AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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[...] Famoso en las canciones | Libre
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[...] Famoso en las canciones | Libre
La nana poco a poco fue desvaneciéndose a mis oídos al igual que a los demás mientras seguía meciendo a la bella criatura que tenia en brazos con mucho cuidado. May Délvheen había abierto mis ojos hasta puntos insospechables. No todos tenían la suerte de tener un padre o una madre. Tal vez si tenían la suerte de tener un tutor pero eso no les garantizaba el amor que un niño o un adolescente necesitaba para crecer. Con un suspiro de alivio vi como Isaac, el niño que las encargadas me habían dejado dormir, respiraba de una manera más pesada y sus pestañas ya no se movían atormentados por la fase inicial de un sueño poco profundo -Eso es pequeño mío, duerme- me recordaba tanto a Răzvan que todo mi corazón se lleno de una sensación cálida que muchas veces había experimentado en mis treinta años de vida. El beso de buenas noches había sido algo primordial en la vida de mis tres herederos así que me incline sobre Isaac y le di un beso en la frente antes de levantarme y caminar con él hacia su cama. Pesaba mucho para un niño de dos años, sí, pero eso no era nada comparado con la felicidad que había en sus ojos antes de dormirse. Pocos hombres y mujeres de clase alta sabían lo gratificante que era ayudar a la gente. Tal vez por ello era una vendida, me vendía en actos de caridad para poder sentir la gratificación de mi conciencia pero no solo vendía los actos de caridad; la mayoría de las veces vendía mi corazón también siendo esa la gran diferencia que hacia de mi más humana que de las demás -Cuiden de él por favor. Mañana probablemente vuelva. Hablare con mis contables para que donen una suma generosa a este centro- hablaba sin mirar a la señorita que se había posicionado al lado. Mi mirada estaba fija en Isaac y mis manos le cubrían con la manta para hacer sus temblores de frio más llevaderos. A veces me preguntaba porque Dios podía permitir que su propia progenie pasase por el infierno que estaba pasando, pero no obtenía respuesta alguna. Había muchas cosas que Dios hacia y que yo no entendía. Ciertamente, tampoco era una buena ortodoxa, junto a mi marido nos habíamos saltado todos los mandatos y nos había importado bien poco el castigo divino cuando el placer y la lujuria ocupaban nuestros sentidos.
Sonreí ante ese pensamiento y me despegue del niño para mirar a la mujer. No volví a hacer ninguna observación pues ya las había echo todas durante todo el día pero no por ello aparte la vista de su verde mirada. Todos los integrantes de las clases bajas creían que no había personas buenas ahí en los salones de bailes donde muchos no podían acceder pero se engañaban amargamente -Buenas noches- musité cuando deje bastante claro con mi actitud que no iba a permitir que me tomasen por lo que no era y luego me dirigí hacia la demacrada puerta por la que entraba el aire frio de la noche. Tome la chaqueta que había dejado en el perchero y me puse los guantes con bastante rapidez para luego salir. Monique mi acompañante había desistido hacia horas de quedarse conmigo pues según sus palabras estar en el carruaje era mucho mejor. Sin duda era ella la más burguesa que yo o cualquiera de mis empleados. No sabia si se le podía permitir por ser francesa o no pero sin duda me molestaba enormemente. A pesar de que los franceses no tenían nada malo ellos muchas veces podían ser demasiado quisquillosos incluso para la vida que llevaba una baronesa en Rumania. Ahí las condiciones eran más duras y no por pertenecer a una clase con un poco más de dinero se hacía más llevadero que a los demás. Nada teníamos en común todos los barones de distintos países. Al final con un suspiro mire hacia delante
El viento se hacia helado pero no rechiste sino que agarre los mechones que se me soltaban del moño y seguí mi caminata por las calles hasta la principal donde me esperaba Constantin con el carruaje. Estaba muy cerca de llegar hasta que una melodía me distrajo, me pare en seco nada más escucharla y di una vuelta a mi alrededor intentando adivinar de que dirección venia la canción. Estaba cerca, muy cerca ¡La sentía! Enseguida cambie el rumbo de mis pasos y fui corriendo entre los callejones a la busca de dicha melodía encantadora de serpientes. No podía ser otra que la de los gitanos por los matices de la melodía pero era tan bonita que tenia que estar ahí y escucharla en primera fila. La oscuridad de las calles no me ayudaron nada y cuando la melodía ceso seguí corriendo pero ya era demasiado tarde. Me había perdido en el laberinto Parisino próximo al orfanato pero sin duda alguna lo que más sentía dentro del alma era la tristeza de no haber podido acercarme demasiado para disfrutar de tal embriagadora melodía.
Sonreí ante ese pensamiento y me despegue del niño para mirar a la mujer. No volví a hacer ninguna observación pues ya las había echo todas durante todo el día pero no por ello aparte la vista de su verde mirada. Todos los integrantes de las clases bajas creían que no había personas buenas ahí en los salones de bailes donde muchos no podían acceder pero se engañaban amargamente -Buenas noches- musité cuando deje bastante claro con mi actitud que no iba a permitir que me tomasen por lo que no era y luego me dirigí hacia la demacrada puerta por la que entraba el aire frio de la noche. Tome la chaqueta que había dejado en el perchero y me puse los guantes con bastante rapidez para luego salir. Monique mi acompañante había desistido hacia horas de quedarse conmigo pues según sus palabras estar en el carruaje era mucho mejor. Sin duda era ella la más burguesa que yo o cualquiera de mis empleados. No sabia si se le podía permitir por ser francesa o no pero sin duda me molestaba enormemente. A pesar de que los franceses no tenían nada malo ellos muchas veces podían ser demasiado quisquillosos incluso para la vida que llevaba una baronesa en Rumania. Ahí las condiciones eran más duras y no por pertenecer a una clase con un poco más de dinero se hacía más llevadero que a los demás. Nada teníamos en común todos los barones de distintos países. Al final con un suspiro mire hacia delante
El viento se hacia helado pero no rechiste sino que agarre los mechones que se me soltaban del moño y seguí mi caminata por las calles hasta la principal donde me esperaba Constantin con el carruaje. Estaba muy cerca de llegar hasta que una melodía me distrajo, me pare en seco nada más escucharla y di una vuelta a mi alrededor intentando adivinar de que dirección venia la canción. Estaba cerca, muy cerca ¡La sentía! Enseguida cambie el rumbo de mis pasos y fui corriendo entre los callejones a la busca de dicha melodía encantadora de serpientes. No podía ser otra que la de los gitanos por los matices de la melodía pero era tan bonita que tenia que estar ahí y escucharla en primera fila. La oscuridad de las calles no me ayudaron nada y cuando la melodía ceso seguí corriendo pero ya era demasiado tarde. Me había perdido en el laberinto Parisino próximo al orfanato pero sin duda alguna lo que más sentía dentro del alma era la tristeza de no haber podido acercarme demasiado para disfrutar de tal embriagadora melodía.
Adina Meniuc- Realeza Rumana
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Re: [...] Famoso en las canciones | Libre
La oscura noche se mostraba fría y solitaria por esos lugares, de ser humana sus pies se congelarían ante semejante frió pero por suerte no lo era. Habia salido de su sueño buscando un niño en esta oportunidad, la sangre de los mas jóvenes era la mas preciada por ella porque contenía mucha vida.
El orfanato estaba lleno de vida y de jóvenes corazones dispuestos a luchar por mantener su ritmo, su constante latido.
_Solo espero poder tener tiempo para recorrer un poco el lugar_ pensaba Elvira porque siempre por las noches la guardia era demasiado molesta. Las damas que cuidaban de los niños solían pasarse continuamente por los pasillos no permitiendo deambular libremente en busca del alimento vital de todo vampiro.
Penetró en el orfanato por una de las ventanas del ala este la que tenia los postigos avejentados ya y de inmediato percibió el martilleo latente de esos corazones. _Que placer_ suspiró mientras se adentraba un poco mas en el lugar dejando espacio a aguzar mas sus oídos en busca de cualquier peligro que pudiera presentarsele.
Caminó con paso decidido hasta los vestuarios de las cuidadoras en busca de un atuendo mas apropiado al lugar, esa noche no estaba vestida de enfermera ni nada similar, llevaba puesto un corsét negro con una falda que cubría sus piernas, con zapatos de tacón y guantes de seda. Algo festivo para estos lugares pero no para la taberna que frecuentaba al otro lado de la ciudad.
Localizó en vestuario, entró y sacó de una de las perchar un atuendo parecido al que usaban las del lugar, ató su cabello y salio a recorrer ya mas tranquila por el reciento observando el interior de cada habitación tal cual lo hacían el resto de sus "compañeras de trabajo". Pensar en ello le dio gracia porque no sentía amor por los niños, es mas, se le presentaban como una molestia generalmente. Sus berrinches, llantos y demás eran cosas que no comprendía. No recordaba si había sido así aun cuando era humana, de eso ya hacia mucho tiempo ya... pero quería creer que no era así.
Entró en una de las habitaciones donde todos los niños dormían plácidamente. Encontró que todos estaban enfermos, esa sala era casi una enfermería, se podría decir. Al parecer el invierno había dejado algunas secuelas en los niños y había disipado entre ellos enfermedades como la gripe, bronquitis y demás y algunos se notaban ya demasiado pálidos por causa de ellas. Observó de repente a una de las niñas acostada en una cama, tenia cabellos oscuros y largos, recién peinados parecían. Antes que nada probaría su sangre para acallarla, no tenía interés alguno en despertarla y alertar con sus gritos al resto de los niños de allí.
Se acercó a la cama y luego de un beso pequeño en el cuello de la niña dijo _Buenas noches corazón _ y desgarró con sus colmillos levemente hasta sentir la sangre fluyendo por su garganta. Sangre joven y el típico golpeteo de un corazón pequeño. La niña se movió un poco pero no logró articular palabras o gritos. Apenas se desmayó Elvira la tomó en sus brazos y salió por la puerta de la habitación hasta llegar nuevamente a la ventana con postigo por donde ingresó. Aun tenia sangre la niña pero era mejor sacarla de lugar ahora ya que luego iba a tener que ocultar su cuerpo. Tomó una sabana antes de salir, enroscó a la niña en ella y la llevó sobre ella , como aferrada a su cuello, como si se tratara de madre e hija y la niña parecía dormida.
Ya fuera del recinto, comenzó a cantar una canción que solían cantar las madres a sus hijos en Épocas en que ella era aun pequeña. Quiza por diversión, quizá por sentirse satisfecha o vaya a saber uno porqué. Lo que menos pensó es que alguien podía escucharla. Que alguien podía estar en las cercanías. No lo había pensado...
El orfanato estaba lleno de vida y de jóvenes corazones dispuestos a luchar por mantener su ritmo, su constante latido.
_Solo espero poder tener tiempo para recorrer un poco el lugar_ pensaba Elvira porque siempre por las noches la guardia era demasiado molesta. Las damas que cuidaban de los niños solían pasarse continuamente por los pasillos no permitiendo deambular libremente en busca del alimento vital de todo vampiro.
Penetró en el orfanato por una de las ventanas del ala este la que tenia los postigos avejentados ya y de inmediato percibió el martilleo latente de esos corazones. _Que placer_ suspiró mientras se adentraba un poco mas en el lugar dejando espacio a aguzar mas sus oídos en busca de cualquier peligro que pudiera presentarsele.
Caminó con paso decidido hasta los vestuarios de las cuidadoras en busca de un atuendo mas apropiado al lugar, esa noche no estaba vestida de enfermera ni nada similar, llevaba puesto un corsét negro con una falda que cubría sus piernas, con zapatos de tacón y guantes de seda. Algo festivo para estos lugares pero no para la taberna que frecuentaba al otro lado de la ciudad.
Localizó en vestuario, entró y sacó de una de las perchar un atuendo parecido al que usaban las del lugar, ató su cabello y salio a recorrer ya mas tranquila por el reciento observando el interior de cada habitación tal cual lo hacían el resto de sus "compañeras de trabajo". Pensar en ello le dio gracia porque no sentía amor por los niños, es mas, se le presentaban como una molestia generalmente. Sus berrinches, llantos y demás eran cosas que no comprendía. No recordaba si había sido así aun cuando era humana, de eso ya hacia mucho tiempo ya... pero quería creer que no era así.
Entró en una de las habitaciones donde todos los niños dormían plácidamente. Encontró que todos estaban enfermos, esa sala era casi una enfermería, se podría decir. Al parecer el invierno había dejado algunas secuelas en los niños y había disipado entre ellos enfermedades como la gripe, bronquitis y demás y algunos se notaban ya demasiado pálidos por causa de ellas. Observó de repente a una de las niñas acostada en una cama, tenia cabellos oscuros y largos, recién peinados parecían. Antes que nada probaría su sangre para acallarla, no tenía interés alguno en despertarla y alertar con sus gritos al resto de los niños de allí.
Se acercó a la cama y luego de un beso pequeño en el cuello de la niña dijo _Buenas noches corazón _ y desgarró con sus colmillos levemente hasta sentir la sangre fluyendo por su garganta. Sangre joven y el típico golpeteo de un corazón pequeño. La niña se movió un poco pero no logró articular palabras o gritos. Apenas se desmayó Elvira la tomó en sus brazos y salió por la puerta de la habitación hasta llegar nuevamente a la ventana con postigo por donde ingresó. Aun tenia sangre la niña pero era mejor sacarla de lugar ahora ya que luego iba a tener que ocultar su cuerpo. Tomó una sabana antes de salir, enroscó a la niña en ella y la llevó sobre ella , como aferrada a su cuello, como si se tratara de madre e hija y la niña parecía dormida.
Ya fuera del recinto, comenzó a cantar una canción que solían cantar las madres a sus hijos en Épocas en que ella era aun pequeña. Quiza por diversión, quizá por sentirse satisfecha o vaya a saber uno porqué. Lo que menos pensó es que alguien podía escucharla. Que alguien podía estar en las cercanías. No lo había pensado...
Sybelle*- Humano Clase Alta
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Re: [...] Famoso en las canciones | Libre
Me había visto sumergida en mis propios pensamientos mientras intentaba ir de vuelta hacia el orfanato para luego volver a tomar el camino que me iba a conducir al carruaje pero esa dulce melodía, esa cancióncita, me había hechizado. No sabia como quitarla de mi cabeza ni como poner fin a mis reacciones corporales. El estremecimiento era muy frecuente en mi persona pero nunca me había calado tan hondo nunca. Nunca se me había puesto la piel de gallina incluso con el roce del viento. La melodía había dejado tal rastro en mi que me había trasportado al pasado, a un pasado que no estaba segura de si volvería a reconocer o no -¡Oh Adina!- me reñí a mi misma en un susurro mientras llegaba a unas calles un poco más iluminadas que ya me iban sonando algo más. El camino principal luego se iba dividiendo en dos callejones peores iluminados y estrechos de modo que no estaba segura si debía de aventurarme o no.
Estuve indecisa mirando las dos partes hasta que escuche los pasos de una persona. Una mujer apareció ante mi con una criatura que parecía estar dormida plácidamente en sus brazos. La imagen me encogió el corazón de dulzura y no pude evitar sonreír. Yo también había sujetado a mis hijos en brazos al igual que lo hacia ella en ese momento pero desgraciadamente ya eran demasiado grandes como para querer ser cogidos e incluso darles un beso sin presenciar un escenario de quejas injustas -Espere a ver cuando crezca. Seguramente no deseara dejarse coger en brazos así nunca más- susurré en mi torpe Francés aun con la cara sonriente hasta que una idea me cruzo el pensamiento. Me quede un segundo en silencio antes de volver a hablar esta vez con la voz un poco más llena de emoción -¿Usted cantaba hace poco?- el corazón se me hincho de esperanza. Estaba preparada a soltarle todo un discurso pues esa canción de nana la cantaban las madres gitanas a sus hijos en mi país y la madre de Constantin nos la había cantado en alguna ocasión a los dos cuando solo éramos unos chiquillos de brazos. Una mirada de nostalgia se cruzo por mi rostro y me acerque un paso más a la mujer. Solo un poco más para no sentirme tan sola como tantas veces lo solía hacer -Había una canción, una dulce melodía que me embriago. Esa canción la solía cantar la madre de mi hermanastro y nos la canto en una ocasión a los dos siendo yo la uncía de los hijos de mi padre que lo acepto sin reservas- omití el hecho de que él era medio gitano. Una deshonra para muchos pues no para mi ya que me había servido mejor que cualquier soldado. Me había servido como hermano, como amigo, como protector y como fiel compañero de viaje. Por el mismo camino iban nuestros hijos pero mucho me temía del hecho de que mis dos hijos se habían quedado prendados con la belleza exótica de su hija y yo poco podía hacer para evitar que en un futuro hubiese una pelea por una damisela medio gitana.
En un futuro ... ¿como podía pensar en el futuro cuando me quedaba poco? Demasiado poco del disfrutar. Seguramente no iba a llegar a ver esa pelea y tampoco a mis hijos más grandes con las hormonas revueltas. Era tan cruda la realidad y tan injusta que no sabia como expresarlo. Me mordí el labio para volver al presente y me acerque otro paso hacia la mujer ¿Era civilizado acercarse tanto en París? En Constanta no pasaba nada porque una mujer se acercase tanto pero claro, a mi no me solían rechistar porque la gran mayoría no eran nobles pues seguía siendo una ciudad secundaria tras Bucarest aunque tenia muchas mas cosas interesantes. -¿Puedo ver a la criatura?- pregunté esta vez por cortesía sin volver a avanzar ningún paso. Aunque yo debía de irme algo me empujaba a no hacerlo. No tenia ganas para enfrentarme a la mirada de reproche de Monique y tampoco tenia ganas de ver la mirada curiosa de Constantin sobre mi así como su viva preocupación.
Tenia el presentimiento de que pronto toda esa preocupación por mi iba a acabar y que no volverían a sentirla nunca. No sabia porque ni como pero todo se iba a solucionar y estaba segura que la muerte no tenia nada que ver esta vez. El cáncer estaba avanzando pero todo se iba a solucionar antes de que el pudiese destruirme por completo como lo había hecho con tantas mujeres de mi familia. Una sonrisa boba asomo mis labios y espere con ferviente esperanza que mi voz interior tuviese la razón esta vez. Estaba deseosa de ver el final de un crudo cuento de terror.
Estuve indecisa mirando las dos partes hasta que escuche los pasos de una persona. Una mujer apareció ante mi con una criatura que parecía estar dormida plácidamente en sus brazos. La imagen me encogió el corazón de dulzura y no pude evitar sonreír. Yo también había sujetado a mis hijos en brazos al igual que lo hacia ella en ese momento pero desgraciadamente ya eran demasiado grandes como para querer ser cogidos e incluso darles un beso sin presenciar un escenario de quejas injustas -Espere a ver cuando crezca. Seguramente no deseara dejarse coger en brazos así nunca más- susurré en mi torpe Francés aun con la cara sonriente hasta que una idea me cruzo el pensamiento. Me quede un segundo en silencio antes de volver a hablar esta vez con la voz un poco más llena de emoción -¿Usted cantaba hace poco?- el corazón se me hincho de esperanza. Estaba preparada a soltarle todo un discurso pues esa canción de nana la cantaban las madres gitanas a sus hijos en mi país y la madre de Constantin nos la había cantado en alguna ocasión a los dos cuando solo éramos unos chiquillos de brazos. Una mirada de nostalgia se cruzo por mi rostro y me acerque un paso más a la mujer. Solo un poco más para no sentirme tan sola como tantas veces lo solía hacer -Había una canción, una dulce melodía que me embriago. Esa canción la solía cantar la madre de mi hermanastro y nos la canto en una ocasión a los dos siendo yo la uncía de los hijos de mi padre que lo acepto sin reservas- omití el hecho de que él era medio gitano. Una deshonra para muchos pues no para mi ya que me había servido mejor que cualquier soldado. Me había servido como hermano, como amigo, como protector y como fiel compañero de viaje. Por el mismo camino iban nuestros hijos pero mucho me temía del hecho de que mis dos hijos se habían quedado prendados con la belleza exótica de su hija y yo poco podía hacer para evitar que en un futuro hubiese una pelea por una damisela medio gitana.
En un futuro ... ¿como podía pensar en el futuro cuando me quedaba poco? Demasiado poco del disfrutar. Seguramente no iba a llegar a ver esa pelea y tampoco a mis hijos más grandes con las hormonas revueltas. Era tan cruda la realidad y tan injusta que no sabia como expresarlo. Me mordí el labio para volver al presente y me acerque otro paso hacia la mujer ¿Era civilizado acercarse tanto en París? En Constanta no pasaba nada porque una mujer se acercase tanto pero claro, a mi no me solían rechistar porque la gran mayoría no eran nobles pues seguía siendo una ciudad secundaria tras Bucarest aunque tenia muchas mas cosas interesantes. -¿Puedo ver a la criatura?- pregunté esta vez por cortesía sin volver a avanzar ningún paso. Aunque yo debía de irme algo me empujaba a no hacerlo. No tenia ganas para enfrentarme a la mirada de reproche de Monique y tampoco tenia ganas de ver la mirada curiosa de Constantin sobre mi así como su viva preocupación.
Tenia el presentimiento de que pronto toda esa preocupación por mi iba a acabar y que no volverían a sentirla nunca. No sabia porque ni como pero todo se iba a solucionar y estaba segura que la muerte no tenia nada que ver esta vez. El cáncer estaba avanzando pero todo se iba a solucionar antes de que el pudiese destruirme por completo como lo había hecho con tantas mujeres de mi familia. Una sonrisa boba asomo mis labios y espere con ferviente esperanza que mi voz interior tuviese la razón esta vez. Estaba deseosa de ver el final de un crudo cuento de terror.
Adina Meniuc- Realeza Rumana
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Re: [...] Famoso en las canciones | Libre
Estas cosas no pasaban normalmente, solía beber de las jóvenes pieles, de alimentarse en general de hombres comunes con pecados simples, disfrutaba mucho mas de beber de la codiciosa sangre del malvado, pero esta noche había atentado contra la vida de una criatura que no tenia ni cinco años cumplidos. No por venganza ni ganas de tener una hija a su lado, algo que la vida le había arrebatado en el momento en que abandonó su casa para adentrarse en las sombras de un burdel, entregándose su moral y honra a cualquier hombre que dejara unas pocas monedas para sobrevivir del calvario al cual la sentenciaron después de negar el casamiento con un hombre que la iba a hacer poco feliz porque no lo amaba, porque solo buscaba su descendencia, la continuidad de su linaje, de su apellido, para trascender. Esas cosas poco me interesaban entonces, la triste realidad es que sí deseaba tener hijos, hijos de manos del amor, de manos de la necesidad de cariño y no para continuar un linaje por el que dirán.
La sangre de esta niña afectaba a mis sistemas, estaba feliz de recibir su sangre, pero posiblemente no hubiera podido matarla aunque me lo propusiera, en esa pequeña pude ver mi ingenuidad de niña, pude ver el cariño que me generaba y no podía mas que remitirme a mi triste sueño anclado en el tiempo. Que mas podía hacer? Cuidar de ella era lo mínimo que me hubiera gustado, podría mantenerla? Quizá si, con ayuda de alguna ayudante que me diera una mano con el cuidado de la niña de día, quizá una tutora, o una feliz sirvienta que estuviera en las mismas condiciones que yo. Una sirvienta necesitada de afecto. Yo no podía serle de utilidad en el día, no podría llevarla al parque, ni enseñarle el mundo con ojos de humana, eso ya no estaba en mis posibilidades. Valía la pena probar, y que si no funcionaba?
Esto estaba decidiendo con la mirada perdida en el camino y los versos de esa nana que no solo me habían cantado varias veces sino también la había tarareado para otros niños cuando pasé cierto tiempo trabajando en un hospital como enfermera para obtener alimento de forma gratuita o sangre de pacientes a los cuales se les extrajo previamente, porque antes no me hubiera animado a probar sangre de un humano ni por remota idea. Se me hacia imposible beber de humanos, por miedo a matarlos, por deshonra a sus vidas, por respeto a la decisión que a mi no se me dio. Por muchos años había trabajado en el hospital de un pueblo, la gente era intervenida quirurgicamente a menudo por serias afecciones de la época, la cirugía era algo inventivo, totalmente novedoso. Mucha sangre circulaba en frascos de los pacientes a los cuales se le extraía para tratar de sanar otros. Mucha gente parecía muerta sin estarlo, y para ellos también yo era quien tomaba las sobras de vida que aun le quedaban, a pesar que no era mucha me bastaba para sobrevivir. Esas habían sido épocas tormentosas, que quería olvidar con otras tantas, ser mujer no era fácil en estas sociedades machistas.
Tan perdida estaba en mis pensamientos que no note el acercamiento de una mujer morocha, de ojos oscuros y profundos, rasgos de Europa sin duda, rasgos que denotaban autoridad ademas de sensualidad implícita. Disimulé un susto, aunque no debería haberlo hecho porque siendo humana me podía dar el privilegio de la sorpresa, aunque no siendo la clase de monstruo que era ahora.
La observé con ojos ensoñados mientras me consultaba sobre la melodía que hace instantes había cantado para la niña.
-Si era yo quien cantaba, esa nana tan bella, la conoce usted también?- sonreí mientras contaba sus recuerdos sobre el origen del cual conocía ese tema. Su mente divagaba en bellos recuerdos, ella desconocía por suerte mi naturaleza. Giré a la niña en mis brazos, era casi improbable que se despertase así que me tomó sin cuidado el bamboleo de la misma para mostrarle su rostro. Me pregunte que haría una mujer allí, sola.
-Usted trabaja aquí?- indiqué señalando el orfanato de paredes desgastadas y sin pintura
La sangre de esta niña afectaba a mis sistemas, estaba feliz de recibir su sangre, pero posiblemente no hubiera podido matarla aunque me lo propusiera, en esa pequeña pude ver mi ingenuidad de niña, pude ver el cariño que me generaba y no podía mas que remitirme a mi triste sueño anclado en el tiempo. Que mas podía hacer? Cuidar de ella era lo mínimo que me hubiera gustado, podría mantenerla? Quizá si, con ayuda de alguna ayudante que me diera una mano con el cuidado de la niña de día, quizá una tutora, o una feliz sirvienta que estuviera en las mismas condiciones que yo. Una sirvienta necesitada de afecto. Yo no podía serle de utilidad en el día, no podría llevarla al parque, ni enseñarle el mundo con ojos de humana, eso ya no estaba en mis posibilidades. Valía la pena probar, y que si no funcionaba?
Esto estaba decidiendo con la mirada perdida en el camino y los versos de esa nana que no solo me habían cantado varias veces sino también la había tarareado para otros niños cuando pasé cierto tiempo trabajando en un hospital como enfermera para obtener alimento de forma gratuita o sangre de pacientes a los cuales se les extrajo previamente, porque antes no me hubiera animado a probar sangre de un humano ni por remota idea. Se me hacia imposible beber de humanos, por miedo a matarlos, por deshonra a sus vidas, por respeto a la decisión que a mi no se me dio. Por muchos años había trabajado en el hospital de un pueblo, la gente era intervenida quirurgicamente a menudo por serias afecciones de la época, la cirugía era algo inventivo, totalmente novedoso. Mucha sangre circulaba en frascos de los pacientes a los cuales se le extraía para tratar de sanar otros. Mucha gente parecía muerta sin estarlo, y para ellos también yo era quien tomaba las sobras de vida que aun le quedaban, a pesar que no era mucha me bastaba para sobrevivir. Esas habían sido épocas tormentosas, que quería olvidar con otras tantas, ser mujer no era fácil en estas sociedades machistas.
Tan perdida estaba en mis pensamientos que no note el acercamiento de una mujer morocha, de ojos oscuros y profundos, rasgos de Europa sin duda, rasgos que denotaban autoridad ademas de sensualidad implícita. Disimulé un susto, aunque no debería haberlo hecho porque siendo humana me podía dar el privilegio de la sorpresa, aunque no siendo la clase de monstruo que era ahora.
La observé con ojos ensoñados mientras me consultaba sobre la melodía que hace instantes había cantado para la niña.
-Si era yo quien cantaba, esa nana tan bella, la conoce usted también?- sonreí mientras contaba sus recuerdos sobre el origen del cual conocía ese tema. Su mente divagaba en bellos recuerdos, ella desconocía por suerte mi naturaleza. Giré a la niña en mis brazos, era casi improbable que se despertase así que me tomó sin cuidado el bamboleo de la misma para mostrarle su rostro. Me pregunte que haría una mujer allí, sola.
-Usted trabaja aquí?- indiqué señalando el orfanato de paredes desgastadas y sin pintura
Sybelle*- Humano Clase Alta
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