AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Concupiscencia [Libre]
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Concupiscencia [Libre]
La ciudad del amor se vestía de gala con los faroles en cada una de las calles y la sombra mítica del ocaso en las lejanías. Varones, se disfrazaban de gallardos caballeros bajo la mirada coqueta de las damas y ellas, fingían clase ante el rose de un hombre. No había niños en el camino. Los guijarros estaban lejos de esconderse en la obscuridad de la noche. Cuando las sombras se ciñen sobre Paris, el pecado emerge.
Llevaba más de un año en ese lugar, los callejones comenzaban a volverse tediosos, aburridos, sin chiste. La monotonía tocaba a su puerta. Después de tantas décadas encaprichada con el mismo hombre, creyó era la hora de jugar con alguien más.
Famélica escudriñó las calles, pero ninguno de los esperpentos que transitaban a su lado le hizo detenerse, al parecer sus pensamientos carecían de esa volátil sensación de blasfemia que disfruta tanto. Deseaba poder corromper las almas de los niños o mejor aún enredarse en los brazos de algún sujeto galante que gustara propasarse con las mujeres, si la golpeaban mucho mejor.
Lástima, mirada perdida tras mirada perdida. En sus orbes sólo se observó el recelo por la vida, la misma cantata fúnebre de no saber hacia donde se dirigían y con cada sonrisa fingida, el fastidio resultaba ser una estaca apuntando hacia su corazón ¿Cuándo fue que los parisinos se volvieron tan aburridos?
Mientras rugía con desdén, observó una pelea callejera. Dos ebrios se disputaron el último trago de alcohol en la traslúcida botella. Los insultos fueron inentendibles, los transeúntes se detuvieron a admirar carcajeándose, mofándose de la inestabilidad de su equilibrio. A Eisheth le pareció gracioso que la humanidad se burlase de la desgracia ajena como tal para después pedir piedad cuando se vive en carne propia. Sí, la decadencia les rodea y están condenados a perecer, a extinguirse. Podrían ser la raza más débil y aún los superarían en número, de nada les sirve si concentran sus fuerzas en destruirse entre ellos. Los dejó matándose por un sorbo que al final terminó por ser desperdiciado al romperse la botella.
El idílico hedor del sexo se inmoló en sus fosas nasales al pasar de largo por el burdel, pagaría por sexo si tan sólo tuviese ganas de él con una mujerzuela de procedencia dudosa. Las excentricidades de Eisheth la colocaron en un puesto difícil de desaparecer, no sólo buscaba diversión esa noche, si no que requería además que fuese algo verdaderamente insuperable. Tal parecía que los espectros huían de ella, pues las almas poco a poco fueron cediendo a la desolación.
¿Perseguir a su presa a mitad del bosque, que su corazón bombee sangre a cada rincón de su cuerpo al tiempo en que la adrenalina intensifica el sabor de la misma? Y así pasaría otro par de décadas jugando con su comida inagotablemente.
Una mujer, una doncella que olía a pureza cruzó la calle gritando asustadiza. Algo vio en medio del bosque le condujo al pánico extremo. Cayó en los brazos de Eisheth agradecida por haberla encontrado. El vestido fue hecho trizas y sólo finas líneas de tela cubrían su desnudes. La piel le fue bañada en fango. Sus brazos, el vientre y parte de sus piernas mostraron rasguños, las garras de una bestia o bien, un hombre con un ardiente deseo de felación. La jovencita de diecisiete años no había sido profanada.
Detrás de ambas se movieron los arbustos, amenazando a las damas. Eisheth sonrió con descaro, arqueando su ceja derecha como es de costumbre. La miró por encima del hombro y le negó con la cabeza. Eisheth no estaba ahí para ayudarla porque nadie le ayudo a ella.
El destello en esos ojos, fue la cúspide que estaba buscando. Decepción, terror y súplica. La combinación que hace años esperaba encontrar en las pupilas de sus victimas.
La tomó por el cuello levantándola escasos centímetros del suelo. El sudor recorrió su frente, frío, gélido… y cayó en el pálido rostro de la vampiresa. Los latidos de su corazón se intensificaron, galopaba cual garañón salvaje. Las uñas de la muchacha se aferraron a los hombros de la vampiresa. Sus labios se torcieron en un puchero, suspiró, rezó y trato de convencerla con lo que fuese pero la desgraciada ya mostraba sus colmillos en señal de amenaza.
Sin requerir el abuso de su fuerza, arrojó el cuerpo contra la esquina de una barda a medio derrumbar. El polvo salió disparatado por todas partes, una nube opaca fungió como sábana pero no fue suficiente para esconderle de su perfecta vista. Se encaminó hasta ella para rosar con delicadas caricias la planta de sus pies, subir lento, pausado y rítmico por el contorno de su pantorrilla y el dorso de sus rodillas. Una vez alcanzadas sus piernas, Eisheth estiró ambas manos para domarla por las caderas y arrastrarla hasta su rostro. De esta forma su hermoso cáliz quedó al descubierto y la vampiresa pudo morder su vena favorita. La sangre salió a borbotones que atragantaron las fauces de Eisheth. Dos hilos escarlata camuflaron su barbilla.
La virgen, se retorció ante la punzada en su entrepierna. Gritaba y aullaba como los lobos hambrientos de una jauría. Las lágrimas de sus ojos se despilfarraron por su cuello hasta quedarse seca. Comenzó con una lucha digna de disfrutarse, sus piernas arrojaron patadas a la nada y sus manos se crispaban en puños amenazadores, pero nada de eso le sirvió pues lentamente dejó de moverse hasta que los latidos de su corazón cesaron en una funesta melodía de muerte.
Eisheth había bebido y lo hizo como nunca, sangre virgen cargada de adrenalina y miedo, pero ¿A quién le pertenecía la muchacha desde el principio? De entre los arbustos, se escuchó el rugir de un monstruo y una sombra negra saltó por encima de la vampiresa…
Llevaba más de un año en ese lugar, los callejones comenzaban a volverse tediosos, aburridos, sin chiste. La monotonía tocaba a su puerta. Después de tantas décadas encaprichada con el mismo hombre, creyó era la hora de jugar con alguien más.
Famélica escudriñó las calles, pero ninguno de los esperpentos que transitaban a su lado le hizo detenerse, al parecer sus pensamientos carecían de esa volátil sensación de blasfemia que disfruta tanto. Deseaba poder corromper las almas de los niños o mejor aún enredarse en los brazos de algún sujeto galante que gustara propasarse con las mujeres, si la golpeaban mucho mejor.
Lástima, mirada perdida tras mirada perdida. En sus orbes sólo se observó el recelo por la vida, la misma cantata fúnebre de no saber hacia donde se dirigían y con cada sonrisa fingida, el fastidio resultaba ser una estaca apuntando hacia su corazón ¿Cuándo fue que los parisinos se volvieron tan aburridos?
Mientras rugía con desdén, observó una pelea callejera. Dos ebrios se disputaron el último trago de alcohol en la traslúcida botella. Los insultos fueron inentendibles, los transeúntes se detuvieron a admirar carcajeándose, mofándose de la inestabilidad de su equilibrio. A Eisheth le pareció gracioso que la humanidad se burlase de la desgracia ajena como tal para después pedir piedad cuando se vive en carne propia. Sí, la decadencia les rodea y están condenados a perecer, a extinguirse. Podrían ser la raza más débil y aún los superarían en número, de nada les sirve si concentran sus fuerzas en destruirse entre ellos. Los dejó matándose por un sorbo que al final terminó por ser desperdiciado al romperse la botella.
El idílico hedor del sexo se inmoló en sus fosas nasales al pasar de largo por el burdel, pagaría por sexo si tan sólo tuviese ganas de él con una mujerzuela de procedencia dudosa. Las excentricidades de Eisheth la colocaron en un puesto difícil de desaparecer, no sólo buscaba diversión esa noche, si no que requería además que fuese algo verdaderamente insuperable. Tal parecía que los espectros huían de ella, pues las almas poco a poco fueron cediendo a la desolación.
¿Perseguir a su presa a mitad del bosque, que su corazón bombee sangre a cada rincón de su cuerpo al tiempo en que la adrenalina intensifica el sabor de la misma? Y así pasaría otro par de décadas jugando con su comida inagotablemente.
Una mujer, una doncella que olía a pureza cruzó la calle gritando asustadiza. Algo vio en medio del bosque le condujo al pánico extremo. Cayó en los brazos de Eisheth agradecida por haberla encontrado. El vestido fue hecho trizas y sólo finas líneas de tela cubrían su desnudes. La piel le fue bañada en fango. Sus brazos, el vientre y parte de sus piernas mostraron rasguños, las garras de una bestia o bien, un hombre con un ardiente deseo de felación. La jovencita de diecisiete años no había sido profanada.
Detrás de ambas se movieron los arbustos, amenazando a las damas. Eisheth sonrió con descaro, arqueando su ceja derecha como es de costumbre. La miró por encima del hombro y le negó con la cabeza. Eisheth no estaba ahí para ayudarla porque nadie le ayudo a ella.
El destello en esos ojos, fue la cúspide que estaba buscando. Decepción, terror y súplica. La combinación que hace años esperaba encontrar en las pupilas de sus victimas.
La tomó por el cuello levantándola escasos centímetros del suelo. El sudor recorrió su frente, frío, gélido… y cayó en el pálido rostro de la vampiresa. Los latidos de su corazón se intensificaron, galopaba cual garañón salvaje. Las uñas de la muchacha se aferraron a los hombros de la vampiresa. Sus labios se torcieron en un puchero, suspiró, rezó y trato de convencerla con lo que fuese pero la desgraciada ya mostraba sus colmillos en señal de amenaza.
Sin requerir el abuso de su fuerza, arrojó el cuerpo contra la esquina de una barda a medio derrumbar. El polvo salió disparatado por todas partes, una nube opaca fungió como sábana pero no fue suficiente para esconderle de su perfecta vista. Se encaminó hasta ella para rosar con delicadas caricias la planta de sus pies, subir lento, pausado y rítmico por el contorno de su pantorrilla y el dorso de sus rodillas. Una vez alcanzadas sus piernas, Eisheth estiró ambas manos para domarla por las caderas y arrastrarla hasta su rostro. De esta forma su hermoso cáliz quedó al descubierto y la vampiresa pudo morder su vena favorita. La sangre salió a borbotones que atragantaron las fauces de Eisheth. Dos hilos escarlata camuflaron su barbilla.
La virgen, se retorció ante la punzada en su entrepierna. Gritaba y aullaba como los lobos hambrientos de una jauría. Las lágrimas de sus ojos se despilfarraron por su cuello hasta quedarse seca. Comenzó con una lucha digna de disfrutarse, sus piernas arrojaron patadas a la nada y sus manos se crispaban en puños amenazadores, pero nada de eso le sirvió pues lentamente dejó de moverse hasta que los latidos de su corazón cesaron en una funesta melodía de muerte.
Eisheth había bebido y lo hizo como nunca, sangre virgen cargada de adrenalina y miedo, pero ¿A quién le pertenecía la muchacha desde el principio? De entre los arbustos, se escuchó el rugir de un monstruo y una sombra negra saltó por encima de la vampiresa…
Ashanti Pattakie- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 23/08/2011
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Re: Concupiscencia [Libre]
-¡No!....-se despertó como alguien asustado por sus propios pensamientos...Esa imagen de su maestro la invadía cada noche, habría podido conseguir el sueño, pero ahora estaba como en el principio. ¿Qué sería más fácil? ¿Ir a matar o dejarlo pasar? ¿Ponerse a hacer algún plato culinario, alguna sorpresa? Solamente se acurruco entre sus piernas. Mirando a cualquier lugar dentro de sus pensamientos en los que se sentía pérdida sin ayuda de nadie más que ella sola. No tenia ayuda. Pensó haber encontrado a alguien, pero esa persona seguía igual.
Oh, pobre alma atormentada ¿Qué sabe ella del sufrimiento? Pudo ver a todos lados que solo estaba ella, en aquella habitación aguamarina que la conocía desde su llegada a Paris. Miro a sus manos, aquellas que con sus armas ya había matado a más de un ser abominable de la oscuridad, lobo, vampiro, cualquier cosa. Suspiro, se despego de las sabanas que cubrían su cuerpo desnudo, cayendo en ondas suaves sobre el lecho de la cama, ella seguía entonces su camino hasta el armario donde tenía todo, un puñal como ligero, y una reserva de bolas de humo por si tenía que hacer uso de ellas.
La ropa interior apenas la usaba, pero al ir de noche se la puso, un hermoso conjunto de encaje negro adornaba su cuerpo esbelto, atado a sus piernas firmes y sin apenas señal alguna de imperfección. Supuso que si salía, podría encontrarse con muchas cosas, mas de todos modos no supo que podría encontrar por las calles. Bichos, Beodos, Vampiros por todos lados, cada vez eran más con los que se encontraban, era un descontrol demencial para la sociedad, habían vampiros que pretendían ser humanos pretendiendo ser vampiros. De risa.
-Alfred...-El mayordomo de la casa se había desvelado pese al grito de su ama, este entendió a donde se dirigía pese a sus ropas fúnebres como la noche, fue halagado con palabras dulces, seguras diciendo que volvería sana y salva, como siempre, pero que seguramente tendría que cocinarse algo maravilloso ellos mismos, pues ella ahora iba a pasearse un poco, relajarse pues no era otra cosa más afable para ella el ir dando tiros por doquier.
Su capa y su vestido negro eran ideales para ese momento. Nadie la reconocería, nadie la vería. Metida en sus pensamientos no vio que anduvo gran distancia a pie para no levantar sospechas de nada. Caminaba y caminaba, no veía nada por doquier hasta que el grito aterrador de una muchacha la alerto que ya era hora de repartir las tortas.
-Bien... ¿qué tal un vals?-Lentamente sus pies se silenciaron por la lentitud adquirida-...¡MUESTRATE!-Apunto con una pistola de pólvora que llevaba a su cintura bajo la capa-...¡HEREJE ante los ojos de Dios...! –Sí, veía, llego hasta encontrar a la joven llorando a mares, un ser... ¿Una mujer?
Espero que os agrade mi respuesta.
Y espero no haberos molestado en haberlo respondido yo...
Oh, pobre alma atormentada ¿Qué sabe ella del sufrimiento? Pudo ver a todos lados que solo estaba ella, en aquella habitación aguamarina que la conocía desde su llegada a Paris. Miro a sus manos, aquellas que con sus armas ya había matado a más de un ser abominable de la oscuridad, lobo, vampiro, cualquier cosa. Suspiro, se despego de las sabanas que cubrían su cuerpo desnudo, cayendo en ondas suaves sobre el lecho de la cama, ella seguía entonces su camino hasta el armario donde tenía todo, un puñal como ligero, y una reserva de bolas de humo por si tenía que hacer uso de ellas.
La ropa interior apenas la usaba, pero al ir de noche se la puso, un hermoso conjunto de encaje negro adornaba su cuerpo esbelto, atado a sus piernas firmes y sin apenas señal alguna de imperfección. Supuso que si salía, podría encontrarse con muchas cosas, mas de todos modos no supo que podría encontrar por las calles. Bichos, Beodos, Vampiros por todos lados, cada vez eran más con los que se encontraban, era un descontrol demencial para la sociedad, habían vampiros que pretendían ser humanos pretendiendo ser vampiros. De risa.
-Alfred...-El mayordomo de la casa se había desvelado pese al grito de su ama, este entendió a donde se dirigía pese a sus ropas fúnebres como la noche, fue halagado con palabras dulces, seguras diciendo que volvería sana y salva, como siempre, pero que seguramente tendría que cocinarse algo maravilloso ellos mismos, pues ella ahora iba a pasearse un poco, relajarse pues no era otra cosa más afable para ella el ir dando tiros por doquier.
Su capa y su vestido negro eran ideales para ese momento. Nadie la reconocería, nadie la vería. Metida en sus pensamientos no vio que anduvo gran distancia a pie para no levantar sospechas de nada. Caminaba y caminaba, no veía nada por doquier hasta que el grito aterrador de una muchacha la alerto que ya era hora de repartir las tortas.
-Bien... ¿qué tal un vals?-Lentamente sus pies se silenciaron por la lentitud adquirida-...¡MUESTRATE!-Apunto con una pistola de pólvora que llevaba a su cintura bajo la capa-...¡HEREJE ante los ojos de Dios...! –Sí, veía, llego hasta encontrar a la joven llorando a mares, un ser... ¿Una mujer?
Espero que os agrade mi respuesta.
Y espero no haberos molestado en haberlo respondido yo...
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/04/2012
Re: Concupiscencia [Libre]
Contraproducente. Para muchos la vida se resume a esa tonta y ridícula palabra, no porque la existencia sea de esa manera si no porque se empeñan tanto en nadar contra la corriente que nunca permiten que esta te arrastre y así poder salir de esas cavernas etéreas de la mente. Para los demonios esto no era diferente, algunos se presentaban en sus formas más atormentadas y custodiaban a los humanos desde las penumbras tratando de aliviar el dolor que sufren por dentro, esquivando el sentimiento mezquino que el estar muertos les provoca, sin embargo, la naturaleza es simple… seguirán matando para sobrevivir sin importar cuanto autocontrol se adjudiquen. Eisheth, vampiresa de una madurez dudable a comparación de los muchos otros que merodean las ciudades, ella es una mujer capaz pero que sus movimientos o la inculta utilización de sus palabras deja bastante que desear, todo se debe a su tonto infantilismo, el capricho de ser eterna a sus diecisiete años y el actuar como una estúpida adolescente el resto de sus noches. En ocasiones le aburría, en otras…
La sombra saltó por encima de la pelinegra, su carcajada fue tenuemente estruendosa y ahondó en los pensamientos de la chica. Un hombre de mediana edad, estatura promedio cabello rojizo y ojos verdes, le esperaba del lado contrario a donde ella observaba. El porte varonil de semejante criatura denotaba esas terroríficas ganas de autocomplacencia, insuperable y supremo ¿Qué fantoche era? Eisheth rodó los ojos hasta verlo de frente. Su comportamiento le pareció familiar pero lo ignoró de inmediato. La cólera se asomó por ese par de orbes esmeralda, atacó.
A la inmortal le es totalmente fascinante la batalla, gusta de la pelea tanto como de la sangre y el mórbido ataque de ese sujeto sólo le provocó una incitación terrible. Al notar la debilidad, gruñó. Se trataba de un neófito, no más de cinco años viviendo como un ser eterno y ya se creía el dueño del mundo ¡Patético! En una de sus múltiples piruetas, la mujer logró esquivarlo para hincar su puño en la espalda de este justo a la altura donde tiene el corazón. La sangre comenzó a emanar de sus labios, abrazó la mano de la vampiresa y los sonidos cortantes (entre quejidos y maldiciones) se escuchaban hacer eco en medio del silencio de aquella noche. La luna apenas si pudo reflejarse en el charco de púrpura bajo el cuerpo. Gota a gota se desangraba y la peste reverberaba en las fauces de Eisheth >>Demasiado fácil<< se pensó con una mueca de disgusto curvando sus prolongados labios. Bufó. En un segundo movimiento, su mano se separó del cuerpo y el corazón del vampiro fue completamente extirpado. El hombre cayó al suelo en seco >>¡Perfecto. Otro cadáver del cual deshacerme!<< En ese instante, alguien logro sacarla de su ensimismamiento del otro lado de los arbustos.
>>¡Demonios!<< Sus pasos se agigantaron esquivando los dos cadáveres que yacían bajo sus pies. Los cuervos tendrían carroña por el resto del mes si es que lograban empotrarse en esa zona semi-abandonada a las afueras de Paris. El hecho de saberse en compañía de alguien, más que causarle una alegría por su última decepción, le resultó un fastidio. Tenía que deshacerse de él o ella y hacerlo rápido. -¡Muéstrate! ¡Sal de ahí, donde que estés! ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Por qué a mí?- Musitó copiando el tono de voz en la chica y apareciendo por uno de los laterales más obscuros. La sombra de los árboles parecía sesgarle el rostro, lo cual la hizo lucir sombría -¿De verdad no se les ocurre algo mejor para llamar nuestra atención? Quizá una invocación ¡Oh, poderosa criatura de la noche que habita en mis más temibles pesadillas, os ruego con tanto fervor que no procedáis a hacerme daño, os suplico e imploro por la poca condescendencia que habita en vos, me dejéis salir con vida de esto!- Se aproximó hasta la Inquisidora observando la postura de defensa. Sonrió tras hacer un mohín –Lo entiendo, es demasiado melodramático- Los gestos de su rostro hacían burla a escupidera de palabras que había dicho. –ahora, si me lo permites…- Levantó una mano como quien da una indicación o una orden –Debo hacer algo antes, ellos llegaron primero- Sonrió de medio lado al señalar con la barbilla los pies de ambos cuerpos.
La sombra saltó por encima de la pelinegra, su carcajada fue tenuemente estruendosa y ahondó en los pensamientos de la chica. Un hombre de mediana edad, estatura promedio cabello rojizo y ojos verdes, le esperaba del lado contrario a donde ella observaba. El porte varonil de semejante criatura denotaba esas terroríficas ganas de autocomplacencia, insuperable y supremo ¿Qué fantoche era? Eisheth rodó los ojos hasta verlo de frente. Su comportamiento le pareció familiar pero lo ignoró de inmediato. La cólera se asomó por ese par de orbes esmeralda, atacó.
A la inmortal le es totalmente fascinante la batalla, gusta de la pelea tanto como de la sangre y el mórbido ataque de ese sujeto sólo le provocó una incitación terrible. Al notar la debilidad, gruñó. Se trataba de un neófito, no más de cinco años viviendo como un ser eterno y ya se creía el dueño del mundo ¡Patético! En una de sus múltiples piruetas, la mujer logró esquivarlo para hincar su puño en la espalda de este justo a la altura donde tiene el corazón. La sangre comenzó a emanar de sus labios, abrazó la mano de la vampiresa y los sonidos cortantes (entre quejidos y maldiciones) se escuchaban hacer eco en medio del silencio de aquella noche. La luna apenas si pudo reflejarse en el charco de púrpura bajo el cuerpo. Gota a gota se desangraba y la peste reverberaba en las fauces de Eisheth >>Demasiado fácil<< se pensó con una mueca de disgusto curvando sus prolongados labios. Bufó. En un segundo movimiento, su mano se separó del cuerpo y el corazón del vampiro fue completamente extirpado. El hombre cayó al suelo en seco >>¡Perfecto. Otro cadáver del cual deshacerme!<< En ese instante, alguien logro sacarla de su ensimismamiento del otro lado de los arbustos.
>>¡Demonios!<< Sus pasos se agigantaron esquivando los dos cadáveres que yacían bajo sus pies. Los cuervos tendrían carroña por el resto del mes si es que lograban empotrarse en esa zona semi-abandonada a las afueras de Paris. El hecho de saberse en compañía de alguien, más que causarle una alegría por su última decepción, le resultó un fastidio. Tenía que deshacerse de él o ella y hacerlo rápido. -¡Muéstrate! ¡Sal de ahí, donde que estés! ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Por qué a mí?- Musitó copiando el tono de voz en la chica y apareciendo por uno de los laterales más obscuros. La sombra de los árboles parecía sesgarle el rostro, lo cual la hizo lucir sombría -¿De verdad no se les ocurre algo mejor para llamar nuestra atención? Quizá una invocación ¡Oh, poderosa criatura de la noche que habita en mis más temibles pesadillas, os ruego con tanto fervor que no procedáis a hacerme daño, os suplico e imploro por la poca condescendencia que habita en vos, me dejéis salir con vida de esto!- Se aproximó hasta la Inquisidora observando la postura de defensa. Sonrió tras hacer un mohín –Lo entiendo, es demasiado melodramático- Los gestos de su rostro hacían burla a escupidera de palabras que había dicho. –ahora, si me lo permites…- Levantó una mano como quien da una indicación o una orden –Debo hacer algo antes, ellos llegaron primero- Sonrió de medio lado al señalar con la barbilla los pies de ambos cuerpos.
Ashanti Pattakie- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 23/08/2011
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Re: Concupiscencia [Libre]
De poco a mucho fue el aumento de su irritación, más que cuando cocinaba en sus noches de insomnio. Sonrió de lado haciendo que el carmín seductor de sus labios quedaran mas estirado-¡No!...Digo...No...-rectificó lentamente, aun apuntando a la mujer que parecía burlarse de ella con esas palabras, que si no se equivocaba, tendría que apartarla, borrarla de la faz de la tierra-... ¿te diviertes o te aburres de tanto aburrir a la gente con tu escuálida apariencia y enfermiza?-Sostuvo sus palabras firme al igual que su arma en mano, mirándola fijamente al mismo tiempo que cargaba la pistola.
-Ellos están más que muertos... ¿Por qué tiendes a huir si no estás dispuesto a luchar?-Silmeria, Silmeria, siempre le pasaba igual. Esta quieta de alguna manera, calculando la situación que pudiera ofrecerle el beneficio de eliminar con esa derramadora de sangre que osaba contra la muerte y sacrilegios contra Dios, el quitar una vida a una persona, la chica estaba aun viva, aquella que había osado la vampira a tumbarse para seguramente, Dios, le había hecho un cristo a la entrepierna de la pobre joven, pero aquellos remilgos de dolor la molestaban, comenzaban un leve dolor de cabeza en la mente de Silmeria, apunto con las dos pistolas a la vampira para después apuntarla con una sola pistola ya que con la otra la uso para apuntar a la muchacha-¡CAllATE!-Grito con amenaza a la muchacha sin haberla disparado, pero la muchacha seguía gritando entre gemidos de dolor.
-Seguramente tendrá que ser fiel esa muchacha pues mucho no le queda de vida...-Volvió su mirada a la vampiresa que cada vez se había acercando mas, sus armas le apuntaban, hasta que finalmente estuvo a medio milímetro de la vampiresa, apuntándole con las pistolas, una sobre el pecho y la otra se la había colocado en la entrepierna, acercándose al sexo de la vampiresa soportándole aquella mirada burlona y verdusca que contrastaban con la seriedad de los de ella.
- Vamos a ver si tú podrías resultar del mismo...modo...-Y de la misma pistola, con gracia y belleza, Silmeria quitándole el seguro de su pistola una pequeña daga que salía de la misma pistola amenazaba el cuello de la vampiresa, deslizándolo en diagonal en el pecho ajeno abriéndole un corte de advertencia mientras Silmeria daba pasos atrás, viendo con satisfacción en corte de la vampiresa-Esta es una de mis advertencias de las que deberías hacer caso-Sonrió aun mas satisfactoriamente, pensó en que debería de tener cuidado por donde movía ahora los pies, mirándole con firmeza, pero aquella sonrisa todavía estaba en su rostro ¿Qué haría? Simplemente divertirse.
Esto no había hecho más que empezar.
-Ellos están más que muertos... ¿Por qué tiendes a huir si no estás dispuesto a luchar?-Silmeria, Silmeria, siempre le pasaba igual. Esta quieta de alguna manera, calculando la situación que pudiera ofrecerle el beneficio de eliminar con esa derramadora de sangre que osaba contra la muerte y sacrilegios contra Dios, el quitar una vida a una persona, la chica estaba aun viva, aquella que había osado la vampira a tumbarse para seguramente, Dios, le había hecho un cristo a la entrepierna de la pobre joven, pero aquellos remilgos de dolor la molestaban, comenzaban un leve dolor de cabeza en la mente de Silmeria, apunto con las dos pistolas a la vampira para después apuntarla con una sola pistola ya que con la otra la uso para apuntar a la muchacha-¡CAllATE!-Grito con amenaza a la muchacha sin haberla disparado, pero la muchacha seguía gritando entre gemidos de dolor.
-Seguramente tendrá que ser fiel esa muchacha pues mucho no le queda de vida...-Volvió su mirada a la vampiresa que cada vez se había acercando mas, sus armas le apuntaban, hasta que finalmente estuvo a medio milímetro de la vampiresa, apuntándole con las pistolas, una sobre el pecho y la otra se la había colocado en la entrepierna, acercándose al sexo de la vampiresa soportándole aquella mirada burlona y verdusca que contrastaban con la seriedad de los de ella.
- Vamos a ver si tú podrías resultar del mismo...modo...-Y de la misma pistola, con gracia y belleza, Silmeria quitándole el seguro de su pistola una pequeña daga que salía de la misma pistola amenazaba el cuello de la vampiresa, deslizándolo en diagonal en el pecho ajeno abriéndole un corte de advertencia mientras Silmeria daba pasos atrás, viendo con satisfacción en corte de la vampiresa-Esta es una de mis advertencias de las que deberías hacer caso-Sonrió aun mas satisfactoriamente, pensó en que debería de tener cuidado por donde movía ahora los pies, mirándole con firmeza, pero aquella sonrisa todavía estaba en su rostro ¿Qué haría? Simplemente divertirse.
Esto no había hecho más que empezar.
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 20/04/2012
Re: Concupiscencia [Libre]
En definitiva, los humanos son las criaturas más interesantes sobre la fas de la tierra. No existía ente en el mundo que se creyese tan fanfarrón ante la presencia de sus demonios. Es divertido verlos actuar con súbita valentía mientras sus manos temblorosas buscan la forma de no rendirse ante la presión a la que son sometidas. Una delicia extra, es escuchar el mítico cántico de sus palpitaciones, recorriendo cada centímetro de su cuerpo para asegurarse que la sangre mantuviese calientes esos músculos semi tensados, pero lo más importante, es ver el espectáculo macabro reflejado en sus lustrosos orbes.
La sonrisa de la vampiresa se extendió sobre sus fauces, la voz casi melodiosa de la Inquisidora le hizo recordar algún pasaje de su antigua vida. Bajó la mirada hasta los cuerpos. Sí, los humanos pueden ser el ser más brillante del mundo o definitivamente el más estúpido –Precisamente, niña boba. Hay que darles ¡Santa Sepultura!- Exclamó con un tono sardónico. No esperaba que alguien como ella lo comprendiera a la primera, sería demasiado que pedir para alguien en su condición. Chasqueó la lengua y se limitó a no responder a acusaciones torpes. Si eso se trataba de una entrevista, entonces quizá debería anotar en un pergamino todo lo que Eisheth tenía para confesarle. Hizo un puchero a los vagos intentos de la joven por aferrarse a la vida. -¿No es hermoso? ¡Una linda muñeca!- Limpió de su rostro lágrimas inexistentes como si de verdad se hubiese arrepentido de los pecados. Jugueteó con sus manos y observó los movimientos de la mujer. Sabía lo que pasaba por su cabeza y, en definitiva, no deseaba arruinarle los planes así que no hizo nada para salir de su camino. «Awr, ¿La princesita quiere jugar?, bien nena... ¡Sorpréndeme!» Pensó. Si la dama deseaba bailar con el demonio bajo la luz de la pálida luna, entonces Eisheth no se opondría en lo absoluto.
Una estaca atravesó su pecho. La piel se abrió delicadamente dejando al descubierto sus órganos internos. La sangre creo una carretera de púrpura color sobre el contorno de sus senos hacia la parte baja de su vientre. El sabor de la madera dentro de ella era como beber veneno, un ardor insoportable que desgasta los sentidos y confunde la mente. Retrocedió dos pasos, con el rostro caído, mirando absorta a la Inquisidora. Fue el miedo quien cruzó por sus ojos, después el arrepentimiento y, por último, la caída del telón. Sus carcajadas resonaron en la obscuridad, por encima de los árboles y más allá de la penumbra. Los cuervos y su azuzar diabólico emprendieron el vuelo, huyendo del fatídico augurio que les deparaba si permanecían en las cercanías. Eisheth suspiró con decepción –Tengo un acertijo para ti- Mencionó mientras retiraba la estaca ‘amenazadora’ de su pecho. Hizo un gesto poco agradable al sentir como las astillas se incrustaban en su piel. Observó el pedazo de madera, frunció el ceño y torció los labios en una mueca. La inquisidora fue rápida, de eso no hay duda, pero desperdició una estaca. Si su deber era exterminar a las criaturas como Eisheth ¿Por qué demonios no lo hizo? -¿Cómo torturas a una bestia que disfruta del dolor como un orgasmo?- Los orbes de la vampiresa se abrieron enfatizando la locura y los malos pensamientos que se apoderaban de su mente en una vorágine de magnánimas atrocidades.
Clavó su vista en ella e inquirió la posibilidad de usar sus habilidades con ella, pero sería demasiado fácil. Se esfumó en el aire dejando fina capa de humo tras su paso. Su velocidad no se comparaba con la humana y, por mucho que la Inquisidora se esforzara por adivinar el siguiente movimiento, no lo haría jamás. Apareció por su lado derecho y con la mínima fuerza clavó la estaca en el hombro de la fémina. Un gesto infantil (sacó su lengua), una maquiavélica sonrisa y el zarpazo sorpresa con la garra opuesta. La empujó hasta donde se encontraba el cadáver del neófito y la doncella que aún se retorcía en el fango por su vida. –Punto número uno. Jamás huyo de una pelea- Dijo a la par en la que se aproximaba al caballo. Lo tomó de las riendas y acarició su lomo. Aunque este se quejó por su cercanía, fue domado al segundo siguiente –Punto número dos. Me son un chiste tus amenazas- La observó desde su posición –Y punto número tres. Cuidado con tus mascotas- Soltó a la bestia para que trotase por encima de sus cuerpos. Las pezuñas del animal estuvieron a punto de moler los pies de la Inquisidora, pero en su lugar sólo dejo una nube de polvo. El pecho de Eisheth ya se había regenerado por completo –¿Oh, no es una maravilla? ¡La sangre de virgen es lo mejor para rehabilitarse!- Se mofó. –Comienzo a sospechar que no será una batalla justa. Aún así… ¿Quieres jugar?- Le preguntó despectiva. Realmente no le interesaba la respuesta, ella ya había decidido por las dos.
La sonrisa de la vampiresa se extendió sobre sus fauces, la voz casi melodiosa de la Inquisidora le hizo recordar algún pasaje de su antigua vida. Bajó la mirada hasta los cuerpos. Sí, los humanos pueden ser el ser más brillante del mundo o definitivamente el más estúpido –Precisamente, niña boba. Hay que darles ¡Santa Sepultura!- Exclamó con un tono sardónico. No esperaba que alguien como ella lo comprendiera a la primera, sería demasiado que pedir para alguien en su condición. Chasqueó la lengua y se limitó a no responder a acusaciones torpes. Si eso se trataba de una entrevista, entonces quizá debería anotar en un pergamino todo lo que Eisheth tenía para confesarle. Hizo un puchero a los vagos intentos de la joven por aferrarse a la vida. -¿No es hermoso? ¡Una linda muñeca!- Limpió de su rostro lágrimas inexistentes como si de verdad se hubiese arrepentido de los pecados. Jugueteó con sus manos y observó los movimientos de la mujer. Sabía lo que pasaba por su cabeza y, en definitiva, no deseaba arruinarle los planes así que no hizo nada para salir de su camino. «Awr, ¿La princesita quiere jugar?, bien nena... ¡Sorpréndeme!» Pensó. Si la dama deseaba bailar con el demonio bajo la luz de la pálida luna, entonces Eisheth no se opondría en lo absoluto.
Una estaca atravesó su pecho. La piel se abrió delicadamente dejando al descubierto sus órganos internos. La sangre creo una carretera de púrpura color sobre el contorno de sus senos hacia la parte baja de su vientre. El sabor de la madera dentro de ella era como beber veneno, un ardor insoportable que desgasta los sentidos y confunde la mente. Retrocedió dos pasos, con el rostro caído, mirando absorta a la Inquisidora. Fue el miedo quien cruzó por sus ojos, después el arrepentimiento y, por último, la caída del telón. Sus carcajadas resonaron en la obscuridad, por encima de los árboles y más allá de la penumbra. Los cuervos y su azuzar diabólico emprendieron el vuelo, huyendo del fatídico augurio que les deparaba si permanecían en las cercanías. Eisheth suspiró con decepción –Tengo un acertijo para ti- Mencionó mientras retiraba la estaca ‘amenazadora’ de su pecho. Hizo un gesto poco agradable al sentir como las astillas se incrustaban en su piel. Observó el pedazo de madera, frunció el ceño y torció los labios en una mueca. La inquisidora fue rápida, de eso no hay duda, pero desperdició una estaca. Si su deber era exterminar a las criaturas como Eisheth ¿Por qué demonios no lo hizo? -¿Cómo torturas a una bestia que disfruta del dolor como un orgasmo?- Los orbes de la vampiresa se abrieron enfatizando la locura y los malos pensamientos que se apoderaban de su mente en una vorágine de magnánimas atrocidades.
Clavó su vista en ella e inquirió la posibilidad de usar sus habilidades con ella, pero sería demasiado fácil. Se esfumó en el aire dejando fina capa de humo tras su paso. Su velocidad no se comparaba con la humana y, por mucho que la Inquisidora se esforzara por adivinar el siguiente movimiento, no lo haría jamás. Apareció por su lado derecho y con la mínima fuerza clavó la estaca en el hombro de la fémina. Un gesto infantil (sacó su lengua), una maquiavélica sonrisa y el zarpazo sorpresa con la garra opuesta. La empujó hasta donde se encontraba el cadáver del neófito y la doncella que aún se retorcía en el fango por su vida. –Punto número uno. Jamás huyo de una pelea- Dijo a la par en la que se aproximaba al caballo. Lo tomó de las riendas y acarició su lomo. Aunque este se quejó por su cercanía, fue domado al segundo siguiente –Punto número dos. Me son un chiste tus amenazas- La observó desde su posición –Y punto número tres. Cuidado con tus mascotas- Soltó a la bestia para que trotase por encima de sus cuerpos. Las pezuñas del animal estuvieron a punto de moler los pies de la Inquisidora, pero en su lugar sólo dejo una nube de polvo. El pecho de Eisheth ya se había regenerado por completo –¿Oh, no es una maravilla? ¡La sangre de virgen es lo mejor para rehabilitarse!- Se mofó. –Comienzo a sospechar que no será una batalla justa. Aún así… ¿Quieres jugar?- Le preguntó despectiva. Realmente no le interesaba la respuesta, ella ya había decidido por las dos.
Ashanti Pattakie- Vampiro Clase Baja
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Re: Concupiscencia [Libre]
-¡¡¡AAAAAGH!!! ¡¡Puta del diablo!! ...-Su grito había retumbado en la inmensidad de la noche, mirando fijamente a la vampira, se sacaba la estaba, pero paro a la mitad pues el dolor era demasiado para ella misma, jadeaba poco a poco, sin tener a dudas para sacarse del todo la estaca de su cuerpo.
Con firmeza la miro-... ¿sabes por dónde me paso yo tus condiciones? –Podría haberla volado la cabeza ahora mismo, intento levantarse de aquel montón de cadáveres en el que había caído, miraba fijamente aquella quien la había herido, podría haberse sacado la estaca, pero con ella dentro, la avisaba de que estaba viva y no muerta- Aunque me haces un favor haciéndome saber que estoy viva para que me lamas los pies en cuanto estés a punto de morir, ¡maldita zorra!-Saco de su capa azabache un poco de agua bendita que esporádicamente se la tiro sobre el rostro de la vampiresa, alejándose hacia un costado mientras que le apuntaba con una de sus pistolas de pólvora.
Finalmente hizo fuerza para sacarse la estaca de su hombro cual se la había clavado la vampiresa- Yo tengo otro... En un campo se encuentra un señor tendido, sin vida. A su lado hay un paquete sin abrir...No hay ninguna otra criatura viva en el campo. ¿Cómo murió? –Se quedo apuntándola con la pistola, estando quieta y procurando que la vampiresa no se le escapara del objetivo.
Tosió, había aparecido un animal de la nada o ella al estar concentrada en la vampiresa no se había dado cuenta. Sonrió, tosiendo medianamente para después acercarse a la vampiresa con la mirada altiva, tomándola del mentón para así robarle un apasionado beso que iba incluido la lengua a la vez que le iba rodeando con las manos la cintura de avispa que formaba el cuerpo de la chupasangre, tomándola de cada nalga para después subir y agarrarla de aquellos largos cabellos que se mezclaban con las sombras de la noche-...Bien...-tiraba de ella, haciendo fuerza con su mano agarrando sus cabellos hacia abajo y con la otra mano, agarrándola con fuerza y sin poder dejarla hacer nada.
Bien sabía que podría ser un punto fácil para que la vampiresa atacara, pero se estuvo fijando en los ojos de aquella desquiciada loca- Loca infame...deberías saber que no eres bienvenida en el mundo de los vivos...ya tuviste tu oportunidad de follarte a Dios y de mancillarle con tu asquerosa presencia...volviendo aquí...-No dudo en aquellas palabras- ...no te mereces ni que te escuchen si quiera...Eres una demente que se ha perdido en el reloj de arena de Cronos...-Y enseguida fue Silmeria que disimuladamente había soltado sus cabellos para ocultar su rostro en la curvatura de la mujer.
-...Carpe Diem...-susurro casi con frialdad en la voz, una voz casi gélida que pudiera cortar la tranquilidad para trastornarla en algún peligro. Pero lentamente se fue alejando de la chupasangre a la que enseguida tomo del cuello, con una o ambas manos para enseguida apoyarla contra una pared enladrillada de oscuros adoquines que formaban los callejones.
Con firmeza la miro-... ¿sabes por dónde me paso yo tus condiciones? –Podría haberla volado la cabeza ahora mismo, intento levantarse de aquel montón de cadáveres en el que había caído, miraba fijamente aquella quien la había herido, podría haberse sacado la estaca, pero con ella dentro, la avisaba de que estaba viva y no muerta- Aunque me haces un favor haciéndome saber que estoy viva para que me lamas los pies en cuanto estés a punto de morir, ¡maldita zorra!-Saco de su capa azabache un poco de agua bendita que esporádicamente se la tiro sobre el rostro de la vampiresa, alejándose hacia un costado mientras que le apuntaba con una de sus pistolas de pólvora.
Finalmente hizo fuerza para sacarse la estaca de su hombro cual se la había clavado la vampiresa- Yo tengo otro... En un campo se encuentra un señor tendido, sin vida. A su lado hay un paquete sin abrir...No hay ninguna otra criatura viva en el campo. ¿Cómo murió? –Se quedo apuntándola con la pistola, estando quieta y procurando que la vampiresa no se le escapara del objetivo.
Tosió, había aparecido un animal de la nada o ella al estar concentrada en la vampiresa no se había dado cuenta. Sonrió, tosiendo medianamente para después acercarse a la vampiresa con la mirada altiva, tomándola del mentón para así robarle un apasionado beso que iba incluido la lengua a la vez que le iba rodeando con las manos la cintura de avispa que formaba el cuerpo de la chupasangre, tomándola de cada nalga para después subir y agarrarla de aquellos largos cabellos que se mezclaban con las sombras de la noche-...Bien...-tiraba de ella, haciendo fuerza con su mano agarrando sus cabellos hacia abajo y con la otra mano, agarrándola con fuerza y sin poder dejarla hacer nada.
Bien sabía que podría ser un punto fácil para que la vampiresa atacara, pero se estuvo fijando en los ojos de aquella desquiciada loca- Loca infame...deberías saber que no eres bienvenida en el mundo de los vivos...ya tuviste tu oportunidad de follarte a Dios y de mancillarle con tu asquerosa presencia...volviendo aquí...-No dudo en aquellas palabras- ...no te mereces ni que te escuchen si quiera...Eres una demente que se ha perdido en el reloj de arena de Cronos...-Y enseguida fue Silmeria que disimuladamente había soltado sus cabellos para ocultar su rostro en la curvatura de la mujer.
-...Carpe Diem...-susurro casi con frialdad en la voz, una voz casi gélida que pudiera cortar la tranquilidad para trastornarla en algún peligro. Pero lentamente se fue alejando de la chupasangre a la que enseguida tomo del cuello, con una o ambas manos para enseguida apoyarla contra una pared enladrillada de oscuros adoquines que formaban los callejones.
Silmeria Von Greys- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 20/04/2012
Re: Concupiscencia [Libre]
Existen un par de cosas que los humanos jamás entenderán. Por más experiencia, por más valor o coraje que tengan, no pueden solos combatir a un enemigo que los supera en virtudes así como en defectos. La unidad de los hombres es la que resulta victoriosa al final del día, pero es su imprudencia quien decide hablar antes de que la corona les sea puesta. Le resultó jodidamente entretenido el toparse con una fulana que tuviese si quiera las agallas para retarla. Sí, Eisheth era bastante infantil y sus métodos redundaban en lo pueril para algunos de su raza, pero nada de eso importaba cuando eran sus manos las que destrozaban cuerpos enteros en múltiples batallas. No le sorprendió encontrar gotas de agua bendita en su rostro. Se quemó. La piel ardió como si se hubiese expuesto a los rayos del sol ¡Cenizas! ¡Sus mejillas y uno de sus ojos se convirtieron en cenizas! A diferencia de lo sospechado, hizo un puchero lloriqueando al ver su belleza extinta, poco después se mofó de la Inquisidora. No había respondido a su acertijo. -¿Sabes? El agua surte un mejor resultado cuando logras que el vampiro la beba, todos sus órganos internos son calcinados en una llama casi descomunal, comienza por el intestino, alargándose hasta esófago, los pulmones. En ocasiones sentimos que no podemos respirar lo cual es estúpido porque no necesitamos hacerlo, por último… dependiendo de la cantidad de agua ingerida ¡Mueren!- Quizá la mujer la tendría imposibilitada para actuar pero.. ¡Jáh! ¡Que bruta si en verdad se lo había tragado!
El beso. Ese acto sólo puede significar dos cosas, muerte o atracción. Honestamente prefería la segunda dado que la primera, bueno se entiende que Eisheth no es lo que se conoce como espectro vivo. Saboreo la curva de sus labios y la humedad de su boca. La lengua se introdujo hasta su cavidad buscando direcciones alternativas por las cuales escapar. Sus colmillos se mantuvieron dentro de su lugar en todo el tiempo, no importa que tan idiota fuese la inquisidora, quizá, sólo quizá la desgraciada pensó en ingerir algún tipo de veneno para todo aquel vampiro que dese clavarle el diente. Sintió el tirón en su cabello, pudo haberse quejado pero toda parafernalia sólo lograba una cosa en Eisheth. No, no la molestaba y tampoco la incitaba. A decir verdad, comenzaba a aburrirse a sobremanera. –¡Pero que labia tan soez!- Mencionó chasqueando la lengua. Existe una infinidad de mortales que creen en las palabras altisonantes como escudo de fortaleza, que ese tipo de comentarios inútiles pueden llegar a insultar a una bestia como ella o quizá incluso, se ven a si mismo –en este caso- como una gran perra que se traga al gato con verborrea. Sólo destacan lo pobres de pensamiento que son y lo carente de estrategias. No iba a responder a sus blasfemias doctrinales. ¿Eso es lo que enseñan en el Vaticano? ¡Están jodidos! El rostro de herido, inició el proceso de auto-regeneración.
-Memento mori- Susurró besándole en la frente antes de que retrocediera. La sonrisa ladina de la vampiresa era sólo el inicio de toda una sarta de ideas que parloteaban dentro de su cabeza. Una más sanguinaria que la otra, tenía toda una eternidad para atormentar a la joven, pero no podía decir lo mismo de ella, tarde o temprano moriría a menos que… «Dicen que es pecado traer hijos a este mundo y no cuidar de ellos. ¡Pero que joda! ¡Ella ha dicho que ya me follé a Dios!» Pensó. Trataba de concentrarse en una sola frase al mismo tiempo pero esas voces no le permitían el enfoque. Resopló los labios al sentir la presión en su cuello. Rodeó los ojos. ¿Qué pretendía? ¿Asfixiarla? ¡¿Era una broma?! –No tengo tiempo para esto- Comentó con enfado en la voz. Esa chiquilla sólo estaba retrasándola cuando bien podía ir a buscar a… Sí, sí. Escuchó que esa desgraciada mujer regresó a Paris y Eisheth se moría de ganas por verla de nuevo. –Un consejo, cuando te enfrentes a uno de los míos. Nunca, repito, nunca pierdas de vista sus manos- Sus movimientos fueron rápidos, certeros e impredecibles. Levantó una de sus piernas y pateó el costillar de Silmeria. ¡Su flexibilidad es increíble! Eso de las manos sólo fue una distracción o… ¿No? Le bastó una sola de sus extremidades superiores para doblegar las muñecas de la inquisidora y astillarla. Sabía que, dependiendo de la presión podría romper su brazo completo o únicamente herirla. Invirtió posiciones.
El frío muro se quejó. El cuerpo de Silmeria era una cárcel entre la pared y los gusanos que habitaban en ella. La vampiresa quería asesinarla, arrancarle la cabeza de tajo y después empalarla en una lanza, decorar su habitación con las vísceras y hacer varias velas con la grasa de su piel. Quien sabe, incluso podría hornear un pastelillo y enviarlo a su santidad como muestra de su gratitud a enviarle un juguete tan estulto. La desnudó. Si había algo que le gustara más que el sexo, era ver a las mujeres desnudas antes de ser despojadas de su orgullo y su pudor. Bajo todas esas prendas, hubo montones de armas, cuchillas, escopetas, ballestas, agua, una biblia, un cristo improvisado con ramas de no sé qué, ajos, espejos, plata ¡De todo! Eisheth observó los artefactos con desdén. Restregó su cuerpo al de ella. Comenzó a acariciar su zona íntima con movimientos circulares. Masajeó con delicada incidencia sus labios e introdujo uno de sus dedos en su cáliz. La humedad de su cuerpo bañó su mano y pronto se vio envuelta en una serie de jugos bastante gratos a su forma de ver. Retiró su mano. Su boca se encontraba ansiosa por probarla y así fue. Tragó el sabor de Silmeria y sonrío de medio lado. –Volviendo a tu acertijo, tengo varias respuestas pero la esencial y la que me gusta más es la siguiente: Un vampiro al que no le interesa dicho paquete, succionó la sangre del hombre hasta matarlo, el hecho de que no haya criatura viva en el campo no significa que el Nosferatu no esté ahí, porque como lo has dicho, nosotros ya estamos muertos- Se carcajeo, tétrica.
El beso. Ese acto sólo puede significar dos cosas, muerte o atracción. Honestamente prefería la segunda dado que la primera, bueno se entiende que Eisheth no es lo que se conoce como espectro vivo. Saboreo la curva de sus labios y la humedad de su boca. La lengua se introdujo hasta su cavidad buscando direcciones alternativas por las cuales escapar. Sus colmillos se mantuvieron dentro de su lugar en todo el tiempo, no importa que tan idiota fuese la inquisidora, quizá, sólo quizá la desgraciada pensó en ingerir algún tipo de veneno para todo aquel vampiro que dese clavarle el diente. Sintió el tirón en su cabello, pudo haberse quejado pero toda parafernalia sólo lograba una cosa en Eisheth. No, no la molestaba y tampoco la incitaba. A decir verdad, comenzaba a aburrirse a sobremanera. –¡Pero que labia tan soez!- Mencionó chasqueando la lengua. Existe una infinidad de mortales que creen en las palabras altisonantes como escudo de fortaleza, que ese tipo de comentarios inútiles pueden llegar a insultar a una bestia como ella o quizá incluso, se ven a si mismo –en este caso- como una gran perra que se traga al gato con verborrea. Sólo destacan lo pobres de pensamiento que son y lo carente de estrategias. No iba a responder a sus blasfemias doctrinales. ¿Eso es lo que enseñan en el Vaticano? ¡Están jodidos! El rostro de herido, inició el proceso de auto-regeneración.
-Memento mori- Susurró besándole en la frente antes de que retrocediera. La sonrisa ladina de la vampiresa era sólo el inicio de toda una sarta de ideas que parloteaban dentro de su cabeza. Una más sanguinaria que la otra, tenía toda una eternidad para atormentar a la joven, pero no podía decir lo mismo de ella, tarde o temprano moriría a menos que… «Dicen que es pecado traer hijos a este mundo y no cuidar de ellos. ¡Pero que joda! ¡Ella ha dicho que ya me follé a Dios!» Pensó. Trataba de concentrarse en una sola frase al mismo tiempo pero esas voces no le permitían el enfoque. Resopló los labios al sentir la presión en su cuello. Rodeó los ojos. ¿Qué pretendía? ¿Asfixiarla? ¡¿Era una broma?! –No tengo tiempo para esto- Comentó con enfado en la voz. Esa chiquilla sólo estaba retrasándola cuando bien podía ir a buscar a… Sí, sí. Escuchó que esa desgraciada mujer regresó a Paris y Eisheth se moría de ganas por verla de nuevo. –Un consejo, cuando te enfrentes a uno de los míos. Nunca, repito, nunca pierdas de vista sus manos- Sus movimientos fueron rápidos, certeros e impredecibles. Levantó una de sus piernas y pateó el costillar de Silmeria. ¡Su flexibilidad es increíble! Eso de las manos sólo fue una distracción o… ¿No? Le bastó una sola de sus extremidades superiores para doblegar las muñecas de la inquisidora y astillarla. Sabía que, dependiendo de la presión podría romper su brazo completo o únicamente herirla. Invirtió posiciones.
El frío muro se quejó. El cuerpo de Silmeria era una cárcel entre la pared y los gusanos que habitaban en ella. La vampiresa quería asesinarla, arrancarle la cabeza de tajo y después empalarla en una lanza, decorar su habitación con las vísceras y hacer varias velas con la grasa de su piel. Quien sabe, incluso podría hornear un pastelillo y enviarlo a su santidad como muestra de su gratitud a enviarle un juguete tan estulto. La desnudó. Si había algo que le gustara más que el sexo, era ver a las mujeres desnudas antes de ser despojadas de su orgullo y su pudor. Bajo todas esas prendas, hubo montones de armas, cuchillas, escopetas, ballestas, agua, una biblia, un cristo improvisado con ramas de no sé qué, ajos, espejos, plata ¡De todo! Eisheth observó los artefactos con desdén. Restregó su cuerpo al de ella. Comenzó a acariciar su zona íntima con movimientos circulares. Masajeó con delicada incidencia sus labios e introdujo uno de sus dedos en su cáliz. La humedad de su cuerpo bañó su mano y pronto se vio envuelta en una serie de jugos bastante gratos a su forma de ver. Retiró su mano. Su boca se encontraba ansiosa por probarla y así fue. Tragó el sabor de Silmeria y sonrío de medio lado. –Volviendo a tu acertijo, tengo varias respuestas pero la esencial y la que me gusta más es la siguiente: Un vampiro al que no le interesa dicho paquete, succionó la sangre del hombre hasta matarlo, el hecho de que no haya criatura viva en el campo no significa que el Nosferatu no esté ahí, porque como lo has dicho, nosotros ya estamos muertos- Se carcajeo, tétrica.
Ashanti Pattakie- Vampiro Clase Baja
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