Estigmas [Libre]

por **Ørn Fridrikson** Miér Ago 08, 2012 3:10 am

Miles eran las suposiciones, pero tan solo una era la verdadera realidad, la realidad de que aquel mundo como todos creían conocer tan solo se trataba de un juego vulgar entre angeles y demonios y una vida superior etérea que nos gobernaba a todos como meras piezas de un ajedrez.

Los estigmas eran más que evidentes en el cuerpo de aquella mujer bien formada, tanto por su esplendoroso físico, como su personalidad fuerte y decidida a defender sus creencias a toda costa. Lo cierto era que nada de lo que había conocido era lo que realmente parecía ser al ojo de cualquiera de las personas que habitaban el mundo, aquel mundo tan injusto, hermoso y letal a la vez, que harían estremecer a los mismísimos creadores de la vida.
Todo era confuso, hasta para la persona mas arraigada a sus niveles intelectuales podría volverse un completo demente en cuestión de minutos si fuese conocedor de lo que ella sabía, y con toda la fuerza propia intentar que no la desbordase tal y como parecía todo aquel poder.
La luna parecía tener algo que ver, aquella mítica figura en la que los "Artístas" se reflejaban tanto como sus obras idealizándola por encima de todo lo pudiente... tan solo se trataba de un eslabón más de aquella demente encrucijada en la que pocos podrían salir victoriosos de ella, no mas por no poder sino por ser completamente ignorantes ante lo que la verdad escondía tras de sí.

Christinne abrió sus expresivos ojos color verdeazulado, tomanto aire a grandes bocanadas... No sabía como había llegado a aquel lugar, pero se encontraba toda tirada en el piso, con hojas que al desprenderse de los árboles ahora adornaban su cabello. Todo era delirante, en su mejilla aparecía un corte, de la nada, apresurando lo que sería una verdadera tragedia, Christinne se encontraba en el estado de Sonambulismo aunque realmente, no estaba despierta, sus ojos podían corroborarlo, sufría una grave pesadilla colmada de poder quizás provocada por alguien de procedencia hostil y no mas quisiese el fín para la bruja, tras sus encuentros nocturnos con Samael.
Ésta profirió un grito de extremo dolor, pero nadie la tocaba en aquellos instantes. Su cuerpo paralizado entre las verdes hojas del lejano camino se retorcía ante una aparente tortura, que no mas se trataba aparentemente de un sueño pero lo que se escondía tras de ello tan solo podría ser entendido por alguien que fuese conocedor de aquellos secretos que la oscuridad albergaba en cualquiera de sus recónditos lugares...

Christinne lanzó la mirada hacia sus manos, sus muñecas estaban atadas con cordeles que tensaban sus brazos para que no pudiese alcanzar a su torturador. Ella no le veía, era como si se encontrase en una habitación totalmente oscura, tan solo con un halo de luz amarillenta procedente de un candil... lo justo para ver cual era el instrumento que tocaba su piel.
Su piel era apaleada, como si de un esclavo se tratase su cuerpo sufría los estigmas de aquel sueño, provocados por el inmenso poder que albergaba, era por así decirlo un don que tan solo ella poseía... único, como el iris de cualquier ojo humano.
Aquel ente le mostró una caja y quitó el trapo que lo tapaba, en ella albergaba unos escorpiones que serían la próxima prueba a pasar, una prueba de muerte en la que el juego más peligroso era el volver a despertar... ya que muchas personas contaban que "si despertabas a un sonámbulo bruscamente, éste puede sufrir daños jamás vistos en la mente humana".

Habría que despertarla, habría de encontrar alguna forma de que aquel veneno no llegase a su piel. Cualquiera que la viese podría decir que tan solo se trata de una muchacha demente que sueña despierta, pero para ella misma, se trataba de una realidad inherente, cada herida, cada magulladura que en el sueño sufría... su cuerpo lo reflejaba en la realidad aunque no la estuviesen tocando.

por **Arashi Greenpoison** Vie Ago 10, 2012 5:25 am

Caminaba por aquél bosque, como tantas veces desde que llegué a París, habia echo. La noche era tranquila, oscura, hermosa. Suspiré. No todo lo que había previsto con tanto entusiasmo estaba saliendo a pedir de boca... pero estaba acostumbrado a que las cosas no salieran bien.
Quizás era el karma. Podía ser que fuera el karma... no había echo muchas cosas buenas, y por eso no todo estaba saliendome bien. Tendría que portarme mejor y actuar como una buena persona si quería volver a ser feliz... pero ayudar a los pobres con dinero o hacer compañía a ancianitas solitarias no me parecía de buenas personas, si no de hipócritas que se querían hacer los héroes.

De pronto pude percibir algo en lalejanía que cortó por completo todas mis cavilaciones. Sentí un escalofrío, como una presiencia paranormal y oscura. Dvisé dos figuras, y una de ellas parecía estar haciéndole daño a la otra. Me quedé inmóvil, como una estatua, acechando en silencio.
¿Qué diablos estaba pasando? Le estaban hacieno daño a una mujer, hasta ahí llegaba, pero... ¿cómo impedirlo? o... ¿cómo actuar?
Miré la rama mas alta del árbol que tenía justo a mi izquierda. Madije al mirar mi vestimenta. Un kimono de seda. Lo destruiría por completo con mis heroicidades y el amo se enfadaría conmigo. No estaba dispuesto a que le siguieran haciendo daño a esa mujer, así que, sin pensarlo dos veces, trepé hasta la rama y, una vez allí, acuclillado y rodeado por sombras, calculé mi próximo ataque. Saltaría ese aquella rama y derribaría al atacante por la espalda, como una ardilla voladora.

por **Ørn Fridrikson** Miér Sep 05, 2012 12:01 pm

Christinne miraba a su alrededor, pero aquel sabía perfectamente como ocultarse a la vista de cualquiera, aunque estuviese presente delante de sus narices. Todo transcurría lentamente, ella quería que todo aquel sufrimiento pasase del todo y volver a casa, sana y salva, pero sabía por algún motivo que desde que había llegado a París en aquel barco, nada más pisar con un pié las nuevas tierras, sentía el peligro en cualquier esquina, como si todo lo más normal del mundo le inspirase peligro.

Todo era distinto, desde que sus hermanas murieron, todo era cuestión de esperar a que el resto hiciese lo mismo, incluso ella. Tan solo le quedaba la salvaguarda de su cuñado, el esposo de su difunta hermana mayor. Todo era muy distinto a lo que solí ocurrir y todo aquello llegó a su casa desde que era una pre-adolescente. Toda la vida de Christinne parecía pasar por delante de sus ojos. Sus labios susurraban quizás un sortilegio capaz de hacer que el dolor menguase al menos un poco. Pero no era así, nada de sus hechizos le permitía mantener la mente en blanco.

Se sentía fatigada. El corte en su mejilla la dolía, aun más las manos clavadas al suelo como aquel ser llamado "Jesucristo" algo la decía que la querían muerta, y bien no hacía nada en aquel lugar, tan solo era la dueña del hospital, bien podrían hacerse ayuda sin ella. - Por favor... - Suplicó a su atacante, susurrante, pues no se sentía con fuerzas para que aquel hilo de voz fuese más intenso.

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