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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por John H. Freeman Mar Oct 01, 2013 10:39 am

John Hamish Freeman recibió un telegrama de un tal señor Charpentier, mayordomo de monsieur Vallespir. Le pedia que fuera asistir a la ama de llaves que era la esposa de este. Tal como habia leido en el telegrama, la dama en cuestion estaba en cama, con fiebre, tosiendo con flemas con sangre. John supo que la enfermedad de la señora podría ser muy grave y contagiosa, tuberculosis virica. Él debia de proceder rapidamente, sobre todo evacuarla y llevarla a un clima un poco mas calido.

No dudó en contestar al telegrama con breves palabras;'Acudiré esta misma tarde, señor Charpentier. No se preocupe. Dr. John H. Freeman'

Cerró a las doce la consulta despues de haber atendido a su último paciente. Se fué a su pequeña casa que estaba en Rue Sain Maur, cerca del parque Belleville. Para comer algo, bañarse, vestirse con su mejor traje de tres piezas, siempre con colores oscuros, chaleco ceñido a su esbelto torso, corbata burdeos y camisa blanca. Siempre utilizaba trajes oscuros y impecables camisas blancas con cuello perfectamente almidonado, siempre el mismo corte y el mismo sastre, ingles por supuesto.

John cogió un carruaje en dirección a la mansion Vallespir que estaba a las afueras de Paris, al norte de la ciudad. Segun los datos que el mayordomo le habia dado en el telegrama fueron que estaba al lado de un bosque y rodeada de vegetación, por un inexorable jardin. El viaje duraba una hora y durante el trayecto, John se dispuso a leer una de sus revistas medicas para entretenerse y para ver el precioso paisaje.

Cuando llegó a la mansion Vallespir, John se quedó con la boca abierta. Mas bien una mansion era un palacete de marmol, rodeado de columnas estilo jonico-corintio. Una inmensa fuente en el centro con un hermoso Ápolo. Él se sintió un poco pequeño, mas bien insignificante. Pudo ver al mayordomo, supuestamente el señor Charpentier, el marido de la dama en cuestión que estaba enferma.'Monsieur Freeman, gracias por haber venido'


"No me lo agradezca, señor Charpentier
". Contestó con una voz suave y con un perfecto ingles. "Lleveme con su esposa por favor. Y debo avisarle que si es tuberculosis, su esposa debe de abandonar la mansion para llevarla a un lugar con un clima mucho mas calido, mas bien mediterraneo. Hablaré con su señor, de acuerdo? Porque esta enfermedad es muy contagiosa y segun los estudios el medio de transmisión es a traves del aire"

'Oui, oui Monsieur' Contestó un poco nervioso guiando al respetado doctor ingles al tercer piso donde estaba el ala del servicio. John no observaba el lugar si no durante el trayecto a la habitación oia los sintomas que habian aparecido en la dama en labios de su marido que estaba visiblemente preocupado.

La consulta duró unos 45 minutos. John salió en mangas de camisa, con las mangas de la camisa enrolladas hasta el codo mostrando unos brazos inverbes, blancos y musculosos."Señor Champentier, su esposa tiene tuberculosis localizada, tiene los pulmones encharcados, asi que le recomiendo que la dama sea trasladada a otro lugar para evitar el contagio y aumentar la mejoria" John habló con cuidado, en voz baja para que las doncellas no oyeran la palabra 'contagio' porque podria ocasionar un caos en el servicio del joven lord. El mayordomo afirmó con  la cabeza varias veces mirando a su esposa por encima del hombro que estaba en la cama, con la luz de la lampara de aceite parecia mucho mas palida y delgada. "Le he administrado penicilina, es un fuerte antibiotico, en dos o tres dias encontrará mejoria, pero ella tiene que irse a un clima mas calido, me ha oido?"

'Oui, Oui, Monsieur Freeman. Deje, deje que le conduzca a un cuarto de baño para que se refresque, por favor. Venga, venga conmigo. Despues le llevaré a ver al joven Vallespier para comunicarle sobre mi esposa'

John cogió la chaqueta que la habia dejado dentro de la habitación y miró a la dama "Se recuperará, se lo aseguro, Madame"Acarició su brazo con calidez y se marchó con Champertier para poder refrescarse, hacia un intenso calor dentro de la habitación.

Ambos dos bajaron a la segunda planta de la gran mansion. En ese momento John pudo fijarse de los costosos tapices, de las lamparas de lagrimas de cristal, de las hermosas obras de arte en las paredes. El mayordomo que podria tener unos 50 años, le abrió una puerta lacada de blanco con madera tallada 'Entre, voy a avisar a Monsieur Vallespier. Puede lavarse las manos aqui, Monsieur Freeman'

"Gr-gracias". John sintió como se le cayó la boca al ver un cuarto de baño completamente de marmol blanco y rosa, preciosas esculturas que formaban la bañera, olor a perfume frances, un inmenso espejo con marco de oro. Él no quiso perder el tiempo, abrió la delicada llave del grifo que era de marmol, enrolló mas las mangas de su camisa y lavó sus brazos con el jabon de glicerina como cuando iba a operar, con tanta fuerza que parecia arrancarse la piel. Estaba cansado y no se habia dadocuenta de que la puerta del cuarto de baño la habia dejado abierta..


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Mensaje por Dennis Vallespir Dom Nov 03, 2013 10:17 pm

Dennis tenía una relación bastante trabajada con sus empleados, las únicas personas con las que se seguía relacionando en su día a día que, además, lo conocían desde que nació. Nunca estaba de más encargarse de su bienestar, le habían sido fieles hasta París, hasta el recelo desganado con el que el resto de los Vallespir le miraba, hasta las hipocondríacas necesidades de un hombre que había crecido frente a ellos sin que ninguno supiera de verdad cómo era. Claro que resultaba difícil saber cómo era alguien tan bipolar a las espaldas de sus pocos seres queridos. No les culpaba, mas sí que aumentaba su consideración hacia ellos. Se la habían ganado con honestidad y principios.

La señora Charpentier, esposa de uno de sus mayordomos más importantes, que relevaba a la señora Tréville como ama de llaves cuando era oportuno, llevaba unos pocos días encamada y aunque ésta y la mayoría del servicio podían olerse el tipo de enfermedad que la amenazaba, acostumbrados a batallar mil y una situaciones de riesgo entre las cuales se encontraba la salud, el amo que pisaba la mansión que su difunta tía aún no le había legado no podía conformarse con eso. Le preocupaba lo que le ocurriese a las personas que le servían desde que tenía uso de razón, lo que incluía a la propia señora Charpentier y a quienes pudiera perjudicar, si lo que le sucedía era también contagioso. De modo que cuando el señor Charpentier le pidió permiso para llamar a un médico, se lo concedió y dado que siempre solían citar a un hombre distinto por manías suyas de no ser muy recordado en sociedad, también le dejó la tarea de elegir a quién contactar esa vez.

Así pues, estuvo en su despacho, alejado de todo, hasta que llegó la tarde. Su tormentosa cabecita siempre había tomado la visita de la medicina a su hogar como la excusa perfecta para rescatar viejos recuerdos y colgarlos en el mural de su demencia que no tardaría en ser cambiado: En Luxemburgo, la vez aquella que cogió el sarampión cuando sus padres aún vivían o las noches de tormenta bajo las que salía a corretear con diez años y se encargaba de pillar unos buenos catarros. En París, sin ir más lejos, aquel momento tan estúpidamente angustioso en el que Nastya se hizo un profundo corte en el pie al escalar por los árboles del jardín y estuvo sangrando sobre las rodillas de Dennis hasta que llegó el doctor. Y ahí estaba, el motivo de su mal humor y de su necesidad de recluirse: la visión de la maldita chiquilla otra vez. ¿Cuándo iba a hacerse a la idea de que jamás la volvería a ver? ¿De que por eso mismo, cuantas menos veces la recordase, mejor, porque ya sólo se aparecería en su mente?

¿Cuándo se daría cuenta de que, con una personalidad tan cambiante, no todas las decisiones de su cuerpo y de su alma las tomaría él? Completamente él.

Finalmente, el señor Charpentier llamó a su puerta, propinándole la patada que le urgía para salir de aquel tumulto de preguntas sobre el pasado, y estuvo a punto de decirle que se encargara él mismo de despachar al médico, pero pensó que así se mantendría distraído por más tiempo y siguió a su mayordomo, a la vez que éste le hacía un breve resumen de la situación. Entró en el cuarto de baño donde su cita le esperaba y el sirviente cerró la puerta tras una respetuosa inclinación de cabeza, dejándoles solos.

El doctor Freeman, tengo entendido –saludó con la pulcritud más férrea de la formalidad, y caminó descuidadamente por la estancia sin mirar hacia su interlocutor, con las manos unidas tras su espalda-. El señor Charpentier me ha puesto al corriente de lo que le ocurre a su mujer, lo dispondremos todo para que ambos se marchen al lugar que sea propicio. ¿Alguna sugerencia?

Mientras hablaba, desvió la mirada con parsimonia hacia el otro hombre, analizándole con distracción. Detuvo la vista durante unos breves instantes sobre los brazos descubiertos que estaba lavándose y lo que le pareció distinguir fue tan espeluznantemente inusual que alzó sus ojos para buscar los del médico y quedarse un rato en ellos, casi temeroso de volver a mirar abajo. Agradecidamente, el visitante se irguió frente a su presencia y sus brazos ya no quedaron tan al descubierto, aunque Dennis dudaba que fuera a ser por mucho más tiempo… Confiaba en que no se tratara de lo que él creía.

También convendría hablar de vuestros honorarios, no quisiera haceros perder más tiempo –apuntó, con cierta sarna en el tono de voz.

Mentira, por supuesto. Simplemente, no estaba por la labor de ser sociable con gente desconocida, y además quizá tampoco tenía ninguna gana de saber si se equivocaba con la marca que le había parecido ver en su piel. El significado era demasiado potente.


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Mensaje por John H. Freeman Sáb Dic 07, 2013 6:00 pm

El Dr. Freeman estaba secandose las manos despues de haberse aseado un poco. Aquella habitación parecia un horno, todo estaba cerrado y ademas la dama,madame Charpentier estaba irradiando calor causa de la fiebre. Él le habia dado una infusión de 25 gr. de hojas frescas de salvia, 5 gr. de miel y 3 cucharadas de jugo puro de limón. Aparte los paños de agua fria que le habia puesto en la fiebre. John creeia que con la dosis de morfina y con la infusion, mejoraria en cuestion de dias si su marido hacia lo que le habia dicho.

Puso la toalla en el elegante colgador de marfil y se asustó un poco cuando oyó la puerta abrirse un poco para dar paso al joven alto y elegante que John pudo ver en ese mismo momento. John vió al sirviente como hizo una respetada inclinacion con la cabeza para despues marcharse y dejarles solos para que pudieran hablar con tranquilidad respecto a lo sucedido y a las instrucciones que debian de seguir para que no se propagase la enfermedad.

John pudo ver al señor de aquella hermosa mansión, distinguido, elegante y con la distinción necesaria para ser llamado 'señor. Aunque tambien pudo sentir su arrogancia y ese nivel que le caracterizaba. El nivel de ser superior por la diferencia clase social que les separaba. A John no le disgustaba por que era algo a la orden del dia, pero jamas se iba a mostrar inferior ante alguien y menos ante aquel joven que nisiquiera le miraba a los ojos.

"La unica sugeriencia que puedo hacerle señor es que el señor Charpentier debe de llevarse a su esposa a un lugar con clima mas calido.Tiene una tuberculosis bacteriana y el medio de contagio es por el aire. Tambien deben de limpiar la habitación con lejia y amoniaco, cerrar la puerta pero tener la ventana abierta para que se se espaborice. No podrán entrar en esa habitación en dos semanas".

John pudo percibir esa mirada que el joven dedicó a su herida.Se habia infectado y alrededor habia crecido un extraño vello blanco. Sin querer mostrar esas mordeduras, él bajó las mangas de la camisa y se ajustó los gemelos de onix negro ocultando por completo el traumatismo de la piel. Se puso la chaqueta con elegancia y ajustó la corbata ocultando tambien el aposito que tenia en el cuello. Estaba preparado para seguir al joven caballero. "Tambien yo no quiero hacerle perder el tiempo señor". Contestó percibiendo ese tono de sarna en su voz. En cambio la voz de John sonaba firme y decidida."Además, me gustaria partir pronto hacía la ciudad,parece que va a llover de un momento a otro aunque esté saliendo la luna".

Miró al joven a los ojos pensando que era un hombre muy atractivo y seguramente no le faltaban hermosas jovencitas revoloteando por su lado. Incluso él, que se habia declarado heterosexual,no podia evitar sentirse atraido por aquel joven. Un sentimiento el cual debia de ser enterrado y oculto. Abrió la puerta del cuarto de baño dispuesto a salir de allí. Las joven doncellas le miraron y le sonrieron de manera coquetaantes de desaparecer del pasillo. John les hizo una respetable inclinación y esperó a que el joven anfitrion saliera y le llevara a otro lugar menos humedo.


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Mensaje por Dennis Vallespir Mar Mar 04, 2014 11:26 am

De nuevo, ahí estaba, esa especie de dicotomía o cómo demonios fuera la palabra para describir esos casos de contradicción. ¿Paradoja? ¿Era una paradoja decir que estaba acostumbrado a ser un bipolar? ¿O así sólo rizaba el rizo? De todas maneras, no mentía, los giros y los cambios de ánimo formaban parte de su funcionamiento, y si bien había veces que lograba esquivarlos, era muy complicado hacerlo cuando su entorno le alteraba las emociones. En ese caso, la de la curiosidad y una cierta empatía prácticamente inevitable a causa de la licantropía, pues sólo un tema así podría volver repentinamente cercano a alguien tan insufrible como Dennis Vallespir. Y de esta manera, su intención inicial de librarse cuanto antes del comienzo de un enredo como aquél no tardó demasiado en ser sustituida por el intenso magnetismo que le producía conocer a otras personas que habían pasado por lo mismo que él. Personas a las que la mordedura de un licántropo les había cambiado la vida, no importaba cómo porque ésa era la única cosa en común que necesitaba para no terminar despachando enseguida a un completo desconocido con marcas de hombre lobo en la piel.

No se lo pensó demasiado al ver cómo su invitado abría la puerta del baño y le esperaba allí y caminó directamente hacia él, casi como si no fuera a detenerse a pesar de que eso significara placarlo, pero las leyes de la física se tomaron un respiro cuando finalmente se detuvo a pocos centímetros del médico. Miraba fijamente en dirección a su cuello, todavía intrigado por lo que había creído descubrir allí y en sus brazos, pero para comprobar éstos de nuevo no tenía excusa, así que aprovechó que el otro no se había dado cuenta de que no se había ajustado muy bien la corbata, para arreglársela él mismo. Ello le sirvió para inspeccionar unos segundos más el resultado de su piel y estar cada vez más seguro de lo que significaba. Mientras tanto, la confusión que pasaba por los ojos del doctor Freeman no le impidió recrearse todo cuanto consideró apropiado sin resultar poco sutil (que Dios sabía lo que sería eso según su trastornado punto de vista de las cosas).

Pensándolo bien y ya que lo mencionáis, mejor sería que os quedarais aquí hasta que amainara el mal tiempo –habló de una vez por todas, antes de alejarle las manos de la corbata, ya con un aspecto más elegante-. No merece la pena arriesgarse a que la lluvia os pille de camino y tengamos la ironía del médico enfermo por mi culpa –apuntó, a la vez que le indicaba que le siguiera por los pasillos-. ¿Os gusta el té? Tenemos uno especialmente bueno –apuntó, casi sin esperarse a que el otro diera su visto bueno a quedarse allí y al llegar a una de las salas más tranquilas de la mansión, señaló una de las sillas de la pequeña mesa redonda para que tomara asiento-. Mientras tanto, no seáis tímido y habladme de vuestros honorarios, habéis sido muy preciso y me imagino que el señor Charpentier no escogería a cualquier profesional al azar para ocuparse de la salud de su queridísima esposa, a la que todos aquí apreciamos –insistió, segundos antes de pedirle el té a uno de sus criados.

Contrario a lo que se esperaría de su opulencia y sus aires de estirado, a Dennis le daba exactamente igual la diferencia de clases sociales, puesto que su comportamiento no iba a ser especialmente diferente para unos que para otros (en tal caso, ni siquiera usaría la forma del respeto con él). Eso podría abrirle mucho el campo a la hora de sacar temas de conversación y tratar de dirigirlos hacia sus heridas, las que el doctor Freeman no parecía conocer realmente, o de lo contrario no se habría arriesgado a exponerlas en público. Y que alguien necesitara de la ayuda de Dennis hacía aún más bendita su curiosidad/empatía/paradoja. Bravo.


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Mensaje por John H. Freeman Vie Abr 04, 2014 1:09 pm

John le vino desprevenido aquel movimiento rapido del joven caballero. La manera con la que se acercó a él para arreglar su corbata. Le miró a los ojos y miró a las jovencitas doncellas que al ver aquel gesto de su señor podrian pensar algo que no era. Los falsos rumores estallarian en cuestion de segundos en la mansión, rumores como que ellos dos eran amantes. Pero no le importó lo que pudieran decir de él, ni se puso a la defensiva. Todo al contrario, sonrió y se mantuvo tranquilo aunque pasó por lo alto que que el joven caballero hizo aquello para ver el aposito de su cuello.

"Quedarme aqui? No quiero causarle ninguna molestia ya que le agradezco su hospitalidad"Le miró un poco ruborizado viendo como sus manos se separaban de su cuello despues de haber dejado su corbata perfecta. Miró al espejo antes de salir del cuarto de baño. El joven le habia hecho un perfecto nudo windsor. Volvió a mirarle y se lo agradeció haciendo una leve reverencia con la cabeza. Quizas lo hizo para ocultar el rubor que habia crecido en sus delgadas mejillas."Muchas gracias señor Vallespir"

Le siguió por los elegantes pasillos de aquella mansion georgiana. John se fijó en la figura del joven, alto, imponente, distinguido. Bajó ligeramente los ojos y sonrió tal oirle- "Se quedaria sin el mejor medico de la ciudad. Eso sin duda". Comentó en broma mientras miraba con esa sonrisa que no desapareció de sus labios- "Té? Creame que lo necesito horriblemente. No he tomado alimento ninguno desde esta mañana y estoy un poco destemplado Tome el té conmigo, señor Vallespir.Para mi seria un honor hacerlo ya que por lo que veo, usted va a ser mi anfitrion esta noche".

John se sentó frente a él, en una de las sillas la cual él habia señalado. Se fijó en la sala, preciosa, nada obstentosa, con mobiliario estilo regencia. Costosos tapices y cuadros.Cruzó una pierna sobre la otra y le miró de nuevo manteniendo la calma frente al joven. Se sentia muy comodo y relajado. "Mis honorarios deben de ser un poco mas bajos puesto que el señor Charpentier lo conocí en la ciudad hace dos semanas. Es un conocido. Además hablando sinceramente con usted. Mientras que tenga dinero para vivir, me es diferente. Soy un poco sibarita y ya que no tengo esposa ni hijos, no tengo ninguna resposabilidad si no la que curar y asistir a los enfermos. Asi que yo esta vez dejaré que usted ponga mis honorarios, juzgará cuales han sido mis metodos y la forma con la que he tratado a la dama". Con un dedo desaflojó un poco el cuello de la camisa almodonada, le rozaba en el aposito. No, para ser sinceros, él necesitaba cambiarlo, sentia como comenzaba a sangrar de nuevo. Si seguia así, iba a tener que ir al hospital. "Y digame, señor Vallespir, a que se dedica? Es usted de Paris? Aunque por su acento diria que no lo es". Sus ojos azules, moteados de violeta miraron a los del joven que eran rasgados, felinos y penetrantes. No pudo evitar fijarse que la luz le otorgaba diferenets tonalidades cromaticas- Dejeme decirle que sus ojos...-Sonrió y rascó su barbilla con uno de sus dedos pensando si deberia decirselo o no- Poseen una heterocromia increible, señor.


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Mensaje por Dennis Vallespir Dom Jul 06, 2014 4:33 pm

Dennis nunca había tenido problema alguno en mantener contacto directo con nadie, el sexo masculino no era una excepción. Vivían en la edad victoriana, pero eso sólo atañía a los ingleses y a su reina, no a Luxemburgo ni ahora a París. Ya se sabía, dos mujeres entre sí no podían hacer nada (porque claro, ¿cómo iban a hacer algo sin un pene de por medio? ¿Qué sería lo próximo? ¿Tener sexualidad propia? Cielos), pero dos hombres… Bueno, eran dos pares de testículos en el mismo ajo, por algún sitio tenían que acabar colándose, ¿no es cierto? Eso siempre daba que sospechar… A ellos, a los británicos de monóculo roto y culo de algodón, y hasta donde él sabía, no había ninguno cerca… Ehem, quitando, claro estaba, a su reciente invitado. ¿Ironías de la vida? Así pues, viniendo de la isla de estirados (anda, eso le era muy familiar…) de donde venía, ¿ese gesto le habría dado que pensar al retraído doctor? ¿Quién le iba a decir, entonces, que todo se debía a las enormes sospechas que clamaba su cuerpo corrompido por la luna llena y del que tan ajeno parecía ser?

Vaya, dejar los honorarios a cargo del demandante no suele ser lo habitual –replicó, y cruzó las piernas de un modo extrañamente parecido al suyo. En ese momento, el mayordomo Charpentier llegó con la bandeja del té y comenzó a servirlo tras un gesto de aprobación de su señor, quien sin ningún problema continuó con la conversación en su presencia-. Y salvo en mercados y similares donde el trueque y los regateos obligan a disponer un precio por la mercancía ajena, no me había encontrado en ninguna situación parecida, y menos respecto al campo tan severo y formal de la medicina. Se nota que vos tampoco sois de por aquí, aunque debo admitir que eso ya lo sabía por otros motivos  –rió con sorna, antes de darle las gracias al empleado por sus servicios-. Ya que habéis mencionado que sois conocido del señor Charpentier y fue éste el que os eligió de todos los médicos de la ciudad, voy a legarle a él la tarea de elegir también vuestros honorarios. Confío en su justicia más que en la mía. Por descontado, si nuestro servicial compañero está de acuerdo.

'Lo estoy, señorito Dennis, puedo decir que será un placer, dado que a quien ha venido atender es a mi pobre esposa'.

Entonces, no se hable más. Ve preparándolo todo para que cuando despidamos al doctor Freeman, tenga listo su finiquito –concluyó, nada más contar con el refrigerio dispuesto en su elegante vajilla, y el hombre hizo una inclinación antes de volver a dejarles intimidad-. Espero que os guste, es un té argelino apenas común, pero tan fuerte como exquisito –informó y dejó que fuera su invitado el primero en degustarlo para dar su veredicto.

Aprovechó y echó una ojeada al cristal de la ventana, lo que le permitió comprobar el mal tiempo. Cada vez se concentraban más nubarrones y aunque todavía no había amago alguno de lluvia, todo apuntaba a que antes que llegar a su fin, aquello no había hecho más que empezar. Si empeoraba, tendría que avisar a un carruaje para que fuera el encargado de resguardar al inglés en su regreso a París, cosa que no le importaba, o bien acogerle para que se quedara a dormir allí, cosa que ya le importaba más… Bueno, dejaría que la velada hablara por sí sola y quién sabía, dependiendo de lo bien que le cayera su recién compañero de té, quizá se sintiera lo bastante clemente como para permitir una noche en la mansión Vallespir a un completo desconocido

Soy de Luxemburgo y sé que vos provenís de alguna zona del Reino Unido porque así me lo comunicó el señor Charpentier, además, claro está, de que vuestro acento os delate –respondió, y evadió la pregunta de a qué se dedicaba con mucho estilo (porque 'investigar su propia maldición en tierras francesas' nunca sonaba muy convencional)-. Eso de heterocromía sería apropiado si cada uno de mis ojos fuera de distinto color, caballero, pero me temo que no soy tan apabullante y se queda todo en una simple mezcla: azul y verde. Colores mucho más vulgares que vuestras motas violetas, por cierto. ¿Es que acaso queréis hacerme sentir inferior? –bromeó con cierta ambigüedad, y seguidamente dio un sorbo a su té, sin dejar de fijarse en el cuello de la famosa herida que lo había desencadenado todo.


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Cuando mis ojos te vieron -Dennis- Empty Re: Cuando mis ojos te vieron -Dennis-

Mensaje por John H. Freeman Lun Jul 21, 2014 12:52 pm

John cuando se sentó frente a él, se ajustó el chaleco a su torso. Cogió el reloj que estaba oculto en un pequeño bolsillo. Miró la hora y ya era tarde, empezaba a sentirse muy cansado y el dolor de la herida aumentaba. Definitivamente iba a tener que ir al hospital al dia siguiente, la infección se estaba extendiendo y podria ser peligroso. No le dijo nada a su anfitrion y tampoco queria causarle molestias de ningun tipo. Asi que aguantó el dolor, siempre lo habia hecho toda su vida, nunca se quejaba de nada. "Habitual? Yo no soy un caballero habitual, señor Vallespir. Bueno, quiere decir que todas las personas tienen sus excentricidades.Pero sí, dejo los honorarios a cargo del demandante para mi es lo mas justo"- Sonrió un poco, sus ojos ya no miraban a su alrededor para observar la belleza del mobiliario de aquella sala. El señor Vallespir, era para la opinion de John, un caballero snob, clasista que miraba por encima de su hombro esperando poder encontrar a alguien igual que él, igual de perfecto y de su misma clase social. En cambio John, habia visto en su vida, habia ido a la guerra (en 1781), habia visto a jovenes caer muertos detrozados, intentar salvarles la vida a contrareloj sin exito ninguno, rodeado por muerte, peste, suciedad y sobretodo peligro. Oh, si John no era como aquel joven que se sentaba frente a él en actitud arrogante.

"Yo no voy a regatear ni hacer ningun trueque. Solo he dejado al señor Charpentier el asunto de mi finiquito. Él ha visto como yo he atendido a su esposa, el tratamiento que le he administrado. Solo él será justo en poner el precio a mis honorarios. Es la primera vez que lo hago y la razon es porque conozco a su mayordomo. Ha ido algunas veces a mi consulta y le he atendido igual que a su esposa"- John entrecerró los ojos cuando le oyó reir de aquella manera- "No, no soy de aqui. Soy de Inglaterra, nacido en Aldershot". Musitó bajando sus ojos hacia el fuego el cual les daba una tonalidad dorada pero los apartó al oir la voz de señor Charpentier, sonrió agradecido haciendo una leve inclinacion con la cabeza.-Si usted necesita de nuevo mis servicios, señor Charpentier de aquí en adelante, con respecto a la recuperación de su esposa, pongase enseguida en contacto conmigo. No le cobraré nada"- Admitió reflejando un rasgo de su personalidad y era que no le importaba el dinero, no era lo mas importante. Hizo un juramento al terminar la carrera, el juramento hipocratico que hizo cuando se graduó: 'Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa- Esas palabras resonaron en su mente, palabra por palabra mientras oia su anfitrión, mientras cogia la taza para probar por primera vez aquel té argelino. Dió un sorbo y sintió el liquido recorrer su garganta, una explosion de sabor dulce en su boca, sabor a melocotón. "Está delicioso"- Murmuró y dió otro sorbo fijandose tambien al cristal de la ventana. Estaba cada vez mas nublado pero aún no habia estallado la tormenta. Pensaba en irse temprano para evitar pasar la noche allí. Pensaba que su presencia alli era un problema para el señor Vallespir alojar un hombre el cual apenas conocia, aparte que queria ir cuanto antes al hospital.

"Si, creo que mi acento es mi talón de aquiles. Vaya, Luxemburges. Tengo conocidos en Luxemburgo que me han ofrecido pasar una temporada. Quizas el año que viene me traslade allí a ejercer mi profesión. Me gustaria visitar las fortificaciones de la Edad Media o la Catedral de Sta. Maria de Luxemburgo. Nada me ata a Francia, no estoy casado ni estoy prometido"-Fué sincero, cada vez estaba mas relajado en aquel ambiente y menos cohibido ante la presencia del joven. "No, disculpe que discrepe, usted tiene una heterochromia central, la parte interior de sus ojos predomina el color oro y verde, la parte exterior azul, y una heterocromía sectorial de color marrón en el ojo derecho. Por esta manera sus ojos cambian de color, es hereditario. Y... yo seria incapaz hacerle sentirse inferior puesto que es imposible que usted lo sea, y menos el extraño color de mi iris.- Dijo pasando por lo alto esa ambiguedad, hablando con tranquilidad con el joven señor, sin levantar apenas el tono de su voz."Pero será mejor que parta hacia la ciudad antes de que estalle la tormenta"- Se levantó de golpe y se puso completamente pálido, se apoyó en la mesa con una mano, se sentia mareado y no pudo más,cayó al suelo, a los pies del señor Vallespir inconsciente preso de una alta fiebre. La causa, la herida provocada por el licantropo que le mordió hace una semana atras.


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Mensaje por Dennis Vallespir Mar Dic 23, 2014 3:18 pm

Al parecer, su invitado seguía empeñado en considerarle un pijo estirado. Seguramente no sería el único y Dennis estaba acostumbrado a esa clase de prejuicios, a fin de cuentas sí que era un poco (bastante) altanero y ligado a su alta alcurnia, suponía que era normal que ésa fuera la conclusión a la que llegaran muchos. No obstante, aquel doctor había visto de primera mano su trato con el servicio de la mansión, no era ni por asomo el de un esnob clasista. Si se creyera superior a los de estatus más bajo, ni apreciaría a sus criados ni mucho menos se molestaría en buscarles atención médica. Los conflictos del señorito Vallespir eran mucho más complejos y retorcidos que las luchas entre clases, y así había sido desde que mamó de la teta de su madre, o de lo contrario, las personas que trabajaban para él no le habrían visto crecer y seguido hasta París, pues eran sirvientes, no esclavos. ¿Qué tenía que juzgar ese británico curtido en la medicina y probablemente la guerra? ¿Acaso conocía algo de lo que Dennis se había visto obligado a batallar en secreto? ¿Algo que le perseguiría hasta su último aliento y contra lo que pocas opciones tenía? Quizá el inglesito le aconsejara suicidarse, así libraría a la existencia de un peligro sobrenatural como el suyo, más aún si provenía de un carácter tan bipolar y trastornado. Más militar todo, a enorgullecer a la patria.

Vaya, pensé que un médico bien plantado como vos ya habría sido reclamado –comentó, sin ninguna acritud a pesar del tono bromista con el que lo dijo antes de beber nuevamente de su taza-. No os lo estoy discutiendo, no es un tema que me importe lo más mínimo –aclaró, puesto que él mismo también era soltero a sus treinta y seis años, y como tal, ya le había tocado soportar más de una impertinencia casamentera a la que obviamente no le incumbía nada de lo que decidiera hacer con su vida social-. Espero que vuestros amigos os hagan una buena guía por Luxemburgo, yo hace años que no regreso a mi tierra natal –informó, y de golpe y porrazo, se dio cuenta de que estaba contando cosas acerca de su vida, por muy inocentes que parecieran a simple vista. Tal vez lo fueran, pero no el hecho de que pudiera usarlas de tema de conversación con tanta naturalidad. En las reuniones a las que acudía, evitaba hablar de sí mismo todo lo que le era posible, aspecto que volvía a ese momento más insólito de lo que el otro se imaginaría. Para que encima este invitado se pensase que hablaba con un patrón desconsiderado-. Está bien, pues, sea lo que los entendidos del tema dictaminen –sentenció ante la explicación que le dio acerca de la heterocromía.

Aquel hombre estaba empezando a delirar. ¿Por qué hablaba de la elección del señor Charpentier para decidir sus honorarios como si se le hubiera ocurrido a él cuando había sido Dennis quien lo había propuesto? (¿Y eso hacían los esnobs clasistas, según el británico? ¿Legar semejantes labores económicas a los del servicio?) El luxemburgués iba a abrir la boca para hacer alguna réplica, pero entonces fue cuando Freeman cayó fulminado al suelo, víctima irremediable de la herida que le había detectado en los baños ¡Maldición, había que actuar deprisa! Seguidamente tocó la campana que avisaba a los mayordomos jefes y que pusieron en alerta al resto del lugar para disponerlo todo. Dennis llevó en brazos al enfermo hasta la cama más próxima, donde los expertos en medicina rápida de la casa se encargaron de la hemorragia, que necesitaba una atención demasiado urgente como para precisar de otro doctor que no llegaría a la mansión a tiempo. Antes de que por fin lograran cerrarle la herida, mandó igualmente a uno de sus trabajadores a la ciudad para traer de vuelta a un médico que finalizara el trabajo con el debido toque profesional, y todo cuanto quedó después, fue ocuparse de que le bajara la fiebre y esperar a que recobrara el conocimiento.

El doctor Freeman pasará la noche aquí –anunció, a pesar de que, a esas alturas, no fuera necesario especificarlo. Permaneció en la estancia en tanto los criados y criadas la abandonaban conforme avanzaba la noche y tan sólo quedaron él y el otro Hijo de la luna que desconocía su nueva naturaleza. Dennis pensaba regresar a dormir a sus aposentos en adelante, pero a quién quería engañar, lo más probable era que no se moviera de allí sin pegar ojo, y eso hizo. Se dirigió hacia la enorme ventana que horas después empezó a iluminar la estancia con los primeros rayos del sol, y por allí estuvo mirando hacia nada en particular, a la vez que pensaba en cómo darle la trágica noticia al afable John Hamish. Después de lo que había ocurrido, ya no podía eludir más esa tarea y la aceptaría para honrar al licántropo que con veintiún años se había encontrado completamente solo ante la misma situación. Se lo debía.


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Lobo hombre en Paris... Su nombre, Dennis.

Y al mirar a la luna llena, sintió la marca del ganado:
When you came in, the air went out:
You know the child wasn't really the problem, Neverland wasn't a lie:
I planned it all, I just forgot romance:
No imaginé lo que ahora sé, me basta con mirar:
Prepared to burn:
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Mensaje por John H. Freeman Dom Ene 25, 2015 11:03 am

Lo unico que John pudo recordar fue cuando se levantó del asiento diciendo que se iba a casa.Cayó fulminado al suelo causa del la infecion de la herida que tenia en el cuello. Aquella noche no era luna creciente con lo cual no se transformó por primera vez pero tuvo los primeros vestigios de una primera etapa. La mordedura de su cuello empezó a sangrar sin que él lo hubiera notado. Ni siquiera habia notado como Dennis le levantó en brazos y se lo llevó a una habitación donde pudo atenderle un profesional, los de la casa fueron a por el medico a la ciudad donde terminaron el trabajo. John no se enteró de nada, permaneció sin conocimiento y durmió horas hasta que hubo bajado la temperatura.

Abrió los ojos cuando los primeros rayos del sol aparecieron en el horizonte. Parpadeó varias veces molesto y se cubrió con una mano encogiendose en aquella cama. No sabia por qué pero ahora su olfato estaba mas agudo, identificó aquel aroma que emanaba de la tela de la almohada y de las sabanas, alcanfor para evitar que las polillas rompieran la tela. Lavanda y desinfectante.

Intentó moverse para quedarse sentado en la cama, un dolor en el cuello le hizo gemir, se llevó la mano y encontró vendado su cuello.- "¿Qué me ha pasado? Que..." No recordaba nada, solo cuando giró la cabeza al sentir la presencia de aquel joven, se refrescó su memoria. "Señor Vallespier....Yo.." Se habia desmayado, la mordedura del cuello fue la causa, infección, fiebre. Quien se la atendió supo bien en suturarla.

Se levantó de la cama y subió sus tirantes ciñiendolos sobre sus anchos hombros. Su aspecto era deplorable, una sombra de barba pelirroja asomaba en sus mejillas. Más palido, ojeroso. Parecia que se le habia echado encima veinte años mas. Miró al joven y dedujo que habia estado velandole toda la noche. "Señor Vallespir, perdone por las molestias ocasionas y querria ...pagarle los honorarios del medico que ha venido a atenderme esta herida. Tiene gracia, soy doctor y apenas me cuido de mi mismo, cuido a los demás y yo soy el ultimo siempre. Le pegaré y me marcharé para no ocasionarle mas problemas. De nuevo, tiene mi gratitud my lord"- Aun debilitado se acercó al espejo. Apartó la camisa para ver su cuello vendado.


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