Ruso para principiantes [Priv. JOSÉ ALFONSO DE CASTILLA]

Cuando mi señor esposo me anunció que debería ofrecerle mis conocimientos en mi lengua natal a un hombre que desconocía me sorprendí sobremanera. Pensaba que una vez casada, una mujer solo puede dedicarle su vida a su esposo, pero al parecer estaba completamente equivocada.
Gracias al hecho de que mi señor esposo era prospero a ofrecerme toda la información que conocía del asunto y no esconderse la mitad que, a decir verdad, podría haber hecho. Me explicó que se lo habían pedidos los consejeros de un rey, para ser más concretos del rey de España, que había enviudado a la par que había perdido a su hija por lo que necesitaba despejar su mente y dado que su majestad era prospera a adquirir nuevos conocimientos, sus consejeros decidieron que aprender un idioma nuevo podría ser muy productivo tanto para él en asuntos políticos como para su estado psicológico pues gracias a ello podría dejar de pensar en aquel fatal asunto que había acontecido en su vida.
La razón por la que la decisión cayó en mi persona al parecer era que sabían que había llegado desde Rusia desde hace poco, por lo que tendría los conocimientos frescos y al compartir una lengua común, no sabría decir si era el francés o el inglés pues se me olvido preguntarlo a mi señor esposo, y podríamos comunicarnos el uno con el otro y yo impartirle las clases de ruso.
No me hizo falta explicación alguna por la que mi señor esposo aceptó la propuesta pues al tratarse de un rey no se podía negar para nada, debía servirle. Aunque a decir verdad, no sabría decir si lo había aceptado por aquella razón o porque tampoco era algo demasiado grabe o digno de negación el impartir clases de idioma a otra persona. Mis nodrizas nunca me habían explicado si aquello era o no común por lo que desconocía aquello.
Me encontraba caminando por los pasillos del palacio real ubicado en Francia, me habían dejado entrar porque sabían que iba a venir nada más el sol escondiera sus últimos rayos, por lo que cuando mi carroza se paró frente los porticos de la entrada principal un mayordomo me dio la bienvenida y me pidió que lo siguiera pues él sería el encargado de enviarme frente el rey.
Debía admitir que me extrañó bastante que, a pesar de que le hubiesen explicado al hombre que no podría salir de casa de día, aceptara mis clases de todos modos. Teniendo en cuenta que era humano, o al menos aquello suponía, le sería más cómodo que le impartiesen las clases de día... pero quizás sufría insomnio. Eso explicaría un poco el por qué de la elección de mi persona por darle clases, a parte de que había llegado desde Rusia hace poco pues de seguro que había muchas personas como yo, pues pocas personas podrían acudir al palacio real de noche pues, lo normal sería, dormir de noche y no impartir dichas clases.
El mayordomo me indicó que ya habíamos llegado y que cruzando la puerta que tenía delante me encontraría con su majestad. Decir que estaba nerviosa creo que no era necesario. Temblaba tanto que tenía la sospecha de que hasta mi pelo se movía. Jamás me había encontrado con un rey y tampoco sabía como comportarme ante él, ¿debía mirarle a los ojos o mantener la cabeza gacha? Además, parecía ser que el mayordomo no iba a acompañarme al interior de la habitación por lo que no sabía si debía presentarme yo sola, esperar que el propio rey me lo pidiera o esperar que su majestad se presentara primero y luego presentarme yo... ¿por qué no me acompañaba el mayordomo? Así el mismo anunciaría quien era y podía evitar comerme la cabeza tanto porque las presentaciones eran lo más difícil... o al menos eso creía yo.
Piqué ligeramente en la puerta con los nudillos de la mano para esperar que me dieran el permiso para entrar. El mayordomo por su parte se ubicó al lado de la puerta, supuse que aquello se debía por si su majestad necesitaba de sus servicios o por su propia seguridad. La verdad es que esperaba que me testaran para comprobar si era o no hostil hacia su majestad, pero supuse que aquel interrogatorio me lo había ahorrado mi señor esposo dando mis respectivas recomendaciones. Suspiré esperando la respuesta del interior de la habitación.

El rey mostraba un comportamiento algo peculiar. Sin embargo, nunca había lidiado con una persona que había perdido la gran parte de su familia como para afirmar que aquello era normal en su situación, o si simplemente era una faceta de su carácter.
Después de invitarme a tomar asiento y sentarse el mismo en el suyo, se levantó ni pasados cinco minutos y se dirigió al balcón, más no salió, simplemente quiso cerrar las puertas del mismo. Lo cierto es que yo no sentía frío y no me molestaba, pero aquello quizás era porque había vivido en un país notablemente más frío que el clima Mediterraneo y probablemente el monarca no compartía mi misma opinión.
Después de cerrar el balcón, mirar por la ventana como si buscara a alguien detrás de ella, me respondió. Desgraciadamente desconocía el ruso por completo, por lo que tenía que empezar desde el principio... aunque no sabía francamente si aquello era una ventaja o un inconveniente pues si supiera alguna base quizás pensaría que mis clases eran aburridas, pero también estaba el inconveniente de tener que introducirlo a un mundo nuevo pues hasta el alfabeto era diferente al de su idioma natal, el español, que provenía del latín. Rezaba  todos los dioses para no molestar al rey durante el tiempo en el que iban a durar las clases.
Me dio rienda suelta con el idioma con el que le iba a impartir se refiere. Después de divagar un rato en mi mente buscando al menos algún parecido con el ruso entre el francés y el inglés... Me di cuenta que realmente era indiferente, y debido a que tenía más práctica con el francés puesto que en París lo hablan todos y en Rusia me pedían más nociones de ese idioma me decanté por hacerlas en francés. Incluso era más parecido al idioma del monarca y quizás le sería más fácil entenderlo todo.
Mientras paseaba por mis pensamientos el rey me confesó que no le importaba el horario puesto que sabía las características que poseían los seres como yo y que no hacia falta que escondiera mi naturaleza. Ya si estas palabras me habían dejado, como mínimo, descolocada, por las siguientes habría sido más fácil que el monarca me clavara una lanza en el cuerpo puesto que me habían impactado tanto sus palabras que incluso me habían dolido... ¿pensaba que había accedido a impartirle clases para matarlo? El rey se disculpó... más seguía con la necesidad de específicar mis acciones.

-Ha entendido mal mis intenciones. Le ruego que no piense que he venido a poner fin a su vida. Sé que es difícil creer a un ser de mis características, pero matarle era lo último que haría.

El monarca me dio el permiso para que empezara las clases cuando deseara, más no estaba segura si el rey estaba en condiciones para escucharme, entenderme o intentar comprender lo que le decía puesto que no era que dudara de las cualidades del monarca, si no que sabía cuan era de pesado que te obliguen a intentar comprender algo cuando el ánimo no está para esas cosas. Me habían avisado de que quizás podía pasar algo así, pero que lo ignorara e intentara hacer lo que podía... pero no podía... no quería obligar a una persona a hacer lo que no deseaba.
Pensé una manera más amena de hacer las cosas. Daría lo mejor de mi para que el rey no se sintiera al menos peor de lo que ya se siente.

-¿Qué le parece empezar por el abecedario? - Pregunté con una sonrisa para hacer más llevadera la tarea - En su gran mayoría es diferente al alfabeto que proviene del latín, pero compartenlas vocales aunque algunas se pronuncian diferente... ¡¡pero no se preocupe!! Ya verá que no es difícil para nada.

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