AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Eclipse.
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El Eclipse.
Un viento cálido susurraba desde oriente,
Trayendo algo más que el aire consigo…
Aquella noche las sombras habían llegado a Paris,
Era noche de Eclipse…
Camine con rapidez hasta lo que era el salón de aquella mansión, portando conmigo el necromicon y un pergamino enrollado entre mis brazos, me dirigi con decisión haciendo que las puertas se abrieran solas de par en par para dejarme pasar.
Avance con mi semblante sereno y mire a los dos presentes, con lentitud. Fijándome en quien acaba de llegar.
Lamento….
Haberos hecho esperar.
Sonreí de medio lado mientras me acercaba a la enorme mesa redonda. Donde deposite con calma el libro, y deje el rollo de pergamino, sujetándolo por un extremo mientras tiraba de el dejando que se desenrollase cual largo que era sobre la mesa.
Aquel papiro se encontraba lleno de escrituras, grabados, símbolos egipcios, y algunos paganos, provenientes de las diversas ramas de la brujería. En su centro un mapa del mundo se mostraba en un delicado y detallado dibujo realizado hace milenios, -obviamente con sangre- Claro que esta estaba oscura y parecía simple tinta sobre el papel.
Ya falta poco para la media noche…Debemos esperar a que acabe la última campanada del día de hoy para poder comenzar.
Aquel ritual, era extremadamente sencillo si se tenían las reliquias cerca. Así que en aquella ocasión no sería distinto.
Erlend se hallaba en el jardín. Disponiendo de los últimos preparativos. Creando algunos conjuros protectores, y seguramente esperándonos.
Abrí en necromicon y comencé a pasar páginas con sutileza, buscando la que requería. Aunque sabía perfectamente la página que buscaba, simplemente me estaba haciendo el pensativo pues en realidad estaba espiando a aquel par.
La súcubus por un lado me miraba de reojo a mi y también al adultero. Tiñendo su rostro con una gran pena cuando sus ojos se encontraban por accidente con aquel inmortal. Su aspecto era impecable, sus lagos cabellos caían en perfecta armonía, pareciendo incluso que sus ojos melancólicos le diesen un aire aun más hermoso y torturado.
Y él…
¿Qué decir de él? Se hallaba apoyado en el piano de cola, observando el vacio con los brazos cruzados a la altura del pecho. Parecía pensativo como si no estuviese realmente allí con nosotros, su rostro se veía cansado y algo ojeroso además de disgustado. Fue entonces cuando sus ojos dejaron de mirar el vacio para clavarse en los míos.
Contemple esa mirada gris un instante antes de volver a fijarme en las palabras escritas en el necromicon.
Palpe el texto con mis dedos y comencé a leer mentalmente uno de los tantos versos de invocación.
"El tormento convocado se desatara esta noche…
Entre susurros, entre olvidos….Entre almas en penumbras
-…Si…Así es…hemos compartido el lecho tantas veces…
entre sombras de la noche, entre fantasmas del pasado…
-Tantas tantas veces que no se cómo es que aún le quedan fuerzas para estar aquí…
Sombras de oriente….sombras de occidente….
-¿Quieres verlo?..."
No tuve que alzar la vista hacia él para ver que seguramente ahora estaría furioso y posiblemente con los colmillos fuera…
Sonreí con malicia mientras pasaba la pagina del libro, para continuar cerrandolo con suavidad. Eleve el rostro con calma y contemple a Eyra que ahora me miraba.
Ya es la hora. Sera mejor que vayamos al jardín.
Las campanadas comenzaron a sonar, una a una, llenando el silencio mientras ellos dos se miraban en silencio como si conversaran mentalmente, antes de abandonar la habitación…
Trayendo algo más que el aire consigo…
Aquella noche las sombras habían llegado a Paris,
Era noche de Eclipse…
Camine con rapidez hasta lo que era el salón de aquella mansión, portando conmigo el necromicon y un pergamino enrollado entre mis brazos, me dirigi con decisión haciendo que las puertas se abrieran solas de par en par para dejarme pasar.
Avance con mi semblante sereno y mire a los dos presentes, con lentitud. Fijándome en quien acaba de llegar.
Lamento….
Haberos hecho esperar.
Sonreí de medio lado mientras me acercaba a la enorme mesa redonda. Donde deposite con calma el libro, y deje el rollo de pergamino, sujetándolo por un extremo mientras tiraba de el dejando que se desenrollase cual largo que era sobre la mesa.
Aquel papiro se encontraba lleno de escrituras, grabados, símbolos egipcios, y algunos paganos, provenientes de las diversas ramas de la brujería. En su centro un mapa del mundo se mostraba en un delicado y detallado dibujo realizado hace milenios, -obviamente con sangre- Claro que esta estaba oscura y parecía simple tinta sobre el papel.
Ya falta poco para la media noche…Debemos esperar a que acabe la última campanada del día de hoy para poder comenzar.
Aquel ritual, era extremadamente sencillo si se tenían las reliquias cerca. Así que en aquella ocasión no sería distinto.
Erlend se hallaba en el jardín. Disponiendo de los últimos preparativos. Creando algunos conjuros protectores, y seguramente esperándonos.
Abrí en necromicon y comencé a pasar páginas con sutileza, buscando la que requería. Aunque sabía perfectamente la página que buscaba, simplemente me estaba haciendo el pensativo pues en realidad estaba espiando a aquel par.
La súcubus por un lado me miraba de reojo a mi y también al adultero. Tiñendo su rostro con una gran pena cuando sus ojos se encontraban por accidente con aquel inmortal. Su aspecto era impecable, sus lagos cabellos caían en perfecta armonía, pareciendo incluso que sus ojos melancólicos le diesen un aire aun más hermoso y torturado.
Y él…
¿Qué decir de él? Se hallaba apoyado en el piano de cola, observando el vacio con los brazos cruzados a la altura del pecho. Parecía pensativo como si no estuviese realmente allí con nosotros, su rostro se veía cansado y algo ojeroso además de disgustado. Fue entonces cuando sus ojos dejaron de mirar el vacio para clavarse en los míos.
Contemple esa mirada gris un instante antes de volver a fijarme en las palabras escritas en el necromicon.
Palpe el texto con mis dedos y comencé a leer mentalmente uno de los tantos versos de invocación.
"El tormento convocado se desatara esta noche…
Entre susurros, entre olvidos….Entre almas en penumbras
-…Si…Así es…hemos compartido el lecho tantas veces…
entre sombras de la noche, entre fantasmas del pasado…
-Tantas tantas veces que no se cómo es que aún le quedan fuerzas para estar aquí…
Sombras de oriente….sombras de occidente….
-¿Quieres verlo?..."
No tuve que alzar la vista hacia él para ver que seguramente ahora estaría furioso y posiblemente con los colmillos fuera…
Sonreí con malicia mientras pasaba la pagina del libro, para continuar cerrandolo con suavidad. Eleve el rostro con calma y contemple a Eyra que ahora me miraba.
Ya es la hora. Sera mejor que vayamos al jardín.
Las campanadas comenzaron a sonar, una a una, llenando el silencio mientras ellos dos se miraban en silencio como si conversaran mentalmente, antes de abandonar la habitación…
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 29/11/2011
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Re: El Eclipse.
Jerarld había llegado demasiado puntual al lugar de reunión en el que llevaríamos a cabo aquél ritual para encontrar a mi pequeño Zephyr. En el salón, él se había sentado en uno de aquellos sillones durante horas, pese a que Erlend nos había dado privacidad en cuanto adivinó que algo mal había en nosotros. Yo me escabullí hacia la ventana, esperando que Zhepyr, el brujo, regresara pronto para que pudiésemos empezar cuanto antes, y es que, pese a querer hablar con mi marido, lo cierto era que no sabía cómo empezar...
Erlend, llegado a visitarme a media tarde, me había traído noticias sobre Jerarld, quién había permanecido varias semanas desaparecido tras haber encontrado la carta de Démian. Preocupada, le pedí a él y no a Zhepyr, que le encontrara. Él lo hizo y había venido para contarme lo sucedido durante ese breve período. Supe entonces de su boca, que Jerarld había tenido que educar a una neófita que él mismo había convertido, Roxanne, la cortesana por la que me había abandonado hacía ya varios meses. Si aquella noticia me sorprendió, más lo hizo cuando me comunicó de su fallecimiento, un hecho que sin duda, había matado en vida a Jerarld, quién intento socorrerla pero... falló.
No pude ocultar mi alivio al conocer sus detalles, pues siempre había creído que ella era la culpable de nuestra ruptura. Bueno, ella y los niños, por los que Jerarld daría mi vida antes que arriesgarse por mí. Estaba claro que no amaba a nadie más que a sus hijos y aquello, aunque podía enternecerme, me desquiciaba hasta límites insospechados. Y ahora, situado junto al piano de cola mientras Zhepyr buscaba el hechizo en aquél polvoriento libro, sólo podía pensar en cuánto había extrañado a mi marido, pese a que el brujo hubiese amenizado aquella espera con su lujuriosa compañía.
De pronto, Jerarld se tensó y sus ojos recuperaron el centello que había perdido desde que se había sumido en sus pensamientos, unos que probablemente, rozaban el dolor y la angustia al recordarla a ella. Fruncí el ceño y seguí el rumbo de su fiera mirada que se centraba en Zhepyr, quién de pronto, indicó que era la hora de reunirnos en el jardín junto a Erlend, quién permanecía sentado sobre el césped con las piernas cruzadas y los ojos cerrados mientras cantaba entre susurros en un idioma que desconocía.
- ¿Y ahora qué?- les pedí a los hechiceros un tanto ansiosa, sentándome junto a Erlend para formar un círculo con la compañía de Jerarld y Zhepyr, quienes se fueron colocando en silencio a nuestro lado.
Aun y esperando la respuesta a mi petición, extraje el anillo de Osiris que Jerarld me había regalado cuando me pidió matrimonio aquella noche en el castillo en ruinas de las afueras. Recordé, mientras pasaba la yema de mis dedos por aquella extraodinaria pieza, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada iluminada que nos brindó el decir sí, quiero hacía tan solo cinco años. Suspiré melancólica y cedí el anillo a Zhepyr, quién acarició mi mano antes de tomarlo y sonreírme pícaramente ante la incomodidad del resto de los presentes.
Erlend, llegado a visitarme a media tarde, me había traído noticias sobre Jerarld, quién había permanecido varias semanas desaparecido tras haber encontrado la carta de Démian. Preocupada, le pedí a él y no a Zhepyr, que le encontrara. Él lo hizo y había venido para contarme lo sucedido durante ese breve período. Supe entonces de su boca, que Jerarld había tenido que educar a una neófita que él mismo había convertido, Roxanne, la cortesana por la que me había abandonado hacía ya varios meses. Si aquella noticia me sorprendió, más lo hizo cuando me comunicó de su fallecimiento, un hecho que sin duda, había matado en vida a Jerarld, quién intento socorrerla pero... falló.
No pude ocultar mi alivio al conocer sus detalles, pues siempre había creído que ella era la culpable de nuestra ruptura. Bueno, ella y los niños, por los que Jerarld daría mi vida antes que arriesgarse por mí. Estaba claro que no amaba a nadie más que a sus hijos y aquello, aunque podía enternecerme, me desquiciaba hasta límites insospechados. Y ahora, situado junto al piano de cola mientras Zhepyr buscaba el hechizo en aquél polvoriento libro, sólo podía pensar en cuánto había extrañado a mi marido, pese a que el brujo hubiese amenizado aquella espera con su lujuriosa compañía.
De pronto, Jerarld se tensó y sus ojos recuperaron el centello que había perdido desde que se había sumido en sus pensamientos, unos que probablemente, rozaban el dolor y la angustia al recordarla a ella. Fruncí el ceño y seguí el rumbo de su fiera mirada que se centraba en Zhepyr, quién de pronto, indicó que era la hora de reunirnos en el jardín junto a Erlend, quién permanecía sentado sobre el césped con las piernas cruzadas y los ojos cerrados mientras cantaba entre susurros en un idioma que desconocía.
- ¿Y ahora qué?- les pedí a los hechiceros un tanto ansiosa, sentándome junto a Erlend para formar un círculo con la compañía de Jerarld y Zhepyr, quienes se fueron colocando en silencio a nuestro lado.
Aun y esperando la respuesta a mi petición, extraje el anillo de Osiris que Jerarld me había regalado cuando me pidió matrimonio aquella noche en el castillo en ruinas de las afueras. Recordé, mientras pasaba la yema de mis dedos por aquella extraodinaria pieza, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada iluminada que nos brindó el decir sí, quiero hacía tan solo cinco años. Suspiré melancólica y cedí el anillo a Zhepyr, quién acarició mi mano antes de tomarlo y sonreírme pícaramente ante la incomodidad del resto de los presentes.
Arlette- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 502
Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Eclipse.
Puntualidad…¿Porque habia tenido que ser tan puntual?
La verdad es que el concepto del tiempo estaba siendo algo tortuoso conmigo.
Habían pasado cinco días desde aquella tragedia y yo me seguía sintiendo como si hubiese sido ayer.
Situado en el salón de Eyra, me acomode apoyándome en el piano. Me cruce de brazos Intentando mantener mi mente lejos de los recuerdos, lejos de todo lo que habían sido estos días atrás…Pues el recuerdo de todo lo vivido, aun estaba demasiado fresco para mí.
Aun podía ver los ojos claros de Roxanne, o su mano extendida hacia mí cada vez que cerraba los ojos. Y aquello era un sutil tormento que se alargaba con los días. Sin embargo intentaba hacerme a la idea de lo ocurrido, y no pensar en ello sobretodo por Elle y Gabriél, los cuales seguían traumatizados ante la forma de morir de su madre.
Solté un suspiro antes de desviar la vista hacia ella…Pues Eyra estaba allí conmigo desde que había llegado y aun no había sido capaz de dirigirle la palabra.
Tenía tantas cosas que decirle, tenía tantas cosas que preguntarle e incluso que explicarle…Y sin embargo no podía. No podía decirle nada aun. Como si algo en mi se hubiese estropeado y me hubiese convertido en algo vacio y sinsentido que no sabía siquiera como hablarle a la que aun era mi esposa.
Hice una mueca de disgusto. Me sentía como la sombra de lo que algún día fui, sin embargo el hilo de mis pensamientos se vio enturbiado en cuanto aquel hombre, “Zephyr” entró en la habitación.
Eyra me habia hablado de su extraño plan y de aquellos brujos, pero lo cierto es que no estaba tan seguro de sus propósitos. ¿De veras era posible que ellos encontrasen el paradero de nuestro hijo?...Sonaba como algo tan idílico y lejano que ellos pudiesen dar con él, que aun no me lo podía creer del todo.
Escuche como sus pasos le conducían a la mesa, y aunque no le miré, me centre en su mente. Percatándome en el acto de sus palabras y en las imágenes que me mostraba. Aquello me saco de mis cavilaciones en seguida, me puso alerta y me devolvió la vida como si acabasen de darme un puñetazo.
“Pero que!...”
Zhepyr!...Arrogante malnacido… Como osaba!!!…¿cómo se atrevía siquiera a enseñarme aquello!!!??? Observe con todo lujo de detalles aquel baño de sangre e incluso la lluvia que había recorrido sus pieles cuando aquella tormenta les había pillado en el jardín…en aquella fuente…
En aquel momento me acorde de todos los ancestros de aquel brujo, notando como un odio sin sentido crecía en mi interior. Pues sabía perfectamente que Eyra se consolaría con otros en mi ausencia…oh y tanto que lo sabia!….Lo que no me esperaba que es que aquel desgraciado tuviese el descaro de restregármelo en la cara por ella. ¿O es que ella quería que yo viese todo eso?
En aquel momento dudé.
Salí al jardín dejando al par atrás. Pues no podía mirarles…No quería mirar a Eyra. Ni quería ver al brujo, ya que ahora mismo no sabía si podría siquiera observarle sin sentir deseos de hacerle un nudo de corbata con sus tripas…
La verdad es que el concepto del tiempo estaba siendo algo tortuoso conmigo.
Habían pasado cinco días desde aquella tragedia y yo me seguía sintiendo como si hubiese sido ayer.
Situado en el salón de Eyra, me acomode apoyándome en el piano. Me cruce de brazos Intentando mantener mi mente lejos de los recuerdos, lejos de todo lo que habían sido estos días atrás…Pues el recuerdo de todo lo vivido, aun estaba demasiado fresco para mí.
Aun podía ver los ojos claros de Roxanne, o su mano extendida hacia mí cada vez que cerraba los ojos. Y aquello era un sutil tormento que se alargaba con los días. Sin embargo intentaba hacerme a la idea de lo ocurrido, y no pensar en ello sobretodo por Elle y Gabriél, los cuales seguían traumatizados ante la forma de morir de su madre.
Solté un suspiro antes de desviar la vista hacia ella…Pues Eyra estaba allí conmigo desde que había llegado y aun no había sido capaz de dirigirle la palabra.
Tenía tantas cosas que decirle, tenía tantas cosas que preguntarle e incluso que explicarle…Y sin embargo no podía. No podía decirle nada aun. Como si algo en mi se hubiese estropeado y me hubiese convertido en algo vacio y sinsentido que no sabía siquiera como hablarle a la que aun era mi esposa.
Hice una mueca de disgusto. Me sentía como la sombra de lo que algún día fui, sin embargo el hilo de mis pensamientos se vio enturbiado en cuanto aquel hombre, “Zephyr” entró en la habitación.
Eyra me habia hablado de su extraño plan y de aquellos brujos, pero lo cierto es que no estaba tan seguro de sus propósitos. ¿De veras era posible que ellos encontrasen el paradero de nuestro hijo?...Sonaba como algo tan idílico y lejano que ellos pudiesen dar con él, que aun no me lo podía creer del todo.
Escuche como sus pasos le conducían a la mesa, y aunque no le miré, me centre en su mente. Percatándome en el acto de sus palabras y en las imágenes que me mostraba. Aquello me saco de mis cavilaciones en seguida, me puso alerta y me devolvió la vida como si acabasen de darme un puñetazo.
“Pero que!...”
Zhepyr!...Arrogante malnacido… Como osaba!!!…¿cómo se atrevía siquiera a enseñarme aquello!!!??? Observe con todo lujo de detalles aquel baño de sangre e incluso la lluvia que había recorrido sus pieles cuando aquella tormenta les había pillado en el jardín…en aquella fuente…
En aquel momento me acorde de todos los ancestros de aquel brujo, notando como un odio sin sentido crecía en mi interior. Pues sabía perfectamente que Eyra se consolaría con otros en mi ausencia…oh y tanto que lo sabia!….Lo que no me esperaba que es que aquel desgraciado tuviese el descaro de restregármelo en la cara por ella. ¿O es que ella quería que yo viese todo eso?
En aquel momento dudé.
Salí al jardín dejando al par atrás. Pues no podía mirarles…No quería mirar a Eyra. Ni quería ver al brujo, ya que ahora mismo no sabía si podría siquiera observarle sin sentir deseos de hacerle un nudo de corbata con sus tripas…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: El Eclipse.
Salí al jardín y contemple como las oscuras nubes se alejaban en el cielo, mostrando la noche negra, donde el eclipse comenzaba a tener lugar ante nosotros.
Camine con el necromicon bajo mi brazo y el papiro enrollado con aquel mapa.
Me acerque al grupo y tome el anillo de Eyra con una sonrisa en mis labios. El rostro tenso del adultero me complació de forma inimaginable.
Me quede junto con ellos. Quedando los cuatro formando un círculo. Erlend se encontraba frente a mí, Eyra a mi derecha, y a mi izquierda, con una mirada gris glacial; el marido infiel.
Erlend se levanto y yo le extendí el papiro para que así él lo desplegase frente a una especie de bandeja situada en el suelo.Pues allí, en medio de los cuatro, un recipiente de color metalico similar a una bandeja de plata -de unos cincuenta centímetros de diámetro- descansaba con un líquido brillante sobre ella. Un liquido similar al agua, transparente y cristalino.
Erlend tomo el papiro entre sus manos sumergiéndolo un instante en aquellas “aguas” para sacarlo de inmediato, y apartarlo a un lado. El papel no se había mojado ni se había dañado en lo mas mínimo, pues aquello no era agua. Sin embargo, poco a poco comenzaron a nacer ondas en aquel liquido transparente, comenzando a formarse extraños dibujos, que como la tinta, se desparramaban en aquella superficie. Quedando grabada en las aguas el dibujo de aquel mapa que Erlend había sumergido.
En aquel momento, pedí al adultero que se subiera la manga de la camisa, notando su mirada un tanto perpleja, sin embargo se encontró con los ojos de Eyra y ella asintió. Asi que él hizo lo que le pedí, extendiendo su brazo ante mí.
Aquel hombre me miro fijamente, desafiante, serio, diría que incluso amenazador. Y yo le observe un momento notando como una suave sonrisa se depositaba en mis labios. Por un instante aquella mirada se me había hecho familiar, como si la hubiese visto ya demasiadas veces... Seria por visualizarle en tantas ocasiones cuando le espiaba a él y a Eyra, antes de entrar en sus vidas en busca del anillo de Isis… quien sabe…
Fue entonces que tome un pequeño pincho de oro macizo de mi abrigo rojo, un pequeño elemento punzante, puntiagudo y en forma de daga, parecido a una gran aguja de coser plana. Su largo era de de unos diez centímetros.
Tome la muñeca del infiel, subiendo aun más su camisa y dejando la blanca piel a la vista. Entonces comencé a dibujar símbolos egipcios en él, en todo el antebrazo. Apreciando como la sangre oscura comenzaba a desparramarse, mientras yo continuaba haciendo los dibujos necesarios hasta llegar a la muñeca, donde levante ligeramente aquel pincho para después ensartárselo de lleno, atravesando su muñeca mientras el infiel me gruñía, mostrándome los dientes ahora afilados. Pero entonces tome la mano de Eyra depositándola bajo la suya.
Su sangre oscura comenzó a derramarse sobre la mano de ella. Y entonces ambos se pusieron de rodillas -uno frente al otro- sin que nadie dijese nada, incluso ellos mismos se miraron perplejos, como si hubiesen sido empujados por una fuerza invisible. Mientras sus manos unidas descansaban arriba de aquella bandeja.
El eclipse se encontraba en su punto álgido. Llenándolo todo de oscuridad y de sombras que ahora danzaban entre susurros a nuestro alrededor. Envolviéndonos en una atmosfera fría.
Entonces yo abrí el Necromicón, y comencé a recitar.
"En el nombre de los muertos, Dioses de la oscuridad,
Yo invoco las fuerzas de las sombras y su Protección Divina
Para que los átomos vivientes de estas manifestaciones
Sean inhalados por nosotros como un canal único
Mostrando ante nosotros, el destino.
El principio.
El origen de esta unificación…
Yo invoco tu presencia, y te obligo a mostrarte ante mi.
Por el sacrificio de una madre…
Por la sangre del padre…
Y su vinculo de unión..."
Cerré el libro de golpe mientras miraba a Erlend frente a mí. En aquel momento nuestras auras comenzaron a irradiar con fuerza, la mía oscura como si fuesen llamas negras que irradiase de mi piel, y la de él blancas, como si la luz saliese de su cuerpo. Nuestras reliquias parecían incluso brillar con vida propia, pues su magia se manifestaba ante nosotros.
Ambos asentimos extendiendo nuestro brazo derecho sobre las cabezas de ellos dos, para cerrar los ojos y hacer ambos un movimiento con nuestras manos de izquierda a derecha. Como si quisiéramos sujetar el aire entre nuestros dedos, para terminar con las manos cerradas en un puño.
Aquello era una forma de abrir el camino, usando nuestras influencias mágicas, para hacer que se rebelase la verdad, y el paradero de aquel sujeto perdido.
Las gotas de la sangre de Jerarld cayeron insistentemente de aquella herida, ya que la pequeña daga aun se enterraba en su carne, deslizándose sobre la mano de Eyra antes de caer en las aguas. Difuminándose y perdiéndose para después tomar forma como si de tinta se tratase, comenzando a arremolinarse en una parte del mapa.
La imagen del mismo comenzó a ampliarse poco a poco a poco, mientras la sangre seguía arremolinándose sobre aquella superficie, señalando un punto especifico, un lugar especifico, un lugar con nombre propio.
Mientras ellos absortos, observaban el lugar indicado, abriendo sus ojos de par en par cuando las aguas comenzaron a mostrar colores, paisajes, y luego el caminar de alguien, sus manos, un atisbo de sonrisa y finalmente unos ojos grises que se cerraron como si aquel sujeto se hubiese dormido entre las ondas de aquellas aguas, para desaparecer entre el remolino volviendo a convertirse en simplemente una superficie cristalina y lisa.
Acababan de presenciar detalles de quien buscaban.
El lugar había sido descifrado mientras la luna comenzaba a tomar la tonalidad que tenia cada día…
El eclipse había acabado.
Camine con el necromicon bajo mi brazo y el papiro enrollado con aquel mapa.
Me acerque al grupo y tome el anillo de Eyra con una sonrisa en mis labios. El rostro tenso del adultero me complació de forma inimaginable.
Me quede junto con ellos. Quedando los cuatro formando un círculo. Erlend se encontraba frente a mí, Eyra a mi derecha, y a mi izquierda, con una mirada gris glacial; el marido infiel.
Erlend se levanto y yo le extendí el papiro para que así él lo desplegase frente a una especie de bandeja situada en el suelo.Pues allí, en medio de los cuatro, un recipiente de color metalico similar a una bandeja de plata -de unos cincuenta centímetros de diámetro- descansaba con un líquido brillante sobre ella. Un liquido similar al agua, transparente y cristalino.
Erlend tomo el papiro entre sus manos sumergiéndolo un instante en aquellas “aguas” para sacarlo de inmediato, y apartarlo a un lado. El papel no se había mojado ni se había dañado en lo mas mínimo, pues aquello no era agua. Sin embargo, poco a poco comenzaron a nacer ondas en aquel liquido transparente, comenzando a formarse extraños dibujos, que como la tinta, se desparramaban en aquella superficie. Quedando grabada en las aguas el dibujo de aquel mapa que Erlend había sumergido.
En aquel momento, pedí al adultero que se subiera la manga de la camisa, notando su mirada un tanto perpleja, sin embargo se encontró con los ojos de Eyra y ella asintió. Asi que él hizo lo que le pedí, extendiendo su brazo ante mí.
Aquel hombre me miro fijamente, desafiante, serio, diría que incluso amenazador. Y yo le observe un momento notando como una suave sonrisa se depositaba en mis labios. Por un instante aquella mirada se me había hecho familiar, como si la hubiese visto ya demasiadas veces... Seria por visualizarle en tantas ocasiones cuando le espiaba a él y a Eyra, antes de entrar en sus vidas en busca del anillo de Isis… quien sabe…
Fue entonces que tome un pequeño pincho de oro macizo de mi abrigo rojo, un pequeño elemento punzante, puntiagudo y en forma de daga, parecido a una gran aguja de coser plana. Su largo era de de unos diez centímetros.
Tome la muñeca del infiel, subiendo aun más su camisa y dejando la blanca piel a la vista. Entonces comencé a dibujar símbolos egipcios en él, en todo el antebrazo. Apreciando como la sangre oscura comenzaba a desparramarse, mientras yo continuaba haciendo los dibujos necesarios hasta llegar a la muñeca, donde levante ligeramente aquel pincho para después ensartárselo de lleno, atravesando su muñeca mientras el infiel me gruñía, mostrándome los dientes ahora afilados. Pero entonces tome la mano de Eyra depositándola bajo la suya.
Su sangre oscura comenzó a derramarse sobre la mano de ella. Y entonces ambos se pusieron de rodillas -uno frente al otro- sin que nadie dijese nada, incluso ellos mismos se miraron perplejos, como si hubiesen sido empujados por una fuerza invisible. Mientras sus manos unidas descansaban arriba de aquella bandeja.
El eclipse se encontraba en su punto álgido. Llenándolo todo de oscuridad y de sombras que ahora danzaban entre susurros a nuestro alrededor. Envolviéndonos en una atmosfera fría.
Entonces yo abrí el Necromicón, y comencé a recitar.
"En el nombre de los muertos, Dioses de la oscuridad,
Yo invoco las fuerzas de las sombras y su Protección Divina
Para que los átomos vivientes de estas manifestaciones
Sean inhalados por nosotros como un canal único
Mostrando ante nosotros, el destino.
El principio.
El origen de esta unificación…
Yo invoco tu presencia, y te obligo a mostrarte ante mi.
Por el sacrificio de una madre…
Por la sangre del padre…
Y su vinculo de unión..."
Cerré el libro de golpe mientras miraba a Erlend frente a mí. En aquel momento nuestras auras comenzaron a irradiar con fuerza, la mía oscura como si fuesen llamas negras que irradiase de mi piel, y la de él blancas, como si la luz saliese de su cuerpo. Nuestras reliquias parecían incluso brillar con vida propia, pues su magia se manifestaba ante nosotros.
Ambos asentimos extendiendo nuestro brazo derecho sobre las cabezas de ellos dos, para cerrar los ojos y hacer ambos un movimiento con nuestras manos de izquierda a derecha. Como si quisiéramos sujetar el aire entre nuestros dedos, para terminar con las manos cerradas en un puño.
Aquello era una forma de abrir el camino, usando nuestras influencias mágicas, para hacer que se rebelase la verdad, y el paradero de aquel sujeto perdido.
Las gotas de la sangre de Jerarld cayeron insistentemente de aquella herida, ya que la pequeña daga aun se enterraba en su carne, deslizándose sobre la mano de Eyra antes de caer en las aguas. Difuminándose y perdiéndose para después tomar forma como si de tinta se tratase, comenzando a arremolinarse en una parte del mapa.
La imagen del mismo comenzó a ampliarse poco a poco a poco, mientras la sangre seguía arremolinándose sobre aquella superficie, señalando un punto especifico, un lugar especifico, un lugar con nombre propio.
Mientras ellos absortos, observaban el lugar indicado, abriendo sus ojos de par en par cuando las aguas comenzaron a mostrar colores, paisajes, y luego el caminar de alguien, sus manos, un atisbo de sonrisa y finalmente unos ojos grises que se cerraron como si aquel sujeto se hubiese dormido entre las ondas de aquellas aguas, para desaparecer entre el remolino volviendo a convertirse en simplemente una superficie cristalina y lisa.
Acababan de presenciar detalles de quien buscaban.
El lugar había sido descifrado mientras la luna comenzaba a tomar la tonalidad que tenia cada día…
El eclipse había acabado.
Zhepyr D. Asrhan- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
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Re: El Eclipse.
Δελφοί como lo conocían los antiguos griegos, Delfos para nuestra civilización de habla latina como lo era el francés, era el lugar elegido por mi hijo, Zephyr, para conocer la verdad de su linaje.
Había estado en Delfos y lo cierto era, que no guardaba demasiados buenos recuerdos de aquél largo viaje hacia tierras helénicas. Aquél recinto religioso en ruinas, abandonado tras caer a manos de los romanos ya en el siglo IV antes de Cristo, se ubicaba en una meseta de la ladera meridional del monte Parnaso. Frente al santuario de Apolo que se encontraba en el mismo complejo arquitectónico, se abría el estrecho valle del río Pleistos, hallándose la ciudad de Delfos entre dos estribaciones montañosas. En mi visita, me sorprendió el contraste entre la ondulada llanura de Crisa, cubierta de verdes olivos que se extendían entre Delfos y el no muy lejano golfo de Corinto, y el severo paisaje agreste del santuario. Sólo habían tres caminos mediante los cuales se podía acceder a la ciudad, siendo ésta súmamente inaccesible: uno era desde Skiste, al este, y dos más al oeste, desde Anfisa y desde Crisa, siendo éste último el más llano y concurrido, aunque también el más largo de los tres. El único lado de la ciudad no defendido por accidentes naturales era el sur, donde se había construido una muralla, situándose el templo bajo la ciudad, junto a las rocas Fedríades entre construcciones sagradas, recinto circundado por una muralla y atravesado por la vía sagrada, flanqueada a su vez por los edificios de los tesaurus de los pueblos vinculados a su oráculo; la vía sagrada llegaba al templo hexástilo y de orden dórico, dando entrada a un recinto subterráneo donde, delante del ónfalos, en la antigüedad, la Pitia bebía agua de la fuente Castalia y hacía su profecía mediante emanaciones gaseosas que salían de una hendidura de la roca, probablemente, tóxicas y alucinativas.
- Gracias, Zhepyr, de veras, no sé cómo agradecer todo cuanto has hecho por mí, eres un buen amigo.- dije al fin, tomando las manos del brujo y mirándole fijamente a los ojos para que viera en ellos la sinceridad de mis palabras, sonriéndole finalmente antes de erguirme y ponerme en pie, mirando ahora a Jerarld con una mezcla de alegría, titubeo e incomodidad, mostrando simplemente, mi rostro y voz más neutral que poseía en aquél momento de dicha.- Debemos partir ahora, antes de que marche de allí y volvamos a perderle.- añadí frunciendo el ceño y alzando la voz hacia mi marido, quién permanecía un tanto absorto.- Iré a recoger algunas pertenencias para el viaje, Jerarld, mientras tú vas a por las tuyas. Nos encontramos en una hora en la estación de tren de París, en el andén.
No esperé su respuesta, haciéndoles un gesto a los brujos para que me siguieran hacia el interior de mi domicilio, imaginando que Jerarld acataría mis instrucciones sin siquiera titubear, pues más que a mi esposo, ahora sólo veía a un zombie manipulable. Y aunque pudiese parecerme una situación divertida, lo cierto era que me mataba por dentro el verle así, tan deshecho, como un alma en pena que busca su lucero en un mar de oscuridad. Antes, yo era su faro. Ahora... ni siquiera era una simple luciérnaga en su triste vida. Aquello me hizo suspirar tras cerrar la puerta tras de mí, recostando mi espalda contra la madera mientras el aroma de Jerarld se alejaba de mis fosas nasales, corroborando el hecho que había accedido a mi petición.
- Bien, caballeros, un trato es un trato.- dije con firmeza al alzar la vista hacia los hechiceros que aguardaban en silencio mis próximas palabras, despegándome de la puerta para pasear ahora por mi salón.- Zhepyr, te entrego mi anillo con tal de romper el maleficio del que tu vida depende. No obstante, tendrás que devolvérmelo transcurrido el plazo, haya funcionado o no.- añadí con severidad antes de dejar caer el anillo de Osiris sobre la palma de su mano abierta.- Erlend, prometí investigar la vida de Néliam antes de que ésta perdiera la memoria, y así lo haré, pues ya dispongo de hombres que buscan archivos y documentos sobre ella, así que en cuanto me lleguen notícias, te las haré saber. Como aperitivo, te diré que la muchacha tiene un hermanastro inquisidor que reside aquí mismo... no, no te diré todavía su nombre, no me mires así. Aún no sabemos su verdadera identidad, pues se escurre como el agua entre nuestros dedos debido a su profesión.
Erlend pareció ponerse ansioso ante mis palabras, llevándose una de sus manos hacia sus cabellos dorados los cuales peinó hacia atrás mientras refunfuñaba algo que ni me molesté en escuchar, demasiado hipnotizada por sus rasgos que a decir verdad, me extasiaban debido a su belleza varonil... Corté de inmediato aquellas fantasías que se agolpaban en mi mente, recordando que ahora no era momento para deslizarme por sus caderas en busca de su instrumento y cuya melodía me transportaría al borde de la locura y la lujuria. No, no era el momento, pero... ¡madre de Dios, qué hombre! Relamí un momento mis labios y decidí que era el momento ideal para despedir a mis cómplices, deseándoles la mayor suerte a ambos y prometiéndoles que pronto sabrían de mí mediante correspondencia o por alguna de mis visitas sin previo aviso.
Una vez me quedé sola, el techo de la casa pareció querer derrumbarse sobre mis hombros, quedándoseme la residencia demasiado grande, fría y vacía, sin más presencia que los recuerdos que allí pasé junto a Jerarld, luchando contra aquella melancolía que me atacaba por la espalda siempre que sola me quedaba. Subí las escaleras con rapidez, entrando de un revuelo a mi dormitorio para extraer de mi armario una bolsa de mano de cuero oscuro. Allí, metí algo de ropa a presión -como un par de vestidos, un sombrero, dos pares de guantes largos, dos pares de zapatos, ropa interior sensual por si las cosas se ponían calientes y algunas joyas para verme bien ante mi pequeño- y un tanto de dinero para costearnos los viajes hasta Grecia. Y aunque no lo creía necesario, me llevé la espada vikinga de mi progenitor, sólo por si a caso, pues había escuchado que en aquellas tierras abundaban los licántropos, así que a última hora, también decidí meter en aquella ya abultada bolsa, un canuto de caña procedente de la tribu de Alawa que me ofrecieron como regalo en mi última visita a su poblado y que ahora, me serviría como arma junto con algunas afiladas y pequeñas agujas de plata que pensaba lanzar mediante el canuto en cuanto una de aquellas bestias se cruzaran en mi camino para llegar hasta mi preciado hijo.
Me cambié de ropa antes de despedirme de mi hogar, eligiendo un vestido azul celeste con bordados platinos que realzaba mi pecho y ajustaba mi cintura antes de caer en una falda amplia y de tela fina, ideal para el abrasador calor que nos esperaba. Sólo enjoyé mi cuello con un medallón de influencia indígena y lo acompañé con unos pendientes de la misma índole, todos ellos, de plata.
Así, di rumbo a la estación a pie, contando con la velocidad que mi raza me ofrecía para llegar, puntual, a mi cita acordada con Jerarld, el que por cierto, empezaba a demorarse. Las dudas me corroían, mordiéndome el labio inferior insistentemente mientras la estación, vacía, auguraba la llegada del próximo tren con la misma soledad con la que lo esperaba. Las manillas del gran reloj del andén marcaron la una y cuarenta y seis de la madrugada. El tren a tomar llegaría en unos diez minutos y la espera empezaba a serme insufrible, mordisqueándome ahora las uñas, paseándome angustiada por aquél andén por la que ni siquiera la brisa transcurría. Varios tic-tac me alertaron del pasar del tiempo y Jerarld seguía sin aparecer. ¿Y si había decidido abandonar la búsqueda? ¿Y si nuestro hijo le traía sin cuidado? ¿Era posible que le hubiese ocurrido algo por el camino? ¿A caso deseaba encontrarle él solo? Sí, miles de preguntas me torturaban sin cesar hasta que las luces del tren, así como su asfixiante humo negro que emergía de su chimenea, se hizo presente entre la noche y, entre su escandaloso ruído de máquinas y ruedas, seguido por el sonido del freno, me plantearon el peor de los dilemas en que deseaba encontrarme: o bien esperaba a Jerarld y perdía la oportunidad de encontrar a mi hijo tras siete siglos de llorar su falsa muerte... o tomaba aquél tren sola y abandonaba al amor de mi vida.
Y entonces, cuando un paso iba a determinar mi decisión antes de que el maquinista anunciara con su silbido que el tren marcharía en breve, el tacto de Jerarld erizó mi piel justo antes de tomarme la mano saltar juntos hacia el interior del tren azabache, quedando sin aliento por un momento cuando nos encontramos cara a cara, apegados nuestros cuerpos contra la puerta corrediza de uno de tantos compartimentos vacíos hallados en el pasillo. El tren inició su marcha rumbo a Roma, nuestro próximo destino antes de tomar el barco hacia Atenas.
Había estado en Delfos y lo cierto era, que no guardaba demasiados buenos recuerdos de aquél largo viaje hacia tierras helénicas. Aquél recinto religioso en ruinas, abandonado tras caer a manos de los romanos ya en el siglo IV antes de Cristo, se ubicaba en una meseta de la ladera meridional del monte Parnaso. Frente al santuario de Apolo que se encontraba en el mismo complejo arquitectónico, se abría el estrecho valle del río Pleistos, hallándose la ciudad de Delfos entre dos estribaciones montañosas. En mi visita, me sorprendió el contraste entre la ondulada llanura de Crisa, cubierta de verdes olivos que se extendían entre Delfos y el no muy lejano golfo de Corinto, y el severo paisaje agreste del santuario. Sólo habían tres caminos mediante los cuales se podía acceder a la ciudad, siendo ésta súmamente inaccesible: uno era desde Skiste, al este, y dos más al oeste, desde Anfisa y desde Crisa, siendo éste último el más llano y concurrido, aunque también el más largo de los tres. El único lado de la ciudad no defendido por accidentes naturales era el sur, donde se había construido una muralla, situándose el templo bajo la ciudad, junto a las rocas Fedríades entre construcciones sagradas, recinto circundado por una muralla y atravesado por la vía sagrada, flanqueada a su vez por los edificios de los tesaurus de los pueblos vinculados a su oráculo; la vía sagrada llegaba al templo hexástilo y de orden dórico, dando entrada a un recinto subterráneo donde, delante del ónfalos, en la antigüedad, la Pitia bebía agua de la fuente Castalia y hacía su profecía mediante emanaciones gaseosas que salían de una hendidura de la roca, probablemente, tóxicas y alucinativas.
- Gracias, Zhepyr, de veras, no sé cómo agradecer todo cuanto has hecho por mí, eres un buen amigo.- dije al fin, tomando las manos del brujo y mirándole fijamente a los ojos para que viera en ellos la sinceridad de mis palabras, sonriéndole finalmente antes de erguirme y ponerme en pie, mirando ahora a Jerarld con una mezcla de alegría, titubeo e incomodidad, mostrando simplemente, mi rostro y voz más neutral que poseía en aquél momento de dicha.- Debemos partir ahora, antes de que marche de allí y volvamos a perderle.- añadí frunciendo el ceño y alzando la voz hacia mi marido, quién permanecía un tanto absorto.- Iré a recoger algunas pertenencias para el viaje, Jerarld, mientras tú vas a por las tuyas. Nos encontramos en una hora en la estación de tren de París, en el andén.
No esperé su respuesta, haciéndoles un gesto a los brujos para que me siguieran hacia el interior de mi domicilio, imaginando que Jerarld acataría mis instrucciones sin siquiera titubear, pues más que a mi esposo, ahora sólo veía a un zombie manipulable. Y aunque pudiese parecerme una situación divertida, lo cierto era que me mataba por dentro el verle así, tan deshecho, como un alma en pena que busca su lucero en un mar de oscuridad. Antes, yo era su faro. Ahora... ni siquiera era una simple luciérnaga en su triste vida. Aquello me hizo suspirar tras cerrar la puerta tras de mí, recostando mi espalda contra la madera mientras el aroma de Jerarld se alejaba de mis fosas nasales, corroborando el hecho que había accedido a mi petición.
- Bien, caballeros, un trato es un trato.- dije con firmeza al alzar la vista hacia los hechiceros que aguardaban en silencio mis próximas palabras, despegándome de la puerta para pasear ahora por mi salón.- Zhepyr, te entrego mi anillo con tal de romper el maleficio del que tu vida depende. No obstante, tendrás que devolvérmelo transcurrido el plazo, haya funcionado o no.- añadí con severidad antes de dejar caer el anillo de Osiris sobre la palma de su mano abierta.- Erlend, prometí investigar la vida de Néliam antes de que ésta perdiera la memoria, y así lo haré, pues ya dispongo de hombres que buscan archivos y documentos sobre ella, así que en cuanto me lleguen notícias, te las haré saber. Como aperitivo, te diré que la muchacha tiene un hermanastro inquisidor que reside aquí mismo... no, no te diré todavía su nombre, no me mires así. Aún no sabemos su verdadera identidad, pues se escurre como el agua entre nuestros dedos debido a su profesión.
Erlend pareció ponerse ansioso ante mis palabras, llevándose una de sus manos hacia sus cabellos dorados los cuales peinó hacia atrás mientras refunfuñaba algo que ni me molesté en escuchar, demasiado hipnotizada por sus rasgos que a decir verdad, me extasiaban debido a su belleza varonil... Corté de inmediato aquellas fantasías que se agolpaban en mi mente, recordando que ahora no era momento para deslizarme por sus caderas en busca de su instrumento y cuya melodía me transportaría al borde de la locura y la lujuria. No, no era el momento, pero... ¡madre de Dios, qué hombre! Relamí un momento mis labios y decidí que era el momento ideal para despedir a mis cómplices, deseándoles la mayor suerte a ambos y prometiéndoles que pronto sabrían de mí mediante correspondencia o por alguna de mis visitas sin previo aviso.
Una vez me quedé sola, el techo de la casa pareció querer derrumbarse sobre mis hombros, quedándoseme la residencia demasiado grande, fría y vacía, sin más presencia que los recuerdos que allí pasé junto a Jerarld, luchando contra aquella melancolía que me atacaba por la espalda siempre que sola me quedaba. Subí las escaleras con rapidez, entrando de un revuelo a mi dormitorio para extraer de mi armario una bolsa de mano de cuero oscuro. Allí, metí algo de ropa a presión -como un par de vestidos, un sombrero, dos pares de guantes largos, dos pares de zapatos, ropa interior sensual por si las cosas se ponían calientes y algunas joyas para verme bien ante mi pequeño- y un tanto de dinero para costearnos los viajes hasta Grecia. Y aunque no lo creía necesario, me llevé la espada vikinga de mi progenitor, sólo por si a caso, pues había escuchado que en aquellas tierras abundaban los licántropos, así que a última hora, también decidí meter en aquella ya abultada bolsa, un canuto de caña procedente de la tribu de Alawa que me ofrecieron como regalo en mi última visita a su poblado y que ahora, me serviría como arma junto con algunas afiladas y pequeñas agujas de plata que pensaba lanzar mediante el canuto en cuanto una de aquellas bestias se cruzaran en mi camino para llegar hasta mi preciado hijo.
Me cambié de ropa antes de despedirme de mi hogar, eligiendo un vestido azul celeste con bordados platinos que realzaba mi pecho y ajustaba mi cintura antes de caer en una falda amplia y de tela fina, ideal para el abrasador calor que nos esperaba. Sólo enjoyé mi cuello con un medallón de influencia indígena y lo acompañé con unos pendientes de la misma índole, todos ellos, de plata.
- Eyra:
Así, di rumbo a la estación a pie, contando con la velocidad que mi raza me ofrecía para llegar, puntual, a mi cita acordada con Jerarld, el que por cierto, empezaba a demorarse. Las dudas me corroían, mordiéndome el labio inferior insistentemente mientras la estación, vacía, auguraba la llegada del próximo tren con la misma soledad con la que lo esperaba. Las manillas del gran reloj del andén marcaron la una y cuarenta y seis de la madrugada. El tren a tomar llegaría en unos diez minutos y la espera empezaba a serme insufrible, mordisqueándome ahora las uñas, paseándome angustiada por aquél andén por la que ni siquiera la brisa transcurría. Varios tic-tac me alertaron del pasar del tiempo y Jerarld seguía sin aparecer. ¿Y si había decidido abandonar la búsqueda? ¿Y si nuestro hijo le traía sin cuidado? ¿Era posible que le hubiese ocurrido algo por el camino? ¿A caso deseaba encontrarle él solo? Sí, miles de preguntas me torturaban sin cesar hasta que las luces del tren, así como su asfixiante humo negro que emergía de su chimenea, se hizo presente entre la noche y, entre su escandaloso ruído de máquinas y ruedas, seguido por el sonido del freno, me plantearon el peor de los dilemas en que deseaba encontrarme: o bien esperaba a Jerarld y perdía la oportunidad de encontrar a mi hijo tras siete siglos de llorar su falsa muerte... o tomaba aquél tren sola y abandonaba al amor de mi vida.
Y entonces, cuando un paso iba a determinar mi decisión antes de que el maquinista anunciara con su silbido que el tren marcharía en breve, el tacto de Jerarld erizó mi piel justo antes de tomarme la mano saltar juntos hacia el interior del tren azabache, quedando sin aliento por un momento cuando nos encontramos cara a cara, apegados nuestros cuerpos contra la puerta corrediza de uno de tantos compartimentos vacíos hallados en el pasillo. El tren inició su marcha rumbo a Roma, nuestro próximo destino antes de tomar el barco hacia Atenas.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Eclipse.
Anonadado. Completamente anonadado me había quedado al ver esos rasgos en aquella bandeja.
El paisaje tan característico de Grecia se había mostrado ante nuestros ojos junto con el caminar de aquel hombre, junto con los rasgos difusos de aquel joven, y esos ojos, aun clavados en mi retina.
Unos ojos grises, que por un momento fueron como si me mirase en un espejo…
¿Como seria? Que haría? ¿Se dedicaría a alguna cosa en particular?...Toda una vida…Toda una larga vida, su vida, se escapaba de mi saber…Había vivido todos esos siglos sin tener conocimiento de su existencia, sin saber absolutamente nada de él. Y derepente como fuese algo nuevo, me sentí nervioso. Yo ya era padre, sin embargo ahora era distinto, él era un adulto…Un hijo adulto…Mío!…
Siempre imagine que si alguna vez tenia una familia, yo seria un hombre mayor cuando mis niños crecieran...Y ahora, si, yo ya era viejo. Pero supongo que aun no me hacia a la idea. Al fin y al cabo, siempre tendria mis eternos veintisiete.
Me puse en pie al escuchar a Eyra y saque aquel pincho que se clavaba en mi muñeca, desenterrándolo de mi carne y lanzándolo al suelo antes de marchar, aun demasiado pensativo como para decirle nada.
En mi mente un monton de ideas vagaban por mi cabeza, pensaba en mi primogenito, pensaba en Eyra y en aquel viaje que habia indicado, y tambien en que tendria poco tiempo para poner mis asuntos en orden.
Cuando llegue al castillo, me adentre llamando a Sámuel -mi mayordomo- indicándole que mandase a llamar a todos los criados. Les reuní ante mi comentándoles que me ausentaría un tiempo indeterminado. Dando órdenes de atender mis asuntos y excusarme ante todo lo que dejaría pendiente. Además de dejar instrucciones a Délia, la institutriz. De hacerse cargo de todos los asuntos correspondientes a los niños por si ocurría alguna cuestión en mi ausencia. Claro que no debía pasar nada, pues los niños estarian en el internado de las afueras de Paris, y no debía ocurrir ningún imprevisto.
Acto seguido di ordenes de que me preparasen las maletas y dispusiesen algunas de mis armas mientras yo subia a mi habitación a cambiarme.
Después de subir de unas cuantas zancadas las escaleras. Me adentre en mis aposentos quitándome el abrigo, la chaqueta y desabotonando la camisa con rapidez. Pero entonces, cuando estaba en ello, vi un pequeño trozo de tela rasgado en una de las mesas auxiliares.
La noche del accidente, aquel girón de tela se había enganchado a mi ropa cuando habia luchado con Rox en aquel precipicio. Había sido parte de su vestido.y encontrarlo ahora simplemente… me había desarmado por completo.
Me acerque hacia aquel trozo y lo tome entre mis dedos, notando toda esa angustia que me carcomía por dentro.
En aquel momento Sámuel toco la puerta aludiendo que necesitaba recoger mis pertenencias. Así que me quite la ropa que llevaba rápidamente para vestirme con ropa clásica -como de costumbre- pero evitando los pañuelos y las ornamentaciones no necesarias.
Abotone mi camisa blanca, y ajuste mi cinturón en aquellos pantalones beige antes de calzar las botas de cuero hasta las rodillas.
Me sentía comodo para un viaje que seria largo, y entonces, mientras abria la puerta para dejar que mis criados entraran, yo Sali, dirigiéndome hacia mi estudio, donde cerre la puerta y camine hacia mi escritorio, sentándome y contemplando aquel girón de tela entre mis dedos.
Solté un resoplido, sintiendo una vez más que todo el peso del mundo volvia a caer sobre mi. Sabía que no sería fácil. Pero tenía que pasar página, tenía que seguir viviendo…Si seguía sintiéndome así acabaría destruyéndome a mi mismo…Y no podía hacer eso, no cuando había tanto por lo que luchar.
Esa misma noche había descubierto la existencia de mi hijo…Mi primogénito…Y le había vuelto a ver a ella…
Y aunque había visualizado sus deslices junto a aquel brujo, no había sido por obra de ella.
Su mente en ningún momento me habia jugado una mala pasada, había sido él. Eyra simplemente se mantuvo al margen…A pesar de que pude ver que ella ya lo sabia todo, absolutamente todo lo acontecido en aquel mes.
Eso me había extrañado muchísimo, sin embargo lo había valorado…
A veces pensaba en lo poco que parecía conocer a mi esposa.
Mire la superficie de mi escritorio y deje el trozo de tela a un lado. Abrí el tintero, sosteniendo una pluma y mojándola en ella con cuidado para acercarla finalmente a un papel.
Era hora de poner orden a mis ideas, y de decir lo que sentía.
Deje que la pluma se hundiese en el tintero en cuanto acabe aquella carta. Y entonces me levante junto con aquella hoja, dirigiéndome hacia la ventana.
Las abri de par en par recibiendo la frescura de la noche, que movió mis cabellos. Acerque aquella carta hacia la frágil llama de una vela,y el trozo de tela también, observando como el fuego devoraba mi creación, convirtiéndolas en cenizas que sostuve entre mis dedos. Subiéndolas hacia mi boca para soplarlas con suavidad. Dejando que el viento se llevase mis palabras, como el simple y tranquilo rastro de algo que acababa de existir y que ya se había consumido.
Cerré los ojos, comprendiendo al fin que todo había terminado.
Mi último adiós había sido entregado, y esperaba que su alma, estuviese donde estuviese recibiera mis palabras marchitas. Descubriendo que ella siempre tendría un lugar en mi corazón.
Sonreí al contemplar las estrellas brillantes, y un profundo suspiro emano de mis labios. Sintiéndome aliviado, tranquilo y en paz conmigo mismo. Como si acabase de saldar una deuda. Como si ahora ya no me pesara tanto el peso de mis actos.
Parpadee notándome incluso renovado. Extendi mis cabellos hacia atrás y en aquel momento recordé que no tenia mucho tiempo.
Saque mi reloj de bolsillo y me percate de mi retraso, asi que Sali veloz de mi estudio bajando de tres en tres las escaleras hasta llegar a la primera planta. Donde los criados me esperaban con una maleta y una bolsa de viaje.
Sámuel me puso el abrigo y me acerco la bolsa y la maleta mientras me habrían la puerta. Cruce el umbral y me gire suavemente, despidiendo a mis criados con una sonrisa, e incluso bromeando, aludiendo que no hicieran fiestas en el castillo en mi ausencia…
Los criados asintieron antes de despedirme sonrientes. Y entonces veloz como un rallo subí al carruaje mientras me llevaban al punto de encuentro, Al que llegue tarde.
Corrí por la estación junto con mi maleta, escuchando el pitido del tren. Me dirigí veloz hacia el andén, donde ella de espaldas miraba a todos lados. Las puertas del tren comenzaban a cerrarse y entonces aun corriendo tome su mano antes de que ambos saltásemos hacia el interior del tren y las puertas se cerrasen a escasos centímetros nuestros.
Mire a Eyra aun respirando agitado, con mi maleta y mis cabellos ahora un tanto desordenados cayendo por mi rostro ante tal carrera. Y allí, teniéndole delante de mi -sorprendida y contemplando una ligera sonrisa en su rostro-, solté las maletas. Envolviéndole en mi abrazo sin saber si ella lo deseaba.
Pero simplemente me deje llevar, porque quería abrazarla, porque lo necesitaba, porque de algún modo su cercanía me reconfortaba.
Le estreche entre mis brazos notando una sonrisa sincera en mis labios, cerre los ojos aliviado.
Lamento haberte echo esperar…Tenia que saldar una deuda muy importante…
Entonces me separe de ella, y contemple sus ojos castaños sin poder reprimir la sonrisa que me despertaba el simple hecho de verla.
Vamos a encontrarle al fin…Vamos a dar con él…Ella asintió y entonces yo tome mis maletas y las suyas, mientras me encaminaba hacia nuestro compartimento.
Un nuevo viaje acababa de comenzar.
Nuestro destino nos aguardaba.
El paisaje tan característico de Grecia se había mostrado ante nuestros ojos junto con el caminar de aquel hombre, junto con los rasgos difusos de aquel joven, y esos ojos, aun clavados en mi retina.
Unos ojos grises, que por un momento fueron como si me mirase en un espejo…
¿Como seria? Que haría? ¿Se dedicaría a alguna cosa en particular?...Toda una vida…Toda una larga vida, su vida, se escapaba de mi saber…Había vivido todos esos siglos sin tener conocimiento de su existencia, sin saber absolutamente nada de él. Y derepente como fuese algo nuevo, me sentí nervioso. Yo ya era padre, sin embargo ahora era distinto, él era un adulto…Un hijo adulto…Mío!…
Siempre imagine que si alguna vez tenia una familia, yo seria un hombre mayor cuando mis niños crecieran...Y ahora, si, yo ya era viejo. Pero supongo que aun no me hacia a la idea. Al fin y al cabo, siempre tendria mis eternos veintisiete.
Me puse en pie al escuchar a Eyra y saque aquel pincho que se clavaba en mi muñeca, desenterrándolo de mi carne y lanzándolo al suelo antes de marchar, aun demasiado pensativo como para decirle nada.
En mi mente un monton de ideas vagaban por mi cabeza, pensaba en mi primogenito, pensaba en Eyra y en aquel viaje que habia indicado, y tambien en que tendria poco tiempo para poner mis asuntos en orden.
Cuando llegue al castillo, me adentre llamando a Sámuel -mi mayordomo- indicándole que mandase a llamar a todos los criados. Les reuní ante mi comentándoles que me ausentaría un tiempo indeterminado. Dando órdenes de atender mis asuntos y excusarme ante todo lo que dejaría pendiente. Además de dejar instrucciones a Délia, la institutriz. De hacerse cargo de todos los asuntos correspondientes a los niños por si ocurría alguna cuestión en mi ausencia. Claro que no debía pasar nada, pues los niños estarian en el internado de las afueras de Paris, y no debía ocurrir ningún imprevisto.
Acto seguido di ordenes de que me preparasen las maletas y dispusiesen algunas de mis armas mientras yo subia a mi habitación a cambiarme.
Después de subir de unas cuantas zancadas las escaleras. Me adentre en mis aposentos quitándome el abrigo, la chaqueta y desabotonando la camisa con rapidez. Pero entonces, cuando estaba en ello, vi un pequeño trozo de tela rasgado en una de las mesas auxiliares.
La noche del accidente, aquel girón de tela se había enganchado a mi ropa cuando habia luchado con Rox en aquel precipicio. Había sido parte de su vestido.y encontrarlo ahora simplemente… me había desarmado por completo.
Me acerque hacia aquel trozo y lo tome entre mis dedos, notando toda esa angustia que me carcomía por dentro.
En aquel momento Sámuel toco la puerta aludiendo que necesitaba recoger mis pertenencias. Así que me quite la ropa que llevaba rápidamente para vestirme con ropa clásica -como de costumbre- pero evitando los pañuelos y las ornamentaciones no necesarias.
Abotone mi camisa blanca, y ajuste mi cinturón en aquellos pantalones beige antes de calzar las botas de cuero hasta las rodillas.
Me sentía comodo para un viaje que seria largo, y entonces, mientras abria la puerta para dejar que mis criados entraran, yo Sali, dirigiéndome hacia mi estudio, donde cerre la puerta y camine hacia mi escritorio, sentándome y contemplando aquel girón de tela entre mis dedos.
Solté un resoplido, sintiendo una vez más que todo el peso del mundo volvia a caer sobre mi. Sabía que no sería fácil. Pero tenía que pasar página, tenía que seguir viviendo…Si seguía sintiéndome así acabaría destruyéndome a mi mismo…Y no podía hacer eso, no cuando había tanto por lo que luchar.
Esa misma noche había descubierto la existencia de mi hijo…Mi primogénito…Y le había vuelto a ver a ella…
Y aunque había visualizado sus deslices junto a aquel brujo, no había sido por obra de ella.
Su mente en ningún momento me habia jugado una mala pasada, había sido él. Eyra simplemente se mantuvo al margen…A pesar de que pude ver que ella ya lo sabia todo, absolutamente todo lo acontecido en aquel mes.
Eso me había extrañado muchísimo, sin embargo lo había valorado…
A veces pensaba en lo poco que parecía conocer a mi esposa.
Mire la superficie de mi escritorio y deje el trozo de tela a un lado. Abrí el tintero, sosteniendo una pluma y mojándola en ella con cuidado para acercarla finalmente a un papel.
Era hora de poner orden a mis ideas, y de decir lo que sentía.
- Carta para Roxanne:
- Nunca te escribí una carta.
Pero se me paso muchas veces por la cabeza.
En ocasiones, cuando te veía dormir plácidamente, deseaba despertarte, abrazarte. Decirte que te había echado de menos y que estaba allí.
Muchas noches, en las que te miraba dormir, me acomodaba a tu lado sonriendo al contemplar tus sueños.
Habia tanta vida, tantas ilusiones…Y a veces me sorprendía e incluso avergonzaba al encontrarme allí junto a ti. Hablándote, acariciándote o componiendo alguna melodía.
Aunque me fascinaban esos sueños en los que yo salía junto a ti de día. Y ambos paseábamos de la mano aspirando el aire fresco de un hermoso día primaveral.
Me habría gustado hacer eso por ti aunque solo hubiese sido una vez…
Siempre quise que tuvieses una vida perfecta. Por eso en cuanto te vi, supe que no podía ser…Tu me encantabas y por eso mismo intente mantenerme apartado. Después de todo ¿que podía darte yo?...Podría haberte dado una vida tranquila, sin problemas económicos, ni sobresaltos…Pero yo quería mas para ti, tu merecías mucho mas.
Quería que tuvieses a alguien que te diera una familia. Alguien que paseara junto a ti bajo el sol. Alguien que llenase todas tus aspiraciones y tus sueños, alguien que te amase tanto como tú a él.
Pero te fallé. Me quede contigo sin poderlo evitar. Si me hubiese ido no te habría dado tantos problemas. No habría pasado nada entre nosotros ni te habría causado tanto dolor…Pero, a pesar de todo, quiero que sepas que no me arrepiento. No me arrepiento de haberme acercado a ti aquella noche en el burdel.
Nunca imagine que aquella noche, en la que simplemente había ido a buscar un telón de fondo para mis relatos, pudiese encontrarte a ti. Mi querida musa, mi inspiración.
¿Cómo arrepentirme de encontrarte?...¿Cómo arrepentirme de alargar tu vida?...Es imposible. Tan imposible como arrepentirme por convertirte en mi semejante…Sin embargo eso aun me pesa.
Debí preguntártelo…No obligarte a encadenarte a esa situación. No lo merecías…Pero en cuanto te vi palidecer entre mis brazos, sentí el mas profundo pánico en mi corazón…No podía dejarte ir de esa forma.
Aquella noche estabas tan sola, tan triste y tan frágil…Que me sentía un malnacido por no poder darte lo mismo que yo tenía.
Espero que algún día puedas perdonarme por todo cuanto te hice, pero quiero que sepas que lo hice con amor. con cariño, porque no sabía imaginar la vida sin ti.
El último mes a tu lado, fue un mes hermoso a pesar de todo. Nunca imagine que descubriría lo de nuestros hijos.
Me alegró profundamente saber, que al menos había podido darte algo de lo que aspiraba para ti.
Ellos te quieren tanto…te extrañan tanto…Cada vez que les veo te recuerdo. Se han quedado con parte de tus cosas. Gabriél con tus lápices, oleos y dibujos…y Elle con tus cartas y con algunos libros…Me parte el corazón verles tan sumidos en las sombras. Pero se que con el tiempo asimilaran lo que ocurrió, y te recordaran con añoranza y con con dulzura. Sabiendo que les quisiste y que durante aquel mes fuiste su madre y tuvieron tu amor incondicional…Durante ese mes tu fuiste una madre y yo un padre. y aunque fue muy poco tiempo, los cuatro fuimos una familia. Eso nadie nos lo quitara jamás.
Creo que es hora de decir adiós.
Porque si no lo hago me hundiré aun mas…Y no puedo permitirme algo así…Hay tanto que debo hacer. Mi vida entera parece estar siendo movida como si unos engranajes invisibles girasen cambiando el rumbo de mi destino.
Debo continuar por todo aquello que amo y conservo en mi corazón. Debo seguir por ti, por mis hijos, por el futuro que nos aguarda impaciente, e incluso por ella…Porque ahora me espera en la oscuridad, pensando que le voy a volver a decepcionar.
Me voy vida mia, tengo que irme, el tiempo continua y yo debo partir.
Pero no sin antes decirte que te quiero, que te quise y que te querré siempre…Fuiste mi musa, fuiste mi inspiración, mi compañera y mi complice…Pero también fuiste mi amada y mi amiga. Alegraste cada segundo que pase a tu lado. y me hiciste sentir afortunado por tener tu atención, y por poder compartir contigo.
Fuiste el soplo de aire fresco que me faltaba. Después de todo…siete siglos son demasiados, y a veces me cuesta mirarme, y comprender, que nunca cambiare.
Espero que al fin tengas la paz que necesitas, y que llegues a las estrellas, donde al fin obtendrás el puesto que mereces entre las luces del firmamento. Yo pensare en ti a lo largo de la eternidad, comprendiendo que por un tiempo ame y fui amado como jamás merecí...Como jamás imaginé.
Hasta siempre mi querida musa…
Con amor.
Jerarld.
Deje que la pluma se hundiese en el tintero en cuanto acabe aquella carta. Y entonces me levante junto con aquella hoja, dirigiéndome hacia la ventana.
Las abri de par en par recibiendo la frescura de la noche, que movió mis cabellos. Acerque aquella carta hacia la frágil llama de una vela,y el trozo de tela también, observando como el fuego devoraba mi creación, convirtiéndolas en cenizas que sostuve entre mis dedos. Subiéndolas hacia mi boca para soplarlas con suavidad. Dejando que el viento se llevase mis palabras, como el simple y tranquilo rastro de algo que acababa de existir y que ya se había consumido.
Cerré los ojos, comprendiendo al fin que todo había terminado.
Mi último adiós había sido entregado, y esperaba que su alma, estuviese donde estuviese recibiera mis palabras marchitas. Descubriendo que ella siempre tendría un lugar en mi corazón.
Sonreí al contemplar las estrellas brillantes, y un profundo suspiro emano de mis labios. Sintiéndome aliviado, tranquilo y en paz conmigo mismo. Como si acabase de saldar una deuda. Como si ahora ya no me pesara tanto el peso de mis actos.
Parpadee notándome incluso renovado. Extendi mis cabellos hacia atrás y en aquel momento recordé que no tenia mucho tiempo.
Saque mi reloj de bolsillo y me percate de mi retraso, asi que Sali veloz de mi estudio bajando de tres en tres las escaleras hasta llegar a la primera planta. Donde los criados me esperaban con una maleta y una bolsa de viaje.
Sámuel me puso el abrigo y me acerco la bolsa y la maleta mientras me habrían la puerta. Cruce el umbral y me gire suavemente, despidiendo a mis criados con una sonrisa, e incluso bromeando, aludiendo que no hicieran fiestas en el castillo en mi ausencia…
Los criados asintieron antes de despedirme sonrientes. Y entonces veloz como un rallo subí al carruaje mientras me llevaban al punto de encuentro, Al que llegue tarde.
Corrí por la estación junto con mi maleta, escuchando el pitido del tren. Me dirigí veloz hacia el andén, donde ella de espaldas miraba a todos lados. Las puertas del tren comenzaban a cerrarse y entonces aun corriendo tome su mano antes de que ambos saltásemos hacia el interior del tren y las puertas se cerrasen a escasos centímetros nuestros.
Mire a Eyra aun respirando agitado, con mi maleta y mis cabellos ahora un tanto desordenados cayendo por mi rostro ante tal carrera. Y allí, teniéndole delante de mi -sorprendida y contemplando una ligera sonrisa en su rostro-, solté las maletas. Envolviéndole en mi abrazo sin saber si ella lo deseaba.
Pero simplemente me deje llevar, porque quería abrazarla, porque lo necesitaba, porque de algún modo su cercanía me reconfortaba.
Le estreche entre mis brazos notando una sonrisa sincera en mis labios, cerre los ojos aliviado.
Lamento haberte echo esperar…Tenia que saldar una deuda muy importante…
Entonces me separe de ella, y contemple sus ojos castaños sin poder reprimir la sonrisa que me despertaba el simple hecho de verla.
Vamos a encontrarle al fin…Vamos a dar con él…Ella asintió y entonces yo tome mis maletas y las suyas, mientras me encaminaba hacia nuestro compartimento.
Un nuevo viaje acababa de comenzar.
Nuestro destino nos aguardaba.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Eclipse.
Seguía la figura de Jerarld, quién se había convertido en mi guía por aquél desértico pasillo que separaba los compartimentos de la derecha y los de la izquierda. De pronto, me detuve, buscando en mi bolso de mano los pases del tren en el que venían ya dados los números de nuestros compartimentos.
- Jerarld, te has pasado.- dije alzando un tanto la voz, pues él seguía caminando hacia la cola del tren, deteniéndose ante mis palabras.- Mi compartimento es éste.- señalé con el pulgar hacia mi derecha.- El tuyo es el número... 158 B... justo el de enfrente.- indiqué con una sonrisa, todavía un tanto extrañada por aquél efusivo abrazo sin ton ni son que sí, me había conmovido y por un momento, casi se me pasó por la mente el robarle un beso de aquellos que mis labios necesitaban, pero me contuve porque sabía que ahora mismo, quizás lo único que buscaba en mí era simple compañía. No quería empeorar las cosas entre nosotros, menos durante aquél viaje que prometía ser especial.
Abrí la puerta de mi camerino tras tomar mi bolsa de cuero, cerrándola tras de mí con el corazón en un puño y la respiración contenida, percibiéndome nerviosa ante una situación que jamás me había imaginado vivir con mi marido, una tensión y distancia que me mataban por dentro, algo que sin duda, me recordaba que seguía viva, al menos. Dejé caer la bolsa sobre el asiento situado al lado de la ventana por la que se veía el cambiante paisaje ennegrecido por la noche, aunque la luna poco a poco se asomaba tras aquél eclipse que más que sumirme en la más absoluta oscuridad, había devuelto la luz a mi vida, mostrándome el camino que me llevaría a los brazos de mi hijo desaparecido. Aquella ilusión casi me arranca una cristalina lágrima de alegría y alivio, pues al fin, mis rezos habían dado su fruto. Al fin... me reencontraría con Zephyr. ¡Había tanto que me preguntaba sobre él! ¿Cómo sería? ¿Se parecería a mí? ¿Quizás a Jerarld, tal y como vimos en la visión que el brujo nos mostró con sus ojos grises? ¿Sería un buen hombre? ¿Habría tenido una próspera vida? ¿Estaría casado? ¿Con hijos? ¿Le fascinaría el arte o quizás prefería la literatura? ¿A qué dedicaría su tiempo libre? ¿Odiaría no saber nada de sus padres biológicos? ¿Nos rechazaría tras presentarnos ante él de aquél modo? ¿O nos abrazaría con fuerza y prometería no despegarse jamás de nosotros? Al fin, ante mí, la idea de una familia se volvió real, casi podía tocarla con la punta de mis dedos. Se veía tan cercana, tan exquisitamente... cercana.
Al voltearme hacia la puerta, vi cómo Jerarld buscaba algo entre su maleta dispuesta sobre el lecho en el que dormiría aquella noche hasta nuestra llegada a Roma, prevista hacia el atardecer. Le contemplé un momento, pensativa, preguntándome si él también estaría nervioso por conocer a su hijo, si se imaginaría de un modo u otro a nuestro retoño... vaya... nuestro... parecía algo lejano, una idea con la que seguramente, Jerarld ya no se sentía identificado, pues probablemente entre ambos habían nacido ahora unos altos muros que nos separaban, unos obstáculos insalvables, incluso para mí. Ya me había hecho a la idea y lo cierto, es que tampoco pretendía ya nada con él, viéndole como el agua que se escurría entre mis dedos pese a querer atraparla con fervor. Él era libre, puro y cristalino como ese agua, que no respondía a cadenas ni a súplicas, así como tampoco a segundas oportunidades.
Cuando sus ojos cazaron mi mirada curiosa, no intenté disimular, pues me había visto en mi plenitud y no deseaba tampoco que se diera cuenta de aquél vacío que su marcha había causado en mí, siempre tan orgullosa incluso en casos dónde ni siquiera necesitaba ese orgullo. Así, abrí la puerta y de una zancada llegue a la suya, también cerrada, usando mis nudillos para pedirle permiso por mi intromisión.
- Sólo... quería desearte buenas noches, Jerarld.- comenté con melosidad y cierta timidez, sintiéndome por un momento, como aquella humana que fui al conocerle en Islandia.
Sin esperar nada a cambio, besé la comisura de sus labios en un beso que sabía a despedida, al menos, hasta el día siguiente. Le sonreí con el mismo deje tan típico del primer flirteo e hice ademán de dar media vuelta y meterme de nuevo en mi compartimento, pero entonces, el tren pasó por un bache que me desestabilizó ligeramente, sumiéndonos en una mayor oscuridad al pasar por un lúgubre túnel casi infinito.
- Jerarld, te has pasado.- dije alzando un tanto la voz, pues él seguía caminando hacia la cola del tren, deteniéndose ante mis palabras.- Mi compartimento es éste.- señalé con el pulgar hacia mi derecha.- El tuyo es el número... 158 B... justo el de enfrente.- indiqué con una sonrisa, todavía un tanto extrañada por aquél efusivo abrazo sin ton ni son que sí, me había conmovido y por un momento, casi se me pasó por la mente el robarle un beso de aquellos que mis labios necesitaban, pero me contuve porque sabía que ahora mismo, quizás lo único que buscaba en mí era simple compañía. No quería empeorar las cosas entre nosotros, menos durante aquél viaje que prometía ser especial.
Abrí la puerta de mi camerino tras tomar mi bolsa de cuero, cerrándola tras de mí con el corazón en un puño y la respiración contenida, percibiéndome nerviosa ante una situación que jamás me había imaginado vivir con mi marido, una tensión y distancia que me mataban por dentro, algo que sin duda, me recordaba que seguía viva, al menos. Dejé caer la bolsa sobre el asiento situado al lado de la ventana por la que se veía el cambiante paisaje ennegrecido por la noche, aunque la luna poco a poco se asomaba tras aquél eclipse que más que sumirme en la más absoluta oscuridad, había devuelto la luz a mi vida, mostrándome el camino que me llevaría a los brazos de mi hijo desaparecido. Aquella ilusión casi me arranca una cristalina lágrima de alegría y alivio, pues al fin, mis rezos habían dado su fruto. Al fin... me reencontraría con Zephyr. ¡Había tanto que me preguntaba sobre él! ¿Cómo sería? ¿Se parecería a mí? ¿Quizás a Jerarld, tal y como vimos en la visión que el brujo nos mostró con sus ojos grises? ¿Sería un buen hombre? ¿Habría tenido una próspera vida? ¿Estaría casado? ¿Con hijos? ¿Le fascinaría el arte o quizás prefería la literatura? ¿A qué dedicaría su tiempo libre? ¿Odiaría no saber nada de sus padres biológicos? ¿Nos rechazaría tras presentarnos ante él de aquél modo? ¿O nos abrazaría con fuerza y prometería no despegarse jamás de nosotros? Al fin, ante mí, la idea de una familia se volvió real, casi podía tocarla con la punta de mis dedos. Se veía tan cercana, tan exquisitamente... cercana.
Al voltearme hacia la puerta, vi cómo Jerarld buscaba algo entre su maleta dispuesta sobre el lecho en el que dormiría aquella noche hasta nuestra llegada a Roma, prevista hacia el atardecer. Le contemplé un momento, pensativa, preguntándome si él también estaría nervioso por conocer a su hijo, si se imaginaría de un modo u otro a nuestro retoño... vaya... nuestro... parecía algo lejano, una idea con la que seguramente, Jerarld ya no se sentía identificado, pues probablemente entre ambos habían nacido ahora unos altos muros que nos separaban, unos obstáculos insalvables, incluso para mí. Ya me había hecho a la idea y lo cierto, es que tampoco pretendía ya nada con él, viéndole como el agua que se escurría entre mis dedos pese a querer atraparla con fervor. Él era libre, puro y cristalino como ese agua, que no respondía a cadenas ni a súplicas, así como tampoco a segundas oportunidades.
Cuando sus ojos cazaron mi mirada curiosa, no intenté disimular, pues me había visto en mi plenitud y no deseaba tampoco que se diera cuenta de aquél vacío que su marcha había causado en mí, siempre tan orgullosa incluso en casos dónde ni siquiera necesitaba ese orgullo. Así, abrí la puerta y de una zancada llegue a la suya, también cerrada, usando mis nudillos para pedirle permiso por mi intromisión.
- Sólo... quería desearte buenas noches, Jerarld.- comenté con melosidad y cierta timidez, sintiéndome por un momento, como aquella humana que fui al conocerle en Islandia.
Sin esperar nada a cambio, besé la comisura de sus labios en un beso que sabía a despedida, al menos, hasta el día siguiente. Le sonreí con el mismo deje tan típico del primer flirteo e hice ademán de dar media vuelta y meterme de nuevo en mi compartimento, pero entonces, el tren pasó por un bache que me desestabilizó ligeramente, sumiéndonos en una mayor oscuridad al pasar por un lúgubre túnel casi infinito.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Eclipse.
Le sostuve por la cintura para evitar que se tambaleara, y el tren se sumió en la oscuridad del túnel. Comencé a separar mis manos de su cintura, pensando que ya había acabado y que ya había recobrado el equilibrio.
Pero entonces otro brusco movimiento movió el tren y en aquella ocasión tanto ella como yo nos desestabilizamos.
Sostuve su cintura con firmeza, pero no tuve en cuenta las prendas que había dejado en el suelo, -en un intento rápido por buscar un cuaderno en mi maleta-.
Así que mi pie resbalo con la tela, yo sostuve a Eyra, y perdiendo el equilibrio…Me la lleve conmigo al suelo aparatosamente.
Caí absurdamente hacia atrás aun sosteniéndola por la cintura, por lo que le arrastre y ella cayo sobre mi, chocando su cabeza contra mi pecho mientras mis manos seguían envolviendo su cintura…
Auch…
Una sonrisa comenzó a nacer en mis labios, a pesar de que me los mordí intentando forzarme, pero termine despegando mis labios, y riéndome ante mi torpeza.
Debía de ser el único vampiro patoso de la creación.
Estas bien?
Me senté poco a poco y comencé a ponerme en pie, sosteniéndola a ella por debajo de sus brazos hasta alzarla.
Entonces se giro, con una sonrisa confusa en sus labios.
Lo siento. Supongo que estoy distraído…Es que…Uff me muero de ganas de saber como es…Comente negando mientra intentaba dar orden a mis cabellos extendiéndolos hacia atrás.
Cuales serán sus aficiones? Que vida habrá tenido?...Me acerque un poco y coloque un mechón de sus cabellos por detrás de su oreja, como algo de confianza que solia hacer con ella. Quizás se parece a ti, comente con una sonrisa. Aunque en aquel momento cai en que mis gestos podrían molestarla, después de todo. Nuestra relación había sido muy tensa los últimos días, y aunque era algo que odiaba, era inevitable. Seria mejor que me controlase, después de todo…Era posible que ella echase en falta a aquel brujo.
Desvíe la mirada sintiéndome nuevamente celoso y herido en mi orgullo. Sintiendo como si fuese el mismo brujo el que me enterrase un hierro ardiendo en el pecho. Claro que también le había visto contemplando al otro hechicero; Erlend…
Note que mis mandíbulas se tensaban un poco, sin embargo no quería que ella viese eso. No quería ser hostil, ni tampoco demostrar lo mucho que me dolía imaginarla en brazos ajenos.
Discúlpame. No quería entretenerte…Ni llevarte al suelo, comente con una sonrisa un tanto avergonzada y algo tímida.
Buenas noches.Trague saliva algo contrariado.Era como si pronto estuviese hablando con alguien que era desconocido para mi.
Entonces ella abrió la puerta para hacer ademán de salir dándome la espalda y yo me gire para recoger aquello que había quedado en el suelo. Pero entonces ambos nos quedamos quietos, como si se nos hubiese quedado algo en el tintero.
Ella se había quedado de espaldas a mi. Y yo me habia quedado contemplando mi maleta sobre la cama
Va…¿todo bien?
Pero entonces otro brusco movimiento movió el tren y en aquella ocasión tanto ella como yo nos desestabilizamos.
Sostuve su cintura con firmeza, pero no tuve en cuenta las prendas que había dejado en el suelo, -en un intento rápido por buscar un cuaderno en mi maleta-.
Así que mi pie resbalo con la tela, yo sostuve a Eyra, y perdiendo el equilibrio…Me la lleve conmigo al suelo aparatosamente.
Caí absurdamente hacia atrás aun sosteniéndola por la cintura, por lo que le arrastre y ella cayo sobre mi, chocando su cabeza contra mi pecho mientras mis manos seguían envolviendo su cintura…
Auch…
Una sonrisa comenzó a nacer en mis labios, a pesar de que me los mordí intentando forzarme, pero termine despegando mis labios, y riéndome ante mi torpeza.
Debía de ser el único vampiro patoso de la creación.
Estas bien?
Me senté poco a poco y comencé a ponerme en pie, sosteniéndola a ella por debajo de sus brazos hasta alzarla.
Entonces se giro, con una sonrisa confusa en sus labios.
Lo siento. Supongo que estoy distraído…Es que…Uff me muero de ganas de saber como es…Comente negando mientra intentaba dar orden a mis cabellos extendiéndolos hacia atrás.
Cuales serán sus aficiones? Que vida habrá tenido?...Me acerque un poco y coloque un mechón de sus cabellos por detrás de su oreja, como algo de confianza que solia hacer con ella. Quizás se parece a ti, comente con una sonrisa. Aunque en aquel momento cai en que mis gestos podrían molestarla, después de todo. Nuestra relación había sido muy tensa los últimos días, y aunque era algo que odiaba, era inevitable. Seria mejor que me controlase, después de todo…Era posible que ella echase en falta a aquel brujo.
Desvíe la mirada sintiéndome nuevamente celoso y herido en mi orgullo. Sintiendo como si fuese el mismo brujo el que me enterrase un hierro ardiendo en el pecho. Claro que también le había visto contemplando al otro hechicero; Erlend…
Note que mis mandíbulas se tensaban un poco, sin embargo no quería que ella viese eso. No quería ser hostil, ni tampoco demostrar lo mucho que me dolía imaginarla en brazos ajenos.
Discúlpame. No quería entretenerte…Ni llevarte al suelo, comente con una sonrisa un tanto avergonzada y algo tímida.
Buenas noches.Trague saliva algo contrariado.Era como si pronto estuviese hablando con alguien que era desconocido para mi.
Entonces ella abrió la puerta para hacer ademán de salir dándome la espalda y yo me gire para recoger aquello que había quedado en el suelo. Pero entonces ambos nos quedamos quietos, como si se nos hubiese quedado algo en el tintero.
Ella se había quedado de espaldas a mi. Y yo me habia quedado contemplando mi maleta sobre la cama
Va…¿todo bien?
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Eclipse.
Allí, en aquél pasillo, dando la espalda a mi marido y con la mirada fija en el cristal de mi puerta, vi el reflejo de una mujer mirándose en el espejo de los deseos, acordándose de un querer que sin querer, al descubierto dejó sus sentimientos. Y por sus ojos volaron los días de pasión robada, los silencios que nunca contaron la verdad, aquellas caricias que perdió por orgullo, sentenciada a un destino, a una piel que ve morir o nacer, según si es él quién recorta aquella distancia que como su verdugo, la había conducido a un abismo de locura y desolación.
Y mientras aquél reflejo de mi alma contemplaba el amanecer más bello a través de las pulcras ventanas del tren, las lágrimas que derramaba por él apagaron el sol, perforándome el pecho por la razón por la que mi universo moría, sintiendo sobre mis labios la ternura de cada instante que le brindé, cada beso que le di, cada verdad que de mi boca emanó sincera para capturar su corazón y atarlo a mí, con unas cadenas de mentiras y traiciones que conllevaron a aquella situación por la que ahora naufragaba en el mar de un silencioso llanto.
Y ya podrían pasar mil noches en las que no durmiera, manteniéndome despierta con tal de soñar con su boca, luchando por detener el tiempo, bordando las promesas de un amor sin fin, grabando en mí aquellos agridulces besos que la lluvia se llevó. Y así, la herida que vestía desde hacía tantos días, desnudó mi fragilidad, descubriendo que este amor no tendría olvido ni fecha de caducidad, comprendiendo al fin, que me quemaba el sinvivir de no tenerle entre mis brazos, más allá del amar y huir que promoví con mis engaños, convirtiéndome en una ladrona de caricias falsas y vacías. Recordé a Zhepyr, el hechicero, cuyos brazos calmaron mi deseo pero en cuyos labios sólo buscaba el sabor de los besos desesperados que encontraba en los de Jerarld, ahora allí, tan cerca y tan lejos de mí, desnudándome la verdad con su simple e inocente mirar, una mirada cuyo oceano de dudas me torturaba al saber que había tentado la verdad y el engaño con brincos infantiles y caprichosos que al final, me habían alejado de él y de su amor, ahogándome ahora en soledad, aferrándome a su recuerdo, ilusionandome ante un simple roce aunque luego la distancia me llevara a perderle de nuevo, arañándome el alma hasta hacerme agonizar.
Jerarld era una parte de mí que se marchaba con la frialdad de un hielo deshaciéndose sobre la palma de mi mano, sin un adiós, sin un consuelo más que el silencio y el vacío. Él había sido tantas cosas a la vez, que me costaba creer que hoy ya no fuera nada. Sobretodo porque no era verdad, yo no conseguía olvidar aquella mirada que aún aquella noche, me hacía estremecer. Deseaba tanto ser el beso que se hundía en sus labios, el poema que relatara nuestra historia de amor, aquella caricia que muere en su espalda, protagonizar junto a él esa historia sin fin que se niega a terminar. Quería ser el aire que respiraba, su sombra al caminar, de él ser todo, porque nada era yo cuando no estaba Jerarld allí para iluminar con su sonrisa mi vida.
- Ojalá se parezca a ti.
La voz se quebró ante la última palabra, conteniendo al fin aquellas lágrimas traicioneras antes de seguir mi camino sin siquiera mirarle, temerosa que viera en mí todo cuanto había dejado tras su marcha: la nada.
Así, cerré la puerta con un golpe seco y corrí ansiosa, la cortina del cristal de la puerta, así como la de la ventana que dejaba entrever el alba tras las colinas luxemburguesas. Sumida de nuevo en las tinieblas, me dejé caer sobre el lecho de frías sábanas y alcoba vacía, difuminando aquellas lágrimas de mi rostro para recuperar la entereza perdida en cuanto aquél gesto de Jerarld me había desarmado, reviviendo la llama que por él nunca se había extinguido. Me tumbé sobre la cama, hecha un ovillo , abrazando mis rodillas y enterrando mi cabeza entre mis brazos, cerrando los ojos para reencontrarme con mi marido en el mundo de los Sueños, dónde allí, todo era posible, incluso que él me amara de nuevo.
Y mientras aquél reflejo de mi alma contemplaba el amanecer más bello a través de las pulcras ventanas del tren, las lágrimas que derramaba por él apagaron el sol, perforándome el pecho por la razón por la que mi universo moría, sintiendo sobre mis labios la ternura de cada instante que le brindé, cada beso que le di, cada verdad que de mi boca emanó sincera para capturar su corazón y atarlo a mí, con unas cadenas de mentiras y traiciones que conllevaron a aquella situación por la que ahora naufragaba en el mar de un silencioso llanto.
Y ya podrían pasar mil noches en las que no durmiera, manteniéndome despierta con tal de soñar con su boca, luchando por detener el tiempo, bordando las promesas de un amor sin fin, grabando en mí aquellos agridulces besos que la lluvia se llevó. Y así, la herida que vestía desde hacía tantos días, desnudó mi fragilidad, descubriendo que este amor no tendría olvido ni fecha de caducidad, comprendiendo al fin, que me quemaba el sinvivir de no tenerle entre mis brazos, más allá del amar y huir que promoví con mis engaños, convirtiéndome en una ladrona de caricias falsas y vacías. Recordé a Zhepyr, el hechicero, cuyos brazos calmaron mi deseo pero en cuyos labios sólo buscaba el sabor de los besos desesperados que encontraba en los de Jerarld, ahora allí, tan cerca y tan lejos de mí, desnudándome la verdad con su simple e inocente mirar, una mirada cuyo oceano de dudas me torturaba al saber que había tentado la verdad y el engaño con brincos infantiles y caprichosos que al final, me habían alejado de él y de su amor, ahogándome ahora en soledad, aferrándome a su recuerdo, ilusionandome ante un simple roce aunque luego la distancia me llevara a perderle de nuevo, arañándome el alma hasta hacerme agonizar.
Jerarld era una parte de mí que se marchaba con la frialdad de un hielo deshaciéndose sobre la palma de mi mano, sin un adiós, sin un consuelo más que el silencio y el vacío. Él había sido tantas cosas a la vez, que me costaba creer que hoy ya no fuera nada. Sobretodo porque no era verdad, yo no conseguía olvidar aquella mirada que aún aquella noche, me hacía estremecer. Deseaba tanto ser el beso que se hundía en sus labios, el poema que relatara nuestra historia de amor, aquella caricia que muere en su espalda, protagonizar junto a él esa historia sin fin que se niega a terminar. Quería ser el aire que respiraba, su sombra al caminar, de él ser todo, porque nada era yo cuando no estaba Jerarld allí para iluminar con su sonrisa mi vida.
- Ojalá se parezca a ti.
La voz se quebró ante la última palabra, conteniendo al fin aquellas lágrimas traicioneras antes de seguir mi camino sin siquiera mirarle, temerosa que viera en mí todo cuanto había dejado tras su marcha: la nada.
Así, cerré la puerta con un golpe seco y corrí ansiosa, la cortina del cristal de la puerta, así como la de la ventana que dejaba entrever el alba tras las colinas luxemburguesas. Sumida de nuevo en las tinieblas, me dejé caer sobre el lecho de frías sábanas y alcoba vacía, difuminando aquellas lágrimas de mi rostro para recuperar la entereza perdida en cuanto aquél gesto de Jerarld me había desarmado, reviviendo la llama que por él nunca se había extinguido. Me tumbé sobre la cama, hecha un ovillo , abrazando mis rodillas y enterrando mi cabeza entre mis brazos, cerrando los ojos para reencontrarme con mi marido en el mundo de los Sueños, dónde allí, todo era posible, incluso que él me amara de nuevo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Eclipse.
Procuraba respetar su intimidad…Siempre procuraba hacerlo. Pues a pesar de poder leer su mente, no quería invadir su privacidad. Por eso había vivido todos estos años engañado ante lo que ocurría en mis propias narices. Aunque lo cierto es que prefería vivir así, a conocer todos sus secretos y que ninguno saliese de su boca…
A menudo me preguntaba si ella confiaba en mí, y sus silencios me respondían cada día de mi vida…
Sin embargo en aquel momento, en aquella noche. Cuando ella me dio la espalda, escuche su mente, escuche su susurro, y vi lo que ella veía. Notando la añoranza, y aquel sentimiento de necesidad tan fuerte que era como buscar algo entre el mas profundo vacio.
Como si de alguna forma, ambos hubiésemos querido buscar un amor irremplazable en brazos ajenos…
¿Porque nos hacíamos esto?...¿Porque nos esforzábamos tanto en esconder lo que de verdad se nos pasaba por la mente y por el corazón?
Escuche sus palabras quebradas por la emoción y le mire salir, observando como cerraba aquella cortina.
Tape mis labios un tanto acongojado con el susurro de su mente,que fue como escuchar el grito de su alma atormentada.Y me quede así. Sorprendido en la soledad ante su desesperación y su dolor.
Me senté en la cama, y baje la vista a mis manos vacías. Introduje una de mis ellas en el bolsillo de mi pantalón con calma, extrayendo el anillo que ella me había dado al casarnos.
Deslice el pulgar por la fecha, por la inscripción de su interior, para luego apretarlo en mi puño.
Roxanne me había quitado ese anillo la noche en que le había visitado, cuando me había quedado allí con ella.
Pero yo lo había recogido horas mas tarde. Sabiendo que no podría dejarlo allí. Y todo este tiempo lo había llevado conmigo, oculto entre mis ropajes, como si a pesar de todas las cosas, no pudiese desprenderme de el.
Pues para mi sellar aquel pacto con ella, involucraba un “para siempre”. Y eso, a pesar de todo lo ocurrido, era algo que significaba mucho para mí. Pues cuando se lo propuse, lo hice sabiendo que quería compartir toda mi eternidad con ella…Solo con ella.
Desvíe la vista hacia la ventana, que dejaba entrever su compartimento. Las cortinas seguían cerradas, y yo sentado en la cama, solté un suspiro antes de volver a guardar aquel anillo. Mientras me estiraba boca arriba, sabiendo que a pesar de nuestros sentimientos, aun había cosas que nos separaban. Como si incluso el mismo destino se empeñase en recordarnos nuestros errores, y restregarnos el pasado.
Cerré mis ojos, notando como mi mente se quedaba en blanco. Y es que me costaba sentir algo concreto. Pues me encontraba confuso y extraño, como si una parte de mi me obligase a ir con ella, a consolarla y a decirle que le necesitaba de forma desmedida...Y como si la otra parte me inculcase ser mas cauto y mantener la calma…Como si todo estuviese aun girando en una ruleta sin fin.
Cerré mis ojos notando como el sueño me envolvía sin tardar, y aquella noche volví a soñar. Como hacia ya mucho tiempo que no hacia.
Pero en esta ocasión los sueños, eran mas bien recuerdos, momentos que ambos mirábamos desde lejos, intentando tocarlos sin lograr llegar a hacerlo.
Como si quisiéramos recuperar algo muy lejano de alcanzar, y entonces yo le miraba, buscándole, pero ella se desvanecía como una sombra desapareciendo sin mas.
Abrí los ojos agitado,intentando volver a la calma. Restregué mis ojos con una de mis manos y saque mi reloj de bolsillo.
Eran las cinco de la mañana y la noche aun se extendía ante nosotros. Llenándolo todo de oscuridad.
Me senté en aquella cama. Y apoyé uno mis codos en mis rodillas. Sujetando mi mentón mientras pensaba en que hacer.
Sabía que no podría dormir, pues estaba inquieto…Y deseaba hablar con ella.
Entonces me puse en pie y camine hacia la puerta con decisión, para dar la vuelta totalmente y dirigirme hacia la ventana.
Quería ir, y no quería ir a la vez.
Empecé a caminar en círculos y después de cinco minutos eternos, me arme de valor para salir de mi compartimento y quedarme fuera del suyo.
Deje que mi mano reposara en el cristal y me mordí los labios. Era posible que ella durmiese. Así que sin llamar, gire el pomo suavemente para adentrarme y contemplar como su figura continuaba recostada hecha un ovillo.
Camine hacia ella y me senté con suavidad a su lado. Observando curioso su sueño. Como si le contemplase por primera vez.
No se cuanto tiempo estuve mirándole, solo se que acerque mis dedos hacia ella. Y acaricie su cabello un instante, sonriendo cuando ella se quejo un poco, posiblemente soñando.
Pero entonces sus ojos se abrieron poco a poco y me vieron allí, sentado junto a ella.
Trague saliva, sintiéndome un invasor por estar allí cuando ella dormía tranquilamente. Pero... no me arrepentía.
Lo siento. No quería despertarte…comente entre susurros. Es que… no podía dormir. Indique de forma simple. Entonces caí en que no tenía ningún derecho a estar ahí. Seria mejor que le dejase en paz… No tenía derecho a interrumpirla de ese modo. Así que hice ademán de levantarme, pensando en lo idiota que había sido por no haberme quedado en mi compartimento…Y en aquel momento algo impidió mi avance.
A menudo me preguntaba si ella confiaba en mí, y sus silencios me respondían cada día de mi vida…
Sin embargo en aquel momento, en aquella noche. Cuando ella me dio la espalda, escuche su mente, escuche su susurro, y vi lo que ella veía. Notando la añoranza, y aquel sentimiento de necesidad tan fuerte que era como buscar algo entre el mas profundo vacio.
Como si de alguna forma, ambos hubiésemos querido buscar un amor irremplazable en brazos ajenos…
¿Porque nos hacíamos esto?...¿Porque nos esforzábamos tanto en esconder lo que de verdad se nos pasaba por la mente y por el corazón?
Escuche sus palabras quebradas por la emoción y le mire salir, observando como cerraba aquella cortina.
Tape mis labios un tanto acongojado con el susurro de su mente,que fue como escuchar el grito de su alma atormentada.Y me quede así. Sorprendido en la soledad ante su desesperación y su dolor.
Me senté en la cama, y baje la vista a mis manos vacías. Introduje una de mis ellas en el bolsillo de mi pantalón con calma, extrayendo el anillo que ella me había dado al casarnos.
Deslice el pulgar por la fecha, por la inscripción de su interior, para luego apretarlo en mi puño.
Roxanne me había quitado ese anillo la noche en que le había visitado, cuando me había quedado allí con ella.
Pero yo lo había recogido horas mas tarde. Sabiendo que no podría dejarlo allí. Y todo este tiempo lo había llevado conmigo, oculto entre mis ropajes, como si a pesar de todas las cosas, no pudiese desprenderme de el.
Pues para mi sellar aquel pacto con ella, involucraba un “para siempre”. Y eso, a pesar de todo lo ocurrido, era algo que significaba mucho para mí. Pues cuando se lo propuse, lo hice sabiendo que quería compartir toda mi eternidad con ella…Solo con ella.
Desvíe la vista hacia la ventana, que dejaba entrever su compartimento. Las cortinas seguían cerradas, y yo sentado en la cama, solté un suspiro antes de volver a guardar aquel anillo. Mientras me estiraba boca arriba, sabiendo que a pesar de nuestros sentimientos, aun había cosas que nos separaban. Como si incluso el mismo destino se empeñase en recordarnos nuestros errores, y restregarnos el pasado.
Cerré mis ojos, notando como mi mente se quedaba en blanco. Y es que me costaba sentir algo concreto. Pues me encontraba confuso y extraño, como si una parte de mi me obligase a ir con ella, a consolarla y a decirle que le necesitaba de forma desmedida...Y como si la otra parte me inculcase ser mas cauto y mantener la calma…Como si todo estuviese aun girando en una ruleta sin fin.
Cerré mis ojos notando como el sueño me envolvía sin tardar, y aquella noche volví a soñar. Como hacia ya mucho tiempo que no hacia.
Pero en esta ocasión los sueños, eran mas bien recuerdos, momentos que ambos mirábamos desde lejos, intentando tocarlos sin lograr llegar a hacerlo.
Como si quisiéramos recuperar algo muy lejano de alcanzar, y entonces yo le miraba, buscándole, pero ella se desvanecía como una sombra desapareciendo sin mas.
Abrí los ojos agitado,intentando volver a la calma. Restregué mis ojos con una de mis manos y saque mi reloj de bolsillo.
Eran las cinco de la mañana y la noche aun se extendía ante nosotros. Llenándolo todo de oscuridad.
Me senté en aquella cama. Y apoyé uno mis codos en mis rodillas. Sujetando mi mentón mientras pensaba en que hacer.
Sabía que no podría dormir, pues estaba inquieto…Y deseaba hablar con ella.
Entonces me puse en pie y camine hacia la puerta con decisión, para dar la vuelta totalmente y dirigirme hacia la ventana.
Quería ir, y no quería ir a la vez.
Empecé a caminar en círculos y después de cinco minutos eternos, me arme de valor para salir de mi compartimento y quedarme fuera del suyo.
Deje que mi mano reposara en el cristal y me mordí los labios. Era posible que ella durmiese. Así que sin llamar, gire el pomo suavemente para adentrarme y contemplar como su figura continuaba recostada hecha un ovillo.
Camine hacia ella y me senté con suavidad a su lado. Observando curioso su sueño. Como si le contemplase por primera vez.
No se cuanto tiempo estuve mirándole, solo se que acerque mis dedos hacia ella. Y acaricie su cabello un instante, sonriendo cuando ella se quejo un poco, posiblemente soñando.
Pero entonces sus ojos se abrieron poco a poco y me vieron allí, sentado junto a ella.
Trague saliva, sintiéndome un invasor por estar allí cuando ella dormía tranquilamente. Pero... no me arrepentía.
Lo siento. No quería despertarte…comente entre susurros. Es que… no podía dormir. Indique de forma simple. Entonces caí en que no tenía ningún derecho a estar ahí. Seria mejor que le dejase en paz… No tenía derecho a interrumpirla de ese modo. Así que hice ademán de levantarme, pensando en lo idiota que había sido por no haberme quedado en mi compartimento…Y en aquel momento algo impidió mi avance.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Eclipse.
En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos del mundo. Descubre tus engimas y escribe tu propio destino a partir de ellos.
Así, aquellas palabras, aquél sueño en el que Ast, más conocida como Isis, me hablaba, volvieron a mi mente en forma de torbellinos de nubes, oscuridad, frialdad, confusión, temor. Aquél sueño ya lo había tenido antes, justo cuando Jerarld me había pedido en matrimonio y yo tenía dudas por todo lo que mi pasado había significado para mí. En aquella ocasión, el sueño me abrió los ojos, desvelándome la verdad de mis sentimientos que tozudamente, me había empeñado en esconder.
La historia de amor a la que se refería Ast, era la de Jerarld y yo. Una historia llena de altibajos, de romanticosmo, de sufrimiento, de silencio, de ansias, de sacrificios, de mentiras, de verdades, de momentos, de recuerdos, de ansiedad, de dudas, de distancias, de reencuentros, de obstáculos, de luchas, pero sobretodo... de amor.
La eternidad, no significaba nada sino podía pasarla a su lado. Si no podía despertar cada noche junto a él, si sus besos no inundaban mi cuerpo y mi alma, si su voz no hacía erizar mi piel y tiritar mis labios, si sus caricias no surcaban cada retal de mi vida, si su sonrisa no iluminaba mi vida... No, nada tenía sentido sin Jerarld. La eternidad sólo se convertiría en un árido páramo en el que ninguna flor podría crecer. Era cierto, las historias de amor encierran muchos secretos. Muchos de ellos, habían logrado separnos. Y aún así, pese a todos los obstáculos, secretos y demás caprichos del destino, ahora estabamos allí, juntos, en aquél viaje que nos llevaría hacia la culminación de nuestro amor, la personificación de un sentimiento puro como el que creía en nosotros, Zephyr, nuestro hijo, era verdaderamente la alianza que necesitábamos.
Mis enigmas, siempre había estado rodeada de misterios, de silencios, de mentiras, de medias verdades. Mis juegos, mis caprichos, me habían lanzado al olvido de su querer, impulsándole a brazos ajenos que acunaron su alma con la nana de un amor puro y cristalino. ¿Quién rechazaría algo así? Sólo un loco, de eso estaba segura. Y el hecho de que Jerarld se hallara cerca de mí aquella noche, no significaba nada más allá que el compartir la misma ilusión de encontrar a nuestro primogénito. Debía tener esa idea muy presente para no desfallecer tras su despedida una vez le hubiéramos localizado. Sabía que su marcha volvería como el sol cada mañana, sólo que irradiando mi interior de la más absoluta y profunda pena. Entonces, sólo contaría con mi hijo, o al menos, eso deseaba pensar. ¿Y si regresaba con las manos vacías? No lo soportaría. Y antes de que la idea de la Muerte me sedujese un segundo más, el sueño cambió para tomar la forma de un vívido recuerdo...
- Eyra Erikdottir, ¿quiere recibir a Jerarld Délvheen como esposo, y promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle el resto de su inmortalidad?
Esbocé entonces una sonrisa distina en mis labios, una que jamás había pintado mis labios de aquél color hipnotizante, lleno de ilusiones y alegrías. Apreté los dedos de Jerarld contra los míos y con los ojos bien abiertos, escrutando siempre su semblante, despegué mis labios y pronuncié las palabras mágicas.
- Sí, quiero.- respondí con voz dulce y suave como una caricia, como la miel o como el aroma del jazmín.
Mientras sentía el peso del anillo que llevaba oculto entre mis pechos –sí, entre mis pechos- en forma de colgante, el sacerdote miró a Jerarld con el mismo rostro compungido. No me molestaba el salvaguardar entre mis senos aquella magnífica pieza de oro con letras inscritas en el círculo interior que rezaban "Eyra, XVI~X~MDCCCV", para que nunca olvidase el nombre de la dueña de su corazón y la fecha en la que nuestras almas firmaban aquél pacto de un amor eterno.
- Jerarld Délvheen, ¿quiere recibir a Eyra Erikdottir como esposa, y promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad… idolatrarla, cuidarla, satisfacerla y enloquecerla… y, así, amarla y respetarla el resto de su inmortalidad?
Reí disimuladamente ante la modificación que había ejercido en su mente ante la sorpresa de Jer, volviendo a dulcificar mi rostro a la espera de su respuesta. Y aquellos segundos, sin duda, fueron los más largos y eternos de toda mi existencia...
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mis ojos se abrieron de repente, encontrando, ante mi sorpresa, el rostro de Jerarld. Parpadeé confusa, inundándoseme el pecho ante la idea de que todo aquello, no hubiese sido más que un sueño, que él nunca me hubiera abandonado, que jamás nos hubiésemos malherido, que Jerarld me amase tanto como yo a él... Pero el sonido del tren avanzando y las palabras de disculpa que emanaron de su boca, me hicieron comprender que efectivamente, le había perdido.
- No te vayas... por favor.
Tomé su mano antes de verle marchar, incorporándome en la cama con la mirada centelleante, pidiéndole, implorándole, suplicándole mediante ésta, que no volviera a dejarme. Tragué saliva, agachando la mirada hacia su mano, contemplando su anillo de bodas todavía en su dedo anular. Sonreí por un momento como meses hacía que aquél gesto no nacía en mis labios. Acaricié aquella pieza, sus dedos, sus manos, entrelazando mis dedos con los suyos antes de alzar los ojos hacia él.
- Vuelve a mí... y perdóname...
Tomé una bocanada de aire, sintiéndome mareada, como si el eje de mi equilibrio hubiera desaparecido ante el terror de un rechazo más. Aquél pensamiento me erizó la piel, llenándoseme los ojos de lágrimas, sin temor ya a que él viera en mí la faceta más frágil de Eyra. Ya nada más me importaba, nada más... excepto él.
- Te quiero.
Así, aquellas palabras, aquél sueño en el que Ast, más conocida como Isis, me hablaba, volvieron a mi mente en forma de torbellinos de nubes, oscuridad, frialdad, confusión, temor. Aquél sueño ya lo había tenido antes, justo cuando Jerarld me había pedido en matrimonio y yo tenía dudas por todo lo que mi pasado había significado para mí. En aquella ocasión, el sueño me abrió los ojos, desvelándome la verdad de mis sentimientos que tozudamente, me había empeñado en esconder.
La historia de amor a la que se refería Ast, era la de Jerarld y yo. Una historia llena de altibajos, de romanticosmo, de sufrimiento, de silencio, de ansias, de sacrificios, de mentiras, de verdades, de momentos, de recuerdos, de ansiedad, de dudas, de distancias, de reencuentros, de obstáculos, de luchas, pero sobretodo... de amor.
La eternidad, no significaba nada sino podía pasarla a su lado. Si no podía despertar cada noche junto a él, si sus besos no inundaban mi cuerpo y mi alma, si su voz no hacía erizar mi piel y tiritar mis labios, si sus caricias no surcaban cada retal de mi vida, si su sonrisa no iluminaba mi vida... No, nada tenía sentido sin Jerarld. La eternidad sólo se convertiría en un árido páramo en el que ninguna flor podría crecer. Era cierto, las historias de amor encierran muchos secretos. Muchos de ellos, habían logrado separnos. Y aún así, pese a todos los obstáculos, secretos y demás caprichos del destino, ahora estabamos allí, juntos, en aquél viaje que nos llevaría hacia la culminación de nuestro amor, la personificación de un sentimiento puro como el que creía en nosotros, Zephyr, nuestro hijo, era verdaderamente la alianza que necesitábamos.
Mis enigmas, siempre había estado rodeada de misterios, de silencios, de mentiras, de medias verdades. Mis juegos, mis caprichos, me habían lanzado al olvido de su querer, impulsándole a brazos ajenos que acunaron su alma con la nana de un amor puro y cristalino. ¿Quién rechazaría algo así? Sólo un loco, de eso estaba segura. Y el hecho de que Jerarld se hallara cerca de mí aquella noche, no significaba nada más allá que el compartir la misma ilusión de encontrar a nuestro primogénito. Debía tener esa idea muy presente para no desfallecer tras su despedida una vez le hubiéramos localizado. Sabía que su marcha volvería como el sol cada mañana, sólo que irradiando mi interior de la más absoluta y profunda pena. Entonces, sólo contaría con mi hijo, o al menos, eso deseaba pensar. ¿Y si regresaba con las manos vacías? No lo soportaría. Y antes de que la idea de la Muerte me sedujese un segundo más, el sueño cambió para tomar la forma de un vívido recuerdo...
- Eyra Erikdottir, ¿quiere recibir a Jerarld Délvheen como esposo, y promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle el resto de su inmortalidad?
Esbocé entonces una sonrisa distina en mis labios, una que jamás había pintado mis labios de aquél color hipnotizante, lleno de ilusiones y alegrías. Apreté los dedos de Jerarld contra los míos y con los ojos bien abiertos, escrutando siempre su semblante, despegué mis labios y pronuncié las palabras mágicas.
- Sí, quiero.- respondí con voz dulce y suave como una caricia, como la miel o como el aroma del jazmín.
Mientras sentía el peso del anillo que llevaba oculto entre mis pechos –sí, entre mis pechos- en forma de colgante, el sacerdote miró a Jerarld con el mismo rostro compungido. No me molestaba el salvaguardar entre mis senos aquella magnífica pieza de oro con letras inscritas en el círculo interior que rezaban "Eyra, XVI~X~MDCCCV", para que nunca olvidase el nombre de la dueña de su corazón y la fecha en la que nuestras almas firmaban aquél pacto de un amor eterno.
- Jerarld Délvheen, ¿quiere recibir a Eyra Erikdottir como esposa, y promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad… idolatrarla, cuidarla, satisfacerla y enloquecerla… y, así, amarla y respetarla el resto de su inmortalidad?
Reí disimuladamente ante la modificación que había ejercido en su mente ante la sorpresa de Jer, volviendo a dulcificar mi rostro a la espera de su respuesta. Y aquellos segundos, sin duda, fueron los más largos y eternos de toda mi existencia...
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mis ojos se abrieron de repente, encontrando, ante mi sorpresa, el rostro de Jerarld. Parpadeé confusa, inundándoseme el pecho ante la idea de que todo aquello, no hubiese sido más que un sueño, que él nunca me hubiera abandonado, que jamás nos hubiésemos malherido, que Jerarld me amase tanto como yo a él... Pero el sonido del tren avanzando y las palabras de disculpa que emanaron de su boca, me hicieron comprender que efectivamente, le había perdido.
- No te vayas... por favor.
Tomé su mano antes de verle marchar, incorporándome en la cama con la mirada centelleante, pidiéndole, implorándole, suplicándole mediante ésta, que no volviera a dejarme. Tragué saliva, agachando la mirada hacia su mano, contemplando su anillo de bodas todavía en su dedo anular. Sonreí por un momento como meses hacía que aquél gesto no nacía en mis labios. Acaricié aquella pieza, sus dedos, sus manos, entrelazando mis dedos con los suyos antes de alzar los ojos hacia él.
- Vuelve a mí... y perdóname...
Tomé una bocanada de aire, sintiéndome mareada, como si el eje de mi equilibrio hubiera desaparecido ante el terror de un rechazo más. Aquél pensamiento me erizó la piel, llenándoseme los ojos de lágrimas, sin temor ya a que él viera en mí la faceta más frágil de Eyra. Ya nada más me importaba, nada más... excepto él.
- Te quiero.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Eclipse.
Un nudo se alojo en mi garganta cuando vi sus lágrimas caer.
No me lo esperaba en lo mas mínimo, y por eso mismo, su gesto me desarmó.
Entonces volví a donde me hallaba momentos antes, sentándome a su lado con su mano aun entrelazada a la mía. Mis mandíbulas se tensaron un poco, entre la ansiedad y el nerviosismo de tan inesperadas palabras. Pues jamás imagine que de sus labios saliese algo con referencia al perdón. Yo esperaba su desprecio, su infinito y total desprecio hacia mí por aquella noche en que ambos nos habíamos sentido traicionados. Y por todo este mes de ausencia…
Sin embargo no era así. Ella, se disculpaba conmigo.
Baje la mirada al recordar todas aquellas noches en las que se habría marchado con otros, o en las que se había guardado la verdad, simplemente disfrutando por poder jugar con aquellas situaciones, que tan estúpidamente ignore a pesar de tenerlas en mis narices…
Y es que en el fondo de mi corazón siempre había deseado pensar que todo era una ilusión, un delirio mio. Quería pensar que mis sospechas eran falsas, que sus juegos no eran mas que eso mismo...Juegos inocentes. Prefería vivir pensando que no ocurría nada antes que ver la realidad y lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.
Habían pasado tantas cosas, tantísimas cosas entre nosotros. Ella me había ocultado demasiado y había jugado como había deseado conmigo. Pero yo simplemente había sido peor; Pues no había pedido cuentas, ni nada por el estilo...Yo habia preferido ignorar lo que al fin y al cabo, no dejaba de ser un llamado de atención por su parte. Había sido mi culpa también, por no saberle comprender, por no saber indagar más en su corazón…Por no explicarme debidamente con ella…
Y es que parecía que después de siete siglos, seguía siendo tan ingenuo y estúpido como siempre...Los años no me volvian mas sabio, sino mas testarudo.
Aunque, lo que más me dolía de todo. Era descubrir cuan distintos podíamos llegar a ser en ocasiones y lo mucho que nos cegaba el orgullo a ambos como para arreglar nuestras diferencias de forma civilizada.
Me acerque un poco a Eyra, y sostuve su mejilla con una de mis manos, limpiando sus lágrimas con el pulgar.
Yo también debo pedirte perdón...nunca quise dañarte ni traicionar tu confianza...sus lágrimas caían mientras sus ojos me miraban ahora con angustia y sorpresa. Entonces me incline para juntar mi frente con la suya.
Te quiero tanto Eyra...Tanto…que si me pidieses que me arrancase el corazón del pecho lo haría y te lo entregaría sin dudar...
Pero al parecer...nunca supe demostrarte lo importantes que eres para mi…
Me separe con cuidado de ella, bajando mis manos, para sostener sus dedos entre los míos. observando éstos con detenimiento, como si nunca lo hubiese hecho. Añoraba el tacto de su piel, el aroma de sus cabellos, su cercanía y su abrazo, que me buscaba siempre con fervor.
Te he fallado...
Extrañaba verla feliz, echaba en falta su sonrisa…
Y aquello me carcomía. Porque se la había quitado yo.
No me lo esperaba en lo mas mínimo, y por eso mismo, su gesto me desarmó.
Entonces volví a donde me hallaba momentos antes, sentándome a su lado con su mano aun entrelazada a la mía. Mis mandíbulas se tensaron un poco, entre la ansiedad y el nerviosismo de tan inesperadas palabras. Pues jamás imagine que de sus labios saliese algo con referencia al perdón. Yo esperaba su desprecio, su infinito y total desprecio hacia mí por aquella noche en que ambos nos habíamos sentido traicionados. Y por todo este mes de ausencia…
Sin embargo no era así. Ella, se disculpaba conmigo.
Baje la mirada al recordar todas aquellas noches en las que se habría marchado con otros, o en las que se había guardado la verdad, simplemente disfrutando por poder jugar con aquellas situaciones, que tan estúpidamente ignore a pesar de tenerlas en mis narices…
Y es que en el fondo de mi corazón siempre había deseado pensar que todo era una ilusión, un delirio mio. Quería pensar que mis sospechas eran falsas, que sus juegos no eran mas que eso mismo...Juegos inocentes. Prefería vivir pensando que no ocurría nada antes que ver la realidad y lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.
Habían pasado tantas cosas, tantísimas cosas entre nosotros. Ella me había ocultado demasiado y había jugado como había deseado conmigo. Pero yo simplemente había sido peor; Pues no había pedido cuentas, ni nada por el estilo...Yo habia preferido ignorar lo que al fin y al cabo, no dejaba de ser un llamado de atención por su parte. Había sido mi culpa también, por no saberle comprender, por no saber indagar más en su corazón…Por no explicarme debidamente con ella…
Y es que parecía que después de siete siglos, seguía siendo tan ingenuo y estúpido como siempre...Los años no me volvian mas sabio, sino mas testarudo.
Aunque, lo que más me dolía de todo. Era descubrir cuan distintos podíamos llegar a ser en ocasiones y lo mucho que nos cegaba el orgullo a ambos como para arreglar nuestras diferencias de forma civilizada.
Me acerque un poco a Eyra, y sostuve su mejilla con una de mis manos, limpiando sus lágrimas con el pulgar.
Yo también debo pedirte perdón...nunca quise dañarte ni traicionar tu confianza...sus lágrimas caían mientras sus ojos me miraban ahora con angustia y sorpresa. Entonces me incline para juntar mi frente con la suya.
Te quiero tanto Eyra...Tanto…que si me pidieses que me arrancase el corazón del pecho lo haría y te lo entregaría sin dudar...
Pero al parecer...nunca supe demostrarte lo importantes que eres para mi…
Me separe con cuidado de ella, bajando mis manos, para sostener sus dedos entre los míos. observando éstos con detenimiento, como si nunca lo hubiese hecho. Añoraba el tacto de su piel, el aroma de sus cabellos, su cercanía y su abrazo, que me buscaba siempre con fervor.
Te he fallado...
Extrañaba verla feliz, echaba en falta su sonrisa…
Y aquello me carcomía. Porque se la había quitado yo.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Eclipse.
Meneé mi cabeza con ansiedad, llevando una de mis manos hacia su pecho, posándola sobre dónde residiría su corazón polvoriento sin vida que latiera con fuerza para llevar a todos los rincones de su cuerpo, el oxígeno y el elixir vital del cuál nosotros nos alimentábamos. Mis ojos se clavaron en los suyos, acercándome a él sin apenas percibirlo.
- Pedirte que te arrancaras el corazón sería la sentencia que me condenaría a un voraz sufrimiento eterno.- musité con un hilo de voz a la vez que mis manos se reunían sobre su pecho para ascender ahora hacia su rostro, acariciando con apenas un roce, aquellas mejillas, aquellas facciones que tanto extrañaba contornear con la punta de mis dedos.
Una sonrisa escapó de mis labios por esa sensación que desprendían sus ojos, una mezcla de ternura con una chispa justa del brillo dado por un sentimiento llameante escondido en sus entrañas y que ahora, ante mí, empezaba a aflorar de nuevo, como si mi tacto fuese el avivador de su fuego interno, de aquél sentimiento que ambos creímos haber enterrado tras su marcha, tras su vacío. Pero en mi pecho, siempre conservé un cajón en el que almanecené la esperanza. Sus ojos grises, halagadores y expresivos como ningunos otros conocí, reflejaron en él su continua ternura que desenvocó en mí como una pasión violenta, pues sus ojos me abrasaban, me quemaba su aliento contra mi rostro, y así, apagó las palabras el rumor de su beso. Un pequeño y efímero beso que le robé sin contención ya alguna, conteniendo el aliento ante lo que esperaba: nada bueno. Pero entonces, su sonrisa ardió en mis labios y oliendo a él, me sentía en tierra firme y segura, como si la frescura de la tarde despertara mis sentidos adormecidos sin su luz, percibiendo casi cómo mis pestañas se mecían por aquella brisa.
- Shh... calla, mi amor, calla...- susurré sobre sus labios, todavía acariciando su rostro con mis manos, juntando mi frente con la suya como momentos antes él lo había hecho.- El mayor error que cometimos fue distanciarnos... el resto, todo lo demás, es solvente.- le aseguré sonriente, alzando la mirada para encontrarme con sus ojos, en los que me vi reflejada y tras los que suspiré aliviada, pues ya ninguna lágrima manchaba mi rostro de porcelana.
Y sin poderlo evitar, recosté mi cabeza sobre su pecho, cerrando los ojos mientras usaba mis manos para empujarle levemente sobre el lecho, pues deseaba abrazarme a él como tantas noches anteriores así habían transcurrido, simplemente con el calor de un abrazo reconfortable, de esos que no quieres que te suelten, de esos en los que te sientes parte de esa persona que te estrecha con fuerza, oliendo a veces tu pelo por el simple placer de recordar que no eres un sueño.... y que durante esos momentos, tú le perteneces íntegramente. Y sonríes por ello, feliz.
- Pedirte que te arrancaras el corazón sería la sentencia que me condenaría a un voraz sufrimiento eterno.- musité con un hilo de voz a la vez que mis manos se reunían sobre su pecho para ascender ahora hacia su rostro, acariciando con apenas un roce, aquellas mejillas, aquellas facciones que tanto extrañaba contornear con la punta de mis dedos.
Una sonrisa escapó de mis labios por esa sensación que desprendían sus ojos, una mezcla de ternura con una chispa justa del brillo dado por un sentimiento llameante escondido en sus entrañas y que ahora, ante mí, empezaba a aflorar de nuevo, como si mi tacto fuese el avivador de su fuego interno, de aquél sentimiento que ambos creímos haber enterrado tras su marcha, tras su vacío. Pero en mi pecho, siempre conservé un cajón en el que almanecené la esperanza. Sus ojos grises, halagadores y expresivos como ningunos otros conocí, reflejaron en él su continua ternura que desenvocó en mí como una pasión violenta, pues sus ojos me abrasaban, me quemaba su aliento contra mi rostro, y así, apagó las palabras el rumor de su beso. Un pequeño y efímero beso que le robé sin contención ya alguna, conteniendo el aliento ante lo que esperaba: nada bueno. Pero entonces, su sonrisa ardió en mis labios y oliendo a él, me sentía en tierra firme y segura, como si la frescura de la tarde despertara mis sentidos adormecidos sin su luz, percibiendo casi cómo mis pestañas se mecían por aquella brisa.
- Shh... calla, mi amor, calla...- susurré sobre sus labios, todavía acariciando su rostro con mis manos, juntando mi frente con la suya como momentos antes él lo había hecho.- El mayor error que cometimos fue distanciarnos... el resto, todo lo demás, es solvente.- le aseguré sonriente, alzando la mirada para encontrarme con sus ojos, en los que me vi reflejada y tras los que suspiré aliviada, pues ya ninguna lágrima manchaba mi rostro de porcelana.
Y sin poderlo evitar, recosté mi cabeza sobre su pecho, cerrando los ojos mientras usaba mis manos para empujarle levemente sobre el lecho, pues deseaba abrazarme a él como tantas noches anteriores así habían transcurrido, simplemente con el calor de un abrazo reconfortable, de esos que no quieres que te suelten, de esos en los que te sientes parte de esa persona que te estrecha con fuerza, oliendo a veces tu pelo por el simple placer de recordar que no eres un sueño.... y que durante esos momentos, tú le perteneces íntegramente. Y sonríes por ello, feliz.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Eclipse.
Sus manos rodearon mi espalda de forma lenta mientras la frialdad de su piel se mezclaba con la mía, aunque a mi su tacto me pareciera calido y reconfortante como si aun almacenase un corazón latiente y el calor que proporciona el cuerpo de un ser mortal…
Entonces, como siempre ocurría, mi aliento se perdió en el vacío como se perdía cada vez que ella rozaba mi piel. Aquello me robo una sonrisa, y asi, de esa forma me deje guiar por ella, recostándome a su lado para posar suavemente mis brazos a su alrededor, estrechándola contra mi, mientras su cabeza sujeta por una de mis manos se acomodaba en el hueco de mi cuello, Dejando que su rostro se apoyase en mi a la vez que sus brazos también me rodearan, notando como sus dedos se agarraban a mi camisa de forma posesiva, igual que yo hacia con mi abrazo en el que la atraía aun mas hacia mi pecho. Aspire su dulce aroma, y mientras mantenía aquel abrazo con ella, deje que mi mentón reposara sobre sus cabellos, a la vez que una de mis manos se deslizaba por su espalda en una caricia suave. Y es que la había echado demasiado de menos…Mucho más de lo que siquiera me atrevía a imaginar.
Había pasado poco tiempo desde que nos separásemos, sin embargo el significado de la eternidad era totalmente distinto para nosotros…Ya que el concepto del tiempo nos pertenecía.
Las horas pasaron mientras yo aun despierto sostenía su cuerpo contra mí, como un guardián silencioso que le sosegaba, intentando darle mi abrazo y mi compañía, como si quisiera reparar así todos los días en los que simplemente se la negué.
Y mientras pasaba el tiempo, cerré los ojos diversas veces, intentando conciliar el sueño, pero aun daban vueltas demasiadas cosas en mi cabeza, hasta que todo comenzó a iluminarse tenuemente tras las cortinas. Se había hecho de día, y así, como si los mismos rayos del sol hubiesen traído algo de calma, pude cerrar los ojos y descansar junto a ella. Olvidándome del mundo entero y sosegándome al fin.
Una parte de nuestro viaje, involucraba pasar por diversas ciudades de Francia, para cruzar los limites con Suiza, atravesando el país en su totalidad hasta entrar a Italia por su norte, adentrándonos en aquellas tierras desde Firenze hasta llegar cerca de Taranto.
Aun quedaba un buen trecho hasta nuestro destino, en un viaje que comenzaba a ser movido.
El vaivén del mismo tren me hizo fruncir el ceño mientras dormia, pues seguramente cruzaríamos diversos terrenos y parajes alejados de toda civilización…Así que el movimiento comenzaba a ser constante.
Note como me quejaba aun medio dormido, y entonces algo malhumorado, entre abri los ojos con calma, percatándome de que aquellos ojos castaños me miraban con una sonrisa a la vez que su mano descansaba sobre mi mejilla.
Sonreí al verla y me acerque muy poco a poco a ella, para rozar su nariz y aspirar su aroma cerrando los ojos por un instante.
Sabia que podría haberme quedado así para siempre, con ella a mi lado sin preocuparme de nada mas, simplemente mirándola o acariciándola…
Entonces abrí los ojos, encontrando su rostro tan cercano al mío que podía apreciar sus pupilas, y contar sus pestañas. Deje que mis manos recorrieran su espalda, deslizando las yemas de los dedos con extrema calma por ella, subiendo desde su columna hacia su nuca, y entonces cuando supe que lo que mas deseaba era encontrarme con aquellos labios, devorarlos y fusionarme con ellos, el revisor paso por fuera de nuestras puertas.
NAAAAAAPOLI!!!!
Cruzaremos la estación di Napoli en quince minutos!…
Indico de forma escandalosa casi como si quisiera gritar a todo pulmón.
Ambos nos miramos y abrimos los ojos parpadeando consternados. Y entonces reímos hasta quedarnos a gusto ante tal impertinente interrupción.
Solte un suspiro y sonreí mientras le miraba. Entonces saque mi reloj de bolsillo y lo contemple, percatándome de que serian sobre las cinco de la tarde.
Aun nos quedaban unas cuantas horas, pues teníamos que ir mas al sur.
Entonces guarde el reloj y volví a mirar los ojos de mi compañera, acariciando su rostro antes de depositar un suave beso en su mejilla.
De esa forma me levante, acomodando un tanto mis ropajes ahora arrugados.
Voy… voy a ir a mi compartimento, me cambiare y luego…mmm…Podría hacerte compañía si lo deseas, aun nos quedan unas cuantas horas.... Indique un tanto incomodo, sin desearlo. ¿Porque ahora me sentía como si fuese un extraño con ella?...era mi esposa! Acomode mi camisa y estire mis cabellos hacia atrás mientras le sonreía un tanto avergonzado. Ni siquiera yo sabia porque me sentía así, cuando lo único que deseaba era estar con ella. Era como si de alguna forma todo hubiese vuelto a empezar y me encontrase por primera vez con mi amada…
Entonces señale mi compartimento mordiéndome los labios.
También podríamos desayunar…Le tengo echado el ojo a cierto revisor escandaloso…Indique robándole una sonrisa, que me relajó.
No deseaba incomodarla ni tampoco importunarla, pues al fin y al cabo, aun nos encontrábamos en una situación “indefinible” Así que seria mejor darle algo de paz.
Ella se puso en pie y me dio un momento la espalda, acomodando sus cabellos, mientras yo me dirigía hacia la puerta.
Camine hacia la salida.
Pero entonces, cuando sostuve el pomo, parpadee unos cuantos segundos,¿Es que me iba a ir así?....¿En serio???
Entonces me di media vuelta, camine hacia ella, tome a Eyra del brazo girándole hacia mi para así sujetar su rostro y robarle un efusivo, espontáneo, apasionado y casi desesperado beso de tan solo unos segundos.
Me separe con brevedad y observe su rostro estupefacto por mi gesto tan repentino.
Si. Creo que ya puedo irme en paz.
Nos vemos luego cielo.
Indique como si no hubiese pasado absolutamente nada, mientras me giraba y abría la puerta, cerrándola detrás de mi para -Abriendo la puerta de enfrente- adentrarme en mi compartimento.
Entonces, como siempre ocurría, mi aliento se perdió en el vacío como se perdía cada vez que ella rozaba mi piel. Aquello me robo una sonrisa, y asi, de esa forma me deje guiar por ella, recostándome a su lado para posar suavemente mis brazos a su alrededor, estrechándola contra mi, mientras su cabeza sujeta por una de mis manos se acomodaba en el hueco de mi cuello, Dejando que su rostro se apoyase en mi a la vez que sus brazos también me rodearan, notando como sus dedos se agarraban a mi camisa de forma posesiva, igual que yo hacia con mi abrazo en el que la atraía aun mas hacia mi pecho. Aspire su dulce aroma, y mientras mantenía aquel abrazo con ella, deje que mi mentón reposara sobre sus cabellos, a la vez que una de mis manos se deslizaba por su espalda en una caricia suave. Y es que la había echado demasiado de menos…Mucho más de lo que siquiera me atrevía a imaginar.
Había pasado poco tiempo desde que nos separásemos, sin embargo el significado de la eternidad era totalmente distinto para nosotros…Ya que el concepto del tiempo nos pertenecía.
Las horas pasaron mientras yo aun despierto sostenía su cuerpo contra mí, como un guardián silencioso que le sosegaba, intentando darle mi abrazo y mi compañía, como si quisiera reparar así todos los días en los que simplemente se la negué.
Y mientras pasaba el tiempo, cerré los ojos diversas veces, intentando conciliar el sueño, pero aun daban vueltas demasiadas cosas en mi cabeza, hasta que todo comenzó a iluminarse tenuemente tras las cortinas. Se había hecho de día, y así, como si los mismos rayos del sol hubiesen traído algo de calma, pude cerrar los ojos y descansar junto a ella. Olvidándome del mundo entero y sosegándome al fin.
Una parte de nuestro viaje, involucraba pasar por diversas ciudades de Francia, para cruzar los limites con Suiza, atravesando el país en su totalidad hasta entrar a Italia por su norte, adentrándonos en aquellas tierras desde Firenze hasta llegar cerca de Taranto.
Aun quedaba un buen trecho hasta nuestro destino, en un viaje que comenzaba a ser movido.
El vaivén del mismo tren me hizo fruncir el ceño mientras dormia, pues seguramente cruzaríamos diversos terrenos y parajes alejados de toda civilización…Así que el movimiento comenzaba a ser constante.
Note como me quejaba aun medio dormido, y entonces algo malhumorado, entre abri los ojos con calma, percatándome de que aquellos ojos castaños me miraban con una sonrisa a la vez que su mano descansaba sobre mi mejilla.
Sonreí al verla y me acerque muy poco a poco a ella, para rozar su nariz y aspirar su aroma cerrando los ojos por un instante.
Sabia que podría haberme quedado así para siempre, con ella a mi lado sin preocuparme de nada mas, simplemente mirándola o acariciándola…
Entonces abrí los ojos, encontrando su rostro tan cercano al mío que podía apreciar sus pupilas, y contar sus pestañas. Deje que mis manos recorrieran su espalda, deslizando las yemas de los dedos con extrema calma por ella, subiendo desde su columna hacia su nuca, y entonces cuando supe que lo que mas deseaba era encontrarme con aquellos labios, devorarlos y fusionarme con ellos, el revisor paso por fuera de nuestras puertas.
NAAAAAAPOLI!!!!
Cruzaremos la estación di Napoli en quince minutos!…
Indico de forma escandalosa casi como si quisiera gritar a todo pulmón.
Ambos nos miramos y abrimos los ojos parpadeando consternados. Y entonces reímos hasta quedarnos a gusto ante tal impertinente interrupción.
Solte un suspiro y sonreí mientras le miraba. Entonces saque mi reloj de bolsillo y lo contemple, percatándome de que serian sobre las cinco de la tarde.
Aun nos quedaban unas cuantas horas, pues teníamos que ir mas al sur.
Entonces guarde el reloj y volví a mirar los ojos de mi compañera, acariciando su rostro antes de depositar un suave beso en su mejilla.
De esa forma me levante, acomodando un tanto mis ropajes ahora arrugados.
Voy… voy a ir a mi compartimento, me cambiare y luego…mmm…Podría hacerte compañía si lo deseas, aun nos quedan unas cuantas horas.... Indique un tanto incomodo, sin desearlo. ¿Porque ahora me sentía como si fuese un extraño con ella?...era mi esposa! Acomode mi camisa y estire mis cabellos hacia atrás mientras le sonreía un tanto avergonzado. Ni siquiera yo sabia porque me sentía así, cuando lo único que deseaba era estar con ella. Era como si de alguna forma todo hubiese vuelto a empezar y me encontrase por primera vez con mi amada…
Entonces señale mi compartimento mordiéndome los labios.
También podríamos desayunar…Le tengo echado el ojo a cierto revisor escandaloso…Indique robándole una sonrisa, que me relajó.
No deseaba incomodarla ni tampoco importunarla, pues al fin y al cabo, aun nos encontrábamos en una situación “indefinible” Así que seria mejor darle algo de paz.
Ella se puso en pie y me dio un momento la espalda, acomodando sus cabellos, mientras yo me dirigía hacia la puerta.
Camine hacia la salida.
Pero entonces, cuando sostuve el pomo, parpadee unos cuantos segundos,¿Es que me iba a ir así?....¿En serio???
Entonces me di media vuelta, camine hacia ella, tome a Eyra del brazo girándole hacia mi para así sujetar su rostro y robarle un efusivo, espontáneo, apasionado y casi desesperado beso de tan solo unos segundos.
Me separe con brevedad y observe su rostro estupefacto por mi gesto tan repentino.
Si. Creo que ya puedo irme en paz.
Nos vemos luego cielo.
Indique como si no hubiese pasado absolutamente nada, mientras me giraba y abría la puerta, cerrándola detrás de mi para -Abriendo la puerta de enfrente- adentrarme en mi compartimento.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: El Eclipse.
De haber sido humana, el rubor de mis mejillas hubiera iluminado la ciudad de Nápoles por la que ahora cruzábamos con el tren, sosegando tanta emoción del momento en cuanto la puerta de mi compartimento se cerró. Tomé una bocanada de aire y empecé a pasear por aquél habitáculo, intentando distraer mi mente para no ponerme a brincar cuál adolescente con un subidón de hormonas. Aunque no funcionaba, así que decidí ir a por alguna presa, pues quizás la sangre saciaría aquél cosquilleo de mi vientre. No obstante, antes de ir a por comida, decidí cambiarme de ropa, eligiendo ahora un conjunto más estival, un sencillo vestido turquesa, de tela muy fina y que dejaba toda mi espalda al descubierto, tendencia muy mal vista en Francia pero que esperaba mayor recepción en la península itálica. Con una pamela de color azabache con una flor blanca en uno de sus costados, salí de la cámara luciendo uno de los más maravillosos pares de zapatos negros de charol, cuyo tacón alcanzaba los siete centímetros, en busca de mi presa, guardando el pintalabios con el que acariciaba mi boca antes de juntar los labios como si quisiera besar el aire. Aquél gesto me recordó al último episodio vivido con Jerarld y una sonrisa curvó la comisura de mis labios, iluminando mis ojos al momento.
- Signorina, deve sedersi in attesa di arrivare a Roma, essere così gentile da accompagnarvi nel vostro scompartimento...- dijo el hombre que anteriormente se había paseado por el pasillo anunciando cada estación por la que pasábamos, con aquella voz refilosa, aguda y punzante.
- Certo, vieni con me.- respondí con un perfecto italiano mientras enlazaba mi brazo con el suyo y le guiñaba el ojo provocativamente.- Potresti farmi compagnia? Mi sento così solo qui...- suspiré en cuanto cerré la puerta tras él y me dejé caer sobre la cama, con el rostro compungido por una tristeza que no sentía en realidad, indicándole un hueco en mi cama para que se sentara junto a mí.
- Mi scusi, ma potrei essere coinvolto con qualsiasi passeggero, spero che tu capisca.- balbuceó él, viendo en su cuello cómo el sudor resbalaba lentamente y sus ojos se volvían una y otra vez hacia la puerta cerrada situada tras él.
- No, non scusarti.- concluí torciendo una sonrisa, clavando mis ojos en los suyos para manipularle, haciendo que sus músculos se relajaran al fin y se acercara a mí, ofrecíendome su muñeca.
Sentí mis colmillos sobre mi labio inferior, relamiéndome antes de hincar el diente en su morena piel recubierta de lunares, cerrando mis ojos en cuanto su sangre invadió mi boca y despertó todos mis instintos salvajes, incluso el de la excitación, lo que solía llevarme a una orgía de sangre y placer sin igual, aquello por lo que me llamaban súcubus. Pero entonces… me detuve, alejándome de mi presa con los ojos desorbitados, ansiosa, controlando mis impulsos que me empujaban a abrirme de piernas mientras él cerraba su boca alrededor de… Meneé la cabeza y me puse en pie, dándole la espalda sin devolverle la libertad de su vida, todavía bajo mi influjo. Tras respirar pausadamente en un par de ocasiones hasta calmarme, decidí tomarle de una de sus manos y llevarle el compartimento situado frente al mío, dónde Jerarld se acomodaba el nudo de una corbata. Dejé caer al sujeto a sus pies y le sonreí como invitación a que sorbiera un trago antes de acuclillarme y desgarrar el pantalón del hombre, buscando la arteria mayor de la parte interior de su muslo derecho, mordiendo con ferocidad con cuidado de que la sangre derramada no manchara mi vestido, compartiendo con mi marido aquél suculento plato.
Lo interesante de ello es la cuestión de que aquella tarde, vencí a mis impulsos de súcubus y que por otro lado, aquella fue la primera vez que compartí presa con alguien. La ocasión la merecía, al menos yo, celebraba un acercamiento de ambos.
Cuando el palpitar del hombre empezó a debilitarse, el tren cesó su recorrido y dejó escapar por su alta chimenea una columna de humo negro que empañó los cristales tras los que nos encontrábamos.
- Hemos llegado a nuestro primer destino, bienvenido a Roma.- reí, alzándome del suelo, alisando mi vestido con las manos y relamiendo mis labios con resquicios de sangre, tomando luego la mano de Jerarld una vez recogidas sus maletas y mi bolsa, encaminándonos galantemente hacia la salida, contemplando así la maravillosa estación ferroviaria de Roma, repleta de gente que iba y venía, ruido, colores, aromas, un sinfín de nuevas experiencias, un cambio de aires que fue recibido por mí con gran alegría.
No tuvimos que esperar demasiado a que un carruaje nos prestara atención, sobretodo cuando subí parte de mi vestido mostrando uno de mis fabulosos muslos de piel dorada que sin duda, detuvieron al segundo hombre que con sus riendas guiaba a dos corceles negros. Una vez indicado nuestro destino, Jerarld y yo subimos al carruaje de color crema con incrustaciones en oro. El trayecto fue corto, por lo que llegamos al puerto justo cuando el sol ya se ponía completamente y la noche reinaba en su máximo esplendor. El paisaje había cambiado durante el paseo, así como sus calles, muchedumbre y temporal, pues ahora se alzaba cierta brisa que parecía augurar algún que otro chaparrón. En cuanto mis pies pisaron el puerto, giré sobre mi mismo eje en busca de algún transeúnte, no localizando a nadie allí, más que a Jer y a mí, pues el cochero, en cuanto mi marido le pagó, desapareció. Tomé mi bolsa con una mano y ajusté la pamela para que me permitiera ver más allá del horizonte, descubriendo la casi fantasmagórica figura del barco que nos llevaría hasta nuestro hijo.
Sonreí ampliamente, tomando el brazo de mi hombre para dirigirle hacia allí, dónde las chimeneas ya empezaban a dejar escapar el humo de las calderas y sus luces se encendieron para recibir a sus pasajeros. El hombre que custodiaba la entrada me ayudó amablemente a subir la rampa de acceso al mismo, insistiendo en llevar nuestro equipaje a nuestros respectivos camarotes, aceptando mi no como respuesta en cuanto sus ojos se fijaron en los míos, fieros y dominantes sobre los suyos. Los pasillos restaban desérticos, pues por lo que había escuchado, era la hora de la cena humana y todos se hallaban en el gran comedor del barco con sus mejores galas y gozando de la compañía de algunos músicos. No pretendía ir a la cena, pero me agradaba la idea de inmiscuírme entre los humanos, quizás tomar una copa de champagne, o bailar una canción folk italiana, o quién sabe. Así, me despedí con una sonrisa de Jerarld y entré en mi camerino exterior, cuya pequeñísima ventana daba al mar visto justo desde la línea del horizonte. Sin más preámbulo, tomé de mi bolsa aquél espléndido vestido blanco de corte griego y tirantes con el que me vestí, y cuyo pronunciado escote poco dejaban a la imaginación la forma de mis voluptuosos senos. Ceñido a mi cintura gracias a dos cinturones de cristales swarovski y con mi espalda al descubierto, me calcé un par de lujosos zapatos a combinación con el vestido, así como unos pendientes ovalados del mismo material que los cinturones de mi prenda, peiné mis cabellos con un recogido sencillo y elegante hacia atrás, enfundé mis brazos con un par de largos y blancos guantes y perfumé mi cuello con unas gotas de eau de rose, dotando a mi figura de una identidad propia.
Con un bolso platino de mano, salí del camarote y pensé en detenerme unos minutos con Jerarld, al otro lado de la puerta en la que ahora me había plantado dubitativa, decidiéndome a darle un tanto de espacio para él, pues quizás estaba cansado del viaje y deseaba acostarse temprano. Por mi lado, me encaminé hacia el salón que se encontraba tras descender unas amplias escaleras alfombradas, repleta de muchedumbre bailando, comiendo y bebiendo. Rápidamente me contagié de la alegría que allí se respiraba y me adentré hacia la piste de baile, tomándome del brazo del primer muchacho que me lo ofrecía para bailar animadamente la famosa tarantella napoletana.
Tras la canción, reí y reí con una copa de vino blanco que tomé de un camarero situado cerca de mí, meneando mi cabeza, intentando recordar cuando había sido la última vez que me había divertido tanto. Pero allí hacía demasiado calor y el baile me había robado un tanto el aliento, por lo que me despedí de mi improvisado compañero de baile y salí fuera a tomar el aire, caminando bajo el negro manto de la noche estrellada, sola, con la simple brisa marina como compañía, descalzándome y llevando en una mano el par de zapatos que casi terminan con mis pies aquella noche con tanto salto y movimiento rápido que exigía la melodía. Sonreí para mis adentros, llegando a la proa dónde me acerqué a la baranda de protección, blanca como mi vestido y aquella luna que desde lo alto del firmamento me contemplaba curiosa, quizás tramando algo a mis espaldas. Recosté mis brazos en la baranda y me quedé absorta con el movimiento que el agua dibujaba tras arremeter contra el barco que nos empujaba rumbo a Atenas.
Entonces, un azote de viento se llevó consigo uno de mis guantes, pues en ese momento me había distraído quitándomelos cuando el aroma de Jerarld me sorprendió y la brisa me desarmó.
- Signorina, deve sedersi in attesa di arrivare a Roma, essere così gentile da accompagnarvi nel vostro scompartimento...- dijo el hombre que anteriormente se había paseado por el pasillo anunciando cada estación por la que pasábamos, con aquella voz refilosa, aguda y punzante.
- Certo, vieni con me.- respondí con un perfecto italiano mientras enlazaba mi brazo con el suyo y le guiñaba el ojo provocativamente.- Potresti farmi compagnia? Mi sento così solo qui...- suspiré en cuanto cerré la puerta tras él y me dejé caer sobre la cama, con el rostro compungido por una tristeza que no sentía en realidad, indicándole un hueco en mi cama para que se sentara junto a mí.
- Mi scusi, ma potrei essere coinvolto con qualsiasi passeggero, spero che tu capisca.- balbuceó él, viendo en su cuello cómo el sudor resbalaba lentamente y sus ojos se volvían una y otra vez hacia la puerta cerrada situada tras él.
- No, non scusarti.- concluí torciendo una sonrisa, clavando mis ojos en los suyos para manipularle, haciendo que sus músculos se relajaran al fin y se acercara a mí, ofrecíendome su muñeca.
Sentí mis colmillos sobre mi labio inferior, relamiéndome antes de hincar el diente en su morena piel recubierta de lunares, cerrando mis ojos en cuanto su sangre invadió mi boca y despertó todos mis instintos salvajes, incluso el de la excitación, lo que solía llevarme a una orgía de sangre y placer sin igual, aquello por lo que me llamaban súcubus. Pero entonces… me detuve, alejándome de mi presa con los ojos desorbitados, ansiosa, controlando mis impulsos que me empujaban a abrirme de piernas mientras él cerraba su boca alrededor de… Meneé la cabeza y me puse en pie, dándole la espalda sin devolverle la libertad de su vida, todavía bajo mi influjo. Tras respirar pausadamente en un par de ocasiones hasta calmarme, decidí tomarle de una de sus manos y llevarle el compartimento situado frente al mío, dónde Jerarld se acomodaba el nudo de una corbata. Dejé caer al sujeto a sus pies y le sonreí como invitación a que sorbiera un trago antes de acuclillarme y desgarrar el pantalón del hombre, buscando la arteria mayor de la parte interior de su muslo derecho, mordiendo con ferocidad con cuidado de que la sangre derramada no manchara mi vestido, compartiendo con mi marido aquél suculento plato.
Lo interesante de ello es la cuestión de que aquella tarde, vencí a mis impulsos de súcubus y que por otro lado, aquella fue la primera vez que compartí presa con alguien. La ocasión la merecía, al menos yo, celebraba un acercamiento de ambos.
Cuando el palpitar del hombre empezó a debilitarse, el tren cesó su recorrido y dejó escapar por su alta chimenea una columna de humo negro que empañó los cristales tras los que nos encontrábamos.
- Hemos llegado a nuestro primer destino, bienvenido a Roma.- reí, alzándome del suelo, alisando mi vestido con las manos y relamiendo mis labios con resquicios de sangre, tomando luego la mano de Jerarld una vez recogidas sus maletas y mi bolsa, encaminándonos galantemente hacia la salida, contemplando así la maravillosa estación ferroviaria de Roma, repleta de gente que iba y venía, ruido, colores, aromas, un sinfín de nuevas experiencias, un cambio de aires que fue recibido por mí con gran alegría.
No tuvimos que esperar demasiado a que un carruaje nos prestara atención, sobretodo cuando subí parte de mi vestido mostrando uno de mis fabulosos muslos de piel dorada que sin duda, detuvieron al segundo hombre que con sus riendas guiaba a dos corceles negros. Una vez indicado nuestro destino, Jerarld y yo subimos al carruaje de color crema con incrustaciones en oro. El trayecto fue corto, por lo que llegamos al puerto justo cuando el sol ya se ponía completamente y la noche reinaba en su máximo esplendor. El paisaje había cambiado durante el paseo, así como sus calles, muchedumbre y temporal, pues ahora se alzaba cierta brisa que parecía augurar algún que otro chaparrón. En cuanto mis pies pisaron el puerto, giré sobre mi mismo eje en busca de algún transeúnte, no localizando a nadie allí, más que a Jer y a mí, pues el cochero, en cuanto mi marido le pagó, desapareció. Tomé mi bolsa con una mano y ajusté la pamela para que me permitiera ver más allá del horizonte, descubriendo la casi fantasmagórica figura del barco que nos llevaría hasta nuestro hijo.
Sonreí ampliamente, tomando el brazo de mi hombre para dirigirle hacia allí, dónde las chimeneas ya empezaban a dejar escapar el humo de las calderas y sus luces se encendieron para recibir a sus pasajeros. El hombre que custodiaba la entrada me ayudó amablemente a subir la rampa de acceso al mismo, insistiendo en llevar nuestro equipaje a nuestros respectivos camarotes, aceptando mi no como respuesta en cuanto sus ojos se fijaron en los míos, fieros y dominantes sobre los suyos. Los pasillos restaban desérticos, pues por lo que había escuchado, era la hora de la cena humana y todos se hallaban en el gran comedor del barco con sus mejores galas y gozando de la compañía de algunos músicos. No pretendía ir a la cena, pero me agradaba la idea de inmiscuírme entre los humanos, quizás tomar una copa de champagne, o bailar una canción folk italiana, o quién sabe. Así, me despedí con una sonrisa de Jerarld y entré en mi camerino exterior, cuya pequeñísima ventana daba al mar visto justo desde la línea del horizonte. Sin más preámbulo, tomé de mi bolsa aquél espléndido vestido blanco de corte griego y tirantes con el que me vestí, y cuyo pronunciado escote poco dejaban a la imaginación la forma de mis voluptuosos senos. Ceñido a mi cintura gracias a dos cinturones de cristales swarovski y con mi espalda al descubierto, me calcé un par de lujosos zapatos a combinación con el vestido, así como unos pendientes ovalados del mismo material que los cinturones de mi prenda, peiné mis cabellos con un recogido sencillo y elegante hacia atrás, enfundé mis brazos con un par de largos y blancos guantes y perfumé mi cuello con unas gotas de eau de rose, dotando a mi figura de una identidad propia.
Con un bolso platino de mano, salí del camarote y pensé en detenerme unos minutos con Jerarld, al otro lado de la puerta en la que ahora me había plantado dubitativa, decidiéndome a darle un tanto de espacio para él, pues quizás estaba cansado del viaje y deseaba acostarse temprano. Por mi lado, me encaminé hacia el salón que se encontraba tras descender unas amplias escaleras alfombradas, repleta de muchedumbre bailando, comiendo y bebiendo. Rápidamente me contagié de la alegría que allí se respiraba y me adentré hacia la piste de baile, tomándome del brazo del primer muchacho que me lo ofrecía para bailar animadamente la famosa tarantella napoletana.
Tras la canción, reí y reí con una copa de vino blanco que tomé de un camarero situado cerca de mí, meneando mi cabeza, intentando recordar cuando había sido la última vez que me había divertido tanto. Pero allí hacía demasiado calor y el baile me había robado un tanto el aliento, por lo que me despedí de mi improvisado compañero de baile y salí fuera a tomar el aire, caminando bajo el negro manto de la noche estrellada, sola, con la simple brisa marina como compañía, descalzándome y llevando en una mano el par de zapatos que casi terminan con mis pies aquella noche con tanto salto y movimiento rápido que exigía la melodía. Sonreí para mis adentros, llegando a la proa dónde me acerqué a la baranda de protección, blanca como mi vestido y aquella luna que desde lo alto del firmamento me contemplaba curiosa, quizás tramando algo a mis espaldas. Recosté mis brazos en la baranda y me quedé absorta con el movimiento que el agua dibujaba tras arremeter contra el barco que nos empujaba rumbo a Atenas.
Entonces, un azote de viento se llevó consigo uno de mis guantes, pues en ese momento me había distraído quitándomelos cuando el aroma de Jerarld me sorprendió y la brisa me desarmó.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Eclipse.
Me quede largo rato metido en la bañera, sin preocuparme del reloj ni de nada más que de cerrar los ojos bajo las aguas y no pensar.
Aunque cuando mantenía mis parpados cerrados recordaba aquel beso robado, sonriendo bobamente, agradecido de encontrarme solo y que nadie pudiese ver mi gesto de…”felicidad”
Y es que después de aquel largo viaje desde París, lo único que quería era olvidarme del constante vaivén del tren. Así que después de un larguísimo baño, salí con mi toalla atada a la cintura para entrar en mi habitación y rebuscar entre mis maletas la ropa que me podría poner.
Sostuve una toalla secándome desordenadamente el pelo mientras tomaba mi reloj de bolsillo, contemplando que por la hora seguramente la cena de los mortales habría acabado, y posiblemente irían todos con sus trajes de noche, celebrando y disfrutando de la velada. Así que aquella noche tome uno de mis trajes de etiqueta, -eligiendo el negro en su totalidad-, acomodé mis ropajes, guarde mi reloj y salí de mi camarote para pasear por la cubierta, recibiendo el aroma del mar como una enorme bocanada de aire fresco
El ambiente en cubierta parecía agradable, las risas inundaban el aire, y la atmosfera algo alcoholica parecía desparramarse a pesar de estar al aire libre. Así que mientras caminaba comencé a fijarme en los pasajeros, buscando a Eyra sin quererlo. Hasta que me percate de que era absurdo, ¿porque buscarle? Quizás ella estaría por ahí, quizás bebiendo algo -o bebiéndose a alguien-, o quizás ocupada con sus cosas…Seria mejor no incordiarle mucho, pues tampoco quería parecer un acosador.
Así que decidí dar un paseo por algunos de los salones donde más alboroto se escuchaba para distraerme un poco, percatándome de que había algunas salas de baile, otras donde la gente cenaba a pesar de las altas horas y otros en los que había mas calma, así como un murmullo suave de música. Así que camine hacia una de éstas últimas salas, donde la música era algo más baja y donde la gente simplemente bebía y charlaba con más tranquilidad. Adentrándome en ella con parsimonia, ignorando las miradas curiosas que seguían mi recorrido.
Un camarero se acerco hacia mí ofreciéndome una copa de vino que acepte, sosteniéndola entre mis dedos para mecerla con suavidad, aspirando así sus aromas a madera, uva, tierra y todos aquellos matices imperceptibles al olfato humano.
Me desplace con mi copa y me quede cerca de uno de los pilares que ornamentaba el salón.
Di el primer sorbo a mi copa, y me quede con la calma. La verdad es que hacía tiempo que no iba a ninguna reunión social, así que me intrigaba saber que se pensaba la gente que había por ahí. Descubriendo en seguida que la mayoría de los asuntos iba sobre chismes, vestidos, si fulanita engaño a su marido con el vecino, que si el vecino engañaba a su esposa con la niñera, que si la niñera en realidad era la hija bastarda del cocinero, que si el hombre de pelo cobrizo era muy apuesto...Aunque cuando escuche esos últimos cotilleos sobre el “hombre de pelo cobrizo” intente no reírme, sobretodo cuando llegaban algunas risillas traviesas y murmullos dignos de novelas picantes, pero a pesar de mis intentos, me robaron mas de una sonrisa en aquella ocasión, aunque la risa no duraba mucho, pues entonces recordaba que por mas alboroto que hubiese, nunca era muy divertido si se estaba solo...
Así que mientras soltaba un suspiro y pensaba en donde andaría mi acompañante, percibí a alguien por el rabillo del ojo. Y es que una joven de unos pocos años mas que Elle, -reunida con otras cuantas muchachas-, murmuraban, reían, y alzaban la voz de forma escandalosa. Hasta que una de ellas me miró mientras sorbía de su copa, separándose del grupo, extendiendo sus cabellos y alojándolos a un lado de su cuello.
Desvíe la mirada y bebí un sorbo de mi copa, escuchando los pensamientos de aquella niña algo curioso.
“Humm, che bello è mio… il mio letto è in attesa…”
Baje la copa aun a medio beber antes de atorarme, y carraspee un poco disimulando sin mirarla. Los italianos definitivamente no perdían el tiempo…Y por lo que veia, las italianas tampoco!
Entonces la joven comenzó a caminar hacia mi, en un claro gesto de venir a hablar conmigo, asi que sin mirarla ordené algunas cosas a su mente, mientras ella repetía en voz alta lo que yo le indicaba.
Io…devo studiare…Studiare Molto! Soltó de repente parpadeando algo consternada. Entonces una mujer mas mayor y parecida a ella se acerco mirándole con curiosidad mientras le tomaba del brazo.
Mia mamma!…io… devo studiare ora! La mujer le miro sin creerse lo que escuchaba, y sin poder hacer nada, vio como su hija se iba de aquel salón a sus aposentos con bastantes prisas.
Sonrei ante mi pequeña travesura..Y es que aquella niña ni siquiera debería estar bebiendo.
¿Que clase de padres tenia?
Volví a beber un sorbo para contemplar ahora a la exuberante madre de aquella joven, una mujer de sinuosas curvas que se abanico teatralmente para pasados unos segundos guiñarme con un ojo con picardía.
Así que simplemente desvíe la mirada, con el semblante de un jugador de póker y camine recto hacia la entrada, para salir de aquel salón.
Mi pregunta mental ya se había respondido.
La cubierta me recibió con la brisa fresca y agradable, asi que aprovechando que me encontraba nuevamente en soledad, me acerque a las barandillas y contemple el mar tranquilo, dejándome llevar por el susurro de las olas, comenzando a pensar en los últimos días. La verdad es que éstos habían sido caóticos…y a mi mente vinieron todos aquellos recuerdos de golpe, como si mi mente me hubiese dado una pequeña pausa para ahora volver a mantenerse en “activo”. Recordando el rito con aquellos brujos, a Roxanne, a los niños, viniendo a mi mente como me había despedido de ellos, y lo tristes que parecían en el viaje hacia el internado, rememorando los rasgos que el brujo nos enseño, rasgos de nuestro hijo...
Entonces una sonrisa aforo en mis labios, haciendo que por un momento olvidase el resto de mis caóticos pensamientos.
¿Cómo seria Zephyr?...Era un hombre adulto, un inmortal… ¿y si se parecía a mi? Había visto que tenia los ojos como los míos…pero, ¿seria como yo?...Esperaba de corazón que fuese una mejor persona que yo, y que hubiese tenido una vida con momentos felices, a pesar de tener a Démian como progenitor.
Entonces cerré los ojos negando con la cabeza, sentía que el corazón se me hacia trizas de solo imaginar la infancia que habría tenido a lado de aquel ser.Pero entonces pensé en lo mucho que le querríamos a pesar de todo, aunque nos detestase, aunque no fuese la persona que nos esperábamos. él era nuestro hijo y de algún modo ya le quería, con todo mi corazón!...¿Como no quererle?...el habia sido nuestro primer hijo, con ella...Entonces recordé a Eyra, notando una sonrisa triste en mis labios. Me sentía confuso con ella, aun quería aclarar cosas, pero no sabía del todo como comenzar.
Habían sido tiempos duros, pero ahora se abrían nuevos horizontes para todos. Y aunque nada fuese seguro quería pensar que todo iría mejor a partir de ahora.
La esperanza a fin de cuentas era lo único que tenia.
Suspire.
Necesito una señal! Clame mentalmente al cielo, como si esperase que alguien me escuchase. Y entonces como si el mismo destino me hubiese escuchado, su aroma llego hasta mi de forma sutil, como si hubiese sido la caricia de sus dedos en mi rostro.
Cerré los ojos, simplemente siguiendo aquel aroma, hasta que alli, al final de todo en soledad, su figura miraba al vacio, mientras su vestido blanco ondeaba al aire junto con sus cabellos, le contemple algo absorto un momento, fijándome en cada detalle de su persona, vislumbrando incluso como su piel tostada parecía relucir ante la luz de la luna.
Entonces, mientras caminaba hacia ella percibí como su guante volaba con la brisa, asi que sin dudarlo me abalancé veloz y lo tome entre mis dedos con agilidad, para ver como ella se giraba hacia mi.
Buona notte bella signora… questo è tuo?
Su sonrisa se expandió por su rostro, y yo me contagie con ella. Entonces le contemple con calma, percatándome de su escote de escándalo y de aquel entallado traje que parecía acentuar aun mas su cuerpo escultural
Entonces sostuve su mano haciéndola girar con suavidad para que su vestido tomase un aire acampanado junto con la brisa, a la vez que ella me mostraba su aspecto. Y es que simplemente era la belleza idealizada en una mujer.
Estas preciosa querida. Indique mientras soltaba su mano y le extendía su guante. Entonces ambos contemplamos el mar y la luna en el horizonte, disfrutando del susurro de las aguas.
Apoye mis manos en las barandillas, apretándolas un tanto sin darme cuenta. Pues en aquel momento le habría estrechado entre mis brazos, y le habría susurrado al oído lo mucho que le quería, lo mucho que le deseaba…
oh…mi manchi tanto…susurre sin darme cuenta en voz alta. Me mordí los labios sin saber como disimular aquello que había dicho, así que gire mi rostro y me incline ligeramente hacia adelante como si buscase alguna cosa en el agua. Sabía que no serviría de nada, pues podía casi jurar que me habría escuchado decirle que le echaba de menos en italiano…
Y es que no quería precipitarme con ella! Aun era demasiado pronto para todo, y no deseaba agobiarla!...Ademas aun habian muchas cosas en el aire, me sentia un tanto confuso conmigo mismo.
Así que así, aun desviando la mirada, apoye uno de mis codos en la barandilla y sostuve mi frente con mi mano, como si por un momento, mi mano hiciera de pared, y al no verla el “problema” se hubiese resuelto.
y después de cinco segundos eternos, entendí que...¿ya que mas daba?
Maldita sea, ¿me has escuchado verdad? dije rindiéndome finalmente, girando el rostro para contemplarle al fin.
Y aunque al principio no dijo nada, no me importo.
Y es que hacia muchísimo tiempo que no disponíamos de unos instantes de paz, para hablar o simplemente disfrutar del silencio…
Aunque cuando mantenía mis parpados cerrados recordaba aquel beso robado, sonriendo bobamente, agradecido de encontrarme solo y que nadie pudiese ver mi gesto de…”felicidad”
Y es que después de aquel largo viaje desde París, lo único que quería era olvidarme del constante vaivén del tren. Así que después de un larguísimo baño, salí con mi toalla atada a la cintura para entrar en mi habitación y rebuscar entre mis maletas la ropa que me podría poner.
Sostuve una toalla secándome desordenadamente el pelo mientras tomaba mi reloj de bolsillo, contemplando que por la hora seguramente la cena de los mortales habría acabado, y posiblemente irían todos con sus trajes de noche, celebrando y disfrutando de la velada. Así que aquella noche tome uno de mis trajes de etiqueta, -eligiendo el negro en su totalidad-, acomodé mis ropajes, guarde mi reloj y salí de mi camarote para pasear por la cubierta, recibiendo el aroma del mar como una enorme bocanada de aire fresco
El ambiente en cubierta parecía agradable, las risas inundaban el aire, y la atmosfera algo alcoholica parecía desparramarse a pesar de estar al aire libre. Así que mientras caminaba comencé a fijarme en los pasajeros, buscando a Eyra sin quererlo. Hasta que me percate de que era absurdo, ¿porque buscarle? Quizás ella estaría por ahí, quizás bebiendo algo -o bebiéndose a alguien-, o quizás ocupada con sus cosas…Seria mejor no incordiarle mucho, pues tampoco quería parecer un acosador.
Así que decidí dar un paseo por algunos de los salones donde más alboroto se escuchaba para distraerme un poco, percatándome de que había algunas salas de baile, otras donde la gente cenaba a pesar de las altas horas y otros en los que había mas calma, así como un murmullo suave de música. Así que camine hacia una de éstas últimas salas, donde la música era algo más baja y donde la gente simplemente bebía y charlaba con más tranquilidad. Adentrándome en ella con parsimonia, ignorando las miradas curiosas que seguían mi recorrido.
Un camarero se acerco hacia mí ofreciéndome una copa de vino que acepte, sosteniéndola entre mis dedos para mecerla con suavidad, aspirando así sus aromas a madera, uva, tierra y todos aquellos matices imperceptibles al olfato humano.
Me desplace con mi copa y me quede cerca de uno de los pilares que ornamentaba el salón.
Di el primer sorbo a mi copa, y me quede con la calma. La verdad es que hacía tiempo que no iba a ninguna reunión social, así que me intrigaba saber que se pensaba la gente que había por ahí. Descubriendo en seguida que la mayoría de los asuntos iba sobre chismes, vestidos, si fulanita engaño a su marido con el vecino, que si el vecino engañaba a su esposa con la niñera, que si la niñera en realidad era la hija bastarda del cocinero, que si el hombre de pelo cobrizo era muy apuesto...Aunque cuando escuche esos últimos cotilleos sobre el “hombre de pelo cobrizo” intente no reírme, sobretodo cuando llegaban algunas risillas traviesas y murmullos dignos de novelas picantes, pero a pesar de mis intentos, me robaron mas de una sonrisa en aquella ocasión, aunque la risa no duraba mucho, pues entonces recordaba que por mas alboroto que hubiese, nunca era muy divertido si se estaba solo...
Así que mientras soltaba un suspiro y pensaba en donde andaría mi acompañante, percibí a alguien por el rabillo del ojo. Y es que una joven de unos pocos años mas que Elle, -reunida con otras cuantas muchachas-, murmuraban, reían, y alzaban la voz de forma escandalosa. Hasta que una de ellas me miró mientras sorbía de su copa, separándose del grupo, extendiendo sus cabellos y alojándolos a un lado de su cuello.
Desvíe la mirada y bebí un sorbo de mi copa, escuchando los pensamientos de aquella niña algo curioso.
“Humm, che bello è mio… il mio letto è in attesa…”
Baje la copa aun a medio beber antes de atorarme, y carraspee un poco disimulando sin mirarla. Los italianos definitivamente no perdían el tiempo…Y por lo que veia, las italianas tampoco!
Entonces la joven comenzó a caminar hacia mi, en un claro gesto de venir a hablar conmigo, asi que sin mirarla ordené algunas cosas a su mente, mientras ella repetía en voz alta lo que yo le indicaba.
Io…devo studiare…Studiare Molto! Soltó de repente parpadeando algo consternada. Entonces una mujer mas mayor y parecida a ella se acerco mirándole con curiosidad mientras le tomaba del brazo.
Mia mamma!…io… devo studiare ora! La mujer le miro sin creerse lo que escuchaba, y sin poder hacer nada, vio como su hija se iba de aquel salón a sus aposentos con bastantes prisas.
Sonrei ante mi pequeña travesura..Y es que aquella niña ni siquiera debería estar bebiendo.
¿Que clase de padres tenia?
Volví a beber un sorbo para contemplar ahora a la exuberante madre de aquella joven, una mujer de sinuosas curvas que se abanico teatralmente para pasados unos segundos guiñarme con un ojo con picardía.
Así que simplemente desvíe la mirada, con el semblante de un jugador de póker y camine recto hacia la entrada, para salir de aquel salón.
Mi pregunta mental ya se había respondido.
La cubierta me recibió con la brisa fresca y agradable, asi que aprovechando que me encontraba nuevamente en soledad, me acerque a las barandillas y contemple el mar tranquilo, dejándome llevar por el susurro de las olas, comenzando a pensar en los últimos días. La verdad es que éstos habían sido caóticos…y a mi mente vinieron todos aquellos recuerdos de golpe, como si mi mente me hubiese dado una pequeña pausa para ahora volver a mantenerse en “activo”. Recordando el rito con aquellos brujos, a Roxanne, a los niños, viniendo a mi mente como me había despedido de ellos, y lo tristes que parecían en el viaje hacia el internado, rememorando los rasgos que el brujo nos enseño, rasgos de nuestro hijo...
Entonces una sonrisa aforo en mis labios, haciendo que por un momento olvidase el resto de mis caóticos pensamientos.
¿Cómo seria Zephyr?...Era un hombre adulto, un inmortal… ¿y si se parecía a mi? Había visto que tenia los ojos como los míos…pero, ¿seria como yo?...Esperaba de corazón que fuese una mejor persona que yo, y que hubiese tenido una vida con momentos felices, a pesar de tener a Démian como progenitor.
Entonces cerré los ojos negando con la cabeza, sentía que el corazón se me hacia trizas de solo imaginar la infancia que habría tenido a lado de aquel ser.Pero entonces pensé en lo mucho que le querríamos a pesar de todo, aunque nos detestase, aunque no fuese la persona que nos esperábamos. él era nuestro hijo y de algún modo ya le quería, con todo mi corazón!...¿Como no quererle?...el habia sido nuestro primer hijo, con ella...Entonces recordé a Eyra, notando una sonrisa triste en mis labios. Me sentía confuso con ella, aun quería aclarar cosas, pero no sabía del todo como comenzar.
Habían sido tiempos duros, pero ahora se abrían nuevos horizontes para todos. Y aunque nada fuese seguro quería pensar que todo iría mejor a partir de ahora.
La esperanza a fin de cuentas era lo único que tenia.
Suspire.
Necesito una señal! Clame mentalmente al cielo, como si esperase que alguien me escuchase. Y entonces como si el mismo destino me hubiese escuchado, su aroma llego hasta mi de forma sutil, como si hubiese sido la caricia de sus dedos en mi rostro.
Cerré los ojos, simplemente siguiendo aquel aroma, hasta que alli, al final de todo en soledad, su figura miraba al vacio, mientras su vestido blanco ondeaba al aire junto con sus cabellos, le contemple algo absorto un momento, fijándome en cada detalle de su persona, vislumbrando incluso como su piel tostada parecía relucir ante la luz de la luna.
Entonces, mientras caminaba hacia ella percibí como su guante volaba con la brisa, asi que sin dudarlo me abalancé veloz y lo tome entre mis dedos con agilidad, para ver como ella se giraba hacia mi.
Buona notte bella signora… questo è tuo?
Su sonrisa se expandió por su rostro, y yo me contagie con ella. Entonces le contemple con calma, percatándome de su escote de escándalo y de aquel entallado traje que parecía acentuar aun mas su cuerpo escultural
Entonces sostuve su mano haciéndola girar con suavidad para que su vestido tomase un aire acampanado junto con la brisa, a la vez que ella me mostraba su aspecto. Y es que simplemente era la belleza idealizada en una mujer.
Estas preciosa querida. Indique mientras soltaba su mano y le extendía su guante. Entonces ambos contemplamos el mar y la luna en el horizonte, disfrutando del susurro de las aguas.
Apoye mis manos en las barandillas, apretándolas un tanto sin darme cuenta. Pues en aquel momento le habría estrechado entre mis brazos, y le habría susurrado al oído lo mucho que le quería, lo mucho que le deseaba…
oh…mi manchi tanto…susurre sin darme cuenta en voz alta. Me mordí los labios sin saber como disimular aquello que había dicho, así que gire mi rostro y me incline ligeramente hacia adelante como si buscase alguna cosa en el agua. Sabía que no serviría de nada, pues podía casi jurar que me habría escuchado decirle que le echaba de menos en italiano…
Y es que no quería precipitarme con ella! Aun era demasiado pronto para todo, y no deseaba agobiarla!...Ademas aun habian muchas cosas en el aire, me sentia un tanto confuso conmigo mismo.
Así que así, aun desviando la mirada, apoye uno de mis codos en la barandilla y sostuve mi frente con mi mano, como si por un momento, mi mano hiciera de pared, y al no verla el “problema” se hubiese resuelto.
y después de cinco segundos eternos, entendí que...¿ya que mas daba?
Maldita sea, ¿me has escuchado verdad? dije rindiéndome finalmente, girando el rostro para contemplarle al fin.
Y aunque al principio no dijo nada, no me importo.
Y es que hacia muchísimo tiempo que no disponíamos de unos instantes de paz, para hablar o simplemente disfrutar del silencio…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Eclipse.
Deslicé el guante por mi mano, acomodándolo sobre mi piel con parsimonia y en silencio, observando a Jerarld por el rabillo del ojo cuando éste se apoyó contra la barandilla del barco, dotándole de un deje casi melancólico, pensativo y quizás triste. Di un paso hacia él con la preocupación carcomiendo mi corazón hecho un ovillo bajo mi pecho, pero entonces me detuve en seco, fruto de sus palabras que me hicieron parpadear confusa.
Asentí con firmeza un par de veces con la cabeza, aun demasiado confusa para hablarle. ¿Y si había pensado en otra persona al decir aquellas palabras? Por lo que sabía, la pérdida de su amante Roxanne le había consumido la vida en a penas unos segundos, ¿y si él todavía la extrañaba? Meneé la cabeza tras un disimulado suspiro, imitando ahora la posición de Jerarld para encararme a un mar un tanto iracundo con el barco que nos transportaba.
- Llegaremos a Atenas la tarde siguiente.- comenté agachando la mirada y ladeando un poco mi cabeza cuando me sentí observada con fijeda por aquellos ojos que solían desnudarme con la mirada.
Si no deseaba que lo escuchara, puede que no me lo dijera a mí... o que simplemente, no quisiera decirlo... suspiré para mis adentros, intentando ahora sustituir aquellos nefastos pensamientos por otros, unos más grandes en alegría y esperanza, pues no podía quitarme de la cabeza aquellos ojos grises de nuestro hijo, cada detalle de aquella mirada limpia y centelleante, de largas pestañas y algunas leves arrugas que marcaban una edad un tanto más avanzada que la mía y probablemente, que la de Jerarld. Aquella idea me hizo sonreír por un segundo... ¿cómo se vería a nuestro lado? ¿Quizás como un padre? ¿Puede que como un hermano mayor o un tío lejano? Sí, sería divertida aquella faceta familiar, aunque por supuesto no podía dar nada por sentado, pues también era posible que pese a saber de nosotros ahora, él decidiera seguir con su vida lejos de sus padres. No podría reprochárselo, estaría en su derecho. Y creo que, por primera vez, yo me conformaría con poco, con sólo saber que existía, que era real, de carne y huesos, que podía ver en él un resquicio de su padre y mío... eso me bastaría para ser feliz de verdad, de aquella forma casi inhumana, como si el alma fuera acunada en los brazos del mismo Cielo que la concibió como forma divina y perfecta...
De repente, un azote del viento sacudió mis cabellos con violencia, así como el frágil vestido que ondeó a su antojo. Entrecerré mis ojos como acto reflejo y me agarré sin dudarlo del brazo de Jerarld, buscando en el mar el culpable del fuerte vaivén que ahora mecía la embarcación, encontrando el agua agitada y el cielo más negro que la noche, ya sin luna. ¿Una tormenta? Al encontrarnos cerca de la sala bajo la que governaban los humanos el barco, logré escuchar al capitán anunciando que se trataba de un pequeño bache, pues nos encontrábamos situados justo sobre unas fuertes corrientes marinas que atravesaríamos en a penas unos minutos, por lo que debíamos mantener la calma. Lo cierto es que me tranquilizaron sus palabras, y entonces, alcé la vista y me percaté de que seguía agarrada al ropaje de Jerarld. Le solté con la timidez reflejada en mis ojos nerviosos que vagaban de un lado a otro, mordiéndome sin querer mi labio inferior antes de volver a mirarle.
- Unas... turbulencias, que ya hemos pasado y... - intenté explicarme, desistiendo finalmente.- ¡Oh, está bien, no puedo callar más lo que siento, Jerarld!- exclamé de repente como un latigazo que subía por mi espalda.- ¡Lo sé! Sé que la querías y que probablemente aun la recuerdes. Y no, yo no pienso ocupar ahora su lugar, te dejo marchar porque sé que nunca fuiste mío y... porque yo sí te quiero, y... sé que mereces ser feliz. Yo no puedo... no...- mi voz se fue apagando a medida que hablaba hasta quebrarse en mi garganta.
Ah, maldita sea... siempre que liberaba levemente mi humanidad, terminaba así, sumergida contra el pecho de un hombre, agarrando su cintura con fuerza, llorando como una cría que ha perdido su jueguete favorito. La máscara que durante tantos siglos había tejido para ahorrarme todo sufrimiento, se caía en pedazos a mis pies, derrumbándome de nuevo frente a él, sin importarme lo que pudiera ya pensar de mí. Y supe, aun abrazada a él, que si ahora me soltaba y se alejaba de mí sin más... perdería al único lucero que realmente había iluminado mi existencia sumida en oscuridad. Y aun así, supe que le dejaría ir por amor a él.
Asentí con firmeza un par de veces con la cabeza, aun demasiado confusa para hablarle. ¿Y si había pensado en otra persona al decir aquellas palabras? Por lo que sabía, la pérdida de su amante Roxanne le había consumido la vida en a penas unos segundos, ¿y si él todavía la extrañaba? Meneé la cabeza tras un disimulado suspiro, imitando ahora la posición de Jerarld para encararme a un mar un tanto iracundo con el barco que nos transportaba.
- Llegaremos a Atenas la tarde siguiente.- comenté agachando la mirada y ladeando un poco mi cabeza cuando me sentí observada con fijeda por aquellos ojos que solían desnudarme con la mirada.
Si no deseaba que lo escuchara, puede que no me lo dijera a mí... o que simplemente, no quisiera decirlo... suspiré para mis adentros, intentando ahora sustituir aquellos nefastos pensamientos por otros, unos más grandes en alegría y esperanza, pues no podía quitarme de la cabeza aquellos ojos grises de nuestro hijo, cada detalle de aquella mirada limpia y centelleante, de largas pestañas y algunas leves arrugas que marcaban una edad un tanto más avanzada que la mía y probablemente, que la de Jerarld. Aquella idea me hizo sonreír por un segundo... ¿cómo se vería a nuestro lado? ¿Quizás como un padre? ¿Puede que como un hermano mayor o un tío lejano? Sí, sería divertida aquella faceta familiar, aunque por supuesto no podía dar nada por sentado, pues también era posible que pese a saber de nosotros ahora, él decidiera seguir con su vida lejos de sus padres. No podría reprochárselo, estaría en su derecho. Y creo que, por primera vez, yo me conformaría con poco, con sólo saber que existía, que era real, de carne y huesos, que podía ver en él un resquicio de su padre y mío... eso me bastaría para ser feliz de verdad, de aquella forma casi inhumana, como si el alma fuera acunada en los brazos del mismo Cielo que la concibió como forma divina y perfecta...
De repente, un azote del viento sacudió mis cabellos con violencia, así como el frágil vestido que ondeó a su antojo. Entrecerré mis ojos como acto reflejo y me agarré sin dudarlo del brazo de Jerarld, buscando en el mar el culpable del fuerte vaivén que ahora mecía la embarcación, encontrando el agua agitada y el cielo más negro que la noche, ya sin luna. ¿Una tormenta? Al encontrarnos cerca de la sala bajo la que governaban los humanos el barco, logré escuchar al capitán anunciando que se trataba de un pequeño bache, pues nos encontrábamos situados justo sobre unas fuertes corrientes marinas que atravesaríamos en a penas unos minutos, por lo que debíamos mantener la calma. Lo cierto es que me tranquilizaron sus palabras, y entonces, alcé la vista y me percaté de que seguía agarrada al ropaje de Jerarld. Le solté con la timidez reflejada en mis ojos nerviosos que vagaban de un lado a otro, mordiéndome sin querer mi labio inferior antes de volver a mirarle.
- Unas... turbulencias, que ya hemos pasado y... - intenté explicarme, desistiendo finalmente.- ¡Oh, está bien, no puedo callar más lo que siento, Jerarld!- exclamé de repente como un latigazo que subía por mi espalda.- ¡Lo sé! Sé que la querías y que probablemente aun la recuerdes. Y no, yo no pienso ocupar ahora su lugar, te dejo marchar porque sé que nunca fuiste mío y... porque yo sí te quiero, y... sé que mereces ser feliz. Yo no puedo... no...- mi voz se fue apagando a medida que hablaba hasta quebrarse en mi garganta.
Ah, maldita sea... siempre que liberaba levemente mi humanidad, terminaba así, sumergida contra el pecho de un hombre, agarrando su cintura con fuerza, llorando como una cría que ha perdido su jueguete favorito. La máscara que durante tantos siglos había tejido para ahorrarme todo sufrimiento, se caía en pedazos a mis pies, derrumbándome de nuevo frente a él, sin importarme lo que pudiera ya pensar de mí. Y supe, aun abrazada a él, que si ahora me soltaba y se alejaba de mí sin más... perdería al único lucero que realmente había iluminado mi existencia sumida en oscuridad. Y aun así, supe que le dejaría ir por amor a él.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Eclipse.
Contuve el aliento inconscientemente cuando ella rodeo mi cintura con sus brazos, por un momento aturdido y confuso.
La verdad es que siempre espere, desde el primer momento que le conocí, que me cruzara la cara y se marchara indignada... Por eso cuando le vi acercarse rápidamente, lo sentí como algo casi inevitable… Pero no, no era eso. –Aunque sabía con certeza que me merecía más de una sacudida-
...
Baje la mirada con cierta angustia, mirando como su rostro se enterraba en mi pecho ante su desesperación. Entonces le rodee con mis brazos y le aparté ligeramente de mi para observarle. Sintiéndome -como siempre que le veía llorar- como un malnacido.
Oh no…no mi vida…yo…Trague saliva y desvié la mirada un instante, aun pensando como comenzar. No quería hablar de Roxanne, aquello aun era demasiado reciente, además no me parecía adecuado…Pero tenía que aclararme. Se lo debía, y me lo debía a mi mismo también. Así que volví poco a poco el rostro para encontrarme con sus ojos, soltando un suspiro, serenándome.
Yo no deseo irme...
La noche…Aquella noche, en que ella falleció yo… le había dejado. Me mordí los labios terriblemente avergonzado, y es que jamás imagine que hablaría sobre mis relaciones con mi… esposa.
Mientras estuve a su lado, comprendí que le quería, si…Ella desvió el rostro un tanto dolida y yo acerque mis dedos a su mentón para girarle hacia mí y forzarle de algún modo a mirarme, pues quería que viera en mis ojos que realmente estaba siendo sincero, más de lo que recordaba en toda mi larga y caótica vida.
Aquella noche todo acabó. Acabó porque comprendí que te buscaba en su mirar, acabó porque soñaba contigo, porque te necesitaba y era demasiado orgulloso y estaba demasiado cegado como para darme cuenta…
Y es que te quiero Eyra…a ti, solo a ti, Eres…aunque me pese decirlo… mi única preocupacion y mi mayor prioridad.
Entonces sostuve su rostro y le sonreí tímidamente, mientras la brisa aun un tanto agitada mecía nuestros cabellos con fuerza ante el silencio.
Pero entonces recordé la imagen de aquel brujo y le solté poco a poco, bajando la cabeza y desviándola para mirar el mar, sonriendo con cierto pesar.
Aunque no sé si sirve de nada que te diga todo esto.He visto lo que ha ocurrido con ese brujo, sé que no es el primero ni el ultimo…y No…No tengo derecho a pedirte explicaciones…
Entonces aun sonriendo me cruce de brazos entrecerrando los ojos mientras miraba al horizonte, dejando que pasaran los segundos hasta que pude volver a decir algo.
Si. estoy celoso. más de lo que imaginas…Y es que aun sueño con sacarle los ojos.Comente en apenas un susurro.
Ya puedes reírte…Yo lo haría si pudiera…Comente herido en mi orgullo. Y es que sabía que ella podía hacer lo que deseara…Pero aun así me dolía, me dolía el solo hecho de imaginarle con otros, pues me sentía como si me enterrasen una daga en el corazón una y otra vez.
Entonces espere sus palabras. Reflexionando, y es que le quería…y si deseaba recuperar su amor tendría que hacerme a idea de que yo no era suficiente, aunque aquello me matara por dentro.
La verdad es que siempre espere, desde el primer momento que le conocí, que me cruzara la cara y se marchara indignada... Por eso cuando le vi acercarse rápidamente, lo sentí como algo casi inevitable… Pero no, no era eso. –Aunque sabía con certeza que me merecía más de una sacudida-
...
Baje la mirada con cierta angustia, mirando como su rostro se enterraba en mi pecho ante su desesperación. Entonces le rodee con mis brazos y le aparté ligeramente de mi para observarle. Sintiéndome -como siempre que le veía llorar- como un malnacido.
Oh no…no mi vida…yo…Trague saliva y desvié la mirada un instante, aun pensando como comenzar. No quería hablar de Roxanne, aquello aun era demasiado reciente, además no me parecía adecuado…Pero tenía que aclararme. Se lo debía, y me lo debía a mi mismo también. Así que volví poco a poco el rostro para encontrarme con sus ojos, soltando un suspiro, serenándome.
Yo no deseo irme...
La noche…Aquella noche, en que ella falleció yo… le había dejado. Me mordí los labios terriblemente avergonzado, y es que jamás imagine que hablaría sobre mis relaciones con mi… esposa.
Mientras estuve a su lado, comprendí que le quería, si…Ella desvió el rostro un tanto dolida y yo acerque mis dedos a su mentón para girarle hacia mí y forzarle de algún modo a mirarme, pues quería que viera en mis ojos que realmente estaba siendo sincero, más de lo que recordaba en toda mi larga y caótica vida.
Aquella noche todo acabó. Acabó porque comprendí que te buscaba en su mirar, acabó porque soñaba contigo, porque te necesitaba y era demasiado orgulloso y estaba demasiado cegado como para darme cuenta…
Y es que te quiero Eyra…a ti, solo a ti, Eres…aunque me pese decirlo… mi única preocupacion y mi mayor prioridad.
Entonces sostuve su rostro y le sonreí tímidamente, mientras la brisa aun un tanto agitada mecía nuestros cabellos con fuerza ante el silencio.
...Mi vida no tiene sentido si tú no estás en ella…
Pero entonces recordé la imagen de aquel brujo y le solté poco a poco, bajando la cabeza y desviándola para mirar el mar, sonriendo con cierto pesar.
Aunque no sé si sirve de nada que te diga todo esto.He visto lo que ha ocurrido con ese brujo, sé que no es el primero ni el ultimo…y No…No tengo derecho a pedirte explicaciones…
Entonces aun sonriendo me cruce de brazos entrecerrando los ojos mientras miraba al horizonte, dejando que pasaran los segundos hasta que pude volver a decir algo.
Si. estoy celoso. más de lo que imaginas…Y es que aun sueño con sacarle los ojos.Comente en apenas un susurro.
Ya puedes reírte…Yo lo haría si pudiera…Comente herido en mi orgullo. Y es que sabía que ella podía hacer lo que deseara…Pero aun así me dolía, me dolía el solo hecho de imaginarle con otros, pues me sentía como si me enterrasen una daga en el corazón una y otra vez.
Entonces espere sus palabras. Reflexionando, y es que le quería…y si deseaba recuperar su amor tendría que hacerme a idea de que yo no era suficiente, aunque aquello me matara por dentro.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Eclipse.
Mi mano derecha buscó su mejilla, su mentón, girando su rostro hacia mí para perderme una vez más en sus ojos de niebla. Y en ellos, vi reflejados los rostros de cada una de mis víctimas, aquellas que pasaron por mis piernas antes que por mis colmillos. Nunca me propuse aquella práctica, simplemente, desde que me convertí, encontré el máximo placer en jugar con el sexo y la sangre en una misma partida. Me excitaba, me saciaba, me divertía y me resultaba simplemente… exquisito. Por aquél planteamiento de lo que era el alimentarse de un mortal, se me llegó a denominar súcubus, etiqueta que tampoco me molesté en quitarme ni siquiera una vez conocí a Jerarld. Quizás, porque tampoco lo consideré una ofensa para él ni un ataque a la fidelidad que habíamos prometido frente al altar. Para mí era como el usar los cubiertos para los mortales, como el verter sal a sus comidas, como acompañar un buen rape con el mejor de los vinos.
- Jerarld… soy incapaz de hacerte daño.- musité con voz firme pese a sentir todo mi cuerpo tiritar por una mezcla de emoción y terror a que pudiera desvanecerse de mis brazos en cualquier momento.- Pídemelo… mírame y pídeme que deje mi práctica y te juro que por ti, me vuelvo incluso vegetariana.- sonreí, sin que ese gesto perdiese la credibilidad de mis palabras.- Pero a cambio, te suplico que jamás vuelvas a dejarme, que no busques en otras lo que yo pueda ofrecerte, que me hagas tuya y sólo tuya, que realmente me convierta en tu prioridad… no, no insistas, sé que ahora no lo soy, lo supe cuando te llevaste a May antes que ayudarme a deshacerme de aquellos cazadores que habían osado ponerme la mano encima… Pero…- agaché la mirada un segundo, mordiéndome el labio inferior, venciendo al orgullo que pataleaba en mis entrañas.- Lo olvido. Olvidaré todo el dolor del último mes y medio si prometes olvidar aquél que yo pude haberte causado.
Alcé la vista, rodeando su cuello con mis manos, titubeando antes de abrazarle contra mí con fuerza y necesidad, una desesperación que me erizó la piel y me empujó a querer fundirme con su aroma, aquella que tanto había extrañado durante las últimas semanas, aquella que me parecía encontrar entre las sábanas que compartía con cualquier hombre que cruzase mi campo de visión. Porque si él había buscado mi mirada en la de otra, lo cierto era que yo había sido peor que él, disfrazando mis brazos en una pasión falsa y vacía sin él, buscando en labios ajenos el saciar la locura que me consumía por dentro al no tenerle cerca, buscándole en cada beso, en cada caricia, sintiendo mi alma en deshielo al no hallarle entre la piel de aquél que pretendía encenderme con sus gestos y desnudarme la verdad.
Entre la verdad y el engaño, dicen, que hay un océano de dudas y ahora las veía, una a una, aquellas dudas que sin yo saberlo, me habían alejado de él poco a poco, hasta el punto en que le di por perdido, aun sin poder evitar el ilusionarme al verle, aferrándome a su recuerdo en las noches de soledad. Y le llamaba, le gritaba cada noche, sola y triste... pero Jerarld nunca estaba. Y así perdí la voz, apagándose mi corazón en un rincón del miedo, derrumbándose a mis pies el castillo de ilusiones que había construido junto a él. Y lo había intentado, me había propuesto inventar horizontes nuevos para mi vida, gritando hasta llegar a vencer el amor que sentía por él... pero siempre fracasé en ese burdo intento.
Sonreí, deshaciendome del abrazo para mirarle de nuevo, enredando mis dedos entre sus cabellos rojizos por un momento, sintiendo su cosquilleo en la yema de éstos. Pequeños placeres de la vida a los que casi había renunciado por orgullo. Placeres como su sonrisa de regreso que contestaba otra sonrisa mía, como el espacio compartido con las cosas más sencillas, como un hotel en cualquier parte de Europa si podíamos jugar a quitarnos la ropa, como el convertir las peleas en paces, como un paseo por el centro y sentarnos en un banco, como hacer caso a sus consejos aunque estuviera equivocado, como el romper de nuestras buenas maneras con las que disimulamos errores y quejas, como el sumergirnos bajo el agua helada y saber que ya es agua pasada. ¿Cómo pudimos caer tan bajo? ¿Cómo pudimos echarnos en cara que el odio nos vence a los dos? ¿Por qué hacernos tanto daño?
Mis manos se reencontraron tras su nuca, sonriendo cuando mi rostro empezó a recortar distancias entre ambos, inhalando el olor que emanaba de su piel, respirando su respiración, rozando mis labios con su boca, titubeando aun sonriendo con timidez, con la mirada fija en sus ojos, viéndome reflejada en ellos.
- Bésame.- suspiré.
- Jerarld… soy incapaz de hacerte daño.- musité con voz firme pese a sentir todo mi cuerpo tiritar por una mezcla de emoción y terror a que pudiera desvanecerse de mis brazos en cualquier momento.- Pídemelo… mírame y pídeme que deje mi práctica y te juro que por ti, me vuelvo incluso vegetariana.- sonreí, sin que ese gesto perdiese la credibilidad de mis palabras.- Pero a cambio, te suplico que jamás vuelvas a dejarme, que no busques en otras lo que yo pueda ofrecerte, que me hagas tuya y sólo tuya, que realmente me convierta en tu prioridad… no, no insistas, sé que ahora no lo soy, lo supe cuando te llevaste a May antes que ayudarme a deshacerme de aquellos cazadores que habían osado ponerme la mano encima… Pero…- agaché la mirada un segundo, mordiéndome el labio inferior, venciendo al orgullo que pataleaba en mis entrañas.- Lo olvido. Olvidaré todo el dolor del último mes y medio si prometes olvidar aquél que yo pude haberte causado.
Alcé la vista, rodeando su cuello con mis manos, titubeando antes de abrazarle contra mí con fuerza y necesidad, una desesperación que me erizó la piel y me empujó a querer fundirme con su aroma, aquella que tanto había extrañado durante las últimas semanas, aquella que me parecía encontrar entre las sábanas que compartía con cualquier hombre que cruzase mi campo de visión. Porque si él había buscado mi mirada en la de otra, lo cierto era que yo había sido peor que él, disfrazando mis brazos en una pasión falsa y vacía sin él, buscando en labios ajenos el saciar la locura que me consumía por dentro al no tenerle cerca, buscándole en cada beso, en cada caricia, sintiendo mi alma en deshielo al no hallarle entre la piel de aquél que pretendía encenderme con sus gestos y desnudarme la verdad.
Entre la verdad y el engaño, dicen, que hay un océano de dudas y ahora las veía, una a una, aquellas dudas que sin yo saberlo, me habían alejado de él poco a poco, hasta el punto en que le di por perdido, aun sin poder evitar el ilusionarme al verle, aferrándome a su recuerdo en las noches de soledad. Y le llamaba, le gritaba cada noche, sola y triste... pero Jerarld nunca estaba. Y así perdí la voz, apagándose mi corazón en un rincón del miedo, derrumbándose a mis pies el castillo de ilusiones que había construido junto a él. Y lo había intentado, me había propuesto inventar horizontes nuevos para mi vida, gritando hasta llegar a vencer el amor que sentía por él... pero siempre fracasé en ese burdo intento.
Sonreí, deshaciendome del abrazo para mirarle de nuevo, enredando mis dedos entre sus cabellos rojizos por un momento, sintiendo su cosquilleo en la yema de éstos. Pequeños placeres de la vida a los que casi había renunciado por orgullo. Placeres como su sonrisa de regreso que contestaba otra sonrisa mía, como el espacio compartido con las cosas más sencillas, como un hotel en cualquier parte de Europa si podíamos jugar a quitarnos la ropa, como el convertir las peleas en paces, como un paseo por el centro y sentarnos en un banco, como hacer caso a sus consejos aunque estuviera equivocado, como el romper de nuestras buenas maneras con las que disimulamos errores y quejas, como el sumergirnos bajo el agua helada y saber que ya es agua pasada. ¿Cómo pudimos caer tan bajo? ¿Cómo pudimos echarnos en cara que el odio nos vence a los dos? ¿Por qué hacernos tanto daño?
Mis manos se reencontraron tras su nuca, sonriendo cuando mi rostro empezó a recortar distancias entre ambos, inhalando el olor que emanaba de su piel, respirando su respiración, rozando mis labios con su boca, titubeando aun sonriendo con timidez, con la mirada fija en sus ojos, viéndome reflejada en ellos.
- Bésame.- suspiré.
Arlette- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 502
Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Re: El Eclipse.
Escuche sus palabras con cierta angustia, y es que ambos éramos tan distintos en ciertas cuestiones, y a la vez tan orgullosos… tan similares...
Sin embargo su comentario sobre ser vegetariana me robo una sonrisa sin poderlo evitar. Pues era cierto que ambos nos habíamos traicionado, nos habíamos engañado, nos habíamos herido. Sin tener en cuenta que había algo mas, algo más poderoso que cualquier riña o discusión infantil, y eso era simplemente amor…Un amor desbordante que nos unía, y que a pesar de nuestras disputas siempre estaba allí, haciéndonos entender que el uno sin el otro no era más que una sombra. Un ser incompleto y vacío.
Rodee con mis brazos su cintura, deslizando mis dedos por su espalda al descubierto, deleitándome por un instante con la suavidad de su piel que ahora se encontraba tan próxima a la mía. Y así, sonriendo cuando sus dedos se enredaron en mis cabellos roce su nariz contra la mía, contemplando aquellos ojos castaños, tan fieros, tan orgullosos, tan nítidos, y a la vez tan cálidos, tan dulces, tan vulnerables...
¿Como no dejar envolverme por aquella sensación?...¿Como no dejarme envolver por aquel calor, por aquella armonía que su sola presencia me aportaba?...
Entonces allí, junto al mar, mientras la brisa mecía nuestros cabellos con fuerza y el viento se llevaba nuestro aroma, nuestros ojos se contemplaron como hacía mucho tiempo que no lo hacían. Pues en aquella noche ambos nos miramos siendo al fin sinceros, sin ninguna armadura ni carcasa que impidiera mostrar nuestra verdadera forma, como si allí reflejándonos en la mirada del otro simplemente nos encontrásemos frente a un espejo que con nitidez mostraba todos y cada uno de nuestros defectos y virtudes, un espejo que nos dejaba ver de alguna forma, nuestra verdadera esencia.
Y asi, mientras le contemplaba, asentí con calma y decisión.
Ambos seremos el uno del otro y no habrá nadie mas que se interponga.
Ambos cuidaremos el uno de otro…y no habrá más secretos, ni mas mentiras…
Lo olvidaremos todo…y empezaremos una vez más, desde cero…y para toda la eternidad.
Indique con calma, notando como si de pronto me hubiese quitado un enorme peso de encima, que me liberó y que de alguna forma sanó mi corazón. Como si de pronto ya no existiese el tormento, ni el engaño, ni la traición, como si de pronto todo aquello simplemente hubiese sido un susurro, un murmullo ahora lejano que la brisa se llevaba consigo apartándola de nosotros. Dejándonos al fin libres aquella noche, robándonos una enorme sonrisa que nos hizo suspirar, como si aun fuésemos aquellos jóvenes, confiados, tranquilos y soñadores que se habían conocido en Islandia hacia ya tantos años…
Entonces mientras sus dedos se deslizaban por mi cuello hacia mi nuca, mis brazos le estrecharon aun mas contra mí, mientras mi cabeza se inclinaba para aspirar su aroma. Entonces cerré los ojos un instante disfrutando simplemente de aquella cercanía antes de encontrar al fin aquellos labios que me recibieron suavemente robándome el aliento como siempre hacían, para después tomar la fuerza y la pasión contenidas por todo aquel tiempo distanciados, y es que nuestra misma piel se había echado de menos, y ahora se encontraba con necesidad y fervor...
Y así, distanciándome ligeramente de ella, contemple su sonrisa y yo también sonreí, apretándola contra mí en un efusivo abrazo, alzándole del suelo y girando con ella mientras ella reía con sus brazos agarrados a mi cuello.
¿…Te he dicho ya cuanto te quiero….y que… llevas un escote de escándalo, que me ha encantado? Le comente de pronto bromeando como antaño, aun abrazándole, notando como las carcajadas salían de sus labios, contagiándome. Y es que su risa era simple música para mis oídos.
Sin embargo su comentario sobre ser vegetariana me robo una sonrisa sin poderlo evitar. Pues era cierto que ambos nos habíamos traicionado, nos habíamos engañado, nos habíamos herido. Sin tener en cuenta que había algo mas, algo más poderoso que cualquier riña o discusión infantil, y eso era simplemente amor…Un amor desbordante que nos unía, y que a pesar de nuestras disputas siempre estaba allí, haciéndonos entender que el uno sin el otro no era más que una sombra. Un ser incompleto y vacío.
Rodee con mis brazos su cintura, deslizando mis dedos por su espalda al descubierto, deleitándome por un instante con la suavidad de su piel que ahora se encontraba tan próxima a la mía. Y así, sonriendo cuando sus dedos se enredaron en mis cabellos roce su nariz contra la mía, contemplando aquellos ojos castaños, tan fieros, tan orgullosos, tan nítidos, y a la vez tan cálidos, tan dulces, tan vulnerables...
¿Como no dejar envolverme por aquella sensación?...¿Como no dejarme envolver por aquel calor, por aquella armonía que su sola presencia me aportaba?...
Entonces allí, junto al mar, mientras la brisa mecía nuestros cabellos con fuerza y el viento se llevaba nuestro aroma, nuestros ojos se contemplaron como hacía mucho tiempo que no lo hacían. Pues en aquella noche ambos nos miramos siendo al fin sinceros, sin ninguna armadura ni carcasa que impidiera mostrar nuestra verdadera forma, como si allí reflejándonos en la mirada del otro simplemente nos encontrásemos frente a un espejo que con nitidez mostraba todos y cada uno de nuestros defectos y virtudes, un espejo que nos dejaba ver de alguna forma, nuestra verdadera esencia.
Y asi, mientras le contemplaba, asentí con calma y decisión.
Ambos seremos el uno del otro y no habrá nadie mas que se interponga.
Ambos cuidaremos el uno de otro…y no habrá más secretos, ni mas mentiras…
Lo olvidaremos todo…y empezaremos una vez más, desde cero…y para toda la eternidad.
Indique con calma, notando como si de pronto me hubiese quitado un enorme peso de encima, que me liberó y que de alguna forma sanó mi corazón. Como si de pronto ya no existiese el tormento, ni el engaño, ni la traición, como si de pronto todo aquello simplemente hubiese sido un susurro, un murmullo ahora lejano que la brisa se llevaba consigo apartándola de nosotros. Dejándonos al fin libres aquella noche, robándonos una enorme sonrisa que nos hizo suspirar, como si aun fuésemos aquellos jóvenes, confiados, tranquilos y soñadores que se habían conocido en Islandia hacia ya tantos años…
Entonces mientras sus dedos se deslizaban por mi cuello hacia mi nuca, mis brazos le estrecharon aun mas contra mí, mientras mi cabeza se inclinaba para aspirar su aroma. Entonces cerré los ojos un instante disfrutando simplemente de aquella cercanía antes de encontrar al fin aquellos labios que me recibieron suavemente robándome el aliento como siempre hacían, para después tomar la fuerza y la pasión contenidas por todo aquel tiempo distanciados, y es que nuestra misma piel se había echado de menos, y ahora se encontraba con necesidad y fervor...
Y así, distanciándome ligeramente de ella, contemple su sonrisa y yo también sonreí, apretándola contra mí en un efusivo abrazo, alzándole del suelo y girando con ella mientras ella reía con sus brazos agarrados a mi cuello.
¿…Te he dicho ya cuanto te quiero….y que… llevas un escote de escándalo, que me ha encantado? Le comente de pronto bromeando como antaño, aun abrazándole, notando como las carcajadas salían de sus labios, contagiándome. Y es que su risa era simple música para mis oídos.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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