Dando caza (Libre) [TERMINADO]

por **Andrew Lawrence** Vie Jul 16, 2010 10:58 am

Recuerdo del primer mensaje :

La luna se alzaba ya por el horizonte. El viento empezaba a soplar por entre las ramas de los árboles. El búho cantaba su siniestra melodía. Las huellas aún eran frescas.
Agarré con fuerza mi arma y espoleé el caballo para que fuera más deprisa. En aquel momento deseé tener el fino olfato de aquellas bestias para poder saber exáctamente donde se había ocultado el monstruo. Y como una respuesta divina, el monstruo vino a mí.
Me arrojó del caballo y éste se encabritó para acto seguido huir despavorido, al galope.
Pero yo no podía estar atento a esos detalles. Trataba de quitarme la bestia que se abalanzaba sobre mi cuello. Le propiné una patada en pleno pecho pero apenas pude alejarlo de mí unos metros. El vampiro jadeaba, yo jadeaba también. La diferencia es que yo estaba cansado y él no.

Alcé mi estaca como si fuera un crucifijo y sin pensarlo más de dos minutos volví a la carga.
Después de unos minutos angustiosos para mí, en donde volví a disputarme entre la vida y la muerte una vez más, conseguí que aquel trozo de madera penetrase en el podrido corazón de la bestia.

Me incliné en un árbol. Vivo para contarlo de nuevo. Gracias a Dios. Sin embargo, mi pequeña rencilla me había costado un corte en el brazo derecho. El caballo que había huído llevaba consigo las alforjas donde guardaba vendas y algo de alcohol. Maldije mi mala suerte.

No sin esfuerzo, conseguí llegar al río y me lavé la herida lo mejor que pude. De paso también bebí algo de agua, pues estaba sediento. Una vez que hube limpiado la herida pude ver que no era tan grave, pero que me dejaría el brazo inutilizado al menos por una semana. Sin embargo, gracias al completo entrenamiento que había tenido en el Vaticano, también podía utilizar el brazo izquierdo con gran habilidad.

por **Andrew Lawrence** Mar Ago 17, 2010 6:40 am

Ayudé a Adrianne a levantarse. Parecía que estaba bien. Todo lo bien que se puede estar tras un ataque de un vampiro. La mujer no se amedrentó y salió de nuevo en busca de la bestia, perdiendose en las profundidades del bosque.
Unos segundos después, el demonio enfundado en cuerpo de mujer me atacó hiriéndome en mi brazo ya dolorido de la anterior batalla. Pero lejos de huir, pasé el hacha a mi brazo sano y luché. Blandía mi hacha como si se tratara de una espada. Pero la condenada era demasiado veloz. Más veloz que un vampiro normal.
De pronto, apareció Adrianne de la nada y se lanzó sobre la vampiresa. Observé toda la escena desde un segundo plano. Adrianne se abalanzó sobre la vampiresa con la fuerza de 10 hombres y en pocos minutos había reducido a la criatura, que ahora estaba en clara desventaja.
Aunque había visto demasiadas batallas ensangrentadas a lo largo de mi vida de cazador, nunca una como aquella. Hubo un breve momento en el que las dos figuras de las mujeres se convirtieron en un regadero de sangre, carne y polvo.
Cuando Adrianne hubo retenido a la mujer bajo su peso, me dispuse a asestar el golpe final.
Bajé mi hacha como si fuera un verdugo y le corté la cabeza, que salió rodando unos cuantos metros más allá.
Me agaché sobre el cuerpo, apoyándome en mi hacha tratando de recuperar el aliento perdido. Después se hizo el silencio y miré fíjamente a Adrianne sin poder articular palabra. Estaba demasiado conmocionado.
Tras unos instantes de dudosa incertidumbre, fui el primero en hablar.
-Gracias.-Fue mi escueta respuesta. Aun no había asumido que aquella joven fuese una licántropo. Desde el primer momento supe que escondía algo, pero no imaginé que se trataba de esto. Pero no podía reprocharle nada, después de todo, había salvado mi vida.

Subí al caballo y extendí la mano a Adrianne para que subiera ella también. Quizá lo mejor sería fingir que no había pasado nada.

por **Adrianne Trevillette** Mar Ago 17, 2010 9:34 am

El sacerdote no dudó en hacer lo que le pedía. Blandiendo su hacha con el brazo sano, degolló a aquella criatura vampírica destrozando su cuello. Casi pude distinguir cuándo rajaba la piel, cuándo se rompían las venas y cuando llegó al hueso para separarlo en dos partes. Su cabeza rodó por el suelo mientras el olor a carne dos veces muerta penetraba con avidez en mis fosas nasales. Supe que Andrew también había captado aquel olor por su cara de repugnancia. Me ofreció su mano para levantarme, y acepté con gusto. Aún sentía las heridas que me había causado aquel monstruo; latían sin cesar y dejaban brotar sangre que rozaba mi piel con suavidad. Cuando conseguí levantarme, no pude evitar mirar a Andrew. ¿Qué pensaría ahora de mí? Desde luego sabía que no era un ser normal, pero... ¿qué creería que era? Preferí no decir nada y esperar. Fue él quien habló. Me agradeció haberle salvado la vida.

-Estamos en paz, supongo -dije con una media sonrisa.
Sin apartar la mirada de él, me tendió de nuevo su mano para subir al caballo. El animal había observado la escena y ahora parecía asustado. Me acerqué y acaricié sus crines con suavidad, intentarlo calmarlo. Subí al caballo y volví a agarrarme a Andrew. Éste espoleó al caballo para que continuase su camino.

No sabía qué decirle; no quería desvelarle nada pero supongo que le debía una explicación. Me encontraba, sin duda, en una difícil situación. Decidí esperar hasta que llegásemos a la civilización. Con cada paso que daba el caballo, sentía los arañazos de la vampiresa en mis caderas, que había clavado sus uñas a conciencia. Aún tenía el gusto de su sangre en mi boca, y no podía quitármela de la cabeza. Recordé la reunión que tendría con el clan en poco tiempo. Esto no podía seguir así. Los vampiros atacaban demasiado rápido, y sin pensar las consecuencias. Niñatos engreídos.

-Supongo que ahora sabréis que toda la palabrería que he utilizado antes para deciros que no debías matar vampiros a diestro y siniestro no era más que una máscara para ocultar que estoy completamente de acuerdo con vos -dije casi en silencio mientras íbamos en el caballo.

por **Andrew Lawrence** Jue Ago 19, 2010 6:00 am

Volvió a reinar el silencio entre nosotros mientras cruzábamos los linderos del bosque. Sólo los sonidos de la naturaleza rompían con nuestro tenso mutismo. Mi caballo ahora caminaba más serena y apaciguadamente. Mis músculos también se relajaron. Ya no había nada que temer. Aunque mi brazo herido me escocía, era un dolor menor que podría aguantar hasta llegar a Notre Dame, donde el párroco de allí me serviría una cena caliente y acto seguido me tumbaría en la cama, esperando no despertar hasta que todos los vampiros se hubiesen extinguido de la faz de la Tierra.
Pero sabía que eso no sería así, por lo que traté de luchar para ordenar mis pensamientos:

Adrianne era un licántropo. Mis deberes y mis votos para con la Iglesia me obligaban a denunciarla al Vaticano. El camarlengo*incluiría su nombre en un registro altamente secreto. Y ni tan siquiera yo sabía lo hacían a continuación con todos esos nombres y datos.
Sólo recibí órdenes expresas de acabar con un licántropo dos veces en toda mi vida al servicio de la Iglesia. Por mi parte, estaba en contra de matar a los hombres lobo, pues consideraba que tenían una parte muy humana. No eran como los vampiros. Sin embargo, debía acatar los mandatos del Santo Padre sin rechistar ni objetar. ¿Qiué otra cosa podía hacer? ¿Enfrentarme al Papa y a todos los monseñores y obispos? Posiblemente ellos me escucharían. Pero sabía que mis superiores harían lo imposible para evitar que yo diese parte de mis ideas. ¿Las razones? No lo sé. Pero seguramente, de esta forma, ellos saliesen ganando de algún modo. Había demasiada corrupción en los círculos eclesiásticos y sólo un simple sacerdote como yo no podría hacer nada contra ello.

Por otra parte, Adrianne me había salvado la vida. Eso era un hecho innegable. ¿Cómo recompensárselo? Podría pasar por alto nuestro encuentro. Hacer la vista gorda. Podría fingir que nunca la había visto y así no tendría que revelar su identidad a la Iglesia. Nadie tendría por qué enterarse de nuestro altercado. Y cada uno seguiría su camino.

La voz de la joven me sacó de mis pensamientos y sus palabras luchaban por iniciar una conversación que sabía que su destino era revelarme lo que yo ya sabía acerca de ella. Por lo que decidí ahorrarle el mal trago.
-Sé lo que eres.-Dije, con voz fría y cortante aunque no lo pretendía.-Y no tienes que contarme nada si no quieres. Fingiré que este altercado no ha pasado y no daré parte tuyo a la Santa Sede.
De pronto, una débil sonrisa surcó mis labios al darme cuenta de una cosa. Tan banal y trivial que por eso me hizo tanta gracia. ¿Cuándo nos habíamos empezado a tutear?

** Rolling Eyes

por **Adrianne Trevillette** Jue Ago 19, 2010 9:55 am

Él habló con dureza. Era completamente consciente de lo que era. Estaba claro, la pelea que habíamos tenido con la vampiresa no había dejado lugar a dudas. Había actuado completamente guiada por el instinto y ahora, como siempre, estaba pagando las consecuencias en las que nunca pensaba. Bien, no pasaba nada. No podía hacerme daño puesto que estaba ayudando a su causa. Sin embargo... Cuando habló, me dejó helada.
-¿La santa sede? -no pude evitar escupir esas palabras- ¿También dais caza a los licántropos? Eso... eso no es justo, Andrew. Lo sabes. -seguí tratándolo de tú, al igual que él había hecho conmigo.
Estábamos llegando a la civilización, así que decidí dejar de usar la palabra "licántropo". No me esperaba que también la Iglesia persiguiera a los lobos, no tenía mucho sentido. Sí, asesinaban y masacraban al igual que los vampiros, pero sólo durante unos días al mes. Y además, era prácticamente de forma inconsciente.
-¿Fingirás que no me has conocido, entonces? -dije más calmada, hablando en susurros. - Supongo que entonces no volveremos a vernos -dije más bien afirmando que preguntando- Para el caballo. Me bajaré aquí. No quiero crearte problemas, si tanto te importa tu Santa Sede y sus órdenes. No querrás que te vean conmigo.

No sabía bien por qué estaba tan dolida; quizás no me sentaba bien que la organización mundial más poderosa persiguiera a seres como yo. O quizás, fuera aquel sacerdote que me había ayudado a matar a un vampiro; no me gustaba que cambiase su posición respecto a mí.

por **Andrew Lawrence** Mar Ago 24, 2010 2:28 pm

Saltaba a la vista, por cómo había pronunciado sus últimas palabras, que no aceptaba que la Iglesia también tomase parte y control de los hombres lobo. Quizá se sintiera defraudada. Al igual que yo, en parte.
-No les damos caza, exactamente...-Dije, tratando de explicarle la verdadera razón de los actos de la Iglesia. Pero lo cierto es que ni tan siquiera yo podía justificarlos. Mis conocimientos eran limitados. No disponía más de la información que la Iglesia quería darme. Suspiré, sin decir nada más. Resignado a tratar de encontrar algún fundamento a mis palabras.

Poco a poco se podía divisar las casas de las afueras de París. De las chimeneas ascendía un denso humo negro, anunciando un rastro de vida. Puse los ojos en blanco, indignado ante el comportamiento infantil de la mujer. Aunque lo cierto es que podía comprenderlo.
-Muy bien, ¿piensas quedarte aquí e ir andando a tu casa, en plena noche, herida-remarqué, mirando de soslayo los diversos cortes en su piel-con los vampiros acechando en todas las esquinas?-Dije, en un susurro para evitar que no me oyeran, aunque en realidad no había nadie en las calles.-Sabes que estás siendo irracional. Déjame llevarte a tu casa, y si luego no quieres volver a dirigirme la palabra...Está bien, lo entiendo.-Resoplé. Pero sabía que era lo mejor. Yo no podía ponerme en evidencia manteniendo una relación con un licántropo y para ella también sería mejor estar apartada de mí.

por **Adrianne Trevillette** Jue Ago 26, 2010 6:53 am

Al parecer, Andrew no me había entendido. Claro que sí quería volver a verlo. Es más, tenía planes para él. Sabía que podría serme útil.
-Me cabrea el hecho de que quieras apartarte de mí de esa manera. Quiero decir -añadí rápidamente, dándome cuenta de que estaba dando a entender que él significaba algo para mí. No era así, puesto que acababa de conocerle, pero no tenía por qué desaparecer y fingir que no nos habíamos conocido-, ¿de verdad piensas que la gente tiene que saber que nos conocemos? No entiendo exactamente como funciona el sitio en el que estás, pero... ¿acaso lleváis un radar para descifrar la raza de las personas que se os acercan? A tí te ha costado saber qué soy, es más, si no huibera sido por el accidente de la vampiresa, no habrías adivinado nada. Sé que puedo pasar por una humana corriente, no tienes por qué avergonzarte de mí.

Recordé mi discusión con Frank, ahora sí, nítidamente. El momento en el que lo rechacé por su naturaleza, hacía apenas dos años. Fui concisa, clara y sobre todo, tajante. No quería saber nada de él, era un burdo asesino. Y ahora, estaba convertida en un licántropo al que la vida le había devuelto la patada. Y ahora, Andrew me rechazaba a mí. Bien, esto no iba a quedar así.

-Déjame aquí -dije una vez hubimos llegado casi al centro-. Conozco estas calles, vivo cerca. Si quieres verme algún día -dije aún enfadada, bajándome del caballo- y te apetece charlar un rato con la persona que te ha salvado la vida, puedes visitarme en la perfumería de Bernard Trevillette.

Me comportaba así esperando su reacción. Quería demostrarle que me indignaba su comportamiento para no perder el contacto con él. Un sacerdote conocedor de las oscuras intenciones de la Iglesia podía ayudarme en muchos puntos. A mí y a mi completo clan. Si él no venía a verme, yo iría a Notre Damme a visitarlo. Y quizá allí se avergonzara un poco más de mí, a pesar de que si ahora mismo seguía vivo, era gracias a mí. Qué irónico.

por **Andrew Lawrence** Vie Ago 27, 2010 2:42 pm

Aún no alcanzaba a entender del todo el por qué de la reacción de Adrianne. A penas nos conocíamos y no comprendía por qué se mostraba tan dolida. Fruncí el ceño. ¿Era aquello del todo normal? Por un momento, se me pasó por la cabeza la idea de que quizá la chica buscase algo, pero la deseché. Era demasiado inverosímil.
-Yo no me averguenzo de tí, Adrianne. Es sólo que no es conveniente para ninguno de los dos.-Sentencié. No sabía qué podían pensar mis superiores si llegasen a enterarse de que les había ocultado información sobre la presencia de una mujer lobo, y más aún si continuaba manteniendo correspondencia con ella. ¿Me desertarían? ¿Me expulsarían del sacerdocio? ¿Me excomulgarían directamente? No podía concebir mi vida sin la Iglesia, la institución a la que había dedicado la mayor parte de mi vida adulta. Aún a pesar de que entré en el sacerdocio en contra de mi voluntad, no sabía más que cazar vampiros y seguir las órdenes de una institución que había depositado en mí-y en unos pocos más como yo-toda su fe para librarnos de la amenaza vampírica. Aquel destino me pesaba, pero a la par sabía que no sería yo sin él.-Tú no lo entiendes, pero las consecuencias pueden ser peligrosas, incluso para tí.

Noté que con cada palabra que pronunciaba, Adrianne se iba molestando más. Y eso, curiosamente, también me molestaba a mí. ¿Por qué tenía que ser una muchacha tan tozuda?
Seguí dándole vueltas a lo mismo durante todo el trayecto. Sopesando los pros y los contras. Quizá yo también podía sacar ventaja de una situación así. Información para la Iglesia. Miré de soslayo a Adrianne, ¿sería yo capaz de traicionarla?
"Menudo sacerdote estás hecho" Pensé para mí. ¿Dónde quedaba mi acogedora parroquia a las afueras de Bristol donde mi única preocupación sería otorgar cobijo a quién lo necesitaba? Suspiré, apesumbrado.
-Bien, si insistes...-Dije, ignorando el tono irónico de la chica mientras ella bajaba del caballo. Pero tenía razón, me había salvado la vida. Le debía un favor.
-Muy bien, mademoiselle. No sé por qué tiene tanto interés en mantener el contacto conmigo, pero si desea buscarme, puede encontrarme en Notre Dame.-Dije, utilizando un tono de nuevo cortés no sabía si por la presencia de demás gentes por las calles o tratando de ser intencionadamente jocoso.

Al fin, había accedido a su extraña petición de no romper con nuestro contacto. De nuevo, la extraña sensación que había experimentado minutos antes volvió a acudir a mí. ¿Por qué tanto empeño? ¿Realmente ocultaba algo más? Quizá el motivo fuese que estaba acostumbrado a desconfiar de todos y de todo. "Bien, quizá podamos sacar algo de provecho el uno del otro" pensé, sin poder evitar pensar en la información que podría sonsacarle, pero...¿Estaría dispuesto a desvelársela a la Iglesia, la organización que hizo de mí lo que soy ahora?

FIN DEL ROL

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