The night is dark and full of terrors [Privado]

por **Edvin J. Pärt** Dom Mayo 11, 2014 12:06 am

El aburrimiento era una constante en la vida de Edvin Juhan Pärt. Desde pequeño encontraba casi toda tarea tediosa. Las personas le parecían iguales, predecibles, patéticas y no había emoción en conversar con ninguna. Pero debía desarrollar también un rol social, lo sabía bien, era y es demasiado inteligente como para alienarse por completo, por mucho que le disgustara. Para él, el conocimiento se traducía en poder, y su apetito era ese, además de imposible de saciar. Entonces, era inevitable no navegar entre todos con esa bandera de caballero que portaba, más aún ahora que era barón de una nación que ni siquiera era suya, el colmo del cinismo.

Ahora que la oscuridad lo había tocado con su abrazo gélido y su beso nocturno, todo aquello que lo marcó siendo mortal, se acentuó. Era hombre de pocas virtudes, más bien execrable y ahora parecía exento de todo rasgo de humanidad. Constantemente decía, para sí mismo, sobre todo, que había nacido para ese destino, el de la eternidad. Y lo disfrutaba, incluso cuando el aburrimiento parecía venir con más fuerza y con más frecuencia. Pero había encontrado modos de entretenerse.

Antes no se tentó el corazón —que bombeaba con pasión sangre roja como cardenales al vuelo— para asesinar y hacer todo lo que fuera necesario para conseguir lo que quería. Era caprichoso y siempre conseguía lo que quería. Pero ahora aquello se había salido de control, Edvin estaba fuera de control. No hacía nada que no le trajera una recompensa, así siempre había sido, pero ahora esa retribución podía ser tan simple como su satisfacción personal. Y matar lo satisfacía. Beber sangre se había vuelto una adicción, y salía por las noches, como sombra silenciosa y mortífera, a aterrorizar la ciudad. París era la urbe que ahora lo cobijaba y que sufría con su masacre.

Pero también, Edvin siempre había sido alguien movido por sus obsesiones, y una de ellas, la más grande en la actualidad, tal vez, eran eso capaces de hacer magia. Los motivos eran los mismo, el conocimiento, y quería ese conocimiento para su beneficio. Debía hacer uso, de nuevo, de esa fachada de hombre encantador que podía portar bien si se lo proponía, en pos de conseguir sus metas. Sabía cuándo hacerlo, no siempre funcionaba.

Para evitar el tedio en la capital francesa, se dio a la tarea de buscar a aquello portadores de aquel poder que envidiaba como un niño pequeño envidia a otro un juguete reluciente y nuevo. De una forma egoísta y caprichosa. Tenía algunos brujos en la mira, pero, aunque era de esperar poco, sólo había ido frontal frente a uno antes. Y ésta, era diferente.

Había estado observando a la chica por algunos días. Era errática, pero eso sólo exacerbaba su cualidad de interesante. Y eso era lo más alto que uno podía ascender en la estima de Edvin, que era distante y que poco tenía que ver con los sentimientos. Esa noche había salido como otras tantas, bastón en mano y traje negro impoluto, a buscar víctimas, pero siguiendo a una mujer con piel olivo y ojos verdes, gitana seguramente, fue a dar al bosque, donde tuvo que desistir de ir tras su presa al toparse con algo que era más de su incumbencia.

Ahí estaba, la mujer errática, a la que había visto hablando a la nada. Seguramente su cordura no estaba del todo bien, pero eso no calificaba como negativo para el joven barón, al contrario.

En un claro, la chica, de cabello negro y piel blanca, estaba forcejeando con un par de mal encarados bandidos sin importancia. Incluso le pareció que no serían problema para ella. Se quedó entre la maleza, observando el desarrollo de la escena. Emocionado como hace mucho no se sentía. Y era extraño. Le incomodaba un poco, a decir verdad, pero trató de suprimir esa incomodidad y abrir bien los ojos para no perder detalle.

Quiso resistirse. Pero el impulso fue una gran explosión de adrenalina inundando su cuerpo, su corazón que ya no bombeaba nada, era un ave muerta. Y se hizo presente. Lamentó no dejar que ella usara sus poderes, pero prefería ser él el victimario y no dejar que alguien más pudiera… maltratar a la muchacha.

Se hizo de algunas palabras con el otro vampiro, pero evitó el enfrentamiento, podía ser verdaderamente diplomático cuando quería. Pero casi nunca quería y luego se giró a la chica. Su mirada llena de locura lo deleitó y le sonrió. Una sonrisa como una herida que sólo sangra ira.

—Ven —le ofreció su mano como si la invitara a una aventura, una escabrosa y escalofriante aventura—, es hora de irnos —la familiaridad parecía sentar bien al hablarle, por alguna razón. Edvin sentía que la conocía, a pesar de sólo haberla estado observando a la distancia.

por Invitado Sáb Jun 07, 2014 6:48 am

Vampiros, vampiros, ¡vampiros! Su sangre daba la vida, la muerte; lo daba todo y no daba nada, era adictiva y roja e intensa como la que bebían los no muertos, encomendados a todo lo oscuro que yo sabía invocar. ¡Cuánto teníamos en común, ellos y yo! Obviando la parte de estar muertos y yo viva, pero hasta en eso nos parecíamos, ¿no? Es decir, yo hacía bastante que no comía y un soplido de aire muy fuerte bastaría para tirarme al suelo, no se podía decir que estuviera muy viva... aunque mi mente lo estaba. Si no, no habría podido seguirlo.

Y luego dicen que los lobos son los animales de costumbres...

¡Es cierto! Los vampiros lo son mucho más; duermen por el día, salen a comer por la noche, y así desde que se convierten hasta que mueren por lo que sea. ¿Le seguiría la pista algún inquisidor al vampiro que yo estaba siguiendo? ¿O me la seguirían a mí? Sabía que les encantaba quemar brujas, pero aún no comprendía por qué se esforzaban cuando muchas de nosotras sabíamos librarnos del fuego. Siempre que hubiéramos comido, claro, y que entonces no nos delatáramos. Eso fue lo que me pasó a mí.

Mira que te lo hemos advertido, Alchemilla...

¿Y de dónde queréis que saque la comida, eh? Crece en los árboles, pero hasta por coger una manzana te pueden mandar al calabozo; lo sabía porque me había pasado varias veces en mi vida, las suficientes para aprender que era una mala idea hacerlo. Pero el ruido de mi estómago estimuló (qué palabra tan bonita, estimular, ¿no?) los sentidos muy desarrollados del vampiro aquel en medio de un bosque donde los animales estaban particularmente silenciosos para no convertirse en un aperitivo antes del plato grande, y me atrapó con las manos en la masa. Bueno, casi. No llegué a hacer tampoco mucho.

Ahora el vampiro te quiere comer por culpa de que tú no hayas comido.

¿Y a mí qué más me daba? No me mataría, siempre podía huir o hechizarlo o defenderme, no me era difícil librarme. Yo lo que quería era un poco de sangre; de su sangre. Eso saciaría mi hambre y me daría unas pocas fuerzas más, a cambio si quería quizá lo dejaba beber, pero sólo quizá porque no me parecía muy dado a controlarse, ni tampoco a escuchar aunque yo le repetía las cosas muchas veces, muy despacio, muy rápido, muy intenso, muy poco intenso. Cualquier cosa para que me escuchara, pero no lo hacía. Sería testarudo...

¿Hueles eso, Alchemilla? ¿Ves el aura roja que aparece allí?

¡Vampiro, otro vampiro! Mi mirada se dirigió hacia él un momento, y después mucho más porque empezó a hablar con el otro. Yo no lo escuché, mi mente divagaba y se iba de aquí para allí estudiando al recién llegado, que no conocía (creía) pero que convenció al otro para irse. ¿Oh? Entonces me ofreció la mano y me dijo que fuera con él; escuchaba que ellos me decían que no confiara pero parecía un buen vampiro, ¿quizá un vampiro poco hambriento o dispuesto a darme su sangre? ¡Quizá, quizá si tenía suerte!

– Vale. ¿A dónde me llevas? – sonreí ampliamente, como una niña que acaba de recibir un dulce, y cogí su mano con fuerza, dejando que me llevara por el bosque y entre la maleza y a través de la oscuridad. ¿Qué querría? ¿Sería tan malo como ellos empezaban a decirme que era para que tuviera cuidado? ¡Qué más daba, yo sólo quería conocerlo! ¿Es que pedía tanto?

Alchemilla, los vampiros no son de fiar, no confíes en él, no te dejes seducir.

Pero... ya lo estaba, creía. Y no era por su cara; era por lo que escondía su cuerpo, esa sangre suya tan rica y tan intensa. Era por ser un vampiro aunque pudiera despellejarme tan rápidamente que ni siquiera lo vería venir. Esperaba que no lo hiciera, pero realmente no lo sabía. Bueno, ya lo descubriría luego.

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