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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ruslana Del Mar Sáb Nov 03, 2012 9:08 am

Recuerdo del primer mensaje :

Mientras andaba enfurecida entre la arboleda del bosque anexo a los terrenos de su Mansión con violín en mano y vestida como un hombre, salvo por el chaleco y el abrigo, decidió que adentrarse en el bosque para tocar un poco su Stradivarius sería el calmante perfecto para su enojo.

El que se hubiese vestido con unos pantalones que se abrazaban a sus piernas, junto con el corsé y una camisilla cubiertos por una camisa larga y masculina blanca, y las botas de cuero hasta las rodillas, era causa de su tía.

Ella había invitado a la Mansión a uno de los numerosos pretendientes con los que la había querido emparejar. A diferencia de los anteriores, este era apuesto, un joven con un hermoso rostro y buenos modales. Pero lamentablemente, lo único que tenía en mente era adquirir una joven con dinero suficiente como para vivir a su costa el resto de sus días.

Sin poder aguantar más la presencia de su tía, ávida por crear algún avance entre ellos, y él, que no paraba de mirarle el escote, había fingido un dolor de cabeza intenso y se había retirado, dejándolos a ambos en la sala. Para evitar que su tía pudiese encontrarla y obligarla a presentarse más tarde ante su pretendiente, decidió dar un largo paseo. Vestida de hombre, y con un sombrero ocultado su larga melena, salió por la puerta del servicio. Nadie había sospechado que aquel joven larguirucho y delgado era la señorita de la casa.

Sonriendo feliz, al saberse lejos de los intentos matrimoniales de su tía, colocó el violín en su cuello, y comenzó a entonar una suave melodía. Las notas comenzaron a adormecer su furia, haciéndola entrar en un mundo perfecto y melodioso. Tal era su concentración que no había escuchado los pasos del hombre que la estaba observando.

Cuando una rama crujió cerca, ella abrió los ojos asustada, dejando de tocar. Su mirada se encontró con la figura de un hombre. Sintiendo cómo su corazón se aceleraba, golpeando furiosamente su pecho, decidió presentarse ante aquel desconocido. Cogiendo con una mano el violín y con la otra quitándose el sombrero, hizo una reverencia femenina y elegante ante el desconocido. Mientras el viento mecía su largo cabello creando suaves ondas que acariciaban sus caderas, le sonrió tímidamente:

- Bonjour monsieur, mi nombre es Ruslana Del Mar. Espero no haberlo molestado con mi música, pero no me había percatado de su presencia.
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Mensaje por Brett C. Svensson Lun Dic 17, 2012 2:44 pm

El agua azotaba nuestros cuerpos, nos mecía, nos acariciaba aunque a veces era esta la que no separaba. Mis brazos la rodeaban, sus brazos me rodeaban. ¿Por qué todo era tan perfecto?, maravilloso. Nuestras miradas estaban juntas como de costumbre, nuestros cuerpos pegados uno contra el otro y sus labios tan cerca de los míos que realmente tenía miedo de que se alejasen de mi, los necesitaba. Era increíble porque mi corazón se aceleraba tanto y mas increíble aun que mi interior, la bestia dormida en mi también la deseaba.

Sus palabras resonaron en mi cabeza, estaba cayado, quería oír su voz una y otra vez diciéndome como me quería, como me deseaba. Era increíble, una encuentro casual se había convertido en una increíble historia cuyas paginas íbamos a acabar rellenando entre los dos.

Mi corazón salía de mi pecho, mi respiración estaba alterada y de mis labios solo pudieron reproducir una cosa. – Te amo. – Mi mirada estaba puesta en sus ojos, esos maravillosos ojos que con un simple gesto se podía adivinar como se sentía, esos ojos luminosos y a la vez tímidos que resaltaban cuando el resto de su rostro se coloreaba de un encantador Rojo carmesí.

La abrace fuerte para poder sujetarla, quería salir del agua por un momento, poder tumbarnos en la suave arena que se amoldaba perfectamente a nuestros cuerpos mojados. No estábamos muy hondos por lo que sujetarla no era muy difícil, la baje delicadamente para poder apoyarla delicadamente en la arena, no quería que su cuerpo sufriera ni el mas mínimo roce, bese sus labios mientras empujaba su cuerpo con estos acabando tumbado encima suya, haciendo fuerza con mis brazos para no aplastarla con mi cuerpo, jugando con su tímida lengua. Me separe de ella por un momento, para poder admirar su rostro, sus ojos y su increíble pelo que reflejaba los rayos del sol.

Hacia mucho que no me encontraba en estas situaciones, mi pecho estaba apoyado en el suyo, me deslice hacía la derecha para no tener que estar haciendo fuerza constantemente con mis brazos, mi constado estaba apoyado en la arena, mi camisa y mis pantalones marcaba el recorrido de mi cuerpo, era incomodo pero desvestirme me resultaba aun mas incomodo, como ya dije, hacía mucho tiempo que nadie me veía del modo que ella me miraba. Pero aun así tenia que tragarme mis pensamientos, no podía estar siempre de la misma forma. Me coloque de rodillas, su pierna estaba debajo de mi ya que me había levantado tal cual estaba colocado, deslice mis brazos a mi cadera para coger la parte de debajo de la camisa para poder quitármela, me costo un poco ya que esta estaba mojada pero finalmente pude quitármela. La tire cerca de nuestros violines y acto seguido la mire, estaba un poco nervioso y algo tímido tanto que me salió una sonrisita picarona.

Poco a poco me volví a tumbar encima de ella, pero esta vez colocándome entre sus piernas para poder estar mas cómodo. Acerque mi mirada a la suya, rozando mis labios con los suyos aunque esta vez los deslizaba desde sus labios hasta su cuello, besándolo, acariciándolo con mis labios. Mi cuerpo se estremeció hasta que de mi interior volvió a resurgir el deseo lanzando un gruñido mientras separaba mis dientes de su cuello, pestañee y en mi mente llego un vago recuerdo de los dos acontecimientos, no había sido yo quien había mordido su cuerpo, tanto es así que no me había dado ni cuenta. ¿Por qué el lobo controla mi cuerpo incluso cuando la luna no esta actuando sobre mi?, si que había leído que el instinto básico de los animales era la propia reproducción que ni ellos mismos podían controlarse, que actuaban por instinto, ¿Acaso el lobo es era capaz de controlar mis instintos básicos?... “Mierda”

Recorrí su cuello con pequeños besos. – Te necesito. – Susurre antes de besar sus labios agarrando con mi mano derecha la parte inferior de su muslo moviendo con delicadeza mi cintura la cual estaba apoyada en la suya, volviendo a reproducir un gruñido el cual me hizo darme cuenta de mi situación, el lobo estaba actuando sobre mi propia voluntad y eso era algo que no podía permitir, en mi interior se encontraba una constante lucha, la cual era necesario que yo ganarada.

Volví a apartarme de ella, tímido, raro, extrañado. – Lo siento, pero no puedo hacer esto… Te necesito, te quiero y espero que sepas que te adoro, era la persona que completa totalmente mi mundo. Gracias por existir. - Mi mirada estaba en la arena y mi cabeza estaba dubitativa...

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Mensaje por Ruslana Del Mar Mar Dic 18, 2012 1:56 pm

Te amo. ¿Cómo dos simples palabras, pueden llegar a significar tanto?, pensaba mientras Brett me alzaba entre sus brazos. A penas hacía unas horas que nos conocíamos, y aún así, sentía, en lo más profundo de mi corazón, que jamás podría olvidarlo. Llevaría el recuerdo de Brett siempre conmigo. La sonrisa ladeada y tímida, las finas arrugas que surgían en el extremo de sus ojos cuando reía, la gravedad de su voz… El mismo hombre que me depositaba con sumo cuidado sobre la arena de la playa, había conseguido lo que ninguno antes. Robarme el corazón.

El anhelo que despertaba en mí sus besos, era tan profundo y natural, que me asustaba. Todo mi mundo se había reducido a dos cosas: Unirlo a mi cuerpo, y saciar la necesidad que se había despertado en mí. Acaricié con timidez su rostro, dejando que sus labios profundizasen el beso, tanto como quisieran. Segundos mágicos, que parecían horas.

Parpadeé varias veces cuando sentí rodar su cuerpo hacia mi lado izquierdo.
¿Había hecho algo mal?, me pregunté preocupada. No había besado a nadie antes de que Brett lo hiciera. Ni siquiera había sentido una milésima parte del anhelo que experimentaba con sus besos. Siempre había sido indiferente a las atenciones masculinas. Todos habían demostrado querer algo de mí. Dinero, o poder. No era tan inocente como para pensar que los matrimonios siempre surgían por amor.

La alta sociedad, en su mayoría, era unida desde que nacían con otro miembro de su misma clase, sellando su destino con un contrato entre familiares. A veces las uniones se basaban en fortalecer un apellido, otras en conseguir una mayor riqueza o poder, y otras, en la salvaguarda de un apellido familiar a punto de extinguirse.

Si su abuelo hubiese estado vivo, seguramente habría intentado encontrarle un buen marido. Alguien que la respetase y estuviese, tan necesitado, que permitiría a sus hijos llevar el apellido Del Mar. Ella y su tía eran los únicos miembros que portaban el apellido. Pero, por desgracia, su abuelo estaba muerto, y su tía, insistía en que consintiera los avances de algunos pretendientes. Pero yo deseaba más. Quería que me quisieran por lo que soy. Con mis enormes defectos, y escasas virtudes, no por mi enorme riqueza y propiedades. Yo era más que un cúmulo de títulos, pero nadie pensaba en eso.

La imagen de Brett, semidesnudo, con aquella sonrisa pícara que hacía saltar mi corazón, me sacó de mis cavilaciones. ¿Tendría idea de lo hermoso que era?, ¿ de lo que provocaba en mí esa sonrisa traviesa?. Sin poderlo remediar, comencé a reírme suavemente, mientras él se acercaba para saquear mis labios. La necesidad de olvidarme de la imposición de un matrimonio, y de los intentos cada vez más inteligentes de mi tía para conseguirlo, hizo que respondiera a los besos de Brett con mayor furor. Sólo lo necesitaba a él. Independientemente de quién fuera. Nada de eso importaba, sólo el temblor que sacudía mi cuerpo, en olas incesantes, con las caricias de sus besos sobre mi cuello.

Apreté con fuerza sus hombros, deslizando mis manos por su espalda. Un gemido de necesidad se escapó de mis labios cuando el gruñido de Brett reverberó en mi cuerpo. Me estremecí ante la posesividad que emanaba de su cuerpo, todo en él parecía responder a las llamas de fuego que provocaban sus manos sobre mi cintura. Por instinto, moví mi cadera, respondiendo al erótico balanceo que había comenzado Brett. La punzante mordida, unida a la danza fascinante que acabábamos de comenzar, sólo sirvió como detonante.

Cruda e insidiosa necesidad, recorría mi cuerpo. Había olvidado si quiera dónde nos encontrábamos. Sólo deseaba que llenase el enorme vacío que comenzaba a atenazarme el estómago. Y sus palabras, como eco de las mías….. “Te necesito”…. Hicieron que mi cuerpo comenzara a temblar con pasión. Tirando de su pelo, uní mis labios con los suyos, queriendo, necesitando algo. Cualquier cosa. Un asomo de algo que no conocía, pero que sabía que podría entregarme.

El rápido abandono de Brett, me sorprendió. Haciendo que la bruma del deseo que sentía, se mitigase un poco. Como si fuera un sueño, escuché el ruido sordo que realizaba su cuerpo al sentarse en la arena. La candente melodía de su voz, entonando las palabras extrañadas del que acaba de saberse vencido. Las emociones de confusión y necesidad me golpearon, dejándome relegada de sus caricias.

Con una sonrisa tímida, me acerqué a él. Dejando que mis rodillas se arrastrasen por la arena, hasta llegar a su espalda. Besé su nuca con cariño, dejando que mis dedos se paseasen con suavidad por su espalda.


- No hay nada que agradecer o sentir, Brett. Te quiero, y respetaré cualquier decisión que tomes.- Comencé a reírme suavemente, dejando que mi aliento acariciase su espalda.- Incluso cuando por ella, deje de sentir lo que más deseo.

En un movimiento rápido, me aparté de él. Me quité las botas de cuero, lanzándolas junto a su camisa. Y riéndome, al saber que iba a hacerle una ruindad, me quité la camisa y se la coloqué en la cabeza tapándole toda la cara. Sabía que en cuanto se la quitara, me vería con el semicorsé que llevaba, dejando mis brazos y estómago al descubierto. Afortunadamente, los pantalones taparían lo realmente importante. Así que, dejándome llevar por primera vez, le susurré:

- Cuanta hasta veinte y encuéntrame.-

Riendo, comencé a correr, sabiendo que no me encontraría hasta que yo quisiera.

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Mensaje por Brett C. Svensson Vie Dic 21, 2012 7:11 am

Ella no podía entender lo que estaba pasando por mi cabeza, es mas, yo tampoco podía entenderlo, era realmente raro. Sabía que yo era una sola persona pero era como si algo en mi interior, algo que debía estar dormido se despertase para poder dominar mis acciones o mejor dicho para poder disfrutar de mis acciones. Aun que no lo pareciera estar sentado en la arena, a su lado, me estaba costando, no era fácil dominar a la bestia que yacía en mi y mucho menos si la mi parte humana también deseaba estar cerca de ella. Jamás antes me había sucedido cosas tan intensas, jamás el lobo que dormía en mi interior rasgaba mis abdomen para acercarse a ella.

Quería acércame a ella, es mas, mi decisión era esa desde un primer momento, estar junto a ella hasta que el fin del mundo llegue. El ruido sordo que generaban sus rodillas al movimiento junto a la arena, era tan delicado y mas sin juntamos el roce de sus labios con mi nuca, el escalofrío me recorrió el cuerpo dejándome todos los pelos del pecho de punta aunque esto no se notara, seguía quieto, intentando relajar mi cuerpo, si no quien sabe lo que hubiéramos hecho al son de las olas del mar.

Coloque mis manos tocándome la cabeza, quería saber exactamente que era lo que me tapaba mis ojos, lo que me cortaba la visión. Era su camiseta, ¿Se había quitado la camiseta para taparme los ojos?, que era lo que estaba pretendiendo hacer. Realice un leve sus piro. – Sabes que te voy a encontrar. – Dije aunque las palabras estaban siendo compartidas por mi ser interior. Comencé a contar, uno, dos, tres… Y así sucesivamente hasta que la cuenta finalizo en veinte. Mis oídos habían captado a la perfección el camino que habían realizado sus pisadas pero el ruido que producía el mar y la falta de conocimiento de la zona en la que me encontraba jugaban en mi contra.

Me levante tranquilamente mientras me quitaba la camisa de sus ojos, olí sin que se notara aquella camisa, captando el aroma que Ruslana tenía, era un conjunto que realizaba una armonía mezclado con el aroma del mar, un aroma único que jamás podría olvidar. Era el aroma de Ruslana del Mar.

Mire al cielo, me sacudí un poco el pantalón, estaba algo mas seca por lo que podía moverme con mas libertad pero aun así se había pegado mi pantalón a mi cuerpo. Aspire con fuerza el aire y comencé a correr en la misma dirección que ella había tomado, siguiendo su aroma. Se había metido en una zona llena de arboles, un lugar verde, pero tenía un problema, era la mezcla de olores. Nadie conocía mi secreto, o eso pensaba yo, por lo tanto nadie veía el mundo como yo lo veía, lleno de colores, sonidos… Imperceptibles para las demás personas. Aquel bosque era extraño, poseía olores que jamás antes había conocido y hacia que seguir el rastro de Ruslana fuera difícil. Todos se juntaba en una gran mezcla apasionante.

Me adentre con cuidado en el bosque, estaba atento intentando seguir el rastro de su olor, concentrado. Me pare en seco, su olor había desaparecido. “¿Qué …?” Me puse algo nervioso, acaso la había pasado algo dentro de este lugar, algún animal, persona o vete tu a saber que… O mejor dicho quizás me había utilizado... Pero de nuevo como un rastro insignificante volvía recuperar su aroma, no estaba muy lejos pero estaba oculta para que mis ojos no pudieran encontrarla. – Me encantan estos juegos. – Medio grite para que sus oídos pudieran captar mi voz, lo mas extraño era mi corazón, latía con fuerza, era uno de esos juegos del ratón y el gato y a mi me comenzó a encantar desde el día en el que aquel ser me mordió. De golpe oí su corazón junto a su leve respiración, me quede quieto buscando la dirección de sus latidos, el lobo seguía luchando en mi interior queriendo dar caza a ese corazón que tanto le apetecía y sin darme cuenta comencé a correr con bastante agilidad por aquel lugar, hasta que los latidos estaban pegados a mi, cerca pero a la vez ocultos. Mis pisadas dejaron de hacer ruido cuando andaba y me iba acercando mas a ella cuando volví a tomar las riendas de mi cuerpo. - Creo que te encontré. –
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Mensaje por Ruslana Del Mar Lun Dic 24, 2012 2:21 pm

Me tapé la boca mientras corría, no quería que me escuchará. Corrí y corrí todo lo que pude, pero cuando estaba a medio camino del lugar al que quería ir, me paré en seco. Si corría en línea recta la iba a encontrar mucho más rápido, así que, para evitar que la encontrase, comenzó a correr en zig-zag, riendo mientras lo hacía.

Tenía en mente llegar a un sitio en especial. Casi al borde de la arboleda que había pasado se encontraba un árbol milenario. Tan ancho que podía ocultar a tres personas en su parte trasera, y tan alto, que podía proporcionar sombra en cualquier momento del día. Era perfecto para ocultarse, pensó risueña.

Llegando al árbol, se ocultó en su parte trasera, esperando a que Brett la encontrara. El corazón le latía desvocado, y por su mente no paraba de pasar imágenes de ambos juntos. Brett sin camiseta, completamente empapado, con el pelo revuelto y con gotas de agua en los extremos. Sintió una ola de necesidad, un dolor intenso y desconocido se enfocaba en la parte baja de su estómago. ¿[color=#54def0]Qué me ocurre?[/color], pensó preocupada, notando cómo el calor de su sangre se elevaba. Tocó sus mejillas arreboladas, sintiendo el calor que emanaba de ellas. Si esto sigue así, pronto descubriré el tema que tantos trovadores habían cantado. El motivo por el que las mujeres se arriesgaban a perder su honor. La causa que volvía locos a los hombres. Suspiró con decepción, no importaba cuánto le gustase Brett, él jamás sentiría lo mismo por ella. Era demasiado insulsa para provocarle la misma necesidad que sentía por él. Sabía que si él le sonreía una vez más, con esa sonrisa pícara, olvidaría las consecuencias que le traería perderse en sus brazos.

- Me encantan estos juegos. - Su voz ronca, tan elevada que podría confundirse con un grito, la sacaron de sus ensoñaciones. Era imposible que hubiese llegado tan pronto a ella. Había puesto demasiado empeño en ocultarse. Preocupada por que el juego terminase, palpó el árbol, en busca de un lugar al que aferrarse. Viendo varias ramas cercanas, comenzó a escalar el árbol, ocultándose entre las espesas hojas que brotaban de ellas.

- Creo que te encontré. – Dijo con voz sugerente. Apoyándose contra el tronco grueso del árbol, cerró los ojos y suspiró. Madre de Dios....., susurró en español. Cuando el encuentro terminase, iba a escandalizar al viejo cura de su parroquia. Las imágenes pecaminosas que acudían a su mente, de Brett semidesnudo, abrazándola con fuerza, eran tan vívidas, que seguramente, podrían considerarse pensamientos impuros. Si esto me provoca el sonido de su voz, se dijo abrumada, ¿qué ocurrirá cuando sus labios vuelvan a rozar los míos?.

Con cuidado, observé cómo se acercaba al árbol, rodeándolo una, y otra vez. A la tercera vuelta, sonrió mientras se deslizaba de la rama, dejando que su cuerpo cayese, con un sonido sordo tras él. Sonriendo, lo abrazó con fuerza, y rapidez.

- Te atrapé- le susurré con voz ronca y desconocida. Aprovechando que estaba de espaldas, me puse de puntillas para poder llegar hasta su cuello. Él la había mordido, así que iba a devolverle el gesto. Con vergüenza, dirigió sus labios a su cuello, besándolo con suavidad. Una, dos, tres, veces. Gimiendo, lo mordió con suavidad, dejando que su lengua probase la sal que el mar había dejado en su piel.

Sintiendo las rodillas débiles, se apretó más contra su poderosa espalda. - Perdiste, Brett. El mordisco es el castigo-. Le dije con voz espesa. - Pero voy a darte una segunda oportunidad. Atrápame y ganarás. Sólo entonces podrás elegir tu castigo- Riendo, comencé a correr sin mirar atrás. Él había dicho que le gustaban estos juegos, así que pensaba darle lo que deseaba.
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Mensaje por Brett C. Svensson Miér Dic 26, 2012 6:18 pm

Estaba cerca de ella, no era su olor, ni el ruido de sus pisadas, desde el momento en el que empezamos a jugar a esta especie de escondite mis oídos comenzaron a captar el sonido de los latidos, de los corazones, el sonido que bombea la sangre alrededor del cuerpo de las personas. Era increíble, jamás los había, Pum-pum, Pum-pum, sonaba constantemente en mi cabeza, cualquier animal que hubiera a mi alrededor podía ser captado por mis oídos. Pero había algo que alteraba esos ruidos, era el corazón de Ruslana, sonaba con mas fuerza que los demás y a la vez con mas repeticiones, eran los sonidos que yo deseaba cerca, por algún motivo en especial esos latidos eran maravillosos, me hacían sentir mas vivo.

Miraba al árbol, sabía que ella estaba aquí, pero lo peor es que no sabía donde. Por razonamiento supuse que estaría a la vuelta del gran árbol, me desplace con agilidad, sin realizar un ruido en cada pisada, demostrando que el Lobo era uno de los mejores cazadores del universo, es mas, esta expedición estaba uniéndome mas a mi lobo interior. No lograba oírla pero sus latidos se encontraban ahí cuando el sonido sordo de una rama hizo que ella, Ruslana, cayera encima de mí, apoyándose en mi espalda, con aquella voz susurrante que masajeaba mi nuca. Un escalofrió recorrió mi cuerpo, sus brazos me rodearon con fuerza y sus labios… Sus labios mordieron mi cuello. Nunca había sentido algo como eso, algo tan excitante en mi cuerpo. Sabía que el cuello era una parte sensible del cuerpo pero lo que no sabía era que los mordiscos podían relajar todo mi cuerpo. Gruñí. Esta vez no me asuste, creo que estaba acostumbrándome a cosas así, es mas aquel mordisco había despertado sentimientos en algunas partes de mi cuerpo.

Sus palabras llenaron mi alma, respire hondo con los ojos cerrados. Ella me soltó y comenzó a correr, en mi cabeza la cuenta atrás había comenzado pero esta vez con algo mas de movimiento, quería acabar rápido para poder ir a por ella y lo mas importante, encontrarla. Mis oídos, mi nariz y todo mi cuerpo en general se encontraba atraído cual imán hacia ella. La cuenta atrás acabo, mi ojos se abrieron y mi garganta soltó un gran suspiro. – Esta vez… No podrás escapar. – Mi voz era fuerte, decidida y sobre todo excitante.

Mis piernas se movieron poderosas, quería encontrarla lo mas rápido, quería estar junto a ella, quería… Perder la llamada inocencia de las personas. Seguí sus pasos, esta vez los había memorizado, cada ruido, cada paso, cada distancia. Mis movimientos eran precisos y fue entonces cuando mis ojos, mejor dicho, el rabillo del ojo observo su figura, estaba escondida, apoyada en un árbol, escondida. No se había percatado de mi presencia, era de esas situaciones en las que el cazador observaba por unos instantes a su preciada presa sin ser detectado. En mi cabeza se habían juntado un par de pensamientos impuros que asustarían a cualquier persona que no tuviera mucho conocimiento acerca de estos temas. “¿Qué me esta pasando por la cabeza?”, obviamente yo era mas razonable que aquel lobo el cual solo actuaba por puro instinto animal.

De un momento a otro mi mano se apoyo en aquel árbol, frente a ella, cortando la zona de escape. – Eres mía. – Susurre al lado de su oído calentándolo con mi aliento. Apoye mi cuerpo al suyo empotrándola contra el árbol, mis labios seguían en su oreja pero poco a poco los iba moviendo hasta su cuello. Mis manos seguían apoyadas en el árbol, pero mis dientes ya estaban clavados en su cuello, mi cintura apoyada en su cintura y mi pecho desnudo se movía lo suficiente para poder acomodar mis dientes en su cuello. Soltaba unos leves gruñidos, mis besos se movían por su cuello hasta estar apunto de besar sus labios pero no fue así, solo coloque uno de mis dedos para apoyarlo sobre su labio inferior, tirando hacia abajo para abrirlos, mi mirada estaba clavada en la suya, mis ojos brillaban con un color el cual no era el mio, era mas oscuro, parecía otra persona o mejor dicho, otra cosa. Mis labios se juntaron a los suyos, lo estaba deseando. Mi mano derecha coloco su pelo detrás de la oreja mientras iba bajando lentamente por su costado hasta llegar a su muslo apretándolo con fuerza. – Te deseo. – Los besos comenzaron a desplazarse, pasando por su cuello, su torso e incluso hasta llegar a su ombligo. Volví a levantar mi cuerpo para mirarla a los ojos, estos mostraban deseos imperdonables por algunas personas, estos mostraban el deseo de lo impuro. Volví a besarla mientras mis dedos jugueteaban en su espalda, mas bien con el cierre de su semicorsé, quería quitarselo pero por otro lado tenía miedo a quitarselo, pero aun así fue el lobo el que actuo, fue el quien con un rápido movimiento del cual no me había dado cuenta, quito su semicorsé, dejando que este cayera al suelo.

Mi cuerpo aun estaba apoyado al suyo pero esta vez podía sentir el suyo con mayor explendor.

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Un  encuentro entre violines (privado) - Página 2 Empty Re: Un encuentro entre violines (privado)

Mensaje por Ruslana Del Mar Jue Dic 27, 2012 8:55 pm

Con un gemido entrecortado salí de mi propia ensoñación. El aire, con una caricia cruel, enfriaba mi piel expuesta. Temblé, ante el temor y la vergüenza que atenazaban mi corazón. Necesitaba a Brett. Tanto, como las plantas el agua para sobrevivir.

¿Debería advertirle su completa ignorancia?. O, por el contrario, ¿debería continuar con la pasión que despertaba su mirada posesiva?. Sin pensar mucho en las consecuencias, tomó las manos de Brett, y las colocó sobre sus senos. Manteniendo el contacto visual, durante todo el proceso.

El contacto, entre sus enormes manos, y sus senos sensibles, provocaron que su cuerpo temblara con una descarga de pasión. Sabía que no tenía demasiadas curvas, y que su aspecto, no podría competir con las mujeres que habría tomado él con anterioridad. Pero había algo, en el comportamiento de Brett, que le hacía sentirse especial. Casi... como si su pasión fuera igual a la suya.

Sacudió su cabeza, negando la posibilidad de que alguien como ella, pudiera despertar en él, la aguda necesidad que la atenazaba. Tan aguda, que era capaz de luchar contra todo lo que le habían impuesto hasta ahora. La protección de su honra y el impedimento de la cercanía masculina.

Tomó con fuerza, las caderas de Brett. Acercándolas a las suyas. Por una vez, dejaría de ser lo que todos querían que fuese. Sería una mujer. Nada más, y nada menos.


- Aún no me has dicho qué castigo me vas a imponer- Fijó sus ojos en los suyos, dejando libre toda su esencia, por primera vez. Nada de controlar sus poderes, nada de evitar ser, la niña del montón. Esta vez, seré el centro de atención. Sólo por, y para este hombre. , pensó con obstinación.

Sonriendo con picardía, movió su cuerpo, creando un suave balanceo entre sus caderas. Sus manos ascendieron desde sus muslos, hasta su pecho. Dejando que sus dedos, deliberadamente, rozaran el borde de su pantalón en el ascenso. Gimió, con placer, cuando el balanceo de sus caderas, respondió a la pasión que necesitaba liberar. A penas consciente de lo que hacía, tomó el rostro de Brett con ambas manos, acercándolo al suyo.

- Demuéstrame que soy tuya- le susurró con una sonrisa ladeada.
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Mensaje por Brett C. Svensson Sáb Dic 29, 2012 7:11 pm

Mi mente se encontraba nublada, es mas, no me estaba dando cuenta de los movimientos que mi cuerpo hacían, Brett había abandonado definitivamente mi cuerpo volviéndome un maldito perro, un perro el cual lo único que tiene en mente es lo que tiene delante de si mismo, en este caso, Ruslana. Mis ojos estaban clavados en los suyos, mi lengua jugueteaba con la suya y desde que mi cadera estaba junto a la suya lo único que se podía oír saliendo de mi boca eran aquellos leves gruñidos llenos de amor.

El roce de mi piel con su piel, de mi manos con las suyas, el roce de aquellos preciosos senos con la yema de mis dedos, todo era perfecto. Gruñido tras gruñido mi labios comenzaban a bajar, besando todo su cuerpo por el camino hasta llegar a su ombligo, un precioso ombligo el cual servía como barrera, una barrera que separaba el acto imperdonable, una barrera que a estas alturas me importaba una mierda.

Volví a levantar mi cuerpo pero mi mano presiono su muslo, mis uñas atravesaron levemente la tela del pantalón y con un fuerte tirón pude arrancar aquella tela dejando un gran agujero por donde poder rozar su pierna con mis manos, mas que rozarla la arañaba con mis uñas, era toda para mi y mi cuerpo quería poseerla por completo. Deslice los dedos desde su ombligo hasta apoyar la palma de la mano en su entrepierna haciendo fuerza hacia arriba, la suficiente para que mi mano notara todo lo necesario y como hice con anterioridad y sin darme cuenta arranque esa parte del pantalón cargándomelo por completo dejando solo su pierna izquierda cubierta de pantalón.

Levante su barbilla con mis dedos y comencé a mirarla a los ojos, con posesión mientras me acercaba a ella, mas bien a sus labios, quería besarlos pero solo quería formar deseo por lo que me quedaba a milímetros de distancia de ellos. Soltaba su barbilla para poder agarrar con mi mano aquel seno derecho, apretándolo con fuerza, la suficiente para que notara ese placer relacionado con el dolor y fue entonces cuando mi dedo corazón penetro su entrepierna aunque antes de que ella pudiera soltar un resoplo de placer o algo similar utilice mis labios para que no pudiera soltar el aire tan fácilmente.

Me separe de sus labios, mi mirada seguía mostrando esa posesión que caracterizaba a los lobos cuando quieren a alguien. Agarre su antebrazo, con fuerza, demasiada fuerza, coloque esta encima de mi paquete del pantalón quería que ella notara lo que había conseguido con todos aquellos besos, caricias, roces, quería que comprendiera lo que ella podía hacer a un hombre pero con un movimiento rápido, la di la vuelta poniéndola de espaldas a mi, con sus manos en la espalda, mejor dicho con sus manos, las dos en mi entrepierna mientras que yo mordía su cuello, mientras que yo hacia fuerza hacía dentro para que su cuerpo quedara apoyado en el árbol, hasta que ya no pude aguantar mas. Desabroche mi pantalón para poder desprenderme de las ataduras que sellaban mis sentimientos hacia ella, la incline hacia delante y con algo de delicadeza al principio busque su clítoris para poder comenzar a penetrarlo, lentamente las dos primeras penetraciones pero sin poder evitarlo el lobo cual fiera encamino todas las penetraciones, fuertes, rápidas y para mi gusto, excelentes, pero sin poder evitarlo apenas pude aguantar unos treinta segundos con este frenético ritmo por lo que el orgasmo final vino realmente rápido apoyando mi pecho desnudo en su espalda mientras mis gruñidos eran mas seguidos… mientras mis brazos la abrazaban… Mientras mi cabeza volvía a la normalidad para recapacitar acerca de todo lo que acababa de pasar sin poder darme cuenta de nada, había dejado entrar al lobo en mi y lo peor de todo era que me había gustado.

Me coloque erguido, con el pantalón abrochado de nuevo, mirándola. Estaba avergonzado por lo que acaba de ocurrir, principalmente porque no había sido yo quien había tomado su cuerpo o por lo menos así me sentía ahora mismo. Estire la mano para que ella se pudiera apoyar en ella mientras que contra otra le ofrecía su semicorsé. Mis ojos miraban hacía arriba para que ella se puediera vestir sin que mis vergonzosos ojos la miraran. “Maldita sea, que te pasa Brett, solo habéis sacado vuestros sentimientos a la luz, no tienes porque estar así” Me decía a mi mismo para intentar que mis pómulos dejaran de estar rojos.

- Te quiero – Dije sin querer evitarlo, creo que fue el primer pensamiento, la primera palabra y la primera acción que quería que mis labios hicieran.
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Mensaje por Ruslana Del Mar Sáb Ene 05, 2013 4:35 pm

Mientras tomaba el corsé que le ofrecía Brett, se sorprendió al notar cómo una risita nerviosa, se filtraba por sus labios entreabiertos. El ver el notable cambio en Brett, la hacía sentirse mejor, porque ella también estaba demasiado avergonzada. Acababa de entregarle su virginidad a un completo desconocido. Y sin embargo, no había ningún arrepentimiento en su corazón. O mejor dicho, en el corazón de Brett.

Pocas cosas habían preparado a Ruslana, para el lado más salvaje y sensual de Brett. El lobo que dormitaba en él, se había despertado. Todo su cuerpo comenzó a temblar con una oleada tardía de placer al recordar, cómo había derrumbado todas las barreras que había levantado a lo largo de su vida.

Cerró los ojos mientras recordaba el calor que había emanado del cuerpo de Brett, cuando su boca, posesiva, tomaba la suya. Al mismo tiempo, sus gruñidos salvajes partían de sus labios, como muestras del placer que sentía con la toma de posesión. Las caricias, casi dolorosas, que realizaban sus dedos al apretar sus senos. Jugando con sus pezones, mientras sus labios liberaban los suyos y se deslizaban por su estómago.

Evocar todas sus caricias, sólo hizo que ella volviera a humedecerse. Recordó el gruñido de satisfacción que brotó de los labios de Brett, cuando sus uñas desgarraron la tela de su pantalón. Los arañazos suaves que generaba con su agarre férreo sobre sus muslos, la hizo gemir ajena a todo tabú.

Pero el momento más sensual, había sido cuando Brett la había volteado. Apretada contra el árbol sin ninguna contemplación, mientras sus gemidos iban in crescendo. Una y otra vez, las caderas de Brett se movieron frenéticas sobre sus manos. Dejando que la dura y enorme erección, la hiciera pensar en miles de imágenes pecaminosas.

El gruñido de salvaje satisfacción de Brett al hundirse en su interior, hizo que olvidase el punzante dolor que le había producido la pérdida de su virginidad. Con una pasión desconocida hasta ese mismo momento, gimió, abandonándose a las numerosas sensaciones que experimentaba.

Gritó una y otra vez, ignorando la timidez que sentía. Curvando sus caderas para permitir un mejor acceso a Brett.

Suya. Sólo podía decir, que la había hecho suya. Había anulado cualquier posibilidad de que quisiera a otro hombre que no fuera él. Independientemente de quién fuera el que la tomara. Lobo u hombre, ella era de Brett.

Abrió los ojos, mientras intentaba anudarse el corsé. Afortunadamente para Ruslana, no tenía mucha complejidad. Pero cuando bajó la mirada a sus piernas, se asustó al ver el desastre que era su cuerpo. Las palmas de sus manos estaban raspadas y rosadas, el roce continuo de éstas sobre la superficie rugosa del tronco, las había magullado. Sus muslos estaban cubiertos de líneas rosas por los arañazos de Brett. El dolor de su cuello, le hizo recordar el mordisco que había recibido de él, mientras las duras estocadas de Brett, aumentaban de velocidad.

Pero nada la asustó más que el observar la sangre que manchaba sus muslos. Palideció al pensar el daño que le había tenido que provocar a Brett. Quitándose las botas y el pantalón, intentó hacerse una falda corta con los restos de éste, pero a penas llegaba a taparle completamente las nalgas.

Abrazó con fuerza a Brett, besándole el cuello.
- Yo también te quiero.- Frunció el ceño hacia él, mientras tomaba su barbilla masculina, y le obligaba a bajar su rostro al suyo.- Brett.... ¿ Te he hecho mucho daño?. Y no me mientas, porque he visto sangre en mis muslos.- Se mordió el labio preocupada. Jamás se perdonaría el saber que le había dañado. Ella sentía doloridas, partes de su cuerpo que desconocía que existieran hasta ese momento. Si a él le había dolido tanto como a ella, jamás volvería a tocarlo de nuevo.

Las mejillas de Brett aún seguían sonrojadas, no sabía si lo estaba diciendo enserio o solo estaba haciendo la gracia. Seguía observando mis ojos, unos ojos acaramelados, los cuales obviamente decían la verdad. -
Pues... Vamos a ver como te lo digo, a ver. Esto es muy difícil de explicar. Veamos, a ver, se supone que cuando una mujer es virgen, como tú lo eras, en la primera penetración se rompe el Himen, que es como una especie de piel delgada y frágil de tejido que se encuentra en el límite de la unión de la Vagina con... ¿la vulva?, que es la otra parte. - Su cara estaba roja como un tomate, él era médico pero jamas había tenido que explicar estos temas a nadie y no era algo que le encantase...

¿Mía?- lo miró a los ojos extrañados- Yo no tengo ninguna herida.- Notando cómo sus ojos le recorrían los muslos, se sonrojó mientras apartaba su mirada avergonzada.- Eso son sólo arañazos.

Brett se rió suavemente, era gracioso ver la inocencia que desprendía. - Como ya dije, eso es un trozo de piel por lo tanto al penetrarse se rompe y es lo que produce esta sangre que tienes ahí. - Dijo señalando a sus muslos.

Ella se sonrojó aún más, fijando su mirada en el pecho de Brett. Se sentía completamente estúpida. Jamás le habían dicho que ella sangraría en su primera vez. Ni siquiera había sabido lo que se esperaba de ella. Su tía siempre le había dicho que su marido se lo explicaría en su noche de bodas. Pero obviamente, eso ya no sería así.

- Entonces.... ¿ A ti no te ha dolido, verdad?.- Ella mantuvo su mirada en el pecho de Brett, no era capaz de confrontar su mirada.-

Ella estaba algo alucinada por lo que acaba de ocurrir, era lógico, según observo él, ella era una mujer virgen la cual no tenía mucho conocimiento del llamado Sexo. Los brazos de Brett rodearon a Ruslana del Mar por la altura de su cintura, para que ella estuviera pegada a Brett y que notase su corazón. -
Tienes que tranquilizarte. A los hombres no nos duele la primera vez que realizamos los actos sexuales, aunque yo haya roto tu Himen no significa que eso me hiciera daño. - Sus labios besaron la cabeza de Ruslana como símbolo de protección.

-Sé que no te ha tenido que gustar mucho. No... no sabía nada. Lo siento, Brett. Te... te prometo que... averiguaré por mi cuenta algo más.- Levantó su mirada hacia las gemas esmeraldas, de aquel maravilloso hombre. A pesar del dolor, ella había sentido placer, y quería por encima de todo, aprender cómo devolvérselo a él.- La próxima vez, yo te daré placer a ti.-

De golpe se hizo un nudo en la garganta de Brett, lo que acababa de decir no era algo de su agrado, "¿Cómo que ella iba a aprender por su cuenta?", se separo por un instante de ella para poder tomar aire con normalidad y cuando esto sucedió, le dijo: - No tienes que aprender nada por tú cuenta, yo puedo enseñarte todo lo que sé aunque creo que no es tampoco mucho. - Volvió a sonreír.

Ella desvió la mirada de Brett y le tomó la mano con firmeza.- Seré tuya, si tú... si tú me quieres. - Se encogió de hombros, intentando aparentar tranquilidad, cuando en realidad no la sentía. La mera idea de que Brett, no desease unirse a ella, le atenazaba el corazón, haciendo que latiese desenfrenadamente, en dolorosos latidos.- No deseaba casarme con nadie, al menos hasta ahora. No tienes que cumplir con ninguna obligación. Yo... tomé la decisión de entregarme a ti, y afrontaré las circunstancias.- El temblor de su voz, advertía cómo se encontraba en ese momento. Por primera vez, aquella joven no controlaba la situación. Y sus órdenes, serían banales si Brett no la deseaba. A pesar de su inocencia, ella sabía que Amor y Deseo, eran dos cosas diferentes.

Las dos manos se juntaron, las miradas siguieron el mismo camino hasta que los dos enamorados se centraron en las palabras de Ruslana. Claro que la quería, claro que la amaba y claro que quería pasar mas tiempo con ella, todo lo posible, hasta el fin del mundo, pero aun así su pasado le atormentaba, pero aun así la quería. Brett se arrodilló delante de ella, quería demostrarle su amor eterno pero su mente no le dejaba, siempre aparecían esos recuerdos de la noche de bodas.
- Te amo, te quiero y lo más importante, tú siempre seras mía como yo seré tuyo. Pero ahora mismo, no soy capaz de pedirte lo que los dos deseamos, sí, es extraño pero mis labios no me permiten decirlo, mi mano no me permite escribirlo y mi mente solo juguetea con aquellos horribles recuerdos de mi pasado... Recuerdos, los cuales intentare contarte cuando me sienta preparado para ello. Mientras tanto, por favor, espérame. - La lagrima de dolor recorrió el rostro de Brett hasta desprenderse hacia el vacio, aquella lágrima que contenía toda la desesperación y el miedo que el contenía en su interior.

Sus palabras tocaron el corazón de Ruslana, como nadie jamás lo había hecho. No sabía qué sería de ellos, pues aún guardaban muchos secretos. Se avergonzaba de no haberle contado lo que era a Brett, y decidió que antes de que todo esto fuese a más, debería sincerarse con él. Cuando un Del Mar abría su corazón, bastaba cualquier lugar, pero teniendo una playa al lado, dejaría que el ritual de su familia le mostrase qué y quién era ella. No quería que él le revelase su secreto, esperaría paciente a que decidiese entregarse a ella completamente. Su revelación sería un regalo. Un presente por su amor. Sonriendo secó sus lágrimas y le besó la frente con cariño.


- No deseo que me pidas matrimonio, sólo que me ames. No importa si yo te amo más o te entrego todo desde el principio, esperaré por ti. Siempre.- Comenzó a reírse, cuando su barba le hizo cosquillas en los dedos. Acercándose a su oído, le susurró:- Deseo probar todos los árboles de mi bosque contigo, siempre que me prometas compensarme por la ropa que rompas-.

Rió con sensualidad, y guiñándole un ojo, lo tomó de la mano y lo condujo de vuelta a la playa. Estaba segura que sus escasas prendas de ropa, eran el verdadero motivo de que la siguiera sin rechistar. El silencio apacible que había entre los dos, estaba cargado con demasiada tensión sensual para ser de otra forma. Al llegar a la playa, le dijo: Ahora guarda silencio y haz lo mismo que yo.- Con seriedad, se sentó en la arena y esperó a que Brett se sentara a su lado. Cuando su cuerpo rozó el suyo al sentarse, sintió el escalofrío recorrerle el cuerpo, pero lo ignoró mientras trazaba un círculo a su alrededor, con la punta de sus dedos. Uniendo sus manos, suspiró y cerró los ojos mientras decía las mismas palabras, que habían dicho todos los Del Mar antes. Aunque, por su puesto, sólo ella, siendo bruja, era la única que sabía el significado del ritual.

Ella estaba desvelando a Brett sus mas preciados recuerdos, estaba desvelando su forma de ser, es decir, su ser interior, el secreto que toda su familia guardaba. Brett nunca había oído semejantes palabras, sus padres le hablaron de los tiempos de las brujas, de la brujería en si pero siempre lo colocaban como algo maldito, algo que marcaba a las personas como diferentes, algo que podría hacer pensar a los demás que el mismísimo demonio estaba delante de ellos. En cambio para mi no era algo malo, si ella estaba maldita y yo estaba maldecido por la luna, todo lo que nos rodeaba, es decir, nuestro amor podría a ver estado prediseñado por alguna persona... O mejor dicho, por algún Dios... "¡¿Qué divagaciones estas haciendo Brett?!"...


- Del mar tomo mi apellido, uniendo mi ser y alma con la marea. Dame la fuerza necesaria para continuar mi camino, mece y protege a mis seres amados. Quiebra las velas de mis enemigos.- Dije con voz firme y clara. Levantándose, tomó la mano de Brett, y lo condujo hasta la roca que guardaba un compartimento secreto. En su interior se encontraba un puñal con el mango de marfil, tallado con maestría, mostraba las imágenes de leones, calaveras y barcos, todo lo que era un Del Mar. Saber que aquello había sido acariciado y usado por todos sus antepasados, la llenaba de fuerza y orgullo. Con una pequeña sonrisa, lo acarició con cariño y se lo tendió a Brett, depositándolo con suavidad en sus manos. Y con una inclinación de cabeza, le indicó la orilla del mar, para que supiese que irían hasta allí.

El compartimento de la roca lo había hecho alucinar, no se imaginaba para nada que ahí hubiera algo como eso y mucho menos que guardase aquel cuchillo, era precioso, con diferentes símbolos y diferentes significados. Ruslana se lo dio con cuidado por lo que supuso que era algo que debía cuidar con su alma. Sus ojos se juntaron a los de Ruslana, y sin poder evitarlo con un leve roce, el cuchillo corto con suavidad su carne, solo era un simple rasguño pero aun así mis ojos mostraban preocupación, ya sabía a simple vista que no era nada grabe pero aun así era Ruslana la que acaba de ser herida
. - Es... - Mis labios se cerraron, era obvio, todo era parte de un ritual, brujería, según mis padres los mejores y mas poderosos conjuros necesitaban de la sangre de alguna persona, en este caso de la hechicera..."Maldita sea...". Preocupado decidí confiar en ella, si ella había hecho esto era por algún motivo y en este caso el motivo era unirse a mi, unirse hasta que yo fuera capaz de decir aquellas mágicas palabras.

- Una con el mar. Brisa y sal corre por mis venas. Siempre navegante de tus aguas. Hija de la luna y las estrellas. Doy mi sangre como muestra de lealtad.- Sonriendo al atónito Brett, Ruslana le tomó la mano y con un movimiento rápido, dejo que fuese el mismo Brett el que le hiciera un corte superficial en el brazo. Dos gotas de sangre cayeron en la orilla, siendo arrastradas entre la espuma del mar, hacia lo más profundo del mar. Levantando su mirada, fijó sus ojos en los de Brett, uniendo su destino al suyo: A cambio sólo pido la protección de tus aguas. Que la sal cure mis heridas, que tus aguas purifiquen mi alma. Y cuando me falten las fuerzas, sea el oleaje el que me insufle energía. Uno mi corazón al de Brett, por siempre. Que mi corazón le siga amando, hasta que su vida se extinga. Como un Del Mar, extiendo mi protección a Brett, como compañero.- Como si mis palabras hubiesen sido escuchadas, la marea comenzó a calmarse, dejando la playa como una piscina. La brisa del mar se elevó, alborotando nuestros cabellos, y las aguas subieron hasta acariciar nuestras rodillas. El susurro del viento traía un canto lejano, como si las mismas sirenas entonasen una canción de amor, con el ritmo de los latidos de mi corazón.

- Esto es lo que soy, Brett. Puedes tomarme, o dejarme. Hagas lo que hagas, he hecho un juramento con el elemento del agua, seré tuya, como compañera, hasta que dejes de existir.- Sus palabras serias no mostraban dudas, más bien, lo confrontaban, y obligaban a darle respuesta.- Soy lo que algunos llaman, bruja.

Una vez terminaron sus labios de moverse, con los ojos algo húmedos, lo único que pude hacer era abrazarla, con fuerza, para que ella no se separa de mi... Mi corazón latía con fuerza, la fuerza que ella me estaba demostrando que tenía, la fuerza que necesitare para que ella pueda comprender con quien se estaba uniendo...

- No debiste hacer esto, hay cosas de mi vida que no sabes, cosas que podrían espantar a una gran multitud de personas, cosas que han hecho que mi vida sea un infierno... ¿Por qué lo hiciste?.-

Aplastada contra su pecho, Ruslana comenzó a reír. Realmente eran únicos, Brett no la odiaba, no había saliendo corriendo como esperaba ella, sino que se preocupaba por la consecuencia que tendría. Separándose un poco de su pecho, levantó su mirada hacia Brett.

- Eres único. El motivo por el que lo he hecho, es porque te quiero. Mi corazón es tuyo Brett, hasta el momento en que mueras, independientemente de qué secretos guardes.- Su voz comenzó a endurecerse con las siguientes palabras, dejando que su rostro se convirtiese en una máscara insensible e indiferente. Debía asustarlo, sólo así comprendería que ella podía llegar a ser igual que él.- Hay pocos secretos que puedas ocultarme, Brett. Soy capaz de muchas cosas, y no siempre serán buenas. No importa que cosas guardes, jamás huiré de ti. Afrontaré lo que sea por ti. Pero no me subestimes, incluso el humano más simple puede llegar a ser un vil monstruo.

El tono frío de su voz la asustaba a ella misma. Desde hacía mucho tiempo había afrontado su condición. Era un monstruo, y por mucho que intentase apartarse de su naturaleza, ésta jamás desaparecería. Al igual que antes había renunciado a seguir limitándose junto a Brett, esta vez había llegado el momento de dejar de luchar contra sus poderes. No podía seguir siendo la chica insulsa de siempre, aquella que ocultaba su esencia para que los demás no la observasen, y se dieran cuenta de su rareza. Apartándose completamente de Brett, se alejó unos pasos de él, mirando la extensión infinita azulada.

- Si lo deseas puedo especificarte mis habilidades, aquello que puedo hacer. Sólo te pido que dejes de pensar que he cometido un error, porque aún sin cometer el ritual, seguiría siendo tuya.- Lo miró con tristeza.- No tienes porqué contarme nada, sea cual sea tu secreto, te amo y amaré con todo mi corazón. Sólo te advierto algo, jamás toques mis manos cuando no estén cubiertas.

Sus palabras llegaron al corazón de Brett, un corazón dañado el cual intentaba recuperarse de los duros golpes de su vida. Estaba claro que Brett quería a Ruslana del Mar, pero este no era capaz de demostrarlo, lo único que podía decir eran aquellas maravillosas palabras. "Te quiero." Ruslana del Mar estaba segura de lo que estaba haciendo, tanto era así que hasta selló su alma a la mía, selló su corazón para que yo fuera el único hombre al que ella amaría, un sello de muchísima importancia.

Mis pupila reflejaban duda, duda hacia mi ser pero fue entonces ese tono frío, el que me despertó de mi letargo, el que impulso mi alma a salir a la superficie. Fue su voz, la que me hizo darme cuenta de que ella estaba segura, ella, a pesar de su edad, era una mujer lista, fuerte y sobretodo tenía conciencia de donde se estaba metiendo, es decir, ella sabía sobre mi secreto y aun así se aventuro a aceptarme entre sus brazos. -
Increíble, ¿Por qué no apareciste antes en mi vida?... - Mis palabras guardaban muchos sentimientos, en general, guardaba el alivio. Ella había adivinado a partir de sus hechizos que en mi interior guardaba una gran bestia y aun así..."La daba igual".

- No es necesario que me digas que tipo de Hechizos eres capaz de realizar, no estoy junto a ti por esos dones, estoy aquí, a tu lado, por ti. - Mis manos agarraron las suyas, mi frente se apoyo en la suya, nuestros ojos se miraban y como era de costumbre en mi, estaba sonriendo. Ruslana había trazado el camino hacía la luz y Brett claramente había encontrado ese camino.

Los labios de Brett se fueron acercando lentamente a los de Ruslana pero parándose antes de besarlos.
- Te... - roce sus labios con los míos. - Amo. - termine la frase besándolos por completo.

La marea se mecía de un lado para otro, acariciándonos los pies, cuando me di cuenta del tiempo que había pasado con ella, habían sido ya unas cuantas horas, no me había percatado pero tenía que trabajar... Me separe de inmediato, tenía que llegar a mi casa, cambiarme de ropa, ducharme y correr hasta el hospital.
- Oh my god. - Dije en mi idioma natal. - Tengo que irme, entro a trabajar en apenas una hora, no me había dado cuenta del tiempo que había pasado. Lo siento, pero debo irme. Esta noche... ¿Quieres que pase a verte?. - Sonreía mientras recogía algunas cosas mías, me ponía la camiseta y agarraba la funda de mi Violín.

Ruslana observó cómo se colocaba la camiseta con cierta decepción, los músculos marcados de Brett desaparecían debajo de aquella tela. Se sonrojó al saber lo que estaba pensando, gracias a Dios, Brett no podía leerle la mente. Se dirigió a la roca y guardó el puñal que había usado, sacando de allí una muda de ropa. Al quitarse los jirones que quedaban de sus pantalones, comenzó a reír. Mojando la tela en el agua del mar se limpió los restos de sangre de sus muslos con cuidado y se colocó una larga falda rosada y una escasa camiseta azul.

Cuando se dio la vuelta, se mordió el labio para no reírse, sabiendo que Brett se iba a sonrojar cuando le dijera lo que tenía que decirle. Acercándose a él, moviendo sensualmente las caderas, se puso de puntillas para susurrarle al oído: - Vas a tener que volver esta misma noche, y compensarme por desgarrarme la ropa y dejarme semidesnuda en el bosque.- Guiñándole un ojo, se agachó a recoger el estuche de su violín. Y tomando su mano, comenzó a guiarle hacia la Mansión. La distancia no era muy grande, es más, podía verse la mansión desde la playa, siempre que te situaras cerca del acantilado donde se encontraba.

Deteniéndose en la mitad del camino, se dio la vuelta y lo besó, sabiendo que a partir de ese tramo, ya no podría mantener ningún contacto con él. - Lo siento, pero ahora debo de tener cuidado. Me marché de casa a escondidas y todos creen que estoy en mis habitaciones descansando- Hizo una mueca de disgusto. No le gustaba mentir pero, tenía motivos para ello.- Yo... escapaba del nuevo pretendiente que me ha buscado mi tía- le dije mientras me agachaba detrás de unos arbustos y observaba a algunos criados tender ropa, y recoger frutos de los árboles.- Había decidido quedarme soltera, colocarme ese horrible paño blanco sobre la cabeza, y juntarme con las damas que jamás se unirán en matrimonio.- Se encogió de hombros mientras aprovechó la distracción de una criada, para continuar corriendo y arrastrando a Brett consigo. Si tenía suerte, lo llevaría a la caballeriza y saldría con un caballo.- Aunque... había comenzado a preocuparme. Mi tía tiene la misma terquedad que yo, y es incapaz de perder una apuesta. Su última maniobra fue quitarle aceite a las lámparas para que en cierto momento, la habitación en la que me encontrase, quedase sin luz.- Ella sacudió su cabeza con admiración, su tía era una mujer de armas tomar.

Llegamos los dos juntos a una de las ventanas, estaba en el segundo piso y según por la mirada que acaba de poner Ruslana estaba claro que esa era su habitación. “¿Cómo cojones baja y sube de ahí?”, pero en ese momento pude darme cuenta de que poseía una especie de enredadera, un tipo de planta que va creciendo y enredando todo lo que se encuentra a su paso, suelen crecer en muchos lugares, es mas, es una planta muy típica aquí. Mire hacia arriba y de nuevo a Ruslana. Esto suponía un adiós, o mejor dicho un hasta luego. Mire sus ojos, apoye mi mano en la pared para poder besar aquellos maravillosos labios, era mi forma favorita de despedirme de una persona o mejor dicho, de Ella. – Espero que en las siguientes horas que pasen no me eches tanto de menos, porque yo lo voy a pasar muy mal. -

Con un movimiento rápido, Ruslana levantó sus manos, enredándolas en su cabello y volviéndolo a besar con pasión. Separándose con renuencia, le dedicó una mirada triste- Tendremos que acostumbrarnos a robarle tiempo al tiempo.- Acarició su nariz con la suya, y le apartó con suavidad. Tomando la escalera que estaba oculta bajo la enredadera, comenzó a trepar hasta llegar al balcón de su habitación, y colándose entre los barrotes, llegó a sus habitaciones. Con una sonrisa, agitó su mano desde lo alto a Brett, y se adentró a su habitación, pensando en lo mucho que lo extrañaba ya.


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