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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jill Von Kraft Jue Jun 21, 2012 3:48 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Aparté la pesada lona que recubría la tienda bajo la que había pasado la noche en aquella ocasión, pues me había quedado hasta altas horas de la madrugada investigando unos jeroglíficos hallados en una piedra que seguramente había formado parte de una columna maya. El exterior me recibió con los cálidos y asfixiantes rayos solares junto con el aroma a arena y sudor, tan propia de aquella zona. Llevé mi mano hacia la frente a modo de visera para que, entrecerrando los ojos, pudiera identificar a aquél que se me presentaba delante con los brazos cruzados y el rostro ensombrecido.

- ¡Oh, Mike!- exclamé como saludo ampliando mi sonrisa con la esperanza de que así se relajaran sus facciones contraídas por el visible enfado.- No me mires así, tenía trabajo y me quedé aquí porque el hotel está demasiado lejos y no puedo llevarme las piezas allí, ya sabes que…

Michael Rochester, mi flamante prometido, odiaba que se le escurriera entre los dedos, que no pudiera controlarme. A menudo le había escuchado habar de mí a mis espaldas y apodándome la yegua indomable. En realidad, tal título no me molestaba, al contrario, de algún modo me llenaba de orgullo que no se me considerara una oveja de su rebaño.

- Espero que tu espalda no padezca tus alocadas decisiones.- suspiró él, relajándose finalmente hasta que me envolvió entre sus fuertes brazos.- Lo cierto, es que vine para informarte sobre una incorporación en nuestra plantilla de trabajo.

- ¿De quién se trata?- le pedí curiosa mientras le tomaba de uno de sus brazos y empezábamos a caminar entre las piedras sin rumbo fijo, sólo buscando la sombra para no convertirnos en dos historiadores a la parrilla.

- Es un arqueólogo londinense, si mal no recuerdo… Evans, se apellida.- explicó con interés.- Llegará esta noche y me haría muy feliz que mi prometida me acompañara en la cena de bienvenida que daré en el hotel.

Golpe bajo. Mike se detuvo frente a mí con la mejor de sus radiantes sonrisas, llevando sus manos a mi cintura para acercarme a él. Yo cedí ante el beso que depositó sobre mis labios y ante su mirada suplicante, no pude más que aceptar la invitación, alegrándole tanto que me alzó entre sus brazos y me elevó del suelo para girar y girar sobre su mismo eje mientras yo gritaba y le pedía que me bajara.

- Sobre tu lecho te dejé el vestido rojo que te compré para el evento… estarás radiante, princesa.

Tras guiñarme el ojo y añadir unas indicaciones más sobre la hora de la cena, Mike se marchó a paso firme y con prisas, pues tenía que acudir a una reunión con el Ministerio de Cultura de México, quién se negaba ahora a permitir la continuación de las labores de excavación. Le deseé suerte y tras un largo día de trabajo, llegué a mi habitación del hotel dispuesta a darme un tranquilo baño con sales aromáticas antes de pimpollearme y acudir a la cita estipulada.

A las nueve en punto, la puerta padeció los nudillos ansiosos de Mike al que la respiración se abandonó sus pulmones en cuanto me vio con aquél lujoso vestido carmesí adornando mi anatomía.

Anhiel:

- Vamos, Mike, deja de babear y llévame ante el inglés.- bromeé, saludándole con un beso sobre la comisura de sus labios.
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Mensaje por Jill Von Kraft Lun Nov 26, 2012 2:12 pm

Mientras él escalaba unos árboles fruteros próximos al río en el que nos habíamos detenido al atardecer, mis objetivos se basaban en recoger las suficientes ramas y troncos para empezar a construir la pequeña cabaña en la que aquella noche nos refugiaríamos, pues ambos nos habíamos percatado que el tiempo aguraba tormenta y no habíamos localizado cueva o casa alguna por las cercanías. Por ello, colocamos los troncos más grueso formando un círculo de un metro y medio de diámetro, aproximadamente, no demasiado grande porque no habíamos conseguido el suficiente material para la cubierta piramidal que nos protegería de la lluvia, un material colocado sobre la estructura de pequeñas ramas y follaje, constituido por una mezcla de tierra, agua, sal de roca y un elemento especial que Evans no quiso delatar.

En el interior de aquella cabaña colocamos sobre el abrupto terreno unas enormes y verdes hojas que nos servirían de cama aquella noche tras aplanar el suelo tan poco confortable. No obstante, la choza era pequeña y ambos debíamos estar bastante acurrucados para no quebrar alguna de las estructuras que mantenían en pie aquella pequeña edificación. Por su fragilidad, esperé hasta el último momento para refugiarme en él, pasando el resto de la tarde intentando cazar algún pez en aquél riachuelo de aguas tranquilas y cristalinas, sin mayor suerte que capturas el pie de William cuando éste se hallaba junto a mí refrescándose la nuca, momento en el que sin duda, nuestras carcajadas habían inundado el bosque y asustado algunas aves cuyos nidos se encontraban cerca a nosotros, un dato que tomamos en cuenta para ir en su busca a la mañana siguiente, con algo de suerte, encontraríamos huevos que comer.

Aquella noche, sentados frente a la hoguera que Evans había logrado reavivar por séptima vez consecutiva, sólo pudimos cenar un par de plátanos y un coco. De hecho, sólo yo cené. Supongo que debía preguntarle muchas cosas, pues aun el recuerdo de su sangre en mi paladar me hacía estremecer, percatándome que aquella irremediable atracción hacia él, poco a poco iba abandonando mi mente, aunque parecía negarse a desaparecer por completo. ¿Cuando lo haría? En cierto modo, no deseaba que eso sucediera, quizás porque, si aquél vínculo desaparecía, ambos volveríamos a ser meros extraños... Que todo lo que pase en este bosque, se quede en este bosque., había dicho el arqueólogo. Entonces... ¿por qué motivo querría yo salir de aquél bosque? ¿Para volver a ser esclava de la sociedad machista? ¿Para correr a los brazos de Michael y vivir tras su sombra? No. Estaba harta de todo ello. De mentir, de esconderme, de ser quién no era. Y allí, ante mí, aquél joven me miraba curioso quizás, o probablemente ofendido al darse cuenta que me había estado hablando durante minutos y ni caso le había hecho, sumida ahora en mis pensamientos. Suspiré profundamente y me puse en pie, sacudiendo la tierra húmeda que había manchado mi camisa ya mugrienta.

- Lo siento, Evans... Estoy cansada, será mejor que me acueste. Mañana nos espera un largo día.- sonreí con cierto pesar, dándole la espalda para encaminarme hacia la choza cuando mis pasos me guiaron de nuevo hacia el riachuelo, escondido tras unos arbustos.

Tras cerciorarme de que él seguía sentado frente a la hoguera, quizás meditando el recorrido que al día siguiente debíamos tomar para salir de la selva, me deshice de la única prenda que vestía, depositándola sobre la rama de un árbol cercano, caminando sigilosamente hacia las aguas gélidas que pronto recibieron a mis pies desnudos, terminando por envolver mi anatomía por completo, dejando que al fin mis preocupaciones se hundieran en el río y éste se las llevara caudal abajo, hacia su desembocadura. Durante varios momentos mantuve los ojos cerrados y mi cuerpo a flote, sintiéndome libre ante la inmensidad de la naturaleza más salvaje, sin que ningún temor recorriera mi mente en aquél momento. Pero algo cambió cuando algo rozó mi mano y mis sentidos se alertaron, abriendo mis párpados y buscando tocar el fondo del río con mis pies, ahora con las pulsaciones disparadas en busca de aquello que rondaba por mi alrededor vistiendo un silencio estremecedor, siendo la noche su mejor aliada.

- ¿Evans? ¿Eres tú? ¡No hace gracia!-exclamé con el ceño fruncido, caminando ahora hacia la orilla con la intención de salir de allí, hasta que algo se enredó en uno de mis tobillos y ahogando un grito, me percaté de que me hallaba atrapada.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Dom Dic 02, 2012 2:59 pm

…Porque en esas muestras, los relieves quizás representaban al pueblo llano, aunque puede ser que también se refiriesen a las deidades que adoraban, yo creo que puede que hayan juntado algunas cosas, después de todo te has fijado en el decorado floral del friso izquierdo que…
Parpadee al girar el rostro para mirar a mi acompañante, y deje de hablar un momento para centrarme en Ani, que se mantenía pensativa mientras yo seguía con mi discurso sin darme cuenta de que ella estaba ausente, arquee una ceja, llevaba bastante tiempo hablando sin darme cuenta realmente de que ella no me estaba escuchando.
…Si porque entonces cogi el aceite y me lo unte por encima y después me subi arriba de la mesa y comencé a desnudarme mientras me frotaba el pecho a la vez que citaba el himno a la revolución de forma erótica…
Indique con el gesto tranquilo mientras le miraba, percatándome ya definitivamente, que ningún caso me estaba haciendo. Por lo que me quede en silencio y suspire. Escuchando luego como se disculpaba y se marchaba en el sentido contrario al que había indicado.

Me estire sobre la misma tierra ahí al lado de la hoguera. Torciendo una mueca mientras miraba al cielo estrellado.
Pobre Anni…Debe de estar más que cansada de tener que compartir su tiempo con un “sujeto digno de análisis” como yo…Pensé en voz alta mientras me quedaba estirado un rato, mirando las diversas constelaciones, sintiéndome de pronto pequeño ante la inmensidad. Pensando por un momento en mi familia, a los que hacía ya bastante a los que no veía…
Empezaba a tener ganas de volver a París, deseaba ver a mis hermanos, hacer apuestas con mi tío y apretujar a mi padre mientras le escuchaba decirme que me había echado de menos…
Si...Les empezaba a echar en falta, sin embargo no podía irme aun…no sin…

Me senté de pronto, un tanto contrariado por lo que había cruzado en mi cabeza, y es que por un momento sentí que algo me ataba al nuevo continente. Fruncí el ceño y me palpe la nuca, poniéndome en pie para estirarme un poco, comenzando a caminar poco a poco hacia aquella pequeña choza, cruzándome de brazos al mirarla, pues debía haber construido algo mejor para ella, y entonces eleve el rostro y mire a la distancia visualizándola en las aguas, entendiendo algo como si un engranaje hubiese encajado de pronto haciéndome entender.
Tragué saliva.

No puedo irme aun…No sin ella.

Susurre quedándome en silencio…Girandome para no mirarle, pues al parecer ella estaba ocupada, no era la idea que ahora comenzara a espiarle. Sin embargo mis ojos se abrieron de par en par al escuchar su grito. Por lo que me gire y al verle, corrí hacia su figura sin perder el tiempo, adentrándome en las aguas y tirando de ella al ver como algo parecía quererla sumergir para llevarla al fondo, momento en que agarre su torso con firmeza, comenzando a retroceder con su figura envuelta en mis brazos, tropezando y cayendo de espaldas, sin dejar de ir hacia atrás, deslizándome hacia la orilla del río, aun con su cuerpo sujeto con fuerza, mientras ella pataleaba intentando deshacerse de la enorme serpiente marina que enrollada a su pierna se movía zigzagueante por la tierra, -y es que la inmensa laticauda colubrina no parecía muy dispuesta a soltar su presa-, fue entonces cuando nos enseño sus colmillos y acerco sus dientes a la pierna de Ani, momento en que soltándole un poco me incline como pude para impedir su mordedura, posando mi mano y llevándome parte del mordisco mientras me apresuraba en agarrar y desgarrar la cabeza de la serpiente, apretándola en mi mano hasta que se transformo en un puré sanguinolento donde sus colmillos se enterraron en la palma de mi mano, haciéndome soltar un gruñido. Sin embargo no fue mi gruñido lo que me distrajo, sino el grito de ella, uno cuyo sonido erizo cada vello de mi cuerpo, haciéndome bajar el rostro para ver como Anhiel se retorcía de dolor en mis brazos, la serpiente si habia dado en parte con su objetivo, mordiendole de forma superficial, instante en que sin pensármelo siquiera, palpe y sostuve su pierna para llevar mis labios hasta su mordedura, enterrando mis colmillos en ella para succionar con fuerza el veneno, cuyo sabor amargo se adentro en mis labios mientras lo bebía ansioso y desesperado durante unos segundos que fueron más que eternos para los dos…Hasta que al fin, el sabor amargo se fue poco a poco y solo sentí el sabor limpio de su sangre, un sabor cuyo toque fuerte me encandilo, haciéndome beber un instante demás, notando como cerraba los ojos hasta que me obligue a apartarme de ella, sin poderle mirar siquiera, aun atormentado por el instinto que me incitaba a beber cada vez mas. Un instinto que me obligué a controlar, pese a que en todos estos siglos jamás me hubiese dado problemas.

Sin embargo en aquel momento, no fue mi conducta lo que me preocupo, sino el hecho del aroma que sentí acercarse a nosotros. Por lo que hice un gesto hacia Anhiel, de que no se moviese ni hablara, mientras ella me miraba asustada pero escuchándome.
Y es que el silencio de la selva se vio inundado por unos -casi imperceptibles- crujidos del ramaje. Ambos miramos hacia los arbustos, aun agitados, visualizando de pronto como un sinfín de ojos rojizos se abrían en la oscuridad mirándonos desde la lejanía aun sin acercarse, quizás alertados por el fuego, o quizás por nuestros aromas...

No solo parecía que no estábamos solos aquella noche, sino que parecía que la buena fortuna se había quedado en el campamento con Michael...

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Mensaje por Jill Von Kraft Lun Dic 03, 2012 5:35 pm

- ¡Lobos!- vociferé entonces, señalando con la punta de mi dedo índice hacia los matorrales tras los que se encontraban aquellas bestias que, entre gruñidos, empezaron a avanzar hacia nosotros, momento en el que tomé la mano de Evans y con las pulsaciones disparadas, dimos media vuelta y cruzamos el riachuelo –un tanto profundo- con la esperanza de que no nos siguieran, sin cesar de correr descalza para sumergirnos en la abrupta selva, sin mirar atrás, escuchando sólo mi agitada respiración, mis latidos martilleando mis oídos y el crujir del ramaje bajo nuestros pies, sin detenernos hasta llegar frente a una gran roca que pertenecía a las colinas que separaban aquellas tierras salvajes.

- La… frontera…- murmuré, aun con mi corazón palpitando demasiado rápidamente, posando una de mis manos sobre la roca antes de soltar a Evans y mirar hacia el cielo, en busca de una señal, localizando, ante mi alegría, lo que parecía una cueva en lo alto.- ¿Podrías… escalar hasta allí?- le pedí, volteándome ahora hacia él, indicándole mi descubrimiento y sonriendo cuando él asintió, dándome la espalda e inclinándose levemente para que me subiera a él, riendo mientras lo hacía antes de contemplar cómo sus manos se aferraban a la piedra y nuestros cuerpos quedaban suspendidos en el aire, negándome a mirar hacia abajo por la extraña sensación de vértigo.

Aterrizamos al fin sobre la pétrea apertura de aquél monte, gesto que le agradecí con una mirada centelleante antes de alejarme de él y empezar a recorrer los escasos metros de la gruta, ahogando un grito cuando, ahora, el gruñido de un oso me alertó, haciéndome retroceder hasta chocar contra algo duro y gélido, volteándome para encontrarme con los ojos brillantes de Evans quién, en silencio y sin expresión alguna me aferró de la cintura hasta que mi cuerpo quedó completamente apegado al suyo, cortando mi respiración ante su sola cercanía, sin ser consciente siquiera a cuando él tomó impulso y ambos saltamos de allí varios metros, cayendo sobre la rama de un árbol a la que una de las manos de William se aferró, quedando ambos colgando de ésta, deslizándome por su cuerpo a medida que mis fuerzas flaqueaban y la rama se quebraba, rezando entonces a toda deidad que recordaba, cerrando incluso los ojos cuando el sonido me alertó de que ya no había rama a la que él se sujetara, esperando entonces el recibimiento de la tierra o los dientes de los lobos que, cabe añadir, se encontraban en aquél momento alrededor de aquél árbol, aullando, esperando ansiosos un bocado de mi muslo, quizás.

Pero no caímos. Por lo contrario, William me sostuvo en volandas y sus pies se encontraban sobre otra rama inferior, bastante más gruesa que la anterior y que bien podía mantener el peso de ambos sin problemática, quedando aun lejos del alcance de aquellos lobos hambrientos.

Tragué saliva y miré, como hipnotizada, la fisonomía de Evans en la penumbra, solamente iluminada por la tenue luz de la luna llena que ya colgaba en lo alto de aquél firmamento claro, nítido y estrellado que tan curiosamente nos envolvía en un abrazo cómplice. Sí, yo le admiraba. Sus hazañas me habían conmovido aquella noche, salvándome la vida en más de una ocasión y mi curiosidad me traicionó.

- ¿Por qué te empeñas en salvarme de mi Destino, Will?-susurré, llevando un par de mis dedos hacia su mentón para obligarle a que me mirara, perdiéndome una vez más en el mar de sus ojos, en aquella cercanía que me robaba el aliento y aceleraba mi pulso, creando a mi alrededor un mundo idílico en el que nada importaba: ni mi desnudez, ni el seguir sobre su brazos, ni los peligros que nos acechaban, ni Michael…

Nada importaba más que él y aquellas irrefrenables ganas de apagar en sus labios la sed de mi alma inquieta, ansiosa por llenarse de él, de su esencia, de su sabia…
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Lun Dic 03, 2012 6:33 pm

Solté un suspiro, respirando mas aliviado cuando -de cuclillas con Ani en mis brazos-, visualice a los lobos abajo, rodeando al árbol sin tener suerte ni poderlo escalar pese a sus intentos, a la vez que aquel oso volvía a su guarida, quizás orgulloso de haber defendido su morada, mientras que ella aun se sujetaba a mi, mirándome, sosteniendo mi mentón sin que me lo esperase, mientras yo le contemplaba en silencio, perdido en esa mirada, en aquellos cabellos que se movían con libertad por su rostro, en aquellas mejillas sonrosadas y aquellas manos cálidas que aun se mantenían cerca de mi rostro.
Le sonreí.

Me empeño porque no quiero que ese destino lastime a aquella que se empieza a adueñar de mis pensamientos. Respondí sincero, mordiendo mi labio inferior sin poderlo evitar, mientras contemplaba el mas que encantador rubor que coloreo sus mejillas en aquel momento, y es que sus ojos brillaban como nunca los había visto hacer, por lo que me senté en aquella rama con extremo cuidado, aun rodeandole entre mis brazos, sin poder dejar de mirar aquellos ojos y aquellos labios cuya textura intentaba imaginar al detalle, pero entonces recordé algo que se clavo en mi pecho.

Ani...Hay tantas cosas que quiero decirte, que quiero contarte....Hay tanto que deseo mostrarte. Indique angustiado al ver sus ojos y al visualizar la vida que había en ellos, asi como las falsas cosas que sabia sobre mi...
Por lo que, tras pensármelo solo un instante,-temeroso de poderle asustar- lleve mis manos a su rostro y contemple sus ojos, apreciando en sus retinas como todos mis recuerdos pasaban a su mente, dejandole de ese modo, conocerme realmente, mostrandole recuerdos en los que le mostraba mi vida humana, el principio de mi vida como inmortal, el transcurso de los años en soledad, la pasión desenfrenada que sentía hacia la arqueología y luego mi familia, donde en instantes fugaces le deje ver a cada uno de ellos, haciéndole sentir lo que yo sentía por ellos, dejando que viese al final su propia imagen, y la forma en yo le veía y en la que veía a Michael...

Por lo que tras tomar aire y esperar ambos en silencio, negué con la cabeza entendiendo que sabia de su relación con Michael, sabiendo que ella estaba prometida y que debía respetar aquello...porque debía hacerlo. ¿no?

Acababa de mostrarle mi vida entera, por lo que ya estaba en una total y completa desventaja delante suyo, y no me importo. Por lo que eleve el rostro y saboree mis labios, mirando a Ani un tanto picaramente.

Yo...
Se que tienes a Michael...que quizás le quieres...se que tu mundo esta creado y que yo no tengo parte alguna en él...

Pero... ¿sabes que?...
Me importa un pimiento que estés prometida con Michael.
Indique ante su rostro sorprendido, antes de llevar una de mis manos hacia sus cabellos, enredándolos en ellos para atraer su rostro hacia mi, acercando sus labios a los míos para poder así besarle de una buena vez, saboreando aquella boca carnosa y cálida, que bese mas que apasionadamente, con necesidad y fervor, sintiendo de pronto como si no pudiese parar, como si los necesitara ahora mas que cualquier otra cosa que hubiese probado jamas, y es que ahí en aquel árbol, en aquella situación extraña y absurda, comprendí pese al poco tiempo que habíamos compartido juntos, que le quería y que le necesitaba mas que nada de lo que hubiese necesitado nunca, y entonces, por primera vez, susurre mi verdadero nombre sobre sus labios...
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Mensaje por Jill Von Kraft Mar Dic 04, 2012 4:31 pm

Johannes...


Ese era su nombre verdadero, el dueño de aquella boca húmeda y cálida a su vez, tan misteriosa como translúcida, que ahora se había apoderado de mí; de mis labios que ahora le ansiaban, de mi boca en llamas que él mismo había encendido, de mi mente empañada sin más pensamiento que aquél fiero beso devastador de mi alma inquieta, sintiendo ahora cómo mi piel desnuda ardía en deseo por fundirme con su piel, con su alma y cada retal de su ser, de sus recuerdos que le impregnaban hasta convertirle en quién era, el eje de mi mundo.

No obstante, el invierno siempre llega aunque no se desee así, y con su paso, ninguna flor vive dos primaveras. Johannes se distanció de mí, lo suficiente para que mis pulmones se abastecieran de oxígeno, buscando su mirada mientras mis manos se amoblaban al contorno de su rostro, escapándoseme una risa por lo bajo, gesto que me hizo percibir distinta, más ligera, más libre...

Y de algún modo... atada a él, atada de pies y manos, de cuerpo y mente, de alma entera, descubriendo de éste modo, que él era por el que mi existencia en el mundo cobraba sentido, siendo él y sólo él, por el que mis latidos se acompasaban cada día, siendo él aquél por el que el reloj se había detenido ante su presencia. Johannes era todo cuanto sin querer, anhelaba que me encontrara, rescatándome de éste mundo insulso y cruel en el que me había inmiscuido.

- … ¿Michael? ¿Quién es Mic…? –balbuceé confusa, demasiado hipnotizada aun por aquella chispa fogosa que todavía recorría las fibras de mi ser, recordando de repente, de aquello de lo que me hablaba.- Oh, Michael… sí, él…

Mordí mis labios y desvié la mirada, pues era justo para Johannes que fuera tan sincera como él lo había sido conmigo, mostrándome su vida entera, su familia, sus gustos y odios, sus planes de futuro y los recuerdos de su pasado. Y aun así, me costaba abrirme a él, mostrarle todo cuanto en realidad ocultaba bajo mi piel de cordero. ¿Le disgustaría saber todo de mí? ¿Rechazaría quizás alguna de mis facetas? ¿Le horrorizaría saber que era un barco sin rumbo? ¿Una bala perdida? Suspiré y escondí mi rostro contra su pecho, ahuecando un espacio al retirar parte de su camisa abotonada, como si pretendiera huir de él, refugiándome, precisamente, en él.

- Házlo.- musité.- Entra en mi cabeza como yo entré en la tuya.- le invité, volviendo mi cabeza a la superficie para mirarle a los ojos y asentir con la cabeza, cerrando mis ojos, sintiendo de pronto, una punzada dolorosa en mis sienes a medida que me remontaba a mis primeros años de infancia, mostrándole los recuerdos de mis padres, de mi Savannah natal, avanzando hasta la Universidad, dónde conocí a Rochester, mostrándole cómo él me prometía extender mis límites profesionales a cambio de un enlace gracias al cuál tendría la coartada perfecta para llevarme con él a todos sus viajes, aceptando ilusionada, llegando a México dónde trabajé durante cuatro años en excavaciones dirigidas por Michael, trabajando en teorías que luego él publicaría bajo su nombre para lograr que así vieran la luz, llegando a la noche en la que conocí a Johannes, la noche en la que dormí junto a él tras la pelea con Michael, sus forcejeos, sus gritos, sus humillaciones, despertando junto al desconocido que ahora me había robado el más dulce y adictivo beso, momento en el que abrí mis ojos y contemplé su semblante, esperando una reacción por su parte.

- Aun puedes lanzarme a las fieras salvajes.- bromeé un tanto nerviosa, señalando los lobos que aun permanecían rodeando el árbol en el que nos hallábamos.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Dic 08, 2012 7:16 pm

Aprecie los hermosos paisajes que me mostraba, contemplando sus gustos, disgustos y las cosas que añoraba, así como su familia, la forma en que había conocido a Michael y los acuerdos que habían pactado... Abrí los ojos al ver todo aquello y ante su ultima visión, sonriendo como hacía demasiado que no hacia…

No le quieres…No quieres a Michael…Comente mirándole, sonriendo como un niño pequeño en navidad. –Ante su semblante de consternación–
Le abrace, apretándole contra mí.

Hummm No, no voy a lanzarte a las fieras, pero te obligare a estar entre mis brazos. Comente bromeando ante su semblante aun confuso. Por lo que quise explicarme un poco.
Todo este tiempo, he pensado que le amabas, que te importaba…Incluso que podría ser un buen hombre. Ella me miro parpadeando como si quisiera comprender a que me refería. Oh Ani…Veras, yo le conocí cuando él era un joven atolondrado…yo era su mentor…y créeme, no tuve que indagar mucho en el para ver que solo le importaba tener un nombre. Ni la arqueología ni el arte le importan tanto como su ego. Sin embargo estos días, al verle….al verle contigo, pensé que habría asentado su cabeza y sus ideas, mas teniéndote a ti. Que rebosas talento por doquier…
Lo siento, es que he leído tus estudios y me han encantado.
Susurre cerca de su rostro como si estuviésemos hablando algo con secretismo, ella bajo la mirada un tanto sonrosada y tirito ante mi abrazo, por lo que parpadee al darme cuenta … de su desnudes. Por lo que ni siquiera me lo pensé, desabotone mi camisa rápidamente para sacármela procurando no moverme demasiado,-¡no fuese a ser que ahora cayésemos de la rama!-, posándola sobre sus hombros, los cuales frote con cuidado, sin poder evitar mirarle con deseo, mas aun teniéndole allí, en mi regazo, cerca de mi piel, que ahora estaba en contacto con la suya…-intente controlar mis impulsos que me obligaban a abalanzarme sobre ella-

Ven conmigo…
Vente conmigo a París. No te cases con Michael, el no te merece…Ni tu mereces a alguien como él, ni mucho menos el trato que te da.

Ladee el rostro mientras analizaba sus facciones, queriendo saber qué pensaría, sin poder evitar quedar hipnotizado por sus labios.

Tú mereces…
Largas noches en vela, paisajes europeos…asiáticos… africanos… Bailes…Misterios…Locuras…
Argumente sonriéndole. La Jefa del departamento de arte precolombino del Museo de Louvre merece mucho más de lo que recibe… Indique bromeando y explicándole a lo que me refería, y a que mi viaje, -además de la invitación de Michael-, se debía a que yo buscaba a un director de departamento para mi museo, por lo que le propuse que aceptara mi oferta…y en general, que aceptara mis propuestas "indecentes" de meterse en lios y en distintas aventuras conmigo.

Sé que dejarlo todo atrás..Es una locura. Pero me gustaría que lo pensaras. Comente mientras apartaba uno de los mechones rojizos que cruzaba su rostro, mirándole y distrayéndome por un momento, sin saber ya de lo que le estaba hablando, pues me había vuelvo a perder en la cercanía de aquel rostro angelical que parecía irradiar luz propia.

Acerque mis dedos hacia su mejilla, acariciándola mientras deslizaba las yemas de mis dedos por su piel, posando el pulgar sobre su labio inferior, acariciándolo, sintiendo así la textura de sus labios carmesíes que me tentaban a cada segundo a que les volviese a devorar...

¿Aceptaras.... venir conmigo? Pregunte sosegado, deleitándome con la tensión de aquel instante, en el que solo unos escasos centímetros nos separaban al uno del otro, mientras su respiración se mezclaba con la mía ante el silencio de la noche, una noche cuyo cielo estrellado y oscuro, era el único espectador de tales propuestas inesperadas...
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Mensaje por Jill Von Kraft Lun Ene 14, 2013 11:44 am

Le miraba a los ojos y en ellos vi la verdad en sus palabras, vi la realidad de su alma que le empujaba hacia mí. ¿Qué había sucedido con aquello de… “Lo que ocurra en el bosque se quedará en el bosque”? ¿A caso había quebrantado su palabra? ¿Y si todo aquello, incluso el beso, no era nada más que una fantasía, un recuerdo que quedaría ahogado en el pasado y el silencio en cuanto saliéramos de aquella selva?

Lo cierto era, que intentaba buscar excusas baratas para convencerme de que algo así no podía ser posible, no podía ser real y mucho menos, podría sucederme a mí. Pensé en que no sabía nada de él, que era un auténtico desconocido para mí. Pensé en su condición… ¿un vampiro? Si bien había comprobado que era cierto, aun me aterraba la idea de que me encontrara frente a un muerto viviente, bebedor de sangre y de almas puras, y entonces, empecé a preguntarme sobre los mitos que rodeaban la figura del vampiro, mordiéndome los labios cuando quise preguntarle la edad que él poseía en realidad. ¿Sería tan viejo como la misma humanidad? De ser así… ¡habría visto tantas cosas! Y en ese momento, le miré con un interés distinto, viéndole como una fuente historiográfica, como un libro que escondía los secretos de la humanidad y podían ser revelados si osaba pasar sus páginas cuidadosamente.

Pero él no parecía tener tiempo para indagar en mí ni en que yo explorara su persona. Jan me pedía que le acompañara a París, me ofrecía aquello por lo que yo tanto había trabajado, por lo que tanto había luchado… por lo que tanto había esperado y soñado. Y ahora, así, se me presentaba la oportunidad de mi vida de la mano de aquél vampiro desconocido y yo no pude evitar sentir cierta desconfianza hacia él… ¿Por qué yo? A penas me conocía. ¿Había leído mis trabajos? Aquello me pareció una falta de respeto que bien merecía un buen escarmiento, pero de igual modo, me dejó pensativa, pues no creí que se me tomara en serio en aquellas alocadas y disparatadas teorías de las que hablaba en mis trabajos. Y finalmente, la pregunta del millón: ¿qué ganaba él con todo aquello? ¿Qué pretendía en realidad? ¿Por qué motivo querría liberarme de Michael?

Pensar en Michael y la liberación de mi compromiso con él me robó la atención por unos momentos de más. Pensé en los años que llevaba escaqueándome del enlace, todas las humillaciones y golpes que tuve que tragar por seguir trabajando a su lado, por aprender y crecer profesionalmente. Él me había dado aquella oportunidad. Por él estaba ahora dónde estaba… ¿Cómo podía siquiera pensar en alejarme de él ahora? ¿Dejarle plantado? Había dos cosas que me lo impedían: él y mi trabajo. Por un lado, estaba a punto de terminar mi último libro, el mismo con el que llevaba casi tres años de investigaciones exhaustivas, el más avaricioso de todos, el mismo que podría suponer un gran avance en la teoría artística y de la civilización maya. Si me iba ahora, aquél trabajo quedaría inconcluso. Habría lanzado tres años de mi vida y muchos esfuerzos a la basura. Por otro lado, aunque lograra zafarme de Mike, nada habría terminado entre nosotros. Le había hecho una promesa. Le había jurado casarme con él si Michael me llevaba con él a sus expediciones. Mi prometido había cumplido su parte desde el primer día, había esperado más de cuatro años por mí, tragándose las excusas que le daba para alargar el compromiso. Pero el tiempo se acababa. En un par de meses, aquella expedición de México finalizaba y era el momento que Michael había esperado para amarrarme a él, planeando ya la fecha del enlace. Sí, podía huir ahora con aquél atractivo arqueólogo, dejar que me mostrara el mundo que junto a Michael jamás conocería, vivir una apasionante historia de amor y sobretodo, trabajar en aquello que da sentido a mi vida, cómoda, sin tener que rendir cuentas a nadie, libre al fin de las ataduras de Mike. Y la idea me tentaba, me seducía cada vez que la imaginaba en mi cabeza y la veía reflejada en los ojos de Jan.

Y cuando al fin despegué mis labios para anunciar la respuesta a su petición, la voz de Michael nombrándome lleno de ansiedad me sobrecogió, haciendo que mirara hacia abajo, dónde yacían muertos los lobos que nos habían estado acechando toda la noche.

Tragué saliva y recordando la situación en la que mi prometido nos había cazado, intenté retroceder por la rama hasta alejarme de Jan completamente, mirando aterrada a Michael quién, con los ojos brillantes con aquél deje de locura que ya conocía me miraba herido y desafiante, apretando sus mandíbulas con fuerza, esperando que me lanzara a sus brazos, literalmente.

Con mis manos cubrí como pude mi desnudez, aferrándome a la camisa de Johannes cuando salté para caer en el hueco formado por los brazos de Michael, quién me apretó contra su pecho antes de acuclillarse y dejarme en el suelo, quitándose su chaqueta de cuero para pasarla por mis hombros, arrebatándome la camisa de Jan para dejarla a un lado, mirando entonces a mi compañero con una mezcla de ira y rencor, hablándole entre dientes.

- ¿Le parece divertido, Evans? Anhiel es mi futura mujer. Espero que le quede claro que no es un juguete con el que poder divertirse. ¡Ella es mía! Y como vuelva a tocar un solo cabello suyo… le juro por Dios que le arrancaré la cabeza. ¿Nos hemos… en-ten-di-do? Bien. – farfulló, dándole la espalda para volver a por mí, pasando un brazo por debajo de mis rodillas y el otro por mi espalda, alzándome y apretándome de nuevo contra él, caminando hasta dejar a Johannes allí, aun subido en aquél árbol.- Confío en que se pierda y no tengamos que volver a verle.- añadió en un susurro como si hablara consigo mismo.


El trayecto hasta el hotel fue silencioso y tenso. Yo apoyaba mi cabeza contra el sucio cristal de aquél carruaje, con la mirada perdida y mis pensamientos en aquél vampiro. Ya había amanecido y el sol brillaba con fuerza, convirtiendo en asfixiante el simple gesto innato de respirar. Mientras, Michael permanecía callado, con el ceño fruncido y jugando con los dedos de sus manos, inquieto. Parecía nervioso y no osé preguntarle el porqué, extrañándome aquél silencio, que no se interesara siquiera por mi bienestar después de casi 24 horas desaparecida en medio de la selva. En cualquier caso, lo prefería. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué había descubierto algo realmente impresionante que debíamos salvaguardar ahora que la naturaleza la había preservado casi intacta? ¿O mejor hablarle de mis horas junto a Johannes? ¿De cómo me había visto desnuda? ¿De aquél fogoso beso? ¿De la propuesta laboral que no pensaba rechazar? ¿O mejor de mis planes de abandono? No, definitivamente, prefería el silencio.

Pero lo bueno siempre se acaba y el carruaje se detuvo frente al hotel. En aquella situación incómoda en la que ambos debíamos bajar y ninguno se atrevía a ser el primero, yo aclaré la garganta, esperando llamar su atención, pues su mirada seguía clavada en la lejanía y a la vez, en nada. Desperté su interés y me fulminó una vez antes de alzar la mano hacia mí, deteniéndome. Salió del carruaje y yo aproveché los tres segundos de soledad para suspirar profundamente, meneando la cabeza, preguntándome por qué siempre complicaba mi vida si era tan sencilla como todo el mundo la veía. ¿Por qué a mí nada me parecía fácil? La puerta se abrió con brutalidad y mis asustados ojos se vieron reflejados en los de él, ahora fieros, completamente locos. Conocía aquella mirada mejor que nadie. Sabía el desenlace.

De nuevo me tomó en volandas entre sus brazos y me pidió que escondiera el rostro contra su pecho para evitar habladurías del personal del hotel mientras subía las escaleras en silencio, deteniéndose ante la puerta de su habitación, extrañándome que no fuera a la mía. Abrió la puerta de una patada y la cerró tras él del mismo modo, incluyendo el pestillo para evitar quizás, que alguien entrara y nos interrumpiera… o que yo intentara escapar de él. Me lanzó a la cama matrimonial de la sala con brusquedad, cayéndoseme su chaqueta de los hombros y mostrándome, por primera vez en su vida, desnuda ante él.

Entonces me dio la espalda mientras mi agitada respiración empezaba a hacer mella en mi pecho, pues me sentía ahogada, necesitaba aire, pero no osaba levantarme del lecho, asustada por lo que pudiera ocurrirme. Conocía su lado más amargo, sabía que bastaba una sola de mis palabras o un simple gesto para detonarle. Así que callé y esperé, con el pulso disparado, temiendo lo peor.

Él se pasó las manos por sus cabellos, peinándolos hacia atrás en silencio. Finalmente, escondió su rostro entre sus manos y sólo entonces ahogó un grito. Un grito de ira, de furia, de rabia contenida durante, probablemente, aquella misma noche. Y se giró con rapidez, atravesándome con aquella mirada loca suya, viendo cómo sus mandíbulas eran apretadas y su rostro empezaba a adoptar un color violeta y rojizo que me preocupó. La vena de su frente de hinchó y entonces, caminó a zancadas hacia la única ventana de la sala, cerrando las cortinas, sumiéndonos en una penumbra que me erizaba la piel. El miedo empezaba a apoderarse de mí y yo sólo quería gritar y salir corriendo, pero no pude. La cobardía me ató a aquella cama incluso cuando Michael recortó distancias y se presentó ante mi figura, ahora frágil y enclenque, tiritando mi piel de puro miedo ante su persona. Él sonrió cuál demente, relamiéndose los labios a medida que sus ojos se paseaban por la desnudez de mi carne, momento en el que llevé mis manos a cubrir mis intimidades, desviando la mirada de su rostro lujurioso. Aquello fue el detonante.

- ¡Mala ramera!- vociferó con una voz grave y punzante como el filo de un cuchillo, sintiendo en mi cuello la presión de sus manos en cuanto su cuerpo se abalanzó sobre el mío, forcejeando contra su agarre mientras él seguía gritándome al oído hasta hacerme llorar.- ¿Te da vergüenza desnudarte ante mí pero no ante él, eh? ¡Desgraciada! ¿Sabes cuánto llevaba esperando el momento de hacerte mía? ¡MÁS DE CUATRO AÑOS! ¡Estúpida engreída! ¡Desagradecida! ¡Todo lo hice por ti! ¡Por nosotros! ¿Y tú te fugas con ése? ¿A restregarte? ¿A fornicar?


Sus golpes contra mi rostro empezaron a dejar las primeras señales y ya podía sentir el sabor de mi propia sangre en mi boca. Y aun así, no me importaba ya mi vida. En mi cabeza sólo tenía espacio para Johannes, preguntándome si él se encontraría bien allá dónde estuviera, esperando que el sol no le hubiera alcanzado…

Otro golpe me sacó de aquellas cavilaciones.

- ¡Estoy harto de que me tomes por estúpido! ¡Estoy harto de tener paciencia contigo! ¡Estoy harto de esperar por nada! Sí… Oh sí… ya me cansé. Si tuviste para él, estoy seguro que guardaste algo para mí…


Entorné mis ojos cristalinos hacia el semblante de Michael en cuanto sus manos dejaron de aporrear mi cabeza o asfixiar mi cuello, recuperando el aliento por un momento. Y entonces, cuando creí que aquello había terminado al fin, una lágrima traicionera surcó las sendas de mi mejilla hasta caer sobre las sábanas de satén y en mi boca sólo halle un grito de socorro cuando los dedos de Michael fueron dirigidos hacia el cinturón de sus pantalones, desabrochándolo hasta lanzarlo a un lado de la habitación. Instintivamente intenté erguirme y retroceder, pero él, ahora riendo, me agarró del pie y me tiró hacia él, ignorando mis forcejeos, mis súplicas y mis llantos. Mis ojos desorbitados y teñidos de un terror espeluznante fueron testigos de cómo Michael se desprendía de la única tela que obstaculizaba con sus propósitos, acercándose a mí con ferocidad, agarrándome de las manos para que no pudiera zafarme de él, abofeteándome si no obedecía sus gestos, queriendo morirme cuando Michael me robó lo único que había salvaguardado todo aquél tiempo: mi castidad.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Mar Ene 22, 2013 5:49 pm

No habia bastado mas que una palabra por su parte para que ella saltara a sus brazos...
una mirada suya, una orden imperativa. Y ella se habia ido con él.

No podia evitarlo. Aquello me habia dolido.

Toda mi larga existencia siempre la habia pasado solo. Por lo que nunca nadie logro hacerme daño.
La unica vez que habia abierto mi corazon a alguien habia sido cuando era humano...y aun asi...
aquello no se asemejaba a lo que ahora sentia, pese al poco tiempo de haberle conocido, pese al poco tiempo de haber tratado con ella.
¿Porque? ¿Porque Anhiel me hacia sentir ahora de este modo?

Me apoye en el tronco del arbol, un tanto turbado, hastiado con el mundo y con la gente en general, siempre traicionera, siempre con el poder suficiente de herirte si tenian oportunidad.
Gruñi en silencio dando un puñetazo a aquel tronco, dejando marcados mis nudillos, enrabiado y decidido a dejar aquellas tierras atrás, pues por lo visto ya nada me ataba alli.

Sin embargo, me encontraba tan sumido en mis cavilaciones, que ni siquiera preste atención al hecho de que la luz se aproximaba.
Hasta que de pronto la claridad me hizo subir la mirada, moviéndome y gruñendo al apreciar la marca que habia quedado sobre mi brazo, cuya piel parecía ahora rociada por ácido. Abrí los ojos de par en par al apreciar los rayos del sol, que iluminaban ahora la copa del árbol mientras yo me apresuraba por saltar desde lo alto de aquel árbol al suelo, huyendo ahora de la luz que ya comenzaba a iluminarlo todo mientras yo corria por el bosque, escondiéndome entre las ultimas sombras en una carrera contrareloj en la que el sol seguía mis pasos mientras yo me movia haciendo uso de la maxima velocidad que pude utilizar, mientras me ocultaba entre las rocas y el ramaje, tomando impulso en los mismos troncos para saltar de uno a otro, escondiéndome en la poca frondosidad que ya me quedaba, mientras el sol corria tras de mi, ahora acariciando mi piel con suavidad, haciendome gruñir de dolor mientras seguia avanzando, sin parar, pues hacerlo seria mi perdición total y completa, por lo que corri mas que veloz, hasta que el bosque acabó, y con el los arboles, y las sombras de la selva...

Me oculte tras la ultima roca que quedaba, mirando mis manos temblorosas y quemadas mientras intentaba pensar en que hacer, ¡en cómo hacer! pues no me quedaba tiempo...
Hasta que por un guiño del destino, cuando la desesperación ya comenzaba a llenar mi garganta y a cegarme, el sonido de un carruaje llego hasta mis oidos haciendome alzar la vista con dificultad para ver como por un camino de tierra avanzaba a pocos metros míos, encaminándose en dirección a la ciudad que ahora se veía a lo lejos. Avanzando con parsimonia bajo el completo torrente de sol.
Tragué saliva, sabiendo que mi única salida era llegar hasta aquel carruaje, por lo que no lo dudé, o llegaba hasta él o moría en el intento...
y corrí...
corrí como hacia demasiados siglos que no lo hacia.
corrí bajo el sol, sintiendo como mi piel se rasgaba como si me estuviesen despellejando vivo hasta que cual bestia iracunda, embestí la puerta del carruaje, asustando a los dos únicos ocupantes, que gritaron horrorizados ante mi presencia que casi había desestabilizado el carruaje mientras yo, sin pensarlo me abalanzaba sobre ellos, sin manipular sus mentes siquiera, pues la sed y el hecho de estarme calcinando vivo eran demasiado fuertes, por lo que cual bestia sin limites, les aprese con mis garras, antes de romper sus cuellos con mis propias manos, bebiendo de forma mas que feroz y animal de sus arterias principales, atravesando sus cuerpos con mis propias manos para sujetarles mientras los bebia a ambos, irguiendo mi cabeza hacia atrás para percibir como la sangre bañaba mi garganta y resbalaba por mis facciones marcadas, cayendo en forma de gotas por mi menton y por mi pecho, tapándome casi por completo con la esencia de los inocentes, mientras yo intentaba respirar, aun con el cuerpo temblando por la sensacion de las quemaduras y por el sentir como ahora comenzaba a recuperarme lentamente, sintiendo de forma mas que vivaz como mi piel y parte de mis músculos de la espalda se recomponian poco a poco.
Entonces, el carruaje paro y yo contemple como el cochero corría para ver era lo que había sucedido, para ver que era lo que les había embestido de tal modo, a la vez que sus ojos, desencajados al igual que su rostro en una mueca de espanto, contemplaban los cuerpos desmembrados que caían a sus pies, mientras yo aprovechaba para cubrir mi cabeza con la capucha de la túnica de uno de ellos. Contemplando mi reflejo en uno de los cristales del suelo, un reflejo en donde me vi ojeroso, pálido, con las venas de un tono azulado marcándose por mi piel a la par que las quemaduras halladas en el lado izquierdo de mi rostro.
Desvié la mirada, mostrandoles mis ojos casi blancos a aquel hombre, horrorizandole hasta el borde del colapso, sin darle tiempo siquiera a que gritara, pues mi orden mental fue clara, por lo que sin apenas dilación el volvió a subirse al carruaje, calmando a los caballos y continuando por el sendero en dirección a la ciudad, veloz, tanto como los animales lo permitieron, mientras los cadáveres desmembrados y desfigurados reposaban en la árida tierra de las afueras de la ciudad, inservibles y sanguinolentos, quedando de una vez por todas, atrás. Perdidos en la nada.

intente respirar poco a poco, de forma pausada, contemplando como mi piel volvía a tener la tonalidad de siempre con el pasar de los minutos, mientras con los brazos apretando mi torso, descansaba un poco, ignorando el hecho de que acababa de matar a dos inocentes de la forma mas cruel que existía, ignorando el hecho de que mi cuerpo se había quemado y aun sentía aquel azote de dolor, ignorando que me encontraba ahora en peligro ante tal situación, pues en mi cabeza solo rondaba ella, y la idea de pensar en que le perdería. Aunque entonces lo pensé con mas detenimiento, hasta entender que no podía perderle...ella nunca había sido mía.
Gruñí en silencio, y me decidí a ir a por ella, a aclarar las cosas, si ella decidía quedarse con Michael, quería que me lo dijera a la cara, que me enfrentara, que me diera una respuesta... Pues tenia que oírlo de sus labios, si ella quería quedarse con él, quería y necesitaba escucharlo ... Después de eso me marcharía de México para no volver.

Y así, entre mi respiración agitada y mis ojos furiosos, llegué al hotel, corriendo bajo la capucha hasta adentrarme en el edificio, encontrando a los hombres de Rochester, escuchándoles mientras seguía avanzando con normalidad, como si me dirigiera a la recepción.

No puedo creer que hayan cerrado todo...
que todas las excavaciones se hayan suspendido, ¡es un espanto.!

Michael, maldito sea. lo predispuso todo en cuanto esa se perdió, mando al hotel a recoger todas nuestras pertenencias sin siquiera avisarnos...Se arrepentirá de ésto! comento iracundo.
él y su prometida...Espero que no la deje viva de la paliza que le va a dar...
Dios santo no digas eso...
Es cierto...sabes cuando llevan arriba?...son los únicos huéspedes que quedan...

Mis ojos se desencajaron al oír eso, dejando atrás el enfado que tenia por sentirme "rechazado o abandonado" para cambiarlo por el mas simple y puro sentimiento del miedo. Miedo por ella, miedo por su bienestar.
Anhiel podía hacer lo que quisiera, irse con quien le diera la gana, pero por que lo deseara...no porque nadie le obligara. ¡Eso jamás lo permitiría! La amaba demasiado como para aceptarlo y la idea de ver que le dañaban me superaba demasiado, -incluso como para darme cuenta en aquel momento, que mi mente habia pensado en el verbo amar al pensar en su persona...algo que definitivamente no podía pensar en aquel momento.-

Corrí por el pasillo empujando a esos dos y pasando por en medio, ignorando los gritos de los guardias que me impedían el paso, empujándoles a un lado para subir de se modo las escaleras a zancadas, prácticamente de tres en tres hasta que llegue hasta aquella planta, hasta que llegue a aquella puerta, la cual no dude en echar abajo de una patada para adentrarme y contemplar entre las sombras como Michael embestía a Anhiel sin piedad, golpeándola, insultándola mientras ella intentaba librarse de sus manos abusivas y de su fuerza notablemente superior a las de ella...

Lo que ocurrió después fue... rápido. demasiado rápido...
Me abalance sobre él, le quite de encima de ella, y ambos rodamos en el suelo, destrozando el mobiliario arrastrando con nosotros las mismas sabanas, las botellas almacenadas, las copas, los libros, e incluso los papeles y plumas de los cojines que ahora se alzaban por doquier, junto a todos los escombros que producíamos mientras Michael me miraba ahogando un grito al sentir mis puños desfigurando su cara, alzándole, haciéndole chocar contra la pared, creando grietas a su alrededor a la vez que me centraba en su mente para provocarle el mas terribles de los tormentos, dañando su mente por dentro, haciéndole que sintiera como si afilados cristales se enterraran una y otra y otra vez en su cabeza hasta hacerle enloquecer, mientras él en un intento desesperado por librarse de mi extendía los brazos de lado a lado, agarrando lo primero que encontraba para lanzarmelo por encima, notando como quería estrellarme contra el rostro aquella lampara de aceite, que esquive y que se estrello contra el suelo, desparramando el aceite con la llama casi extinta que aun almacenaba, una que junto al licor de las botellas rotas y a la tela impregnada en ello, no tardo en encenderse y desparramar aquel fuego por la habitación, mientras yo soltaba a aquel energúmeno, al percatarme de las llamas que ahora acechaban la estancia llegando a Ani, que aun en el lecho intentaba levantarse sin poderlo hacer del todo, mientras sus cabellos tapaban sus marcas en el cuerpo así como las lagrimas que le ahogaban, por lo que sin dudarlo corrí hacia ella, ignorando a Michael que seguía retorciéndose en el suelo para llegar hasta su malherido cuerpo, tomándole en brazos y sujetando su cabeza contra mi pecho antes de escapar de la habitación, apreciando ambos en tan solo un segundo, como las llamas se confundían ahora con los gritos desgarradores de aquel que ahora comenzaba a revolcarse y a quemarse sin poder alzarse del suelo. Mientras ambos salíamos de ahí, apreciando como el fuego comenzaba a devorarlo todo poco a poco...

...
Ni siquiera se como se expandió tan rápido...
Ni como le saque de allí ocultándome del sol...
Solo se que pese al descontrol del momento y de mi mismo, logre sacarla de allí y llevármela conmigo a las afueras de aquella misma ciudad, donde en una pequeña habitación del hospital, logre que fuera atendida, esperando como un alma en pena que despertase mientras yo, hecho casi un ovillo, me ubicaba sentado en una esquina de la misma habitación, en el suelo, tapando mi cabeza como si quisiera ocultarme de mis propios actos, mientras en silencio esperaba su despertar, sin saber exactamente que iba a decir, que iba a pensar...o que iba a hacer...

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Mensaje por Jill Von Kraft Miér Ene 23, 2013 5:37 pm

[...]

- Señor, lleva varias horas sin moverse de su lado. Debería descansar un poco. Vaya a casa, aséese, coma algo y vuelva mañana, de bien seguro ya se encuentra despierta... Oh, como prefiera, señor.

Unos fríos dedos se posaron sobre mi frente y se deslizaron por mi rostro, escuchándose de nuevo la voz femenina de antes sin que mi cuerpo respondiera a los estímulos recibidos.

- Parece que la fiebre ya empezó a descenderle y sus constantes vitales parecen estabilizadas, aunque sigue inconsciente no creo que se demore mucho en despertar. En cualquier caso, seguramente lo haga con algún patrón típico de un estado de histeria...- explicó con cierta vehemencia.- ¿Me permite? Desearía hacerle una revisión de los daños físicos que sufrió la paciente, por lo que debería esperar fuera un momento... Oh, espere, señor... Necesito su identificación. ¿Quién es ella...?

Lo intenté de nuevo y al fin creí haber movido uno de los dedos de mi pie derecho, recuperando poco a poco la sensibilidad del tacto. Poco a poco pude mover mi mano y gesticular con los labios, pero en aquél momento la puerta se cerró y la mujer pareció percatarse entonces de mi despertar, por lo que procedió a reanimarme con su ayuda.

Al fin, pese a sufrir cierto dolor en la cabeza, logré despegar mis párpados y enfocar el lugar en el que me hallaba, una diminuta habitación de paredes blancas, de suelo marmóreo, con una ventana cuya persiana bajada me impedía ver el exterior y una mujer vestida de blanco con un gorrito del mismo color con una cruz roja en el centro, comprendiendo que era una enfermera, relacionándola con el lecho de sábanas blancas en el que me encontraba, comprendiendo que me hallaba en un hospital o alguna consulta médica.

Y entonces, cuando quise erguirme y abrir la boca para preguntar qué era lo que había ocurrido, en mi mirada aparecieron los retales de una noche para olvidar, sin duda. Poco a poco fui recordando y de nuevo un escalofriante asco hacia mí abrazó mi cuello hasta realizar un nudo en éste por el que me sentí asfixiada, faltándome el aire y haciendo correr a la enfermera en busca de ayuda mientras yo me quedaba en aquella cama, llorando aun sin sentir dolor o tristeza alguna, sintiéndome morir sin que en realidad me importara desvanecerme de aquél mundo ahora. Me sentía ultrajada, me sentía sucia, pecadora, me sentía...

Desvié la mirada vacía hasta que mis ojos se clavaron en un periódico que se hallaba sobre la mesita de noche junto a un vaso de agua. Estiré mi mano temblorosa para aferrarme a aquellas hojas amarillentas y arrugadas, acercando a mí la portada de aquellas páginas en la que el titular me sobrecogió:



TRAGEDIA EN MÉXICO

El famoso arqueólogo y profesor Michael August Rochester y su prometida Anhiel Satine Lithium fallecieron el pasado martes en el Hotel Ciudad Teotihuacán de México a causa de un incendio accidental que arrasó su habitación en plena madrugada. Los cuerpos no han podido ser identificados debido al deplorable estado en los que fueron hallados, quedando de ellos tan sólo algunos restos dentales, pero los testigos y las pruebas aportadas por el complejo hotelero apuntan que se trata de la joven pareja estadounidense que pasaban unos días en la ciudad para llevar a cabo una expedición arqueológica.

La policía mexicana apunta que el fuego se originó por una lámpara de aceite que...





Alguien tocó con los nudillos el marco de la puerta ya abierta y me sobresalté, dando un brinco en la cama que me hizo soltar el periódico de las manos hasta caer al suelo desparramado, alzando luego la vista hacia el intruso que apareció con rostro demacrado y una mirada compungida. Era él, Johannes.

Sí, lo recordaba todo, ahora... Él había sido quién apartó a Michael de mí cuando éste me... y quién le había mata... y por quién ahora yo estaba viva...

Tragué saliva y le miré con los ojos llorosos, sin poder controlar mi voz temblorosa que me traicionó nada más abrir la boca.

- Estoy muerta... Yo... Yo estoy muerta... - balbuceé, empezando a sentir de nuevo una angustia desmesurada que me ahogaba entre sus brazos, llevándome las manos a mis cabellos para tirar enérgicamente de ellos pese a que él llegó hasta mí a grandes zancadas para detenerme, intentando apartar las uñas con las que yo misma intentaba arrancarme la piel con tal de no sentir hervir el aroma de Michael en mi piel, siendo inútil mis esfuerzos cuando Johannes me tomó de las muñecas para detenerme, obligándome a mirarle, sosegándome al momento.- Sobrevivir es estar muerto...- sollocé aun, derrumbándome ante él cuyos brazos me envolvieron en un reconfortante abrazo que pareció recomponerme parte de los retales de mi alma desmoronada, desahogándome con él durante largos momentos en los que el silencio sólo se rompía por mis llantos descontrolados, sintiendo que tras aquél mar de lágrimas no quedaría una gota de agua en mi cuerpo.

- Discúlpenme si interrumpo, pero la muchacha debería descansar.

Ignoré la voz de la enfermera que hablaba desde el umbral, llevando consigo algunas pastillas y otro vaso de agua, esperando que Johannes se apartara de mí sin darse cuenta de que precisamente era eso lo último que yo deseaba.

- Señorita... - volvió la mujer de pelo platino una vez se acercó al lecho para depositar las medicinas sobre la mesa auxiliar.- Dígame su nombre, por Dios.- pidió con verdadera desesperación, señalándome unos formularios que probablemente debía rellenar para poder hospitalizarme.

- Ginevra Isolde Cornwall. - respondí sin titubeos, ignorando la confundida mirada de Johannes que junto a mí sostenía mi mano mientras la enfermera preparaba la aguja para la inyección.

Y allí, en aquél momento, empezó mi nueva vida y mi nueva identidad.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Dom Ene 27, 2013 10:53 am

Apreté la mano de Ani mientras la enfermera se acercaba con aquella aguja, indicándome con la mirada que debía dejarla descansar, pese a que irme no era precisamente lo que mas deseaba en aquel momento, que al fin le escuchaba y al fin podia mirar sus ojos.
Mire a Ani, y acerque mi mano hacia su mejilla, acariciándola suavemente, limpiando con el mismo pulgar aquellas lagrimas que empañaban su semblante.

Gine...descansa cariño yo... No pude evitar tragar saliva al ver la gigantesca aguja que la enfermera depositaba en una bandeja a la espera de que yo saliera de la habitación ..por lo que desvié la mirada hacia Ani, centrandome en sus ojos. vendré en breve. Sus ojos me miraron con cierta angustia por lo que añadí. No, no me iré de aqui sin ti. Te lo prometo.
Sujete su mano firmemente contra mi pecho antes de depositar un suave beso en la palma de su mano abierta.
Ani asintió bajando la mirada y entonces yo me puse en pie mirando a la enfermera.

Y...Usted... ¿tenga cuidado con eso,quiere? ¡Esas cosas la carga el diablo! Comente bromeando, mientras la enfermera sujetaba la inyección y la probaba haciendo que saltara un chorro de aquel liquido en aire antes de acercarse a ella, mirandome,mientras parpadeaba a la vez que Ani sonreía ligeramente, gesto que por si solo hizo que volviera a respirar.
Llegue hasta el marco de la puerta y le contemple una ultima vez, encontrándome con su mirada, que de forma inconsciente me hizo sonreír. Le guiñe un ojo antes de salir hacia el pasillo y dejarles a ambas solas, mientras caminaba por el pasillo con las manos en los bolsillos, y el ceño fruncido. En aquel momento habría matado por algo de tabaco.

Continué caminando hasta que de pronto sin darme cuenta, llegue a un área del hospital que no sabia muy bien cual era. Por lo que me senté al lado de un hombre notablemente nervioso, mientras miraba hacia todos lados, esperando que llegara aquel a quien yo estaba esperando.
Entonces, como si aquel individuo me hubiese leído la mente, me ofreció un cigarrillo a la vez que yo lo aceptaba y agradecía con un gesto de cabeza, encendiéndolo y dejándolo descansar entre mis dedos mientras apoyaba los codos sobre mis rodillas.

¿Esperando a su mujer también?
¿...? Parpadee y arquee una ceja.
Si...algo asi...
¿cuantas horas lleva aquí?
veintisiete horas, treinta minutos y catorce segundos. Comente mientras miraba el reloj de la pared.
Oh, pues yo solo llevo cuatro horas, pero ¡esto se me esta haciendo eterno.! ¡Nadie me dijo nunca que esto de la paternidad fuera tan estresante!
*¡COFCOFCOF!*
El humo del cigarrillo que estaba probando se me acumuló en los pulmones, haciéndome toser atoradisimo, al percatarme de que había llegado al área de maternidad. Haciendo que el hombre que tenia al lado, con un frondoso mostacho me diera una serie de golpetazos en la espalda, que por poco me desestabilizan del asiento.
Me levante y el buen hombre se levanto tambien, pues la enfermera se acerco a el conduciéndole con ella por el pasillo, mientras que yo aprovechaba para escapar de aquella sala, aun esperando a cierto individuo, hasta que de pronto le vi. Era uno de los mismos botones del hotel donde nos hospedábamos.
El hombre, con paso firme camino hacia mi y me entrego un sobre que saco del interior de su chaqueta. mientras me miraba y yo asentía dejando de manipularle para indicarle sin una sola palabra que se fuera a casa. Mientras me daba media vuelta dejandole ahí solo, a la vez que el empezaba a parpadear, recobrando poco a poco su voluntad, preguntándose seguramente como habría llegado hasta allí.

Entonces, llegue hasta la habitación de Ani y me quede fuera, apagando el cigarro y quedándome en silencio, un tanto cabizbajo incluso, hasta que la enfermera salio, dejándome la puerta entreabierta, indicándome con una sonrisa amable que ya podia entrar, por lo que me adentre sin dilación, a la vez que miraba a la paciente, apreciando como parecía un tanto absorta en sus pensamientos, mientras contemplaba la persiana bajada.

La subiría...Pero el moreno de piel...no me sienta muy bien, es una cosa de familia . Indique bromeando, mientras me sentaba en el borde de la cama a su lado, abriendo el sobre que me habían pasado y que había mandado a aquel hombre a buscar el día anterior, cuando había sacado a Ani del hotel.

Saque los dos billetes del sobre y se los extendí para que los mirase, mientras ella los tomaba entre sus manos mirándome con cierta curiosidad.

Quiero irme de aquí esta misma noche. Comente ante su asombro.
Si vine, fue porque Michael me lo pidió como favor personal, y porque a la vez tenia que buscar al nuevo director de arte precolombino. Pero ahora, ya nada me ata a este lugar...salvo tu Ani.
Me acerque un poco hacia ella, y aparte uno de los mechones de sus cabellos, posandolos tras su oreja con cuidado, bajando mi mano para sujetar su mano y acariciar su dorso con mis dedos mientras le miraba.
Quiero que vengas conmigo a París.
....
Te prometo que cuidare de ti, que velaré porque seas feliz y porque vivas como lo deseas...sin la presión, ni la sombra de nadie.

Desvié la mirada un instante y torcí una sonrisa.
Se que es un tanto...precipitado, y que quizás suena demencial marchar con alguien a quien conoces desde hace tan poco tiempo... Pero... Le contemple de reojo, y baje la mirada, sin saber porque de pronto me sentía un tanto avergonzado, cosa muy poco habitual en mi, por lo que quise ignorar aquel sentimiento para continuar.

Te necesito.
Y quiero que aceptes.
¿Que me dices?

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Mensaje por Jill Von Kraft Dom Ene 27, 2013 12:09 pm

Inexplicablemente, la muerte de Michael e incluso que mi nombre ahora se encontrara en las esquelas de los periódicos locales no me liberó del peso que acarreaba aun en mi pecho. No lograba sacarme de mi mente sus ojos fieros y desquiciados, inyectados en locura. No podía olvidar la brutalidad con la que sus manos se fueron amoblando a cada curva de mi cuerpo. ¿Cómo ignorar la firma de su tacto en cada poro de mi piel? Su aroma aun impregnaba mi anatomía, recordándome una y otra vez que mi carne había sido suya, que habían sido sus labios los que habían profanado mi mayor secreto. Y yo no podía omitir las marcas físicas de sus arañazos, de sus golpes que ahora adornaban mi semblante tal y como el cristal de la ventana me mostraba, recordándome cuán sucia me sentía, cuán asquerosa percibía mi piel apegada a mis huesos, cuán absurda me parecía ahora seguir con vida después de semejante y horrible ultraje. Y es que supe a ciencia cierta... que jamás olvidaría la huella que en mí marcó Michael Rochester. No sólo en el lienzo de mi cuerpo... sino en mi propia alma, ahora malherida y maltrecha.

Pero fue la voz de Johannes la que arrancó aquellos pensamientos de mi mente, forzando una efímera sonrisa cuando se acercó a mí y se sentó en el lecho, ofreciéndome un sobre del que extraje un par de billetes, alzando luego la mirada hacia él, confundida.

Johannes fue directo al grano, sin rodeos. Me contó sus planes de marcharse aquella misma noche y por unos segundos, sentí mi alma desfallecer, abandonar mi cuerpo y dejándome como un vegetal. Él se iría en unas horas... y le perdería para siempre.

Aquella idea me martirizó y desvié la mirada, mordiéndome los labios mientras en mi cabeza empezaban a sucederse un sinfín de absurdos pensamientos, miles de formas de morir, siendo todas ellas bastante tormentosas. Había dejado de escucharle, centrándome en mi mañana, a cuando me dieran el alta médica y tuviera que enfrentar el mundo y la vida sola, sin ser yo misma, teniendo la oportunidad de empezar de cero... o terminarla.

El silencio me hizo regresar a aquella habitación, entornando mis ojos hacia Johannes que me miraba sonriente, como si esperara algo de mí, quizás una respuesta, pero no le había prestado atención así que le hice repetir y al hacerlo, mi corazón dio un vuelco en mi pecho y mis ojos se cristalizaron, inclinándome hacia él de forma innata.

- ¿A París?- repetí, completamente inundada de un goce indescriptible, abriéndose ante mí un abanico de posibilidades, llenas de puertas abiertas cuyas luces resplandecientes me clamaban para que arriesgara mis pasos.- ¡Sí! ¡Claro que sí! ¿Qué loca rechazaría semejante oferta? ¡Oh, Jan! ¡Gracias!- exclamé, abalanzándome a su cuello con fuerza.- ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Gracias por haber pensado en mí, prometo no decepcionarte!

[...]

El resto del día estuvimos trazando los planes que nos conducirían hacia el puerto y de allí, con un barco, llegaríamos a las tierras francesas, dónde él convivía con su familia. El hecho de conocer a sus padres y hermanos me puso un tanto nerviosa, pero intenté no adelantarme a unos acontecimientos que no veía factibles a corto plazo, pues lo cierto era que en mi cabeza no podía pensar en nada más que no fuera en huir de México y del continente americano, esperando que quizás París se convirtiera en mi salvavidas, en una nueva oportunidad para mí. Jan... bueno, era cierto que sentía algo por él... Pero antes de que mi corazón pudiera hablarme sobre ello y así mi razón entender lo que me sucedía con el vampiro, yo condenaba a aquellas revoltosas maripositas estomacales y me inyectaba una dosis de olvido para mantenerme firme ante aquella situación, tal y como era típico en mí: rehuir de aquello que me hace débil.

Al atardecer ya me encontraba mejor físicamente, por lo que aun conectada a la bolsa de suero empecé a moverme por la habitación, guardando en una bolsa algo de ropa que había pedido a la enfermera que me había atendido las últimas horas como favor personal, pues no tendría tiempo de ir a comprar nada y algo me decía que ella sabía de mi plan de huída aquella noche aun y no disponer todavía del alta médica. Sea como fuere, ella me ayudó.

Cuando al fin el manto de la noche cubrió el cielo y lo adornó con miles de estrellas parpadeantes me deshice del camisón y me enfundé un ligero vestido de tonos pastel, recogiendo mis cabellos en un moño antes de tomar la bolsa y agarrarme de Johannes, quién sonriente me indicó que subiera a su espalda tal y como había hecho en aquella ocasión cuando perdidos en la selva debíamos huir de los lobos. Ahora no huíamos de las fieras salvajes, pero sí de mi pasado, tan atroz como aquellos animales.

Después de un largo trayecto en carruaje -en el que por cierto, me quedé dormida sobre el hombro de Jan- llegamos al puerto principal, dónde, mostrando los billetes y unos pasaportes falsos, logramos adentrarnos en un gran y lujoso buque que nos conduciría hasta París, un viaje largo de unos cuatro o cinco días, dependiendo de cómo se encontraban de tranquilas las aguas del Pacífico.

Aun acarreando la bolsa en mi hombro pedí a un mozo de la embarcación que nos guiara hacia nuestro camarote, llevándonos por unas escaleras ascendentes y cruzando varios pasillos hasta que se detuvo frente a una puerta de madera que abrió con una llave que luego entregó a Jan que se encontraba tras de mí, invitándonos a pasar antes de que éste desapareciera tras una propina que Johannes le dio disimuladamente.

El interior de la estancia era precioso, sus muros estaban ricamente adornados con tapices rojos de cenefas que contrastaban con las paredes de madera y el techo artesonado. El suelo estaba cubierto por una fina alfombra de colores arenosos y el mobiliario iba a juego con los tapices, siendo éstos elegantes aunque escasos, resumiéndose en un gran lecho matrimonial de sábanas blancas y cabezal de madera, dos butacas escarlatas, una pequeña mesa redonda con tres sillas a su alrededor, un armario de dimensiones reducidas empotrado junto al baño equipado con una bañera, un inodoro y un salpicadero bajo el espejo, y finalmente al lado opuesto dónde se hallaba la cama, una gran ventana con vistas al horizonte y con sus finas cortinas translúcidas ligeramente apartadas por una cuerda dorada a lado y lado.

- Es... preciosa.- exclamé en un balbuceo, girándome sonriente hacia Johannes que ahora cerraba la puerta tras él y corría el pestillo.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Feb 09, 2013 7:29 pm

Tras cerrar el pestillo me encamine con una gran sonrisa hacia el interior de la habitación.

Bienvenue dans votre chambre, belle dame. Comente parando frente a ella para hacer una elegante reverencia. A la vez que tomaba su mano y le conducía cual baile por la habitación, sujetándole de la cintura mientras paseaba con ella señalándole todo lo de la habitación cual vendedor inmobiliario.

-¡Vera madame, por aquí tenemos una lujosa cama matrimonial, dispuesta de múltiples cojines, en tonos que incitan al pensamiento, ya sea de descanso ya sea de caos o cosas obscenas y ocultas! Comente mirándole con gesto de escándalo, negando con la mirada. Antes de hacerle dar una vuelta como si fuera otro paso de baile para conducirle hacia la una de las puertas cercanas. Abriéndola para dejar ver un espacioso baño iluminado y decorado elegantemente, ya predispuesto con algunas velas para la recién llegada.
¡Y por aquí podemos ver el centro de relajación y ocio de nuestra invitada, como ve, esta provisto de todas las comodidades para que se sienta usted como la reina invitada que es, teniendo por delante todo el tiempo del mundo para dedicárselo a sí misma, deleitándose con su imagen en el sinfín de espejos que tiene por delante! Indique tomándole nuevamente de la cintura para acercarla hacia mí con un movimiento un tanto brusco, agachándome un poco para quedar a su altura y para juntar mi mejilla junto a la suya, mientras le conducía en otro improvisado paso de baile esta vez de tango, a la vez que cruzábamos la habitación hacia la ventana.

Por este camino se ven los sofás y el pasillo que nos conducen a los ventanales…
¡Y por aquí tenemos las maravillosas vistas al más extenso de los océanos que se abren ante nosotros. Aquí usted podrá contemplar cómo nos alejamos de las costas de América y nos vemos rodeados de mar, para encontrar en un breve lapsus de tiempo un nuevo horizonte lleno de sorpresas, en la que le espera una nueva y emocionante vida que le pertenece por entero!
Comente casi de sopetón, como aquellos vendedores que hablan sin parar. Mirándole y sonriéndole, tomando aire y hablándole más sosegado.

Una nueva vida en Europa, una vida libre…
No suena mal…¿verdad?
Ella rio ante mi larga palabrería, a la vez que yo le tomaba de la mano y le conducía conmigo hacia otra de las numerosas puertas. Abriéndola para dejarle ver la habitación contigua a la suya, una que era exactamente igual a la de ella, salvo por el detalle de que los colores de la nueva habitación eran quizás mas oscuros y apagados, gran parte en tonos azulados.

Esta será mi habitación, me tome la libertad de tomar la suite divida para los dos. Espero que eso no te moleste Ani.
Aqui nadie nos incordiara, y si deseas que te traigan cualquier cosa, solo debes llamar al servicio... O gritar y yo mismo vendré a ver a quien debo lanzarle algún libro por la cabeza.
Indique bromeando. Antes de mirarla y quedarme quizás un instante de mas mirando sus ojos brillantes, apreciando aquella vitalidad, aquella vivacidad y aquella emoción que mostraban sus ojos hipnotizadores, aunque parpadee al ver que de pronto se ruborizaba, quizás porque le había incomodado mirándole de ese modo, por lo que lleve una mano a mi nuca y desvié un tanto la mirada, sin querer avergonzarla.

Ahm. Yo iré a darme de un buen baño, y a ponerme algo decente. Que a este paso no me confundirán ni con un enterrador, indique al ver mis ropajes aun demasiado sucios, que no había podido adecentar siquiera.
Por lo que mire a Anhiel una vez mas y aparte uno de los mechones que cruzaban su frente, acariciando su pómulo con el pulgar, antes de inclinarme y darle un suave beso en la mejilla.

No tardare. Luego podría acompañarte a cenar si gustas.
Oh por cierto, a los pies de mi cama han dejado algo para ti, espero que te guste.
Comente girándome para caminar por mis aposentos en dirección al cuarto de baño, dejando que Ani se quedara allí, en la entrada de la suite, quizás curiosa con lo que había pedido al servicio que trajera para ambos. Pues había podido rescatar algunas de nuestras maletas del hotel antes del incendio, ya que Michael había desalojado a todo el mundo y parte del equipaje se había salvado. Por lo que por parte de Ani, había logrado recuperar una de sus maletas, y había hecho traer un paquete especial para ella.Y por mi lado, había podido rescatar solo mi bolso de mano; en aquel tenia parte de mi instrumental, un par de libros, las cartas de papá, alguna que otra foto de la familia y mis blocs de notas. cosa que ya me bastaba, aunque ahora que lo pensaba mientras cerraba la puerta del baño, no tenia ninguna prenda de ropa.

Frunci el ceño e hice una mueca.
¿Me dejarían pasearme en albornoz por el barco hasta que encontrara a un sastre que me quisiera atender?

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Mensaje por Jill Von Kraft Dom Feb 17, 2013 1:16 pm

Pronto escuché el sonido del agua correr y el silencio reinó en la sala, cerrando un momento los ojos mientras controlaba mi respiración. Aquél era el primer momento en el que me encontraba a solas después de lo ocurrido con...

Tragué saliva esperando deshacer el nudo de mi garganta.

Crucé la sala masajeando mis sienes y me acuclillé frente a mi maleta, el bolso de mano y una caja de color beige con un flamante lazo negro en una de sus esquinas. Primero, decidí ver qué habían podido salvar de mis pertenencias, por lo que, impacientemente, abrí mi maleta y saqué alguno de sus objetos, buscando otros y refunfuñando por la pérdida de unos cuantos. Al final, sólo contabilicé la presencia de unos cuantos de mis manuscritos -gracias a Dios, el último y más importante de mis trabajos se hallaba a salvo-, algunos artefactos de investigación, unos documentos de identidad falsos y un par o tres de prendas de vestir. Suspiré apesadumbradamente, apoyando todo mi peso en las rodillas cuando estiré mis manos hacia la bolsa de mano. ¿Estaría allí todo cuanto me faltaba? Al abrirlo supe que no se trataban de mis pertenencias, sino de las de Johannes. Al menos, aquella fotografía que mis dedos sujetaban no era mía. Mordiendo mis labios y mirando de reojo el espejo del tocador cuya perfecta inclinación me mostraba la puerta entreabierta del baño y su cuerpo zambullido en la gran bañera de porcelana, decidí fisgonear en aquella imagen. En ella, aparecían dos hombres y una mujer. Uno de ellos era Johannes, tan apuesto y sonriente como siempre. Parecía feliz, abrazando a una pareja visiblemente más joven que él. Extrañamente, me pareció que el muchacho se parecía mucho a Johannes. Unos rasgos que me hicieron pensar que podían tratarse de familia, quizás de hermanos. Sus cabellos debían ser claros, quizás castaños o pelirrojos, y muy lisos. Su mirada era tan translúcida que de algún modo, me estremeció, como si lograra atravesarme. No obstante, su cálida y alegre sonrisa disipaba aquella frialdad que emanaba de sus ojos y logró relajarme. En cuanto a la mujer... había algo extraño en ella. Sus facciones no eran muy europeas y su tez, pese a que la fotografía fuera en blanco y negro, parecía ligeramente más oscura que la de los hombres. Sus ojos eran almendrados y de un profundo color oscuro que contrastaba con los de su pareja. Su cabello también era más oscuro y rizado. Parecía... ¿indígena? Aquella absurda idea me hizo gracia, aunque algo me hizo pensar que bien podía ser posible. Si Johannes era un vampiro y de eso estaba segura, probablemente era tan viejo como la misma humanidad. Habría viajado por todo el mundo y conocido a gente de cada rincón de éste. Quizás se trataban de unos amigos que conoció en alguno de sus viajes de explorador...

De repente, el sonido de unos nudillos contra la puerta me sobresaltaron y mis dedos soltaron la fotografía que volvió a colarse entre los objetos de Johannes. Me erguí y caminé con rapidez hacia la puerta, abriéndola mínimamente, como si temiera que fuera la policía que había venido en mi busca, haciéndome sentir como si fuera una criminal que intentaba huir del país. Bueno, pensé, al fin y al cabo, eso hacía.

- ¿Qué desea?- pedí con forzada amabilidad, controlando mi voz aunque no mis ojos, que vagaban inquietos a lado y lado del pasillo, ignorando la figura de aquél botones de rostro angelical, un tanto ingenuo, quizás. Él carraspeó y se sacó del bolsillo un pequeño papel arrugado que estiró con sus dedos para poder leer en voz alta, algo que supuso todo un reto para mí para no estallar en una gran carcajada ante su cantar.

- ¿Se aloja aquí el señor Evaristo Piernabierta Zas y la señora Ana Macía Pajas?

Alcé una ceja y meneé la cabeza, alzando ya mi mano para señalarle la puerta de enfrente dónde sí se alojaba aquella pareja. No obstante, no llegué a realizar semejante ademán, pues vi aquello que sostenía el botones y me di prisa en responder.

- Así es.- mentí con firmeza.

El botones me entregó aquella enorme maleta blanca con adornos dorados en las esquinas y se despidió después que le diera como propina un beso en la nariz, algo que me hizo sentir un tanto incómoda por un momento. Cerré la puerta ahogando una risilla maliciosa y corrí hacia el lecho de la habitación de Johannes, extendiendo la maleta y empezando a trastear lo que contenía. Para nuestra suerte, había prácticamente de todo cuanto necesitábamos de ropa, por lo que podríamos no preocuparnos por ello al menos durante aquél viaje.

Lo cierto es que sentí lástima por aquél matrimonio cuya maleta no les llegaría, aunque pronto me olvidé de aquellos desconocidos y desempaqueté la maleta, tropezando sin querer con aquella caja beige. Volví a alzar la vista hacia el baño y escuché a Johannes tararear una canción mientras su mano estrujaba una esponja enjabonada y se la pasaba suavemente por el brazo... Carraspeé un momento y desvié la vista del espejo, bajándola a la caja que destapé para contemplar, ahogando un grito con las manos, un maravilloso vestido de color azul marino. Con cuidado tomé de los hombros aquella prenda y me alcé para verlo en su magnificencia, colocándolo sobre mí como si ya lo luciera y corriendo al espejo para verme con él, imaginándomelo. Los pliegues, suntuosos y elegantes caían por una falda abombada y larga hasta los pies. La parte de arriba era lisa y las mangas cortas eran amplias.

Volví a la caja y en su interior localicé dos cajas más, de colores oscuros y más pequeñas. En una de ellas encontré dos zapatos negros preciosos recubiertos de cristales oscuros que brillaban con luz propia. En la otra, una gargantilla espléndida con tres enormes cristales azules incrustados en una filigrana plateada. La pieza estaba adornada con cuentas, perlas y lágrimas cristalinas que hacían de ella, una auténtica obra de arte. Tragué saliva y me recordé cómo era aquello tan simple como respirar.

En aquél preciso instante, la puerta del baño se abrió y Johannes apareció anudándose un albornoz de colores claros a la cintura, momento en el que enrojecí y le di la espalda, disculpándome entre balbuceos por mi impertinencia al hallarme allí aun, deseando que la tierra me tragara mientras, a tientas, buscaba la pared lateral que me guiara hacia mi cuarto, tropezando sin querer con unos zapatos tirados en el suelo que me hicieron desestabilizar, girar y agarrarme a lo primero que pude, una especie de cuerda de tacto suave que tiré y me llevé conmigo al suelo. Alcé la vista, dolorida. Mis ojos se desorbitaron y de reojo, miré aquello que mi mano sostenía: el cinturón del albornoz.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Mayo 04, 2013 3:40 pm

Intente agarrarla pero antes de poder hacer nada por sostener el cinturón, su tiron y la propia bata resbalaron dejándome como dios en su magnificencia me habia traido al mundo.

¿Ani…? Llame preocupándome por ella al verla en el suelo ante aquella caída. Pero entonces la vi y parpadee al ver su boca entreabierta y sus ojos desorbitados, que no me miraban precisamente a mi a la cara sino que miraban un poco mas abajo de mi pecho, mas debajo de mi torso, mas debajo de mi vientre…si. Ahí, ahi miraba. Y lo cierto es que no me había dado cuenta hasta que yo mismo baje la mirada y...

¿Mmm?
...
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!


Mire a un lado tomando lo primero que pille, que fue la tapa de una bandeja que ocultaba fruta en su interior, posándola en mi entrepierna, pero entonces, al mirarme de reojo en el espejo, vi que no me tapaba… “lo suficiente” Creo que aquella fue la primera vez que me disguste por haber heredado el gran talento de los Délvheen, y es que ¡por todos los santos! La tapa era grande y aun así no había alcanzado para…
Me incline rápidamente, arrodillándome en el suelo frente a a ella, -aun con la tapa- tapándome de ese modo con una sonrisa nerviosa mientras ella enrojecida hasta unos niveles que jamás imagine que pudiese tomar un rostro humano, me miraba intentando gesticular algo que no salía de sus labios.
Por lo que ambos nos quedamos en silencio un minuto eterno, mirándonos sin saber que decir.




¿Te…ha gustado el vestido? Lo …pedí en azul marino porque imagine que te agradaría y que resaltaría tus ojos…y tus cabellos… por si luego, ya sabes…te gustaría que fuéramos a cenar…aunque, no tengo ropa, perdí esa maleta…jejejejejejeeje
...
...
...


Me mordí los labios conteniendo la risa a la vez que la miraba a ella en la misma situación, aguantando hasta que ambos estallamos en carcajadas, en las que reí como hacia mucho que no hacia, entre carcajadas que me llenaron los ojos de lagrimas. Creo que hacía mucho tiempo que no sentía tanta vergüenza, ni que me reía tanto como en aquel momento.



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Mensaje por Jill Von Kraft Sáb Mayo 04, 2013 5:34 pm

Después de las carcajadas enjugué las lágrimas producidas por las risas y le señalé la maleta blanca dispuesta a explicarle que ya no padeceríamos de problemas en cuanto a vestuario, pero en ese instante, la puerta se abrió de par en par y allí, en el suelo, uno frente al otro, estando Johannes desnudo pese a la bandeja que usaba de taparrabos, un alud de hombres gordos, bajitos, morenos y con frondosos mostachos, luciendo un traje blanco con lentejuelas doradas, con sombreros a conjunto y armados con guitarras y demás instrumentos musicales, entraron en el dormitorio con sus cantares estruendosos y nos rodearon, ajenos a lo incómodo de la situación y ante nuestras miradas interrogantes.

- Acá los Mariachis Comehigos para los recién casaditos los guajiros Piernabierta Zas y Macía Pajas, ojalá les hagamos gozar con el rimo de... ¡El Aventurero!


Y cuando por fin la canción terminó y creí que aquella pesadilla -absurda y divertida pesadilla, cabe añadir-, los mariachis se miraron sonrientes y uno de ellos dio un paso adelante para tomar mi mano, alzándome del suelo mientras que los demás entonaban otra canción, siendo él quién me cantó la siguiente melodía:


Y así, entre contoneos de cadera y mecida por sus gruesos y cortos brazos, me llevó de un lado a otro, bailando por la habitación. Cuando cesó la canción, el hombre se arrodilló ante mí y me entregó una rosa roja que se extrajo de debajo de su sombrero mariachi, guiándome el ojo en cuanto la tomé entre mis dedos, percatándome que a su tiempo, también me había entregado un papel arrugado que desplegué con disimulo y dónde pude leer algo semejante a: "Bonitas piernas... ¿a qué hora abren?", así que alcé la mirada, sonriendo al machupichu que tenía enfrente y sin dilación, le planté semejante bofetón con la mano abierta que su rostro quedó girado y sus pulmones sin aliento. La música enmudeció y los mariachis fueron abandonando la habitación sin añadir nada más, cabizbajos, siendo seguidos por el vocalista en cuya mejilla derecha aun lucía al rojo vivo mi seña de identidad. Al fin, cerraron la puerta tras su paso y el silencio volvió a inundar la estancia. Suspiré y tiré a un lado el papel arrugado y la rosa, girándome luego hacia Johannes, quién permanecía aun con la bandeja sobre sus partes nobles, lo que me devolvió la sonrisa.

- Esto... puedo explicártelo...- musité, agachando la mirada y jugando con mis dedos para no mirarle en su situación, sin poder reprimir una sonrisa divertida y aun avergonzada, contándole a toda prisa y atropellándoseme las palabras el cómo había llegado hasta nosotros aquella maleta que no era nuestra y del motivo por el que aquellos mariachis nos habían confundido y habían intentado alegrar aquella velada con semejante espectáculo. Al terminar -acalorada, sofocada y muerta de vergüenza por el lío acontecido-, me mordí los labios y desvié la mirada hacia el vestido.- El vestido es precioso... me pregunto si aun sigue en pie la oferta de la cena...
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Sáb Mayo 04, 2013 6:46 pm

Mire a Ani parpadeando y asintiendo enérgicamente a todas sus explicaciones aun con gesto de asombro mientras ella me iba comentando.

Ajá
Ajá
Okey
Optimis
Veldig bra
Tres bien
Gut
Brava
Muy bien…
Entonces somos el matrimonio…Maciapiernas…Paja-zas?...Como se diga. ¿el matrimonio ese, no?


Ella asintió y entonces yo entendí la situación. Por esta noche seriamos un matrimonio casado con ropa prestada, así que sería mejor salir ahí, darlo todo y no levantar sospechas sobre el matrimonio aquel en si o tendríamos que llegar nadando a París.
Me levante poco a poco, con mi tapa de bandeja de fruta que ahora era mi ropa interior y asentí.

¡Por supuesto que la cena sigue en pie! Faltaría más, aunque tendrás que disculparme que no cene propiamente dicho. La última vez que comí me puse fatal..ya me viste. Indique mientras me acercaba a la maleta mirando a Ani en todo momento para no darle la espalda. Aunque algo me decía que ya se había quedado con bastantes perspectivas de mi anatomía.

Fue entonces cuando mientras ella desviaba la mirada y yo me encaminaba despacio hacia la maleta que la puerta de la habitación volvió a abrirse ante nuestro asombro.

Oigale werita…
¡Me lleva la chingada!…yo no quería ser grosero, pero usted se ha pasado conmig…!

Lo cierto que no me lo pensé mucho, esta vez fui yo quien le cruzo la cara, no con la mano sino con la bandeja misma con la que tapaba mi talento-herencia familiar.

El bulto del peso muerto cayo en la habitación. Le había dado flojito…pero lo cierto es que no había querido medir del todo mi fuerza. Y es que había escuchado el susurro que dedico a Ani mientras ella leía la nota, como si repitiera las palabras que había escrito en ellas y eso me bastaba para tomarme mi propia justicia sobre el asunto.

Lo siento cariño, pero yo no puedo aguantar estas cosas en nuestro matrimonio, llámame anticuado, llámame celoso…gesticule alzando los brazos como si quisiera decir que iba en son de paz, como si "mi mujer" fuera a acusarme por algo que no había hecho. Bromeando con ella y olvidando el hecho de que la tapa de la bandeja era mi taparrabos, por lo que baje mi brazo y la misma rápidamente, carraspeando y frunciendo el ceño como si no hubiera pasado nada, mientras daba una zancada para pasar de largo y saltar el cuerpo del mariachi, encaminándome hacia la maleta, abriéndola al fin para ver que había dentro.

Si..soy un hombre celoso...y si...le dejaremos aquí dormidito, soñando con rancheras.
¿Vamos a cenar? Prometo que me comportare, no quiero que me envíes luego a dormir al sofa tesoro...
Comente divertido mientras rebuscaba entre la ropa.
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Mensaje por Jill Von Kraft Sáb Jun 08, 2013 12:30 pm

Parpadeé en cuanto el mariachi se desplomó en el suelo, rodando su gran sombrero hasta mis pies, recogiéndolo y posándomelo sobre mis cabellos para reír ante la imagen que reflejaba el espejo situado ahora frente a mí, utilizando aquél gesto como distracción para no recordar la imagen de la virilidad de Johannes que, de nuevo, había quedado expuesta ante mí.

No obstante y debido al sofoco y rubor que aun empañaban mi rostro, decidí darle intimidad para que se vistiera, por lo que tomé mis prendas y me encaminé hacia mi cuarto, deteniéndome un momento antes de cerrar la puerta tras de mí para así dirigirme una última vez al arqueólogo.

-¿Al sofá? Da gracias que esta puerta nos separe para no compartir el mismo oxígeno, cielito mío.- repliqué cuál esposa malhumorada, bromeando aun por la absurda situación de hacernos pasar por un matrimonio mexicano.

Tras una risilla divertida que acompañó mis palabras volví mi cuerpo hacia mi sala, caminando hasta mi lecho para depositar la caja beige y las otras dos, empezando así a desvestirme poco a poco para enfundarme el vestido azul marino que Johannes había elegido para mí sobre un corsé que me iba pequeño y una lencería demasiado sensual y atrevida para mí, pero que, al fin y al cabo, pensé que tampoco nadie me iba a ver con ella, así que, ¿qué más daba? Los zapatos me iban como anillo al dedo, lo que me dejó un tanto sobrecogida: ¿cuánto se habría fijado Johannes en mí para advertir de la talla de mis pies? Tras desechar la idea de que pudiera tratarse de un desquiciado psicópata en potencia, terminé de alistarme frente al espejo del baño, recogiendo de nuevo mis cabellos en un moño deshecho y maquillé sutilmente mis párpados, mejillas y labios para aparentar ser una mujer de clase alta en un barco de lujo y radiante en plena luna de miel.

Usé mis nudillos para avisar a Johannes de mi entrada en su cámara, pidiéndole con una sonrisa sonrojada que me ayudara a colocarme la gargantilla que él mismo me había regalado, por lo que me situé frente a él y el espejo y comprobé cómo sus dedos tras mi nuca anudaban el collar que resplandeció con luz propia sobre mi piel. Sonreí ampliamente, mirando al vampiro desde el mismo reflejo.

- Es precioso... gracias.

Y poco a poco, empecé a girar sobre mi mismo eje hasta situarme cara a cara con él, conteniendo el aliento.

- Espero que no tengas hambre... o mi cuello lo sufrirá.- reí por lo bajo ante aquella mirada centelleante que por un momento, me erizó la piel.
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Lun Jul 08, 2013 12:13 pm

Acomode su colgante y al verle ahora frente a mi me acerque sutilmente hacia su mejilla, bajando un poco más para darle un sutil beso en aquel cuello delicado. Siendo quizás demasiado perverso, pues me agrado ese estremecimiento que sentí en su piel ante mi contacto, así como el gran rubor que apareció en su semblante ante mi gesto.

Te prometo que tu cuello estará a salvo a mi lado. Indique guiñándole un ojo.

Estaba siendo osado, y me estaba tomando demasiadas confianzas con Ani, lo sabía. Lo sabía tan bien como que tarde o temprano me terminaría aplaudiendo la cara. Pero era un precio que accedía a pagar con tal de ver aquel rubor y su mirada contemplándome una vez más como en aquel momento estaba sucediendo.

Así que dispuesto ya a dejarle en paz –yo me preocupaba por ese agitado corazón que podía escuchar aun sin pegar el oído a su pecho- Cerré el traje y lo abotone mientras Ani estiraba sus dedos hacia mi pajarita, que como siempre, necesitaba un toque de atención, quedando perfectamente colocada después de que sus dedos pasaran por ella. Ofreciéndole mi brazo cuando ambos estuvimos listos, saliendo de la habitación para pasear juntos hasta que llegamos al enorme salón.

En la entrada más de una cabeza se giro para vernos entrar elegantemente del brazo mientras uno de los camareros nos conducía con él sin demora alguna a una mesa vacía. Por lo que me adelante a Ani, saque la silla para dejarle paso a sentarse y me ubique en frente suyo, tomando la carta y pasando las páginas con lentitud, simulando que les dedicaba atención mientras la miraba a ella, la carta era una mera distracción para mis manos, ya que fumar no me pareció adecuado y tenía que aparentar hambre de alimentos cultivados por la tierra.

Muy bien…entonces somos un matrimonio de luna de miel y nos adoramos mucho, pero si alguien pregunta tenemos que inventarnos alguna historia.
Ani me miro con cierto atisbo de duda, por lo que proseguí. Si alguien nos pregunta y tenemos que pasarnos por impostores, necesitaremos…como diría mi padre “una historia con gancho que guste al público”. Así que veamos, indique gesticulando. Tú me quieres, yo te quiero, odio a mi suegra, tu juegas al ajedrez con mi padre…Somos mejicanos, pero necesitamos más…
Ani parecía divertida. Así que dime cielo mío, mientras yo elijo entre estos deliciosos bistecs con guarniciones…Mi cara de asco explico bien la exquisitez que suponía para mí.
¿A que nos dedicaremos, cuánto tiempo estaremos de viaje por Europa? ¿Cómo nos conocimos? y…¿Cuántos queremos? ¿cinco, seis, siete hijos? Me reí, no lo pude evitar. Lo cierto es que una vez había tenido hijos, había sido hacia tanto que me parecía de una vida anterior y lo único que había sabido de eso es que habían sido gemelos. Pero aquel momento no era el idóneo para recordad cosas de mi vida humana, asi que me quite eso de la cabeza porque era un tanto extraño de pensar y suspire al pasar por las paginas y mas paginas de platos hasta que llegue a los vinos. Pidiendo primero las botellas cuando el camarero llego a nuestra mesa.

Cariño elige tu los platos, confío en tu buen gusto. Indique meloso mientras acariciaba el dorso de su mano. ¿Se comportarían así los recién casados? Aun nos quedaban bastantes horas de viaje así que algo me decía que saldríamos con un máster sobre asuntos matrimoniales.
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Mensaje por Jill Von Kraft Lun Ago 26, 2013 11:07 am

Aun reía a carcajadas cuando se aproximó el camarero y Johannes le pedía el vino antes de darme paso con la comida, lo que me hizo volver a hundir la nariz entre las páginas de la carta, rebuscando los mejores manjares para la ocasión. Finalmente, alcé el mentón hacia el camarero que se preparó para apuntar todo cuanto le dictara. Así que sin perder ni un atisbo de mi sonrisa ilusionada, recé:
 
- De primero, pido crudités de hortalizas con salsa de queso batido y anchoas... pero sin anchoas, por favor.-puntualicé con cierta timidez.- De segundo plato, tosta de bacalao marinado y de postre un cóctel de sandía.- Le hice un gesto con el dedo índice al camarero para que se inclinara y poder susurrarle algo al oído que pareció hacer sonreír al muchacho, quién asintió y tomó nota.- En cuanto a mi marido... tráigale lombarda salteada con vieiras , de segundo... calabaza rellena de conejo y frutos, y finalmente de postres, natillas de caramelo.
 
Dejé que las cubiertas de la carta se unieran según la fuerza de la gravedad y se la di en mano al camarero, que tomó ambas y se las llevó a un costado.
 
- Parece que la señora ya conoce muy bien sus gustos, señor. ¿Quién diría que se encuentran de luna de miel? Parecen mejor compenetrados que aquél matrimonio de la mesa cuatro... los Wikkilson. ¿Saben que están celebrando sus bodas de plata?
 
Yo sonreía mientras escuchaba al camarero y sus ganas de charlar esperando que se sintiera aludido por nuestro silencio y desapareciera de nuestra vista para así seguir disfrutando de nuestra cena, pero pareció que el joven muchacho había cenado lengua, aquella noche.
 
- Lamento si sueno indiscreto, pero les envidio mucho. Díganme, ¿cuál es el secreto de un matrimonio feliz? Miren que yo he conocido a damas por doquier, en cada puerto dónde hemos atracado el barco he conocido a cientos de mujeres  y aun así, ninguna es la adecuada para mí... ¿Estaré gafado?- Parloteaba y parloteaba el camarero, despertando así mi vena palpitante de la frente que indicaba una fuga de mal humor por mi parte. No pude controlarla.
 
- Quizás sea usted homosexual y no lo sepa.-comenté sin más, encogiéndome de hombros mientras mis dedos jugaban con el tenedor de plata.
 
El camarero Richi -se presentó con gran entusiasmo justo después de semejante comentario-, no se sintió ofendido, sino que pensando que se trataba del humor mexicano, soltó una cantarina carcajada y siguió hablando durante minutos que se me hicieron eternos.
 
- ¿Y a qué se dedican, señores Piernabierta?
 
Entonces miré a Johannes y Johannes me miró a mí. Puse los ojos en blanco y me giré hacia el maldito camarero para responder a sus interrogatorios.
 
- Mi marido Evaristo es Capitán naval. ¿Le suena el famoso Royal Standard? ¿Uno de los que completa el trayecto entre Nueva York y Liverpool? Pues ante vos tenéis a su capitán.-mentí con una gran sonrisa, señalando con ambas manos la figura de Johannes.- En cuanto a mí... soy una de las escasas descendientes de Luis Francisco Filiberto de Borbón-Parma, príncipe de Parma y rey de Etruria.
 
El camarero parpadeó varias veces seguidas, estupefacto, pero seguía ahí, mirando primero a Johannes y luego a mí antes de volver a él y viceversa. Resoplé.
 
- Oiga, Richi... Le agradezco su atención, pero estoy embarazada de trillizos y lo cierto es que me piden comida desde hace ya rato. ¿Le importaría..?
 
El camarero alzó una ceja y asintió con frenesí, disculpándose y marchando a toda prisa. Cuando al fin le di por perdido, pude acomodarme mejor en el asiento, suspirar y mirar a mi acompañante, que parecía divertido. Le fulminé con la mirada.
 
- ¿Por qué no te deshiciste de él? ¿No se supone que los monstruitos como tú tenéis poderes sobrenaturales? ¡Haberle hipnotizado y que se lanzara por la borda!- Me crucé de brazos e hice un puchero infantil.- A demás... cuando vuelva con los platos seguro que insiste en saber más de nosotros.- Negué con la cabeza, abatida.
 
Y entonces, cuando la calma había vuelto al fin, vi venir al camarero con nuestra cena y no pude evitar hacer una mueca con mis labios. De repente, las alarmas del barco saltaron y alguien gritó que el capitán había enfermado y no era capaz de llevar el timón, requiriendo ayuda inmediata. Y así fue cómo el dichoso camarero, con el rostro iluminado como si se le hubiera ocurrido la mejor idea de la historia mundial, señaló a Johannes con su dedo huesudo y corriendo hacia él con la sonrisa en los labios, anunció con gran albedrío:
 
- ¡ES ÉL! ¡NUESTRA SALVACIÓN! ¡NUESTRO CAPITÁN!
 
Y en aquél momento, me llevé las manos al rostro y proferí la sarta más vulgar de blasfemias que el mundo conocido había alumbrado jamás. No sólo estábamos falsificando nuestras identidades, sino que ahora un arqueólogo debía llevar aquél enorme buque lleno de gente hasta buen puerto... Estupendo...
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Mensaje por Johannes Z. Délvheen Mar Sep 24, 2013 6:42 pm

El resto del servicio y aquellos que cenaban se pusieron un tanto histéricos con las alarmas que comenzaron a sonar, alzándose mientras que Richi y yo mirabamos a Ani. Richi con los ojos como platos y yo arqueando una ceja a mi “adorada esposa” Quien después de semejantes sarta de improperios y palabrotas se habia convertido en mi nuevo dios; … Arqueóloga, embustera y deslenguada  ¿Podía haber especie femenina mejor? Oh ¡y embarazada de mis trillizos imaginarios! A mi padre le iba a encantar, ya me moría de ganas de presentársela… Pero entonces recordé que para presentársela a mi padre antes teníamos que llegar a Paris y para llegar a Paris alguien tenía que llevar el barco a puerto…

Jejejejeje

Ani parecía tener jaqueca, mientras que yo, con el codo apoyado sobre la mesa, le miraba con una sonrisa complacida, casi con un aire inocente. Alternando la mirada entre el camarero y ella. El primero daba voces a los demás camareros con un tono un tanto eufórico, mientras que ella parecía sulfurarse por momentos.
Estire mi mano hacia su brazo y lo frote suavemente para acariciar su antebrazo, dándole unos golpecitos después, como si consolara a un niño pequeño diciendo “ya pasó, ya pasó”

¿Que porque no te ayude?  Resulta que los monstruitos como yo, disfrutamos de las situaciones como estas.


¡Nuestro capitán! ¡Nuestro capitán es el! ¡Esta aquí! Vociferaba Richi indicando al resto la posición de nuestra mesa. Momento en que di un solo aplauso, levantándome de mi silla con una sonrisa de oreja a oreja apoyándome en la mesa. Si habia que seguir con el espectáculo, se seguiría.  

¡Un capitán de barco! ¡Un capitán de barco! ¿Has escuchado amor mío? ¡Necesitan un capitán de barco! ¡Como yo! Anhiel también se puso en pie mirándome con algo que no supe si identificar como temor o simple incredulidad. La gente de las mesas cercanas comenzó a mirarnos un tanto alarmada, pero entonces yo alce los brazos hacia la gente, quien nos miraba expectantes.

¡Tranquilizaos todos!  Llegaremos a buen puerto a la hora prevista, ya esta todo solucionado. Por favod seguid cenando. Esta noche invita la casa. La gente aplaudió y celebro que el imprevisto se resolviera mientras la sala se animaba y la gente volvia a sus platos, todos mas animados que unas castañuelas.

Me acerque a Ani, tome de su mano y comencé a caminar con ella tomada de mi mano derecha, pasando el brazo izquierdo sobre los hombros del tal Richi, como si tuviéramos mucha confianza.

Mandad las facturas de los comensales al Barón Délvheen, en París. Es uno de mis socios. Él se encargara de estas cosas, me debía una pasta por unas tierras que le deje en el norte. Le comente entre susurros al camarero cual confianzudo. Mientras el chico nos conducía saliendo del salón para llegar a los pasillos, llevandosonos en dirección a la cabina de mando del capitán.

Oh claro claro Capitan. Vaya, debe de poseer amistades importantes. Digame, usted que sabe, ¿es muy complicado meterse en esos círculos?
Oh claro que no. Simplemente tienes que ser un buen embustero. El camarero rio de buena gama entusiasmado y parlanchin con las confianzas que yo le estaba proporcionando, mientras que a mi lado, el rostro de desconcierto de Ani parecía pedir a gritos que alejaran de tanto loco suelto.

Pues veras Richi, a lo que comentabas antes…No es que exista una receta perfecta para para contentar a las damas y para tener éxito en el matrimonio. Solo tienes que ser detallista. Ya sabes, tenerla contenta.
¿A que si cucuruchito de nata?
Comente a Ani, sacando el brazo de los hombros del tal Richi para darle unas palmadas de ánimo en la misma espalda que le hicieron casi tropezar y matarse.
Uy perdón. Es que estoy fuerte aunque no lo parezca. Me excuse, mientras soltaba la mano de Ani para poder sujetarla de la cintura, continuando con mi “catedrática charla” sobre los matrimonios ficticios.

Pues como iba diciendo Richi. Detalles; Paseos románticos, regalos, pero sobretodo que sepa que la aprecias, que la valoras…Aunque si que hay un secreto eso si que es cierto…
Al chico le brillaron los ojos y se puso delante de nosotros para abrir la puerta de la cabina mientras que yo alzaba el dedo índice como si quisiera dar una gran explicación.
Pero no te la diré ahora sino cuando lleguemos a París, que hay mucho que hacer.

La desilusión del jovencito casi me hace soltar una carcajada, pero me controlé y me adelante en la cabina donde los tripulantes se mantenían todos en fila, sentados en el suelo, todos pálidos, ojerosos, con algunos golpes en el rostro y los ropajes fuera de lugar. El olor que me invadió, me golpeó la nariz haciendome girar el rostro hacia la izquierda, donde el cadáver del capitán permanecía desangrándose a la vez que cinco hombres, se mantenían dispersos por la sala.

No, definitivamente no era una escena normal, ni lo que esperábamos ver.
Situé a Anhiel atrás de mi instintivamente. Pero antes de poder girarme con ella y mirar la salida, dos hombres ya se hallaban en ella interponiéndose en el camino.

Qué bien…Ya tenemos un nuevo capitán. Indico el más mayor de los hombres, sentado en la silla del capitán.

Hice una mueca con los labios y solté un suave resoplido.
Una bella noche para un motín. Sin duda alguna…
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