Las curiosas vueltas de la vida

Realmente el no sabía que los reyes estaban separados, la felicidad que lo llenaba era indescriptible, aun así el rostro de póquer no cambio, su semblanza seria con una sonrisa pequeña de medio lado jamás desaparecerían, al menos no frente a tanta gente, sus manos rodearon su cintura de un modo tierno – por supuesto sabía que el rey y la reina están separados, no podría haberme atrevido a meterme con una mujer casada y menos siendo Amelié, se que es una mujer respetable y no creo que juegue con nadie –dijo con un leve movimiento de cabeza hacía Amelié, el tiempo volvió a parar cuando sus labios apenas besaron su comisura, aun después de esa magnifica velada le sorprendía el efecto que podía causar en él, se sentía indefenso cuando se trataba de ella y aun así no le molestaba, estaba dispuesto a abrirse a ella por ser quien era, su capacidad de leer la mente le había hecho ver como era esa mujer única, maravillosa, preciosa en todo el sentido de la palabra y NADIE, ni su mismo padre podrían cambiar.

Su voz, esa aterciopelada voz, voz de sirena, que hacía que uno se rindiera a sus pies, esperando la muerte con una sonrisa, sus labios eran una copa del más excelente veneno, te mataban en cada beso, su aliento era el néctar de vida, ¿cuántas veces más moriría y resucitaría de sus labios? Las veces que fueran necesarias… es más, toda la inmortalidad – La acompaño a su carruaje, después subiré al mío – añadió un poco más alto para que la gente oyera y viera que no se iban a ir juntos, aun cuando no estaba haciendo nada malo, eran una “figura pública” y no quería dañarla más de lo que tal vez lo había hecho, después de todo la gente aun tenía una estúpida mentalidad de que la mujer tiene la culpa mientras al hombre se le elevaba, se acercó para besar su mejilla y susurrar en su oído. – Me gustaría verte mañana – Le hubiera encantado haber ido con ella esa noche, no haberse separado de ella y espera hasta el próximo día esas largas horas que parecían una eternidad, pero tenía que hacerlo, aquella noche casi llegaba a su fin, el sol se pondría en lo alto y lo menos que deseaba era ponerlos en peligro a ambos, tomó su mano y se dirigió hacía el carruaje, la ayudo a subir, dio un ultimo suave beso en su comisura aspirando su aroma para que se clavara en sus sentidos y fuera más soportable la espera, ahora su separación le iba a costar un dolor físico.

- Mi señora … - Hizo una reverencia, sonriendo de medio lado. – Nos veremos mañana en mi casa si no le molesta - apenas en un susurro dijo, sabiendo que solamente ella por tener un oído tan desarrollado a causa de su estado vampirico.
La miró partir mientras recargaba su cuerpo contra la entrada de aquel salón….

… Aun así espero que el día pasara rápido, había pedido a Frederic, que arreglara todo para la ocasión que la mujer más hermosa del mundo iba a ir a visitarlo esa noche, y todas las noches que fueran necesarias, la emoción que crecía en el príncipe era única, por primera vez en sus 250 años, jamás había estado tan feliz de algo tan simple como una visita, busco el mejor de sus trajes, acomodó su cabello, miraba hacía la ventana un millón de veces esperando aquella mujer que le había robado el corazón.

En la ventana podía observar cuando el último rayo de sol se perdía, dejando su paso a la luna, entonces aquella sonrisa dibujaba su rostro, era hora de poner todo en marcha, acomodó las mangas de su traje, le estaba costando trabajo abrochar los botones, ¿era su imaginación o realmente estaba temblando como un crio?, Frederic riendo, se acercó a Liam para acomodarle las mangas este frunció el ceño sin poder evitarlo, odiaba que la gente se riera de él, puesto que no era ningún payaso, pero esa complicidad que tenía con él, hacía que le permitiera cosas que a otras personas no, con una sonrisa de medio lado algo torcida un gesto típico en él miro a su mayordomo – no sé qué estoy haciendo – admitió, lo más humano que pudo.

Su oído más desarrollado que los demás debido a su condición vampírica, hizo que asomara rápidamente hacia la ventana, soltándose del agarre con una velocidad única, seguramente como lo conocía, Frederic estaría negando con la cabeza, pero simplemente no volteo a mirarlo y comprobarlo, seguía mirando hacia la ventana como un niño pequeño esperando abrir sus regalos, y ahí estaba ella, de eso estaba completamente seguro, el carruaje entro por las rejas principales, seguramente de ser humano su corazón estaría como loco total, bajo corriendo las escaleras, nunca antes había hecho eso, después de todo, esperaban cierto comportamiento del príncipe “al diablo los protocolos” pensó para si mismo.

Antes de abrir la puerta principal, se paró en seco acomodando su cabello con los dedos pasándolo hacía atrás, aclaro su garganta y miró hacia la punta en lo más alto de la escalera sonriendo a Frederic – y aquí estamos – rió un poco antes de salir por aquella puerta, inclinando la cabeza de modo de saludo al mayordomo de Amelié – Buenas noches – hizo una reverencia – si a la señora no le molesta desde este momento me hago cargo yo – se acercó a abrir la puerta, esperando mirar esos hermosos ojos… perdiéndose en ellos como una noche antes, y si Liam había sonreído mucho aquella noche y ese mismo día, nada se comparaba con aquel momento, él mismo se desconocía, el tiempo se detenía - Mi señora… - susurró tomando su mano para ayudarla a bajar, quitándose de frente para dejarla pasar, aun cuando la ayudaba a bajar, no le dejo dar el paso pues sus brazos rodearon su cuerpo atrayéndola hacia sus labios, la sed de ellos no era de esperarse después de casi un día de no verla, ella resultaba una adicción y a ese paso el no se alejaría de ella.

Beso sus labios de un modo lento, pero con algo de necesidad, se sorprendía así mismo de aquel comportamiento suyo, sus manos entorno a su cintura, todo aquello le era tan familiar y a la vez tan extraño – Hola de nuevo mi reina – sonrió susurrando contra sus labios separándose a regañadientes para ayudarla a bajar, ofreciéndole el brazo directo hacía su hogar.

Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los cómos.

¿Hizo algo para lograr que lo extrañara de la manera en que lo hice? Aquellas palabras de la hermosa vampiresa causaron una carcajada del príncipe, ¿es que acaso el ahora era un brujo?, no, no lo era, ni con sus dones especiales podría causar eso en ella, aunque no podía estar tan seguro de aquella mujer de ojos felinos, labios malva, tentativos, que se habían vuelto el centro del universo de Liam, ahora todo giraba en torno a sus bellos cabellos negros que adornaban su marmóreo y pálido rostro con una sutileza y una magnificencia única de la reina inglesa.

La mente de Liam se la pasaba alagando a aquella mujer como nunca antes habia conocido, el mismo se hacia la pregunta que su reina le habia dicho, no entendía, no creìa que eso fuera real, pero estaba ahí sintiéndolo, queriendo más de ella, más que un pequeño beso que entre ambos habia pasado, más de su piel tersa que habían sentido sus dedos al entrelazarse con los contrarios.

– pues no, mi bella se… - guardo silencio, después de que la oyo diciendo aquello, es que el no quería formalidad, al menos no esa clase de formalidad, que lo llamara como quisiera, pero que recordara su nombre y esa aterciopelada voz lo pronunciara - Mi Amelié – una sonrisa torcida se dibujo en el rostro del príncipe, al pronunciar aquel nombre.
Tomo su mano guiándola hasta su casa, la noche apenas era jóvenes, el tiempo era relativo para dos seres de la noche eternos, lamentablemente aunque pareciera que la noche apenas iba iniciando, en un par de horas ambos tendrían que esconderse de los rayos del sol, continuar con su vida real, pero al menos ese par de horas que pudieran estar juntos seria inolvidable.

Liam habia mandado arreglar el jardín de atrás, uno de sus lugares favoritos, aquel campo cubierto de rosas rojas que le recordaban su belleza en un vestido rojo, aquel camino, desde que habían cruzado la puerta de la mansión que se dirigía a los jardines estaba adornada con pequeñas velas que se dirigían a una pequeña mesa, donde habia un par de vasos, una botella de whisky.

Conforme se iban acercando se visualizaba un piano no tan lejos de la mesa, uno de los mejores músicos personales de Liam y muy confiable, después de todo aquella mujer era la reina de Inglaterra, no estaría muy bien visto que se supiera que pasarían una velada juntos, de aquel calibre, aunque ganas de gritarlo no le faltaban, liam quería expresar de mil modos diferente cuanto la amaba al mundo exterior, pero aun no era tiempo, no podías apresurar las cosas… puesto que nada bueno pasaba, todo era como una pequeña rosa que tardaba el tiempo justo para germinar e ir mostrando su esplendor.

– Perdone mi falta de ingenio ante una cita con tan importante mujer, pero pensé que preferiría esta tranquilidad y por lo menos para mi, su compañía es todo cuanto preciso , claro que sentía que no se habia esforzado para aquella noche, pero era la primera vez que tenia un detalle asi con una mujer, además cualquier cosa que hiciera se quedarìa corto, esa mujer se merecía la gloria entera, el silencio volvió, girando un poco hacia ella para poder mirar sus ojos, todo lo que pedia era que lo mirara de nuevo y podría morir feliz.

Sintiendo el calor proveniente de sus labios, aquel calor que era inexistente y aun así calaba en lo más hondo de su ser, sus ojos se vieron cerrados como reflejo, queriendo quedarse para siempre de ese modo, donde solamente estuviera ella, pero sabía que solo era un sueño que se vería frustrado durante un tiempo, ella seguía siendo una reina y él un príncipe, ella era una mujer con una hija, aunque fuera el centro del universo para el príncipe había muchas cosas en juego.

Siguió avanzando con la mujer tomada de uno de sus brazos, acomodándole la silla para que pudiera sentarse, esa noche en especial pocos sirvientes había en casa, o por lo menos a la vista de ambos, quería estar a solas con ella, celoso tal vez de que la gente pudiera disfrutar de la belleza de la mujer, que no solo era una cara bonita, su ternura, su risa, ¿es que había más elogios hacia esa mujer y no oírse repetitivo?¿podría parar de elogiar a esa mujer o tendría que estar demostrándole su aprecio continuamente? La respuesta era la ultima opción jamás dejaría de hacerlo, si ella se lo permitía.

Sirvió los vasos de whisky poniéndoles un poco de hielo en el interior de los vasos, la música comenzó a sonar de fondo, armonizando la escena, antes de él tomar asiento en una silla a un lado de su acompañante – Tengo que decir que se ve más hermosa bajo la luz de la luna, aunque no la he conocido de otro modo, seguramente que bajo la luz del sol, también es radiante – ya sabía él, claro, que era imposible verla de ese modo, si no quería darle muerte, pero aunque estuvieran solos, y ese pianista fuera uno de sus más confiables, había detalles que no podía pasar por alto, una cosa era ponerse en riesgo asi mismo, otra cosa es ponerla en riesgo a ella.

Pero en su mente la imagen de una Amelié con unas mejillas tono malva, una piel de un tono durazno, sus hermosos ojos verdes, el sol golpeando su piel, apenas recordaba como se veía la piel humana bajo la luz del sol, mientras su mente seguía en esos locos sueños, intentando verse a ambos en esa misma escena, la música toco la misma pieza de anoche sin que él se lo pidiera al músico, haciendo que Liam se levantará para hacer una reverencia ante ella – y si me permite esta pieza – al tomarla de la cintura y acercarla a su cuerpo susurro en su oído – mientras imaginamos que en vez de la luna el sol alumbra nuestras pieles, como cuando ambos éramos apenas unos adolescentes… - entonces empezó a moverse con ella en un compás que una noche anterior habían bailado.