AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si no te quisiera, no se molestaría en torturarte |Ficha de Dennis Vallespir|
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Si no te quisiera, no se molestaría en torturarte |Ficha de Dennis Vallespir|
Dennis Vallespir
Lobo hombre en París. Su nombre, Dennis.
EDAD 40 años RAZA Licántropo CLASE SOCIAL Alta ORIENTACIÓN SEXUAL Heterosexual LUGAR DE ORIGEN Luxemburgo HABILIDADES •Memoria fotográfica: Capacidad de recordar todo al igual como ves una foto, puedes darte cuenta de detalles que simplemente viste y ni siquiera tomaste en cuenta, con esto puedes recordar sin siquiera haber contado antes la cantidad de objetos que se vio a través de la vista. •Visión compartida y visión remota: Habilidad de poder ver a través de los ojos de los demás o en otros casos, hacer que los demás puedan ver lo que estamos viendo en ese momento. •Bloqueo mental: Habilidad para bloquear su mente y nadie (ni siquiera los vampiros que las leen) pueden saber lo que piensa. •Habilidades, atributos y poderes innatos en los licántropos (sentidos aumentados, garras y dentaduras afiladas, transformación...) Cae la noche y amanece en París, en el día en que todo ocurrió Como un sueño de locos sin fin, la fortuna se ha reído de ti | DESCRIPCIÓN FÍSICA Y PSICOLÓGICA {Física} De rostro alargado, con las líneas que lo delimitan un tanto ovaladas debido a una herencia materna libre de tosquedades, parecido a un triángulo invertido que hace su cara menos suave de lo que sería normal en una mujer y que desecha toda consideración posible para adentrarse en un cuadro imponente y, a la vez, despreocupado. Apenas tiene arrugas y no sugeriría algo cercano a lo perfecto ni a lo técnicamente hermoso, pues no se trata de una persona 'agraciada' de un modo convencional. Menos todavía cuando se somete a las expresiones características de su lenguaje facial, repletas de carantoñas y muecas exageradas (como cuando frunce mucho el ceño en sus enfados o eleva ambas cejas para mirarte con falsa condescendencia). Y mientras eso podría llegar a ser gracioso en determinadas ocasiones, desgraciadamente para ti al final predomina ese factor magnético que te envuelve para no soltarte y seguir al tanto de que sólo estás asistiendo a una ínfima parte de todo el embeleso que provoca. Pero sólo porque él mismo, y no la opinión que tú puedas tener al respecto, se lo está ganando. Su nariz es grande, sin fosas nasales que sobresalgan especialmente, colocada en su justa medida dentro del mapa de sus facciones y que no llama más la atención que cualquier otro de sus atributos. Las orejas también son grandes, pero ocurre exactamente lo mismo, y quedan disimuladas con envidiable sutileza entre los mechones de pelo que caen cerca. La disposición de sus labios es un tanto alargada y plenamente delineada, más fina que gruesa, con la parte inferior un poco carnosa y una pequeña elevación en el borde de la superior, que transforma la suya en una boca sugerente. Sus cejas son algo gruesas, mas no descuidadas, algo que, de todas maneras, a él le importa un comino. Bajo ellas, sus ojos centellean con una tonalidad azul, que dependiendo de la hora y el lugar, se vuelve más verdosa y clara, pero siempre prevalece la certeza de que no importa cuánta rabia te consuma al contemplarlos, su cromática ambigüedad, tan aniñada como penetrante, prevalece incluso si luchas por apartarle la vista. Su cuello también es largo, con una nuez tan pronunciada que si aún fuera el mismo criajo que se esconde en su interior, se vería como un detalle ridículo y digno de burlas, pero precisamente por la lucha irremediablemente madura de su aspecto físico, lo que hace es remarcar su masculinidad. Ésta se intensifica todavía más cuando abre la boca y deja escuchar su voz, grave y ronca. Tiene el pelo oscuro, sin ninguna cana que recuerde su viaje a la cuarentena, cortos, que no bajan de la nuca, y ondulados, a veces incluso rizados. Alto y fornido, antes de convertirse en licántropo su complexión era más bien delgada, con cierta musculatura humilde que se le fue formando a base de carreras y paseos desde su tierna infancia, pero sin llamar especialmente la atención, mucho menos si no se le contemplaba desprovisto de ropa. Sin embargo, tras sufrir la mordedura de un hombre lobo, no sólo empezó a sufrir tanto ejercicio que le acabó creando una constitución más forzuda, sino que su cuerpo se volvió robusto prácticamente por naturaleza; provocando que 'contemplarle desprovisto de ropa' ahora sea definitivamente algo para recordar en tus noches solitarias. Durante su día a día, especialmente cuando le gusta hacer una mayor ostentación de sus pertenecías, luce unos pantalones típicos de su siglo bastante ceñidos, ajustados en su totalidad a la forma de la pierna. Los combina con chalecos de corte severamente recto justo donde empieza el ombligo y sin llegar a tapar la zona de las ingles. Para las reuniones más formales en las que se mezcla con otras personas de alta alcurnia, se decanta también por fracs entallados con faldón posterior y un calzado masculino que permite ver el empeine de sus calzas, como era costumbre en la época. Normalmente mete mano de las botas de cuero cuando decide salir a dar algún paseo o introducirse por sitios con mucha vegetación, propios del campo o del bosque. Aun así y aunque no le apetezca reconocerlo, las prendas que más le gusta llevar son las más simples y propias de la cotidianidad de su hogar. Es decir, el mismo tipo de pantalones, sólo que menos ceñidos para su comodidad, y los pies descalzos. Por la parte de arriba también utiliza camisas holgadas y algo alargadas, generalmente blancas, que sobre todo cuando está solo en su habitación, deja abiertas de la pechera y el cuello, y suele arremangarse los puños y sacar por fuera la parte inferior de la tela. En definitiva, los hombres como Dennis Vallespir no deberían dar de qué hablar acerca de su imagen, pero cuando eres la encarnación obligatoria del desafío y la exigencia, el mismo Dennis Vallespir (porque no, no hay más hombres como él, ésos únicamente te los imaginas tú para digerir mejor la desesperación de caer en sus estúpidas redes) aparece y devana tus sesos a través de cuanto alcanza tu mirada, de cuanto él muestra al mundo de lejos, sin pronunciar palabra o realizar un simple gesto. El frenesí caótico de su personalidad se traslada al de su apariencia externa y cuando comienzas a vislumbrar algo más que al idiota repelente que te está poniendo de los nervios, llega el momento de darte cuenta de que eso ya forma parte de su propia voluntad, de su irritante encanto. Y ojala pudieras acordarte de que tenías un orgullo y olvidarte de lo mucho que eso te impresiona, porque hasta el mejor actor del mundo dejaría ver un tic nervioso frente al apabullante manejo de ese rostro y de ese cuerpo... Eso, por supuesto, hasta que caes en la cuenta de que sólo es un niño grande. Ahí, el único que está perdido es él mismo. Así de patético y de sencillo. Foto 1 Foto 2 Foto 3 Foto 4 {Psicológica} Para no entrar ya directamente con frases rimbombantes que intenten impresionar, podemos empezar diciendo que, a lo largo de cada obstáculo en su camino, lo que siempre se saca en claro de Dennis es que ha llegado a ser una cosa: alguien difícil de abordar. No por anti-social, pues será incluso el primero en dirigirte la palabra o, por lo menos, fingir que te escucha… sino por impertinente, por estirado. Sabe el comportamiento que corresponde en cada momento de la cotidianidad, pero con él, lo cortés no quita lo valiente. Porque a pesar de que sonría todos los días al lechero o salude a sus vecinos, no tiene verdadero interés prácticamente por nadie y aunque no de un modo desdeñoso en su totalidad, puede llegar a tomar el pelo a cualquier persona que considere de pocas luces e inferior intelecto. Lo cual resulta hipócrita por su parte, pues aunque haya recibido la sembrada educación de los de clase alta, no es ninguna mente brillante y, de hecho, siempre ha mostrado una falta de atención absoluta hacia todo aquello que no le gustara, cosa que rara vez ha guardado relación con las materias sofisticadas. El único hábito obligatorio que ha logrado perdurar en su vida personal ha sido el violín, instrumento que su tía le obligó a tocar desde pequeño. Aspecto que acaba de darle una especie de elegancia innata que, a pesar de cual esté siendo su deplorable actitud, hace destacar su apariencia de las del resto de humanos, incluso si éstos pueden ser conscientes de que no se lo merece. Tampoco pasa nada porque le aborrecerán igualmente y, como siempre, no se dará ni cuenta. No obstante, si se quiere hacer todavía más digerible esta sarta de descripciones suyas, nos encontramos ante un hombre que de tratarse de cualquier otro, parecería un mero fantoche de tenedor de oro y sillones de opulento terciopelo… pero que al ser precisamente Dennis Vallespir, llega hasta donde te encuentras con sus delirios de marqués y su mirada rota, aunque se esté comportando con la mayor ridiculez de un recién nacido. Y si no resultaba insoportable de antes, el atractivo de ese inescrutable detalle acaba de provocar que no puedas ni verlo. Como decíamos, insoportable. Entre la niñez y la pubertad llegó a ser realmente considerado y crédulo, visto prácticamente como un chico algo apartado y curioso, interesante dentro de sus rarezas y que no haría ningún daño a nadie. Durante todo ese tiempo, tenía una predisposición más pura y carente de deseo sexual hacia los demás, cualquier atisbo de burla para con su entorno se debía únicamente a algún que otro síntoma de inseguridad. Por el contrario, tras ser mordido, le despertó un carácter más decidido y animal, inevitablemente carnal, esfumando los reflejos de aparente candor que desprendía su apariencia. Todo amago de burla perdió la inocencia y a día de hoy, casi siempre parece haber una recriminación implícita a lomos de sus palabras o de sus gestos. Y aunque no llegues a pensar que se le ocurriría hacerte daño, sabes que sería perfectamente capaz de ello. No es que ya no quiera hacer amigos ni rechace encariñarse con los de su entorno, pero dados los continuos altibajos a los que se ha visto sometido (desde la muerte de sus progenitores hasta verse convertido en licántropo), sencillamente ya no puede fiarse de nadie. La urgencia de probar a las personas en consecuencia se acaba confundiendo con la orgullosa culpabilidad que esconde ante su forzada naturaleza, hasta desembocar en comportamientos tan insoportables como los de un niño malcriado, que de no tener la razón en algo, te provocará hasta conseguirla como si no hubiera mañana ni descanso. Por mucho que su manera de hablar o de expresarse pueda engañar, no es tonto pero tampoco un erudito, sólo que siempre ha tenido buena memoria y en la actualidad, también una lengua insolente con la que no se avergonzará de demostrar aquello que sí sepa. La complicada soledad de sus trastornos mentales que tan bien sigue disimulando al otro lado de su semblante tranquilo e irónico, le ha hecho desarrollar una mente muy activa y poco impresionable, que tratará de estar un paso por delante y se antepondrá al mundo por ese empeño en su testarudez. Únicamente quienes aprendan a introducirse en su complicada esfera de bipolaridades y toquen parte de ese universo alejado de la realidad que ha creado para desenvolverse en el exterior, conseguirán aspectos tan inauditos como verlo enteramente enrabiado o sufriendo una pataleta, aunque no sea de forma literal, en contraste con su verdadera edad y la coraza intimidante que se ha procurado para la batalla. Debido a eso, y como si dentro de él quedara algún sermón o regaño incompleto, Dennis juega con la paciencia de la gente que quiere hasta un punto irracional, pues muy en el fondo sólo es un niño que espera inconsciente a que alguien termine la reprimenda que su madre dejó a medias. Complejo, testarudo, pueril e incomprendido. Luchando contra ese criajo que aún no le ha abandonado, Dennis no se siente imponente pese a su desmedida fuerza física. Sin embargo, toda esa sensación masiva de poder sobrenatural le hace adoptar una personalidad más dominante y segura de sí misma, que enfatiza su prepotencia y, por descontado, la parte más inaguantable del infante que lleva en su interior, al teñirlo de una magnificencia plenamente atrayente, adictiva y, por encima de todo, adulta. No contentos con todo lo anterior, resulta un hombre inseguro y algo celoso, ya que oculta un apego desmedido por las cosas que salen (o considera) que salen de él mismo, patológicamente relacionadas con su necesidad de reafirmarse. Ni siquiera podría conformarse con quedarse en un idiota a secas o en un cretino que desearías no toparte por las mañanas, porque en el mar de desesperanza que se ha vuelto su vagar por la tierra, se ahoga todos los días un corazón tan grande como su vanidad. Un resquicio íntimo, custodiado, que pende del hilo cambiante de su humor y de su naturaleza para que con la misma sonrisa que seduce, también enternezca o que el mismo cuerpo capaz de proteger, se imponga como la cárcel de calor que cobijará aquello que ama; sólo si le dan permiso para acercarse un poco más. HISTORIA Y DATOS EXTRAS {Historia} {Cuando comprendas que lo que estás contando no es más que una historia, que ya no está pasando. Cuando comprendas que la historia que estás contando no son más que un puñado de palabras. Cuando puedas arrugarla y tirar tu pasado a la papelera, entonces decidiremos quién vas a ser a partir de ahora} Nació un día anaranjado de mayo donde los parajes de su región brillaban por encima del rocío y el verde sobre marrón. Un día pensado para amparar almas en pena y alegrar la vida que respiraba bajo su tutela. Quizá, fue por esa falsa premisa que a Dennis le costó tanto darse cuenta de que estaba loco. Pertenece a una familia de un linaje escaso, casi desconocido, y acaudalada clase alta, resultado de algunos legados nobles y dueña de unas cuantas industrias que han ido reduciéndose hasta la actualidad, pero que no han llegado a empequeñecer el resultado de su fortuna. O al menos, ésa es la versión oficial de los Vallespir, pues más allá de eso no son una familia precisamente abierta. Dennis se crió en una de las zonas más bucólicas y pequeñas de lo que aún no se llamaba Luxemburgo, donde sus padres tenían situada su lujosa mansión, aparentemente ajena a los negocios familiares. Respecto a la convivencia con sus padres se acuerda de pocas cosas, al mismo tiempo que una parte de él vive anclada en los vagos recuerdos que permanecerían atrapados en su mente para siempre, cual abstracta sustitución a sus figuras paternas. Los primeros años de su vida al lado de quienes se la habían dado fueron enteramente felices y aunque ni siquiera a día de hoy pretenda dejarse arrastrar por la idea de que es un ser desdichado, sólo durante ese breve espacio de tiempo su alegría fue completamente sana. A la edad de siete años, la presencia de sus progenitores fue sustituída por la de sus tíos maternos, que enseguida se fueron a vivir con él a la mansión de sus padres después de que éstos fallecieran. Dennis no había hecho apenas espacio en la memoria para comprender lo que eso significaba y a partir de ese preciso momento, su cabeza empezó a razonar de manera distinta. Nunca llegó a ser una persona autista, tenía pleno apego al mundo exterior y desde que aprendió a andar, se había llegado a relacionar con gente de todas las clases sociales. Tampoco había llorado una sola vez por tristeza ni mostrado sus emociones pesimistas (al menos, no en público). Sin embargo, algo en su interior comenzó a cambiar paulatinamente, a crear una especie de segregación que no terminaba de ser demencia ni locura, algo demasiado extraño para lo que (creía) no debía de existir definición ni mucho menos solución concreta. Su psique construyó murallas, originó un espacio del que nadie más que el propio Dennis parecía tener acceso o consciencia. Muchas veces, ni siquiera eso último, pues llegó a convertirse en una cosa tan implícita como un parpadeo, un bostezo o la mera capacidad de pensar. Aquello fue lo que hizo a grandes rasgos; pensar mientras sonreía o pensar mientras iba de la mano de su tío, pensar mientras su profesor de Historia le daba la lección del día o, incluso, pensar mientras dormía. A espaldas del mundo y de sus seres queridos, cultivó un leve trastorno psicológico que bien podía ocasionarle reacciones problemáticas y bipolares o bien, convertirlo en alguien muy especial que veía la vida desde una perspectiva pura. Tan pura como la del niño que se había quedado huérfano. A pesar de que su relación con los hombres a lo largo de su vida no había sido negativa, pues su padre y su tío siempre lo trataron con sumo cuidado y afecto, sin darle motivo alguno para detestarlos, fue la figura de la mujer la que caló más hondo en el alma de Dennis. Iniciada primero por su querida madre para, más adelante y a través de los retales que habían quedado tras su muerte, proseguirla con su tía. De su madre recordaba una esencia igual de serena que de estricta, pero con un toque de suavidad y calidez del que carecía su tía. Ésta, a su tranquila manera, nunca dejó de mostrarle afecto, pero fue muchísimo más exigente con él desde el primer momento en el que sus padres murieron. De hecho, fue también la encargada de darle la trágica noticia, y por su manera de exponerla, consiguió también que en el muchacho se generase aquella patología respecto a la memoria y los recuerdos: 'Tus padres han ido a París. No van a volver jamás, ya no les esperes.' Aquella ciudad se convirtió también en una obsesión instintiva que decoró algunas de las paredes de aquella enfermedad tan personal y desapercibida para el resto. Sus padres habían muerto allí, debía entender, no sabía ni cómo ni por qué, y la imagen tan imponente que le representaba su tía no le permitía hacer muchas más preguntas (que ella, de todas formas, había decidido no responder), menos aún pedirle permiso para visitar dicho lugar. De ese modo, sin pena ni gloria, Dennis continuó viviendo en su hogar junto a sus tíos hasta cumplir los veintiún años. ¡Cuánto le sorprendió que, entonces, sin previo aviso ni aparente explicación, su tía finalmente le organizara una excursión a la ciudad francesa! Era la primera vez que viajaba por su propia cuenta y, sin reflexionarlo siquiera, partió con el júbilo excitado de un adolescente al que acaban de emancipar falsamente. Marchó hasta París en compañía de algunos amigos y se instalaron en una mansión que tenía allí su tía, incluso más enorme que la suya de Luxemburgo. En sus aventuras parisinas vio de todo: grandes obras de arte, calles interminables que acogían a toda clase de personas, noches de luna eterna que le ofrecían mundos de alcohol desconocidos y carne de mujeres envueltas en terciopelo y perfumes de frambuesa… Pero lo verdaderamente perdurable ni siquiera había hecho amago de asomar la cabeza. El día antes de partir de regreso a su pueblo sucedió. No recuerda nada más, a excepción de ese instante de apogeo. Sólo que era de noche, la luna continuaba amamantando las callejuelas y había bebido tanto que podría haber perdido finalmente su virginidad allí mismo (si lo hizo o no, de igual forma tampoco se acordaría). El carruaje que había pagado junto a sus amigos para regresar a la mansión de su tía perdió una rueda trasera y tuvo que detenerse en mitad de una bifurcación en el camino que conducía hacia el bosque. Algunos de sus colegas se apearon del transporte, igualmente abducidos por la ridiculez del alcohol, y él empezó a caminar entre risas hasta perderse a través de la maleza durante unos minutos… Unos minutos que acabaron por tratarse del mayor cambio en su vida junto a la supuesta muerte de sus padres. Tras caminar y caminar sin rumbo fijo, no hacía ni dos segundos que se había apoyado finalmente en el tronco de un árbol para mantener el equilibrio y así mirar hacia la luna que descubrió llena… cuando aquella mole de pelo y rabia desenfrenada se abalanzó sobre él para clavarle sus colmillos en el hombro. La criatura ni siquiera se quedó después para que el muchacho infectado comprobara su diabólico aspecto, pero aquél pasó a ser el menor de los problemas de Dennis. Tendido en el suelo, con los ojos desencajados, la visión de la luna se desvaneció poco a poco entre el abominable dolor que le consumió de arriba abajo hasta dejarlo sin consciencia… y despertar al día siguiente en el jardín de la mansión de su tía, con las ropas desgarradas y sin un solo recuerdo más en su cabeza. Se reunió de nuevo junto a sus amigos, que no habían dejado de buscarlo en toda la noche, y sin saber exactamente qué responder a sus insistentes preguntas sobre lo que le había ocurrido. Regresaron, pues, a Luxemburgo y de nuevo en su tierra natal, transcurrieron varios días con dicha sensación en el estómago y, lo que era peor, alrededor de prácticamente todo su cuerpo, mientras padecía unos sueños verdaderamente extraños que mostraban como protagonista a la luna llena y al estupor del bosque. Así pues, se decidió a actuar cuando averiguó que el astro de la noche volvería a adoptar esa forma tan simbólica y se escabulló de su casa, procurando no despertar a nadie, para pasar las horas de la madrugada en el bosque que había cercano a su jardín. Al amanecer, se encontró de nuevo en aquel incomprensible estado y no pudo contenerse más, pues definitivamente aquello no podía ser más confuso y perturbador. Con la pista de la luna llena, la peluda criatura y a completas espaldas de quienes más le importaban, trató de averiguar aquello que le ocurría, desde lo más simple, como consultar en los libros de la biblioteca hasta lo más esperpéntico, como hablar con curanderos, autroplocamados brujos y gitanos de las ferias anuales que acudían a la región. De esa forma, en un pastiche estrambótico de ambas opciones, las leyendas sobre los licántropos y sus respectivos síntomas llegaron a él, fielmente corroboradas. Y aunque de buenas a primeras tardó muchísimo en aceptarlo, bastó la siguiente luna llena para darse cuenta de que, ya que no podía hacer nada respecto a lo que le había pasado, se centraría en lo que no quería que pasara jamás: dañar a otros en consecuencia. A partir de entonces, no sin esfuerzo ni prescindir de aquel maldito dolor que le consumía hasta las tripas mismas, intentó adaptar su existencia a esa nueva y condenada naturaleza sobrenatural sin que nadie, mucho menos sus tíos, se enterasen. Se mentalizaba siempre antes de la transformación, al hacer caso de las predicciones (gitanas o 'científicas') sobre las formas que iría adquiriendo la luna o al elucubrar siempre la excusa perfecta para escabullirse al bosque desde donde estuviera si llegaba a suceder algún imprevisto. Además, desde que se convirtió en hombre lobo también cambiaron diversos aspectos de su personalidad. Por la parte positiva, adquirió un carácter más responsable y comprometido con su entorno familiar, con lo que se interesó por la economía de sus negocios y aprendió a hacerse cargo de su hogar como si ya tuviera la edad de un jubilado, incluso si su tía continuaba siendo el ama. Por otro lado, se volvió algo más rudo y autosuficiente, por no hablar de que el 'instinto depredador' se terminó volcando también en otros ámbitos, como el apetito carnal (de hecho, durante su 'período de adaptación' llegó a mantener relaciones sexuales con diversas mujeres, cosa que también conseguía calmarle cuando las primeras lunas llenas se divertían a costa de su adrenalina). Y por la parte menos agradable de todas, sus trastornos mentales estaban expuestos a una mayor tortura, así que tuvo que fortificarlos todavía más, al mismo tiempo que también fortificaba su físico y sus caóticas transformaciones. Con el paso del tiempo, sus tíos, que ya tenían una edad bastante avanzada incluso cuando lo adoptaron de pequeño, murieron dada su vejez. En primer lugar, su tío, que era mucho mayor, y mientras que dicho fallecimiento sucedió de un modo emotivo y agradecidamente en paz, el su tía cavó otro agujero con el que mortificarse más adelante. En su camastro, antes de cerrar los ojos por última vez, Judith Vallespir volvió a fijarlos en su sobrino, con esa mirada suya, ni dura ni suave; escalofriantemente indulgente, que alardeaba de poder criticarle hasta cómo tenía ordenados sus propios pensamientos: 'Lo sé, y lo he hecho todo.' Son muchas las noches en las que se despierta con la frente sudorosa después de re-escuchar esa frase entre los entresijos adormecidos de su imaginación, como si su tía todavía pudiera susurrarle a la oreja el mantra de aquella duda que se encargó de perfilar tan bien antes de abandonar la tierra. 'Lo sabía y lo había hecho todo', ¿pero qué de todo? Hasta entonces, en la vida de Dennis sólo había dos cambios trascendentales que temer ante la implícita sabiduría de su tutora: la supuesta muerte de sus padres y su 'nacimiento' como licántropo. ¿Significaba eso que su tía sabía cómo habían muerto los primeros y había sido ella la encargada de asesinarlos? O, por el contrario… ¿Había sabido siempre de su naturaleza de hombre lobo y, es más… también había sido la responsable de ella? Si era eso, si era lo otro… ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Si sacaba algo en claro de todo aquello, no podía ser otra cosa que su constante sino: debía regresar a París. Allí restarían todas las respuestas, aunque fuese del modo más lento o impreciso posible. A esas alturas, lo único que él necesitaba era esparcir los restos que quedaran de su tormento. No obstante, no iba a ser algo tan fácil, Dennis no quería regresar a Francia como otro visitante esporádico, quería permanecer en las mismas condiciones que aquella primera vez, pero alargando el tiempo todo cuanto considerase preciso, demostrando así que en aquella ocasión, el control lo tenía él. Y para ello, le hacía falta algo muy importante: la mansión de su tía en la que residió aquella primera vez en París. ¡Cuán sencillo sería todo, si aquella mujer tan impredecible no hubiese dejado una última guinda más en el atormentador pastel de su marcha! Porque sí, en su testamento había hecho constar de forma bien clara que la herencia de aquella suntuosa casa sólo podría ser tomada con una condición: Dennis tenía que casarse. Ahí entraba su tercera búsqueda, quizá incluso la más ardua. A partir de entonces, pasó el tiempo en un extraño entredicho. Por una parte, ansiaba conseguir una prometida y viajar a París cuanto antes con ese requisito cumplido, pero a pesar de la urgencia de que sus pesadillas desaparecieran, tampoco estaba dispuesto a elegir esposa como quien va al mercado a comprar fruta. Tenía un respeto hacia su estirpe familiar y hacía sí mismo, por no hablar de que sentía que ni su madre ni su tía aprobarían una decisión hecha a la ligera. Pero... ¿Quién iba a ser capaz de amoldarse a todo lo que Dennis Vallespir representaba? Así pues, lo alargó todo lo que pudo hasta que le fue imposible aguantar más, sobornó al abogado de la familia y viajó a la capital de Francia para asentarse allí hasta la actualidad en contra de los últimos deseos de su tía. Ahora, definitivamente, son sólo la punta del maldito iceberg. {Datos extras} • Se ha vuelto excesivamente supersticioso desde que vive en París, pues tiene la sensación de que estar ahí contra los designios de su tía es como una especie de maldición. • Tras el fallecimiento de sus tíos, vivía solo en la mansión de sus padres junto a unos cuantos criados a los que aprecia, cuya familia ha servido a la suya desde hace generaciones. Se trasladaron todos juntos a París cuando Dennis lo decidió. • Su tía tenía una gata, Anastasia, de la que nunca supo la edad exacta y que Dennis conservó a su lado después de que ella muriera. No es especialmente gruñona, pero no soporta a los desconocidos y sólo llega a amansarse completamente junto a él. • Habla lo que derivaría en el ahora llamado luxemburgués, francés y alemán a la perfección, y posee algunas nociones decentes de belga, inglés y ruso por insistencia de sus tutores. • Su manera de tocar el violín es muy particular. Rara vez escoge bellas y apacibles melodías, aunque sepa interpretarlas, y normalmente consisten en burdos toques con el arco que forman ritmos frenéticos, chirriantes y desequilibrados. De una beldad demasiado visceral como para ser comprendida. • Cuando dejó de ser un niño siempre aparentó una edad mucho mayor de la que tenía. • Trata de ocultarlo lo máximo posible, pero sus gustos suelen decantarse por aspectos que corresponden más a un espíritu infantil y que, al mismo tiempo, suscitan una mente tan creativa como trastornada (por ejemplo, correr sin parar por vastos espacios naturales, como los claros de hierba cercanos a su vivienda, o crear formas y figuras abstractas, esparcidas por el suelo, con trozos de cristales rotos). • Aunque suele tolerar determinadas bebidas (siempre sin abusar de ninguna), el alcohol le produce náuseas. Su cuerpo y su mente prácticamente lo rechazan, aparte de que obviamente tampoco le trae gratos recuerdos. mrsstan |
Última edición por Dennis Vallespir el Vie Oct 01, 2021 5:04 pm, editado 37 veces
Dennis Vallespir- Licántropo Clase Alta
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Re: Si no te quisiera, no se molestaría en torturarte |Ficha de Dennis Vallespir|
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