Eres una especie de abrigo en medio de una noche dónde la nieve no deja de caer [Privado]

por **Maike Gottshalk** Lun Jul 09, 2012 12:05 am

Ahí estaba ella, en medio de su habitación, no descansaba en su cama, mucho menos en el pequeño sillón alado de la ventana. Se encontraba tirada en el piso, observando las imperfecciones del techo, tenía acabados de manera aunque el exterior era de concreto, la manera era hermosa, cedro, la mejor de todas, su padre no escatimaba en gastos en las residencias de su pequeña, de hecho en nada, siempre lo mejor para ella. Poco el tiempo en que pensaba en lo que acontecía en su vida, pero sobre todo en su interior. Era bastante rara, nadie podía negar eso, pero eso sólo lo sabia ella, pues ante los ojos de los demás era una mujer completamente normal. Siempre haciéndose pasar por una pequeña inocente, por la damisela en peligro, aunque el peligro era lo que más quería, y que nadie la rescatara claro, más bien que la llevaran en medio del mismo.

Maike se daba cuenta que los últimos días había tenido más pensamientos retorcidos de los normales. Había conocido por fin a Ulrich, había saciado esa necesidad de ver como era, para su buena suerte era un tipo de buen ver, y gracias a sus habilidades, se dio cuenta que no era normal, que era una criatura de la noche, más específicamente un vampiro. Se dio cuenta por el aroma que este tenía, un olor a muerto, pero no desagradable como cadáveres en putrefacción, simplemente diferente. El encuentro había sido mejor de lo esperado, y aunque no tenía rasguño alguno sentía la adrenalina de saberse al borde del abismo. Gracias a ese encuentro notó que verdaderamente estaba mal, que necesitaba volver a tomar el camino correcto antes de que fuera demasiado tarde. ¿Pero cómo? Así estaba bien, así estaba feliz. A pesar de saber su papel en la sociedad, su retorcida mente le impedía seguir aquel jueguito, la hacia diferente simplemente por desear cosas diferentes, y eso era un pecado, uno que saboreaba en cada rincón de su ser.

Aquella tarde había terminado por fin cada una de sus clases, se había enfundado en un vestido negro, bastante hermoso, que resaltaba su figura gracias al corsé. Maike era hermosa, nadie podía negar eso, pero su hermosura e inteligencia se volvía opaca por su enfermedad mental. Nadie querría estar con ella de saber su verdad, nadie querría ayudarla, cuidarla, pero sobretodo nadie querrá amarla, esa sería su maldición, o al menos eso creía. Ya fuera de casa, paseando por algunos jardines comunitarios de Paris, Maike observó lo hermoso de la primavera, se dijo que quizás era muy cursi al pensar en eso, pero que no decía mentiras, que eso era verdaderamente hermoso, y que deseaba tener un espacio así en casa. Se dio cuenta que podía luchar por una vida normal, que quizás su vida no tenía que ser un cuento de terror, sino una historia de cuentos de hada. Pero entonces todo lo que había creído y vivido se derrumbaría.

Notó también que el lugar estaba bastante solitario, y que podría disfrutar de la vista sin problema alguno, pero después de un gran rato, una figura nueva se agrego al hermoso lugar. Maike sintió que le habían arruinado su momento de reflexión, su panorama, quiso correr al hombre que había interrumpido el mejor de sus momentos, pero no podía, pues ella era una mujer, y su voz no tenía mucha importancia en aquel lugar, se podría ganar un castigo severo, y tendría quien la cuidara de ello. Se limitó a girar su rostro, dejándole ver al intruso aquella mueca molesta. - Buenas noches - Saludo, haciendo una inclinación de cabeza en forma de respeto. Por supuesto que no lo era, estaba siendo sarcástica.

La cambiante no se había percatado de la fisionomía del hombre hasta que ambas miradas se cruzaron, sintió una especie de jalón, algo que no podía descifrar, algo diferente… Su corazón comenzó a palpitar de manera acelerada, podía notar en aquella mirada dolor, peligro, y al mismo tiempo bondad, paz… Aquello era nuevo para ella, nuevo y atrayente, quiso tocar el rostro, besar sus ojos, entrelazar sus dedos. Maike se sintió confundida, y no quiso apartar la vista de la ajena, se quedó mirándolo de manera descarada, se quedó parada ahí, frente a él, sonriendo, sonrojándose, permaneciendo por primera vez sin importar las consecuencias que podría acarrear aquel encuentro fortuito.

por **Marko Tartani** Dom Jul 22, 2012 7:10 pm

Cuando las aguas estaban tranquila solo bastaba lo mas mínimo que cayera en ellas para formar una onda que se expandiría por el lugar haciendo que todo se perturbara, así era como en realidad se sentí aquella mañana el brujo, como un estanque de agua muy quieta, tenía que revisar unos papeles del Sanatorio Mental, lo había descuidado como director del lugar los encargados necesitaban varias firmas para los traspasos de las personas, todo previamente analizado por los médicos de cada área, Marko sentía que al estar en ese lugar su mente jugaba el mismo había estado interno hacía mucho tiempo atrás en un Sanatorio Mental, su tío se había encargado de tratarlo de la peor de las formas para que así por el propio bien de su familiar este apoderarse de la gran fortuna Santini, claro está que Marko con la misma ayuda de Eris, pudo burlar al destino y salir casi como un rehabilitado al cien, pocos muy pocos por no decir nadie sabía de su gran secreto. Solo a una persona en su vida se lo había contado, Kazu, y juro que nunca más nadie sabría de Eris, por el bien de cualquier tipo de relación. “¿Pensando en antiguos amores? O Meditando sobre que es mejor para tu vida, un me acuerdo cuando nos llevaron al Museo, y ahí demostrarte tus capacidades como buen critico, ¿Cuántos años tenias? Quince parece, y los siquiatras quedaron sorprendidos por tu avance, ingenuos” Si ingenuos pero de no ser por ti, esto no hubiera podido ser… Dijo el brujo para terminar y ver una invitación al museo para ver una nueva puesta en escena de algunas obras de algún pintor que estaban saliendo a la luz. Sonrió hacía mucho tiempo que no visitaba ese lugar.

Las horas parecieron volar en el momento que Marko se hizo la idea de dar una visita por aquel lugar que su pasado había olvidado, firmo y entrego todos los papeles, dio su ronda antes de tiempo y sin decir a nadie salió.

“He estado viendo cosas, extrañas no sé si sucederán o no, aun no distingo bien los rostros implicados en nuestros futuros acontecimientos” A veces mi Eris es mejor dejar que las cosas pasen a que nosotros ponernos a ver lo que hay detrás de cada acto que hacemos “ Lo sé Marko, pero tú eres el que tiene el control total de lo que pasa, tu eres el único capaz de darles significados a todo, a final de cuentas te he enseñado como hacerlo, y aunque pocas veces estemos de acuerdo, tu y yo sabemos que no podemos vivir sin el otro”. El brujo guardo silencio cuando se encontró pasando por las grandes puertas del Museo, camino con lentitud, echando una primera mirada no se veían muchas personas, así que se apronto ir galería tras galería, inspeccionando y buscando aquel cuadro que le llamo la atención años atrás, el lugar en completo silencio parecía una iglesia, sonrió al pensar en eso y se detuvo cuando vio quela obra maestra un perfecto cuadro lleno de imperfecciones pero que demostraba la grandeza de quien lo había pintado, quedo hipnotizado largo rato ese había sido su escape al mundo luego de cinco años en un lugar al cual había jurado nunca más estar interno. Suspiro con alivio “Y ahí está, la miseria de las personas que nunca vieron como el niño de pies descalzos era quien llevaba el mensaje” El mensajero, así se llama el cuadro y nadie nunca lo había visto a aquel chico que corre justo ahí. El brujo se quedo en silencio apuntando al niño de camisa blanca cuando escucha un saludo que lo saco de su trance en el cual estaba inmerso y Eris pareció explotar en su interior “A ella la he visto, ella es la niña de las…” ¿De qué? Donde la has visto Eris “No... no es ella se parece” Eris había mentido, si la reconocía pero no quería darle una información tan fuerte a Marko a menos no por ahora, así que sin más el brujo no siguió preguntando.

Asintió con la cabeza poniendo sus manos en la espalda – Buenas Noches Madeimoselle – susurro levantando su cabeza para observarla de mejor manera, con un suspiro que se corto antes de que llegara a su fin se detuvo en los ojos de ella, mas el quedo perplejo en la mirada de la joven, llevándole el recuerdo de una mujer que le había roto el corazón, sonrió, no pudo hacer mas no era Arianne, pero tenía la misma mirada, intento hablar pero no tenia palabras en ese segundo para decir, rompió el contacto visual volviendo en sí, ajustando sus ojos al cuadro nuevamente pero con esa sonrisa que nadie se la quitaría, al menos no por ese día.

por **Maike Gottshalk** Jue Ago 02, 2012 1:35 am

Cada pequeño músculo de su cuerpo se quedó rígido, quieto. Era una sensación bastante extraña, para una chica que estaba acostumbrada al constante movimiento. Se sintió atrapada entre una especie de cuarto transparente, dónde los cristales apretujaban su cuerpo, dónde no podía irse a otro lugar, era como si alguien la estuviera cazando, y que al atraparla la llevará a ese cuarto para poder apreciar su ser. Se trataba de una chica libre, que disfrutaba de los espacios abiertos, que disfrutaba de sus deseos llenos de violencia, abuso sexuales, dominación sobre su ser. Era extremadamente extraña, quizás por eso no gustaba de abrir la boca para contar su historia. Nadie sabía la verdad sobre ella, nadie sabía la verdad sobre sus deseos, pensamientos y perversiones, incluso aunque la virginidad aún estuviera dentro de su intimidad. Para la sociedad la joven poseía una mente retorcida, pero para ella… No, para ella era un pensamiento normal. Siempre creía que la gente era demasiado hipócrita al ocultar sus pasiones, al mostrar una inocencia que nadie poseía. ¿Acaso estaba errando?

Sus fosas nasales por fin habían inhalado un poco del aire que se pavoneaba a su alrededor. Sintió una especie de pesar caerse de sus hombros, una especie de liberación. Toparse con aquellos ojos la hizo sentir extrañamente abrazada, como si los hubiera conocido desde hace mucho tiempo, aunque aquello no era cierto. Por un momento las paredes invisibles que la aprisionaban la dejaron libre, y se movió un poco aflojando su cuerpo, sus músculos cedieron, y pudo dar dos pasos aproximándose al cuerpo masculino. La chica deseaba tocar su piel tostada. ¿Por qué se sentía así? Frunció el ceño confundida, pero sobretodo reprobando su actitud. ¿Acaso el destino hacía ese tipo de encuentros? ¿Esa clase de tirones? ¿Qué era el destino para empezar? No lo sabía, y sin embargo se sentía en una situación preparada por el para ella.

No pudo evitar recorrer su mirada de arriba hacía abajo de forma descarada. Deseaba estudiarlo. Quizás aquello era un encuentro momentáneo, y a pesar de que quizás podría serlo, deseaba grabarse ese rostro en su memoria, y guardarlo en sus tesoros perdidos en su interior. Cerró los ojos al escuchar aquella voz aterciopelada y embriagante. Cada partícula de su ser se sintió alterada, perturbada, por poco soltaba un jadeo placentero, pero no, se detuvo de golpe, mordiendo su labio inferior. Su león interior gruño bastante alterado, quería salir de su interior, quería ser quien mandara en ese momento y saltar encima del hombre reclamando respuestas. ¿Por qué la miraba también? Mordisqueó su labio inferior ¿Y si se trataba de uno de ellos? Rápidamente negó la posibilidad, aquel hombre no tenía esa mirada asesina.

- ¿Le gusta el museo? - Quizás aquello era una preguntaba ridícula, bueno, en realidad si lo era. El protocolo pide que una reverencia antes de un ¿Cómo está? Es lo que sigue para conocer gente nueva, pero dado que el encuentro no era establecido, y que ella no se trataba de alguien normal, le hizo seguir frente al hombre de manera despreocupada. Su rostro dejó de mostrar una mueca llena de incomodidad, ahora mostraba una sonrisa amplia, aunque un poco tímida, sus mejillas empezaron a emanar calor, ¿Se estaba ruborizando? Vaya, eso si era nuevo, ella no se ruborizaba por cualquier cosa, mucho menos con cualquier presencia, algo estaba fuera de lo común en ese momento, y como buena minina curiosa no se estaría tranquila hasta poder averiguar porqué esas sensaciones que estaba experimentando frente a ese hombre.

Su miraba viajó de manera despreocupada de un lado al otro, observando que eran las únicas dos personas en medio de ese hermoso lugar, nadie más podría verle, escucharles o interrumpir una futura platica, si es que la tenía por supuesto. Se llevó una mano a su cadera, sus movimientos eran suaves, despreocupados, pero era evidente la sensualidad que irradiaba por cada centímetro de su cuerpo - Espero no haberlo interrumpido de sus cavilaciones - "¡Y si lo interrumpí no me importa!". Por supuesto que esto último lo dejó en su interior. Quizás se auto denominaba extraña, pero no por eso tenía que demostrarle a los demás que lo era, más valía que empezara a comportarse antes de espantar al caballero, que aunque fuera algo raro y nuevo, no deseaba que se fuera, al contrario, deseaba que se quedara.

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