Extinguish Me [Libre]

por Invitado Miér Abr 25, 2012 5:56 am

«I search in snow, in vain
for your footsteps trail
I have to kiss them
with my scalding tears
until I see the ground

bury me under ice
smother me under the ice
and snow

please, extinguish me.»

Soap&Skin – “Extinguish Me”

Huir, eso estaba haciendo, le daba pena, estaba deshonrando la estirpe de los Iordache que Janfri, su padre, e Ion, su hermano, tanto habían luchado por preservar. Soare no sabía que incluso habían muerto en pos de su orgullo y su renombre cíngaro. Pero también estaba buscando, la estaba buscando a ella, a Stea, porque ya había perdido a Ion, no estaba dispuesta a perder un hermano más. El viaje había sido largo, accidentado, terrible a ratos, guiado por el fuego que le hablaba en idioma calé y las corazonadas de un pecho que se marchitaba en congoja. No podía perderla, no debía, algo le decía que estaba viva, pero como ella, había padecido.

Caminó hasta orillas del cuerpo de agua y se arrodilló, exhausta y harta, pero debía seguir, debía hacerlo, por ella, porque no se imaginaba al lado de un hombre que no amaba, porque no sería feliz, y por su hermana, porque debía encontrarla, regresarla con su madre aunque eso significara que ella también se rencontrara con su destino inevitable. Miró su reflejo en aquella laguna y junto sus manos para tomar algo de agua en ellas y lavarse la cara.

-Estoy cerca, debo estarlo –se dijo, pero a la vez se preguntó, cerca de dónde o de qué. Se dejó caer en la tierra fangosa y se quitó la mochila de cuero que cargaba en su hombro. Llevaba una pera y un durazno, fruta que había hurtado de un huerto varios kilómetros atrás. Puso cada uno en una mano pensando cuál comería y cuál guardaría para luego. Esperaba encontrar una ciudad pronto, seguro habría gitanos y podía unirse por unos días, leería el tarot a algunas personas y ganaría dinero para poder continuar su viaje, su búsqueda, siguiendo huellas invisibles en un camino incierto-. Stea, que el sol y la luna te hayan guiado a buen destino –miró el cielo opalino, desnudo de nubes y soleado, guardó la pera y lavó el durazno en el agua.

Mordió la fruta y le supo más dulce de lo que seguramente era causa del hambre que traía a cuestas. No, no había sido sencillo y sentía desfallecer a cada paso y cada vez con más frecuencia, como si se apagara pero algo, la esperanza de encontrar a su hermana, la mantenían con fuerza suficiente para seguir, para mantenerse lúcida, para robar una fruta y alimentarse y seguir rastreando esa pista endeble de su hermana.

por **Enya Steve** Miér Abr 25, 2012 9:46 am

STEVE
17.12pm Jueves 20 Enero

Las manos de la joven seguían manchadas de sangre, sangre que no era de ella, por supuesto. Su piel coloreada de un rojo carmesí tenía el aspecto de ser una ruína más Parisina, con la ropa completamente llena de barro y cuágulos ya ennegrecidos. Las mangas de la camisa estaban remangadas por encima de los codos y los pantalones de hombre se ceñían a sus caderas y se liberaban casi demasiado por sus piernas. En algunas partes, la ropa se hacía jirones, más incluso que su desmelenado cabello. Lo tenía ocmpletamente suelto, enmarañado y demasiado sucio como para pensar que en algún tiempo había sido bonito. Los ojos azules brillaban con maldad, más fríos incluso que hielo que recubría las botellas de Champaña de la casa de Enya.

Apretó los puños a ambos lados de los costados, mirando al cielo azul, demasiado azul como para tener que verlo ella misma. Todavía tenía sed de venganza y la noche no daba llegado, lo necesitaba, urgentemente, tenía que matar vampiros..

Se acercó a un lago, con la daga atada al cinturón de su cadera, tenía que comer algo, no podía adelgazar, ya llevaba 1 semana desaparecida y las autoridades buscaban a Enya por doquier, tenía al menos que llevar algo más a la boca, una fruta quizás, como la que tenía dentro del bolsillo, un pescado..
Alzó las cejas algo sorprendida cuando llegó a la laguna, observando desde atrás como una morena se arrodillaba al lado de la orilla. Sacó la manzana y cogió la daga, empezando a cortarla mientras apoya el hombro en un árbol cercano, mirando como la mujer movía su cuerpo para lavar una fruta en el agua, mordiéndola luego, pero todo sin conseguir ver su cara. Apretó la daga, mordiendo la manzana que tenía en la mano con malhumor. Que haría? La mataría o la dejaría estar? Ella no era una vampira, pero que más me daba, no me servía de nada para mis fines y seguro que podría pasarmelo bien con su cuerpo...

por Invitado Sáb Mayo 05, 2012 11:52 am

Soare se quedó largo rato, comiendo el durazno con calma, debía saborearlo, no se llevaría alimento a la boca en otro largo rato, así que debía llevárselo con calma aunque el hambre la obligara a lo contrario. Luchaba contra sus impulsos más básicos como luchaba contra su destino. Simplemente no quería casarse y huyó, sí, buscaba a Stea, pero a quién engañaba, también dejó de lado sus responsabilidades como la hija mayor de los Iordache, ahora que Ion estaba muerto. Miró su reflejo en el agua, se tocó el rostro, sabía, aunque no estaba segura, que no era una mujer fea, se lo habían dicho muchas veces y de mil formas, desde el piropo más halagador hasta el comentario más vulgar, y observó, ahí en el reflejo distorsionado que le devolvía el espejo de agua, que se veía pálida, ojerosa y más delgada. Se iba a morir si no hacía algo pronto, si no encontraba algo pronto, lo fuera, una persona, un lugar, o a Stea, su pequeña hermana. Suspiró y se dio cuenta que, distraídamente, ya había acabado de comer la aterciopelada fruta, miró la semilla en su mano, semilla dadora de vida. Como gitana tenía un especial respeto por la tierra y por ello no botaría aquel núcleo del que podía surgir un árbol bueno, y frutos nuevos, para que viajeros como ella se alimentaran. El suelo cerca de la laguna debía ser fértil.

Su semblante estaba acaecido por el largo viaje y la falta de alimento, era por ello que no notó la presencia ajena antes, la energía que emanaba se le antojó salvaje, atribulada, sólo pudo ver a esa presencia una vez que se giró para buscar un lugar dónde sembrar esa semilla. Apretó ésta en su puño y se lo llevó al pecho, vocalizó un «oh» como suspiro y terminó de ponerse de pie.

-Lo siento –se disculpó y miró a su alrededor, quizá había invadido propiedad privada sin saberlo-, no era mi intención –dijo con cierta timidez en su voz poco usual en ella, aunque fuerte para ser escuchada-, pensé que nadie era dueño de estas tierras –avanzó un paso y luego se detuvo, la luz del sol y las sombras de las ramas no le dejaban ver bien de quién se trataba, hombre o mujer, joven o viejo, rasgos o color de tez, sólo veía la silueta. Con la mano libre se tapó el inclemente sol posándola arriba de sus ojos y entornó la mirada.

-Me voy si es que le molesta mi presencia –su voz ahora fue más a su voz usual, un poco más segura, aunque siempre con un tono grácil, casi como si no fuese gitana y más una aristócrata. De cierto modo, lo era, era de la realeza del pueblo calé, la princesa Iordache-. Sólo quería agua para refrescarme –se inclinó levemente con educación, pues aunque fuese zíngara, era una dama que debía darse a respetar y esperó por una respuesta.

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