Atrapale, al ladrón y a la señora que ahuyenta a los fantasmas [Privado]

Era una bonita noche para pasear, caminar, descubrir nuevos lugares, visitar algún teatro alternativo y, quien sabe, quizás encontrar una buena presa de la cual alimentarse hasta saciar su sed por un tiempo o incluso encontrar una nueva fuente de sangre a la que no convertiría pero que se aseguraría de proteger como bolsa de sangre de la cual echar mano en momentos de necesidad o hastío. De cualquier modo se encontraba observando un pequeño escaparate cerca de un nuevo teatro que seguramente visitaría esa noche. Había visto a varias personas ir en esa dirección y empezaban a abrigarse. En las grandes aglomeraciones debía tener cuidado así que esa noche cogió su gabardina para pasar desapercibido y que nadie le mirase con extrañeza por soportar el frío con una simple camisa fina de seda y unos pantalones finos. Era lo mejor. Iba relajado, sin presiones y podía moverse con facilidad si era necesario. La gabardina llegaba hasta la altura de sus rodillas, quizás un poco más y que cerraba desde mitad de su cuello hasta el vientre dejando las piernas libres.
La noche transcurría tranquila hasta que unos gritos sonaron a un lado, provenían del lugar en el que se encontraba el teatro. La gente se paraba y dejaba sitio a dos personas corriendo. Un hombre que llevaba un bolso o algo parecido, era difícil de apreciar a pesar de su vista debido a la gente que se cruzaba con ellos y el movimiento del brazo del hombre. Decidió dejar que su oído trabajase como detector para que no se fijasen en él. La mujer que venía detrás parecía saber lo que se hacía y no mostraba temor, pero por el momento no era lo que le importaba precisamente. Pronto los gritos se acercaron más, una brisa nocturna recorrió el lugar levantando los bajos de la gabardina.
En el momento en que el hombre iba a pasar por su lado Máximus comenzó la danza que formó en su mente durante esos segundos. A una velocidad sobrehumana se agachó para girar sobre el pie que le servía de apoyo, con el otro estirado barrió las piernas del hombre que se precipitó hacia adelante. Como el giro fue inverso, es decir, golpeó con el talón las espinillas del hombre, tenía medio giro para
encararlo. Aprovechó para levantarse durante el medio giro y en cuanto lo tuvo encarado sonrió. El hombre todavía estaba a mitad de vuelo cuando la mano de Máximus lo agarró del cuello y lo hizo girar. Pasó de ver el suelo a ver el cielo en menos de un segundo notándose como si fuese un muñeco de trapo en manos de ese hombre. Al momento, Máximus clavó una rodilla en el suelo y aprovecho el impulso para estrellas los hombros del ladrón contra el suelo con una fuerza, tal vez, desproporcionada para lo que había realizado. El aire de los pulmones del hombre salió por completo a lo que respondió respirando agitado. Cuando sus ojos se encontraron con los del vampiro pataleó y gritó de dolor. Máximus le estaba infringiendo un dolor intenso y momentáneo hasta que llegó la mujer que le perseguía.
“Dadle el bolso”
Susurró las palabras y el hombre se levantó dolorido entregando lo que había robado y el bolso. No se movería de ahí. Despacio Máximus se levantó para ver como el hombre daba el bolso y lo demás a la chica que le perseguía. Observó unas piernas perfectas, una cadera apetecible, un busto deseable y un rostro entrañable. Sonrió y decidió que podría mejorar la noche.
“¿Se encuentra bien, mademoiselle? Espero que no le haya causado molestias este hombre.”

Aquella mujer mostraba sin temor una mirada coqueta y natural que a Máximus agradó desde el primer momento. Tras esa mirada se escondía una mujer fuerte, valiente y algo loca seguramente pero ¿quien no está loco en los tiempos que corren? A pesar de los atuendos que cubrían su cuerpo, el mero hecho de ir descalza demostraba que era una mujer de acción más que una simple joven asustadiza. Se notaba que en su vida no todo fue o es color de rosa y eso es algo que siempre da madurez aunque deje un comportamiento semiinfantiloide.
"No es nada"
Esas tres palabras salieron de la boca de Máximus como acto reflejo. Sus modales siempre estaban ahí como un resorte para no hacerlo sufrir pensando en que debía contestar en cada situación. Siempre diría lo que tenía en mente, sentase bien, mal o no fuese escuchado. De pronto algo, un movimiento de tensión del ladrón le hace mirar a la joven para ver sus reflejos y esta no lo decepciona. Un puño cerrado impacta contra el rostro del pobre desdichado sin piedad dejándolo inconsciente contra el frío suelo de la calle. La joven sigue hablando como si nada, por momentos le agrada más y más. Se recoloca el pelo y camina para colocarse a su lado. Máximus sonríe pues por el pulso del hombre sabe que quedará en la calle algunas horas inconsciente creyendose una roca más del camino. Ofrece su brazo a la joven para alejarse del lugar.
"¿Mi nombre? Os lo daré gustoso cuando me digáis que me falto en mi actuación, mademoiselle. Siempre es bueno saber los fallos para mejorar en la próxima y agradar al público."
A pesar de estar caminando miraba a los ojos a la joven sin nombre pues tampoco se había presentado.
"Aunque tan solo os lo daré si aceptáis una invitación de compañía de un servidor y prometéis dar vuestro nombre."
Estaba seguro que aquella joven se dirigía a algún lado y, porque no, tal vez sería bueno acompañarla. Puede que consiguiese algo de ella. ¿Sexo, sangre, una aprendiz, una fuente de sangre voluntaria? Tal vez tuviese contactos o habilidades que usar en su favor. Si la joven aceptaba su invitación sería el momento idóneo para tal estudio así como si no tenía ninguna utilidad sería perfecto para acabar con una vida y saciar su sed, todas ellas, con la pobre desdichada.

Sonrió puesto que nunca decía su nombre y siempre era lo primero que la gente deseaba saber. Aquello era algo que mantenía muy en secreto, algo que guardaba para si puesto que un nombre susurrado en poco tiempo puede ser gritado por un desconocido, pero un nombre guardado siempre será deseado. En este caso, aparte de por su costumbre cerrada a dar su nombre una percepción extraña de sus sentidos le decía que lo guardase todavía más. Algo en aquella zona no iba bien y no iba a terminar mucho mejor. Entre aquellas paredes había algo, un extraño poder, una sensación que recorría la espalda de Máximus casi de forma dolorosa. Observó alrededor con vista y oido, incluso olfateó levemente el ambiente pero fuese lo que fuese sabía esconderse.

Sonrió cortesmente a las primeras palabras de la joven, en la que le igualaba al resto de hombres. Escuchó el resto de sus palabras en silencio, con una sonrisa leve. Ofrecí mi brazo tras la invitación que le propuse y asentí ante sus palabras.

"Será mejor devolver el bolso a su dueño como bien decís. No quisiera veros entre rejas, aunque debo deciros que no os queda nada mal."

Hizo un ademán con la mano tratando de excusarse.

"Disculpad, seguro que todos tratan de alagaros con palabras dulces, halagos innecesarios y ciertos tartamudeos. Creo que nadie os ha visto correr como una verdadera amazona y comportaros de una forma que pocas mujeres dejan ver en público. Debo decir que es de agradecer encontrar de vez en cuando a mujeres como vos que hacen que uno no pierda la esperanza en el otro sexo."

Acarició con la mano la mano que la joven depositaba sobre su brazo y la acompañó hasta llegar junto a la señora que había sufrido el hurto. Saludo con una leve reverencia con la cabeza y acompañó a la joven que parecía tener prisa.

"Parecéis alterada. No os lo discutiré ni os haré preguntas al respecto. Pero si os pediré algo. Vos conocéis mejor este lugar y tal vez tendriaís a bien mostrármelo mientras me deleitáis con vuestra agradable compañía."

Observó la plaza a su alrededor donde parecía que se había montado algo, si no recordaba mal aquello iba a ser un espectáculo pero de nuevo tuvo esa sensación. Quería marchar para estar tranquilo con su nueva presa pero a la vez deseaba quedarse para ver que ocurriría, y nada tenía que ver con el posible espectáculo. Miró a la dama a su lado y dejó que ella decidiese su destino.