AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Invocación [Libre]
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Invocación [Libre]
“¡Espíritu errante y solitario, acude a mi llamado, yo te conjuro para que te muestres ante mí en una forma que se pueda contemplar y para que hables conmigo con una voz comprensible para mis oídos! ¡Espíritu vagabundo, te doy mi beneplácito para que aparezcas, te doy poder para que te manifiestes, te doy este llamado para que vengas!”. Maurice pronunció aquellas palabras solemnemente, con voz firme y alta, como correspondía en un ritual destinado a llamar un espíritu; debía transmitir su autoridad y poder mediante la voz, imprimiendo su voluntad en ese viejo conjuro.
El hechicero se hallaba de pie en medio de la estancia sombría, donde la única fuente de luz era un par de velas negras sobre un trípode y el carbón al rojo vivo que ardía en un pequeño bracero de plata colocado en el piso, a cierta distancia. El fuego de las velas se reflejaba en la copa de vino colocada junto a ellas –y a una afilada y reluciente daga- sobre el altar, despidiendo tenues destellos rojizos que oscilaban en las paredes, dando un aspecto más siniestro a la escena (si acaso era posible lograrlo). Un minuto más tarde lanzó un puñado de incienso sobre el bracero, provocando que una densa nube de fragante humo se elevara de él, inundando la habitación. Sólo quedaba esperar.
Esos momentos precisaban de una paciencia infinita y una concentración aún mayor. Los espíritus son caprichosos, ese es un hecho que todo brujo debe saber y debe utilizarse gran energía para hacerlos acudir a ti y más aún lograr que acepten cumplir tu voluntad. Maurice no solía tener ese problema.
La aparición no tardó en suscitarse. Una mujer de aspecto horripilante (como seguramente debieron imaginar los griegos a Mormo), de voz aguda, respondió a su invocación. “¡Espíritu vagabundo, que has abandonado las sombras donde habitas, te doy la bienvenida a mi templo y te agradezco eternamente por acudir a mi llamado!”. La mujer asintió con su cabeza de negra y alborotada cabellera, indicando al convocante que podía continuar. “Es mi voluntad que traigas hasta aquí a una criatura cuya sangre posea el poder que preciso. No importa la raza, no importa la edad, no importa si es un bebedor de sangre, un licántropo o un cambiaformas, tráemelo, espíritu. Usa tu poder y sabiduría en mi favor.” Tomó la daga e hizo un corte profundo en su muñeca, derramó unas gotas en la copa, mezclándola con el vino y luego vertió un poco de esa mezcla en el bracero, a modo de ofrenda. Una nueva humareda lo envolvió todo. Cuando ella accedió, Maurice la despidió con deferencia, utilizando la fórmula de rigor.
Levantó el altar, abrió las ventanas y se retiró a su estudio. Después de atender adecuadamente la herida, se arrellanó en su butaca y retomó una vieja lectura, con toda la serenidad del mundo. Obtener un resultado podría tardar días, pero confiaba en que la labor encomendada fuera cumplida pronto, lo más pronto posible y así poder continuar con su plan.
El hechicero se hallaba de pie en medio de la estancia sombría, donde la única fuente de luz era un par de velas negras sobre un trípode y el carbón al rojo vivo que ardía en un pequeño bracero de plata colocado en el piso, a cierta distancia. El fuego de las velas se reflejaba en la copa de vino colocada junto a ellas –y a una afilada y reluciente daga- sobre el altar, despidiendo tenues destellos rojizos que oscilaban en las paredes, dando un aspecto más siniestro a la escena (si acaso era posible lograrlo). Un minuto más tarde lanzó un puñado de incienso sobre el bracero, provocando que una densa nube de fragante humo se elevara de él, inundando la habitación. Sólo quedaba esperar.
Esos momentos precisaban de una paciencia infinita y una concentración aún mayor. Los espíritus son caprichosos, ese es un hecho que todo brujo debe saber y debe utilizarse gran energía para hacerlos acudir a ti y más aún lograr que acepten cumplir tu voluntad. Maurice no solía tener ese problema.
La aparición no tardó en suscitarse. Una mujer de aspecto horripilante (como seguramente debieron imaginar los griegos a Mormo), de voz aguda, respondió a su invocación. “¡Espíritu vagabundo, que has abandonado las sombras donde habitas, te doy la bienvenida a mi templo y te agradezco eternamente por acudir a mi llamado!”. La mujer asintió con su cabeza de negra y alborotada cabellera, indicando al convocante que podía continuar. “Es mi voluntad que traigas hasta aquí a una criatura cuya sangre posea el poder que preciso. No importa la raza, no importa la edad, no importa si es un bebedor de sangre, un licántropo o un cambiaformas, tráemelo, espíritu. Usa tu poder y sabiduría en mi favor.” Tomó la daga e hizo un corte profundo en su muñeca, derramó unas gotas en la copa, mezclándola con el vino y luego vertió un poco de esa mezcla en el bracero, a modo de ofrenda. Una nueva humareda lo envolvió todo. Cuando ella accedió, Maurice la despidió con deferencia, utilizando la fórmula de rigor.
Levantó el altar, abrió las ventanas y se retiró a su estudio. Después de atender adecuadamente la herida, se arrellanó en su butaca y retomó una vieja lectura, con toda la serenidad del mundo. Obtener un resultado podría tardar días, pero confiaba en que la labor encomendada fuera cumplida pronto, lo más pronto posible y así poder continuar con su plan.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/03/2012
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Re: Invocación [Libre]
Soren caminaba despreocupadamente por las calles empedradas de París, arreglado y elegante como siempre, con su camisa blanca, su chaleco gris y su levita negra, pero en vez de pañuelo una pajarita roja al cuello. Su distintivo, le encantaban las pajaritas. Caminaba sin rumbo fijo, deambulando entre pensamientos y recuerdos, mientras intentaba decidir sin muchas ganas a qué dedicaría aquella noche y de qué cuello obtendría su sustento.
Estaba tentado de adentrarse en una de las cantinas a tomar algo y observar la caza de la noche cuando una extraña fragancia se deslizó entre la peste del aire parisino hasta él. Era un olor singular, exótico y delicioso que lo hizo estremecerse como hacía siglos que no lo había hecho: Tenía un ligero deje de sangre y también podía percibir el olor de las especias, pero el aroma que con más intensidad acariciaba su rostro era el perfume del loto.
Se giró bruscamente, olisqueando el aire, extrañado de poder oler aquella delicia en las calles de París, y vio una figura alta y esbelta, una silueta pálida se esfumó cuando un traqueteante carro de caballos negro pasó por delante. No logró discernir quién era la misteriosa figura, pero algo en su pecho quería acelerarse y lo empujaba a perseguirlo. Cruzó la calle, asombrado de que aquella dulce fragancia fuera más intensa que la descomposición de cadáveres, fruta, orines y excrementos.
Sí, podía discernir el paso del perfume en la calle y guiarse por él, cuando nunca había tenido un don similar ni lo había conocido en otros vampiros. Se asomó a una calle y vio la fugaz silueta desaparecer en una esquina, creyó ver que su cabello era claro pero no pudo estar seguro del color con la escasa luz a gas que iluminaba la ciudad. Corrió hasta la esquina y vio la misteriosa silueta desaparecer de nuevo entre la multitud.
Persiguió durante unos minutos la figura rastrando su fragancia en el aire, un perfume único e inigualable que no podía confundirse ni siquiera en las calles más abarrotadas, y que antes de que se diera cuenta lo llevó hasta la verja de hierro que cercaba un parque florar en una residencial tranquila y solitaria, rodeada de viejas casas de considerables proporciones. Apenas había entrado en el jardín, el perfume se desvaneció con la misma premura que había surgido, y como si se tratara de un encantamiento rompiéndose, se giró a su alrededor analizando el entorno, sin saber a ciencia cierta cómo demonios había llegado hasta allí ni empujado por qué.
Estaba tentado de adentrarse en una de las cantinas a tomar algo y observar la caza de la noche cuando una extraña fragancia se deslizó entre la peste del aire parisino hasta él. Era un olor singular, exótico y delicioso que lo hizo estremecerse como hacía siglos que no lo había hecho: Tenía un ligero deje de sangre y también podía percibir el olor de las especias, pero el aroma que con más intensidad acariciaba su rostro era el perfume del loto.
Se giró bruscamente, olisqueando el aire, extrañado de poder oler aquella delicia en las calles de París, y vio una figura alta y esbelta, una silueta pálida se esfumó cuando un traqueteante carro de caballos negro pasó por delante. No logró discernir quién era la misteriosa figura, pero algo en su pecho quería acelerarse y lo empujaba a perseguirlo. Cruzó la calle, asombrado de que aquella dulce fragancia fuera más intensa que la descomposición de cadáveres, fruta, orines y excrementos.
Sí, podía discernir el paso del perfume en la calle y guiarse por él, cuando nunca había tenido un don similar ni lo había conocido en otros vampiros. Se asomó a una calle y vio la fugaz silueta desaparecer en una esquina, creyó ver que su cabello era claro pero no pudo estar seguro del color con la escasa luz a gas que iluminaba la ciudad. Corrió hasta la esquina y vio la misteriosa silueta desaparecer de nuevo entre la multitud.
Persiguió durante unos minutos la figura rastrando su fragancia en el aire, un perfume único e inigualable que no podía confundirse ni siquiera en las calles más abarrotadas, y que antes de que se diera cuenta lo llevó hasta la verja de hierro que cercaba un parque florar en una residencial tranquila y solitaria, rodeada de viejas casas de considerables proporciones. Apenas había entrado en el jardín, el perfume se desvaneció con la misma premura que había surgido, y como si se tratara de un encantamiento rompiéndose, se giró a su alrededor analizando el entorno, sin saber a ciencia cierta cómo demonios había llegado hasta allí ni empujado por qué.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
Había pasado casi una hora desde que realizó el ritual cuando el leve, casi imperceptible, chillido de la reja al abrirse provocó que abandonara de inmediato su postura relajada. Se irguió en el asiento, depositó el libro en la mesilla de al lado y se levantó, dirigiéndose a la ventana. Corrió cuidadosamente las cortinas y pudo distinguir una silueta masculina entre las sombras del vasto jardín.
Sonrió complacido, aunque con un dejo de incredulidad, pues si aquella presencia era la respuesta a su petición, debía admitir que había sido más rápida de lo que hubiera podido imaginar, lo cual enfatizaba el gran aprecio que sentían los espíritus por él; sin embargo, no quería ser soberbio y apartó de su mente aquella idea mientras se aprestaba a salir al encuentro de su inesperado visitante.
Conforme la distancia entre ellos se hacía más corta, Maurice pudo distinguir que aquel joven parecía un tanto desorientado, como si buscara algo y entonces la etérea voz de Cathbad sonó cerca de su oído para prevenirlo, pues, en efecto, el sujeto se encontraba ahí como respuesta a sus súplicas y… era un vampiro, detalle que de ningún modo asustaba al hechicero. En lugar de eso, adoptó una pose de despreocupada elegancia, dispuesto a mostrar todo el extraño encanto del que tantas veces se había valido para lograr sus objetivos.
-¿Quién osa irrumpir de esa manera en mi casa?- dijo cuando se encontraba a sólo un par de metros del “intruso”, fingiendo sentirse indignado por su presencia, pero siguió caminando hasta verle claramente el rostro y entonces volvió a hablar, aunque esa vez mostrando una clara sorpresa y alivio. -¡Oh, pero si es apenas un muchacho y no parece ningún maleante! Dígame, monsieur, ¿es que acaso se ha perdido?- confiaba en que su ardid no fuera descubierto, lo cual hubiera resultado verdaderamente catastrófico; así que se limitó a permanecer esperando que aquel “muchacho” reaccionara, al tiempo que buscaba en sus ojos alguna clave involuntaria que le facilitara el trabajo. Luego le sonrió sin más, casi paternalmente, como dándole a entender que cualquier asomo de enojo se había esfumado, que podía confiar en él y de forma mucho más velada, parecer casi una presa.
Sin duda, aquel pequeño ejercicio de temeridad implicaba grandes riesgos, pero le resultaba a Maurice mucho más seductora que una vulgar persecución por las calles: requeriría más ingenio y mayor control de las circunstancias; pero hallándose en sus dominios ya sentía que tenía una gran ventaja.
Sonrió complacido, aunque con un dejo de incredulidad, pues si aquella presencia era la respuesta a su petición, debía admitir que había sido más rápida de lo que hubiera podido imaginar, lo cual enfatizaba el gran aprecio que sentían los espíritus por él; sin embargo, no quería ser soberbio y apartó de su mente aquella idea mientras se aprestaba a salir al encuentro de su inesperado visitante.
Conforme la distancia entre ellos se hacía más corta, Maurice pudo distinguir que aquel joven parecía un tanto desorientado, como si buscara algo y entonces la etérea voz de Cathbad sonó cerca de su oído para prevenirlo, pues, en efecto, el sujeto se encontraba ahí como respuesta a sus súplicas y… era un vampiro, detalle que de ningún modo asustaba al hechicero. En lugar de eso, adoptó una pose de despreocupada elegancia, dispuesto a mostrar todo el extraño encanto del que tantas veces se había valido para lograr sus objetivos.
-¿Quién osa irrumpir de esa manera en mi casa?- dijo cuando se encontraba a sólo un par de metros del “intruso”, fingiendo sentirse indignado por su presencia, pero siguió caminando hasta verle claramente el rostro y entonces volvió a hablar, aunque esa vez mostrando una clara sorpresa y alivio. -¡Oh, pero si es apenas un muchacho y no parece ningún maleante! Dígame, monsieur, ¿es que acaso se ha perdido?- confiaba en que su ardid no fuera descubierto, lo cual hubiera resultado verdaderamente catastrófico; así que se limitó a permanecer esperando que aquel “muchacho” reaccionara, al tiempo que buscaba en sus ojos alguna clave involuntaria que le facilitara el trabajo. Luego le sonrió sin más, casi paternalmente, como dándole a entender que cualquier asomo de enojo se había esfumado, que podía confiar en él y de forma mucho más velada, parecer casi una presa.
Sin duda, aquel pequeño ejercicio de temeridad implicaba grandes riesgos, pero le resultaba a Maurice mucho más seductora que una vulgar persecución por las calles: requeriría más ingenio y mayor control de las circunstancias; pero hallándose en sus dominios ya sentía que tenía una gran ventaja.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/03/2012
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Re: Invocación [Libre]
-¿Quién osa irrumpir de esa manera en mi casa?
La profunda voz lo sobresaltó. Giró sobre sus talones con una rapidez sorprendente, encarando la esbelta silueta que había aparecido a apenas dos metros de él sin que apenas lo hubiera percibido. El perfume se había esfumado por completo y la figura que perseguía había desaparecido como si se tratara del reflejo en un cristal, ahora solo quedaba él en mitad de un jardín en una zona residencial que desconocía, junto a un hombre de cierta edad sorprendentemente alto y delgado.
-¡Oh, pero si es apenas un muchacho y no parece ningún maleante! Dígame, monsieur, ¿es que acaso se ha perdido?
La amenazante figura suavizó su carácter, pero eso no terminó de tranquilizar a Soren: Después de todo era un humano capaz de sorprender por la espalda a un vampiro. Tenía que tantear el terreno y avanzar con cuidado.
Tenía que poner en práctica casi ochocientos años de experiencia en teatro.
-Oh... lo... lo lamento mucho, señor.- Fingió un preocupado tartamudeo que acentuara su aspecto juvenil, casi infantil.- Yo... yo no quería... molestar. Creí haber visto... a... a alguien aquí y tuve... tuve curiosidad.- Agachó la mirada e intentó sonrojarse.
No se trataba solo de fingir, estaba actuando, y cuando Soren Makelyne actuaba levantaba patios de butacas enteros para arrodillarlos a sus pies. No consistía solo en un traje y unos polvos de maquillaje, consistía en estudiar el personaje, comprender su esencia y transmutarse en él hasta emocionarse como lo haría él. Soren no interpretaba papeles, se convertía en ellos.
-Dis... discúlpeme, monsieur, por favor. No... no quise molestar.
La profunda voz lo sobresaltó. Giró sobre sus talones con una rapidez sorprendente, encarando la esbelta silueta que había aparecido a apenas dos metros de él sin que apenas lo hubiera percibido. El perfume se había esfumado por completo y la figura que perseguía había desaparecido como si se tratara del reflejo en un cristal, ahora solo quedaba él en mitad de un jardín en una zona residencial que desconocía, junto a un hombre de cierta edad sorprendentemente alto y delgado.
-¡Oh, pero si es apenas un muchacho y no parece ningún maleante! Dígame, monsieur, ¿es que acaso se ha perdido?
La amenazante figura suavizó su carácter, pero eso no terminó de tranquilizar a Soren: Después de todo era un humano capaz de sorprender por la espalda a un vampiro. Tenía que tantear el terreno y avanzar con cuidado.
Tenía que poner en práctica casi ochocientos años de experiencia en teatro.
-Oh... lo... lo lamento mucho, señor.- Fingió un preocupado tartamudeo que acentuara su aspecto juvenil, casi infantil.- Yo... yo no quería... molestar. Creí haber visto... a... a alguien aquí y tuve... tuve curiosidad.- Agachó la mirada e intentó sonrojarse.
No se trataba solo de fingir, estaba actuando, y cuando Soren Makelyne actuaba levantaba patios de butacas enteros para arrodillarlos a sus pies. No consistía solo en un traje y unos polvos de maquillaje, consistía en estudiar el personaje, comprender su esencia y transmutarse en él hasta emocionarse como lo haría él. Soren no interpretaba papeles, se convertía en ellos.
-Dis... discúlpeme, monsieur, por favor. No... no quise molestar.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
Ahora que podía verlo más detenidamente, Maurice quedó fascinado. A pesar de haber visto muchos a lo largo de su vida, aquel era la juventud cristalizada en un cuerpo de apariencia que rayaba en la fragilidad y que sin embargo –no lo dudó ni un segundo- ocultaba una enorme fuerza. Incluso admitió para sus adentros que de ser un sujeto dominado por sus deseos más básicos, se habría enamorado en el acto y se supo afortunado por ser dueño de sí mismo. Se preguntó cuántos siglos habrían pasado sin que la decrepitud dejara su rastro en él ni la muerte se atreviera a reclamarlo; pero se dominó para no parecer demasiado ansioso por más que muriera de ganas de ponerle las manos encima y averiguar los secretos de su poder, de saber si su sangre podía darle lo que tanto había buscado.
La timidez del vampiro le pareció inverosímil, pero todavía no podía dejarlo ver que sabía su secreto y continuó con la representación tan coherentemente como se lo permitían las circunstancias, obviando el hecho de que todo aquello era una situación bastante extraña. Le sonrió otra vez, con gesto comprensivo. –Ya veo, pero no parece haber nadie más por aquí, Monsieur- dijo mientras escrutaba la oscuridad del jardín con incredulidad. –Tal vez su imaginación le ha jugado una mala broma o, en el peor de los casos, ha visto un fantasma. Ahora no se angustie, ya el rubor de sus mejillas me ha convencido de que no era su intención colarse y hacer fechorías en mi propiedad-. Sin dejar de observarlo, alargó su brazo y lo posó en el hombro del joven con suavidad. -Vamos, no ha pasado nada. ¿Qué le parece si olvidamos este incidente y se convierte usted en mi invitado? Realmente no quisiera que mi actitud le dejara una mala impresión de los franceses, porque es usted extranjero ¿o me equivoco? -. Esperaba que la propuesta no sonara demasiado atrevida y confiaba en que su capacidad de atracción no se limitara a los simples humanos.
Sin esperar por su consentimiento lo tomó del brazo como si fueran viejos conocidos y comenzó a conducirlo hacia la casa. De alguna manera aquella manera de actuar le parecía mucho más fácil de adoptar, estaba convencido de que así le sería más difícil oponer resistencia. –Venga, le ofreceré una buena copa de vino y si le apetece, puede contarme con mayor detalle lo que le ha traído hasta aquí. Por cierto, mi nombre es Maurice Tailleferre-.
La timidez del vampiro le pareció inverosímil, pero todavía no podía dejarlo ver que sabía su secreto y continuó con la representación tan coherentemente como se lo permitían las circunstancias, obviando el hecho de que todo aquello era una situación bastante extraña. Le sonrió otra vez, con gesto comprensivo. –Ya veo, pero no parece haber nadie más por aquí, Monsieur- dijo mientras escrutaba la oscuridad del jardín con incredulidad. –Tal vez su imaginación le ha jugado una mala broma o, en el peor de los casos, ha visto un fantasma. Ahora no se angustie, ya el rubor de sus mejillas me ha convencido de que no era su intención colarse y hacer fechorías en mi propiedad-. Sin dejar de observarlo, alargó su brazo y lo posó en el hombro del joven con suavidad. -Vamos, no ha pasado nada. ¿Qué le parece si olvidamos este incidente y se convierte usted en mi invitado? Realmente no quisiera que mi actitud le dejara una mala impresión de los franceses, porque es usted extranjero ¿o me equivoco? -. Esperaba que la propuesta no sonara demasiado atrevida y confiaba en que su capacidad de atracción no se limitara a los simples humanos.
Sin esperar por su consentimiento lo tomó del brazo como si fueran viejos conocidos y comenzó a conducirlo hacia la casa. De alguna manera aquella manera de actuar le parecía mucho más fácil de adoptar, estaba convencido de que así le sería más difícil oponer resistencia. –Venga, le ofreceré una buena copa de vino y si le apetece, puede contarme con mayor detalle lo que le ha traído hasta aquí. Por cierto, mi nombre es Maurice Tailleferre-.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Re: Invocación [Libre]
Aquel extraño había puesto su mano sobre el hombro de Soren cuando este escrutaba el jardín con miradas rápidas y nerviosas, escuchando con atención lo que le decían. Y lo cierto es que si tenía que optar entre un fantasma y una alucinación, tenía demasiada confianza en sus aptitudes como para elegir lo segundo. Sin embargo eso abría otra cuestión: ¿Por qué un fantasma hubiera querido atraer tan lejos a un desconocido? ¿O aquel fantasma no había sido un desconocido, quizás?
Había algo tan familiar en aquella silueta... Algo tan importante que, sin saber qué era, Soren se culpaba por haberlo olvidado.
El hombre le invitó a pasar. Volvió a centrar su atención en él, era inútil buscar con la mirada a un fantasma que no quería dejarse ver. La verdad es que el aspecto del extraño se había vuelto más encantador a medida que suavizaba el tono de su voz, ahora tan amable, tenía unos rasgos que, sin ser el tipo de hombre en el que se fijaría Soren en un principio pues los prefería jóvenes, resultaban atractivos y muy agradables de observar. Sobretodo aquella profunda mirada azul, fría como los mares del norte.
Una mirada que no tenía nada que ver con una acción tan atrevida y amistosa como coger del brazo a un desconocido e invitarlo a tomar una capa de vino en el interior de su casa.
Sí, la situación era extraña y, muy probablemente, peligrosa, pero aquel hombre había encontrado al menos uno de los puntos débiles de Soren: Había captado toda su atención y curiosidad.
-Será un placer aceptar su invitación, monsieur.- Respondió con un tono de voz aún bajo y algo tímido, casi infantil, mientras era llevado hasta el interior de la casa.- Soy Soren, Soren Makelyne, de Escocia.
Había algo tan familiar en aquella silueta... Algo tan importante que, sin saber qué era, Soren se culpaba por haberlo olvidado.
El hombre le invitó a pasar. Volvió a centrar su atención en él, era inútil buscar con la mirada a un fantasma que no quería dejarse ver. La verdad es que el aspecto del extraño se había vuelto más encantador a medida que suavizaba el tono de su voz, ahora tan amable, tenía unos rasgos que, sin ser el tipo de hombre en el que se fijaría Soren en un principio pues los prefería jóvenes, resultaban atractivos y muy agradables de observar. Sobretodo aquella profunda mirada azul, fría como los mares del norte.
Una mirada que no tenía nada que ver con una acción tan atrevida y amistosa como coger del brazo a un desconocido e invitarlo a tomar una capa de vino en el interior de su casa.
Sí, la situación era extraña y, muy probablemente, peligrosa, pero aquel hombre había encontrado al menos uno de los puntos débiles de Soren: Había captado toda su atención y curiosidad.
-Será un placer aceptar su invitación, monsieur.- Respondió con un tono de voz aún bajo y algo tímido, casi infantil, mientras era llevado hasta el interior de la casa.- Soy Soren, Soren Makelyne, de Escocia.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
Maurice condujo al joven hasta la casa con total naturalidad, sin dejarse caer en la tentación de regodearse ante aquella todavía diminuta y dudosa victoria. Tan pronto se hallaron dentro, invitó al vampiro a pasar hasta su estudio, explicándole que era su lugar favorito; una habitación donde la decoración era sobria, pero exquisita y las paredes lucían cubiertas de enormes estantes llenos de libros. -Por favor, póngase cómodo Monsieur Makelyne, siéntase en casa- le dijo mientras buscaba dos copas y una botella de su mejor vino, luego lo sirvió y le ofreció una.
Detectaba cierta inquietud en Soren, pero nada preocupante, considerando la gran ventaja que representaba tenerlo dentro de sus dominios sin que hubiera reaccionado de forma violenta o simplemente se hubiera marchado. El pequeño trayecto que caminaron juntos desde el jardín había servido para que el brujo ideara una estrategia para no resultar sospechoso: se comportaría como un viejo ligeramente excéntrico y así se justificaría ante el muchacho antes de comenzar a revelar que sabía mucho más de lo que aparentaba.
Bebió un trago de vino y volvió a sentarse en su cómoda butaca mientras esperaba que el otro hiciera lo propio en el diván que estaba a su derecha. –Ahora, me gustaría conocer los detalles de la extraña visión que lo trajo hasta aquí, muero de curiosidad por hacerme una idea de eso que nos ha permitido conocernos- le dirigió una mirada lánguida al decir esas palabras y tanteó en la mesilla en busca de su pipa; la preparó con aire distraído, la encendió y aspiró profundamente el humo, clavando su mirada curiosa en el joven de aspecto tímido e inocente.
En ese preciso momento notó algo extrañamente familiar en él, algo mucho más inquietante que el hecho de conocer el motivo real de su presencia ahí; sin embargo no lo supo hasta que Cathbad- siempre en un susurro que sólo él podía escuchar- le reveló el misterio. “Te recuerda a Phillipe, ¿no es cierto? Tal vez por eso te lo ha traído, pero ahora que lo sabes, no vayas a cometer una estupidez, mon ami.” Era cierto, las facciones viriles aunque delicadas, los grandes ojos, le recordaban de forma terrible a su pobre discípulo muerto. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al entender por qué le había parecido tan perfecto; pero decidió que eso podría servirle de señuelo.
-¿Sabe?- continuó tras su pausa antes de dejarlo responder - usted me recuerda a un alumno brillante que tuve hace muchos años y sólo ahora me doy cuenta de ello, lo que hace más extraño todavía que el destino decidiera que debíamos conocernos-. Aquello era pura basura. No obstante, la melancolía que se filtró en su voz al recordar a Phillipe era auténtica. Una punzada de desasosiego lo hizo meditar sobre el poder del espíritu al que había invocado, en cómo había adivinado su debilidad. Pero ahora debía concentrarse en su representación, no podía distraerse con cosas pertenecientes al pasado.
Detectaba cierta inquietud en Soren, pero nada preocupante, considerando la gran ventaja que representaba tenerlo dentro de sus dominios sin que hubiera reaccionado de forma violenta o simplemente se hubiera marchado. El pequeño trayecto que caminaron juntos desde el jardín había servido para que el brujo ideara una estrategia para no resultar sospechoso: se comportaría como un viejo ligeramente excéntrico y así se justificaría ante el muchacho antes de comenzar a revelar que sabía mucho más de lo que aparentaba.
Bebió un trago de vino y volvió a sentarse en su cómoda butaca mientras esperaba que el otro hiciera lo propio en el diván que estaba a su derecha. –Ahora, me gustaría conocer los detalles de la extraña visión que lo trajo hasta aquí, muero de curiosidad por hacerme una idea de eso que nos ha permitido conocernos- le dirigió una mirada lánguida al decir esas palabras y tanteó en la mesilla en busca de su pipa; la preparó con aire distraído, la encendió y aspiró profundamente el humo, clavando su mirada curiosa en el joven de aspecto tímido e inocente.
En ese preciso momento notó algo extrañamente familiar en él, algo mucho más inquietante que el hecho de conocer el motivo real de su presencia ahí; sin embargo no lo supo hasta que Cathbad- siempre en un susurro que sólo él podía escuchar- le reveló el misterio. “Te recuerda a Phillipe, ¿no es cierto? Tal vez por eso te lo ha traído, pero ahora que lo sabes, no vayas a cometer una estupidez, mon ami.” Era cierto, las facciones viriles aunque delicadas, los grandes ojos, le recordaban de forma terrible a su pobre discípulo muerto. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al entender por qué le había parecido tan perfecto; pero decidió que eso podría servirle de señuelo.
-¿Sabe?- continuó tras su pausa antes de dejarlo responder - usted me recuerda a un alumno brillante que tuve hace muchos años y sólo ahora me doy cuenta de ello, lo que hace más extraño todavía que el destino decidiera que debíamos conocernos-. Aquello era pura basura. No obstante, la melancolía que se filtró en su voz al recordar a Phillipe era auténtica. Una punzada de desasosiego lo hizo meditar sobre el poder del espíritu al que había invocado, en cómo había adivinado su debilidad. Pero ahora debía concentrarse en su representación, no podía distraerse con cosas pertenecientes al pasado.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Re: Invocación [Libre]
Se sentó en el diván a la sutil orden de su anfitrión, lo último que le apetecía era incurrir en su nerviosismo o su ira, aceptando la copa de vino que sostuvo entre los dedos sin llegar a probar.
Se sintió incómodo cuando le pidió que desvelara detalles sobre la visión que lo había llevado hasta allí. No supo muy bien por qué, pero estuvo casi seguro de que aquella duda había abierto una momentánea grieta en su disfraz. Intentó pensar en la visión, en el hombre que lo había llevado hasta allí... pero no lograba desentrañar ningún rasgo más. Estaba claro que no era una alucinación, había durado demasiado tiempo, igual que ese olor, ese perfume a... ¿a loto? y estaba claro que tenía mala memoria, pero no hasta aquel enfermizo extremo.
¿Por qué era incapaz de recordar los atributos y características del hombre al que había seguido durante casi diez minutos antes de que se desvaneciera en el aire?
Notó como el cuerpo del desconocido se tensaba repentinamente, víctima de un escalofrío, y volvió a la realidad preguntándose si el extraño había entrevisto su auténtica naturaleza mientras se dejaba llevar por su ensimismamiento. Lo que era más importante: Era un actor profesional, un experto de los escenarios... ¿por qué había perdido la concentración? Aunque solo hubieran sido unos minutos ¿qué recuerdo intentaba bloquearle su propia mente?
Abandonó los esfuerzos nulos por recordar y se centró en ser un tímido muchachito londinense. Escuchar la palabra "destino" lo hizo reafirmarse en su personaje, no creía en esas bobadas propias de charlatanes que se acobardaban ante el poder de sus propias elecciones... o en esas artimañas propias de los expertos manipuladores que intentan encandilar a su víctima.
-Oh... ¿de verdad?- Guardó una silenciosa pausa, como si no supiera qué decir a continuación.- Yo, bueno, me alegro de que el destino nos haya reunido y... y brindo por ello.- Sí, sonaba lo suficientemente estúpido para hacer bajar la guardia a su interlocutor.- Puedo... preguntarle por qué me invitó a pasar, si se me permite el atrevimiento.
Se sintió incómodo cuando le pidió que desvelara detalles sobre la visión que lo había llevado hasta allí. No supo muy bien por qué, pero estuvo casi seguro de que aquella duda había abierto una momentánea grieta en su disfraz. Intentó pensar en la visión, en el hombre que lo había llevado hasta allí... pero no lograba desentrañar ningún rasgo más. Estaba claro que no era una alucinación, había durado demasiado tiempo, igual que ese olor, ese perfume a... ¿a loto? y estaba claro que tenía mala memoria, pero no hasta aquel enfermizo extremo.
¿Por qué era incapaz de recordar los atributos y características del hombre al que había seguido durante casi diez minutos antes de que se desvaneciera en el aire?
Notó como el cuerpo del desconocido se tensaba repentinamente, víctima de un escalofrío, y volvió a la realidad preguntándose si el extraño había entrevisto su auténtica naturaleza mientras se dejaba llevar por su ensimismamiento. Lo que era más importante: Era un actor profesional, un experto de los escenarios... ¿por qué había perdido la concentración? Aunque solo hubieran sido unos minutos ¿qué recuerdo intentaba bloquearle su propia mente?
Abandonó los esfuerzos nulos por recordar y se centró en ser un tímido muchachito londinense. Escuchar la palabra "destino" lo hizo reafirmarse en su personaje, no creía en esas bobadas propias de charlatanes que se acobardaban ante el poder de sus propias elecciones... o en esas artimañas propias de los expertos manipuladores que intentan encandilar a su víctima.
-Oh... ¿de verdad?- Guardó una silenciosa pausa, como si no supiera qué decir a continuación.- Yo, bueno, me alegro de que el destino nos haya reunido y... y brindo por ello.- Sí, sonaba lo suficientemente estúpido para hacer bajar la guardia a su interlocutor.- Puedo... preguntarle por qué me invitó a pasar, si se me permite el atrevimiento.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
Levantó la copa y correspondió el brindis antes de contestar. No podía decirle que sólo quería materia prima para su elíxir. Se irguió en el asiento, se puso serio y se aclaró la garganta. –No se ofenda con la confesión que voy a hacerle, pero si quiere la verdad debo decirle que al principio fue sólo un impulso, me ha movido la curiosidad. En cuanto me dijo que la persona a quien seguía había desaparecido como si no existiera, comprendí que había algo misterioso en el asunto y no he podido contenerme- apoyó las manos en los brazos de la silla y se inclinó hacia adelante y adoptó un tono confidencial. –Le pido que no se tome a mal mi interés, es sólo que no es la primera vez que “algo así” sucede en mi casa, desde hace algún tiempo se han suscitado eventos extraños, sin explicación aparente: sombras, pasos, voces… cualquier cantidad de cosas que me han llevado a cuestionarme sobre mi cordura-.
Después de superar la impresión que le causó recordar a Phillipe, las palabras comenzaban a fluir con facilidad. Sabía que para ser convincente y atraer de forma definitiva al muchacho debía mostrarse propenso a las confidencias, aunque no parecía tan fácil. ¿Qué tan taimado sería en verdad ese vampiro, cuánta experiencia tendría en el arte del engaño? Hasta el momento no podía adivinarlo y no tenía ninguna certeza de hasta qué punto podría retenerlo. Necesitaba tiempo, mucho tiempo, para convencerlo de entregarle un poco de su vitae voluntariamente todas las veces que fuera necesario. Por lo pronto debía continuar hablando.
Entornó los ojos ligeramente. – A lo largo de mis años he estudiado libros antiguos que hablan de la existencia de fenómenos que desafían la razón, criaturas fantásticas, espíritus, seres malditos; pero creía que eran solamente producto de la imaginación perturbada de hombres menos sabios que los de nuestros tiempos… hasta que comenzaron a sucederme a mí- se rió como excusándose por su credulidad. –Como es natural, decidí averiguar más en mis libros- dijo señalando vagamente los estantes que los rodeaban - y al parecer los espíritus eligen a individuos que de alguna forma son especiales. Imagine mi sorpresa cuando usted me contó lo que le había sucedido, mi estimado Soren Makelyne, de Escocia. Por eso me he atrevido a invitarlo, por mi afán de descubrir algo más y la sola idea de no ser el único…. Claro que puedo equivocarme y su caso no tenga nada que ver con lo que le digo-. Su voz tenía un tono ligeramente exaltado y sus ojos despedían un brillo ligeramente maniático, pero todo era parte de su plan. Luego súbitamente volvió a parecer sereno y hasta un tanto avergonzado. -¡Oh, santo cielo!- exclamó cansadamente, llevándose la mano a la frente y frotándose las sienes con el pulgar y el anular- debe estar pensando que soy un demente-. Abandonó su asiento, olvidándose tanto del vino como de la pipa, y comenzó a pasearse por la habitación, frente a Soren. –Espero me disculpe tanto atrevimiento, pero dígame, ¿aceptaría ayudarme con ese pequeño enigma? A fin de cuentas la aparición lo eligió a usted-.
Después de superar la impresión que le causó recordar a Phillipe, las palabras comenzaban a fluir con facilidad. Sabía que para ser convincente y atraer de forma definitiva al muchacho debía mostrarse propenso a las confidencias, aunque no parecía tan fácil. ¿Qué tan taimado sería en verdad ese vampiro, cuánta experiencia tendría en el arte del engaño? Hasta el momento no podía adivinarlo y no tenía ninguna certeza de hasta qué punto podría retenerlo. Necesitaba tiempo, mucho tiempo, para convencerlo de entregarle un poco de su vitae voluntariamente todas las veces que fuera necesario. Por lo pronto debía continuar hablando.
Entornó los ojos ligeramente. – A lo largo de mis años he estudiado libros antiguos que hablan de la existencia de fenómenos que desafían la razón, criaturas fantásticas, espíritus, seres malditos; pero creía que eran solamente producto de la imaginación perturbada de hombres menos sabios que los de nuestros tiempos… hasta que comenzaron a sucederme a mí- se rió como excusándose por su credulidad. –Como es natural, decidí averiguar más en mis libros- dijo señalando vagamente los estantes que los rodeaban - y al parecer los espíritus eligen a individuos que de alguna forma son especiales. Imagine mi sorpresa cuando usted me contó lo que le había sucedido, mi estimado Soren Makelyne, de Escocia. Por eso me he atrevido a invitarlo, por mi afán de descubrir algo más y la sola idea de no ser el único…. Claro que puedo equivocarme y su caso no tenga nada que ver con lo que le digo-. Su voz tenía un tono ligeramente exaltado y sus ojos despedían un brillo ligeramente maniático, pero todo era parte de su plan. Luego súbitamente volvió a parecer sereno y hasta un tanto avergonzado. -¡Oh, santo cielo!- exclamó cansadamente, llevándose la mano a la frente y frotándose las sienes con el pulgar y el anular- debe estar pensando que soy un demente-. Abandonó su asiento, olvidándose tanto del vino como de la pipa, y comenzó a pasearse por la habitación, frente a Soren. –Espero me disculpe tanto atrevimiento, pero dígame, ¿aceptaría ayudarme con ese pequeño enigma? A fin de cuentas la aparición lo eligió a usted-.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Re: Invocación [Libre]
-¿Fa... fantasmas?- Le pareció haber sonado convincentemente supersticioso e ingenuo.
Sí, era cierto que Maurice no había mencionado en ningún momento el término "fantasma", pero las referencias sobre "pasos, voces, sombras" y figuras que se desvanecen en la nada apuntaban directamente a ello. Lo cierto es que Soren, lo último que se consideraba, era un experto de lo sobrenatural; sin embargo, más de una vez se había encontrado con algún curioso tropezón en sus novecientos años de no-vida.
Además, por Dios Santo, era escocés: Todos los castillos de Escocia tienen al menos un fantasma.
Solo había una cosa que sobresaltaba los ensimismados pensamientos de Soren, aunque su rostro aún estuviera fingiendo la sorpresa y cierto miedo, boquiabierto: Que los fantasmas siempre se los había cruzado en paraderos alejados, tristes y desolados, más o menos donde encontraron la muerte o donde aún se podía oler el dolor de los mortales en las piedras; pero ese hogar estaba meticulosamente cuidado, ordenado e iluminado, todo lo contrario a los tópicos. Y solían ser criaturas muy negativas, solitarias, nostálgicas y amargadas esos fantasmas, no dudaban en jugar astutos ardides para quitarse del medio a cualquiera que molestara su eterna morada... pero Maurice, a parte de algo sobresaltado, parecía un hombre sereno.
-No... no pienso que sea un demente.- Dijo aún boquiabierto, lanzando fugaces miradas nerviosas aquí y allá, fingiendo nerviosismo.- Los fantasmas no son cosas de dementes ni estultos, monsieur, allí en mi tierra abundan las leyendas sobre ellos... y algo más que leyendas. No es cosa bueno el molestarlos...
Lo cierto es que empezaba a dudar de las intenciones del extraño francés, pero o realmente decía la verdad o era un gran actor. Solo le veía ese punto débil a su disfraz: El miedo. Si realmente era un mero extraño algo excéntrico que temía estar asediado por fantasmas, los cuentos de su haya ayudarían a Soren a poner nervioso al Sr. Tailleferre; en cualquier otro caso, o bien se trataba de un hombre de naturaleza muy serena o Soren Makelyne se encontraba en un apuro.
Lástima que, después de todo, sintiera curiosidad. Si realmente había fantasmas en la casa, quería tener unas palabras con su extraña visión y resolver de una vez esa desquiciante cuestión que se llevaba haciendo un rato.
-Yo... yo no sé que puedo hacer por usted, monsieur, pero... no sé, supongo que... que de algo ayudarán las supersticiones de mi tierra natal. Intentaré ayudarlo, si es que puedo.
Sí, era cierto que Maurice no había mencionado en ningún momento el término "fantasma", pero las referencias sobre "pasos, voces, sombras" y figuras que se desvanecen en la nada apuntaban directamente a ello. Lo cierto es que Soren, lo último que se consideraba, era un experto de lo sobrenatural; sin embargo, más de una vez se había encontrado con algún curioso tropezón en sus novecientos años de no-vida.
Además, por Dios Santo, era escocés: Todos los castillos de Escocia tienen al menos un fantasma.
Solo había una cosa que sobresaltaba los ensimismados pensamientos de Soren, aunque su rostro aún estuviera fingiendo la sorpresa y cierto miedo, boquiabierto: Que los fantasmas siempre se los había cruzado en paraderos alejados, tristes y desolados, más o menos donde encontraron la muerte o donde aún se podía oler el dolor de los mortales en las piedras; pero ese hogar estaba meticulosamente cuidado, ordenado e iluminado, todo lo contrario a los tópicos. Y solían ser criaturas muy negativas, solitarias, nostálgicas y amargadas esos fantasmas, no dudaban en jugar astutos ardides para quitarse del medio a cualquiera que molestara su eterna morada... pero Maurice, a parte de algo sobresaltado, parecía un hombre sereno.
-No... no pienso que sea un demente.- Dijo aún boquiabierto, lanzando fugaces miradas nerviosas aquí y allá, fingiendo nerviosismo.- Los fantasmas no son cosas de dementes ni estultos, monsieur, allí en mi tierra abundan las leyendas sobre ellos... y algo más que leyendas. No es cosa bueno el molestarlos...
Lo cierto es que empezaba a dudar de las intenciones del extraño francés, pero o realmente decía la verdad o era un gran actor. Solo le veía ese punto débil a su disfraz: El miedo. Si realmente era un mero extraño algo excéntrico que temía estar asediado por fantasmas, los cuentos de su haya ayudarían a Soren a poner nervioso al Sr. Tailleferre; en cualquier otro caso, o bien se trataba de un hombre de naturaleza muy serena o Soren Makelyne se encontraba en un apuro.
Lástima que, después de todo, sintiera curiosidad. Si realmente había fantasmas en la casa, quería tener unas palabras con su extraña visión y resolver de una vez esa desquiciante cuestión que se llevaba haciendo un rato.
-Yo... yo no sé que puedo hacer por usted, monsieur, pero... no sé, supongo que... que de algo ayudarán las supersticiones de mi tierra natal. Intentaré ayudarlo, si es que puedo.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
-Claro- le respondió cuando Soren propuso contarle los viejos cuentos de fantasmas – me sería de gran ayuda- pero en realidad no le importaban en lo más mínimo, él sabía todo lo que a espíritus se refería; aquello sólo era una forma de mantenerlo ahí el mayor tiempo posible. Maurice lo miraba con gesto amable, tal como correspondía mirar a un muchacho ingenuo y titubeante, pero sus pensamientos buscaban escrutar la verdad, porque sabía que el joven se mantenía constantemente en guardia ante la mirada de los mortales, actuando impecablemente, convenciendo al incauto de que se hallaba ante un ser tan vulnerable como él mismo. Sin embargo el brujo también era un experto en ese juego y además contaba con un par de ases bajo la manga, con los cuales (creía él) no podría perder.
Mientras el muchacho pensaba en comenzar su historia, Tailleferre se concentró en llamar al espectro que había invocado sólo un rato antes, en esa misma casa, usando solamente la fuerza de su voluntad. No hacían falta palabras, pues el conjuro lo había ligado a sus deseos de manera casi ilimitada, hasta que él mismo decidiera que no lo necesitaba más, pero ese momento todavía no llegaba. “Ayúdame a subyugarlo, fascínalo, no dejes que se me escape”. La orden surtió efecto y enseguida el aire en la habitación comenzó a tornarse denso. Un sutil perfume llegó a su nariz antes de que Soren dijera palabra alguna y el hechicero aguardó sin atreverse siquiera a pestañear. Un silencio innatural llenó la sala un momento antes de que, finalmente, apareciera frente a ellos una vaga silueta que poco a poco parecía más sólida y a continuación un lamento apenas audible surgió desde el sitio donde estaba la aparición, quien alzó su mano señalando al vampiro.
Maurice dibujó en su rostro un gesto de aterrado asombro y profirió una exclamación ahogada, aunque luego desplazó su mirada al joven, interrogándolo calladamente. Esperaba un sobresalto, cualquier indicio, pero se recordó que debía ser paciente, que sólo así se consiguen grandes cosas y siguió aguardando.
Mientras el muchacho pensaba en comenzar su historia, Tailleferre se concentró en llamar al espectro que había invocado sólo un rato antes, en esa misma casa, usando solamente la fuerza de su voluntad. No hacían falta palabras, pues el conjuro lo había ligado a sus deseos de manera casi ilimitada, hasta que él mismo decidiera que no lo necesitaba más, pero ese momento todavía no llegaba. “Ayúdame a subyugarlo, fascínalo, no dejes que se me escape”. La orden surtió efecto y enseguida el aire en la habitación comenzó a tornarse denso. Un sutil perfume llegó a su nariz antes de que Soren dijera palabra alguna y el hechicero aguardó sin atreverse siquiera a pestañear. Un silencio innatural llenó la sala un momento antes de que, finalmente, apareciera frente a ellos una vaga silueta que poco a poco parecía más sólida y a continuación un lamento apenas audible surgió desde el sitio donde estaba la aparición, quien alzó su mano señalando al vampiro.
Maurice dibujó en su rostro un gesto de aterrado asombro y profirió una exclamación ahogada, aunque luego desplazó su mirada al joven, interrogándolo calladamente. Esperaba un sobresalto, cualquier indicio, pero se recordó que debía ser paciente, que sólo así se consiguen grandes cosas y siguió aguardando.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Re: Invocación [Libre]
Soren tomó aire mientras pensaba qué contaría a continuación a su anfitrión cuando un olor dulzón que le recordaba a las flores de loto lo embriagó de nuevo, ahogando las palabras antes de que lograran superar su cuello. Con la boca abierta esperó, sin saber cómo reaccionar, mientras sentía que el aire se volvía cada vez más denso, hasta el punto de que el sonido parecía ser incapaz de atravesarlo.
Era como si alguna desconocida y siniestra magia hubiera congelado la habitación en un momento.
Una silueta surgió ante ellos, una silueta que absolutamente incapaz de describir, porque sus ojos veían una cosa pero en su mente suscitaban imágenes totalmente distintas de un recuerdo que parecía muerto y enterrado hacía mucho, mucho tiempo. Hombre, joven, rojo, éxtasis... sensaciones, emociones y recuerdos aparentemente aleatorios se fundían en un torbellino confuso dentro de su mente, dejándolo aturdido de nuevo.
Un ruido lo sacó de sus cavilaciones y se giró hacia Maurice, cuyo rostro era un poema de asombro y terror, y entonces se percató de que su máscara de joven escocés ingenuo se había roto: Su cara esta dominada por el asombro y la curiosidad, pero ni la más mínima mota de temor lograba ensombrecerle, ya que no era la primera vez que presenciaba algo parecido ni lo consideraba una amenaza potencial, solo un quebradero de cabeza.
Miraba con los ojos de un vampiro de más de 900 años y no con los del joven muchacho. Y si no había metido suficientemente la pata, el espectro lo señalaba con su mano, centrando la atención de Maurice en él.
Supo que estaba metido en un problema.
Era como si alguna desconocida y siniestra magia hubiera congelado la habitación en un momento.
Una silueta surgió ante ellos, una silueta que absolutamente incapaz de describir, porque sus ojos veían una cosa pero en su mente suscitaban imágenes totalmente distintas de un recuerdo que parecía muerto y enterrado hacía mucho, mucho tiempo. Hombre, joven, rojo, éxtasis... sensaciones, emociones y recuerdos aparentemente aleatorios se fundían en un torbellino confuso dentro de su mente, dejándolo aturdido de nuevo.
Un ruido lo sacó de sus cavilaciones y se giró hacia Maurice, cuyo rostro era un poema de asombro y terror, y entonces se percató de que su máscara de joven escocés ingenuo se había roto: Su cara esta dominada por el asombro y la curiosidad, pero ni la más mínima mota de temor lograba ensombrecerle, ya que no era la primera vez que presenciaba algo parecido ni lo consideraba una amenaza potencial, solo un quebradero de cabeza.
Miraba con los ojos de un vampiro de más de 900 años y no con los del joven muchacho. Y si no había metido suficientemente la pata, el espectro lo señalaba con su mano, centrando la atención de Maurice en él.
Supo que estaba metido en un problema.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
El espectro avanzó hacia Soren abriendo los brazos y, una vez que estuvo a una distancia suficientemente corta, estiró sus incorpóreas manos hacia el rostro del joven, sujetándolo con tanta fuerza como si estuvieran hechas de materia sólida; esbozó una sonrisa siniestra, abriendo mucho los ojos que enseguida aparecieron como dos negros abismos sin globos oculares en ellos, adquiriendo un aspecto repulsivo, lejos de cualquier similitud con un ser humano.
Entretanto, Maurice se había levantado rápidamente de su asiento, como si estuviera dispuesto a saltar en defensa de su invitado; pero el destello de satisfacción en su mirada lo traicionaba. Habló y su voz snó autoritaria, llevando la tensión del momento a su cúspide.
-¿Quién eres y qué deseas, espíritu? ¿Por qué irrumpes así en una casa que no es la tuya? – el espíritu se volvió hacia el brujo y le dirigió una sonrisa burlona antes de mover los labios para liberar una voz cavernosa que habría aterrorizado a cualquiera que no fueran esos dos individuos en particular.
-Exijo su sangre y tu ayuda, exijo un pago por mi muerte- dijo al oído de Soren.
Maurice rebosaba de excitación en su interior, pero se esforzaba por dominar sus verdaderos impulsos, aparentando una expresión de pánico en su rostro contraído en una extraña mueca. No habría podido imaginar cómo iba a conducirse su secreto aliado en aquella pequeña representación, pero aquello le complacía sobremanera, convencido de que mantener el misterio sería el elemento crucial que le proporcionaría lo que tanto deseaba y necesitaba.
-Es preciso que saldes esa deuda- espetó la aparición rozando los labios del vampiro con los suyos un momento antes de retroceder nuevamente hacia el punto donde había aparecido, adoptando una pose amenazadora que parecía conferirle un tamaño mucho más grande del que poseía.
El hechicero miró a Soren. -¿Entiende usted algo, Monsieur Makelyne?- dijo balbuceante, angustiado, desconcertado, como queriendo inundarlo de preguntas, pero luego miró al fantasma y repitió sus cuestionamientos - ¿qué significa esto?-. Luego volvió a hacerse el silencio.
Todo lo que importaba ahora era la respuesta del vampiro; de ella dependía lo que pasaría a continuación, la reacción de Maurice, su siguiente jugada; incluso las explicaciones que le daría por su actitud hacia el fantasma, su aplomo… pero antes necesitaba escuchar de sus labios si la duda comenzaba a corroerlo o aquello le resultaba francamente indiferente.
Entretanto, Maurice se había levantado rápidamente de su asiento, como si estuviera dispuesto a saltar en defensa de su invitado; pero el destello de satisfacción en su mirada lo traicionaba. Habló y su voz snó autoritaria, llevando la tensión del momento a su cúspide.
-¿Quién eres y qué deseas, espíritu? ¿Por qué irrumpes así en una casa que no es la tuya? – el espíritu se volvió hacia el brujo y le dirigió una sonrisa burlona antes de mover los labios para liberar una voz cavernosa que habría aterrorizado a cualquiera que no fueran esos dos individuos en particular.
-Exijo su sangre y tu ayuda, exijo un pago por mi muerte- dijo al oído de Soren.
Maurice rebosaba de excitación en su interior, pero se esforzaba por dominar sus verdaderos impulsos, aparentando una expresión de pánico en su rostro contraído en una extraña mueca. No habría podido imaginar cómo iba a conducirse su secreto aliado en aquella pequeña representación, pero aquello le complacía sobremanera, convencido de que mantener el misterio sería el elemento crucial que le proporcionaría lo que tanto deseaba y necesitaba.
-Es preciso que saldes esa deuda- espetó la aparición rozando los labios del vampiro con los suyos un momento antes de retroceder nuevamente hacia el punto donde había aparecido, adoptando una pose amenazadora que parecía conferirle un tamaño mucho más grande del que poseía.
El hechicero miró a Soren. -¿Entiende usted algo, Monsieur Makelyne?- dijo balbuceante, angustiado, desconcertado, como queriendo inundarlo de preguntas, pero luego miró al fantasma y repitió sus cuestionamientos - ¿qué significa esto?-. Luego volvió a hacerse el silencio.
Todo lo que importaba ahora era la respuesta del vampiro; de ella dependía lo que pasaría a continuación, la reacción de Maurice, su siguiente jugada; incluso las explicaciones que le daría por su actitud hacia el fantasma, su aplomo… pero antes necesitaba escuchar de sus labios si la duda comenzaba a corroerlo o aquello le resultaba francamente indiferente.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Re: Invocación [Libre]
Cada paso que la pálida sombra del fantasma se aproximaba a él, una pizca más de su infantil humanidad desaparecía dejando a la vista del brujo su verdadera, pálida y depredadora naturaleza. La efigie era terrible y desagradable de mantenerla en la mirada, pero tras novecientos años, Soren Makelyne podía asegurar haber contemplado horrores muchísimo peores.
Fue por eso que, en vez de tornarse su rostro en una mueca de terror e incomprensión, se había convertido en una fría, dura e impasible máscara de mármol cuya sombría mirada podía resultar tan aterradora como la de la etérea criatura.
-No sois más que aire que habla, no sois nadie para exigirme nada.
La voz de Soren resonó en la sala. No era una voz grave, ni mucho menos potente, pero era tan firme, dura e impasible como su rostro.
-Y menos contraería deuda alguna con vos o vuestro compañero.
Cuanto mayor era el aspecto del espectro, más firme y tenebroso era el aspecto del vampiro, hasta el punto que nada apenas debió quedar del ingenuo muchachito escocés. Se levantó y se encaró tanto al espectro como al brujo.
-Cuanto entiendo de esta situación es que los espectros os tienen demasiado aprecio, monsieur, y Dios sabe que los Muertos Sin Reposo no buscan la compañía de los hombres ingenuos, inocentes y píos. Dejad de burlaros de mí, ambos, y explicadme a que se debe tan intolerante comedia bufa,- Poco a poco, el aspecto sombrío del vampiro se fue diluyendo y su voz se suavizó de nuevo.- pues no es buena cosa incurrir en la ira de un Antiguo.
Fue por eso que, en vez de tornarse su rostro en una mueca de terror e incomprensión, se había convertido en una fría, dura e impasible máscara de mármol cuya sombría mirada podía resultar tan aterradora como la de la etérea criatura.
-No sois más que aire que habla, no sois nadie para exigirme nada.
La voz de Soren resonó en la sala. No era una voz grave, ni mucho menos potente, pero era tan firme, dura e impasible como su rostro.
-Y menos contraería deuda alguna con vos o vuestro compañero.
Cuanto mayor era el aspecto del espectro, más firme y tenebroso era el aspecto del vampiro, hasta el punto que nada apenas debió quedar del ingenuo muchachito escocés. Se levantó y se encaró tanto al espectro como al brujo.
-Cuanto entiendo de esta situación es que los espectros os tienen demasiado aprecio, monsieur, y Dios sabe que los Muertos Sin Reposo no buscan la compañía de los hombres ingenuos, inocentes y píos. Dejad de burlaros de mí, ambos, y explicadme a que se debe tan intolerante comedia bufa,- Poco a poco, el aspecto sombrío del vampiro se fue diluyendo y su voz se suavizó de nuevo.- pues no es buena cosa incurrir en la ira de un Antiguo.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
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Re: Invocación [Libre]
Maurice sonrió con malicia un momento al mirar cómo el vampiro se indignaba después de adivinar que de hecho existía un vínculo entre él y el espectro. No obstante, le hechicero confiaba lo suficiente en sus dones –a pesar de ser sólo un mortal- como para asustarse, y en lugar de retroceder, se acercó lentamente a Soren, midiéndolo con verdadero interés.
El fantasma seguía dominando la escena, pero un gesto del francés bastó para que se desvaneciera y la atmósfera recobrara su natural ligereza (si es que podía aplicarse ese calificativo al ambiente de aquella casa). Ahora que su invitado se había retirado la metafórica máscara no hacía falta seguir mintiendo. Quizá sí debería negociar, convencer o manipular; pero no pensaba terminar esa noche con las manos vacías.
-Ah- dijo levantando una ceja casi despectivamente- no se equivoque joven Makelyne- remarcó la palabra joven con filo- mi “compañero” no pretende que adquiera una deuda conmigo o con él; pero debería reconsiderar al creer que no tiene una. ¿O acaso cree que su inmortalidad adquirida mediante el asesinato no lo pone en deuda con la vida?-.
Se acercó a una vitrina donde tenía guardado un extraño licor de color púrpura y se sirvió un poco en la misma copa de antes, donde todavía quedaba algo de vino. La levantó a la altura de sus ojos y un rayo de luz atravesó el líquido, reflejándose en el rostro del inmortal.
-Pero le ruego que no tome a mal mi…mhhh… pequeña treta para hacerlo venir, no es mi intención hacerle daño alguno; no podría intentarlo siquiera- una leve risa gutural escapó de su garganta-, en realidad lo único que deseo es un poco de su ayuda-.
Bebió un trago del líquido, hizo una mueca y lo puso a un lado. Era uno de sus elíxires fallidos: sólo servía para infundir cierto resplandor juvenil a la piel de quien lo bebía… y sólo por un rato.
-¿Y de qué otra forma podía captar su atención sin exponerme demasiado? – se alzó de hombros. - No creo que me hubiera recibido de muy buena gana si me hubiera aparecido en su puerta pidiéndole unas gotas de su sangre, ¿verdad? Pero aquí estamos en mis dominios y podemos hablar tranquilamente. Prometo ser franco de ahora en adelante- le guiñó un ojo descaradamente y levantó la mano derecha, en señal de juramento.
El fantasma seguía dominando la escena, pero un gesto del francés bastó para que se desvaneciera y la atmósfera recobrara su natural ligereza (si es que podía aplicarse ese calificativo al ambiente de aquella casa). Ahora que su invitado se había retirado la metafórica máscara no hacía falta seguir mintiendo. Quizá sí debería negociar, convencer o manipular; pero no pensaba terminar esa noche con las manos vacías.
-Ah- dijo levantando una ceja casi despectivamente- no se equivoque joven Makelyne- remarcó la palabra joven con filo- mi “compañero” no pretende que adquiera una deuda conmigo o con él; pero debería reconsiderar al creer que no tiene una. ¿O acaso cree que su inmortalidad adquirida mediante el asesinato no lo pone en deuda con la vida?-.
Se acercó a una vitrina donde tenía guardado un extraño licor de color púrpura y se sirvió un poco en la misma copa de antes, donde todavía quedaba algo de vino. La levantó a la altura de sus ojos y un rayo de luz atravesó el líquido, reflejándose en el rostro del inmortal.
-Pero le ruego que no tome a mal mi…mhhh… pequeña treta para hacerlo venir, no es mi intención hacerle daño alguno; no podría intentarlo siquiera- una leve risa gutural escapó de su garganta-, en realidad lo único que deseo es un poco de su ayuda-.
Bebió un trago del líquido, hizo una mueca y lo puso a un lado. Era uno de sus elíxires fallidos: sólo servía para infundir cierto resplandor juvenil a la piel de quien lo bebía… y sólo por un rato.
-¿Y de qué otra forma podía captar su atención sin exponerme demasiado? – se alzó de hombros. - No creo que me hubiera recibido de muy buena gana si me hubiera aparecido en su puerta pidiéndole unas gotas de su sangre, ¿verdad? Pero aquí estamos en mis dominios y podemos hablar tranquilamente. Prometo ser franco de ahora en adelante- le guiñó un ojo descaradamente y levantó la mano derecha, en señal de juramento.
Maurice Tailleferre- Hechicero Clase Alta
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Re: Invocación [Libre]
Había abandonado por completo la igenua serenidad que el joven Soren Makelyne humano solía mostrar públicamente. Sí, tenía la cara de un niño, y disfrutaba comportándose como un niño, pero lejos de ser aún inmaduro, aquel solo era un juego de máscaras digno de un buen actor. La verdad es que era un vampiro con más de novecientos años de no-vida y, como todo Antiguo de la Estirpe, se tomaba con extrema seriedad los acontecimientos que así lo merecían.
Y aquel burdo juego de manipulación lo había hecho sentir amenazado.
-Juegos de palabras vacías en labios de un hombre que se vuelve ante mí infame.- Replicó con un susurro frío y amenazante.- Si guardo o no deuda alguna con alguien, en absoluto os incumbe lo más mínimo y sabe Dios, bajo cualquiera que sea su aspecto o nombre a lo largo y ancho de este mundo, que con vos ni ninguno de vuestros espectrales siervos tengo trato alguno que cumplir. Si he matado ha sido para salvar mi propia vida, y puedo estar orgulloso de reconocer que nunca maté por hambre. No sabes nada de mí mortal, y harías bien en recordar que aún con todo tu poder, eres un niño ante mí.
Aclarada la afrenta, nada le obligaba a seguir mostrando su auténtico rostro a aquel hombre sibilino. No convenía mostrar todas las cartas a un posible y probable enemigo.
-Lo cierto es que hubiera preferido una carta o unos golpes a mi puerta, porque el hombre que miente una vez no duda en hacerlo una segunda.- Replicó mientras, poco a poco, sus músculos se relajaban y la infantil serenidad regresaba a su rostro.- A partir de ahora, por mucho que lo jure, me costará confiar en usted... espero que lo entienda.
Se sentó de nuevo y miró a Maurice, sus ojos volvían a brillar con curiosidad y la oscuridad de la edad se desvanecía poco a poco.
-Dijo "unas gotas de sangre"... -Sonrió.- Habéis tenido suerte, monsieur, de todos los vampiros que hay en París habéis elegido al único que no se decidiría por cercenaros la carótida o arrancaros el corazón, monsieur. Vuestros serviles amigos os han traído al más curioso y diplomático miembro de la Estirpe.
Y aquel burdo juego de manipulación lo había hecho sentir amenazado.
-Juegos de palabras vacías en labios de un hombre que se vuelve ante mí infame.- Replicó con un susurro frío y amenazante.- Si guardo o no deuda alguna con alguien, en absoluto os incumbe lo más mínimo y sabe Dios, bajo cualquiera que sea su aspecto o nombre a lo largo y ancho de este mundo, que con vos ni ninguno de vuestros espectrales siervos tengo trato alguno que cumplir. Si he matado ha sido para salvar mi propia vida, y puedo estar orgulloso de reconocer que nunca maté por hambre. No sabes nada de mí mortal, y harías bien en recordar que aún con todo tu poder, eres un niño ante mí.
Aclarada la afrenta, nada le obligaba a seguir mostrando su auténtico rostro a aquel hombre sibilino. No convenía mostrar todas las cartas a un posible y probable enemigo.
-Lo cierto es que hubiera preferido una carta o unos golpes a mi puerta, porque el hombre que miente una vez no duda en hacerlo una segunda.- Replicó mientras, poco a poco, sus músculos se relajaban y la infantil serenidad regresaba a su rostro.- A partir de ahora, por mucho que lo jure, me costará confiar en usted... espero que lo entienda.
Se sentó de nuevo y miró a Maurice, sus ojos volvían a brillar con curiosidad y la oscuridad de la edad se desvanecía poco a poco.
-Dijo "unas gotas de sangre"... -Sonrió.- Habéis tenido suerte, monsieur, de todos los vampiros que hay en París habéis elegido al único que no se decidiría por cercenaros la carótida o arrancaros el corazón, monsieur. Vuestros serviles amigos os han traído al más curioso y diplomático miembro de la Estirpe.
Soren Makelyne- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 03/05/2012
Edad : 1192
Localización : París, Francia.
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