AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dark and full of terrors {Nefertari}
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Dark and full of terrors {Nefertari}
Recuerdo del primer mensaje :
El aire. Le faltaba el aire. Jadeando, tropezó con un cubo de basura haciendo un estruendo que resonó fuerte en aquel cerrado callejón. Levantándose del suelo, corrió a refugiarse en el primer lugar seguro que vio, aún sabiendo que por su aspecto no debía ser precisamente seguro, pero al menos estaba oculto. Sacudiéndose la parte de las rodillas, se apoyó en un muro almohadillado, sin aliento. Se separó el pelo de la cara como pudo, ya que se le había adherido como la piel de una magdalena por el sudor. En momentos como aquel era cuando más deseaba tener el pelo corto o habérselo recogido, a sabiendas de que le resultaba molesto cada dos por tres. Innumerables veces se recordaba justo así, agotado después de huir de cualquier cosa. Jadeante, sudoroso y asustado. El temblor era opcional, dependiendo de lo que quiera que fuera que le acosara en aquella ocasión. Su paranoia y nerviosismo le hacían vivir casi en ese estado.
Esta vez toda la culpa la tenía su casero. Vamos, que encima de haber tenido que correr se había quedado sin casa. Su maleta tirada en el suelo era signo evidente de ello. Resulta que había empezado a quedarse en la casa de ese señor, adinerado pero no mucho, aceptando ser algo así como criado de bajo presupuesto. Ese señor y su señora tenían una hija joven, unos tres o cuatro años menor que Theo. Y sin querer había usado su poder de atraer a la gente con ella, y los dueños de la casa lo habían visto y le habían echado a patadas. Más que eso, él había huido delante del señor, que gritaba perdiendo absolutamente las formas y persiguiéndole con el bastón de su padre, el abuelo de la familia, que tenía la punta de marfil y mucha pinta de doler bastante si te acertaban en la cabeza. Al menos había podido largarse de allí a trompicones, saliendo por la escalera de la casa a la velocidad de la luz al tiempo que un peligroso bastón amenazaba con dejarle inconsciente en las calles de París. La luz le había guiado a aquel callejón, y al parecer había perdido de vista a su captor, por suerte.
Lo peor es que ahora estaba sin casa, era un brujo desamparado y perdido en mitad de la noche. Desde luego no iba a dormir, y mañana le esperaría un terrible día viendo dónde podía quedarse ahora. Maldijo por lo bajo, pues había perdido otro hogar. Ya eran varios en los que lo había intentado y había fracasado, empezando por su propia casa. Sus poderes se le escapaban de vez en cuando, y solían ser la fuente de sus problemas. Intentaba poco a poco dominar este descontrol, pero como su formación de brujo no estaba completa no eran del todo perfectas sus habilidades, por desgracia. Esperaba poder controlarlo con el tiempo.
Sintiendo unos pasos por la calle adoquinada que iluminaba un pequeño farol dando esquina, se refugió detrás del cubo de basura con el que había tropezado, situado justo en la esquina de aquel edificio, el cual daba lugar a aquel callejón encerrado entre otro edificio similar. Allí sólo habían cubos de basura, un par de puertas traseras y un pequeño muro de piedra, sorteable si hiciera falta. Se sentía un poco acorralado allí, así que su respiración se agitó y procuró hacer el mínimo ruido para que no advirtieran su presencia. Quienquiera que estuviera pasando, ojalá siguiera su camino y no reparara en su llamativo pelo rojizo iluminado a su vez levemente por el farol que daba una tenue luz al callejón. Un gato maulló, y él dio un pequeño bote por el sobresalto que hizo mover con el pie la tapa del cubo de basura metálico. Cerró los ojos con fuerza, odiándose por ser tan torpe. Sin duda aquella persona que pasaba por allí le encontraría. Como viera la sombra de un bastón en el suelo que miraba, se desmayaría sin duda.
Esta vez toda la culpa la tenía su casero. Vamos, que encima de haber tenido que correr se había quedado sin casa. Su maleta tirada en el suelo era signo evidente de ello. Resulta que había empezado a quedarse en la casa de ese señor, adinerado pero no mucho, aceptando ser algo así como criado de bajo presupuesto. Ese señor y su señora tenían una hija joven, unos tres o cuatro años menor que Theo. Y sin querer había usado su poder de atraer a la gente con ella, y los dueños de la casa lo habían visto y le habían echado a patadas. Más que eso, él había huido delante del señor, que gritaba perdiendo absolutamente las formas y persiguiéndole con el bastón de su padre, el abuelo de la familia, que tenía la punta de marfil y mucha pinta de doler bastante si te acertaban en la cabeza. Al menos había podido largarse de allí a trompicones, saliendo por la escalera de la casa a la velocidad de la luz al tiempo que un peligroso bastón amenazaba con dejarle inconsciente en las calles de París. La luz le había guiado a aquel callejón, y al parecer había perdido de vista a su captor, por suerte.
Lo peor es que ahora estaba sin casa, era un brujo desamparado y perdido en mitad de la noche. Desde luego no iba a dormir, y mañana le esperaría un terrible día viendo dónde podía quedarse ahora. Maldijo por lo bajo, pues había perdido otro hogar. Ya eran varios en los que lo había intentado y había fracasado, empezando por su propia casa. Sus poderes se le escapaban de vez en cuando, y solían ser la fuente de sus problemas. Intentaba poco a poco dominar este descontrol, pero como su formación de brujo no estaba completa no eran del todo perfectas sus habilidades, por desgracia. Esperaba poder controlarlo con el tiempo.
Sintiendo unos pasos por la calle adoquinada que iluminaba un pequeño farol dando esquina, se refugió detrás del cubo de basura con el que había tropezado, situado justo en la esquina de aquel edificio, el cual daba lugar a aquel callejón encerrado entre otro edificio similar. Allí sólo habían cubos de basura, un par de puertas traseras y un pequeño muro de piedra, sorteable si hiciera falta. Se sentía un poco acorralado allí, así que su respiración se agitó y procuró hacer el mínimo ruido para que no advirtieran su presencia. Quienquiera que estuviera pasando, ojalá siguiera su camino y no reparara en su llamativo pelo rojizo iluminado a su vez levemente por el farol que daba una tenue luz al callejón. Un gato maulló, y él dio un pequeño bote por el sobresalto que hizo mover con el pie la tapa del cubo de basura metálico. Cerró los ojos con fuerza, odiándose por ser tan torpe. Sin duda aquella persona que pasaba por allí le encontraría. Como viera la sombra de un bastón en el suelo que miraba, se desmayaría sin duda.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
Pensando el en dueño de la casa, asintió ante la afirmación de ella esbozando una tímida sonrisa y volviendo la cara hacia el camino. Sí, aquel señor no era muy tolerante que digamos. Lo que sí sabía Theodore de primera mano es que quería su jardín totalmente impeclable y reluciente, sin una brizna de hierba más alta que la otra, sin una flor marchita y sin un seto con mala forma. En los meses que había pasado trabajando en aquella casa y viviendo en la diminuta habitación que le habían asignado, si algo tenía claro es que era el más estricto de los amos. Porque encima era religioso, casi tanto como su propio padre. Al principio tenía miedo de volver a mostrar su magia accidentalmente, que estuviera delante de él y ponerse en peligro, temores infundados visto lo que había pasado con su hija, pero como no lo veía a menudo poco importaba. Pero las veces que lo había visto no le había caído nada bien, eso desde luego. No tenía ni pizca de amable, y no trataba muy bien a su servicio. No era un caballero con todas las de la ley, por mucho que sus títulos dijeran lo contrario.
Theo pensó que no añoraría la compañía del resto del servicio de la casa, con los que tenía que comer y reunirse de vez en cuando. Había oído murmurar a la doncella y a la cocinera de él, diciendo que era "un poco raro, de pocas palabras y demasiado desaliñado". El chico admitía que eso era bastante cierto, pero aún así le había dolido escucharlo a sus espaldas. Sabía que le criticaban porque él no había dado ni la más mínima muestra de confianza o de socialización con sus compañeros, así que al no conocerle no les quedaba más que decir cosas malas de él y para colmo no delante de él. Lo había soportado, y había seguido callado y como él era sabiéndose incapaz de hacer otra cosa. Nadie le echaría de menos en aquella casa... bueno, tal vez la pequeña de la familia.
-Gra... gracias por preocuparse, de verdad-le dijo, dirigiéndole una mirada de ojos azules en la que sólo se podía ver gratitud aparte del temor y la vergüenza inherentes a su persona. Pensó que poco podía hacer ella, pero sin embargo sí agradeció que se ofreciera. Sin duda quedaba muy poca gente que se encontrara a un desconocido agazapado tras un cubo de basura y tratara de ayudarlo a toda costa. Nefertari era muy buena persona, se le veía. Casi hizo sentir a Theo culpable, pues dudaba que él pudiera dar la cara por nadie. No porque tal vez no quisiera, que seguramente lo deseara con todas sus fuerzas, sino que simplemente no se atrevía. Nunca daría la cara por nadie ni se enfrentaría a alguien por otra persona, pues apenas lo hacía por él. Era sumiso, huidizo, no alguien que se enfrenta a los problemas y ayuda a los demás. Apenas podía cuidarse a si mismo, no podía cuidar a nadie más. Ojalá pudiera, pues no le faltaba el deseo de ayudar a la gente, sabiendo que podría aunque fuera con el más mínimo gesto. Pero simplemente no se atrevía. Por suerte no conocía a mucha gente a la que ayudar, porque entonces entrarían sentimientos en el asunto y se sentiría muy culpable si no hiciera algo de verdad por ayudarles. Por eso se alegraba de no conocer a mucha gente, ya tenía bastante cuidándose a si mismo.
Viendo la decepción en su cara Theo supo que no se conformó con su aparentemente inofensiva descripción de lo que había pasado. Tal vez tenía contacto con la magia, tal vez era incluso bruja también, y por eso presentía que el chico no le estaba diciendo toda la verdad. Si fuera bruja lo comprendería, pues no es cuestión de ir diciendo por ahí que tienes poderes. Theodore había conocido a pocos brujos, y sabía que era precisamente por eso. Quizá muchas personas que veía día a día lo fueran, pero sin duda pocos lo admitirían ante cualquiera. No era un asunto que vas pregonando, ni siquiera sirve para presumir porque fardar te puede salir caro. Sus pensamientos sobre brujería se disiparon cuando ella le hizo otra pregunta mientras caminaban ahora hacia la vivienda de ella. Le sorprendió que dijera aquello, pero asintió varias veces mirando hacia el suelo. -Cla... claro, no hay pro-problema...-le respondió en un suspiro casi ininteligible. Tras decir aquello, oyó voces a su espalda. Alarmado, fue hacia Nefertari rápidamente y le indicó que se agachara tras el banco de la estrecha calle. Dándose cuenta, le quitó rápidamente el brazo de la cintura, habíendola cogido momentos antes para agacharla. Los guardas y el tipo pasaron por delante de ellos sin percatarse, pero se pararon a preguntarle a una señora más adelante. Debían permanecer así. Theo miró a Nefertari, algo sonrojado, y le indicó que guardara silencio. Lo de dejar de tratarla de usted indicaba informalidad, pero ese trato había sido todo lo informal e inadecuado. Esperó que no le molestara.
Theo pensó que no añoraría la compañía del resto del servicio de la casa, con los que tenía que comer y reunirse de vez en cuando. Había oído murmurar a la doncella y a la cocinera de él, diciendo que era "un poco raro, de pocas palabras y demasiado desaliñado". El chico admitía que eso era bastante cierto, pero aún así le había dolido escucharlo a sus espaldas. Sabía que le criticaban porque él no había dado ni la más mínima muestra de confianza o de socialización con sus compañeros, así que al no conocerle no les quedaba más que decir cosas malas de él y para colmo no delante de él. Lo había soportado, y había seguido callado y como él era sabiéndose incapaz de hacer otra cosa. Nadie le echaría de menos en aquella casa... bueno, tal vez la pequeña de la familia.
-Gra... gracias por preocuparse, de verdad-le dijo, dirigiéndole una mirada de ojos azules en la que sólo se podía ver gratitud aparte del temor y la vergüenza inherentes a su persona. Pensó que poco podía hacer ella, pero sin embargo sí agradeció que se ofreciera. Sin duda quedaba muy poca gente que se encontrara a un desconocido agazapado tras un cubo de basura y tratara de ayudarlo a toda costa. Nefertari era muy buena persona, se le veía. Casi hizo sentir a Theo culpable, pues dudaba que él pudiera dar la cara por nadie. No porque tal vez no quisiera, que seguramente lo deseara con todas sus fuerzas, sino que simplemente no se atrevía. Nunca daría la cara por nadie ni se enfrentaría a alguien por otra persona, pues apenas lo hacía por él. Era sumiso, huidizo, no alguien que se enfrenta a los problemas y ayuda a los demás. Apenas podía cuidarse a si mismo, no podía cuidar a nadie más. Ojalá pudiera, pues no le faltaba el deseo de ayudar a la gente, sabiendo que podría aunque fuera con el más mínimo gesto. Pero simplemente no se atrevía. Por suerte no conocía a mucha gente a la que ayudar, porque entonces entrarían sentimientos en el asunto y se sentiría muy culpable si no hiciera algo de verdad por ayudarles. Por eso se alegraba de no conocer a mucha gente, ya tenía bastante cuidándose a si mismo.
Viendo la decepción en su cara Theo supo que no se conformó con su aparentemente inofensiva descripción de lo que había pasado. Tal vez tenía contacto con la magia, tal vez era incluso bruja también, y por eso presentía que el chico no le estaba diciendo toda la verdad. Si fuera bruja lo comprendería, pues no es cuestión de ir diciendo por ahí que tienes poderes. Theodore había conocido a pocos brujos, y sabía que era precisamente por eso. Quizá muchas personas que veía día a día lo fueran, pero sin duda pocos lo admitirían ante cualquiera. No era un asunto que vas pregonando, ni siquiera sirve para presumir porque fardar te puede salir caro. Sus pensamientos sobre brujería se disiparon cuando ella le hizo otra pregunta mientras caminaban ahora hacia la vivienda de ella. Le sorprendió que dijera aquello, pero asintió varias veces mirando hacia el suelo. -Cla... claro, no hay pro-problema...-le respondió en un suspiro casi ininteligible. Tras decir aquello, oyó voces a su espalda. Alarmado, fue hacia Nefertari rápidamente y le indicó que se agachara tras el banco de la estrecha calle. Dándose cuenta, le quitó rápidamente el brazo de la cintura, habíendola cogido momentos antes para agacharla. Los guardas y el tipo pasaron por delante de ellos sin percatarse, pero se pararon a preguntarle a una señora más adelante. Debían permanecer así. Theo miró a Nefertari, algo sonrojado, y le indicó que guardara silencio. Lo de dejar de tratarla de usted indicaba informalidad, pero ese trato había sido todo lo informal e inadecuado. Esperó que no le molestara.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
Yo era una persona algo rara, al menos para ser una chica. No me gustaba cotillear, creía que eso era malo. Ni tampoco me gustaba hablar de la gente a sus espaldas, creía que eso era poco honorable y de personas demasiado falsas… Aunque casi todo el mundo hacía eso. Era de cobardes, según lo que yo pensaba. Las cosas, se debían decir a la cara por mucho que costara… por muy difícil que fuera. Quizás que fuera la hija de una pareja modesta, de clase media, me había convertido en lo que era en estos momentos… Aunque, en cierto modo, habría podido llegar a ser una niña mimada, pues mis padres siempre me habían permitido todo.
De cualquier modo, parecía que todavía fuera una niña pequeña. Pero con un gran sentido de la protección, quizás Theodore me había tocado la fibra sensible (como quizás todos lo hicieran). Todavía no podía comprender cómo había conseguido mentir a esos dos guardas y al hombre, porque mintiendo era muy mala. Cuando mentía, se me notaba mucho… tanto que ni siquiera conseguía mentir nunca sobre mi edad. Además, en mis ojos se podía reflejar todo lo que sentía y eso era lo que me delataba. Por eso, cuando tuve que mentir los miré fijamente a los ojos. Porque sabía que eso les haría confiar al menos un poco, porque no me conocían, y eso lo tenía a mi favor. Si no me conocían… no podían notar muy bien si les mentía o no.
Sonreí cuando me dio las gracias por estar preocupada por él. –No hay de qué–le respondí con una sonrisa. Para mí era casi imposible no preocuparme por alguien, aunque no lo conociera… quizás era porque podía llegar a ser algo filántropa. A pesar de todo, no era de las personas que podrían llegar a salvar a cualquiera… Realmente era algo fácil de asustar y tenía miedo de bastantes cosas… de la mayoría de las cosas, por ejemplo: del ruido. Sí, aunque fuera algo realmente extraño y bastante tonto, lo que más miedo me daba era el ruido. Miré sus ojos azules, eran preciosos. - ¿Sabes? Tienes unos ojos preciosos –dije sonriendo. Era de las que creían de verdad que el alma se reflejaba en los ojos. – Se dice que los ojos reflejan son el espejo del alma –dije sonriendo. Lo más seguro es que ya lo supiera, pero nunca estaba de más decir alguna cosa banal para hablar relajando el ambiente o algo parecido.
No tenía problema en tratar a la gente llamándola de usted, pero cuando estás sola con una persona y que no hay nadie de una clase superior o de la misma clase social que yo, los formalismos no importaban tanto… mientras no llegara a ser todo demasiado vulgar o lo que fuera. Realmente, seguía pensando como una niña pequeña sin saber por qué, quizás me había quedado en esa edad. Por eso, me alegré muchísimo cuando dijo que no había ningún problema – Entonces, tú también puedes tutearme, ¿sí? –dije.
Entonces, fue cuando escuchamos voces a nuestras espaldas y Theodore me indicó que me agachara tras un banco. Para agacharme me puso la mano en la cintura y eso hizo que me sonrojara mucho más de lo que nunca me había sonrojado. Quitó la mano de mi cintura y yo simplemente miré hacia delante, luego lo miré a él. No me había molestado lo que hizo, simplemente me había sorprendido demasiado. Me miró, indicándome que guardara silencio. Estaba sonrojado… yo le sonreí levemente, asintiendo con la cabeza, todavía sonrojada, demasiado sonrojada. Me mordí el labio inferior, algo nerviosa… ojalá no se dieran cuenta de que estábamos escondidos. ¿Qué pasaría si se daban cuenta? Oh, no… me metería en un lío enorme. Cerré los ojos, intentando tranquilizarme y luego los volví a abrir.
De cualquier modo, parecía que todavía fuera una niña pequeña. Pero con un gran sentido de la protección, quizás Theodore me había tocado la fibra sensible (como quizás todos lo hicieran). Todavía no podía comprender cómo había conseguido mentir a esos dos guardas y al hombre, porque mintiendo era muy mala. Cuando mentía, se me notaba mucho… tanto que ni siquiera conseguía mentir nunca sobre mi edad. Además, en mis ojos se podía reflejar todo lo que sentía y eso era lo que me delataba. Por eso, cuando tuve que mentir los miré fijamente a los ojos. Porque sabía que eso les haría confiar al menos un poco, porque no me conocían, y eso lo tenía a mi favor. Si no me conocían… no podían notar muy bien si les mentía o no.
Sonreí cuando me dio las gracias por estar preocupada por él. –No hay de qué–le respondí con una sonrisa. Para mí era casi imposible no preocuparme por alguien, aunque no lo conociera… quizás era porque podía llegar a ser algo filántropa. A pesar de todo, no era de las personas que podrían llegar a salvar a cualquiera… Realmente era algo fácil de asustar y tenía miedo de bastantes cosas… de la mayoría de las cosas, por ejemplo: del ruido. Sí, aunque fuera algo realmente extraño y bastante tonto, lo que más miedo me daba era el ruido. Miré sus ojos azules, eran preciosos. - ¿Sabes? Tienes unos ojos preciosos –dije sonriendo. Era de las que creían de verdad que el alma se reflejaba en los ojos. – Se dice que los ojos reflejan son el espejo del alma –dije sonriendo. Lo más seguro es que ya lo supiera, pero nunca estaba de más decir alguna cosa banal para hablar relajando el ambiente o algo parecido.
No tenía problema en tratar a la gente llamándola de usted, pero cuando estás sola con una persona y que no hay nadie de una clase superior o de la misma clase social que yo, los formalismos no importaban tanto… mientras no llegara a ser todo demasiado vulgar o lo que fuera. Realmente, seguía pensando como una niña pequeña sin saber por qué, quizás me había quedado en esa edad. Por eso, me alegré muchísimo cuando dijo que no había ningún problema – Entonces, tú también puedes tutearme, ¿sí? –dije.
Entonces, fue cuando escuchamos voces a nuestras espaldas y Theodore me indicó que me agachara tras un banco. Para agacharme me puso la mano en la cintura y eso hizo que me sonrojara mucho más de lo que nunca me había sonrojado. Quitó la mano de mi cintura y yo simplemente miré hacia delante, luego lo miré a él. No me había molestado lo que hizo, simplemente me había sorprendido demasiado. Me miró, indicándome que guardara silencio. Estaba sonrojado… yo le sonreí levemente, asintiendo con la cabeza, todavía sonrojada, demasiado sonrojada. Me mordí el labio inferior, algo nerviosa… ojalá no se dieran cuenta de que estábamos escondidos. ¿Qué pasaría si se daban cuenta? Oh, no… me metería en un lío enorme. Cerré los ojos, intentando tranquilizarme y luego los volví a abrir.
Nefertari L. Jareau- Humano Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
El comentario sobre sus ojos dejó a Theodore sin palabras. Sabía que si hablaba, se le atropellaría todo lo que hubiera querido decir y no saldría nada en claro. Calificar a Theodore de vergonzoso es bastante insuficiente, pero por supuesto no solo era cuestión de vergüenza. Igual que si alguien que nunca ha visto un pez quiere pescar, alguien que nunca ha tratado con la gente no podría relacionarse correctamente. Tal vez tuviera una mínima idea, recuerdos de la infancia cuando esas cosas no eran tan importantes sino que todo era sencillo. Podías ser amigo de cualquiera, y las formas se simplificaban, apenas sabes lo que es comportarse. Ni siquiera sueles distinguir o discriminar. Cuando se es niño, todo es mucho más fácil. Pero Theodore creció, y con este hecho sus responsabilidades frente a la sociedad. En su adolescencia se había convertido en un chico callado y cerrado en si mismo, y cuando se hubo dado cuenta estaba fuera de su casa y teniendo que enfrentarse al mundo del que se había aislado. ¿Cómo afrontar algo así? Desde entonces, sólo ha intentado ocultarse pero en el exterior, algo condenadamente difícil. Seguía sin saber pescar.
Agachó la cabeza aún más, pues aquella afirmación de que los ojos decían mucho de las personas le incomodaba. ¿Acaso podría ella saber que era brujo con sólo mirarle directamente, incluso eso? Ya se lo habían dicho un par de veces, y por eso su cabeza estaba más gacha que erguida. No le gustaba que se pudiera leer tan fácilmente en él, pero de hecho así era, irremediablemente. Entre que desconfías de la gente y no confías en ti mismo, el nivel de inseguridad crece exponencial y terriblemente.
El chico había intentado ponerle solución, pero no había habido manera. Incluso cuando se le ofrecían posibilidades como perder un poco las formas y dejar de tutearse. Él no sabía cómo reaccionar frente a eso, apenas podía actuar formalmente. No podía ser espontáneo en eso, no era capaz. Cuantas más libertades se tomaba Nefertari, más nervioso y cerrado se volvía él. Se estaba jugando un juego y a él no le habían enseñado. Respirando hondo e intentando tranquilizarse, decidió que trataría de tutearla, convenciéndose de que no era para tanto. Al fin y al cabo, saltárse las reglas le parecía mejor idea que intentar cumplirlas recordando cada detalle para evitar ser descortés o cosas así. -Si al menos supiera cómo...-pensaba Theo, perdido incluso en la simple capacidad de actuar con naturalidad. Aquello le estaba sobrepasando ya, eran demasiadas cosas para un día. Ojalá hubiera podido conocer a Nefertari en otras circunstancias, pero sin duda no hubiera ido mucho más allá.
La situación no estaba ayudando a paliar el inestable ánimo del joven brujo, pues allí seguían los guardias y el macizo bastón. Mirando de reojo a Nefertari, sólo pudo comprobar que ella también estaba sonrojada y nerviosa. Aquellas circunstancias sólo indicaban que estaba haciendo cosas mal. En primer lugar, no haberse separado ya de ella, algo que debió hacer desde el principio. Porque, en segundo lugar, la estaba involucrando y poniendo en peligro por gusto. Theo no pensaba seguir permitiendo eso, así eran muy vulnerables y debía hacer algo por fin para cambiar aquello. Miró a los ojos a Nefertari más rato del que lo había hecho, y un destello de decisión pasó un momento por sus ojos. -Lo siento mucho-dijo simplemente mientras saltaba por encima del banco y corría en dirección contraria a los guardias. No tuvo la suerte de que no lo vieran, pues el señor del bastón sí que lo hizo y se lo indicó con un grito y un dedo señalando por dónde había ido. Theo vio una tapa de alcantarillado en la calle, y realizó una rápida ilusión para que parecía que se caía por ella mientras él rodaba por el suelo y seguía corriendo. Mirando atrás, vio como los dos guardias miraban desconcertados el suelo, pensando que había caído por el alcantarillado. Por suerte había ganado tiempo. Algo le decía que Nefertari le podría estar viendo, así que sacudió la mano en el aire y siguió corriendo sin parar, doblando otra esquina. Quizá si ella no había visto la ilusión pudiera seguirle, pero él siguió corriendo sin parar.
Agachó la cabeza aún más, pues aquella afirmación de que los ojos decían mucho de las personas le incomodaba. ¿Acaso podría ella saber que era brujo con sólo mirarle directamente, incluso eso? Ya se lo habían dicho un par de veces, y por eso su cabeza estaba más gacha que erguida. No le gustaba que se pudiera leer tan fácilmente en él, pero de hecho así era, irremediablemente. Entre que desconfías de la gente y no confías en ti mismo, el nivel de inseguridad crece exponencial y terriblemente.
El chico había intentado ponerle solución, pero no había habido manera. Incluso cuando se le ofrecían posibilidades como perder un poco las formas y dejar de tutearse. Él no sabía cómo reaccionar frente a eso, apenas podía actuar formalmente. No podía ser espontáneo en eso, no era capaz. Cuantas más libertades se tomaba Nefertari, más nervioso y cerrado se volvía él. Se estaba jugando un juego y a él no le habían enseñado. Respirando hondo e intentando tranquilizarse, decidió que trataría de tutearla, convenciéndose de que no era para tanto. Al fin y al cabo, saltárse las reglas le parecía mejor idea que intentar cumplirlas recordando cada detalle para evitar ser descortés o cosas así. -Si al menos supiera cómo...-pensaba Theo, perdido incluso en la simple capacidad de actuar con naturalidad. Aquello le estaba sobrepasando ya, eran demasiadas cosas para un día. Ojalá hubiera podido conocer a Nefertari en otras circunstancias, pero sin duda no hubiera ido mucho más allá.
La situación no estaba ayudando a paliar el inestable ánimo del joven brujo, pues allí seguían los guardias y el macizo bastón. Mirando de reojo a Nefertari, sólo pudo comprobar que ella también estaba sonrojada y nerviosa. Aquellas circunstancias sólo indicaban que estaba haciendo cosas mal. En primer lugar, no haberse separado ya de ella, algo que debió hacer desde el principio. Porque, en segundo lugar, la estaba involucrando y poniendo en peligro por gusto. Theo no pensaba seguir permitiendo eso, así eran muy vulnerables y debía hacer algo por fin para cambiar aquello. Miró a los ojos a Nefertari más rato del que lo había hecho, y un destello de decisión pasó un momento por sus ojos. -Lo siento mucho-dijo simplemente mientras saltaba por encima del banco y corría en dirección contraria a los guardias. No tuvo la suerte de que no lo vieran, pues el señor del bastón sí que lo hizo y se lo indicó con un grito y un dedo señalando por dónde había ido. Theo vio una tapa de alcantarillado en la calle, y realizó una rápida ilusión para que parecía que se caía por ella mientras él rodaba por el suelo y seguía corriendo. Mirando atrás, vio como los dos guardias miraban desconcertados el suelo, pensando que había caído por el alcantarillado. Por suerte había ganado tiempo. Algo le decía que Nefertari le podría estar viendo, así que sacudió la mano en el aire y siguió corriendo sin parar, doblando otra esquina. Quizá si ella no había visto la ilusión pudiera seguirle, pero él siguió corriendo sin parar.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
No esperaba una respuesta a lo de sus ojos, o quizás sí… de cualquier modo, Theodore no respondió nada. Pero por lo que había visto en el principio, aquel joven era asustadizo y tímido. Me hizo pensar que eso era bastante adorable, y solo ese pensamiento hizo que me pusiera roja de la vergüenza. Sabía cómo se sentía, al fin y al cabo, yo me sentía bastante avergonzada. Aunque no había sacado el don de gentes que tenían mis padres, había podido aprender un poco cómo tratar con la gente siendo algo más extrovertida. Aunque eso para mí era una asignatura todavía pendiente.
Realmente, en lo primero que me fijo en la gente es en los ojos, me parecían, aparte del interior, lo más importante… Vale, eso era muy superficial. ¿Pero qué queréis? Me gusta mucho mirar a la gente a los ojos, y poder saber lo que piensan o poder ver un color bonito cuando miraba a alguien, era algo que, por decirlo de alguna manera, me gustaba… y aparte, me tranquilizaba sin saber por qué. Lo miré cuando agachó la cabeza, y quise decirle algunas palabras como para tranquilizarlo, pues ya me había dado cuenta de que se ponía nervioso o algo así rápidamente.
Entonces, fue cuando pensé que a lo mejor no debí haberle preguntado si podía tutearlo y haberle dicho que me tuteara a mí, porque se le veía nervioso, más que antes, y quizás algo más cerrado… Aunque eso no lo sabía porque no lo conocía tanto como para saber eso. Aunque la situación en la que habíamos empezado a hablar era muy extraña, y eso quizás no le ayudaba a abrirse a una, realmente, total desconocida.
Seguí mirando a los tres hombres que perseguían a Theodore, esperaba que se rindieran pronto. Luego lo miré a él, que me miró a los ojos durante un buen rato, mucho más que antes, y eso me puso algo más nerviosa a mí. Lo miré confundida al escuchar su “lo siento mucho”. ¿Por qué lo decía? Antes de que pudiera decirle nada, vi que saltaba por encima del banco y corría en dirección contraria a los guardias. Crucé los dedos, para que no se dieran cuenta pero el hombre del bastón lo hizo, y les indicó a los guardias hacia dónde corría el joven pelirrojo. Me levanté, decidiendo que ocultarme o no ya no importaba y caminé, a paso rápido pero disimulando bastante, hacia donde iban ellos. Pude ver cómo Theodore se caía por la tapa de alcantarillado. Los hombres se pararon y yo pasé por detrás de ellos, intentando no hacer ruido, pues había visto también alguien que corría por ahí.
Fui casi corriendo por donde había visto a esa persona correr, mientras escuchaba algunas exclamaciones de uno de los guardias pues no veía a Theodore. Tuve una corazonada y me puse a correr, lo suficientemente rápido como para darme cuenta que quien corría. Antes, había visto cómo alzaba la mano. Casi llegué a su lado, corriendo, dios… qué cansada estaba. Alargué la mano y conseguí cogerle del brazo casi sin ninguna fuerza, el esfuerzo físico era lo peor para mí. –Es… Espera –dije, casi sin aliento, mirando al que había estado persiguiendo: Theodore. Lo miré, algo confusa, pero preferí no decir nada sobre lo del alcantarillado. –No… n-no corr…as… más, por favor… -dije, intentando hacer que mi respiración fuera normal. Correr no era bueno, al menos no para mi.
Off: perdón por la demora, estuve algo ocupadita :/
Realmente, en lo primero que me fijo en la gente es en los ojos, me parecían, aparte del interior, lo más importante… Vale, eso era muy superficial. ¿Pero qué queréis? Me gusta mucho mirar a la gente a los ojos, y poder saber lo que piensan o poder ver un color bonito cuando miraba a alguien, era algo que, por decirlo de alguna manera, me gustaba… y aparte, me tranquilizaba sin saber por qué. Lo miré cuando agachó la cabeza, y quise decirle algunas palabras como para tranquilizarlo, pues ya me había dado cuenta de que se ponía nervioso o algo así rápidamente.
Entonces, fue cuando pensé que a lo mejor no debí haberle preguntado si podía tutearlo y haberle dicho que me tuteara a mí, porque se le veía nervioso, más que antes, y quizás algo más cerrado… Aunque eso no lo sabía porque no lo conocía tanto como para saber eso. Aunque la situación en la que habíamos empezado a hablar era muy extraña, y eso quizás no le ayudaba a abrirse a una, realmente, total desconocida.
Seguí mirando a los tres hombres que perseguían a Theodore, esperaba que se rindieran pronto. Luego lo miré a él, que me miró a los ojos durante un buen rato, mucho más que antes, y eso me puso algo más nerviosa a mí. Lo miré confundida al escuchar su “lo siento mucho”. ¿Por qué lo decía? Antes de que pudiera decirle nada, vi que saltaba por encima del banco y corría en dirección contraria a los guardias. Crucé los dedos, para que no se dieran cuenta pero el hombre del bastón lo hizo, y les indicó a los guardias hacia dónde corría el joven pelirrojo. Me levanté, decidiendo que ocultarme o no ya no importaba y caminé, a paso rápido pero disimulando bastante, hacia donde iban ellos. Pude ver cómo Theodore se caía por la tapa de alcantarillado. Los hombres se pararon y yo pasé por detrás de ellos, intentando no hacer ruido, pues había visto también alguien que corría por ahí.
Fui casi corriendo por donde había visto a esa persona correr, mientras escuchaba algunas exclamaciones de uno de los guardias pues no veía a Theodore. Tuve una corazonada y me puse a correr, lo suficientemente rápido como para darme cuenta que quien corría. Antes, había visto cómo alzaba la mano. Casi llegué a su lado, corriendo, dios… qué cansada estaba. Alargué la mano y conseguí cogerle del brazo casi sin ninguna fuerza, el esfuerzo físico era lo peor para mí. –Es… Espera –dije, casi sin aliento, mirando al que había estado persiguiendo: Theodore. Lo miré, algo confusa, pero preferí no decir nada sobre lo del alcantarillado. –No… n-no corr…as… más, por favor… -dije, intentando hacer que mi respiración fuera normal. Correr no era bueno, al menos no para mi.
Off: perdón por la demora, estuve algo ocupadita :/
Nefertari L. Jareau- Humano Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
La resistencia que había adquirido Theodore después de tantos años era más que admirable. Y no solo eso, pues su agilidad y poca corpulencia le hacían rápido y casi invisible. A veces era un poco torpe, pero solo con obstáculos de por medio. Corriendo por los callejones no tenía ningún problema, y menos ahora que no había casi gente. Le preocupaba que hubieran otros peligros, eso sí. No sólo los que ya le acechaban, un par de agentes de la ley y un amo bastante pesado y tosco, sino esos seres sobrenaturales de los que había oído hablar y bien sabía que actuaban aprovechando la oscuridad de la noche para evitar ser descubiertos. Su madre siempre la advertía cuando iba a visitarla, debía evitar las calles de París al oscurecer. Y más las poco transitadas o de los suburbios, aquellas según ella eran las más peligrosas. El chico siempre tomaba en serio a su madre, a sabiendas de que ella sabía mucho tanto de eso como de magia. Ahora estaba destinada a un confinamiento matrimonial que según le había dicho a su hijo no la hacía muy feliz, pero era eso o perderlo todo. Theo la compadecía por tener que aguantar a su padre.
Sin embargo huir del peligro era algo que se le daba bien, así que seguía tratando de creer en si mismo pensando que escaparía de cualquier escabrosa situación. Se había enfrentado a humanos, otros brujos e incluso a un par de tíos que creyó que eran vampiros y pudo darles esquinazo. Casi no salió vivo de aquello, pero no por aquellos supuestos seres, sino por un casi ataque al corazón. Después de aquel acontecimiento se había planteado dejar París para siempre, pues un lugar en el que criaturas así podían enfrentarse a ti no era un buen sitio. Pero no se había ido, pues necesitaba el dinero que le daba su madre y tampoco sabía a dónde más podía ir. Estaba atrapado entre la gente, y para él era la peor de las cárceles. Casi preferiría estar en una celda, solo y tranquilo y sin ningún peligro que le acechara. Tal vez sería buena idea dejarse atrapar en aquella ocasión y todo.
Paró, jadeante, y al oír unas voces a su espalda y un brazo que le detuvo. El jadeo se le mezcló con los nervios y casi empezó a hiperventilar, y se separó bruscamente del brazo que le sujetaba, asustado. Cuando se dio cuenta que era Nefertari, murmuró una maldición y cerró los ojos. Se apoyó en una pared de la calle oscura de donde se había metido y subió la cabeza, al tiempo que inspiraba hondo tratando de conseguir más aire. Aquella persecución delante de la ley le estaba desquiciando, pues no se rendían a pesar de lo tarde que era. Y él tenía que ir por ahí con una maleta en la mano, cansado e implicando a una tercera persona que al parecer no se cansaba de seguirle y de querer estar con él por algún motivo. ¡Una señorita que le seguía cuando huía de la justicia por dudosas causas! Sin duda Nefertari era una chica muy especial, alguien que hace lo que otras personas no se atreven a hacer. Sin embargo, Theodore tomó este hecho con algo de enfado, que se le mezcló con la angustia y lo peligroso y tenso de la situación. -¿P...por qué diablos me has se-seguido?-le preguntó en voz alta, adelantando los brazos con las palmas hacia arriba-. ¡Conmigo esta...estás en peligro!-que se le trabaran las palabras no le estaba ayudando a ser todo lo contundente que quería. Se llevó las manos a la cabeza y se empezó a mover el pelo de acá para allá.
Cuando logró tranquilizarse se acercó a Nefertari con la cabeza gacha y la maleta pesándole al final de su brazo. -Siento haberte hablado así, pero... Te... tengo que llevar a tu casa. Es peligroso, no quiero meterte en problemas-le dijo, mirando alrededor del callejón. Se dio cuenta de que se estaba preocupando en exceso por ella, en otra ocasión la hubiera dejado desde el principio y que ella siguiera su propio camino. Por eso no le gustaba ni se le daban bien las relaciones, no era capaz de soportar aquel intercambio de opiniones y decisiones que, al estar unidos, podían perjudicar al uno o al otro. Se estaba mucho mejor solo, sin amigos si quiera, y así sólo tienes que cuidar de ti mismo y de nadie más. No tienes que preocuparte de que una señorita te siga por ahí y se vea involucrada cuando estás cometiendo alguna ilegalidad. El chico suspiró, y movió las facciones mirándola convirtiéndolas en un gesto angustiado, con los ojos abiertos y los labios apretados. Si Nefertari sabía ver bien dentro de él, sabría que no estaba cómodo en absoluto, sino nervioso y cansado. No le gustaba aquello nada en absoluto, y encima se oían ruidos en aquella callejuela. ¿Qué más podía pasarles? -¿Es... estás bien?-le preguntó, dándose cuenta por primera vez de que parecía cansada. Se fijaba tan poco en la gente al tener la vista clavada en el suelo que pasaba por alto hasta eso.
Sin embargo huir del peligro era algo que se le daba bien, así que seguía tratando de creer en si mismo pensando que escaparía de cualquier escabrosa situación. Se había enfrentado a humanos, otros brujos e incluso a un par de tíos que creyó que eran vampiros y pudo darles esquinazo. Casi no salió vivo de aquello, pero no por aquellos supuestos seres, sino por un casi ataque al corazón. Después de aquel acontecimiento se había planteado dejar París para siempre, pues un lugar en el que criaturas así podían enfrentarse a ti no era un buen sitio. Pero no se había ido, pues necesitaba el dinero que le daba su madre y tampoco sabía a dónde más podía ir. Estaba atrapado entre la gente, y para él era la peor de las cárceles. Casi preferiría estar en una celda, solo y tranquilo y sin ningún peligro que le acechara. Tal vez sería buena idea dejarse atrapar en aquella ocasión y todo.
Paró, jadeante, y al oír unas voces a su espalda y un brazo que le detuvo. El jadeo se le mezcló con los nervios y casi empezó a hiperventilar, y se separó bruscamente del brazo que le sujetaba, asustado. Cuando se dio cuenta que era Nefertari, murmuró una maldición y cerró los ojos. Se apoyó en una pared de la calle oscura de donde se había metido y subió la cabeza, al tiempo que inspiraba hondo tratando de conseguir más aire. Aquella persecución delante de la ley le estaba desquiciando, pues no se rendían a pesar de lo tarde que era. Y él tenía que ir por ahí con una maleta en la mano, cansado e implicando a una tercera persona que al parecer no se cansaba de seguirle y de querer estar con él por algún motivo. ¡Una señorita que le seguía cuando huía de la justicia por dudosas causas! Sin duda Nefertari era una chica muy especial, alguien que hace lo que otras personas no se atreven a hacer. Sin embargo, Theodore tomó este hecho con algo de enfado, que se le mezcló con la angustia y lo peligroso y tenso de la situación. -¿P...por qué diablos me has se-seguido?-le preguntó en voz alta, adelantando los brazos con las palmas hacia arriba-. ¡Conmigo esta...estás en peligro!-que se le trabaran las palabras no le estaba ayudando a ser todo lo contundente que quería. Se llevó las manos a la cabeza y se empezó a mover el pelo de acá para allá.
Cuando logró tranquilizarse se acercó a Nefertari con la cabeza gacha y la maleta pesándole al final de su brazo. -Siento haberte hablado así, pero... Te... tengo que llevar a tu casa. Es peligroso, no quiero meterte en problemas-le dijo, mirando alrededor del callejón. Se dio cuenta de que se estaba preocupando en exceso por ella, en otra ocasión la hubiera dejado desde el principio y que ella siguiera su propio camino. Por eso no le gustaba ni se le daban bien las relaciones, no era capaz de soportar aquel intercambio de opiniones y decisiones que, al estar unidos, podían perjudicar al uno o al otro. Se estaba mucho mejor solo, sin amigos si quiera, y así sólo tienes que cuidar de ti mismo y de nadie más. No tienes que preocuparte de que una señorita te siga por ahí y se vea involucrada cuando estás cometiendo alguna ilegalidad. El chico suspiró, y movió las facciones mirándola convirtiéndolas en un gesto angustiado, con los ojos abiertos y los labios apretados. Si Nefertari sabía ver bien dentro de él, sabría que no estaba cómodo en absoluto, sino nervioso y cansado. No le gustaba aquello nada en absoluto, y encima se oían ruidos en aquella callejuela. ¿Qué más podía pasarles? -¿Es... estás bien?-le preguntó, dándose cuenta por primera vez de que parecía cansada. Se fijaba tan poco en la gente al tener la vista clavada en el suelo que pasaba por alto hasta eso.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
Nunca había tenido la necesidad de correr, y por eso nunca había adquirido la resistencia necesaria para correr durante más de un minuto. Además, físicamente era muy débil, a pesar de que opinaba que las mujeres tenían mucha más resistencia física que los hombres… que ellos utilizaban más la fuerza bruta. Recordaba, que una de las pocas veces que corrí fue para jugar a un juego con algunas amigas cuando era pequeña… Aunque ese juego no lo disfruté y siempre me ponía cerca de la “casa” para no tener que correr tanto. Quizás alguien lo pudiera calificar como ser vaga o perezosa, pero prefería millones de veces estar quieta que estar moviéndome todo el rato, sin parar en ningún momento… Además, sufría bastante después de correr, porque me daban especie de pinchazos en el corazón, casi como si me estuvieran clavando agujas… Y no entendía la razón.
Por eso, al principio dudé un poco en si correr o no, pero a los pocos segundos decidí que correría para buscar a Theodore. Vi cómo se paraba, jadeando, y se separaba de mi brazo asustado. Solo a mí se me ocurría parar a alguien, cogiéndole del brazo… si esa persona estaba huyendo, casi parecía que no lograba comprender el susto que le podría dar al pobre. Me di cuenta, ahora porque antes no me había fijado, del lugar en el que me había metido… estaba todo demasiado oscuro, no me gustaba para nada la oscuridad. Casi puse cara de estar en apuros, la oscuridad era mi mayor miedo desde que era chiquitita, una cría, y sabía que era un miedo irracional, pero no podía hacer nada por dejar de tenerlo aparte de intentar tener paciencia y lograr superarlo poco a poco.
Lo miré cuando me habló, se le trababan las palabras pero podía notar que estaba enfadado. Nunca me habían reprendido nada, bueno sí… alguna que otra vez, pero siempre había sido por tonterías y siempre habían sido sus padres. Miré el suelo, sin saber qué responder. Me froté el ojo derecho con el dorso de mi mano, pensativa. Seguía mirando al suelo, más bien porque no tenía ni idea de qué responder y no sabía reaccionar a esas situaciones en las que alguien se enfadaba conmigo. Solo intentaba hacer lo correcto… según lo que yo pensaba que era correcto.
Más que al suelo, miraba nuestros pies. Vi que se acercaba un poco a mí y lo miré a los ojos, sintiéndome bastante mal por haberlo seguido. –Yo…-empecé, sin saber qué decir, así que opté por disculparme.- L-lo siento… perdón… -dije en respuesta a lo que me había preguntado estando enfadado. Después, le dije: - No importa… -dije por cuando se disculpó por haberme hablado así. Volví a mirar el suelo, todavía tenía la respiración agitada por haber corrido y sentía esos pequeños pinchazos que sentía cuando corría o hacía un gran esfuerzos físico.
En aquel lugar se podían escuchar ruidos. Genial, no solo estaba en un lugar muy oscuro, sino que también había ruidos. Me estremecí levemente al escuchar algo, algo asustada. Lo miré cuando me preguntó si estaba bien e intenté sonreír –S… sí… e-estoy bien –respondí. Me acerqué un poco más a él –Lo siento… -susurré, en voz bajita, muy bajita, pero suficientemente alta como para que me escuchara. Volví a mirar al suelo.- Y... ¿tú? -le pregunté, todavía mirando al suelo. Me pasé las manos por mi cabello largo, que llegaba a media espalda, más abajo... Me acariciaba el cabello como si me lo estuviera peinando o desenredando, aunque en realidad lo hacía para que no me temblaran las manos, porque las piernas ya me temblaban levemente y teniendo las manos ocupadas no me temblarían... o no se notaría.
Por eso, al principio dudé un poco en si correr o no, pero a los pocos segundos decidí que correría para buscar a Theodore. Vi cómo se paraba, jadeando, y se separaba de mi brazo asustado. Solo a mí se me ocurría parar a alguien, cogiéndole del brazo… si esa persona estaba huyendo, casi parecía que no lograba comprender el susto que le podría dar al pobre. Me di cuenta, ahora porque antes no me había fijado, del lugar en el que me había metido… estaba todo demasiado oscuro, no me gustaba para nada la oscuridad. Casi puse cara de estar en apuros, la oscuridad era mi mayor miedo desde que era chiquitita, una cría, y sabía que era un miedo irracional, pero no podía hacer nada por dejar de tenerlo aparte de intentar tener paciencia y lograr superarlo poco a poco.
Lo miré cuando me habló, se le trababan las palabras pero podía notar que estaba enfadado. Nunca me habían reprendido nada, bueno sí… alguna que otra vez, pero siempre había sido por tonterías y siempre habían sido sus padres. Miré el suelo, sin saber qué responder. Me froté el ojo derecho con el dorso de mi mano, pensativa. Seguía mirando al suelo, más bien porque no tenía ni idea de qué responder y no sabía reaccionar a esas situaciones en las que alguien se enfadaba conmigo. Solo intentaba hacer lo correcto… según lo que yo pensaba que era correcto.
Más que al suelo, miraba nuestros pies. Vi que se acercaba un poco a mí y lo miré a los ojos, sintiéndome bastante mal por haberlo seguido. –Yo…-empecé, sin saber qué decir, así que opté por disculparme.- L-lo siento… perdón… -dije en respuesta a lo que me había preguntado estando enfadado. Después, le dije: - No importa… -dije por cuando se disculpó por haberme hablado así. Volví a mirar el suelo, todavía tenía la respiración agitada por haber corrido y sentía esos pequeños pinchazos que sentía cuando corría o hacía un gran esfuerzos físico.
En aquel lugar se podían escuchar ruidos. Genial, no solo estaba en un lugar muy oscuro, sino que también había ruidos. Me estremecí levemente al escuchar algo, algo asustada. Lo miré cuando me preguntó si estaba bien e intenté sonreír –S… sí… e-estoy bien –respondí. Me acerqué un poco más a él –Lo siento… -susurré, en voz bajita, muy bajita, pero suficientemente alta como para que me escuchara. Volví a mirar al suelo.- Y... ¿tú? -le pregunté, todavía mirando al suelo. Me pasé las manos por mi cabello largo, que llegaba a media espalda, más abajo... Me acariciaba el cabello como si me lo estuviera peinando o desenredando, aunque en realidad lo hacía para que no me temblaran las manos, porque las piernas ya me temblaban levemente y teniendo las manos ocupadas no me temblarían... o no se notaría.
Nefertari L. Jareau- Humano Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
Al diablo con las normas de cortesía. Cuando corres delante de la policía ya estás haciendo el suficiente esfuerzo dejando claro que la sociedad te importa tan poco que ni siquiera respetas sus leyes. Y eso que Theo no lo había hecho a propósito, nada de aquello era culpa suya y aún así estaba en el aprieto más cansado de los últimos tres meses. Suspiró, hastiado. ¿Podría llevar una vida tranquila de una vez? ¿Por qué no se iba con esa maleta al campo y vivía allí? Cultivaría una huerta, criaría animales y tendría una cama para dormir. ¿Qué más? Sólo tendría que comprarse unos pocos libros vendiendo los excedentes de los productos de sus animales y practicaría su brujería en la soledad de su granja en mitad de ningún sitio, y así nadie podría alarmarse o juzgarle, ni correría el riesgo de acabar atado encima de una pila de madera. En cambio, estaba en una de las más calles de París, agotado, angustiado, con algo de frío y tratando muy poco cortésmente a una dama que se había preocupado por él. Se puso nervioso, tan nervioso como parecía estar ella.
-Yo... lo siento mucho, d-de verdad, no quería gritarte, pero es que...-se llevó las manos a los ojos, restregándoselos, y volvió a dirigir la mirada hacia ella, justo cuando le preguntaba si él estaba bien. En sus ojos se vería claramente que no, y en sus manos y pies temblorosos. Y de seguir allí, el sonido probablemente humano que rondaba aquella callejuela oscura indicaba menos bienestar si cabe. Suspirando, trató de mantenerle la vista aunque mirándola a la nariz. -Cr... creo que no te he agradecido lo su...suficiente lo que has hecho hoy por mí. Gra... gracias, de ver...verdad-le intentó decir, sinceramente-. No me lo perdonaría si t... te pasara algo así que por favor, vámonos de aquí-finalizó, bajando por fin la vista y mirando a su alrededor. Decidió hacer una pequeña ilusión iluminando una ventana de lo que parecía ser un edificio abandonado. La luz era muy potente y poco frecuente, pero les iluminaba la calle. A Theo se le encogió el corazón cuando vio una sombra justo al lado de la ventana por la que emanaba la resplandeciente luz. Apagándola, tomó de la mano a Nefertari mientras un rugido se oía a sus espaldas.
Mientras corría tratando de ser lo más delicado posible con la mano que llevaba de la mano, repasó mentalmente todos los seres naturales que rugían y que podrían estar acechándoles en una calle de París. Según lo que le había dicho su madre, los llamados licántropos y esos cambia formas tan poco comunes. El cielo estaba cubierto y no podía saber si había luna llena, pero de haberla tendrían un grave problema con esa criatura. Se oían pasos tras de ellos, y sabía que no durarían mucho si no iban más despacio. Agarrando a Nefertari como si la abrazara, se tiró al suelo de espaldas contra la calzada dándose un golpe en la cabeza pero amortiguado en parte por la espalda. Una ilusión les hizo camuflarse como la calzada, como si estuvieran hechos como el suelo que tenían debajo. Theo vio pasar algo corriendo a su lado, pero sabía que si su olfato era como le había dicho a su madre que era no tardaría en darse cuenta esa criatura de que iban por el lado equivocado.
Deshizo la ilusión, consciente de que tendría muchas cosas que explicarle a Nefertari si se daba cuenta del extraño hecho de que la criatura había pasado por su lado, como había indicado el sonido de sus pasos, pero sin verlos. La ayudó a levantar y se dispuso a disculparse por haberla tratado así, pero no le salían las palabras. Cada sílaba era un tartamudeo insufrible, le daban ganas de auto lesionarse. Mirándola unos segundos, logró preguntarle por su estado. -¿T-te has he... hecho daño?-formuló. Si Theo fuera ella, hubiera dicho que si y hubiera pedido a gritos que la llevaran a su casa con sus padres egiptólogos, a salvo de terribles peligros y lejos de un muchacho pelirrojo que no sabía como tratarla, le gritaba, la zarandeaba de un lado para otro haciéndola correr y finalmente la tiraba al suelo. Vale que era por su bien, pero no era una manera muy ortodoxa. Theo la miró con ojos de culpabilidad, agudizando sus otros sentidos por el si el peligro venía de nuevo.
-Yo... lo siento mucho, d-de verdad, no quería gritarte, pero es que...-se llevó las manos a los ojos, restregándoselos, y volvió a dirigir la mirada hacia ella, justo cuando le preguntaba si él estaba bien. En sus ojos se vería claramente que no, y en sus manos y pies temblorosos. Y de seguir allí, el sonido probablemente humano que rondaba aquella callejuela oscura indicaba menos bienestar si cabe. Suspirando, trató de mantenerle la vista aunque mirándola a la nariz. -Cr... creo que no te he agradecido lo su...suficiente lo que has hecho hoy por mí. Gra... gracias, de ver...verdad-le intentó decir, sinceramente-. No me lo perdonaría si t... te pasara algo así que por favor, vámonos de aquí-finalizó, bajando por fin la vista y mirando a su alrededor. Decidió hacer una pequeña ilusión iluminando una ventana de lo que parecía ser un edificio abandonado. La luz era muy potente y poco frecuente, pero les iluminaba la calle. A Theo se le encogió el corazón cuando vio una sombra justo al lado de la ventana por la que emanaba la resplandeciente luz. Apagándola, tomó de la mano a Nefertari mientras un rugido se oía a sus espaldas.
Mientras corría tratando de ser lo más delicado posible con la mano que llevaba de la mano, repasó mentalmente todos los seres naturales que rugían y que podrían estar acechándoles en una calle de París. Según lo que le había dicho su madre, los llamados licántropos y esos cambia formas tan poco comunes. El cielo estaba cubierto y no podía saber si había luna llena, pero de haberla tendrían un grave problema con esa criatura. Se oían pasos tras de ellos, y sabía que no durarían mucho si no iban más despacio. Agarrando a Nefertari como si la abrazara, se tiró al suelo de espaldas contra la calzada dándose un golpe en la cabeza pero amortiguado en parte por la espalda. Una ilusión les hizo camuflarse como la calzada, como si estuvieran hechos como el suelo que tenían debajo. Theo vio pasar algo corriendo a su lado, pero sabía que si su olfato era como le había dicho a su madre que era no tardaría en darse cuenta esa criatura de que iban por el lado equivocado.
Deshizo la ilusión, consciente de que tendría muchas cosas que explicarle a Nefertari si se daba cuenta del extraño hecho de que la criatura había pasado por su lado, como había indicado el sonido de sus pasos, pero sin verlos. La ayudó a levantar y se dispuso a disculparse por haberla tratado así, pero no le salían las palabras. Cada sílaba era un tartamudeo insufrible, le daban ganas de auto lesionarse. Mirándola unos segundos, logró preguntarle por su estado. -¿T-te has he... hecho daño?-formuló. Si Theo fuera ella, hubiera dicho que si y hubiera pedido a gritos que la llevaran a su casa con sus padres egiptólogos, a salvo de terribles peligros y lejos de un muchacho pelirrojo que no sabía como tratarla, le gritaba, la zarandeaba de un lado para otro haciéndola correr y finalmente la tiraba al suelo. Vale que era por su bien, pero no era una manera muy ortodoxa. Theo la miró con ojos de culpabilidad, agudizando sus otros sentidos por el si el peligro venía de nuevo.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
Si alguien me hubiera dicho que paseando podría encontrarme con alguien escondido, mentir a tres personas, seguirlo para… ¿velar por él? Acabar en un lugar oscuro… No lo hubiera creído, eso para empezar, y luego… pues no habría salido, me habría quedado en casa y tan tranquila. Pero ahí estaba, en un lugar oscuro y frío, que me ponía la piel de gallina, delante del joven al que había seguido para ver si estaba bien. Tenía algo, no, bastante miedo solo por la oscuridad. Miraba el suelo mientras escuchaba lo que Theodore me decía.
Escuché lo que me decía, su disculpa por haberme gritado. Me encogí de hombros –Tranquilo… no… no pasa nada, no importa –dije. Estaba algo sonrojada, porque estaba algo avergonzada… En esos momentos pensaba en qué pasaría si no hubiera seguido a Theodore. Me daba igual. Los ruidos hacían que mi corazón se encogiera del miedo. Lo miré a los ojos cuando le pregunté si estaba bien, ellos me decían claramente que no lo estaba y no respondió a mi pregunta directamente. –No… no ha sido nada –le respondí cuando me dio las gracias. Sonreí levemente, todo lo que podía sonreír en esos momentos.- Sí… vayámonos –dije en un pequeño susurro.
La luz de una ventana se encendió. Miré hacia ahí, sorprendida porque el edificio parecía abandonado. Bueno, seguramente alguien habría entrado en el edificio a pasar la noche o algo parecido. Miré el suelo de nuevo. La luz se apagó. Justo entonces fue cuando Theodore cogió mi mano y empezamos a correr. Lo miré sorprendida y confusa pero escuché un rugido a nuestras espaldas. ¿Qué era eso? Mi corazón empezó a latir mucho más rápido, adrenalina, miedo… como se llamara, seguramente era eso el causante.
Corría de la mano de Theodore todo lo rápido que podía, yendo algo detrás suyo, más lenta… porque no estaba acostumbrada a correr. Apreté un poco su mano después del rugido, casi como si tuviera miedo de que me dejara detrás, sola. Se podían oír pasos detrás de nosotros y yo intentaba correr más rápido aunque no pudiera. Entonces, Theodore me agarró como si me estuviera abrazando y se tiró al suelo, cayendo él de espaldas. Cerré los ojos algo asustada cuando escuché unos pasos pasando por nuestro lado. Me sorprendió que no nos vieran, o eso parecía.
Theodore me ayudó a levantarme. Lo miré a los ojos, mordiéndome el labio inferior. Se me había secado la boca. Respiré hondo antes de responder a su pregunta, abriendo y cerrando la boca sin saber qué responder que no fueran gritos de “tengo miedo” o “vayámonos de aquí rápido”.- Esto… n-no, no me he hecho daño… -pensé un momento, mirándolo. Me había dado la impresión de que se habría golpeado al tirarnos.- ¿Y tú? –lo miré a los ojos preocupada y con miedo, si se había dado un golpe en la cabeza, rezaba para que no se hubiera hecho ninguna herida… porque aparte de la oscuridad, la sangre también me daba mucho miedo.
Escuché lo que me decía, su disculpa por haberme gritado. Me encogí de hombros –Tranquilo… no… no pasa nada, no importa –dije. Estaba algo sonrojada, porque estaba algo avergonzada… En esos momentos pensaba en qué pasaría si no hubiera seguido a Theodore. Me daba igual. Los ruidos hacían que mi corazón se encogiera del miedo. Lo miré a los ojos cuando le pregunté si estaba bien, ellos me decían claramente que no lo estaba y no respondió a mi pregunta directamente. –No… no ha sido nada –le respondí cuando me dio las gracias. Sonreí levemente, todo lo que podía sonreír en esos momentos.- Sí… vayámonos –dije en un pequeño susurro.
La luz de una ventana se encendió. Miré hacia ahí, sorprendida porque el edificio parecía abandonado. Bueno, seguramente alguien habría entrado en el edificio a pasar la noche o algo parecido. Miré el suelo de nuevo. La luz se apagó. Justo entonces fue cuando Theodore cogió mi mano y empezamos a correr. Lo miré sorprendida y confusa pero escuché un rugido a nuestras espaldas. ¿Qué era eso? Mi corazón empezó a latir mucho más rápido, adrenalina, miedo… como se llamara, seguramente era eso el causante.
Corría de la mano de Theodore todo lo rápido que podía, yendo algo detrás suyo, más lenta… porque no estaba acostumbrada a correr. Apreté un poco su mano después del rugido, casi como si tuviera miedo de que me dejara detrás, sola. Se podían oír pasos detrás de nosotros y yo intentaba correr más rápido aunque no pudiera. Entonces, Theodore me agarró como si me estuviera abrazando y se tiró al suelo, cayendo él de espaldas. Cerré los ojos algo asustada cuando escuché unos pasos pasando por nuestro lado. Me sorprendió que no nos vieran, o eso parecía.
Theodore me ayudó a levantarme. Lo miré a los ojos, mordiéndome el labio inferior. Se me había secado la boca. Respiré hondo antes de responder a su pregunta, abriendo y cerrando la boca sin saber qué responder que no fueran gritos de “tengo miedo” o “vayámonos de aquí rápido”.- Esto… n-no, no me he hecho daño… -pensé un momento, mirándolo. Me había dado la impresión de que se habría golpeado al tirarnos.- ¿Y tú? –lo miré a los ojos preocupada y con miedo, si se había dado un golpe en la cabeza, rezaba para que no se hubiera hecho ninguna herida… porque aparte de la oscuridad, la sangre también me daba mucho miedo.
Nefertari L. Jareau- Humano Clase Media
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Re: Dark and full of terrors {Nefertari}
Theo miró al cielo, exhausto. Si no moría de cansado aquel día, perecería por agotamiento. No sabía si existía esa muerte, pero estaba seguro de que la estrenaría si aquel día continuaba. ¿Sería el día de su muerte? Por lo malo que estaba siendo, parecía que sí. Lo único bueno de todo había sido conocer a alguien tan noble como Nefertari, no teniendo en otras circunstancias tal oportunidad para conocerla tan a fondo. Al fin y al cabo, hubiera cortado cualquier situación social en un abrir y cerrar de ojos, pero en esta ocasión debía permanecer con ella quisiera o no. Así lo había decidido, ya que él la había metido en aquel lío. Había intentado dejarla fuera de sus problemas dejándola atrás, pero ella le había seguido. Hacía tiempo que nadie no hacía cosas así por él, y se dio cuenta realmente de lo mucho que se lo agradecía. Salvarle la vida no era suficiente, pues ella le había salvado del calabozo, dado compañía y sonreído haciéndole entender que podía relacionarse y que no todo el mundo era malo para él.
Miró a Nefertari casi con cariño cuando le respondió, y en aquel momento dejó la mirada un poco más en ella. Se frotó las manos nerviosamente y negó con la cabeza, haciendo moverse su alborotada melena pelirroja. Le dolía la cabeza, pero por suerte no se había dado tan fuerte como para hacerla sangrar o desmayarse. También le dolían las piernas, los ojos y el estómago, pero todo eso era secundario. De correr tanto sus pulmones estaban agotados, y le costaba respirar. El sudor le bañaba, y su propia mente también estaba cansada por el nivel de concentración para realizar las numerosas ilusiones que había tenido que hacer aquel día. Pero por suerte ambos estaban bien, así que podían sacar algo en positivo de eso.
Sin ganas de hablar, le indicó a Nefertari que le siguiera asegurándose de que estaba bien. Supuso que lo estaría pasando muy mal, así que sacó valentía para dedicarle una sonrisa tranquilizadora. Ya era difícil que el reuniera la seguridad necesaria en si mismo para sacar una sonrisa, pero hacerlo para dibujarse una sonrisa que reconfortara a alguien... Ni siquiera creyó hacerlo bien, pero al menos lo intentó. Siguió por una calle iluminada hasta una pequeña plaza con bancos y una fuente. Bebió de la fuente, se lavó la cara y se peinó hacia atrás, secándose y suspirando al mismo tiempo. Se dio la vuelta por si Nefertari quería refrescarse para luego sentarse en un banco con la espalda agachada y la cara entre las manos. Sabía que si Nefertari le preguntaba algo lo haría por la luz, o tal vez por el suceso de la calle. A él también le intrigaría, y le preguntaría inocentemente si no tuviera ni idea de magia. Al fin y al cabo era algo maravilloso. Pero Theo seguía fiel a sus principios, y por muy bien que le cayera ella no iba a revelarle su naturaleza bajo ninguna circunstancia. No confiaba en ella aún a ese nivel, aunque sí empezaba a hacerlo más que con cualquier otra persona. Eso era algo extraño, bastante raro en él. Obviamente Nefertari no lo sabía ni llegaría a saber lo que le costaba a Theo confiar en alguien (aunque sí supiera de sus dificultades para relacionarse), pero él sí lo tendría en cuenta y la recordaría siempre cuando se separaran.
-Ne... Nefertari, ¿qué sa... sabes de los... de los licántropos?-le preguntó en voz alta, mirándola brevemente. Decidió que ya no que no podía hablarle de los brujos al menos le hablaría de otros peligros que bien sabía Theo que existían y que para la mayoría de la gente eran leyendas urbanas. Con esa ignorancia se ponían en peligro a ellos mismos, pero él lo entendía. No es fácil creer en lo que no ves. Y menos si te empeñas en cerrar los ojos, cuando muchos veían evidencias sobrenaturales. Como no podían creerlo, no lo aceptaban. Pensaban que se lo imaginaban. Y las muertes que se producían a menudo por culpa de estos seres o se les daba otra explicación o se ocultaban. La sociedad parisina no estaba preparada para saber algo así, pero algo le decía a Theo que Nefertari sí. -Es... es lo que nos estaba persiguiendo-le dijo él gravemente, señalando la luna llena que había salido cuando el cielo se despejó un poco de nubes-. N... no te asustes, c-conmigo estás a salvo...-le dijo, no dando nada de confianza con sus palabras. Entendió que trataba de reconfortarla y protegerla aunque fuera un poco, y supo que por lo menos estaba descifrando algo del trato humano.
Miró a Nefertari casi con cariño cuando le respondió, y en aquel momento dejó la mirada un poco más en ella. Se frotó las manos nerviosamente y negó con la cabeza, haciendo moverse su alborotada melena pelirroja. Le dolía la cabeza, pero por suerte no se había dado tan fuerte como para hacerla sangrar o desmayarse. También le dolían las piernas, los ojos y el estómago, pero todo eso era secundario. De correr tanto sus pulmones estaban agotados, y le costaba respirar. El sudor le bañaba, y su propia mente también estaba cansada por el nivel de concentración para realizar las numerosas ilusiones que había tenido que hacer aquel día. Pero por suerte ambos estaban bien, así que podían sacar algo en positivo de eso.
Sin ganas de hablar, le indicó a Nefertari que le siguiera asegurándose de que estaba bien. Supuso que lo estaría pasando muy mal, así que sacó valentía para dedicarle una sonrisa tranquilizadora. Ya era difícil que el reuniera la seguridad necesaria en si mismo para sacar una sonrisa, pero hacerlo para dibujarse una sonrisa que reconfortara a alguien... Ni siquiera creyó hacerlo bien, pero al menos lo intentó. Siguió por una calle iluminada hasta una pequeña plaza con bancos y una fuente. Bebió de la fuente, se lavó la cara y se peinó hacia atrás, secándose y suspirando al mismo tiempo. Se dio la vuelta por si Nefertari quería refrescarse para luego sentarse en un banco con la espalda agachada y la cara entre las manos. Sabía que si Nefertari le preguntaba algo lo haría por la luz, o tal vez por el suceso de la calle. A él también le intrigaría, y le preguntaría inocentemente si no tuviera ni idea de magia. Al fin y al cabo era algo maravilloso. Pero Theo seguía fiel a sus principios, y por muy bien que le cayera ella no iba a revelarle su naturaleza bajo ninguna circunstancia. No confiaba en ella aún a ese nivel, aunque sí empezaba a hacerlo más que con cualquier otra persona. Eso era algo extraño, bastante raro en él. Obviamente Nefertari no lo sabía ni llegaría a saber lo que le costaba a Theo confiar en alguien (aunque sí supiera de sus dificultades para relacionarse), pero él sí lo tendría en cuenta y la recordaría siempre cuando se separaran.
-Ne... Nefertari, ¿qué sa... sabes de los... de los licántropos?-le preguntó en voz alta, mirándola brevemente. Decidió que ya no que no podía hablarle de los brujos al menos le hablaría de otros peligros que bien sabía Theo que existían y que para la mayoría de la gente eran leyendas urbanas. Con esa ignorancia se ponían en peligro a ellos mismos, pero él lo entendía. No es fácil creer en lo que no ves. Y menos si te empeñas en cerrar los ojos, cuando muchos veían evidencias sobrenaturales. Como no podían creerlo, no lo aceptaban. Pensaban que se lo imaginaban. Y las muertes que se producían a menudo por culpa de estos seres o se les daba otra explicación o se ocultaban. La sociedad parisina no estaba preparada para saber algo así, pero algo le decía a Theo que Nefertari sí. -Es... es lo que nos estaba persiguiendo-le dijo él gravemente, señalando la luna llena que había salido cuando el cielo se despejó un poco de nubes-. N... no te asustes, c-conmigo estás a salvo...-le dijo, no dando nada de confianza con sus palabras. Entendió que trataba de reconfortarla y protegerla aunque fuera un poco, y supo que por lo menos estaba descifrando algo del trato humano.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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