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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jill Von Kraft Jue Jun 21, 2012 3:48 pm

Aparté la pesada lona que recubría la tienda bajo la que había pasado la noche en aquella ocasión, pues me había quedado hasta altas horas de la madrugada investigando unos jeroglíficos hallados en una piedra que seguramente había formado parte de una columna maya. El exterior me recibió con los cálidos y asfixiantes rayos solares junto con el aroma a arena y sudor, tan propia de aquella zona. Llevé mi mano hacia la frente a modo de visera para que, entrecerrando los ojos, pudiera identificar a aquél que se me presentaba delante con los brazos cruzados y el rostro ensombrecido.

- ¡Oh, Mike!- exclamé como saludo ampliando mi sonrisa con la esperanza de que así se relajaran sus facciones contraídas por el visible enfado.- No me mires así, tenía trabajo y me quedé aquí porque el hotel está demasiado lejos y no puedo llevarme las piezas allí, ya sabes que…

Michael Rochester, mi flamante prometido, odiaba que se le escurriera entre los dedos, que no pudiera controlarme. A menudo le había escuchado habar de mí a mis espaldas y apodándome la yegua indomable. En realidad, tal título no me molestaba, al contrario, de algún modo me llenaba de orgullo que no se me considerara una oveja de su rebaño.

- Espero que tu espalda no padezca tus alocadas decisiones.- suspiró él, relajándose finalmente hasta que me envolvió entre sus fuertes brazos.- Lo cierto, es que vine para informarte sobre una incorporación en nuestra plantilla de trabajo.

- ¿De quién se trata?- le pedí curiosa mientras le tomaba de uno de sus brazos y empezábamos a caminar entre las piedras sin rumbo fijo, sólo buscando la sombra para no convertirnos en dos historiadores a la parrilla.

- Es un arqueólogo londinense, si mal no recuerdo… Evans, se apellida.- explicó con interés.- Llegará esta noche y me haría muy feliz que mi prometida me acompañara en la cena de bienvenida que daré en el hotel.

Golpe bajo. Mike se detuvo frente a mí con la mejor de sus radiantes sonrisas, llevando sus manos a mi cintura para acercarme a él. Yo cedí ante el beso que depositó sobre mis labios y ante su mirada suplicante, no pude más que aceptar la invitación, alegrándole tanto que me alzó entre sus brazos y me elevó del suelo para girar y girar sobre su mismo eje mientras yo gritaba y le pedía que me bajara.

- Sobre tu lecho te dejé el vestido rojo que te compré para el evento… estarás radiante, princesa.

Tras guiñarme el ojo y añadir unas indicaciones más sobre la hora de la cena, Mike se marchó a paso firme y con prisas, pues tenía que acudir a una reunión con el Ministerio de Cultura de México, quién se negaba ahora a permitir la continuación de las labores de excavación. Le deseé suerte y tras un largo día de trabajo, llegué a mi habitación del hotel dispuesta a darme un tranquilo baño con sales aromáticas antes de pimpollearme y acudir a la cita estipulada.

A las nueve en punto, la puerta padeció los nudillos ansiosos de Mike al que la respiración se abandonó sus pulmones en cuanto me vio con aquél lujoso vestido carmesí adornando mi anatomía.

Anhiel:

- Vamos, Mike, deja de babear y llévame ante el inglés.- bromeé, saludándole con un beso sobre la comisura de sus labios.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Vie Jun 22, 2012 7:12 pm

Respire profundamente el aire de la ciudad mientras una sonrisa se expandía en mis labios.
Por fin había llegado a México!
El viaje había sido largo y ajetreado, cómo no! La verdad es que me preguntaba si alguno de mis viajes había sido tranquilo alguna vez…y la verdad es que me parecía que no.
Volví a ajustar el pesado bolso que llevaba al hombro mientras dejaba la maleta en el suelo. Contemple a mi compañero de viaje y le di un enorme abrazo mientras él me correspondía realmente emocionado. La gente de nuestro alrededor nos miro haciendo gestos, y murmurando cosas con expresión de horror. Posiblemente debido a su atuendo sencillo y humilde…o quizás debido a su piel negra como el carbón, que contrastaba tanto con la mía. Aunque francamente a mí eso me daba exactamente igual.
Lo cierto, es que iba a extrañar a aquel hombre, pues juntos habíamos escapado de unos contrabandistas, habíamos sobrevivido a la espesa jungla del amazonas, además de luchar por obtener ciertas reliquias que pertenecían a su tribu…Y es que estar en Brasil había sido realmente emocionante. Además de que había ganado un buen amigo y compañero de aventuras.
Me despedí con un sentido gesto de cabeza a mi compañero antes de que ambos tomásemos rumbos distintos a partir de aquel día, pues ambos nos separábamos al llegar a México. Él debía seguir su camino hasta Norte América, y yo continuar con mis excavaciones allí.

Sostuve con firmeza mi maleta mientras caminaba con una sonrisa de felicidad que no se alejaba de mis labios. La hermosa península de Yucatán parecía realmente viva. Habían algunos puestos ambulantes, y de fondo se escuchaban a los músicos callejeros con sus melodías latinas, dándole vida a los rincones de aquel pintoresco lugar. Camine deleitándome con lo que veía y con lo que respiraba. Dirigiéndome hacia el hotel con unas ganas enormes de ir ya a la excavación, claro que para eso aun faltaba un poco.
Fue entonces que visualice el hotel.
Me dirigí hacia el, adentrándome y encaminándome directamente hacia el mostrador. Donde el recepcionista me miro alzando una ceja. Quizás debido a que mis ropajes -aunque clásicos- un tanto sucios por el viaje y los acontecimientos del camino. Mis mangas arremangadas y mi camisa un tanto desabrochada en conjunto con mis cabellos desordenados, quizás no me daban el aspecto de “señor” que tenía que tener. Así que deje mi maleta en el suelo e introduje mi mano en el bolsillo, sacando y extendiéndole mis documentos a aquel hombre. Notando como su semblante cambiaba al instante, relajándose e incluso sonriendo.

Oh. Señor Evans. Su reserva esta lista, por favor si es tan amable de dejarnos su equipaje…
Oh no..No hace falta puedo llevarlo yo...Pesa bastante…
Por favor, faltaría más. Uno de los botones se acerco haciendo gesto de tomar el bolso que colgaba de mi hombro, quitándolo de él y cayendo estrepitosamente al suelo ante el peso de la bolsa.
Ehmm…No se preocupe. Nos encargaremos de llevar su equipaje a su suite…Si es tan amable de acompañarme…Mire al pobre botones que aun intentaba mover la bolsa, llamando incluso a los demás botones para que le ayudasen…Me sentí un tanto mal, ya que la bolsa era liviana…Cuando tuviesen que llevarme la maleta, seguramente necesitarían una grúa.
Aunque la verdad es que tampoco llevaba gran cosa. Solo mis libros, algunos estudios que me habían enviado, además de unas piezas pequeñas de piedra, oro, y bronce que quería investigar, junto con mi ropa, mis artilugios de limpieza que eran unas ciento cincuenta piezas y mis herramientas de investigación que serian unas doscientas treinta y cinco piezas, junto con algunos mapas para recorrer el terreno al dia siguiente… No era mucho en realidad, pero claro, posiblemente para ellos debía de pesar bastante. Me encogí de hombros y camine sin mas detrás de mi guía. Después de todo, yo les había indicado que no hacía falta…

El amable hombrecillo me condujo a la acomodada habitación, cerrando tras de él para darme intimidad. Observe a todos lados asintiendo en la soledad. La habitación no estaba nada mal, pues además de ser lujosa estaba impregnada en la decoración de aquella cultura, tan colorida y artesanal…Aquello me agradaba, pero había algo que necesitaba con mucha mas urgencia que una habitación bonita...
Camine sin dilación hacia el baño mientras me iba despojando de la camisa y de los pantalones por el camino, dejando todo desperdigado antes de acercarme a la bañera de puntillas, con unas sonrisa de oreja a oreja, para acuclillarme despacio ante ella, acercando mis manos hacia el grifo con extremo cuidado antes de girarlo, como si me encontrase ante un objeto místico y digno de un análisis científico.
Gire la manija con suavidad, observando como el potente chorro de agua caia a toda prisa sobre la superficie blanca.

AGUA POTABLE!!!!!!! SIIIIIIIIII!!!!.....

Fue mi grito de alegría ante aquella simple acción, y es que definitivamente llevar tanto tiempo en medio de la selva había dejado mella en mi, pues después de volver de cualquier parte siempre me deleitaba con los pequeños detalles, y es que tener agua potable, y ropa limpia ahora mismo me parecía simplemente estar en la gloria….
Mire el reloj de bolsillo antes de dejarlo en el suelo y meterme casi de cabeza en la bañera. Percatándome de que aun tenía algo de tiempo antes de la fiesta de bienvenida. -No pude evitar una mueca de disgusto, pues habian realizado algo solo porque yo llegaba- Una fiesta que me había parecido innecesaria, y que le había indicado a Rochester que no era en absoluto algo importante a través de la correspondencia que nos enviábamos…Pero había hecho caso omiso a mis peticiones, aludiendo que le complacía demasiado mi incorporación al equipo, debido a mi “prestigio”… Mi nombre falso ya tenía prestigio, así que iba a ser hora de buscarme uno nuevo para poder pasar desapercibido en el futuro, y así poder hacer de las mías con mas libertad.

Una hora después, mientras yo aun me paseaba con la toalla atada en mi cintura, comencé a notar que me faltaría tiempo…Necesitaba mis cosas y las necesitaba ya!. Di un resoplido antes de abrir la puerta de mi habitación y caminar tal cual con la toalla por el pasillo, avanzando por el hasta llegar al principio del mismo. Donde unos seis hombres intentaban tirar de la maleta, y unos cuatro forcejeaban con mi bolsa.
Ahmm….Disculpadme caballeros, pero es que llegare tarde… Dije mientras me acercaba a ellos, tomando la bolsa y alojándola en mi hombro, para después tomar el asa de la maleta y caminar hacia mi habitación. Pedid que os incluyan la propina en mi factura. Oh, y necesito un carruaje en diez minutos por favor! Graaaciiiaaaaas! Indique mientras dejaba a aquellos hombres con un gesto de asombro y perplejidad en sus miradas a haberme llevado aquello sin problema alguno.
Nueve minutos más tarde, un arreglado, peinado, e incluso abrochado de camisa “monsieu” caminaba por el pasillo atrayendo las miradas y algunos murmullos que no quise escuchar. Salvo por la pajarita cuyo nudo se me resistía y había quedado torcida, mi aspecto era impecable. En aquel momento recordé a papá, pues él se encargaba de arreglarme la camisa y hacerme un nudo perfecto antes de guiñarme un ojo con complicidad…eso antes de que mi madre quitase alguna partícula invisible de mis ropajes y sujetase mi mentón indicando lo guapo que estaba…Una sonrisa escapo de mis labios…Les echaba de menos.

Johannes:

Salí del hotel, subiéndome al carruaje que me esperaba fuera del edificio, dirigiéndome al fin al punto de encuentro.
Media hora más tarde, me percate de mi retraso…Me mordí los labios y camine a paso rápido adentrándome en el edificio, percatándome enseguida del gentío. Parecía que se lo pasaban bien, la gente iba de aquí para allá y los camareros se paseaban con libertad por todas partes.
Entonces me acerque hacia el grupo central, que parecía mantener una divertida charla. Descubriendo la figura de...¿Rochester?…Le observe mientras caminaba hacia él…Pues de algo me había sonado su nombre en cuanto habíamos hablado por carta, pero pensaba que se trataba de coincidencia…Cuando en realidad, ya le conocía…Oh y tanto que le conocía! como que había sido su maestro en una de sus primeras excavaciones hacia mucho más de una década! Entonces el me miro, parpadeando y haciendome una seña.
Me gire en el acto, tomando la bandeja vacía de uno de los camareros, situándola al lado de mi mejilla en un apresurado intento porque no se me viese el rostro mientras caminaba a la salida, pero entonces alguien me agarro el hombro. Sote un resoplido y me gire viéndole ahí delante de mi con rostro de perplejidad.

Pero si es..! Estreche su mano rápidamente, mientras le miraba fijamente a los ojos asintiendo…William Evans…Indique suavemente mientras el asentía hipnotizado con una sonrisa.
William…Si…William Evans…Indico recuperando su gesto normal y haciendo espacio ante los presentes para presentarme. Salude entonces a varios hombres mayores que eran algunos de los inversionistas y patrocinadores, después a algunos políticos para terminar saludando a algunos de los que serian mis compañeros en las excavaciones. Solté un suave suspiro al saludar al último de los hombres de allí…Acaba de llegar y ya deseaba irme, las fiestas no estaban mal…Pero en aquella ocasión tendría que fingir que me interesaba lo que decían los políticos sobre las nuevas leyes de restricciones, sobre los terrenos que no podríamos escavar además de tener que aguantar otros temas que tampoco tenían mucha relevancia. Pero entonces, cuando creía que todo sería un completo aburrimiento, Rochester me condujo hacia una joven, que de espaldas hacia mí se giro lentamente.
Quiero presentarte a alguien mas...Ella es mi prometida… Anhiel Lithium

Sus rizos carmesíes se movieron con suavidad, adornando su rostro dulce, y su mirar se fijo entonces en mis ojos, mientras yo avanzaba hacia ella.
De pronto fue como si el tiempo se hubiese parado por completo, deje de percibir la música, e incluso de notar a la gente a mi alrededor.
Simplemente me acerque hasta ella, y le mire un instante, cautivado con algo que no sabía cómo llamar…
Era extremadamente hermosa, pero además de eso había algo en ella, era su presencia, era su mirar, era como si su misma esencia hubiese llegado como un soplo de aire fresco a mis pulmones, hipnotizándome, dejándome por un momento sin aliento.
Sonreí ante ella, sin saber con certeza cuanto tiempo le estuve contemplando, la noción del tiempo acababa de desaparecer. Pero entonces, aun algo absorto, tome su mano con suavidad antes de depositar un beso en su dorso.

Encantado de conocerla… Madame Anhiel.
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] Empty Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]

Mensaje por Jill Von Kraft Sáb Jun 23, 2012 12:45 pm

- Debo discrepar con vos, señor DeWitt, no creo que los antiguos mayas pensaran que en el año dos mil doce el mundo terminara apocalípticamente, más bien opino que proponían un cambio de mentalidad hacia la humanidad, pues hacen constantes alusiones a la naturaleza y al poder que...

La voz de Mike interrumpió mis teorías y me disculpé con aquél anciano que frunciendo el ceño me escuchaba atentamente, llevándome a dar media vuelta para buscar con la mirada a mi prometido, todavía con la cristalina copa de vino entre mis manos. Cuando le localicé, le dediqué una sincera sonrisa y ladeé mi cabeza hacia aquél que le acompañaba, presentándole ante mí. Él, imaginé, se trataría del arqueólogo en cuestión al que Rochester le había dedicado semejante bienvenida, por lo que reverencié su saludo y le brindé otra sonrisa mientras escrutaba su fisonomía de rostro varonil aunque cuyas facciones no eran demasiado marcadas, manteniendo aquellas cejas que enfatizaban una mirada penetrante mediante sus ojos grisáceos. Su aliento dejó de empañar la copa que traía entre mis dedos, dándome que pensar que había dejado de respirar, idea que me hizo sonreír disimuladamente, tomando un trago de aquél caro vino importado directamente desde Francia. Sus carnosos labios tardaron en despegarse y permitir a su voz de tenor lírico expresar cortesmente un saludo acompañado de un beso sobre el dorso de mi mano, gesto que sin duda, me erizó la piel y arrancó un jadeo de mi boca, fruto de la sorpresa.

- Encantanda de conocerle, señor Evans. Le deseo una fabulosa estancia en México.- añadí alzando la vista desde mi mano hacia su rostro enmarcado por aquellos cabellos castaños que le proporcionaban un aire galán a su persona, hecho sustentado por sus ropajes de etiqueta.- ¿Me... permite?- le pedí con cierto rubor en mis mejillas antes de dejar la copa sobre la mesa que Rochester presidiría aquella noche y así, con las manos libres, deshice el malogrado nudo de su pajarita para recolocársela bien, sonriendo finalmente cuando mi obra se vio terminada y su aspecto había mejorado diez puntos.

- Querida, ésto podrías habertelo ahorrado, ¿no crees?- refunfuñó Mike en mi oído a la vez que fingía abrazarme por el costado, sonriendo hipócritamente a nuestro invitado y le señalaba un asiento en la mesa, junto a él, por supuesto.- Ella es nuestra epígrafa, es brillante en sus labores, aunque si me permites...-echó una furtiva mirada hacia atrás, dónde a mi me había dejado sola.-... es un tanto joven para ésto, le pone demasiadas fantasías a sus trabajos.-añadió entre susurros, creyendo realmente que no lo escucharía desde aquella distancia.

Evans se sentó en silencio en aquél asiento de tapices blancos, mirando el banquete desplegado ante él casi con horror. Mike, por su lado, se sentó como cabeza de mesa, invitándome a que le acompañara a su lado izquierdo, frente al invitado. Sin siquiera intentar disimular mi enfado por su actitud, obedecí en silencio y sin mirarle, pues tras la cena ya le soltaría cuatro buenos gritos que le alejarían de mí unos cuantos días, al menos.

- Que aproveche.- le deseé a Evans con complicidad, pues le percibí un tanto incómodo y creí que se trataría por encontrarse rodeado de completos desconocidos en una cena que probablemente, ni siquiera deseaba.

Tomé cuchillo y tenedor ante la inquisitiva mirada de Mike, quién esperaba quizás el mismo trato hacia él, algo que por supuesto, no obtuvo de mí aquella noche. Me decidí a probar aquél suculento filete de cordero con una salsa un tanto picante, propia de aquellas tierras.

- Anhiel, ésto es el segundo, el primer plato lo tienes a tu izquierda.- me susurró Michael con rin tin tin, como si se avergonzara de mí.

Miré a mi izquierda y alcé una ceja al ver aquella insulsa ensalada sin más condimento que la lechuga y unos tomates triturados.

- No entiendo el motivo por el que se deba esperar a comer el plato favorito de uno.- discrepé en voz alta, llevándome las miradas curiosas de los comensales que abandonaban sus respectivas conversaciones para mirarme ahora como centro de la mesa.- En fin, ¿y si muero mientras como la ensalada? Moriría sin haber probado aquello que más quería, ¿cómo podrías vivir con eso, Michael?

La mujer de mi lado se cubrió los labios con una servilleta para disimular una carcajada contenida mientras que yo, con mis ojos fijos en los de mi prometido, mantenía la serenidad ante su mirada alucinada que poco a poco se tornaba furiosa, sonrojándose y apretando sus mandíbulas mientras intentaba mostrar al público que mantenía la entereza, sabiendo en mis adentros, que se revolcaba en un infinito enfado hacia mí por haberle dejado en ridículo en aquella cena. Bueno, si mis expectativas habían acertado y con un poco de suerte, aquella sería la última cena de gala a la que tendría que asistir, lo cuál me liberaba de aparentar ser una refinada señorita que no era.

Dicho eso, volví a mi segundo plato ignorando la ensalada y a mi prometido, masticando lentamente para saborearlo casi como si un niño degustara una fondue de chocolate, un manjar exquisito, sin duda. Alcé la vista hacia Evans, quién miraba a todos lados un tanto nervioso. Finalmente, decidió tomar el tenedor y ensartar las hojas de la lechuga, olisqueándolas antes de meterlas en su boca para, a penas habiéndolas masticado, tragárselas sin más. Quise advertirle que sin masticar la comida, la cena le sentaría mal, pero comprendí que por aquella noche, era mejor no avivar las coléricas llamas del anfitrión, sentado junto a mí con la mirada fulminando su plato, imaginando quizás mi rostro entre aquella asaboría ensalada verde.

De pronto, el sonido de un arpa y las velas atenuándose llamaron nuestra atención, incluso la de Mike, que regresó a la realidad después de abandonar el mundo de sus pensamientos. Curiosa, volteé mi cuerpo hacia una tarima del local sobre la que se presentaron varios hombres vestidos de mariachis, con sus enormes sombreros coloridos y sus ropas típicas. Uno de ellos, empezó a mover sus dedos por los hilos del arpa, creando una sinfonía sencilla tras la que le siguieron dos violines y tres trompetas, junto al vocalista que silvababa y gritaba algo así como ¡ándele, ay, ay ay! entre las risas y aplausos del público. Ante la viva, jovial, divertida y animada canción que llevaron a cabo, las gentes dejaron sus platos a medio empezar y saltaron al medio de la sala arrastrando consigo a quienes lograban convencer, bailando, saltando y riendo a rienda suelta, contagiándome sin poderlo evitar y decidiéndome a ir a la pista de baile y mezclarme con aquellos rostros desconocidos, pasando mis manos por las de aquellos hombres que las tomaban, girando sobre mi mismo eje una y otra vez, como si mis pies no obedecieran las órdenes de mi mente, riendo cada vez que alguna mujer alzaba sus faldas cuando la melodía más picante se ponía, o cuando algunas damas animaban la fiesta con sus palmas. Mis cabellos, obviamente, se deshicieron de aquél moño que los oprimía, soltándose de su agarre y desperdigándose por mi rostro sin ton ni son, sin que eso me importara en absoluto. Cuando la música cesó, terminé sobre los brazos de un hombre cuya respiración era tan agitada como la mía, cansados de aquél ajetreo que por otro lado, no deseábamos que conociera fin. Tras saludarnos ya casi como si fuésemos amigos de toda la vida, regresé a mi asiento acalorada, abanicándome con la servilleta y haciendo caso omiso a las miradas de aquella mesa que parecían contrariadas por mi actitud.

El resto de la cena transcurrió con mayor paz, aunque los mariachis siguieron tocando en aquél banquete ahora sumido en el silencio de sus comensales, demasiado distraídos con aquello que se llevaban a la boca. Tras los postres -un magnífico sorbete de limón-, mi prometido intentó animar el ambiente ofreciendo a los caballeros uno de sus apestosos puros, invitándoles a conversar con él sobre temas que, textualmente, "no son de la incumbencia de las mujeres". Así, dejé a Mike despotricar a gusto de mi trabajo y probablemente, disculpándose en mi nombre por mi nefasto comportamiento, para girarme hacia las damas que como yo, solas se habían quedado, conversando ahora sobre telas y bordardos que ellas usaban para sus vestidos. En realidad, no me interesó en absoluto aquello que decían, así que pronto desconecté de la conversación y mis ojos volvieron a fijarse en aquellos mariachis y en la fiesta que ante ellos se había desplegado, con tanta gente bailando y divirtiéndose, mientras que yo debía mantener la compostura y mi presencia allí, rodeada de cultos sin un ápice de humor y mucho menos de diversión. ¡Me aburrían tanto, aquellas fiestas! Y entonces, cuando parecía que la noche no podía empeorar más, Evans se llevó las manos a la boca y parecía contener unas náuseas. Su aspecto había desmejorado notablemente y juraba que se encontraba pésimamente, así que me alcé de mi asiento y caminé hacia él hasta colocar mis manos sobre sus brazos, acercando mi boca a su oído para que me escuchara pese a la estridente música de los mariachis y las incesantes risas de nuestro alrededor.

- Señor Evans, acompáñeme, por favor.- le pedí con el rostro compungido por la preocupación que aquél hombre había despertado en mí, guiándole hacia la salida del restaurante sin escuchar siquiera las críticas que Rochester me dirigió entre gritos, exigiendo mi regreso a su lado sin comprender el motivo por el que me llevaba al inglés de allí ni molestarme yo en explicárselo.

Fuera, el hotel permanecía en un silencio sepulcral y aunque el recepcionista hizo ademán de acercarse a nosotros para prestarnos su ayuda, meneé la cabeza y le indiqué a William que se apoyara en mí colocando su brazo sobre mi hombro mientras mi mano le sostenía por la cintura. Tras subir varias plantas con sus respectivas gradas, llegamos a mi habitación, la número 212. Saqué la llave del bolso de mano y la encajé en el cerrojo, girándola para que la puerta se abriese y se extendiera ante nosotros aquella humilde morada. Sin preocuparme de cerrar aun la puerta, llevé al hombre a mi lecho, tumbándole bocarriba y desabrochándole la pajarita para facilitarle la respiración. Parecía enfermizo, pues sus ojeras se habían oscurecido y su frente sudoraba. Cerré la puerta a toda prisa y dejé el bolso tirado sobre la mesa de noche, sobre la que también dispuse una vela que encendí con urgencia.

- ¿Cómo se encuentra, señor Evans?

Aparté las cortinas de la ventana y la abrí para que la brisa nocturna renovara el aire de la habitación, buscando que la refrescara y con ella, también al convalesciente. Tras acomodarle sobre varios cojines, me senté junto a él sobre las sábanas y llevé mi mano hacia su frente, calculando las décimas de fiebre que pudiera tener.

Y entonces, el tic-tac de mi reloj de bolsillo, se detuvo.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Jun 23, 2012 8:33 pm

Contemple en el reflejo de un espejo, lo perfecta que había quedado mi pajarita cuando aquella joven me la había arreglado. Sonreí cuando se acerco a mí con calma para desatarme el nudo, la gente no solía ser tan espontanea como yo en esas cosas.
Gracias!...No sabes cuánto rato llevo intentando que me quede un nudo decente. Comente con complicidad mientras nos dirigíamos con el resto de la gente hacia donde Rochester nos indicaba. Aunque ahora que lo miraba de reojo parecía algo disgustado, él miraba de reojo a Anhiel frunciendo el ceño. No había que pensar ni observar mucho para averiguar que le molestaban diversas cosas de ella.

Pero entonces Michael me indico que le acompañase, mostrándome la larga mesa. Parpadee intentando entenderlo…Se suponía que era una fiesta de bienvenida. Yo esperaba un par de copas, un baile, un poco de blablablá, alguna broma sobre el apareamiento de las ballenas para romper el hielo, sonreír, estrechar manos y a mi hotel!...
Pero parecía que la fiesta incluía una cena. Saque mi reloj de bolsillo, percatándome de que eran las diez pasadas de la noche. Mmm. Si, tenía sentido que los humanos comieran a esa hora, pero ¿es que pensaban que les acompañase?...Iba a inventarme una excusa hasta que caí en el pequeñísimo detalle de que… la fiesta era en mi honor…

Me senté junto a aquellas personas, apreciando como se llenaban todas las copas y Rochester hacia un saludo mirando a todos los presentes para terminar mirándome a mi haciendo un movimiento de cabeza. Alce mi copa.
Quisiera agradeceros la bienvenida y la hospitalidad que me estáis brindando. Sera un placer trabajar con vuestro equipo. Por vosotros. Indique con una señal de cabeza ante los invitados, que sonrientes daban el primer sorbo a su bebida. Pero entonces antes de volver a sentarme continúe mientras me aclaraba la garganta. En serio…Sois muy amables, mucho… Este recibimiento no era necesario…Todos sonrieron quitándole importancia, y tomándome con un sujeto humilde, pero entonces yo gire el rostro hacia Rochester, y le mire alzando una ceja. En serio. No era necesario. Y entonces ante su rostro perplejo me senté pues en aquel momento los camareros ya se acercaban para traer los platos, cuyos aromas habían llegado a mi nada más sentarme a la mesa.

Comenzaron a traer las bandejas y situaron los platos a mi alrededor. Entonces contemple a Anhiel, percatándome de su elección. divirtiéndome cuando escuche su inteligente argumentación sobre las prioridades en el comer, incluso asintiendo, y dándole una palmada suave en el hombro a Rochester que me miro interrogante.
Vamos hombre, deja a la señorita en paz. Además…que mas da el orden de los platos? Todos acaban tarde o temprano en el mismo lugar, ¿o no? El anfitrión se quedo pensativo y de pronto comenzó a toser al entender mi pequeña bromita sobre la digestión, pero entonces otro de los hombres presentes comenzó a hablarle de su próxima candidatura a un puesto político. Haciendo que se distrajese rápidamente con él mientras yo me centraba en mirar a los invitados. Que comenzaban a enterrar los tenedores en la ensalada, mientras yo miraba un tanto curioso sus hábitos alimenticios como especie inteligente y desarrollada proveniente del simio…Pero entonces mientras pensaba en cosas de los humanos, note a Anhiel mirandome en alguna ocasión, y ahora que lo pensaba…algunos de los invitados también me contemplaban, quizás extrañados al ver que no había tocado el plato. Así que acomode mis cabellos, y sostuve el tenedor. Mirando la ensalada con los ojos entrecerrados.

“Muy bien...Tu no me gustas y yo no te gusto....Pero esto es un duelo entre tú y yo pequeña”…Pensé.
La última vez que había comido había sido hacia tres siglos, cuando había tenido que desayunar con una tribu de áfrica, teniendo que comer gusanos, grillos y después beber leche de cabra para que ellos me aceptasen como invitado y me dejasen explorar sus tumbas y reliquias mas queridas…Después de eso, había estado vomitando cinco horas, hasta que al fin me había puesto mejor. Claro que en esta ocasión...no tenía porque ser así!!!
Entonces hice ademan de enterrar el tenedor en la ensalada, trague saliva con decisión, seguro de que iba a a comer comida, y no me iba a pasar nada. Después de todo era lo que a ellos le hacía bien, ¿porque a mí me iba a sentar tan mal? Acerque la lechuga a mí, olfateándola con cierta curiosidad antes de meterla en mi boca. Hice ademan de masticar, -sabiendo por cómo veía al resto que lo hacía- que estaba siendo quizás algo exagerado al masticar, así que simplemente tragué.
Aquella comida no me sabía a nada, era como comer tierra o hojas. Quizás si me las metía todas en la boca y tragaba con rapidez acabase pronto con eso, sin tener que aguantar demasiado...
Así que así hice, metí una hoja en mi boca, y después la siguiente y la siguiente…Hasta ver que mi plato dejaba de ser verde para ser blanco. Sonreí victorioso hasta que entonces el camarero se acerco a mí retirando mi plato limpio para acercarme el plato principal. Llenando mis copas con más vino, más agua y otra con un liquido anaranjado que parecía ser sumo de alguna cosa.
Situé mi mano sobre mis ojos, dejando el dedo corazón y el pulgar sobre mis sienes…Comenzando a notar una sensación que empezaba a parecerse a la de la desesperación. Pero entonces, quitando mi mano, vi que la anciana que se sentaba a mi lado me miraba con curiosidad y cierta confusión ante mí gesto. Me acerque un poco hacia ella, para susurrarle.

Es que…Daba gracias a dios por los alimentos…Indique con una sonrisa, intentando disimular mientras me mordía los labios mirando el techo con gesto inocente. La anciana sonrió complacida, mientras soltaba un dulce “ooooh”. Así que solté otro suspiro y mire mi plato con desgana.
Rochester conversaba con algunos hombres, y las damas también parecían interesadas y contentas, todo el mundo parecía feliz menos yo…que me sentía como un niño pequeño ante un pato de verduras…o mejor dicho; como un vampiro ante sangre en mal estado. Aunque en aquel momento mi imaginación volaba, pues me habría gustado verles al revés. Bebiendo ellos sangre a ver si se indigestaban! Empecé a reírme solo, y entonces como algunos de los presentes me miraron extrañados, me apresure de a cortar un trozo de carne y metérmelo con rapidez a la boca, aludiendo a que estaba comiendo, que no podía hablar.

Entonces la música empezó a sonar y algunas personas se fueron a bailar mientras yo miraba mi plato, quería acabar aquello cuanto antes! Pues era como un reto personal que debía acabar y terminar lo antes posible.
Así que mastique…y mastique…notando como un profundo asco empezaba a subir por mi garganta. Solté un resoplido y mire a mis vecinos. Ellos le ponían cosas a su plato, dejando que pequeñas especies cayesen sobre la carne.
Mire a la anciana de mi lado y empecé a imitar sus movimientos, echándole sal a mi plato, luego pimienta, y luego algo que parecía ser crema…Comencé a cortar el bistec cuando ella cortaba y me los lleve a la boca cuando ella lo hacía, simulando que miraba la lámpara de araña arriba de nosotros cuando ella me contemplaba curiosa.
Aquello se me estaba haciendo eterno, y mi estomago comenzaba ahora a molestarme, sintiendo como si ardiese y me pesara un montón. Deje los cubiertos sobre el plato, ya decidido a no probar nada más. Me daba igual que pensaran que era un descortés, empezaba a sentir nauseas.

Pero en aquel momento los camareros se acercaron, dejando el postre a quienes habían acabado.
Observe ya desganado y sin ánimo aquella copa reluciente. Aunque lo cierto, es que la frialdad de aquel mismo recipiente me produzco curiosidad, ¿a que sabría lo que ellos llamaban “helado”? enterré la cuchara en aquella crema fría percibiendo como se enterraba con facilidad en ella. ¿Sería que quizás algo liquido me sentaría mejor después de todo aquello?. Sostuve la cuchara recogiendo un poco de aquella sustancia fría y algo liquida metiéndola en mi boca para percatarme enseguida del desagradable sabor. Aquella cosa se había deshecho en mi lengua con rapidez, y yo había llevado mis manos a mi boca en un arrebato por no vomitar todo lo que había entrado en mi cuerpo.
Pero Anhiel me vio sin que pudiese disimular mi gesto, ni las arcadas que sentía. Claro que en aquel momento, algunos de los presentes se levantaron pues ya habían terminado y comenzaban a excusarse alegando que bailarían, conversarían u otros fumarían pues Rochester había sacado los puros.
Me puse en pie dejando caer la servilleta, dispuesto a salir como alma que lleva el diablo, pero en aquel momento sentí escalofríos, sentí que sudaba, y que incluso que mi equilibrio no era tan bueno como de costumbre. Parpadee intentando visualizar la salida, pero Anhiel se acerco a mi y comenzó a tirar de mi brazo. Yo le seguí sin rechistar, pues en aquel momento tenía que salir como fuese. Tenía que irme rápido…Ni siquiera me di cuenta de cómo ella situaba su brazo en mi cintura, ni en cómo me apoyaba yo sobre su hombro para subir con ella las escaleras hasta su habitación...

Cuando me estire en su cama sentí que mi respiración se agitaba, así que deje de respirar. Contemple por un instante a la joven que atenta había llevado de mí hasta un lugar tranquilo.
Le contemple notando una frágil sonrisa en mis labios, quería agradecerle su gentileza y el haberme apartado de aquella multitud atosigadora…Pero entonces note que me sentía aun peor, así que me incorpore tan rápido como pude y comencé a trotar hacia una de las puertas de aquella estancia. Dando con suerte con el baño. Adentrándome en él y cerrando con rapidez para caer de rodillas frente al váter. Notando todos esos asquerosos sabores de golpe en mi paladar, sin lograr que aquello que había consumido saliese de mi.

SAAAL! SAAAL DE MI CUERPO!!! Grite sintiendo ahora un enorme dolor en mi estomago. Suponía que quizás la comida se estancaría en mí, pues el sistema digestivo de los inmortales no funcionaba, ya que no era necesario. Entonces lleve mis manos a mis cabellos, sería mejor que me mantuviese callado, o Anhiel pensaría que me estaba haciendo un exorcismo a mi mismo o alguna cosa por el estilo. Seguramente habría de esperar que la comida se disolviese dentro de mí, y aquello me auguraba unas cuantas horas de malestar. Note que el sudor frio recorría mi rostro.
Minutos mas tarde sentí que alguien llamaba, pero no a mi puerta, sino a la de la habitación. Esta se abrió y se cerró de pronto. ¿Es que habría llegado alguien más a la habitación de aquella joven? Me puse en pie algo tambaleante y salí del baño, observando que no había nadie. Camine despacio hasta la cama antes de sentarme con cuidado y dejar que mi espalda cayese por mi propio peso en aquellas suaves almohadas. Sentía la boca seca, y un enorme peso dentro de mí. Como si hubiese comido piedras.
Gire el rostro y observe la mesita de noche, donde un reloj de bolsillo descansaba en soledad. Lo tome entre mis dedos, queriendo averiguar la hora que era pero parecía estropeado, pues las agujas del reloj no avanzaban. Así que deje que mi brazo reposara sobre mi abdomen, aun con el reloj entre mis dedos.
Y así me quede, estirado boca arriba en silencio. Mientras notaba como mis parpados se cerraban sin que lo pudiese ni siquiera evitar.
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] Empty Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]

Mensaje por Jill Von Kraft Dom Jun 24, 2012 8:47 am

William Evans se alzó de repente con el semblante descompuesto, brincando de la cama en la que yacía para correr hacia el baño y cerrar tras él aquella puerta. Parpadeé, dirigiendo mi vista hacia el camino recorrido por sus pasos, frunciendo el ceño y preguntándome si estaría bien allí solo, si me necesitaría quizás para sostener su cabeza mientras él arrojaba por su boca el contenido que se hallase en su estomago que a decir verdad, deseaba que aquello que le había propiciado aquél malestar, fuese la maldita lechuga que yo no había comido. No por el fastidio del malogrado Evans, sino porque deseaba que mi prometido sufriera el mismo malestar indigesto que él. Aquello me hizo sonreír vilmente, sintiéndome una mala persona por aquellos pensamientos que le condenaban a sufrir, así que decidí apartarlos de mí y tras un momento en el que me quedé hipnotizada por aquella gran y esférica luna brillante, recordé el silencio de la sala, sin el tic-tac de mi reloj de bolsillo, el regalo de mi abuelo y cuya leyenda se basaba en que sus manillas se detendrían cuando su portador, yo, encontrara mi alma gemela. Aún así, por mi mente no pasó la idea de que aquella fantasía fuese cierta, tan sólo creí que se le habrían acabado las baterías o quizás se habría estropeado sin más, pues era muy antiguo. Mientras esperaba que el arqueólogo apareciera con mejor cara, me dediqué a investigar un poco sobre aquél reloj, escrutándolo por todas sus perspectivas en busca de algún detalle que me indicara el motivo por el que había dejado de funcionar, abriendo incluso la parte trasera de éste para comprobar que los engranajes funcionaban perfectamente, simplemente las manillas no respondían. Cuando más inmersa en aquél misterio me hallaba, alguien usó sus nudillos con fuerza para hacerse presente tras la puerta de mi habitación, por lo que tuve que dejar el reloj sobre la mesita de noche, junto a la vela, para dirijirme a la puerta y abrirla, no sorprendiéndome de encontrar allí a Michael, con visible estado de irritación y enfado. Dado que no deseaba tener que explicarle mi situación con Evans, decidí cerrar la puerta tras de mí una vez tomé las llaves de la recámara, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho y recostando luego mi espalda contra la misma puerta, esperando que mi prometido se desahogara conmigo y terminara pronto, pues me sentía cansada y lo último que deseaba aquella noche, era discutir con él. Otra vez.

- Me has defraudado de nuevo, Anhiel.- empezó, alargando cada sílaba y enfatizando cada palabra con un desprecio que le brillaba en los ojos, sin a penas despegar sus oprimidas mandíbulas, colocando junto a mi cabeza una de sus manos, quizás temeroso a que le diera la espalda y me colara de nuevo en mi habitación, dejándole con la palabra en la boca como otras tantas veces había hecho.- Yo te amo, Anhiel, de veras que sí... y es por ello que no entiendo tu actitud conmigo, el por qué... ¡Mírame cuando te hablo!- gritó de repente, dando un golpe contra la puerta con el mismo puño por el que se sostenía.- ¿Cuando dejarás de comportarte como una niña malcriada? ¿Por qué te entozudeces en dejarme en ridículo? ¿Cómo puedes...?

- Te dejas en ridículo tú solo, Mike, lamento no colaborar en ésta causa, pero yo no tengo nada que ver.- discrepé con calma y sosiego, retándole con la mirada cuando su rostro pareció teñirse de púrpura ante mis palabras.

- Me has desafiado en público.- insistió con amargura, acercando su boca a mi rostro para inspirarme temor, algo que no logró ni en cuatro años de relación.- Primero con la estúpida pajarita de Evans... ¿qué pretendías? ¿flirtear con él frente a mí? ¿de veras, Anhiel?- me acusó alzando la voz, algo que me molestó no por sus falsas palabras, sinó por el hecho de que Evans pudiese escuchar a través de la puerta aquella incómoda discusión de pareja.- Luego sólo te faltó patalear y sacarme la lengua infantilmente cuando te señalé el orden de los platos, ¿no te diste cuenta que todos se reían de tí? ¡Eso afecta a mi prestigio, maldita sea, Anhiel! ¡Intento hacer bien las cosas y luego tú te encargas de hacer añicos mis proyectos! Dime, ¿es por envidia?

Sin más titubeo, le planté un bofetón en su mejilla derecha, girándole el rostro hacia el sentido del golpe y callándole por un momento ante mi nuevo estado agitado.

- No vuelvas a menospreciarme, Mike.

- ¿Es una amenaza? La loca que en medio de una cena de negocios saltó a bailar como si estuviese sola en el mundo... ¿me amenaza? ¿De veras?

Una risa amarga inundó el pasillo en el que nos hallábamos. Yo mordí mi labio inferior y contuve las lágrimas de rabia, más que de tristeza o dolor. Sus palabras no solían afectarme, pero lo cierto es que me asfixiaba su persona, siempre controlándome, siempre cortándome las alas, siempre manipulándome a su antojo a gusto de los ojos de aquella sociedad en la que él me había hundido sin yo habérselo pedido.

Entonces, Michael escuchó el sonido de una puerta que se cerraba, seguramente la del baño. Me miró ceñudo y con la ofensa dibujada en su rostro, el que bajó para mirarme y desnudar en mis ojos la verdad de mis actos, una verdad que él malinterpretó.

- Siempre he respetado tus estúpidas leyes de intimidad y privacidad, aun siendo mi prometida a pocos meses de la boda.-comentó pausadamente, sin sentenciar todavía aquella cercanía entre ambos.- Y ahora, resulta que compartes tu lecho con un hombre al que no conoces. Y luego me hablas de respeto y confianza, Anhiel. ¿Cómo puedes pedirme algo así?

Finalmente, su mano se despegó de la puerta y retrocedió varios pasos hacia atrás, quedando ambos sumidos en un escalofriante e incómodo silencio que no quise romper, aunque podría haberle explicado que sólo había sido así porque William se hallaba enfermo, que no era mi intención inciar nada con él más allá de lo estrictamente profesional. Pero no lo hice por muchas razones, entre ellas, porque por mi cabeza todavía rondaba el recuerdo del reloj cuyas agujas se habían detenido aquella noche y, por otro lado, quería que Michael sufriera un poco más, siendo ese mi único castigo. Al día siguiente, si mi humor había mejorado notablemente, le contaría la verdad. No obstante...

- Maldita yegua indomable...- refunfuñó con el fuego de la locura iluminando sus ojos oscuros, advirtiéndome mediante sus palabras lo que ocurriría a continuación, pues él se abalanzó hacia mi cuello y me tomó del brazo con fuerza, intentando llevarme hacia su habitación para, probablemente, continuar aquella charla que auguraba no tener un fin demasiado feliz, realmente.

Él empezó a lastimarme el brazo, clavándome sus uñas en él, tirando de mí, luego de mis cabellos con la ilusa idea de doblegarme por ello, gritándome, hiriéndome de todas las formas posibles mediante la palabra, hasta que decidí que ya no más. Así, le propiné un fuerte codazo en sus costillas y aprovechando el pequeño momento de titubeo por su parte, saqué las llaves torpemente y abrí la puerta de mi habitación entre el escándalo que Mike protagonizó mientras cerraba la puerta tras de mí y caía mi espalda recostada hasta quedarme sentada en el suelo, llorando en silencio como hacía meses que no hacía, abrazando mis rodillas y quedándome así un largo tiempo, mientras Mike, al otro lado de la madera, seguía golpeando la puerta y dando cabezazos contra ella, hasta que pasadas un par de horas, sus amenazas se convirtieron en súplicas y disculpas que no acepté de igual modo. Ante mí, encontré a Evans durmiendo profundamente sobre mi lecho, con mi reloj de bolsillo entre sus manos. Era una estampa bella, a decir verdad, pues la luna todavía iluminaba su rostro y ahora, parecía que mis ojos admiraban a un ángel dormido. Fue lo único que me hizo sonreír aquella noche, ni siquiera el silencio que reinó tras la marcha a regañadientes de Michael me hizó sentir aliviada. El resto de la noche la pasé en vela, prácticamente, humedeciendo un paño con el que limpié la frente del enfermo en busca de su mejora, quedándome a su lado hasta que prácticamente el alba despuntó entre las colinas, momento en el que corrí las cortinas para no despertarle y exhausta, me quedé dormida junto a él, siendo su rostro angelical de respiración pausada lo último que recuerdo de aquella fatídica y desastrosa noche en que le conocí.
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] Empty Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]

Mensaje por Johannes Z. Délvheen Miér Jun 27, 2012 9:56 am

Maldito estomago…Aun me pesaba horrores, nunca mas comería…Nunca mas…
Entonces fruncí el ceño aun con los ojos cerrados, recordando que había dicho lo mismo cuando acabe de tomarme la leche de cabra en aquella tribu de África.
De hecho incluso había tenido sueños extraños, donde había escuchado a Michael y a Anhiel discutir de forma violenta…Luego ella lloraba…y yo me sentía realmente mal por no poder ayudar a aquella joven. Aunque yo no pintase nada ahí…
Porque los gritos y todo lo demás… lo había soñado, ¿verdad?

Gire mi rostro en aquella almohada, y entonces un tacto calido me sorprendió.
Aspire un dulce aroma, embriagador y extasiarte. Moví ligeramente mi rostro en la almohada y continúe sintiendo aquel roce cerca de mí. Algo rozaba mi nariz suavemente.
Deje que mi mano cayese a un lado, percatándome de que palpaba algo suave. ¿Un cojín?
Entonces abrí los ojos poco a poco, pues mis parpados aun pesaban. Y allí, frente a mi encontré la nariz de alguien, que ahora se rozaba contra la mia en aquella cama. Además de mi mano, que ahora descansaba sobre su cadera...
Comencé a parpadear, hasta que al fin me di cuenta de que no estaba soñando. Era ella! Aquella joven que me había ayudado la noche anterior! Abrí los ojos completamente y me removí inquieto.

¿ANN? AAAAH!!!

Grite sobresaltado al verla allí, pues no me lo esperaba, me moví retrocediendo con rapidez sobre el colchón al ver la cercanía que tenían nuestros rostros, dando un brinco en la misma cama, moviéndome demasiado y cayendo de la misma mientras arrastraba las sabanas conmigo.
Y así con los brazos extendidos en forma de cruz, y una pierna aun arriba del catre intente serenarme, mientras notaba como me despertaba totalmente. Posando mis manos sobre mi abdomen que aun rugía de forma dolorosa.

Ay… mi estomago...Me quejé entre susurros.
Entonces ella, se movió, quizás despertando por el golpe aparatoso que sonó cuando caí de allí, o quizás porque había tirado su lámpara decorativa de la mesita de noche -y esta había sonado un tanto estruendosamente al hacerse añicos- …
Entonces ella se asomo por el borde de la cama, con los cabellos algo revueltos y gesto de sorpresa, muy seguramente por verme así. -Desparramado, cabe decir- Y entonces me fije mejor en ella y en su rostro, sus cabellos parecían estar vivos con aquella tonalidad, y su piel pálida hacia que resaltase aun más el color de aquellos ojos turquesa…se veía como si fuera una ninfa del bosque, dulce y cándida ante un brusco despertar.
Le mire haciendo una mueca con los labios mientras parpadeaba. Acababa de compararla con una ninfa, clara señal de que aun deliraba un poco.

Señorita Anhiel, discúlpeme…Me he sobresaltado. Ni siquiera se como he terminado aquí. Mmmm…¿Oh, esta es su habitación?
Baje la pierna que aun se encontraba arriba de la cama con calma. Y aun sentado en el suelo lleve mis manos a mi abdomen, pues un me sentía extraño. Entonces desvíe mi mirada hacia la mesita de noche que casi había tirado, percatándome del humedecido pañuelo que descansaba allí.

Oh, ahora lo recuerdo. Usted me trajo cuando yo…Comencé a sentirme mal, ahm...Debio de ser la ensalada…Se lo agradezco, se ha tomado muchas molestias por mi…Que…Que hora es?
Tome el reloj de bolsillo que había a mi lado en el suelo, me había dormido sosteniéndolo. Pero seguía marcando la hora de anoche. Lo acerque a mi oído y escuche un tanto extrañado como los engranajes seguían girando, sin que las agujas de la hora se moviesen. Parece que esta estropeado. indique acercándoselo a sus manos. Y al hacer ese gesto y alzarme levemente, vi un pequeño rastro de luz sobre su hombro…Había brillo tras las cortinas.
Fruncí un tanto el ceño al comprenderlo…Era de día, y ahora estaba atrapado allí. Trague saliva, pues si a esa dulce joven se le ocurría tan siquiera moverlas, toda la habitación se iluminaria, y quedaría expuesto ante todo el dolor de ser quemado vivo frente a ella…

Señorita Anhiel…Me temo que aun no me encuentro muy bien. Creo que será mejor que me quede haciendo trabajo “de oficina” en vez de ir a la excavación…Podria poner en orden los textos o lo que tengáis entre manos…Sino seria un estorbo estando asi con vosotros, sería una molestia para todos.
¿Los archivos y mapas se encuentran en alguna central? O los posee alguien?...quizás pueda adelantar ese trabajo hasta que me encuentre lo suficientemente bien como para acompañaros…

Indique de la forma mas tranquila y corriente que se me ocurrió. Pues aunque ella me dijese que los archivos estaban en la misma excavación yo ya vería como ingeniármelas para esconderme en el mismo hotel. Mi vida dependía ahora del lugar que encontrase para refugiarme…Quizás con suerte topaba con los almacenes y allí lograba beber de alguien. Pues aquello haría que mi recuperación fuese más rápida.
Mi vista se fijo entonces en la cortina que ondeo ligeramente, y mi respiración se paro cuando ella se puso en pie, saliendo de la cama. Si la movía…estaba perdido.
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] Empty Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]

Mensaje por Jill Von Kraft Miér Jun 27, 2012 12:00 pm

Alcé una ceja y tras carraspear por un breve momento, salté de la cama de un brinco, guardando el reloj de bolsillo en el primer cajón de la mesita de noche, escuchando las palabras de Evans hasta que se sumió en el silencio, quizás producido al verme dándole la espalda, deshaciéndome al fin de aquél vestido largo que había lucido la noche anterior sin pudor alguno, deslizándose la tela por mi cuerpo antes de caer a mis pies, momento en el que tomé una camiseta blanca de algodón con algunos bordados rojos de flores y deslicé mis piernas por aquellos pantalones de color beige un tanto anchos y cortos hasta las rodillas. Me senté en el borde de la cama y me calcé unos zapatos cómodos del mismo color que los pantalones, aunque en un principio eran blancos, color que se degradó en entrar en contacto con aquella arena de color canela en la que solía moverme por la excavación.

- Son las nueve y media... ¡hora del café!- grité alegremente antes de dar otro salto y plantarme frente a él con mis manos en la cintura y una sonrisa radiante.


Así, me acerqué al espejo de la sala situado junto a la ventana y recogí mis cabellos con una pinza, dejando que mi flequillo cayese por los lados sin un orden concreto, igual que el resto de mi melena, la que apenas cepillé. Me despedí con un movimiento de mi mano derecha ante un joven un tanto estupefacto y cerré la puerta tras de mí, estirando mis brazos y mis muslos antes de correr escaleras abajo en busca de la cafetería, cuya cola de espera me salté con algunas trampas y mentirijillas que me llevaron, antes de lo previsto, ante el muchacho que minutos después me sirvió un gran, frío y delicioso café con hielo, con el que me fuí más feliz que unas castañuelas de vuelta a mi habitación, encontrando a Evans sentado sobre la cama un tanto pensativo. Tras un sonoro sorbo que me hizo reír infantilmente, empecé a pulular por la sala, abriendo cajones y extrayendo de ellos, algunos documentos y fotografías.

- Discúlpeme por mi falta de modales, señor Evans. Pero verá...- dije sin mirarle, de aquí para allá y con el café en la mano.- Sin café, no soy persona, así que como entenderá... me estaba pidiendo demasiada información para un ser sin una neurona disponible.- reí, girándome con un gran puñado de archivos y carpetas de colores que deposité sobre sus brazos.- Yo soy la encargada de toda la documentación de la excavación, de hecho, yo soy quién traspasa la información que me llega hasta convertirla en los textos que aquí encontrará, señor Evans.- expliqué con una sonrisa triunfante.- Me parece estupendo que quiera ponerse al día de lo que se ha perdido hasta ahora, ya que le servirá como contexto para situarse.


Tomé otro sorbo de café hasta agotar existencias y deposité la taza sobre la mesa, regresando al centro de la sala para gesticular mis explicaciones y dar énfasis a aquellas indicaciones que me parecieron más importantes, como por ejemplo, las normas a tener en cuenta durante su estancia en mi habitación, así como consejos para que soportara mejor el calor mexicano y la atención requerida para el tratamiento de todo insecto o animal que le picase durante sus labores al aire libre. ¡Incluso le mostré la picadura de serpiente en mi muslo izquierdo!

- Bien, voy a darme un baño y saldré ya.- señalé mientras me descalzaba y me deshacía de la pinza que oprimía mis cabellos rojizos.


Tras cerrar la puerta del baño y encender algunas velas tras llenar la bañera de sales aromáticas y espumoso jabón, me zambullí en el agua, remojándome durante varios minutos, tras los que me volví a vestir con la misma ropa y el mismo peinado, cepillándome los dientes luego y sin más perfume que el que el jabón había dejado en mi piel, salí de allí en busca de mi mochila repleta de instrumentos y dibujos.

- Entre los documentos encontrará un mapa tanto del yacimiento que estamos investigando como la forma de llegar a él, aunque le aconsejo que tome un solo caballo, pues las ruedas de los carruajes suelen pasarlo mal durante el árido y pedregoso terreno a transitar.- le aconsejé con la mano ya en el pomo de la puerta.- Oh, y si me necesita, sólo avise al recepcionista que desea contactar con Anhiel Lithium o Michael Rochester...- añadí con una mueca al pronunciar el nombre de mi prometido.- Seguro que envía a algún mensajero en nuestra busca... Cuídese, señor Evans. Nos veremos por la noche.


Me despedí con una sonrisa cómplice y cerré la puerta tras de mí, suspirando en cuanto me quedé sola en el pasillo. ¡Al fin mis pálpitos se habían calmado! Agaché la mirada y más tranquilamente, empecé a descender por las escaleras, con miles de cavilaciones navegando por mi mente... mi primer pensamiento fue Evans, por el que realmente me preocupaba su malestar físico, deseando que se recuperara pronto. Por otro lado, no me agradaba mucho el dejarle solo en mi dormitorio, con tantos trastos y archivos personales allí... aunque más que recelo, sentí timidez por ello, algo extraño en mí. Luego pensé en Michael, quién probablemente me esperaría en la expedición para hablarme sobre la noche anterior, algo que no me apetecía lo más mínimo. ¿Lograría escabullirme de sus inquisitivas miradas?

Salí fuera del recinto hotelero con más ganas de entrar que de seguir avanzando hacia los establos, dónde se encontraría mi corcel Steal. En cuanto le divisé, el animal empezó a impacientarse, seguramente ansioso por haber permanecido tantas horas atado a un poste. Acaricié su cabeza y le di un beso de buenos días, algo que sin duda, le animó. Monté sobre su lomo y tomé entre los dedos sus rendas, usándolas para darle a entender que era momento ya de trotar, saliendo de los establos a toda velocidad con la brisa azotando mi rostro y mis cabellos húmedos. Sólo giré mi rostro una vez, buscando quizás, su figura entre las cortinas de la ventana de la habitación número 212. Pero nada hallé allí, tan sólo el cortinaje de color ámbar.
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] Empty Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]

Mensaje por Johannes Z. Délvheen Lun Jul 16, 2012 1:27 pm

Contemple como aquella joven me hablaba, gesticulaba, entraba y salía. Incluso vistiéndose delante de mi mientras yo -con toda la calma del mundo- observaba sus movimientos sintiéndome un tanto curioso. Pues podía escuchar su corazón latir con cierta prisa a pesar de encontrarse a unos cuantos metros de mi, como si algo le pusiera nerviosa…Ciertamente esperaba que aquello no fuese por mi culpa, aunque era una probabilidad, después de todo no dejaba de ser un extraño en su habitación, quizás deseaba deshacerse de mi y no sabia como. En aquellos momentos envidiaba a mi padre por tener telepatía y enterarse de los cotilleos ajenos, ya podría habérmelo dejado de herencia!…

Entonces comencé a recibir los papeles y las carpetas, y mas papeles, y mas carpetas…y mapas, e indicaciones y apuntes que Anni me pasaba…Hasta que de pronto descubrí que me costaba verle ante tanta cosa que sostenía entre mis brazos. Así que después de recibir todo lo que la joven me dio, me acerque a su escritorio para dejarlo mientras le escuchaba despedirse y cerrar la puerta. Hice una mueca, me habría gustado hablar un poco con ella, parecía bastante amable y se había encargado de cuidar de mi aquella noche aunque no tuviese porque hacerlo. Procuraría tener algún detalle con ella para agradecérselo.
Entonces observe aquel cajón donde ella guardo su reloj de bolsillo. Siempre podría comprarle uno…Aunque muy seguramente jamás pudiese tener el mismo valor sentimental del que se había estropeado. me encogí de hombros, ya pensaría en algo.

Dirigí mi mirada hacia las cortinas cerradas preguntándome si ella se habría ido ya, aunque bueno, era lo más posible, seguramente tendría bastantes cosas que hacer, al fin y al cabo era de día.
Entonces camine hacia el escritorio y me senté, comenzando a pasar rápidamente las carpetas, desparramandolas, sacando los papeles de su interior y leyendo a toda velocidad los informes y también las notas sobre el terreno. Por lo que se veía, parecían estar bastante adelantados en la excavación, lo cual indicaba que mi estancia en México no sería tan larga como pensaba.
Entonces -mientras miraba algo absorto uno de los mapas-, mi estomago comenzó a rugir ruidosamente, comenzaba a sentir sed.
Hice una mueca con los labios golpeteando con los dedos por encima del escritorio. Pero justo en aquel momento en que mi ansiedad empezaba a crecer -mientras seguia analizando aquel mapa- escuche como alguien giraba el pomo de la puerta de aquella habitación, abriéndola mientras una mano agarraba el borde de la misma antes de que yo saltase de la silla para cerrarla de un manotazo.

AAAUUUCH!!! se quejo un hombre al otro lado. Le había pillado la mano con la puerta y ahora soltaba una sarta de insultos en castellano -acordándose de la madre de tooodo el mundo- haciéndome sentir un poco mal. Pero es que me habia sobresaltado! no tenía que entrar nadie allí!
Así que apoye mi espalda en la puerta y escuche que pasaba al otro lado, hasta que alguien volvio a intentar abrir, tocando con los nudillos al ver que no podia.
Buenos días Señorita Lithium….Ay mi manito…Soy…soy del servicio de habitaciones. Teníamos entendido que a esta hora no se encontraba en su habitación. Indico la voz de afuera.
Mire arqueando una ceja, y es que no se me ocurrían muchas formas de empezar a explicar que hacía yo ahí sin parecer un intruso o un ladrón. No era mi hotel, no estaba registrado, había desaparecido sin dar explicaciones la noche anterior y nadie sabía que estaba ahí ya que oficialmente tendría que estar en la excavación…

Así que pasados unos segundos de silencio noté una sonrisa de medio lado, carraspee y me dispuse a hablarle a aquel hombre, poniéndole la voz mas aguda, dulce y femenina que pude…

Oh! Me ha asustado!....bribón!...
Es que estoy en paños menores…en...el…la…la bañera!
La bañera se ha estropeado y me he quedado…
Sonreí con malicia antes de decir la última frase con lentitud y cierto “erotismo”
Enjabonada, desnuda…ahm húmeda y resbalosa por el jabón sin poder aclararme!...Soy…una dama en problemas!
Me tape la boca intentando no reírme al acabar y seguí escuchando con la oreja pegada a la puerta, mordiéndome los labios al escuchar al pobre hombre que tragaba saliva ruidosamente al otro lado
Ahm…De…desnuda dice?...Tiene que dejarme entrar! Esto…Yo arreglare su bañera!
Tape mi boca con ambas manos intentando mantenerme silencioso para no estallar en carcajadas, mientras escuchaba al hombre que desde afuera se encontraba con otro de sus compañeros, contándole lo ocurrido mientras el recién llegado le exigía al otro que tenía que entrar también.
Perfecto…desayuno con postre, susurre antes de hacerme a un lado y abrir la puerta suavemente para que los dos hombres entraran rápidamente antes de cerrar. Entonces ellos miraron a todos lados, girándose para mirar la puerta cerrada, mientras yo les sonreía con los brazos cruzados a la altura del pecho.


Cuarenta y tres minutos después, -sin molestia alguna, rebosante de energía y con el estomago lleno- , yo seguía leyendo los informes, comprobando datos, rellenando parte del papeleo y acabando de verificar los datos de la ultima carpeta. Mire mi reloj de bolsillo sonriendo de oreja a oreja ante mi tiempo record, y es que tener reflejos y sentidos aumentados, servía para más cosas de las que se imaginaban, Mientras, -en un rincón de la habitación-, los dos hombres de mantenimiento seguían durmiendo profunda e inconscientemente, después de que hubiesen servido de desayuno para mí.

Comencé a guardar algunos de los papeles y entre busqué en algunos de los cajones, intentando localizar otro tintero, pues había acabado el anterior y deseaba apuntarme ciertos datos sobre el terreno… Pero mientras rebuscaba encontré otra gruesa carpeta, escrita en su totalidad con letra caligráfica, parecían estudios. Así que los saque de allí un tanto curioso y los deje sobre el escritorio.
Yo no debía leer aquello…no era mío, no era ético, era poco profesional y poco gentil por mi parte, sobretodo con aquella joven que se había portado tan bien conmigo…Pero en cuanto lei el titulo que indicaba mitología mexicana…Supe que volvería a ser poco ético.
Así que pasé las paginas y comencé a leer, percatándome de que aquellos textos hablaban sobre la cultura azteca y sobre deidades que hasta la fecha no había escuchado nombrar…

...Tenía que salir de aquella habitación, registrarme en ese hotel, pedir que me trajesen mis maletas, instalarme y ocuparme de aquellos hombres que seguían dormidos en el rincón, antes de arreglar mis cosas para la excavación a la que tendría que ir en la noche....
Pero me quede realmente absorto con aquella investigación sin poder parar de leer, realmente fascinado por la información, los croquis y las fotografías, que rebelaban tanto detalles sobre ritos, como también sobre deidades,- la mayoría desconocidas hasta la fecha-
Asi que lei, sabiendo que acababa de encontrar un borrador -uno realmente espectacular- notando incluso una sentida pena al visualizar la ultima pagina de aquella tesis...
Pero entonces, parpadee confuso y fruncí el ceño al mirar el autor. Quedando estupefacto al visualizar el nombre que figuraba tachado al final de las páginas, como si se tuviese que sustituir por el otro que salía escrito por debajo

Anhiel Lithium.
Michael Rochester.

Significaba eso lo que pensaba?...
Espere cinco segundos, intentando controlar la ansiedad. Pero no logre aguantar mas, pues salte de la silla para volver a buscar entre sus otros cajones, cual niño pequeño que busca golosinas en la casa de un desconocido.
Y es que si había mas carpetas y mas estudios, y eran en verdad estudios de ella, eso significaba que me encontraba delante de un pequeño escándalo.
Un escándalo, que si quisiese...podría destapar.

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Mensaje por Jill Von Kraft Mar Jul 17, 2012 6:26 am

El sol abrasador pronto irritó mis ojos entrecerrados, justo cuando llegaba al fin a mi destino sotuado a unos cincuenta quilómetros de la capital, las bautizadas ruinas de Teotihuacán. Se trataba de un conjunto arqueológico de colosales proporciones de las que tan sólo una pequeña parte había salido a la luz.

Tras cerciorarme de que todos sus trabajadores estaban más por sus labores que por mi llegada, bajé del lomo de Steal y tomándole de las riendas, le guié hacia el habitáculo dónde dejábamos descansar a los caballos, un lugar privilegiado pues era de los pocos con los que contaba con sombra. Fue mientras le quitaba las riendas y el sillín a mi corcel que unos pasos firmes tras de mí me hicieron suspirar, a sabiendas de quién se trataba.

- Tengo muchos quehaceres, Mike, no tengo tiempo que perder discutiendo de nuevo contigo.- refunfuñé, no con enfado aunque mi tono mostraba el cansancio de repetir aquellas escenas más de lo que deseaba en realidad.

Confusa por aquél silencio, osé alzar la vista hacia aquél que se detenía tras de mí, alzando una ceja y empezando así a reír, pues no era más que uno de mis ayudantes. El motivo de su silencio era simplemente, porque era mudo.

- Oh, Marco Antonio... ¡qué alegría verte!- exclamé con una sonrisa en mis labios, abrazándole por un momento hasta que él me hizo una señal, pues por lo visto, mi presencia era requerida en una parte de la excavación, por lo que cruzamos los mil setecientos metros que conforma la Avenida de los Muertos.

El hombre me señaló entonces la mayor de todas las pirámides del complejo y probablemente, de toda América: la Pirámide del Sol, situada con una desviación de quince grados y treinta minutos con respecto al norte verdadero, que hacía coincidir su eje con el paso del Sol a través del cenit. La base de aquella pirámide no llegaba a ser tan exacta como la de la Gran Pirámide, en ese caso, sus medidas son de 222 X 225 metros y su altura era de 65 metros, sobre cinco cuerpos o niveles superpuestos en los que se detectaron algunos túneles y corredores, así como un pozo de unos siete metros de profundidad al pie de la escalera principal y que terminaba bajo la pirámide en una gruta con forma de cuatro pétalos.

Lo que despertaba mi curiosidas siempre que contemplaba aquella pirámide, era que a diferencia del resto de pirámides y templos de la antigüedad, la Pirámide del Sol estaba orientada al poniente. ¿Por qué? Aun era un misterio para mí que deseaba conocer cuanto antes. El enigma de aquella ciudad me enganchaba cada día más, enamorándome por su belleza y magnetismo sin igual...

- ¿Qué? Oh, ¿quieres que entre? ¿Es que habéis encontrado algo?- parpadeé, pero obviamente, Marco Antonio no podía decirme ni una palabra, por lo que me limité a asentir, caminando decidida hacia el interior de la pirámide, sumergiéndome en la penumbra de ésta, contemplando maravillada todo su interior hasta que un crujido tras de mí alertó mis sentidos.

- Tenemos que hablar.

Resoplé, meneando la cabeza en cuando un oportuno rayo de luz iluminó el rostro severo de Michael, retrocediendo yo un par de pasos para evitar mayor cercanía.

- No quiero hablar contigo ahora, así que me voy antes que...

Su mano se entrelazó en mi brazo antes de que pudiera dar un paso en falso, acercándome a él, escuchando a partir de entonces, toda una sarta de insultos y humillaciones, seguidos por unas palabras que rozaban la disculpa sin alcanzarla, por un abrazo vacío y unas caricias sobre mi cabello. Me conocía tan bien aquella historia... que nada de lo que hiciera o dijera podría ya conmoverme ni debilitarme.

- ¿Desayunamos juntos?- me pidió entonces con voz dulce y una sonrisa triunfante, entrelazando los dedos de sus manos con los míos.

- Tengo trabajo.

Sin más, solté su agarre y desaparecí de su vista, saliendo de nuevo ante un asfixiante calor al que prefería exponerme antes que a Michael de nuevo, por lo que me dirigí a por la tienda en la que se encontraban algunos de mis instrumentos de investigación y tras dar algunas indicaciones a los arqueólogos que allí se encontraban, me dirigí hacia otra pirámide, la denominada la Pirámide de la Luna, situada al fondo de la Avenida de los Muertos, con una altura de cuartenta y cinco metros y una base de 140 X 150 metros, algo que al estar situada sobre una elevación natural del terreno hacía que quedara al mismo nivel que su compañera de mayores dimensiones. Apenas sí se habían realizado excavaciones y trabajos de investigación sobre ella, por lo que se desconocía si estaba dotada de túneles o cámaras. Aquél era mi trabajo durante las próximas semanas, descubrir más de aquella pirámide por explorar.

Frente a la entrada al recinto, me aguardaban varios arqueólogos, todos ellos bastante jóvenes e inexpertos pero con las ganas de descubrir la verdad centelleando en sus ojos. Tras preguntarles quién les había enviado a supervisar mi trabajo, me indicaron que había sido cosa de Rochester, por lo que me negué en redondo a que me acompañaran pese a sus explicaciones de lo peligroso que era mi entrada allí sin más compañía que la soledad, pues a penas se sabía nada de aquél lugar y podría tener trampas o que sus muros se encontraran en mal estado y se derrumbaran sobre mi cabeza. No cedí ni un ápice, por lo que los jóvenes tuvieron que irse ante mi mirada fulminante.

No entré aun en el interior de la pirámide, dedicándome las primeras horas del día, a dibujar sobre papel algunos de los símbolos que adornaban la fachada exterior, traduciendo textos y jeroglíficos sin cesar hasta que mis tripas rugieron y tuve que hacer una pausa para ir a comer, aunque el bocadillo me lo comí in situ, no queriendo almorzar con mi prometido con tal de no verle la cara aquél día. Tras la ligera comida volví a concentrarme en mis quehaceres, pero al caer el sol, la curiosidad e impaciencia me llevaron a adentrarme sola en aquella pirámide, sin siquiera una luz que guiara mis pasos pues no era mi intención ir demasiado lejos aquella tarde. A tientas, recorrí un pasadizo oscuro y repleto de relieves en piedra, pintados en su mayoría con vívidos colores verdes y rojos. Al final, de aquél pasadizo, una pequeña sala daba acceso a otras dos, dirigiéndome a la de mi derecha sin vacilar, encontrándome ante mi sorpresa, con un esqueleto humano, probablemente de hombre dado al tamaño de sus huesos. Estaba decapitado y atado de manos, en una posición de sumisión. Tragué saliva y tomando alguno de mis instrumentos, avancé hacia aquella cámara funeraria para investigar cada reconvenco de la sala, contemplando a contraluz las marcas en sus huesos que demostraban una fiera tortura antes de su asesinato. La escasa luz que iluminaba la sala mediante una rendija del muro lateral, se fue apagando con el pasar de las horas y pese a que desde allí podía escuchar cómo mis trabajadores me buscaban y gritaban mi nombre, no me moví de allí, demasiado inmersa en los descubrimientos que iba destapando.

Pero pronto anochecería, debía marchar y regresar al día siguiente. Palpé las paredes tras dejar todo cuanto había visto en su estado original, buscando la salida con cierta desesperación, hasta que tropecé con algo del suelo y antes de poder darme cuenta, caía por unas estrechas escaleras que me condujeron hasta un manantial, una gruta con aguas frías y cristalinas, puras y ajenas de contaminación externa... aunque el hallazgo, sólo lo descubrí en cuanto recuperé la conciencia perdida tras mi torpeza, pues mi cuerpo había quedado sumergido en aquellas aguas a punto a ahogarme...
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Ago 04, 2012 8:46 pm

La noche llego al fin, haciendo que saliera de aquella habitación y cerrara antes de deshacerme de mi desayuno y percatarme que todo estaba lo mas ordenado posible, incluidos los archivos y el trabajo que había adelantado para Anhiel.

Así que con paso rápido camine hacia la entrada del hotel, donde -al fin- me registre, escuchando como la única habitación disponible era la 213, ósea la conjunta a la de mi compañera, casualidad que me hizo sonreír, al hacerme pensar en el típico y pesado vecino que martillea la pared a una hora indecente…Pero no, no seria profesional gastarle esas bromas…-Aun- Así que después de identificarme y pedir que trajesen mis maletas y objetos desde mi otro hotel me encamine hacia los establos, donde según las indicaciones de mi enfermera-vecina encontraría algún ejemplar para llegar a la excavación.
Así me fui directamente hacia allí, donde uno de los cuidadores me indico las bestias que podía tomar, mientras yo me negaba en absoluto a todas sus propuestas, decantándome por un espécimen sin domar, que monte sin siquiera la montura, ante la mirada interrogante del buen hombre.
Y es que me apetecía cabalgar un rato sin molestas correas, cuerdas y sillas de montura. Asi que mientras cruzaba mi bolso para que se acomodase a mi espalda, monte con agilidad, mientras mi bestia se forzaba en lanzarme, rompiendo la puerta de entrada que nos permitió salir por las calles de aquel pueblo, ante la mirada atónita del cuidador que no entendía como podía haber escogido al caballo mas salvaje que tenia. Mientras yo sin apenas escucharle salía de aquel establo a la manera de mi montura…-osea a las malas- recorriendo las callejuelas a toda velocidad, mientras la brisa nocturna nos recibía con ímpetu.

Salimos de la ciudad, conduciéndonos hacia la espesura, donde agarrándome al cuello del caballo, monte con una sonrisa, divertido ante la velocidad y el descontrol de aquella fiera, hasta que note que nos habíamos alejado demasiado, momento en que use mi dominio sobre la mente de la bestia para calmarla después de haberla dejado correr libre un buen rato. Haciéndole frenar, sacando un mapa -cuando esta ya se hallaba sosegada- para poder saber que rumbo tomar hacia la excavación.
El hermoso paisaje nocturno nos ilumino con sutileza hasta que llegamos al campamento. Donde visualice que algunos hombres se reunían con antorchas cerca de lo que parecía ser el centro de operaciones de la excavación.
¿Que había pasado? Hice que mi montura cabalgara rápidamente hacia el grupo. Donde Rochester me miro algo asombrado, quizás por que no me había visto en todo el día, o porque no me había despedido adecuadamente en la cena en mi honor, aunque también podía ser porque iba en una montura sin cuerdas ni sujeción, aunque lo cierto es que Michael parecía preocupado.

Buenas noches Rochester, Disculpa mi demora. El asintió y me miro preocupado, afirmándose en el caballo mientras yo bajaba y él hacia una señal a los demás para que nos dejaran un momento solos. Le miré intrigado y él me hablo antes de que fuera necesario preguntar.

Anhiel…
Ha desaparecido. Ha ido a localización que estamos investigando y se ha adentrado en una de las pirámides sola. Hace horas que no sabemos nada de ella.

Sus palabras me sobrecogieron de una forma totalmente inesperada. ¿Adentrarse sola en la pirámide? ¡Eso era extremadamente peligroso, no había que tener mas de siete carreras para saberlo!...un lugar inexplorado, y antiquísimo como los que se estaban analizando seguramente podría estar lleno de trampas, y relieves, y esculturas, además de ornamentación y tesoros y cadáveres…


Vale, de acuerdo. Entendía perfectamente porque se habría adentrado, yo habría hecho lo mismo. Pero ella. ¡Por Tonacatecuhtli! Solo era una persona y humana! ¡Ella podría morir!

¿¡Y que demonios haces aquí Rochester!? ¡Deberías haber armado un grupo de búsqueda en cuanto le echasteis en falta! Replique de pronto a Michael que me miro parpadeando, confuso, arqueando una ceja y de pronto bajando la cabeza, como si por un momento no hubiese podido sostener mi mirada. Y es que de forma inconciente le había reñido…Aunque lo cierto, es que en su época de estudiante le había reñido unas cuantas veces mas, claro que no me apetecía en lo mas mínimo volver a aquellos tiempos en los que era su mentor.
-Disculpa Michael…Es que me ha pillado por sorpresa. Será mejor que vayamos ahora mismo.
Él asintió quitándole importancia y llamo al grupo, mientras todos nos encaminábamos hacia la ubicación de la pirámide, llegando a esta después de desplazarnos por la espesura. Mientras Rochester se ocupaba de indicar que nos separásemos en grupos para adentrarnos. Por lo que se crearon tres grupos de cinco personas cada uno. Uno dirigido por él, otro dirigido por su colaborador y mano derecha, un tal Thompson y el tercero dirigido por mí. Así que sin mucha dilación los grupos nos fuimos adentrando poco a poco en la pirámide, orientados básicamente para que cada grupo fuese por un sendero distinto. Con indicación de adentrarnos solo unos 50 metros, y salir a ver si algún grupo tenia novedades, ya que estaba oscuro, era de noche, y aun no se sabia si podría haber peligro de derrumbe, ya que la zona no había alcanzado a ser analizada.
Por lo que con una seña, indique a los jóvenes que me siguieran, llevando conmigo una de las antorchas para guiar del grupo mientras Rochester y Thompson hacían lo propio, pero nada mas adentrarnos los primeros diez metros unos ruidos comenzaron a resonar en lo profundo, alertándonos, por lo que en silencio y con un sigilo estremecedor camine fijándome en los relieves y en el suelo, con los sentidos al máximo, ya que un paso en falso y podría activar alguna trampa, y no podía permitirme errores, no cuando llevaba a cinco jovencillos a mi cargo…Por lo que continúe caminando, extremando los cuidados.
No toquéis absolutamente nada, y mirad donde pisáis…Podríamos encontrarnos con algunos amiguitos venenosos así que id atentos. Indique con calma…Pero nada mas decirlo uno de los chicos tropezó con una piedra del camino, haciendo que nos girásemos para ver que ocurría, ayudándole a levantarle mientras este se quitaba la polvareda y se apoyaba en la pared para recuperarse del pequeño susto, ya que la mención de los animales venenosos le había hecho híperventilar. Gesto que propicio que cinco de las piedras de la pared donde se apoyó se hundieran y comenzaran a escucharse diversos engranajes ajustándose.
Los chicos, la mayoría menores de treinta me miraron con los ojos como platos y un gesto de horror difícil de explicar…
En calma, y en orden, vamos a salir de aquí…ahora. Indique sosegadamente mientras ellos tragaban saliva y asentían, pero de pronto una enorme polvareda nos comenzó a rodear, y el sonido de las piedras cayendo por aquel pasadizo desde la lejanía hacia nosotros se hizo inminente.
Sin nervios y con cuidado….
¡¡¡¡TODO EL MUNDO FUERA DE AQUII!!!! ¡¡¡¡VAMOS VAMOS VAMOS!!!!!

Grite mientras los chicos se giraban y comenzaban a correr como almas poseídas hacia la salida. Pero entonces mientras todos no dirigíamos hacia la entrada uno de los pedruscos del techo cayó, teniendo que utilizar mi velocidad para empujar a una de las jóvenes que iba ultima impidiendo que le cayese la roca encima, antes de retroceder y percatarme de cómo esta misma piedra se enterraba en el suelo abriendo un enorme agujero, mientras desde el techo continuaban cayendo mas rocas que me separaron del grupo. Pero entonces, cuando me acerque hacia el montón de piedras que se empezaba a almacenar, el aroma de Anhiel llego hasta mi, por lo que dirigí mi mirada hacia el suelo, mirando que desde el agujero que se acababa de abrir su aroma llegaba con suavidad a mi…Ella estaría abajo.
Los chicos comenzaron a llamarme mientras yo miraba las rocas acumuladas.
SALID DE AQUÍ ES UNA ORDEN! Indique dando el tema por zanjado, antes de ajustar mi bolso y dar un salto por el agujero, dejando que este me tragase, y mi cuerpo cayese en la oscuridad junto con las pequeñas rocas a mi alrededor, hasta que al fin la luz llego a mis ojos segundos mas tarde, permitiendo que viese el agua debajo de mi, por lo que sitúe mis brazos en cruz sobre el pecho, hasta que cai sobre aquella superficie cristalina, hundiéndome varios metros.

El agua me recibió de forma refrescante a decir verdad. Pues dentro de la pirámide el calor se acentuaba dotándolo de una atmosfera asfixiante a pesar de que fuese de noche. Nadé por debajo de las aguas hasta que salí a la superficie mirando a todos lados, percatándome de la extraña y magnifica gruta, donde ahora comenzaban a caer piedras desde el lugar por donde había caído y es que aquello parecía una mezcla de naturaleza y edificación juntos. Como si nos encontrásemos debajo de la pirámide. Pero entonces deje de mirar el lugar para concentrarme en la búsqueda. Notando como su aroma se acentuaba. Así que comencé a nadar a la orilla, visualizando el cuerpo de mi compañera mientras un nudo se alojaba en mi garganta.
Salí del agua, acercándome y arrodillándome rápidamente a su lado, girando su cuerpo para poder acercar mis dedos a su cuello, percatándome del débil pulso que tenia. Por lo que rápidamente acomode su cabeza y presione ligeramente su pecho, lo mas suavemente que pude antes de acercar mis labios a los suyos para darle aire, oprimiéndole nuevamente el pecho con la mayor sutileza que pude, pues me preocupaba excederme con la fuerza y hacerle daño. Pero afortunadamente no tuve que forzarla mucho, ya que comenzó a toser compulsivamente. Así que le ayudé a incorporarse mientras le sostenía por la espalda, apartando sus cabellos de su rostro con mi mano libre. Intentando que abriese los ojos y me hablara.

Señorita Anhiel…Ani!...Despierta Ani…Soy yo Jo…Will….Indique al acordarme de mi nombre falso, pero en aquel momento, mientras ella al fin abría los ojos, las rocas siguieron cayendo cerca. No se que demonios había accionado aquel aprendiz, pero caían rocas desde lo que parecía ser la base de la pirámide. Sin embargo no me preocupe de eso en aquel momento, sino de mi compañera, que era quien ahora poseía toda mi atención.

Hey... Aquí...Hola… salude con una sonrisa cuando ella abrió los ojos y me vio, sintiendo como el nudo de mi garganta se aligeraba. Pero entonces, cuando al fin respiraba un poco mas tranquilo una enorme roca cayo a pocos metros de nosotros, haciéndonos alzar la vista para ver como otro enorme trozo se desprendía para caer sobre nosotros. Por lo que tome a Anhiel en brazos y di un largo salto alejándome con ella sujeta contra mi pecho, observando como aquella pieza de unos cinco por unos cinco metros caía donde milésimas de segundos nos habíamos encontrado. Y entonces, trague saliva y gire el rostro para mirarla, pues había usado la agilidad de mi raza para salvarla…
¿Ella…lo había visto?
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes] Empty Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]

Mensaje por Jill Von Kraft Dom Ago 05, 2012 10:14 am

Una familiar voz aterciopelada gritaba mi nombre desde la lejanía, seguida por un molesto eco que martilleaba mi cabeza dolorosamente... oh, no, no era el eco lo que me producía aquél escozor, sino un golpe físico en mi cabeza y del que brotaba sangre. Me removí, inquieta, dolorida y confusa, despegando mis párpados para buscar al dueño de aquella voz, mostrándoseme un joven cuyas facciones borrosas debido a las gotas de agua que seguían almacenadas sobre mis pestañas y la oscuridad del lugar no me permitían identificar. No obstante, me sentí con las fuerzas necesarias para alzar mi mano derecha hacia el sujeto que me sostenía aun sobre el rocoso suelo, palpando primero lo que parecía ser un trabajado pectoral oculto tras la tela de una camisa, quizás de lino. Mi mano subió un tanto temblorosa, sintiendo el gélido contacto de una suave y dura piel que, por sus líneas y formas, parecían pertenecer al cuello del que me hablaba, pues su garganta emitía vibraciones producidas por su misma voz. Un poco más arriba, unas tensas mandíbulas emmarcaban un rostro alargado y de facciones un tanto dulcificadas. La curiosidad me llevó a rodear su cabeza, enredando mis dedos en unos cabellos cortos, alborotados pero sedosos de igual forma, así como a acariciar timidamente sus pequeñas orejas, desviándome hacia una frente amplia y cuyo ceño permanecía fruncido, quizás por lo extraño de mi comportamiento. Sus párpados, aun cerrados, me proporcionaron información sobre el tamaño de sus ojos y las largas pestañas que poseía, en las que una simple brisa abanicaría su mirar y probablemente cortaría la respiración de aquella que se mantuviera suficientemente cerca de él como para percatarse de tan insignificante detalle. Entonces, la yema de mi dedo índice contorneó su nariz, escapándoseme una sonrisa cuando llegué a la altura de su boca, cuyos labios un tanto carnosos ruborizaron mi semblante, muy probablemente.

- ¿Señor... Evans?- balbuceé en cuanto pude identificar sus facciones y su misma voz.- ¿Qué hace aq...? ¿Qué ha suce...?

Y cuando al fin mis ojos se acostumbraban a la negrura del lugar en el que nos hallábamos y pude corroborar la identidad de aquél que seguía acunándome entre sus brazos, ambos contemplamos cómo una enorme roca se desprendía del techo y amenazaba con caer sobre nosotros, haciéndonos añicos como si fuésemos meras figuras de porcelana que esperan su fatídico destino conteniendo el aliento...

¿Pero cómo...? Parpadeé antes de fruncir el ceño y mirar fijamente los ojos grisaceos de Evans, quién ahora permanecía frente a mí, con su cuerpo cubriendo el mío y manteniendo mi espalda contra el pétreo muro formado por más rocas. Sus manos, a lado y lado de mi cabeza, medían la escasa distancia que nos separaba.

- ¿Cómo has hecho eso?- le inquirí, ya sin modales para dirigirme cortésmente hacia él, pues la confusión había vencido mi racionalidad.- Supongo que no importa, me has salvado la vida y ni siquiera sé cómo agradecertelo, Evans... ¿Cómo has llegado hasta mí?- insistí, recordando de pronto todo cuanto había sucedido en aquella pirámide antes de caer en la oscuridad de la inconsciencia.- Ay... ¡cómo escuece, maldita sea!- me quejé, llevándome una mano hacia mi herida para contemplar, a contraluz, cómo mis dedos ahora se habían ensangrentado y su olor a óxido y sal empañaban nuestras fosas nasales, cambiándosele el semblante al momento.- ¿Estás herido?- me preocupé ante sus ojos desorbitados y sus músculos en tensión, osando dar un paso al frente para comprobar la temperatura de su cuerpo o si podía visualizar alguna herida externa, sorprendiéndome cuando su tacto seguía siendo tan frío como el hielo y su piel, dura como el mármol y suave como el tacto de una pluma.

Al instante, retrocedí un paso y aparté mi mano de su cuerpo, disculpándome por mi osadía, agachando la mirada y mordiéndome el labio inferior, nerviosa ahora ante su cercanía.

- Deberíamos... escapar de aquí.- murmuré sin mirarle.- Michael debe estar preocupado y a éste paso, otra roca nos caerá encima y no podremos contar con tus superpoderes...- bromeé, mirándole ahora de reojo pues tanto silencio empezaba a incomodarme y preocuparme. ¿De veras se encontraba bien? Su rigidez auguraba lo contrario.

Y sin esperar respuesta por su parte, tomé su mano derecha y la guié, prácticamente a gatas, hacia el agua.

- El manantial procede de algún río subterráneo, estoy segura de ello.- le grité, pues las rocas empezaban a caer cada vez a mayor velocidad, tamaño y cercanía, por lo que el ruido era ya molesto para mis oídos, así como la tierra que se desprendía ya cubría nuestros cabellos, rostro y vestimenta.- ¡Tenemos que buscar la salida ateniéndonos a esa hipótesis!- añadí antes de lanzarnos al agua, buceando arrás del fondo pedregoso en el que crecían algunas algas y pequeños peces surcaban aquellos senderos cuya corriente ellos ignoraban.

Toqué el hombro de Evans para que me prestara atención, señalándole los peces con una sonrisa de oreja a oreja, pues si existían esos animales de aguas dulces, significaba que mi idea era correcta, y dado que los peces nadaban a contracorriente, si seguíamos el camino del manantial llegaríamos al exterior, a un río quizás situado en un paraje boscoso. Así, salí a la superficie sólo para tomar una bocanada de aire, aunque una piedra rozó mi hombro y tras destripar la tela que me cubría, me hizo una pequeña herida de la que a penas me quejé, volviendo a sumergir mi cuerpo en las oscuras profundidades en busca de Evans, quién ahora me señalaba un pequeño tunel cubierto por maleza que seguramente llevaría hacia el otro lado de la pirámide, por lo que asentí y dejé que pasara él primero para seguirle yo, nadando durante más de doce minutos, temiendo ya por mi vida cuando el oxigeno escaseaba en mis pulmones...

Pero entonces, la luz exterior me dio las fuerzas para seguir buceando y, buscando la superficie, di un brinco que me elevó hasta ésta y mis pulmones recuperaron el aire que les faltaba, jadeando y tosiendo por el tiempo que había permanecido sin oxígeno, buscando ahora a Evans antes de alzar la vista y percatarme de cuán hermoso lugar habíamos descubierto.

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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Dom Sep 23, 2012 6:07 pm

En cuanto salimos del agua, nos quedamos absortos en el lugar que acabábamos de encontrar. Era como una especie de gruta oculta en algún punto de la pirámide, quizás en el interior o quizás en alguna parte exterior de esta. La ubicación era ahora algo difícil de identificar.
Volví a tomar aire con calma, acercandome hacia Anhiel para tomarla del brazo, ayudándola a incorporarse, apreciando lo magullada y herida que se encontraba por las cosas que nos habían ido ocurriendo por el camino. Por lo que instándole a que se sentara un instante en una roca cercana, desgarre un trozo de mi camisa y me dediqué a vendar su hombro con suavidad, tocando luego sus cabellos, que humedecidos dejaban mostrar una herida poco profunda, pero que debería vigilar. Entonces al acabar, le mire y sentí una vez mas aquel aroma a oxido, el aroma de la sangre mesclado con su aroma, tragué saliva y deje de respirar. No me sentía hambriento pero tampoco quería arriesgarme a seguir inhalando aquella agradable esencia.

Nos desplazamos por aquel lugar después de descansar, y comenzamos a explorar metiéndonos en medio de la vegetación, descubriendo mucho después, que aquella era una de las salidas ocultas de la pirámide, por lo que ahora nos hallábamos en algún punto entre las ruinas y la salida hacia la selva, solo debíamos encontrar un sendero que nos ayudara a salir del corazón de aquel punto donde nos hayabamos.

Mira Anni!...Se me escapo llamarla por un apodo, tuteándola a la vez sin darme cuenta, Le mire haciendo una mueca y ella señalo que no ocurría nada, por lo que de forma silenciosa acordamos tutearnos sin que aquello fuese del todo importante en la situación en la que nos hallábamos.
Ella se acerco conmigo y juntos quitamos las enredaderas que tapaban el relieve. Apreciando como las figuras nos mostraban diversas escenas, separadas la mayor parte por los distintos colores. Escenas donde se nos mostraba la forma en que aquella gente se ganaba la vida, sus animales y tierras, así como el aparente temor que parecían mostrar a unas figuras oscuras y largas, que se aproximaban instándoles a obedecerles.
Comencé a fijarme mejor en aquellas figuras, quitando las enredaderas y palpando con los dedos los relieves que observaba, apreciando como parecían estar algunos de forma más sobresaliente que otros, mostrando poco a poco, como estos seres parecían mostrar cualidades distintas. Dejando ver poco a poco, como ellos se alimentaban de aquellos que les servían, llevándose consigo y convirtiendo a los que deseaban para que fueran como ellos.

Tragué saliva al ir visualizando la primitiva historia de mi propia raza inmortal, que parecía llegar a los diversos poblados para llevarse lo que deseaba, siempre mostrándoles como figuras que se ocultaban del sol, y cuyos ojos no se podían ver, pues siempre estaban enmarcados por aquellas ojeras, así como también de aquellos colmillos que les caracterizaban…

Me quede pensando en ello. Anhiel no había dicho nada, pero estaba claro que ella había sospechado algo de mí cuando le había rescatado de aquella roca que nos caía encima…Frunci el ceño. Sería mejor no sacar aquel tema hasta que ella lo mencionara, pues sabía que viendo aquellos relieves su mente volaría. Nuestra profesión pedía imaginación, por lo que era cosa de tiempo.

Anhiel se quedo absorta al contemplar las escenas, maravillada, expectante ante los relieves que con mucha seguridad no habría apreciado nadie en todos aquellos años que nos separaban de aquella época…
Y entonces me quede mirándole un tanto absorto, fijándome en sus ojos brillantes, -que miraban con aquel entusiasmo y aquella vivacidad que solo podemos mostrar los investigadores como nosotros, al descubrir semejantes tesoros.-
Sonreí y ella me contemplo mirándole, sonrojándose un poco, sin embargo no disimule mis actos.

Deberíamos descansar un poco, debe de ser tarde…Pero antes, espérame aquí, ¡no tardare! Pedí mientras miraba hacia la espesura, adentrándome en ella sin dejar que Anhiel alcanzara a decirme algo, dejándole que siguiera contemplando los relieves.
Comencé a buscar entre la roca, y a seguir la vegetación, encontrando algunos árboles selváticos por el camino. Comencé a inspeccionarlos, hasta que logre localizar los árboles frutales que buscaba. Me encarame con facilidad en los troncos de ellos, trepando a varios metros de altura para tomarlos y lanzarlos al suelo, pensaba llevarme unos cuantos frutos para que Anni repusiera fuerzas, ya que no sabía cuánto tiempo estaríamos allí…
Ya que en aquel entonces, ni siquiera podia imaginar que pasaríamos varios días perdidos allí.
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Mensaje por Jill Von Kraft Dom Sep 23, 2012 6:44 pm

- ¡Eh! ¡No te...! ...alejes de mí, añadí mentalmente, suspirando y negando con la cabeza cuando Evans desapareció entre la vegetación, volviendo la atención a aquellos grabados, resiguiendo cuidadosamente el contorno de aquellas figuras y sus detalles anatómicos para, al fin, crearme una idea de aquello que pretendían explicar narrativamente.- Bebedores de sangre... Inmortales... Débiles ante el Sol... Poseedores de habilidades sobrehumanas... Vampiros.-concluí sonriente, llevando mi mano derecha a mi mentón y frunciendo el ceño, pensativa, hablando aun en voz alta.- Es curioso... El mito del vampiro nació en lo países escandinavos hace un par de siglos. ¿Cómo llegó hasta aquí ésta leyenda... si los relieves datan de siglos anteriores a Cristo? Sus caracteríticas físicas apenas varían de lo establecido en la literatura nórdica... ¿cómo es posible? Sólo tendría una explicación lógica y es que los vampiros, realmente... ¡Señor Evans! ¿Se ha fijado vos en éstos colmi...?

Parpadeé un momento, pues si ahora me dirigía al señor William era porque había escuchado el sonido de las hojas secas quebrarse bajo sus pies y luego, su agitada respiración contra mi nuca al descubierto. Pero una gota de saliva cayó en mi piel y un feroz gruñido me hizo ladear el rostro muy despacio, conteniendo un grito alarmante en cuanto contemplé las grandes fauces del felino que, a dos centímetros de mí, me amenazaba sin vacilar. Caí de culo contra las rocas que contenían lo relieves, intentando retroceder de aquél animal que se aproximaba a mí, olfateando mi sangre, salivando y tensando sus músculos mas el inminente ataque.

Con mi mano derecha, logré coger una piedra de reducidas dimensiones que usé como defensa contra el jaguar, ganando tiempo para arrancar a correr tan rápido como mis cansadas y magulladas piernas me permitieron, perdiéndome en aquella selva sin mirar atrás, sabiendo que la bestia aun me perseguía, hambrienta de mí. Frente a mí, se erigió una pequeña arquitectura de unos siete metros cuadrados y cuya estructura discernía de las pirámides que habíamos investigado. Tenía tres puertas rectangulares, una al lado de la otra. Sin ventanas ni el techo piramidal, aunque sí era compuesto por gradas. Subí el sendero con dificultades a causa del terreno un tanto pantanoso, resbalando y cayendo varias veces antes de alcanzar una de las operturas que no dudé en sellar mediante maderas y rocas que encontré, escuchando fuera los impotentes rugidos y arañazos del animal mientras mi espalda resbalaba por el pétreo muro hasta quedar sentada, asustada y jadeante, hundiendo mi rostro entre mis manos, esperando que Evans estuviera a salvo y pronto me encontrara mediante sus poderes heroicos... poderes... vampiros... ¡¿era posible?!
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Oct 13, 2012 8:20 pm

Volví con unas cuantas Pitahaya. O también conocidas como “fruta del dragón” eran unos frutos de tonalidad rosada, escamosa, que recordaba quizás a una fusión entre una rosa y una alcachofa, era un fruto exótico, raro, con un interior blanco o a veces rojizo con pequeñas pepitas, muy dulce.
A menudo los lugareños hacían referencia a lo saludable que era, por lo que no dude en buscar las mejores piezas y llevarlas conmigo, las mire entre mis brazos y reí mientras volvía. De lejos y con mala vista, habría parecido que llevaba entre mis brazos un ramo de rosas rosadas y enormes.

¡Jajajaja! Ya que llevo las "flores" debería invitarla a una copa cuando salgamos de aquí…Pensé en voz alta. Pero entonces hice una mueca y alce una ceja, recordando. Aaah, cierto…esta prometida con ese idiota.
Pero entonces, cuando volví a los relieves, vi el lugar vacío, por lo que me acerque aun mas para visualizar algunas huellas en el suelo. Entonces me acuclillé para percibir las pisadas de Ani, así como las huellas cercanas de algo que parecía ser de un gran felino. Entonces un grito llego a mis oídos, haciendo que me levantara de un brinco, soltando los frutos y frunciendo el ceño.

¡¡¡¡ANIIII!!!! Grite, comenzando a correr en dirección al sonido. Empezando a seguir el rastro de su aroma hasta unas extrañas gradas, donde visualice con espanto, como un jaguar adentraban sus fauces y sus zarpas en una entrada de la piedra.
Comencé a escalar el terreno pantanoso a toda velocidad, llegando hacia la bestia, y cogiéndola desde una de sus patas traseras para empujarla a un lado, haciéndola caer unos cuantos peldaños, que me dieron tiempo para para acercarme hacia la entrada de donde salia el aroma de Anhiel, quitando las maderas y rocas que impedían la pasara, buscándole con desesperación.

¡Anhiel! ¿¡Estas ahí!? ¿Estas bien? Pregunte, visualizándole en el fondo de la estancia, pero entonces cuando extendí una mano hacia ella, el jaguar se abalanzó sobre mi haciéndome caer y rodar sujeto a aquella bestia, por lo que tras forcejear y esquivar sus fauces que deseaban morder mi semblante, logre sujetar a la bestia desde la piel de su cuello, girándome con ella para hincarle el diente en la misma yugular, absorbiendo de forma feroz y voraz de su vena, tragando con verdadera sed, sin contemplación alguna, hasta que la bestia dejo de forcejear, quedándose inerte por lo que sujetándome en aquella estructura, le solté y mire hacia la entrada desde donde Anhiel me miraba con los ojos desorbitados. Pero entonces, antes de poder decir nada, algunas rocas de la misma estructura comenzaron a deslizarse por las gradas, por lo que haciendo uso de mi velocidad, llegue a la entrada y tome a Anhiel, rodeándole con un brazo para atraerla hacia mi ante su grito asustado,casi arrastrándole conmigo, para retroceder por el terreno pantanoso, contemplando como parte de la edificación caía derruida a pocos pasos de nosotros, mientras yo aun retrocedía con ella alejándome mientras ambos mirábamos la polvareda que nos caía encima y que se deslizo a nuestro lado ensuciándonos aun mas.

Entonces, cuando ya hubo un poco más de paz, observe a Anhiel a quien aun tenia sujeta con un brazo contra mi, soltándole y mirándole con el ceño fruncido.
Ella parecía asustada, temblorosa, y yo no supe que decirle.
Por lo que desvíe la mirada, ciertamente enfadado conmigo mismo, pues me había dejado ver dos veces en el mismo dia. Se pasaron infinidad de cosas por mi cabeza, tanto manipular su mente, como simplemente dejarle averiguar toda la verdad. Lo cierto es que ella me agradaba, me caía bien, y la idea de manipular sus pensamientos no me parecía apropiado, por lo que solté un suspiro y espere a que me gritara, a que se asustara o a que quisiera huir de mí. Hiciese lo que hiciese, lo iba a comprender como reacción normal ante un ser inmortal como yo.

Por lo que simplemente espere y lleve mis dedos hacia mis labios deslizando las yemas por mi labio inferior, deslizándolos desde las comisuras hacia el centro de ellos, observando un instante la sangre que tenia mis labios y que ahora descansaba en mis dedos, sin dudar en acercarlos a mis labios nuevamente, lamiendo con suavidad la sangre de sabor ligero que acababa de catar, bajando mi mano y mirándole de reojo, relajando mi semblante, sintiendo que la tensión se podía cortar, mientras yo, esperaba su reacción o su “reprimenda” cual niño pequeño metido en problemas…
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Mensaje por Jill Von Kraft Dom Oct 14, 2012 12:07 pm

Tensé mis mandíbulas y tragué saliva ruidosamente, clavando mis ojos desorbitados en aquél hombre... bueno, si se le podía seguir denominando como tal especímen. ¿Qué era? Estreché los ojos y en silencio, con la mano trémula, la posé sobre su hombro con delicadeza, asustándome de nuevo cuando su cuerpo reaccionó a mi pequeño estímulo. Sin apartar la mano de él y con mucha sutileza, tiré de su hombro para que me mirara de frente, recortando distancias en un par de pasos, sintiéndome aterrada pero ante todo, curiosa. Por ello empecé a examinarle en silencio, fijándome primero en su aspecto físico, determinando características como su figura delgada, su tez pálida, sus ojeras violetas bajo sus ojos claros, sus uñas un tanto largas... Sin dudar un segundo, llevé mis manos a sus labios, aun manchados de sangre del jaguar, despegándole los labios con mis dedos para fijarme detenidamente en sus dientes, percatándome que los colmillos eran un tanto más alargados de lo normal, haciéndome retroceder un par por ello, mirándole aterrada. La sangre en su boca demostraba que solía alimentarse de ella, no había duda, le había visto beber del animal como si fuera lo más normal en su día a día. Sin olvidar la fuerza y la gran velocidad que poseía, pues en la pirámide me había salvado de morir aplastada por una gran roca. Y el sol... era cierto, siempre que le había visto había coincidido con la noche o en estancias cerradas, lejos de la luz solar. ¿Coincidencia? No lo creía. Pero había más que necesitaba saber, más certezas para escribir una teoría sobre la verdadera existencia de su raza: ¿se alimentaría sólo de sangre? ¿se reflejaría en los espejo o tendría sombra? ¿repelaría los símbolos cristianos? ¿moriría al clavársele una estaca en el pecho? ¿le afectaría realmente la luz solar hasta matarle? ¿podría entrar en una casa dónde no habría sido invitado? ¿podría convertirse en niebla o en cuervo? ¿podría procrear más seres como él? ¿podría usar magia negra?

Pero no había tiempo... La supervivencia debía vencer a mi curiosidad. Respiré una bocanada de aire y entonces, con todas las fuerzas que disponía, le pateé la entrepierna y le empujé al suelo para hacerle caer y así tener tiempo para huír, pero no conté con que realmente me encontrara frente a un vampiro, fuerte y duro como un diamante, propiciando que mi tobillo se quebrara por el golpe que había intentado propinar a Evans, soltando un alarido que asustó a las aves que residían entre las ramas de aquellos árboles. Y en cuanto a él... bueno, me miraba alzando una ceja, sin inmutarse siquiera, ni moverse un ápice pese a mi embestida. Le miré con el ceño fruncido, sujetándome aquél tobillo malherido antes de tomar una rama caída junto a mis pies, amenazándole con ésta.

- ¡Sé lo que eres, monstruo! ¡Y no dudaré en convertirte en cenizas! Así que... ¡tusha!- espeté, silbándole como si fuera un perro al que pretendiera echar de allí, sin recibir respuesta alguna, frustrándome por ello.- ¡Vete! ¡Sal de mi vista, o...!

Puse los ojos en blanco y tras refunfuñar, le lancé la rama a la cabeza y eché a correr como pude, arrastrando el tobillo entre las hojas secas y la tierra húmeda, sin mirar atrás, corriendo sin rumbo, tropezando, sin querer, con una rama que golpeó mi frente al intentar atravesarla con la velocidad que acarreaba, suficiente para volverse en mi contra y desestabilizarme, haciéndome caer de espaldas sobre una pendiente arcillosa que, entre gritos desesperados, me llevó hasta un pequeño lago cubierto de algas que me recibió con los brazos abiertos, empapándome de un olor un tanto nauseabundo.

- Perfecto.- refunfuñé.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Dom Oct 14, 2012 3:46 pm

Desvié la mirada hacia un lado cuando ella cayó al suelo y me “amenazó” con una rama, lo cierto es que sin poder evitarlo mi mente vago a un recuerdo de la edad media, donde por accidente también me habían descubierto.
El párroco se había caído al suelo, como Ani, y señalándome con la antorcha había gritado…"ES UN IIIINCUBUS!!!" … Lo cierto es que me había reído a carcajadas, y luego había tenido que correr con una multitud enfurecida detrás aun a carcajada limpia –cosa que no hizo mas que empeorar la situación, claro está- pero había sido divertido, a pesar de las flechas en llamas…

Pero entonces quite los recuerdos de “buenos momentos” de mi cabeza para volver a la época actual, moviéndome ligeramente cuando ella me pateo, lleve mis manos a mis labios algo espantado al escuchar su alarido y entonces pedí a los cielos que mi familia no me odiase mucho por aquella patada que me habían dado y que habrían sentido ellos…Tendría que compensar a Biel por castrarle…Ais, pobrecillo mío, a este paso jamás iba a tener hijos.

¡Anhiel, espera…! Auch! ¡Oye! ¡No me tires cosas no soy un perro! Espete mientras ella huía perdiéndose en la maleza. Solté un suspiro.

Me acerque a un árbol y lo escale ágilmente, dando algunos saltos de una rama a otra hasta en dirección a donde ella se había ido. Para ver desde allí como Anhiel reposaba de espaldas sobre un lecho lodoso, con gesto de odiar a la humanidad. Por lo que de cuclillas en aquella rama le mire e hice una mueca, comprendía que se sintiera asustada, curiosa, y con deseos de huir tan lejos como pudiera, pero tenia que hacer algo para convencerle de que no era un ser peligroso, me importaba que lo supiera.

Di un salto de la rama y le contemple en el suelo, ahora una vez mas con ese gesto de terror en su semblante mientras yo me acercaba, por lo que puse las palmas de las manos hacia delante, enseñándolas, mostrándolas para indicar que iba en son de paz y sin “armas”

Anhiel. No voy a hacerte daño, ni a morderte, ni a lavarte el cerebro, ni a hacer brujerias ni cosas raras de seres extraños. Indique con cierto rintintín moviendo los dedos de las manos para acentuar el gesto de “cosas raras”. Solo voy a acercarme a ti y te ayudare a salir de ahí. ¿de acuerdo?
No obtuve respuesta, pero tampoco lo tome en cuenta, por lo que me acerque y me puse de cuclillas, pasando un brazo por debajo de su espalda para sentarla, poniéndome en pie y sujetándole por debajo de las axilas para elevarla hasta alzarla, pero ella resbalo debido a su tobillo herido por lo que le sostuve contra mi, y pose un brazo a su espalda, instándole a que se agarrara de mi camisa, paras así llevarle y sentarla con la espalda apoyada contra un tronco, sin embargo su rostro aun me miraba con horror por lo que tome distancias enseguida, sin querer perturbarle mas con mi cercanía.

Me gustaría que me dejaras ver tu tobillo, ese “crac” no a sonado muy bien. Ella me fulminó con la mirada por lo que a pocos metros suyo, me senté de piernas cruzadas y me quede de brazos cruzados.
Así no podrás llegar a ninguna parte, seguro que te mueres por escribir un estudio, yo también lo hice cuando me convirtieron! Reí, divertido. De seguro que tienes mucho éxito, de hecho yo iría a escuchar esa exposición sobre inmortales, seria el protagonista de ello, como para no verlo! Comente entusiasmado, pero entonces carraspee. Seria mejor no enfadarla mas. si quieres huir lejos no tendrás oportunidad de hacerlo…¿Porque no me dejas ayudarte y ya luego vas a por la muchedumbre con antorchas?

El silencio continuaba, por lo que decidí actuar sin tener su consentimiento, centrándome en su mente e instándole a relajarse, gesto que se noto enseguida, pues sus brazos cayeron sobre su regazo y su semblante dejo de estar fruncido, a pesar de que aun me miraba vigilando mis movimientos.
Sin embargo había dado una orden a su mente de mantenerse sosegada y menos alerta por lo que me acerque sin temor a represalias, mirando sus ojos que parecían estar cayendo en la ensoñación, para tomar su tobillo y quitar suavemente su botín, percibiendo como la piel comenzaba a ponerse roja y amoratada por momentos, a la vez que se hinchaba. Aquello me dolió de ver como si me hubiese pasado a mí por lo que no lo dude.
Lleve mi muñeca a mis labios y me mordí, acercándome a Anhiel para sujetar su nuca ante sus ojos brillantes que me miraban expectantes y asustados, acercando mi muñeca a sus labios entreabiertos para dejar caer un par de gotas en ellos, procediendo a taparle los labios ante su gesto de horror, para hacer que se las bebiese de ese modo.

No, No te convertirás en alguien como yo, ni te morirás, ni te manipulare, ni te pasara nada…Pero te ayudara, te curaras. Nuestra esencia tiene efectos curativos en vosotros los mortales.
Por favor confía en mi…
No quiero hacerte daño, no quiero dañar a nadie, soy un arqueólogo no un asesino…
Explique rápidamente, mientras le soltaba dejando que su cabeza reposara contra el tronco del árbol.
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Mensaje por Jill Von Kraft Lun Oct 15, 2012 4:34 am

Cuando más colérica me sentía y cuando ya escondía una piedra en mi puño dispuesta a lanzársela para así poder escapar de nuevo de sus zarpas, yo... empecé a sentirme relajada, cómoda en su compañía, tranquila, confiada... De repente, los colores se atenuaron a mi alrededor, la brisa me pareció más cálida y embriagadora que antes, y aquél vampiro que me miraba con fijeza dejó de parecerme peligroso, ahora su aura me empujaba hacia él, queriendo que sus brazos me acunaran y fuera su claro mirar el último de ver antes de dejarme sumir en la duermevela anterior al sueño que poco a poco me abrigaba en un abrazo silencioso y disimulado.

No obstante, en mi fuero interno, resonaban sus palabras con melosidad y un tono que prácticamente me hacía sentir flotando en una nube de algodón...

Anhiel. No voy a hacerte daño, ni a morderte, ni a lavarte el cerebro, ni a hacer brujerias ni cosas raras de seres extraños...

¡Y entonces quería enfadarme con él, porque me había mentido! ¿Que no quería lavarme el cerebro? ¡¿Entonces por qué me sentía tan... bien?! ¡Me estaba manipulando la cabeza! ¿Cómo? Precisamente... con su brujería.

Hice rechinar mis dientes, pues era lo único que podía hacer, pues por más que deseaba liberar la ira que me corroía, el pavor que sentía, no podía. Algo me lo impedía, me llevaba a sentirme como una muñeca de trapo en sus manos, completamente a su merced.

Pero entonces, todo cambió. Él recortó distancias y se acuclilló frente a mí, despojándome de mi zapato para contemplar mi tobillo malherido, sin poder siquiera forzar una mueca por el disgusto de que él me tocara con esos dedos fríos y... suaves, un tacto casi divino que me hizo respirar aliviada, pues era como un hielo que calmaba el dolor que padecía. Pero antes de que pudiera siquiera agradecerle con la mirada aquél gesto, sus ojos se entornaron en mí y de nuevo, me sentí frágil ante el vampiro, quién se rasgó la muñeca y tomó mi nuca con cierta brutalidad, forzándome a abrir mis labios para recibir unas gotas de su sangre... y el horror me destruyó. El pánico tomó forma en mi semblante, el miedo y el más absoluto horror se reflejaron en mis ojos desorbitados. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me hacía aquello?!

Sus palabras pronto cayeron en saco roto y el forcejeo de sus manos para que no escupiera el líquido carmesí que ahora impregnaba mi boca de un sabor salado con un toque exótico que sinceramente, me agradó, aunque no la idea de lo que su gesto podría producirme. Él me habló de los efectos curativos de los que su sangre estaba compuesta, más no podía creerle. ¡No podía! ¡Me había mentido antes y lo hacía ahora! Muchos eran los mitos que rodeaban la sangre de los vampiros y ninguna era bueno; se hablaba de ponzoña, de veneno que mataba a sus víctimas, o que paralizaba su cuerpo, o incluso que podía transformar al mortal en vampiro. ¿Por qué creer en él ahora? Todo cuanto había salido de su boca era una burda mentira.

¿Por qué ayudarme entonces? ¿Qué quieres de mí? ¡Aléjate! ¡No puedo... respirar!, gritaba en mi interior, pues más que luchar ahora por deshechar su sangre, forecejeaba contra sus manos férreas a mi rostro para poder respirar, pues queriendo o sin querer, había obstruído mi nariz y mi boca.

Al fin me soltó y yo pude recostar mi cabeza contra el tronco del árbol, respirando entrecortadamente, agitada. Ya no me sentía tranquila ni relajada, probablemente sus poderes habían dejado de surgir efecto en mí. ¿Me habrían crecido ya los colmillos? ¿Estaría agonizando antes de morir? Morir... Nunca me había preocupado por la muerte, quizás porque nunca había tenido tiempo para pensar en ello. ¿Por qué no tenía miedo a la muerte? Sin duda, mi forma de ser y pensar no era normal, al menos, así lo había creído Michel. Michel... ni un sólo pensamiento dediqué a mi prometido, centrándome, durante lo que creí mis últimos segundos, en perderme en buenos recuerdos de mi vida que, sinceramente, se basaban en mis éxitos profesionales. Y pese a mi vida plena, yo quería más. ¡Era joven y había tanto por ver y vivir! No podía rendirme y cuando mis ojos se cerraban poco a poco fruto quizás de mi cansancio, los abrí de golpe y le busqué con urgencia, queriendo luchar contra él pues si yo iba a morir, me lo llevaría conmigo al infierno.

Por ello tomé cierto impulso con mi pierna sana y me abalancé sobre él, cayendo sobre su pecho y él, a su vez, al suelo cubierto de abrupta vegetación, agarrando sus muñecas con mis manos y mostrándole mis dientes como un gesto animal innato, más que racional. Él pareció sorprendido, aunque una sonrisa complacida cruzó su semblante. ¿Por qué sonreía...? Entonces lo comprendí: mi tobillo se había sanado. Parpadeé un par de veces y finalmente, alcé una ceja.

- ¿Qué clase de brujería es esa?- espeté farfullando, sin soltar aun sus manos, clavando mis ojos en cada gesto de su rostro, temiendo cualquier movimiento por su parte.

Y mientras le miraba, aun con el corazón desbocado y la respiración acelerada, cubierta por barro y algas, cansada, asustada e iracunda, yo... dejé de sentirme así. Como si un suspiro me robara aquellas malas sensaciones y ahora sólo quedaba la admiración hacia Evans, una admiración hacia su belleza exenta de palabras para describirla, una admiración hacia su persona y todo cuanto era, hacía o decía. De algún extraño e inexplicable modo... William Evans se convirtió para mí, como mi objeto de adoración. En mi único y supremo Dios.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Dom Nov 11, 2012 4:24 pm

Sonreí. Sonreí complacido. Pues Anni, -aun enfurecida y colérica contra mi- ¡se encontraba mejor!. Pues se había alzado sin problema alguno para zarandearme. -Como debía ser-
Pero entonces, mientras ella seguía encima de mi, sujetando mis muñecas, su semblante se relajo notablemente...de hecho soltó mis muñecas y se sostuvo sobre mi pecho, mirándome con un extraño brillo en la mirada, con un gesto de paz que me hizo parpadear.

¿Anni?...¿Que...te encuentras bien?
Ella asintió con suavidad, con una sonrisa, mientras yo me sentaba y ella retrocedía un poco, aun sentada sobre mis piernas.
Pero entonces, empece a comprender que aquello no era del todo normal... Parecía serena, en calma, cuando segundos antes me enseñaba los dientes deseando asesinarme...Y entonces hice una mueca, entendiéndolo...Ella debía de estar en aquel estado de ligera "alucinación" que te hacia pensar que aquel que te había dado de beber era algo así como tu "dueño o señor", pero tenia que cerciorarme.
Por lo que le mire y palpando mis labios comencé a interrogarla.

Señorita Anhiel...¿Se encuentra sosegada? Ella asintió aun con aquella sonrisa placida. ¿Se encuentra en paz consigo misma? Ella afirmo, por lo que continue, ¿se... siente cómoda en mi compañía? La respuesta fue la misma que antes. por lo que alce una ceja.
¿Desea que le abrace? La respuesta se repitió. Por lo que sonreí perversamente.
¿En serio? Indique llevando mis manos a su cintura con parsimonia, comenzando a reseguir su espalda. Ella parecio reaccionar a aquel gesto, por lo que continué, deslizando mis dedos por ella, acercándola poco a poco hacia mi mientras le miraba hacia arriba, pues al estar sentada sobre mis piernas ella quedaba mirándome hacia abajo.
Entonces...¿ querrías que me acercara mas...Susurre mientras miraba aquellos ojos brillantes que se concentraban en los míos. ... desearías que me quedase con el ultimo de tus alientos?...Sus ojos parpadearon mientras yo acercaba mi rostro hacia el de ella rozando la punta de su nariz. Su respuesta fue igual a todas las que había formulado. Fue entonces cuando yo fruncí el ceño y lleve mis manos hacia sus brazos moviendola ligeramente.

¡¡¡¡NOOO ANNI!!!! ¡Esta no eres tu! ¡¡¡La Anni que yo conozco ahora mismo estaría intentando sacarme los ojos con las uñas para después ponerse en pie y castrarme a pisotones!!! Vamos Anhiel, ¡Despierta!

Suspire y cerre los ojos, negando con la cabeza. Seria mejor que buscara la mejor forma de sacarla de alli o a ese paso terminaria siendo perjudical para la salud de mi pobre colega. Pero entonces, se me ocurrio algo que quizas podria servir hasta que se le pasara aquel estado innombrable, por lo que alce la mirada y sonrei.

Te sacare de aqui. Pero ahora...Te pido por favor, o te ordeno, segun como lo quieras tomar, que seas totalmente sincera y espontanea...¡Haz lo que quieras! eres libre, es mi voluntad. Pero entonces alce un dedo ante sus labios que ya se entreabrían. Solo te pediré una cosa...
Que todo lo que pase en este bosque, se quede en este bosque.
Ella ladeo el rostro y yo espere en silencio que aceptara. Y es que con eso, solo quería percatarme de que tendría algo de tiempo. Ya que en cuanto saliésemos de aquel bosque ella estaría en sus casillas, recordaría todo y seguramente le faltaría tiempo para ir a por Michael, a contarle todo lo ocurrido, así que con eso, tendría algo de tiempo para coger mis cosas y volver a Europa.
Todos los cargos y acusaciones serian para William Evans y no para Johannes Délvheen, por lo que ya volvería pasados unos años, cuando las cosas estuviesen en calma. y es que sinceramente no me apetecía esperar a Michael, algo me decía que en cuanto viese su bonita cara, algo me incitaría a rompérsela.





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Mensaje por Jill Von Kraft Lun Nov 12, 2012 2:13 pm

Libre... Soy... libre..., me repetía una y otra vez en mi cabeza, sosegadamente, admirando aquellos ojos fieros sin verlos realmente, percibiendo cómo las comisuras de mis labios se ensanchaban en una amplia sonrisa que no oculté frente a aquél hombre.

Logré apartarme de encima suyo sin darle la espalda en ningún momento, sentándome sobre la moqueta de césped y vegetación salvaje que allí crecía para empezar a batallar contra aquellas zapatillas que, ahora húmedas por haber caído en aquél lago fangoso me resultaban incómodas de llevar, lanzándolas contra unas rocas cuyo impacto fue recibido con un golpe seco y brusco. Luego me alcé de un brinco, desabrochándome los pantalones que ahora pegados a mi piel, me hacían sentir comprimida. Los dejé caer y de una patada cayeron a unos metros de mí, respirando más aliviada sin todo aquél peso muerto que llevaba encima. En cuanto a mi camisa blanca, decidí desabrocharme unos cuantos botones del escote para que fuera más suelta, arremangándome las mangas hasta la altura del codo para serme más fácil cualquier movimiento. Y finalmente, alboroté mis cabellos largos que ahora, despeinados, de bien seguro daban una pésima imagen sobre mí. ¿Pero sabe qué? No me importaba. Y aquello me hizo reír sin ton ni son, reír a carcajadas como hacía tiempo que no lo hacía, saltándoseme unas cuantas lágrimas por ello.

Al fin, volví mi atención al único espectador que me contemplaba en silencio, quizás divertido o quizás desconcertado, por lo que, haciendo alarde de un sentido del humor demasiado entrenado a permanecer bajo control, me acerqué a él contoneando mis caderas y torciendo mi sonrisa mientras mi voz, en un intento de sonar sensual, bien podía recordar a un graznido, algo que solía ocurrirme cuando pretendía lanzar mi red de seducción a un macho y por lo que, en realidad, nunca lo hacía. Era un completo desastre.

- Dígame, apuesto hombretón... ¿Le agrada lo que sus ojos contemplan de éste cuerpo...-carraspeé un momento antes de darme una nalgada demasiado fuerte y que me hizo aullar de dolor, intentando disimularlo para continuar aquél extraño discurso.- ... serrano?

A continuación, cuando lo que deseaba era guiñarle un ojo con picardía, terminé cerrando absurdamente mis dos ojos y esbozando una horrible mueca con los labios cuando sólo pretendía sonreír sensualmente. Y finalmente, encaprichada en hacer algo bien en aquella absurda y cómica situación, gateé por aquél sendero fangoso y sucio hasta volver a posarme sobre el pecho de Evans, frunciendo mis morros mientras éstos buscaban acercarse a él de forma juguetona, sin tener en cuenta dónde colocaba mis rodillas hasta que él se encargó de hacerme saber que su entrepierna no era un buen lugar de aterrizaje.

De éste modo, y entre sinceras disculpas me aparté de aquél desastre, poniendo los ojos en blanco y relinchando cuando le di la espalda, cruzándome de brazos a la altura del pecho y maldiciendo mi suerte y aquellos dones inexistentes que en teoría, toda mujer posee.

Sin duda, yo era la excepción que confirmaba la regla.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Mar Nov 13, 2012 7:43 pm

Me retorcí en el suelo, sujetando mi entrepierna con ambas manos mientras giraba sobre mi mismo. Intentando pensar en un lugar feliz, como decía papá que hacia él cuando las cosas le pintaban mal –cosa que era a menudo-.
Y es que…Podía aguantar una patada, pisotones, incluso un puñetazo…Pero era un hombre y exactamente ese lugar era una zona delicada, sensible, una zona que ya habían intentado castrar antes, así que el rodillazo…como que lo había sentido un poco, si. Pero a pesar de mi desgracia, reí…reí cual demente.

Anni…Oh Anni… No te preocupes…Estoy bien, indique con la voz unas cuantas decimas mas agudas de lo normal. Lo que pasa es que me gusta retorcerme en el suelo, ya sabes…hacer la croqueta y rodar por ahí como los niños pequeños…Comente bromeando, a ver si asi se relajaba y se le pasaba el mal humor.
Además….
¡Me encanta tu cuerpo serrano!
Indique con una sonrisa de oreja a oreja, mirandola a pesar de que ella me daba la espalda.
En serio…Estoy bien…Indique sentándome y poniéndome en pie poco a poco, situando luego las manos sobre mis caderas para estirarme un poco, cual carcamal oxidado y algo dolorido.
Momento en que disimuladamente me palpe y arquee una ceja. Sep. Un gran talento y todo lo demás en su sitio. Anhiel se giro parpadeando, mientras yo quitaba mis manos de “ahí” para llevarlas a mi pelo, repeinándome, mirando al horizonte en aquella estudiada postura de “aquí no ha pasado nada nena, solo…miro al horizonte y escucho al viento”.

En aquel momento ella suspiro y continuo cruzada de brazos, mientras yo miraba sus zapatos y sus pantalones lanzados por ahí, momento en que al fin en mis casillas, tuve tiempo de contemplar verdaderamente…¡su cuerpo serrano!
Comenzando a mirar sus tobillos, para subir poco a poco la vista hacia sus gemelos…luego sus muslos…luego aquel respingon trasero que estaba muy bien ubicado en su sitio, continuando el sendero de sus curvas por su estrecha cintura y por aquel mas que interesante escote que se pronunciaba aun mas al tener ella los brazos cruzados y la camisa desabotonada. "Tengo que hacerla enfadarse mas, para que se cruce de brazos mas a menudo", pensó la parte primitiva y neandertal de mi cerebro ante aquel escote. Pero entonces desvíe la mirada y parpadee, intentando centrarme, momento en que realmente me fije en que ella parecía contrariada y algo triste, por lo que me acerque y sin pensármelo mucho, le abrace por la espalda, apretujándole un tanto, frotando sus mismos brazos, queriendo reconfortarla de ese modo.

Vamos Anni, no te pongas así. Vamos mírame. Indique cuando le solté y ella se giro lentamente. Solté un suspiro. Todo esto es culpa mía. Si no te hubiese dado mi sangre no te sentirías así, pero si no lo hubiese hecho…no te habrías curado. Explique torciendo una mueca.
Igualmente, tengo que decirte que tienes una figura envidiable. Y es que encima de hermosa, carismatica y con personalidad propia, eres inteligente y perspicaz! Ese idiota de Rochester tiene mucha suerte de tenerte consigo. En aquel momento desvíe la mirada y entrecerré los ojos al recordarle, ¿que habría hecho para conseguir a una mujer como Anhiel?...un pacto con ¿el diablo quizás?...Estupido Michael. Susurre antes de volver a mirar a Anni, quien parecía un poco consternada con mis palabras.

Va, olvidémonos de todo esto y vamos a buscarte algo para que comas, mi reloj se a estropeado pero debe de ser tarde, después de eso deberíamos descansar Indique con calma, sujetando sus brazos y dándole la espalda para -sin avisarle siquiera- llevar sus brazos sobre mis hombros, apresurándome en sujetarla para que así, sin querer, se quedase subida a mi espalda, momento en que solte sus manos que se agarraron rápidamente a mi cuello, para sostener sus muslos, comenzando a caminar con ella así por el bosque, como si fuera mi mochila.

Es cierto, ropa incomoda y mojada, mejor ir asi que estarás mas cómoda, pero como no llevas zapatos…pues nada, ya te llevare yo. Indique con una sonrisa, mientras elevaba la mirada hacia los árboles, intentando identificar algunos que fuesen frutales.
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