Te doy la bienvenida a tu hogar

Aquel día había sido una seguidilla de momentos. Casi como si toda la recolección que guardara de este se resumiera a pequeños cuadros de algunos segundos cada uno. Primero su espontanea visita al mercado, luego el momento en que había decidido fijarse en Viviane y en como miraba esos pastelitos de azúcar. Como se lo había comprado deseando que ella no lo notara, y como ella finalmente lo había notado de todas maneras. Para luego ofrecerse a acompañarla y encontrarse con aquel espectáculo de los gitanos. Luego el sonido de los caballos de la Guardia y caos. Todos corriendo, aquella pequeña gitana que se había perdido de su grupo. Y por último el callejón, su desesperación al ver como Viviane desaparecía por encima de los tejados con aquel gitano que les había dicho su nombre. Y el ahí, desafiando la autoridad de los militares que conformaban la Guardia, escondiendo a la pequeña gitana entre sus brazos, con una valentía de lo más impropia en él.

Después de aquello todo había sido un borrón. Recuperó su caballo de la posada en donde lo había dejado, llevando consigo rápidamente a la pequeña al circo gitano, que era el único lugar que se le ocurría en donde podrían estar sus padres o sus protectores. Y bueno, si no estaba ahí, por lo menos la confiaría al resto de los gitanos. Si era verdad lo que decían de ellos, solían cuidar a sus niños más que sus propias vidas, por lo que la pequeña Esmeralda estaría bien con ellos. No tenía idea si es que de verdad se llamaría así, pero sacó la idea del color de sus ropajes. Fue directo a la carpa en donde había estado con Talena la última vez que había visitado el circo, pero no la encontró ahí. Sin embargo, encontró a otra gitana más anciana que lo reconoció de su visita y dejó a la pequeña con ella. Pero antes de irse, le hizo prometer a la anciana que devolvería a la pequeña a sus padres.

La cabalgata desde el circo de los gitanos hacia su morada fue muchísimo más corta de lo que hubiera sido en una situación distinta. En parte porque iba muchísimo más rápido, en parte porque las calles se encontraban vacías. Era la hora de almorzar después de todo. Pero él lo único que quería era llegar a un lugar en donde se sintiera cómodo, seguro. Y la residencia parisina de los Dómine era el lugar perfecto para eso. Había estado viviendo ahí por más de seis meses y ya se sentía casi como parte de la familia. Su madre no hubiera confiado el cuidado de su primer hijo a alguien que no fuera de su absoluta confianza, y Camille Dómine era la más indicada para esto. Lo trataba como su fuera un hijo y Thibaut no podía estar más agradecido de la hospitalidad que había recibido en su estadía en París. Y por eso es que llegar a su hogar significaba seguridad y descanso para el muchacho.

Un criado salió a recibirlo y a llevar a su caballo a las caballerizas de la propiedad. El estado de Thibaut denotaba turbación y el criado no pudo más que mirarlo con preocupación. Estaba muy despeinado, su sombrero no se veía por ninguna parte, su chaqueta (que llevaba en la mano) estaba rota en varias partes y muy manchada de barro y el improvisado vendaje que llevaba en su mano estaba manchado de sangre. Por la tranquilidad de su anfitriona, esperaba que se encontrara durmiendo su siesta o realizando alguna visita. No le hubiera gustado que lo viera en ese estado tan deplorable.

Sin embargo, al cruzar el umbral de la entrada principal del château algo extraño llamó su atención. Una gran cantidad de baúles y cajas se encontraban apiladas a un lado del recibidor. Le pasó a una criada su maltratada chaqueta y antes de entrar al salón contiguo se arregló un poco su cabello. La curiosidad era más que su deseo de darse un largo baño, así que después de unos segundos arreglándose su peinado y su ropa frente a uno de los espejos de la habitación, entró al salón contiguo. Una llamativa cabellera de color rojizo fue lo primero que llamó su atención, que pertenecía a una pequeña muchacha que se encontraba al medio del salón, observando todo a su alrededor. No tenía idea que decir, hasta que madame Camille se la presentó.

-Mi querido Thibaut, permíteme presentarte a mi sobrina, Alyss Heart. Ella se estará quedando con nosotros por una temporada- exclamó la mujer, con un fuerte acento francés al pronunciar el nombre de la pelirroja. Componiéndose rápidamente, Thibaut le sonrió a las mujeres e hizo una ligera reverencia. -Encantado de conocerla, mademoiselle- le dijo Thibaut a la chica, tratando de que su mano precariamente vendada no estuviera a la vista, escondiéndola detrás de su espalda.

Alyss había llegado con tal cansancio que ni Camille osó perturbar la frágil membrana que mantenía a raya el genio que destellaba en sus vivaces ojos. No era de extrañar que mantuviera el semblante sospechoso cada vez que pisaba la casa de su tía, no sabiendo cómo era ella en relación al propósito de hacer que pusiera los pies en tierra.
Sin embargo, por el momento la joven no había sido más que una calmada damita que atendía a los detalles de la casa. Con el paseo que su tío le había ofrecido, había tenido la posibilidad de ver todas las reformas de la vivienda; habían hecho ampliaciones en los jardines y nuevas habitaciones y salones.
- ¿Por qué tanto espacio?- había preguntado ella mientras fijaba sus ojos en su habitación. Los afiló cuando vio entrar a una doncella en la de al lado.
- Nunca se sabe cuánto necesitaremos. Además, sabes que a tu tía le gustan las fiestas - explicó el hombre, arreglándose las elegantes mangas antes de mirar a la pequeña chica.- Aun me sorprende ver cómo has cambiado, aunque apuesto mi cabeza a que Camille estará haciendo trizas el sillón del salón mientras por las ansias de verte. Será mejor para todos que vayas con ella ahora, pequeña.
Alyss mezcló una sonrisa con una mueca.
- Te veo en la cena entonces - dijo ella antes de dirigirse hacia el recibidor, donde aun sus cosas seguían depositadas junto a la entrada. Detuvo sus pasos en los últimos escalones, acercándose a una pequeña maleta de mano. No sería grosero llevar un libro consigo, ¿No? Sabía perfectamente que las bienvenidas de Camille incluían presentaciones de otras damas que seguramente habrían venido a visitarla, como cada tarde. Aunque esperaba que la mujer entendiera el cansado rostro que llevaba pintado.
-Pasa - dijo una dulce voz después del sonido de golpecitos en la puerta- Hola Alyss, de verdad...que has madurado mucho - dijo la dama, sonriente de ver a su sobrina cruzando la habitación para saludarla con la misma alegría, aunque algo agotada. La pequeña chica no había crecido demasiado, pero se veía en su mirada la inteligencia de su madre y la tenacidad ardiente que siempre la había caracterizado. - Siéntate, siéntate. George, traenos té por favor.
La joven no hizo ascos de tomar posesión de uno de los sillones junto a la ventana. Era calmante mirar el paisaje que asomaba...quizá podría cerrar un poco los ojos..pero el sonido de la puerta hizo que se espabilara a tiempo de volver a escuchar a su tía. Miró en dirección a la voz que contestó, encontrando a un joven que no encajaba en las visitas de tarde que había imaginado. Era un chico con apariencia bastante peculiar, pero no fue eso lo que hizo que Alyss lo mirara con cierta sospecha. Inclinó la cabeza cuando éste le habló.
- Está herido - dijo la muchacha en voz baja cuando Camille distrajo su atención con la criada que había traído las pastas equivocadas. - Será mejor que vende mejor su mano si no quiere una bandada de médicos a sus pies en menos de diez segundos - aconsejó ella, tapando las gotas de sangre del suelo con la alfombra. Se llevó un dedo a los labios y sacó un pañuelo para tendérselo. Lo hubiera hecho ella misma de haber tenido confianza.
- No sé lo que le ha pasado, pero creo que está conmigo en que Camille no atenderá a su historia cuando se lo cuente por lo que...
- ¿Ya has iniciado a nuestro huésped en las conspiraciones en las que metes a tus primos?
Alyss agrandó los ojos, tragando algo de saliva al ver que la situación si que era sospechosa, pero debía admitir que no le gustaba privar de ayuda a alguien herido. Se volvió hacia ella, sonriendo.
- ¿Qué puedo decir?... He aprendido de la mejor - replicó sin acobardarse. Le gustaba picar a Camille, cualquiera podía notarlo. La aludida hizo una mueca, por lo que la pelirroja continuó:
- Le estaba diciendo al señor Thibaut que el cuadro que adorna el gran salón es una verdadera ironía de la sociedad de hoy en día. Todos los hombres que bailan en la escena no llevan máscara.

Aquel era un incidente de lo más desafortunado. Le desagradaba de gran manera encontrarse en ese estado justo cuando su deber le dictaba que debía recibir a la recién llegada con toda la cortesía de un huésped en casa ajena. Su presentación dejaba mucho que desear y si no fuera porque la condesa Camille lo conocía desde que tenía unos dos años, seguramente ya le hubiera reprochado su lamentable aspecto. Gracias a los cielos no había notado su mano, había sido lo suficientemente rápido como para ocultarla de la vista de la mujer. Sin embargo, la muchacha que le habían presentado como Alyss era más rápida de vista o simplemente se había fijado más. Ella no podría estar tan acostumbrada a la cotidianidad de su persona, por lo que era más que esperable que notara todos los detalles fuera de lugar en él.

-Le agradezco su discreción, mademoiselle, no creo que las circunstancias en donde esta herida fue infligida merezcan la aprobación de madame Camille- le dijo bajando el tono de voz como ella, acercándose un poco más, agradeciendo que la chica conociera tan bien o mejor que él las disposiciones de temperamento de su protectora en París. Tomó rápidamente el pañuelo que le ofrecía, observando algo alarmado como ella tapaba con la alfombra algunas gotas de sangre que se habían escapado del régimen impuesto por su propio pañuelo. Si no detenía esto rápidamente, el pañuelo de la señorita Heart quedaría empapado y sería aun más notorio que ahora. Pero antes de que pudiera envolver su mano herida con el pañuelo brindado, la voz de madame Camille interrumpió el rápido y quedo diálogo que se había dado entre los dos.

Volviendo a esconder su mano tras la espalda, con una sonrisa escuchó el intercambio que se dio entre las dos mujeres. Con sorpresa observó como la chica parecía no amedrentarse ante las sospechas de la mujer, si no que reaccionaba tal como si madame Dómine hubiera sido una madre regañando a alguien demasiado adulto para recibir las sugerencias. Aunque después del servicio que le había prestado la recién llegada, no podía más que tomar su lado en la 'discusión'. -Es verdad, madame, su sobrina no ha hecho más que comentarme sus apreciaciones del salón, que debo decir han sido muy perceptivas- agregó, con una sonrisa muy cordial y un ánimo muy dispuesto.

En ese mismo momento, entró George con una bandeja de té. El mayordomo inglés había viajado con la familia desde tiempos lejanos y podría contarse en él para que las cosas en la casa se hicieran de forma puntual y precisa. Hizo una ligera reverencia al ver que Thibaut se encontraba ahí, y este aprovechó el momento para poder excusarse del salón. -Mi querida madame, si me permite, me gustaría poder refrescarme un poco antes de continuar la velada. Como verá, mi mañana ha sido algo agitada y no me encuentro en el mejor estado para recibir a su sobrina- le dijo, aun escondiendo su herida de ella. -Por supuesto, Thibaut, cariño, te esperaré aquí mismo- le respondió la mujer a la vez que el francés hacía una pequeña reverencia y partía hacia el pasillo. Pero no sin antes, mientras madame Dómine miraba hacia otro lado, formar la palabra 'merci' con sus labios, para que solo Alyss lo notara. Aunque quizás, mientras aun estaban en confidencia, debería haberle pedido que lo ayudara. Hubiera sido fácil que la muchacha hubiera dado una excusa y salir del salón, aunque Thibaut tenía la impresión de que hubiera sido un abuso de su reciente complicidad. Pero era más que nada porque su habilidad con los vendajes no era muy grande y estando solo le costaría aun más. Sin embargo, igual tendría que moverse con rapidez, no podía dar la impresión de descortesía quedándose demasiado tiempo en su habitación. Por eso es que en el momento en que se cerró la puerta tras él, empezó a correr hacia el segundo piso del château, en dirección de su alcoba.