AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]
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Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]
Recuerdo del primer mensaje :
Aparté la pesada lona que recubría la tienda bajo la que había pasado la noche en aquella ocasión, pues me había quedado hasta altas horas de la madrugada investigando unos jeroglíficos hallados en una piedra que seguramente había formado parte de una columna maya. El exterior me recibió con los cálidos y asfixiantes rayos solares junto con el aroma a arena y sudor, tan propia de aquella zona. Llevé mi mano hacia la frente a modo de visera para que, entrecerrando los ojos, pudiera identificar a aquél que se me presentaba delante con los brazos cruzados y el rostro ensombrecido.
- ¡Oh, Mike!- exclamé como saludo ampliando mi sonrisa con la esperanza de que así se relajaran sus facciones contraídas por el visible enfado.- No me mires así, tenía trabajo y me quedé aquí porque el hotel está demasiado lejos y no puedo llevarme las piezas allí, ya sabes que…
Michael Rochester, mi flamante prometido, odiaba que se le escurriera entre los dedos, que no pudiera controlarme. A menudo le había escuchado habar de mí a mis espaldas y apodándome la yegua indomable. En realidad, tal título no me molestaba, al contrario, de algún modo me llenaba de orgullo que no se me considerara una oveja de su rebaño.
- Espero que tu espalda no padezca tus alocadas decisiones.- suspiró él, relajándose finalmente hasta que me envolvió entre sus fuertes brazos.- Lo cierto, es que vine para informarte sobre una incorporación en nuestra plantilla de trabajo.
- ¿De quién se trata?- le pedí curiosa mientras le tomaba de uno de sus brazos y empezábamos a caminar entre las piedras sin rumbo fijo, sólo buscando la sombra para no convertirnos en dos historiadores a la parrilla.
- Es un arqueólogo londinense, si mal no recuerdo… Evans, se apellida.- explicó con interés.- Llegará esta noche y me haría muy feliz que mi prometida me acompañara en la cena de bienvenida que daré en el hotel.
Golpe bajo. Mike se detuvo frente a mí con la mejor de sus radiantes sonrisas, llevando sus manos a mi cintura para acercarme a él. Yo cedí ante el beso que depositó sobre mis labios y ante su mirada suplicante, no pude más que aceptar la invitación, alegrándole tanto que me alzó entre sus brazos y me elevó del suelo para girar y girar sobre su mismo eje mientras yo gritaba y le pedía que me bajara.
- Sobre tu lecho te dejé el vestido rojo que te compré para el evento… estarás radiante, princesa.
Tras guiñarme el ojo y añadir unas indicaciones más sobre la hora de la cena, Mike se marchó a paso firme y con prisas, pues tenía que acudir a una reunión con el Ministerio de Cultura de México, quién se negaba ahora a permitir la continuación de las labores de excavación. Le deseé suerte y tras un largo día de trabajo, llegué a mi habitación del hotel dispuesta a darme un tranquilo baño con sales aromáticas antes de pimpollearme y acudir a la cita estipulada.
A las nueve en punto, la puerta padeció los nudillos ansiosos de Mike al que la respiración se abandonó sus pulmones en cuanto me vio con aquél lujoso vestido carmesí adornando mi anatomía.
- Vamos, Mike, deja de babear y llévame ante el inglés.- bromeé, saludándole con un beso sobre la comisura de sus labios.
Aparté la pesada lona que recubría la tienda bajo la que había pasado la noche en aquella ocasión, pues me había quedado hasta altas horas de la madrugada investigando unos jeroglíficos hallados en una piedra que seguramente había formado parte de una columna maya. El exterior me recibió con los cálidos y asfixiantes rayos solares junto con el aroma a arena y sudor, tan propia de aquella zona. Llevé mi mano hacia la frente a modo de visera para que, entrecerrando los ojos, pudiera identificar a aquél que se me presentaba delante con los brazos cruzados y el rostro ensombrecido.
- ¡Oh, Mike!- exclamé como saludo ampliando mi sonrisa con la esperanza de que así se relajaran sus facciones contraídas por el visible enfado.- No me mires así, tenía trabajo y me quedé aquí porque el hotel está demasiado lejos y no puedo llevarme las piezas allí, ya sabes que…
Michael Rochester, mi flamante prometido, odiaba que se le escurriera entre los dedos, que no pudiera controlarme. A menudo le había escuchado habar de mí a mis espaldas y apodándome la yegua indomable. En realidad, tal título no me molestaba, al contrario, de algún modo me llenaba de orgullo que no se me considerara una oveja de su rebaño.
- Espero que tu espalda no padezca tus alocadas decisiones.- suspiró él, relajándose finalmente hasta que me envolvió entre sus fuertes brazos.- Lo cierto, es que vine para informarte sobre una incorporación en nuestra plantilla de trabajo.
- ¿De quién se trata?- le pedí curiosa mientras le tomaba de uno de sus brazos y empezábamos a caminar entre las piedras sin rumbo fijo, sólo buscando la sombra para no convertirnos en dos historiadores a la parrilla.
- Es un arqueólogo londinense, si mal no recuerdo… Evans, se apellida.- explicó con interés.- Llegará esta noche y me haría muy feliz que mi prometida me acompañara en la cena de bienvenida que daré en el hotel.
Golpe bajo. Mike se detuvo frente a mí con la mejor de sus radiantes sonrisas, llevando sus manos a mi cintura para acercarme a él. Yo cedí ante el beso que depositó sobre mis labios y ante su mirada suplicante, no pude más que aceptar la invitación, alegrándole tanto que me alzó entre sus brazos y me elevó del suelo para girar y girar sobre su mismo eje mientras yo gritaba y le pedía que me bajara.
- Sobre tu lecho te dejé el vestido rojo que te compré para el evento… estarás radiante, princesa.
Tras guiñarme el ojo y añadir unas indicaciones más sobre la hora de la cena, Mike se marchó a paso firme y con prisas, pues tenía que acudir a una reunión con el Ministerio de Cultura de México, quién se negaba ahora a permitir la continuación de las labores de excavación. Le deseé suerte y tras un largo día de trabajo, llegué a mi habitación del hotel dispuesta a darme un tranquilo baño con sales aromáticas antes de pimpollearme y acudir a la cita estipulada.
A las nueve en punto, la puerta padeció los nudillos ansiosos de Mike al que la respiración se abandonó sus pulmones en cuanto me vio con aquél lujoso vestido carmesí adornando mi anatomía.
- Anhiel:
- Vamos, Mike, deja de babear y llévame ante el inglés.- bromeé, saludándole con un beso sobre la comisura de sus labios.
Jill Von Kraft- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/06/2012
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Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]
Antes de que pudiera siquiera tomar consciencia de lo que mis ojos contemplaban en aquella cabina de mando, unos gordos, peludos y rasposos dedos se posaron sobre mi boca abierta, oprimiéndola con fuerza mientras que con la otra mano envolvía mi cintura y me obligaba el agresor a retroceder con él hasta un rincón de la sala. En mi boca pude sentir el sabor casi metálico de la sangre mezclada con sudor, probablemente, uno rancio y nauseabundo que despertó en mis tripas movimientos que auguraban prolongarse hasta provocarme arcadas.
- Vaya... parece que el capitán nos ofrece un buen entretenimiento.- rió uno de ellos, torciendo una sonrisa escalofriantemente horripilante, mostrándome su hilera de negros y podridos dientes mientras empezaba a caminar hacia mí con sus manos dirigiéndose ya hacia la hebilla de su cinturón desgastado. Uno de sus compinches le agarró del brazo con fuerza y le detuvo, gesto que el otro respondió con una mueca de enojo.
- Podría ser un regalo para el Chucho, Sabueso.- cuchicheó el osado, haciendo que el primero retrocediera meneando la cabeza, visiblemente malhumorado ante la pérdida de su anhelada presa.
- ¡A saber a quién se la entregaremos! -gritó entonces el apodado Sabueso.- ¿Tú lo has visto?¿O tú? -señaló con el dedo índice, pasando por todos y cada uno de los rostros de su cuadrilla criminal.- ¿O tú? ¡No! ¡Nadie le ha visto nunca! ¿Por qué narices obedecemos las ordenes de un cobarde que no da la cara ni a sus propios discípulos? Estoy harto de tanta pamplina...
Pronto, la sala era un hervidero de acusaciones, farfulleos, amenazas, lamentaciones, dudas, críticas y muchas preguntas sin respuestas. Tanto era el escándalo, que incluso alguno de los retenidos se sumó para aportar su opinión como si fuera uno más... y eso fue lo que realmente, me dio la idea más absurda jamás ocurrida en mi cabeza.
Mordí entonces los dedos salchichoneros de mi opresor hasta que éste, tras un alarido, soltó su agarre y liberó mi boca para que yo entonces, pudiera gritar a pleno pulmón y acallar el caótico lío vivido en la cabina.
- ¡Yo soy el Chucho, pandilla de estúpidos!- vociferé, captando su atención por una milésima de segundo antes de que todos estallaran en carcajadas, doblegándose sobre sí mismos, limpiándose alguna lagrimita traicionera. Aquello me mosqueó y di una patada al suelo con todas mis fuerzas.- ¡Os estaba retando y por lo visto, vuestra escasa fe en mí os llevará a una muerte asegurada! ¡Miráos! -ellos, en silencio, obedecieron y se miraron los unos a los otros como pequeños niños confundidos y perdidos.- ¿Esto es todo cuanto os he enseñado? ¿Es así como os indiqué que debía suceder? ¡No, no y no! ¡Suéltame!- ordené de pronto, a aquél que aun me sostenía por la cadera con tanta fuerza que apenas podías respirar. Ante mi sorpresa, el hombre obedeció en silencio y cuidado, pero el mayor de todos, se hizo hueco a empujones para llegar hasta mí y tomarme del mentón con brutalidad, mirándome de arriba abajo sin sutileza alguna.
-color=black]green]¿Qué diablos vas a ser tú el líder? ¡Eres una simple mujer!
Alcé una de mis cejas y con la más traviesa de mis sonrisas, le dije:
- ¿Quieres comprobarlo? Hecho.
Dicho y hecho, tomé mis abultadas faldas y tras tomar un poco de carrerilla le propiné semejante golpe en sus preciados testículos, que su cuerpo se echó hacia adelante y rematé con un rodillazo en su cabeza, dejándole inconsciente a un lado. Llevé mis manos a mi cintura en forma de jarra y miré a los demás, triunfantes.
- ¿Alguien más se atreve a desafiarme?
Y yo que pensaba que sería suficiente... ¿Cómo creer que había herido el orgullo de aquellos energúmenos? El caso es... que todos ellos parecían divertidos ante la idea de que les diera la paliza de su vida, así que se lanzaron sobre mí justo antes de que yo retrocediera a toda prisa y me lanzara a los brazos de Johannes, que me sostuvo en volandas mientras me miraba interrogante. ¡No había tiempo!
- ¡Sácame de aquí!- grité extasiada, aferrándome a su cuello y cerrando los ojos a la espera de que al abrirlos, hubiera vuelto la normalidad a mi vida, algo bastante inusual últimamente.
- Vaya... parece que el capitán nos ofrece un buen entretenimiento.- rió uno de ellos, torciendo una sonrisa escalofriantemente horripilante, mostrándome su hilera de negros y podridos dientes mientras empezaba a caminar hacia mí con sus manos dirigiéndose ya hacia la hebilla de su cinturón desgastado. Uno de sus compinches le agarró del brazo con fuerza y le detuvo, gesto que el otro respondió con una mueca de enojo.
- Podría ser un regalo para el Chucho, Sabueso.- cuchicheó el osado, haciendo que el primero retrocediera meneando la cabeza, visiblemente malhumorado ante la pérdida de su anhelada presa.
- ¡A saber a quién se la entregaremos! -gritó entonces el apodado Sabueso.- ¿Tú lo has visto?¿O tú? -señaló con el dedo índice, pasando por todos y cada uno de los rostros de su cuadrilla criminal.- ¿O tú? ¡No! ¡Nadie le ha visto nunca! ¿Por qué narices obedecemos las ordenes de un cobarde que no da la cara ni a sus propios discípulos? Estoy harto de tanta pamplina...
Pronto, la sala era un hervidero de acusaciones, farfulleos, amenazas, lamentaciones, dudas, críticas y muchas preguntas sin respuestas. Tanto era el escándalo, que incluso alguno de los retenidos se sumó para aportar su opinión como si fuera uno más... y eso fue lo que realmente, me dio la idea más absurda jamás ocurrida en mi cabeza.
Mordí entonces los dedos salchichoneros de mi opresor hasta que éste, tras un alarido, soltó su agarre y liberó mi boca para que yo entonces, pudiera gritar a pleno pulmón y acallar el caótico lío vivido en la cabina.
- ¡Yo soy el Chucho, pandilla de estúpidos!- vociferé, captando su atención por una milésima de segundo antes de que todos estallaran en carcajadas, doblegándose sobre sí mismos, limpiándose alguna lagrimita traicionera. Aquello me mosqueó y di una patada al suelo con todas mis fuerzas.- ¡Os estaba retando y por lo visto, vuestra escasa fe en mí os llevará a una muerte asegurada! ¡Miráos! -ellos, en silencio, obedecieron y se miraron los unos a los otros como pequeños niños confundidos y perdidos.- ¿Esto es todo cuanto os he enseñado? ¿Es así como os indiqué que debía suceder? ¡No, no y no! ¡Suéltame!- ordené de pronto, a aquél que aun me sostenía por la cadera con tanta fuerza que apenas podías respirar. Ante mi sorpresa, el hombre obedeció en silencio y cuidado, pero el mayor de todos, se hizo hueco a empujones para llegar hasta mí y tomarme del mentón con brutalidad, mirándome de arriba abajo sin sutileza alguna.
-color=black]green]¿Qué diablos vas a ser tú el líder? ¡Eres una simple mujer!
Alcé una de mis cejas y con la más traviesa de mis sonrisas, le dije:
- ¿Quieres comprobarlo? Hecho.
Dicho y hecho, tomé mis abultadas faldas y tras tomar un poco de carrerilla le propiné semejante golpe en sus preciados testículos, que su cuerpo se echó hacia adelante y rematé con un rodillazo en su cabeza, dejándole inconsciente a un lado. Llevé mis manos a mi cintura en forma de jarra y miré a los demás, triunfantes.
- ¿Alguien más se atreve a desafiarme?
Y yo que pensaba que sería suficiente... ¿Cómo creer que había herido el orgullo de aquellos energúmenos? El caso es... que todos ellos parecían divertidos ante la idea de que les diera la paliza de su vida, así que se lanzaron sobre mí justo antes de que yo retrocediera a toda prisa y me lanzara a los brazos de Johannes, que me sostuvo en volandas mientras me miraba interrogante. ¡No había tiempo!
- ¡Sácame de aquí!- grité extasiada, aferrándome a su cuello y cerrando los ojos a la espera de que al abrirlos, hubiera vuelto la normalidad a mi vida, algo bastante inusual últimamente.
Jill Von Kraft- Cazador Clase Media
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Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]
Unos cuantos hombres, y una mujer entre mis brazos…Si, yo podía con ello. Pero si tan solo hubiera sido eso…Les habría matado a todos, habría rescatado a la dama, habría repartido autógrafos y la noche habría acabado divinamente mientras conducía el barco a París con las coordenadas indicadas en la carta de navegación.
Pero no…
No era tan sencillo. Los hombres se abalanzaron sobre nosotros, deteniéndose a tan solo un metro. Se giraron hacia la cristalera, mirando el horizonte donde afuera las nubes se despejaban con sutileza para dejar ver una esplendorosa luna llena que se mostro blanca e imponente en el cielo negro.
AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU JAJAJAJA...Estais perdidos ahora... Gimio uno de ellos, riendo con sorna mientras nos contemplaba. Y es que si bien aquello era una simple mofa por parte de uno de los hombres, la verdad es que lo del resto no era cosa de risa. Sus compañeros se movieron entre espasmos cuando se giraron, sus ojos enrojecieron, el pelo comenzó a aflorar y sus fauces a cambiar. ¡Licantropos!
Ça me fait chier! Con razón olian tan mal! En aquel momento me alegre profundamente de que Ani no entendiera del todo mi "deslenguada lengua". Sujete su cintura contra mi y aproveche los escasos segundos que disponía de la transformación de aquellos hombres para gírame hacia la puerta, inclinando mi tronco y mi brazo hacia atrás antes de proferir un profundo y forticimo puñetazo a la puerta de acero, enterrándose mis nudillos en el metal una y otra vez hasta que el grueso porton cedió, creándose un agujero que me permitió tirar de ella a un lado antes de agarrar a Anhiel y posármela al hombro, sujetándole por su trasero mientras ella se agarraba a mi.
Los licántropos, rugieron salvajemente antes de hacer a un lado todo lo que se interponía en sus pasos.
¡Ann querida mia, necesito que seas mis ojos a mi espalda!. Indique, antes de deslizar una de mis manos por el interior de mi chaqueta, sacando un revolver, que no dude en acercarle con mi brazo libre mientras la acomodaba sujetándola con el otro.
Los licántropos comenzaron a dividirse por los pasillos, por lo que temi una emboscada.
¡DISPARA A TODO LO QUE SE ACERQUE!
Comencé a correr por diversos pasillos, rompiendo a patadas las que se resistían mientras “mis ojos” disparaban a lo que se acercaba por detrás. Pero entonces el silencio pareció acompañarnos y eso me preocupo, debían de estar mas cerca de lo que pensaba. Delante nuestro se apreciaban mas pasillos con las habitaciones de los siervos, seguramente las salas de limpieza, cocina y almacenes estarían cerca.
Mire hacia todos lados, deseando no estar mareando a mi compañera y entonces, al mirar hacia arriba, una luz pareció iluminar mi camino.
¡El techo!
Deje a Ani en el suelo antes de utilizar mi agilidad sobrenatural para dar un salto y agarrarme a una de las barras del techo, golpee el metal hasta que una de las placas cedió. Era el conducto de ventilación. Baje de un salto al suelo, sujetando el arma de mi tiradora para quitar el cargador vacio, posando uno nuevo que saque de mi bolsillo.
Anhiel. Tienes que hacer que los pasajeros vayan la cubierta, cerca de los barcos salvavidas. Hazles creer que es un simulacro. Asi si hay que evacuar estarán mas cerca, pero que no se asusten, hazles creer que solo es por precaución. Quizás deberías robar uno de los uniformes de alguien. Indique cerrando el cargador, para devolverle el arma. Posando mis manos a su cintura para subirla hacia el agujero del techo, sujetando sus piernas.
Yo me ocupare de ellos, pero hay que mantener a la gente a salvo. Estas bestias no siempre se controlan, algunos actúan de forma salvaje, así que voy a encerrarles.
Su pomposo vestido se engancho, por lo que le di un tirón para rasgar una parte del mismo hasta que ella logro subir del todo con su vestido hasta el conducto de ventilación.
Si sigues por el conducto, puede que llegues a la cocina.
Ani parecia preocupada, nerviosa, seguramente nunca habia visto nada semejante. Pero no podia explicarle nada ahora, ya le contaria lo misterios de las criaturas de la noche si aun confiaba lo suficiente en mi.
No te preocupes por lo que has visto, no pienses en ello.
Anhiel...
Todo va a salir bien…Un crujido cercano, me alerto haciéndome girarme y agacharme antes de que el salto de uno de los lobos me cayera encima. Por lo que corriendo en sentido contrario, me conduje por donde había venido con Anhiel a cuestas con el licántropo y dos mas que se le unieron, siguiendome y corriendo ahora tras de mi …
¡Te lo prometo!
Pero no…
No era tan sencillo. Los hombres se abalanzaron sobre nosotros, deteniéndose a tan solo un metro. Se giraron hacia la cristalera, mirando el horizonte donde afuera las nubes se despejaban con sutileza para dejar ver una esplendorosa luna llena que se mostro blanca e imponente en el cielo negro.
AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU JAJAJAJA...Estais perdidos ahora... Gimio uno de ellos, riendo con sorna mientras nos contemplaba. Y es que si bien aquello era una simple mofa por parte de uno de los hombres, la verdad es que lo del resto no era cosa de risa. Sus compañeros se movieron entre espasmos cuando se giraron, sus ojos enrojecieron, el pelo comenzó a aflorar y sus fauces a cambiar. ¡Licantropos!
Ça me fait chier! Con razón olian tan mal! En aquel momento me alegre profundamente de que Ani no entendiera del todo mi "deslenguada lengua". Sujete su cintura contra mi y aproveche los escasos segundos que disponía de la transformación de aquellos hombres para gírame hacia la puerta, inclinando mi tronco y mi brazo hacia atrás antes de proferir un profundo y forticimo puñetazo a la puerta de acero, enterrándose mis nudillos en el metal una y otra vez hasta que el grueso porton cedió, creándose un agujero que me permitió tirar de ella a un lado antes de agarrar a Anhiel y posármela al hombro, sujetándole por su trasero mientras ella se agarraba a mi.
Los licántropos, rugieron salvajemente antes de hacer a un lado todo lo que se interponía en sus pasos.
¡Ann querida mia, necesito que seas mis ojos a mi espalda!. Indique, antes de deslizar una de mis manos por el interior de mi chaqueta, sacando un revolver, que no dude en acercarle con mi brazo libre mientras la acomodaba sujetándola con el otro.
Los licántropos comenzaron a dividirse por los pasillos, por lo que temi una emboscada.
¡DISPARA A TODO LO QUE SE ACERQUE!
Comencé a correr por diversos pasillos, rompiendo a patadas las que se resistían mientras “mis ojos” disparaban a lo que se acercaba por detrás. Pero entonces el silencio pareció acompañarnos y eso me preocupo, debían de estar mas cerca de lo que pensaba. Delante nuestro se apreciaban mas pasillos con las habitaciones de los siervos, seguramente las salas de limpieza, cocina y almacenes estarían cerca.
Mire hacia todos lados, deseando no estar mareando a mi compañera y entonces, al mirar hacia arriba, una luz pareció iluminar mi camino.
¡El techo!
Deje a Ani en el suelo antes de utilizar mi agilidad sobrenatural para dar un salto y agarrarme a una de las barras del techo, golpee el metal hasta que una de las placas cedió. Era el conducto de ventilación. Baje de un salto al suelo, sujetando el arma de mi tiradora para quitar el cargador vacio, posando uno nuevo que saque de mi bolsillo.
Anhiel. Tienes que hacer que los pasajeros vayan la cubierta, cerca de los barcos salvavidas. Hazles creer que es un simulacro. Asi si hay que evacuar estarán mas cerca, pero que no se asusten, hazles creer que solo es por precaución. Quizás deberías robar uno de los uniformes de alguien. Indique cerrando el cargador, para devolverle el arma. Posando mis manos a su cintura para subirla hacia el agujero del techo, sujetando sus piernas.
Yo me ocupare de ellos, pero hay que mantener a la gente a salvo. Estas bestias no siempre se controlan, algunos actúan de forma salvaje, así que voy a encerrarles.
Su pomposo vestido se engancho, por lo que le di un tirón para rasgar una parte del mismo hasta que ella logro subir del todo con su vestido hasta el conducto de ventilación.
Si sigues por el conducto, puede que llegues a la cocina.
Ani parecia preocupada, nerviosa, seguramente nunca habia visto nada semejante. Pero no podia explicarle nada ahora, ya le contaria lo misterios de las criaturas de la noche si aun confiaba lo suficiente en mi.
No te preocupes por lo que has visto, no pienses en ello.
Anhiel...
Todo va a salir bien…Un crujido cercano, me alerto haciéndome girarme y agacharme antes de que el salto de uno de los lobos me cayera encima. Por lo que corriendo en sentido contrario, me conduje por donde había venido con Anhiel a cuestas con el licántropo y dos mas que se le unieron, siguiendome y corriendo ahora tras de mi …
¡Te lo prometo!
Johannes Z. Délvheen- Vampiro Clase Alta
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Re: Y las manillas del reloj se detuvieron... [Johannes]
A gatas me desplacé por aquél sucio canal de ventilación, enredándome en telarañas, estornudando ante la polvareda que levantaba y asustando a bofetadas las ratas que me iban acompañando en mi tortuoso camino. Al fin, el aroma de comida me llevó hasta la rendija dónde pude ver los fogones y las ollas industriales a pleno rendimiento. Los cocineros iban de un lado a otro, atareados, dándose órdenes a toda prisa. Me quedé ahí, contemplando el funcionamiento de la cocina hasta que el canal cedió por mi peso y caí. Sí, caí ni más ni menos que sobre una olla dónde hervían un caldo de cebollas, zanahorias, col y conejo.
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!- vociferé, forcejando contra los muros de la olla para salir de ahí ante el espanto de los cocineros, que me miraban atónitos, incapaces de reaccionar.
Así que tuve que hacerlo por mi cuenta, tomando impulso hasta saltar fuera de aquella grandiosa olla hirviente, cayendo al suelo con gran estruendo, pues me había llevado conmigo otros condimentos, ollas, sartenes, cacerolas y varios cubiertos. La cocina quedó hecha un completo desastre de suciedad, pero mi vestido no se libró. ¡Diablos, con lo que me había gustado ese vestido!
Mientras intentaba ponerme en pie quitándome los zapatos empapados de caldo y los restos de comida que se habían incrustado en mi pelo, uno de aquellos chefs se dirigía a mí con una sartén en la mano en alto, dispuesto a golpearme en la cabeza, probablemente. Lo cierto es que no me quedé para comprobar sus intenciones, profiriendo entonces un grito agudo acompañado por las prisas de salir de aquella cocina pese a mis trompicones y deslices debido al suelo encharcado por la sopa derramada.
No recuerdo cómo llegué hasta el concurrido comedor dónde todos los pasajeros cenaban aun, ajenos al trajín que se vivía unos pasillos más allá. La gente bebía, comía, reía, bailaba, paseaba... hasta que mi presencia captó su atención. ¿Qué era lo que veían en mí que tanto parecía asustarles? De bien seguro que mi aspecto no era el mejor, pero no creí que fuera para tanto. Hasta que me vi reflejada en un cristal lateral y yo misma tuve que ahogar un grito de horror.
Me encaminé hacia el público presente, buscando las palabras ideales para conseguir que me siguieran hasta los botes salvavidas, pero ni mi voz fue necesaria ante mi sola presencia, pues el gentío empezó a gritar y cundió el pánico. Muchos corrieron de un lado para otro, otros se subieron al mobiliario como si temieran que pudiera llegar a ellos. La mayoría se dispersó en poco tiempo y por una de las ventanas pude ver cómo algunos bajaban ya por los botes salvavidas, horrorizados y asustados. En la proa, unos hombres repartían flotadores y chalecos salvavidas para aquellos que decidían saltar del barco aun en funcionamiento.
¿Pero qué diablos acababa de suceder?
Aun confundida por lo ocurrido, ni cuenta me di de la llegada de unos robustos hombres armados que pidieron mi rendición. No entendí exactamente qué palabras usaron -creo que eran portugueses o brasileños-, pero estaba claro que no me consideraban un ser humano. ¿Un monstruo, quizás? Quise mostrarles que el color de mi piel se debía a los condimentos de una sopa, que mi olor procedía de lo mismo y mi aspecto... en fin, de mi torpeza. Pero no me creyeron ni una sola palabra y finalmente, lograron reducirme hasta llevarme a una cámara que sellaron con una puerta blindada.
¿Cómo diablos había llegado a ese punto?
Al decimotercero intento de aporrear la puerta con mis puños, me rendí, deslizándose mi espalda por la puerta hasta que quedé sentada en el suelo, con mis manos cubriendo mi rostro cubierto aun por trozos de col y patata. ¿Hasta entonces no me di cuenta que también llevaba patata? Suspiré, riendo a carcajadas por lo absurdo que era todo. Con un poco de suerte, aquello era solo un sueño. Uno de tantos en los que nada tiene sentido. ¿Dónde despertaría? ¿En México? ¿En casa de mis padres? ¿En París?
Cuando logré sosegarme, limpié algunas lágrimas que sin querer habían aparecido tras huir de mis ojos, alzando la vista de mis manos para contemplar la habitación dónde me habían encerrado. Todo estaba a oscuras, así que no pude identificar nada. Nada, excepto dos brillantes y rojos ojos que me miraron antes de emitir la bestia semejante rugido que me apegó a la puerta más aun.
Estaba perdida...
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!- vociferé, forcejando contra los muros de la olla para salir de ahí ante el espanto de los cocineros, que me miraban atónitos, incapaces de reaccionar.
Así que tuve que hacerlo por mi cuenta, tomando impulso hasta saltar fuera de aquella grandiosa olla hirviente, cayendo al suelo con gran estruendo, pues me había llevado conmigo otros condimentos, ollas, sartenes, cacerolas y varios cubiertos. La cocina quedó hecha un completo desastre de suciedad, pero mi vestido no se libró. ¡Diablos, con lo que me había gustado ese vestido!
Mientras intentaba ponerme en pie quitándome los zapatos empapados de caldo y los restos de comida que se habían incrustado en mi pelo, uno de aquellos chefs se dirigía a mí con una sartén en la mano en alto, dispuesto a golpearme en la cabeza, probablemente. Lo cierto es que no me quedé para comprobar sus intenciones, profiriendo entonces un grito agudo acompañado por las prisas de salir de aquella cocina pese a mis trompicones y deslices debido al suelo encharcado por la sopa derramada.
No recuerdo cómo llegué hasta el concurrido comedor dónde todos los pasajeros cenaban aun, ajenos al trajín que se vivía unos pasillos más allá. La gente bebía, comía, reía, bailaba, paseaba... hasta que mi presencia captó su atención. ¿Qué era lo que veían en mí que tanto parecía asustarles? De bien seguro que mi aspecto no era el mejor, pero no creí que fuera para tanto. Hasta que me vi reflejada en un cristal lateral y yo misma tuve que ahogar un grito de horror.
Me encaminé hacia el público presente, buscando las palabras ideales para conseguir que me siguieran hasta los botes salvavidas, pero ni mi voz fue necesaria ante mi sola presencia, pues el gentío empezó a gritar y cundió el pánico. Muchos corrieron de un lado para otro, otros se subieron al mobiliario como si temieran que pudiera llegar a ellos. La mayoría se dispersó en poco tiempo y por una de las ventanas pude ver cómo algunos bajaban ya por los botes salvavidas, horrorizados y asustados. En la proa, unos hombres repartían flotadores y chalecos salvavidas para aquellos que decidían saltar del barco aun en funcionamiento.
¿Pero qué diablos acababa de suceder?
Aun confundida por lo ocurrido, ni cuenta me di de la llegada de unos robustos hombres armados que pidieron mi rendición. No entendí exactamente qué palabras usaron -creo que eran portugueses o brasileños-, pero estaba claro que no me consideraban un ser humano. ¿Un monstruo, quizás? Quise mostrarles que el color de mi piel se debía a los condimentos de una sopa, que mi olor procedía de lo mismo y mi aspecto... en fin, de mi torpeza. Pero no me creyeron ni una sola palabra y finalmente, lograron reducirme hasta llevarme a una cámara que sellaron con una puerta blindada.
¿Cómo diablos había llegado a ese punto?
Al decimotercero intento de aporrear la puerta con mis puños, me rendí, deslizándose mi espalda por la puerta hasta que quedé sentada en el suelo, con mis manos cubriendo mi rostro cubierto aun por trozos de col y patata. ¿Hasta entonces no me di cuenta que también llevaba patata? Suspiré, riendo a carcajadas por lo absurdo que era todo. Con un poco de suerte, aquello era solo un sueño. Uno de tantos en los que nada tiene sentido. ¿Dónde despertaría? ¿En México? ¿En casa de mis padres? ¿En París?
Cuando logré sosegarme, limpié algunas lágrimas que sin querer habían aparecido tras huir de mis ojos, alzando la vista de mis manos para contemplar la habitación dónde me habían encerrado. Todo estaba a oscuras, así que no pude identificar nada. Nada, excepto dos brillantes y rojos ojos que me miraron antes de emitir la bestia semejante rugido que me apegó a la puerta más aun.
Estaba perdida...
Jill Von Kraft- Cazador Clase Media
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