AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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De persecuciones... (Libre)
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De persecuciones... (Libre)
De persecuciones...
.
..o eres uno de los que querían echarme mano.
La lluvia caía solemne, golpeando ferozmente contra el suelo que se había convertido en una mortífera trampa de lodo baboso. El cielo gris y el viento recio arremolinaban a los alrededores, resonando el eco de los limpios estruendos, albergándolos en los rincones más inesperados del bosque. Y aunque sus botas se encontraran cubiertas de lodo hasta sus rodillas, rogaba al cielo que la lluvia no parara, que por nada del mundo se detuviera. Por qué sí lo hacía iba a morir.
Aunque la lluvia cubría mi escape no me permitía hablar con mis muertos... ya que ellos se encargaban de sollozar y lamentarse por su amargo final en la época de tempestad. Los huesos convertidos en runas para mi propia adivinación no me decían nada y me entregué a mis instintos. La inquisición hacia mucho tiempo que había dejado de perseguir brujas, pero a la muy idiota de mí se le había ocurrido usar un sencillo hechizo para ayudar a una niña que se le había estropeado el vestido. Eso... en plena vía publica, y uno de los soldados de Dios, me costaría la vida. Ahora pisaban mis talones en medio de la lluvia torrencial.
Divisé el camino que llevaba a las afueras de la ciudad, y un árbol, el cual escalaría para ocultarme. Pero al llegar ahí... mis ojos se abrieron como las grandes gotas de lluvia que caían, no era un maldito árbol, se trataba ni más ni menos que uno de los guardias inquisidores. Apenas tuve una milésima de segundo para captar la idea de que el hombre que media casi los dos metros me apuntaba con un arma, y entre la oscuridad de mi rededor me tiré al suelo para rodar librándome de las endiabladas municiones de flechas que se clavaban en el suelo.
Mis intenciones habían sido buenas y nobles... no le causaba ningún mal a nadie. ¿Entonces por qué me querían asesinar? Fácil. El hombre se le temía a lo que desconocía, y por temerle le destruía.
Me puse en pie nuevamente pero más hombres me enfrentaban, retrocedí y estaba rodeada. Mi corazón agitado golpeaba furioso contra mis costillas. Mi piel se sentía caliente por la presión. Pero a contraste mis mejillas y mis extremidades se encontraban frías y adoloridas por la lluvia. El ruido de las cadenas, monedas y demás adornos que solía utilizar se silenciaban al igual que mis difuntos que desde lejos veían el posible final de su invocadora.
— ¿Por qué? — Les pregunté.
— Porque eres una bruja —respondió sobre el ruido de la lluvia uno de los que me apuntaba, no pude distinguir cual había sido.
— Lo siento… en verdad lo siento… no fue intensión nacer —expliqué mientras que las ganas de lanzar los huesos al aire y empezar a pelear me presionaban pero... no quería hacerles años, por mis dioses balcanos no quería hacerlo.
La lluvia caía solemne, golpeando ferozmente contra el suelo que se había convertido en una mortífera trampa de lodo baboso. El cielo gris y el viento recio arremolinaban a los alrededores, resonando el eco de los limpios estruendos, albergándolos en los rincones más inesperados del bosque. Y aunque sus botas se encontraran cubiertas de lodo hasta sus rodillas, rogaba al cielo que la lluvia no parara, que por nada del mundo se detuviera. Por qué sí lo hacía iba a morir.
Aunque la lluvia cubría mi escape no me permitía hablar con mis muertos... ya que ellos se encargaban de sollozar y lamentarse por su amargo final en la época de tempestad. Los huesos convertidos en runas para mi propia adivinación no me decían nada y me entregué a mis instintos. La inquisición hacia mucho tiempo que había dejado de perseguir brujas, pero a la muy idiota de mí se le había ocurrido usar un sencillo hechizo para ayudar a una niña que se le había estropeado el vestido. Eso... en plena vía publica, y uno de los soldados de Dios, me costaría la vida. Ahora pisaban mis talones en medio de la lluvia torrencial.
Divisé el camino que llevaba a las afueras de la ciudad, y un árbol, el cual escalaría para ocultarme. Pero al llegar ahí... mis ojos se abrieron como las grandes gotas de lluvia que caían, no era un maldito árbol, se trataba ni más ni menos que uno de los guardias inquisidores. Apenas tuve una milésima de segundo para captar la idea de que el hombre que media casi los dos metros me apuntaba con un arma, y entre la oscuridad de mi rededor me tiré al suelo para rodar librándome de las endiabladas municiones de flechas que se clavaban en el suelo.
Mis intenciones habían sido buenas y nobles... no le causaba ningún mal a nadie. ¿Entonces por qué me querían asesinar? Fácil. El hombre se le temía a lo que desconocía, y por temerle le destruía.
Me puse en pie nuevamente pero más hombres me enfrentaban, retrocedí y estaba rodeada. Mi corazón agitado golpeaba furioso contra mis costillas. Mi piel se sentía caliente por la presión. Pero a contraste mis mejillas y mis extremidades se encontraban frías y adoloridas por la lluvia. El ruido de las cadenas, monedas y demás adornos que solía utilizar se silenciaban al igual que mis difuntos que desde lejos veían el posible final de su invocadora.
— ¿Por qué? — Les pregunté.
— Porque eres una bruja —respondió sobre el ruido de la lluvia uno de los que me apuntaba, no pude distinguir cual había sido.
— Lo siento… en verdad lo siento… no fue intensión nacer —expliqué mientras que las ganas de lanzar los huesos al aire y empezar a pelear me presionaban pero... no quería hacerles años, por mis dioses balcanos no quería hacerlo.
Kara Jakes- Hechicero Clase Baja
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Re: De persecuciones... (Libre)
París...una ciudad mágica, llena de colores, de miles y miles de luces y de vida. Sobre todo de vida, que era lo que me faltaba. Vida...¿qué era la vida, aún después de trescientos años vagando por el mundo como un ente que se negaba a abandonar la Tierra? Era un misterio, incluso para aquellos afortunados mortales que aún vivían. Sobre todo para aquellos que desperdiciaban la vida en cosas banas, sin sentido, que no valían la pena. Y eso era algo que me daba mucha rabia. Igual había sido cuando estaba viva y veía el mundo a mi alrededor. ¡Unos tenían tanto y otros tan poco...! Era algo que hacía que la muerte acechase por todas partes, como una dama que no dejaba de saciarse. Sí...el mundo en sí era un derroche. Y aún así tan precioso.
Hacía dos noches que había llegado a París. Cuando era pequeña había ido varias veces, incluso en mi adolescencia, pero ahora...todo parecía cambiado. Todo, absolutamente todo, hasta el punto de que se me antojaba un poquitín incomprensible. Pero ya lo entendería. Ya me las arreglaría para entenderlo todo. No sería muy difícil. No tenía más que aterrorizar a varios mortales, o poseer a alguno de ellos, para alcanzar cierta comprensión.
O simplemente podría observar. Cosa que también me gustaba, a pesar de que aún me gustaba mucho hablar, cuando estaba en mi forma corpórea.
Había pasado unos días bastante interesantes, pero no había causado mucho jaleo. La mañana de mi llegada, en mi forma incorpóreaa, había entrado en una mansión y lo había helado todo. Nada importante. Y la noche la había pasado en mi forma corpórea, recorriendo París. O en los bosques.
Al igual que aquel atardecer, que andaba en forma incorpórea, viendo cómo caía la lluvia, deseando por unos instantes estar viva de nuevo para poder disfrutar del agua...de la dulce lluvia, uno de los placeres más maravillosos de la vida, algo que yo misma había creado cuando estaba viva.
Pero entonces ocurrió algo. En plena ciudad pude ver algo que captó mi atención. Una mujer que ayudaba a una niña. Haciendo algo...que captó mi atención. Me acerqué en mi forma invisible a la mujer y a la niña para verlas mejor.
Pero entonces un Inquisidor, uno de esos seres despreciables que andaban por el mundo, la vio, y comenzó a perseguir a la pobre mujer, que huyó hacia las afueras de la ciudad. Curiosa, y enfadada, les seguí, aún en mi forma invisible.
Y entonces se ocultó tras el árbol y el hombre la alcaznó, apuntándola con un arma. Luego llegaron más hombres que la rodearon. Y oí toda su conversación. La rabia que me embargó entonces fue casi maléfica, pues me recordaba a mi propia muerte. Rabia contra los inquisidores, contra la Iglesia, contra Dios, por hacernos algo semejante a las que éramos brujas. Igual me había pasado a mí. Era una bruja que había muerto por culpa de aquellos seres despreciables. Y sentí compasión por esa mujer que solamente había estado ayudando a una niña. Y ese sentimiento de hermandad (por llamarlo de alguna forma) que me embargó me empujó a querer ayudarla. Y eso fue justamente lo que hice. Iba a divertirme un poco con esos hombres.
Así que me acerqué a ellos poco a ellos...helando aún más la escena de lo que ya hubiera podido ser helada por la lluvia, provocando tanto frío que quizás doliese. Y entonces hice algo que me divertía mucho. Les toqué sin adoptar forma corpórea y provoqué que tuvieran visiones horrendas, siniestras
imágenes que eran como recuerdos que había retorcido hasta un punto siniestro. Podría haberlos echado de un modo más fácil...pero quería divertirme antes un poco con ellos.
¡Y funcionó! Les volví medio locos a los pobrecitos, parecían aterrados, helados. Y luego...cuando al fin me cansé...adopté forma transparente y me metí en el cuerpo de uno de ellos. Sentí la calidez de un mortale, el terror...el desprecio...e hice que ordenase a los demás que se marcharan. Y eso hicieron. Sorprendidos, pero se marcharon.
Y cuando al fin estuvieron lejos abandoné el cuerpo de aquel asqueroso mortal y regresé junto a la mujer, adoptando forma corpórea delante de ella. Con mi piel pálida y el sencillo vestido negro con elegantes adornos dorados con el que había muertos. La miré y sonreí de un modo que pretendía ser amable, pero que de mis labios salió un poco tétrico. La lluvia me mojaba el pelo y eso estaba bien. Me acerqué a ella y le dije:
-¿No sabéis defenderos de unos insignficantes mortales? Bueno, de todos modos no importa...ha sido divertido librarse de ellos-mi sonrisa se tornó maliciosa. Pero luego le pregunté, amable-¿Estáis bien?
Hacía dos noches que había llegado a París. Cuando era pequeña había ido varias veces, incluso en mi adolescencia, pero ahora...todo parecía cambiado. Todo, absolutamente todo, hasta el punto de que se me antojaba un poquitín incomprensible. Pero ya lo entendería. Ya me las arreglaría para entenderlo todo. No sería muy difícil. No tenía más que aterrorizar a varios mortales, o poseer a alguno de ellos, para alcanzar cierta comprensión.
O simplemente podría observar. Cosa que también me gustaba, a pesar de que aún me gustaba mucho hablar, cuando estaba en mi forma corpórea.
Había pasado unos días bastante interesantes, pero no había causado mucho jaleo. La mañana de mi llegada, en mi forma incorpóreaa, había entrado en una mansión y lo había helado todo. Nada importante. Y la noche la había pasado en mi forma corpórea, recorriendo París. O en los bosques.
Al igual que aquel atardecer, que andaba en forma incorpórea, viendo cómo caía la lluvia, deseando por unos instantes estar viva de nuevo para poder disfrutar del agua...de la dulce lluvia, uno de los placeres más maravillosos de la vida, algo que yo misma había creado cuando estaba viva.
Pero entonces ocurrió algo. En plena ciudad pude ver algo que captó mi atención. Una mujer que ayudaba a una niña. Haciendo algo...que captó mi atención. Me acerqué en mi forma invisible a la mujer y a la niña para verlas mejor.
Pero entonces un Inquisidor, uno de esos seres despreciables que andaban por el mundo, la vio, y comenzó a perseguir a la pobre mujer, que huyó hacia las afueras de la ciudad. Curiosa, y enfadada, les seguí, aún en mi forma invisible.
Y entonces se ocultó tras el árbol y el hombre la alcaznó, apuntándola con un arma. Luego llegaron más hombres que la rodearon. Y oí toda su conversación. La rabia que me embargó entonces fue casi maléfica, pues me recordaba a mi propia muerte. Rabia contra los inquisidores, contra la Iglesia, contra Dios, por hacernos algo semejante a las que éramos brujas. Igual me había pasado a mí. Era una bruja que había muerto por culpa de aquellos seres despreciables. Y sentí compasión por esa mujer que solamente había estado ayudando a una niña. Y ese sentimiento de hermandad (por llamarlo de alguna forma) que me embargó me empujó a querer ayudarla. Y eso fue justamente lo que hice. Iba a divertirme un poco con esos hombres.
Así que me acerqué a ellos poco a ellos...helando aún más la escena de lo que ya hubiera podido ser helada por la lluvia, provocando tanto frío que quizás doliese. Y entonces hice algo que me divertía mucho. Les toqué sin adoptar forma corpórea y provoqué que tuvieran visiones horrendas, siniestras
imágenes que eran como recuerdos que había retorcido hasta un punto siniestro. Podría haberlos echado de un modo más fácil...pero quería divertirme antes un poco con ellos.
¡Y funcionó! Les volví medio locos a los pobrecitos, parecían aterrados, helados. Y luego...cuando al fin me cansé...adopté forma transparente y me metí en el cuerpo de uno de ellos. Sentí la calidez de un mortale, el terror...el desprecio...e hice que ordenase a los demás que se marcharan. Y eso hicieron. Sorprendidos, pero se marcharon.
Y cuando al fin estuvieron lejos abandoné el cuerpo de aquel asqueroso mortal y regresé junto a la mujer, adoptando forma corpórea delante de ella. Con mi piel pálida y el sencillo vestido negro con elegantes adornos dorados con el que había muertos. La miré y sonreí de un modo que pretendía ser amable, pero que de mis labios salió un poco tétrico. La lluvia me mojaba el pelo y eso estaba bien. Me acerqué a ella y le dije:
-¿No sabéis defenderos de unos insignficantes mortales? Bueno, de todos modos no importa...ha sido divertido librarse de ellos-mi sonrisa se tornó maliciosa. Pero luego le pregunté, amable-¿Estáis bien?
Cynthia Dalma- Fantasma
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Re: De persecuciones... (Libre)
Hube estado lo suficiente apresurada para no darme cuenta antes de que un ente había estado siguiéndonos. Pero para mi suerte, al instante en que pretendían darme un golpe fatal... ante mis ojos, una posesión fantasmal. Claramente observé como un alma en pena se posesionaba del cuerpo de uno de los inquisidores infelices y comenzaba a quejumbrar a sus compañeros. El sonido de mis monedas sonó al movimiento de mi cuerpo ante la sorpresa. Había visto hacia muchos años espíritus tan fuertes que podían apoderarse de cuerpos mortales con tan solo desearlos. Es decir, yo tenía esa capacidad de juntar almas errantes a objetos inanimados, pero para eso era necesario un contrato...
Después de que se atormentaron entre sí. Salieron huyendo. Mi corazón seguía latiendo de forma rápida y había comenzado a toser por el frío del ambiente y lo húmeda que me encontraba.
El fantasma abandonó el cuerpo que había utilizado y se giró a mí, y con su voz de espectral -pero delicioso tono- dijo:
- No es que no haya podido... simplemente no quería dañaros... no tienen la culpa de su ignorancia -contesté apartándome el cabello del rostro
A mi asombro el ente se torno amable y continuó:
- Sí... gracias a ti -respondí con una sonrisa mientras que el árbol al que estaba aferrada me cubría un poco de la lluvia-, llegaste cuando menos me lo esperaba -renové la sonrisa-. Me llamo Kara ¿Tú eres? -pregunté amable.
-Ya he visto que disfrutas atormentando a los mortales incautos... -comenté sonriente.
Era algo tan normal para mí hablar con entes que estaba de más las caras de asombro o el miedo o cualquiera de eso estúpidos sentimientos de desprecio.
Después de que se atormentaron entre sí. Salieron huyendo. Mi corazón seguía latiendo de forma rápida y había comenzado a toser por el frío del ambiente y lo húmeda que me encontraba.
El fantasma abandonó el cuerpo que había utilizado y se giró a mí, y con su voz de espectral -pero delicioso tono- dijo:
-¿No sabéis defenderos de unos insignficantes mortales? Bueno, de todos modos no importa...ha sido divertido librarse de ellos-
- No es que no haya podido... simplemente no quería dañaros... no tienen la culpa de su ignorancia -contesté apartándome el cabello del rostro
A mi asombro el ente se torno amable y continuó:
¿Estáis bien?
- Sí... gracias a ti -respondí con una sonrisa mientras que el árbol al que estaba aferrada me cubría un poco de la lluvia-, llegaste cuando menos me lo esperaba -renové la sonrisa-. Me llamo Kara ¿Tú eres? -pregunté amable.
-Ya he visto que disfrutas atormentando a los mortales incautos... -comenté sonriente.
Era algo tan normal para mí hablar con entes que estaba de más las caras de asombro o el miedo o cualquiera de eso estúpidos sentimientos de desprecio.
Kara Jakes- Hechicero Clase Baja
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Re: De persecuciones... (Libre)
La bruja pareció notablemente sorprendida de que le hubiese salvado la vida, y la verdad es que no me extrañaba para nada. Salvarle la vida a un mortal...no era algo que soliese hacer, excepto por un único motivo. El único código ético que me quedaba y que respetaba a rajatabla, y ésto era otra forma de ponerle nombre a lo que me había impulsado a hacer lo que acababa de hacer.
Luego respondió a lo que acababa de preguntarle, qué porque no se había defendido...y entonces su respuesta me dejó estupefacta. Porque no quería dañarlos y porque no tenían culpa alguna de su ignorancia.
Culpa de su ignorancia. ¿Qué no la tenían? ¡Claro que la tenían! Todos, desde el principio, desde hace siglos.
Así que fruncí el ceño y dije:
-¿E ibais a permitir que os arrebataran la vida por eso? ¿Ibáis a dejar que os hicieran daño por esa estupidez? ¿No les haríais daño? ¿Sentís compasión de mortales que se dejan llevar por cosas que...que...?¿Y quién podría tener la culpa? Son humanos, y nadie les da derecho a destruir lo que desconocen. Nada ha cambiado desde hace siglos, cuando estaba viva-hablaba con cierto dolor también.Por eso había replicado de esa forma. Porque yo había muerto en una situación levemente parecida. Y decía levemente porque, de haber muerto aquella mujer, habría muerto quizás de un balazo rápido. Yo había muerto de una forma bastante distinta. Más lenta.
Luego me dijo su nombre. Kara. Bonito nombre, Recordaba...no sabía a qué, pero me recordaba a algo. Así que asentí, y recuperando la amabilidad de antes dije:
-Cynthia. Cynthia Dalma.-respondí casi de inmediato.-Morí hace casi trescientos años, y sí, disfruto sobremanera atormentando a los mortales, o al menos en su mayoría. Es divertido provocarles mal, asustarles, hacerles ver por un momento la muerte de cerca-dije quitándome un mechón de cabello mojado del pelo. No me molesté en ocultarme de la lluvia ni en abandonar la forma corpórea. Me gustaba estar bajo la lluvia.-Y tampoco suele ser de mi gusto ayudarlos como os he ayudado a vos. Pero vos sois una bruja, y por eso os he ayudado. Siento cierta hermandad hacia las gentes que eran como yo en vida, que poseía vuestros poderes, aunque tampoco he visto qué clase de poderes poseeís vos, aparte de lo que os he vusto hacer con esa niña. Y del hecho de que podáis...verme más o menos. Me da la sensación de que podríais haberme percibido de no haberme aparecido también-dije. Fui bruja en vida y lo echaba de menos.
Luego respondió a lo que acababa de preguntarle, qué porque no se había defendido...y entonces su respuesta me dejó estupefacta. Porque no quería dañarlos y porque no tenían culpa alguna de su ignorancia.
Culpa de su ignorancia. ¿Qué no la tenían? ¡Claro que la tenían! Todos, desde el principio, desde hace siglos.
Así que fruncí el ceño y dije:
-¿E ibais a permitir que os arrebataran la vida por eso? ¿Ibáis a dejar que os hicieran daño por esa estupidez? ¿No les haríais daño? ¿Sentís compasión de mortales que se dejan llevar por cosas que...que...?¿Y quién podría tener la culpa? Son humanos, y nadie les da derecho a destruir lo que desconocen. Nada ha cambiado desde hace siglos, cuando estaba viva-hablaba con cierto dolor también.Por eso había replicado de esa forma. Porque yo había muerto en una situación levemente parecida. Y decía levemente porque, de haber muerto aquella mujer, habría muerto quizás de un balazo rápido. Yo había muerto de una forma bastante distinta. Más lenta.
Luego me dijo su nombre. Kara. Bonito nombre, Recordaba...no sabía a qué, pero me recordaba a algo. Así que asentí, y recuperando la amabilidad de antes dije:
-Cynthia. Cynthia Dalma.-respondí casi de inmediato.-Morí hace casi trescientos años, y sí, disfruto sobremanera atormentando a los mortales, o al menos en su mayoría. Es divertido provocarles mal, asustarles, hacerles ver por un momento la muerte de cerca-dije quitándome un mechón de cabello mojado del pelo. No me molesté en ocultarme de la lluvia ni en abandonar la forma corpórea. Me gustaba estar bajo la lluvia.-Y tampoco suele ser de mi gusto ayudarlos como os he ayudado a vos. Pero vos sois una bruja, y por eso os he ayudado. Siento cierta hermandad hacia las gentes que eran como yo en vida, que poseía vuestros poderes, aunque tampoco he visto qué clase de poderes poseeís vos, aparte de lo que os he vusto hacer con esa niña. Y del hecho de que podáis...verme más o menos. Me da la sensación de que podríais haberme percibido de no haberme aparecido también-dije. Fui bruja en vida y lo echaba de menos.
Cynthia Dalma- Fantasma
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Re: De persecuciones... (Libre)
Me sorprendí mucho pues este espíritu estaba mucho más vivo que un mismo mortal en mejores épocas. Desprendía una vitalidad y fuerza muy difícil de conseguir en un ente. Sí fuera una bruja “mala” hubiera hecho cautiva a la fantasma que ante mí se desplegaba. Sin embargo, no era mi intención hacerla cautiva de un contrato que duraría el resto de mi vida.
Ante mi respuesta ella se había molestado un poco, podía sentir su aura perturbada e iracunda. Tenía razón en cada palabra que decía. Obviamente, trescientos años de existencia, era suficiente para ser una experta en el desarrollo humano. Yo apenas y tenía veintitantos no sabía con certeza cuál era el objetivo en mi vida. De lo que estaba segura es que yo iba a morir muy pronto y mientras que pudiera, ayudaría el prójimo, fuera cual fuera la condición de este.
Escuché con atención y un poco de pena su historia. Era una hermana, una hermana bruja. Con razón su vitalidad saltaba en sus ojos fantasmagóricos, por el mismo motivo que la lluvia se detenía y hacía campaña en sus mejillas descoloridas. Tuve la intención de cogerle el rostro y acariciarla. Los espíritus eran bellos, y pocas veces tenía la oportunidad de verlos en una forma material.
No resistí a mis instintos como bruja-marionetista y toqué su rostro con cuidado para no perturbar al ente.
- Mucho gusto, Cynthia… -le sonreí con un rastro de encanto ahora yo quitando un mechón de su cabellera del pálido rostro-, sería estúpido decir que “permitiría aquello” pues la verdad estaba sumamente asustada, pensé por un momento que esta vez sí me tocaría la hora de partir… pero verás… en breves meses mi vida terrenal concluirá… a estas alturas me da ligeramente igual perecer ahora o dentro de pocos meses… igual no acabaría con la vida de ellos… pues la mayoría tiene familia –contradije una vez más al espíritu.
- Pues en realidad agradezco en sobremanera que me hayas ayudado… fui bendecida con el beso de la muerte y mi fuerte se sitúa en ver, hablar y convivir con entes que ya no viven pero persisten aquí… -expresé contestando su última pregunta.
Ante mis palabras, mis dos “sirvientes” fantasmagóricos aparecieron a mis costados viendo a su igual, la señorita Dalma.
- Mira, ella es Agatha, fue el primer espíritu que logre percibir… -anuncié mientras que la joven de largos y rizados cabellos rubios de humilde vestido hacía una cortes reverencia-, y él es Jared, hermano de Agatha –el mencionado hizo una remarcada reverencia, era también rubio con un impecable y lujoso traje de gala.
-Tienes mucha razón, no te percibí antes porque me encontré encimismada conmigo en lograr salir de esa situación sin dañar a nadie… -sonreí-, Realmente lo agradezco como no tienes idea… -la sonrisa se hizo aún más grande.
-A esto Cynthia… ¿Eres de aquí? ¿Por qué sigues penando? –pregunté curiosa, pues aquellos que se convertían después de la vida en fantasmas o almas errantes, tenían fuertes motivos que los mantenía atados a esta vida.
Ante mi respuesta ella se había molestado un poco, podía sentir su aura perturbada e iracunda. Tenía razón en cada palabra que decía. Obviamente, trescientos años de existencia, era suficiente para ser una experta en el desarrollo humano. Yo apenas y tenía veintitantos no sabía con certeza cuál era el objetivo en mi vida. De lo que estaba segura es que yo iba a morir muy pronto y mientras que pudiera, ayudaría el prójimo, fuera cual fuera la condición de este.
Escuché con atención y un poco de pena su historia. Era una hermana, una hermana bruja. Con razón su vitalidad saltaba en sus ojos fantasmagóricos, por el mismo motivo que la lluvia se detenía y hacía campaña en sus mejillas descoloridas. Tuve la intención de cogerle el rostro y acariciarla. Los espíritus eran bellos, y pocas veces tenía la oportunidad de verlos en una forma material.
No resistí a mis instintos como bruja-marionetista y toqué su rostro con cuidado para no perturbar al ente.
- Mucho gusto, Cynthia… -le sonreí con un rastro de encanto ahora yo quitando un mechón de su cabellera del pálido rostro-, sería estúpido decir que “permitiría aquello” pues la verdad estaba sumamente asustada, pensé por un momento que esta vez sí me tocaría la hora de partir… pero verás… en breves meses mi vida terrenal concluirá… a estas alturas me da ligeramente igual perecer ahora o dentro de pocos meses… igual no acabaría con la vida de ellos… pues la mayoría tiene familia –contradije una vez más al espíritu.
- Pues en realidad agradezco en sobremanera que me hayas ayudado… fui bendecida con el beso de la muerte y mi fuerte se sitúa en ver, hablar y convivir con entes que ya no viven pero persisten aquí… -expresé contestando su última pregunta.
Ante mis palabras, mis dos “sirvientes” fantasmagóricos aparecieron a mis costados viendo a su igual, la señorita Dalma.
- Mira, ella es Agatha, fue el primer espíritu que logre percibir… -anuncié mientras que la joven de largos y rizados cabellos rubios de humilde vestido hacía una cortes reverencia-, y él es Jared, hermano de Agatha –el mencionado hizo una remarcada reverencia, era también rubio con un impecable y lujoso traje de gala.
-Tienes mucha razón, no te percibí antes porque me encontré encimismada conmigo en lograr salir de esa situación sin dañar a nadie… -sonreí-, Realmente lo agradezco como no tienes idea… -la sonrisa se hizo aún más grande.
-A esto Cynthia… ¿Eres de aquí? ¿Por qué sigues penando? –pregunté curiosa, pues aquellos que se convertían después de la vida en fantasmas o almas errantes, tenían fuertes motivos que los mantenía atados a esta vida.
Kara Jakes- Hechicero Clase Baja
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Re: De persecuciones... (Libre)
La escuché atentamente mientras me daba las razones por las que no se había defendido. Cuando me contó que dentro de varios meses partiría de verdad, que moriría. ¿Estaría enferma? ¿O maldita? ¿Qué le habría pasado? Aquello me sorprendió tanto que apenas me percaté cuando me tocó suavemente la cara, tal como hacía mi tía cuando era una niña y me enseñaba lo necesario sobre la magia. Me dio pena. E incluso reflexioné sobre ello. Si moría...¿adónde iría? ¿Partiría a los reinos superiores, como gran parte de los que morían, o se convertiría en un fantasma como yo o como los dos que me habían presentado? Si lo segundo ocurría, seguro que no sería la pena que era yo en mis primeros años de muerte y que podría seguir siendo si no tuviese la experiencia que tenía ahora.
Pero de todos modos, por lo poco que había hablado con ella, sabía que probablemente partiría a los reinos superiores. Difícilmente estaría condenada a permanecer en la Tierra.
-¿Estáis enferma?¿Estáis maldita? ¿Qué es lo que os ocurre?-le pregunté con cierta pena, sin preocuparse de si fuese indiscreción o no. Tenía la fea costumbre de decir lo que pensaba, delante de los que atormentaba o de los que no atormentaba, ya fuese bueno o no. Siempre había sido así y siempre sería así. -Si eso ocurre seguro que no terminaréis como fantasma...parecéis demasiado generosa para ello.-y eso, por supuesto, también tenía que decirlo.
No pude evitar sonreír levemente cuando habló del beso de la muerte...el beso de la muerte. ¿Cómo algo tan certero podía sonar tan poético? Algo que a veces era tan violento.
Cuando habló de que su fuerte era hablar con los entes que ya no vivían allí, aparecieron a su lado, como sus flancos, dos fantamas que me presentó como Jared y como Agatha. Ambos me saludaron con una cortés reverencia, y les contemplé con una curiosidad que no disimulaba en lo más mínimo. Los ojos me brillaron un poco. Siempre era emocionante encontrarse con algunos que eran como yo. Otros que vagaban también por el reino de lo invisible.
Luego me preguntó el motivo por el cual erraba aún por el mundo de los vivos. Esto era algo de lo que me costaba mucho hablar. Sobre todo porque no estaba muy segura realmente de por qué no me habían obligado a cruzar. En realidad no quería hacerlo, y eso de todos modos no importaba, porque nunca había visto la luz delante de mis narices. Los demás se habían ido y yo me había quedado. Había un motivo por el cual sospechaba pero no quería que fuese una certeza. Así que dije:
-Pues no lo sé, la verdad. Nunca, en trescientos años, vi la luz delante de mí. Quizás sea por mi deseo de venganza para con mis asesinos. Quizás sea por la violencia de mi muerte, que fue sangrienta y horrible. Quizás por el fuego que finalmente convirtió mi cuerpo en cenizas. Quizás por la sensación de estar maldita. O quizás por el deseo de encontrar y de velar por mi descencia. Tuve una hija que sobrevivió y que dejó una descencia que quizás me gustaría velar. O quizás por el apego mismo a la vida. ¿Qué puede haber allá arriba?
Pero de todos modos, por lo poco que había hablado con ella, sabía que probablemente partiría a los reinos superiores. Difícilmente estaría condenada a permanecer en la Tierra.
-¿Estáis enferma?¿Estáis maldita? ¿Qué es lo que os ocurre?-le pregunté con cierta pena, sin preocuparse de si fuese indiscreción o no. Tenía la fea costumbre de decir lo que pensaba, delante de los que atormentaba o de los que no atormentaba, ya fuese bueno o no. Siempre había sido así y siempre sería así. -Si eso ocurre seguro que no terminaréis como fantasma...parecéis demasiado generosa para ello.-y eso, por supuesto, también tenía que decirlo.
No pude evitar sonreír levemente cuando habló del beso de la muerte...el beso de la muerte. ¿Cómo algo tan certero podía sonar tan poético? Algo que a veces era tan violento.
Cuando habló de que su fuerte era hablar con los entes que ya no vivían allí, aparecieron a su lado, como sus flancos, dos fantamas que me presentó como Jared y como Agatha. Ambos me saludaron con una cortés reverencia, y les contemplé con una curiosidad que no disimulaba en lo más mínimo. Los ojos me brillaron un poco. Siempre era emocionante encontrarse con algunos que eran como yo. Otros que vagaban también por el reino de lo invisible.
Luego me preguntó el motivo por el cual erraba aún por el mundo de los vivos. Esto era algo de lo que me costaba mucho hablar. Sobre todo porque no estaba muy segura realmente de por qué no me habían obligado a cruzar. En realidad no quería hacerlo, y eso de todos modos no importaba, porque nunca había visto la luz delante de mis narices. Los demás se habían ido y yo me había quedado. Había un motivo por el cual sospechaba pero no quería que fuese una certeza. Así que dije:
-Pues no lo sé, la verdad. Nunca, en trescientos años, vi la luz delante de mí. Quizás sea por mi deseo de venganza para con mis asesinos. Quizás sea por la violencia de mi muerte, que fue sangrienta y horrible. Quizás por el fuego que finalmente convirtió mi cuerpo en cenizas. Quizás por la sensación de estar maldita. O quizás por el deseo de encontrar y de velar por mi descencia. Tuve una hija que sobrevivió y que dejó una descencia que quizás me gustaría velar. O quizás por el apego mismo a la vida. ¿Qué puede haber allá arriba?
Cynthia Dalma- Fantasma
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Re: De persecuciones... (Libre)
El sol se ocultaba, con la luz reflejándose en el negro de la piel de su funda de espada, una falsa que no hace aparentar traer un arma, y descansaba con total comodidad recargado en una de las viejas paredes que daban entrada a la ciudad, por extraño que pareciese, ese día parecía tranquilo, no había inquisidores que buscar, ni cazadores que asesinar.
Abrió los ojos cuando la luz apenas desaparecia y lo podía tocar, vio el Senna a lo lejos y caminó hacia las afueras. Su camisa azul cubría su collar y llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón negro.
Como un mal presagio, lo sintió, el sentido del peligro, que tantas veces le a salvado la vida, Antonio se hizo a un lado cuando vio a una mujer, de vestimentas extravagantes, correr de alguien. El hombre, cubierto pero con un arma en mano, fue fácil de reconocer, un crucifijo del tamaño de una manzana colgaba de su cuello.
-Inquisidores
Se quedó tentado ignorarlo ¿No se supone que era su día de descanso? Minutos importantes que perdió cavilando si ayudar a otro ser como el. Tomó su funda, se la colgo al hombro y se dirigió hacia las afueras, siguiendo los aromas de las dos figuras, el de la mujer era muy fuerte, como si estuviera en constante contacto con objetos viejos, muerte y hierbas, el inquisidor solo tenía el aroma a incienso.
Antes de su llegada, un grito masculino y colectivo lo detuvo, un ejercito de inquisidores, este muerto de miedo, se alejaba de la afueras de regreso a la ciudad.
Suspiro ante la idea de sentirse inútil para ayudar a alguien, que no parecia de su especie, se supone que es un cazador de inquisidores y ahora parecia que alguien es sorprendentemente mas buena que el.
Se acerco hacia lo que parecía el lugar de origen y la vio.
-¿Acaso está hablando sola?
Se pregunto hasta que sus oídos y ojos se adaptaron y tres luces se comenzaron a dejar ver, como si fueran luciérnagas que había cambiado de tamaño.
No se había encontrado con seres así antes, al menos no en París.
Se acerco con curiosidad, montando bien su espada en la espalda.
-Parece que no soy muy bueno para salvar a brujas que hablan con los muertos.
Abrió los ojos cuando la luz apenas desaparecia y lo podía tocar, vio el Senna a lo lejos y caminó hacia las afueras. Su camisa azul cubría su collar y llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón negro.
Como un mal presagio, lo sintió, el sentido del peligro, que tantas veces le a salvado la vida, Antonio se hizo a un lado cuando vio a una mujer, de vestimentas extravagantes, correr de alguien. El hombre, cubierto pero con un arma en mano, fue fácil de reconocer, un crucifijo del tamaño de una manzana colgaba de su cuello.
-Inquisidores
Se quedó tentado ignorarlo ¿No se supone que era su día de descanso? Minutos importantes que perdió cavilando si ayudar a otro ser como el. Tomó su funda, se la colgo al hombro y se dirigió hacia las afueras, siguiendo los aromas de las dos figuras, el de la mujer era muy fuerte, como si estuviera en constante contacto con objetos viejos, muerte y hierbas, el inquisidor solo tenía el aroma a incienso.
Antes de su llegada, un grito masculino y colectivo lo detuvo, un ejercito de inquisidores, este muerto de miedo, se alejaba de la afueras de regreso a la ciudad.
Suspiro ante la idea de sentirse inútil para ayudar a alguien, que no parecia de su especie, se supone que es un cazador de inquisidores y ahora parecia que alguien es sorprendentemente mas buena que el.
Se acerco hacia lo que parecía el lugar de origen y la vio.
-¿Acaso está hablando sola?
Se pregunto hasta que sus oídos y ojos se adaptaron y tres luces se comenzaron a dejar ver, como si fueran luciérnagas que había cambiado de tamaño.
No se había encontrado con seres así antes, al menos no en París.
Se acerco con curiosidad, montando bien su espada en la espalda.
-Parece que no soy muy bueno para salvar a brujas que hablan con los muertos.
OFF: ahi conpermisito
Antonio Velázquez- Licántropo Clase Media
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Re: De persecuciones... (Libre)
La risotada de la lluvia no daba tregua a la ciudad central del país. Pero por aquello la extraña -y agradable- reunión que tenía con la mujer -fallecida- de nombre Cynthia no desmejoraba. Su cercanía era algo que disfrutaba, de hecho, la cercanía de todos aquellos seres "anti-naturales". Era algo con lo que había crecido rodeada y siempre convivirían conmigo.
- La verdad estoy maldita y enferma -comenté con una débil sonrisa ante la interrogativa de mi condición, me incliné un poco hacía ella-. Estoy maldita desde el día que vi a mi primer fantasma desde la cama donde solía dormir con mi hermana Nita -miré de reojo ya que Jared se veía sonreír ligeramente-, deja de ser tan presuntuoso y esfúmate... -le advertí al hombre quien rió silenciosamente y con la sonrisa picara de la que era poseedor se evaporó. Pero no fue el caso de Agatha que curiosa se acercaba a Cynthia y con sus ojos grandes la escrutaba impaciente.
- Ellos no pueden hablar a menos que yo se los ordené... -expresé tratando de disipar cualquier duda ante las reacciones tan poco civilizada de mis espíritus guardianes. Y con aquellos comentarios pasé por alto la pregunta de mi condición física y continué escuchando. Sus deseos por mi existencia después de la muerte fueron algo que realmente me hacían feliz. Poca gente opinaba lo mismo. Desde que me hube unido a la caravana de gitanos, inclusive antes cuando vivía con aquel Barón Alemán bajo su cuidado, siempre me habían deseado muerte dolorosa y llena de dolor. Suspiré mientras que secaba las gotas de agua que caían insaciablemente.
Poco después ella mencionó los motivos por los cuales persistía su existencia en el mundo de los vivos. El que más llamó mi atención fue el de su descendencia. Sonreí con eterna ternura. Cuanto hubiera añorado por un hijo o una hija.
- Me encantaría poder... -pero mi discurso fue interrumpido de pronto por la presencia de Jared que un poco alterado me cogía del hombro con su mano espectral fría y acercaba su aliento congelante a mi oído.
- Alguien... -[/b]susurró Jared, giré mi rostro y una mirada profunda masculina apareció. Cogí de mi muslo el arma que solía llevar, esta vez dudaba que los inquisidores huyeran tan fácilmente pero... para mi "grata" sorpresa. Era un hombre. Me "relaje" hasta que el individuó habló:
Gruñí y entrecerré la mirada.
[b]- Parece que no... no eres bueno salvando brujas que hablan con muertos, tampoco eres muy listo para hacer enojar a la misma "bruja" que habla con muertos... -sonreí de medio lado mientras me cruzaba de brazos-, eres bastante interesante al atreverte acercar como sí nada pasara a sabiendas que soy una bruja... y supongo que viniste a ayudarme con los inquisidores... - me acerqué dos pulgadas a él y un escalofrío surco mi médula espinal. Me alejé de inmediato.
- ¿Eres un cazador? -susurré con una pringa de duda, había cazadores que se dedicaban a cazar hombres-lobos, otros vampiros y otros tantos... brujas y fantasmas.
- La verdad estoy maldita y enferma -comenté con una débil sonrisa ante la interrogativa de mi condición, me incliné un poco hacía ella-. Estoy maldita desde el día que vi a mi primer fantasma desde la cama donde solía dormir con mi hermana Nita -miré de reojo ya que Jared se veía sonreír ligeramente-, deja de ser tan presuntuoso y esfúmate... -le advertí al hombre quien rió silenciosamente y con la sonrisa picara de la que era poseedor se evaporó. Pero no fue el caso de Agatha que curiosa se acercaba a Cynthia y con sus ojos grandes la escrutaba impaciente.
- Ellos no pueden hablar a menos que yo se los ordené... -expresé tratando de disipar cualquier duda ante las reacciones tan poco civilizada de mis espíritus guardianes. Y con aquellos comentarios pasé por alto la pregunta de mi condición física y continué escuchando. Sus deseos por mi existencia después de la muerte fueron algo que realmente me hacían feliz. Poca gente opinaba lo mismo. Desde que me hube unido a la caravana de gitanos, inclusive antes cuando vivía con aquel Barón Alemán bajo su cuidado, siempre me habían deseado muerte dolorosa y llena de dolor. Suspiré mientras que secaba las gotas de agua que caían insaciablemente.
Poco después ella mencionó los motivos por los cuales persistía su existencia en el mundo de los vivos. El que más llamó mi atención fue el de su descendencia. Sonreí con eterna ternura. Cuanto hubiera añorado por un hijo o una hija.
- Me encantaría poder... -pero mi discurso fue interrumpido de pronto por la presencia de Jared que un poco alterado me cogía del hombro con su mano espectral fría y acercaba su aliento congelante a mi oído.
- Alguien... -[/b]susurró Jared, giré mi rostro y una mirada profunda masculina apareció. Cogí de mi muslo el arma que solía llevar, esta vez dudaba que los inquisidores huyeran tan fácilmente pero... para mi "grata" sorpresa. Era un hombre. Me "relaje" hasta que el individuó habló:
-Parece que no soy muy bueno para salvar a brujas que hablan con los muertos.
Gruñí y entrecerré la mirada.
[b]- Parece que no... no eres bueno salvando brujas que hablan con muertos, tampoco eres muy listo para hacer enojar a la misma "bruja" que habla con muertos... -sonreí de medio lado mientras me cruzaba de brazos-, eres bastante interesante al atreverte acercar como sí nada pasara a sabiendas que soy una bruja... y supongo que viniste a ayudarme con los inquisidores... - me acerqué dos pulgadas a él y un escalofrío surco mi médula espinal. Me alejé de inmediato.
- ¿Eres un cazador? -susurré con una pringa de duda, había cazadores que se dedicaban a cazar hombres-lobos, otros vampiros y otros tantos... brujas y fantasmas.
- Off:
- Bienvenido seas, Licano
Kara Jakes- Hechicero Clase Baja
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Re: De persecuciones... (Libre)
La bruja estaba maldita y enferma...¡qué palabras más tristes! Y eran más poderosas de lo que uno pudiese pensar, incluso de aquellos que estaban limitados por la mentalidad racionalista de esta época, mentalidad que ojalá hubiese existido, al menos en parte, en la época en la que yo estaba viva. Bueno, digo "en parte" porque aún en este siglo no hay demasiada racionalidad. No toda la que debiera.
Escuché atentamente a Kara mientras me lo decía, y entonces volví a mirar a Jared y a Agatha, y me pregunté cuando habrían muerto los dos. A lo mejor estuvieron vivos en la misma época que yo, a lo mejor habría podido conocerlos entonces, cuando estaba viva. Pero no podía estar segura de ello, a pesar de sus ropas. No se podía hablar con seguridad del tiempo que habían llevado vivos o del tiempo que llevaban muertos. En mi caso tampoco estaba muy claro para que el que viera a primera vista.
-Maldiciones...¿qué son las maldiciones? Quizás tengan más poder de lo que nos imaginamos. Pero estoy segura de que vos acabará en un buen sitio si muere, tanto si se convierte en uno de los nuestros como si...cruza. Aunque tampoco puedo asegurar que lo que haya detrás de la dichosa luz sea todo color de rosa. Es una pena que no se sepa con seguridad...-no lo sabía con seguridad, pero había varias cosas que podías tener claras si te esforzabas un poco en atar cabos, algo que era tremendamente curioso. Demasiado claras, algo que quizás podría comentarle a Kara. Quizás lo hiciese más tarde.
Luego volví a mirar al tal Jared, que sonrió ligeramente, un poco burlón quizás, pero que luego se esfumó ante la orden de Kara. Pero Agatha se quedó, observándome con curiosidad y...¿por qué no? Con cierta impaciencia.
-¡Vaya, qué curioso! ¿Y desde cuándo les ves? ¿Son ellos dos los primeros que viste?-pregunté con curiosidad. Era también curioso porque quizás podría haber sido de esos fantasmas que se aparecían así y que estaban cerca de brujos y brujas que les ayudaban, porque muchas veces les costaba manifestarse o siquiera hablar. Era algo que les sucedía a la mayoría. El efecto de los nigromantes en los fantasmas era impresionante. Y lo sabía porque yo misma había trabajado con ellos cuando estaba viva. Hablar con los muertos no había sido mi especialidad, había sido más de pociones, hierbas mágicas y hechizos delirantes,todo lo relacionado con la naturaleza en sí, pero recordaba un par de cosas que había visto hacer a las brujas que me enseñaron a manejar la magia. ¡Ah, cómo echaba de menos la magia!
En cierto modo quizás me pasase un poco de lo mismo a mí también. Nunca había obedecido las órdenes de un brujo (en general casi nunca había cumplido órdenes de nadie, ni de viva) ni en mis primeros años, en los que era más vulnerable, pero tenía que admitir que parecía que en cierto modo Kara ejercía cierto efecto tranquilizador sobre mí. Quizás fuera por eso también.
Iba a comentarle una cosita más, pero entonces el fantasma llamado Jared reapareció y le susurró algo al oído. Y entonces oímos algo. Alguien se acercaba a nosotras.
De la sorpresa abandoné en parte mi forma corpórea, no desaparecí ni nada por el estilo, pero me volví tan transparente como Agatha y Jared, ante la presencia de ese alguien que se acercaba.Sin embargo me quedé en el suelo, en el sitio de antes, y no me elevé ni floté. Me preparé por si era otro inquisidor o alguien que tuviera "malas intenciones". Le echaría de nuevo si era otro de ellos. Y sería divertido. Ya tenía preparado otro arsenal. Para mi sorpresa, Kara sacó un arma de su muslo.
Y entonces se acercó ese hombre, un tipo que traía un arma y que dijo en un tono bastante extraño que al parecer no era muy bueno para ayudar a brujas que hablaban con los muertos.
Le sonreí al caballero que acababa de llegar:
-Espero que no seais un cazador, monsieur...
Escuché atentamente a Kara mientras me lo decía, y entonces volví a mirar a Jared y a Agatha, y me pregunté cuando habrían muerto los dos. A lo mejor estuvieron vivos en la misma época que yo, a lo mejor habría podido conocerlos entonces, cuando estaba viva. Pero no podía estar segura de ello, a pesar de sus ropas. No se podía hablar con seguridad del tiempo que habían llevado vivos o del tiempo que llevaban muertos. En mi caso tampoco estaba muy claro para que el que viera a primera vista.
-Maldiciones...¿qué son las maldiciones? Quizás tengan más poder de lo que nos imaginamos. Pero estoy segura de que vos acabará en un buen sitio si muere, tanto si se convierte en uno de los nuestros como si...cruza. Aunque tampoco puedo asegurar que lo que haya detrás de la dichosa luz sea todo color de rosa. Es una pena que no se sepa con seguridad...-no lo sabía con seguridad, pero había varias cosas que podías tener claras si te esforzabas un poco en atar cabos, algo que era tremendamente curioso. Demasiado claras, algo que quizás podría comentarle a Kara. Quizás lo hiciese más tarde.
Luego volví a mirar al tal Jared, que sonrió ligeramente, un poco burlón quizás, pero que luego se esfumó ante la orden de Kara. Pero Agatha se quedó, observándome con curiosidad y...¿por qué no? Con cierta impaciencia.
-¡Vaya, qué curioso! ¿Y desde cuándo les ves? ¿Son ellos dos los primeros que viste?-pregunté con curiosidad. Era también curioso porque quizás podría haber sido de esos fantasmas que se aparecían así y que estaban cerca de brujos y brujas que les ayudaban, porque muchas veces les costaba manifestarse o siquiera hablar. Era algo que les sucedía a la mayoría. El efecto de los nigromantes en los fantasmas era impresionante. Y lo sabía porque yo misma había trabajado con ellos cuando estaba viva. Hablar con los muertos no había sido mi especialidad, había sido más de pociones, hierbas mágicas y hechizos delirantes,todo lo relacionado con la naturaleza en sí, pero recordaba un par de cosas que había visto hacer a las brujas que me enseñaron a manejar la magia. ¡Ah, cómo echaba de menos la magia!
En cierto modo quizás me pasase un poco de lo mismo a mí también. Nunca había obedecido las órdenes de un brujo (en general casi nunca había cumplido órdenes de nadie, ni de viva) ni en mis primeros años, en los que era más vulnerable, pero tenía que admitir que parecía que en cierto modo Kara ejercía cierto efecto tranquilizador sobre mí. Quizás fuera por eso también.
Iba a comentarle una cosita más, pero entonces el fantasma llamado Jared reapareció y le susurró algo al oído. Y entonces oímos algo. Alguien se acercaba a nosotras.
De la sorpresa abandoné en parte mi forma corpórea, no desaparecí ni nada por el estilo, pero me volví tan transparente como Agatha y Jared, ante la presencia de ese alguien que se acercaba.Sin embargo me quedé en el suelo, en el sitio de antes, y no me elevé ni floté. Me preparé por si era otro inquisidor o alguien que tuviera "malas intenciones". Le echaría de nuevo si era otro de ellos. Y sería divertido. Ya tenía preparado otro arsenal. Para mi sorpresa, Kara sacó un arma de su muslo.
Y entonces se acercó ese hombre, un tipo que traía un arma y que dijo en un tono bastante extraño que al parecer no era muy bueno para ayudar a brujas que hablaban con los muertos.
Le sonreí al caballero que acababa de llegar:
-Espero que no seais un cazador, monsieur...
Cynthia Dalma- Fantasma
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Re: De persecuciones... (Libre)
Sonrió ante la idea de ser confundido por un cazador ¿Qué acaso tan mala cara tenie? En otra época lo hubiera visto como un insulto, ¿Cómo podría ser confundido con aquello que odia y caza?. Desde su punto de vista, los cazadores no tenían el derecho de quitarle la existencia a los que son como él y como ellas.
-Señoritas, bueno Señorita y aparición. No estoy muy seguro de cómo dirigirme a alguien que dejo de ser y cuando uno deja de ser, ya no tiene genero, se convierte en algo mas allá de una persona, algo mas escalofriante.
Dijo viendo a la fantasma, que ya había identificado, como si sus ojos se tardaran en acostumbrar a la luz de la mañana. Ya no era una simple luz flotando frente a él, aun cuando pudo notar su repentino cambio de reflexión ante la luz, posiblemente para atacarlo, aun así, no le tenía miedo, lo que el fantasma le podría mostrar no se compararía con el dolor que ya vivió a perder todo lo que amaba hace siglos, antes de dormir y desaparecer por tanto años que no recuerda las fechas exactas
-No creo ser un cazador, no al menos de los que ustedes creen. Caza aquellos que merecen desaparecer, por creer tener el derecho a hacerlo con los que son como yo.
Cerró por un momento sus ojos y los abrió suavemente, se habían tornado un amarrillo oscuro, casi mostaza, que brillaba tenuemente con la luz que la luna dejaba escapar a través de las ramas de los arboles, los pocos que han sobrevivido a la expansión de la ciudad, que se extiende ahora, mas allá de la pequeña isla que era el siglo pasado, donde sólo se encontraba la majestuoso catedral. Sus ojos volvieron a su tono oscuro natural y suspiro, nunca había sido fácil volver a cambiarlos de color, no sin dejarse llevar por la ira.
-No creo que los cazadores que les persiguieran las vuelvan a encontrar y tampoco creo necesario ocultar lo que llevo en mi espalda ¿No es así? No hablo con dos personas, bueno dos seres, ignorantes. A juzgar por la expresión de los inquisidores, seguramente tú fuiste la que se encargo de eso ¿Verdad?
Dijo al dirigirse al espíritu, el cual, a pesar de tener un aura algo pesada, la miró con tranquilidad. Se podría sentir sus sentimientos incluso sin tener una pisca de magia ¿Acaso los fantasmas tienen también transparente el alma? Ese concepto que los inquisidores le han contado muchas veces antes de matarlos, que había perdido su alma la noche que el lobo lo mordió, que ya no tenía por qué existir. Apretó su puño al recordar eso.
-Señoritas, bueno Señorita y aparición. No estoy muy seguro de cómo dirigirme a alguien que dejo de ser y cuando uno deja de ser, ya no tiene genero, se convierte en algo mas allá de una persona, algo mas escalofriante.
Dijo viendo a la fantasma, que ya había identificado, como si sus ojos se tardaran en acostumbrar a la luz de la mañana. Ya no era una simple luz flotando frente a él, aun cuando pudo notar su repentino cambio de reflexión ante la luz, posiblemente para atacarlo, aun así, no le tenía miedo, lo que el fantasma le podría mostrar no se compararía con el dolor que ya vivió a perder todo lo que amaba hace siglos, antes de dormir y desaparecer por tanto años que no recuerda las fechas exactas
-No creo ser un cazador, no al menos de los que ustedes creen. Caza aquellos que merecen desaparecer, por creer tener el derecho a hacerlo con los que son como yo.
Cerró por un momento sus ojos y los abrió suavemente, se habían tornado un amarrillo oscuro, casi mostaza, que brillaba tenuemente con la luz que la luna dejaba escapar a través de las ramas de los arboles, los pocos que han sobrevivido a la expansión de la ciudad, que se extiende ahora, mas allá de la pequeña isla que era el siglo pasado, donde sólo se encontraba la majestuoso catedral. Sus ojos volvieron a su tono oscuro natural y suspiro, nunca había sido fácil volver a cambiarlos de color, no sin dejarse llevar por la ira.
-No creo que los cazadores que les persiguieran las vuelvan a encontrar y tampoco creo necesario ocultar lo que llevo en mi espalda ¿No es así? No hablo con dos personas, bueno dos seres, ignorantes. A juzgar por la expresión de los inquisidores, seguramente tú fuiste la que se encargo de eso ¿Verdad?
Dijo al dirigirse al espíritu, el cual, a pesar de tener un aura algo pesada, la miró con tranquilidad. Se podría sentir sus sentimientos incluso sin tener una pisca de magia ¿Acaso los fantasmas tienen también transparente el alma? Ese concepto que los inquisidores le han contado muchas veces antes de matarlos, que había perdido su alma la noche que el lobo lo mordió, que ya no tenía por qué existir. Apretó su puño al recordar eso.
Antonio Velázquez- Licántropo Clase Media
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Re: De persecuciones... (Libre)
La persona frente a nostras se había delatado como un "no cazador" de lo que nosotros creíamos. Sonreí ante la idea de que se tratase efectivamente de cazador en busca de criaturas "magicas", o mejor aún: Un hombre-lobo, ya que los vampiros eran demasiados vanidosos como para autodenominarse cazadores. Malditos seres chupa-sangre me crispaban más que los propios licanos.
Fruncí el ceño ante el pequeño monologo dado sobre los espíritus y su forma inanimada en el mundo terrenal. Desvíe la mirada hasta Cynthia, notando que Jared y Aghata habían desaparecido. No eran muy sociables con aquellos desconocidos. Aguardaban la orden para atacar, pero el hombre frente a nosotras parecía ser "de nuestro bando" -fuese cual fuese éste último-.
- Son palabras ligeramente afiladas para una lengua no muy casta... si mencionamos el hecho de que usted mismo se ha descubierto como "un cazador" no como los de antes, pero al fin un cazador. Es un pensamiento ligeramente hipocrita... -avisé pero sonreí con gentileza-, de igual forma.. sino hubiera estado mi compañera aquí presente -señalé con la mirada a Cynthia-, creo que mi vida hubiera corrido a voluntad de sí usted llegase a mi rescaté o no... -suspiré profundamente-, por lo que de algún modo debo agradecérselo, monsieur...
Y después él se dirigió a Cynthia. Me llamaba la atención del hombre. Un destello momentáneo en los castaños oscuros, un destello de oro liquido, aquel tono que daba la luna después de su letal beso a ciertas personas. Mis deducciones eran correctas. Miré con más atención al hombre frente a mí, en otras epocas -las de antaño- hubiera huído despavoridamente, o simpledad, hubiera iniciado una pelea enzarzada con éste licantropo, debido a que la sola mención de aquel adjetivo en mis pensamientos provocaban un escalofriante ardor en mi muslo. Aquella herida hecha por las garras de la infernal criatura que por poco me marca.
- Hijo de la luna... -susurré para mí, inspeccionando con un poco de descaro al hombre. Después desvíe la mirada hasta el suelo-. ¿Eres un cazador de cazadores? -pregunté en tono bajo con una sonrisa de medio lado-. A todo esto... Mi nombre es Kara y el de mi compañera es Cynthia... -presenté.
Fruncí el ceño ante el pequeño monologo dado sobre los espíritus y su forma inanimada en el mundo terrenal. Desvíe la mirada hasta Cynthia, notando que Jared y Aghata habían desaparecido. No eran muy sociables con aquellos desconocidos. Aguardaban la orden para atacar, pero el hombre frente a nosotras parecía ser "de nuestro bando" -fuese cual fuese éste último-.
- Son palabras ligeramente afiladas para una lengua no muy casta... si mencionamos el hecho de que usted mismo se ha descubierto como "un cazador" no como los de antes, pero al fin un cazador. Es un pensamiento ligeramente hipocrita... -avisé pero sonreí con gentileza-, de igual forma.. sino hubiera estado mi compañera aquí presente -señalé con la mirada a Cynthia-, creo que mi vida hubiera corrido a voluntad de sí usted llegase a mi rescaté o no... -suspiré profundamente-, por lo que de algún modo debo agradecérselo, monsieur...
Y después él se dirigió a Cynthia. Me llamaba la atención del hombre. Un destello momentáneo en los castaños oscuros, un destello de oro liquido, aquel tono que daba la luna después de su letal beso a ciertas personas. Mis deducciones eran correctas. Miré con más atención al hombre frente a mí, en otras epocas -las de antaño- hubiera huído despavoridamente, o simpledad, hubiera iniciado una pelea enzarzada con éste licantropo, debido a que la sola mención de aquel adjetivo en mis pensamientos provocaban un escalofriante ardor en mi muslo. Aquella herida hecha por las garras de la infernal criatura que por poco me marca.
- Hijo de la luna... -susurré para mí, inspeccionando con un poco de descaro al hombre. Después desvíe la mirada hasta el suelo-. ¿Eres un cazador de cazadores? -pregunté en tono bajo con una sonrisa de medio lado-. A todo esto... Mi nombre es Kara y el de mi compañera es Cynthia... -presenté.
Kara Jakes- Hechicero Clase Baja
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Re: De persecuciones... (Libre)
No me gustó. El hecho de que me llamasen "aparición" no me gustó nada, a pesar de que era algo condenadamente cierto. No me gustaba considerarme como una aparición. Era mejor que el hecho de que te llamasen fantasma...pero me disgustaba que me dijesen aparición. Y mostré mi disgusto ante ello frunciendo los labios y frunciendo el ceño, un gesto muy habitual en mi persona. A pesar de que el recién llegado no parecía tampoco muy seguro de cómo debía dirigirme a alguien que, según palabras suyas, deja de ser persona para convertirse en algo más..."escalofriante". ¿De veras lo éramos? Muchos lo éramos, incluso después de abandonar la parte lamentable de nuestro estado en los primeros años de la muerte.
Aún así, dejé de fruncir los labios para esbozar una pequeña sonrisa, aunque no dejé de fruncir el ceño, y dije simplemente, agradecida de que Kara ya me hubiese presentado.
-Llamadme simplemente Cynthia. Será mucho más fácil.
Luego observé con curiosidad como sus ojos se tornaban de un color amarillo oscuro que casi podría considerar dorado, un color que me hizo darme cuenta de que aquel caballero era un hijo de la luna...apenas lo sospechaba, lo recordaba, hasta que escuché como Kara lo aclaraba. No lo había recordado antes...pero sabía quiénes eran los hijos de la luna. Había tenido varios amigos en vida que eran hijos de la luna, incluidos aquellos que fueron quemados conmigo. Claro que ahora estaban todos muertos.
Luego me preguntó si había sido yo la que se había encargado de los inquisidores. Cuando dijo eso abandoné mi ceño fruncido, y al recordarlo floté un poco, unos diez centímetros del suelo. Era como una costumbre...y más por el día, cuando estaba tan acostumbrada a abandonar la forma corpórea. Y mi sonrisa se tornó algo pícara y maliciosa. Asentí con la cabeza:
-Sí. Fue muy divertido. Tenéis suerte no haber sido uno de ellos monsieur.-dije. Porque de haber sido uno de los cazadores me habría divertido con él...y quizás...quizás aún lo hiciera, si demostrara que formaba parte de un bando equivocado. Pero por ahora, en mi opinión, se estaba portando bastante bien.
Sobre todo cuando dijo que cazaba a aquellos que según él, debían desaparecer por creer que debían desaparecer aquellos que eran como él. Y aquello sí que me gustó. Tenía su lógica. En eso ya estábamos de acuerdo. Completamente de acuerdo, desde luego.
-Cazador de cazadores...-repetí dos o tres veces, saboreando la palabra. Me gustaba, y mucho.-Más vale tarde, mirando a Kara y luego al hijo de la luna.-Más vale tarde que nunca.-canturreé alegremente.
Aún así, dejé de fruncir los labios para esbozar una pequeña sonrisa, aunque no dejé de fruncir el ceño, y dije simplemente, agradecida de que Kara ya me hubiese presentado.
-Llamadme simplemente Cynthia. Será mucho más fácil.
Luego observé con curiosidad como sus ojos se tornaban de un color amarillo oscuro que casi podría considerar dorado, un color que me hizo darme cuenta de que aquel caballero era un hijo de la luna...apenas lo sospechaba, lo recordaba, hasta que escuché como Kara lo aclaraba. No lo había recordado antes...pero sabía quiénes eran los hijos de la luna. Había tenido varios amigos en vida que eran hijos de la luna, incluidos aquellos que fueron quemados conmigo. Claro que ahora estaban todos muertos.
Luego me preguntó si había sido yo la que se había encargado de los inquisidores. Cuando dijo eso abandoné mi ceño fruncido, y al recordarlo floté un poco, unos diez centímetros del suelo. Era como una costumbre...y más por el día, cuando estaba tan acostumbrada a abandonar la forma corpórea. Y mi sonrisa se tornó algo pícara y maliciosa. Asentí con la cabeza:
-Sí. Fue muy divertido. Tenéis suerte no haber sido uno de ellos monsieur.-dije. Porque de haber sido uno de los cazadores me habría divertido con él...y quizás...quizás aún lo hiciera, si demostrara que formaba parte de un bando equivocado. Pero por ahora, en mi opinión, se estaba portando bastante bien.
Sobre todo cuando dijo que cazaba a aquellos que según él, debían desaparecer por creer que debían desaparecer aquellos que eran como él. Y aquello sí que me gustó. Tenía su lógica. En eso ya estábamos de acuerdo. Completamente de acuerdo, desde luego.
-Cazador de cazadores...-repetí dos o tres veces, saboreando la palabra. Me gustaba, y mucho.-Más vale tarde, mirando a Kara y luego al hijo de la luna.-Más vale tarde que nunca.-canturreé alegremente.
Cynthia Dalma- Fantasma
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Re: De persecuciones... (Libre)
Hijo de la luna, hacia cuanto que no había escuchado ese nombre, pero no se considera su hijo, sólo su amante. La luna podría ser la única mujer a la que no le ha hecho daño, a la única que lo ha amado desde tiempos que su pueblo reinaba sobre su tierra, tan alejada de París.
-Mi nombre es Antonio, si soy un licántropo
Les dijo haciendo una reverencia lenta, sonriente. Cynthia era el primer espíritu que conocía, al menos en París, ya los había visto en otras ciudades, pero nunca de tan cerca. Que le diga que tuvo suerte de no ser un cazador lo hizo suspirar. No crearía que ella es capaz de asustar a un corazón como al de él, al que asesino su propia esposa, al que a viajado para matar en tantas tierras, que ya las manchas de sangre lo siguen como si fueran parte de su alma.
Luego vio a la hechicera, Kara. Exótica, misteriosa, habría creído que fuera una gitana, siempre se había sentido identificado con ellos. Son nómadas, como él lo había sido hasta hace unos meses, cuando decidió quedarse Paris más tiempo y acabar con la amenaza de la inquisición a su estirpe.
-La modestia, parecer ser, es algo que los tres tenemos de forma natural. Nuestras historias deben de habernos llevado a ese pensamiento. Seguramente una muerte horrenda, una vida triste y por mi parte, la maldición de nacer en una tierra que ya no existe.
Pensó que, de seguro, Cynthia había muerto por alguien de los que el debió de haber asesinado ¿Hace cuanto habrá muerto? ¿Podría haberla salvado? Se torturo por un segundo, el hecho de fracasar si ni siquiera haber luchado, es algo que le fastidiaba. Su rostro cambio un poco al dirigirse al espíritu, pensando en que podría haber pasado si su esposa se hubiera convertido en algo como ella ¿Tendría el valor de ir a buscarla? Suspiró para volver a su mirada normal y les sonrió
-Por algo el destino nos dejo encontrarnos
-Mi nombre es Antonio, si soy un licántropo
Les dijo haciendo una reverencia lenta, sonriente. Cynthia era el primer espíritu que conocía, al menos en París, ya los había visto en otras ciudades, pero nunca de tan cerca. Que le diga que tuvo suerte de no ser un cazador lo hizo suspirar. No crearía que ella es capaz de asustar a un corazón como al de él, al que asesino su propia esposa, al que a viajado para matar en tantas tierras, que ya las manchas de sangre lo siguen como si fueran parte de su alma.
Luego vio a la hechicera, Kara. Exótica, misteriosa, habría creído que fuera una gitana, siempre se había sentido identificado con ellos. Son nómadas, como él lo había sido hasta hace unos meses, cuando decidió quedarse Paris más tiempo y acabar con la amenaza de la inquisición a su estirpe.
-La modestia, parecer ser, es algo que los tres tenemos de forma natural. Nuestras historias deben de habernos llevado a ese pensamiento. Seguramente una muerte horrenda, una vida triste y por mi parte, la maldición de nacer en una tierra que ya no existe.
Pensó que, de seguro, Cynthia había muerto por alguien de los que el debió de haber asesinado ¿Hace cuanto habrá muerto? ¿Podría haberla salvado? Se torturo por un segundo, el hecho de fracasar si ni siquiera haber luchado, es algo que le fastidiaba. Su rostro cambio un poco al dirigirse al espíritu, pensando en que podría haber pasado si su esposa se hubiera convertido en algo como ella ¿Tendría el valor de ir a buscarla? Suspiró para volver a su mirada normal y les sonrió
-Por algo el destino nos dejo encontrarnos
Antonio Velázquez- Licántropo Clase Media
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Re: De persecuciones... (Libre)
El desconocido aquel se presentó ante nosotras como un licantropo. Tan descarado él. Sonreí de lado y me crucé de brazos. Ahora comprendía el comportamiento de mis otros dos espíritus al rehuir de forma cobarde. Pero por lo visto a Cynthia le agradaba -hasta cierto punto- la presencia de esa ésta persona. Aunque debo de recalcar que hubo ciertas palabras que llamaron mi atención por parte de Antonio.
- Aparte de licano eres una especie de adivino... -comenté en un tono bastante divertido y me recargué el árbol, viendo como escrutaba al espíritu a mi lado. Había mencionado lo de una triste vida, apostaba mi cabellera a que hablaba de mí. ¿Cómo lo había deducido? Es decir, todos los días trabajaba en desarrollar una mascara perfecta. Jamás nadie se había acercado tanto. Entonces varias respuestas, que posiblemente no tendrían respuesta inmediata saltaron a mi cabeza con respecto al hombre.
- Supongo que sí... por algo el destino nos unió a los tres -hice más ancha mi sonrisa y deslicé mi mano por el cabello y los colgantes que llevaba en ellos-. Menudo trío... un licano, un fantasma y una bruja. Nos falta un vampiro para hacer el cuarteto de la muerte... -dije con diversión mal sana después de todo no había tenido un buen día.
- Vale, ahora debemos descubrir el por qué nos hemos reunidos... en mi paso por París y el mundo he conocido muchas personas vivas o muertas, quizás haya cruzado palabra alguna vez con aquellos que ustedes buscan... -miré a Antonio y después a Cynthia y mi mirada se volvió turbia, misteriosa-, sería interesante poder leerlos el futuro y saber que os espera... -era una de mis diversiones, y más cuando venía la hora del trueque. Al menos yo no era como esas brujas-hechiceras que pedían años de vida o vitalidad o cosas por el estilo. Siempre pedía cosas materiales, y hasta eso nada de valor. Lo que más se desprecia es lo que más me servía a mí.
- ¿Se animan? -pregunté en un tono seductor mirando a ambos entes. Al vivo y al muerto.
- Aparte de licano eres una especie de adivino... -comenté en un tono bastante divertido y me recargué el árbol, viendo como escrutaba al espíritu a mi lado. Había mencionado lo de una triste vida, apostaba mi cabellera a que hablaba de mí. ¿Cómo lo había deducido? Es decir, todos los días trabajaba en desarrollar una mascara perfecta. Jamás nadie se había acercado tanto. Entonces varias respuestas, que posiblemente no tendrían respuesta inmediata saltaron a mi cabeza con respecto al hombre.
- Supongo que sí... por algo el destino nos unió a los tres -hice más ancha mi sonrisa y deslicé mi mano por el cabello y los colgantes que llevaba en ellos-. Menudo trío... un licano, un fantasma y una bruja. Nos falta un vampiro para hacer el cuarteto de la muerte... -dije con diversión mal sana después de todo no había tenido un buen día.
- Vale, ahora debemos descubrir el por qué nos hemos reunidos... en mi paso por París y el mundo he conocido muchas personas vivas o muertas, quizás haya cruzado palabra alguna vez con aquellos que ustedes buscan... -miré a Antonio y después a Cynthia y mi mirada se volvió turbia, misteriosa-, sería interesante poder leerlos el futuro y saber que os espera... -era una de mis diversiones, y más cuando venía la hora del trueque. Al menos yo no era como esas brujas-hechiceras que pedían años de vida o vitalidad o cosas por el estilo. Siempre pedía cosas materiales, y hasta eso nada de valor. Lo que más se desprecia es lo que más me servía a mí.
- ¿Se animan? -pregunté en un tono seductor mirando a ambos entes. Al vivo y al muerto.
Kara Jakes- Hechicero Clase Baja
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Re: De persecuciones... (Libre)
El destino...¿qué era el destino? Cuando estaba viva no creía en él. Jamás había creído en él, porque estaba segura de que nada, absolutamente nada, podía condenar de modo irremediable el destino de una persona. De que, por muy difícil que fuese su situación, por mucho que la sociedad nos dijese lo contrario, en nombre de quién fuera, siempre habría alguna forma de cambiar el destino, algún rincón por dónde escapar de algo semejante, para encontrar otro camino más apropiado...o preferible, dependiendo de la persona.
Pero ahora, tras la muerte, había aprendido que esto solamente estaba disponible para las personas de voluntad indomable y cabezonería infinita. Aún sigo creyendo en esa parte. De que hay que luchar para conseguir el camino decidido. Pero ahora sé que nadie, absolutamente nadie, ni el más fuerte de los seres humanos, o de otra criatura sobrenatural, puede escapar de las garras del destino, que a veces van acompañadas de la dama de la muerte, la destructora de las delicias...o de una maldición...o de situaciones extrañas como aquellas que conducirían a alguna otra parte, vete tú a saber dónde.
-¿Modestia? Yo no lo llamaría modestia. O al menos no en todo su sentido.No me siento demasiado modesta...y ya no digamos humilde. Lo llamaría también tristeza. O un conocimiento de lo inevitable, un conocimiento del alma humana que va más allá de lo que muchos mortales piensan. Y eso es triste porque no te encuentras otra cosa más que espinas...y sin embargo...¿qué es el destino? Nunca entenderé los misterios del destino...hacia dónde nos llevan a cada uno.
Luego me sorprendí cuando Antonio, el licano, habló de nuestras tres situaciones. ¿Cómo lo habría deducido. Además, era fácil adivinar adónde se quería dirigir. ¿Sería adivino o leería mentes? Quizás simplemente lo hubiese deducido. No era muy difícil de adivinar siempre y cuando se supiera lo que éramos Kara y yo.
Y luego no pude evitar sonreír algo divertida, aunque en mis labios debió de entreverse una sonrisa un poquitín macabra, cuando Kara dijo lo del cuarterto de la muerte.
-Si no sonara tan bien lo de cuarteto de la muerte diría que es más bien un cuarteto de la pesadilla, puesto que el vampiro y yo seríamos las únicas criaturas muertas...ustedes dos, al menos, tienen un corazón que sigue palpitando. Pueden sentir la lluvia...el calor...¡oh, qué delicioso era eso! -hice una mueca al pensar en vampiros. Solamente apreciaba a uno...el demonio que había sido mi mejor amigo. A los demás, por mí, que les dieran tinta china.
Luego floté hasta el suelo y ladeé la cabeza mirando a Kara con más curiosidad, interesada...ya había pensado en algo así antes. Ella podría haberse topado con algún miembro de mi familia, de mi descendencia...o del vampiro aquel...mi cuñado, mi querido chivato, que nos había conducido a la muerte. Sería interesante hacer algo como aquello. Y ahora que lo pensaba...a Kara no le costaría mucho hacerse pasar por una gitana. Tenía un aspecto exótico y era fácil imaginársela leyéndote la mano como lo gitanos. ¡Sería divertido!
¡Si la hubiese conocido en vida! ¡Qué bien nos lo habríamos pasado! Podríamos haber intercambiado muchos secretos de ésos, y pociones y demás cosas. Habría sido lo más. Así que avancé hacia ella y dije:
-¡Vamos, estará interesante!-floté hasta el suelo. Mi pelo ya no estaba mojado por la lluvia. En mi estado transparente flotaba un poco, como si estuviese en el agua. Pero luego adopté forma corpórea y el pelo se me comenzó a mojar de nuevo. Qué cosa más deliciosa.
Pero ahora, tras la muerte, había aprendido que esto solamente estaba disponible para las personas de voluntad indomable y cabezonería infinita. Aún sigo creyendo en esa parte. De que hay que luchar para conseguir el camino decidido. Pero ahora sé que nadie, absolutamente nadie, ni el más fuerte de los seres humanos, o de otra criatura sobrenatural, puede escapar de las garras del destino, que a veces van acompañadas de la dama de la muerte, la destructora de las delicias...o de una maldición...o de situaciones extrañas como aquellas que conducirían a alguna otra parte, vete tú a saber dónde.
-¿Modestia? Yo no lo llamaría modestia. O al menos no en todo su sentido.No me siento demasiado modesta...y ya no digamos humilde. Lo llamaría también tristeza. O un conocimiento de lo inevitable, un conocimiento del alma humana que va más allá de lo que muchos mortales piensan. Y eso es triste porque no te encuentras otra cosa más que espinas...y sin embargo...¿qué es el destino? Nunca entenderé los misterios del destino...hacia dónde nos llevan a cada uno.
Luego me sorprendí cuando Antonio, el licano, habló de nuestras tres situaciones. ¿Cómo lo habría deducido. Además, era fácil adivinar adónde se quería dirigir. ¿Sería adivino o leería mentes? Quizás simplemente lo hubiese deducido. No era muy difícil de adivinar siempre y cuando se supiera lo que éramos Kara y yo.
Y luego no pude evitar sonreír algo divertida, aunque en mis labios debió de entreverse una sonrisa un poquitín macabra, cuando Kara dijo lo del cuarterto de la muerte.
-Si no sonara tan bien lo de cuarteto de la muerte diría que es más bien un cuarteto de la pesadilla, puesto que el vampiro y yo seríamos las únicas criaturas muertas...ustedes dos, al menos, tienen un corazón que sigue palpitando. Pueden sentir la lluvia...el calor...¡oh, qué delicioso era eso! -hice una mueca al pensar en vampiros. Solamente apreciaba a uno...el demonio que había sido mi mejor amigo. A los demás, por mí, que les dieran tinta china.
Luego floté hasta el suelo y ladeé la cabeza mirando a Kara con más curiosidad, interesada...ya había pensado en algo así antes. Ella podría haberse topado con algún miembro de mi familia, de mi descendencia...o del vampiro aquel...mi cuñado, mi querido chivato, que nos había conducido a la muerte. Sería interesante hacer algo como aquello. Y ahora que lo pensaba...a Kara no le costaría mucho hacerse pasar por una gitana. Tenía un aspecto exótico y era fácil imaginársela leyéndote la mano como lo gitanos. ¡Sería divertido!
¡Si la hubiese conocido en vida! ¡Qué bien nos lo habríamos pasado! Podríamos haber intercambiado muchos secretos de ésos, y pociones y demás cosas. Habría sido lo más. Así que avancé hacia ella y dije:
-¡Vamos, estará interesante!-floté hasta el suelo. Mi pelo ya no estaba mojado por la lluvia. En mi estado transparente flotaba un poco, como si estuviese en el agua. Pero luego adopté forma corpórea y el pelo se me comenzó a mojar de nuevo. Qué cosa más deliciosa.
Cynthia Dalma- Fantasma
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Re: De persecuciones... (Libre)
El futuro, si sólo tendría la oportunidad de pensar en el. De haber pensado en que mataría a su mujer, de la maldición que lo condeno y de los viajes que habría de hacer para ser quién es. El futuro, para él, no era más que lo que el destino habría de escribirle, pero este siempre a sido tramposo y pensaría que sería chistoso cambiarse constantemente.
Ya le habían predicho el futuro antes, un brujo, pintó el futuro enfrentamiento con la inquisición y encontrar a Nereza, la condenada que se a proclamado como la única que lo matará y el, en respuesta, se entrego la meta de asesinarla con sus propias manos, o con su espada.
Escuchó la voz de la fantasma, no es que le causara tristeza, pero tampoco le hacia feliz saber que, a pesar de su actitud sombría, la mujer no era del todo feliz.-
-Un corazón que palpita y aun así algunos lo miran con una maldición. A sé mucho que aprendí a vivir con mi condición. Ya mis manos están tan manchadas de sangre que el rojo del atardecer no es nada con lo que corre entre mis dedos.
El ya vivía en paz con su maldición, no le causaba desvelo los asesinatos que había cometido, tampoco pensaba en ir a pedirle perdón a Dios por asesinar a tantos de sus supuestos soldados, pero era triste escuchar que el aun puede ser humano y que ella ya no.
-Nunca es tarde para recordar las sensaciones humanas
Le dijo esbozando una ligera sonrisa.
Miro a la bruja, que sigue viéndose como una gitana ante sus ojos, y asintió con la cabeza. El futuro podría ser interesante, aunque ya sabe que le espera, mas combates, mas sangre. Continuar en su rumbo de asesino de la iglesia, lo único que le motiva es encontrar al Papa el mismo y asesinarle.
Ya le habían predicho el futuro antes, un brujo, pintó el futuro enfrentamiento con la inquisición y encontrar a Nereza, la condenada que se a proclamado como la única que lo matará y el, en respuesta, se entrego la meta de asesinarla con sus propias manos, o con su espada.
Escuchó la voz de la fantasma, no es que le causara tristeza, pero tampoco le hacia feliz saber que, a pesar de su actitud sombría, la mujer no era del todo feliz.-
-Un corazón que palpita y aun así algunos lo miran con una maldición. A sé mucho que aprendí a vivir con mi condición. Ya mis manos están tan manchadas de sangre que el rojo del atardecer no es nada con lo que corre entre mis dedos.
El ya vivía en paz con su maldición, no le causaba desvelo los asesinatos que había cometido, tampoco pensaba en ir a pedirle perdón a Dios por asesinar a tantos de sus supuestos soldados, pero era triste escuchar que el aun puede ser humano y que ella ya no.
-Nunca es tarde para recordar las sensaciones humanas
Le dijo esbozando una ligera sonrisa.
Miro a la bruja, que sigue viéndose como una gitana ante sus ojos, y asintió con la cabeza. El futuro podría ser interesante, aunque ya sabe que le espera, mas combates, mas sangre. Continuar en su rumbo de asesino de la iglesia, lo único que le motiva es encontrar al Papa el mismo y asesinarle.
Off: perdon por la mega tardanza
Antonio Velázquez- Licántropo Clase Media
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