Tributo a la diosa de la luna [Privado]

Lo que parecía templado era el clima, incluso para alguien que sufría de aquellos viejos recuerdos, su rostro se tornaba tranquilo sabio, pero nada de eso dejaba que nadie penetrase en su mundo, en sus propios pensamientos, con una maraña de ideas caminaba buscando como vivir en esta nueva ciudad, vaya estupidez, los más poderosos arrancaron de raíces los entrañables momentos, le exiliaron por si fuera poco y aunque tuviera la capacidad de regresar aquello no sucedería, solo porque el licántropo era demasiado precavido, arrogante como orgulloso para ir al tanteo de los impulsos. Desvío la mirada al momento de arrojar un suspiro que más bien parecía un bufido que apetecía de apatía y aburrimiento. Puso los dedos sobre sus comisuras deslizándolas hasta aquella barba que llevaba meses sin rasurar, si deseaba emprender algo debía tener contactos por aquella ciudad, extrañaba esas tierras donde solo los dioses bajan a dar su bendición con los paisajes.

Error más grande no pudo a ver cometido y ahora sus pasos viajaban sobre las losetas parisinas, esas calles que durante la lluvia desprendían un olor a humedad tan peculiar que parecía contener el olor perfecto entre una mezcla de preludio. Lamentablemente nada estaba a su favor, absolutamente nada y esa personalidad poco amable dejaba mucho que desear para establecer vínculos ‘humanos’, pronto noto los pasos entre un camino árido. El bosque, vaya lugar para desatar todo lo que se llama naturaleza y el silencio se lleno de él, parecía un concierto tan perfecto tan desagradable que le hacia pensar y reflexionar. ¿Pero que guardaba la mente de alguien que viene de tierras lejanas y solo tiene un deseo?, no pensó sorprenderse mucho de su propio raciocino, es más nunca imagino albergar ese sentimiento de amor hacía la tierra que le vio nacer, casi se maldijo por estar completamente solo y ver que aquella llama que le mantenía vivo se iba apagando.

El aíre trajo consigo algo que no se podía despreciar el olor a leña quemándose, tal y cual queman una vida así se sentía, acompasado con la humedad sobre sus pasos, aquello trajo remotos recuerdos al trabajar por las mujeres que hacía su vida peculiar poniendo una sonrisa en ese rostro serio y que ahora se tornaba demasiado decadente, he ahí las cosas, ¡Mujeres! Exclamaba para sus adentros, porque ellas ahora estaban tomando el mando, creyéndose arrogantes y poderosas dentro de una sociedad tan reprimida en los misterios sobrenaturales, ¿Pero no era él uno de ellos?, ¡Claro!, un lobo que perdía el control inclusive en sus aparentes cinco sentidos.

Al menos no era el único que estaba maldito por el brillo de la luna cuando más resplandeciente se encontraba en el firmamento azul terciopelo, se dejo guiar y adentrar por aquel olor, ¿Qué encontraría detrás de las cenizas de esa vida que ahora era consumida por las llamas de un infierno?, ¿Qué demonio, hijo de lucifer fue capaz de ello?, incluso los ángeles de Dios se vuelven tan despreciables y llenos de maldad disfrazada de divinidad, a lo que Toumas comparaba con la iglesia regida por mentes perturbadas sedientas de aquel bello liquido escarlata, así era, lo que mantiene vivo a los poderos enemigos de la noche es la masturbación de interrogantes, el éxtasis para los humanos atraídos a lo sobre natural.

Aquellas montañas con un tinte nevado al terminar el invierno se cobijaba con un abrumante calor de tortura, ardía en llamas, el fuego se eleva cual señal a dios y lucifer por el crimen juguetón de alguien que parecía abandonar la escena. Había visto incluso con esos reflejos cada pequeño detalle en su mente ni siquiera hizo amago de acercarse o interesarse en tal cuadro para guardarlo en su memoria, el camino guiado por un aroma embriagador incluso para los marinos estaba al acecho de aquellas palabras que trajeron el viento, como charlando con uno de los tantos espíritus que buscaban algo intacto, escuchando las diversas voces – Es usted quien crea tus propios demonios, son esos a los que llamamos miedo, buscan que desistamos del camino, nos retan, nos hieren… Sin embargo no debe temerle tal y como lo ha dicho – Manifestó con voz firme y con esa sonrisa un tanto arrogante que apenas se veía en su rostro, a través de las copas de esos arboles que hacen renacer sus hojas en la primavera, se asomo su silueta clavando la mirada en un rostro que parecía cegador por la belleza que dibujo cualquier demonio o ángel. Se quedo en silencio uno que no era incomodo, pues espera respuesta de la persona – No he podio silenciar la voz, no era mi intención interrumpir el hilo de sus palabras – Dentro de su arranque hizo una breve reverencia que expreso un poco de educación.

Tenia modales y vaya que si, dejo que sus pasos le guiasen de una manera lenta con las manos en los bolsillos contemplando el panorama, en especial aquella luz natural que parecía malditamente hermosa iluminando a los dos cuerpos, se movió lento, viendo sus pasos alternado de ese rostro pálido y rubio como buen parecido entre las mujeres parisinas, nada le sorprendía, inclusive si estaba ahí era por alguna razón en especial, revolvió una de sus manos en los bolsillo sacando un cigarrillo que al mirarlo y compararlo con ella lo llevo a sus labios dejándolo ahí, sin encender, solo su respiración le indicaba el tiempo que tenia para hacer un comentario prudente. Ella había comentado cosas curiosas de las cuales como hombre no fijaba en los detalles, pero ya había comprobado que esas criaturas hermosas eran inteligente y soberbias como ellas mismas, las malditas mujeres y benditas a su vez eran un delirio para la mirada.

Alzo el rostro dejando su barbilla un tanto elevada y esa mirada fría bien clavada en ese rostro enmarcado por los rulos rubios que caían haciendo risos delicados, de buena clase la mujer a diferencia de él que no gustaba de los ridículos adornos pomposos, se notaba que aquella mujer emanaba un gran poder por querer ser quien tomara la rienda en los asuntos que le involucraban, podría asegurar que si no hablaba correctamente los caracteres de ambos podrían chocar en cualquier momento. Vamos que al hombre le gustaban las mujeres de carácter apacibles, bueno solo le gustaba una mujer, pero no tenia caso involucrase en ideas sentimentalistas ahora.

Ella había señalado a la Luna, acaso Tuomas ¿Le temía a ello?, no para nada, muy al contrario volvió la mirada a la luz, a esa redondez que podría significar una maldición, él no era como los demás de su especie, muy al contrario gustaba de las noches en que la luna se asoma coqueta y lo visita tras un día pesado, eso era, así que volvió la vista a la dama y abrió los labios, buscando el mechero y concentrándose en encender el cigarrillo -Cuando me decidí a afrontar mis miedos me di cuenta que la mayoría de mis temores fueron provocados por mi propio miedo y lo que ocasionó ese miedo fue el temor a afrontarlo.–Murmuro despacio con la voz un poco menos audible dado que encendía aquel tabaco para después guardar el mechero y retirar el cigarrillo para dejar que el humo viajará al firmamento. –No tengo miedo a algo como la Luna, ya lo he dicho, tenia miedo de afrontar lo que he provocado…- Se acero un poco más para reducir la molesta distancia entre ambos –Tendría miedo de mi mismo dado el caso.– Ladeo el rostro y soltó el humo hacía esa dirección.

La diferencia entre ellos es que él no era para nada humano, sin embargo no iba ir por ahí conociendo gente y revelando que pertenecía a cierta especie maldita, era reservado así que limito aquellas palabras y mejor aun su personalidad o datos, no debía olvidar que estaba en parís como incognito, se salto las formalidades de preguntar o dar su nombre, el hecho era el mismo, quizá diera uno falso que ni siquiera corriera por parís para no ser descubierto, vaya misión estúpida pero lo hacía para salvar a su contraparte amable, a su propia diosa de la Luna y esperaba que esta estuviese bien y contemplado la Luna al mismo tiempo que él.

-Excitarse por el peligro hace que uno se sienta vivo, la adrenalina ante la muerte es algo único, una sensación que bien si tenemos inteligencia podremos seguir toreando o sino solo sentirla una vez y terminar tendidos en los brazos de nuestra diosa de la muerte– comento con esa sonrisa nada afable pero que iba bien con sus rasgos, acaricio lento su mentón pasando los dedos por esa barba que le hacía parecer un poco mayor y sin darse cuenta sus pasos iba directo a ella quedado hombro con hombro. –Tiene razón, no lo siento, lo he hecho solo por retar ese aire de grandeza que emana- Bajo por un momento la mirada y echo el rostro hacía tras viendo la luna – Es igual de presuntuosa que la luna es por eso que me ha llamado la atención.– Artes o buenas notas en el coqueteo no era lo suyo o su especialidad, solo se empeñaba en fastidiar a los demás y enfrentarse de esa manera que podría poner la defensiva y el lado salvaje de las personas, se atraía por eso solo para juguetear.

Aquel sentimiento de oscuridad lo invadió por un momento, ¿Para que hacerse los ilusos?, estaba bien claro que ambos sabían lo que eran, por su lado aun fingía demencia, oscilando con cuidado en las palabras y gestos que ella dedicaba, camino un poco, viendo el panorama, observando de nuevo el firmamento, a ella parecía atraerle, soltó un suspiro, no porque estuviera cansado o pensando en algo solo le faltaba el aire en ese instante de paz, eran pocas las veces que se ponía a reflexionar de esa forma y discutir con golpe bajo por las palabras, esa mujer era interesante, sin dudas podría pasarse toda una vida hablando con ella a pesar del tira y afloja al cual se enfrentaban, jamás se aburrían, apostaba que hasta podrían discutir del color que tenía el mundo y aquello caería en controversia ya fuera de un lado o de otro.

No es que se esperara una reacción de tal forma, entendía sobre todo el comportamiento de aquella dama prolija y de cuna, aquello era obra de lo mal que había jugado con las palabras, ¿Qué pensaría ella de él?, esa pregunta recorrió sobre sus instintos al verla ahí embelesada con la Luna, era gracioso, pero muchas mujeres le habrían huido, era un hombre pero demasiado estúpido a veces para involucrase con alguien, aunque debía admitir que sabía de manipulaciones y traiciones, esa mujer podría ser su delirio, su dolor de cabeza o una aliada que le ayudará en el camino; no en vano se había quedado a su lado, aun así a través de sus palabras no había podido arrojar la siguiente carta para seguir ese peculiar encuentro en medio del bosque.

Admiraba y adoraba aquella arrogancia de la que hacía gala la joven, sin duda ella también se enorgullecía de ello, era incapaz ver más allá, era una suerte que el fuera de los pocos que despreciaba la rebeldía de los demás, solo porque le parecía asfixiante hasta cierto punto, era ser maldito después de todo, con carácter pero prefería siempre quedarse al margen de aquellos líos, el típico personaje tras las sombras, pero su carácter en ocasiones lo hacía salir de manera impulsiva -Un hombre con ideas es fuerte, pero un hombre con ideales es invencible.–Murmuro devolviendo con una sonrisa que su mirada proyectaba en ese instante, su depredadora salvaje seguro tendría buena carta para esas palabras -Tengo miedo de tener miedo, es así de fácil, no puedo dejarme vencer por algo así, no obstante sean las circunstancias, sé que habrá como impedir que aquello me invada–Esta vez la sonrisa estúpida no salió, muy al contrario dejo esos malditos gestos, ahora estaba completamente serio no porque quisiera demostrar fortaleza, sino porque era idealista incluso en ese momento en el que ella bien podría contratacarle.

Para los débiles lo inalcanzable es el miedo, para los valientes una oportunidad– Si bien no era alguien de clase baja, se rebajaba a uno en cuanto a sus expectativas porque ser bueno o ser alguien de valor no proviene de ser de cuna de alta alcurnia, esa ultima pregunta que había surgido de sus labios, apenas le hizo pensar aquello y meterlo en una sutil respuesta interna, pero cada persona podría interpretar lo que su capacidad le hiciera vez, para él era complicado hacerse de una idea fácil, pero no era necio, solo no le gustaba la manipulación en las palabras, se contenía cuando era al revés, se acercó lo suficiente para ver sus rasgos y la piel que tenía ese cuidado extremista. –Un simple campesino que sueña con algo inalcanzable, solo escribo, solo a eso me dedico, a darlo todo por mi familia, es lo único, bella dama de respetable cuna– Lo curioso del asunto… Es que Toumas no era nada de ello, había trabajado en el campo, vivía sencillo pero lo hacía, su aspecto desprolijo daba aquella imagen errada, pero era lo que le gustaba, pese a que pocas veces acudía vestido de noble, pero más bien la imagen no encajaba con él, poco le importaba –Y ¿Usted madame? – el problema a veces eran sus modales, su ser, su corazón, todo pertenecía a lo alto, pero no podía darse el lujo de regresar a ello.

AIgual un monologo se iba formando dentro de aquella cabeza, ¿Qué veía en ese momento?, ¿Sus ojos en verdad contemplaban lo que su cerebro alcanzaba a captar?, una mujer fuerte, cuidadosa pero ambiciosa por dentro, desesperada por tener el control, quizás se equivocaba pero analizaba cada gesto grácil que ella le regalaba en esa magnifica noche, aquellas figuras llenas de fortaleza son las más sensibles las que se llenan de sentimientos, una diversidad de sensaciones, desde un odio infinito hasta un amor prolongado, era triste escudarse en esas cualidades, aunque sorprendente pues cada uno tiene un escudo, cada uno esconde su verdadero yo hasta de su propia sombra, sonrío al pensar esto, fue un momento fugaz pero certero cuando el Licántropo se dejo atrapar por sus propias conjeturas, esta mujer magnifica que llama a la luna en cada ritual, que añora y quiere más era tan transparente como un cristal pero pocos muy pocos se daban cuenta, de hecho nadie podría leerle la mente puesto que su disfraz es el de la oscuridad. Dentro de esa flamante belleza y ese cuerpo moldeado hay una bestia deforme que espera atacar cuando se tiene la oportunidad, quizás ahora le tocaba a Tuomas ser parte de ello la situación se ponía interesante con cada palabra.

Una diosa ambiciosa que se dibuja bajo el velo de la Luna, que se cubre de luto con los rayos de esta misma, una mujer que no demuestra signos de debilidad, no a diferencia del ser que era él, un hombre que se escudaba en ese rostro serio, no era severo, un ser que perdió a su familia en un momento de locura y descontrol, esposa e hijos y aun así no sentía la culpabilidad recorrerle, simplemente porque no deseaba llevar sentimientos de esa índole con él, quizás solo evitaba el sentirse cobarde, cruel, escondiendo la bestia que en realidad era, como si fuese una negación a lo que no pidió, pero así es todo en el mundo, todo lo que pidas jamás te será dado hay que luchar para conseguirlo, una valiosa lección que él había aprendido a base desgracias y sufrimiento como todo ser humano, que triste y patético, sin embargo ahí estaba demostrando ‘esa inteligencia’ o lo de lo que ambos se creían capaces hasta ese momento.

-Madame, con todo respeto, la iniciativa proviene de uno mismo, es cosa de cada quien, en lugar de preparar sólo el intelecto y la memoria, debemos considerar también el desarrollo de la voluntad, demostrado en la iniciativa y la acción, ya que nuestra tarea principal. Pero como lo he dicho, depende de cada uno –Al dejar las palabras no pudo evitar mirarle fijamente, en clavar aquellos orbes en los ajenos y buscar el brillo de esa luna reflejándose en su cómplice, pero eso fue un evento desafortunado, más bien se fijo en aquella belleza, se clavo en aquellos labios que tenían el airé gélido y frío para clavar las palabras como puñaladas, ¡Vaya sarcasmo de su parte!, ¿Felicidades?, casi se echo a reír a carcajadas pero no lo hizo primero porque no reía por trivialidades, segundo por educación –algo que en realidad le importaba poco pero con esa mujer era un reto olvidarse de esa parte tan pomposa –Hizo un gesto fingido de sorpresa, porque ese juego de palabras le encantaba –El miedo hace mil maravillas, como usted sabrá, nos pone una mascara, una armadura ante el mundo, si eso se manipula con la inteligencia correcta…-Sus comisuras dibujaron una sonrisa más bien victoriosa que sarcástica -Con esas dos armas, uno podría llegar a ser invencible, nadie sería capaz de quebrar la transparencia del cristal con el que nos va formando son pocos los que logran verlo y aun así no es suficiente. –Sin darse cuenta le guiño el ojo, no como señal de silencio o complicidad, ni siquiera supo porque lo hizo, quizás hablaba de él mismo y ni cuenta se había dado si es que el subconsciente lo traicionaba, pero eso estaba por verse.

¿Esconder?, pero que palabra tan dulce y bonita para ambos, casi desvío la mirada cuando vio la ajena sobre sus labios, no era tonto pero cometer una locura con una mujer así no estaba tan mal, sin embargo había algo que no se lo permitiría si es que él deseaba avanzar, mostro un destello como cualquiera, un reflejo al sentirse ‘atacado’ de alguna manera. –Claro, este rostro, este cuerpo, esta mente, todo lo que me conforma esconde demasiado, pero es un secreto, es algo que jamás revelaré, algo que quiero llevarme solo, que nadie sepa como hasta ahora, una conexión fuerte, un vinculo más allá que se atreve a llamarse silencio y es aquí donde en ese escenario mencionado, un hombre no volteo ni se intereso por el sonido que se produjo al tirar del gatillo –Se encogió ligeramente de hombros–Un desinteresado vagabundo que no era importante dentro de aquellos círculos de personas, porque esta embelesado viendo a un punto fijo a alguien del publico y es algo que jamás percibirán –Su ambigüedad iba más allá del entendimiento, esas metáforas, esa forma de hablar, era por eso que prefería estar en silencio siendo un ‘pobre hombre que trabaja por comida y sobrevivir día a día’.

¿Qué había dicho?, por satanás, por lo que fuera, esta bien que fuera un hombre con fachada de esclavo y mentalidad de los sabios –Aunque eso era sarcasmo –Pero ¿Trabajar?, ¿Para ella?, definitivamente no, tenía sus propias cosas y era un ser independiente, alguien que demuestra lo que es si se atreven a inmiscuirse en sus asuntos, aunque no había avanzado demasiado en su búsqueda pronto lo haría, solo quería un poco de misterio, así como ella ignoro la pregunta, el paso de aquello, ni siquiera era una pregunta, era un estúpido deseo de una princesa, que ve algo ‘brillante e interesante’ y lo quiere a toda costa, si no lo tiene lo destruye a pesar de que le atraiga, pues no, muy mal, él no era de esos hombres, inclusive por ella, ¿No podía estarse quieta y gozar de la paz de hablar con alguien?, sin pensar un momento, olvidándose de sus pecados y demás, solo gozar de lo que hay a su alrededor sin buscarle un provecho, esas mentes trabajadoras y enfermas, típico de los que tienen poder y creen tenerlo. – Me niego a ello –Así fuera una orden, iba ir en contra. Él era libre, Tuomas no se vendería para besarle los pies, había alguien por quien si podría hacerlo todo, pero hasta ese momento por una desconocida que mostraba una figura femenina que mostraba sus dotes de mandamás no se dejaría.