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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Amy Defoe Mar Mar 27, 2012 9:39 am

Mire a mi alrededor algo agitaba por la persecución que llevaba a mis espaldas, de seguro ya me habían perdido la vista, no era la primera vez que me pillaban robando y de seguro no sería la última, la recompensa una bolsita con llena de francos, los cuales ocuparía para la compra de alimentos y lo que me sobraba me compraría algo para mi, mañana estaba de cumpleaños uno de los pequeños del orfanato y le llevaría una torta, siempre recordaba cada cumpleaños y me dedicaba toda la semana para llevar un pastel, de lo que fuera, creo que eso era lo único que compraba de buena fe, me detuve en uno de los callejones apoyando mi espalda en la primera pared que vi comencé a respirar un poco más calmada mientras en mi bolso que colgaba de mi pecho guarde aquel saquito con monedas. Luego y como si no hubiera pasado nada me puse a caminar como todas las personas lo hacían a esa hora, habían muchos de la clase acomodada, maleantes de la clase baja y uno que otro de media clase que se esforzaban más que nada para salir adelante, la mayoría de los míos nos íbamos por el dinero fácil y cuando decía fácil solo tenía dos opciones, ser una cortesana o robar, en mi caso, el robo era mi mejor arma a la hora de alimentarme, mis palabras era el medio donde demostraba mi fortaleza y mi rostro mostraba mi inocencia; aquello me lo habían dicho no una sino varias veces y creía en ello.

Camine detrás de dos damas con vestidos frondosos, y elegantes, con unos sombreros extraños en sus cabezas, se movían de manera diferente y como no tenía nada que hacer comencé a imitar los actos que ellas hacían, como ponían sus manos como tan siquiera movían su cuello, como ladeaban la cabeza hasta como se quedaban paradas, a decir verdad me burle de ellas, y sus elegantes modales, pase fuera de una sastrería donde entraron yo seguí mi amino y en el gran ventanal vi mi reflejo, me detuve a observar; ahí estaba yo con mi cabellera larga y castaña a cada lado de mis hombros, un corsé blanco que ya estaba amarillento por los años que tenia bajo de este tenía una especie de camisa color verde, que estaba afirmada por el corsé, que dejaba en vista la delgadez de mi cuerpo, más abajo en vez de un vestido frondoso solo había una tela rasgada que llegaba un poco más arriba de mis tobillos dejando ver que unos pantaloncillos de varón, habían más abajo. En realidad no me gusto para nada lo que vi y ahí mismo me quite el haraposo faldón improvisado y guardando aquella tela en mi bolso me quede con los pantaloncillos que eran de mejor calidad, aun cuando me quedaban un poco grandes, me los afirmaba con un cordón de zapatos… no se cuanto tiempo me dedique a observar mi propio reflejo, si no hasta que escuche unas risotadas de burla y mis ojos se dirigieron hacia donde venían, las damiselas elegantonas se burlaban de mi apariencia, les hice un desprecio y seguí mi camino, ellas no opacarían mi día. Aun cuando lo que había visto no era del todo mi agrado estaba agradecida de que tenia ropa que vestir… algún día tendría uno de esos vestidos…

Seguí caminando por el lugar, salude a varias personas llevaba varios año caminando por los mismos lugares y todos me conocían, en ese momento podía decir que había de todo en este mundo, doble en una esquina antes de llegar a la plaza y unos niños me abordaron con un entusiasmo verdaderamente sorprendente Alex, Mica, Mary, Felicia, Cristóbal, Anne, Luis, Carlos, Carmen Dije con emoción abriendo mis brazos para abrazarlos a todos de la misma forma, pero note que había alguien nuevo – ¿Y tu pequeño cómo te llamas? – Me puse de rodillas abriendo mis brazos para que se acercara y en eso llega Mica y me dice – No habla… así que le pusimos Max – avance en silencio hasta el niño - ¿te gusta el nombre que te pusieron? – la única respuesta que recibí fue el movimiento en positivo de su cabeza, le di un beso en la frente – Bienvenido al mundo de Emily – le dije con entusiasmo y le pase la mano, según mis instintos callejeros en niño tenia no más de 5 años, Cristóbal era el mayor con diez, y Cornelia la menor con cuatro así que estaba en la edad de andar con ellos, ya que si era muy pequeño lo dejarían en la corte de los milagros, ellos conocían las pocas reglas así que sabía que estaría bien cuidado, a Cristóbal le pase unos francos para que fuera a comprar manzanas para todos y nos encaminamos hasta la plaza, al centro de ella, entre risas juegos, escuche lo que cada uno me conto, lo que habían aprendido con Janne y lo que les había mostrado Gianella. Cristóbal no tardo mucho y nos repartió manzanas a todos. Los niños sentados en media luna me quedaron mirando y Cornelia con su voz suave me dijo – ¿Que historia nos contaras hoy? – di una mascada a mi manzana y los quede mirando mientras tragaba Hoy será una historia de… amor al escuchar eso todos se largaron a reír Bueno está bien… veremos que sale de mi cabeza, no les prometo nada – eran niños no sabían mucho de amor mas solo de la fantasía que yo les contaba así que empezaría por algo común…

Me levante y di un aplauso mirando y acaparando la mirada de ellos y de uno que otro curioso que rondaba por la plaza a esas horas Cuenta la historia de que un día como hoy, una niña llamada Emily fue secuestrada – moví mis brazos y cuerpo haciendo la mímica de lo que pasaba Emily una niña rica, con zapatos de cristal era llevaba por unos maleantes piratas- mi voz cambiaba de tono a medida que hablaba – Emily por más que grito y pataleo nadie acudió a su auxilio hasta que llegando al barco pirata conoció al capitán un hombre viejo, gordo y feo “Niña rica tú tienes el poder de embellecer” hice la voz ronca del capitán – Emily asustada dijo “ No… no… solo a las flores puedo embellecer” la niña con voz dulce comenzó hablar y de entre las maderas del barco pirata comenzaron a florecer unas flores extrañas, “Si no me embelleces morirás como esta flor” dile el capitán tomando una de las flores y cortándola con su espada … La niña no sabía que hacer y la encerraron en un calabozo donde lloro por horas, sus lagrimas tenían un aroma a Violetas que comenzó a bañar todo el lugar donde estaba y el aroma subió s cubierta y…. hice una pausa mirando a mi alrededor, habían varias personas escuchando, los niños atentos a cada gesto y palabra mía me sentí orgullosa – Y cada pirata que sentía ese aroma caía en profundo sueño…. Uno a uno hasta que el mismo capitán se durmió, la niña como pudo escapo de su cárcel y mirando a los piratas fue hasta el capitán el pañuelo que le serbia para secar sus lagrimas lo poso sobre el rostro del pirata y limpiando el mismo la fealdad del pirata se acabo… la niña fue rescatada y el pirata…. Fue por primera vez feliz- termine haciendo una reverencia a mi público y los aplausos de parte de los niños comenzaron a escucharse… me quede unos segundos ahí y luego levante mi vista mirándoles, con sus ojitos iluminados, felices al escuchar mis historias que carecían de sentido o al menos así lo creía yo. Me acerque a ellos y senté una señora distinguida por sus ropajes me paso unos francos, y tan solo me dijo gracias, era la primera vez que alguien me daba dinero por contar una historia y con eso me sentí mas orgullosa de mis palabras…
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Mensaje por Elijah Norringthon Dom Jun 17, 2012 8:49 pm

Atrás quedó el ensordecedor silencio. La pareja Von Schrieder obligaba a todos los criados – incluyendo a Dominic - a actuar sin hacer el más mínimo ruido. Cualquiera que pasara por la acera de la mansión, fácilmente creería que ningún miembro de la familia se encontraba en su interior. Al menos, hasta que Troll – su mascota y mejor amigo – rompía las reglas al ver en la ventana al gato de los vecinos. Hacía mucho tiempo que sus padres y él habían llegado a un acuerdo. Su amigo se quedaría en casa siempre que él se comportara a la altura del apellido. No es que hubiese habido quejas. Tras los crueles castigos que consistían en encerrarlo y golpearlo - “por su bien” - , había aprendido a mantener la boca cerrada en su presencia hacía muchos años. Era humillante, sí, pero su vida siempre se había visto acechada por esa sombra. Los recuerdos aún estaban completamente frescos, ignorantes del pasar del tiempo. Estaba seguro que jamás permitiría que se retrajeran en una esquina. No. Era demasiado rencoroso como para olvidar. Su interior estaba lleno de odio. Solo tenía que mirar hacia atrás para encontrar a todos culpables por su destino. No le importaba si se equivocada al juzgarlos. La vida le había enseñado a tachar todo - y a todos - con crudeza. Anäel, la anciana que había cuidado de los hermanos Norringthon tras su adopción, le recordó que esa noche era la presentación en sociedad de la hija de una familia cercana a los Schrieder. Evitó subrayar lo obvio. Una mueca de disgusto se apoderó de su rostro, ese fue el único gesto que evidenciaba que había escuchado cada una de sus palabras. La clase pudiente solo buscaba cualquier pretexto para presumir todo el dinero y poder que esgrimían en su círculo social. Hipócritas. No hacían más que envidiarse los unos a los otros. Troll, quien había visto la correa en su mano, se acercaba corriendo desde el patio. El rostro de Dominic lo estudió desde lo lejos. Traía las patas llenas de barro, lo que le daba una idea de dónde se había estado revolcando.

- Estaremos de vuelta en un par de horas. Le molestaba tener que tranquilizar a la anciana, pero era lo menos que podía hacer. Sin un destino en mente, dejó a su mascota guiarlo. Doblaron esquinas más de un par de veces. El mercado ambulante apareció ante ellos. Troll olisqueaba, buscando cualquier cosa dulce en los puestos. “Entiendo la indirecta.” Pensó, palmeándole la cabeza. Compró una pequeña bolsa de caramelos a una joven ciega, un hombre de edad avanzada - su padre, supuso - se encontraba con ella. La cola de su mascota se movía con alegría. – Aún no. Le reprendió, mientras se los guardaba en el bolsillo. Pagó más de la cuenta y, cuando éste se dio cuenta, intentó devolverle los francos. Dominic negó inmediatamente con la cabeza. La sonrisa agradecida del vendedor, si bien no era falsa, tenía cierto matiz de tristeza. Tuvo que arrastrar a su mascota lejos del mercado. Nunca había sido muy obediente cuando había alimento de por medio. Se sentaron en la plaza a comer – Troll devoró - los dulces. Observó durante un buen rato a los parisinos. Se disponía a marcharse cuando vio a varios niños – sus ropajes dejaban en claro que se trataban de la clase baja – acompañados de una joven. Quizás no había nada extraño en ello, pero se encontró siguiéndolos con la mirada. Su entrecejo se profundizó. Años atrás, él había sido así de despreocupado con sus hermanos. Después de perder a sus padres en ese incendio, habían permanecido juntos, apenas comiendo, pasando frío en las calles. Nadie los volteaba a ver, así como nadie volteaba a verlos a ellos. Al menos, hasta que la chica empezó a contar aquél tonto – en su opinión – cuento. Las fantasías no llenarían su estómago por mucho tiempo, solo servían para fomentar sueños inalcanzables. La línea en su boca permaneció impasible mientras se levantaba y daba, hipócritamente, unas cuantas monedas a la cuentacuentos. Troll, que marchaba a su lado, estaba en su entorno con todos esos niños rodeándolo.
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Mensaje por Amy Defoe Lun Jul 09, 2012 8:55 pm

Mi pecho se inflo de manera sin igual, varios transeúntes habían depositado en mi mano algunos francos aquello se lo llevaría a Jeanne para el fondo común, del cual nos alimentábamos en la corte de los milagros, si, ya sabía cómo conseguir dinero extra pero hacerlo con mis cuentos sin sentido era una forma que hasta podría decir bien vista. Sonreí mas para mí que para los niños que parecían algo alterados todos sentados en el suelo acariciando con gran entusiasmo a un perro que por lo cuidado que estaba de seguro era de algún joven de clase acomodada. Trague saliva cuando aquel chico me dio los últimos francos, supuse que el perro era de él ya que el can se le acercaba y los niños vueltos locos lo seguían. – Gracias – mi voz salió casi inaudible bajando la cabeza, mientras pensaba lo que había hecho y mi cabeza volvió a levantarse, no había hecho nada malo solo contar una historia a aquellos pequeños que huérfanos sobrevivían diariamente. Suspire, al final de cuentas era la mayor ahí y no quería tener problemas con nadie. Ya mucho me había pasado por un solo día.

Alex, Mica, Mary, Felicia, Cristóbal, Anne, Luis, Carlos, Carmen y Max, no molesten al perro que su dueño puede molestarse – los reprendí, ya una vez había pasado que yo me había acercado a un perro y la dueña pego el grito en el cielo por que primero pensó que lo robaría y segundo me acuso de tener piojos y pulgas y que aquello se lo podía pegar al animal, ese día había pasado la noche en el calabozo, por solo querer acariciar a un animal. Y no quería lo mismo para los niños, tome la mano de uno – Ya es hora de la comida y de seguro Jeanne ha preparado algo delicioso – dije con entusiasmo – Cristóbal, lleva a los niños a la corte yo iré mas tarde le dices a Jeanne o a Gianella – les sonreí con calidez mientras con algo de tristeza los niños se alejaban del perro – Quizás les lleve algún cachorro – les dije con entusiasmo, mientras recibía besos en las mejillas de cada uno – Grachas Emily – dijo con dificultad Cornelia y todos comenzaron a alejarse de la plaza.

Para mi sorpresa e incomodidad el perro se quedo ahí parado moviendo la cola, como si esperar una caricia mía, lo mire no pude quitarle la vista de encima al can y solo baje uno de mis dedos y lo pase por su cabeza – Lindo perro – suspire y me enderece contando los francos para ver si podía llevar algo para la cena, o mejor aun para comprarme algo de buena fe. – Cincuenta y tres – fue el monto total y me quede ahí parada, ¿Qué podía hacer con ese dinero? Mi estomago gruño, y volviendo a guardar los francos en una pequeña bolsa de arpillera lo puse en el fondo de mi bolsillo, sobe mi barriga – Ya, ya tendremos algo para comer – me consolé, siempre velaba primero por los niños luego por mí, así me habían enseñado yo era mayor y podía cuidarme sola, al final siempre lo había estado. Comencé a caminar por el lugar pasando cerca del perro y su dueño y me senté en una banca, donde había dos damas bien vestidas que al ver lo que yo hacía espantadas se levantaron y me miraron feo – ¿Que ahora no me puedo sentar? – les dije haciendo una careta con mi rostro que termine con una amplia sonrisa, típico de la gente bien vestida te ven como lo último en la cadena de vida, pensé. Mire el cielo, aun era temprano para ir al refugio y aun más temprano como para ir con Gianella para probar mis nuevos zapatos que me había conseguido.
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Mensaje por Elijah Norringthon Lun Jul 16, 2012 9:39 pm

Enarcó una ceja con elevada gracia cuando Troll le ladró. Su amigo estaba acostumbrado a ganar todas las batallas habidas y por haber. La última vez que habían salido a dar un paseo por la zona de los gitanos, éste lo había traicionado con una ladronzuela. Si algo le gustaba a su perro – además de los dulces – era sentirse temerario, incluso si eso significaba espantar a las aves que se acercaban a beber a la laguna. Aquella tarde, ambos habían regresado empapados a la mansión. La ladrona – por supuesto – había encontrado el momento justo para escapar con una bolsa de francos. Si no hubiese tenido que ayudar a Troll, quien había atorado su correa en una de las piedras en su afán por hacer volar a las palomas, la chica no habría escapado. Estaba seguro que la reconocería en medio de la muchedumbre, después de todo, no solía frecuentar los lugares que la alta sociedad se veía obligada a visitar, sino aquéllos sitios a donde la clase baja estaba destinada. Veía innecesario atormentarse con la etiqueta cuando sus padres no estaban cerca. La mayoría de sus noches, sin embargo, le pertenecían a ellos. El señor Von Schrieder solo necesitaba aparecer en medio de un salón atestado para ser acechado por familiares y amigos. Nunca había tenido otra alternativa. Sabía que la pareja fingía estar orgulloso de él. ¿Quién, en todo ese maldito teatro, no usaba una máscara? Él lo hacía. Lo había estado haciendo desde que había sido adoptado y lo haría aún después. Podían llamarlo hipócrita – no estaba seguro que no lo fuera – pero había soportado todos los maltratos y nada lo alejaría de la fortuna que por derecho le correspondía. Su mandíbula se apretó con fuerza ante las palabras que escaparon de la joven. En ese momento supo que la odiaba. Todo lo que podía existir hacia ella era la hostilidad de sus gestos y la frivolidad de sus palabras.

Troll volvió a ladrar en su dirección. Las muestras de afecto – era evidente que estaba encantado con la cuenta cuentos – nunca le eran suficientes, siempre insistía en ser recompensado (aunque no hubiese hecho nada). Las criadas en la mansión, definitivamente, estaban mal versadas en cuanto a lo que debían o no permitirle a su amigo. El perro se sentó, como si esperara a que… No tardó en corroborar que quien se acercaba a ellos era de nuevo la joven con sus extrañas historias. La siguió con la mirada. La plaza, si bien no estaba muy concurrida esa tarde, contaba con algunos jóvenes aristocráticos. Sentadas en la banca, - hacia donde la chica iba -, se encontraban las hermanas Smith. Dominic las conocía. Había bailado con ambas señoritas en más de uno de los eventos sociales a los que estaba obligado a asistir. La mayor, Gwen, había aceptado encontrarse con él en la biblioteca para conversar en privado. Él no había tardado en seducirla, la había dejado caer sobre el sillón mientras se deshacía de todos esos malditos nudos para bajar el escote de su vestido. Desafortunadamente, alguien había tocado la puerta antes de que pudiese recrearse en la piel tersa y blancuzca. Si tan solo las damas tuviesen la misma inteligencia que destilaban en belleza. Una sonrisa de desprecio curvó su boca. Observó como las hermanas se levantaron al ver a la chica sentarse en la banca que antes habían estado compartiendo. Como siempre, la alta sociedad humillaba a los pobres. Se levantó con rapidez, Troll le saltó encima ante la excitación de ponerse en movimiento. – Señoritas Smith. Es una tarde privilegiada la que permite que os encuentre aquí. Se inclinó levemente. La sonrisa pícara permaneció en su rostro mientras desnudaba con la mirada a Gwen. Troll volvió a ladrar. Esta vez, cuando su mirada se encontró con la cuenta cuentos, la estudió bien. Ahí estaba. La ladrona de francos. El traidor estaba entusiasmado, por supuesto, la recordaba de hacía unas semanas. – Si me disculpan. Giró sobre sus talones, haló a su perro y acortó la distancia. – No debería contar su motín en público. Cualquiera podría robárselo. La frialdad tiño cada una de sus palabras.
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Mensaje por Amy Defoe Sáb Ago 11, 2012 1:59 am

Levante la vista de manera inmediata al escuchar el ladrido del perro, curioso, extraño pero divertido, la textura del pelaje de aquel can era sin lugar a dudas una de las más suaves de las cuales había tenido la gracia de acariciar. Sonreí sin dejar de mirar al can, que parecía extasiado mientras el dueño se encaminaba, por su puesto a las damas que según logre ver le coqueteaban de manera tonta. Pobres jóvenes, al final entre ricos se entienden pensé, subí mis piernas a la banca donde descansaba mi cuerpo y las posicione quedando en la forma de una flor de Loto, esperaría a que el joven y su fiel amigo desaparecieran para ir en compra de algo de comida. Mi estomago volvió a rugir y no pude más que sobarme de manera tonta el estomago – Ya… ya te dije que comeríamos – dije en voz alta, solo para que yo misma pudiera escucharme. Lo que a continuación sucedió me sorprendió aun mas las damas seguían su camino y el perro corría hacia mi banca, me mordí los labios para no decir alguna estupidez, tan solo deje caer mi mano para alcanzar tocar otra vez al animal. Levante mi vista al dueño del perro cuando este pronunciaba cierta frase, definitivamente eso me causo mucha gracia - Nadie le robaría a un pobre y si lo llegasen hacer… siempre puedo conseguir un saquito de francos por las calles de la ciudad – No era el gran secreto que yo era una ladrona, varias noches había parado en el cuartel policial al que mi heroína iba a rescatarme Gianella.

Solté un suspiro, dejando que mis piernas volvieran a chocar con el suelo, mire nuevamente al joven sin quitarle la vista de encima, algo en él se me hacia familiar pero todos los de la clase acomodado se parecían así que seguramente el era uno más del montón – Fueron solo Cincuenta y tres francos, solo a un necesitado le servirían aquellas monedas – levante mis hombros de forma inocente mientras del saquito que colgaba de mi cadera sacaba unas migajas de un queque que me habían regalado, si, no lo había robado, lleve aquellas migajas dulces a mi boca al tacto con mi saliva parecieron disolverse por completo tenía un sabor bastante rico pero eso no llenaría mi estomago, pero no me iría a menos que el joven se fuera; algo en el me inspiraba cierta desconfianza quizás su solo traje, o tal vez su mirada. Lo único bueno que tenia aquel niño rico era su perro, en realidad era una adoración de animal – El perro ¿Cómo se llama? – pregunte mirando al can, con una enorme sonrisa mientras mis dedos seguían acariciando la cabeza de el, un solo movimiento el perro comenzó a lamer mis dedos de seguro por el sabor dulce que tenían a las migajas de aquel queque completamente destrozado.

Volví a reír sin prestar mucha atención a lo que pasaba a mi alrededor tan solo me vasto escuchar las risitas de las damas que anteriormente habían estado sentadas en la banca para suponer que – Creo que lo esperan joven – moví mi cabeza hacia las jóvenes y las apunte de manera burlona, claro la burla era para ellas no para el chico, que tan serio permanecía parado a escaso metro de mi. El no tenía nada más que hacer, ni mucho menos hablar con una niña como yo. Me quede en silencio quite mi mano del perro y cruzando mis brazos comencé a tararear una canción de cuna que cantaban en el orfanato, la idea, aburrir al señorito de la clase alta, para así ir por comida.

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Mensaje por Elijah Norringthon Vie Nov 02, 2012 7:36 pm

Ella lo miró como si fuera imbécil. ¡Se burlaba en su cara! La ladronzuela encontraba divertido su uso de palabras. Dominic le fulminó con la mirada. La rabia corrió por sus venas. Sus manos se cerraron. Los nudillos rápidamente se le pusieron blancos. – De… Notó algo en la garganta, como si fuera a tartamudear, así que respiró hondo y trató de calmarse. Se había convertido en todo un experto en ese tipo de control de sí mismo. La joven vería a un hombre que trataba de tranquilizarse. Además, teniendo en cuenta el rumbo que tomaba la conversación, aquello no estaba por alejarse de la situación que les envolvía. – A menos que busque ser azotada, podría preferir no declarar tan abiertamente que roba a los nuestros. No era una amenaza, solo la exposición de los hechos que, estaba seguro, no ignoraba. La plaza, después de todo, era uno de los lugares públicos donde la autoridad demostraba su falta de compasión hacia los pobres. Solo bastaba con que se les atrapara robando un pedazo de pan para castigarlos, algunas veces las simples acusaciones de un caballero o dama respetada bastaban. La violencia era solo una de las manifestaciones del poder. Sus padres adoptivos nunca se olvidaron de recordárselo. Nunca había pensado en escapar de los abusos. No realmente. La joven de la banca le recordaba el porqué había preferido aguantar los golpes. Tras la muerte de sus padres, Chelsey – su hermana mayor – había tenido que hacerse cargo de ellos. Habían vivido en las calles. Recordaba el frío y el hambre. Algunas noches eran más insoportables que otras. Al final, su hermana había optado por la vía fácil. Les había abandonado en un orfanato. Podría no culparla por querer deshacerse de ellos, pero la culpaba por la pérdida de su infancia. Si Callum no hubiese sido tan rebelde, pensando solo en sí mismo, rompiendo las reglas y haciendo que le castigaran, seguiría vivo. ¿Quién había terminado siendo el listo? El maldito tartamudo que tanto mal les causaba.

– Troll, su nombre es Troll. El perro ladró una última vez antes de sentarse. Al parecer, había decidido que así sería el centro de atención – no es que fuese fácil ignorarlo -. El ceño del joven se profundizó. Era difícil mantener el enojo cuando su mejor amigo disfrutaba de las muestras de afecto de la ladronzuela. Las risas de las señoritas Smith eran demasiado audibles para pasarle desapercibidas incluso a él a pesar de la distancia que les separaba. ¿Cuántas veces había escuchado esas risas en medio de un salón concurrido? Le irritaba más de lo que alguna vez admitiría. – Estoy seguro que sobrevivirán sin mí hasta esta noche. Le gustase o no, tenía que presentarse en uno de esos bailes en que su familia se veía obligada a participar. Los negocios siempre necesitaban de relaciones, el señor Von Schrieder nunca decía que no a una oportunidad de hacer migas con la realeza. – Ahora, ¿quiere callarse y acompañarme? Chasqueó la lengua cuando vio que la joven iba a refutar. El tarareo se había detenido abruptamente. ‘Así que no le gustaban las amenazas’, pensó irónicamente. – Yo no haría eso si fuera usted. No querrá que le acuse ante las autoridades. Oh sí. Comenzaba a disfrutar de la tarde. ¿Intentaría escapar? Siempre podía mandar a Troll tras ella. Perseguir ‘fieramente’ era una de sus muchas proezas. Palmeó la cabeza de su perro mientras se inclinaba levemente ante la joven, como si compartiera un secreto. - ¿Cómo ha podido olvidarse de nosotros? Cualquiera creería que con todos esos francos obtenidos de mi bolsa, al menos me haría merecedor de su reconocimiento. Se irguió con elegancia. Esa sonrisa petulante apareció en su boca. – Entonces, ¿nos vamos? Troll está ansioso por seguir su paseo.
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Mensaje por Amy Defoe Mar Nov 06, 2012 8:26 am

Estaba siendo un verdadero fastidio tener que soportar aquel señorito que solo me demostraba empatía con cada uno de sus actos, clave mis ojos en el sin quitarle la mirada en ningún momento, no era fácil de intimidar, Gianella me había enseñado muy bien cómo hacer que las personas me dejaran sola, sabia fastidiar a todos y sacar de quicios era algo que realmente me salía natural, suspire poniendo los ojos en blanco y moviendo la cara de un lado a otro, me apestaba que las personas se pasaran de lista conmigo, no era la mejor persona lo sabia pero sabía que hacer en cada momento, no por nada la calle enseñaba lo que en una institutriz no. El chico hizo un gesto extraño, parecía que saldría de sí mismo en cualquier momento – Eres raro - dije sin más, en realidad ni siquiera había pensado aquello, arrugue un poco mi frente cuando él se las daba de galán frente a mi- como si me importara – levante mis cejas cuando escuche el nombre del perro y solté una sonrisa al ver el gesto que este mismo hacia. – Troll… Troll – repetí para ver la reacción del perro mientras movía mis dedos para que él se alzara y los alcanzara, continua sin tomar mucha importancia al jovencito hasta que… me hizo callar – ¿Acompañarte? – mi expresión de seguro había cambiado extrañeza, arrugue todo mi rostro mirándole con sorpresa y fue cuando su voz penetro mi cabeza mi mente… mis recuerdos…

Me levante en silencio, con la cabeza en alto me pare a un lado del perro sin decir nada suspire profundamente – Nadie ni mucho menos tu merece un reconocimiento en la vida… ¿dime que has ganado? – dije sin mirarlo, apretando mi puño estaba preparada para alguna bofetada de su parte o que me entregara a los policías, no sería la primera vez que alguien me lleva contra mi voluntad y mas esta vez deseaba que algún policía pasara por ahí para que me alejara de aquel señorito – Con los francos que adquirí de ti – pensé aquel día, hacía mucho calor e iba tarde a la corte de los milagros ese día era el día de ropa nueva y yo quería un vestido, uno que nunca llego – Le di los francos a Jeanne ella compro comida y provisiones para una semana – asentí con mi cabeza pensando que aun quería un vestido, pero eso luego se lo comentaría a Gianella de seguro ella me ayudaría a obtener uno, siempre vestía como niño y ya estaba acostumbrada de cierta manera – ¿Tu que hubieras hecho con esa cantidad de francos? Comprarle artilugios a tus pretendientes – gire mi cabeza para ver la cara de molestia de las señoritas – Ahora seré la envidia de Paris ando con el señorito y su lindo perro – me burle, ¿Qué más daba si me azotaban o no? Ver la cara y fastidiarlo sería mi fin ese día.

Me agache para pasar mi mano por la cabeza de Troll – ¿Para donde quiere ir el perrito? – pregunte cambiando la voz al de una niña más pequeña mientras sonreía al perro, ahí el único que merecía mi respeto era ese animal, ya que el otro solo sabía de abuso de poder y querer pasarse de listo.

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Mensaje por Elijah Norringthon Lun Dic 10, 2012 12:33 am

Si perdía el control de sus emociones, perdería el control de su habla. Dominic era consciente de ello. Ese era el porqué la mayoría de las veces sonaba frío y distante. Muros como esos, mantenía a las personas exactamente dónde él las quería, completamente lejos. La joven frente a él, estaba empeñada en sacarla de quicio y, para su completa irritación, estaba haciendo un condenado trabajo con ello. Por un largo momento, solo se le quedó mirando, como si no hubiese estado siguiendo el hilo de la conversación. Ella lo había llamado raro y, ¡maldita sea! Le había reducido a ese niño de cinco años que era zarandeado porque la paciencia de su padre se había agotado. No podía hablar. No podía hacer funcionar la boca. Le pasaba muy de vez en cuando, pero cuando lo hacía, siempre era cuando estaba enfadado o disgustado. Abrió la boca para insultarla, pero se le cerró la garganta, la lengua le pesaba mucho y no podía empezar una palabra, así que ni pensar en terminarla. Sentía la presencia burlona de su padre cerrándole le garganta. Dominic se odiaba a sí mismo, odiaba a la voz que le había abandonado y odiaba a la joven porque parecía tener el poder para reducir su control a nada. La pérdida del habla, el nudo en la garganta, la extraña sensación… había trabajado mucho toda su vida para eliminarlos y ahora ella los había hecho aparecer otra vez. ‘No’. Se dijo. Ella era una simple desconocida. Si quería, podría darle la espalda y seguir su camino. Probablemente no se encontrarían de nuevo. No al menos que él se aventurara a esa parte de la ciudad, donde probablemente ella regresaría para robar o contar algún cuento para ganarse unos cuantos francos.

- No. Dijo. Bien. Podía empezar con monosílabos. Aunque, ¿exactamente a qué le estaba diciendo que no? Sonrió con arrogancia. Una vez más cerró y abrió la mano que no sostenía la correa de Troll. Si se centraba en ese infantil deseo de devolver el ‘favor’, el peso en su lengua se aligeraba. – No necesito valerme de artilugios para conquistar a una dama. Remarcó la última palabra, como si con eso pudiese castigarla por haberlo hecho sentir como aquél pequeño que intentaba deslumbrar a su padre con sus progresos. – Así que puede dejar la preocupación a un lado. El sarcasmo salía como latigazos de su boca. Dos podían jugar a ese juego. Sin embargo, algo que no podía negar Dominic – al menos no a sí mismo – era que admiraba lo que la joven hacía. Le había visto interactuando con aquéllos niños y la expresión de su rostro cuando hablaba con ellos era auténtica. Le hacía recordar porqué detestaba estar entre caballeros y damas de la alta sociedad. Observó cada gesto de la joven. Troll no era el único que disfrutaba de su presencia. ‘¿Disfrutar? ¿Qué demonios estaba pensando? ¡Ella era frustrante, exasperante!’ Troll se levantó, moviendo su cola a un lado y al otro. Había percibido que era momento de continuar. – Dejemos que él nos guíe, raras veces permite que sea yo quien le diga a donde ir. Le sonrió a la joven y, por primera vez desde que la encontró, era una sonrisa sincera. – Y bien. ¿Esta ladrona tiene un nombre? ¿O tendré que inventarme uno? El perro avanzó, obligándolos a moverse. En el momento en que rodearon la fuente, Dominic supo que estaban en problemas. Las palomas que se encontraban tomando agua, atrajeron la atención de Troll, quien ya estiraba su cuerda todo lo posible en un intento por soltarse y alcanzarlas.
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Mensaje por Amy Defoe Vie Ene 11, 2013 10:05 pm

¿Qué estaba haciendo en ese momento? ¡Yo a un lado de un señorito a la vista y presencia de todos en ese lugar! Locura, esa era la explicación a todo, estaba loca, era pobre, no tenía nada que perder y… él todo eleganton con su perro, diciendo “Mírenme soy el señorito conquisto bellas damas… miren estoy con la ladrona…” puaj! Solo estaba ahí por el perro, me causaba gracia y simpatía aquel animal, tan grande y con ganas de jugar, si, el pero era el que me mantenía ahí conversando con aquel desconocido que alguna vez había robado y esperaba ingenuamente un reconocimiento de mi parte. Mire el lugar, las personas iban y venían, el todo elegante con su perro yo toda destartalada vestida como hombre a su lado ¿Compasión? Si ahora faltaba que lo trataran de héroe por hablar con una pordiosera – Ya sé, me hablas para que todos piensen que eres una persona compasiva… para así conquistar el corazón de alguna de tu clase- si él hablaba con sarcasmos yo sería igual, no era yo la que se rebajaba de nivel él lo hacía solo, ¿Qué estaba haciendo? El no tenía ni idea y yo… bueno yo tampoco – Sin artilugios ahora te queda valerte de una pobre ladrona – iba a decir niña pero lo omití, ladrona lo era y no lo negaría, mejor si alguien me escuchaba de aquella manera podían llamar a los policías, aun tenía en la cabeza que podría hacer cualquier estupidez para que me apresaran.

Está claro que, quien manda aquí es el perro… no creo que hables conmigo porque si, se nota que le intereso mas al perro – dije hasta con un dejo de ternura, mirando al perro acariciándole de vez en cuando, valerme menos siempre me trataba de esa forma, una extraña forma de hacerme respetar, ni al caso no deseaba el respeto de el… aunque, no, no existía ningún aunque. Comencé a caminar mirando por todos lados, las señoritas de cuna noble quedaban atrás escandalizadas por la elección del señorito, gire mi cabeza y les saque la lengua, esperen… “¿Estaba ostentando el paseo?” no, no solo estaba disfrutando del perro, Troll era el culpable de que no quisiera despegarme de aquel señorito. - ¿Qué nombre me pondrías? – si de algo estaba acostumbrada era a jugar, con el no haría la excepción, nadie me obligaba a decir mi nombre no tenia porque si no lo deseaba, mas prefería crear un cierto juego… dependería del si seguiríamos con él o no. Giramos el perro pareció excitado y emocionado, la correa se tenso el señorito pareció incomodo y mi cara se ilumino al ver tantas palomas juntas en un solo lugar – ¡PALOMAS! - grite y salte de emoción a un lado del perro. Avance más rápido viendo la cara del jovencito – ¡¡Vamos Troll!! – dije guiñándole un ojo al dueño del perro y salí corriendo con dirección a las palomas.

Con energías corrí mientras mire hacia atrás el perro se había soltado de su amarre y me seguía pasándome y espantando a las palomas, reí divertida mientras yo hacía lo mismo, metiéndome en la pileta para salpicar agua y espantar a las que aun por ahí estaban, el perro pareció seguirme el juego y se metió conmigo mientras daba saltos ladrando mientras yo pateaba y salpicaba agua por todos lados, quedando tan o más empapada que el perro. Mire en dirección al joven y le hice una seña lanzándole agua y esperando que le mojara aunque fuera los zapatos, de seguro eso le espantaría y me mandaría presa. – Ven a divertirte – dije a modo de ironía… con un poco de sarcasmo, era evidente que el agua estaba sucia, bebían aves de aquella gran fuente y ahora un perro y un pobre jugaban ahí, me despreocupe de todo y simplemente tire agua en todas direcciones, junto con Troll que parecía disfrutar más que nadie aquel momento.


FDR: Me encanta!! me encanta!! y me encanta!! no pudo decir mas por que me encanta!!
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Mensaje por Elijah Norringthon Mar Ene 15, 2013 2:21 am

Le estaba costando un tremendo esfuerzo recordar el porqué estaba tan molesto. Había estado forzando la mandíbula para no sonreír ante sus ocurrencias. No se animaba a interrumpirla. La cadencia de su voz le tranquilizaba. Sí. Ella podía hacerle perder los estribos un segundo para calmarlo al siguiente. Era tan demoledor, tan extraño. No estaba seguro de cómo debía tomarse ese asunto. Suponía que no debía darle más importancia de la que tenía. No le había invitado a caminar a su lado por las razones que ella creía. La sociedad era su enemiga, por mucho que perteneciera a ella. Actuaba como sus padres esperaban cuando se encontraba a su alrededor, e incluso cuando se veía en una situación poco favorecedora. Había aprendido rápidamente que nadie pasaba por alto su posición. ¡Era el futuro heredero de la fortuna Von Schrieber! El uso de ese apellido lejos de cerrar puertas, las abría a donde quiera que fuera. Damas y caballeros buscaban formar parte de su círculo. Durante el día, sin embargo, podía ser solo él; no el joven que fue adoptado por una pareja que no podía tener hijos. Se negaba a pensar en los rumores que podían empezar a raíz de su ‘mala’ elección de acompañantes. Nadie iba a arrebatarle más nada sin que antes presentase batalla. Sus padres le habían endurecido, pero no solo para el resto del mundo, sino también para sí mismo. Él los odiaba. Si querían que llevase a término la unión con D’Ancona, tenían que utilizar bien sus cartas. Antes de que pudiese responderle con el mismo acopio, Troll fue en busca de las palomas, animado por la ladrona. Dominic miró con incredulidad como ella se unía a la refriega. ¡Le había guiñado un ojo y él había enarcado una ceja en respuesta! El perro ladraba y corría, haciendo que las palomas levantaran el vuelo. Troll creía que le tenían miedo, así que andaba con su trote majestuoso, levantando el pecho completamente orgulloso. No fue hasta que la última paloma se alejó de ahí – para posarse en la fuente – que aceptó que gritar su nombre, no haría que se detuviera. Además, ella le instaba a continuar.

Mientras caminaba para alcanzarlos, vio a su perro lanzarse de lleno en la fuente. Bañar a Troll era toda una faena, las sirvientas junto con él tenían que unirse para atraparlo. Nunca se mantenía limpio. ¿Cómo se las ingeniaba para revolcarse en la tierra cuando apenas terminaba de secarse? No lo sabía. Y ahora ahí estaba, metido en la fuente, ladrando furiosamente a la paloma que había osado desafiarlo. Desvió la mirada para atrapar la de ladrona. ¡Ella también se había metido! - ¿Qué demonios crees que estás haciendo? Dominic se había acercado lo suficiente – sin correr el riesgo de ser mojado por el agua que ella estaba lanzando – para no tener que gritar, aún cuando era eso lo que quería hacer, ¡fervientemente! Eran el centro de atención de todos los que se encontraban alrededor. La correa de Troll estaba dentro del agua, si quería sacarlo de ahí, tendría que hacerse con ella. Había estado en esta situación incontables veces como para saber cómo terminaría el asunto. Por supuesto, en todas esas ocasiones no había habido una ladrona de por medio instando al caos. – Sal de ahí. Mira tu ropa. Las palabras eran apenas entendibles. ¿Y como no? Estaba furioso. La sonrisa de ella le decía que lo creía anticuado e incapaz de dejarse llevar. Dio la vuelta a la fuente, decidido a sorprender a su perro. La paloma se limitaba a ignorar sus ladridos y éste, bajaba y saltaba, enviando agua por todas partes. Cuando finalmente se encontró en el borde de la fuente, se inclinó para tomar la correa de Troll. No le había quitado la mirada al perro, consciente de lo que éste podría hacer. Sonrió con satisfacción cuando tuvo la cuerda en su mano - incluso soltó un bramido en victoria -, solo para que se esfumara abruptamente cuando la paloma se movió, haciendo que el perro se impulsara con más fuerza en su dirección. La risa de la ladrona fue lo último que escuchó antes de caer.
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Mensaje por Amy Defoe Miér Abr 10, 2013 5:32 pm

No había como jugar con agua, pocas veces tenia la oportunidad de jugar, de ser lo que en realidad era una niña y aquel señorito con su perro me estaban dando la oportunidad de divertirme en medio de la plaza, ante la vista de todos, a nadie podría molestarle que una jovencita jugara con agua, a final de cuentas no estaba molestando a nadie solo estaba viviendo mi momento de felicidad, junto a Troll que parecía tan o más extasiado que yo. Ya ni siquiera recordaba por que el jovencito me había dicho que lo acompañara pero había sido una buena elección aceptar. Mientras recorría aquella pileta lanzaba agua al perro que parecía estar en su mundo, yo por otro lado me senté en un borde y empecé a chapotear agua me dedique ya ni siquiera en fijarme en el perro entre el agua que caía desordenada seguí con los ojos al dueño del can. Ahí parecía tan fuera de la escena, tan fuera de lugar ¿A caso tenía prohibido divertirse? Suspire mientras seguía con lo mío ahora mi intención era que le llegaran gotas de agua al señorito, lástima que él me evitaba. Luego de que vi sus intenciones para con el perro recordé algo, El se entretenía con las mujerzuelas esas, eso era.

Me levante sonriendo ampliamente mientas levantaba los brazos lance agua que espanto a una paloma que yacía en la altura de la pileta, Troll precio volar en ese momento y solo vi como de un salto avanzo y mi risa se animo mas cuando vi como el jovencito caía al agua por culpa de su perro, lleve mi mano la boca, la otra a mi estomago y a carcajadas me acerque a él riéndome animadamente. – Igual probaste un poco de agua – dije entre risas, de seguro me odiaría por siempre, el todo elegante con su ropa cara ahora hecho un estropajo y mas encima todo mojado. Apreté con fuerzas mis labios para calmar mi felicidad por la desgracia ajena y le tendí la mano, podía ser todo lo que quisieran pero siempre prestaba ayuda a quien lo necesitara – Vamos levántate, el sol te secara en menos de lo que te imaginas – no sabía consolar a personas como él, y tampoco quería hacerlo del todo, pero ya varias razones tenia para detestarme y esta sería otra en su larga lista.

Mire al perro que se nos acercaba todo campante, mejor dicho triunfante de haber asustado a la última paloma de la plaza, miro a su dueño con una cara que de seguro que si fuera humano estaría sonriendo. En ese momento Troll se sacudió de manera muy fuerte salpicando agua por montones cubrí mi rostro para que no me llegara ahí y cuando termino – Ahora andaré con aroma a perro – bromee, claro estaba que tendría que obligadamente ir a la laguna a darme un baño con agua limpia. Me salí de la pileta – Me llamo Emily – le dije, a final de cuentas no le deje tiempo de que me pusiera un nombre aunque me hubiera gustado escuchar que se le ocurriría, pero lo más probable es que me llamara “Ladrona”. Avance varios pasos hacia atrás y comencé a apretar mi pantalón de manera que el agua corriera, lo mismo hice con mi camisa, aproveche de sacarme el corsé que apretaba mis costillas y lo deje a un lado con mi bolsa de las ganancias, parecía un pollo mojado, mi sonrisa permanecía intacta – A tu perro le gusta mucho el agua, debería acompañarme a bañar a la laguna alguna vez, así no sería tan aburrido – dije mientras llamaba a Trol para darle un abrazo hundí mi cabeza en el cuello del perro sin importarme nada mas en ese momento. Me levante posando mis ojos en el jovencito - ¿Seguimos o se irán? – aquello había sonado con algo de pena, en realidad no quería que se fueran, lo estaba pasando bien, pero al final yo no mandaba ahí.
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Mensaje por Elijah Norringthon Miér Mayo 15, 2013 1:23 am

Escandalizado no estaba ni de cerca de ser el término que usaría para describir su estado de ánimo. ¿Qué demonios hacía ella desnudándose? Con incredulidad, observó como la fémina se despojaba del corsé, indiferente a todas esas miradas horrorizadas que les lanzaban. Estaba lo suficientemente indignado como para importarle que Troll se pavoneara de un lado a otro. Ahora que no había ninguna paloma cerca, el perro se sentía tan satisfecho, que se había acercado a él por su premio, moviendo su cola en señal de victoria. Dominic se limitó a mirarlo con el ceño fruncido. De ninguna maldita manera iba a felicitarlo por hacerlo quedar en ridículo. Vaya. Ahora estaba siendo duro incluso con su mejor amigo. Era todo culpa de esa ladrona. Desde que se había cruzado en su camino no había hecho más que sacarlo de sus cabales. Apretó la mandíbula mientras ignoraba la mano que le extendía. No necesitaba de su ayuda. Podía salir por sus propios medios. Por el rabillo de ojo, captó a las damas que había saludado hacía unos minutos, quienes cuchicheaban con renovado esmero. Les lanzó una mirada irritada y, para su satisfacción, vio cómo sus ojos se agrandaban y se alejaban, no sin antes ofrecer una falsa tímida sonrisa. No creyó ni por asomo en la inocencia que mostraban. Lo único mejor que sabían hacer, además de posar para atraer la atención de un caballero soltero y con buena posición, era contar chismeríos. Para el término del día, sus padres ya estarían enterados del incidente en que se había visto envuelto. Devolvió la mirada a la ladrona justo cuando ésta le revelaba su nombre. Enarcó una ceja mientras se pasaba la mano por el cabello. El agua que caía de ellos solo acentuaba su malhumor. Por varios minutos no dijo nada. Salió de la pileta con toda la dignidad que le fue posible, la cual era escasa debido a las circunstancias. La mirada amenazadora que le dio a Troll funcionó, porque éste saltó para colocarse a su lado. Eso, o quizás fueron los caramelos que sonaron en su bolsillo.

Metió la mano para sacar la bolsa que había comprado. – Esta vez si que te luciste, compañero. Estaba claro que para su mascota, esas eran palabras alentadoras. El papel escurría agua. Se deshizo del envoltorio como pudo y los colocó en su palma. Troll, siempre de compartido, se los llevó todos. No es que él fuera a comérselos. – Así que… Emily. Había un deje de reproche en el tono de su voz. Suponía que, si ella se había presentado, él también podría hacerlo. La caballerosidad por encima de cualquier cosa. ¡Y sí! Eso iba con sarcasmo. – Mi nombre es Dominic. No agregó su apellido. A él le gustaba usar el de sus verdaderos padres. El otro no era más que un adorno que esgrimía cuando quería hacer cumplir sus caprichos. La joven difícilmente sabría cuán importante era su familia, así que era prescindible. Para Emily, él era uno más del montón. Lo cual se aplicaba también para ella. Troll acercó de nuevo su hocico a su palma, buscando más de esos dulces. Se alejó en cuanto comprobó que ya no quedaban. – Te equivocas. Con un leve movimiento de su cabeza, le indicó que continuaran. Aún le quedaba un par de horas antes de que tuviera que regresar para prepararse. Prefería pasar el bochorno que encontrarse explicando porqué había llegado mojado. – A Troll no le gusta el agua. Solo las palomas y cualquier animal pequeño que pueda asustar. Como si el comentario no le hubiese gustado, el perro ladró fuertemente. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, pero fue tan fugaz, que cualquiera habría pensado que se lo había imaginado. – Tú ganas, amigo. Tú ganas. Repitió, de nuevo asombrado del sube y baja que eran sus emociones.
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Mensaje por Amy Defoe Dom Mayo 26, 2013 8:49 pm

La camisa de niño que llevaba bajo el corsé me cubría totalmente aun cuando se me había pegado a mi cuerpo, me daba igual estruje con fuerzas el corsé estirando y moviendo de manera ligera para que el agua le escurriera, luego de eso mire con atención al perro con su amo, una parte de mi sintió ternura por la escena, yo nunca había podido tener una mascota y no era porque no me gustaran sino mas bien porque no tenía los medios como para cuidar de una, con suerte me protegía a mí misma. LA envidia que me envolvió fue muy incómoda, no solía sentir envía por cosas materiales mas siempre lo que implicara un sentimiento extra me hacía sentir de la forma que estaba, mi estomago se apretó y solté en su totalidad el aire que al parecer había aguantado cuando él no había aceptado mi ayuda. Pensándolo bien, el había quedado humillado por mi culpa, no sonreí, no dije nada, baje la cabeza simplemente mirando al perro, sintiendo rabia por dentro. Escuche su nombre y era perfecto para el – Dominic, un nombre extraño para una persona extraña – aun sin mirarlo gire mi cuerpo observando la plaza, varias personas aun nos veían, de seguro el tendría más problemas que yo al llegar a casa. No podía andar mojada por la ciudad, era muy enfermiza y eso solo provocaría que la pulmonía volviera. – Tengo que secarme – dije levantando los hombros. Ya no era entretenido estar con él.

Me incline hacia Trol – Lindo perrito, me has hecho muy feliz en este ratito – rasque detrás de sus orejas y volví a levantarme para no mirar a Dominic. Pase saliva mientras mi brazo se agitaba intentando que el corsé se secara – Bueno yo pensé que le gustaba el agua, como no se asusto como otros perros que conozco – levante los hombros de manera inocente y el rugido de mi estomago se hace notorio, no puedo contener la pequeña risita y aun sin mirarle me rio para mi, comienzo a caminar, si él quiere me seguirá, si no, pues que se quede todo mojado y feo con sus dulces y su hermoso perro - Puedes seguir tu camino sin mi – dije y esboce una sonrisa, no sincera, pero tampoco sarcástica, la compañía de él me gustaba, ¿Qué? No la del perro me gustaba, éramos el uno para el otro, Dominic no hacia mas de regañarnos bueno al menos a mi por como actuaba pero yo no cambiaria mi manera de ser, para con él. No era una de esas mujeres de clase alta que mentían y eran sínicas y hacían todo por conseguir la atención de alguien, yo no necesitaba ni su atención ni nada de él.

Me detuve cuando escuche mis propios pensamientos, ¡Estaba discutiendo sola por el!, tome aire y me devolví hasta el – ¡Tu eres el culpable de todo! - le mostré los dientes y di un gruñido. Me gire y comencé a caminar con paso apresurado mientras avanzaba iba alegando sola, necesitaba comer algo una fruta me vendría bien para pasar esa extraña amargura que de pronto el me hizo sentir. Como detestaba a las personas de clase alta, y yo pensando que él podía ser diferente JA! Es igual a todos, malditos ellos que piensan que uno es su títere, no saben que sin ellos el mundo el mejor, estaba molesta, pero no sabía que me molestaba mas que no haya aceptado mi ayuda o que pareciera que era una más del montón – grrrrrr – dije apretando la mandíbula mientras intentaba desaparecer de aquella plaza. –¡Y yo invitándolos a la laguna! Tan tonta que soy – me pegue en la cabeza con el corsé, autocastigandome por creer por una milésima de segundo que diría que sí. - A veces… peco de ingenua – dije y me detuve para buscar al vendedor de manzanas confitadas…

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