AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
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Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
Las aletas de la nariz se movían con cada movimiento que escuchaba en el bosque. Estaba vigilando muy de cerca un cervatillo que pasaría a ser su cena. Eléa había pasado gran parte del anochecer vagando sin rumbo por los bosques hasta que finalmente llegó la hora llenar el estómago. Ese día cenaría carne cruda, recién sacrificada y acompañada de los árboles y la naturaleza. Se agazapó cuidadosamente y esperó.
Su presa no se había percatado de la presencia de la cambiaformas. Le había costado muchos años aprender a ser silenciosa. Le gustaba demasiado poder correr a cuatro patas y normalmente no sabía estarse quieta en su forma animal. Aun después de tanto tiempo le costaba mantener las formas. Cuando el cervatillo estuvo a menos de dos metros de distancia salió de entre los arbustos de un salto y lo arrolló. Seguido clavó las fauces en el cuello del animal y apenas tardó diez segundos en morir.
En el primer mordisco desgarró la mitad del menudo cuello de su presa. La sangre le corría por la boca y la llenaba con su sabor. Una vez terminó se apartó relamiéndose y dejó los restos del cadáver allí. Se acercó a un arroyo para beber agua y una vez en su forma humana se limpió los restos de sangre. Volvió andando tranquilamente a la ciudad, no tenía prisa, nadie la esperaba. Caminó sin rumbo durante un tiempo hasta que finalmente sus pies la llevaron a la taberna. Siempre era el mismo ritual: carne fresca y un buen vaso de whisky.
Entró con su curioso contoneo y se acercó a la barra. -Un whisky. Doble- pidió levantando el índice y el corazón. La taberna era un bullicio inundado por el olor del tabaco y las voces de la gente. A sus oídos llegaban conversaciones de todo tipo, pero Eléa no prestaba atención a ninguna. El camarero le dejó el vaso frente a ella y lo acercó con una mano. El olor de la bebida le inundó las fosas nasales y casi la mareó. Se lo acercó con suavidad a la boca y dio el primer trago. Fue más largo de lo que podía aguantar, aun tenía un leve regusto a sangre en la boca y quería borrarlo lo antes posible. Al tragarlo su cara hizo una mueca.
Miró hacia su izquierda, pero desde la derecha escuchó como alguien se sentaba a su lado en la barra. Captó su olor, pero no lo conocía. O quizá lo había camuflado.
Su presa no se había percatado de la presencia de la cambiaformas. Le había costado muchos años aprender a ser silenciosa. Le gustaba demasiado poder correr a cuatro patas y normalmente no sabía estarse quieta en su forma animal. Aun después de tanto tiempo le costaba mantener las formas. Cuando el cervatillo estuvo a menos de dos metros de distancia salió de entre los arbustos de un salto y lo arrolló. Seguido clavó las fauces en el cuello del animal y apenas tardó diez segundos en morir.
En el primer mordisco desgarró la mitad del menudo cuello de su presa. La sangre le corría por la boca y la llenaba con su sabor. Una vez terminó se apartó relamiéndose y dejó los restos del cadáver allí. Se acercó a un arroyo para beber agua y una vez en su forma humana se limpió los restos de sangre. Volvió andando tranquilamente a la ciudad, no tenía prisa, nadie la esperaba. Caminó sin rumbo durante un tiempo hasta que finalmente sus pies la llevaron a la taberna. Siempre era el mismo ritual: carne fresca y un buen vaso de whisky.
Entró con su curioso contoneo y se acercó a la barra. -Un whisky. Doble- pidió levantando el índice y el corazón. La taberna era un bullicio inundado por el olor del tabaco y las voces de la gente. A sus oídos llegaban conversaciones de todo tipo, pero Eléa no prestaba atención a ninguna. El camarero le dejó el vaso frente a ella y lo acercó con una mano. El olor de la bebida le inundó las fosas nasales y casi la mareó. Se lo acercó con suavidad a la boca y dio el primer trago. Fue más largo de lo que podía aguantar, aun tenía un leve regusto a sangre en la boca y quería borrarlo lo antes posible. Al tragarlo su cara hizo una mueca.
Miró hacia su izquierda, pero desde la derecha escuchó como alguien se sentaba a su lado en la barra. Captó su olor, pero no lo conocía. O quizá lo había camuflado.
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/05/2012
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Re: Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
La vida no es de color de rosa, aunque tengas todo solucionado, aunque creas que las decisiones que tomas son las mejores, algo tiene que pasar para que todo se desmoroné. Hace un tiempo la menor de los hermanos Zöllner, había creído que su vida era la mejor de todas, que había sido bendecida por un hermano que le brindaba solo felicidad, protección, pero sobre todo se había vuelto la luz de su camino. Siendo sinceros Zavannah empezó a sentir un poco de miedo al tenerlo cerca, no la dejaba hablar con nadie, incluso no la dejaba ver a nadie, y la joven poco a poco se estaba empezando a desesperar.
Aquel día había sido uno de los peores en mucho tiempo, habían peleado como nunca antes, mejor dicho, habían peleado por primera vez, y la pelea no fue pequeña, fue una tan grande que al final no hubo perdones de ningún lado, no hubo abrazos de ningún lado, simplemente una mirada llena de odio, y una mirada llena de terror. Había sido tan fuerte la pelea que la joven no pudo controlar a su animal interior. Se había vuelto un hermoso gato, y eso porque habían corrido con suerte. Cuando Zigmund quiso tomarla entre sus manos, el gato le rasguño haciendo visible una herida en su mano. Los grandes ojos del gato dejaron de brillar, y salió sin mirar atrás del remolque que compartía con Zigmund.
Había escapado de él por una noche. Había pasado la mayor parte del tiempo en uno de los arboles. En el más alto de todos, y se había escondido tan bien que su hermano optó por regresar al remolque a esperarla, hasta que se quedó dormido. Zavannah tuvo que volver en su forma gatuna, con sigilo tomó un ligero vestido jalándolo con sus pequeños dientes. Y después de muchos intentos lo sacó del remolque. Fuera de el, volvió a su forma humana, se colocó el vestido, y dado que tenía algunas monedas ahorradas (ahorros que compartía con su hermano para la casa que comprarían), decidió que era momento de poder hacer algo sola, poder sacar la tristeza que llevaba por dentro.
La joven vago por primera vez sola en las calles parisinas, sintió el peligro de no tener a alguien que la protegiera, el peligro de no tener una mano cálida sobre sus hombros para hacerle entender que todo estaría bien. Se dio cuenta que ella había tenido la culpa de las cosas, al hablar con un extraño sin pedir permiso, pero también se dio cuenta que hablar con alguien no estaba mal, la joven estaba tan contrariada que hizo algo inesperado. Se metió a una taberna, observó todo a su alrededor, era todo tan nuevo para ella, que incluso sonrió con nerviosismo, por simple inercia.
Sintió que algunas miradas se posaron en su cuerpo, se sintió nerviosa. ¿Qué debía de hacer? Zavannah, siguió una figura femenina, la siguió en silencio. Y se sentía su lado - Lo que ella pidió por favor - Musitó por debajo, queriendo disimular su falta de experiencia. Sus dedos comenzaron a tamborilear contra la madera de la barra. Cuando el tabernero colocó el vaso de whisky frente a ella, se lo llevó directamente a los labios, dando un largo trago. La sensación le pareció horrible, su garganta ardía, hizo una mueca, casi gimió de dolor pero se aguantó para no llamar la atención. - Que fuerte - Se dijo a si misma dejando la copa frente a ella de nueva cuenta. Nunca antes había tomado algo de alcohol, sabía que si llegaba de esa manera al remolque Zigmund se daría cuenta, y la pelea se haría más grande todavía, temía por eso.
Aquel día había sido uno de los peores en mucho tiempo, habían peleado como nunca antes, mejor dicho, habían peleado por primera vez, y la pelea no fue pequeña, fue una tan grande que al final no hubo perdones de ningún lado, no hubo abrazos de ningún lado, simplemente una mirada llena de odio, y una mirada llena de terror. Había sido tan fuerte la pelea que la joven no pudo controlar a su animal interior. Se había vuelto un hermoso gato, y eso porque habían corrido con suerte. Cuando Zigmund quiso tomarla entre sus manos, el gato le rasguño haciendo visible una herida en su mano. Los grandes ojos del gato dejaron de brillar, y salió sin mirar atrás del remolque que compartía con Zigmund.
Había escapado de él por una noche. Había pasado la mayor parte del tiempo en uno de los arboles. En el más alto de todos, y se había escondido tan bien que su hermano optó por regresar al remolque a esperarla, hasta que se quedó dormido. Zavannah tuvo que volver en su forma gatuna, con sigilo tomó un ligero vestido jalándolo con sus pequeños dientes. Y después de muchos intentos lo sacó del remolque. Fuera de el, volvió a su forma humana, se colocó el vestido, y dado que tenía algunas monedas ahorradas (ahorros que compartía con su hermano para la casa que comprarían), decidió que era momento de poder hacer algo sola, poder sacar la tristeza que llevaba por dentro.
La joven vago por primera vez sola en las calles parisinas, sintió el peligro de no tener a alguien que la protegiera, el peligro de no tener una mano cálida sobre sus hombros para hacerle entender que todo estaría bien. Se dio cuenta que ella había tenido la culpa de las cosas, al hablar con un extraño sin pedir permiso, pero también se dio cuenta que hablar con alguien no estaba mal, la joven estaba tan contrariada que hizo algo inesperado. Se metió a una taberna, observó todo a su alrededor, era todo tan nuevo para ella, que incluso sonrió con nerviosismo, por simple inercia.
Sintió que algunas miradas se posaron en su cuerpo, se sintió nerviosa. ¿Qué debía de hacer? Zavannah, siguió una figura femenina, la siguió en silencio. Y se sentía su lado - Lo que ella pidió por favor - Musitó por debajo, queriendo disimular su falta de experiencia. Sus dedos comenzaron a tamborilear contra la madera de la barra. Cuando el tabernero colocó el vaso de whisky frente a ella, se lo llevó directamente a los labios, dando un largo trago. La sensación le pareció horrible, su garganta ardía, hizo una mueca, casi gimió de dolor pero se aguantó para no llamar la atención. - Que fuerte - Se dijo a si misma dejando la copa frente a ella de nueva cuenta. Nunca antes había tomado algo de alcohol, sabía que si llegaba de esa manera al remolque Zigmund se daría cuenta, y la pelea se haría más grande todavía, temía por eso.
Zavannah Zöllner- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/05/2012
Edad : 34
Re: Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
A sus oídos llegaban todo tipo de historias. De una esquina un viejo marinero contaba sus hazañas ocurridas en los mares del este. A su lado un hombre completamente borracho dormía sobre la mesa. Eléa era capaz de oír su respiración profunda, incluso podía oler el aliento a alcohol pasado. Al otro lado, una mujer intentaba cortejar a un hombre que, a su juicio, parecía de alta cuna. Mientras la muchacha escuchaba la pobre actuación de la mujer se le escapó una sonrisa. -Hoy no es tú día, preciosa- pensó para sí. Miró hacia delante, un hombre observaba a la susodicha con bastante más interés. -Aunque con ese quizá tengas más suerte-. Acostumbraba a pensar más que en hablar, sobre todo después de una trasformación. Quizá fuera porque en su forma animal no era capaz de articular palabra y la única manera de comunicarse con los de su especie era con la mente, o quizá porque nunca había tenido la ocasión de hablar con alguien que por lo menos la respetara.
Por el tono de voz dedujo que la persona a su lado era una mujer joven. Le gustaba captar información con otros sentidos distintos de la vista. Escuchaba, olía, sentía y cuando estaba sola a veces incluso saboreaba aquello que quería descubrir. Siempre le había gustado jugar a ese juego, taparse los ojos y adivinar que la rodeaba. En ese momento no tenía los ojos cubiertos por un pañuelo, pero si estaba mirando en la dirección opuesta. Captó un sonido de dedos tamborileando sobre la barra procedente de la misma mujer. Intentó adivinar qué le había llevado hasta allí, pero eso era imposible saberlo a simple vista. El camarero dejó un vaso exactamente igual que el de ella frente la joven y fue en ese momento en el que Eléa la vio por primera vez. Siguió el camino del vaso hasta que la muchacha se lo llevó a los labios. -Apenas sí tiene mi edad... aparente- pensó.
El trago que dio fue más largo que el de la propia Eléa había dado momentos antes. La mueca que hizo a continuación dejo ver que había sido demasiado alcohol de golpe. Hasta para un bebedor avanzado habría supuesto quemazón en la garganta. Eléa no es que estuviera acostumbrada, ni mucho menos, pero ya no cometía los 'errores' de las primeras veces. A veces si se pasaba con algún trago, pero cada vez eran menos. O cada vez estaba más acostumbrada.
-¿Pretendes ganarme?- le preguntó con media sonrisa asomando en su cara. -Ha sido un trago muy largo para alguien que acabar de llegar-
Por el tono de voz dedujo que la persona a su lado era una mujer joven. Le gustaba captar información con otros sentidos distintos de la vista. Escuchaba, olía, sentía y cuando estaba sola a veces incluso saboreaba aquello que quería descubrir. Siempre le había gustado jugar a ese juego, taparse los ojos y adivinar que la rodeaba. En ese momento no tenía los ojos cubiertos por un pañuelo, pero si estaba mirando en la dirección opuesta. Captó un sonido de dedos tamborileando sobre la barra procedente de la misma mujer. Intentó adivinar qué le había llevado hasta allí, pero eso era imposible saberlo a simple vista. El camarero dejó un vaso exactamente igual que el de ella frente la joven y fue en ese momento en el que Eléa la vio por primera vez. Siguió el camino del vaso hasta que la muchacha se lo llevó a los labios. -Apenas sí tiene mi edad... aparente- pensó.
El trago que dio fue más largo que el de la propia Eléa había dado momentos antes. La mueca que hizo a continuación dejo ver que había sido demasiado alcohol de golpe. Hasta para un bebedor avanzado habría supuesto quemazón en la garganta. Eléa no es que estuviera acostumbrada, ni mucho menos, pero ya no cometía los 'errores' de las primeras veces. A veces si se pasaba con algún trago, pero cada vez eran menos. O cada vez estaba más acostumbrada.
-¿Pretendes ganarme?- le preguntó con media sonrisa asomando en su cara. -Ha sido un trago muy largo para alguien que acabar de llegar-
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/05/2012
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Re: Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
El sabor amargo del alcohol seguía haciendo estragos en su garganta, incluso había sentido como sus fosas nasales se habían abierto por completo, era una sensación entre extraña y divertida para ella, no podía negarlo. Se dio cuenta entonces que se había perdido de demasiadas cosas, aunque en realidad tenía pocos años de vida. No quería aceptarlo por completo, sabía que la razón por la que se había perdido de tantas cosas tenía un nombre, y también su mismo apellido. La castaña no se quejaba en realidad, pero se preguntaba ¿Cómo sería su vida si muchas cosas no le fueran prohibidas? Quería en ese momento tomar una copa de Whisky junto a su hermano mirando las extrañas, sin pelear por cosas naturales, sin pelear porque ella tenía que encontrar una familia. ¿Por qué le molestaba eso? Por más que le diera vueltas al asunto nunca lo entendería y eso comenzaba a frustrarle.
La cambiadoras sintió la necesidad de tomar un buen vaso de leche, a su forma gatuna le encantaba la leche, y el cambio brusco entre un vaso de leche y un vaso de whisky le había afectado también al felino, sintió una especie de cosquilleo. La voz femenina la hizo salir de su trance, sonrió con timidez pero sin bajar la mirada - No pretendo hacer una competencia señorita - La joven no estaba acostumbrada a socializar, pero nunca estaba demás hacerlo, de vez en cuando claro. - Sólo quise probar algo nuevo, no sabía que era tan fuerte, aunque no sabe tan mal - Alzó la copa de whisky, haciendo un movimiento ligero, como una especie de celebración. Zavannah dio otro trago, pero esta vez fue más corto, y su paladar ya se había acostumbrado a la sensación.
Le sonrió sin dejarla de ver de manera curiosa - Es bastante observadora, o yo muy obvia, si acabo de llegar - Miró hacía todos lados de forma pensativa - y también la primera vez que vengo a un lugar así, pensé que eran más alegres, he visto a muchas personas llegar de sus casas sonriendo después de venir de tabernas, pero creo que son solo mitos - La inocencia de Zavannah era bastante obvia, tanto que cualquiera podría reírse en su cara al escucharle decir esas palabras, pero a ella no le importaba, prefería ser mil veces sincera, y dejar en claro que las cosas eran desconocidas a mentir y hacerse pasar por alguien que tiene mucho conocimiento, eso a la larga la dejaría en vergüenza. - ¿Usted frecuenta este lugar? - La cambiaformas recordó que su hermano había salido unas hace apenas unas noches atrás, quizás la mujer lo habría visto, quería saber que tipo de cosas él hacía en lugares así, aunque no estaba segura de las cosas. - ¿Cómo se llama? - Preguntó con naturalidad, con una sonrisa radiante en el rostro.
La cambiadoras sintió la necesidad de tomar un buen vaso de leche, a su forma gatuna le encantaba la leche, y el cambio brusco entre un vaso de leche y un vaso de whisky le había afectado también al felino, sintió una especie de cosquilleo. La voz femenina la hizo salir de su trance, sonrió con timidez pero sin bajar la mirada - No pretendo hacer una competencia señorita - La joven no estaba acostumbrada a socializar, pero nunca estaba demás hacerlo, de vez en cuando claro. - Sólo quise probar algo nuevo, no sabía que era tan fuerte, aunque no sabe tan mal - Alzó la copa de whisky, haciendo un movimiento ligero, como una especie de celebración. Zavannah dio otro trago, pero esta vez fue más corto, y su paladar ya se había acostumbrado a la sensación.
Le sonrió sin dejarla de ver de manera curiosa - Es bastante observadora, o yo muy obvia, si acabo de llegar - Miró hacía todos lados de forma pensativa - y también la primera vez que vengo a un lugar así, pensé que eran más alegres, he visto a muchas personas llegar de sus casas sonriendo después de venir de tabernas, pero creo que son solo mitos - La inocencia de Zavannah era bastante obvia, tanto que cualquiera podría reírse en su cara al escucharle decir esas palabras, pero a ella no le importaba, prefería ser mil veces sincera, y dejar en claro que las cosas eran desconocidas a mentir y hacerse pasar por alguien que tiene mucho conocimiento, eso a la larga la dejaría en vergüenza. - ¿Usted frecuenta este lugar? - La cambiaformas recordó que su hermano había salido unas hace apenas unas noches atrás, quizás la mujer lo habría visto, quería saber que tipo de cosas él hacía en lugares así, aunque no estaba segura de las cosas. - ¿Cómo se llama? - Preguntó con naturalidad, con una sonrisa radiante en el rostro.
Zavannah Zöllner- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/05/2012
Edad : 34
Re: Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
Eléa necesitaba otro trago de whisky. El regusto de la sangre seguía casi intacto en su garganta. El primer trago no le había aliviado apenas y comenzaba a darle náuseas. Al principio siempre le sabía deliciosa, adoraba el sabor de la sangre fresca y tibia en su boca. Disfrutaba cazando y comiéndose a sus presas siempre y cuando lo hiciera como animal. Una vez transformada en humano apenas transcurridos los primeros minutos tenía que deshacerse de ese sabor. Dio un trago más y mantuvo el líquido en la garganta unos segundos. El sabor del alcohol era más fuerte que el de la sangre, con lo que consiguió disiparlo lo suficiente como para no vomitar.
-Si... supongo que... me gusta observar- dijo entrecortadamente. Y es que, ¿cómo podía explicar que todo lo que percibía lo hacía de manera completamente inconsciente? Para ella era algo natural, escuchar conversaciones ajenas como si los tuviera delante, reconocer a personas por sus aromas en vez de por sus rostros, sentir las texturas de los objetos como si formaran parte de su propio cuerpo. Era algo con lo que había vivido siempre, un secreto que no le había contado a nadie. Y ese día no iba a ser una excepción. -Se podría decir que este lugar no siempre es conocido por la felicidad de sus ocupantes- miró a su alrededor, a la gente que las rodeaba. -Aunque se puede decir que es un lugar en el que se unen todo tipo de personas. Algunas vienen a ahogar sus penas; otras sin embargo vienen a celebrar algún hecho- ¿Por qué estaba ella allí? No lo sabía a ciencia cierta. ¿Acaso venía a olvidarse del cervatillo que había degollado en el bosque? ¿O quizá a disfrutar de un buen final después de la caza? Lo único que era cierto es que sus pies la guiaban allí después de cada cacería. Su cuerpo humano se lo pedía.
-Más de lo que debería- fue la respuesta que primero se le paso por la mente. Pero no era la respuesta más adecuada para alguien al que apenas acababa de conocer. -De vez en cuando- contestó finalmente. -Cuando necesito... pensar- se llevó el vaso a los labios de nuevo y dio un pequeño sorbo casi imperceptible en su boca. Meneó el vaso haciendo que el líquido girara en círculos. El olor del whisky le llegó hasta las fosas nasales haciendo que arrugara la nariz. -Lamento si he resultado un tanto brusca. No acostumbro a cruzarme con personas de mi edad por aquí- se disculpó. Las primeras palabras de la cambiaformas no habían sido precisamente educadas. -Mi nombre es Eléa. Eléa Pelletier- dejó el vaso sobre la barra y se cruzó de brazos sobre la superficie. -¿Y vos sois...?-
-Si... supongo que... me gusta observar- dijo entrecortadamente. Y es que, ¿cómo podía explicar que todo lo que percibía lo hacía de manera completamente inconsciente? Para ella era algo natural, escuchar conversaciones ajenas como si los tuviera delante, reconocer a personas por sus aromas en vez de por sus rostros, sentir las texturas de los objetos como si formaran parte de su propio cuerpo. Era algo con lo que había vivido siempre, un secreto que no le había contado a nadie. Y ese día no iba a ser una excepción. -Se podría decir que este lugar no siempre es conocido por la felicidad de sus ocupantes- miró a su alrededor, a la gente que las rodeaba. -Aunque se puede decir que es un lugar en el que se unen todo tipo de personas. Algunas vienen a ahogar sus penas; otras sin embargo vienen a celebrar algún hecho- ¿Por qué estaba ella allí? No lo sabía a ciencia cierta. ¿Acaso venía a olvidarse del cervatillo que había degollado en el bosque? ¿O quizá a disfrutar de un buen final después de la caza? Lo único que era cierto es que sus pies la guiaban allí después de cada cacería. Su cuerpo humano se lo pedía.
-Más de lo que debería- fue la respuesta que primero se le paso por la mente. Pero no era la respuesta más adecuada para alguien al que apenas acababa de conocer. -De vez en cuando- contestó finalmente. -Cuando necesito... pensar- se llevó el vaso a los labios de nuevo y dio un pequeño sorbo casi imperceptible en su boca. Meneó el vaso haciendo que el líquido girara en círculos. El olor del whisky le llegó hasta las fosas nasales haciendo que arrugara la nariz. -Lamento si he resultado un tanto brusca. No acostumbro a cruzarme con personas de mi edad por aquí- se disculpó. Las primeras palabras de la cambiaformas no habían sido precisamente educadas. -Mi nombre es Eléa. Eléa Pelletier- dejó el vaso sobre la barra y se cruzó de brazos sobre la superficie. -¿Y vos sois...?-
Eléa Pelletier- Cambiante/Realeza
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Re: Y de postre, whisky. {Zavannah Zöllner}
Zavannah era inocente, siempre había sido protegida por su hermano, demasiado. Se dio cuenta que poco sabía de las costumbres humanas, algunas que sabía era por lo aprendido en los libros, otras por lógica, pero muchas de las cosas que frecuentaban hacer los humanos nunca las había experimentado, por ejemplo, ir a una taberna, pedir un trago fuerte, beberlo de golpe, platicar con una desconocida, y quizás terminar borracha. Se sintió emocionada, porque quizás su inocencia se notaba, pero no tenía ni un pelo de tonta, y disfrutaba de la noche. Para su buena suerte se había topado con una mujer amable, quizás un poco firme en su tono de voz, pero no por eso menos amable, a fin de cuentas estaba hablando con ella, y eso ya era un gran paso.
La jovencita se puso a hacer memoria, no faltaba mucho para que su hermano cumpliera años, se pondría a ahorrar cada franco que ganara para poder llevar a su hermano a ese lugar, y así celebrar que cumplía un año más de vida, o quizás lo llevaría simplemente por celebrar que estaban juntos, a salvo, y lejos de aquellos que querían hacerles daño. La pobre Zöllner, se sentía demasiado mal por haberlo dejado después de una pelea, comenzaba a sentir cargo de conciencia, nunca antes se había separo de él, y sentirse lejos de él era como cortarle una parte de su cuerpo. - ¿Le parece un lugar apropiado para celebrar? - Preguntó con insistencia, y luego bebió un sorbo más moderado de Whisky, su condición de cambiante hacía que su paladar fuera más perceptivo, más fino. Pudo degustar ese sorbo con placer, ya no había molesta en la garganta sólo un sabor placentero en ella.
¿Pensar en un lugar así? Vaya que los humanos tenían costumbres raras, o quizás ella tenía costumbres muy comunes. Ladeo el rostro, no le quiso contradecir, cada quien pensaba donde quería. - Zavannah… Zöllner - Aun le costaba demasiado trabajo decir ese apellido, pero no le quedaba de otra, además le gustaba como se escuchaba - Un placer Eléa - Se encogió de hombros sin apartar la sonrisa amplia de su rostro - ¿Sabe de bebidas? Me gustaría aprender un poco - Un poco o mucho, a la más pequeña de los Zöllner se le había ocurrido una magnifica idea - Explíqueme por favor, ¿Cómo funcionan los lugares como este? - Zavannah la miro con los ojos bien abiertos, curiosa y sonriente, esperando a que le diera una buena respuesta, donde podría saciar sus dudas, y hacer algunos nuevos planes.
La jovencita se puso a hacer memoria, no faltaba mucho para que su hermano cumpliera años, se pondría a ahorrar cada franco que ganara para poder llevar a su hermano a ese lugar, y así celebrar que cumplía un año más de vida, o quizás lo llevaría simplemente por celebrar que estaban juntos, a salvo, y lejos de aquellos que querían hacerles daño. La pobre Zöllner, se sentía demasiado mal por haberlo dejado después de una pelea, comenzaba a sentir cargo de conciencia, nunca antes se había separo de él, y sentirse lejos de él era como cortarle una parte de su cuerpo. - ¿Le parece un lugar apropiado para celebrar? - Preguntó con insistencia, y luego bebió un sorbo más moderado de Whisky, su condición de cambiante hacía que su paladar fuera más perceptivo, más fino. Pudo degustar ese sorbo con placer, ya no había molesta en la garganta sólo un sabor placentero en ella.
¿Pensar en un lugar así? Vaya que los humanos tenían costumbres raras, o quizás ella tenía costumbres muy comunes. Ladeo el rostro, no le quiso contradecir, cada quien pensaba donde quería. - Zavannah… Zöllner - Aun le costaba demasiado trabajo decir ese apellido, pero no le quedaba de otra, además le gustaba como se escuchaba - Un placer Eléa - Se encogió de hombros sin apartar la sonrisa amplia de su rostro - ¿Sabe de bebidas? Me gustaría aprender un poco - Un poco o mucho, a la más pequeña de los Zöllner se le había ocurrido una magnifica idea - Explíqueme por favor, ¿Cómo funcionan los lugares como este? - Zavannah la miro con los ojos bien abiertos, curiosa y sonriente, esperando a que le diera una buena respuesta, donde podría saciar sus dudas, y hacer algunos nuevos planes.
Zavannah Zöllner- Cambiante Clase Media
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