AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lecciones de vida. | Privado.
«Dale un pez a un hombre y comerá un día; enseñalo a pescar y comerá siempre.»
—Anónimo.
—Anónimo.
Como si lo tuviera ya programado en su cuerpo, Ichabod se despertó faltando diez minutos para las seis de la mañana. No había día en que no lo hiciera o se quedara dormido; tampoco había día en el que se negara hacerlo y quisiera permanecer en cama, y todo se debía a que siempre había sido un hombre disciplinado y responsable. Ahora no sólo tenía una boca que alimentar, eran dos: la de él y la de Anouk. Quisiera o no verlo así ahora la chiquilla de cabellos rojos dependía de él, él tenía que hacerse cargo como si de su verdadera hermana menor se tratara, era una responsabilidad que había adquirido automáticamente al comprarla. “Comprarla”. Odiaba pensar en aquello. Odiaba tener que usar tal palabra porque se negaba a aceptar que un hombre la hubiese tratado como si de mercancía se tratara, pero eso había sido aquel procedimiento, un burdo trueque, una venta, y él había hecho la oferta, una muy jugosa que Hugo, el cruel bastardo que la trataba como a un animal, había aceptado. Pero Ichabod no se arrepentía de nada, bastaba verla andar de aquí a allá; su mirada había cambiado, poco a poco podía vérsele menos temerosa, aunque, sospechaba que la timidez la traía de abolengo.
El brujo se incorporó en medio de la penumbra de la humilde casita y a oscuras permaneció sentado mientras despertaba por completo. El lugar donde dormía no era una cama, se trataba de un destartalado sofá muy simple y bastante viejo que había ubicado en la pequeña cocina, le había dejado la cama a ella y él había optado por hacerlo en el cochitril; no era cómodo, pero era lo correcto, él era un hombre mayor y ella apenas una niña, no sería bien visto que ambos compartieran la cama y aumentar las razones para que la gente siguiera aumentando mentiras a los chismes que ocasionaban el que el, siendo un hombre solo y mayor, viviera con una muchachita de apenas dieciséis años. Dormir en ese mueble viejo le estaba acarreando fuertes dolor de espalda, se masajeó la rabadilla con insistencia procurando aminorar el malestar en su cuerpo y finalmente se puso de pie. A ciegas se condujo hasta una mesa de madera que él mismo había hecho, cogió una de las lámparas de parafina y la encendió con cuidado, la luz se extendió en la habitación revelando un sitio completamente rústico en el que la madera era la atracción principal.
Sobre la mesa se encontraba una canasta pequeña con algunas frutas y un pan, Ichabod lo tomó y le dio dos mordidas, su estómago agradeció el recibir los bocados ya que la noche anterior no había cenado nada. Convencido de que el pan sin un buen café o té no tenía sentido alguno, lo volvió a colocar sobre la canasta y optó por darse un baño, no sin antes dirigirse hasta un pequeño mueble que tenía la función de armario de donde sacó un par de prendas para después salir al exterior. Afuera aún estaba oscuro, los grillos y una que otra cigarra eran el único sonido que podía escucharse. Sin el mínimo temor se dirigió hasta el río que estaba cerca, Rex, un perro vagabundo al que había estado alimentando con las sobras del pescado que llevaba a casa todos los días, lo siguió en la oscuridad. El animal carecía de gran parte de su pelo, pues la sarna había hecho de las suyas con él, aún así Ichabod no lo despreciaba, le silbó por lo bajo y lo alentó a seguir su camino.
Cuando estuvo en el río no dudó en sumergir sus pies en el agua que corría a una velocidad no muy rápida, Ichabod colocó la ropa limpia encima de una roca grande cubierta de musgo y se despojó de las prendas que llevaba encima, la cuales aventó en la orilla, justo donde Rex se encontraba, temeroso por el agua. El animal se acercó y olfateó las prendas de su nuevo amo, chilló al ver como este completamente desnudo se sumergía en la profundidad del agua. Ichabod soltó una leve exclamación cuando el agua le llegó a la espalda baja, estaba fría pero agradable, si bien estaban en pleno invierno, era uno de esos días en los que parecían estar en alguna otra estación.
Mojó su pelo y luego se sumergió por completo en el agua donde permaneció durante unos momentos. Max lo miró fijamente y comenzó a ladrar cuando vio que este no salía a la superficie; luego de casi un minuto el brujo emergió con el rostro completamente empapado y se talló los ojos echándose el pelo hacia atrás para poder ver bien al animal que chillaba.
— Perro cobarde. — Susurró al can y este le devolvió una mirada afligida, como si de verdad estuviera avergonzado de lo que aquello significaba. El perro se echó en la orilla, permaneció junto a la ropa de su amo vigilando que nadie se acercara y observó como Ichabod se alejaba haciendo uso de su talento en el nado.
El animal volvió a alzar la cabeza y empezó a ladrar cuando escuchó que alguien se acercaba.
Última edición por Ichabod Stein el Lun Ene 28, 2013 4:07 am, editado 1 vez
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Su espalda se encontraba perfectamente colocada sobre la pared de madera. Aquella pared era gruesa, y bastante fría debido a las altas temperaturas que el invierto había ocasionado. Ella no podía dormir, cada que lo hacía tenía pesadillas. La primera se trataba de dos hombres grandulones tocar la puerta de la cabaña, abrirla de golpe y darle una fuerte cachetada. Esa pesadilla provenía de un percance de semanas atrás, que la pequeña aún no entendía porqué aquello tan extraño había pasado. La segunda pesadilla se trataba de una mujer, de cabellos rubios y brillantes como la luz del sol, que caminaba de un lado a otro por aquel lugar, observando a la pequeña con desagrado, dando ordenes, y diciendo cosas extrañas, lo único que la pelirroja entendía de cada oración que esa mujer daba era una simple palabra: Muerte. El tercer y último mal sueño, se trataba de Hugo, su secuestrador, que llegaba a buscarla y se la llevaba de vuelta a el mundo en el que había crecido hasta hace un mes atrás. Pero no sólo las pesadillas no la dejaban dormir, también aquel sentimiento de culpa al ver a Ichabod durmiendo de manera incorrecta, y la costumbre de las pocas horas de sueño que estaba acostumbrada a conciliar. Lo que no pasaba desapercibido, por más miedo que tuviera, es que no estaba sola, no lo estaría más, y su acompañante la cuidaba, nadie podría volver a lastimarla.
Anouk no sabía como había llegado Ichabod a su vida, para ella todo había sido demasiado rápido, igual que el abrir y cerrar los ojos por inercia. El brujo había hecho que recogiera cada una de sus cosas: Una muñeca, la única que le dejaba el recuerdo de su familia holandesa, y dos pequeños vestidos ya desgastados que tenía. Poco era lo que tenía, pero se lo había llevado de ese lugar, borrando así la marca de lo que alguna vez fue su pesadilla hecha realidad. Ahora vivía en medio del bosque, en una cabaña que, aunque no estaba muy grande, le parecía demasiado bonita, y con un hombre que se había vuelto su única y verdadera familia. Según aquellas creencias que habían permanecido dentro de su pequeño cuerpo, Ichabod era su ángel, uno que había mandado personalmente Dios para salvarla, para devolverla la felicidad, y para sentir que formaba parte de un lugar, pero sobretodo, que alguien podía necesitarla, y no precisamente por abusos. Sus mejores sueños, cuando llegaba a caer completamente dormida eran con él, con aquel atardecer donde por primera vez tomó su mano, y la condujo con la ciudad, sonriéndole poco, pero al fin y al cabo sonriéndole. La sinceridad y preocupación de la mirada del hombre le habían fascinado desde esa primera vez, en que sus ojos casi apagados se cruzaron con la mirada masculina. Desde esa vez supo que nada volvería a ser lo mismo, que todo estaría bien, y que quizás tendría pesadillas como las de esa noche, pero sólo eran eso, pesadillas que no pasarían nunca más.
Todas las noches observaba el gran tamaño de aquella cama, se daba cuenta que no utilizaba ni siquiera un cuarto de ella y eso la hacía sentir mal, muchas veces se quedaba con las ganas de llevar a Ichabod para que durmiera cómodo, junto con ella, y sólo se quedaba con las ganas para no hacerlo incomodar, lo que menos quería era eso, incomodarlo, suficientes problemas le estaba ocasionando al tenerla ahí, con esos rumores, y con esas preguntas extrañas que señoras le hacían sobre el brujo. Después de tantas preguntas que se repetía de manera constante, ya bastante entrada la noche, Anouk se quedaba completamente dormida, se hacía un pequeño ovillo, y despertaba un par de horas después. Aún seguía con esa idea de no merecer muchas comodidades, comida o descanso, aún la idea de estar pagando un pecado grande se le quedaba pegada en la mente, y debía cumplir la condena. ¿Ya la había cubierto? Quizás… Quizás ya lo había cubierto.
Sus manos se hicieron un par de puños pequeños que frotaron con suavidad los ojos. Ni siquiera pudo despertar con tranquilidad, el sonido de la puerta trasera la hizo moverse con fuerza por la cama, saltando al piso de madera y asomándose con rapidez por la ventana para ver como la espalda conocida de un hombre se iba alejando. Hizo una mueca. La noche anterior Ichabod le había llevado una playera masculina holgada y unos pantalones de algún niño de su edad. Las ropas le habían parecido graciosas, de hecho se había reído unos segundos cuando Ichabod le dijo que se las tendría que poner, pero a pesar de sus risas, y de lo extraño que sería para ella portar esas prendas no se negó, confiaba en él y no le daría la contra. Volvió a rodear la cama, esta vez desde afuera, y sin saltar, no quería romperla. De un pequeño mueble de manera sacó las prendas. Se retiró su bata de dormir, y rápidamente se cambió. Llevó sus manos a su cabellos rizados y rojizos, haciendo que se fueran haciendo un remolino al girarlos. Se hizo una especie de nudo con ellos, y colocó una gorra grande que el mismo brujo utilizaba para ocultar el largo de su melena roja. Al poco tiempo de cambiarse, salió del lugar, dirigiéndose al lago. La hora le indicaba dónde se podría encontrar el brujo. Apresuró el paso observando al perro que merodeaba por la casa. Le sonrió al darse cuenta que no había sido reconocida. Se preguntó entonces si de verdad parecía un niño - Shtt, tranquilo amigo, soy Anouk - Susurró muy bajito, queriendo que su voz se mezclara con el sonido del aire al golpear un árbol. - ¿Está el señor por aquí? - El perro jaló las ropas de la jovencita, haciendo que se acercará a la orilla y observará las ropas sucias del hombre. Se agachó para recogerlas, y como pudo las dobló, para luego abrazarlas contra su pecho.
Gracias a la falta de visibilidad, pues el sol aun no salía, Anouk no podía ver donde se encontraba el brujo. - ¿Señor Ichabod? - Preguntó de manera baja, se dio cuenta que con ese nivel de voz nunca la escucharía - ¡Señor Ichabod! - Preguntó ahora con cierto aire de preocupación, no lo veía, y el agua no delataba su paradero. Colocó la ropa recién doblada sobre un árbol. Se quitó los zapatos, y doblo las puntas del pantalón hasta sus muslos, cuando por fin había terminado su labor, avanzó, metió sus pies en el agua, pero no se detuvo ahí, el agua había cubierto hasta sus rodillas, y desde ese lugar sabía que podría verlo, y eso pasó - Señor Ichabod, no se meta tanto tiempo al agua, el no verlo me preocupó - La pequeña le sonrió con nerviosismo, pero se le notaba el reproche y lo alterada que comenzaba a ponerse al no verlo en la superficie del lago. Se percató al poco tiempo que el hombre que tenía enfrente no portaba ninguna prenda encima. Desvió la mirada al cielo, avergonzada, y sus mejillas se sonrojaron, para su buena suerte, la falta de luz no delataba la nueva tonalidad de sus mejillas. - Me he puesto las ropas que me ha dado. ¿Parezco niño? También me amarré el cabello. ¿Ahora que tengo que hacer? - Anouk comenzó a dar varios pasos hacía atrás, evitando así poder ver de nuevo la desnudes del brujo. Sus pasos en reversa fueron torpes, Anouk cayó al agua mojándose parte del pantalón. No pudo evitar soltar una risa traviesa y nerviosa. - ¿Podré ir así de mojada? - Preguntó poniéndose de pie rápidamente, se dio la vuelta y salió del lago. Su rostro se movió haciendo que se fijara en el camino que había tomado antes de llegar a ese lugar, debía darle su espacio a Ichabod… Para ponerse la ropa, claro.
Anouk no sabía como había llegado Ichabod a su vida, para ella todo había sido demasiado rápido, igual que el abrir y cerrar los ojos por inercia. El brujo había hecho que recogiera cada una de sus cosas: Una muñeca, la única que le dejaba el recuerdo de su familia holandesa, y dos pequeños vestidos ya desgastados que tenía. Poco era lo que tenía, pero se lo había llevado de ese lugar, borrando así la marca de lo que alguna vez fue su pesadilla hecha realidad. Ahora vivía en medio del bosque, en una cabaña que, aunque no estaba muy grande, le parecía demasiado bonita, y con un hombre que se había vuelto su única y verdadera familia. Según aquellas creencias que habían permanecido dentro de su pequeño cuerpo, Ichabod era su ángel, uno que había mandado personalmente Dios para salvarla, para devolverla la felicidad, y para sentir que formaba parte de un lugar, pero sobretodo, que alguien podía necesitarla, y no precisamente por abusos. Sus mejores sueños, cuando llegaba a caer completamente dormida eran con él, con aquel atardecer donde por primera vez tomó su mano, y la condujo con la ciudad, sonriéndole poco, pero al fin y al cabo sonriéndole. La sinceridad y preocupación de la mirada del hombre le habían fascinado desde esa primera vez, en que sus ojos casi apagados se cruzaron con la mirada masculina. Desde esa vez supo que nada volvería a ser lo mismo, que todo estaría bien, y que quizás tendría pesadillas como las de esa noche, pero sólo eran eso, pesadillas que no pasarían nunca más.
Todas las noches observaba el gran tamaño de aquella cama, se daba cuenta que no utilizaba ni siquiera un cuarto de ella y eso la hacía sentir mal, muchas veces se quedaba con las ganas de llevar a Ichabod para que durmiera cómodo, junto con ella, y sólo se quedaba con las ganas para no hacerlo incomodar, lo que menos quería era eso, incomodarlo, suficientes problemas le estaba ocasionando al tenerla ahí, con esos rumores, y con esas preguntas extrañas que señoras le hacían sobre el brujo. Después de tantas preguntas que se repetía de manera constante, ya bastante entrada la noche, Anouk se quedaba completamente dormida, se hacía un pequeño ovillo, y despertaba un par de horas después. Aún seguía con esa idea de no merecer muchas comodidades, comida o descanso, aún la idea de estar pagando un pecado grande se le quedaba pegada en la mente, y debía cumplir la condena. ¿Ya la había cubierto? Quizás… Quizás ya lo había cubierto.
Sus manos se hicieron un par de puños pequeños que frotaron con suavidad los ojos. Ni siquiera pudo despertar con tranquilidad, el sonido de la puerta trasera la hizo moverse con fuerza por la cama, saltando al piso de madera y asomándose con rapidez por la ventana para ver como la espalda conocida de un hombre se iba alejando. Hizo una mueca. La noche anterior Ichabod le había llevado una playera masculina holgada y unos pantalones de algún niño de su edad. Las ropas le habían parecido graciosas, de hecho se había reído unos segundos cuando Ichabod le dijo que se las tendría que poner, pero a pesar de sus risas, y de lo extraño que sería para ella portar esas prendas no se negó, confiaba en él y no le daría la contra. Volvió a rodear la cama, esta vez desde afuera, y sin saltar, no quería romperla. De un pequeño mueble de manera sacó las prendas. Se retiró su bata de dormir, y rápidamente se cambió. Llevó sus manos a su cabellos rizados y rojizos, haciendo que se fueran haciendo un remolino al girarlos. Se hizo una especie de nudo con ellos, y colocó una gorra grande que el mismo brujo utilizaba para ocultar el largo de su melena roja. Al poco tiempo de cambiarse, salió del lugar, dirigiéndose al lago. La hora le indicaba dónde se podría encontrar el brujo. Apresuró el paso observando al perro que merodeaba por la casa. Le sonrió al darse cuenta que no había sido reconocida. Se preguntó entonces si de verdad parecía un niño - Shtt, tranquilo amigo, soy Anouk - Susurró muy bajito, queriendo que su voz se mezclara con el sonido del aire al golpear un árbol. - ¿Está el señor por aquí? - El perro jaló las ropas de la jovencita, haciendo que se acercará a la orilla y observará las ropas sucias del hombre. Se agachó para recogerlas, y como pudo las dobló, para luego abrazarlas contra su pecho.
Gracias a la falta de visibilidad, pues el sol aun no salía, Anouk no podía ver donde se encontraba el brujo. - ¿Señor Ichabod? - Preguntó de manera baja, se dio cuenta que con ese nivel de voz nunca la escucharía - ¡Señor Ichabod! - Preguntó ahora con cierto aire de preocupación, no lo veía, y el agua no delataba su paradero. Colocó la ropa recién doblada sobre un árbol. Se quitó los zapatos, y doblo las puntas del pantalón hasta sus muslos, cuando por fin había terminado su labor, avanzó, metió sus pies en el agua, pero no se detuvo ahí, el agua había cubierto hasta sus rodillas, y desde ese lugar sabía que podría verlo, y eso pasó - Señor Ichabod, no se meta tanto tiempo al agua, el no verlo me preocupó - La pequeña le sonrió con nerviosismo, pero se le notaba el reproche y lo alterada que comenzaba a ponerse al no verlo en la superficie del lago. Se percató al poco tiempo que el hombre que tenía enfrente no portaba ninguna prenda encima. Desvió la mirada al cielo, avergonzada, y sus mejillas se sonrojaron, para su buena suerte, la falta de luz no delataba la nueva tonalidad de sus mejillas. - Me he puesto las ropas que me ha dado. ¿Parezco niño? También me amarré el cabello. ¿Ahora que tengo que hacer? - Anouk comenzó a dar varios pasos hacía atrás, evitando así poder ver de nuevo la desnudes del brujo. Sus pasos en reversa fueron torpes, Anouk cayó al agua mojándose parte del pantalón. No pudo evitar soltar una risa traviesa y nerviosa. - ¿Podré ir así de mojada? - Preguntó poniéndose de pie rápidamente, se dio la vuelta y salió del lago. Su rostro se movió haciendo que se fijara en el camino que había tomado antes de llegar a ese lugar, debía darle su espacio a Ichabod… Para ponerse la ropa, claro.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Ichabod se abrió paso entre las aguas del río, mientras el perro no dejaba de chillar y ladrar a la orilla. Nadó sin preocupación alguna, sabiendo de antemano que tenía alrededor de media hora para disfrutar de aquel momento, pero cuando apenas habían transcurrido quince minutos, escuchó una voz que le llamaba, una voz que a esas alturas podía reconocer en cualquier situación. Era la voz de Anouk. Emergió de la profundidad del lago, con el agua cayéndole desde el cabello, se talló el rostro para tener una mejor visibilidad. Entonces la vio. Ichabod no se dio cuenta de la manera en la que le sonreía a la muchachita, pero lo hizo, fue una sonrisa inesperada, completamente espontanea, y se debía a que le causaba mucha gracia como lucía la pelirroja vestida de chico. La miró de arriba abajo, con curiosidad.
— Luces bien, Anouk. — Bromeó sin dejar de observarla. La verdad es que le parecía que lucía mejor vistiendo como lo que ella era, una muchacha, pero las circunstancias por las que ella ya había pasado y que tenían que ver con el sexo masculino, lo obligaban a querer protegerla. De eso se trataba todo eso del disfraz, un simple método para impedir que la acosaran, pues no era ningún secreto la belleza que la niña poseía y pese a que Ichabod insistiera en llamarla "niña", la realidad es que distaba mucho de serlo, ya era toda una señorita. Él mismo le había conseguido las prendas a su medida y se las había dado la noche anterior sin darle demasiada explicación, se sentía satisfecho de que Anouk no hubiera cuestionado sus razones y que hubiera hecho caso a su petición.
El brujo aprovechó que ella había desviado la mirada para salir del agua, lo hizo rápidamente, pasando al lado de la muchacha completamente desnudo, para después colocarse la ropa limpia que había acarreado consigo y que estaba junto a las prendas sucias. Mientras se vestía, siguió observándola, la tenue sonrisa en sus labios se negaba a desaparecer. Mientras se colocaba el pantalón, Ichabod pensó que ayudaría mucho el que Anouk no fuera una muchachita de curvas pronunciadas y que aún estuviera en el proceso de crecimiento, el no llamar demasiado la atención le haría pasar desapercibida. — A donde vamos habrá agua y tal vez termines el doble de empapada de lo que estás ahora. — Le indicó respondiendo a su pregunta, terminó de abrochar el pantalón y cogió la camisa sin ponérsela.
Diez minutos después ambos emprendían el viaje de regreso a la cabaña. Dejó que ella fuera por delante para asegurarse de que estaría bien, el camino era muy rocoso y el sol apenas empezaba a despuntar, no había luz suficiente para ver con claridad por donde pisaban. El perro Max los siguió de vuelta a la que ya consideraba su casa.
— Irás conmigo a la laguna. — Le indicó cuando estuvieron fuera de la casita de madera. Entró detrás de ella y mientras cogía el material necesario para la pesca, continuó dándole indicaciones. — Te enseñaré a pescar, así el día que yo falte o por alguna razón no esté, sabrás como defenderte y salir adelante ti sola. — Ichabod era un hombre precavido, demasiado quizás, pero no se detuvo a pensar lo mal que sonaría aquello que acababa de decir para la muchachita que ahora dependía de él, a la que había jurado proteger siempre. Se detuvo y giró su rostro para mirar su expresión de desilusión, Anouk parecía afligida. Dio unos cuantos pasos al frente y se le plantó enfrente. Sin previo aviso alzó su mano y tomó un travieso mechón de cabello rojizo y lo acomodó detrás de su oreja, justo debajo de la gorra que ocultaría su bonito pelo. — No me mires así. No iré a ningún lado, es tan sólo una precaución. No es bueno depender de nadie, Anouk. Por eso quiero enseñarte, para que no dependas de mí. — Le aseguró y sonrió. Era extraño ver a Ichabod sonreír con esa facilidad cuando la mayoría del tiempo se mostraba huraño y con una expresión seria, la única que lograba romper con ese inescrutable semblante era ella, Anouk.
— Ahora, escúchame bien, a partir de ahora eres Anthony, Anouk no existe. Te llamaré así y tendrás que recordarlo. Recuerda que eres un chico, no una niña. — Se colocó una camisa limpia y con todas las cosas listas se dirigió a la puerta. Se detuvo en el marco y se giró para verla. — En todo caso no tienes porque hablar con nadie más, yo jamás hablo con nadie, tan sólo me dedico a hacer lo mío y vuelvo a casa, así que no significará gran problema. — Añadió y salió nuevamente al exterior. La luz del sol ya había hecho acto de presencia, pintaba para ser un buen día.
Durante el trayecto a la laguna, se cruzaron con varias personas que conocían a Ichabod, le saludaron pero él no emitió palabra, tan sólo se limitó a asentir con la cabeza a aquellos que consideraba dignos de ese gesto. Parecía otro cuando salía al mundo, no era el mismo Ichabod que conversaba con Anouk y que le sonreía ocasionalmente; afuera él era un tipo que la gente consideraba extraño, un ermitaño consumado al que consideraban de mal genio y desinteresado por la vida. Algunas mujeres lo miraron con extrañeza al percatarse de que en esa ocasión no fuera solo a su labor, se preguntaron quién sería el extraño chico que le acompañaba y cuchichearon entre ellas al coincidir que tal vez eran ciertas la teorías sobre él, esas que aseguraban que el brujo tenía tendencias pederastas, gusto que tal vez no se limitaba al sexo femenino y que tal vez el chiquillo que ahora le acompañaba era otra de sus “víctimas”. Las mujeres cubrieron sus bocas con la ayuda de sus elegantes abanicos, escandalizadas por la situación. Él simplemente las ignoró y esperó que Anouk hiciera lo mismo.
Llegaron a la laguna antes que todos, porque a Ichabod le gustaba trabajar en soledad. Para él mientras menos pescadores hubiera, mejor. Los mismos pescadores que le conocían lo consideraban extraño, alguien de muy pocas palabras al que era mejor no molestar, sin embargo, como es bien sabido, en todos lados existe aquel que decide hacer caso omiso a cosas como esas. Un hombre robusto y de apariencia desagradable se acercó a ellos cuando se acercaron a la orilla de la laguna y tomaron una pequeña lancha. Peter, que era también un pescador de la zona al que Ichabod nunca había simpatizado, prestó especial atención al muchacho que acompañaba al brujo. Lo miró con atención y estudio sus movimientos, mismos que le parecían demasiado delicados para ser un chico. Sin previo aviso, con sus grandes y sucias manos tomó el rostro del muchacho, el cual le pareció demasiado pequeño, suave y afeminado. Le bastó ver las delicadas facciones que Anouk poseía para darse cuenta de la verdad, de que todo aquello era un disfraz.
— ¡Hey, este no es un chico, es una mujer! — Exclamó con la boca abierta, dejando a la vista la podrida dentadura en su mezquina boca. Era una suerte que él fuera el único pescador que había llegado temprano aparte de Ichabod y Anouk. — Y una muy hermosa. Hola preciosura. — Con la intención de darle un beso, acercó su mundano rostro al de la muchacha. Ichabod reaccionó al instante, soltándole un golpe en la cara con uno de los remos de la lancha. El hombre cayó de nalgas sobre el agua y con agresiva expresión miró a los ojos a Ichabod cuando este lo tomó por el cuello de la camisa, amenazándolo.
— Te abriré la garganta como a un pez si vuelves a molestar o dices algo al respecto a los demás. — Abrió una afilada navaja frente a los ojos del hombre y para sumar credibilidad se la colocó sobre el cuello, presionó lo suficiente para asustarlo. — Sabes que no estoy bromeando, juro que lo haré. — Añadió, pero entonces el hombre le propinó una patada en la entrepierna y logró derribarlo. Ichabod se dobló del dolor y como pudo se puso de pie para alcanzarlo cuando vio como intentaba acercarse una vez más a Anouk. A puño cerrado le propinó el primer golpe en la cara y así iniciaron una batalla.
— Luces bien, Anouk. — Bromeó sin dejar de observarla. La verdad es que le parecía que lucía mejor vistiendo como lo que ella era, una muchacha, pero las circunstancias por las que ella ya había pasado y que tenían que ver con el sexo masculino, lo obligaban a querer protegerla. De eso se trataba todo eso del disfraz, un simple método para impedir que la acosaran, pues no era ningún secreto la belleza que la niña poseía y pese a que Ichabod insistiera en llamarla "niña", la realidad es que distaba mucho de serlo, ya era toda una señorita. Él mismo le había conseguido las prendas a su medida y se las había dado la noche anterior sin darle demasiada explicación, se sentía satisfecho de que Anouk no hubiera cuestionado sus razones y que hubiera hecho caso a su petición.
El brujo aprovechó que ella había desviado la mirada para salir del agua, lo hizo rápidamente, pasando al lado de la muchacha completamente desnudo, para después colocarse la ropa limpia que había acarreado consigo y que estaba junto a las prendas sucias. Mientras se vestía, siguió observándola, la tenue sonrisa en sus labios se negaba a desaparecer. Mientras se colocaba el pantalón, Ichabod pensó que ayudaría mucho el que Anouk no fuera una muchachita de curvas pronunciadas y que aún estuviera en el proceso de crecimiento, el no llamar demasiado la atención le haría pasar desapercibida. — A donde vamos habrá agua y tal vez termines el doble de empapada de lo que estás ahora. — Le indicó respondiendo a su pregunta, terminó de abrochar el pantalón y cogió la camisa sin ponérsela.
Diez minutos después ambos emprendían el viaje de regreso a la cabaña. Dejó que ella fuera por delante para asegurarse de que estaría bien, el camino era muy rocoso y el sol apenas empezaba a despuntar, no había luz suficiente para ver con claridad por donde pisaban. El perro Max los siguió de vuelta a la que ya consideraba su casa.
— Irás conmigo a la laguna. — Le indicó cuando estuvieron fuera de la casita de madera. Entró detrás de ella y mientras cogía el material necesario para la pesca, continuó dándole indicaciones. — Te enseñaré a pescar, así el día que yo falte o por alguna razón no esté, sabrás como defenderte y salir adelante ti sola. — Ichabod era un hombre precavido, demasiado quizás, pero no se detuvo a pensar lo mal que sonaría aquello que acababa de decir para la muchachita que ahora dependía de él, a la que había jurado proteger siempre. Se detuvo y giró su rostro para mirar su expresión de desilusión, Anouk parecía afligida. Dio unos cuantos pasos al frente y se le plantó enfrente. Sin previo aviso alzó su mano y tomó un travieso mechón de cabello rojizo y lo acomodó detrás de su oreja, justo debajo de la gorra que ocultaría su bonito pelo. — No me mires así. No iré a ningún lado, es tan sólo una precaución. No es bueno depender de nadie, Anouk. Por eso quiero enseñarte, para que no dependas de mí. — Le aseguró y sonrió. Era extraño ver a Ichabod sonreír con esa facilidad cuando la mayoría del tiempo se mostraba huraño y con una expresión seria, la única que lograba romper con ese inescrutable semblante era ella, Anouk.
— Ahora, escúchame bien, a partir de ahora eres Anthony, Anouk no existe. Te llamaré así y tendrás que recordarlo. Recuerda que eres un chico, no una niña. — Se colocó una camisa limpia y con todas las cosas listas se dirigió a la puerta. Se detuvo en el marco y se giró para verla. — En todo caso no tienes porque hablar con nadie más, yo jamás hablo con nadie, tan sólo me dedico a hacer lo mío y vuelvo a casa, así que no significará gran problema. — Añadió y salió nuevamente al exterior. La luz del sol ya había hecho acto de presencia, pintaba para ser un buen día.
***
Durante el trayecto a la laguna, se cruzaron con varias personas que conocían a Ichabod, le saludaron pero él no emitió palabra, tan sólo se limitó a asentir con la cabeza a aquellos que consideraba dignos de ese gesto. Parecía otro cuando salía al mundo, no era el mismo Ichabod que conversaba con Anouk y que le sonreía ocasionalmente; afuera él era un tipo que la gente consideraba extraño, un ermitaño consumado al que consideraban de mal genio y desinteresado por la vida. Algunas mujeres lo miraron con extrañeza al percatarse de que en esa ocasión no fuera solo a su labor, se preguntaron quién sería el extraño chico que le acompañaba y cuchichearon entre ellas al coincidir que tal vez eran ciertas la teorías sobre él, esas que aseguraban que el brujo tenía tendencias pederastas, gusto que tal vez no se limitaba al sexo femenino y que tal vez el chiquillo que ahora le acompañaba era otra de sus “víctimas”. Las mujeres cubrieron sus bocas con la ayuda de sus elegantes abanicos, escandalizadas por la situación. Él simplemente las ignoró y esperó que Anouk hiciera lo mismo.
Llegaron a la laguna antes que todos, porque a Ichabod le gustaba trabajar en soledad. Para él mientras menos pescadores hubiera, mejor. Los mismos pescadores que le conocían lo consideraban extraño, alguien de muy pocas palabras al que era mejor no molestar, sin embargo, como es bien sabido, en todos lados existe aquel que decide hacer caso omiso a cosas como esas. Un hombre robusto y de apariencia desagradable se acercó a ellos cuando se acercaron a la orilla de la laguna y tomaron una pequeña lancha. Peter, que era también un pescador de la zona al que Ichabod nunca había simpatizado, prestó especial atención al muchacho que acompañaba al brujo. Lo miró con atención y estudio sus movimientos, mismos que le parecían demasiado delicados para ser un chico. Sin previo aviso, con sus grandes y sucias manos tomó el rostro del muchacho, el cual le pareció demasiado pequeño, suave y afeminado. Le bastó ver las delicadas facciones que Anouk poseía para darse cuenta de la verdad, de que todo aquello era un disfraz.
— ¡Hey, este no es un chico, es una mujer! — Exclamó con la boca abierta, dejando a la vista la podrida dentadura en su mezquina boca. Era una suerte que él fuera el único pescador que había llegado temprano aparte de Ichabod y Anouk. — Y una muy hermosa. Hola preciosura. — Con la intención de darle un beso, acercó su mundano rostro al de la muchacha. Ichabod reaccionó al instante, soltándole un golpe en la cara con uno de los remos de la lancha. El hombre cayó de nalgas sobre el agua y con agresiva expresión miró a los ojos a Ichabod cuando este lo tomó por el cuello de la camisa, amenazándolo.
— Te abriré la garganta como a un pez si vuelves a molestar o dices algo al respecto a los demás. — Abrió una afilada navaja frente a los ojos del hombre y para sumar credibilidad se la colocó sobre el cuello, presionó lo suficiente para asustarlo. — Sabes que no estoy bromeando, juro que lo haré. — Añadió, pero entonces el hombre le propinó una patada en la entrepierna y logró derribarlo. Ichabod se dobló del dolor y como pudo se puso de pie para alcanzarlo cuando vio como intentaba acercarse una vez más a Anouk. A puño cerrado le propinó el primer golpe en la cara y así iniciaron una batalla.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
La cabaña había quedado detrás de ellos, su corazón no dejaba de latir de manera acelerada cada que salía de ese lugar que ahora se había convertido en su hogar, tenía miedo de volver a encontrarse con Hugo, aunque el brujo que tenía a su lado no la dejaría ir de vuelta a ese mundo. Pensaba que de encontrarse con algún niño con el que había compartido su vida de esclava, le removería esos sentimientos tan horribles que experimentó durante casi toda su vida, pero su pequeño corazón no estaba alterado sólo por esas sensaciones, también lo estaba por el miedo a perder a Ichabod, aquello que le había dicho en la cabaña la hizo temer de verdad, le había hecho sentir que su felicidad sería breve, y que nadie aguantaría tenerla, quizás su destino se resumía a vivir bajo el dominio de un monstruo, pero claro que Ichabod no lo era, nunca lo podría ser, él le sonreía como nadie lo había hecho desde su secuestro, la miraba con apreció, y le dejaba en claro que con él nada le pasaría. La pequeña deseaba hacer las cosas bien, por eso no se cuestionaba nada que el hombre le mandara, de hecho todo lo veía bien, y siempre meditaba cada cosa que hacía, no deseaba portarse mal para que él no se arrepintiera de haberla comprado, por que sí, la pelirroja sabía la verdad, si ella podía caminar con libertad en las calles y bosques parisinos era porque el brujo había dado unos francos por su cabeza, se sentía un objeto, uno que valía menos que una cabeza de res, y eso la hacía restarse amor. Su autoestima había caído por completo.
Por primera vez sus cabellos no le estaban obstruyendo la vista, se sentía libre, y debía aceptar que la ropa masculina era bastante cómoda. Seguramente se veía muy graciosa de esa manera. Lo que llevaba mucho su atención era la manera en que Ichabod se comportaba con los demás, sentía como si estuviera con otro ser humano, y no con ese que le sonreía y le había dado su cama para poder descansar todas las noches. Sintió el impulso de tomar su mano, de enredar sus dedos con los ajenos para poder ir más segura, no podía hacerlo "Eres Anthony, recuerda que eres Anthony" Se repitió un centenar de veces hasta que llegaron a las orillas del lugar. Sus ojos se abrieron en modo de sorpresa, aquello no podría ser trabajo, aquello sería la diversión absoluta, estaba segurísima de eso. El agua era su elemento favorito, y dado que estaría acompañada con la única persona que de verdad quería en esos momentos, todo estaba perfecto, no había más que pedir - Haré lo que me diga - Indicó antes de adentrarse a una pequeña canoa que los llevaría al centro de aquel lago. La pelirroja movía cada una de las cosas con cuidado; Los anzuelos, las cañas, alguno que otro gusano (que en un principio le daba profundo asco), y una canasta especial de alimentos que había preparado antes de ir al encuentro con Ichabod en el río. Aquello era una especie de sorpresa para cuando estuvieran a mitad de la pesca, pero Anouk no se esperaba lo que vendría a continuación.
Había sido demasiado torpe al no percatarse de la presencia intrusa. Anouk se había quedado congelada sin saber que hacer o decir cuando el hombre la descubrió. Tembló, y cerró sus ojos con fuerza casi sintiendo el asqueroso aliento sobre su rostro - No… - Apenas pudo pronunciar una corta palabra, un sonido ensordecedor apareció en el ambiente. Ichabod daba un golpe, y el golpe después se volvió en su contra. La violencia en el ambiente la hizo desprender dos lagrimas de su rostro, observó el rojo de la sangre del pescador. - Señor Ichabod - Susurró, de manera suave, la pobrecita temblaba de pies a cabeza. ¿Qué hacía? Quiso acercarse, y los ojos amenazantes del brujo le dijeron que no lo hiciera, le gruñó como si estuviera luchando contra ella - Por favor deténgase, por favor pare ¡Por favor, por favor! - Anouk se sentía culpable de esa escena. Notó los golpes que le eran dados a Ichabod, y gritó con fuerza, llenando sus pulmones de aire - ¡BASTA YA! Me asustan - Pero si se detenían aquel hombre volvería a buscar su cuerpo, volvería a querer besarle. Ninguno daba su brazo a torcer, y ella le debía fidelidad y respeto a uno. Su rostro se movió de un lado a otro en busque de algo. ¿De qué No lo sabía, de alguna especie de arma para poder defender su causa, para defenderlo a él. Se agachó para tomar uno de los remos que estaban en la pequeña lancha. Cerró los ojos, y moviendo con fuerza sus manos dio un fuerte golpe en la cabeza al hombre que estaba peleando con Ichabod. El sonido de los golpes se detuvo, abrió uno de sus ojos y notó que había dado en el blanco. - Yo… - Quiso decirle algo al brujo pero no pudo, su adrenalina había sido mucha, se dejó caer de sentón a un lado. Bajó la mirada hasta sus manos temblorosas, soltó un suspiro.
Anouk comenzó a soltar lagrimas, su rostro se mojaba por la cantidad que salía de sus ojos. No podía verlo, no a él cuando le había fallado en la tarea más sencilla que le había otorgado - Lo lamento, de verdad, hice lo que pude, de verdad. Créame, yo no quería que se diera cuenta, yo no me di cuenta. lo siento - Llevaba sus brazos a sus ojos, limpiaba las lagrimas y en ocasiones de forma inocente limpiaba su nariz ya que gracias al llanto se había congestionado. Decidió que era mejor alzar su rostro para poder mirarlo, vaya error, le causó bastante terror ver los golpes en el rostro de Ichabod. Se puso de rodillas sobre aquella madera quedando frente a él, sus manos se acercaron a aquel rostro - ¿Qué le parece si dejamos la pesca por hoy? - Quizás era la mejor de las ideas, suspender aquello que había empezado mal, cambiar de día, hacer que las cosas comenzaran con el pie derecho y no con el izquierdo como en ese momento - Vamos… Yo lo curaré, le prepararé algo de comer, y me iré al bosque a recolectar frutas y otras cosas para tener comida éste día, aprovechemos que no han llegado los demás ¿Si? - Desde que había salido de los dominios de Hugo no había sentido tanto miedo cómo en ese momento. La joven gateo un poco, observando el estado de la bestia que la había querido besar minutos antes, pegó su oreja a su estomago, y notó que aún respiraba para su buena suerte. Se veía graciosa en esa pose, sumando el rojo de sus ojos y sus mejillas. Se veía encantadora, hermosa, y graciosa, vaya combinación.
Se separó del cuerpo, sintiendo la mirada de Ichabod sobre su figura. - ¿Qué tengo que hacer con él? ¿Esperar a que se despierte? - Anouk sintió deseos de dejar al hombre ahí, sólo, para que no pudiera molestar más a las personas. Recordó cuando personas cómo él habían tomado los cuerpos de sus amiguitas huérfanas, las cosas tan atroces que esos hombres les hacían, eso lo sabía por las cosas que le llegaban a contar con lagrimas. Se sintió afortunada de tener a Ichabod aunque no le correspondiera con su buen comportamiento. Se levantó y colocó de pie, sintiendo cómo se tambaleaba y cómo retomaba el equilibrio con rapidez. Ahora miraba a Ichabod desde arriba. Ella no merecía verlo de esa forma. Se acercó demasiado, y con las mangas de su camisa (le quedaba bastante holgada en realidad), limpió aquel rostro con cuidado, impidiendo que el rastro de sangre se quedara en la piel del brujo - ¿Le duele mucho? - Se inclinó un más poco, dejando que sus rostros se quedaran a la misma altura.
Por primera vez sus cabellos no le estaban obstruyendo la vista, se sentía libre, y debía aceptar que la ropa masculina era bastante cómoda. Seguramente se veía muy graciosa de esa manera. Lo que llevaba mucho su atención era la manera en que Ichabod se comportaba con los demás, sentía como si estuviera con otro ser humano, y no con ese que le sonreía y le había dado su cama para poder descansar todas las noches. Sintió el impulso de tomar su mano, de enredar sus dedos con los ajenos para poder ir más segura, no podía hacerlo "Eres Anthony, recuerda que eres Anthony" Se repitió un centenar de veces hasta que llegaron a las orillas del lugar. Sus ojos se abrieron en modo de sorpresa, aquello no podría ser trabajo, aquello sería la diversión absoluta, estaba segurísima de eso. El agua era su elemento favorito, y dado que estaría acompañada con la única persona que de verdad quería en esos momentos, todo estaba perfecto, no había más que pedir - Haré lo que me diga - Indicó antes de adentrarse a una pequeña canoa que los llevaría al centro de aquel lago. La pelirroja movía cada una de las cosas con cuidado; Los anzuelos, las cañas, alguno que otro gusano (que en un principio le daba profundo asco), y una canasta especial de alimentos que había preparado antes de ir al encuentro con Ichabod en el río. Aquello era una especie de sorpresa para cuando estuvieran a mitad de la pesca, pero Anouk no se esperaba lo que vendría a continuación.
Había sido demasiado torpe al no percatarse de la presencia intrusa. Anouk se había quedado congelada sin saber que hacer o decir cuando el hombre la descubrió. Tembló, y cerró sus ojos con fuerza casi sintiendo el asqueroso aliento sobre su rostro - No… - Apenas pudo pronunciar una corta palabra, un sonido ensordecedor apareció en el ambiente. Ichabod daba un golpe, y el golpe después se volvió en su contra. La violencia en el ambiente la hizo desprender dos lagrimas de su rostro, observó el rojo de la sangre del pescador. - Señor Ichabod - Susurró, de manera suave, la pobrecita temblaba de pies a cabeza. ¿Qué hacía? Quiso acercarse, y los ojos amenazantes del brujo le dijeron que no lo hiciera, le gruñó como si estuviera luchando contra ella - Por favor deténgase, por favor pare ¡Por favor, por favor! - Anouk se sentía culpable de esa escena. Notó los golpes que le eran dados a Ichabod, y gritó con fuerza, llenando sus pulmones de aire - ¡BASTA YA! Me asustan - Pero si se detenían aquel hombre volvería a buscar su cuerpo, volvería a querer besarle. Ninguno daba su brazo a torcer, y ella le debía fidelidad y respeto a uno. Su rostro se movió de un lado a otro en busque de algo. ¿De qué No lo sabía, de alguna especie de arma para poder defender su causa, para defenderlo a él. Se agachó para tomar uno de los remos que estaban en la pequeña lancha. Cerró los ojos, y moviendo con fuerza sus manos dio un fuerte golpe en la cabeza al hombre que estaba peleando con Ichabod. El sonido de los golpes se detuvo, abrió uno de sus ojos y notó que había dado en el blanco. - Yo… - Quiso decirle algo al brujo pero no pudo, su adrenalina había sido mucha, se dejó caer de sentón a un lado. Bajó la mirada hasta sus manos temblorosas, soltó un suspiro.
Anouk comenzó a soltar lagrimas, su rostro se mojaba por la cantidad que salía de sus ojos. No podía verlo, no a él cuando le había fallado en la tarea más sencilla que le había otorgado - Lo lamento, de verdad, hice lo que pude, de verdad. Créame, yo no quería que se diera cuenta, yo no me di cuenta. lo siento - Llevaba sus brazos a sus ojos, limpiaba las lagrimas y en ocasiones de forma inocente limpiaba su nariz ya que gracias al llanto se había congestionado. Decidió que era mejor alzar su rostro para poder mirarlo, vaya error, le causó bastante terror ver los golpes en el rostro de Ichabod. Se puso de rodillas sobre aquella madera quedando frente a él, sus manos se acercaron a aquel rostro - ¿Qué le parece si dejamos la pesca por hoy? - Quizás era la mejor de las ideas, suspender aquello que había empezado mal, cambiar de día, hacer que las cosas comenzaran con el pie derecho y no con el izquierdo como en ese momento - Vamos… Yo lo curaré, le prepararé algo de comer, y me iré al bosque a recolectar frutas y otras cosas para tener comida éste día, aprovechemos que no han llegado los demás ¿Si? - Desde que había salido de los dominios de Hugo no había sentido tanto miedo cómo en ese momento. La joven gateo un poco, observando el estado de la bestia que la había querido besar minutos antes, pegó su oreja a su estomago, y notó que aún respiraba para su buena suerte. Se veía graciosa en esa pose, sumando el rojo de sus ojos y sus mejillas. Se veía encantadora, hermosa, y graciosa, vaya combinación.
Se separó del cuerpo, sintiendo la mirada de Ichabod sobre su figura. - ¿Qué tengo que hacer con él? ¿Esperar a que se despierte? - Anouk sintió deseos de dejar al hombre ahí, sólo, para que no pudiera molestar más a las personas. Recordó cuando personas cómo él habían tomado los cuerpos de sus amiguitas huérfanas, las cosas tan atroces que esos hombres les hacían, eso lo sabía por las cosas que le llegaban a contar con lagrimas. Se sintió afortunada de tener a Ichabod aunque no le correspondiera con su buen comportamiento. Se levantó y colocó de pie, sintiendo cómo se tambaleaba y cómo retomaba el equilibrio con rapidez. Ahora miraba a Ichabod desde arriba. Ella no merecía verlo de esa forma. Se acercó demasiado, y con las mangas de su camisa (le quedaba bastante holgada en realidad), limpió aquel rostro con cuidado, impidiendo que el rastro de sangre se quedara en la piel del brujo - ¿Le duele mucho? - Se inclinó un más poco, dejando que sus rostros se quedaran a la misma altura.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Durante la pelea, Ichabod intentó ignorar el dolor de los golpes que los puños ajenos le estaban proporcionando, y cuando sintió que no podía más y auguró que una sola distracción de su parte significaría su derrota en la batalla, giró su rostro para ver a Anouk y de ese modo se llenó se fuerzas para poder continuar. Ignoró los ruegos de la pequeña y llorosa pelirroja y continuó luchando contra el enemigo, lo hizo porque sabía que si dejaba libre a Peter el volvería a hacerle daño y no podía permitir eso. Había jurado que nadie volvería a dañar a Anouk y bajo ninguna circunstancia quebrantaría esa promesa, aunque su vida estuviera de por medio.
El corpulento hombre giró sobre su propio tronco y se colocó encima del brujo en un par de ocasiones; el pescador, con su considerable y notable peso, logró sacar el aire de los pulmones de Ichabod. El brujo jaló aire y gruñó al aire para derribar a su oponente, pero su fuerza fue en vano. Inesperadamente el hombre cayó inerte encima del brujo provocándole un severo dolor en las costillas. Como pudo se lo quito de encima y logró incorporarse hasta quedar sentado sobre la arena; clavó sus ojos azules en la mirada atormentada de la jovencita y la observó mientras ella se acercaba a Peter para asegurarse de que estuviera con vida.
— No te preocupes, estará bien, lamentablemente no está muerto. — Masculló con la guardia alta por si acaso al hombre desvanecido se le ocurría despertar en ese instante. Ichabod no era el tipo de hombre que fuera por la vida deseándole la muerte a medio mundo pero tampoco podía negar que existían ciertas personas que lo merecían, como Peter. Cuando Anouk se acercó a él para corroborar que las heridas no fueran de importancia, él se llevó las manos al rostro y sólo entonces se percató de que tenía un sangrado abundante que le estaba manchando la cara. El hombre hizo una mueca de dolor cuando palpó la herida por encima de su ojo derecho y por un momento su rostro adoptó un gesto macabro gracias a toda la sangre.
— Estaré bien. — Le aseguró a la muchacha. Se sentía mareado y dolorido pero era mejor no externar su malestar para tranquilizarla, de hacer lo contrario sabía que solamente lograría hacerla sentir más culpable. Anouk era el tipo de persona que constantemente se culpaba de todo lo malo que ocurría a su alrededor, siempre encontraba la manera justa para adjudicarse la mala suerte, pero estaba claro que todo era una consecuencia de su baja autoestima y su lamentable pasado. Ichabod se puso de pie y se apoyó en ella para empezar a caminar. Cojeó los primeros dos pasos y después continuó sin ayuda. Giró su rostro y el sol, que empezaba a salir, le corroboró que los demás pescadores estaban por llegar.
— Volvamos a casa. — Cogió sus cosas y se las echó en la espalda para emprender el camino de regreso a su vieja cabaña.
El camino a casa transcurrió en silencio. De vez en cuando Ichabod miraba a Anouk para asegurarse de que estuviera bien y otras tantas veces se dio cuenta, con el rabillo del ojo, que la muchachita parecía seguir sollozando. Aún así, el hombre no dijo nada, ni le colocó la mano sobre el hombro para consolarla como habría querido hacer, se contuvo como otras tantas veces lo había hecho.
Cuando llegaron a la cabaña, Ichabod entró primero pero esperó detrás de la puerta hasta que Anouk estuviera dentro y una vez que estuvo en territorio seguro, cerró la puerta y le colocó el seguro. Dejó caer en el piso de madera las cosas que llevaba sobre la espalda y después se desplomó sobre el sillón en el que solía dormir por las noches. El mueble crujió con su peso.
— No es tu culpa, es mía. — Finalmente habló. Sabía de antemano que Anouk no dejaría de culparse y que seguramente en esos instantes estaba echándose la culpa de haber arruinado su primer día de entrenamiento para aprender a pescar. La muchacha no levantó la vista, la tenía clavada en el piso, como de costumbre. Ichabod suspiró. — Fue una mala idea, no debí llevarte ni pedirte que te vistieras de ese modo, era lógico que descubrirían la verdad. — Se frotó la barba con frustración. Miró al cielo de madera y volvió a soltar una gran bocanada de aire. Convencer a alguien de que no tenía la culpa de lo que había pasado era una tarea difícil cuando la persona en cuestión carece de amor propio y seguridad en sí misma.
— Lamento haberte expuesto de ese modo. Es sólo que temo dejarte sola, siento que si me alejo de ti en cualquier momento alguien te herirá. No puedo ni siquiera trabajar sabiendo que te he dejado sola en la casa y a la merced de cualquiera que quiera hacerte algún daño, pero tampoco puedo llevarte conmigo, ya ves lo que ha pasado. — Desvío la mirada de Anouk, hecho innecesario puesto que ella seguía sin devolvérsela; parecía realmente avergonzada o triste, tal vez ambas cosas. Nuevamente lo asaltó esa necesidad de acercarse y consolarla. Una vez más se resistió. Jaló una de las sillas de madera que él mismo había construido y la colocó justo frente a él. La invitó a sentarse.
— Eres tan frágil, similar una pieza delicada que debe ser guardada en un cofre para evitar que la toquen y la rompan. El problema es que no eres un objeto ni yo tengo un cofre. ¿Cómo impido entonces que te hagan daño? Ya has pasado por mucho… — La mirada de frustración que había mostrado hasta entonces se transformó en una de real preocupación. Ichabod se tomaba demasiado en serio el cuidar de la niña, la valoraba más que a su propia vida. De alguna manera sentía que si la protegía a ella, estaba haciendo algo bueno en el mundo y le ayudaba a lidiar con todos los sentimientos negativos que lo poseían todo el tiempo. La muchacha siguió sin atreverse a mirarlo.
— Nunca bajes tu mirada. — Alargó su mano y finalmente se atrevió a tocarla. La tomó de la barbilla y suavemente alzó su rostro hasta que los cuatro ojos azules se encontraron. Un sentimiento extraño lo poseyó, pero no supo cómo catalogarlo, era como si de pronto un montón de hielo se derritiera dentro de su ser con tan sólo verla a los ojos. — Hay gente cruel en todos lados, Anouk, gente que disfruta el sufrimiento ajeno, gente que siente placer en humillar, pero no debes bajar la mirada, nunca lo hagas, pase lo que pase. Míralos de frente aunque estés paralizada de miedo, no les des el placer de empequeñecerte, nunca. — Acarició su mejilla y finalmente retiró su mano. Le pareció ver que Anouk asentía a sus palabras pero se encontraba tan aturdido con el dolor de la herida en su ojo que puede que se lo haya imaginado.
— ¿Tienes miedo? No lo tengas, estoy contigo, no voy a dejarte sola, ya encontraremos alguna otra forma para protegerte. — Le aseguró, pero única verdad es que ni él sabía cómo lograría lo que le estaba prometiendo.
El corpulento hombre giró sobre su propio tronco y se colocó encima del brujo en un par de ocasiones; el pescador, con su considerable y notable peso, logró sacar el aire de los pulmones de Ichabod. El brujo jaló aire y gruñó al aire para derribar a su oponente, pero su fuerza fue en vano. Inesperadamente el hombre cayó inerte encima del brujo provocándole un severo dolor en las costillas. Como pudo se lo quito de encima y logró incorporarse hasta quedar sentado sobre la arena; clavó sus ojos azules en la mirada atormentada de la jovencita y la observó mientras ella se acercaba a Peter para asegurarse de que estuviera con vida.
— No te preocupes, estará bien, lamentablemente no está muerto. — Masculló con la guardia alta por si acaso al hombre desvanecido se le ocurría despertar en ese instante. Ichabod no era el tipo de hombre que fuera por la vida deseándole la muerte a medio mundo pero tampoco podía negar que existían ciertas personas que lo merecían, como Peter. Cuando Anouk se acercó a él para corroborar que las heridas no fueran de importancia, él se llevó las manos al rostro y sólo entonces se percató de que tenía un sangrado abundante que le estaba manchando la cara. El hombre hizo una mueca de dolor cuando palpó la herida por encima de su ojo derecho y por un momento su rostro adoptó un gesto macabro gracias a toda la sangre.
— Estaré bien. — Le aseguró a la muchacha. Se sentía mareado y dolorido pero era mejor no externar su malestar para tranquilizarla, de hacer lo contrario sabía que solamente lograría hacerla sentir más culpable. Anouk era el tipo de persona que constantemente se culpaba de todo lo malo que ocurría a su alrededor, siempre encontraba la manera justa para adjudicarse la mala suerte, pero estaba claro que todo era una consecuencia de su baja autoestima y su lamentable pasado. Ichabod se puso de pie y se apoyó en ella para empezar a caminar. Cojeó los primeros dos pasos y después continuó sin ayuda. Giró su rostro y el sol, que empezaba a salir, le corroboró que los demás pescadores estaban por llegar.
— Volvamos a casa. — Cogió sus cosas y se las echó en la espalda para emprender el camino de regreso a su vieja cabaña.
***
El camino a casa transcurrió en silencio. De vez en cuando Ichabod miraba a Anouk para asegurarse de que estuviera bien y otras tantas veces se dio cuenta, con el rabillo del ojo, que la muchachita parecía seguir sollozando. Aún así, el hombre no dijo nada, ni le colocó la mano sobre el hombro para consolarla como habría querido hacer, se contuvo como otras tantas veces lo había hecho.
Cuando llegaron a la cabaña, Ichabod entró primero pero esperó detrás de la puerta hasta que Anouk estuviera dentro y una vez que estuvo en territorio seguro, cerró la puerta y le colocó el seguro. Dejó caer en el piso de madera las cosas que llevaba sobre la espalda y después se desplomó sobre el sillón en el que solía dormir por las noches. El mueble crujió con su peso.
— No es tu culpa, es mía. — Finalmente habló. Sabía de antemano que Anouk no dejaría de culparse y que seguramente en esos instantes estaba echándose la culpa de haber arruinado su primer día de entrenamiento para aprender a pescar. La muchacha no levantó la vista, la tenía clavada en el piso, como de costumbre. Ichabod suspiró. — Fue una mala idea, no debí llevarte ni pedirte que te vistieras de ese modo, era lógico que descubrirían la verdad. — Se frotó la barba con frustración. Miró al cielo de madera y volvió a soltar una gran bocanada de aire. Convencer a alguien de que no tenía la culpa de lo que había pasado era una tarea difícil cuando la persona en cuestión carece de amor propio y seguridad en sí misma.
— Lamento haberte expuesto de ese modo. Es sólo que temo dejarte sola, siento que si me alejo de ti en cualquier momento alguien te herirá. No puedo ni siquiera trabajar sabiendo que te he dejado sola en la casa y a la merced de cualquiera que quiera hacerte algún daño, pero tampoco puedo llevarte conmigo, ya ves lo que ha pasado. — Desvío la mirada de Anouk, hecho innecesario puesto que ella seguía sin devolvérsela; parecía realmente avergonzada o triste, tal vez ambas cosas. Nuevamente lo asaltó esa necesidad de acercarse y consolarla. Una vez más se resistió. Jaló una de las sillas de madera que él mismo había construido y la colocó justo frente a él. La invitó a sentarse.
— Eres tan frágil, similar una pieza delicada que debe ser guardada en un cofre para evitar que la toquen y la rompan. El problema es que no eres un objeto ni yo tengo un cofre. ¿Cómo impido entonces que te hagan daño? Ya has pasado por mucho… — La mirada de frustración que había mostrado hasta entonces se transformó en una de real preocupación. Ichabod se tomaba demasiado en serio el cuidar de la niña, la valoraba más que a su propia vida. De alguna manera sentía que si la protegía a ella, estaba haciendo algo bueno en el mundo y le ayudaba a lidiar con todos los sentimientos negativos que lo poseían todo el tiempo. La muchacha siguió sin atreverse a mirarlo.
— Nunca bajes tu mirada. — Alargó su mano y finalmente se atrevió a tocarla. La tomó de la barbilla y suavemente alzó su rostro hasta que los cuatro ojos azules se encontraron. Un sentimiento extraño lo poseyó, pero no supo cómo catalogarlo, era como si de pronto un montón de hielo se derritiera dentro de su ser con tan sólo verla a los ojos. — Hay gente cruel en todos lados, Anouk, gente que disfruta el sufrimiento ajeno, gente que siente placer en humillar, pero no debes bajar la mirada, nunca lo hagas, pase lo que pase. Míralos de frente aunque estés paralizada de miedo, no les des el placer de empequeñecerte, nunca. — Acarició su mejilla y finalmente retiró su mano. Le pareció ver que Anouk asentía a sus palabras pero se encontraba tan aturdido con el dolor de la herida en su ojo que puede que se lo haya imaginado.
— ¿Tienes miedo? No lo tengas, estoy contigo, no voy a dejarte sola, ya encontraremos alguna otra forma para protegerte. — Le aseguró, pero única verdad es que ni él sabía cómo lograría lo que le estaba prometiendo.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Ese remolino interno la estaba haciendo mil pedazos. Anouk, quien creía que todo estaba bien ahora en su vida, se dio cuenta que en realidad nada lo estaba, y que no lo estaría. Se sentía culpable, a cada paso de regreso a la cabaña se sentía peor. Quiso salir corriendo y nunca más volver, pero se sentía tan en deuda con Ichabod que por esa razón se quedaba, sería una pequeña ama de casa, le limpiaría el hogar, le prepararía buenos y deliciosos alimentos, le tendría la ropa limpia, todo eso y más, pues era lo único que podía ofrecerle, de tener algo más, sin importar nada se lo daría. La culpa se acrecentaba, y con ella iba de la mano el dolor, ¿acaso podría hacer algo bien? Desde que había pisado esa cabaña por primera vez, se había propuesto arrancarle una sonrisa amplia, sincera y única, pero aquellas esperanzas se iban desmoronando poco a poco, al verle en el rostro preocupación. Se dio cuenta que no era más que una carga, eso no le gustaba para nada. Ichabod debía vivir en tranquilidad, con energías, feliz de la vida, sin preocupaciones, sólo disfrutar su respirar, tenía libertades que incluso aquellos poseedores de grandes fortunas nunca tendrían, el hombre era afortunado, pero con ella a su lado, era como tener cadenas en las manos, e impedirle seguir con esas formas libres de ser.
Entrar a la cabaña fue algo más que triste para ella. Regresar con las manos vacías nunca fue algo que hubiese considerado, la joven de rojos cabellos tenía en su interior muchas ganas de aprender a pescar, quería hacerlo, pues cuando el hombre de la casa tuviera que hacer otros deberes, ella podría simplemente ir por algunos alimentos de esa forma. Anouk escuchaba con atención, pero todo aquello que le decía el brujo parecía muy lejano, ella misma se hacía ideas tontas en la cabeza, aunque él le estuviera diciendo blanco, si las cosas habían salido mal, para ella era todo negro, aunque en realidad ya no todo lo veía tan malo, quizás podía llegar a ser gris. Algo extraño estaba ocurriendo en ese momento, no sólo la tristeza la invadía, por un momento ese detalle se fue a un lado, se había enterrado para sustituirlo la incertidumbre, la curiosidad, y cierto anhelo. A pesar de vivir con él, ella no estaba cien por ciento segura, o quizás ni el diez por cierto, que él pudiera tener algo de cariño hacía ella, pero sus palabras le daban esa esperanza prohibida, le recordaban que quizás alguien si podía tenerla a su lado sin dobles intenciones. Fue ahí cuando Anouk no pudo resistir más, dejó que las lagrimas adornaran su rostro lleno de pecas. Tristeza y alegría, todo en uno. Ahí estaba entonces, sentada frente a un hombre que fácilmente le doblaba la edad, y que eso a ella le importaba muy poco, se dio cuenta que tenerlo a su lado le ahorraba también otro tipo de temores. Suspiró, intentando que su alma liberara un poco de presión, y después de minutos de espera, era momento de al menos, soltar algunas palabras.
- No bajaré la mirada, no lo haré si usted no se aparta - Se atrevió a confesar, y antes que Ichabod retirara por completo la mano, se apresuró a tomar la ajena entre las suyas y acunarla en su regazo - No soy tan frágil, puedo hacer muchas cosas, y si quiere llevarme de nuevo con usted a pescar, prometo que está vez se sentirá orgulloso de mi, aprenderé a hacerlo… Si quiere dejarme en casa puedo hacer que todo permanezca en orden para su regreso, y sabré defender el lugar, de verdad lo sabré hacer - Intentó sonreír, pero aquello era apenas un estirón de sus labios, mucho estaba haciendo con hablar. - ¿Recuerda el lugar dónde me compro, Señor? - Hizo una pausa, esperando a que él asintiera, o que diera alguna seña de afirmación - En ese lugar había cosas muy feas, demasiado malas, algo que no se compara con quedarme sola en casa, he visto el dolor, el maltrato, y la esclavitud, y lo he vivido, pero resistí, mi señor, lo hice para poder llegar aquí - Se ánimo a seguir hablando, a decir cosas que su corazón deseaba soltar, pero que en ocasiones se guardaba por temor al rechazo - Mi cuerpo aguanto hambre, y azotes, mi corazón insultos y desprecios, y mi cabeza los recuerdos de lo vivido, pero aquí estoy ¿no cree entonces que soy fuerte? - Incluso ella misma se intentaba creer sus palabras, pero estaba segura lo hacía más para tenerlo tranquilo. Se veía tranquila ahora, se dio cuenta que, ambos se cuidaban de una manera distinta a todo lo visto, incluso cuando vivía en casa. Anouk e Ichabod tenían una especie de conexión, algo que nadie sabría, no al menos con tanto prejuicio en aquella sociedad.
- Ahora, hagamos algo que nos llene de dicha - Se puso de pie, se quedó unos instantes frente a él, sin dejar de contemplarlo. Poco tiempo después se dio la vuelta, caminó por la pequeña cabaña, y se adentró a paso rápido, pero igual de suave hasta llegar a la pequeña cocina. Anouk sacó una olla de mediano tamaño, y la lleno de agua - ¿Dónde ha dejado los remedios que Faylinn a preparado? - Preguntó con voz alta, pero antes de recibir respuesta, ya los tenía en la mano. No necesitaba hacer mucho, para su buena suerte los golpes no habían pasado a mayores, sólo necesitaba limpiarle el rostro con cuidado, para no volver a abrir la herida, Anouk reconocía que la sangre resultaba ser muy escandalosa, lo sabía porque en ocasiones cuando sus dedos sangraban, grandes cantidades buscaban la libertad del cuerpo opresor, pero solo eran ligeros cortes. Se acercó, había olvidado la pequeña toalla para limpiarle, pero eso no le importo. Dejó la olla en la silla, y ella se puso alado de él, de rodillas en aquel sillón viejo. Se movió para tomar los bordes de su vestido, mojó la tela y comenzó a pasarla por el cuello del hombre, estaba segura que le iba a decir algo, por eso se adelantó - Por mi ha recibido tales heridas, no me niegue por favor el hecho de querer limpiarlas para que el tiempo se las lleve - Suspiró, siguió su trabajo, dejando el cuello del brujo impecable, pasando después por su mentón, por sus mejillas, por la nariz. Tomó una pequeña pausa, y después siguió con los ojos, los cuales quitó la mugre con muchísimo cuidado. Anouk quiso dejar un beso en aquellos ojos, pero se contuvo, pues aquello podría confundirse, y no quería ser arrojada, o molestarlo, por eso se quedó sin mover un pelo. Después subió la tela hasta su cabeza, y ahí si fue cuando tuvo que ser muy meticulosa con la limpieza - Si le lastimo debe decirme - Le susurró muy cerca del oído, pues se había acercado lo suficiente para tenerlo de forma cómoda. Ahora Anouk había sido la que desvió el rostro masculino hacía ella. Sus pequeñas manos limpiaron, y dejaron todo casi como nuevo, y ese casi no era por su culpa, pues la abertura se cerraría con el tiempo.
- Ahora si, no hay rastro de alguna pelea, bueno, sino se le ve con mucha atención, pero creo nadie tenga el valor de hacerlo - Intentó animarle, intentó arrancarle una sonrisa, pero Anouk sabia que eso era una tarea difícil. Fue a dejar todo a su lugar, volvió y se sentó ahora a su lado - ¿Se siente mejor? - Preguntó no muy convencida, no de su pregunta, pues no tenía sentido, la limpieza facial no hacía maravillas. Anouk se volteo a verle, sonrojada de nueva cuenta - Lamento mucho haber ocasionado esto - Le comentó, con la voz entrecortada, recordando su debilidad, pues su fuerza interior ya había desaparecido. Enredó sus manos como pudo, y de forma impulsiva, en el cuerpo masculino, dejó caer algunas lagrimas sobre las prendas del hombre. - Seré un buen niño, lo prometo, pareceré uno cómo tal, y seré fuerte, traeré demasiados alimentos, y nunca pasaremos hambre, lo prometo - Sus pequeñas manos se aferraron a él, a las telas maltrechas que el hombre tenía puestas. Después de un rato de flaquear, le soltó, e intentó retomar la compostura, jugueteando con sus dedos sobre su regazo y agachando la mirada para no perder la costumbre.
- ¿Qué desea de desayunar? - Preguntó intentando romper ese incomodo momento - La vecina me trajo anoche de regalos huevos, y algunas tiras de pan, aún siguen suaves, tenemos pescados de ayer, quedan dos, y también algunas frutas, puedo hacer de todo para usted - Se encogió de hombros - Si quiere algo más puedo ir al bosque a traer alguna frutilla, lo que me pida, usted será el atendido hoy - Se levantó, como si el sillón tuviera alguna especie de resorte que la había impulsado a ponerse de pie. - Venga, venga conmigo - Le estiró la mano para tomar de nuevo la masculina - Usted debe descansar, así que debe ir a la cama ahora mismo, ese sillón puede esperar, no creo que lo extrañe mucho - Intentó bromear ¿Anouk bromeando? Aquello si que era nuevo. Se agachó un poco, para tomar con rapidez la mano de Ichabod, y le dio un pequeño tirón para ponerse de pie - Vamos, le dejaré cómodo en su cama - Le dijo un poco animosa, pero sin volver a subir la mirada, aquella manía no la perdería de la noche a la mañana. Ejerció toda la fuerza posible hacía atrás para ponerlo de pie, y cuando lo logró, lo abrazó de la cintura, invitándolo a avanzar - Ustedes los grandes también necesitan descanso, y que nosotros les demos mucho amor, mucho cariño, ustedes los grandes son nuestra vida, usted es mi vida ahora - Soltó con tranquilidad, sin dobles intenciones, simplemente con la sinceridad de su alma, porque él le había devuelto la vida, y eso no se comparaba con nada.
Entrar a la cabaña fue algo más que triste para ella. Regresar con las manos vacías nunca fue algo que hubiese considerado, la joven de rojos cabellos tenía en su interior muchas ganas de aprender a pescar, quería hacerlo, pues cuando el hombre de la casa tuviera que hacer otros deberes, ella podría simplemente ir por algunos alimentos de esa forma. Anouk escuchaba con atención, pero todo aquello que le decía el brujo parecía muy lejano, ella misma se hacía ideas tontas en la cabeza, aunque él le estuviera diciendo blanco, si las cosas habían salido mal, para ella era todo negro, aunque en realidad ya no todo lo veía tan malo, quizás podía llegar a ser gris. Algo extraño estaba ocurriendo en ese momento, no sólo la tristeza la invadía, por un momento ese detalle se fue a un lado, se había enterrado para sustituirlo la incertidumbre, la curiosidad, y cierto anhelo. A pesar de vivir con él, ella no estaba cien por ciento segura, o quizás ni el diez por cierto, que él pudiera tener algo de cariño hacía ella, pero sus palabras le daban esa esperanza prohibida, le recordaban que quizás alguien si podía tenerla a su lado sin dobles intenciones. Fue ahí cuando Anouk no pudo resistir más, dejó que las lagrimas adornaran su rostro lleno de pecas. Tristeza y alegría, todo en uno. Ahí estaba entonces, sentada frente a un hombre que fácilmente le doblaba la edad, y que eso a ella le importaba muy poco, se dio cuenta que tenerlo a su lado le ahorraba también otro tipo de temores. Suspiró, intentando que su alma liberara un poco de presión, y después de minutos de espera, era momento de al menos, soltar algunas palabras.
- No bajaré la mirada, no lo haré si usted no se aparta - Se atrevió a confesar, y antes que Ichabod retirara por completo la mano, se apresuró a tomar la ajena entre las suyas y acunarla en su regazo - No soy tan frágil, puedo hacer muchas cosas, y si quiere llevarme de nuevo con usted a pescar, prometo que está vez se sentirá orgulloso de mi, aprenderé a hacerlo… Si quiere dejarme en casa puedo hacer que todo permanezca en orden para su regreso, y sabré defender el lugar, de verdad lo sabré hacer - Intentó sonreír, pero aquello era apenas un estirón de sus labios, mucho estaba haciendo con hablar. - ¿Recuerda el lugar dónde me compro, Señor? - Hizo una pausa, esperando a que él asintiera, o que diera alguna seña de afirmación - En ese lugar había cosas muy feas, demasiado malas, algo que no se compara con quedarme sola en casa, he visto el dolor, el maltrato, y la esclavitud, y lo he vivido, pero resistí, mi señor, lo hice para poder llegar aquí - Se ánimo a seguir hablando, a decir cosas que su corazón deseaba soltar, pero que en ocasiones se guardaba por temor al rechazo - Mi cuerpo aguanto hambre, y azotes, mi corazón insultos y desprecios, y mi cabeza los recuerdos de lo vivido, pero aquí estoy ¿no cree entonces que soy fuerte? - Incluso ella misma se intentaba creer sus palabras, pero estaba segura lo hacía más para tenerlo tranquilo. Se veía tranquila ahora, se dio cuenta que, ambos se cuidaban de una manera distinta a todo lo visto, incluso cuando vivía en casa. Anouk e Ichabod tenían una especie de conexión, algo que nadie sabría, no al menos con tanto prejuicio en aquella sociedad.
- Ahora, hagamos algo que nos llene de dicha - Se puso de pie, se quedó unos instantes frente a él, sin dejar de contemplarlo. Poco tiempo después se dio la vuelta, caminó por la pequeña cabaña, y se adentró a paso rápido, pero igual de suave hasta llegar a la pequeña cocina. Anouk sacó una olla de mediano tamaño, y la lleno de agua - ¿Dónde ha dejado los remedios que Faylinn a preparado? - Preguntó con voz alta, pero antes de recibir respuesta, ya los tenía en la mano. No necesitaba hacer mucho, para su buena suerte los golpes no habían pasado a mayores, sólo necesitaba limpiarle el rostro con cuidado, para no volver a abrir la herida, Anouk reconocía que la sangre resultaba ser muy escandalosa, lo sabía porque en ocasiones cuando sus dedos sangraban, grandes cantidades buscaban la libertad del cuerpo opresor, pero solo eran ligeros cortes. Se acercó, había olvidado la pequeña toalla para limpiarle, pero eso no le importo. Dejó la olla en la silla, y ella se puso alado de él, de rodillas en aquel sillón viejo. Se movió para tomar los bordes de su vestido, mojó la tela y comenzó a pasarla por el cuello del hombre, estaba segura que le iba a decir algo, por eso se adelantó - Por mi ha recibido tales heridas, no me niegue por favor el hecho de querer limpiarlas para que el tiempo se las lleve - Suspiró, siguió su trabajo, dejando el cuello del brujo impecable, pasando después por su mentón, por sus mejillas, por la nariz. Tomó una pequeña pausa, y después siguió con los ojos, los cuales quitó la mugre con muchísimo cuidado. Anouk quiso dejar un beso en aquellos ojos, pero se contuvo, pues aquello podría confundirse, y no quería ser arrojada, o molestarlo, por eso se quedó sin mover un pelo. Después subió la tela hasta su cabeza, y ahí si fue cuando tuvo que ser muy meticulosa con la limpieza - Si le lastimo debe decirme - Le susurró muy cerca del oído, pues se había acercado lo suficiente para tenerlo de forma cómoda. Ahora Anouk había sido la que desvió el rostro masculino hacía ella. Sus pequeñas manos limpiaron, y dejaron todo casi como nuevo, y ese casi no era por su culpa, pues la abertura se cerraría con el tiempo.
- Ahora si, no hay rastro de alguna pelea, bueno, sino se le ve con mucha atención, pero creo nadie tenga el valor de hacerlo - Intentó animarle, intentó arrancarle una sonrisa, pero Anouk sabia que eso era una tarea difícil. Fue a dejar todo a su lugar, volvió y se sentó ahora a su lado - ¿Se siente mejor? - Preguntó no muy convencida, no de su pregunta, pues no tenía sentido, la limpieza facial no hacía maravillas. Anouk se volteo a verle, sonrojada de nueva cuenta - Lamento mucho haber ocasionado esto - Le comentó, con la voz entrecortada, recordando su debilidad, pues su fuerza interior ya había desaparecido. Enredó sus manos como pudo, y de forma impulsiva, en el cuerpo masculino, dejó caer algunas lagrimas sobre las prendas del hombre. - Seré un buen niño, lo prometo, pareceré uno cómo tal, y seré fuerte, traeré demasiados alimentos, y nunca pasaremos hambre, lo prometo - Sus pequeñas manos se aferraron a él, a las telas maltrechas que el hombre tenía puestas. Después de un rato de flaquear, le soltó, e intentó retomar la compostura, jugueteando con sus dedos sobre su regazo y agachando la mirada para no perder la costumbre.
- ¿Qué desea de desayunar? - Preguntó intentando romper ese incomodo momento - La vecina me trajo anoche de regalos huevos, y algunas tiras de pan, aún siguen suaves, tenemos pescados de ayer, quedan dos, y también algunas frutas, puedo hacer de todo para usted - Se encogió de hombros - Si quiere algo más puedo ir al bosque a traer alguna frutilla, lo que me pida, usted será el atendido hoy - Se levantó, como si el sillón tuviera alguna especie de resorte que la había impulsado a ponerse de pie. - Venga, venga conmigo - Le estiró la mano para tomar de nuevo la masculina - Usted debe descansar, así que debe ir a la cama ahora mismo, ese sillón puede esperar, no creo que lo extrañe mucho - Intentó bromear ¿Anouk bromeando? Aquello si que era nuevo. Se agachó un poco, para tomar con rapidez la mano de Ichabod, y le dio un pequeño tirón para ponerse de pie - Vamos, le dejaré cómodo en su cama - Le dijo un poco animosa, pero sin volver a subir la mirada, aquella manía no la perdería de la noche a la mañana. Ejerció toda la fuerza posible hacía atrás para ponerlo de pie, y cuando lo logró, lo abrazó de la cintura, invitándolo a avanzar - Ustedes los grandes también necesitan descanso, y que nosotros les demos mucho amor, mucho cariño, ustedes los grandes son nuestra vida, usted es mi vida ahora - Soltó con tranquilidad, sin dobles intenciones, simplemente con la sinceridad de su alma, porque él le había devuelto la vida, y eso no se comparaba con nada.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
«La miré y la miré, y supe con tanta certeza como que me he de morir,
que la quería más que a nada imaginado o visto en la tierra, más que a nada anhelado en este mundo.»
—Vladimir Nabokov.
que la quería más que a nada imaginado o visto en la tierra, más que a nada anhelado en este mundo.»
—Vladimir Nabokov.
El hombre calló. De algún modo, la chiquilla, a la que acababa de llamar frágil y sugerir que era débil, había logrado dejarlo sin habla. Ella tenía razón, ella era fuerte, ella había soportado demasiadas cosas, tantas como él, pero lo que ella no sabía es que Ichabod la veía de todo modo, que se refería a otra cosa de lo que ella tal vez no era consciente: su inocencia, algo que para él pocas cosas podían presumir de poseer. Anouk era blanco absoluto, un alma pura, el espíritu en persona; tales cosas la convertían en alguien vulnerable, porque cualquier podría querer aprovecharse de esa ingenuidad que emanaba por sus poros y oscurecer esa luz casi cegadora que la rodeaba, que la hacía brillar aún en la peor de las tinieblas. Para Ichabod, Anouk sencillamente era una de las criaturas que más candidez había traído a su vida, la que había logrado traspasar esa barrera que había puesto entre el mundo y él; su falta de malicia, su sencillez lo habían conquistado. Anouk era sencillamente maravillosa.
Permaneció quieto mientras ella le realizaba la curación. Observando cada uno de sus movimientos, viendo como poco a poco el plato del agua se iba tiñendo de rojo conforme ella iba hundiendo el trapo para exprimirlo en repetidas ocasiones. Verla, olerla y sentirla tan cerca, le pareció todo un espectáculo que no deseaba perderse. Nunca antes la cercanía de la muchacha había logrado hacerlo sentir de ese modo, con esa necesidad de que se quedara así el resto del día, toda la vida. La piel del cuello se le erizó cuando se acercó para susurrarle que pronto no sentiría más dolor, que todo estaría bien, y su corazón dio un vuelco cuando lo cogió de las manos. Hasta ese momento Ichabod no fue consciente de lo que estaba ocurriendo, sencillamente se entregó al momento, sin cuestionarse nada.
Cuando la muchacha lo animó a ponerse de pie, él le ayudó al instante. Sintió que su cuerpo entero crujía con el movimiento y casi cojeó durante los primeros pasos. Anouk rodeó la cintura de su protector y él hizo lo mismo, utilizó el pequeño y delgado cuerpo de la chiquilla como un soporte, pero intentó apoyarse únicamente lo suficiente para no hacerle daño. Cuando llegaron hasta la cama que él amable y desinteresadamente le había dejado a ella para que descansara todas las noches, se dejó caer sobre el colchón, sin replicar u oponerse a lo que la niña le pedía. Esa mañana no quiso contradecirla en nada, quiso ser espectador de toda la nobleza y gentileza que habitaba en ella por el simple placer de hacerla sentir que realmente era útil, que no era en absoluto un estorbo para él, sino todo lo contrario: ella le había devuelto un poco de esa alegría pérdida, le había rasgado el corazón que hasta entonces había creído muerto, y lo había hecho sangrar, demostrándole que aún estab vivo y que era capaz de sentir, de sentir cosas buenas. Anouk era milagrosa.
Se acomodó sobre el colchón, pero cuando ella estuvo a punto de retirarse, él la tomó de la mano, impidiéndole avanzar. La extremidad de la muchacha era visiblemente más pequeña que la del hombre; mientras que la piel de la mano de él era rasposa como una lija, la de ella era tan suave como la piel de un durazno. Anouk estaba llena de vida, la juventud era otra de sus virtudes; era el botón de una rosa a punto de abrirse, el rocío sobre las frescas hojas en una mañana de primavera. Él era otoño, un árbol marchito y sediento. Hizo girar la mano ajena sobre la suya y la contempló en silencio; la tibieza que despedía era la cosa más acogedora y agradable que podía existir en el universo entero.
— Eres una buena muchacha, Anouk, lo supe desde la primera vez que te vi. — Habló pausadamente y con tranquilidad, su voz se transformó casi un susurro. Mientras le hablaba se dedicó a contemplar la mano sobre la suya. — Esa vez, cuando nuestras miradas se cruzaron, tú me pediste que te liberara, lo hiciste en silencio. No dijiste un palabra y sin embargo en mis oídos retumbó tu súplica. Eras como un ave en cautiverio, mirándome desde los barrotes de su jaula, deseosa de estirar las alas y aprender al fin a volar. — Alzó la vista, encontrándose con la mirada de la niña. Una pausa y no fue capaz de reprimir la breve sonrisa que se dibujó en sus labios al recordar ese momento, el día en que la había encontrado. Su boca apenas se curvó unos segundos, luego la seriedad que lo caracterizaba volvió a apoderarse de él. — Me bastaron unos segundos para darme cuenta de que tú me habías elegido como tu salvador para sacarte de allí, para liberarte. Lo habría hecho de cualquier modo, te habría liberado aún sin tener el dinero que le pagué a ese hombre a cambio de tu libertad. ¿Te sientes libre ahora? Porque no puedo evitar mirar a nuestro alrededor y darme cuenta de que te he traído a otra jaula. ¿Eres feliz, Anouk? Porque quiero que lo seas, de lo contrario habría fracasado y el ave moriría en cautiverio, sin haber llegado al cielo y sentir el viento contra sus alas. — Un silencio los abrazó, pero no en ningún momento se tornó incómodo.
La muchacha siguió actuando como había hecho desde el primer día, con esa timidez impidiéndole expresarse, misma que le había sentir a Ichabod que le tenía miedo, miedo a él, a quien sólo deseaba protegerla, a quien la había rescatado. El hombre suspiró y suavemente la jaló del brazo para invitarla a acercarse un poco más a él. La muchacha permaneció de pie, situada justamente en medio de las piernas de Ichabod; él era tan alto que sólo en esa posición la cabeza de Anouk quedaba al ras de la del brujo. Cuando la tuvo nuevamente junto a él, el sentimiento inexplicable volvió a poseerlo. No soltó su mano en ningún momento, e incluso se atrevió a alzar la otra para acariciar el largo y rojizo cabello de la muchacha. El enigmático sentimiento se tornó más intenso.
— No eres capaz de verlo, ¿no es así? No te das cuenta de cómo curas todo a tu paso, cómo logras que las heridas dejen de sangrar, aunque sea por un momento. — Sus dedos resbalaron por entre las hebras del sedoso pelo, y finalmente lo abandonaron. — Gracias por curarme de todos mis males. — Ichabod estuvo seguro de que ella no entendería lo que él deseaba expresarle, pero le bastó saberlo él, eso era más que suficiente. Sin soltar su mano se puso de pie, olvidándose por completo del dolor del cuerpo. Desde su altura la miró por algunos momentos en completo silencio, con la boca levemente entreabierta, como si quisiera decir algo y no se atreviera a hacerlo. Finalmente, el sentimiento y la necesidad lo venció, y él mismo terminó por derribar lo que quedaba de su muro. Lo echó abajo con una sola petición. — ¿Me negarías un abrazo? — Pero apenas esperó por una respuesta. Ichabod rodeó con sus brazos la diminuta figura y, por unos segundos, se aferró a ella, sintiendo al instante como el extraño sentimiento, al que aún no se atrevía a bautizar con un nombre, llegaba a uno de sus puntos más intensos. — Quiero que olvides todo ese dolor, que seas feliz. Quiero que te sientas amada… — Le susurró al oído y se atrevió a deshacer el abrazo, tan sólo para besar la mejilla de la muchacha pero, cuando fue consciente de lo cerca que tenía su boca y de la gran necesidad que tenía en esos instantes por rozarla, sus labios recorrieron la breve distancia existente entre la mejilla y su boca y la besó. Los labios de Ichabod apenas se movieron sobre los de la muchacha, porque al instante fue consciente de lo que estaba haciendo, de lo mal que estaba todo. Se retiró enseguida, dándole la espalda e impidiendo así la cercanía entre ambos y el contacto visual que lo había orillado a semejante atrocidad.
— Perdóname, yo... no sé qué me pasó, qué estoy haciendo. Esto está mal. — Intentó disculparse mientras ocultaba su rostro con ambas manos en un intento de aminorar el agobio que le provocaba su insolente acto. No podía ser que él estuviera haciéndole eso a Anouk, que esa habladuría que se habían encargado de inventar la gente de los alrededores, donde aseguraban que él la tomaba como mujer y se aprovechaba de ella, estuvieran volviéndose una realidad.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Recordó aquellos hermosos ojos de su padre, quien, a pesar de todo, le había dado cuanto amor pudo ofrecerle, aquel hombre de entrada edad siempre le regalaba las mejores palabras, las sonrisas más amplias, el amor más puro, y la seguridad más grande. Todo en su padre para ella era perfección, porque no había otro hombre en su vida, exceptuando su hermano. La joven sabía que incluso en medio de problemas su familia había sido feliz, supo que en el corto tiempo que estuvo con ellos todo había valido la pena, incluso su secuestro. Recordó también aquellas tardes dónde se reunían en la ostentosa casa, en los jardines traseros para compartir una tarde. Aquel momento había sido mágico, pues no existían nada más importante para ella, que todo lo que su familia le brinda, incluso existiendo pobreza, hambre, y discriminación a su alrededor, nada importaba tanto cómo disfrutar de ese momento, pero no, no importaba en realidad el recuerdo pasado, lo que importaba en ese momento era el sentimiento que estaba reviviendo.
En su pecho ya no había un vacío, mucho menos una necesidad infinita por buscar algo que la completase, ella había sentido cómo los hielos que escondían su corazón se iban derritiendo. Todo era agua, pero no agua maldita que había oprimido su lastimado corazón, ahora era de esa agua que se necesita en medio de un desierto. Su figura tembló por aquel agarre firme, su pecho se infló a causa de la felicidad. Anouk se sentía segura, pero no sólo eso, se dio cuenta que todo dolor, todo aquello que había experimentado y visto fueron un proceso en su vida, un camino entre carbones encendidos y espinas, para su buena suerte, todo había pasado, y sus rasguños, quemaduras y heridas estaban volviendo a la normalidad, formándole un cuerpo más resistente. Se sintió vencedera de todo mal, vencedora de la melancolía infinita, pero sobretodo de la soledad. Su destino siempre había sido él, aquel hombre que estaba frente a ella, su nueva, y única familia. Nadie tendría porque discutir eso, no al menos cuando su corazón así se lo dictaba, y vaya que ella se guiaba por esas corazonadas que incluso parecían perforar su pecho cuando creían que todo estaba bien.
Le observó curiosa, cómo nunca antes se había mostrado con él, aunque claro, no podía hacer de lado esa timidez. La pequeña no le tenía miedo a él, no podría cuando ese hombre la había liberado, a lo que sí le tenía un miedo evidente, era a volver a ser feliz, aquello era una especie de fobia que la consumía, quizás no volvería a resistir otro dolor tan grande, por eso no se permitía romper aquellos muros. Bien dicen que paso a paso se puede llegar, ella lo estaba logrando, estaba derritiendo primero su frío corazón, ahora, poco a poco derrumbaría sus muros personales. Por el momento ya se mostraba curiosa, eso era un gran avance. Escuchó con atención las palabras de Ichabod, aquello le pareció extraño. ¿cómo era posible que recordara tanto? ¿detalles? ¿miradas? Quiso sonreír, pero se impidió hacerlo cómo siempre, se limitó a escuchar. Para ella aquello estaba siendo una especie de historia, de esas que le contaban cuando pequeña, dónde el pobre termina teniendo un final feliz, quizás ella podría tener uno después de todo. Sólo asentía, era lo único que se sentía capaz de hacer bien.
Fue entonces cuando la sonrisa del hombre la hizo parpadear, estaba completamente sorprendida, ¿él estaba sonriendo? ¿Por qué? ¿Por qué lo hacía? ¿Qué le parecía lo suficientemente digno cómo para otorgar aquel gesto? La niña se llevó la mano al pecho, buscando la manera de sentir su corazón, ella estaba segura que probablemente se había paralizado por aquella sorpresa, pero para su buena suerte, su aparato vital seguía latiendo. Suspiró varias veces de forma profunda. No entendía en que momento todo había cambiado tanto entre ellos, la mirada de Ichabod le recordaba a la de su padre, pero no cómo un padre, sino por la transparencia, porque sabía que él no mentía. Hace mucho que no veía a un hombre sincero, dejando mostrar sus sentimientos.
- ¿Curar todo? - Preguntó con inocencia, pero con más torpeza en realidad. Por más que uniera las palabras, unas con otras, todo le daba mil vueltas, nada lo comprendía. Frunció ligeramente el ceño, no lo entendía, ella no se sentía una cura, ni milagrosa, sólo se sentía una niña afortunada, que vivía con un hombre que ante sus ojos valía más que la pena. - ¿Curarlo de todos sus males? - Al final Anouk simplemente sonrió, o más bien se rió de ella misma, porque no podía entender con exactitud las palabras del hombre. Se volvió a poner rígida, y su expresión se tornó seria y tímida al verlo levantarse. Su simple figura la hacía sentir frágil e insignificante. El brujo era tan alto para ella, que incluso necesitaba alzar la mirada para poder captarlo, pero esa vez no lo hizo, siguió observando las sabanas sobre el colchón; parpadeó al sentir el abrazo, sorpresivamente su cuerpo no se había puesto más rígido, al contrario. La pelirroja asentía entre los brazos del brujo, y se notaba completamente relajada, ella era feliz simplemente por verlo feliz, por notarlo tranquilo incluso después del pequeño inconveniente cuando habían ido a pescar. Lo notaba tan sincero, tan único en ese momento que no se puso resistir a estar envuelta en la figura masculina. Anouk no sólo se dejó abrazar, sino que también recargó su mejilla en el pecho de él, descansando incluso su propio peso en el ajeno, a sabiendas que eso no le causaría inconveniente alguno al hombre. Ichabod era sin duda, el hombre más fuerte que había conocido.
Anouk se encontró con una boca masculina, y fue entonces cuando recibí su primer beso, y claro que no era un beso cualquiera, era un beso cargado de confusión, pero de claro amor, pudo sentirlo en la forma en que el hombre rozaba sus delicadas comisuras, se congeló, pero movió los propios en señal de aprobación. Fue mala idea quizás haber hecho eso, pues no duró su primer beso el tiempo que hubiese deseado, o que quizás había soñado. Arrugó el rostro al notarlo separarse, y se sintió mal cuando Ichabod le dio la espalda, llegó a sentir entonces poco digna de nueva cuenta. Meditó que más podría hacer, algo que lo volviera a ver feliz, porque escucharle pedir perdón simplemente la hundía. ¿Cómo podía el medirle perdón cuando la había recatado del mismo infierno? De verdad no entendía al brujo.
- ¿Lo hice mal? - Preguntó con inocencia, con notaria vergüenza - Me refiero a que si besé tan mal que me diga eso, y me pida disculpas - Susurró, pero el calor de cuerpo de Anouk ya se había pasado a sus mejillas. Ella estaba actuando por inercia, pero había decidido dejar de lado todo análisis, simplemente se dejaría llevar - ¿De verdad está tan mal? - Volvió a pregunta con ese aire inocente, único en ella. - Yo no sentí que estuviera mal, señor Ichabod… - Guardó silencio unos momentos - Me dijo que deseaba que me sintiera amada, y lo sentí… Sentí lo mucho que usted podría amarme… - Está vez avanzó unos pasos hacía él, quien permanecía aún de espaldas. - ¿Usted me ama, señor Ichabod? ¿Lo hace? ¿De verdad? Por qué se que usted nunca me haría daño, sé que nunca me lastimaría, yo sé que tampoco sería capaz de mentirme, y aunque no me ha dicho "te amo", lo sentí… Sentí que me amaba - Comentó, por primera vez con demasiada claridad. Anouk que incluso en ocasiones parecía una chica muda, ahora comenzaba a soltar su cuerpo, pero sobretodo su corazón. Caminó unos pasos, hasta colocarse justamente a un paso de distancia, la joven se estiró, pero no buscó voltearlo, simplemente tomar una de las manos de él, luego tomó la otra, y dando el último paso de distancia, lo abrazó así, desde atrás, uniendo sus dedos con los ajenos mientras ella estiraba sus brazos y las manos ajenas para envolverse en un abrazo. - No me pida perdón de algo que hizo con el corazón, señor Ichabod, yo confió en usted más que en nadie, yo lo amo a usted más que a nadie, no se arrepienta, porque eso si me duele - Comentó sin más, pero pronto le soltó, y caminó para colocarse frente a él, le sonrió de forma amplia, porque Anouk no quería hacer nada más que eso en ese momento, sonreír.
- Béseme con el corazón, señor Ichabod - Comentó sin más.
En su pecho ya no había un vacío, mucho menos una necesidad infinita por buscar algo que la completase, ella había sentido cómo los hielos que escondían su corazón se iban derritiendo. Todo era agua, pero no agua maldita que había oprimido su lastimado corazón, ahora era de esa agua que se necesita en medio de un desierto. Su figura tembló por aquel agarre firme, su pecho se infló a causa de la felicidad. Anouk se sentía segura, pero no sólo eso, se dio cuenta que todo dolor, todo aquello que había experimentado y visto fueron un proceso en su vida, un camino entre carbones encendidos y espinas, para su buena suerte, todo había pasado, y sus rasguños, quemaduras y heridas estaban volviendo a la normalidad, formándole un cuerpo más resistente. Se sintió vencedera de todo mal, vencedora de la melancolía infinita, pero sobretodo de la soledad. Su destino siempre había sido él, aquel hombre que estaba frente a ella, su nueva, y única familia. Nadie tendría porque discutir eso, no al menos cuando su corazón así se lo dictaba, y vaya que ella se guiaba por esas corazonadas que incluso parecían perforar su pecho cuando creían que todo estaba bien.
Le observó curiosa, cómo nunca antes se había mostrado con él, aunque claro, no podía hacer de lado esa timidez. La pequeña no le tenía miedo a él, no podría cuando ese hombre la había liberado, a lo que sí le tenía un miedo evidente, era a volver a ser feliz, aquello era una especie de fobia que la consumía, quizás no volvería a resistir otro dolor tan grande, por eso no se permitía romper aquellos muros. Bien dicen que paso a paso se puede llegar, ella lo estaba logrando, estaba derritiendo primero su frío corazón, ahora, poco a poco derrumbaría sus muros personales. Por el momento ya se mostraba curiosa, eso era un gran avance. Escuchó con atención las palabras de Ichabod, aquello le pareció extraño. ¿cómo era posible que recordara tanto? ¿detalles? ¿miradas? Quiso sonreír, pero se impidió hacerlo cómo siempre, se limitó a escuchar. Para ella aquello estaba siendo una especie de historia, de esas que le contaban cuando pequeña, dónde el pobre termina teniendo un final feliz, quizás ella podría tener uno después de todo. Sólo asentía, era lo único que se sentía capaz de hacer bien.
Fue entonces cuando la sonrisa del hombre la hizo parpadear, estaba completamente sorprendida, ¿él estaba sonriendo? ¿Por qué? ¿Por qué lo hacía? ¿Qué le parecía lo suficientemente digno cómo para otorgar aquel gesto? La niña se llevó la mano al pecho, buscando la manera de sentir su corazón, ella estaba segura que probablemente se había paralizado por aquella sorpresa, pero para su buena suerte, su aparato vital seguía latiendo. Suspiró varias veces de forma profunda. No entendía en que momento todo había cambiado tanto entre ellos, la mirada de Ichabod le recordaba a la de su padre, pero no cómo un padre, sino por la transparencia, porque sabía que él no mentía. Hace mucho que no veía a un hombre sincero, dejando mostrar sus sentimientos.
- ¿Curar todo? - Preguntó con inocencia, pero con más torpeza en realidad. Por más que uniera las palabras, unas con otras, todo le daba mil vueltas, nada lo comprendía. Frunció ligeramente el ceño, no lo entendía, ella no se sentía una cura, ni milagrosa, sólo se sentía una niña afortunada, que vivía con un hombre que ante sus ojos valía más que la pena. - ¿Curarlo de todos sus males? - Al final Anouk simplemente sonrió, o más bien se rió de ella misma, porque no podía entender con exactitud las palabras del hombre. Se volvió a poner rígida, y su expresión se tornó seria y tímida al verlo levantarse. Su simple figura la hacía sentir frágil e insignificante. El brujo era tan alto para ella, que incluso necesitaba alzar la mirada para poder captarlo, pero esa vez no lo hizo, siguió observando las sabanas sobre el colchón; parpadeó al sentir el abrazo, sorpresivamente su cuerpo no se había puesto más rígido, al contrario. La pelirroja asentía entre los brazos del brujo, y se notaba completamente relajada, ella era feliz simplemente por verlo feliz, por notarlo tranquilo incluso después del pequeño inconveniente cuando habían ido a pescar. Lo notaba tan sincero, tan único en ese momento que no se puso resistir a estar envuelta en la figura masculina. Anouk no sólo se dejó abrazar, sino que también recargó su mejilla en el pecho de él, descansando incluso su propio peso en el ajeno, a sabiendas que eso no le causaría inconveniente alguno al hombre. Ichabod era sin duda, el hombre más fuerte que había conocido.
Anouk se encontró con una boca masculina, y fue entonces cuando recibí su primer beso, y claro que no era un beso cualquiera, era un beso cargado de confusión, pero de claro amor, pudo sentirlo en la forma en que el hombre rozaba sus delicadas comisuras, se congeló, pero movió los propios en señal de aprobación. Fue mala idea quizás haber hecho eso, pues no duró su primer beso el tiempo que hubiese deseado, o que quizás había soñado. Arrugó el rostro al notarlo separarse, y se sintió mal cuando Ichabod le dio la espalda, llegó a sentir entonces poco digna de nueva cuenta. Meditó que más podría hacer, algo que lo volviera a ver feliz, porque escucharle pedir perdón simplemente la hundía. ¿Cómo podía el medirle perdón cuando la había recatado del mismo infierno? De verdad no entendía al brujo.
- ¿Lo hice mal? - Preguntó con inocencia, con notaria vergüenza - Me refiero a que si besé tan mal que me diga eso, y me pida disculpas - Susurró, pero el calor de cuerpo de Anouk ya se había pasado a sus mejillas. Ella estaba actuando por inercia, pero había decidido dejar de lado todo análisis, simplemente se dejaría llevar - ¿De verdad está tan mal? - Volvió a pregunta con ese aire inocente, único en ella. - Yo no sentí que estuviera mal, señor Ichabod… - Guardó silencio unos momentos - Me dijo que deseaba que me sintiera amada, y lo sentí… Sentí lo mucho que usted podría amarme… - Está vez avanzó unos pasos hacía él, quien permanecía aún de espaldas. - ¿Usted me ama, señor Ichabod? ¿Lo hace? ¿De verdad? Por qué se que usted nunca me haría daño, sé que nunca me lastimaría, yo sé que tampoco sería capaz de mentirme, y aunque no me ha dicho "te amo", lo sentí… Sentí que me amaba - Comentó, por primera vez con demasiada claridad. Anouk que incluso en ocasiones parecía una chica muda, ahora comenzaba a soltar su cuerpo, pero sobretodo su corazón. Caminó unos pasos, hasta colocarse justamente a un paso de distancia, la joven se estiró, pero no buscó voltearlo, simplemente tomar una de las manos de él, luego tomó la otra, y dando el último paso de distancia, lo abrazó así, desde atrás, uniendo sus dedos con los ajenos mientras ella estiraba sus brazos y las manos ajenas para envolverse en un abrazo. - No me pida perdón de algo que hizo con el corazón, señor Ichabod, yo confió en usted más que en nadie, yo lo amo a usted más que a nadie, no se arrepienta, porque eso si me duele - Comentó sin más, pero pronto le soltó, y caminó para colocarse frente a él, le sonrió de forma amplia, porque Anouk no quería hacer nada más que eso en ese momento, sonreír.
- Béseme con el corazón, señor Ichabod - Comentó sin más.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
—No me he referido al beso… —inquirió velozmente, abruptamente, casi interrumpiéndole. Luego calló, dándose cuenta de lo mal que se había escuchado aquello, especialmente para una muchachita de escasos dieciséis años cuya experiencia en el arte del romance debía ser nulo. Darse cuenta de que, muy probablemente, él era el primer hombre con el que Anouk había experimentado una cercanía de ese tipo, lo hizo sentir todavía peor. Un terrible sentimiento se apoderó de él, lo invadió de pies a cabeza, se instaló en su estómago y le provocó una náusea, como un cáncer que se expandía rápidamente. Se sintió el más sucio de los hombres, un miserable, un completo degenerado. Tal vez, al final de todo, y muy a su pesar, todo eso que habían dicho sobre él las malas lenguas, no había sido tan erróneo. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió avergonzado, casi pudoroso. Ella no lo comprendía, no llegaba a imaginárselo siquiera. ¿Cómo podía explicarle él lo que estaba experimentando en esos momentos? Imposible que ella pudiera comprenderlo, era tan joven, tan ingenua, tan… vulnerable. Poner los ojos en ella era, sin duda, un gran pecado. ¿Estaba dispuesto a condenarse?
Cuando se giró para afrontar sus deshonrosas acciones, allí estaba otra vez esa expresión de culpa y vergüenza en el rostro de la niña. Le bastó verla un segundo para darse cuenta de que no podía dejar las cosas así, haciéndole sentir culpable por algo en lo que ella era completamente inocente, ajena. ¡Pero, qué diablos estaba haciendo!
—No has hecho nada mal, Anouk, he sido yo —le aseguró en un intento de aminorar su supuesto delito—, he faltado a mi palabra, creí que estarías segura aquí conmigo, pero ya no estoy tan seguro —se sinceró, esperando que ella pudiera comprender la situación, pero el semblante confuso de Anouk, la manera en que agachaba el rostro e intentaba mirar cualquier cosa, excepto sus ojos, le hizo saber que no lo comprendía, y que probablemente nunca lo haría. Ella no sabía el peligro que corría estando bajo el mismo techo de un hombre que había empezado a verla como mujer, porque así era, él no podía negarlo, ya no. Entre los planes del brujo, definitivamente no estaba el aprovecharse de ella, mancillar su inocencia en ningún sentido, pero tenía que admitir que no iba a ser sencillo fingir que nada estaba ocurriendo, hacer de cuenta que ese momento no había ocurrido, que nunca había sentido su piel o probado sus labios. Él nunca había sido bueno mintiendo, y no iba a empezar a serlo como por arte de magia, por más que estuviera deseándolo. Lo más sensato que podía hacer era alejarse de ella, pero, ¿cómo iba a protegerla manteniéndose lejos? ¿Quién era más peligroso, él o el resto del mundo? Jamás creyó posible encontrarse frente a un dilema como ese.
—Anouk, esto no puede ser. No debe ser. —Sintió el fuerte impulso de tomarla de las manos para que se diera cuenta de que lo que menos deseaba era herirla con sus palabras, pero no se atrevió a acercarse por miedo a sucumbir nuevamente ante la atracción que la jovencita ejercía. Le partió el alma ver la desilusión en el pequeño y suave rostro de la pelirroja. Quiso volver a abrazarla, pero nuevamente se contuvo. Se la notaba triste, y tomando en cuenta la personalidad tan frágil que la niña poseía, era muy probable que ella estuviera a punto de llorar. Sintió pánico, porque estaba seguro de que le bastarían un par de lágrimas para correr a consolarla. Qué lejos había quedado el Ichabod inexpresivo, qué destruidas habían quedado las murallas que tan impetuosamente se había dedicado a construir casi toda su vida. Anouk había llegado a su vida y las había echado abajo sin el menor problema con su gentileza, con su ternura e inocencia. En silencio se pregunto si realmente seguían existiendo razones para callarse frente a ella, ella que estaba empezando a sacar su verdadero yo, que seguramente ya lo conocía mejor que nadie.
—Lo peor de todo es que no me arrepiento de nada, ese beso es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo —confesó al fin, resignado ante la inminente situación. Ichabod sintió que se liberaba, que sus hombros pesaban menos luego de la inesperada declaración. Le pareció extraño sentirse de pronto tan libre. ¿Era eso una confesión de amor? Lo era—, pero eso no significa que no me sienta culpable —el hombre suspiró. De pronto se le vio afligido, la pena lo hacía parecer diez años más viejo y más cansado.
—Necesito que entiendas que no reniego de ti o de esto que está ocurriendo —no era necesario darle un título, no se atrevía hacerlo oficial—, es solo que… —hizo una breve pausa— me hace sentir culpable. Yo no puedo, y tú no debes. Soy muy viejo para ti y tú eres muy joven, demasiado joven —y realmente lograba perturbarle considerablemente ese asunto de la edad—. No puedo volver a besarte, aunque desee hacerlo —confesó, expresando toda su vergüenza en la última frase. Se dio cuenta de que había fracasado, no solo en el intento de querer protegerla, lo había hecho en todos los sentidos.
—Tal vez lo mejor es que empecemos a buscar a tu familia, estarás mejor con ellos, es allí a donde perteneces —sugirió con voz baja y débil, la única que fue capaz de utilizar al decir algo que verdaderamente lograba partirle el alma, pero que sin duda era lo mejor, al menos para ella.
Cuando se giró para afrontar sus deshonrosas acciones, allí estaba otra vez esa expresión de culpa y vergüenza en el rostro de la niña. Le bastó verla un segundo para darse cuenta de que no podía dejar las cosas así, haciéndole sentir culpable por algo en lo que ella era completamente inocente, ajena. ¡Pero, qué diablos estaba haciendo!
—No has hecho nada mal, Anouk, he sido yo —le aseguró en un intento de aminorar su supuesto delito—, he faltado a mi palabra, creí que estarías segura aquí conmigo, pero ya no estoy tan seguro —se sinceró, esperando que ella pudiera comprender la situación, pero el semblante confuso de Anouk, la manera en que agachaba el rostro e intentaba mirar cualquier cosa, excepto sus ojos, le hizo saber que no lo comprendía, y que probablemente nunca lo haría. Ella no sabía el peligro que corría estando bajo el mismo techo de un hombre que había empezado a verla como mujer, porque así era, él no podía negarlo, ya no. Entre los planes del brujo, definitivamente no estaba el aprovecharse de ella, mancillar su inocencia en ningún sentido, pero tenía que admitir que no iba a ser sencillo fingir que nada estaba ocurriendo, hacer de cuenta que ese momento no había ocurrido, que nunca había sentido su piel o probado sus labios. Él nunca había sido bueno mintiendo, y no iba a empezar a serlo como por arte de magia, por más que estuviera deseándolo. Lo más sensato que podía hacer era alejarse de ella, pero, ¿cómo iba a protegerla manteniéndose lejos? ¿Quién era más peligroso, él o el resto del mundo? Jamás creyó posible encontrarse frente a un dilema como ese.
—Anouk, esto no puede ser. No debe ser. —Sintió el fuerte impulso de tomarla de las manos para que se diera cuenta de que lo que menos deseaba era herirla con sus palabras, pero no se atrevió a acercarse por miedo a sucumbir nuevamente ante la atracción que la jovencita ejercía. Le partió el alma ver la desilusión en el pequeño y suave rostro de la pelirroja. Quiso volver a abrazarla, pero nuevamente se contuvo. Se la notaba triste, y tomando en cuenta la personalidad tan frágil que la niña poseía, era muy probable que ella estuviera a punto de llorar. Sintió pánico, porque estaba seguro de que le bastarían un par de lágrimas para correr a consolarla. Qué lejos había quedado el Ichabod inexpresivo, qué destruidas habían quedado las murallas que tan impetuosamente se había dedicado a construir casi toda su vida. Anouk había llegado a su vida y las había echado abajo sin el menor problema con su gentileza, con su ternura e inocencia. En silencio se pregunto si realmente seguían existiendo razones para callarse frente a ella, ella que estaba empezando a sacar su verdadero yo, que seguramente ya lo conocía mejor que nadie.
—Lo peor de todo es que no me arrepiento de nada, ese beso es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo —confesó al fin, resignado ante la inminente situación. Ichabod sintió que se liberaba, que sus hombros pesaban menos luego de la inesperada declaración. Le pareció extraño sentirse de pronto tan libre. ¿Era eso una confesión de amor? Lo era—, pero eso no significa que no me sienta culpable —el hombre suspiró. De pronto se le vio afligido, la pena lo hacía parecer diez años más viejo y más cansado.
—Necesito que entiendas que no reniego de ti o de esto que está ocurriendo —no era necesario darle un título, no se atrevía hacerlo oficial—, es solo que… —hizo una breve pausa— me hace sentir culpable. Yo no puedo, y tú no debes. Soy muy viejo para ti y tú eres muy joven, demasiado joven —y realmente lograba perturbarle considerablemente ese asunto de la edad—. No puedo volver a besarte, aunque desee hacerlo —confesó, expresando toda su vergüenza en la última frase. Se dio cuenta de que había fracasado, no solo en el intento de querer protegerla, lo había hecho en todos los sentidos.
—Tal vez lo mejor es que empecemos a buscar a tu familia, estarás mejor con ellos, es allí a donde perteneces —sugirió con voz baja y débil, la única que fue capaz de utilizar al decir algo que verdaderamente lograba partirle el alma, pero que sin duda era lo mejor, al menos para ella.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Por un momento la pequeña pelirroja creyó que todo lo que dijo había sido bueno. Creyó que su valor no sería en vano, que la fuerza, pero sobre todo la valentía para poder mostrar sus sentimientos, sus deseos, y sus añoranzas por primera vez no estarían mal, por el contrario, todo quizás sería recompensado. En su cabecita inocente formaba una especie de realidad, que aunque ella podía palpar como algo cercano, lo cierto es que era lo más lejano, incluso un sueño poco probable, incluso más que el volver a ver a sus padres. Desde su llegada a ese lugar pudo sentir una especie de calor, comodidad y seguridad muchísimo más grande que en su propia casa. Para ella todo dolor y cambio de vida había valido la pena. Ahora saboreaba de una vida con libertades, con algunas dificultades si, pero sin duda todo demasiado bueno. Ahora estaba viviendo de verdad, con temores, inseguridades, pero llena de alegrías y deseos a futuro, que nadie, absolutamente nadie le arrancaría, o al menos eso creía creer, pues el teatro del momento dura poco, y la escena se borra, más los sentimientos no, menos cuando el golpe es tan fuerte como lo que sucedía a cada palabra que el brujo le dirigía. Ella no lo podía creer.
A pesar de sus nuevas condiciones de vida, de la estabilidad que ahora podía experimentan, y de creer que aquella hermosa jamás se rompería, Anouk seguía y seguiría siendo una chica insegura, pues la vida le ha dado tantos golpes que es difícil sanarlos con tanta rapidez. Al menos está hacendó su esfuerzo. Pero en ese precioso momento, todo lo bueno se ha ido por la borda, y cuando creyó que había dicho y hecho algo bien, darse cuenta que por el contrario, las cosas no serían como llegó a imaginar, varios punzadas se asomaron en su interior. De verdad no daba crédito a lo que estaba escuchando. Dentro de ella creyó que quizás las palabras ajenas podrían ser bromas, las más crueles que alguien le hubiera dicho, pero en el rostro ajeno no existía ni una pizca de titubeo, por lo que ya no había más, debía afrontar la realidad. Suficientes molestias ya le había dado al hombre al encargarse de ella, al darle comida, vestimenta, al intentar enseñarle sobre la pesca, si lo mejor era eso, olvidar el tema, entonces ella lo aceptaría, sin darle objeción a nada. Se limitó a aceptar cada una de las palabras, su rostro simplemente asentía sin querer detenerse, de arriba hacía abajo, de abajo hacía arriba, como si tuviera algo que le hiciera reaccionar de ese modo, de ninguno más. Como por inercia. Suspiró repetidas veces, en ocasiones cerraba los ojos con mucha fuerza, con eso impedía que las lagrimas se llegaran a escapar de su rostro, su respiración que deseaba alterarse, se calmaba cuando ella aspiraba de forma profunda. Si algo había aprendido la pequeña dentro de su secuestro, en aquel encierro, era a parecer lo más tranquila posible, pues a Hugo, su anterior dueño, le gustaba verlas obedientes y complacientes, así se estaba comportando la pequeña.
El silencio se hizo presente en ese momento. Ni siquiera el común sonido de los grillos se podía percibir, ni la brisa del aire al chocar contra las paredes de madera de la cabaña, todo se había vuelto solitario, como si la tristeza reinara aquel bonito hogar, pero Anouk no sabía que decirle, quizás replicar no era lo correcto, de nuevo asentía, sin muchas ganas, pero lo hacía, como dándole la razón. A final de cuentas él era el mayor, si creía que aquello era lo adecuado, entonces a ella le tocaba obedecer, muy a su pesar, pero lo haría. Dios un paso hacía atrás, tomando un poco más de distancia. De nuevo otro, sintiendo que alejarse la dejaba protegida, así no le daban malos impulsos, deseos de querer suplicar, de desear hacer algún desplante para que él no se negara de sus palabras y peticiones. Darse cuenta que de nuevo es poca cosa para la vida de alguien es un golpe incluso un poco más duro de lo normal, después de tantos golpes en la vida, algo así puede sobrellevarlo, lo hará. Después de todo aquel hombre nunca deja las cosas a medias, sin duda la búsqueda de sus padres llegaría a ser victoriosa.
- Está bien - Alcanzó a decir, dejando a un lado aquel silencio tan incomodo que habían tenido. Apretó con tanta fuerza sus ojos que el liquido transparente desapareció, aunque sus ojos se notaban enrojecidos. Se atrevió a alzar su pequeña carita que tenía el mismo tono que sus orbes, le dedicó la sonrisa más amarga, y triste que le había dado al hombre, incluso al poco tiempo de su llegada. - Entonces, hoy será momento que descanse - Sus manos se estiraron para tomar las sabanas de la cama y acomodarlas de tal forma que el espacio del cuerpo masculino estaría bien posicionado. Se acercó para empujarle con cierta fuerza, casi obligándolo con violencia a que se recostara, aquello quizás salía a causa del dolor que se aferraba ocultar. Así logró que se sentará - Recuéstese, ande, usted está mal, mi señor - Cuando por fin logró recostarlo, le echó encima las sabanas para cubrirlo y arroparlo como era debido. - Más tarde le haré la comida, tenemos suficientes pescados y verduras, por el momento descanse - Sonrío de nuevo.
- Iré a comprar algunos pergaminos, no se preocupe por darme dinero, cuando deja para que haga algunas compras suelo guardar el cambio, sacará de ahí, le haré un resumen de todo lo que sé de mi familia, apellido, nombre de mis padres, hermano, y algunos otros detalles, será más fácil para nosotros la llegada, y nos ahorraría tiempo de búsqueda - Se recargó por fin en la pared que se encontraba lejana a la habitación. Le habló con tranquilidad, como si nada hubiera pasado, es que si el le había pedido eso, entonces sin ningún problema se encargaría de hacerlo de cumplir por primera vez un pedido, ella era fuerte, podría con eso y más sin duda. - Ahora lo dejaré descansar, será mejor para usted, nos vemos en unas horas, señor - ¿Cómo le hablaba? Evidentemente como la esclava que debía tratar con respeto a su superior. Hizo una educada reverencia para salir, claro que lo hizo lo más rápido que pudo, si él llegaba repelar sobre su partida, la jovencita no le dio el tiempo necesario para hacerlo.
Anouk se dirigió con rapidez hasta la cocina del lugar. Sus manos se apresuraban sacar el pescado, condimentos, especies, cuchillos filosos, rápidamente comenzó a filetear al animal frío y muerto, cortaba las piezas en trozos considerables así el brujo se alimentaria de forma correcta. Cuando comenzó con el siguiente pescado, no pudo más, la fuerza se había ido de su cuerpo, de su mente, y de su corazón, las lagrimas de la pequeña corrieron hasta caer por la tabla de cortar comida. Aquello dolía, pero esperaba que el tiempo le ayudara a seguir sobrellevarlo, como todo lo demás que ha pasado.
A pesar de sus nuevas condiciones de vida, de la estabilidad que ahora podía experimentan, y de creer que aquella hermosa jamás se rompería, Anouk seguía y seguiría siendo una chica insegura, pues la vida le ha dado tantos golpes que es difícil sanarlos con tanta rapidez. Al menos está hacendó su esfuerzo. Pero en ese precioso momento, todo lo bueno se ha ido por la borda, y cuando creyó que había dicho y hecho algo bien, darse cuenta que por el contrario, las cosas no serían como llegó a imaginar, varios punzadas se asomaron en su interior. De verdad no daba crédito a lo que estaba escuchando. Dentro de ella creyó que quizás las palabras ajenas podrían ser bromas, las más crueles que alguien le hubiera dicho, pero en el rostro ajeno no existía ni una pizca de titubeo, por lo que ya no había más, debía afrontar la realidad. Suficientes molestias ya le había dado al hombre al encargarse de ella, al darle comida, vestimenta, al intentar enseñarle sobre la pesca, si lo mejor era eso, olvidar el tema, entonces ella lo aceptaría, sin darle objeción a nada. Se limitó a aceptar cada una de las palabras, su rostro simplemente asentía sin querer detenerse, de arriba hacía abajo, de abajo hacía arriba, como si tuviera algo que le hiciera reaccionar de ese modo, de ninguno más. Como por inercia. Suspiró repetidas veces, en ocasiones cerraba los ojos con mucha fuerza, con eso impedía que las lagrimas se llegaran a escapar de su rostro, su respiración que deseaba alterarse, se calmaba cuando ella aspiraba de forma profunda. Si algo había aprendido la pequeña dentro de su secuestro, en aquel encierro, era a parecer lo más tranquila posible, pues a Hugo, su anterior dueño, le gustaba verlas obedientes y complacientes, así se estaba comportando la pequeña.
El silencio se hizo presente en ese momento. Ni siquiera el común sonido de los grillos se podía percibir, ni la brisa del aire al chocar contra las paredes de madera de la cabaña, todo se había vuelto solitario, como si la tristeza reinara aquel bonito hogar, pero Anouk no sabía que decirle, quizás replicar no era lo correcto, de nuevo asentía, sin muchas ganas, pero lo hacía, como dándole la razón. A final de cuentas él era el mayor, si creía que aquello era lo adecuado, entonces a ella le tocaba obedecer, muy a su pesar, pero lo haría. Dios un paso hacía atrás, tomando un poco más de distancia. De nuevo otro, sintiendo que alejarse la dejaba protegida, así no le daban malos impulsos, deseos de querer suplicar, de desear hacer algún desplante para que él no se negara de sus palabras y peticiones. Darse cuenta que de nuevo es poca cosa para la vida de alguien es un golpe incluso un poco más duro de lo normal, después de tantos golpes en la vida, algo así puede sobrellevarlo, lo hará. Después de todo aquel hombre nunca deja las cosas a medias, sin duda la búsqueda de sus padres llegaría a ser victoriosa.
- Está bien - Alcanzó a decir, dejando a un lado aquel silencio tan incomodo que habían tenido. Apretó con tanta fuerza sus ojos que el liquido transparente desapareció, aunque sus ojos se notaban enrojecidos. Se atrevió a alzar su pequeña carita que tenía el mismo tono que sus orbes, le dedicó la sonrisa más amarga, y triste que le había dado al hombre, incluso al poco tiempo de su llegada. - Entonces, hoy será momento que descanse - Sus manos se estiraron para tomar las sabanas de la cama y acomodarlas de tal forma que el espacio del cuerpo masculino estaría bien posicionado. Se acercó para empujarle con cierta fuerza, casi obligándolo con violencia a que se recostara, aquello quizás salía a causa del dolor que se aferraba ocultar. Así logró que se sentará - Recuéstese, ande, usted está mal, mi señor - Cuando por fin logró recostarlo, le echó encima las sabanas para cubrirlo y arroparlo como era debido. - Más tarde le haré la comida, tenemos suficientes pescados y verduras, por el momento descanse - Sonrío de nuevo.
- Iré a comprar algunos pergaminos, no se preocupe por darme dinero, cuando deja para que haga algunas compras suelo guardar el cambio, sacará de ahí, le haré un resumen de todo lo que sé de mi familia, apellido, nombre de mis padres, hermano, y algunos otros detalles, será más fácil para nosotros la llegada, y nos ahorraría tiempo de búsqueda - Se recargó por fin en la pared que se encontraba lejana a la habitación. Le habló con tranquilidad, como si nada hubiera pasado, es que si el le había pedido eso, entonces sin ningún problema se encargaría de hacerlo de cumplir por primera vez un pedido, ella era fuerte, podría con eso y más sin duda. - Ahora lo dejaré descansar, será mejor para usted, nos vemos en unas horas, señor - ¿Cómo le hablaba? Evidentemente como la esclava que debía tratar con respeto a su superior. Hizo una educada reverencia para salir, claro que lo hizo lo más rápido que pudo, si él llegaba repelar sobre su partida, la jovencita no le dio el tiempo necesario para hacerlo.
Anouk se dirigió con rapidez hasta la cocina del lugar. Sus manos se apresuraban sacar el pescado, condimentos, especies, cuchillos filosos, rápidamente comenzó a filetear al animal frío y muerto, cortaba las piezas en trozos considerables así el brujo se alimentaria de forma correcta. Cuando comenzó con el siguiente pescado, no pudo más, la fuerza se había ido de su cuerpo, de su mente, y de su corazón, las lagrimas de la pequeña corrieron hasta caer por la tabla de cortar comida. Aquello dolía, pero esperaba que el tiempo le ayudara a seguir sobrellevarlo, como todo lo demás que ha pasado.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Aunque Anouk se esforzó por no hacer notoria su tristeza, Ichabod, que consideraba que ya la conocía lo suficiente como para saber cómo pensaba y cómo sentía, supo que pretendía engañarlo con su ya acostumbrada actuación de la niña a la que nada le ocurría y que estaba conforme con todo. A Ichabod no le molestaba que ella siempre actuara de ese modo, por el contrario, le preocupaba que no se atreviera a externar sus sentimientos. De algún modo le entristecía pensar que ella podía convertirse en alguien como él que pretendía que nada le hería y que se alejaba de la sociedad internándose en un bosque, construyendo su propia casa, con el único fin de no tener que lidiar con los cuestionamientos de los demás. No deseaba eso para ella porque no se lo merecía, porque ya había sufrido lo suficiente como para merecer más penas. Pero, ¿cómo ayudarla? Si su propuesta de buscar a su familia no lograba hacerla feliz, ¿qué era lo que ella deseaba en realidad? No era posible que lo prefiriera a él por encima de sus seres amados. ¿Cómo saber lo que ella pensaba y lo que realmente deseaba si no se atrevía a decirlo?
—La idea de volver con tu familia no parece provocarte demasiada satisfacción, de hecho me atrevo a decir que te noto triste —comentó mientras ella preparaba la cena en la improvisada y pequeña cocina—. ¿No estás contenta con la idea? ¿No es eso lo que deseas, Anouk? ¿Acaso no extrañas a tus padres y a tu hermano? ¿Prefieres quedarte aquí, con un extraño? Porque eso soy, un extraño —y le dolía tener que decirlo de ese modo, pero consideraba que era la única forma, hablar claro y fuerte, de frente, sin dar demasiadas vueltas a las cosas—. Si te quedas y lo haces por pena, no tendrías porque hacerlo. Tal vez piensas que necesito a alguien que me cuide y que me alimente, pero no es así, yo sabré arreglármelas como siempre he hecho. No me debes nada, Anouk, no estás en deuda conmigo, todo lo que he hecho por ti ha sido por la simple satisfacción de ayudarte. ¿Has escuchado las cosas que la gente dice sobre mí y sobre ti? Tal vez no están tan equivocados, quizá en realidad el que un hombre mayor como yo viva solo con una muchacha como tú no es del todo correcto.
En efecto, se decían muchas cosas sobre él en la ciudad, en especial desde que se le había visto en compañía de la pelirroja. A todo el mundo le había llamado la atención ver que ella era demasiado joven, casi una niña, y que vivía sola con un hombre muchísimo mayor. Sabían que no estaban casados y que por lo tanto su unión no podía ser bien vista a los ojos de dios, esto porque nadie les quitaba de la cabeza que entre el hechicero y la jovencita había algo más que una simple y sana convivencia. Algunas mentes retorcidas creían en la posibilidad de que el brujo tuviera a la niña en contra de su voluntad y que tal vez se aprovechaba de ella a su antojo, después de todo, toda clase de cosas podían ocurrir dentro de una vieja cabaña ubicada en las profundidades de un bosque, donde nadie escuchaba ni sabía qué ocurría, nadie excepto ellos dos.
—¿Qué piensas tú de todo eso? —le preguntó, ella seguía sin decir palabra alguna o darse la media vuelta para verlo a los ojos y así responder a sus múltiples cuestionamientos—. No quiero que finjas que no pasa nada, que no te han herido mis palabras y mis acciones, lo que quiero es que seas valiente y me mires a los ojos sin desviar la mirada como acostumbras a hacer y me digas qué es lo que quieres. Quiero escucharte, quiero que tengas la libertad de hablar como mi compañera que eres, que dejes de actuar como si fueras una criada o una esclava. No hay nada más que desee en este mundo que ver que dejes de llamarme “señor”, como si fuera un amo al que debas complacer en todo.
Se levantó de la cama y caminó hasta quedar justo detrás de ella, esperando que ella se girara y lo enfrentara de una vez por todas.
—¿Lo harás, Anouk? ¿Me dirás lo que piensas y sientes? Háblame, por favor —insistió, seguiría haciéndolo hasta lograr lo que le pedía.
—La idea de volver con tu familia no parece provocarte demasiada satisfacción, de hecho me atrevo a decir que te noto triste —comentó mientras ella preparaba la cena en la improvisada y pequeña cocina—. ¿No estás contenta con la idea? ¿No es eso lo que deseas, Anouk? ¿Acaso no extrañas a tus padres y a tu hermano? ¿Prefieres quedarte aquí, con un extraño? Porque eso soy, un extraño —y le dolía tener que decirlo de ese modo, pero consideraba que era la única forma, hablar claro y fuerte, de frente, sin dar demasiadas vueltas a las cosas—. Si te quedas y lo haces por pena, no tendrías porque hacerlo. Tal vez piensas que necesito a alguien que me cuide y que me alimente, pero no es así, yo sabré arreglármelas como siempre he hecho. No me debes nada, Anouk, no estás en deuda conmigo, todo lo que he hecho por ti ha sido por la simple satisfacción de ayudarte. ¿Has escuchado las cosas que la gente dice sobre mí y sobre ti? Tal vez no están tan equivocados, quizá en realidad el que un hombre mayor como yo viva solo con una muchacha como tú no es del todo correcto.
En efecto, se decían muchas cosas sobre él en la ciudad, en especial desde que se le había visto en compañía de la pelirroja. A todo el mundo le había llamado la atención ver que ella era demasiado joven, casi una niña, y que vivía sola con un hombre muchísimo mayor. Sabían que no estaban casados y que por lo tanto su unión no podía ser bien vista a los ojos de dios, esto porque nadie les quitaba de la cabeza que entre el hechicero y la jovencita había algo más que una simple y sana convivencia. Algunas mentes retorcidas creían en la posibilidad de que el brujo tuviera a la niña en contra de su voluntad y que tal vez se aprovechaba de ella a su antojo, después de todo, toda clase de cosas podían ocurrir dentro de una vieja cabaña ubicada en las profundidades de un bosque, donde nadie escuchaba ni sabía qué ocurría, nadie excepto ellos dos.
—¿Qué piensas tú de todo eso? —le preguntó, ella seguía sin decir palabra alguna o darse la media vuelta para verlo a los ojos y así responder a sus múltiples cuestionamientos—. No quiero que finjas que no pasa nada, que no te han herido mis palabras y mis acciones, lo que quiero es que seas valiente y me mires a los ojos sin desviar la mirada como acostumbras a hacer y me digas qué es lo que quieres. Quiero escucharte, quiero que tengas la libertad de hablar como mi compañera que eres, que dejes de actuar como si fueras una criada o una esclava. No hay nada más que desee en este mundo que ver que dejes de llamarme “señor”, como si fuera un amo al que debas complacer en todo.
Se levantó de la cama y caminó hasta quedar justo detrás de ella, esperando que ella se girara y lo enfrentara de una vez por todas.
—¿Lo harás, Anouk? ¿Me dirás lo que piensas y sientes? Háblame, por favor —insistió, seguiría haciéndolo hasta lograr lo que le pedía.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
– Es que con usted me siento segura – Rompió el rato de silencio que tuvo un largo rato. – Me llevaron lejos cuando vivía con mis padres, recuerdo que mi padre me vio irme, vio cuando me llevaban y no hizo si quiera un gesto con su mirada – Todos habían sufrido ese día, pero su progenitor había sido cobarde, tanto que sólo le importó su propia seguridad. – A usted no le importó pelear para poder mantenerme segura, se jugó su bienestar por mi, usted me cuida, señor, me gusta estar aquí – La idea de volver con sus padres no era para nada mala, sin embargo existía un gran temor dentro de ella, que se repitiera su historia. Con Ichabod, Anouk experimentó la estabilidad, la tranquilidad e incluso la seguridad, no se sentía perdida, y tampoco llegaba a sentir esa sensación de ser perseguida. El brujo había logrado muchas cosas positivas en ella, incluso que aprendiera a sonreír, el problema es que siempre se encontraba más al pendiente de todo lo demás, en lo que dijeran los vecinos, no se fijaba en lo feliz que ella era a su lado.
– No es un extraño, ahora no, al principio si. Ahora conozco lo que le gusta comer, la hora aproximada en que duerme y cuando se levanta, lo que le gusta hacer, cómo puedo lograr que sonría, son muchas cosas que me hacen sentir que no es un extraño – Se encogió de hombros, sin importar que se encontrara cerca, ella no podía levantar la mirada le daba vergüenza abrir su corazón, mucho tiempo era el que tenía sin hablar tanto, le era extraño, sin embargo, la sensación que se encontraba en su interior era cálida, dulce – Si los extraño, mi señor, siempre lo hago, incluso imagino en ocasiones cómo habría sido mi vida con ellos, sin embargo Dios no se equivoca, él sabe porqué hizo las cosas, el porqué me encuentro a su lado, no quiero dejarlo, no quiero que me deje ir, quiero quedarme, o al menos eso quería – Porque ella ya no estaba segura de las cosas, más bien se sentía confundida, cada paso que daba hacía el frente venía acompañado de tres o cuatro que la llevaban hacía atrás.
Tragó saliva unos momentos, se encontraba consiente que debía ser valiente, que necesitaba sacar el coraje y el valor como en aquel beso. ¿Qué tan complicado era eso? Entrelazó sus manos a la altura de su vientre, jugó unos momentos con sus dedos y cuando se sintió preparada, lo volteó a ver directamente a los ojos. El nervio ocasionó que soltara una risita un tanto escalofriante.
– Creo que estoy enojada – Parpadeó y mostró un par de ojos saltones, la sorpresa de su estado también la invadió a ella. – Estoy enojada dada la importancia que le da a que digan cosas de usted, de mi, estoy enojada porque desea que yo me marche con mi familia, también lo estoy por hacerme sentir que me quiere y después que parezco una carga – Sus manos se separaron y a los lados formaron unos puños – Estoy furiosa porqué quiero quedarme aquí, con usted, hacerle compañía, porque lo quiero cada día más, porque me gusta tenerlo cerca, y porque también… - Hizo una pausa que la acompañó con un largo suspiro lleno de nostalgia – Porque mi corazón me dijo que pertenezco aquí, porque ese beso para mi no fue un error – Ni siquiera sabía por donde seguir – Pero, señor Ichabod, no me gusta sentir que invado un lugar, y eso lo aprendí cuando estuve encerrada, a los niños no les gustaba que les quitaran parte de donde dormían o de su comida, y no quiero volver a sentir eso aquí, si estorbo – Negó repetidas veces. – Además, usted me pide que diga que pienso y siento, pero jamás hace lo mismo, eso es injusto – Se cruzó de brazos, incluso formó un puchero en los labios.
A veces Anouk olvidaba que seguía siendo una niña comparada con el señor que tenía enfrente, casi siempre ignoraba el recuerdo de sus enseñanzas sobre las reglas sociales, la vida le había dado duro, le cortaron su infancia, y también la volvieron una salvaje que debía protegerse con uñas y dientes de lo que tenía enfrente. Muchas veces creía que seguía en aquel lugar dónde la tenían contra su voluntad, la sensación era fea, tanto que le aceleraba la respiración. Sus pucheros le hacían darse cuenta que dentro de ella aún permanecía una niña lista para disfrutar de juegos, de mimos, aunque la mujer que estaba comenzando a salir deseaba el amor de un hombre que la había rescatado, y no sólo necesitaba su protección gracias a su rescate, sino también su amor, ese del que ahora no se sentía tan indiferente.
– Le he dicho parte de lo que quiero, de lo que siento, y lo que necesito, ahora es su turno, es el momento de hablar, de decirme si desea que me quede o que busque a mi familia para irme con ellos – La pelirroja hablaba en serio, dependía de lo que él dijera para tomar una decisión.
– No es un extraño, ahora no, al principio si. Ahora conozco lo que le gusta comer, la hora aproximada en que duerme y cuando se levanta, lo que le gusta hacer, cómo puedo lograr que sonría, son muchas cosas que me hacen sentir que no es un extraño – Se encogió de hombros, sin importar que se encontrara cerca, ella no podía levantar la mirada le daba vergüenza abrir su corazón, mucho tiempo era el que tenía sin hablar tanto, le era extraño, sin embargo, la sensación que se encontraba en su interior era cálida, dulce – Si los extraño, mi señor, siempre lo hago, incluso imagino en ocasiones cómo habría sido mi vida con ellos, sin embargo Dios no se equivoca, él sabe porqué hizo las cosas, el porqué me encuentro a su lado, no quiero dejarlo, no quiero que me deje ir, quiero quedarme, o al menos eso quería – Porque ella ya no estaba segura de las cosas, más bien se sentía confundida, cada paso que daba hacía el frente venía acompañado de tres o cuatro que la llevaban hacía atrás.
Tragó saliva unos momentos, se encontraba consiente que debía ser valiente, que necesitaba sacar el coraje y el valor como en aquel beso. ¿Qué tan complicado era eso? Entrelazó sus manos a la altura de su vientre, jugó unos momentos con sus dedos y cuando se sintió preparada, lo volteó a ver directamente a los ojos. El nervio ocasionó que soltara una risita un tanto escalofriante.
– Creo que estoy enojada – Parpadeó y mostró un par de ojos saltones, la sorpresa de su estado también la invadió a ella. – Estoy enojada dada la importancia que le da a que digan cosas de usted, de mi, estoy enojada porque desea que yo me marche con mi familia, también lo estoy por hacerme sentir que me quiere y después que parezco una carga – Sus manos se separaron y a los lados formaron unos puños – Estoy furiosa porqué quiero quedarme aquí, con usted, hacerle compañía, porque lo quiero cada día más, porque me gusta tenerlo cerca, y porque también… - Hizo una pausa que la acompañó con un largo suspiro lleno de nostalgia – Porque mi corazón me dijo que pertenezco aquí, porque ese beso para mi no fue un error – Ni siquiera sabía por donde seguir – Pero, señor Ichabod, no me gusta sentir que invado un lugar, y eso lo aprendí cuando estuve encerrada, a los niños no les gustaba que les quitaran parte de donde dormían o de su comida, y no quiero volver a sentir eso aquí, si estorbo – Negó repetidas veces. – Además, usted me pide que diga que pienso y siento, pero jamás hace lo mismo, eso es injusto – Se cruzó de brazos, incluso formó un puchero en los labios.
A veces Anouk olvidaba que seguía siendo una niña comparada con el señor que tenía enfrente, casi siempre ignoraba el recuerdo de sus enseñanzas sobre las reglas sociales, la vida le había dado duro, le cortaron su infancia, y también la volvieron una salvaje que debía protegerse con uñas y dientes de lo que tenía enfrente. Muchas veces creía que seguía en aquel lugar dónde la tenían contra su voluntad, la sensación era fea, tanto que le aceleraba la respiración. Sus pucheros le hacían darse cuenta que dentro de ella aún permanecía una niña lista para disfrutar de juegos, de mimos, aunque la mujer que estaba comenzando a salir deseaba el amor de un hombre que la había rescatado, y no sólo necesitaba su protección gracias a su rescate, sino también su amor, ese del que ahora no se sentía tan indiferente.
– Le he dicho parte de lo que quiero, de lo que siento, y lo que necesito, ahora es su turno, es el momento de hablar, de decirme si desea que me quede o que busque a mi familia para irme con ellos – La pelirroja hablaba en serio, dependía de lo que él dijera para tomar una decisión.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
El brujo nunca esperó tanta sinceridad por parte de Anouk y, sin embargo, ella le habló claramente. Fue incluso más directa de lo que él había sido en toda su vida. Se atrevió a hablar de sus sentimientos. Le confesó su amor. Tales cosas, lo dejaron perplejo. Incapaz de pronunciar cualquier cosa, por un momento no se movió y su boca permaneció sellada. Pero, lo que más logró sorprenderlo no fueron las cosas que ella dijo, sino la determinación que utilizó al pronunciarlas. Esa no era la forma en la que actuaba una niña, tal y como Anouk lucía ante sus ojos, eran las de una mujer que se resolvía a jugarse todo por el todo o a dejarlo ir de una vez por todas. ¿Qué debía hacer él entonces? No podía salir huyendo y abandonarlo todo como un cobarde. No podía permitir que de pronto los papeles se intercambiaran y fuera él quien tomara el del infante inmaduro y lleno de inseguridades, mientras que ella, con su corta edad y todo un mundo de inexperiencia por delante, decidiera hacerle frente con valentía a la situación en la que se encontraban. Anouk Oldekamp estaba dándole una gran lección.
—Anouk… es que… las cosas no son tan sencillas como parecen —intentó justificarse pero, algo en su interior, en los ojos de Anouk y la manera en que lo miraba, le hicieron ver que eso no sería suficiente. Suspiró y negó con la cabeza, luego, aparentemente resignado, se rindió. Bajó los brazos y dejó que cayeran pesadamente a sus costados; dejó que sus sentimientos afloraran y hablaran por él.
—Ven aquí —le pidió al mismo tiempo que abría los brazos para invitarle a acercarse y fundirse en un abrazo. Ella obedeció y él la rodeó con sus brazos. Era tan pequeña y parecía tan frágil junto a él, pero no había duda de que, debajo de esa piel suave y delicada, se escondía una guerrera, una sobreviviente. Ambos lo eran. Lo único que los diferenciaba y al mismo tiempo separaba, era la notoria diferencia de edades, pero, ¿de verdad era eso un inconveniente tan grave como para ignorar sus deseos, los deseos de ambos? Quizá estaba exagerando. Quizá… quizá era hora de abandonar esa terca necedad de querer ser siempre tan correcto.
—Nunca creí que el sentimiento fuera mutuo… —tras esa confesión, el abrazo se tornó mucho más efusivo. Podía sentir sus brazos mucho más ligeros, libres de cadenas—. Yo… me negaba a creerlo, porque eres tan joven, y por supuesto que eso a mí no me importa, ni me importa lo que los demás digan. Todo lo he hecho por ti, para protegerte, porque no deseo que te miren mal y que te señalen en la calle. No quiero que te juzguen y te condenen, no deseo que tengas una vida tan miserable como la mía, porque no te lo mereces —besó su frente—. Pero, ahora, luego de lo que me has dicho, ya nada de eso importa. Te quedarás conmigo y buscaremos a tu familia… a su debido tiempo, pero juntos. Y no se trata de un acto de compasión de mi parte. Te quedarás porque yo también siento que no podría vivir sin ti… porque también te quiero —era tan reconfortante poder hablar con tanta libertad, sin hacer demasiado caso a los miedos y a las culpas, mismas que seguían presentes, sí, que probablemente no se esfumarían de la noche a la mañana, pero que, al menos por ese instante, ya no significaban una barrera entre ambos—. No eres una carga o un estorbo, ¿cómo podrías llegar a serlo? Es imposible. Antes de conocerte, mi vida carecía de sentido, no tenía un propósito, ahora sé que viviré para protegerte, para hacerte feliz, aunque no sepa muy bien cómo debo hacerlo… —desvió la mirada un momento, pensativo, quizá un poco avergonzado.
A Ichabod le apenaba pensar que quizá él no era la persona que Anouk realmente se merecía. Pensaba que ella necesitaba una persona completa, sin demasiadas heridas, alguien capaz de brindarle la estabilidad y el soporte que ella necesitaba, no un incompetente emocional, como se consideraba a sí mismo. Ella estaba rota, él estaba roto, ¿qué clase de futuro les esperaba a ambos? Y, ¿en verdad existía un futuro para ellos? La miró a los ojos y en ese segundo, todo cobró sentido. ¿Como es que no lo había comprendido antes?
—Te equivocas cuando dices que llegué a tu vida para salvarte. Habrías sobrevivido de no haberme conocido, pero yo… yo estaría muerto, tan muerto como estaba hasta antes de conocerte. Tú me salvaste, Anouk. Me salvaste de esta soledad. Me salvaste de mí mismo —se inclinó hacia delante, cogió su rostro entre sus manos, y la besó. La besó con toda la seguridad que le proveía estar seguro de todas sus palabras, que eran más bien afirmaciones. La besó como toda mujer deseaba ser besada; dulcemente, apasionadamente; con seguridad, con amor. El sabor de saber que el sentimiento que ambos sentían era correspondido, fue delicioso.
—Anouk… es que… las cosas no son tan sencillas como parecen —intentó justificarse pero, algo en su interior, en los ojos de Anouk y la manera en que lo miraba, le hicieron ver que eso no sería suficiente. Suspiró y negó con la cabeza, luego, aparentemente resignado, se rindió. Bajó los brazos y dejó que cayeran pesadamente a sus costados; dejó que sus sentimientos afloraran y hablaran por él.
—Ven aquí —le pidió al mismo tiempo que abría los brazos para invitarle a acercarse y fundirse en un abrazo. Ella obedeció y él la rodeó con sus brazos. Era tan pequeña y parecía tan frágil junto a él, pero no había duda de que, debajo de esa piel suave y delicada, se escondía una guerrera, una sobreviviente. Ambos lo eran. Lo único que los diferenciaba y al mismo tiempo separaba, era la notoria diferencia de edades, pero, ¿de verdad era eso un inconveniente tan grave como para ignorar sus deseos, los deseos de ambos? Quizá estaba exagerando. Quizá… quizá era hora de abandonar esa terca necedad de querer ser siempre tan correcto.
—Nunca creí que el sentimiento fuera mutuo… —tras esa confesión, el abrazo se tornó mucho más efusivo. Podía sentir sus brazos mucho más ligeros, libres de cadenas—. Yo… me negaba a creerlo, porque eres tan joven, y por supuesto que eso a mí no me importa, ni me importa lo que los demás digan. Todo lo he hecho por ti, para protegerte, porque no deseo que te miren mal y que te señalen en la calle. No quiero que te juzguen y te condenen, no deseo que tengas una vida tan miserable como la mía, porque no te lo mereces —besó su frente—. Pero, ahora, luego de lo que me has dicho, ya nada de eso importa. Te quedarás conmigo y buscaremos a tu familia… a su debido tiempo, pero juntos. Y no se trata de un acto de compasión de mi parte. Te quedarás porque yo también siento que no podría vivir sin ti… porque también te quiero —era tan reconfortante poder hablar con tanta libertad, sin hacer demasiado caso a los miedos y a las culpas, mismas que seguían presentes, sí, que probablemente no se esfumarían de la noche a la mañana, pero que, al menos por ese instante, ya no significaban una barrera entre ambos—. No eres una carga o un estorbo, ¿cómo podrías llegar a serlo? Es imposible. Antes de conocerte, mi vida carecía de sentido, no tenía un propósito, ahora sé que viviré para protegerte, para hacerte feliz, aunque no sepa muy bien cómo debo hacerlo… —desvió la mirada un momento, pensativo, quizá un poco avergonzado.
A Ichabod le apenaba pensar que quizá él no era la persona que Anouk realmente se merecía. Pensaba que ella necesitaba una persona completa, sin demasiadas heridas, alguien capaz de brindarle la estabilidad y el soporte que ella necesitaba, no un incompetente emocional, como se consideraba a sí mismo. Ella estaba rota, él estaba roto, ¿qué clase de futuro les esperaba a ambos? Y, ¿en verdad existía un futuro para ellos? La miró a los ojos y en ese segundo, todo cobró sentido. ¿Como es que no lo había comprendido antes?
—Te equivocas cuando dices que llegué a tu vida para salvarte. Habrías sobrevivido de no haberme conocido, pero yo… yo estaría muerto, tan muerto como estaba hasta antes de conocerte. Tú me salvaste, Anouk. Me salvaste de esta soledad. Me salvaste de mí mismo —se inclinó hacia delante, cogió su rostro entre sus manos, y la besó. La besó con toda la seguridad que le proveía estar seguro de todas sus palabras, que eran más bien afirmaciones. La besó como toda mujer deseaba ser besada; dulcemente, apasionadamente; con seguridad, con amor. El sabor de saber que el sentimiento que ambos sentían era correspondido, fue delicioso.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: Lecciones de vida. | Privado.
Anouk ya no era una niña. Había interrumpido su infancia gracias a ese secuestro, tuvo que madurar con rapidez aunque se hubiera vuelto miedosa, comprendía cosas más rápido que los jóvenes de su edad, las situaciones que presenció le hicieron ver la realidad. De esa forma vivió, de esa manera de adelantó, aceleró los años, y podía reconocer cuando algo era bueno o cuando no. Por eso sabía que amar a un hombre que le doblaba la edad no era el peor de los pecados.
En los brazos de Ichabod, la pelirroja se sentía segura, sabía que si se encontraba cerca de él nada malo le volvería a ocurrir, porque él era su fuerza, su protección, aquellos pilares que sostenían diariamente su vida. Se sentía tan bendecida, y encima de todo sus palabras la llenaban de amor. ¿Podría ser más perfecta la situación? Sus ojos se cerraron con fuerza, sus manos acariciaron la espalda masculina y dejó que su aroma le cegara los sentidos. Olía a bosque, olía a naturaleza, a madera, a fuego, a todo aquello que los rodeaba. Para Anouk el señor Ichabod olía a amarlo, a vida entera. ¿Alguien podría entender eso? Sólo aquellos enamorados. Aquellos que hablaban con el corazón, y no el pensamiento. Después de todo aquel dolor vivido, la pequeña podría decir que estaba bendecida, que quizás todo dolor debía vivirlo para gozar lo que en ese momento. Los días malos se habían esfumado, no volvería. Ese era su pronostico ese día.
Sólo bastó que él la besará para que pudiera colgarse de su cuello y sonreír entre besos. Jamás había besado, nunca le había interesado hacerlo, habían cosas más importantes, por ejemplo el sobrevivir, el tener algo que llevarse a la boca, el poder evitar que la convirtieran en una prostituta, para ella no había atracción que pudiera sentir hacía un hombre, un muchacho, lo que fuera. Con aquel hombre la cosa era distinta, él la hacía sentir diferente, incluso en su presencia olvidaba todo lo que pasó.
Despegó su boca de la ajena acariciando sus mejillas. Anouk no dijo más, en ocasiones las palabras salían sobrando. Se alejó un poco de él para observarlo y después dio la vuelta. La jovencita decidió que esa noche cenarían mejor que los reyes, haría la comida más deliciosa, pondría velas, sacaría una botella de vino que había comprado en la zona comercial para cuando fuera el cumpleaños del pescador. Esa noche debían celebrar el inicio de una nueva vida, el principio de lo que dictaría su unión como pareja. Dormirían juntos, abrazos, y despertarían de esa misma manera. Todo estaba por mejorar.
En los brazos de Ichabod, la pelirroja se sentía segura, sabía que si se encontraba cerca de él nada malo le volvería a ocurrir, porque él era su fuerza, su protección, aquellos pilares que sostenían diariamente su vida. Se sentía tan bendecida, y encima de todo sus palabras la llenaban de amor. ¿Podría ser más perfecta la situación? Sus ojos se cerraron con fuerza, sus manos acariciaron la espalda masculina y dejó que su aroma le cegara los sentidos. Olía a bosque, olía a naturaleza, a madera, a fuego, a todo aquello que los rodeaba. Para Anouk el señor Ichabod olía a amarlo, a vida entera. ¿Alguien podría entender eso? Sólo aquellos enamorados. Aquellos que hablaban con el corazón, y no el pensamiento. Después de todo aquel dolor vivido, la pequeña podría decir que estaba bendecida, que quizás todo dolor debía vivirlo para gozar lo que en ese momento. Los días malos se habían esfumado, no volvería. Ese era su pronostico ese día.
Sólo bastó que él la besará para que pudiera colgarse de su cuello y sonreír entre besos. Jamás había besado, nunca le había interesado hacerlo, habían cosas más importantes, por ejemplo el sobrevivir, el tener algo que llevarse a la boca, el poder evitar que la convirtieran en una prostituta, para ella no había atracción que pudiera sentir hacía un hombre, un muchacho, lo que fuera. Con aquel hombre la cosa era distinta, él la hacía sentir diferente, incluso en su presencia olvidaba todo lo que pasó.
Despegó su boca de la ajena acariciando sus mejillas. Anouk no dijo más, en ocasiones las palabras salían sobrando. Se alejó un poco de él para observarlo y después dio la vuelta. La jovencita decidió que esa noche cenarían mejor que los reyes, haría la comida más deliciosa, pondría velas, sacaría una botella de vino que había comprado en la zona comercial para cuando fuera el cumpleaños del pescador. Esa noche debían celebrar el inicio de una nueva vida, el principio de lo que dictaría su unión como pareja. Dormirían juntos, abrazos, y despertarían de esa misma manera. Todo estaba por mejorar.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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