Buscando cobijo con el olor del mar aun en la piel [Libre]

por **Vincenzo Danislăv** Lun Abr 23, 2012 6:55 am

Era realmente bochornoso, pero a la vez divertido el ver como los borrachuzos de los marineros competían a ver cuál era el que carecía más del don de la cordura. Y era cierto, que con una simple botella de ron todo aquello que comenzaba como disputa acabase con cánticos entre hermanos viviendo bajo el mismo barco.
Habían pasado pocos días desde la llegada a Paris, el barco estaba a salvo a unas millas de distancia y bien cobijado y resguardado por los mejores marineros que lo cuidaban como si suyo fueran. Tres veces se repitió a si mismo donde demonios estaba, pues para él la tierra era realmente un lugar donde perderse fácilmente, y no el mar como otras muchas lenguas decían sin saberlo como era realmente. Para los que desarrollaban su vida en el mar, aquel lugar era fácil de sobrellevar, con un catalejo, una brújula y un cuchillo.
Sus pies se pararon en el muelle, a pocos metros del camino principal y del puerto donde varios barcos de postín regresaban de viajes privados de aquellos que se llamaban a sí mismos ricos. ¿Ricos? ¿Por tener círculos grabados en oro? o ¿por ser archiduque de la maría cojonuda? Nada de aquello le gustaba, y así mismo se decía pues él de descendencia noble pertenecía. Ya puestos, su corazón pertenecía a aquel mundo, al pirata de una forma en la que nadie era capaz de comprender, tan solo los que vivían tal como él al mando de un barco y su tripulación sabía que era sentir aquello.
Metió las manos en sus bolsillos, no más para buscar algo que tenía, sino por el mero hecho de descansarlas. Miró al horizonte, donde largas travesías le aguardaban pero no más allá de unos meses le quedaban para estar en tierra, y acostumbrarse a ello ya que su barco precisaba reparación urgentemente.

Se quedó aspirando aquel aroma a salitre, que se filtraba cada vez que las olas rompían contra las rocas y el muelle. Así, vio como el cielo se oscurecía más temprano de lo que debía, dejando unas nubes espesas y de color oscuro que auguraban una noche de intranquilidad en el mar. Quizás tormenta, pero una vez en tierra estaba lejos de todo aquel peligro que suponía la tormenta en alta mar. Un largo suspiro se hizo con la calma completa de la situación, en la total soledad de aquel lugar, donde seguramente todo aquel que manchar sus ropas con agua no quería fuese a resguardarse en su hogar. Aun le quedaba un buen tiempo para buscar alcoba, pues prefería disfrutar de aquella vista, que muy lejos de parecer peligrosa, era el mismísimo Edén para sí.

por **Eara McAllister** Lun Abr 23, 2012 11:09 am

Y allí estaba de nuevo la joven de ojos azules, de la misma forma en la que solía estar cada vez que paseaba por la ciudad hasta llegar a esa zona de París, no conocía el por qué había comenzado a parar por el puerto, a pasar la tarde en aquel lugar donde solo permanecían los borrachos con su licor en la mano, y las cortesanas de los bajos fondos para intentar conseguir una buena noche. Pero ella no era ni una ni la otra cosa, ni tampoco era que extrañase los viajes en aquellos barcos que siempre la mareaban. No, no era por eso, y para ser sinceros tampoco le interesaba el conocer su motivo. Había comenzado hacía unos meses cuando un gran barco de pasajeros iba a salir con destino a Irlanda, sus pies habían comenzado a caminar solos al enterarse de la noticia, extrañando su tierra natal como hacía mucho que no la extrañaba. Habían pases libres aún, aún tenía tiempo de embarcar y marchar a su casa pero no lo hizo y no se arrepiente. Extraña Irlanda y eso no lo podría ocultar pero sabe que allí ya no hay nada ni nadie que la espere.

Quizás sea eso el motivo de sus viajes al puerto, quizás solamente por la tranquilidad que le da aquel lugar transitado o por el olor a mar que allí había. O quizás porque fue en este lugar donde su nueva vida había comenzado. No lo sabía pero todas las semanas regresaba hasta allí. La joven hoy estaba allí, arropada en una capa oscura que la protegía del frío invierno y tapaba gran parte de su vestido color negro con pequeñas flores rojas desperdigadas por su falda, su rubia cabellera iba suelta, moviéndose al son de la pequeña brisa. Permanecía de pie y en medio de aquel puerto, con la vista fija en uno de los barcos que un rato antes había zarpado, su mirada perdida y fija en aquel punto, parecía la misma que se solía tener cuando veías alejarse a un ser querido de ti, como si hubiera alguien en aquel barco que ella conociese. Pero aquella impresión estaba muy lejos de la realidad, Eara estaba sola, sola en París y sola estaría en Irlanda.

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