Foro de rol situado en el París del siglo XIX; encontrarás vampiros, licántropos, cambiaformas, hechiceros, humanos, etc. (Advertencia: Sitio +18 años).
PARÍS, FRANCIA AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?
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Luxemburgo, con sus cadenas montañosas y extensas masas boscosas, perfecto para llevar a cabo una cacería de cualquier envergadura en la que participen incluso hasta Reyes y Príncipes. La nobleza se allega a ese lugar para disfrutar también de los paseos a caballo, de los escenarios naturales que halagan la pupila. El verano en su mayoría, tiende a ser fresco, pocas son las ocasiones en que se muestra excesivo. No obstante, las temperaturas pueden bajar considerablemente por la noche. Se trata pues del llamado "Clima Vigorizante". Aunque quiso el destino que este 20 de septiembre, a un día de entrar en el otoño, el calor sea insoportable. Muchos creyendo que repetiría la excelente temperatura del día pasado, llevan algunas prendas un tanto más abrigadoras con la intención de que si la cacería empieza más temprano que de costumbre, las espaldas no estén tanto tiempo al intemperie.
Sorpresa pues, se llevan cuando a las 10 de la mañana el calor es insufrible. Muchos desechan la idea de continuar avante con la actividad. Algunos más sólo se apresuran a regresar a sus hogares para cambiar de prendas y no perderse de tan buen espectáculo puesto que habrá demostración de las casas criadoras de perros de cacería. Es cuando mayores expectativas hay del evento puesto que todos los entrenadores se preocupan de que sus canes hagan en el menor tiempo posible, el trabajo más impecable de todos. Y vienen no sólo de Luxemburgo y ciudades aledañas, si no también de islas como Malta, Inglaterra, entre otros lugares alejados de la cotidianeidad con que viven los oriundos del lugar.
Algunos pues, caminan echándose aire con los abanicos -las mujeres- o bien, los sombreros -los hombres-. Cualquier objeto es bueno para estos menesteres por lo que algunos traen libros, otros son menos exigentes utilizando sus manos para que el frescor del movimiento de adelante a atrás de las muñecas les dé un alivio. Los señores a caballo buscan a sus sirvientes para que les sirvan agua o algún líquido frío para calmar el calor que el mismo animal les genera, mojando las ingles e incluso el trasero con el sudor que les ocasiona semejante maldad de la naturaleza.
Pocos son los que se benefician con semejante calor, una de ellos es Regina Cipriott quien se desprende de la casaca que usa para la cabalgata al tiempo que deja al descubierto su cuerpo enfundado en una camisa de un estilo varonil en color beige, con botones dorados, manga larga y cuello en pico levantado para que luzca el pedazo de piel que inicia desde la raíz de los cabellos, pasando por su frente, su nariz respingada, sus labios carnosos pintados de carmín, su barbilla, su largo y marfileño cuello, dejando a la vista el nacimiento de las clavículas que se separan en su camino hacia los hombros y un pequeño canalillo que desata persignaciones de las mujeres más pudorosas, bocas abiertas de los hombres más viejos y raboverdes, miradas libidinosas de los pubertos y erecciones en los varones que aún tienen la posibilidad de meterse en la cama a una mujer.
Regina se lleva las manos al cabello para deshacerse con maestría el tocado tenso y propio para una dama de sociedad y lento va formando lo que es una coleta con algunos rizos alrededor para darle un aire mucho más señorial a pesar de lo informal del peinado. Con algunos mechones sueltos contorneando el rostro para que parezca mucho menos rígido provocando que el busto se levante de forma aún más indecente, denotando que bajo la fina prenda la mujer no trae absolutamente nada más por la forma en que los pezones se marcan en la tela. Algunos intentan acercarse, pero un gruñido de advertencia de uno de sus perros le convence de lo contrario aunque no es necesario, una sola expresión del rostro femenino y las miradas de desprecio que lanza son suficientes para asegurarse que nadie la molestará. Se arregla con especial cuidado las mangas de la camisa y sin dudarlo, se desabrocha en plena luz del día y ante la vista de todos, la falda del vestido para dejarla caer a sus pies cubriendo el piso. Una prenda carísima que ni siquiera se molesta en levantar, si no que pasa por encima de ella ensuciándola con las botas, demostrando que bajo ella tiene puesto unos pantalones para montar pegados a sus curvas.
Otra persignada, otra oración a Dios por semejante desacato al pudor porque esa prenda se adhiere a la piel femenina quitando el hipo a más de uno y dejando las erecciones tan firmes, que parecieran astas de bandera. Cabe recordar que para esa época ese tipo de prendas no son usadas por una dama de sociedad más que por las cortesanas, así que ver una -o lo que parece ser una- con semejantes desfiguros acrecenta el morbo que de por sí está levantando. Así como ella misma hace con su pie que se apoya en el estribo dejando a la vista un trasero más que generoso, unos glúteos redondeados, firmes, parados provocando que a más de uno le hormiguée la mano en su deseo por pasarla sobre esa magnífica piel que, por lo que se ve a simple vista, ha de ser tan blanca y sonrosada como la leche con fresas.
El impulso es ágil y la mujer no sólo provoca el infarto de una dama del recato si no que algunos se van de ahí a desfogar la necesidad de los falos porque no monta esta fémina como toda señorita de sociedad debiera. No. Este súcubo se sienta a horcajadas sobre el caballo dejando a la imaginación la forma en que podría estar encima de cualquier mórbido hombre que decide acompañar a los anteriores para sacar sus fantasías de forma... ejem... placentera. De reojo, la mujer nota cómo se alejan y se sonríe divertida. Toma las riendas del caballo y ajusta bien los estribos y las bridas. Asiente comprobando que el animal esté tranquilo, un silbido que es el colmo de males de las abuelas emana de la boquita carmín llamando a su manada para avanzar con un trote ligero para que el córcel desentuma los músculos.
Los firmes muslos se pegan al caballo cuando éste busca cabalgar y la mujer se lo permite, el viento contra el rostro le pega haciendo que ría mientras que los perros la persiguen... algunos van a su lado, otros atrás o jugueteando de un lado a otro por el camino que elige. Unos cuantos minutos a todo galope, obliga a la montura a regresar denotando su dominio sobre la bestia cual buena amazona que es. Es cuando nota algo que no le agrada en absoluto. Un pequeño cachorro es aventado con el pie por un hombre. Siente cómo la sangre se le acumula en las sienes, la forma en que los músculos se tensan y dirige el caballo hacia allá. Antes de que el hombre intente dar el siguiente golpe al pobre animal que se ve más desnutrido que nada, el látigo de Regina recorre el espacio que los separa y se estampa contra la espalda del imbécil.
- Lo vuelves a golpear y te destrozo el cráneo contra las piedras, ¿Me oíste? - brama con ira extendiendo de nuevo el brazo lista para dar el siguiente golpe en caso de que el idiota se atreva a repetir contra el animalito - Ahora damelo y más te vale tener cuidado - ordena al imbécil señalando al can. El hombre duda, pero una sola mirada a la joven le hace consciente de que no saldrá bien librado como no la obedezca, así que va a por el perro y se lo entrega. Ella lo deja sobre su regazo, cuidando en todo momento que el hombre no se pase de listo, cuando lo tiene a una distancia prudente, tantea una bolsa en las ancas del caballo y la toma para meter ahí con cuidado al cachorro y que no se le vaya a caer. Lo acomoda contra su cuerpo - Te vuelvo a ver tocando a un animal así y tendrás que ir a por tu cabeza al otro lado del pueblo.
Quizá algunos pensaran que bromea, pero quien la conozca tendría miedo. Para su fortuna ninguno de ellos está ahí. Regina coloca bien al cachorro para retirarse de ahí, pero una figura le impide al caballo avanzar. Un hombre de cabellos negros y tez blanca, de unos ojos tan azules que ella jamás ha visto. Un rostro muy, MUY extraño que a primera apariencia una no piensa que es atractivo, todo lo contrario. Es su actitud la que la hace alzar una ceja curiosa. No parece decidido a quitarse del camino, para nada puesto que a donde ella jale las riendas, él se coloca frente al córcel. Por un instante Regina se siente con el impulso de echarle encima la montura, pero no está en Malta donde nadie haría nada. Está en Luxemburgo y suficiente tiene con llamar la atención con ese latigazo. Así que no tiene más opción que esperar y ver lo que este mono tiene que decir.
Ayesha Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 36 Fecha de inscripción : 12/02/2012 Edad : 32 Localización : Donde haya una cacería
I'm walkin' on broken eggshells Tryin' to make some sense of this Tryin' to save face with false appearances
-Stop the world, Riddlin' Kids
Si tus vértebras, apenas impresionables, desechas bajo el tormento de las pulsaciones cardíacas y el sudor que a pesar de ser un líquido, te calcina como el fuego más condenado del averno… Si aquello que la propia humanidad se ha encargado de poner nombre para no volverse loca en su caos innato, para vivir en la falsa tranquilidad, para etiquetarnos en botellas como las muestras de un investigador loco que nos enloquece más en su laboratorio… Si la capacidad sensitiva corre el mismo destino que la cabeza, con su memoria viajera y esa capacidad para separar cuerpo y mente sin tener que dar siquiera un paso… Si ya no comprendes nada de lo que ocurre a tu alrededor, pero, sin embargo, el corazón te marca la senda, entonces llega el momento de conocerla a ella. Incluso si la primera vez que se topa en tu camino, llega preservada por la protección más canina del condado y se muera de ganas de placarte montada en su corcel.
Por supuesto que Dennis todavía no estaba preparado para saber (sentir) toda aquella información. La velocidad que su mundo esquizofrénico había construido lo volvía capaz de acciones vertiginosas, pero la videncia y adivinación aún no se encontraban entre ellas. Eso lo dejaba a cargo de los gitanos que le ayudaron a saber que ya nunca más volvería a ser enteramente humano. Pues aunque la prisión en la que se retorcía desde las últimas palabras de su tía sólo podría ser derribada por la avalancha de un futuro con las respuestas a su agónico presente, estaba harto de ver cosas que nadie más veía, y predecir el futuro no se anunciaba distinto a ese hecho. Sólo saber, a veces, no bastaba. Por el contrario, sentir podía contestarle en cualquier ámbito, en cualquier zona de sí mismo; colmarlo en un mundo donde el dolor le llevaba acompañando el tiempo suficiente como para considerar que la realización personal también iba de su mano. El futuro era peligroso, pero más todavía lo era pretender esquivarlo, rechazar el reflejo de su propia sangre en el espejo que llegaba para responderle finalmente. Los ojos se podían cerrar y las orejas tapar, pero para no ver ni escuchar al corazón, al pecho o a las vísceras se necesitaba arrancarlo todo de cuajo y, aun así, durante el sádico proceso nada habría cerrado ni tapado el sufrimiento.
El futuro sólo podía ser completamente cierto a lomos de lo inesperado, igual que la llegada de aquella amazona desconocida. Y cualquier sorpresa provocaba dolor, por leve que éste fuera, al instalarse sin previo aviso, con toda la tensión de un cambio brusco entre rutinas.
'¡Mira lo que tienes ahí, insensato!' Aún le daba la impresión de oír la voz de su tío acudiendo en su ayuda, la primera vez que lo llevaron a ver una playa y su extraña hiperactividad infantil quiso explorar más de lo debido. '¡Ese erizo de mar casi te arranca una mano!'
Gracias al cielo, Dennis Vallespir no alejaba las sorpresas de su día a día. Porque en el sufrimiento se sentía definido.
Aquel día tan concurrido y estimulante, el licántropo se había levantado sin ninguna de las marcas que las sábanas de su enorme cama solían dejarle sobre la piel después de una noche de posturas inconclusas, tal y como llevaba ocurriéndole desde pequeño. Él mismo se fabricaba sus propios augurios caseros y cuando comprobó que el más mínimo detalle de su cotidianeidad se alteraba incomprensiblemente, tuvo que hacer caso de lo que nadie se pararía a considerar: aquel día tan concurrido y estimulante no iba a ser únicamente concurrido y estimulante. Si el té pakistaní que le serviría Philippe, su criado más antiguo, pasaba a estar unos grados menos caliente o si los pedazos del cuadro abstracto que restaba en el suelo hecho con los restos de un jarrón roto se habían movido del perímetro, aunque sólo fuera unos milímetros… Definitivamente, vestirse para asistir a la cacería (sólo como figura pública, pura etiqueta y compromiso social para el apellido de su familia) y enfundarse las botas de cuero que crujían el temple envidiable contra la tierra húmeda para preceder a su figura robusta no iban a formar parte de una actividad lacónica más. Cierto fue que nada más disponerse a salir de su mansión, recibir la inesperada visita de sus vecinos preguntando por el cachorro de su hija menor le despistó ligeramente. Esperaba que esa sensación de cambio no se resumiera sólo a rescatar una cría de perro, porque no únicamente se dispondría a colaborar en ello por cuidar su imagen de buen conciudadano, además una niña como la pequeña Frieda siempre le había sugerido esos soplos de pureza a los que él hubo de renunciar en su infancia, de manera que la tarea de reunirla con un ser amado, chucho o humano, bien valía su esfuerzo. Más todavía si tenía en cuenta que aquel tipo de ferias ya habían terminado por aburrirlo como quien mira una pared de manchas iguales.
Cuando sus vecinos continuaron farfullando sobre el último lugar en el que habían visto al sabueso (desaparecido desde hacía casi una semana), marcharon a proseguir con la búsqueda y Dennis eligió montar a caballo para dirigirse hacia los bosques próximos a la gran conmemoración, con una nueva misión aparte de la de hacer vida social. Le acompañó Hostings, un mozo de cuadras que se había incorporado recientemente a su servicio para sustituir a la indisposición por enfermedad del anterior. Llevaba pocos días como uno de sus trabajadores, de modo que aquellas situaciones se presentaban idóneas para que Dennis evaluara su rendimiento. Por descontado, el comportamiento tan inadmisible que aquel tipo pasó a tener a continuación le hizo comprobar que no permanecería mucho tiempo más bajo su techo.
Acababan de detener sus caballos cerca de un claro y enseguida, Hostings había divisado al cachorro de Frieda no muy lejos. Abandonó su montura con una rapidez sobrehumana, propia del siervo más desesperado por demostrar una valía inexistente, y comenzó a perseguir al animal y, no contento con eso, darse la libertad de detenerlo a base de fuertes patadas. Si aquella extraña mujer no hubiera aparecido para devolverle el golpe con una certeza todavía más cruenta, Dennis habría tomado unas medidas prácticamente igual de espeluznantes con aquel estúpido de tres al cuarto que ya no quería a cargo suyo después de presenciar aquello. Por lo que, observando la escena todavía sobre su rocín, el violinista lo desmontó de una vez por todas y se colocó frente a la forastera, ofreciéndole una falsa sensación de superioridad, a pesar de que fuese incitada por la siesa posición dominante que pasaba a tener con ella todavía en su caballo y él pisando la hierba.
Los morros del noble animal que tenía a centímetros del cuerpo le rozaron con su atolondrada respiración y Dennis no necesitó sujetar parte de los estribos que aún seguían en manos de su amazona para compartir con el caballo esa mirada más allá de lo establecido entre humanos y animales que conseguía amansarlos sólo porque no había peligro. No con él, que no podía dañarles después de compartir naturaleza con uno de ellos. La esencia imponente de su persona y el garbo aterrador que aullaba sin luna llena bastaban para que otras criaturas instintivas le mostraran respeto. Por lo que, mientras Dennis continuara sin mover un músculo, al caballo iba a costarle horrores obedecer a quien lo montase.
Buenos días –saludó, mientras empezaba por la mera cordialidad y se retiraba el sombrero frente a la dama. Pasó a estudiarla con detenimiento, porque cierto era que su cabeza había elucubrado esa palabra, 'dama', pero el aspecto que presentaba la fémina en cuestión no guardaba relación alguna con el resto de población femenina que estaba acostumbrado a ver, al menos no en público y por esos lares. Una suave torcedura se dibujó en sus labios para sonreír de lado sin apenas permitir que se notara el gesto, cuando la conclusión a la que llegaban sus ojos (una figura esbelta y de todo, menos pudorosa, ostentando una falta de decoro que iba desde la elección de su vestimenta hasta la manera en la que sus apetitosos atributos de mujer embestían contra el mundo) se vertió con la que alcanzó su raciocinio (presentaba un carácter amenazante y agresivo, por no hablar de que parecía ir lo suficientemente armada como para que Hostings no fuera a quitarse las marcas de su latigazo en meses)-. De los perros siempre se suele resaltar la característica de su fidelidad- habló, yendo directamente al punto central y deteniendo su mirada en el rostro de la mujer, sin presentar ninguna molestia porque el deje depredador que había puesto ahí tras el análisis de su cuerpo se esfumara a la hora de fijarlo en ella, tan descarado como certero-. A mí, sin embargo, me gustan más por el hecho de que son sinceros. Incluso si es porque te están a punto de arrancar un brazo, resulta agradable que lo hagan mirándote a la cara –añadió y dedicó un ligero, pero despectivo vistazo hacia el ex –mozo de cuadras, para seguidamente dirigirse a él sin alejar sus pupilas de las de la mujer-. Recógete, Hostings, estás despedido –dispuso con firmeza y éste tuvo que parpadear como el idiota que era antes de pasar su mirada asustadiza de uno a otro y obedecerle literalmente, poniendo pies en polvorosa sin ninguna intención de volver a recibir otro latigazo ni reprimenda. Cuando les dejó solos, Dennis tocó parte de las crines del caballo de la desconocida y alzó la mano contraria hacia el cachorro que restaba en la de ella, usando un tono despreocupado, mas no por ello menos autoritario-. Ahora deberíais entregármelo, su dueña lo anda buscando desde hace días.
OFF:
Esto es lo que hago hoy en clase con el laptop en lugar de atender al profesor xDDDD ¡Espero que te guste!
Última edición por Dennis Vallespir el Mar Jul 10, 2012 12:14 pm, editado 2 veces
Dennis Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 242 Fecha de inscripción : 14/02/2012 Localización : Bajo el dedo de Judith
{Era una semidiosa antes de conocerte, no estaba acostumbrada a enfrentarme con alguien de mi nivel, por lo que en un inicio, estabas destinado a ser pisoteado cual gusano.} Mismo día 15:58 pm
La media tarde se acerca, pero el calor no desmerece. Si mis uñas esmaltadas en color del fuego dieran la vuelta a la hoja del libro llamado destino, señalarían con el índice siempre el lugar donde sólo una palabra tiene letras de color neón que se iluminan en la noche: calor. Uno infernal que no desmerece conforme las horas pasan si no que se transforma en un invencible rival, imponente y con poquísimas debilidades. Tanto que nadie puede encararlo. Igualándose a Ayesha antes de que su rabia la llenara de una ansiedad homicida tendiente a realizar el acto más cruel y despiadado sobre aquél que sólo maltrataba a un pequeño animal.
No importan los humanos, no en su mente acostumbrada a despreciarlos. En su pirámide de preocupaciones está su familia entendida como no cualquier clase de hombres y mujeres, si no aquéllos que son los únicos con la entereza de verlos al mismo nivel o bien, en un escalón más alto. Fuera de eso, sólo sus perros son los que le roban aquéllos sentimientos propios de damas, pero que para ella están vedados. ¿Sentir compasión por un hombre en el suelo pidiendo limosna? Primero le pisa la mano que soltar una sola moneda. Debido a estos motivos es que su cabeza parece hincharse de puro deseo de venganza ante ese sujeto que se atrevía a tocar al cachorro. ¿Quiere meterse con alguien de su tamaño? Bien, no hay duda de que ha llegado al lugar perfecto para ello.
Una vez teniendo el cachorro en su regazo metido en una bolsa de piel de oso, mientras que domina al caballo con una de las manos y la otra mantiene quieto al animal, sus ojos recorren lento a la figura masculina que está ante ella, que impone su presencia sin siquiera hacer alarde de ello. Alguien dispuesto -o acostumbrado- a dominar, a ordenar tanto o más que ella. Sus ojos azules no demuestran consideración alguna al recorrerla con un aire de arrogancia y sobre todo, autoridad. Muchas son las ocasiones en que Ayesha es examinada con esa minuciosidad, pero jamás desde una perspectiva de hambruna de su cuerpo parecida a la de un lobo por un cordero. Sí, hambre es lo que puede verse en él, una tan exquisita y despiadada que causa estremecimientos desde su peinado con los mechones caídos alrededor de su rostro enmarcándolo, el rostro levemente sonrojado por el sol y un tanto brillante por las finas gotas de sudor que lo perlan de forma magistral pues obtienen un marco perfecto para sus finas facciones, amenazando con recorrer impúdicamente la marfileña piel. ¡Atrevidas!
La camisa de varón elaborada en seda, ajustada al cuerpo femenino con el cuello levantado acariciando los picos del mismo las mejillas dejando ese espacio de piel a la vista. La tela de la prenda se ajusta a los hombros femeninos, llegando hasta las muñecas que sujeta cual cadenas con botones dorados. Todo en un color beige que sólo palidece más la piel femenina. Entallándosele en el tórax, sirviendo de prisión de sus senos, impidiéndoles una libertad que fuere necesaria. Arropando la cintura y desapareciendo bajo esos negros pantalones de montar. De fino algodón que se enrosca cual serpiente alrededor de los muslos agraciados, de sus rodillas y pantorrillas, finos rehenes de las botas de tacón alto, raras en una dama que sale a cazar, más propias de los salones de la alta sociedad. Eso es ella: una mezcla entre lo salvaje y el glamour. Sin aretes en las orejas ni alguna joya que pueda delatar su status social aunque ésto es innecesario porque su cuerpo grita quién es, sus ademanes y actitudes de señora del lugar no dejan duda de su procedencia.
La mirada denotando un desprecio palpable, cual pared que ante uno se tiene y al extender la mano se siente. Incluso la comisura siniestra de su labio se levanta unos milímetros al tiempo que la fosa nasal izquierda lo imita. Como si estuviera ante un pedazo de estiércol que apestara en demasía. La ceja del mismo hemisferio se alza en una posición que denota sin duda alguna su molestia y el deseo de que se alejen de ella. El caballo se tensa -puede sentirlo bajo los muslos, esos músculos tan tiesos como las cuerdas de un violín- cuando él se acerca más de lo permisible invadiendo su espacio personal. El propio cuerpo de la Maltesa se pone rígido en consecuencia. Los pliegues de su boca tiemblan no de miedo, si no de rabia contenida en tanto los pequeños dientes blancos son visibles entre las convulsiones leves de esos labios en tanto el pómulo derecho y el ojo se acalambran.
No hay necesidad de que mueva un solo músculo cuando ya Zeus está acercándose y cerrando el espacio que dejó el intruso que ahora mismo parece pensar que una disertación sobre los perros será suficiente para que ella no le dé una orden a su alfa para atacar. Aunque le reconoce el atractivo, de esos raros. Con ese cabello tan negro y brillante que se le antoja sedoso entre sus dedos. Sus ojos azules que la vislumbran y recorren denotando que pasó el examen con sobresaliente. Algo que no la sorprende pues siempre ha sido el objeto de deseo de todos los machos en Malta y no va a cambiar eso en Luxemburgo. El caballo se inquieta un tanto, dando un relincho al tiempo que ella tensa las bridas ordenándole en silencio que se tranquilice. Peculiar el dato de que en cuanto ese hombre se acerca violando su espacio personal, su montura se vuelva nerviosa.
Singular, pero no insólito. El aura que lo rodea le hace pensar en un líder de jauría, sus ojos se permiten recorrer el rostro masculino, los ojos intensos, la nariz distinguida, las orejas ocultas y esos labios que -sorpresa- se encuentra anhelando besar. Las pupilas distinguen en su recorrido unos hombros anchos, el tronco, la forma de las caderas y lo espacioso de sus piernas deducen un hombre que seguro hace el suficiente ejercicio para tener marcado alguna parte del cuerpo si no es que toda. El tipo de ropas utilizadas y la manera en que las luce le recuerdan a las enseñanzas de uno de sus mentores en la Cosa Nostra destinada a saber con quién encararse en una pelea y con quién no. Y él es, como resultado de su análisis uno con los cuales la lucha cuerpo a cuerpo no será beneficiosa para ella.
No lo aparenta por cierto -con esa carita sin ninguna cicatriz- ser versado en esas lides. Aunque todo es un enigma cuando apenas conoces a alguien. Una dicotomía entre el aspecto físico y la personalidad. Dispares, yuxtapuestas. Interesante por averigüar quizá. Aunque terminaría aburriéndose -puede apostarlo- porque con todos le pasa lo mismo. Y ahora empieza justo la decepción puesto que el despido del mozo de cuadras le deja un mal sabor de boca. ¿Cree que ella ha terminado con ese imbécil? Rechina un tanto los dientes buscando que su montura se dirija hacia aquél que va caminando con rapidez. Más cuando el cachorro saca la cabeza y, como si fuera un cizañero, logra que le hierva la sangre al ver una línea roja que va de la oreja del animal hacia el cuello. Los labios le tiemblan al tiempo que su mano se dirige hacia la herida para el aullido de dolor del pequeño.
Alza la mirada intentando que la cabalgadura empiece el galope hacia el susodicho, pero ésta le desobedece intentando alejarse de las manos del depredador que le acaricia las crines. Un descontrol ligero, imperceptible para alguien no experto en estas lides, pero que para Ayesha es imperdonable. Gruñe con voz alta cuando su cuerpo se orienta ligero hacia la izquierda, amenazando con perder el equilibrio, pero sagaz lo recupera. Le muestra los dientes a Dennis en señal de su molestia que aumenta cuando él le pide al cachorro. ¿Quién se cree? Su expresión va de derecha a izquierda. Del licántropo y luego, al sujeto que ahora corre. Rechina los dientes y saca el látigo. De inmediato nota -no sin satisfacción- cómo el caballero recula dos pasos quizá pensando que va destinado a él y no sin una nota ínfima de admiración, por el rabillo del ojo descubre que se alista para cualquier movimiento de la fémina.
- ¡HADES, HERMES, POSEIDÓN, ARES, MARCA! - llama a sus canes para que de inmediato huelan el látigo impregnado con el olor de Hostings. Es espeluznante notar cómo éstos se acercan y olfatean con ahínco, para uno de ellos -Hermes- aullar de ansiedad moviendo la cola y dando saltos de derecha a izquierda esperando la siguiente orden. Ayesha gruñe, manteniéndose en el caballo al tiempo que guarda el látigo - ¡TRÁIGANME A ESA BLASFEMIA! - los cuatro perros salen corriendo a toda velocidad entrenados como están mientras ella los observa un solo instante con una sonrisa satisfecha por lo bien que obedecieron al mismo tiempo que -sabe- Hostings no tiene la menor oportunidad de escapar.
Su mirada regresa ahora al sujeto que tiene al lado para mostrarle los dientes apretando un tanto más contra su cuerpo al cachorro que ahora mismo gime de hambre, puede reconocer. Los otros tres perros, sobre todo uno de ellos se acercan y gruñen al licántropo denotando que, a pesar de estar en desventaja, son demasiado fieles. De la frente femenina una fina y transparente gota se va acumulando. Agua salada, perfumada y aderezada con el sabor de la esencia femenina. Los ojos de la domadora se tornan fríos y cínicos.
- ¿Cree usted que se lo entregaré sólo porque su dueña lo busca? - su sonrisa se muestra en sus labios creando pequeñas arrugas alrededor de los ojos. A lo lejos, los ladridos de los canes se escuchan, el rastro está descubierto, la gota de sudor baja por su sien derecha, agrandándose con las pequeñas esferas a medio formar, bajando por su mejilla - el estado de emaciación es visible, nótese en la forma que las costillas se muestran contra la piel caída. Los ojos opacos, las garras amarillentas y frágiles. El pelaje tieso y no es por falta de aseo o un buen baño. No le entregaré al animal. Si la dueña se preocupara por él como dice bien pudo buscarlo por ella misma - la esfera recorre toda la mejilla bajando por su mentón, recorriendo el cuello de la fémina en un roce sensual a la forma que se acaricia la piel con ella y brilla con la luz - Ofrecérselo sería mi mayor error porque la inconsciente propietaria se dedicaría a alimentarlo con grandes cantidades de comida sin saber que los órganos y la bioquímica del cachorro están afectadas por el largo período de ayuno. Que la concentración de glucosa es esencial para que órganos como cerebro, corazón e incluso músculos y el sistema renal no colapse - niega acariciando la cabeza del animal, en tanto procura mantener bajo control al córcel que se impacienta conforme el tiempo pasa al lado del hombre. Aunque para Ayesha es incomprensible en su ignorancia sobre la verdadera condición de Dennis, pues piensa que está inquieto por otra razón. Esa pequeña partícula vaga por el inicio del tórax, deslizándose entre las clavículas y luego, baja ocultándose en la tela de la camisa.
- Si tanto le interesa a la dueña, deberá pedírmelo. No permitiré que un cachorro con estos síntomas sea entregado a una ignorante que desconocedora de las cantidades adecuadas de alimentos que el pequeño debe ingerir. Si ha estado fuera de casa dos días sin sustento, sus reservas hepáticas de glucógeno (glucosa) se agotaron, por lo que debieron ya ser extraídas de las reservas grasas de los músculos y órganos. Si lleva tres días de privación de alimentos, su metabolismo está ralentizado puesto que durante la emaciación, las cetonas se utilizan como combustible para las células del cuerpo mediante la creación de cuerpos cetónicos y ácidos grasos para ser utilizados como fuentes de energía. Si ha estado fuera cinco días, la grasa se ha convertido en la principal fuente de energía. Seguro se lo entrego y la ignara propietaria lo mata de una sobrealimentación. No gracías, dígale que me lo quedo - lo retuvo contra su pecho al tiempo que rechina los dientes ante la impropia conducta del rocín. ¿Qué diablos le pasa?
La gota sigue su viaje, uno que con el movimiento del cuerpo de Ayesha la lleva al culmen de su travesía instalándose en la parte más alta de la montaña, dejándose deshacer por fin en ese botón rosado que ahora se muestra de forma excitante puesto que ha mojado la camisa y permite la visión de éste en todo su esplendor, tamaño y grosor. Nada más incitante que una prenda mojada, pero sobre todo de ese saliente que destroza corduras e incita a la bestia. Una que Dennis conoce y que con esa acción, se le instiga a emerger para probar esa punta.
Ayesha Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 36 Fecha de inscripción : 12/02/2012 Edad : 32 Localización : Donde haya una cacería
I look in the mirror and see your face If I look deep enough So many things inside that are just like you are taking over
-Taking over me, Evanescence
Sus parajes habrían quedado por siempre sumidos en la más incierta bruma de no ser porque aquella amazona llegaba para imponer su caos por fuera.
Sí, como Dennis lo leía, como Dennis lo pensaba, como Dennis lo veía: por fuera. Por primera vez en su vida, por fuera y no por dentro de su mente visionaria, enclaustrada, atemporal, atormentada tras años de padres muertos y tías descontentas. La visión de aquella mujer montada a caballo se le presentó con escepticismo, porque no podía ser posible que con sólo un simple vistazo, como ésos que llevaba dando desde pequeño, supiera reconocer al molde de sus anhelos, de cómo había pensado siempre que sería la llave de su salida del infierno… Y quizá allí también radicaba toda la sorpresa que antes había analizado: que no se parecía en nada, que jamás había moldeado la imagen de una mujer en su mundo abstracto y alejado de la realidad, sencillamente porque era demasiado fácil, demasiado repetitivo. ¿Otra mujer, como su madre? ¿Otra mujer, como su tía? Su interior no había logrado el equilibrio necesario para retenerlas a ambas, y la elegante ferocidad con la que aquella le contemplaba, le hablaba y, es más, hablaba a sus perros, ordenaba a todo su entorno con la gracia de una daga sensual y puntiaguda… No auguraba principios lejanos al dolor, a la encrucijada, a la complicación.
Claro que… ¿Cómo diablos iba alguien a conseguir penetrar en su complicada coraza, si no era igual de complicado también?
Todo aquello le llegó a él en forma de sensaciones, pálpitos; los espasmos impensables que representaba su cabeza desde el primer momento en que su hogar dejó de ser lo que alguna vez le tuvo dando botes de alegría y durmiendo en una cama matrimonial, mecido por la protección de dos cuerpos. Ergo, Dennis no pudo sentirlo racionalmente. De ser así, quizá aquel par de almas que ahora se enzarzaban con la mirada, destinadas a compartir alcoba y necedades y sueños… se hubieran dejado de discusiones, de desconfianzas, de luchas encarnizadas por ver qué lengua era más certera, qué presa menos resistente; qué pasado más vigente. Para Dennis -el Dennis obligado a ser consciente, a catalogar al mundo en base a lo seguro-, frente a él sólo había la criatura más bella nunca antes concebida por cualquier realidad, incluso si esa realidad era la de un niño inocente. Aquella criatura le mostraba los dientes y sacaba pecho, pero aquello no bastaba para que la tendencia de aquel hombre a marcarse por sobre los demás desapareciera. Mucho menos si era por defender a uno de los pocos seres puros que conocía, como su vecina.
No sé qué pretendéis hacerle a ese pellejo ambulante de Hostings, pero sea lo que sea, no voy a permitíroslo –atajó, burdamente satisfecho de que el caballo continuara prendado de su temor y consiguiera crear confusión en el lienzo perfecto (que él negaría en su definición) de su dueña-. Está o, al menos estaba, a mi servicio, de modo que es tarea mía decidir el castigo que se le impondrá, también como un error por mi parte al haberle permitido siquiera acercarse a mi casa. Aunque lo que os muráis de ganas de hacerle con vuestros sabuesos lo merezca con creces, no estamos en un poema de Esparta- Y mientras hablaba allí quedaba atrapada en el hipnotismo de su observación; la gota de sudor de su cuerpo esbelto, mostrándole la senda que Dennis estaba a punto de morirse por recorrer con las yemas, de guiar con su lengua y aferrar entre sus manos. El sudor se burlaba de él, sabía que se burlaba de él, y eso hizo que las ansias por verse atrapando aquella gota de un mordisco que prevaleciera en la piel aumentaran a través de sus pupilas, con una sonrisa que transmitía claramente ‘Voy a hacerte gemir locuras’-. Y de todas formas, os aseguro que más que dolor físico, lo que degrada a un hombre de verdad es acabar deambulando por las calles sin nada con lo que vivir ni mucho menos ganas de hacerlo. Ni dignidad ni medios para ella. Podéis llenarle la piel de heridas, arrancarle los huesos y comeros su carne, pero las ideas de su cerebro, ésas que le han llevado a cometer la atrocidad por la que le acusamos, permanecerán ahí, intactas. Aunque le cortéis la cabeza, eso no significa que podáis cambiársela… Claro que, quizá, sea algo que a vos ni siquiera os importe.
Dennis había aprendido a identificar el atractivo de las féminas en menos segundos de lo que tardaba en excitarse y excitarlas a ellas, en consecuencia. Y, a veces, el mecanismo resultaba tan inequívoco que no siempre veía saciadas sus necesidades más allá de las meramente corporales. Sin embargo y aunque estuviera haciendo exactamente lo mismo que hacía con las demás, analizarla, supo que la desconocida de entonces iba a continuar agitando cambios en su rutina. Porque con su capacidad experta de reconocimiento, Dennis ya la había recorrido una, dos, tres, cuatro, cinco, hasta seis veces… y todavía tenía hambre de más. Un hambre predadora que no sólo respondía al físico, sino también a la esencia. Aquello de lo que carecían todas, aquello que la desconocida desprendía incluso con blasfemia.
Por favor… Presenciáis un hecho que os hierve la sangre y ya os sentís con pleno derecho a actuar en consecuencia cuando sólo acabáis de llegar a mitad de la historia que se cuenta. He visto faquires de tres al cuarto con menor pretenciosidad que la vuestra.
Y, aun así, aunque Dennis no se molestara en disimular de ninguna de las maneras su deseo y es más, quisiera que ella lo sintiese… al mismo tiempo, no demostraba flaqueza ni duda alguna.
Todo eso está muy bien –respondió a toda su descripción del cachorro-, todo eso ya lo veo yo sólo que mejor explicado de vuestros labios expertos en la materia –al decir eso, se detuvo durante unos segundos para fijarse más detenidamente en esa zona de ella y torció la boca con más sorna-. Pero no tiene nada que ver con lo que acabo de deciros. Es bien sencillo: conozco a ese cachorro y conozco a la persona con la que lo veo casi todos los días retozarse de felicidad y lamer sus sonrisas hasta que no quede carcajada en el aire. Ergo, voy a hacer que se reencuentren, tanto si os parece bien como si no, porque por mucho que os sintáis la defensora de la fauna y la flora, no tenéis nada que ver con todo esto.
Pues a una chica como aquella, que derrochaba tanta fascinación frente a él, no debía de sorprenderle precisamente que los hombres supieran ver que era una diosa de ébano, pero sí que a pesar de eso, continuaran como si nada. Imbatibles, inescrutables, impredecibles.
Seguro que para alguien tan entendida en el tema canino como vos, no le será desconocido el hecho de que la calidad de un perro es tan desvivida que mostrará fidelidad a su dueño, incluso si éste le trata como a estiércol puro (cosa que para nada es el caso que nos ocupa ahora). Y probablemente si la dueña en cuestión no sabe nada de lo que acabáis de recitar, es porque ni siquiera tiene siete años. Culpad a sus padres, culpad a la ignorancia en general, culpad a lo que os venga en gana, mas no pretendáis imponeros como la jueza de nada, porque os habéis puesto en medio, pero no conocéis el páramo; no conocéis a cuantos haya implicados, ni siquiera a ese cachorro, por mucho que sepáis hacer un informe impecable de su estado físico. Si hay que hablar de una ignorante aquí, ésa sois vos –‘¿Quién se creía Dennis?’ ¿Quién se creía ella?-. Habéis salvado a esa criatura, pero ahora vuestro comportamiento contradice la validez de ese logro, porque si hay algo más cruel que recibir patadas o desnutrirse, es no tener al lado a la persona que, con amor y devoción, la ha criado desde su nacimiento. Sí, exactamente, eso que pretendéis hacerle vos ahora. De modo que no… Gracias a vos, pero no podéis llegar aquí e imponer vuestra propia lógica como si tal cosa. No os quedaréis con él porque le venga mejor a vuestro juicio. Es así.
A Dennis le importaban un comino los hombres. No obstante, él concretamente y no otro portaba una personalidad lo suficientemente férrea como para que hablase antes que su propio miembro. Y es que con los años, la mente era lo único que prevalecía.
Si no, que se lo dijeran a sus pesadillas.
Si persistís en negaros a dármelo, soy vecino de su familia y estaba colaborando en su búsqueda. Además de no moverme de aquí ni permitíroslo con mis propios medios, yo mismo informaré de cuanto sea necesario para que no os salgáis con la vuestra, puesto que ya no habrán perdido a su perro, lo habrán secuestrado. Algo directamente serio y condenable, más todavía para alguien que ni siquiera es de por aquí. Y para más inri: por otro ser aparentemente igual de volcado en dichos animales. O es que, ¿cómo os sentiríais, acaso, si alguien hubiera decidido haceros exactamente lo mismo de pequeña y con el primer sabueso que tuvierais? Desde luego con este comportamiento, vuestra hipocresía y falta de empatía es más espeluznante que todo lo que seáis capaz de ordenar a vuestro séquito de canes.
Cuanto más fuerte era el huracán de un inicio, más purgadora era la mano que finalmente lo concluía.
Última edición por Dennis Vallespir el Vie Ago 24, 2012 8:15 am, editado 3 veces
Dennis Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 242 Fecha de inscripción : 14/02/2012 Localización : Bajo el dedo de Judith
{Nadie se me había enfrentado en Malta, ni en la Cosa Nostra. No de esa forma en que todo se estremece, en que los vientos lo arrasan, incluyendo mi orgullo y mi ego...} Mismo día 16:03 pm
Las palabras se vierten sobre el vaso cual whisky buscando una libertad que ni es propicia, ni importa a aquélla que se mantiene en lomos del caballo que aún se encuentra inquieto. La expresión no puede ser más elocuente: loco, eso era no sólo por mantenerse ahí, de pie ante ella que tiene no sólo un caballo capaz de darle un par de golpes mortales con los cascos en cuanto Ayesha lo ordene, si no también un látigo, una ballesta, una puntería endiablada, una fusta y de paso, un par de pistolas por si todo se sale de control en algún momento. Y el neanderthal no entiende que para ella, sus palabras son simplemente eso: aire transformado en las cuerdas vocales que le dan una connotación que puede explayarse en el espacio porque sólo entran por el oído derecho y salen por el izquierdo siendo levemente entendidas por ella, no porque sea una retrasada mental si no porque no le interesa lo que pueda o no decirle. Es en la educación, la experiencia y la consuetudinaria existencia de la Maltesa que está la connotación de oír, pero no escuchar y por lo tanto, no atender a las demandas que los demás le hacen si no se encuentran dentro de sus propios decisiones e intereses.
- Si tanto le interesara su esbirro, habría detenido sus fechorías antes de mi llegada en cambio, se dedicó usted a mirarlo, señal de que ni siquiera tiene la fuerza y el - un día debe aprender el fino arte de cuándo quedarse callada, pero para su desgracia, hoy no es ese día - liderazgo para imponérsele como intenta ahora conmigo. Omitió su responsabilidad de detener al mozo, esperó a que yo le ajusticiara y eso abrió la puerta para que haga con él lo que considere prudente. Créame cuando le digo que me viene dando igual si no estoy en Esparta, si no es un poema, si usted se siente en el derecho de castigarlo porque él fue parte de su servidumbre o qué sé yo. Señor, ya su momento pasó, parpadée como los Dioses de esa cultura que tanto le gusta y que la vida de ese hombre deje de ser su responsabilidad, porque no me importa si es el mismo Rey de Luxemburgo, no voy a darle el gusto. Si quiere que yo detenga a mis perros, tome asiento en su caballo tal cual estaba cuando llegué, porque parado se va a cansar de esperar a que lo obedezca - qué forma de verla, de hacerla consciente de que no es un hombre al que ella está acostumbrada a mangonear y manejar a su antojo, éste es uno que tiene mente propia. No sólo eso, si no que lo reafirma con la musculatura necesaria y provista del arsenal más sofisticado que alguna vez viera en un miembro de la Cosa Nostra, pero que en él es exótico y sobrenatural. Una fiera ante ella que está en desventaja, presta para atacarla en el momento más inesperado para hacerla gemir y gritar de placer de formas inimaginables para su virginal mente en cuanto la tenga sobre un lecho. Un hombre de cuidado, pero no por ello se va a amedrentar. No aún... Y mucho menos por esa sonrisa que le causa cosquillas en el vientre. Dios, qué sonrisa... aún así se regaña, debe ser firme y encararlo, rebelarse, ajusticiarlo, desesperarlo, sacarle lo peor y decidir entonces qué hacer con él, aunque no puede dejar de admirar la forma tan exquisita de contrariarla, porque de estar en Malta este hombre ya hubiera sido atacado por su manada... - Y tiene razón, no me interesa cambiarle la cabeza, tengo mejores ideas sobre qué hacer con ella y no malgaste su saliva, que estoy acostumbrada a hacer mi real voluntad y si esa es el que mis perros persigan al susodicho, pues eso es lo que se hará y ningún Luxemburgués sin estilo vendrá a decirme cómo tengo que actuar...
Aunque hay una diferencia enorme entre el oír, escuchar, atender y el ver, observar, curiosear, avistar, aprehender... Y no es el simple acontecimiento de que cada actividad se realice con un sentido diferente o que sean connotaciones que impliquen otras medidas para obtener la mayor cantidad de datos. No. Definitivamente no. Porque la disparidad estriba en un aspecto muy sencillo: las señales que se envían al cerebro y que, en consecuencia, son repartidas con impulsos eléctricos al resto del cuerpo en una respuesta a la primera acción. ¿Complejo? No tanto como lo que ahora la jinete piensa levemente disgustada por lo que su ser reacciona ante la presencia del hombre que en cierta forma, pareciera rodearla, circundarla, cercarla... No moverá éste un solo músculo, pero no es necesario. Sus ojos azules fijos en los de la joven son suficientes para hacerle sentir apresada en una jaula donde él es la bestia y ella la cordera llevada al matadero. A sus garras, a sus fauces, a su indiscutible aura de salvaje atractivo. La contraría tanto como la provoca, la hace sentir hormigueos en zonas desconocidas, en partes tan íntimas que no creía capaces de ser tan receptivas. Su cuerpo reacciona al masculino, sus pezones se tornan aún más duros y la sangre se acumula en ellos dándoles un tamaño mayor. La piel de su cuello se sonroja levemente, esperanzada en que quizá piense él que es producto del calor aunque ella desconoce de esa gota de sudor que ha mojado la blusa con antelación, permitiendo que el macho pueda ver la reacción de la hembra... su hembra...
- Pretenciosidad la suya, que cree que por venir a plantarse ante mí con su cara bizarra y su cuerpo que busca imponer un dominio supone que se lo daré. Sí, soy de las que piensan que el liderazgo no está basado en una persona que ordena, si no en aquéllos que la siguen y hacen lo que no desean porque suponen que no tienen alternativa. Usted no va a obligarme a hacer nada con sólo abrir su boca y pedirlo pues se ha equivocado al simular que soy como cualquier otra criatura femenina que se ha encontrado a lo largo de la historia, yo sí soy una mujer y para domeñarme le falta mucho, si quiere se lo demuestro aunque dudo que su mayor tesoro físico - se mofa con una sonrisa de medio lado que le hace brillar los ojos de diversión - tenga un repuesto porque tenga por seguro que lo necesitaría cuando terminara con usted - aunque sería una pena, un hombre así, tan viril y masculino, tan confiado de sí, lleno de autoestima... sí, una gran pérdida dejarlo como eunuco, pero vamos que no se piense que está ante cualquier otra niña, ella siempre ha sido la que impone sus reglas y no empezará ahora a cambiar su modus vivendi. Y mucho menos por un garañón que la incita como ninguno... Pecado, mortal pecado porque en sus manos y labios seguro conocerá la gloria de la pasión, pero nunca se entregará puesto que -presiente- también enloquecerá de anhelo, posesividad y celos por él... Demasiada entrega para tan poca retribución...
Sí, de acuerdo... aunque la joven no se lo reconocerá a voz viva, él la atrae. No es sólo la situación de que se le plante al lado, que siga exigiendo aún cuando ha visto lo que ella es capaz con su látigo, con sus perros, con sus labios. Él sigue apostado en el pasto, firmes los pies, el cuerpo dispuesto a dar batalla y a pesar de que ni siquiera la haya rozado aún -y maldito sea su cuerpo porque de pronto se encuentra anhelando que lo haga-. Ni el hecho de que tenga las palabras suficientes para hacerla reflexionar algo jamás visto en su pasado. Ni que tenga esa masculinidad latente de forma brutal y perceptible. Un lobo es lo que tiene ante ella, uno que no quiere cazar; todo lo contrario, la joven se encuentra deseando ver si la fisionomía masculina es tan dura como sus ojos que no la dejan ni a sol ni a sombra, si es tan atractiva como el aroma de agreste personalidad que deja a su paso. Estar entre sus brazos, ser besada por sus labios, -tonterías, viles tonterías- sentir lo que es un hombre sobre ella, bajo ella, junto a ella, tras ella... y no cualquier hombre... él... ¿Acaso es una locura total? ¿Dejar atrás el tabú que ata sus necesidades físicas? ¿El intento de aquél barbaján de poseer su cuerpo en aquélla cacería? Aquél que ahora es comida para gusanos, pero desde ese momento fue tan traumático no volvió a ver a ningún hombre con un deseo sexual mínimo... hasta ahora... Y no es cualquier incitación, es una que le hace sentir el cuerpo tan preparado que la hace temer de la intensidad de ésto, de lo que él provoca en ella, como un temblor en la tierra de alta magnitud que cimbra todos los cimientos... - ¿Defensora de la fauna y la flora? Perdone, pero aquí el débil es usted peleando por causas nobles que bien pueden ser tomadas por algunos como femeninas; yo sólo defiendo perros, al menos éstos no muerden la mano que les da de comer y son fieles como usted mismo ha dicho. Atacan de frente, aunque quizá eso sea un concepto que jamás pueda entender en esa cabecita con ricitos de niña bonita que tiene sobre los hombros - se mofa más que divertida, aunque su curiosidad es azuzada cuando escucha que alguien es feliz con el cachorro y quiere saber más por lo que le deja seguir hablando. Una niña de siete años y eso la hace entrecerrar los ojos... la propia Regina recibió a su primer cachorro en una edad más tardía, pero no por ello dejó atrás los recuerdos de los momentos más divertidos de su vida en compañía de su animal. Mira al pequeño que la observa moviendo el rabo como si diera fuerza a esas palabras y le acaricia el morro haciendo que él ladre de alegría. Si es tan sólo una pequeña su ama, entonces bien puede ceder... aunque sus tribulaciones son interrumpidas por el insulto del hombre ¿Quién se cree? ¿Acaso no sabe quién es ella? ¿De lo que es capaz? Por tierra ha echado todo lo que ella siente respecto a él, su cuerpo, su ansiedad... no, no la merece... sólo está destinado a ser uno más bajo el yugo de su látigo o de cualquier otra arma... - Bla, bla, bla, también usted es bueno en los insultos ya lo compruebo, pero que le quede claro que está más que equivocado al pensar que puede plantarse y exigirme algo que no quiero dar, puede hacer de su verborrea un bollo y metérsela por donde mejor le entre o si lo prefieren sus perversiones, introducírsela por donde más le duela, yo no tengo problema con eso - no sabe por qué, pero de pronto le da mucha alegría y se divierte haciéndolo renegar tanto como él a ella. Es una lucha de egos, de voluntades que le agrada tener; algo novedoso en su vida, algo que le encanta. De reojo ve a Zeus erizándose en plan posesivo y sonríe para sus adentros porque ya tiene la forma de largarse de ahí y dejarlo con un palmo de narices... un plan se urde en su mente con una rapidez propia de una flecha. Debe alejarse para tranquilizar sus ímpetus y ver desde otra perspectiva todo lo acontecido en estos pocos minutos.
¿Qué tiene este hombre que despierta su ser más animal, más salvaje, más... primitivo? Esa es la palabra porque no puede pensar en otra cosa que no sea él, en que le haga sentir lo que ninguno ha logrado, que le robe un beso, que... -kkritikat- debe ignorarlo, hacerlo a un lado de su mente, desterrarlo, pero no puede. No cuando él se mantiene erguido como todo un guerrero espartano que no cede ni un ápice contra su rival, que lo acorrala y no le da tregua hasta que cae vencido y él se declara el gran triunfador. ¿Será capaz de permitirle tal hazaña? Quizá sí, pero debe merecerla. Y por ello mismo lo pondrá a prueba. Será divertido ver si es o no capaz de darle un bonito recuerdo de Luxemburgo para cuando se vaya en una semana. Es interesante conocer a un hombre así. Bastante curioso.
- Jajajajajajaja - qué hilarantes son sus palabras - ¿No me va a permitir moverme de aquí con sus propios medios? - siguió riendo y su expresión se torna más joven de lo que a primera vista parecía ¿Cuántos años puede tener? - No me haga reír que traigo el corsé puesto, ni crea que es más inteligente que yo, señor "Homo No-sé-dónde-dejé-el-sapiens", porque para eso le faltan años - le mira con seriedad cambiando la expresión en un solo instante cuando las amenazas vinieron seguidas de un golpe muy bajo, sus ojos echan chispas y su expresión se convierte en una más cruel y agresiva, anhelante de ver la sangre correr - no me amenaces neanderthal, puedes acusarme de secuestro, pero para ello yo debería de exigir un rescate so retrasado mental ¿Acaso no conoces la tipificación? ¿Sus elementos? ¿Piensas que estás ante una ignorante de las leyes? ¿Eres tan idiota como para no reconocer la diferencia entre un robo y un secuestro per se? Primero pónte a leer libros de ciencias penales y luego vienes a acusarme de un delito que ni siquiera cumplo con el elemento subjetivo y el acto exterior. Y antes de amenazarme piensa en ésto, siempre iré un paso adelante de tí. No lo dudes... Siempre estaré un paso delante tuyo.
De reojo observa a Zeus, está listo para saltarle encima a Dennis, tiene que controlarlo, por lo que voltea para lanzarle una mirada que lo mantenga quieto, pero una acción del licántropo desquicia todo... Un paso demasiado rápido hace que la cabalgadura tema por su vida y al tiempo que relincha, se eleva sobre sus cuartos traseros elevando los delanteros dando coces intentando que el hombre se aleje por todos los medios. La joven que estaba distraída en su líder de manada, siente la fuerza de la gravedad jalándola hacia el piso, pero logra pescar con las uñas las crines del caballo, afianzar los muslos en el cuerpo del animal al tiempo que hace gala de la fuerza otorgada por tanto ejercicio, tensando todo el cuerpo procurando que el pequeño no se caiga, manteniéndolo contra su vientre con una de las manos. Gruñe de ira, ¿Qué diantres le pasa a Cerbero? Jamás actuó así, mucho menos desde que su padrino se lo obsequiara. Y no la va a tumbar, oh no, no frente a este maldito, no le dará el gusto de verla en el suelo.
- ¡CERBERO, MALDITA BESTIA! - un movimiento rápido para enredar la correa de la bolsa del cachorro en el brazo y tomar las riendas con éste al tiempo que suelta las crines para tomar la fusta que vuela con rapidez en el aire para dar uno, dos golpes en las ancas del caballo con la fuerza necesaria para que sean suficientes y que éste vuelva a tener las cuatro patas en el piso... el cuerpo tembloroso de la joven se muestra en un instante de debilidad en tanto muchas gotas de sudor recorren no sólo su rostro, si no también sus clavículas, su tórax, su espalda... el miedo está latente en cada célula de su ser. Se relame los labios en un mohín nervioso y tras un instante de debilidad, mira con rabia al hombre que se le acerca quizá a comprobar si se encuentra bien. La fusta vuela con una rapidez impresionante, pero no tanta como la facilidad con que él la detiene con una mano. Y ahí están ambos, ella con la mano izquierda en las riendas, con la bolsa detenida y el cachorro aullando de miedo. La derecha sostenida por la siniestra del hombre que la mira fijamente, desnudándole no sólo el cuerpo cuya blusa se pega a él como segunda piel, provocada por el sudor vertido tras este pequeño exabrupto, si no también el alma. Queriendo tener más de lo que la Cipriott le otorga. Tan juntos que puede ella olerlo, idiotizar sus sentidos con su calor, con su presencia...
La joven traga saliva un instante imperceptible para muchos que pudieran verla, menos para los sentidos lupinos y mucho menos para un hombre tan observador como lo es Dennis... Los labios le tiemblan levemente producto de la escena antes vivida, del momento que bien pudo ser mortal en caso de haberse caído. El rostro sonrojado por el calor, el miedo y sí, la presencia y el acercamiento del hombre que tanto la incita. Su olor fresco y floral con notas de magnolia, peonia y flor de loto se hace latente con la misma sudoración, gotas que resbalan por su piel acariciándola, llegando hasta su blusa y más adentro, recorriendo el cuerpo femenino que aún se ofrece paganamente. Tan cerca que puede el macho ver la curvatura de uno de los senos por la posición del brazo femenino, la tozuda intención de no soltar al cachorro y la abertura de la blusa que amenaza con desprender otro de los botones... si eso sucede, la visión del seno será imposible de ocultar como siga con su afán de proteger al pequeño animal. Un poco de más fuerza por parte del macho y ella misma podría caer del caballo. No hay más que ver cómo tensa el muslo derecho contra el estribo. Está haciendo equilibrio para no irse de bruces contra el Luxemburgués. ¿Qué es más interesante: que un botón se desprenda o que tenga a toda la bestia encima de él?
Aunque ella inclina la balanza en el instante en que Zeus, vuelto loco de celos intenta atacar a Dennis fauces por delante, el único capaz de ir a rescatar a su dueña porque los otros están amedrentados por la fuerza de Dennis, su instinto les dice que no deben encararlo, que es un líder de manada quizá más fuerte que Zeus a quien no le importa enfrentársele porque quiere dejar claro su lugar de alpha. La Cipriott aprovecha el instante en que el hombre voltea a ver a Zeus, en su afán de hacerle daño no nota siquiera cómo el perro se detiene con un gemido en un movimiento seco y mete la cola bajo las patas, domeñado por una sola mirada del Luxemburgués. No lo nota porque está concentrada en morder con violencia la mano que la sujeta con la finalidad de que la suelte de una vez hincando los dientes sin piedad, hasta abrir la piel y dejar que algunas gotas de sangre emanen. Es una bruta, pero se enfrenta a una bestia peor que ella. ¿O no?
Spoiler:
Lo siento, pero no dejaban mis dedos de escribir U_U y te dije que correría sangre
Ayesha Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 36 Fecha de inscripción : 12/02/2012 Edad : 32 Localización : Donde haya una cacería
Push me in Into greed Force me in Into greed Squeeze me in Into greed
Break me in
-Forced In, Muse
Y todavía continuaba allí, dialogando con ella, martirizando la intensidad de su mirada con la de aquel primer encuentro. Dejando ver cómo su abrupta perfección, femenina y poderosa, llegaba encajada en un cuerpo y un alma tan indomables que intensificarían todavía más la trascendencia de su papel en la vida de Dennis. Ella, todavía sin un nombre con el que etiquetar algo de su presencia para no volverse todavía más loco de lo que ya estaba, ahora además por su culpa. Ella, su herida personal, su herida con calificativo propio y capacidad absoluta y única para filtrarse por la enfermedad de aquel hombre y demostrarle que incluso habiéndola conocido más tarde se disponía a convertirse también en la definición de cuanto controlaba su desbaratada cabeza desde que había dejado de tener padres.
Para gustaros tan poco los discursillos, habéis empezado vos a escupirlos como si fuerais una profesora despechada y verborreica –suspiró con falsa condescendencia, sin abandonar la sonrisa de medio lado-. No os preocupéis, no malgastaré mucho más vuestro corto entendimiento, pues comprendo que sólo atine a razonar determinado número de cosas. Y ninguna de ellas muy abundante.
No había duda alguna, Dennis ya no podría despegar sus pies de la hierba, por mucho que el caballo se elevara sólo sobre sus patas traseras para alejarlo de aquella visión incluso onírica, por mucho que todos los perros que andaban al acecho de su dueña y señora rugieran con la intención de dejarle sin piel con la que camuflar la exquisitez de sus huesos, tan fuertes y desgarradoramente viriles, que hasta en aquella abominable y desfigurada apariencia lograrían imponer su autoridad. El hombre no únicamente decidió postrarse subliminalmente a cuanto estaba presenciando de aquella muchacha, sino que supo desde el preciso instante en que ella le habló de aquella manera tan osada, tan desconsiderada, tan decidida en su orgullo de acero, tan curtida en una inteligencia de la que pocos a su alrededor podrían presumir… que no iba a dejarla escapar. No literalmente, pues sabía también que aquella primera unión de sus caminos era tan sólo el prólogo de una larga y condenada estela de capítulos con los que retorcerse bajo las brasas de su propia relación. Podría salir de allí corriendo a lomos de su corcel y custodiada por los ladridos de sus sabuesos, mas no la dejaría escapar a través de él, de lo que siempre había definido su psique, su carácter, su condena patológica ante las experiencias de la vida: tenía que marcarla, que convertirse de igual modo también en su herida, en su tatuaje, en su cicatriz… que en la dureza de sus palabras o de sus gestos o de su inminente presencia ella pasara a formar parte de lo que ya era el jodido Dennis Vallespir: alguien que dañaba todo lo que se aproximaba a su corazón.
No disfracéis vuestros actos roñosos de filantropía, no –carcajeó, sin un ápice de exageración en el complejo poderío de su rostro-. Vos no defendéis perros, vos los alejáis de quienes aman por orgullo propio, porque no toleráis una ofensa o sois incapaz de reconocer cuando alguien tiene la razón aparte de vos misma –había sinceridad en lo que decía, por supuesto, ahora no era sólo un niño que quisiera llamar su atención, era simple y llanamente Dennis Vallespir mostrándole que era Dennis Vallespir… mostrándole que él, tal cual, sin más, iba a pasar a transformarse en su interminable desafío- ¿Que yo soy un corderito inocente? Por supuesto que no. ¿Que yo realmente tendré siempre la razón en esta vida, por mucho que más adelante niegue haberlo afirmado? Por supuesto que tampoco –Increíble, lo que estaba consiguiendo en él aquella desconocida. Sin duda alguna, tenía que estar dándose cuenta, él quería que estuviera dándose cuenta. O de lo contrario, ella perdería una increíble ventaja para enrojecerle el cuello con la correa de su mando maltés-. Puesto que esta vez no intento deteneros porque me crea superior a nada o porque quiera llevaros la contraria, eso sería lo ideal para todo vuestro juicio infecto, ¿verdad? Pero no, lo hago simple y llanamente porque es lo justo. Cosa que por muy enfurecida que os pongáis o por mucho que dejéis ver todo lo que habéis estudiado y lo que no, por mucha sangre que hagáis derramar o por mucho que tengáis control sobre los animales aquí presentes, jamás vais a poder decir.
Porque lo veía, lo sentía, percibía que aquella mujer tampoco había pasado por una vida sencilla, quizá incluso hubiera visto con los ojos externos, no sólo con los que torturaban la mente, muchísimas más atrocidades que él mismo y precisamente por eso también sabía que ella rechazaría comprenderle sola y únicamente porque sería la única que podría llegar a hacerlo. Y ante su huída, su negación de futuros sentimientos, esa dignidad curtida a través de una existencia repleta de desengaño y dolor, la muchacha alimentaría la de Dennis en un círculo desorbitado de masoquismo y auto-destrucción por el que ambos deambularían hasta encontrarse finalmente en algún punto común donde pudieran lamerse las heridas que les había dejado el otro. Y con cada embestida, cada insulto, cada ladrido que ella le arrojara, él le respondería mostrándole también sus colmillos, no porque creyera que llegarían a asustar a una criadora de perros, sino para que no olvidara nunca que aquel hombre –su hombre a partir de entonces, su perro hasta la eternidad- se convertiría en el único animal presente con el poder suficiente para lastimarla y lastimarse a sí mismo en consecuencia. Por eso tampoco se inmutaría nunca ni por tormentas ni huracanes ni criaturas atroces, como la bestia que había ido gestándose en su interior desde la mordedura de aquel hombre lobo en París… Pues aunque la enigmática extranjera se negase a sucumbir todo lo que había sido, era y podría llegar a ser entre sus brazos fornidos, el propio Dennis, con su esencia, con su respiración, con su mirada, siempre sería la prueba irrefutable de que ya no importaba lo que pensara uno o repusiera el otro. Habían dado el primer paso hacia el umbral de un infierno que ya no tenía más solución que hundirse en él hasta que el azul de la luna dejara entrar el primer chorro de luz humano.
Quizá tengáis razón en eso de que no me importa una mierda ‘mi esbirro’ ¿Tan desesperada os encontráis por buscar un chivo expiatorio a vuestro sadismo? Haced lo que queráis con Hostings, si tanto os quita el sueño, ya no está a mi servicio. A fin de cuentas, tengo mejores cosas que hacer, como hablar con esta suculenta dama- añadió, realizando un burlón asentimiento de cabeza en tanto se la comía con las pupilas-. Si os gusta insistir con la prole de peor calaña, allá vos. A fin de cuentas, la basura se junta con la basura. Manchad vuestro tiempo y el de vuestro séquito con quien no lo merece. Oh, y aprovechadlo para decir que por eso mismo lo estáis empleando ahora conmigo, tan falta de recursos argumentales como andáis para los insultos, ya os facilito yo mismo el camino hacia el más soporífero.
El bipolar inquietante, el bipolar pensador, el bipolar certero, el bipolar destructor. A la chica, con su ascendente agudeza y la espiral de odiosa pasión que empezaba a compartir con él, no le pasaría inadvertido ese hecho: las paredes de la cabeza de Dennis no se ajustaban a la conciencia ni a la realidad que respiraban el resto de mortales. Y lo que podría interpretarse como una flaqueza, en cuerpo y mente del luxemburgués no significaba sino un símbolo absoluto de cómo, a pesar de sus variables, la firmeza que le invadía era auténtica, letal; mortífera. No le debilitaba, al contrario, era lo que agilizaba sus reflexiones durante el tiempo suficiente para admirar la belleza física a la vez que la mental, de aquella amazona perfecta. Sin dejar, ni por un solo instante, de perder credibilidad, imposición o fuerza. El único afectado por sus altibajos, el único que podía descenderlos o aumentarlos, era el propio Dennis… Al menos, hasta ese día.
Está visto que para decir también que os trato como a cualquier otra fémina no habéis comprendido absolutamente nada de mí. Y creedme, eso no os hace estar por delante de nadie, no os hace estar por delante de mí –¿la deseaba? Oh, sí. Y desde que la sangre lobuna invadió gran parte de su cuerpo, ya no recordaba las veces que había perdido el norte sobre el cuerpo de una mujer para no desintegrarse físicamente en la vorágine de su naturaleza. Por su piel corrían los escalofríos de placer de miles de orgasmos y la lujuria no le era plato desconocido, pero con ella, ah, con ella… ¿Tratarla igual que a todas las que ni siquiera visitaron su propia alcoba? Por favor, una obsesión, u-na-pu-ta-ob-se-sión como la que iba a encontrar en la criadora de perros, después de las únicas que marcaron su trayectoria hasta entonces, como París o su familia… ¿Iba a representarse en una jamelga más como cualquier otra? Ja… ¡Como si Dennis continuara donde estaba sólo por follarse a quien pasara y ya! ¡Como si no tuviera bastante con lidiar con lo psíquico además de con lo físico! ¡Como si pudiera concebir a la maltesa sólo en el campo carnal, limitando los alcances de su arrolladora presencia de forma tan despectiva! No, claro que no lo hacía. Dennis era consciente de que su libido se respiraba en el aire y en su lenguaje corporal y expresivo y que jamás abandonaría su condición insustituible de macho alpha. No quería disimularlo, no quería resistirse a imaginarse con la cabeza entre aquellas piernas esbeltas y exprimiendo hasta la última gota de su sexo… Pero una cosa no quitaba la otra porque, como primera vía para anclarse a ella, como primera vía para descubrir que no todo el monte era orégano, el espíritu animal que se había activado entre ellos suponía el comienzo… Y Dennis ansiaba ese comienzo tanto como a la hembra que tenía delante-. Vos me estáis subestimando, yo (a mi manera) no. Porque si lo hiciera, los dos estaríamos muertos; vos por mí y yo por vuestros chuchos. ¿'Terminar conmigo'? ¿'Cara bizarra'? ¿En serio? -algo dentro de él hizo que sonriera distinto cuando la escuchó insultarle de modo tan pueril y soez, recordándose perfectamente a sí mismo, a esa parte aniñada que pocos podrían conocer y a la que ella se aproximaba a pasos tan avanzados que resultaban surrealistas-¿De verdad soy yo el que he empezado a faltar el respeto, según vos? Menuda forma de abordar la situación...
No supo hasta qué punto logró paralizar a los canes sólo con arrojarles su mirada sobrenatural, acompañada de todo ese oxígeno de liderazgo puro que se respiraba a su alrededor, sobre todo para el resto de animales próximos. No supo hasta qué punto perduró la imagen del descontrol del caballo que luchaba por alejarlo de su dueña sin perder el pavor que lo seguía reteniendo. Ni siquiera llegó a pensar en cómo, a pesar de todo, sus reflejos decidieron aproximarse hacia la chica, esquivando como podía las coces del rocín, para frenar sus intentos de hacerle daño y acabar paradójicamente con los dientes de la mujer clavados en su mano. Todo estaba de más en aquel cuadro bucólico propio del Romanticismo. Solos él y la amazona y la rabia ígnea de aquel par de orbes, azules como el color que algún día les fusionaría.
Nunca nada de lo que salga de una flacucha con corsé que tarda tan poco en recurrir a la violencia va a hacer que me sienta mínimamente ofendido- y para seguir contribuyendo al surrealismo, a su peculiar imbatibilidad, no sólo no luchó por apartarle la mano, sino que tampoco se movió ni emitió alarido alguno, sencillamente habló como si nada, como si no tuviera hundidos en la piel los colmillos de aquella predadora que luchaban por arrancársela. Sólo añadió una mueca más evidente de su ansia enfermiza -. Tanto que os da por hablar de leyes y tomaros mis palabras a la literal, vuestros argumentos sólo están escupidos por el más vil autoritarismo, propio de las mafias o los monarcas corruptos. Robo o secuestro, ¿de verdad hace falta etiquetar vuestro comportamiento para que sea más o menos rastrero? ¿Sois vos una idiota que no se da cuenta que cuando tengáis a toda la familia del perro en contra por la ausencia de éste, el nombre de lo que hayáis hecho será lo de menos? Resaltando esas chorradas lo único que demostráis es una desesperación ridícula por refugiaros hasta en el más mínimo defecto en el habla de los demás, como una polilla insignificante y arrastrada de argumentos forzados. Pero, ¿sois todo eso, en realidad? No, no lo creo. No, no lo sois… pero de esta forma, una forma de la que puede que ni seáis consciente, os esforzáis muy bien en disimularlo.
Aunque aquella valkiria llegara a abandonar el lugar, no… claro que Dennis no iba a poder dejarla escapar de su presencia y por eso no se rendiría nunca de buenas a primeras, porque aunque ella tuviera miedo de entregarse a él precisamente para que no le hiciera daño, si él no le hacía daño, jamás contaría con su interés, con su obsesión, con su intimidad... Con toda ella.
Además, creedme que si sólo estuviéramos hablando de mí, quizá no tendríais tiempo para pensar tanta idiotez seguida. Pero, como ya sabéis, no soy yo el único implicado y... ¿femeninas? –ahí ya sí que su expresión fue de la más pura certeza, del más alto manejo de todo su entorno- Pero qué sentido del humor, se nota que venís de un lugar con un enorme vacío en el corazón, porque ponerse a sexualizar los valores sólo demuestra una superficialidad más que degradante. No os culpo, seguramente que desde pequeña os habéis creído que podéis lograr muchas cosas enseñando un poco de carne y construyéndoos un ejército personal con el mejor amigo del hombre –sus ojos deambularon firmemente por el seno libre de la mujer que acababa de ser descubierto, la primera muestra del posible descontrol en Dennis que acabaría logrando el deseo por aquella fémina, si la situación continuaba presentándose tan salvajemente-. Por supuesto que vais a conseguir escapar de aquí, pero no porque, visto cómo sois, yo no vaya ni a devolveros el más mínimo rasguño. Sino que escaparéis de aquí sobre un caballo y unos perros que obedecen a vuestras órdenes, sin importar si son lógicas, justas o no. De ese modo, vos y quien coño sea lo conseguirá todo en este mundo, menos una sola cosa: autenticidad– Irónicamente, así presentía que el destino lo acabaría disponiendo: a pesar de que entonces optara por no hacer nada, Dennis la heriría en un sentido incluso más dolorosamente decisivo que el físico. Por lo que aquella vez no iba a devolverle los mordiscos y se centraría sólo en los ladridos. Empezaría con un íntima e irrepetible ‘tregua’, porque el licántropo ya iba a torturarse bastante a causa de cuanto les deparaba a manos del otro como para no permitirse el primer y único respiro-. Ya que... a ver si podéis seguir gastándoos esos mismos humos con vuestros chuchos a seiscientos dieciocho kilómetros de distancia y los pies en la hierba, rozando los míos.
Sin dejar de romper el contacto entre sus miradas, Dennis movió la cabeza para acercarla hacia su propia mano, la que todavía estaba atrapada por los colmillos asesinos de la joven, y a un centímetro de su rugiente boca, sacó la lengua y lamió la mezcla de sangre y saliva que brotaba de su propia carne… Señal de lujuria brutal, señal de auto-destrucción abyecta, señal de eterna resistencia, señal de unión visceral… Para empezar algo tan potente como lo que pasarían a representar los dos juntos, necesitaban hacerlo de esa manera, equilibrada al tiempo que desenfrenada, como el contradictorio animal que representaban en su interior.
En el fondo, anclados bajo los traumas enterrados y las cerrazones más cruentas, todos los seres vivos quieren encontrar ese acopio de sentimientos…
¿Podéis, mi señora? Porque ante ese hecho aparentemente ficticio, soy todo ojos y oídos.
... pero siempre ponen restricciones a cómo debería llegar.
OFF:
NI YO ME CREO QUE ME HAYA QUEDADO TAN LARGO, LO NUNCA VISTO XDDD Se ve que estos días encerrado en la era cavernaria me han cundido. ¡Ojala que te guste! :3
Última edición por Dennis Vallespir el Mar Jul 10, 2012 12:17 pm, editado 1 vez
Dennis Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 242 Fecha de inscripción : 14/02/2012 Localización : Bajo el dedo de Judith
{En el bosque oscuro la dama encontró al monstruo.} Mismo día 16:11 pm
Los colmillos femeninos penetran con fuerza la carne provocando una herida que no sólo lascera al hombre si no que sin saberlo, tiene repercusiones mucho más serias en el cuerpo femenino, en todos los órganos internos que se verán atrofiados de ahora en adelante en su funcionamiento. Lo que nunca falló ahora es materia de una constante degeneración que sólo se detendrá hasta que ella lo acepte y busque de alguna manera reorganizar su ser en sus formas y procedimientos propios de todo ente vivo, pero siempre supeditados a la presencia de ese Luxemburgués, de ese macho que se alza ante ella gobernándola con una simple mirada, domeñándola ahora con su sangre. Sí, ese líquido mortífero de color escarlata inocula neurotoxinas, cardiotoxinas, sarafotoxinas, miotoxinas y hemorraginas, nada más y nada menos. No es que el varón sea venenoso, si no que la entidad denominada Ayesha responde a dicho plasma de una forma nunca antes vista por la propia maltesa. Es esa sangre que mana cual ambrosía de un envase mucho más adictivo a vista, olfato y tacto, que profana sus labios deslizándose lenta y sinuosa por cada milímetro del interior de su boca sin dejar nada por impregnar, desde sus dientes, las encías, pasando hasta tocar la lengua, el paladar y las mejillas internas, avanza con paso seguro y firme como el propio hombre se para ante ella, siendo absorbida con ayuda inconsciente de la propia Ayesha por su saliva, por las heridas abiertas de sus encías, con el tragar para no ahogarse por el fluído permitiendo que entonces se inocule hasta su garganta viajando con rapidez por sus venas, hasta depositarse en su corazón y ahí es bombeado a cada parte de su cuerpo por medio de su propia linfa. La perdición en forma de flujo procede de una figura que desata las ansias y las hormonas de un cuerpo consumido por el letargo, que no despertó ante las incitantes figuras masculinas hasta hoy. Hasta él. Hasta que la recorre toda, consumiéndola en una catástrofe de ideas y anhelos impropios de su persona y que sin embargo van controlándola a pasos agigantados.
En ese instante, la primera de todas las señoras de la perdición se alza sobre la maltesa dando el primer golpe aturdidor sobre la mente, con garras que tiran los hilos desconectando las neuronas y toda la comunicación eléctrica permitiendo la destrucción de los canales de defensa, logrando así que las compañeras avancen a pasos agigantados contra la pobre humanidad femenina que cometió el más grande de los errores... sí, es la neurotoxina quien manda ahora, quien se eleva hasta que causa tal descontrol que la joven se ve incapaz de responder a nada que el luxemburgués diga o haga. Sus ojos azules parpadean en silencio mientras que continúa apretando con violencia ese pedazo de carne que buscara desprender de la piel, pero esa orden no llega de su cerebro. No hay una correlación neurona-músculo. No existe. ¿Acaso es la esencia de ese desconocido quien ha creado una barrera que ella no puede escalar para obedecer sus impulsos? Sus colmillos empiezan a perder presión. Su boca atina a tragar una vez más... llevando más líquido a su interior que sigue el mismo recorrido que su antecesor.
Bad idea
Las palabras masculinas, todas ellas causan estragos en las neuronas que, impávidas ante el golpe tan contundente de la primera toxina, debilitadas por tanto veneno e imposibilitadas para ordenar al cuerpo hacen lo único que pueden: pensar. Obligando a la joven a revisar cada frase vertida por este hombre, cada pedazo de la misma. Bipolar, infantil, una mente insana en el mejor cuerpo jamás visto y sentido antes por la Maltesa. Sí, sentido porque ahora mismo tiene la prerrogativa de que su piel está en contacto con la suya y por la neurotoxina no alcanza a comprender el por qué le causa tanto escalofrío, que la piel reaccione de esa forma tan extraña como anhelante. Sí, es su propio cuerpo quien le juega una mala pasada a pesar de que las neuronas intentan aplastar las sensaciones concentrándose en las palabras. En aquéllas vertidas de esa forma tan arrogante como orgullosa. Es un macho que no puede comprender, que no quiere entender, que le es tan incomprensible como la orientación de un tornado al momento de estallar violentamente.
¿Que yo realmente tendré siempre la razón en esta vida, por mucho que más adelante niegue haberlo afirmado? Por supuesto que tampoco.
Aprieta con mayor fuerza las quijadas para causarle un dolor mayor, hacerle consciente de que él como ella están apresados en esa vorágine de auto-destrucción. No, corrección, es la auto-construcción porque no hay forma de que el uno pueda matar al otro, no existe una fórmula para que puedan resistir ahora que están el uno frente al otro, la una casi sobre el otro y permitirse la desaparición total del plano existencial de aquél que tienen enfrente. ¡NO! Nunca jamás podrán lograrlo, permitirlo, concederlo. Never again. ¿Y por qué? Porque ahora mismo están sus almas entrelazándose con correas tan fuertes como sus propias voluntades y egos se remarcan y se alzan contra el otro. Piezas de cuero que se enredarán alrededor de sus cuellos y es cuando la cardiotoxina trabaja a toda velocidad, obligando la contracción muscular de forma violenta, eliminando del corazón y de la mente toda idea estúpida sobre el homicidio del hombre que ante ella se eleva cual alpha que no puede controlar, dominar, convencer de que la obedezca. Ese perro siempre será uno de los que jamás estarán a sus pies y al mismo tiempo, con las palabras vertidas, con esa dualidad y contradicción en el enunciado antes pronunciado da la alternativa y la apertura para entender que, a pesar de todo, sí puede hacer algo en contra suya. Tenerlo para sí, contra sí, bajo sí.
Un temblor la recorre de pies a cabeza producto de esa siguiente rival que es incapaz de controlar física o intelectualmente. La están dejando indefensa, desnuda por completo para permitir la entrada de ese maldito hasta el fondo de su cuerpo aunque tarde días, meses o años en comprenderlo. Es éste el momento más importante de la bestia, el determinante en su próxima y futura existencia al lado de aquél que será su compañero, porque no hay forma de que el uno esté por debajo del otro. Una igualdad es lo único que puede albergar en el cuerpo, mente, alma y corazón de ambos personajes que ahora mismo están siendo demolidos por la otra presencia que se apresura a toda velocidad a meterse en lo más profundo impidiendo que nada le evite estar en un punto del cual no haya retorno, escapatoria, ni siquiera una oportunidad de regresar el tiempo y rehacerlo todo a conveniencia del otro. ¿Cambia todo lo que se ha vivido de ahora en adelante? Claro que sí, porque no hay manera que estén solos, que no piensen en aquél o aquella que tantas cicatrices dejó con su ataque directo, frontal, mortal. Así pues su segunda rival deshace la parte más importante de todo su cuerpo: la barrera que tenía sobre su cuerpo, sobre su corazón.
Y él no la dejaría escapar jamás...
¿Y acaso quiere escapar? Sí, sí lo necesita, alejarse para calmar sus pensamientos erráticos, sus sensaciones que le ocupan el cuerpo de ansiedades impropias y jamás antes sentidas o necesidades que no tuvo en su pasado. ¿Tan poderoso es? Una furia intensa es lo que la gobierna en el instante en que ni su mente, ni su corazón responden, en una franca réplica a lo que no le permiten y es la que logra que su cuerpo se recupere, pero en vano es la ayuda porque en el mismo momento que se alza dispuesta a dar el siguiente golpe y deshacerse de su presencia alejándolo de ella para provocar que le suelte la mano derecha, es cuando su tercer rival se levanta contra ella, la sarafotoxina, la que constriñe cual boa constrictor el ímpetu que se iba alzando contra Dennis, la rodea, la asfixia para que no pueda hacer nada que sólo mirarle, escucharle, embotarse los sentidos con su aroma, con su sabor porque por vez primera se permite hacer eso: degustar esa sangre que llena su boca de una forma adictiva cual vampiro. ¿Acaso ellos por eso no dejan de beber? Cierra los ojos un instante a pesar de que siente que se queda sin aire, esa rival es demasiado hostil tal cual Ayesha con sus pensamientos hacia el licántropo, ¿Por fin encontró la horma de su zapato? Tiembla de nuevo, pero su fogosidad es apagada por ese abrazo mortal.
Jadea intentando controlarse, aunque su esfuerzo se va al infierno en el instante en que el botón le juega una mala pasada al deslizarse por el ojal de la blusa dejando al descubierto por la misma posición de los brazos femeninos no sólo una visión de la redondez de su seno derecho si no todo él, desde la blanquísima piel rematada por venas azules que se transparentan de una forma espectacular, líneas irregulares que bombean la salvia de la vida de la maltesa hasta llegar a la punta más apetecible de todas, de un color durazno, erecta, firme, hinchada por la misma sangre que la joven alberga en ella, una aureola impoluta, jamás tomada por boca alguna, un peso jamás detenido por un roce masculino. Hasta que un inexplicable rubor colorea las mejillas femeninas y un tragar de nuevo, mismo error, de la sangre masculina es una férrea acusación de lo que la entrenadora siente por el instante tan erótico. Ella pendiente de su mano, con la boca bien firme en la piel, sin dejarle alternativa de escapar, él sosteniéndole la muñeca para impedirle huir. Un equilibrio y al mismo tiempo un descontrol que les ha llevado a ambos hasta este momento en el que la joven no podría -y lo que es peor, no querría- hacer nada para que él tome ese pecho entre sus manos y sienta no sólo la suavidad de la piel cual melocotón, si no que incluso, agache la cabeza y tome el pezón entre sus labios derrotándola por completo, porque no podría hacer más que gemir de la ansiedad porque lo haga, porque la tome, porque...
Pecado, mortal pecado... y quiero perderme en él...
Lo anhela tanto como lo teme, tiembla al verlo acercarse y no sabe si suspirar de alivio o gemir de frustración cuando él sólo lamió su propia piel. Tan cerca que huele su aroma, siente la piel de su rostro, la miotoxina hace su efecto en ese instante... la degeneración de sus fibras musculares, todas ellas es la hecatombe, la propia mente es objeto de todas y cada una de esas ponzoñas que lo único que logran es que pierda en ese mismo instante la cordura. Las barreras caen, la mente se fuga, todo en el instante en que él, maldito sea, permite que su lengua emerja y sus ojos se quedan hipnotizados en ese músculo sin huesos que deja un rastro de saliva en su camino. Los dientes de la maltesa sueltan a su presa de forma lenta, muy sosegadamente pues todos sus sentidos están fijos en esa forma de tomar no sólo su sangre si no también la saliva de la joven que traga el resto de la combinación tan poderosa que en su boca quedó. Los labios le tiemblan y la degeneración de sus fibras musculares son el preludio de la marejada de sensaciones que se vierten sobre ella. La pregunta de Dennis cae y derrumba todos los diques que impedían que el agua barriera con todo.
Dios me libre de tal eventualidad.
Lento su cuerpo va incorporándose aún con la mano detenida por la del macho, con dos pequeños hilos de sangre cual vampiresa recorriendo su barba y los ojos fijos en el rostro de Dennis, en esa boca cuyos pliegues la llaman, la incitan a saborear el líquido carmesí que también puede verse en los labios masculinos, en probar si su lengua tiene el mismo sabor que su piel. Su cuerpo tiembla de nuevo y la blusa se abre un tanto más dejando a la vista el valle de sus senos tan blanco como su propia piel, sedoso y brillante por las gotas de sudor que la recorrieron con anterioridad. Incitante como su propia clavícula ahora a la vista del macho con un pequeño rastro del hombro derecho, ese que tanta mala suerte ha tenido, uno con pequeñas pecas que ahora se muestran sin pudores o más bien, sin que ella lo note del todo. ¿Quién es este hombre? ¿Quién es realmente? Ni siquiera en la Cosa Nostra conoció a alguien con tal apostura y personalidad. De pronto, Ayesha tiene miedo. En ese mismo instante la hemorragina hace su aparición, provocando que la sangre de sus heridas mane de forma impresionante, llenándola de tanto dolor que le hace temblar los labios, arrancarle con violencia la muñeca que tenía sujeta la mano del macho y gruñir con violencia.
- Me importa un bledo lo que piense, lo que sienta, lo que haga, aléjese de mí - brama asustada porque es lo que siente: terror de que él haya logrado tanto - y si no quiere que - desenfunda la pistola y lo amenaza con ella - le reviente la cabeza en miles de pedacitos le recomiendo que de una vez por todas me deje en paz, me iré con el cachorro lo quiera o no, no me importa si piensa que no puedo encararle, me viene valiendo un reverendo comino y si no quiere tener los sesos regados por el piso aléjese de una maldita y asquerosa vez. No me importa nada y soy capaz de todo - dispara de forma tal que le hace un agujero a la chaqueta y camisa, pero sin hacerle el menor de los daños - no me provoque porque la siguiente bala irá a su cabeza... - toma las riendas con resolución - vamos, Cancerbero, larguémonos de aquí... - gruñe preparándose para irse, no importa, suficiente tiene con todo lo que ha pasado, que su cuerpo aún esté resentido por todo lo que ha experimentado en los últimos minutos, que no pueda quitárselo de la cabeza. No importa.
Tiene que irse de allí, asegurar su supervivencia. Así que tras un relincho del caballo, galopa a toda velocidad alejándose de él... de su presencia tan obsesionante, de su esencia tan desquiciante. Necesita distancia, un lugar donde pensar, donde estar a gusto, donde... sacude la cabeza mientras se aleja velozmente, sus perros tras ella y no mira una sola vez atrás, apretando al cachorro contra su pecho semi-desnudo. Es un monstruo, pero se ha encontrado a otro peor que ella. Y lo más inquietante es que ese ente es más aterrador, tanto que la ha hecho huir porque sí que le tiene miedo. Regina Cipriott tiene pavor de ese alpha que puede dominarla, hacerla consciente de que es una mujer, de que ansía a un hombre a su lado, que le encantaría meterse en su cama y descubrir si es tan viril como a simple apariencia se nota, de experimentar el placer entre sus fornidos brazos, entre sus labios, contra su sexo que la tome y domeñe una y otra vez al compás de un ritmo jamás antes seguido por su cuerpo. Dios, Dios. Lanza un grito de rabia y desesperación, descabalga a las orillas del río y tras asegurarse de que el pequeño está sano y salvo en las alforjas del caballo y tocar un silbato para que toda su manada se reúna aún los que persiguieron a Hostings, se quita las botas y se mete al agua hasta cubrir su cuerpo por completo. Hundiendo la cabeza en la frialdad del líquido para ver si así puede quitarse de su cuerpo la ansiedad del masculino. Con horror descubre que no logra nada... aún lo tiene impregnado en la piel... metido en la sangre... está completamente envenenada por ese monstruo.
Ayesha Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 36 Fecha de inscripción : 12/02/2012 Edad : 32 Localización : Donde haya una cacería
Some of them want to use you Some of them want to get use by you Some of them want to abuse you Some of them want to be abuse
-Sweet Dreams, Emily Browning
Escuchar cómo se desintegraba la conciencia era deleznable, demoledor y masoquista, pero ante todo, adictivo. Dennis no recordaba haber estado tanto tiempo esperando a que saliera la luna llena desde la última vez que perdió el control absoluto frente a la estela destructora de su luz. Porque cuando su cuerpo se apoderaba de su mente y los instintos vencían al corazón, podía olvidarse de que dependía de los demás. Cuando se convertía en lobo, todo por lo que había luchado dejaba de tener una meta alcanzable, o por el contrario, sólo entonces tenía lo que necesitaba para hacerla suya, para obligarla y doblegarla y desintegrarla tanto como lo estaba él mismo. Si esa jodida mujer, esa maldita condena que ya sabía cómo llamar desde que Frieda le envió esa carta tan reveladora e ingenua, se había aparecido de verdad y no como trastorno de lo que había acabado por ser su cabeza, definitivamente estaba perdido. No sólo él, sino todo; la situación, el resultado, sus ansias de fingir que podía labrarse un futuro sin pararse a pensar que no era una persona corriente. Estaba echado a perder, era un manojo de estados de ánimo y pensamientos… unos pensamientos cuya gente que algún día deseó ordenar, había muerto.
¿Morir también habría de ser el destino de Ayesha, pues? O por el contrario, ¿sólo dependería de que Dennis no la matara?
Llevaba varios días pensando en su encuentro con la joven, desde el preciso instante en que sus espuelas se alejaron con un rastro de polvo y ladridos a su paso. Llevaba pensando en ello desde la primera maldita mirada, en realidad, porque incluso teniéndola a unos metros y entablando conversación con ella no podía dejar de pensar en nada que no fuera Ayesha. Ayesha… su primer cometido tras saber su nombre fue buscar su significado, su origen, algo que pudiera decirle más cosas de ella sin necesidad de perderse en el recuerdo de su aroma. Porque si se perdía en eso… que lo más parecido a un dios se apiadara de ambos, porque el mundo iba a quemarse a su alrededor.
Aunque quizá, por esa regla de tres, de quien había que apiadarse era del mundo. El primero en caer sería él.
En muy contadas ocasiones, su tía le habló de las mujeres o las relaciones a rasgos generales, fue uno de los numerosos motivos por los que después de su muerte, a Dennis le sorprendió tanto esa condición de casarse para optar a su herencia de París. ¿Qué pretendía con eso? ¿Acaso era una más de esas incontables cosas que ella sabía y su sobrino no? Sí, por supuesto que lo era, obvio, no servían de nada los retoricismos a esas alturas del partido. Ni aunque viviese muchos años más que su tía, conseguiría saber más que la segunda mujer que inundó su vida con las marcas de sus designios, porque ahora mismo Judith Vallespir estaba muy lejos, al otro lado de cualquier alcance, de cualquier conocimiento: muerta, como toda persona que hubiera querido llegar a la mente del licántropo. La muerte sería ese velo andrajoso y escurridizo que cada vez que se preguntara cómo y por qué, lo separaría de por vida de la respuesta. Y a pesar de todo, Dennis no estaba dispuesto a rendirse. Si alguna vez había estado menos dispuesto a rendirse, aquella era la más ferviente de todas. Y gracias a la señorita Ayesha… Por descontado, si alguna vez llegaba a tener una perra, no la llamaría de ninguna otra manera.
Con su tío Alain, el tema del sexo no fue exactamente tabú, su aspecto cálido y sosegado no invitaba a pensar que se tratara de un viejo verde, aunque Dios sabía cómo demonios acabó uniendo el resto de sus días junto a los de su tía. Nunca dieron la sensación del matrimonio ideal, pero Dennis vivió lo suficiente al lado de ambos como para saber que esa pareja no podía ser vista sólo desde fuera. No era algo tan sencillo como que los polos opuestos se atraían (y quizá, tras ese primer encuentro con la amazona, ya no volviera a creer en ese dicho nunca mientras pudiera apresar a aquella mujer contra su cuerpo fornido y mirarse a la cara con la certeza de sus apoteósicos parecidos), su tío había sido un hombre tranquilo, pero no estúpido, nunca dejó que nadie le pasara la mano por la cara y eso incluía también a su esposa. Y por su parte, ésta jamás habría decidido compartir el resto de sus días junto a un pelele sin valor alguno. De manera que entre ambos palpitó una unión completamente desatendida del mundo que les rodeaba, se respaldaron en lo incomprensible de su complicidad, se complementaron en sus carencias y sus aportaciones, permanecieron a la luz de su propia verdad, de eso que los hacía ser quienes eran por encima de todo, sin importar nada. Y efectivamente, poco más podía llegar a importar cuando, a pesar de cada ínfima y jodida dificultad a su alrededor, Judith y Alain Vallespir habían conseguido seguir al pie del cañón hasta que la edad dijo 'basta'. Se quisieron. Con una precisión inconmensurable, con un poderío que rozaba la ingeniosidad. Se quisieron… Pero nunca le hablaron a Dennis de cómo querer… Quizá porque aquel no era tema de conversación para degustar con el habla, pero eso su sobrino aún no podía entenderlo. Aunque estaría a punto.
Se había desviado de la cuestión poniéndose a divagar sobre la relación entre sus tíos, pero es que la de sus padres quedaba ya muy borrosa en su memoria de criajo, obviando todo lo que le contaron sobre ella después de que murieran. Y aunque el deseo por poseer a Ayesha estaba especialmente latente (a partir de aquel fatídico día en el claro de la cacería, ¿cuándo dejaría de estarlo?), la puñetera insistencia de algo más abstracto incluso que las ganas de lamerle los muslos lo presionaba para que no olvidara que se trataba de Dennis Vallespir, el loco de los cojones que jamás se obsesionaría con alguien que no fuera más allá de sus órganos sexuales. Dennis Vallespir, el simpático chiflado que se escondía tras la falsa estabilidad con la que se enfrentaba a los demás. Claro que los demás no habían sido tan listos hasta convertirse en la señorita Ayesha…
Otra vez, desviándose del maldito tema: su tío. Las charlas de mujeres con su tío, las charlas de sexualidad con su tío, conversaciones que siempre tuvieron lugar fuera del alcance de Judith. No porque ésta fuera a poner reparos en que el chico se instruyera para un futuro rodeando los senos de una fémina, pero hablarlo en su presencia habría impregnado todavía más a Dennis de su imagen constante, hasta si hablaban de la figura de una hembra que no era ella. Aunque de todas formas, con quien mantenía ese tipo de pláticas no era otro que Alain, el hombre que compartía su alcoba y que más de una vez la habría visto desnuda… Con Judith Vallespir de nuevo al acecho, incluso si se encontraba lejos, el límite que separaba a Dennis de una patología más se tambaleaba tanto como su salud mental, pero la presencia inminente de su tía no guardaba relación alguna con el sexo. Lo que le faltaba… sus enfermedades ya eran lo suficientemente complejas como para tener que añadir un asunto tan… delicado, por emplear una palabra suave de repente. No, aquello suponía un peligro incluso mayor que el incesto; suponía que a Judith no le hacía falta seguir viva para guardar un lugar entre los tormentos de la cabeza de Dennis. Y más en aquellos instantes tan decisivos, cuando los sesos de su único sobrino se devanaban en honor a la mujer definitiva en su vida.
'Con el matrimonio no estás penetrando sólo en una vagina, tenlo bien presente', fue lo único acerca del asunto femenino que surgió de la boca de su tía en presencia del joven muchacho, y ahora empezaba a cobrar verdadera relevancia para el hombre adulto. Aquella frase de clara demolición y las palabras sobre el coito que llegara a transmitirle su tío alguna vez, le zarandeaban ahora los recuerdos, mientras corría sin parar, absolutamente ido, tratando de hundirse más y más en la velocidad con la que bombeaban sus pulmones y con la que su respiración dejaba contrastar entre jadeos y respiración controlada para no fatigarse en mitad de su pasatiempo secreto. Hacía mucho tiempo que no se decidía a salir a correr por los claros de hierba cercanos a su mansión y hacía mucho más tiempo desde la última vez que no detuvo sus enormes zancadas y siguió corriendo y corriendo, hasta adentrarse completamente en el bosque y empezar a esquivar árboles y arbustos, en lugar de memorias y pensamientos. O en un intento inútil de no hacerlo, más bien, porque mientras su abdomen se convertía en lava solidificada y el corazón ardía contra su garganta, Dennis no podía alejarse una sola milésima de lo que era: un maldito bipolar.
Siempre tuvo presente que cuando llegara el momento de elegir esposa, hablaría con algo más que la testosterona acumulada por esa parte implacable de su sangre que aullaba en las noches de luna llena. Él no tenía reparos en saciar sus ansias más bajas, cuando deseaba a una hembra la poseía, con todo el cortejo que suponía para alguien de su posición social, por supuesto, pero al hijo de puta que se hacía llamar Dennis Vallespir no le hacía demasiada falta ser un poeta sembrado de elocuencia para llevarse a quien quisiera a la cama. Definitivamente, no era de los románticos, al menos no hasta la actualidad… Y a pesar de que él mismo supiera con total certeza, con la misma certeza que sabía que era licántropo, que Ayesha no se trataba sólo de alguien a quien fornicarse (jamás se habría pasado todos esos días corrompiendo la tempestad de su cabeza sólo por alguien a quien fornicarse), no podía dejar de imaginarse reteniéndola en su lecho, con los dedos escarbando en la ropa interior de aquella extranjera… Si su apetito sexual era imposible de apaciguar con el simple aroma a mujer, no tenía nada que hacer contra la imagen de las curvas perfectas de Ayesha. Estaba destinado a mostrar sus largos y afilados colmillos hasta acabar sobre ella entre ladridos y arañazos… Lástima que aún no supiera hasta qué punto iba a ser literal aquel deseo, y no únicamente en el sentido carnal. De haberlo sabido ya, se habría merendado sus propios intestinos con tal de no obligarle a compartir la misma cruz de su origen salvaje. Claro que la situación con Ayesha estaba siendo salvaje desde un principio sin necesidad de acabar transformado en lobo. Y eso podría (iba a) significarlo todo.
Ayesha, Ayesha, la señorita Ayesha. 'La que está viva'. 'Aquella que vive', nombre árabe, lejano y exótico, de pronunciación suave y dispersa, tan en contraste con la excitante ampulosidad que su dueña había dejado en cuerpo y mente de Dennis. Más de una vez en esos días había pensado en usar la visión compartida con ella, para así saber dónde se encontraba y cómo. Ese conocimiento podría haberle estabilizado de una vez o bien haberle desesperado aún más. Pero después de seguir adentrándose más en los verdosos parajes de Luxemburgo y detenerse finalmente en seco, con toda la potencia que suponía esa carrera por el campo propia de cualquiera de los canes de Ayesha, agradeció que la fatiga momentánea le hiciera desechar la idea de usar sus poderes de licántropo para espiarla. Sumado a lo que iba a encontrarse a continuación, el impacto no le habría ayudado en absoluto… No habrían quedado ni tías ni madres ni reflexiones suficientes sobre su pasado para saciar su hambre.
El sonido de la cascada se mezcló con el de su propia respiración acelerada y usó un árbol que había cerca para apoyar un costado de su cuerpo mientras se recomponía y contemplaba la caída del agua, a unos metros. Al cabo de unos segundos de analizar velozmente su entorno, los golpetazos del sofoco con el que recuperaba ya el aliento y la compostura le enderezaron la columna vertebral de un solo escalofrío de alerta al percatarse. No estaba solo. Probablemente hubiera algún que otro animal cerca, y no perteneciente al bosque, cosa que le llevó a pensar en el séquito de sabuesos que había conocido hacía unos días o en el caballo que casi destruyó a su amazona por miedo y a su agresor, por principios. Dennis llevaba muchos años paseándose por la fauna y flora de ese lugar, además de que seguía compartiendo los instintos de un animal, por lo que no le supuso un problema inicial pasar desapercibido y estudiar la situación con la cautela superior de un perro de presa.
Cuando la divisó a ella, se olvidó completamente de toda intención de ser sigiloso. Sus ojos se clavaron profundamente entre el agua y la carne desnuda, y se llevó instintivamente una mano al brazo donde Ayesha había dejado la huella de sus dientes. Acababa de volver a encontrarla, y las circunstancias de aquella ocasión se presentaban sin tregua alguna.
Dennis Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 242 Fecha de inscripción : 14/02/2012 Localización : Bajo el dedo de Judith
{I'm so excited I can't wait to meet you there And I don't care I'm so horny, that's okay My will is good} Lithium - Nirvana
Frieda... Qué preciosidad de niña. El conocerla terminó siendo resultado de varias e hipotéticas situaciones que el varón con quien se encontró en el claro dejó a la vista. Tras salir del río y despejarse la mente de tan abrumadora presencia masculina, decide que cumplirá con su promesa: se le adelantará a cualquier movimiento, será más astuta que él quien de seguro aún estará meditando cómo realizar la jugada porque ni siquiera sabe su nombre aunque es fácil reconocerla: es la única criadora mujer de toda la competencia y para colmo, todos la identifican por sus costumbres de vestir cual varón y sus desplantes agresivos y violentos, quizá por eso es que nadie se atreve a acusarla con las autoridades: temen represalias. Así que volviendo al tema de la niña, no le es difícil realizar sus indagaciones en el pueblo y al otro día, tras la primer cacería en la que su manada quedó en uno de los 5 primeros lugares - el 4to., nada mal para el primer día -, se engalana como toda dama distinguida, pulcra, deliciosa a la vista, con vestido y va a donde la casa de la dueña de ese cachorro que parece mucho mejor ahora que le alimentó de forma adecuada y que recibió un buen baño por supuesto. Además, el convivir con Hades que siempre ha sido el encargado de educar a los pequeños, hace que el cachorro se encuentre con mucha mejor imagen. Tras los pies de la joven como lo hace Hades, el perrito ladra feliz cuando les abren las puertas y para sorpresa de la entrenadora, los dueños del lugar le dan la bienvenida de forma calurosa a los cuatro: Regina - quien en vista de la situación con Fausto, decide presentarte ante ellos con el mismo nombre con que se registró en la competencia para despistar al cazador: Ayesha Cipriott -, el cachorro y dos de los perros de su jauría: el mencionado Hades y el indispensable Zeus que impone siempre a su lado. La niña es una dulzura, alegre, vivaz, da las gracias y abraza más de una vez a una Regina que, sentada, medita sobre cómo hubiera sido su vida de estar sus padres siempre a su lado. Seguro como la de esta pequeña y sin poderlo evitar comete un error: se identifica parcialmente con ella por lo que no duda en darle bastantes tips de cómo educar a su pequeño quien ahora mismo está feliz de volver a casa.
En el jardín, Ayesha [La que debe ser obedecida] se preocupa de indicarle cómo debe comportarse para que acaten sus indicaciones mostrándoselo con los tres canes e invitándola a imitarla. Se divierte y ríe a carcajadas entre las ocurrencias de la niña y los resultados con cada uno de los perros puesto que por más que Hermes entrene a los cachorros, siempre ha sido el más díscolo de su manada así que hoy va y viene e incluso las obliga a ambas a correr para que no las atrape entre los ladridos del pequeño cachorro y la mirada atenta de Zeus, eterno guardián y listo para imponerse como el macho alfa que es protegiendo a la hembra: Ayesha. Mas sin embargo, empático como siempre el alpha no ataca a Hades, todo lo contrario pues le permite hacer todo lo que se le ocurra y pareciera estar satisfecho de ver a su dueña riendo feliz y corriendo evitando al rastreador. Una mujer que en la soledad de su recámara a la cual sólo Zeus puede ingresar, llora abrazada de la cabeza del perro por la pérdida de toda su familia. La misma Ayesha se sorprende al caer al pasto agotada tras tanto ejercicio con la niña al lado quien sigue parloteando sobre todo lo que tiene que aprender. La maltesa toma asiento prometiendo algo inconcebible y que incluso puede darle como resultado perder la competencia: le ofrece que conserve a Hades hasta el domingo para que le ayude con "Manchas", el cachorro. ¿Por qué? Todo por lo que luchó puede caerse si ella entrega a su mejor rastreador, no su único rastreador tras que dejó a Artemis en Malta para que diera a luz a las crías de Hades, pero en ese momento no lo medita. No le importa, no le interesa. Ve en Frieda lo que ella hubiera querido vivir, sentir... así que no le significa absolutamente nada la competencia porque traerá un recuerdo a su corazón y una alegría que creía olvidada tras aquélla noche fatídica.
En agradecimiento y sin proponérselo, Frieda suelta información valiosa. Así es como se entera que el hombre que la noche pasada la hizo permanecer despierta hasta que Zeus le ladró mandándola a dormir se llama Dennis Vallespir. Que está soltero, que no tiene novia ni prometida - de lo que son capaces los niños de soltar por esa boquita suya - que su única familiar murió hace unos años y era su tía, que vive solo. Que es un hombre raro - contuvo por poco la carcajada que amenazó con salir tras ese comentario -, pero que es agradable cuando se le conoce a solas, aunque la madre de Frieda comenta mucho que no le darán la herencia que su tía le dejó si no contrae nupcias. Ayesha se tiende de nuevo en el pasto cerrando los ojos, si es así pobre de la que elija o bien, que la convenza para casarse. Soportar a semejante gorila es peor que tener que atender cuatro partos seguidos de sus perras de procreación. Le pesa de verdad retirarse ya casi al anochecer, aunque promete regresar el domingo a por un Hades que no parece para nada preocupado de que su dueña lo deje. Caso contrario sería Zeus, él sí no se quedaría ni por todos los corazones de res - su platillo favorito -del mundo. Él es su perro más fiel, el primero de la segunda camada de aquél can que le regalara su padrino, - Cronos -, que murió justo en el ataque que Fausto - kkritikat - hiciera a su hogar hacía ya algunos meses. El primero, pero no el último. Y Zeus siempre estuvo a su lado tras la pérdida de Cronos como si cada uno consolara la pérdida de la familia del otro.
Lo que Ayesha desconocía era la idea que se asentó en la cabeza de Frieda, lo relacionado con una Carta dirigida a Dennis Vallespir... una misiva que la pondría de nuevo en órbita en el planeta del licántropo, a su alcance si él deseaba. Para ser tomada por y para él.
I'm so ugly, that's okay 'Cause so are you Broke our mirrors
Y tras ello, imposible concentrarse al doscientos por ciento a pesar de todo el esfuerzo realizado, del cansancio acumulado, del estrés que le crispa los nervios, de las constantes idas y venidas propias de las cacerías y de la competencia catastrófica, desgarradora y desigual que sólo busca el sepelio del rival. Gritos en todo su esplendor, jaloneos de cuellos de camisa obligando al portador a ver al rostro, golpes a escondidas de los demás, desapariciones, deshonores, lo que sea prudente para que la realeza se fije en los canes criados por manos expertas y mentes despiertas. Catacumbas de sonrisas afables que ocultan las más diestras estrategias para colocarse con rapidez en los primeros puestos. Lo de siempre, lo cotidiano, lo usual. Más sin embargo, tras el paseo del primer día nada es igual. Ayesha está llena de un ímpetu visceral que no es controlado como producto de ese encuentro con el hombre que le crispa los nervios, que le impide dormir correctamente, que es el causante de que Zeus ya no quisiera dormir con ella la última noche hastiado de sus vueltas constantes en la cama. Frustrada, irritada, de mal talante, agresiva, desafiante a tal grado que es una sorpresa para muchos que la desconocen y forma sonrisas en los que han tenido el doloroso placer de competir contra ella. Son esos sueños plagados del atractivo viril, de esa lengua que lame la superficie del brazo masculino tan cerca de su propio músculo bucal, los causantes de que la joven se torne en una de las más aguerridas valkirias de todo Luxemburgo y resulte ser mil veces más peligrosa que los mismísimos vikingos. Una diosa vestida con pantalones y blusa de botones, que causa la codicia y la lascivia de propios y extraños, pero al mismo tiempo se erige como el rival a vencer. Muchos intentan ponerle el pie, pero pocos logran seguir avante tras que fija los ojos y cuando alguien se le opone o le crispa los nervios manda a ese -maldito animal para los demás- labrador retriever en contra de la jauría del susodicho. El tal Ares es peor que el demonio, pues celoso de su espacio, destroza las gargantas de los canes que se atreven a traspasar su territorio para los disgustos de los criadores y la sonrisa de satisfacción de Ayesha que no cede un milímetro ante las amenazas. De esas ya tuvo mucho en la Cosa Nostra como para ahora acobardarse. Y al que se arriesga a hacer algo más intenso como írsele a golpes, una sola pistola cargada le convence de lo contrario ante la mirada dura y agresiva de la maltesa. La Súcubo, le empiezan a decir a sus espaldas, figura de tentación y actitud que incita al arrepentimiento. Maldita mujer, ¿Acaso es imparable?
Su estrategia funciona: sin su rastreador oficial, Zeus es el que encabeza la manada guiado por su magnífico olfato y su experiencia, pero en el instante en que el alpha detecta a otro rastreador sobre una presa, da la orden... Ares sale de las filas para correr a toda velocidad, ansioso de emociones y adrenalina persiguiendo al explorador de la otra jauría para hacerse del botín. Tan preciso en sus movimientos y educado para no fallar, en máximo tres embates tiene al animal bajo sus colmillos y su actitud agresiva es la que impide que ningún otro can se acerque hasta que Zeus y los otros llegan llevándose consigo el trofeo hasta su dueña. Eso causa las risas de los nobles, pero los improperios de los otros criadores para la satisfacción de Ayesha que estimula a su jauría con sus comidas favoritas. Así, se convierte en la número uno de la competencia, pero las consecuencias no se hacen esperar. Primero, meten un gato dentro de su jauría para que se desquicie, algo que la hace reír cuando lo descubre porque el único que puede echársele encima es Ares y sólo se empeña en juguetear y corretear al gato sin acercársele demasiado. Está educado para respetar a un felino, Ayesha sabe bien lo que un simple animal de esos puede hacerle a sus perros porque no miden y sus rasguños pueden dejar tuerto a cualquiera de sus protegidos. Luego, fuego en donde resguardaba a sus canes. Para fortuna de Ayesha y desesperación de los otros, ese día los sacó a pasear a deshoras de la noche deseando olvidarse de ese maldito Dennis, de la forma en que se le plantó, de su olor, su sabor, de lo angustioso que es acostarse y que su cuerpo tenga vida propia ordenándole darle algo que desconoce, pero que aumenta su ritmo cardiaco, su respiración, obligándola a darse una ducha de agua fría como la que a esas horas buscó y que resulta beneficioso. Así que ahora sus perros duermen en una habitación contigua a la suya con la puerta abierta para escucharlos perfectamente.
And I'm not scared Light my candles, in a daze 'Cause I've found God
El sábado, despierta antes del amanecer y como cada mañana se dirige ya vestida con pantalones y blusa en color azul oscuro a los establos para ensillar a Cancerbero. Tiene a toda la jauría comiendo y no se preocupa por ella porque sólo es llamarla y estará con ella a su lado, revisa que traiga consigo su propia comida para consumirla en el bosque y el vino tinto al igual que una bolsa con los utencilios médicos necesarios por si hay algún percance con sus canes. Coloca bien la silla agachándose para amarrarla y ajusta bien todo para no caerse del caballo a quien mantiene entretenido comiéndose una manzana. Le palmea las ancas para montarlo y colocarse bien la capa para el frío que aún hace, los guantes y con el silbato, llama a su jauría empezando el camino hacia la libertad. Nunca cambiará esta sensación de tener el viento en el rostro por nada, el sentir el movimiento de su montura bajo los muslos al tiempo que se agacha para saltar una enorme rama del árbol, riendo con los canes corriendo a su alrededor y Zeus siempre a su diestra, listo para sus órdenes. Avanza por el bosque, adentrándose hasta un lugar que descubrió hacía dos días y que se convirtió en su favorito para tomar un baño: las cascadas. Arrea al animal para que vaya más rápido dando un grito a Hermes cuando éste se separa un poco más, es un can muy curioso, pero siempre acata sus mandatos para su fortuna. En caso de no obedecer, sabe que Zeus se retrasará para darle los ladridos pertinentes y si no, irá a por él con la jauría tras sus patas para darle un escarmiento al díscolo y obligarlo a volver. Para su satisfacción, no es necesario tanto desplazamiento porque al primer grito lo tiene a su lado, señal de que está aprendiendo lo cual es muy bueno. Por fin, ante ella, casi al amanecer, las cascadas y cien metros más adelante otras más pequeñas, de tan sólo dos metros que ella utiliza como baño natural.
Desmonta suspirando y ordena a todos mantenerse quietos mirando el lugar con sonrisa de complacencia, el agua fluye de forma que puede arrullarle el sonido de la misma, los animales se mantienen lejos por la presencia de la mujer y sobre todo, de la jauría. Una que va acomodándose para descansar tras la larga carrera hasta el lugar. Algunos juntos, pero Poseidón se mantiene un tanto alejado, siempre buscando su propio espacio. Ayesha sonríe y se acerca a ellos con un pedazo de pan que parte y les da de comer para que descansen, besando la cabeza de Zeus quien no se acuesta, está sentado sobre sus cuartos traseros mirándola atento, descansando, sin dormir, como siempre la custodiará atento a todo para atacar en caso de ser necesario; por ello mismo Ayesha le deja doble porción. Adora al animal tan idéntico a Cronos. Le sacude la cabeza entre risas y gruñidos del can a quien le molesta que haga eso, pero es más ficticio porque no está a gusto hasta que no lo hace. Se acerca a su cabalgadura y se desprende de la capa tomando la bolsa de viaje y llevándola a la orilla, ahí extiende el manto sobre el suelo y coloca su blusa, el pantalón, la ropa interior limpia, la toalla y se desprende de los botines dejándolos a un lado, sintiendo la tierra húmeda por el rocío y fría, para su risa porque le causa escalofríos. Suspira mirando al frente y su mente se plaga de imágenes que alguna vez quiso compartir con sus padres, con sus hermanos si no fuera que su familia estuvo tan desunida a pesar de sus esfuerzos porque no aconteciera. Traga saliva al tiempo que abraza sus piernas y coloca la barbilla sobre las rodillas. Desearía que su existencia fuera como la de Frieda, llena de personas que la quieren, de unos padres que la adoran. Sus párpados caen contra sus ojos apagando la visión aspirando aire con un dolor en el pecho. Sus padres... sus hermanos...
I like it I'm not gonna crack I miss you I'm not gonna crack
Con un largo suspiro se pone en pie, sus manos desabrochan los botones de su pantalón para dejarlo caer al piso con un sonido opaco a las sensaciones que le llenan el corazón. Mira al cielo, donde los pequeños rayos del sol descubren los colores azules y blanquecinos de las nubes que aletargadas viajan lento por la bóveda celeste. Un pie se desprende de la prenda y luego el otro que durante un instante se mantiene quieto sin que la tela deje por completo la piel. Una reacción de la pierna y el pantalón se eleva a la altura necesaria para que Ayesha lo tome sacudiéndole el polvo, doblándolo para dejarlo en la manta. Sus manos viajan hacia la parte baja de la blusa y botón por botón va descubriendo los muslos cremosos, la pantaleta manufacturada como una de las nuevas tendencias de la moda, que es lo suficientemente amplia para caminar a pesar de ser pegada a las caderas, cubriéndolas todas y sobre todo, el sexo. El siguiente botón permite la visión de un vientre plano, que jamás ha albergado vida alguna más que la propia de la maltesa. Siguiente, un ombligo muy agradable a la vista, no saltón o de formas que causen una curiosidad impropia. Otro más, la línea entre el antes mencionado y el inicio de un par de montes que ahora mismo están inhiestos por el frío que cala las plantas de sus pies. Uno más, otro más y se añade uno extra... y dos redondeces blanquísimas con pequeñas venas azules quedan a la vista, pero no en su totalidad, el valle en medio de ellos se anuncia en tanto la tela se mantiene ocultando la mitad de los senos en tanto ella desabotona el último y va a por los de los puños quedando una franja de pura sensualidad a la vista de nadie más que del bosque, el agua corriendo y los animales. Un paso y la blusa va desprendiéndose lento dejando a la vista unos hombros redondeados con algunas pecas diseminadas. Más abajo los homóplatos, la columna, las caderas, los glúteos cubiertos por la única tela que la viste ahora que la camisa queda entre sus manos y ella misma dobla para dejarla caer con lo demás.
Un ruido extraño la obliga a voltear mirando a su alrededor, Zeus está igual con las orejas tiesas, pero ninguno de los otros quienes ahora duermen con envidiosa paz. La mujer parpadea y se desprende de todas sus joyas para luego, dejar que la última prenda caiga con un simple movimiento de sus manos sobre la cinturilla desprendiendo el botón. Otra reacción idéntica a la de los pantalones al sacar los pies y ella tiene en sus manos tan original pantaleta. Sonríe al pensar el escándalo en su nana cuando las vio la primera vez, tan nuevas que causaron el vahido de la mujer adulta. Para Ayesha no es más que otra prenda. Toma un bolsito con jabón, una tela para tallar su cuerpo, algo de sales y la daga para su protección, coloca las correas alrededor de su mano tras cerrarlo con fuerza y se dirige al agua. Ríe y sisea al sentirla helada, logrando que sus músculos se quejen, poco a poco va avanzando comprobando la corriente, no es tan fuerte como la primera vez, así que con el bolso bien atado a su muñeca derecha, se mete a nadar sintiendo toda la frialdad tensar su cuerpo, provocar la dureza de sus miembros, de sus senos y pezones que se vuelven más que inhiestos al contacto del agua. Llega hasta las cataratas y suspira de placer al colocarse bajo ellas para sentir cómo el líquido cayendo hace de éste, un plácido masaje. Se pone en pie, el fluido le llega a la cintura, arquea el cuello sintiendo el agua sobre su rostro y voltea orientada a la formación rocosa para acariciar su cuerpo deshaciéndose de tensiones y malos pensamientos.
I love you I'm not gonna crack I killed you I'm not gonna crack
La corriente evita que escuche nada más que la misma, sus manos sacan la tela y el jabón creando espuma con la que talla con dedicación primero todos los dedos de su extremidades superiores, poniendo especial cuidado en las uñas largas con una sonrisa, tras ello, las manos propiamente hasta dejarse la piel casi roja. Ignorante de su alrededor y confiando en que los ladridos de Zeus serán los que la ayuden a distinguir el peligro a pesar de que es poco el sonido que llega hasta ella, se pasa la telita por los antebrazos tallándolos a conciencia, los codos y los brazos propiamente. Suspira y deja casi rojos sus hombros, su cuello, para bajar hacia el valle de sus senos, rodeando con una mano uno de ellos para con la otra hacer movimientos circulares cerrando los ojos ante las sensaciones placenteras. Imaginándose de pronto que no es la tela quien roza su piel, que es ese macho que se le impuso, Vallespir... con sus ojos tan profundos, tan azules desgarrando su alma como su corazón. Vallespir, apoderándose de su mente y obligándola a pensar en él de forma constante. Vallespir con su cuerpo plantado ante ella, sin temores ni dudas. ¿Será tan viril como aparenta? Se sonrojan sus mejillas y no tiene que ver con que se haya pasado la tela por la epidermis o el frío del agua. Se lame los labios recordando un episodio que ahora la obsesiona, pero no pueden ser más diferentes los actores ¿O acaso es que son idénticos? Esa lengua, esa actitud, esa mirada... Su mano recorre con la tela su otro seno dejándolo sensible ante los movimientos, el pezón reclama una atención que Ayesha no puede darle, porque no son sus labios los que debieran posarse en la fruta madura, son los de él... Sacude la cabeza olvidándose o queriéndolo hacer, él no es más que una piedra en el zapato, un hombre que sólo ha venido a causar pensamientos impropios. Ella no cree en los hombres, no hay ninguno a su altura aunque haya una voz en su cabeza que repita una y otra vez su nombre: Dennis, Dennis. Frustrada, se hunde en el agua en el momento exacto en que alguien llega a la orilla provocando el relincho del caballo. Zeus intenta oponérsele, pero pronto mete la cola entre las patas y con él, toda la demás manada. No pueden contra la presencia que ahora está junto a su campamento improvisado. Lo reconocen como alpha y de inmediato, Zeus pasa a ser el beta obedeciéndolo en todo, aún en guardar silencio.
Ayesha emerge para deshacerse del líquido de su rostro y se lame los labios saboreando el agua insípida a comparación de lo que seguro serían los labios de ese luxemburgués. Se reta a sí misma por estar anhelando estupideces y continúa con la tela vuelta a enjabonar sus senos con suavidad no exenta de firmeza, dándole la espalda a la cascada dejando que ésta continúe deshaciendo los nudos de la presión que causa la competencia. Sus dedos lento se mueven por la firme piel, redondeces blancas levemente rojizas por el tratamiento, de pezones rojos y demasiado erectos por el frío y las sensaciones a pesar de que el sol brille y la ilumine para el regodeo de alguien más. La tela pasa por el otro pecho obligándola a suspirar por el placer que siente, bajando por su vientre, la cintura y más a conciencia es lavada la piel hasta que sus manos se hunden en el agua y jadea al sentir cómo su interior disfruta con el roce. Sus dedos dejan la tela en la otra mano y exploran entre los pliegues de una orquídea que se abre lento hacia el pecaminoso placer, lento va acariciando cada parte hasta que el centro en forma de una abultada forma es rozado y ella gime suave. Su dedo forma círculos y el rostro de la maltesa se sonroja anhelando, pensando en él, en su rostro, en sus ojos mientras sus labios la besan, esa lengua que tan cerca estuvo la disfruta y sus manos rodean no su muñeca esta vez, si no sus caderas para... Arquea el cuello al sentir la opresión, esa barrera que la divide entre el ser y el querer ser. Niega unos instantes al pensar en que sus manos, las de él, puedan llegar a tener tanta intimidad y gruñe para voltearse hacia la cascada y que ésta la azote por sus pecaminosos derroteros. Lo desea, cómo no. Lo quiere con ella, pero por eso no explora Luxemburgo, por miedo a encontrárselo. Una cosa es evitar los rumbos por donde Frieda le dijo que él acostumbraba visitar y otra que este lugar es muy pequeño y tarde que temprano se lo puede topar. No, mil veces mejor la oscuridad del bosque, la tranquilidad del mismo que una zona donde él pueda estar a pesar de que Ayesha se muere por tenerlo frente así y ver si sus labios son tan adictivos como sus ojos. Miedo, de tenerlo y perderlo. Terror. Mejor jamás poseerlo. Se va a casar tarde que temprano para obtener la herencia familiar y entonces será fruto prohibido porque Ayesha jamás ha sido plato de segunda. Y sin embargo ¿Por qué gruñe al pensar en eso, en otra mujer de su brazo, otra dama bajo su cuerpo, dueña de sus besos... por qué?
Ups:
No planeaba saliera TAN largo (231 renglones O_O), sólo enfócate en los últimos dos párrafos xD. Las palabras rojas son links. Me tardé todo el día de ayer y hasta ahorita terminé e_e, pero valió la pena . ¡Espero te guste! ¡Ah, Aye tiene una sorpresa para su Dennis, si eres curioso, sabrás cuál es xDDD! Sé que darás saltos de emoción, agradecimientos a Sirenia por la última, las otras son de mi investigación y autoría xD Y ah, como que le vamos poniendo +18 ¿No? xD
Ayesha Vallespir
Licántropo Clase Alta
Mensajes : 36 Fecha de inscripción : 12/02/2012 Edad : 32 Localización : Donde haya una cacería
I want to love you but I better not touch I want to hold you but my senses tell me to stop I want to kiss you but I want it too much I want to taste you but your lips are venomous poison You're poison running through my veins You're poison I don't want to break these chains
-Poison, Alice Cooper
En mitad de la desesperación (porque no pudo más que padecerla al preciso instante de dirigir su mirada a la cascada y ver el cuerpo desnudo de Ayesha, eso era así), Dennis se obligó a repasar vagamente el motivo por el cual había terminado en ese lugar, con el aspecto destructivo de martirizar la velocidad de su cuerpo y los ojos ardiendo por algo más que el sudor que le pedía la piel. Y es que aquel método de distracción no sólo le daba más fuerzas para sonreír con soberbia, también le ayudaba a reprimir los impulsos de macho alpha que procuraban aquel ejército de canes a sus órdenes… pero que además le cebaban la locura que poseía por poseer a su vez a la jodida Ayesha: el papel puro e infantil de Frieda en todo eso, la inocente muchachita que pasaría a convertirse en el ángel celestino más inconsciente de la historia. Pero también el más eficaz.
Lo que, especialmente, había hecho al hombre sonreír ante la carta de la pequeña fue comprobar que su perrito había vuelto a su lado. Era consciente de que si él jamás hubiera mencionado a la niña ante Ayesha, a Frieda le habría costado volver a abrazar a su fiel mascota. Pero no le importaba lo más mínimo llevarse los méritos o no de aquel feliz reencuentro, pues no había mentido en ningún momento a la hora de afirmar que lo único que le interesaba era ver a su vecina contenta, no importaba cómo ni por quién. La criadora de perros resultaba muy divertida creyendo que el tema de Frieda era una piedra más en la suma de disputas que los separaban y unían, cada vez más fuerte y al mismo tiempo (y peligrando en lo que se convertiría la vida cuando aquella pareja estuviera definitivamente unida). Porque no… Frieda nunca fue un medio para triunfar por encima del otro, fue una certeza que Dennis tuvo continuamente en boca y que Ayesha rechazó por orgullo hasta estar lejos de él y así pensar con la claridad que sería necesaria para alguien de su valía. Porque el hecho de que hubiera acabado huyendo, Dennis lo tendría muy duramente en cuenta hasta que le demostrara que la impresión que había estado ocupando los pensamientos del licántropo día y noche era igual de potente cuando los pies de ella rozaban los suyos y no tenía un caballo cerca sobre el que montar y valerse de temas literales para hablar de quien estaba o no a la altura.
El hombre no únicamente se encontraba satisfecho de que se hubiera hecho justicia con Frieda (la misma justicia que él proclamaba desde el principio), sino porque el solo acto en sí, la felicidad de tener a la pequeña con una sonrisa en la cara, demostraba que Dennis había sido el único de los dos en hablar con propiedad, el único que no se dejó cegar del todo por un estado de ánimo que antes o después siempre le doblegaría. No importaba lo mucho que se hubiera encariñado Ayesha de ella o le importara o no haberse equivocado, lo cierto de todo aquello era que Dennis había tenido siempre la razón en lo que se refería a la cría. Y cuanto más la quisiera aquella extranjera, más se reforzaría esa verdad ineludible. Dennis nunca mencionaría el tema, de todas maneras, porque no sería necesario y porque eso lo volvería todavía más cierto al ser algo que ambos sabrían tan bien como el otro sin la urgencia de plasmarlo en palabras. Una de las cosas que más avivaba el fuego que los consumía era toda la comunicación no-verbal que se lanzaban, ya fuera con cada gesto, mirada o suceso.
Aquella técnica de distraer el pensamiento funcionó durante un rato, pero no logró interceptar las reacciones de sus músculos y dio gracias de tener la excusa de haber echado una carrera desde su casa hasta ahí. Era completamente normal estar sudando a raudales con el corazón atorado en la garganta, no guardaba relación alguna con haberse encontrado a la mujer que trataba de deshilar de las corrupciones de su cabeza completamente desprovista de ropa y lavando su cuerpo en el agua de aquella cascada. No. Nada que ver. Ni siquiera por la parte inevitablemente sexual de su persona. El lobo frente al hombre. Qué va…
Buen intento, sí.
(No)
Dennis creyó que sería al contrario, pero su capacidad de moverse con sigilo no le abandonó en ningún momento. Ni siquiera cuando sus ojos se disparaban con avidez en un único objetivo, muy lejos de preocuparse por los temibles perros que custodiaban la salvajada que suponía aquel cuerpo femenino. Porque si alguna vez iba a comprender (que no aprobar) por qué algunos pusilánimes dedicados a la casta del Señor censuraban el placer de la carne, únicamente sería a partir de entonces, ahora que ya había visto con sus propios ojos el pecado plasmado en mujer. Y eso resultaba altamente confuso, porque quizá Dennis ya hubiese visto tantas hembras al descubierto como cambios de humor en su demente psique, pero el de aquella muchacha en concreto, y no otro que recordase, le había atado enteramente al suelo, no sólo al del bosque, sino al de sus propios deseos, su reacción imparable de poner en pie cada pelo que gobernaba el vello de su figura y erguirse frente a la realidad de la que él mismo metía mano hacía unos minutos: que seguía absolutamente empecinado en hacerla suya, marcarla en todos los sentidos y más, y buscarse a sí mismo en cada mordisco y beso ensangrentado para descubrir que al final del camino siempre sería Ayesha. Ya fuera más o menos parecida a él, siempre sería Ayesha. Ayesha, ese nombre que no había pronunciado en voz alta todavía y que, sin embargo, ya gobernaba su fuero interno. Incluso si el propio Dennis se resistía con los colmillos de un licántropo transformado.
Su imaginación cobraba un mayor poder ahora que había visto más allá de aquel seno accidental de la primera vez y bien era sabido que cuanto más enseñas, más retienes. Dennis no sabría hasta qué punto podría cumplir con aquel dicho porque fue muy necesario apretar los puños y tragarse aquel temblor, que le recorría de la yugular hasta los tobillos y después seguía por las zonas que faltasen en forma de círculos curvados y retorcidos. La mujer se lo merendaba todo y luego regresaba a por más, y el hombre, una y otra vez, procuraba recibirla con munición nueva, con el terreno recompuesto para que finalmente sólo volviera a dejar las migajas… (‘dejar’ como absoluta expresión lejos de ser literal, porque la maltesa no permitiría que nadie más que ella se acercara a contemplarlas). Así se sentía Dennis en la tormentosa tarea de no dar rienda suelta a lo que haría, si estuvieran en una fantasía. El niño que habitaba su ser se hacía a un lado para restregarse con la madurez de la libido y la incomodidad del escaso espacio hacía que el reclamo de atención fuera todavía más intenso y las ansias por ver cómo el agua se manchaba con los fluidos que extraería de entre los muslos de Ayesha, le atravesaban el tronco hasta llegar al cerebro. El seno pobremente descubierto de sus recuerdos en el páramo se había convertido en la plena suculencia de dos pechos perlados de gotas, que guiaban primero por toda la desnudez de la zona, debatiendo su mayor atención entre el cuello y la dura coloración de sus pezones; después se hacía con su vientre hasta detenerse en la entrepierna que rozaba el agua y la provocaba tanto como lo estaba él (y menos mal que la diferencia residía en que Dennis aún no podía ponerle un dedo encima, porque el helor de la cascada no sería nada comparado con lo que pasaría a dominarle entonces). La soltura de sus nalgas bordeando el curso fluvial de la corriente provocó el primer trago de saliva en el hombre que sólo conseguía que su garganta dejara de resecarse a pasos agigantados porque se le estaba haciendo la boca agua… Agua, sí, para acompañar a la puta humedad que ya se tatuaba en el ambiente con agujas tan gélidas como ardientes. El contraste entre las temperaturas allí barajadas enloquecía todavía más sus posiciones.
Cuando apartó de una vez por todas la mirada, Dennis la paseó por el séquito de perros que de nuevo reaccionaban frente a su animal presencia, pero que aquella vez, quizá porque no era la primera (y sobraba decir que tampoco la última), se sometían más rápidamente a sus actos, preparados para complementarlos en lo que fuera de utilidad para el macho alpha que acababa de encontrar a su hembra. Continuó caminando sigilosamente hasta que las puntas de su par de botas rozaron las primeras piedras que se perdían en el agua de la orilla y se deleitó unos segundos más en la desnudez de la espalda de Ayesha antes de aprovechar el último segundo para recoger aire y decidirse a hablar con la voz más grave y sibilina que le había salido nunca.
Ni tus chuchos se encuentran ahora a seiscientos dieciocho kilómetros de distancia ni tus pies en la hierba, rozando los míos… pero supongo que no está mal para un segundo encuentro.
Esperó a que la chica se volteara hacia él y a pesar de la enorme distancia entre ambos, ella pudo notar perfectamente cómo el deseo de sus pupilas no necesitaba tenerla a dos pasos sobre un caballo para merendarse todo su cuerpo. No tenía sombrero para retirárselo como falsa norma de cortesía, de hecho, todo su aspecto se presentaba notablemente más informal que la primera ocasión, con su camisa holgada, sujeta, eso sí, por un chaleco y los típicos pantalones que corrían por la moda masculina actual. No era un modo eficaz de compensar a una persona desnuda que acababan de interrumpir bañándose en el agua, pero al menos terminaba de evidenciar completamente un escenario desprovisto de cualquier etiqueta.
Y sí, mein liebe, tengo intención de pasarme al tuteo porque lo contrario sería ridículo, dadas las circunstancias… -añadió, mientras aprovechaba entonces para sonreír con todas las ganas acumuladas y fijarse mejor en la zona púbica- y porque quienes ayudan a mis amigos, son mis amigos también –concluyó, con una exuberante ironía en la clara referencia a Frieda y su perrito. Realizó una burlona reverencia con la cabeza y elevó un poco uno de sus brazos para arremangarse la camisa hasta el hombro y mostrar los restos de la mordedura de la mujer que todavía morían allí-. Bien, Ayesha –relamiendo por fin la satisfacción de pronunciar su nombre- , ¿no sería lo más adecuado venir a lamer las heridas, como buena perra que eres, más todavía si las has provocado tú? Aunque claro, llegarías un poco tarde para eso y, de todas maneras, creo recordar que tienes un problema de valor con lo de acercarte a los demás, si no es encima de una bestia que te obedece o que, por lo menos, lo intenta, la pobre.
OFF:
Sí, me da que lo de ir poniéndolo en +18 lo veo una gran idea
Dennis Vallespir
Licántropo Clase Alta
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