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Huir del peligro // Privado: Theodore J. Bellamy 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Candice Lévêque Jue Ago 23, 2012 8:15 am

Huir por vileza es vergüenza, evitar un peligro es prudencia
Anónimo.


Corría. Solo podía hacer eso. Estaba bajo su forma felina, la de gata porque una leona podría llamar demasiado la atención en aquel lugar a pesar de estar lejos de los humanos normales y corrientes. Además, bajo su forma de gata cabía en lugares mucho mejores para esconderse. Sabía que la estaban persiguiendo, y por eso mismo corría. Para salvar su vida de aquellas personas que intentaban cazar a seres como ella, a vampiros, licántropos, brujos y más seres que para la mayoría de las personas eran simples mitos. Sabía que no solo había un cazador detrás de ella en esos momentos sino que había como mínimo dos, si no contaba al que había arañado cuando se encontraron cara a cara. Candice no había dudado un solo momento en saltarle encima transformada en gata, para arañarle en la cara y luego salir corriendo, dejando a algunos de los cazadores algo desconcertados por el pequeño atrevimiento que había tenido la joven en ese instante.

Y ahora los dos otros cazadores la perseguían con sus armas. Le habían disparado alguna vez, pero la forma en la que estaba le proporcionaba algo más de agilidad, aparte de que era pequeña y eso le ayudaba a evadirse de algunas balas de plata. Así que seguía corriendo, rápida. Antes había confiado en que los cazadores esos no se darían cuenta de lo que ella era. Pero no fue así, y no entendía por qué. Había podido… prever, en cierto modo, que esas personas eran peligrosas para ella. No podía comprender cómo esos dos se habían aliado tan rápido para perseguirla, ¿tan divertido era? Porque a ella no se lo parecía… ¿no podían dejarla en paz de una buena vez? No había hecho nada malo… Vale, eso lo retiraba, había hecho bastantes cosas malas. Pero nunca había matado a nadie, no merecía morir por sus pecados o errores.

Candice era una persona luchadora, no se iba a rendir ante aquellos cazadores tan fácilmente. Para despistarlos, se metió entre unos arbustos que vio, haciéndose algunos rasguños en su pequeño cuerpo de gata, pero eso no le importó. Sonrió para sus adentros cuando pudo escuchar que los cazadores se paraban, pero luego los maldijo solo porque la encontraron. Uno de ellos volvió a disparar contra la pequeña gata, la bala se suponía que le tenía que dar al corazón o en la espalda, de eso Candice pasaba. Pero ella esquivó esa bala. Tuvo tan mala suerte que la bala le rozó la pata derecha de atrás. A pesar de ello, continuó corriendo hasta que sus sentidos le dijeron que podía estar a salvo.

Volvió a su forma humana y se miró la herida. Estaba casi llorando del dolor, ciertamente dolía… la plata a ella siempre le dolía, ¿no podían ser balas diferentes? Con balas normales se conformaba… mientras no fueran de las que la debilitaban… porque eso hacía que su poder de sanación acelerada no era tan bueno si se trataba de balas de plata, o si me herían con fuego tampoco. Apoyó la espalda en un árbol mientras respiraba hondo, tratando de calmar su respiración. Se había cansado de correr, resistía bastante… pero igual se cansaba. Intentaba tener sus sentidos todavía agudizados, no centrarse solo en la herida, para saber si tenía que volver a correr. Esperaba no tener que correr más pues la herida le dolía y no sabía cuánto podría aguantar. Escuché ruidos que provenían desde la parte trasera del árbol en el que Candy estaba apoyada. No parecía que fuera alguno de esos dos cazadores, pues sus pasos eran distintos… No sabría decir por qué, estaba segura de que no eran ellos, ninguno de ellos. Por lo que Candice simplemente se limitó a esconderse bien y casi aguantó la respiración para que no se le oyera.
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Mensaje por Theodore J. Bellamy Jue Ago 23, 2012 9:07 am

No le extrañó verse en el suelo tras tropezar con una rama, apoyando las manos en el suelo para amortiguar su caída y apoyando la cara en el suelo. Se quedó así, respirando hondo y tratando de recuperar el aliento. Se dio la vuelta, y se quedó entre las ramas con las manos en el estómago y en el pecho, que subían y bajaban evidenciando lo agitado de su respiración. El jadeo fue disminuyendo hasta que pudo empezar a oír los ruidos del lugar. Enfocó la vista y vio los árboles que se alzaban desde el suelo donde se encontraba, y se preguntó cómo demonios tenía que acabar siempre en lugares así. Había estado en sótanos, en azoteas, en alcantarillado, entre ramas e incluso debajo del agua tratando de escapar de lo que quiera que le amenazara en cada ocasión, que no eran pocas cosas. La condición de brujo de Theodore y su paranoia le impedían estar tranquilo, siempre se le veía huyendo como un pequeño rayo naranja de acá para allá, rehuyendo a todo ser vivo cuando se sentía en peligro o se había metido en algún lío, algo que era bastante frecuente en su vida.

Sintió algo por detrás de su espalda, y temiendo que fuera un bicho más grande que su propio pie se levantó a trompicones y se abrazó a un árbol para no caerse. Apoyó la cabeza en este, y su melena anaranjada destacó fuertemente con el tono seco y apagado del árbol. Theo arrancó un poco de corteza y la deshizo entre sus manos, entreteniéndolas en algo para no empezar a toquetearse el pelo, la cara o las manos entre si, algo que hacía a menudo cuando estaba nervioso. Una vez más, su incapacidad para relacionarse le había costado un problema. Hay gente a la que no le puedes decir que no en esta vida, y aunque a Theo le costaba decir que no, sí que era rápido para elegir la huida como respuesta. No le importaba que pensaran que era un cobarde, que huía de los problemas o que era el chico más raro de toda Francia, al menos se evitaba problemas y eso era lo importante. Siempre que le pedían ayuda o se dirigían a él era bastante cómico, pues hacía como que no los escuchaba y seguía adelante para no tener que involucrarse en nada. Cuando tienes que cuidar tanto de ti mismo, cuidar de los demás (y sobre todo de desconocidos) no encaja en tu estilo de vida. Y eso mismo le pasaba a Theo, ya tenía bastante con cuidarse a si mismo. No podía ayudar a nadie si no se ayudaba a él primero, y nunca terminaba de ayudarse. Es egoísta, pero es su realidad.

Aquel día parecía tranquilo, se estaba quedando en una posada y, desocupado, decidió salir a buscar trabajo. El incidente de la casa donde trabajaba se había olvidado, y podía salir a la calle sin problemas. A base de no salir de posadas en semanas, pero había sido una solución al fin y al cabo. Theo no había conseguido nada, a pesar de su experiencia como jardinero. Era la única cosa que podría hacer bien, aunque a veces buscaba algo diferente para poder aprender algo nuevo. Y si lo echaban, cosa que le pasaba frecuentemente, podría trabajar de eso en otro lugar. Cuando vives solo y no tienes casa, y además no te suele faltar el dinero, en poco más te puedes ocupar. Podría comprarse una casa o alquilar algo, pero prefería vivir donde trabajaba o quedarse en posadas a estar en un mismo sitio siempre. Simplemente no le reconfortaba. Solo le atraían las casas en el campo, pero eso era un lujo que no se podía permitir igualmente. Repudiaba a la civilización, y ya que tenía que vivir en ella al menos no se quedaría quieto y atrapado en un mismo sitio.

Y por eso mismo había salido a pasear al sitio más solitario que pudiera, a cierta distancia de su posada. Estaba dando un tranquilo paseo cuando oyó disparos, y al intentar alejarse de allí a paso acelerado tuvo la mala suerte de encontrarse con dos tipos con gesto rudo y actitud extraña. Más extraña fue su pregunta, que si había visto un gato. A decir verdad, sí que le parecía haber visto un gato, pero algo le daba mala espina. No perseguirían un gato con pistolas, y en todo caso él no les ayudaría a asesinar a un pobre animal. ¿Qué habría hecho, robar comida de alguna ventana o defecar en la alfombra? Al no saber qué decir porque hablar se le daba fatal, comenzó a temblar y los hombres se miraron entre sí, extrañados. Parecieron considerar que ocultaba algo, que sabía de qué estaban hablando. También mencionaron algo de que si les quería robar el trabajo, que si también era cazador. Theo se vio aguantado por los hombros contra un árbol, mientras los dos tipos le instaban a revelarle la verdad y a decirle dónde estaba el gato. Haciendo uso de su magia, formó la ilusión de una luz cegadora estallando en frente de él, y los dos hombres se llevaron las manos a los ojos mientras gritaban que los había dejado ciegos. En cuanto los abrieran descubrirían que sólo había sido una ilusión, pero mientras tanto eso le daba tiempo a Theo a correr.

Tras tropezarse, levantarse y abrazarse a un tronco para recuperar el aliento, finalmente se subió a un árbol, con bastante torpeza pero con la experiencia de varios años de correr y ocultarse en cualquier lugar, por escarpado o peligroso que fuera. Mientras intentaba subir al árbol, notó como si otra presencia estuviera por allí y se hubiera percatado de que él también lo estaba. Tratando de ser el menor ruido posible, se escondió tras el tronco subido a una rama, casi invisible desde abajo, o eso suponía él. Si eran esos cazadores de nuevo podía realizar otra ilusión, pero no le gustaría tener que hacerlo. Usar su brujería sólo lo usaba para escapar de situaciones límite, aunque ciertamente para él las límite eran casi cualquiera. Con la respiración agitada pero tratando de guardar silencio, se quedó allí parado, asegurándose de que sus pies no se deslizarían para hacerle caer.


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Mensaje por Candice Lévêque Jue Ago 23, 2012 11:57 am

Candice tenía la mala costumbre de que, en cuanto veía que no podía con un trabajo o que no podría conseguir trabajo, se rendía algo fácilmente y decidía delinquir un poquito. Una vez, llegó a vender su propio cuerpo aunque algo en contra de su voluntad. Simplemente se le había presentado la oportunidad. Y casi cuarenta años sola a veces hacía que quisiera sentirse algo querida aunque fuera solo por su cuerpo. A pesar de todo, Candice odiaba a las personas que “compraban” a otras. ¿Tan poco valía el cuerpo de alguien? Candice opinaba que el cuerpo de una persona no tenía precio… Y pensar que algunas personas vendían su cuerpo la ponía enferma. Muy enferma… porque cuando ella lo hizo fue cuando pensó que nunca llegaría a nada. Debía de tener unos… ¿treinta y cuatro años? En aquel momento tenía la apariencia de una chica de diecisiete años…

Candice suspiró, escondida detrás del árbol mientras escuchaba cómo alguien se subía a una rama, escondiéndose seguramente. Alzó la mirada, lo suficiente como para poder percibir algo de rojo entre el resto de los colores del árbol. Frunció el ceño levemente, no reconocía a nadie con la característica de tener el pelo de color rojo… Vamos, no conocía a nadie pelirrojo. Había visto a algunas personas así, pero nunca había hablado con ellas. ¿Para qué? Siempre se portaban mal con ella todos. Porque Candice era una chica solitaria de clase baja, que a veces ni siquiera tenía un lugar donde dormir. Aquella misma noche había dormido en el bosque y por esa razón su cabello estaba algo despeinado. Momentos antes, había podido escuchar gritos de los cazadores, diciendo que se habían quedado ciegos. Ojalá fuera verdad, se dijo a ella misma.

No sabía qué era lo que había hecho que los cazadores hubieran gritado algo enfadados… ¿ciegos? ¿Cómo? Escuchó unos pasos que iban hacia ella… hacia el lugar en el que estaba escondida. Respiró hondo, esos sí que eran los cazadores… ¿Por qué? Miró el suelo y vio un pequeño rastro de sangre, por la herida que tenía en la pierna. –Mierda… -murmuró, muy bajito. Enseguida pensó en trepar también por el árbol… Pero le dolía la pierna. Se transformó de nuevo en gata y subió con agilidad por el tronco del árbol, llegando a la primera rama donde estaba la persona que había subido antes. Lo miró con una mirada algo curiosa, quizás se notaba bastante que aquella gata no era una gata de verdad. Se subió en la rama que estaba más cerca de en la que estaba aquel joven y se quedó quieta. Gracias a su pelaje, podría confundirse con el tronco del árbol, era lo bueno de ser una simple gata europea de colores tierra, negros y demás.

Vio cómo los dos cazadores pasaban por el lado del árbol y le dieron ganas de saltar sobre uno de ellos. O de convertirse en leona y despedazarlos a los dos. Pero pensó mejor en eso, lo mejor era no hacerlo… sería demasiado imprudente. Se miró la herida de la pata y se la lamió un poco, para que la sangre no goteara. Se estremeció levemente y empezó a temblar… malditas balas de plata. Sacó las uñas y las clavó en la rama, sin hacer ruido, intentando no pensar en matar a esos dos cazadores que la habían molestado. Casi le sale un bufido al pensar en eso. Estaba más o menos acostumbrada a esconderse, por lo que en aquel momento lo que hacía era algo fácil para ella. Miró al joven de cabellos rojos, ¿qué sería? A lo mejor se escondía de aquellos cazadores, lo que lo convertía en… alguien que no era humano, al menos no del todo.


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Mensaje por Theodore J. Bellamy Jue Ago 23, 2012 2:14 pm

Tal vez fuera un poco exagerado, pero allí encima Theodore sentía como si hubiera escapado de la muerte misma. Al igual que al estar tan considerablemente alto y en peligro por los cazadores de antes volvía a sentirse al borde de la muerte. Theo es un chico bastante paranoico, de esos que oyen un ruido cuando todo está en silencio y ya piensan en el apocalipsis. Desde pequeño había sido muy asustadizo, y desde luego nada valiente. El tamaño de su coraje podía compararse con el de una oliva. Había perdido muchos amigos en la infancia por eso, ya que la mayoría eran bastante temerarios y hacían demasiadas locuras como para que él se apuntara a esos planes. Prefería aprender o leer un libro en soledad a embarcarse en esas aventuras, que muchas veces metían en líos o hacían heridas a los chicos de su edad. Veía eso demasiado peligroso para él, pero más importante aún: no se creía capaz. No consideraba su fuerza similar a la de los otros niños, ni siquiera su agilidad. No tenía mucha destreza física, a decir verdad, aunque en los últimos años la había adquirido de tanto correr de allá para acá.

Sus miedos se vieron acrecentados con el ruido de voces muy cerca de allí, por lo que se aferró al tronco de espaldas, rodeándolo con los brazos. Iba a sentarse en la rama, aunque la vio un poco débil para ello, cuando advirtió por el rabillo del ojo algo que se subía al árbol muy cerca de él. Atónito, miró al gato que le miraba a su vez. Le daba una sensación extraña en el estómago y un pinchazo en la cabeza, como cuando usaba sus poderes. Lo atribuyó al cansancio y trató de olvidarse del gato, resultándole raro que aquel fuera tan amigable. No tenía comida para él, así que... De pronto, relacionó información y miró al gato con atención y los ojos abiertos. Balbuceó a punto de decirle algo, pero no tenía mucho sentido hablar con un gato. -¡Es lo que buscaban esos cazadores!-pensó Theodore, cayendo ya en la cuenta de todo. Luego advirtió que tenía una herida, y supuso que era de los disparos. Pobre gatito.

Consiguió sentarse no sin que le temblaran las manos y apoyó la espalda en el tronco, oyendo cómo disminuía la intensidad de las voces. No debían estar muy lejos, pero al menos lo suficiente como para respirar tranquilo. Theo miró de nuevo al gato, y puso una mueca de extrañeza. No le incomodaba estar en la presencia de animales, de hecho se llevaba mucho mejor con ellos que con las personas. Pensó en lo raro que era que unos cazadores se dedicaran a cazar felinos. No tenía mucho sentido, pues había muchos gatos en la ciudad y nunca había oído que se permitiera la caza de ellos. Nadie comía gato en parís, al menos que él supiera, y si lo querían de mascota dañarlo no era la mejor opción, desde luego. Extrañado, pensó que tal vez era uno de esa especie de cazarecompensas que había oído hablar, esos que cazaban seres sobrenaturales. Pensó que eso era muy poco probable, pues era un simple gato. Es cierto que había oído hablar de los cambiaformas, pero Theo nunca había conocido a ninguno y dudaba que se dejaran perseguir y dañar así como así. Al fin y al cabo eran sobrenaturales, ¿no? Aquel debía ser un simple gato, nada más.

Le dio pena su herida, así que lo llamó torpemente con silbidos al tiempo que se sacaba un pañuelo del interior de su chaleco. Sabía que era importante que se detuviera la hemorragia, eso era así para personas y animales. Una vez había trabajado en una casa y un perro se había hecho una herida, y aunque era el jardinero los ciertamente inútiles dueños de la casa le habían pedido que hiciera algo. Imprivisó un amarre y luego lo llevó a que lo curaran, y pudo salvarle. Aquello le supuso una paga extra aquel mes. Llamó de nuevo al gato, dispuesto a amarrarle aquel pañuelo como pudiera. Lo siguiente no sabía si lo haría, pues llevarlo a que lo curaran suponía sortear a aquellos cazadores de tres al cuarto con un gato en brazos (como si no fuera lo bastante torpe ya con las dos manos) saliendo del bosque, estando ya muy adentro. Pero tampoco lo iba a dejar morir, claro. Solo si se escapara no se sentiría responsable de lo que le pasara, aunque ciertamente le daba bastante pena. Volvió a llamarlo chasqueando los dedos e inclinándose hacia delante.


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Mensaje por Candice Lévêque Jue Ago 23, 2012 4:02 pm

Una de las peores pesadillas de Candice, desde pequeña, desde que supo cómo podían matarla, era ella siendo degollada. Preferiría morir quemada o por una bala en el corazón a ser degollada. Y por esa razón le tenía miedo a los cazadores, porque ellos podrían llegar a degollarla. Se entrenaban para eso. Aunque Candy no les culpaba… era su trabajo, pero podrían hacer su trabajo matando solo a los malos, a los que mataban a la gente… no a todos. Robar no era tan malo, ¿verdad? Al fin y al cabo, Candy solo quería vivir… bueno, sobrevivir. Aunque le gustaría vivir bien, como todos. Hasta buscaba trabajo, aunque su poca autoestima le hiciera abandonar bastante rápido.

Cuando se subió al árbol pudo ver que aquella persona que había subido momentos antes estaba aferrado, de espaldas, al árbol, rodeándolo con los brazos. No le importó la presencia del joven, mientras que no intentara nada contra ella, ella no le haría nada. Candice pudo ver que aquel chico la miraba con los ojos muy abiertos, ¿sabría que en realidad era humana? No le importaba, era mejor para ella estar transformada en gata para estar encima de una rama que si se transformaba en humana. También, seguía preguntándose por qué aquel joven estaba escondido.

La gata miró a los cazadores desde su escondite, todavía queriendo tirarse sobre ellos, mientras que éstos se iban alejando. Se removió, algo inquieta, cuando uno de esos cazadores lanzó una mirada hacia el árbol, por suerte no pareció ver ni a Candy ni al joven. Por fin podía respirar tranquila, pero el dolor de la pierna no le dejaba moverse mucho… la plata la afectaba demasiado. Pensaba en dónde podría ir para no morir por esta pequeña herida que ni siquiera era grave pero que si seguía cuidándose como hacía pocos días, podría infectarse, no cicatrizar, y finalmente Candy moriría por aquella tonta herida. Candy pudo escuchar al joven mientras se sentaba, sus sentidos eran mucho más agudos en esos momentos y también podía oír perfectamente la conversación que los dos cazadores tenían, imaginándose qué podrían hacer para matarla. Eso hizo que se sintiera muy triste, aparte de furiosa.

Escuchó unos silbidos y miró al joven, ¿la estaba llamando a ella? Pudo percibir cómo se sacaba un pañuelo del interior del chaleco. Al principio Candy pensó que quizás era solo una manera de cazarla… Pero no se sentía amenazada por él, no parecía un cazador. Candice volvió a mirar hacia el lugar por donde habían ido los cazadores pero escuchó de nuevo al joven mientras la llamaba. No sabía si fiarse, además… si se fiaba… no aguantaría mucho bajo esa forma, ¿qué pasaría si se transformaba delante suyo? ¿Qué le diría? “Tengo la extraña costumbre de poder transformarme en gata”. Vale, seguramente el pobre se habría desmayado antes… o quizás no. Vio también cómo se inclinaba hacia delante y chasqueaba los dedos. Bueno, quizás si aceptaba algo de ayuda… Se preparó para saltar, pero cuando lo hizo le falló un poco la pierna herida. Eso hizo que casi no pudiera llegar al regazo del joven, así que intentó de todas las maneras posibles no sacar las uñas para no hacerle daño mientras se subía a su regazo. Una vez en su regazo, miró al joven a los ojos, en una mirada bastante humana, a decir verdad.


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Mensaje por Theodore J. Bellamy Vie Ago 24, 2012 7:25 am

Normalmente Theo se había llevado muy bien con los animales de las casas en las que trabajaba, puesto que la mayoría estaban en los jardines y a veces incluso los tenía que cuidar él. Eso había sido en pocas ocasiones, pero las suficientes para que el joven brujo supiera bastante de animales domésticos. Y no solo domésticos, pues también le encantaban las visitas al zoo, las cuales hacía cuando no sabía qué hacer por París y descartaba lo de relacionarse con humanos. Para él, relacionarse con los animales era mucho más fácil. Alguna vez había pensado incluso en meterse en uno de esos circos ambulantes, seguro que con sus habilidades ilusorias y premonitorias haría un buen trabajo. De hecho seguramente en los circos hubieran muchas personas como él, aunque seguramente mantuvieran en silencio sus habilidades de cara al público. Sin duda sería un gran negocio, y la tapadera perfecta. Por desgracia en el circo también había que relacionarse, y a no ser que dijera que era mudo eso no le saldría muy bien. Seguía sin tener don de gentes.

Pañuelo en la mano, creía en sus posibilidades con aquel gato. Muchos gatos eran desconfiados y huraños, y si no tenías algo sabroso que ofrecerles no se te acercarían ni aunque insistieras un día entero. Otros eran más cariñosos y domésticos, de los que se te acercaban y ronroneaban a pesar de que fueras un desconocido. Aquel parecía en la línea, y por cómo lo miraba desde lejos temió que no se fuera a acercar nunca, sino que de un momento a otro perdiera el interés, saltando a otra rama y yéndose aún estando herido. Tal vez fuera hembra, eso podía saberse por el pelaje, y también por otras cosas claro. Aunque eso le había costado averiguarlo una vez, tomando el gato de una familia como de género femenino cuando al final resultó que no. Hubo que cambiarle el nombre y todo.

Sorprendido vio como ella llegó directamente a su regazo, cuando la sujetó con las manos cuando casi no llega por su pata. La mirada que le dedicó volvió a resultarle extraña e inquietante hasta el punto de ya no sentirse cómodo en su presencia. Tal vez porque había dejado de ser menos de gato y más de persona, y a Theo no le gustaban mucho las personas. En cualquier caso, acarició un poco al felino para reconfortarle y luego se dispuso a hacerle el torniquete. Theo no era ni mucho menos un experto en esas cosas, pero el resultado final pareció aceptable. Al fin y al cabo el cometido era cortar la hemorragia para que no perdiera mucha sangre, pues de ser así moriría. Satisfecho con su vendaje, el cual le había puesto con mimo y suavidad aunque hubiera tenido que apretar un poco, volvió a acariciar al gato en la cabeza. Sonrió, algo que nunca hacía en presencia de personas, o al menos no solía. Sabía que con ese primitivo vendaje no se iba a curar, así que quizá debería llevarlo a curar. Como si el gato le fuera a dar la respuesta, le preguntó. -Qué hago, ¿te llevo a que te curen, gatito?-le dijo mirándole, buscando la respuesta en sus expresivos ojos.

No se movió por un rato de allí, tiempo en el que estuvo mirando a un lado y a otro por si venían aquellos cazadores de gatos tan raros, o bien de esos ambiciosos cazadores de seres sobrenaturales, aunque ya casi descartaba esa posibilidad. Aunque no dejaba de darle mala espina aquel gato, nunca mejor dicho. Esperaría un poco más y si no había nadie acechando y el gato se dejaba lo llevaría a la ciudad para que le curasen.


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Mensaje por Candice Lévêque Vie Ago 24, 2012 5:58 pm

Candice era bastante ágil por su condición. Físicamente, era mucho más resistente que los humanos normales y corrientes, era menos fuerte que resistente… Pero eso era algo bueno para ella, huía más que peleaba. Aunque era muy luchadora y bastante buena en la pelea cuerpo a cuerpo por su agilidad… Prefería huir.

Después de haber saltado, el joven cogió con las dos manos a la gata. Candy pudo sentir en cierto modo la incomodidad del joven cuando lo miró con una mirada casi humana y se sintió algo mal. Quizás, si se transformaba en humana… No, por dos razones: se caería la rama y los dos caerían al suelo, y el chico quizás se sentiría mucho más incómodo. Si hubiera podido sonrojarse, al sentir las caricias de la persona con la que estaba, lo habría hecho. Casi ronroneó, pero tuvo la suficiente fuerza de voluntad como para no hacerlo. Aunque en cierto modo tranquilizó a la pequeña gata lo suficiente como para que no se diera cuenta de cuándo había comenzado a hacerle el torniquete. Lo observó, tranquila, hasta que terminó. Aunque hizo amago de mover la pata cuando tuvo que apretar eso un poco.

Candy ronroneó cuando el joven le acarició la cabeza, sin poder evitarlo. Lo miró cuando lo vio sonreír. Candy lo escuchó cuando le preguntó si la llevaban a que la curasen. La pequeña, miró hacia abajo, esperando que no hubieran los cazadores y maulló débilmente, mirándolo como diciendo que no quería, que no hacía falta llevarla a que la curasen. No era la primera vez que salía herida, aunque era la primera vez que salía herida y que no tenía casa donde quedarse… Aunque eso no le importaba en absoluto, estaba segura que se curaría en pocos días, antes que un humano normal y corriente sí.

Candice se quedó en el regazo del joven, pensando. Ojalá no estuvieran esos cazadores, si la encontraban, ¿qué haría? Y ese joven… ¿por qué se había escondido también? A lo mejor, como pensó al principio, también era una criatura como ella, es decir, sobrenatural. Pero parecía… muy humano. Lo miró, casi como si le estuviera preguntando todo eso, aunque sabía que no la entendería, aparte de que pudiera leer la mente.

En ese momento, pudo escuchar otro disparo, lo que hizo que se sobresaltara, aunque se oía bastante lejos de donde estaban. ¿Habrían cazado a otro ser o sería un pobre gato que se parecía a Candice? Casi se pone a rezar para que no fuera ninguna de esas opciones y que los cazadores hubieran disparado para, simplemente, asustarla y que saliera de su escondite o algo. Miró al joven, como queriendo saber qué estaba pensando.


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Mensaje por Theodore J. Bellamy Sáb Ago 25, 2012 2:13 pm

Cierta calma se apoderó del ambiente, en la que Theodore recuperó todo el aire que había gastado momentos atrás y dejaba que el ritmo de su corazón se adecuara a un ritmo más o menos pausado y tranquilo. Cerró los ojos mientras pasaba la mano por el pelaje del gato, esperando que le gustara tanto como para quedarse con él un rato allí. La compañía no es algo que tuviera Theodore a menudo ya que su capacidad de relacionarse se lo impedía. Sin embargo, pensó que se le daría mejor con una mascota. Siempre había querido un perro, pero por ciertas circuntancias no había podido conseguirlo. Y esas circunstancias eran que a su padre no le gustaban, claro. Por su madre, seguro que habría tenido uno o incluso dos, pero claro, poco pintaban la mujer y el hijo en aquel hogar. A veces Theo se alegraba de haberse ido. Se imaginó con un perro de pequeño o de adolescente, que ahora le acompañara en sus aventuras. Quizá ir con él pusiera en peligro también al animal y le entorpeciera las huidas, pero al menos tendría compañía en sus largos momentos de soledad.

El animal ronroneó y el sonido reconfortó aún más al chico, que seguía sentado en el árbol y apoyado en el tronco. No era la más cómoda de las posturas, pero se sentía a salvo y protegido allí arriba, y eso le hacía poder respirar tranquilo. Cuando le había preguntado qué hacer cómo si la pequeña felina pudiera responderle había vuelto a sonreír al oír su maullido de respuesta. Los gatos siempre le habían parecido adorables, elegantes y astutos. Ojalá él pudiera ser más como un gato y menos como un saco de carne y huesos torpe y asocial, con tan pocas habilidades que se contaban con los dedos de las manos. Pensó que esas criaturas cambiaformas o como quiera que los llamasen eran muy afortunados. Su personalidad animal debía darles muchas cualidades, y una capacidad para esconderse o atacar que superaba con creces la de cualquier humano.

Sin embargo, a las habilidades de un mago las veía limitadas. Poderosas, pero limitadas. La magia negra parecía ser mucho más útil, las artes de los gitanos y las supuestas habilidades de criaturas a las que llamaban vampiros y licántropos. Todos parecían tan poderosos y audaces que un brujo que no podía apenas controlar su magia como Theodore era bastante mediocre en comparación. Pero él se conformaba, y daba gracias que era eso y no un simple humano, pues en ese caso se consideraría el ser humano más inútil de París, o del mundo. A si mismo, para colmo.

El disparo sobresaltó a ambos, y Theo se agarró a la rama con la mano con los ojos muy abiertos, al tiempo que sujetaba a la gata contra su regazo intentando no presionarle la pata contra su cuerpo. Esos rufianes seguían por allí y si los encontraban estaban perdidos, absolutamente perdidos. El joven brujo miró a la gata como buscando respuestas, pero no creyó encontrar ninguna. Siempre podría recurrir a su magia de nuevo, como cuando los había cegado minutos atrás. Aunque ellos ya se conocían su cara y era bastante peligroso. A no ser que no le vieran hacerla más, claro, ya que el hecho de que le viera un simple gato no iba a exponer su condición como brujo. Cerrando los ojos, escuchó como se aproximaban hacia allí, sabe dios si los habrían visto desde lejos y por eso disparaban. Pensando rápido, Theo se fijó en unos árboles y concentrándose hizo una ilusión para que pareciera que empezaban a arder. Pronto pudo mantener una barrera de fuego que sin duda haría retroceder a los cazadores, visto el humo y las llamas que Theo había podido poner. Se bajó del árbol con cierta torpeza y con el gato en los brazos, y salió corriendo en dirección contraria al fuego. En cuestión de minutos su ilusión desaparecería, así que lo mejor era darse prisa. El chico miró al gato, como consciente de pronto de que le había revelado a un ser vivo su mayor secreto. Sintiéndose estúpido, se llevó el dedo índice a los labios mientras lo miraba, tontería que le hizo tropezar al no mirar por donde iba. Menudo mago estaba hecho.


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