno solo una vida de dolor y agonías, solo una existencia tan vacía como el su morada, su castillo que poco a poco iba muriendo hasta ser la guarida de la oscuridad, así se sentía José Alfonso de Castilla un rey sin reino, un líder sin súbditos y hombre sin una familia ya.

Su corazón roto se encontraba pero sus ojos aun podían mirar el cielo techado del teatro, sentía como su cuerpo iba muriendo con dolores extremos pero no moría seguía sintiendo todo, cerró los ojos y entonces comprendió su vida había terminado ya, con un suspiro entregó el alma al cielo viendo como esa esencia de humanidad de iba en coros angelicales junto a su amor perdido, pero entonces sus ojos se abren que solo observan a aquella hermosa rubia lamentándose como si fuera tarde de algo, como si no hubiera logrado algo, pero ¿qué? Se observa recostado en el piso del escenario, su oídos pueden percibir el ruido del lugar, pero no de ese lugar sino de la calle, de los transeúntes con sus pláticas, el aroma a muerte inunda sus fosas nasales y entonces un pequeño ruido hace al apreciar que su respiración se ha congelado en el tiempo, pestañea para ver si es un sueño pero no lo es, es una realidad, su realidad.

El canto de las aves nocturnas, de aquellos seres que son tildados como malos augurios, puede escuchar su graznido, el de los cuervos, lo siente como un coro como su nueva vida, como su nuevo ser.

Con parsimonia se incorpora del suelo la herida no ha desaparecido del todo lento va cerrándose y con las imprentas de su muerte y resurrección, la sangre que corre en su cuello y camisa de lino blanco, toda una pintura sádica de muerte, sus pies sienten la madera, sus puños se cierran, aun no cree que pueda seguir con un halo de vida –¿Cómo es posible?- es todo lo que sale de los labios del monarca, sus ojos han perdido su matiz normal puede ver más que antes pero aun la tristeza no se ha marchado de su alma maldita y encadenada, sentirlo incluso puede, y como si no fuera el mismo una sonrisa macabra como el momento surca en sus labios -¿Que cómo me llamo? No cree ángel mio que eso debió preguntar antes de, de esto- es todo lo que contesta mirando sus manos y luego a la joven.

Se siento ligero como el viento que golpea contra las ventanas haciendo sonar los vidrios –Esto es su redención? Si es así permítame saber entonces el nombre de mi salvadora y verdugo, quien ha hecho que el ser muera y nazca la bestia- y de nuevo aquella sonrisa que nadie reconocería de él volví a poblar su rostro –Mucho gusto Lady, soy José Alfonso de Castilla, Rey de España- la sonrisa de lado en un perfil maléfico es todo lo que muestra en la oscuridad siniestra que en su rostro se va dibujando junto a la mirada triste de desolación profunda.

por **Summer J. Abadie** Vie Jul 18, 2014 1:27 pm

"Haz lo que yo diga y no lo que yo haga"
La Biblia.

Durante unos cuántos segundos que se hacen eternos la respuesta se hace esperar. El cuerpo de la vampireza espera en tensión, ni siquiera respira. Al parecer, con su experiencia de vida, ha aprendido lo que creyó que le sería imposible; no confiar en nada ni nadie. Justo cuando comienza a dudar en sus instintos, en la locura que siempre le había dado a tomar pequeños sorbos en forma de amenaza pero nunca se la había llevado totalmente, la voz que añoraba retumba en escena. A decir verdad, ya no la añora tanto, ya no la quiere. Todo parece formar parte de un mala broma, pero nadie aparece para reclamar la autoría de ésta. Sólo ella era autora de el crimen de esa noche y tocaba hacerse responsable. No había piedra bajo la que se pudiera ocultar, ni brazos a los que pudiera correr a llorar sus penas como la niña pequeña que a veces fingía ser.

Al darse media vuelta y ver al muerto parado frente a ella presionó sus labios para impedirse gritar. Sigue igual de lívida que antes o más, demasiado para responder a su ironía. Seguramente nunca había estado tan pálida o tan perdida. Había arrastrado a alguien más a su propia maldición de eternidad solitaria; lo había matado sin darle posibilidad de descansar en paz. Y, curiosa y drástica como era, no podía evitar preguntarse: ¿hasta cuándo usaría ese tono irónico, bromista y amable antes de que quisiera saltarle al cuello en venganza? ¿Realmente sabía en lo que lo había convertido? Es verdad que había algo nuevo en él, no sólo la forma de erguirse o las imperfecciones que rápidamente abandonaban su cuerpo. Era una sombra fría y siniestra, algo que había lavado el brillo de bondad de su mirada, a pesar de que entonces había estado observando a los ojos a su asesina.

Ya tampoco le sorprende cuando le dice que es el Rey de España. Ni sabía dónde eso quedaba, pero ya había conocido a un supuesto Duque de ese lugar y, o bien España era un lugar insignificante que otorgaba títulos a diestra y siniestra, o le estaban tomando el pelo. Claro, estaba esa ínfima opción de que estuviera pagando uno a uno los errores de sus anteriores vidas con una terrible racha de mala suerte, pero eso era altamente improbable. ¿Verdad? La transformación estaría haciendo estragos con sus recuerdos. Conocía de un vampiro que con la transformación había quedado ciego, capaz que a él le afectaba la cordura. Ojalá que no. Una risa nerviosa rompe el solemne silencio impuesto por las palabras del casi vampiro. Summer se acercó peligrosamente a él y le habló muy de cerca. -¿Rey de España? ¿Tienes al menos una idea de lo que te he hecho?-le recriminó, por su falta de seriedad. Sabe que no debería hacerlo, que pronto él será una amenaza. Es hombre, es más grande y está recién transformado. Pronto se sentirá sediento, quizás con esfuerzo pueda controlarlo. Mas apenas pruebe una gota de sangre será más fuerte que ella. Y ya que desde el momento de la conversión sólo se llevarán veinticuatro años como vampiros… probablemente nunca volverá a ser más fuerte que él. -Diablos… tendría que haberlo pensado antes-dice en un murmullo, delatando sus pensamientos.

Da un paso atrás de prudente distancia y respira profundo, exhalando en un suspiro. -Mi nombre es Summer y si quieres evitar esto -le indicó con una mano la masacre evidente a su alrededor- mejor sigue mis consejos-. Enseguida se dio media vuelta y se metió por la pata del escenario para retirarse por la puerta de atrás. No soportaba más esa obra tétrica. Confiaba en que fuera a seguirla. Lamentablemente se necesitaban. Ella aún quería averiguar algunas cosas sobre él y, mientras ella tuviera información vital sobre lo que corría por sus venas, él la necesitaba con vida. Un vínculo frágil y efímero del que tendría que correr antes de que se rompiera.

Off:

por **José Alfonso De Castilla** Vie Ago 15, 2014 7:59 pm

"La sensatez nos dice que las cosas de la Tierra bien poco existen, y que la verdadera realidad sólo está en los sueños."
Charles Baudelaire

Los sentidos del monarca se sienten diferentes, incluso sus manos que abren y cierran sus dedos como si no creyera que estuviese vivo frente a la dama en cuestión, voltea sus manos para verlas todas normales, pero él sabe que no es normal, algo ha pasado lo siente en su interior, en su sangre correr y en su pulso que se ha detenido, como dije antes, sus sentidos perciben a millas del lugar, el aroma de cigarro, del sexo y de los perfumes de mujeres y hombres le llegan a sus fosas nasales, el aroma de la piel humana ¿humana? Acaso él no lo era, ya no lo sabe.

Su diestra baja rozando su garganta, cuanta sed tenía, era un hambre voraz pero no quería carne, ni vegetales, lo que se le antojaba era la piel de una doncella lamer su cuello o su muslos y luego beber de ahí, el aroma de muerte del lugar con la sangre salpicada por los suelos y paredes aumento más su frenesí de deseo y locura, su lengua relamía lentamente aquellos labios para tratar de calmar ese impulso de beber aquel líquido rojo, hasta que con la punta de este siente algo filoso que lastima la carnosidad de su lengua, la saliva mezclada con el hierro metaloso de la sangre lo enloquece aún más. Luego de ver lo que la mujer llamaba “evitar esto” aquella masacre, observo sin dejar de tocarse el cuello, carraspeaba por la sed –Y es que acaso esta obra de arte no te parece maravillosa?, mira como saltan los colores, sobre todo el rojo, ese…ese el verdadero rojo, ese color quiero en mi castillo ahora- mira a la mujer dando un paso, un paso que parecieron miles a solo segundos estaba frente a frente, con su zurda tomando la diestra de la mujer como si fuera una pieza de vals antiguo o melodramático –Admira tu obra Summer, no crees que combina en un éxtasis total, mira el color negro de los cadáveres y el rojo uniéndose en armonía, un rojo que tiene un aroma exquisito, para que evitar esto si al contrario podría mejorarlo, podría crear el color perfecto para pintar mi morada- pega su nariz al cuello de la mujer percibe ese aroma encantador, puede percibir su propia sangre dentro ella, sus ojos entregados al aroma que expide la mujer no se percata pero su lengua recorre la piel –que aroma tienes Summer, es tan embriagante que me hace desear probar un poco- muestra sus colmillos pero solo los roza contra la piel.

Se aleja de la mujer un poco aun sintiéndose extraño en su mente aún queda algo de atisbos humanos por lo que no puede creer lo que le ha pasado –Que es esto, porque se siente extraño, pero también se siente bien, es una extrañeza deliciosa para mí- camina sobre los cadáveres sin importarle nada hasta llegar a las butacas y tomar asiento –Que es lo que te arrepientes, de haberme dado esta vida o será porque te arrepientes de lo que puede salir de todo esto- alza su diestra mirando la muñeca y las venas que corren por él, poco a poco acerca sus colmillos hasta perforar la piel.

El sonido de la sangre pasando por su garganta era todo lo que necesitó para romper aquellas pocas cadenas de locura que le quedaba como humano, sus ojos se abrieron como plato, sus pupilas dilatadas, era como una droga para él, al separarse de su propia sangre pequeños hilos de sangre bajaban entre la comisura de sus labios y esos ojos negros se clavaron cual daga sobre la vampira –más, quiero más- susurro como una recitación sin despegar los ojos de aquella persona que era objeto de su deseo, un deseo de probar más de aquel elixir –quiero más, probar si son iguales en todos- amenaza poniéndose de pie…

por **Summer J. Abadie** Mar Ago 26, 2014 2:30 pm

“El mejor cazador puede ser cazado.”

La locura la envuelve, toma su mano, la saca a bailar un vals funesto. Ella se deja, siguiéndole con la pizca de gracilidad que le otorga su condición vampírica, porque si fuera humana seguiría petrificada en su sitio, arrastrada por él. Mueve a un lado el cuello cuando la huele para intentar alejarse. El asco le oprime el pecho y hace un nudo en su estómago, aunque el miedo a que la muerda cuando la recorre con la lengua puede ser contribuyente a esa sensación. Qué ganas de escupirlo, de empujarlo para que le diera la distancia y el respeto que se merece. Pero está ausente, sin poder creer como de su primer conversión puede haber salido un fallo semejante, un monstruo delirante. Lo que podría haber sido un cumplido, en sus labios sonaba mal, peligro puro susurrado junto a su piel.

Su acompañante, que se debatía entre el delirio de sus castillos de aire y la realidad no muy grata de su necesidad de sangre, se alejó y tomó el asiento de espectador, dejándola en la escena central. Aunque sólo él la observa, esa mirada llena de locura y perversión la hacen sentir desnuda. Quiere bajar y taparse, pero no es adecuado dejar a su frankestein suelto por el mundo. ¿Quién sabe cuántas masacres se anoten a su nombre antes de que sus caminos vuelvan a encontrarse? Los sentidos aumentados del vampiro parecían nublar su mente, ya que por la forma en que la miraba ya no era Summer, su creadora, quien le había dado vida (o muerte): era la deliciosa presa de apariencia semi-humana que no hacía más que observar con impotencia su despliegue de desequilibrio y poder.

En algún lugar no muy lejano, un reloj de mueble marcó la medianoche, anunciándola con lúgubres campanadas que eran percibidas por su gran oído con tal definición como si ocupara el vacío espacio entre ellos. La atención de la vampiresa, acostumbrada a tales sonidos, no se dispersó ni un segundo. Tenía que salir de allí. Ahora que había probado sangre, aunque fueran unas pocas gotas de ese líquido carmesí y provinieran de sus propias venas, él estaba más allá de cualquier raciocinio. –No son todos iguales… pero es mejor la sangre humana-respondió, caminando hacia atrás. El miedo la embargó. No parecía estar convenciéndolo en absoluto. Uno, dos, tres pasos hacia atrás. No era suficiente. Giró y salió corriendo por la pata del teatro en busca de la puerta de atrás. Con algo de suerte aún sería más veloz que él. Lástima que la fortuna hoy no jugaba a su favor.

por **José Alfonso De Castilla** Lun Sep 15, 2014 8:42 pm

A veces caza quien no amenaza.
-Anónimo-

Locura, redención, pasiones, todo puede estar unido en una sola palabra la muerte, que bella melodía se entonan cuando esta dama acecha a las almas perdidas tal cual aquellos cadáveres que rodeaban a José de Castilla, ahora se sentía cual rey de los muertos y su trono estaba junto a aquella mujer que le había dado esa oportunidad ¿sería su nueva madre? Quizás, ¿sería su creadora? A lo mejor, ¿Sería la primera víctima de su sed? Eso era más probable y acertado.
La mente del León de España estaba como un mar en noche de tormenta, salvaje, bravío y confuso, pues la calma de su piel humana mezclada con la melancolía de su corazón no latiente chocaba con su locura del presente, su sed y su divisibilidad, su mente ahora estaba dividida en su locura y el poder, mezclándose las dos y a la vez separándose, por momentos habían pequeños destellos de su triste humana que rápido se ocultaba tras el brillo de su sedientos colmillos.

El correr de la vampira solo le hizo esbozar una carcajada tétrica que retumbó por las maderas de aquel teatro cual cementerio nuevo, la dejó huir por unos momentos, miró a una pequeña niña tirada en el suelo sin vida, sin gota de sangre, su lengua recorrió el frio cuello de la pequeña percibiendo su aroma –Pero ya está muerta y no huele bien como tu bello ángel- toma a la niña en brazos corriendo, aun no se acostumbraba a su nueva vida, aún tenía que acostumbrarse –Vaya tengo mucho que aprender- las palabras las deja para si mismo mirando el cadáver, llegó donde aquel bello ángel de la muerte buscaba oír –Ahora huyes de tu, que sería para ti? Creación? Hijo? Si fuera así no eres tan maternal Summer, mira que dejar a tu neonato abandonado a su suerte, tal cual esta niña- la arroja a los pies de la vampira sonriendo sin temor muestra esos colmillos ¿debería respetarla? Quizás si, pero quizás no, eso era lo que tenía que aprender.

La locura lo estaba enloqueciendo más, se acercó empujando a la mujer contra aquella puerta, tomó su diestra llevándola a los labios de él lamiendo cada uno de sus dedos –Si sabe mejor la sangre humana entonces vamos y muéstramela, enséñame ese sabor de tus labios y manos, alimenta mi sed y mis ansias o entonces ofrécete cual sacrificio al león sin razón- la sonrisa en sus labios se mostró de forma sádica, ladeo la cabeza viendo a la niña para luego patearla a la pared escuchando los huesos siendo fracturados por el impacto –No querrás que tu nueva creación haga de las suyas, ¿podrás con la culpa Summer? El que la mitad de los parisinos mueran a manos de una bestia porque su creadora la dejó suelta en la ciudad, no es muy agradable de tu parte- la ira sonada através de su sangre que emergía en sus ojos.

por **Summer J. Abadie** Vie Dic 19, 2014 12:08 pm

"Poder significa, invariablemente, responsabilidad y peligro"
Theodore Roosevelt

La escalofriante carcajada de su creación retumbó en todo el teatro, envolviéndola en tal terror y aturdimiento que por un par de segundos se dejó guiar por sus pies veloces sin realmente pensar adónde iba. Él era fuerte; ella rápida. Ella tenía la experiencia; él la fortuna. Un muro de ladrillo se alzó frente a sus ojos. Se había conducido a su propia trampa. Detrás, el vampiro con un pequeño y frágil cuerpo en los brazos. El destino tira las cartas y nos obliga a jugarlas sabiendo el final. ¡Qué crueldad la de su madre al inculcarle el tener esperanzas en los bellos desenlaces! Mientras horas atrás la vampira creía hacer un favor al mundo limitando sus presas, ahora no tenía ni memoria de los recientes fallecidos. ¿Una niña? ¿Por qué había cometido tal atrocidad? La culpa la hizo ladear la cabeza para evitar mirar, apenas escondiendo en las sombras la mitad de su expresión compungida.

El asco que la recorrió de pies a cabeza cuando su creación, en lo que podría ser un caso claro de incesto, lamió sus dedos. Era un hombre guapo aún, o todavía más guapo ahora que se convertía en vampiro. Mas su locura, la maldad escrita en cada una de sus facciones y su clara falta de empatía, le daban todo el aspecto de ser un monstruo, una bestia. Cada fibra de la vampira se contraía horrorizada y de haber podido atravesar la gruesa puerta detrás de ella, lo habría hecho. Pero sólo cedió en parte, deformándose detrás de su espalda de la fuerza que hacía para alejarse del neófito y la que hacía éste para encerrarla. –Puedo mostrarte todo lo que desees. La sangre humana… la vampírica también…-el sonido de los huesos de la pequeña siendo fracturados brutalmente contra la pared detuvo su hilo de pensamiento. La dureza de su impenetrable mirada estaba clavada en ella, lo sabía sin siquiera mirarlo. Era algo inquietante, como la ocasional respiración ajena sobre su rostro; nublaba su mente.

Estiró su mano hacia un costado, buscando el pestillo de la puerta. Lo tanteó y tiró de él, pero abría únicamente hacia adentro y la posición de ambos le impedía abrirla. La otra mano la interpuso entre los dos, apoyándola sobre el pecho ajeno. –Eres muy poderoso ahora. Tienes todo un mundo por conocer, muchos habitantes de la noche a los que podrás desafiar. Pero a mi debes mostrarme obediencia. Yo te di nueva vida. Soy tu creadora, tu madre… Y me tratarás como tal -afirmó, viéndolo a los ojos con los últimos restos de valentía y firmeza que le quedaban en su cuerpo.

por **José Alfonso De Castilla** Mar Feb 03, 2015 4:12 pm

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos.
Arthur Schopenhauer

La cuerda del dulce violín ensangrentado con las tonadas fúnebres de un piano negro donde ambos danzan brevemente sobre la muerte de inocentes que yacen más fríos que el invierno, más cálidos que el mismo verano, son los extintos rayos de vida que van acogiendo a los monstruos que se ciernen sobre ellos. La dulce melodía del silencio va cubriendo el teatro sobre la noche más tenebrosa de todas, la voz se alzó retumbando todo a su paso junto a la risa, podía sentirlo por todos sus músculos como se tensaba cada fibra de su cuerpo muerto, los tendones, los pequeños músculos de su rostro y cuerpo, todo él había cambiado.
Encarcela al cuerpo de su “madre”, aquella creadora tan bella como las mismas llamas del infierno. Lento sube su dorso por el cuello de ella en el paso de la vena carótida por donde su pulso estaría de ser un ser con vida, latiendo a prisa llevando esa sangre por todo su bello ser: pero no, solo hay vacío, un frío y agudo vacío de soledad y maldad. El índice calma los labios de la vampira acompañada de una sonrisa mal hecha de parte de él, poco a poco se acerca al punto de recargar su cuerpo en el de la vampira. La zurda levanta la diestra de la nocturna mujer mientras sus labios de abren en un intento por mediar una palabra, aferra sus dedos a ella llevándola hacia sus labios besando tiernamente su muñeca. –Shhh, no digas más deja que encuentre las respuestas aquí– marca con sus colmillos un camino por la gélida piel de la vampira, un hilillo de sangre corre –Que blanca es tu piel Summer, mira cómo te corre la sangre cual lienzo perfecto– ajusta su mano con más fuerza borboteando más sangre. El aroma metálico le llama, su lengua toma la impoluta mancha roja desquiciándose al clavar los colmillos en la carne de su madre.

–Exquisita, muy exquisita madre– ahí estaba la palabra que le arrancó una carcajada profunda, rompiendo toda posibilidad de realidad. Lame los restos cuando su diestra toma el cuello de la mujer acercando sus labios manchados al oído de ella –Más, tu sangre está llena de tristezas, vacíos y desilusiones quiero más de eso, No ha habido persona que me haga respetarla, soy el Rey de España, tu hijo, tu creación, tu obra y TU REY, quien me debe obediencia y respeto eres tú, harás lo que mi voluntad diga “madre” tu vida está en mis manos, has asesinado a un rey, en quien van a creer en ti o en mí?, en una mujer que ha matado por sed a cientos, la policía haría mucho contigo y yo también, no estás en posición de negociar conmigo. Quiero más sangre AHORA– empotra a la mujer contra aquel muro con sus dientes tronando, su majestad había cambiado su mirada por una más seria, impenetrables ojos de locura que desbordaba en una sonrisa, su mismo rostro no conjuga entre la cordura y el delirio. Se ríe al soltar el cuello de la mujer acercándose al cadáver infantil rompiéndole el cuello volteándole la cabeza como un monstruo. Su madre ahora vería lo que trajo al mundo en esa cabeza discordante.

por **Summer J. Abadie** Vie Feb 06, 2015 5:01 pm

"Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos han cometido."
Sándor Márai

El peso del cuerpo ajeno la aprisionó aún más contra la pared. Era más alto y más ancho de tórax, lo que contribuía a la falsa sensación de ahogo que ya la rubia arrastraba de toda esa tragedia que su desarrollado cerebro no terminaba de comprender. El neófito volvió a arremeter contra el inocente cadáver de la niña muerta, dándole un breve respiro de esa prisión que formaba con su cuerpo. La escena volvió a provocarle a Summer el mismo horror mezclado con repugnancia. Un desesperado “¡basta!” se ahogó en el nudo en su garganta. Quería abrazar a la niña, evitar que esa la muñequita se desarmara, llevar su cuerpo a un bonito lugar donde descansara en paz, lejos de los monstruos de la oscuridad como él… y como ella. Su instinto maternal la impulsaba a querer cuidarla aún en su muerte, y de eso se aprovechaba el Rey de los condenados. De eso, del cuerpo de la vampireza, de sus sentimientos… abusaba de todo.

¿Qué pueblo sobreviviría con un tirano como él con la corona? Reyes déspotas y crueles existían desde siempre, pero no que además fueran criaturas de la noche. No que además de tener el poder absoluto entre los mortales pudiera enfrentarse sin problema a otros nocturnos. La corte sospecharía, varios intentarían matarlo cuando supieran la noticia. Mas nadie le creería a ella si intentara avisar. Simplemente porque la considerarían loca y cargaba con demasiadas muertes como para arriesgarse. Sólo le quedaba un plan… jugar a lo que él quisiera y arriesgarse a crear otro que pudiera igualarlo en fuerzas. ¿Valía la pena el riesgo?

La vampireza se cubre la herida con la mano diestra, alcanzando a limpiar hilillos de sangre con la punta de sus níveos dedos. No tenía idea de cómo se daba cuenta de sus emociones, pero él tenía razón en cada palabra. Ella no tenía nada que perder y tampoco tenía demasiada paciencia para juegos. Tenía que acabar con su creación sí o sí. Estiró su brazo hacia él, enseñándole la muñeca, y se acercó apenas un paso, pretendiendo ceder ante sus peticiones. Pero a último momento movió con brusquedad el brazo hacia atrás, trayendo consigo mechones de cabello ajeno del que tiraba con fuerza. Sus afilados dientes se hundieron en la suave piel ajena por segunda vez, sólo que ahora con más fuerza e infinita más intención.

por **José Alfonso De Castilla** Vie Mar 06, 2015 11:58 pm

Mírame con desprecio, verás un idiota. Mírame con admiración, verás a tu señor. Mírame con atención, te verás a ti mismo
Charles Manson

Ahí estaba, a punto de terminar aquel mala obra de teatro que terminó en un horror, y quien podría haber predicho que aquel que hace horas atrás estaba tumbado en su cama pidiendo la muerte por sus más oscuros y tristes recuerdos ahora tenía en su mano el poder absoluto de decidir la vida de otros. Miró a su creadora y a quien le debía la gracia de aquel “don” de burlar a la muerte misma, de cruzar los ríos del infierno sin recibir daño alguno. Reyes y papas pasarían a su haber mirando a la imponente España renacer de las cenizas como un augurio del mal. La sonrisa del León de España no se borraba, al contrario solo aumentada en deseo de poseer más de aquel vitae, más de aquella sensación de lujuria y desenfreno que en su cuerpo se producía con la ingesta de sangre inocente ¿era eso lo que los muerto sienten?, quizás, y si era así, José Alfonso quería sentirlo una y otra y otra vez por toda la eternidad.

Los ojos de su madre solo provocaron en él una expectación mayor imaginando a cuantas mujeres, niños, hombres y seres podría degustar en lo que queda la noche. Bajó la guardia dándole la oportunidad perfecta a su creadora de acabarlo. Los colmillos le provocaron un gruñido gutural en la garganta del monarca que solo respondió ante tal agravante con una atenuante mayor, sus filosas uñas se clavaron en la nuca de la vampira tirándola al suelo para alejarla de él con una patada en el estómago de ella, infectado nuevamente por la ira y la debilidad solo puede mostrar esos colmillos –Mustia insolente, como te atreves a atacar a tu hijo, tu sangre y tu soberano, esto lo pagarás y caro Summer– los hilos de sangre se marcan en el cuello hasta manchar nuevamente el cuello de la camisa. Sus ojos llamean en la rabia contenida que solo crece y crece a cada segundo. Camina hasta donde ella tomándola de la mano arrastrándola por el lugar hasta el cadáver de la niña.

Si le vieran algunos seres dirían que ha salido de una pelea muy mal parado. Se movió rápido levantándola, deja un beso del cual solo los hilos de sangre separan ambos labios, los colmillos de José Alfonso se incrustan en la suave piel de los carnosos labios de su progenitora, su diestra en puño cerrado golpea en el bajo vientre, la miró atrapándole el cuello, pero su necesidad de energía le llevo a soltarle –Si esto quieres, esto tendrás, esta noche muchos morirán por tu culpa y en tu consciencia quedará que pudiste dar a tu señor la sangre y no lo que está por ocurrir, cada muerte, cada cadáver que deje será tuyo Summer, tú serás la responsable eternamente, niños, mujeres y hombres, vampiros o humanos, todos estarán en tu lista y no habrá nadie que me detenga– En su mente está el premio mayor, su mansión y los que ahí habitan todavía, ciertos siervos que con devoción han seguido al monarca para cuidarlo sin saber que aquella sería su última noche pues las primeras víctimas de la venganza y sed de sangre son los empleados y sus hijos.

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La obra debe continuar. {José Alfonso de Castilla}

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