La noche del chocolate

Le observe con detenimiento, fijándome por primera vez en aquellas curvas, ahora ensuciadas de chocolate, para elevar la mirada poco a poco hacia arriba, fijándome en sus clavículas y en su fino cuello, para terminar observando aquellos labios carnosos y luego esa mirada felina, que me dejo absorto, como si no pudiese centrar mi atención en otra cosa.

¿..?
Oh...¿Que?....¿Que que pienso?...

Lo cierto es que no sabia del todo en que demonios estaba pensando, me había quedado un tanto hipnotizado con ella.
Después de todo, seguia encima de mi, y ahora solo vestida con el corsé...y el chocolate.


....
pensaba en que eres realmente hermosa...Creo que nunca te lo había dicho, indique ladeando el rostro, sonriendo, Sin poder evitar acercar un dedo a su escote y reseguirlo con rapidez para sacar parte del chocolate derretido.

Ademas, sabes bien. Indique bromeando mientras llevaba el dedo a mis labios, riendo cual niño pequeño.

Niño goloso...

Reí meneando la cabeza y estrechando mis ojos, carcajeando luego, recordando sus palabras. Apoyé mi mentón sobre su pecho y con mi mano derecha reseguí los contornos de su rostro alargado, sonriendo con cierta nostalgia y una pizca de ilusión en mis ojos abiertos de par en par como ventanas que ofrecían ante él, la visión de mi mundo interno.

Nunca me habían dicho algo tan bonito como ésto... Gracias, Diétrich.

Sonreí de medio lado, perdiéndome en su mirada por un momento de más, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba sin motivo aparente y el rubor y el nerviosismo llegaron a mi semblante como hacía tiempo que no me ocurría, irguiéndome aun sobre él, disponiéndome a abandonar aquella posición que probablemente, molestaría a mi primo.

Si quieres más, ya sabes dónde lamer...

Bromeé riendo, atorándome sin querer ante aquella mirada... casi felina.

Como es posible que no te hayan dicho algo así?...vamos Mischa...mirate, vas levantando pasiones eso seguro. Indique apoyandome en los codos, aun de espaldas, mientras le sonreia.

Pensé que Naeem... seria mas detallista, no se, que te diría esas cosas de vez en cuando... Indique con una sonrisa torcida, desviando la mirada. Iris nunca me había dicho que realmente existiese algo entre ellos, pero que ya que ellos vivían juntos tantos años, lo daba un poco por supuesto.

Entonces, cuando ella comenzó a levantarse, le sujete por los costados, aplicándole una llave para posicionarme encima suyo, sujetando sus muñecas.

Jovencita... Aquí hay un asunto sin saldar. tu me has robado el chocolate...
Lamer no es suficiente...
Indique sonriendo perversamente antes de soltar sus muñecas y llevar mis manos a sus costados, hundiendo mis dedos en sus costillas para matarla a cosquillas, mientras entre el forcejeo nos íbamos embadurnando de aquel chocolate derretido entre carcajadas y algún que otro intento de placaje.

Negué con la cabeza y despegué mis labios para responder a sus comentarios sobre Naeem, pero entonces él impidió mis movimientos y quedé atrapada bajo su cuerpo, empezando así, un juego de a ver quién era más hábil para escapar del otro, terminando cubiertos de chocolate y con las risas como la única melodía que podía escucharse en aquella casa en penumbra.

¿Y ya está? ¿Cosquillas es lo único que sabes hacerme? ¡Oh, vamos, demuestra que eres mi mentor! Naeem es mucho más fuerte y flexible que tú, me temo...

Reía, intentando proporcionarle un reto, algo que le empujara a querer venganza y así alargar aquél juego infantil del que no deseaba conocer fin todavía, pese a que mi agitada respiración dijera lo contrario.

Mas fuerte y flexible?....Ya quisiera. Comente de pronto un tanto quisquilloso, como si necesitara demostrarle cuan equivocada estaba, pese a que era un simple juego. Por lo que ambos rodamos y yo me posicione sobre sus muslos, sentandome como su me hubiese sentado de piernas cruzadas, salvo que en esta ocasion, sus piernas quedaban atrapadas por las mias, riéndonos mientras ella intentaba atrapar mis muñecas y yo le esquivaba.

Así que retando a tu maestro eh?
Y luego soy yo el hereje! Bromee esquivando sus manos mientras acercaba las mias hacia su escote, deslizando mis dedos por el, aun robandole chocolate, a pesar que yo estaba mas embadurnado ahora que ella. Pero entonces, ante su descuido, logre acercarme lo suficiente a su cuello descuidado para darle un rápido lameton, relamiendome y riendo al ver su gesto, que parecía de indignación, vergüenza y ganas de venganza.

¿qué?...
¿Que vas a hacer? ¿eh? jejeje Me reí, retándola en broma, pues le llevaba ventaja.

¿Que qué te haré? ¡De todo!

Exclamé riendo, forecejeando contra él, tirándome de la ropa de sus hombros hasta que, usando toda la fuerza que disponía junto con la habilidad de mis piernas que a su vez le empujaban hacia arriba, logré alzarle un segundo, suficiente para que éste cayera con su espalda anclada al suelo, mis piernas enredadas aun en las suyas y ahora, yo me encontraba sobre él, buscando sus muñecas para evitar que me tocara, sonriéndole triunfante, dejando que la cortina de mi cabello rozase su rostro.

¿Y ahora qué? Reté al Maestro y vencí... ¿cómo vais a castigarme ahora? Ahora estáis a mi merced... jejeje

Apunté, vengándome de su lametón casi del mismo modo, pues acerqué mi boca a su cuello para, en su contra, morderle un tanto fuertemente, alzando luego al mirada hasta que nuestros ojos se encontraron en la oscuridad...

Arquee un tanto la espalda ante aquel mordisco. Sus dientes se habían anclado a mi cuello de una forma fiera....y a su vez de forma agradable...
¿Como era posible que un mordisco fuera grato? Sentí que me estremecía.

Castigarte... Debería darte un par de azotes. comente bromeando, antes de que nuestros ojos se encontraran. Podia sentir su torax sobre mi pecho, y su cuerpo en tensión encima de mi...
Movi la cabeza para negar, riendo divertido.

Nunca hay que fiarse del enemigo...Este siempre puede tener un as bajo la manga...Indique alzando un poco la cadera, y alzandola a ella junto con aquel movimiento. Ella enseguida anclo sus piernas a las mias, pero eso no era mas que para distraerla, pues en cuanto su atencion se centraba en ese movimiento, yo aprovechaba para soltar mis muñecas y rodearla con mis brazos, apretandola contra mi pecho fuertemente en un "abrazo trampa", desestabilizandonos y quedando ambos en posicion fetal, ella encerrada por mis brazos, yo encerrado en sus piernas.
ambos con los cabellos en desorden sobre nuestros rostros, a carcajadas. Intente soplar mis cabellos para hacerlos a un lado, lograndolo al quinto intento, viendo asi que tenia su rostro a escasos centimetros del mio. algo que no esperaba que me quitase el aliento.

...
Y ...¿ahora que?....Estas atrapada... Tragué saliva, porque aunque no tuviese sentido alguno, el que sentía atrapado ...era yo.

Alcé mi mentón para mirarle con mis ojos abiertos de par en par y un centello en ellos que pareció cortar la respiración de Diétrich. Sonreí de medio lado, moviéndome levemente para acercarme aun más a él, propiciando una serie de roces de nuestras respectivas anatomías que de algún modo, pareció encender una chispa entre nosotros, una idea, sin duda, descabellada y que probablemente había malinterpretado, por lo que me concentré en mi objetivo: vencerle. Porque... ¿era ese, verdad?

- Atrapada, ¿eh? -repetí riendo, compartiendo ahora la misma respiración que él debido a mi extrema cercanía con su rostro y el resto de su cuerpo.- Si no fueras mi primo, me hubiera liberado a los tres segundos de la ejecución de tu llave.- añadí ante su mirada interrogante, queriendo explicarme entonces con calma y sosiego, dulcificando incluso mi voz, bajándola a un tono más suave a medida que hablaba.- Ya sabes... Una caricia... - susurré pasando mi mano por su pecho hasta llegar, lentamente hasta su hombro derecho.- Un gesto sensual... -proseguí, mordiéndome el labio inferior mientras una sonrisa traviesa cruzaba mi semblante.- Una provocación...- continué, deslizando mi mano izquierda hacia mi espalda para deshacer el nudo que mantenía mi corsé atado, sintiendo cómo éste cedía varios centímetros y mi escote se pronunciaba más aun.- Y finalmente, el toque de gracia...- añadí, acercándome a su boca para detenerme a un milímetro de que nuestros labios se rozaran siquiera, sonriéndole victoriosa.- Aquí es cuando mi carcelero bajaría la guardia y yo volvería a ser... libre.- le dije, manteniendo aquella cercanía sin mover ni un ápice de mis músculos.- ¿Y bien? ¿Vas a soltarme o debo poner en práctica mis trucos?- reí.

Note la mandíbula tensa, así como mis brazos que aun le rodeaban, sin embargo no deje de observar sus ojos en ningún instante, pudiendo sentir su aliento sobre mis labios..

Es un juego perverso aquel...Y peligroso sin duda...Indique en voz baja sobre sus labios.
Lo cierto es que a todos nos habían enseñado aquellas "técnicas". Eran una forma de distracción con un oponente,-normalmente del sexo opuesto- que solía salir bien casi siempre, aunque a mi me enorgullecía pensar que aquellos trucos no funcionaban conmigo, y digo enorgullecía, en pasado...porque ahora podía notar como mis brazos se habían relajado ligeramente, un detalle sin importancia que podría haber significado mi fin en otra situación.

Asenti un tanto ceñudo.

Ese un juego peligroso...al que siempre pueden jugar dos. Indique sosegadamente ante su ligera sorpresa,solo se trata de...usar la imaginación para improvisar... indique soltando mi fuerte abrazo para transformarlo en uno protector y suave, en el que deslice mis manos por su espalda, resiguiendo con las yemas de los dedos su columna.y de utilizar lo que tienes a mano a tu favor...comente llevando mis manos a los nudos de su corsé, enredándolos en ellos para hacerlos ceder un poco mas...
Después no se debe mas que usar el factor sorpresa...Indique girándome bruscamente con ella, quedando encima suyo, aun con las manos enredadas a las cuerdas de su corsé a su espalda...para... finalmente...Empece a reseguir con mi nariz su cuello muy lentamente, para continuar por su mentón, subiendo suavemente para rozar su nariz con la mía.
...usar la distracción. Entonces tire de mis dedos para tirar de las cuerdas, abriendo de ese modo el corsé, dejando su espalda al descubierto, aunque ella seguía vestida con el.

Sonreí ante su gesto, y entonces quite mis manos de su espalda y acaricie su mejilla, relajando mis músculos y la presión que ejercía sobre ella, deslizando mi mano y mis dedos por su rostro, parando sin querer en sus labios, los cuales acaricie con las yemas de los dedos.

-Es un juego muy sucio...Y no suele acabar como uno piensa, es mejor dejarlo como ultima opción Comente sin poder reprimir una sonrisa picara y es que se suponía que el juego habia acabado,-o al menos eso pensaba- sin embargo ahora, sin quererlo, me había quedado así, encima suyo, aun prendado en su mirada, acariciando aquellos labios que de un modo u otro parecían decirme que me quedase aunque estuviesen ahora silenciosos...¿o es que empezaba a imaginar cosas? Cerré los ojos un instante y negué con la cabeza intentando aclararme.
¿que estaba pasando aqui?

- Ante situaciones extremas... soluciones extremas, cariño.- repliqué con suavidad y un tono pícaro aun en mi voz, sonriéndole sin que su gesto me incomodara lo más mínimo, despegando entonces mis labios para atrapar con los dientes la punta de su dedo que aun seguía posado sobre mi boca, torciendo mi sonrisa antes de usar mi lengua para envolver la piel de su dedo, moviéndola lentamente a su alrededor, percibiendo como su piel se erizaba y sus músculos se tensaban, usando mis manos para recorrer su pecho, mordiendo su dedo en el preciso instante en el que mis manos se aferraban a su camisa y, tirando cada una de ellas en sentido opuesto, los botones saltaron y cayeron al suelo como canicas, desperdigándose por la sala, quedando su piel al descubierto para mí y la luna que se escondía tras la única ventana que iluminaba la estancia.

Solté poco a poco su dedo aun en mi boca y con una de mi mano, lo llevé por las sendas de mi cuello, de mi clavícula, de mi escote...

- Esta es mi última opción.- añadí victoriosa.- ¿Cuál es la tuya?

Observe el recorrido de mi dedo, y como bajaba por cada recoveco de su piel, bajando por su cuello y luego hundiéndose en aquel pronunciado escote, dejándome sentir su tacto cálido y su suavidad extrema, que por un momento me hizo pensar que tocaba algo demasiado divino como para ser real.
Trague saliva, ahora ya era una realidad, no estaba pensando con la mente racional y la lógica fría de toda la vida...Estaba anonadado con Mischa.


...Que que haría ahora?...
Huir.

Ambos nos miramos, parpadeamos y reímos ante ese espontaneo comentario. algo que por un momento relajo el ambiente que se había vuelto algo tenso.
Me apoye sobre su pecho y deje que mi cabeza descansara por encima de su corazón, haciéndome sentir sus latidos.
Le rodee con mis manos y las lleve a su espalda, intentando atar a ciegas las cuerdas de su corsé, sin tener mucho éxito realmente, por lo que desistí, dejando que mis manos tocaran su espalda.

Creo que te he roto el corsé... lo repondré. comente sonriendo. ...En esta ocasión habrías ganado tu. Estarás contenta,¿verdad? a estas horas...ya solo tendrías que ocultar mi cadáver...Indique intentando volver a pensar de forma racional, y es que aun sentía aquella extraña sensación indescriptible ante su cercanía.
¿ quedaría mas chocolate en alguna parte de la casa....?

Fruncí el ceño y alcé una ceja.

- Nunca has huído de nada ni de nadie... ¿Por qué lo harías de mí?- le pedí recuperando mi tono de voz normal, buscando a tientas los cordones del corsé pero, tal y como había anunciado Diétrich, lo había roto, por lo que, aprovechando aquella posición, moví mis manos hacia su torso desnudo en una caricia lenta, quitándole la camisa en un santiamén y, poco a poco, indicarle que se irguiera lo suficiente de encima mío para que el corsé cayera sobre mis rodillas, mostrando a Diétrich la desnudez de mis senos por un momento, antes de ponerme su camisa y dejarla desabrochada, pues los botones habían saltado al arrancársela.

- ¿Sabes? Tu serías la única víctima a la que no mataría aunque me tuvieras presa en tí...- comenté en a penas un susurro, respondiendo así a sus últimas palabras dichas, guiñándole el ojo y riendo grácilmente.

Aparte la mirada cuando su corsé cayó, no queriendo incomodarla a pesar de haber visto sus curvas un instante, sin embardo, después, al escuchar sus palabras, me quede un tanto absorto, pensando en su pregunta y en sus palabras...
Sonreí e intente explicarme.

Intentaría huir de ti, porque no desearía tener que luchar contigo.
yo... Me encogí de hombros Que puedo decirte Mischa, Te quiero demasiado como para pensar siquiera en dañarte, eso te daría ventaja sobre mi. Indique sereno, llevando mis cabellos hacia atrás para después observarle con mi camisa, que le quedaba bastante grande, sobretodo de hombros. Algo que le hacia verse adorable.
Aunque entonces comprobé, que por lo que parecía, ella pensaba de forma similar, y es que ¿como pensar siquiera en dañar a un ser querido?...¿mas aun cuando era de tu familia?

Suspiré

Vas a coger frío, indique frotando sus brazos, deberíamos irnos a la cama ya...parpadee, entendiendo que esa ultima frase de algún modo u otro habia sonado un poco mal.
...
cada uno a la suya....
a dormir... Entonces desvié la mirada y alce una ceja. Cuando quería arreglar alguna cosa, solía estropearlo mas.
Creo que tanto chocolate me ha afectado al cerebro. Pensé en voz alta, entendiendo que mi cabeza me estaba jugando malas pasadas, sobretodo con mis palabras, aunque quizás tenerla allí semidesnuda y vestida con mi camisa tampoco ayudaba, quien sabe.

Le dediqué un gesto enternecedor ante sus emotivas palabras, abrazándole del cuello con fuerza para responderle con ímpetu, enredando mientras, mis dedos en sus cabellos.

- ¡Oh, Kaél, yo también te quiero!

Y de hecho, éste era nuestro primer gran problema como funcionarios de la Santa Inquisición, pues siendo ambos familia y siendo yo una condenada a manos de mi mentor, habiendo ese fuerte vínculo entre ambos sería un obstáculo para la Inquisición, que pretendía que todos sus servidores se dejaran la vida en la causa santa, dificultando esa misión cuando había sentimientos tan fuertes como los nuestros. Por ello, nuestro lazo sanguíneo había quedado en secreto ante ellos.

- Si no te conociera... pensaría que intentas proponerme hacer cosas obscenas...- bromeé, aun abrazándole fuertemente contra mí antes de distanciarme y sonreírle, posando una de mis manos sobre su mejilla a modo de despedida.- Sí, tienes razón. Naeem debe estar preocupado por mi tardanza... y hambriento, seguramente.- reí.- Te veré mañana. ¡Buenas no...!

Fruncí el ceño y suspiré, señalándole a Diétrich la ventana que quedaba tras él y que mostraba cómo una fuerte tormenta descargaba iracunda contra los cristales.

- ¿Te... importa si paso aquí la noche?- le pedí en un susurro, un tanto avergonzada y sin saber a ciencia cierta, por qué.

Diétrich asintió, conduciéndome al segundo piso de su gran residencia, indicándome una de aquellas habitaciones. Con cuidado, deslicé mis dedos por aquella puerta de papel y contemplé maravillada una sala cubierta de parqué. Frente a la puerta había un gran ventanal que ocupaba todo el muro de la habitación, y en las paredes laterales habían dos pinturas murales exquisitas, ambas de temática paisajista y cuyos colores arenosos combinaban con los de la estancia en si, como la madera, el gran elemento principal de ésta. Sobre una pequeña tarima del mismo material se encontraba un lecho casi tan grande como uno matrimonial, de sábanas blancas y con una pequeña manta roja a los pies de ésta. Flanqueando la cama se encontraban dos pequeñas mesas auxiliares con un candelabro en cada una de ellas.

Caminé descalza hasta la ventana y corrí las cortinas para inundar la estancia de oscuridad, aunque Diétrich continuaba en la puerta y la luz del pasillo iluminaba tenuemente sus facciones.

- Gracias.- añadí con dulzura, refiriéndome a su permisiva de dejarme pasar la noche en su hogar y por prestarme a su vez, su camisa, la cuál me quité en aquél momento para lanzársela a la cabeza, risueña.- ¿Vas a quedarte mirándome toda la noche o es que pretendes calentarme la cama?- seguí bromeando aun, con los brazos en jarras y caminando ahora hacia él hasta quedarme a escasos centímetros de su nariz, sin perder aquella sonrisa mía.

Le mire entrecerrando los ojos mientras acercaba un poco mas mi rostro al suyo, como si quisiera retarla otra vez
¿Calentarte la cama?...¿y luego quien me calienta la cama a mi? Nonono, no seria justo. Indique negando con la cabeza, como si aquella fuese una discusión seria.
Entonces alce el brazo para coger la camisa que me había lanzado y que se había depositado sobre mi hombro, agarrándola cuan arrugada estaba para mirarle negando, sin atreverme a bajar la mirada, incapaz de perderme en su desnudes.

Mujer, tu quieres coger una pulmonía, no? Anda, ven conmigo que te pasare algo de mi ropa…
Le tome de los hombros y le hice girarse para abrazarle por detrás, conduciéndola agarrada de ese modo, cual muñeco por delante de mi. -Asi mataba dos pajaros de un tiro, pues le abrigaba y le tapaba a la vez - Y es que me hacía gracia, pero Iris era igual que yo, le encantaba andar cómoda en casa, y yo confieso que adoraba ir descalzo, sin camisa y vestido solo con algún pantalón cómodo. Pero en una dama…como que lo de ir sin corsé y sin camisa…como que no era del todo corriente…

Así que le conduje saliendo de la habitación para caminar por el enorme pasillo hacia uno de los armarios, así que aun medio tapándole con un brazo, abrí el armario con mi mano libre, rebuscando entre la ropa mientras ella se reía, al ver lo que me costaba hacer algo tan simple como buscar ropa, debido a que le tenía a ella en medio.
Pero entonces, mientras rebuscaba, un llanto me distrajo, haciendo que girase el rostro.

Ouch…Mischa puedes esperarme un momento? Aquí tiene que haber algo, o sino en mi armario habrá algo mas abrigado…Indique depositando un beso en su hombro, soltandole con suavidad antes de caminar por el pasillo hacia la habitación de Nirvana.
Abrí la puerta y me adentre rápidamente, acercándome a su cuna para mirarle mientras ella movía sus bracitos y me miraba con aquellos enormes ojos grises reclamando atención en un llanto sosegado.

Oh mi pequeña…¿Que pasa…?...Indique tomándole en brazos, mientras le acomodaba sobre mi pecho desnudo y le sujetaba palpando suavemente su pequeña espalda, sosteniéndole contra mi mientras me paseaba con ella.
¿Qué te ocurre...Te ha despertado la tormenta?…Vaaamos, tranquila…
Hice una mueca intentando pensar en algo, pues no me sabia ninguna canción de cuna, ni ningún cuento, a mi nunca me habían contado o cantado alguno, así que como no improvisara no me saldría nada.
Vamos…vamos, si dejas de llorar te enseñare a usar una katana de madera cuando tengas los suficientes años como para sostenerla…¿eh? No? No te gusta eso?...
Las negociaciones aun no funcionaban con mi pequeña, por lo que intente pensar en alguna historia.
Veamos…
Erase una vez…un pequeño niño…Indique mientras caminaba lentamente por la habitación, hablando con voz baja y suave…
Que acababa de llegar a Roma…
Una ciudad antigua y que muchos dicen que esta llena de secretos y misterios…Continue paseando calmadamente, intentando que mi voz le diese sueño.
Aquel niño...curioso e intrigado, adoraba escaparse y es que queria ser un aventurero y conocer todos los rincones de la nueva ciudad....
Pero un buen día... el pequeño se perdió en el interior de una de las grandes salas en donde vivia…
Y entonces, perdido y asustado entre tantas esculturas con gestos de tortura, encontró una que le llamo la atención por la serenidad que parecía emanar…
El llanto de la pequeña se había apagado y ahora ella me miraba parpadeando mientras enredaba sus deditos en mis cabellos, abriendo y cerrando sus pequeños labios, como si quisiera hacer diminutas burbujas.
...El niño, intrigado, comenzó a acercarse a la escultura, y de hecho, se subió a su base, sin darse cuenta de que había pisado un pequeño relieve… La bebe me agarro la nariz, jugueteando conmigo, mientras yo le miraba.
Entonces, la escultura comenzó a crujir, ¡y el niño cayó al suelo, asustado, retrocediendo! Me senté en el alfeizar de la ventana, acomodando a mi pequeña sobre mi pecho mientras ella me miraba sonriendo y palpando mi piel, como si exigiese que continuase, algo que me hizo sonreir.
La escultura se movió y ante los ojos del niño, se abrió una enorme abertura en la pared de piedra, una abertura en la que se mostraba un enorme y majestuoso pasillo, iluminado con antorchas, un pasillo lleno de relieves y figuras que conducían hacia una hermosa y enorme biblioteca, un lugar donde estaban todos los secretos y todas las historias jamás contadas…
Parpadee al recordar aun nítidamente el dia que había visto todo eso en el vaticano. Me había quedado deslumbrado ante tanta belleza. Mi afición hacia los libros antiguos y "prohibidos" había nacido ese día, estaba seguro de ello. Negué con la cabeza, parecía un nostálgico.
Pero entonces, cuando iba a continuar, bajé la mirada y contemple como la pequeña había apoyado su cabecita a la altura de mi corazón, durmiendo ahora plácidamente mientras yo seguía sentado en el alfeizar, por lo visto algo pensativo sin darme cuenta, pues gire el rostro y contemple que incluso Iris parecía llevar mucho tiempo allí, apoyada en el marco de la puerta, escuchándome.

Lo siento…Indique en susurros, te he dejado sola. Te calentare la cama para compensarte! Indique sonriéndole mientras le miraba allí.

Entonces un rayo atravesó el cielo y me dejo vislumbrar por un instante su rostro iluminado, dulce y con aquella mirada cálida, que por un momento me hizo olvidarlo todo…Y en aquel instante tragué saliva, porque sin saber porque, necesite tenerle mas cerca, necesite abrazarle, quería sentir el aroma de sus cabellos y tocar su piel que podía asegurar que estaría cálida.
Ella me inspiraba paz, dulzura y aun asi algo mas...Algo que estaba intentando entender.
Baje la mirada y me mordí los labios, un tanto avergonzado aunque no tuviese sentido alguno, aun sin entender del todo que ocurría, y es que tenerla allí a mi lado, me parecía ahora casi como un extraña necesidad.

Finalmente, me decanté por un sencillo albornoz de seda blanca que adornaba en un rincón de aquél gran armario, envolviendo con él mi cuerpo desnudo y atándolo con un nudo que quedaba a la altura de mi ombligo. Miré por la ventana y suspiré, pues me preocupaba no volver a casa y sin avisar a Naeem...

Entonces, los murmuros de Diétrich no muy lejos de aquella sala a oscuras en la que me había dejado llegaron a mis oídos, por lo que, movida por mi curiosidad insaciable, caminé descalza hacia allí, quedándome en el umbral de la puerta para observar la tierna estampa que me mostraba un padre con su hija abrazada a él con aquél aura de cariño embriagador. En aquél momento, envidié a Nirvana de un modo casi enfermizo, pero sólo por un segundo. Luego volví a cubrir mi corazón con aquella coraza y decidí avanzar por la sala cuando fui descubierta por Kaél, sonriéndole dulcemente para tomar a la niña entre mis brazos, acunándola cuidadosamente, observándola y sintiéndome pequeña frente a ella, cuya belleza era indescriptible y su semblante tranquilo y sosegado.

- Ve entonces a calentarme la cama.- respondí con una sonrisa divertida, indicándole con la cabeza que yo acostaría a la niña, aunque mientras lo hacía, no pude evitar canterle entre susurros, mi canción favorita..


Cubrí a la pequeña con su mantita tras depositarla en la cuna y le sonreí maternalmente cuando acaricié su sonrosada mejilla, alejándome sigilosamente de ella para volver mi vista hacia la puerta del pasillo que cerré tras de mí con cuidado de no despertarla de nuevo, volviendo mis pasos hacia la habitación dónde pasaría aquella tormentosa noche...

Nirvana se acomodo a sus brazos enseguida, como solía pasar. Entonces las deje a las dos y me dispuse a salir por la puerta, pero al cruzar el umbral su voz comenzó a sonar tranquila, sosegada y no pude evitar quedarme ahí, fuera de la habitación, escuchando su canto pausado, deleitándome por un instante con su voz melódica y es que incluso me apoye en la pared, de espaldas, a escondidas de ellas dos, simplemente escuchando en silencio.

Suspire y negué con la cabeza antes de continuar caminando por el pasillo, algo cabizbajo, y es que de algún modo u otro empezaba a extrañar cosas, quizás me había acostumbrado al concepto de familia con Aya, algo que era fácil volver a sentir con Iris, pero ella marcharía y entonces me volvería a quedar solo…
En muchas ocasiones me preguntaba como lo haría, y si yo sería suficiente familia para Nirvana. Aquel pensamiento absurdo me agobiaba un poco, por lo que solía dejarlo de lado, pues algo me decía que no sería algo que se pudiese responder en una sola noche.

Llegue hasta la habitación que había predispuesto para Iris y me adentre, caminando hacia la cama para estirar las mantas hacia atrás, sentándome antes de acomodarme boca abajo, abrazando una de las almohadas.
Fuera los rallos iluminaban la estancia sin parar, mientras que yo seguía allí, aun con el murmullo de su voz en la mente, hasta que sus pasos me alertaron de su llegada, sin tener que mirarle para saber que estaba en la puerta.

Mischa…¿Te importa si duermo aquí contigo esta noche?

Sonreí, aunque él me daba la espalda y no fue consciente de aquél gesto. No creí necesario responder a su pregunta, dado que era obvia la respuesta, al menos para mí. Así que deslicé la puerta hasta cerrarla y volví mi rostro al lecho en el que se encontraba Diétrich, caminando hacia allí sin quitarme la única prenda que vestía, pues no deseaba incomodar a mi primo en su propia casa. Me limité pues, a esconderme bajo las sábanas blancas, cubriéndome hasta la cintura con ellas, quedándome con la mirada fija en el techo durante varios minutos, mordiéndome los labios, con mi corazón desbocado y mi respiración agitada. Finalmente, ladeé mi cuerpo hacia la espalda de Diétrich, que seguía en una postura fetal y en silencio, comprendiendo entonces la perturbación que probablemente él sentiría cada noche en la soledad de su cama, extrañando probablemente el calor de su esposa desaparecida.

Moví mi mano hacia su hombro derecho, deteniéndome antes de tocarle, vacilante. ¿Y si dormía? ¿Y si no quería que le consolara? ¿Y si le molestaba mi tacto? Pero entonces pensé en cuán vacío se sentiría y en cuánto necesitaría un abrazo. Por ello, volví a intentarlo y ésta vez, las yemas de mis manos se posaron sobre su hombro para deslizarse luego hasta su pecho, acercando mi cuerpo al suyo, amoblándolo al contorno del suyo, apoyando mi mejilla en su espalda y cerrando los ojos durante ese abrazo, queriendo trasmitirle que estaba allí, que yo siempre estaría a su lado, queriendo sosegar la tormenta de su alma. Al menos, por aquella noche...



Y le canté una canción como si fuera un niño pequeño que necesitara una melodía dulce y tranquila para volver a la calma del silencio y dejarse vencer por el sueño, esperando que mi voz le devolviera la pizca de plenitud que a Diétrich le escaseaba, perdiéndome sin querer, en el aroma de sus cabellos, en la suavidad y el calor de su piel, en el sonido de sus latidos bajo la palma de mi mano...

Y me quede sin aire...Literalmente hablando.
Su voz me estremeció, pues sentía su abrazo y su mano sobre mi pecho, mientras que yo le daba la espalda escuchándole. Sintiendo como mi corazón se encogía, como si ella lo pudiese sostener al tener su mano tan cerca de mi pecho.
Cerré los ojos un instante, un tanto perturbado ante su cercanía y ante su voz que parecía llegar directamente a mi alma. Y es que hasta que ella no me rodeo con sus brazos, que no supe cuanto necesitaba un gesto como aquel.

Entonces su voz comenzó a desvanecerse y yo me gire poco a poco hacia ella, contemplándole un instante, vislumbrando aquella mirada brillante, cálida y aquella sonrisa enternecedora, que me hizo sentir vulnerable por un instante, algo a lo que sin duda alguna, nunca estuve acostumbrado.
Fue así como me acerque hacia ella para rodearle con mis brazos en un enorme y sentido abrazo, en el que le atraje hacia mi y le apreté como si deseara saber que estaba allí realmente, mientras su mejilla se acomodaba encima de la mía y yo cerraba los ojos. Quedándome así quizás más tiempo del debido, y es que no me di cuenta de cómo pasaban los minutos.

Gracias…Susurre a su oído.
Gracias por esta aquí…por estar conmigo. Indique aun sin quererle ni poderle soltar. Era como si su cercanía fuese adictiva, así como su abrazo lo más reconfortante que jamás pude imaginar…

Cerré los ojos y mis dedos se reencontraron al final de su espalda, posándose sobre su piel con suavidad mientras que sus brazos me apretaban con fuerza contre si, quedando atrapada como en la mejor de sus llaves. Aquella idea me hizo sonreír, pero sólo fue un destello momentáneo, pues tras aquél gesto cariñoso se escondía un ser atormentado y perdido, sin rumbo en un mundo que le quedaba grande ahora con la ausencia de ella, de Aya.

- Tranquilo... shhh... Estoy aquí, aquí... Y no me alejaré de tí jamás, lo siento por ti.- reí débilmente, depositando sobre su hombro desnudo un inocente beso, uno largo y sentido, uno de aquellos en los que pones el alma aun sin quererlo.

Alejé mi rostro unos centímetros para así mirar sus ojos, queriendo asegurarme que seguían secos y su semblante entero, sonriendo dulcemente cuando lo hice, tomando entonces su rostro entre mis manos.

- No estés triste, Diétrich.- añadí con un susurro, acercándome a su rostro para rozar su nariz con la mía en un gesto infantil, jundando luego su frente con la mía para quedarnos así varios minutos, en silencio, en aquél abrazo que cada vez parecía acercanos más y más el uno al otro, y no tan sólo físicamente...