AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Somatic Delusion [Privado]
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Somatic Delusion [Privado]
Ruidos, aquellos estruendosos ruidos que la hacían hincarse para poder soportar, sus manos ensangrentadas buscaban sus oídos para poder tener un poco de paz en su mente, pero aun seguía ahí, aquellas voces que le decían que iba a morir, que todo estaba perdido… pero… ¿por qué? Ella apenas se había defendido, aun así aquello no había sido suficiente. Gritos de niños a lo lejos, parecían que los estaban descuartizando porque sus gritos eran desgarradores y parecían ahogados por sus llantos descontrolados… ellos no tienen la culpa… déjenlos en paz… por favor… buscaba decir pero nada salía de su boca carmín, nada se oía en ese lugar…
El ruido se desvaneció, un blanco comenzaba a decolorarse a la distancia, abría los ojos, comenzaba a parpadearlos cada vez más, parecía de alguna forma aliviada de ver aquel techo mohoso por culpa de la humedad que se filtraba, su cama estaba llena de un extraño olor, debía ser el sudor, también tenía en su frente, lo seco con algún trapo sucio que encontró por ahí para luego levantarse de aquella cama individual que parecía una jungla de sabanas. Por fin pudo sentir en el fondo de su corazón una brillosa felicidad, miro aquella habitación, aunque no era la mejor de todas le daba libertad que había deseado desde hace mucho tiempo ¿cierto? En el fondo de aquella vida estaba la felicidad ¿era así verdad? Todo lo que podía hacer era imitar las labores del oficio para así gentilmente recibir el pago por hacer trabajos con su lengua, jugueteaba todo lo que su cliente deseara, junto a él buscaban alguna razón para comenzar a degustarse mutuamente, en un encuentro totalmente erótico y lleno de pasión. Era como buscar algo prohibido, se debía luchar de alguna forma, en ocasiones parecía que no era de su agrado, pero el detenerse era una opción que nunca había entendido, deseaba las cosas prohibidas, buscaba las cosas desconocidas.
En ocasiones se sentía como un animal encadenado, tragándose las reglas que le impusieron hace mucho tiempo en aquella carreta que iba hacia Francia, parecía que solamente lo único que había hecho era cambiar de dueño, movía su cadena para hacerla sonar, y luego movía su cola para que aquel estuviera feliz. ¿Había caído en una trampa? Solo dios lo sabía.
El burdel… el lugar donde trabajaba parecían un lugar en donde las bestias se buscaban unas a otras, lo mas cumbre del caso es que ella se había convertido hace muy poco que aquella cortesana encargada de que todo estuviera bien, tenia ciertos privilegios, aun así era igual que todas, exponiéndose a hombres y mujeres, rebajándose tanto que podían sentir el subsuelo con su conciencia. Miro hacia sus alrededores, aun tenía apenas una pequeña bata de dormir, su cabello alborotado hacían que se pareciera a la melena de un león, bostezo largamente para luego seguir caminando en aquella pequeña habitación. Buscaba algo para comer pero parecía que no había nada -Tks…- chasqueo su lengua disgustada, ¿ahora qué comería? Tenía tres días que no trabajaba, así que no tenía mucho dinero, su estomago rugió… debía comer… buscaría algún lugar para hacerlo, como siempre movería su colita, se expondría ante alguien para que pudiera darle de comer.
Al fin y al cabo ese era su trabajo, cuando llego al burdel aun todo parecía desordenado, le dio cierto disgusto de encontrar las cosas así, pero muchas de las chicas dormían hasta medio día, por esa razón no hacía mucho revuelo por aquello, aun era temprano, cuando las que estaban en el lugar la vieron se le acercaron, después de todo tenía tres días sin ir a ese lugar, busco con su mirada a su jefe, parecía que no estaba, bueno, al menos un problema menos. Yura un joven cortesano estaba sentado sin hacer nada, las chicas comenzaban a mover las cosas y arreglarlas mientras el se quedaba sentado… ahhh… había llegado la equivocada -¿acaso no piensas ayudar?- le bramo sentándose a su lado mientras acariciaba su melena –me imagino que piensas que eres una princesa no?- frunció su ceño, se notaba su disgusto, pero sonrió de medio lado –bueno… entonces cambiemos de papeles… yo seré el de los pantalones y tu mi dulce damita-
El ruido se desvaneció, un blanco comenzaba a decolorarse a la distancia, abría los ojos, comenzaba a parpadearlos cada vez más, parecía de alguna forma aliviada de ver aquel techo mohoso por culpa de la humedad que se filtraba, su cama estaba llena de un extraño olor, debía ser el sudor, también tenía en su frente, lo seco con algún trapo sucio que encontró por ahí para luego levantarse de aquella cama individual que parecía una jungla de sabanas. Por fin pudo sentir en el fondo de su corazón una brillosa felicidad, miro aquella habitación, aunque no era la mejor de todas le daba libertad que había deseado desde hace mucho tiempo ¿cierto? En el fondo de aquella vida estaba la felicidad ¿era así verdad? Todo lo que podía hacer era imitar las labores del oficio para así gentilmente recibir el pago por hacer trabajos con su lengua, jugueteaba todo lo que su cliente deseara, junto a él buscaban alguna razón para comenzar a degustarse mutuamente, en un encuentro totalmente erótico y lleno de pasión. Era como buscar algo prohibido, se debía luchar de alguna forma, en ocasiones parecía que no era de su agrado, pero el detenerse era una opción que nunca había entendido, deseaba las cosas prohibidas, buscaba las cosas desconocidas.
En ocasiones se sentía como un animal encadenado, tragándose las reglas que le impusieron hace mucho tiempo en aquella carreta que iba hacia Francia, parecía que solamente lo único que había hecho era cambiar de dueño, movía su cadena para hacerla sonar, y luego movía su cola para que aquel estuviera feliz. ¿Había caído en una trampa? Solo dios lo sabía.
El burdel… el lugar donde trabajaba parecían un lugar en donde las bestias se buscaban unas a otras, lo mas cumbre del caso es que ella se había convertido hace muy poco que aquella cortesana encargada de que todo estuviera bien, tenia ciertos privilegios, aun así era igual que todas, exponiéndose a hombres y mujeres, rebajándose tanto que podían sentir el subsuelo con su conciencia. Miro hacia sus alrededores, aun tenía apenas una pequeña bata de dormir, su cabello alborotado hacían que se pareciera a la melena de un león, bostezo largamente para luego seguir caminando en aquella pequeña habitación. Buscaba algo para comer pero parecía que no había nada -Tks…- chasqueo su lengua disgustada, ¿ahora qué comería? Tenía tres días que no trabajaba, así que no tenía mucho dinero, su estomago rugió… debía comer… buscaría algún lugar para hacerlo, como siempre movería su colita, se expondría ante alguien para que pudiera darle de comer.
Al fin y al cabo ese era su trabajo, cuando llego al burdel aun todo parecía desordenado, le dio cierto disgusto de encontrar las cosas así, pero muchas de las chicas dormían hasta medio día, por esa razón no hacía mucho revuelo por aquello, aun era temprano, cuando las que estaban en el lugar la vieron se le acercaron, después de todo tenía tres días sin ir a ese lugar, busco con su mirada a su jefe, parecía que no estaba, bueno, al menos un problema menos. Yura un joven cortesano estaba sentado sin hacer nada, las chicas comenzaban a mover las cosas y arreglarlas mientras el se quedaba sentado… ahhh… había llegado la equivocada -¿acaso no piensas ayudar?- le bramo sentándose a su lado mientras acariciaba su melena –me imagino que piensas que eres una princesa no?- frunció su ceño, se notaba su disgusto, pero sonrió de medio lado –bueno… entonces cambiemos de papeles… yo seré el de los pantalones y tu mi dulce damita-
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/02/2012
Localización : En el burdel~
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Re: Somatic Delusion [Privado]
De nuevo había ido a parar a este odioso lugar. Odioso no por lo que sucedía dentro sus cuatro paredes, sino que odioso por la poca clase que tenía, en comparación con la jaula de oro en que solían mantenerlo para el deleite de extraños. Pero se lo había ganado a pulso, y lo que era peor, lo había disfrutado palmo a palmo, por lo que pasar un par de semanas en aquel antro había valido completamente la pena. Y es que hacer enfadar a alguien como su amo era un deleite más prohibido que las mismas locuras que sabía hacer sobre una cama. Poner a ese mocoso en su lugar, no precisamente incumpliendo sus órdenes, sino que haciéndolo de forma que no pudiese emitir queja fundada alguna para azotarle era un dulce placer de los dioses.
Pero bueno, llevaba ya un par de días en el lugar, ilusamente tratando de pasar desapercibido para los clientes habituales de aquel sitio, que generalmente no tenían el gusto refinado en lo que respectaba a un servicio integral. No, para ellos era un par de lametones y a la cama ¿Qué había de la seducción? ¿Qué había se satisfacer más sentidos que el solo tacto? Definitivamente ellos no tenían idea, ni el dinero, para todo aquello para lo que había sido entrenado desde que tenía memoria.
Se había despertado de madrugada, con un jovencito arrogante y violento aun ocupando gran parte de su lecho. Y de unos suaves susurros en el oído le hizo saber que era hora de partir, pero tal como se lo esperaba, fue difícil quitárselo de encima. Por eso esas horribles ojeras que intentaba esconder bajo un tenue maquillaje, se negaban a dejar de mancillar la vanidad del ruso, pero no había caso. Pensó en dormir un poco más, tal y como el personal que al parecer no tenía la costumbre de madrugar pese al ajetreo nocturno, pero la costumbre de levantarse al alba estaba tan arraigada en su naturaleza, que decidió aprovechar ese tiempo para darse un merecido baño. Uno que terminó por extenderse más de lo sano, hasta que constató que las yemas de sus dedos se habían transformado en pasas.
Solo entonces se dignó a bajar al salón principal, aunque estando ahí se cuestionó el haberlo hecho, porque era un completo caos, lleno de cristalería sucia sobre las mesas y polvo en el suelo. ¿Acaso no tenían personal para aquello? Era bastante indigno para quienes además de entregar habitualmente su dignidad entre las sabanas, y eso aunque no congeniara con ellos. Por eso fue que se dejó caer pesadamente en uno de los taburetes de la barra, mirándose en el espejo, y tratando nuevamente en vano, de cubrir las marcas de la noche y aquel labio amoratado que le había regalado el muchacho antes de irse.
Su tranquilidad no duró demasiado. Llegó aquella mujer que apenas había visto un par de veces, y que parecía ostentar cierta autoridad en el burdel, le hacía una ridícula pregunta, sumado luego a unos amagos de insultos que no serían suficiente como para mermar su humor – Buenos días – dijo primero que nada, ocultando la sorna con que tenía ganas de hablarle, haciendo notar el semblante galante y amable que generalmente servía contra mujeres como ella – Pensé que usted estaba enterada de los términos especiales en que fui cedido a este lugar ¿No es así? – dijo con una sonrisa que era de todos menos cínica – Tampoco sabía que no tenían personal aparte de los que ejerceremos los turnos nocturnos, para este tipo de cosas – mintió descaradamente mientras untaba uno de sus dedos en un suave polvo del color de su piel, para continuar con la labor de cubrir el moretón de su labio – Aish, duele – fingió cuando pasó la yema de su dedo por el labio inferior.
Suspiró y cerró los ojos por unos instantes, aislándose del ruido que hacían las mujeres que movían y removían sillas y mesas - ¿Sus clientes siempre son tan violentos? No es que me queje – se apresuró a decir lo último – A veces un justo grado de salvajismo es perfecto, pero no creo que aquí sepan cuál es ese justo grado – dijo levantándose, y caminando para dar la vuelta y ponerse detrás de la barra - ¿Puedo ofrecerte algo, princesa? – dijo guiñándole un ojo, al tiempo que apoyaba su mejilla en una de sus manos. Al parecer sería un largo día…
Pero bueno, llevaba ya un par de días en el lugar, ilusamente tratando de pasar desapercibido para los clientes habituales de aquel sitio, que generalmente no tenían el gusto refinado en lo que respectaba a un servicio integral. No, para ellos era un par de lametones y a la cama ¿Qué había de la seducción? ¿Qué había se satisfacer más sentidos que el solo tacto? Definitivamente ellos no tenían idea, ni el dinero, para todo aquello para lo que había sido entrenado desde que tenía memoria.
Se había despertado de madrugada, con un jovencito arrogante y violento aun ocupando gran parte de su lecho. Y de unos suaves susurros en el oído le hizo saber que era hora de partir, pero tal como se lo esperaba, fue difícil quitárselo de encima. Por eso esas horribles ojeras que intentaba esconder bajo un tenue maquillaje, se negaban a dejar de mancillar la vanidad del ruso, pero no había caso. Pensó en dormir un poco más, tal y como el personal que al parecer no tenía la costumbre de madrugar pese al ajetreo nocturno, pero la costumbre de levantarse al alba estaba tan arraigada en su naturaleza, que decidió aprovechar ese tiempo para darse un merecido baño. Uno que terminó por extenderse más de lo sano, hasta que constató que las yemas de sus dedos se habían transformado en pasas.
Solo entonces se dignó a bajar al salón principal, aunque estando ahí se cuestionó el haberlo hecho, porque era un completo caos, lleno de cristalería sucia sobre las mesas y polvo en el suelo. ¿Acaso no tenían personal para aquello? Era bastante indigno para quienes además de entregar habitualmente su dignidad entre las sabanas, y eso aunque no congeniara con ellos. Por eso fue que se dejó caer pesadamente en uno de los taburetes de la barra, mirándose en el espejo, y tratando nuevamente en vano, de cubrir las marcas de la noche y aquel labio amoratado que le había regalado el muchacho antes de irse.
Su tranquilidad no duró demasiado. Llegó aquella mujer que apenas había visto un par de veces, y que parecía ostentar cierta autoridad en el burdel, le hacía una ridícula pregunta, sumado luego a unos amagos de insultos que no serían suficiente como para mermar su humor – Buenos días – dijo primero que nada, ocultando la sorna con que tenía ganas de hablarle, haciendo notar el semblante galante y amable que generalmente servía contra mujeres como ella – Pensé que usted estaba enterada de los términos especiales en que fui cedido a este lugar ¿No es así? – dijo con una sonrisa que era de todos menos cínica – Tampoco sabía que no tenían personal aparte de los que ejerceremos los turnos nocturnos, para este tipo de cosas – mintió descaradamente mientras untaba uno de sus dedos en un suave polvo del color de su piel, para continuar con la labor de cubrir el moretón de su labio – Aish, duele – fingió cuando pasó la yema de su dedo por el labio inferior.
Suspiró y cerró los ojos por unos instantes, aislándose del ruido que hacían las mujeres que movían y removían sillas y mesas - ¿Sus clientes siempre son tan violentos? No es que me queje – se apresuró a decir lo último – A veces un justo grado de salvajismo es perfecto, pero no creo que aquí sepan cuál es ese justo grado – dijo levantándose, y caminando para dar la vuelta y ponerse detrás de la barra - ¿Puedo ofrecerte algo, princesa? – dijo guiñándole un ojo, al tiempo que apoyaba su mejilla en una de sus manos. Al parecer sería un largo día…
Yura- Prostituta Clase Baja
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Re: Somatic Delusion [Privado]
Sus ojos castaños se volvieron pequeños por unos segundos, mientras una pequeña sonrisa se colgaba en sus labios carmesí, que en esos momentos parecían brillar con un tipo de gloss dándole un tono más rosado y dulce. Su rostro no necesitaba mucho maquillaje, solamente con un poco de rubor en sus mejillas y su labial rojo, que le caracterizaba, solamente necesitaba eso para hacer que los hombres se fijaran en aquella mujer amazónica. Su Sola presencia demostraba ser imponente y seductora por naturaleza, no necesitaba mostrarse para ser descubierta. Muchos hombres iban por ella en particular, ya no se fijaban en las mujeres que abrían sus piernas fácilmente por unos cuantos francos. Eso para ella ya no era necesario, nunca fue necesario, ya que su entrenamiento “Especial” la había hecho mucho más apta para todo lo que no era convencional. Muchos hombres que llegaban no daban la talla, cuando venían en búsqueda de ella y se proponían a gastar hasta el último franco en su precio ella simplemente los rechazaba mandándolos con una de sus lacayas, seleccionada meticulosamente para aquel hombre con el corazón roto.
-¿Términos?- pregunto ladeando su rostro. Claro los sabía, ella había estado presente cuando su amo había llegado a este lugar para proporcionarle el castigo adecuado a una perra mimada como el que tenía al frente de ella. Los amos de hoy en día eran muy suaves con sus basuras. Con sus ojos llego a mirarle mientras este hablaba, ella solamente se dedico a sonreírle. Lo vio detrás de la barra y se inclino en la barra que aun nadie se había dignado a limpiar. ¿Acaso ellas no sabían que debían apresurarse en la limpieza si no querían problemas? Chasqueo su lengua mientras miraba como uno de los camareros comenzaba a limpiar la parte de la barra. Sonrió ampliamente, estaba satisfecha. Hecho un leve vistazo a la apariencia del muchacho, todavía era un niño, arrogante, engreído, vanidoso. Pensaba que sufría con aquel amo que tenia, eso a ella simplemente le había reír. Para ella apenas era un niño jugando con su sexo, sin saber exactamente qué es ser castigado por la persona que ha impuesto ser tu amo.
-Claro amor, un Vodka estaría bien- dijo de forma suave mientras sus ojos no se quitaban del joven. Ladeo su rostro mirándole sin descaro alguno el buen culo que tenia. Eso era algo que le divertía de ser cortesana, no debía tener pudor alguno, podía ver como se le venía en gana, decir lo que quisiera, aunque claro eso también era por la personalidad que tenía Tania. Normalmente era así, una mujer terca, también engreída que decía lo que quería cuando lo quería. Pero aquella Tania había nacido ahí en aquel lugar, en aquel país, pues si recordaba a la Tania anterior… a la sumisa, inocente y un poco rebelde comenzaría a notar la diferencia de su cambio.
Era normal cambiar, era normal transformarse en otra persona cuando sufrías de la forma que ella había sufrido. No había sido un sueño, ella se había percatado de eso todas las noches cuando se levantaba y se veía en la situación en la que estaba. Había perdido las lágrimas de tanto llorar en silencio, escondida mientras dejaban descansar su cuerpo cubierto de fluidos de más de tres hombres. Todo para poder acostumbrarla a la vida que llevaría en parís. Había apostado que le habían dañado su matriz para que no pudiera tener hijos y así no tener que preocuparse por un bebe no deseado y así su dueño no tendría a una estúpida embarazada.
Puso su mano en su mentón mientras apoyaba el codo en parte de la barra –oh… como hubiera deseado ser un hombre- comento suspirando lastimosamente –aunque jodan por el culo, al menos no tienes dos orificio por donde pueden joderte – dijo para luego reír suavemente –y no peligras por salir ¡embarazado!- bromeo sintiendo que sus palabras salían y se oían muy divertidas -¿Sabes? Te quejas mucho… ¿tan malo es estar aquí? Imagina si a tu amo se le hubiera ocurrido llevarte a una mazmorra por el tiempo que estarás aquí con solamente agua y pan- siguió hablando mientras giraba su cuerpo a detallar el lugar que poco a poco comenzaba a ser más o menos decente –Al cuarto día estarías llorando como un bebe, prometiendo que te dejaras coger por todo lo que camine si él lo desea… si yo hubiera tenido la suerte que tú tienes hubiera sido feliz por otros cuantos años- confeso entre un leve susurro. Tampoco deseaba decirle de cara que ella también había sufrido el maltrato de un amo y aunque no supiera exactamente cuál era el de él y que temperamento tendría, el verlo aquí, le decía que no era muy duro con el chico.
Aquellas mujeres que limpiaban, algunas sin quejarse, otras quejándose por el sueño y el cansancio que tenían en el cuerpo, eran mujeres que habían llegado a refugiarse en aquel lugar, este era su hogar, no una prisión y como un hogar debían cuidarlo. Tenían algunas personas que habían la limpieza, pero en ocasiones era mejor acelerar el ritmo y comenzar a colaborar. Las mucamas estaban arriba, mientras los camareros arreglaban los almacenes y compraban el licor que se necesitaba, algunas cortesanas acomodaban las mesas o hacían otra cosa que estuviera desordenado. Algunas se molestaban de aquello, pero por trabajar y limpiar se ganaban algunos otros francos, no lo hacían de a gratis. Era una forma que Tania había encontrado para enseñarles otra labor, por si cuando quisieran largarse de aquel lugar pudieran encontrar algún trabajo decente y sus habilidades pudieran ayudarle de algún modo. Giro para ver al chico que se había quedado en la barra, los camareros estaban ocupados en los almacenes y había algunos trastes que lavar. Miro el rincón en donde estaban las copas acumulándose –Ven vamos a lavar los trastes- le dijo tomándose el trago de un golpe para luego dejar el vaso sucio en la barra y sujetar la bandeja en donde había la mayoría de vasos dejándole la segunda menos vacía al chico-busca el vaso en la barra y sígueme- le indico mientras entraba a la parte de mantenimiento en donde había una pequeña cocina y el lavadero en donde dejo los vasos sucios, espero que el joven llegara para quedarse a un lado mientras le sostenía el delantal para que comenzara con la labor impuesta por ella.
-¿Términos?- pregunto ladeando su rostro. Claro los sabía, ella había estado presente cuando su amo había llegado a este lugar para proporcionarle el castigo adecuado a una perra mimada como el que tenía al frente de ella. Los amos de hoy en día eran muy suaves con sus basuras. Con sus ojos llego a mirarle mientras este hablaba, ella solamente se dedico a sonreírle. Lo vio detrás de la barra y se inclino en la barra que aun nadie se había dignado a limpiar. ¿Acaso ellas no sabían que debían apresurarse en la limpieza si no querían problemas? Chasqueo su lengua mientras miraba como uno de los camareros comenzaba a limpiar la parte de la barra. Sonrió ampliamente, estaba satisfecha. Hecho un leve vistazo a la apariencia del muchacho, todavía era un niño, arrogante, engreído, vanidoso. Pensaba que sufría con aquel amo que tenia, eso a ella simplemente le había reír. Para ella apenas era un niño jugando con su sexo, sin saber exactamente qué es ser castigado por la persona que ha impuesto ser tu amo.
-Claro amor, un Vodka estaría bien- dijo de forma suave mientras sus ojos no se quitaban del joven. Ladeo su rostro mirándole sin descaro alguno el buen culo que tenia. Eso era algo que le divertía de ser cortesana, no debía tener pudor alguno, podía ver como se le venía en gana, decir lo que quisiera, aunque claro eso también era por la personalidad que tenía Tania. Normalmente era así, una mujer terca, también engreída que decía lo que quería cuando lo quería. Pero aquella Tania había nacido ahí en aquel lugar, en aquel país, pues si recordaba a la Tania anterior… a la sumisa, inocente y un poco rebelde comenzaría a notar la diferencia de su cambio.
Era normal cambiar, era normal transformarse en otra persona cuando sufrías de la forma que ella había sufrido. No había sido un sueño, ella se había percatado de eso todas las noches cuando se levantaba y se veía en la situación en la que estaba. Había perdido las lágrimas de tanto llorar en silencio, escondida mientras dejaban descansar su cuerpo cubierto de fluidos de más de tres hombres. Todo para poder acostumbrarla a la vida que llevaría en parís. Había apostado que le habían dañado su matriz para que no pudiera tener hijos y así no tener que preocuparse por un bebe no deseado y así su dueño no tendría a una estúpida embarazada.
Puso su mano en su mentón mientras apoyaba el codo en parte de la barra –oh… como hubiera deseado ser un hombre- comento suspirando lastimosamente –aunque jodan por el culo, al menos no tienes dos orificio por donde pueden joderte – dijo para luego reír suavemente –y no peligras por salir ¡embarazado!- bromeo sintiendo que sus palabras salían y se oían muy divertidas -¿Sabes? Te quejas mucho… ¿tan malo es estar aquí? Imagina si a tu amo se le hubiera ocurrido llevarte a una mazmorra por el tiempo que estarás aquí con solamente agua y pan- siguió hablando mientras giraba su cuerpo a detallar el lugar que poco a poco comenzaba a ser más o menos decente –Al cuarto día estarías llorando como un bebe, prometiendo que te dejaras coger por todo lo que camine si él lo desea… si yo hubiera tenido la suerte que tú tienes hubiera sido feliz por otros cuantos años- confeso entre un leve susurro. Tampoco deseaba decirle de cara que ella también había sufrido el maltrato de un amo y aunque no supiera exactamente cuál era el de él y que temperamento tendría, el verlo aquí, le decía que no era muy duro con el chico.
Aquellas mujeres que limpiaban, algunas sin quejarse, otras quejándose por el sueño y el cansancio que tenían en el cuerpo, eran mujeres que habían llegado a refugiarse en aquel lugar, este era su hogar, no una prisión y como un hogar debían cuidarlo. Tenían algunas personas que habían la limpieza, pero en ocasiones era mejor acelerar el ritmo y comenzar a colaborar. Las mucamas estaban arriba, mientras los camareros arreglaban los almacenes y compraban el licor que se necesitaba, algunas cortesanas acomodaban las mesas o hacían otra cosa que estuviera desordenado. Algunas se molestaban de aquello, pero por trabajar y limpiar se ganaban algunos otros francos, no lo hacían de a gratis. Era una forma que Tania había encontrado para enseñarles otra labor, por si cuando quisieran largarse de aquel lugar pudieran encontrar algún trabajo decente y sus habilidades pudieran ayudarle de algún modo. Giro para ver al chico que se había quedado en la barra, los camareros estaban ocupados en los almacenes y había algunos trastes que lavar. Miro el rincón en donde estaban las copas acumulándose –Ven vamos a lavar los trastes- le dijo tomándose el trago de un golpe para luego dejar el vaso sucio en la barra y sujetar la bandeja en donde había la mayoría de vasos dejándole la segunda menos vacía al chico-busca el vaso en la barra y sígueme- le indico mientras entraba a la parte de mantenimiento en donde había una pequeña cocina y el lavadero en donde dejo los vasos sucios, espero que el joven llegara para quedarse a un lado mientras le sostenía el delantal para que comenzara con la labor impuesta por ella.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
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Re: Somatic Delusion [Privado]
¿Por qué el sol no se apagaba de una vez? Incluso podía ser para siempre. Lo que fuera con tal de que los días y su atronadora luz no existieran. Así podría trabajar siempre, disfrutar de éxtasis hasta que su cuerpo perdiera todo vestigio de sensibilidad para poder por fin disfrutar la muerte que significaba el dormir ¿O sería mejor esto último? Que fuera de noche para siempre para así no volver a despertar a la grotesca realidad en la que estaba sumido. Dormir era la solución a muchos de sus problemas, pero no servía más que como un paliativo que perdería efecto cuando abriese los ojos, porque sí, podía olvidarse de la sed, el hambre, el dolor, pero solo por un rato, porque esa triada de desgraciados iban a perseguirle por lo que le quedaba de vida, y no por falta de medios, sino por el capricho de un mocoso tirano que se negaba a dejarle comprar su libertad.
Podía seguir echando pestes sobre él en su cabeza mientras con la misma sonrisa afable atendía a la mujer, pero cuando se volteó para servir el vodka en el vaso apropiado la careta llegó a desplomarse por unos segundos, mostrando un semblante aterradoramente frío e indiferente, fiel reflejo de lo que había dentro de él en ese momento. Se le hicieron eternos esos instantes que pasó de espalda a ella, porque intuía el modo en el que iba a mirarlo, que en si no era desagradable de no ser por el desprecio que parecía acompañar con sus palabras.
¿Replicar o no replicar? Le era indiferente el hecho de que el asunto se convirtiera en una competencia de quien tuvo una vida peor, ya que a pesar de que a los ojos de otros probablemente él se hubiese ganado el premio por haber sobrevivido en el infierno por más de veinte años, para Yura no era tal, porque si algo era similar a una tortura era tener a Andrei como dueño, por lo que esas décadas no eran más que un día caluroso comparado con la actualidad. No porque fuese más cruel, que no lo era por supuesto, sino que porque pese a ser no más que una mascota, era una que sabía hacer trucos excelentes que eran vilmente desaprovechados por alguien que no parecía conocer el mundo. Era un juguete demasiado caro para alguien tan rústico.
- Me alegro que te divierta pensar en ello – dijo cuando la última gota de vodka cayó en el vaso - … - la mujer no le dio tiempo de responder a aquella vulgar broma sobre sus partes íntimas cuando comenzó de nuevo con algo que sí había dañado su orgullo ¿Una mazmorra? ¿No se le ocurría algo peor que eso? La regenta no parecía ser una mujer con poca experiencia, así que era cuestionable el hecho de que no conociera el bajo mundo de la trata de esclavos. Los burdeles eran solo la superficie en un mundo perverso en que ya no solo el cuerpo, sino que la viva misma podía estar a la venta. Bueno, tampoco es que necesitara que ella lo entendiera.
Simplemente era lo que le había tocado, no quería ni más ni menos, no era resignación ni conformidad, sino un extraño limbo de comodidad en el que no importaba aquella batalla saber quién había tenido la peor vida, porque no la conocía más allá del nombre de pila y el rostro sencillamente maquillado. Lo que había debajo de eso, la verdad es que de momento no tenía interés en conocerlo.
- Si hubieses tenido mi suerte tu orgullo te hubiese aconsejado cometer suicidio hace muchos años – se volteó, volviendo también a su expresión afable de antes al tiempo que con delicadeza dejaba el vaso a su merced – No pareces alguien que se deje someter de aquí – agregó poniendo un dedo en su sien para hacer referencia a su mente – Pero en mi mundo, si no lo haces, de un modo u otro tu amo lo sabrá – acotó con un poco de suave resignación en la voz.
¿Ese halago lo salvaría de tener que avocarse a esas mundanas tareas de limpieza? Por unos segundos tuvo la esperanza de que así sería, pero la cortesana ya había posado sus ojos en la pila de trastos, y no tardó en destruir la pequeña posibilidad de escaparse de esos quehaceres. Dejó escapar un tendido suspiro que coincidió con el ruido del vaso al posarse sobre la madera, y que fue secundado por un movimiento de hombros que expresaba la misma resignación. Qué más daba.
Cogió el vaso que en su borde tenía la huella de los labios ajenos, y lo ubicó estratégicamente en la bandeja que se le había asignado, de forma que se asegurara que no fuera a estrellarse contra el piso. Caminó tras ella a la diminuta cocina, solo para encontrarse con que le ofrecía un delantal. Alzó una ceja, incrédulo frente al hecho de que tuviese que usar tamaño trapo, pero de inmediato se devolvió a sí mismo a su sitio. Sin dejar la bandeja de vasos sobre el mueble que hacía las veces de encimera, sosteniendo la bandeja con una mano como si quisiera demostrar algo, y con la otra tomó el delantal que se le ofrecía, el que como es obvio no se calzó, sino que solo colgó en su hombro.
- Todos aquí se sacrifican ¿Y ni siquiera pueden invertir un poco en este tipo de servicios básicos? – preguntó al dejar la bandeja en la encimera, al lado de la que había un enorme recipiente de madera que contenía el agua y el jabón para limpiar la cristalería – Y por cierto – dijo para llamar su atención de lo que fuera que estuviese haciendo. Se volteó hacia ella, para quedar relativamente de frente, y le enseñó un vaso de los pequeños, uno de los que se usaban para los licores peligrosamente dañinos en exceso o bien los más ridículamente caros, lo sostuvo frente a él con una mano, mientras que con la otra alzó dos dedos – Que sea hombre no significa que esté libre que dos hombres quieran joderme al mismo tiempo – dijo antes de graficar el hecho introduciendo ambos dedos al pequeño vaso – Lo de los embarazos puedo concedértelo – finalizó, guiñándole un ojo, bastante divertido. Quizás pasar un tiempo en este lugar tan poco sofisticado tendría su lado bueno, estar rodeado con personas que entendían los gajes del oficio era algo que hace tiempo no experimentaba y ahora se le antojaba como unas no tan malas vacaciones.
Podía seguir echando pestes sobre él en su cabeza mientras con la misma sonrisa afable atendía a la mujer, pero cuando se volteó para servir el vodka en el vaso apropiado la careta llegó a desplomarse por unos segundos, mostrando un semblante aterradoramente frío e indiferente, fiel reflejo de lo que había dentro de él en ese momento. Se le hicieron eternos esos instantes que pasó de espalda a ella, porque intuía el modo en el que iba a mirarlo, que en si no era desagradable de no ser por el desprecio que parecía acompañar con sus palabras.
¿Replicar o no replicar? Le era indiferente el hecho de que el asunto se convirtiera en una competencia de quien tuvo una vida peor, ya que a pesar de que a los ojos de otros probablemente él se hubiese ganado el premio por haber sobrevivido en el infierno por más de veinte años, para Yura no era tal, porque si algo era similar a una tortura era tener a Andrei como dueño, por lo que esas décadas no eran más que un día caluroso comparado con la actualidad. No porque fuese más cruel, que no lo era por supuesto, sino que porque pese a ser no más que una mascota, era una que sabía hacer trucos excelentes que eran vilmente desaprovechados por alguien que no parecía conocer el mundo. Era un juguete demasiado caro para alguien tan rústico.
- Me alegro que te divierta pensar en ello – dijo cuando la última gota de vodka cayó en el vaso - … - la mujer no le dio tiempo de responder a aquella vulgar broma sobre sus partes íntimas cuando comenzó de nuevo con algo que sí había dañado su orgullo ¿Una mazmorra? ¿No se le ocurría algo peor que eso? La regenta no parecía ser una mujer con poca experiencia, así que era cuestionable el hecho de que no conociera el bajo mundo de la trata de esclavos. Los burdeles eran solo la superficie en un mundo perverso en que ya no solo el cuerpo, sino que la viva misma podía estar a la venta. Bueno, tampoco es que necesitara que ella lo entendiera.
Simplemente era lo que le había tocado, no quería ni más ni menos, no era resignación ni conformidad, sino un extraño limbo de comodidad en el que no importaba aquella batalla saber quién había tenido la peor vida, porque no la conocía más allá del nombre de pila y el rostro sencillamente maquillado. Lo que había debajo de eso, la verdad es que de momento no tenía interés en conocerlo.
- Si hubieses tenido mi suerte tu orgullo te hubiese aconsejado cometer suicidio hace muchos años – se volteó, volviendo también a su expresión afable de antes al tiempo que con delicadeza dejaba el vaso a su merced – No pareces alguien que se deje someter de aquí – agregó poniendo un dedo en su sien para hacer referencia a su mente – Pero en mi mundo, si no lo haces, de un modo u otro tu amo lo sabrá – acotó con un poco de suave resignación en la voz.
¿Ese halago lo salvaría de tener que avocarse a esas mundanas tareas de limpieza? Por unos segundos tuvo la esperanza de que así sería, pero la cortesana ya había posado sus ojos en la pila de trastos, y no tardó en destruir la pequeña posibilidad de escaparse de esos quehaceres. Dejó escapar un tendido suspiro que coincidió con el ruido del vaso al posarse sobre la madera, y que fue secundado por un movimiento de hombros que expresaba la misma resignación. Qué más daba.
Cogió el vaso que en su borde tenía la huella de los labios ajenos, y lo ubicó estratégicamente en la bandeja que se le había asignado, de forma que se asegurara que no fuera a estrellarse contra el piso. Caminó tras ella a la diminuta cocina, solo para encontrarse con que le ofrecía un delantal. Alzó una ceja, incrédulo frente al hecho de que tuviese que usar tamaño trapo, pero de inmediato se devolvió a sí mismo a su sitio. Sin dejar la bandeja de vasos sobre el mueble que hacía las veces de encimera, sosteniendo la bandeja con una mano como si quisiera demostrar algo, y con la otra tomó el delantal que se le ofrecía, el que como es obvio no se calzó, sino que solo colgó en su hombro.
- Todos aquí se sacrifican ¿Y ni siquiera pueden invertir un poco en este tipo de servicios básicos? – preguntó al dejar la bandeja en la encimera, al lado de la que había un enorme recipiente de madera que contenía el agua y el jabón para limpiar la cristalería – Y por cierto – dijo para llamar su atención de lo que fuera que estuviese haciendo. Se volteó hacia ella, para quedar relativamente de frente, y le enseñó un vaso de los pequeños, uno de los que se usaban para los licores peligrosamente dañinos en exceso o bien los más ridículamente caros, lo sostuvo frente a él con una mano, mientras que con la otra alzó dos dedos – Que sea hombre no significa que esté libre que dos hombres quieran joderme al mismo tiempo – dijo antes de graficar el hecho introduciendo ambos dedos al pequeño vaso – Lo de los embarazos puedo concedértelo – finalizó, guiñándole un ojo, bastante divertido. Quizás pasar un tiempo en este lugar tan poco sofisticado tendría su lado bueno, estar rodeado con personas que entendían los gajes del oficio era algo que hace tiempo no experimentaba y ahora se le antojaba como unas no tan malas vacaciones.
Yura- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2012
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Re: Somatic Delusion [Privado]
El dios que no se dejaba ver, era cada vez más caprichoso con los más desafortunados de su amada tierra. Tal vez si Eva no hubiera improvisado aquel acto idiota como provocar a Adán para que comiera con ella la manzana del conocimiento, estuvieran los humanos gozando de una distinta vida, sin dolor, sin prejuicios y todos desnudos, pues la vergüenza no estaría en nuestros pensamientos y nos parecería hermoso la piel de cualquier humano, serian todos iguales y nadie buscaría ser dueño de su igual. ¿Quién había dicho que no había pensado morir? Quitarse la vida, para ella era como una salida fácil para todo aquel sufrimiento que debió pasar después de pisar España y alejarse de su familia, tal vez ya no puede c0ntar las veces que en sus pensamientos estaba una vocecilla que le decía, le incitaba a buscar algo que le ayudara a quitarse la vida. ¿Por qué no lo había hecho? Tal vez por ser una simple puta cobarde, que prefirió tragarse todo y soportarlo hasta que todo su cuerpo se volviera lascivo como ellos querían, como ellos lo necesitaban, para que, cuando un hombre rozara una zona erógena, rápidamente reaccionara y como un ser automatizado, como un animal entrenado, entrara en un modo operando, el cual ella sabía muy bien como debía manejar. Las palabras del joven, eran más que acertadas, tal vez estaba odiándolo cada vez más, pues él sabía bien como era el negocio, que por suerte ella había podido escapar, aunque claro, solamente por un periodo, pues aun le seguían persiguiendo, ya no para atraparla y mantenerla prisionera para que trabajara con ellos, eso había quedado atrás, ahora su antiguo amo la odiaba a morir, deseaba verla muerta, destrozada, que sufriera cada uno de sus poros y células si fuera posible, todo porque ella se había rebelado contra él.
Adoraba molestarlo, era como una hermana mayor, fastidiando a su pequeño hermano menor, aunque no sabía cuántos años tenía, no creía que fuera muy viejo, pues aun se le veía algunos rasgos sutiles de adolescencia en su rostro y por eso es que atraía a las personas; mujeres y hombres por igual. Tal vez cuando aquellos rasgos maduraran, todos se olvidarían de él, su amo lo abandonaría como un juguete que ya no sirve y al final, solamente le quedaría la desgracia. Ese era el futuro de cada uno de los cortesanos; tanto hombres como mujeres. La belleza era lo más preciado para cada uno de ellos, pero esta tenia fecha de extinción y luego de cierto tiempo, nadie se interesaba por una cortesana experimentada, preferían las mujeres jóvenes, las adolecentes, las veían más atractivas, como un fruto nuevo que debían probar. Aquellas mujeres, comenzaban a creerse la flor más hermosa y alcanzaban una gran fama, pero luego de unos años, su flor se marchitaba y quedaban olvidadas como otras buenas cortesanas. Para suerte para Tania, ella era vieja, pero por alguna razón su sangre mezclada y mestiza, no solamente le daba una belleza exótica, si no, también, tenía una longevidad diferente a las mujeres de raza pura, como las pálidas francesas que abundaban en el lugar, su piel tostada no se arrugaba fácilmente; aunque ella sabía que luego de unos años mas lo haría. Su rostro era maduro pero tenía una juventud que muchas de su edad simplemente envidiaban.
Le quedo mirando cuando él se giro a verla, miro la demostración grafica y rio a carcajada –Bueno, un punto para ti- dijo con deseen, pero la verdad era que aquello le había divertido mucho. Se quedo por unos momentos pensativa, le iba a replicar sobre aquello, pues, Tania era una mujer que odiaba perder. Había que echarle la culpa a la libertad que sentía en esos momentos, aquella latina no era así hace muchos años atrás, pero luego de probar lo peor del mundo, se dio cuenta de que si no era fuerte, el te comería. –Debes tener algún talento- se cuestiono pensativa mientras le miraba tranquilamente, detallando el cuerpo del joven, tenía un aire femenino, pero no se dudaba que era un hombre –Dime… ¿Qué harías si pudiera alejarte de este mundo? ¿Tienes algún sueño que desees realizar?- luego de decir eso se volteo para acomodar algunos platos que estaban desordenado, acomodando los vasos de vidrio y uno que otro cubierto. En realidad le gustaba realizar las labores, tenía un metabolismo extraño, algunas mujeres la maldecían; como el joven lo hacía. Pues ella era la que había impuesto todas aquellas extrañas reglas de ayudar a ordenar, pero luego entenderían porque se las había puesto. Ellas no serian eternamente maquinas de sexo, tarde o temprano todo se iba y nada quedaba, así que debían aprender al menos los medios básicos para sobrevivir.
Adoraba molestarlo, era como una hermana mayor, fastidiando a su pequeño hermano menor, aunque no sabía cuántos años tenía, no creía que fuera muy viejo, pues aun se le veía algunos rasgos sutiles de adolescencia en su rostro y por eso es que atraía a las personas; mujeres y hombres por igual. Tal vez cuando aquellos rasgos maduraran, todos se olvidarían de él, su amo lo abandonaría como un juguete que ya no sirve y al final, solamente le quedaría la desgracia. Ese era el futuro de cada uno de los cortesanos; tanto hombres como mujeres. La belleza era lo más preciado para cada uno de ellos, pero esta tenia fecha de extinción y luego de cierto tiempo, nadie se interesaba por una cortesana experimentada, preferían las mujeres jóvenes, las adolecentes, las veían más atractivas, como un fruto nuevo que debían probar. Aquellas mujeres, comenzaban a creerse la flor más hermosa y alcanzaban una gran fama, pero luego de unos años, su flor se marchitaba y quedaban olvidadas como otras buenas cortesanas. Para suerte para Tania, ella era vieja, pero por alguna razón su sangre mezclada y mestiza, no solamente le daba una belleza exótica, si no, también, tenía una longevidad diferente a las mujeres de raza pura, como las pálidas francesas que abundaban en el lugar, su piel tostada no se arrugaba fácilmente; aunque ella sabía que luego de unos años mas lo haría. Su rostro era maduro pero tenía una juventud que muchas de su edad simplemente envidiaban.
Le quedo mirando cuando él se giro a verla, miro la demostración grafica y rio a carcajada –Bueno, un punto para ti- dijo con deseen, pero la verdad era que aquello le había divertido mucho. Se quedo por unos momentos pensativa, le iba a replicar sobre aquello, pues, Tania era una mujer que odiaba perder. Había que echarle la culpa a la libertad que sentía en esos momentos, aquella latina no era así hace muchos años atrás, pero luego de probar lo peor del mundo, se dio cuenta de que si no era fuerte, el te comería. –Debes tener algún talento- se cuestiono pensativa mientras le miraba tranquilamente, detallando el cuerpo del joven, tenía un aire femenino, pero no se dudaba que era un hombre –Dime… ¿Qué harías si pudiera alejarte de este mundo? ¿Tienes algún sueño que desees realizar?- luego de decir eso se volteo para acomodar algunos platos que estaban desordenado, acomodando los vasos de vidrio y uno que otro cubierto. En realidad le gustaba realizar las labores, tenía un metabolismo extraño, algunas mujeres la maldecían; como el joven lo hacía. Pues ella era la que había impuesto todas aquellas extrañas reglas de ayudar a ordenar, pero luego entenderían porque se las había puesto. Ellas no serian eternamente maquinas de sexo, tarde o temprano todo se iba y nada quedaba, así que debían aprender al menos los medios básicos para sobrevivir.
Tania Fernandez- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 16/02/2012
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