AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
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Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Recibió el primer golpe, muy despacio se levanto, su paso jamás era inseguros ni descuidados, sin ruido alguno había recibido el golpe cerca de la nuca, la visión le fallo unos segundos hasta estabilizarse sobre sus pies. Dos mortales se habían detenido cerca de el, o al menos mortales le parecieron, con el sigilo de un animal pero sin el revoloteo casi mágico del andar milenario no podían ser vampiros.
Se recargo en una de las paredes, como si el equilibrio no volviese a el, los rostros humanos lo reflejaron todo, vio entonces como lo veían ellos. Percibió su aprehensión, mezclada con la súbita e irreprimible sensación de victoria. Eran hombres que vivían para llegar a momentos como aquel. Levanto la cabeza se encontraban a escasos cinco metros de distancia, dos individuos de cierta edad, instruidos, de rostros surcador por profundas demostraciones de satisfacción y seguridad, pobres torpes. Allí, con sus elegantes abrigos grises, el cuello blanco que se insinuaba por debajo y con los zapatos finos que ahora hacían ruido al andar se encontraban completamente fuera de lugar en el oscuro callejón.
Priest se enderezo, como si el golpe que debía haberle dejado sin conocimiento no hubiese significado nada, la adrenalina comenzó a correr, como en cada ocasión en que la caza se volvía algo mas difícil, Observo a sus presas y clavo sus ojos en los ajenos. Ellos se negaron a rechazar su visión, en su mirada había una gran reticencia natural como si fuesen demasiado educados para tener miedo. Entonces apareció, apareció aquella excreción que incluso los subordinados del inquisidor temían, una sonrisa…. En el rostro de priest se dibujo una sonrisa macabra, una sonrisa deseosa de diversión, su enorme cuerpo se movía con una velocidad pasmosa, con aquel estado que 38 años completos de entrenamiento habían logrado en el…si…38 años, por que desde su nacimiento la iglesia no le había dado otra cosa mas que entrenamiento, el caminar de un cazador se había inculcado desde antes siquiera que fuera capas de dar tres pasos seguidos. Nadie que le había visto en aquella forma había sobrevivido, al menos no alguno de sus atacantes. Solo Jensen, un miembro de su escuadrón personal lo había visto, como una bestia atacaba, el dolor no parecía afectarle, atacaba de frente y sin miedo, recibía ataque tras ataque, cada herida le volvía mas rápido cada ataque le incitaba mas. Sus golpes asestaban sin detenerse y cuando el oponente finalmente caía, entonces el cuerpo de priest se quedaba quieto, como si la bestia que había estado luchando desapareciera su rostro nuevamente era de granito, con los ojos brillantes y la sangre cubriendo sus ropas la figura imponente miraba al suelo, la pistola apuntando entre los ojos. “arrepiéntete de tus pecados” decía con aquella voz aguanosa y profunda, aquella que parecía sacada del mismo infierno, una bala entre los ojos y todo había terminado.
Que pequeño parecía entonces el alcance de la vida, mirad al frágil cuerpo tendido en el suelo a quien la educación y el refinamiento no habían hecho nada mas que aumentar sus riesgos. Priest se giro hacia su segundo atacante, estaba casi ancado en el suelo, sus heridas comenzaban a sanar pero no podía levantarse. El le miro y la respiración del hombre se aceleró y una súbita humedad apareció en su frente y bajo su labio inferior, la sangre corría mientras las heridas intentaban sanar. No espero a que pudiese recuperarse, pronto le dio el mismo final que a su compañero. Silbo al aire y Minako no tardo en llegar hasta el posándose en su hombro, el cuervo mensajero. Ato a su pata un mensaje, alguien tenía que hacerse cargo de la limpieza de los cuerpos. Cuando el ave partió se saco el pesado y enorme abrigo que le cubría, estaba completamente manchado de sangre, sin el sus armas estaban al descubierto, a lo lejos podía escuchar el sonido apagado de la multitud nocturna. Se saco todo cuanto le cubría por encima de la cintura, vendo las heridas de sus brazos para impedir que continuasen sangrando y manchando todo. Con una calma imperturbable metió todo en la bolsa de piel que llevaba con el y coloco sobre su cuerpo un abrigo de pieles. Era mejor que ir por ahí manchado en sangre. El sonido cuidadoso de pasos acercándose por entre los callejones le dijo que alguien se acercaba, elevo la vista y dibujada por la luna reconoció a minako girando sobre el, indicando el lugar. El equipo de limpieza ya estaba ahí. Se marcho antes de poder encontrar con alguien.
Los pasos le llevaron a las calles parisinas, entre los comercios donde podían verse cosas mas atroces que lo que había sucedido en el callejón, los hombres caminando con jovencitas que podrían ser sus hijas y que todos sabían no lo era, las mujeres hablando con otras en una especie de competencia por demostrar mas fortuna en la vida, les vio a todos por un segundo, tenia apenas unos segundos antes de que le fuese incapaz de hacerlo, antes de caminar unos pasos por la calle y su presencia fuese notada, antes de que su tamaño absorbiese las miradas. Y ocurrió, solo unos pasos y el murmullo se apagó un poco, las miradas sobre su cuerpo cayeron como una lluvia esperada. Al caminar la gente asustada se apartaba como empujada por el viento y a el, poco le importaba, su rostro no reflejaba nada, no era un ser de emociones. Mas sin embargo aun era humano, cosas como comer o dormir eran necesarias. Se detuvo en medio de la calle y busco con la mirada alguna posada cercana, un brillo plateado llamo la atención entre la gente y sus sentidos se alertaron volviendo al origen, pero no era un arma… era una cruz de plata, una cruz de plata que en la distancia le pareció reconocer, pero no podía estar del todo seguro, su mirada se levanto, buscando el rostro de la portadora y sus ojos fieros, buscaron los ajenos.
Se recargo en una de las paredes, como si el equilibrio no volviese a el, los rostros humanos lo reflejaron todo, vio entonces como lo veían ellos. Percibió su aprehensión, mezclada con la súbita e irreprimible sensación de victoria. Eran hombres que vivían para llegar a momentos como aquel. Levanto la cabeza se encontraban a escasos cinco metros de distancia, dos individuos de cierta edad, instruidos, de rostros surcador por profundas demostraciones de satisfacción y seguridad, pobres torpes. Allí, con sus elegantes abrigos grises, el cuello blanco que se insinuaba por debajo y con los zapatos finos que ahora hacían ruido al andar se encontraban completamente fuera de lugar en el oscuro callejón.
Priest se enderezo, como si el golpe que debía haberle dejado sin conocimiento no hubiese significado nada, la adrenalina comenzó a correr, como en cada ocasión en que la caza se volvía algo mas difícil, Observo a sus presas y clavo sus ojos en los ajenos. Ellos se negaron a rechazar su visión, en su mirada había una gran reticencia natural como si fuesen demasiado educados para tener miedo. Entonces apareció, apareció aquella excreción que incluso los subordinados del inquisidor temían, una sonrisa…. En el rostro de priest se dibujo una sonrisa macabra, una sonrisa deseosa de diversión, su enorme cuerpo se movía con una velocidad pasmosa, con aquel estado que 38 años completos de entrenamiento habían logrado en el…si…38 años, por que desde su nacimiento la iglesia no le había dado otra cosa mas que entrenamiento, el caminar de un cazador se había inculcado desde antes siquiera que fuera capas de dar tres pasos seguidos. Nadie que le había visto en aquella forma había sobrevivido, al menos no alguno de sus atacantes. Solo Jensen, un miembro de su escuadrón personal lo había visto, como una bestia atacaba, el dolor no parecía afectarle, atacaba de frente y sin miedo, recibía ataque tras ataque, cada herida le volvía mas rápido cada ataque le incitaba mas. Sus golpes asestaban sin detenerse y cuando el oponente finalmente caía, entonces el cuerpo de priest se quedaba quieto, como si la bestia que había estado luchando desapareciera su rostro nuevamente era de granito, con los ojos brillantes y la sangre cubriendo sus ropas la figura imponente miraba al suelo, la pistola apuntando entre los ojos. “arrepiéntete de tus pecados” decía con aquella voz aguanosa y profunda, aquella que parecía sacada del mismo infierno, una bala entre los ojos y todo había terminado.
Que pequeño parecía entonces el alcance de la vida, mirad al frágil cuerpo tendido en el suelo a quien la educación y el refinamiento no habían hecho nada mas que aumentar sus riesgos. Priest se giro hacia su segundo atacante, estaba casi ancado en el suelo, sus heridas comenzaban a sanar pero no podía levantarse. El le miro y la respiración del hombre se aceleró y una súbita humedad apareció en su frente y bajo su labio inferior, la sangre corría mientras las heridas intentaban sanar. No espero a que pudiese recuperarse, pronto le dio el mismo final que a su compañero. Silbo al aire y Minako no tardo en llegar hasta el posándose en su hombro, el cuervo mensajero. Ato a su pata un mensaje, alguien tenía que hacerse cargo de la limpieza de los cuerpos. Cuando el ave partió se saco el pesado y enorme abrigo que le cubría, estaba completamente manchado de sangre, sin el sus armas estaban al descubierto, a lo lejos podía escuchar el sonido apagado de la multitud nocturna. Se saco todo cuanto le cubría por encima de la cintura, vendo las heridas de sus brazos para impedir que continuasen sangrando y manchando todo. Con una calma imperturbable metió todo en la bolsa de piel que llevaba con el y coloco sobre su cuerpo un abrigo de pieles. Era mejor que ir por ahí manchado en sangre. El sonido cuidadoso de pasos acercándose por entre los callejones le dijo que alguien se acercaba, elevo la vista y dibujada por la luna reconoció a minako girando sobre el, indicando el lugar. El equipo de limpieza ya estaba ahí. Se marcho antes de poder encontrar con alguien.
Los pasos le llevaron a las calles parisinas, entre los comercios donde podían verse cosas mas atroces que lo que había sucedido en el callejón, los hombres caminando con jovencitas que podrían ser sus hijas y que todos sabían no lo era, las mujeres hablando con otras en una especie de competencia por demostrar mas fortuna en la vida, les vio a todos por un segundo, tenia apenas unos segundos antes de que le fuese incapaz de hacerlo, antes de caminar unos pasos por la calle y su presencia fuese notada, antes de que su tamaño absorbiese las miradas. Y ocurrió, solo unos pasos y el murmullo se apagó un poco, las miradas sobre su cuerpo cayeron como una lluvia esperada. Al caminar la gente asustada se apartaba como empujada por el viento y a el, poco le importaba, su rostro no reflejaba nada, no era un ser de emociones. Mas sin embargo aun era humano, cosas como comer o dormir eran necesarias. Se detuvo en medio de la calle y busco con la mirada alguna posada cercana, un brillo plateado llamo la atención entre la gente y sus sentidos se alertaron volviendo al origen, pero no era un arma… era una cruz de plata, una cruz de plata que en la distancia le pareció reconocer, pero no podía estar del todo seguro, su mirada se levanto, buscando el rostro de la portadora y sus ojos fieros, buscaron los ajenos.
Priest- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/09/2011
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Había salido a caminar, le molestaba mucho quedarse encerrada en la mansión y siempre que podía realizaba largos paseos, mezclándose con la gente sencilla y feliz que recorría las calles buscando infinidades de objetos y pretendiendo ser con ellos un poco más feliz. – si pudieran entender que con solo el hecho de estar vivos y disfrutar de la compañía de sus seres queridos ya son inmensamente ricos – caviló, mientras veía pasar a unos padres con sus niños de la mano. Le sonrió a la pequeña que en brazos de su madre le hacía un gesto de adiós con su mano regordeta. Chiara la siguió con la mirada mientras le saludaba – adiós petit bebé – dijo tirándole un beso con la punta de los dedos. La criatura rió alejándose cada vez más junto a sus padres.
Continuó su andar distraídamente, mirando los escaparates, aquel día de comienzos de verano le traía recuerdos de su Toscana amada. Estaba feliz, demasiadas cosas habían pasado en estos meses y dentro de todo, lo malo vivido, no podía negar que últimamente el hado, era benevolente con ella. Le devolvió a su hermano, quien por tanto tiempo había creído muerto, volvía a tener una familia y nunca más se podría sentir sola. Pero no solo eso, también estaba ese hombre que la cuidaba y protegía con su vida. Un ser que a pesar de tener tantas luces y sombras, se presentaba ante ella con todas sus virtudes y bajezas, prefería eso a no conocerlo verdaderamente. – Es tan extraño pensar en él como la persona que es dueña de mi corazón – reflexionó, mientras llevaba una mano a su pecho. Miró su reflejo en el cristal y sonrió complacida con lo que vio. Una joven risueña de cabellos rubios y mirada cristalina, ojos celestes grisáceos y boca carnosa y sensual; de piel rozagante y blanca como el alabastro. De a poco, muy despacio, estaba volviendo a ser la joven que había conquistado más de un salón de baile.
Siguió su camino y un hombre paso a su lado, tocando el borde de su sombrero y diciéndole una frase halagadora, sonrió con la zalamería, hacía tiempo que no se sentía tan plena. Caminó un poco más y unos guantes de cuero, en un escaparate, llamaron su atención. Era una tienda de artículos para hombre, en ella se exhibían diferentes objetos, desde sombreros, corbatas, pajaritas, bastones de empuñadura de plata con formas diversas y los guantes que habían llamado su atención. Pensó en las manos de Ruggero, fuertes, seguras, asperas y a la vez suaves y amorosas al acariciarle su mejilla. Recordó que le había comentado de sus viajes y del frio que muchas veces debía soportar y se ilusionó imaginándose como él lo recibiría y los atesoraría – sería un hermoso presente – se dijo a si misma – ¿o no?, tal vez es demasiado pronto para un regalo así – tocó la cruz de plata, que llevaba siempre consigo, colgada al cuello –¿ y tú que dices, ángel de mi guarda? – Aquella cruz era lo único que le recordaba que si hoy podía disfrutar de todo lo que tenía era gracias al arrojo de un extraño. Aunque lo había intentado de mil maneras, nunca había podido dar con su salvador, por eso como una forma de mantener un contacto con aquel ángel, solía pasar horas charlando en un interminable soliloquio, como si en verdad pudiera conversar abiertamente tal que si estuviera presente – ay Chiara, sí que se te soltó un tornillo – caviló mientras ser reía de sus locuras.
Pensó en esos ojos, grises, los que tenía grabados en el alma y en la mente. Todas las noches soñaba con ellos, ya no los del vampiro, a quien gracias a su amado había podido dar entidad y forma, sino los de aquel, que olvidándose de su seguridad, la había salvado de una muerte segura. Atrapo entre sus dedos la cruz de plata haciendo que destellara en el cristal del escaparate. Instintivamente la acercó a sus labios y la beso, como cada vez que recordaba esa noche atroz, como una forma de exorcizar los malos recuerdos.
Continuó su andar distraídamente, mirando los escaparates, aquel día de comienzos de verano le traía recuerdos de su Toscana amada. Estaba feliz, demasiadas cosas habían pasado en estos meses y dentro de todo, lo malo vivido, no podía negar que últimamente el hado, era benevolente con ella. Le devolvió a su hermano, quien por tanto tiempo había creído muerto, volvía a tener una familia y nunca más se podría sentir sola. Pero no solo eso, también estaba ese hombre que la cuidaba y protegía con su vida. Un ser que a pesar de tener tantas luces y sombras, se presentaba ante ella con todas sus virtudes y bajezas, prefería eso a no conocerlo verdaderamente. – Es tan extraño pensar en él como la persona que es dueña de mi corazón – reflexionó, mientras llevaba una mano a su pecho. Miró su reflejo en el cristal y sonrió complacida con lo que vio. Una joven risueña de cabellos rubios y mirada cristalina, ojos celestes grisáceos y boca carnosa y sensual; de piel rozagante y blanca como el alabastro. De a poco, muy despacio, estaba volviendo a ser la joven que había conquistado más de un salón de baile.
Siguió su camino y un hombre paso a su lado, tocando el borde de su sombrero y diciéndole una frase halagadora, sonrió con la zalamería, hacía tiempo que no se sentía tan plena. Caminó un poco más y unos guantes de cuero, en un escaparate, llamaron su atención. Era una tienda de artículos para hombre, en ella se exhibían diferentes objetos, desde sombreros, corbatas, pajaritas, bastones de empuñadura de plata con formas diversas y los guantes que habían llamado su atención. Pensó en las manos de Ruggero, fuertes, seguras, asperas y a la vez suaves y amorosas al acariciarle su mejilla. Recordó que le había comentado de sus viajes y del frio que muchas veces debía soportar y se ilusionó imaginándose como él lo recibiría y los atesoraría – sería un hermoso presente – se dijo a si misma – ¿o no?, tal vez es demasiado pronto para un regalo así – tocó la cruz de plata, que llevaba siempre consigo, colgada al cuello –¿ y tú que dices, ángel de mi guarda? – Aquella cruz era lo único que le recordaba que si hoy podía disfrutar de todo lo que tenía era gracias al arrojo de un extraño. Aunque lo había intentado de mil maneras, nunca había podido dar con su salvador, por eso como una forma de mantener un contacto con aquel ángel, solía pasar horas charlando en un interminable soliloquio, como si en verdad pudiera conversar abiertamente tal que si estuviera presente – ay Chiara, sí que se te soltó un tornillo – caviló mientras ser reía de sus locuras.
Pensó en esos ojos, grises, los que tenía grabados en el alma y en la mente. Todas las noches soñaba con ellos, ya no los del vampiro, a quien gracias a su amado había podido dar entidad y forma, sino los de aquel, que olvidándose de su seguridad, la había salvado de una muerte segura. Atrapo entre sus dedos la cruz de plata haciendo que destellara en el cristal del escaparate. Instintivamente la acercó a sus labios y la beso, como cada vez que recordaba esa noche atroz, como una forma de exorcizar los malos recuerdos.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
La calle estaba cubierta de personas, Paris perseguía la misma rutina de siempre con los transeúntes andando despreocupados sobre sus calles, las mujeres con sombreros cubriendo sus cabezas para evitar que los rayos del sol trataran de propasarse con sus mejillas propinándoles algo mas fuerte que caricias, todos eran como fantasmas aglomerándose alrededor de la bestia, desviando las miradas para no encontrarse de frente ante la imponente figura del inquisidor, ninguno lograba realmente no verlo, con sus 2.10 de altura la mayoría de los hombres le observaba con una desdeñosa mirada que despreciaba aquella diferente y bien construida constitución, al fondo de la calle se encontraban los rezagados, aquellos que la sociedad había desechado debido a su pobreza o a alguna imperfección que no pudo ser maquillada.
Él se encontraba ahora bajo la luz, y no porque quisiese sino porque se lo había ganado, el pase entre los dos mundos le transformo en alguien que al mismo tiempo podía pisar el suelo limpio, muy a pesar de que sus pies descalzos dejasen manchas de lodo en la alfombra, grandes manchas de lodo que probablemente escandalizarían a todos aquellos que andaban sin preocupación caminando por la calle, pero ese, no era un tema para tratar en ese instante, lo que captaba su atención era la estrella brillante que formaba el destello de la plata al ser cubierta por el sol de la media tarde.
Reconoció entonces aquel dije que se supone había perdió hace mucho tiempo, frunció el ceño al pensar que semejante cosa fuese a terminar en el cuello de…de quien?...Levanto la vista clavando los ojos en una muchacha que andaba a mitad de la calle, parecía frágil y delicada en comparación con aquellos con los que se relacionada a diario, su cabello estaba bañado por el sol, igual que el de Liliana, sin embargo, Liliana nunca parecía frágil, era hermosa si, pero jamás frágil, el maquillaje en el rostro matizaba un bonito y pequeño rostro de ojos rasgados que se movía igual que un ave nadando en el lago, igual que un magnifico cisne. Una sonrisa se deslizo entre su concentración pensando que por otro lado Jensen no podía ni por asomo decirse que era alguien delicado igual que esa muchacha, quien ignorante de lo que colgaba en su cuello jugueteaba con la plata bendita de su orden.
Dio un paso hacia adelante como entrando en medio de un sueño profundo, sintió sus pupilas hundirse en una luz blanca que le trajo con claridad la proveniencia de aquella cruz blanca, los soldados de elite la utilizaban, cada uno de los miembros que entraba a su sección [soldados] tuvieron que pasar alguna especie de prueba impuesta por el mismo, pero cuando el ingreso los lideres anteriores fueron quienes le juzgaron , en aquel entonces era prácticamente nuevo pero ya había trabajado en solitario como cazador, sus habilidades fueron suficientes para aplastar a todos durante las practicas, los altos mandos simplemente miraron anonadados como una luz se encendió dentro de el volviéndolo una bestia, esa que no se detenía sin importar que, la fuerza sobrehumana que poseía le ayudaba a aguantar los golpes y regresarlos al triple mientras que su obediencia ciega le transformo en el candidato perfecto para además de ser líder de facción miembro de un comité de elite interno en donde solo los mas aptos lograban pasar, por supuesto que ninguno de los demás miembros sabia nada de eso, mucho menos que aquella cruz, era el símbolo de los miembros de dicha orden.
- Así que ahí estaba…-su voz sonó ronca y baja, tan típica de el pero que hizo estremecer a un par de personas que pasaban cerca, afilo los ojos mirando como la chica besaba la cruz que atesoraba entre sus manos, esa que también cargaban Jensen y Liliana, asi como Catleen y Luca de quienes no había sabido mucho en los últimos tiempos, eran un equipo balaceado, poderoso, los enviaba a las misiones mas peligrosas, no solamente e n caza de unos solo, sino de aquelarres completos de brujas o vampiros, arrasando las manadas de licanos rebeldes que decidieron anidar en parís, ninguno de ellos a pesar de su fuerza lograba comparar el poder del golpe de un humano con el de los sobrenaturales, pero para eso habían sido entrenados desde pequeños para eso, peleaban con la piel desgarrándose, los huesos quebrados y los músculos reventados hasta que cumplían su cometido, hasta entonces ellos podían comenzar a pensar en el dolor, sin embargo aquella muchacha… ella podría verse afectada en demasía por poseer semejante artefacto colgando en su pecho con aquella naturalidad de quien porta una joya cualquiera, los vampiros mas viejos les perseguían por ellas, se les reconocía fácilmente debido a que el símbolo era una invitación a la lucha, algo que demostraba con palabras que ninguno le temía ala muerte, que nadie podría quebrantar su fe porque la fe no era algo que poseyesen, ellos eran como maquinas que estaban dispuestos a matar y morir en el campo de batalla, ellos se ofrecían abiertamente a quien quisiese ir por ellos, después de todo, la caza era su vida, ninguno tenia familia, ellos vivían en la nada total.
Él se encontraba ahora bajo la luz, y no porque quisiese sino porque se lo había ganado, el pase entre los dos mundos le transformo en alguien que al mismo tiempo podía pisar el suelo limpio, muy a pesar de que sus pies descalzos dejasen manchas de lodo en la alfombra, grandes manchas de lodo que probablemente escandalizarían a todos aquellos que andaban sin preocupación caminando por la calle, pero ese, no era un tema para tratar en ese instante, lo que captaba su atención era la estrella brillante que formaba el destello de la plata al ser cubierta por el sol de la media tarde.
Reconoció entonces aquel dije que se supone había perdió hace mucho tiempo, frunció el ceño al pensar que semejante cosa fuese a terminar en el cuello de…de quien?...Levanto la vista clavando los ojos en una muchacha que andaba a mitad de la calle, parecía frágil y delicada en comparación con aquellos con los que se relacionada a diario, su cabello estaba bañado por el sol, igual que el de Liliana, sin embargo, Liliana nunca parecía frágil, era hermosa si, pero jamás frágil, el maquillaje en el rostro matizaba un bonito y pequeño rostro de ojos rasgados que se movía igual que un ave nadando en el lago, igual que un magnifico cisne. Una sonrisa se deslizo entre su concentración pensando que por otro lado Jensen no podía ni por asomo decirse que era alguien delicado igual que esa muchacha, quien ignorante de lo que colgaba en su cuello jugueteaba con la plata bendita de su orden.
Dio un paso hacia adelante como entrando en medio de un sueño profundo, sintió sus pupilas hundirse en una luz blanca que le trajo con claridad la proveniencia de aquella cruz blanca, los soldados de elite la utilizaban, cada uno de los miembros que entraba a su sección [soldados] tuvieron que pasar alguna especie de prueba impuesta por el mismo, pero cuando el ingreso los lideres anteriores fueron quienes le juzgaron , en aquel entonces era prácticamente nuevo pero ya había trabajado en solitario como cazador, sus habilidades fueron suficientes para aplastar a todos durante las practicas, los altos mandos simplemente miraron anonadados como una luz se encendió dentro de el volviéndolo una bestia, esa que no se detenía sin importar que, la fuerza sobrehumana que poseía le ayudaba a aguantar los golpes y regresarlos al triple mientras que su obediencia ciega le transformo en el candidato perfecto para además de ser líder de facción miembro de un comité de elite interno en donde solo los mas aptos lograban pasar, por supuesto que ninguno de los demás miembros sabia nada de eso, mucho menos que aquella cruz, era el símbolo de los miembros de dicha orden.
- Así que ahí estaba…-su voz sonó ronca y baja, tan típica de el pero que hizo estremecer a un par de personas que pasaban cerca, afilo los ojos mirando como la chica besaba la cruz que atesoraba entre sus manos, esa que también cargaban Jensen y Liliana, asi como Catleen y Luca de quienes no había sabido mucho en los últimos tiempos, eran un equipo balaceado, poderoso, los enviaba a las misiones mas peligrosas, no solamente e n caza de unos solo, sino de aquelarres completos de brujas o vampiros, arrasando las manadas de licanos rebeldes que decidieron anidar en parís, ninguno de ellos a pesar de su fuerza lograba comparar el poder del golpe de un humano con el de los sobrenaturales, pero para eso habían sido entrenados desde pequeños para eso, peleaban con la piel desgarrándose, los huesos quebrados y los músculos reventados hasta que cumplían su cometido, hasta entonces ellos podían comenzar a pensar en el dolor, sin embargo aquella muchacha… ella podría verse afectada en demasía por poseer semejante artefacto colgando en su pecho con aquella naturalidad de quien porta una joya cualquiera, los vampiros mas viejos les perseguían por ellas, se les reconocía fácilmente debido a que el símbolo era una invitación a la lucha, algo que demostraba con palabras que ninguno le temía ala muerte, que nadie podría quebrantar su fe porque la fe no era algo que poseyesen, ellos eran como maquinas que estaban dispuestos a matar y morir en el campo de batalla, ellos se ofrecían abiertamente a quien quisiese ir por ellos, después de todo, la caza era su vida, ninguno tenia familia, ellos vivían en la nada total.
Priest- Inquisidor Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/09/2011
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Suspiró, mientras bajaba lentamente su mano, de la cruz a su cintura hasta unirlas apretando el pequeño bolso que hacía juego con su vestido de paseo. Una sombra cruzaba su rostro – es que… destino malvado… ¿nunca dejaras que mi salvador y yo nos encontremos? – caviló desilusionada, mientras volvía a suspira, inspiró profundamente cerrando sus ojos fue girando lentamente hasta afirmar su espalda en el vidrio helado del escaparate. Una lagrima rebelde pugnaba por salir, a veces se sentía tan indefensa como aquella noche en la frontera de Italia. Los rayos del sol crepuscular bañaron su rostro y la calidez de los mismos se coló hasta lo más profundo de su corazón lacerado. Al volverlos a abrir, se dio cuenta que algunos transeúntes, en especial hombres, la miraban curiosos, seguramente creerían que se estaba sintiendo mal y por galantes o míseros atrevidos habrían querido caer sobre ella. Esbozó una leve sonrisa, demostrando así que se encontraba repuesta. Lo que llevó a que los hombres siguieran su camino – uff que suerte, odio que se me queden mirando – pensó, y continuó su camino. – Será mejor que reflexione mejor con respecto de comprar un regalo para Ruggero – reflexionó – porque en verdad no tengo mucha idea de cuál es el tipo de guantes que a él le gustarían. Cuando lo conocí usaba unos pero luego los guardó y solo vi sus manos - un vuelco en su estómago le hizo sobresaltar, siempre le pasaba cuando pensaba en él como si mil mariposas intentaran volar dentro de ella. Sonrió divertida, mientras su pensamiento volaba por infinidad de temas y recuerdos.
Se detuvo en mitad de la calle, para observar bien cuál era el camino más correcto a seguir, ya que la noche pronto se enseñorearía del lugar y aunque desde un tiempo a esta parte no le daba tanto miedo, la verdad era que no estaba muy segura de que aquel vampiro, se hubiera conformado con matar a parte de la familia nada más.
Miró a uno y otro lado de la calle, buscando un café donde poder descansar, la verdad que había caminado mucho y sus piernas merecían un pequeño sosiego. No le llevó mucho tiempo ver un local, un café pequeño, pero agradable con sus vidrieras bien limpias y cortinas bonitas. Decidió llegar hasta él y tomarse un té de menta, que tanto le gustaba. Estaba por cruzar la calle cuando sintió una mirada muy fuerte clavada en su cuello, un repelús le cruzó la mente – cálmate Chiara, un vampiro no puede ser, todavía los rayos del sol están presentes, aunque débiles aún son dueños del lugar – se dio animos. Cruzó apurada, entre un coche y otro, con el peligro de que alguno la atropellara y la historia concluyera allí, partida en dos por los cascos de los caballos y las ruedas del carruaje. Pero el miedo en el pecho la impulsaba a cometer locuras.
Al llegar al otro lado de la calle, se giró para ver de dónde provenía esa sensación, de que alguien o algo, la estaba siguiendo, entonces lo distinguió, era en verdad muy difícil no darse cuenta. Pero ella en sus cavilaciones y en su mundo de fantasía no lo había distinguido, allí estaba, era un hombre enorme, de una complexión física hercúlea – si hasta Girolamo parecería su hermano menor – pensó. La miraba con unos ojos inquisidores, de expresión enojosa, como si la reprendiera por algo. En especial, fijaba su atención en la cruz que colgaba en su pecho, las miradas iban de sus ojos a su pecho. Se ruborizó – ¿qué es lo que quiere este hombre? ¿la joya o que sea yo su presa? - caviló.
Lo miró a los ojos y los suyos se fueron abriendo cada vez más. Se llevó las manos a la cruz tapándola, protegiéndola. Volvió a repetir en su cabeza la misma pregunta - ¿Qué quería ese extraño con su tesoro?, seguramente robárselo y si por conseguir su objetivo era capaz de hasta estrangularla, ¿dejarla tirada como una muñeca vieja?, los vampiros no son los únicos que pueden matar – pensó, según su amigo el Duque, los Licanos también podían asesinar, con solo proponérselo – pero no es de noche y no hay luna – recapacitó.
Angustiada, se dio media vuelta y comenzó a caminar deprisa, chocando con algunas personas que le impedían el paso. Llegó al Café y se escurrió hacia una mesa apartada del fondo del local. El camarero no perdió el tiempo y le ofreció la carta, ella le dijo que la dejara elegir y éste se retiró. Chiara, tomo la carta y se tapó con ella el rostro – si aquel hombre entra a buscándome, no podrá reconocerme si oculto mi rostro y la cruz – pensó mientras con una mano intentaba encontrar la presilla para soltar la cadena y guardarla en el bolso – no te quedaras con ella tan fácilmente – dijo en vos baja.
Se detuvo en mitad de la calle, para observar bien cuál era el camino más correcto a seguir, ya que la noche pronto se enseñorearía del lugar y aunque desde un tiempo a esta parte no le daba tanto miedo, la verdad era que no estaba muy segura de que aquel vampiro, se hubiera conformado con matar a parte de la familia nada más.
Miró a uno y otro lado de la calle, buscando un café donde poder descansar, la verdad que había caminado mucho y sus piernas merecían un pequeño sosiego. No le llevó mucho tiempo ver un local, un café pequeño, pero agradable con sus vidrieras bien limpias y cortinas bonitas. Decidió llegar hasta él y tomarse un té de menta, que tanto le gustaba. Estaba por cruzar la calle cuando sintió una mirada muy fuerte clavada en su cuello, un repelús le cruzó la mente – cálmate Chiara, un vampiro no puede ser, todavía los rayos del sol están presentes, aunque débiles aún son dueños del lugar – se dio animos. Cruzó apurada, entre un coche y otro, con el peligro de que alguno la atropellara y la historia concluyera allí, partida en dos por los cascos de los caballos y las ruedas del carruaje. Pero el miedo en el pecho la impulsaba a cometer locuras.
Al llegar al otro lado de la calle, se giró para ver de dónde provenía esa sensación, de que alguien o algo, la estaba siguiendo, entonces lo distinguió, era en verdad muy difícil no darse cuenta. Pero ella en sus cavilaciones y en su mundo de fantasía no lo había distinguido, allí estaba, era un hombre enorme, de una complexión física hercúlea – si hasta Girolamo parecería su hermano menor – pensó. La miraba con unos ojos inquisidores, de expresión enojosa, como si la reprendiera por algo. En especial, fijaba su atención en la cruz que colgaba en su pecho, las miradas iban de sus ojos a su pecho. Se ruborizó – ¿qué es lo que quiere este hombre? ¿la joya o que sea yo su presa? - caviló.
Lo miró a los ojos y los suyos se fueron abriendo cada vez más. Se llevó las manos a la cruz tapándola, protegiéndola. Volvió a repetir en su cabeza la misma pregunta - ¿Qué quería ese extraño con su tesoro?, seguramente robárselo y si por conseguir su objetivo era capaz de hasta estrangularla, ¿dejarla tirada como una muñeca vieja?, los vampiros no son los únicos que pueden matar – pensó, según su amigo el Duque, los Licanos también podían asesinar, con solo proponérselo – pero no es de noche y no hay luna – recapacitó.
Angustiada, se dio media vuelta y comenzó a caminar deprisa, chocando con algunas personas que le impedían el paso. Llegó al Café y se escurrió hacia una mesa apartada del fondo del local. El camarero no perdió el tiempo y le ofreció la carta, ella le dijo que la dejara elegir y éste se retiró. Chiara, tomo la carta y se tapó con ella el rostro – si aquel hombre entra a buscándome, no podrá reconocerme si oculto mi rostro y la cruz – pensó mientras con una mano intentaba encontrar la presilla para soltar la cadena y guardarla en el bolso – no te quedaras con ella tan fácilmente – dijo en vos baja.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
La joven pareció notar su mirada sobre ella, la atención puesta sobre la cruz de plata que pendía de su cuello. Se movió, reconoció en sus gestos el movimiento de aquel que escapa, había identificado en el un peligro que oh dios ella no sabia no corría. Al menos no con el pero al parecer si por su causa, la cruz era conocida por unos pocos seres sobrenaturales que habían podido encontrarse con La elite de la orden y vivido para identificarlos. La joven no debía haber cruzado camino hasta ahora con ninguno de esos seres, pero de hacerlo no veía en su frágil y delicada apariencia forma de sobrevivir.
Sus ojos la siguieron, ella no parecía cómoda con su mirada pero no la aparto, no la perdería de vista, camino tranquilamente. Es instinto de todo animal, de incluso el humano huir de aquello que lo persigue, el la siguió con movimientos cuidadosos, cual jinete a un corcel asustado, desgraciadamente el no emitía un aura que evocara tranquilidad. No solo era su apariencia era su presencia entera, trataba con herejes, no tenia la presencia de un pacifista y en cuanto pudiese cruzar palabra con la joven, presagiaba podia aumentar la cautela de la misma.
La campanilla de la puerta tintineo al entrar, encontró fácilmente a la chica entre la gente, estaba acostumbrado a seguir un rastro entre la noche, en el bosque, a través del agua, una jovencita de aquella delicadeza seria casi imposible de perder. Un hombre joven intento guiarle a una mesa con una cautela que su apariencia para no fallarle causaba, pero el no se detuvo. Como si fuese lo mas natural se detuvo junto a la mesa de la pequeña rubia, una de sus manos grandes tomo la silla y la retiro con facilidad sin arrastrarla y se sentó frente a ella. Un mesero sin saber que hacer se detuvo cerca de la mesa, como esperando alguna queja, como queriendo apartar aquella bestia de la delicada flor. Mas sin embargo el orden natural de las cosas se impuso, Priest le miro y el joven supo que no era el cazador era el cervatillo.
-Noto que la observaba.
Aseguro, su voz se mantuvo baja, profunda y ronca con un toque que podía ser tétrico, una voz sacada de ultratumba apenas con el timbre necesario para pasar por humana, solo debía bajarla un poco para que se distorsionase en un gruñido.
-No le quitare su tiempo, solo deseo la cruz que tiene.
La joven no podía saber lo peligroso que era poseerla, de ser así nunca sus labios abrían besado la plata con la devoción con la que la había observado hacerlo, jamás sus ojos habrían contemplado el metal con tal ensoñación. Aquel artefacto era un “honor” supuesto, lo cierto es que era una sentencia y una de muerte.
Sus ojos la siguieron, ella no parecía cómoda con su mirada pero no la aparto, no la perdería de vista, camino tranquilamente. Es instinto de todo animal, de incluso el humano huir de aquello que lo persigue, el la siguió con movimientos cuidadosos, cual jinete a un corcel asustado, desgraciadamente el no emitía un aura que evocara tranquilidad. No solo era su apariencia era su presencia entera, trataba con herejes, no tenia la presencia de un pacifista y en cuanto pudiese cruzar palabra con la joven, presagiaba podia aumentar la cautela de la misma.
La campanilla de la puerta tintineo al entrar, encontró fácilmente a la chica entre la gente, estaba acostumbrado a seguir un rastro entre la noche, en el bosque, a través del agua, una jovencita de aquella delicadeza seria casi imposible de perder. Un hombre joven intento guiarle a una mesa con una cautela que su apariencia para no fallarle causaba, pero el no se detuvo. Como si fuese lo mas natural se detuvo junto a la mesa de la pequeña rubia, una de sus manos grandes tomo la silla y la retiro con facilidad sin arrastrarla y se sentó frente a ella. Un mesero sin saber que hacer se detuvo cerca de la mesa, como esperando alguna queja, como queriendo apartar aquella bestia de la delicada flor. Mas sin embargo el orden natural de las cosas se impuso, Priest le miro y el joven supo que no era el cazador era el cervatillo.
-Noto que la observaba.
Aseguro, su voz se mantuvo baja, profunda y ronca con un toque que podía ser tétrico, una voz sacada de ultratumba apenas con el timbre necesario para pasar por humana, solo debía bajarla un poco para que se distorsionase en un gruñido.
-No le quitare su tiempo, solo deseo la cruz que tiene.
La joven no podía saber lo peligroso que era poseerla, de ser así nunca sus labios abrían besado la plata con la devoción con la que la había observado hacerlo, jamás sus ojos habrían contemplado el metal con tal ensoñación. Aquel artefacto era un “honor” supuesto, lo cierto es que era una sentencia y una de muerte.
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Le vio entrar y caminar hacia ella como si no hubiera nada que lo pudiera detener. Las personas se le hacían un lado y ni siquiera los camareros se atrevían a interferir en los deseos de aquel hombre. Sentada en aquella mesa apartada, ella temblaba como una hoja, con cada paso que el gigante realizaba acortando las distancias que los separaban. Intentaba en vano ocultarse de alguna forma, pero era difícil que pasara desapercibida, en cualquier lugar donde ella estaba se destacaba y en esos momentos odió tener ese don o esa maldición.
Bajó la carta, despacio depositándola en la mesa, tragó saliva mientras pensaba que era lo que debía hacer en una situación así. Como debería enfrentarlo y de donde sacar el valor para enfrentarlo – ¿que podría hacer? – pensó mientras los minutos se deslizaban y el hombre llegaba a su mesa. Se pegó en su silla y lo miró con los ojos extremadamente abiertos, se podía apreciar a simple vista que aquel ser la intimidaba. Pero de pronto una calma fue apoderándose de ella y aunque lo vio corres la silla, con la naturalidad de alguien que ha sido esperado y llega a una cita. Esa calma se fue reflejando en su rostro. Había recordado que antes de salir de su mansión, su hermano le aconsejó llevar el arma que le regalara – nunca sabes querida, que te puede suceder - Chiara deslizó sigilosamente su mano derecha al bolsillo de su vestido y sacó la pequeña pistola que Giro le había regalado para ocasiones como estas, - si algún patán te molesta apuntale a su estómago o mejor más abajo, no tengas miedo, te aseguro que no volverán a molestarte jamás – había dicho entre risas su hermano. El solo hecho de pensar en la acción hizo que un frio le recorriera el espinazo.
Con sumo cuidado sacó el seguro del arma, la mano le temblaba y sus pulsaciones se habían disparado. Lo miró a los ojos, como siempre había hecho con cualquiera que tuviera en frente. En el entrecejo se le formaron dos pequeñas arrugas mientras le respondía – Es imposible que no me haya percatado que usted me observaba, pues debo decirle que no pasa inadvertido– dijo con un cierto dejo de ironía, que siempre surgía cuando algo la descolocaba.
Aquel hombre prosiguió hablándole -No le quitare su tiempo, solo deseo la cruz que tiene – el asombro se pintó en el rostro de Chiara, ella podía esperar muchas cosas de un maleante así – pues eso era lo que parecía – menos que intentara robarle su bien mas preciado. – Co.. como.. se atreve – dijo mientras se ponía roja de ira – le aconsejo que se retire, si no quiere recibir una bala en su… cuerpo - dijo mientras martillaba para disparar, el clic inconfundible se oyó leve pero seguro bajo la mesa. El rostro de ella se cubrió de pequeños diamantes de sudor. – Antes de que se quede con esta joya, tendrá que deshacerse de mi – le dijo casi con un hilo de voz. Su mano izquierda aferraba la cruz de tal forma que comenzaba a dolerle, pero aun así no la soltaría. Era lo único que le permitiría encontrar a su ángel y antes de perder esa oportunidad prefería arriesgarse, aunque pudiera ser una batalla perdida. Si con el tamaño que el hombre tenía, los brazos largos y las manos fuertes, bien podía quebrar su cuello como una rama seca.
Fue en ese preciso instante que un destello de la puerta de entrada, iluminó los ojos azules de él y en Chiara, las imágenes de esa noche se agolparon en su cabeza, y entre ellas los ojos de su salvador, el destello de esos ojos a las primeras luces del alba, duros inquisidores, hasta algo gélidos le robaron el aliento – son los mismos – caviló. Entonces lo reconoció del todo en el aroma inconfundible que desprendía ese cuerpo, en la complexión, - en todo – se dijo – no hay duda alguna es él - Se quedó helada, lo que tanto tiempo había deseado, anhelado, estaba ocurriendo, aquel que se había arriesgado por ella, estaba allí sentado enfrente , y por debajo de la mesa, aún le apuntaba, volvió a colocar el seguro, con sumo cuidado. El rostro variaba de la incertidumbre y el miedo, a la alegría y la felicidad completa, de saber que ya había encontrado a esa persona que tanto buscabas.
- ¿Acaso puede ser verdad? – Le dijo – es posible que luego de tanto buscarte, ¿hayas sido tu quien me encontraras? - dijo esbozando una sonrisa que le iluminó el rostro.
Bajó la carta, despacio depositándola en la mesa, tragó saliva mientras pensaba que era lo que debía hacer en una situación así. Como debería enfrentarlo y de donde sacar el valor para enfrentarlo – ¿que podría hacer? – pensó mientras los minutos se deslizaban y el hombre llegaba a su mesa. Se pegó en su silla y lo miró con los ojos extremadamente abiertos, se podía apreciar a simple vista que aquel ser la intimidaba. Pero de pronto una calma fue apoderándose de ella y aunque lo vio corres la silla, con la naturalidad de alguien que ha sido esperado y llega a una cita. Esa calma se fue reflejando en su rostro. Había recordado que antes de salir de su mansión, su hermano le aconsejó llevar el arma que le regalara – nunca sabes querida, que te puede suceder - Chiara deslizó sigilosamente su mano derecha al bolsillo de su vestido y sacó la pequeña pistola que Giro le había regalado para ocasiones como estas, - si algún patán te molesta apuntale a su estómago o mejor más abajo, no tengas miedo, te aseguro que no volverán a molestarte jamás – había dicho entre risas su hermano. El solo hecho de pensar en la acción hizo que un frio le recorriera el espinazo.
Con sumo cuidado sacó el seguro del arma, la mano le temblaba y sus pulsaciones se habían disparado. Lo miró a los ojos, como siempre había hecho con cualquiera que tuviera en frente. En el entrecejo se le formaron dos pequeñas arrugas mientras le respondía – Es imposible que no me haya percatado que usted me observaba, pues debo decirle que no pasa inadvertido– dijo con un cierto dejo de ironía, que siempre surgía cuando algo la descolocaba.
Aquel hombre prosiguió hablándole -No le quitare su tiempo, solo deseo la cruz que tiene – el asombro se pintó en el rostro de Chiara, ella podía esperar muchas cosas de un maleante así – pues eso era lo que parecía – menos que intentara robarle su bien mas preciado. – Co.. como.. se atreve – dijo mientras se ponía roja de ira – le aconsejo que se retire, si no quiere recibir una bala en su… cuerpo - dijo mientras martillaba para disparar, el clic inconfundible se oyó leve pero seguro bajo la mesa. El rostro de ella se cubrió de pequeños diamantes de sudor. – Antes de que se quede con esta joya, tendrá que deshacerse de mi – le dijo casi con un hilo de voz. Su mano izquierda aferraba la cruz de tal forma que comenzaba a dolerle, pero aun así no la soltaría. Era lo único que le permitiría encontrar a su ángel y antes de perder esa oportunidad prefería arriesgarse, aunque pudiera ser una batalla perdida. Si con el tamaño que el hombre tenía, los brazos largos y las manos fuertes, bien podía quebrar su cuello como una rama seca.
Fue en ese preciso instante que un destello de la puerta de entrada, iluminó los ojos azules de él y en Chiara, las imágenes de esa noche se agolparon en su cabeza, y entre ellas los ojos de su salvador, el destello de esos ojos a las primeras luces del alba, duros inquisidores, hasta algo gélidos le robaron el aliento – son los mismos – caviló. Entonces lo reconoció del todo en el aroma inconfundible que desprendía ese cuerpo, en la complexión, - en todo – se dijo – no hay duda alguna es él - Se quedó helada, lo que tanto tiempo había deseado, anhelado, estaba ocurriendo, aquel que se había arriesgado por ella, estaba allí sentado enfrente , y por debajo de la mesa, aún le apuntaba, volvió a colocar el seguro, con sumo cuidado. El rostro variaba de la incertidumbre y el miedo, a la alegría y la felicidad completa, de saber que ya había encontrado a esa persona que tanto buscabas.
- ¿Acaso puede ser verdad? – Le dijo – es posible que luego de tanto buscarte, ¿hayas sido tu quien me encontraras? - dijo esbozando una sonrisa que le iluminó el rostro.
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
La adoración y el apego de la joven por el artefacto le pareció una cruel jugerreta de la vida, la chiquilla se aferraba a la “joya” como si de lo mas valioso de su vida se tratara, le tenia un aprecio y una adoración que el jamás había tenido por el objeto. Aquello era un símbolo que les distinguía, una invitación a la lucha que no debería ser necesaria. Ellos eran humanos, una de sus propias ventajas con sus presas era la sorpresa. Aquella cruz les volvía vulnerables y les exponía.
El había sido criado para la caza desde el momento de nacer, no había existido nada mas en su vida, el entrenamiento duraba desde el alba hasta que la luna surcaba la mitad del cielo, justo cuando la noche se iluminaba y era el tiempo de los seres envueltos en la muerte, la sangre y la lujuria de la carne y la sangre. Entonces era el tiempo del pequeño de dormir, siempre había sido así. Sus primeros pasos no habían sido como los de un niño normal, habían sido modificados para la cacería, silenciosos y cuidadosos con el fin de volverse su andar natural. Cosas como la familia, los amigos o las emociones comunes no habían existido para el, estaba vacío. Incluso como Inquisidor su trabajo era solo trabajo, algo que hacer y terminar, pero algo había comenzado a cambiar con los años. Ahora la caza le daba cierto sentido a su vida, mientras cazaba algo se apoderaba de el, al pelear había una emoción extraña recorriéndole una euforia irremplazable, su cuerpo se estremecía y perdía el control. El podía observarlo desde dentro, como su cuerpo dejaba de obedecerle y buscaba el disfrute de la pelea, sabia que le herían pero no dolía, las garras le atravesaban pero apenas y sentía el calor de la sangre. Para el portar la cruz podía ser incluso un regalo, un anzuelo para el disfrute, pero para sus hombres, para aquellos que tenían al menos alguien por quien vivir, esa cruz, era una maldición.
El ligero ‘Clic’ de un arma se escucho bajo la mesa, podía escuchar el ligero tintinear del arma, la mano de la joven debía estar temblando, ella tenia miedo eso era algo indudable. Cerro los ojos, su apariencia podía ser un valor agregado al pelear pero un impedimento al tratar con las victimas, miedo. Eso era lo que siempre inundaba sus ojos, alguien con miedo no cooperaba, aquello era malo.
Su rostro se giro un poco observando con detenimiento a la joven, sus ojos se clavaron en los ajenos y entreabrió los labios para hablarle, pero la joven le interrumpió, ella de repente parecía debatirse entre sentimientos encontrados, como si no supiera si verle fuese bueno o malo, ella había estado esperando a alguien? A quien? Ese alguien no podía ser el, no había nadie en el mundo para el, ni familia ni amigos.
-Solo he venido por la cruz, no intimidaras a nadie con un arma bajo la mesa cuando puedo escuchar el temblor de tu muñeca, puede que me dispares y puede que la bala termine en el suelo cuando la fuerza del disparo te golpe la muñeca, con una sola mano solo lograras fracturártela. No vengo a dañarte solo quiero la cruz- enfatizo nuevamente volviendo la mirada al artefacto, cual de sus perdidos hombres abría perdido aquel artefacto en pelea? El ni siquiera recordaba cuando le había sido arrebatada la suya.
Los ojos de priest se abrieron un poco, denotando la sorpresa. Su rostro siempre inexpresivo mostro un ligero toque de estupor demostrando la magnitud de la emoción real, en el centro de la cruz había un tallado diferente al resto de las cruces, era el símbolo del líder del escuadrón uno de inquisidores, el líder de los soldados, era el símbolo de su propia cruz. Levanto inmediatamente la mirada al rostro de la joven y el recuerdo le regreso de golpe, había tenido incontables misiones en su vida, incontables victimas, incontables personas. Siempre aquellas con las que se cruzaba en sus misiones, pero había pocas a las que había “salvado” por voluntad propia, situaciones que se habían presentado frente a el y había intervenido antes de pensarlo… Aquella chica, aquella chica es la que había llevado a aquel monasterio. Estaba bien…había crecido estupendamente y parecía sana.
-¿donde encontraste esa cruz?-pregunto con cuidado, su voz era tan ronca que intimidaba y no podía hacer nada con ellos más que bajarla. Debía haber perdido la cruz en batalla pero donde la había encontrado ella? Acaso dañada la cadena había terminado dejándola sobre el cuerpo de la joven al levantarla en brazos? Como podía haber cometido un acto tan irresponsable y descuidado?
El había sido criado para la caza desde el momento de nacer, no había existido nada mas en su vida, el entrenamiento duraba desde el alba hasta que la luna surcaba la mitad del cielo, justo cuando la noche se iluminaba y era el tiempo de los seres envueltos en la muerte, la sangre y la lujuria de la carne y la sangre. Entonces era el tiempo del pequeño de dormir, siempre había sido así. Sus primeros pasos no habían sido como los de un niño normal, habían sido modificados para la cacería, silenciosos y cuidadosos con el fin de volverse su andar natural. Cosas como la familia, los amigos o las emociones comunes no habían existido para el, estaba vacío. Incluso como Inquisidor su trabajo era solo trabajo, algo que hacer y terminar, pero algo había comenzado a cambiar con los años. Ahora la caza le daba cierto sentido a su vida, mientras cazaba algo se apoderaba de el, al pelear había una emoción extraña recorriéndole una euforia irremplazable, su cuerpo se estremecía y perdía el control. El podía observarlo desde dentro, como su cuerpo dejaba de obedecerle y buscaba el disfrute de la pelea, sabia que le herían pero no dolía, las garras le atravesaban pero apenas y sentía el calor de la sangre. Para el portar la cruz podía ser incluso un regalo, un anzuelo para el disfrute, pero para sus hombres, para aquellos que tenían al menos alguien por quien vivir, esa cruz, era una maldición.
El ligero ‘Clic’ de un arma se escucho bajo la mesa, podía escuchar el ligero tintinear del arma, la mano de la joven debía estar temblando, ella tenia miedo eso era algo indudable. Cerro los ojos, su apariencia podía ser un valor agregado al pelear pero un impedimento al tratar con las victimas, miedo. Eso era lo que siempre inundaba sus ojos, alguien con miedo no cooperaba, aquello era malo.
Su rostro se giro un poco observando con detenimiento a la joven, sus ojos se clavaron en los ajenos y entreabrió los labios para hablarle, pero la joven le interrumpió, ella de repente parecía debatirse entre sentimientos encontrados, como si no supiera si verle fuese bueno o malo, ella había estado esperando a alguien? A quien? Ese alguien no podía ser el, no había nadie en el mundo para el, ni familia ni amigos.
-Solo he venido por la cruz, no intimidaras a nadie con un arma bajo la mesa cuando puedo escuchar el temblor de tu muñeca, puede que me dispares y puede que la bala termine en el suelo cuando la fuerza del disparo te golpe la muñeca, con una sola mano solo lograras fracturártela. No vengo a dañarte solo quiero la cruz- enfatizo nuevamente volviendo la mirada al artefacto, cual de sus perdidos hombres abría perdido aquel artefacto en pelea? El ni siquiera recordaba cuando le había sido arrebatada la suya.
Los ojos de priest se abrieron un poco, denotando la sorpresa. Su rostro siempre inexpresivo mostro un ligero toque de estupor demostrando la magnitud de la emoción real, en el centro de la cruz había un tallado diferente al resto de las cruces, era el símbolo del líder del escuadrón uno de inquisidores, el líder de los soldados, era el símbolo de su propia cruz. Levanto inmediatamente la mirada al rostro de la joven y el recuerdo le regreso de golpe, había tenido incontables misiones en su vida, incontables victimas, incontables personas. Siempre aquellas con las que se cruzaba en sus misiones, pero había pocas a las que había “salvado” por voluntad propia, situaciones que se habían presentado frente a el y había intervenido antes de pensarlo… Aquella chica, aquella chica es la que había llevado a aquel monasterio. Estaba bien…había crecido estupendamente y parecía sana.
-¿donde encontraste esa cruz?-pregunto con cuidado, su voz era tan ronca que intimidaba y no podía hacer nada con ellos más que bajarla. Debía haber perdido la cruz en batalla pero donde la había encontrado ella? Acaso dañada la cadena había terminado dejándola sobre el cuerpo de la joven al levantarla en brazos? Como podía haber cometido un acto tan irresponsable y descuidado?
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Una desilusión enorme se dibujó en el rostro de Chiara, cuando escuchó la pregunta, que por muchos meses había sido el hombre más importante de su vida, su “Salvador” -¿dónde encontraste esa cruz?- Sus ojos recorrían cada una de las facciones de aquel individuo. – para ti fue importante, tonta – caviló – pero para este hombre, solo fuiste un problema mas en el camino a vaya saber uno donde – reflexionó mientras no podía dejar de mirarlo a los ojos.
Las lágrimas se le agolpaban en los ojos y sus pestañas se cuajaron de ellas, como si fueran diminutas constelaciones de un universo mágico. – ¿Es que acaso no lo recuerda? – dijo, en un hilo voz, que sonó suave, triste y melodioso – Pensé que en su vida… señor, el salvar a una dama no sería algo tan común como pasar inadvertido – continuó diciendo esta vez con un dejo de reproche en su comentario – ingenua de mí, creí que para usted también esa noche, habría dejado una marca imborrable –.
Bajó su mirada, a las manos del extraño, las cuales eran grandes pero a la vez armoniosas con las venas marcadas y de una tonalidad que demostraba que se trataba de una persona que solía vivir gran parte de su día al aire libre. Estaba escrutándolo sin ningún pudor mientras intentaba que el extraño la recordara - Usted me salvó de una muerte atroz, la misma que había cavado con toda mi familia y que me perseguía aquella noche por incontables colinas y valles. – dijo mientras volvía sus ojos a los de aquel hombre.
Continuó su relato mientras seguía observándolo, se dedicó a ver cómo eran sus cabellos que color tenían – creí que eran negros, pero ahora creo que no lo son – pensó y siguió luego inspeccionando la forma de su cuello, su mandíbula, su nariz y su boca de labios generosos y sensuales, un leve rubor inundó sus mejillas – aquel amanecer, un ser que hasta ese momento, no tenía la más remota idea de que existiera, se trepó al coche, era extraño porque fue tan rápido y de la nada que juraría que se acercó por el aire. Cuando creíamos que nos salvaríamos, y se podían apreciar las torres y cúpula del monasterio de Nuestra Señora de San Jean de Maurinne, aquel ente demoniaco cayó sobre Pietro, mi cochero – suspiró recordando a su querido sirviente, quien le enseñara a cabalgar de pequeña – En esos momentos supe que venía por mí. Entonces, fue allí cuando oí que un jinete se acercaba rápidamente. Grite, grite con todas mis fuerzas y saque casi mi cuerpo entero por la ventanilla – sonrió tristemente – ya sé, fue una locura, el ser bien podría haberme matado fácilmente. Pero aquel extraño se montó al el vehículo y tomo las riendas de mi destino. – En esos momentos, mientras continuaba observándole detalladamente, pensó que más le podía decir para que se acordara de ella – cuando el coche se detuvo, bajé apresurada del mismo y aquel hombre estaba allí, él abrió la portezuela. Quise apresurar mi paso pero las fuerzas me fallaron - cerró los ojos como si estuviera exhausta de relatar la historia, instintivamente, volvió a tocar la cruz – solo recuerdo que en los segundos antes de perderme en la oscuridad más profunda, caí sobre el pecho de mi salvador aferrándome a algo – Lo miró y sonrío, a pesar de que el aspecto de aquel, la siguiera intimidando un poco - supongo que en ese minuto la cadena se rompió y vuestra cruz quedó en mis manos – Se ruborizo, nunca había tenido muy en claro, que cuando lo encontrara, tendría que devolver su tesoro.
Ya había guardado disimuladamente el arma en su escondite, mientras desarrollaba su relato. Llevó sus dos manos a su cuello, donde se encontraba el seguro del collar, lo desprendió, lo hizo correr y con su mano derecha tomó la cruz y la colocó en la mesa, cerca de las manos del hombre – antes de entregársela – dijo mirándole profundamente a los ojos, como si quisiera ahondar en el abismo que esos ojos misterioso mostraban – solo pido que me digáis vuestro nombre, permitidme saber a quién le debe la vida Chiara Di Moncalieri – cubrió la cruz con sus dos manos esperando la respuesta a su pregunta.
Las lágrimas se le agolpaban en los ojos y sus pestañas se cuajaron de ellas, como si fueran diminutas constelaciones de un universo mágico. – ¿Es que acaso no lo recuerda? – dijo, en un hilo voz, que sonó suave, triste y melodioso – Pensé que en su vida… señor, el salvar a una dama no sería algo tan común como pasar inadvertido – continuó diciendo esta vez con un dejo de reproche en su comentario – ingenua de mí, creí que para usted también esa noche, habría dejado una marca imborrable –.
Bajó su mirada, a las manos del extraño, las cuales eran grandes pero a la vez armoniosas con las venas marcadas y de una tonalidad que demostraba que se trataba de una persona que solía vivir gran parte de su día al aire libre. Estaba escrutándolo sin ningún pudor mientras intentaba que el extraño la recordara - Usted me salvó de una muerte atroz, la misma que había cavado con toda mi familia y que me perseguía aquella noche por incontables colinas y valles. – dijo mientras volvía sus ojos a los de aquel hombre.
Continuó su relato mientras seguía observándolo, se dedicó a ver cómo eran sus cabellos que color tenían – creí que eran negros, pero ahora creo que no lo son – pensó y siguió luego inspeccionando la forma de su cuello, su mandíbula, su nariz y su boca de labios generosos y sensuales, un leve rubor inundó sus mejillas – aquel amanecer, un ser que hasta ese momento, no tenía la más remota idea de que existiera, se trepó al coche, era extraño porque fue tan rápido y de la nada que juraría que se acercó por el aire. Cuando creíamos que nos salvaríamos, y se podían apreciar las torres y cúpula del monasterio de Nuestra Señora de San Jean de Maurinne, aquel ente demoniaco cayó sobre Pietro, mi cochero – suspiró recordando a su querido sirviente, quien le enseñara a cabalgar de pequeña – En esos momentos supe que venía por mí. Entonces, fue allí cuando oí que un jinete se acercaba rápidamente. Grite, grite con todas mis fuerzas y saque casi mi cuerpo entero por la ventanilla – sonrió tristemente – ya sé, fue una locura, el ser bien podría haberme matado fácilmente. Pero aquel extraño se montó al el vehículo y tomo las riendas de mi destino. – En esos momentos, mientras continuaba observándole detalladamente, pensó que más le podía decir para que se acordara de ella – cuando el coche se detuvo, bajé apresurada del mismo y aquel hombre estaba allí, él abrió la portezuela. Quise apresurar mi paso pero las fuerzas me fallaron - cerró los ojos como si estuviera exhausta de relatar la historia, instintivamente, volvió a tocar la cruz – solo recuerdo que en los segundos antes de perderme en la oscuridad más profunda, caí sobre el pecho de mi salvador aferrándome a algo – Lo miró y sonrío, a pesar de que el aspecto de aquel, la siguiera intimidando un poco - supongo que en ese minuto la cadena se rompió y vuestra cruz quedó en mis manos – Se ruborizo, nunca había tenido muy en claro, que cuando lo encontrara, tendría que devolver su tesoro.
Ya había guardado disimuladamente el arma en su escondite, mientras desarrollaba su relato. Llevó sus dos manos a su cuello, donde se encontraba el seguro del collar, lo desprendió, lo hizo correr y con su mano derecha tomó la cruz y la colocó en la mesa, cerca de las manos del hombre – antes de entregársela – dijo mirándole profundamente a los ojos, como si quisiera ahondar en el abismo que esos ojos misterioso mostraban – solo pido que me digáis vuestro nombre, permitidme saber a quién le debe la vida Chiara Di Moncalieri – cubrió la cruz con sus dos manos esperando la respuesta a su pregunta.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Vio los ojos de la muchacha aguarse frente a el y recordó una vez mas lo terrible que era al hablar con los demás. Nunca lograba acercarse a las personas o a obtener la información que deseaba. Siempre asustaba a los demás o provocaba las lagrimas de niños como de grandes, las palabras de la muchacha le descolocaron, aunque era cierto que no recordaba con claridad todas sus misiones podía rememorarlas con algún aliciente. Sin embargo los pocos casos que había tenido sin seguir órdenes las tenia grabadas en su memoria. El no era bueno con las palabras, pero era bueno con los informes.
No aparto sus manos de los de la chica, no le importaba ser tocado ni tenia alguna clase de complejo con ello. Era el resto de la gente la que interpretaba de el cosas que no eran, en general la gran mayoría de su vida todo le había sido indiferente. Solo los años había podido enseñarle a sentir y aun asi no entendía por completo al resto de las personas.
-Tuve una mala noche, fui atacado por tres lobos mientras cumplía mi trabajo.
Hablo manteniendo cierta discreción con su trabajo. Si fuese por todos lados hablando de sus misiones y sus objetivos abría estado muerto muchos años atrás.
-Habia luna llena y podía ver todo claramente a mi alrededor, el primero se lanzo a mi brazo derecho y el segundo ataco mi pierna izquierda. Al tercero le dispare antes de que pudiese hacerme nada.
Omitió la emoción, la adrenalina y la sonrisa que se dibujo en su rostro mientras las enormes bestias masticaban su carne buscando romper sus huesos, como su corazón se aceleró mientras apuntaba al segundo lobo en su pierna, la sangre salpicando sobre el y finalmente el cuchillo de plata enterrado una y otra vez sobre el pelaje del primero en su brazo. Los zarpazos del animal contra sus piernas y su vientre y las carcajadas propias de excitación mientras seguía apuñalando aun después de que el lobo dejase de luchar, con las heridas mas graves de lo que solían ser, terminado el trabajo su frio temple regreso y decidió refugiarse en el monasterio cercano.
-esa noche resulte herido y dirigi mi caballo a un monasterio cercano. De camino a el vi un carruaje desbocado y a su atacante sobre el techo. Hice correr el caballo tras el y los gritos de una joven me dijeron que aun habia algo que salvar ahí. Trepe para detener el carro. Cuando este se detuvo una jovencita de cabello dorados corrió a mi. Mis ojos buscaron al atacante pero ya no estaba a la vista. La muchacha se desmayo y la lleve conmigo al monasterio. Los monjes me dijeron que estaba bien y no quise agregar mi presencia a la mala experiencia. Si saber que el momento esta en mi memoria y que no me parece que su vida sea menospreciable, espero que mis palabras le ayuden. Priest es el único nombre al que respondo.
La muchacha parecía terriblemente apegada a la cruz que portaba en su cuello, como si la sola cruz pudiese protegerla, inocente niña tan alejada de la verdad. Le daba la impresión que quitársela le haría mas daño que el hecho de su falta de facilidad con las palabras. Sus ojos se entrecerraron un poco como frunciendo el ceño. Pensó en lo que tenia sobre el y recordó un objeto que hacia muchos años no usaba, pero que tenia por algún caso de emergencia. El podía llamar a minako por sus propios medios. No necesitaba el silbato de la orden.
-esa cruz no va a protegerte muchacha, no tiene esa clase de poder.
No quería decirle que era posible que incluso le pudiere en peligro. Aparto una de sus manos de la suave prisión de las delicadas femeninas.
-tengo algo, que puedo darte a cambio de esa cruz.
Hablo buscando dentro de su chaqueta, entre las pocas cosas personales que siempre traía con el, solo el silbato no era ni dinero ni algún tipo de arma, lo saco, era de plata, delgado y del largo de la mitad de uno de los dedos de la muchacha, atado a una cadena de plata, la mayoría de lo que cargaba estaba hecho en plata.
-Úsalo si estas en peligro y recibirás ayuda, es posible que algún día lo necesites.
El no podía prometer estar siempre cerca, especialmente no podía prometer estar cerca de una sola persona pero ella había llevado aquella cruz durante un tiempo considerable de tiempo. Era posible que estuviese ya en peligro y era solo por su descuido. El cuervo de los miembros de su escuadrón personal se encargaba de buscar a el mas cercano de ellos en caso de encontrar algún tipo de ataque. Minako había sido humana una vez, el la había rescatado de la prisión de la iglesia, la habían torturado tanto que había decidido quedarse en su forma de cuerpo por siempre. Esperaba que el intercambio dejase tranquilo el corazón de la chica, odiaría pensar que había causado mas dolor que bien en alguien que solo había intentado ayudar.
No aparto sus manos de los de la chica, no le importaba ser tocado ni tenia alguna clase de complejo con ello. Era el resto de la gente la que interpretaba de el cosas que no eran, en general la gran mayoría de su vida todo le había sido indiferente. Solo los años había podido enseñarle a sentir y aun asi no entendía por completo al resto de las personas.
-Tuve una mala noche, fui atacado por tres lobos mientras cumplía mi trabajo.
Hablo manteniendo cierta discreción con su trabajo. Si fuese por todos lados hablando de sus misiones y sus objetivos abría estado muerto muchos años atrás.
-Habia luna llena y podía ver todo claramente a mi alrededor, el primero se lanzo a mi brazo derecho y el segundo ataco mi pierna izquierda. Al tercero le dispare antes de que pudiese hacerme nada.
Omitió la emoción, la adrenalina y la sonrisa que se dibujo en su rostro mientras las enormes bestias masticaban su carne buscando romper sus huesos, como su corazón se aceleró mientras apuntaba al segundo lobo en su pierna, la sangre salpicando sobre el y finalmente el cuchillo de plata enterrado una y otra vez sobre el pelaje del primero en su brazo. Los zarpazos del animal contra sus piernas y su vientre y las carcajadas propias de excitación mientras seguía apuñalando aun después de que el lobo dejase de luchar, con las heridas mas graves de lo que solían ser, terminado el trabajo su frio temple regreso y decidió refugiarse en el monasterio cercano.
-esa noche resulte herido y dirigi mi caballo a un monasterio cercano. De camino a el vi un carruaje desbocado y a su atacante sobre el techo. Hice correr el caballo tras el y los gritos de una joven me dijeron que aun habia algo que salvar ahí. Trepe para detener el carro. Cuando este se detuvo una jovencita de cabello dorados corrió a mi. Mis ojos buscaron al atacante pero ya no estaba a la vista. La muchacha se desmayo y la lleve conmigo al monasterio. Los monjes me dijeron que estaba bien y no quise agregar mi presencia a la mala experiencia. Si saber que el momento esta en mi memoria y que no me parece que su vida sea menospreciable, espero que mis palabras le ayuden. Priest es el único nombre al que respondo.
La muchacha parecía terriblemente apegada a la cruz que portaba en su cuello, como si la sola cruz pudiese protegerla, inocente niña tan alejada de la verdad. Le daba la impresión que quitársela le haría mas daño que el hecho de su falta de facilidad con las palabras. Sus ojos se entrecerraron un poco como frunciendo el ceño. Pensó en lo que tenia sobre el y recordó un objeto que hacia muchos años no usaba, pero que tenia por algún caso de emergencia. El podía llamar a minako por sus propios medios. No necesitaba el silbato de la orden.
-esa cruz no va a protegerte muchacha, no tiene esa clase de poder.
No quería decirle que era posible que incluso le pudiere en peligro. Aparto una de sus manos de la suave prisión de las delicadas femeninas.
-tengo algo, que puedo darte a cambio de esa cruz.
Hablo buscando dentro de su chaqueta, entre las pocas cosas personales que siempre traía con el, solo el silbato no era ni dinero ni algún tipo de arma, lo saco, era de plata, delgado y del largo de la mitad de uno de los dedos de la muchacha, atado a una cadena de plata, la mayoría de lo que cargaba estaba hecho en plata.
-Úsalo si estas en peligro y recibirás ayuda, es posible que algún día lo necesites.
El no podía prometer estar siempre cerca, especialmente no podía prometer estar cerca de una sola persona pero ella había llevado aquella cruz durante un tiempo considerable de tiempo. Era posible que estuviese ya en peligro y era solo por su descuido. El cuervo de los miembros de su escuadrón personal se encargaba de buscar a el mas cercano de ellos en caso de encontrar algún tipo de ataque. Minako había sido humana una vez, el la había rescatado de la prisión de la iglesia, la habían torturado tanto que había decidido quedarse en su forma de cuerpo por siempre. Esperaba que el intercambio dejase tranquilo el corazón de la chica, odiaría pensar que había causado mas dolor que bien en alguien que solo había intentado ayudar.
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Chiara escuchó atenta el relato de su salvador, de cómo la había encontrado y lo duro que era su trabajo, en varios momentos crispo los de dos de sus manos al imaginar las heridas recibidas por él tras cada dentellada de los lobos y los zarpazos de estos en la piel. Se sorprendió que después de tantas heridas que le infringieron, tuviera las fuerzas necesarias para ayudarla y llevarla hasta el monasterio. Se sentía muy agradecida por el esfuerzo que había hecho para resguardarla.
Pero en verdad algo la molestó, estuvo a punto de retirar las manos de las de Priest y quedarse nuevamente con la joya, solo para hacerle rabiar – ¿pero cómo que estaba bien? – Pensó mientras le miraba a los ojos y lo intentaba apuñalar con su mirada, el gesto de disgusto no se hizo esperar y no pudo contener las palabras – ¿acaso le parece que una joven, en ropa de cama hecha girones y llenas de sangre, casi desnuda, puede decirse que está bien? – hablo tan apresurada y en un italiano tan cerrado, que solo una persona que hubiera vivido en Italia podría entenderla. Bufó de bronca contenida y bajo la vista, era inútil aquel hombre parecía de piedra, si hasta sus manos eran como las de la estatua del ángel Gabriel en la capilla de su amada Villa Scotty, grandes e inertes, pues no le tomaban las suyas solo las mantenía tranquilas bajo su peso. Cerró los ojos y buscó la tranquilidad que se ocultaba en algún lugar de su pecho.
Suspiró mientras volvía a levantar la vista y le sonreía, aunque seguía algo disgustada – hombres, siempre nos están subestimando – pensó mientras sus ojos relumbraron de la misma rabia que quería volver a explotar – calma Chiara, no sirve de nada, si tu hermano y Ruggero son tercos, este es el emperador de los cabeza duras – no pudo más que taparse la boca con una de sus delicadas y elegantes mano para acallar la risa que le provocaba imaginárselo como rey – más sería un rey muy apuesto, aunque cabezotas – volvió a tentarse y se mordió el labio para mantener la compostura.
Él, le volvió a pedir la joya, aunque ésta ya estaba entre sus manos. Se la quería cambiar por un silbato, muy particular, del cual ella no tenía ni idea para que le sirviera. Le dio mucha ternura, pensar que la trataba como a un bebé, que se le intenta cambiar un juguete por otro. Aquel hombre enorme, trataba de ser amable y considerado con ella, no tuvo el valor para decirle que todo estaba bien y que se podía quedar con la joya y el silbato. Antes que sus labios pronunciaran algo, depositó en el cuenco de las enormes manos la cruz y tomó rápidamente el silbato. Lo aferró fuertemente y lo acercó a su pecho. Era en verdad muy dulce de su parte haberle dado algo para que lo siguiera recordando, pero ella sabía que aquel rostro, del hombre que hoy estaba sentado en la misma mesa de café, nunca podría borrarlo de su mente, pues desde ahora lo consideraría su amigo y su protector.
- ¿y como debo utilizarlo, si llegara a estar en peligro? – le preguntó mientras inspeccionaba el objetó. Estuvo tentada a soplarlo, para ver cómo era el sonido, pero luego se imaginó que caían otros como él rompiendo todo el lugar y una sonrisa entre asustada e intrigada se coló en su rostro. – ¿en cualquier lugar donde esté? Y ¿tú vendrás a auxiliarme? – preguntó mientras pasaba su mirada del objeto al rostro inexpresivo de Priest. – Quieres dar la impresión que nada te llega, nada te toca, pero tus ojos son demasiado expresivos aunque no lo quieras admitir – pensó mientras le regalaba una sonrisa dulce y agradecida. – Gracias por el regalo, lo atesorare y lo llevaré siempre conmigo - dijo mientras volvía una de sus manos sobre la de él y le acariciaba.
Pero en verdad algo la molestó, estuvo a punto de retirar las manos de las de Priest y quedarse nuevamente con la joya, solo para hacerle rabiar – ¿pero cómo que estaba bien? – Pensó mientras le miraba a los ojos y lo intentaba apuñalar con su mirada, el gesto de disgusto no se hizo esperar y no pudo contener las palabras – ¿acaso le parece que una joven, en ropa de cama hecha girones y llenas de sangre, casi desnuda, puede decirse que está bien? – hablo tan apresurada y en un italiano tan cerrado, que solo una persona que hubiera vivido en Italia podría entenderla. Bufó de bronca contenida y bajo la vista, era inútil aquel hombre parecía de piedra, si hasta sus manos eran como las de la estatua del ángel Gabriel en la capilla de su amada Villa Scotty, grandes e inertes, pues no le tomaban las suyas solo las mantenía tranquilas bajo su peso. Cerró los ojos y buscó la tranquilidad que se ocultaba en algún lugar de su pecho.
Suspiró mientras volvía a levantar la vista y le sonreía, aunque seguía algo disgustada – hombres, siempre nos están subestimando – pensó mientras sus ojos relumbraron de la misma rabia que quería volver a explotar – calma Chiara, no sirve de nada, si tu hermano y Ruggero son tercos, este es el emperador de los cabeza duras – no pudo más que taparse la boca con una de sus delicadas y elegantes mano para acallar la risa que le provocaba imaginárselo como rey – más sería un rey muy apuesto, aunque cabezotas – volvió a tentarse y se mordió el labio para mantener la compostura.
Él, le volvió a pedir la joya, aunque ésta ya estaba entre sus manos. Se la quería cambiar por un silbato, muy particular, del cual ella no tenía ni idea para que le sirviera. Le dio mucha ternura, pensar que la trataba como a un bebé, que se le intenta cambiar un juguete por otro. Aquel hombre enorme, trataba de ser amable y considerado con ella, no tuvo el valor para decirle que todo estaba bien y que se podía quedar con la joya y el silbato. Antes que sus labios pronunciaran algo, depositó en el cuenco de las enormes manos la cruz y tomó rápidamente el silbato. Lo aferró fuertemente y lo acercó a su pecho. Era en verdad muy dulce de su parte haberle dado algo para que lo siguiera recordando, pero ella sabía que aquel rostro, del hombre que hoy estaba sentado en la misma mesa de café, nunca podría borrarlo de su mente, pues desde ahora lo consideraría su amigo y su protector.
- ¿y como debo utilizarlo, si llegara a estar en peligro? – le preguntó mientras inspeccionaba el objetó. Estuvo tentada a soplarlo, para ver cómo era el sonido, pero luego se imaginó que caían otros como él rompiendo todo el lugar y una sonrisa entre asustada e intrigada se coló en su rostro. – ¿en cualquier lugar donde esté? Y ¿tú vendrás a auxiliarme? – preguntó mientras pasaba su mirada del objeto al rostro inexpresivo de Priest. – Quieres dar la impresión que nada te llega, nada te toca, pero tus ojos son demasiado expresivos aunque no lo quieras admitir – pensó mientras le regalaba una sonrisa dulce y agradecida. – Gracias por el regalo, lo atesorare y lo llevaré siempre conmigo - dijo mientras volvía una de sus manos sobre la de él y le acariciaba.
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Re: Despues de la tormenta viene el tifon [privado]
Preist escucho su reclamo, su indignación por haberla dejado creyendo que en su estado la joven había estado bien, no tenía como explicárselo, no tenía como decirle que a él se lo había parecido, el conocía solo de heridas mortales, eran las únicas a las que le prestaba verdadera atención y casi siempre se daban en alguno de sus compañeros, era cuando veía aquello tipo de heridas cuando sabía que debía actuar con toda seriedad y a la brevedad posible, el resto de las lesiones… para el se veían todas iguales, despacio aparto las manos y descubrió sus brazos mostrándole la telaraña de cicatrices que surcaban por ellos, un par de vendas donde se encontraban las heridas mas recientes.
-no se juzgar, cuando una herida es inofensiva o de más cuidado.
Contesto mostrándole sus brazos, esperando que entendiera que se había lastimado tantas veces, que su sangre había corrido en tantas ocasiones que para el ver la sangre parecía tan natural como comer o dormir.
Ella no tenía conocimiento sobre lo que era aquella cruz pero no tenía la intención tampoco de decírselo, no tenía por qué tener aquella carga ni asustarse cuando todo había pasado ya, aun así era posible que alguien ya la hubiese visto y el pensamiento no le dejaría tranquilo si simplemente, cerro las manos de la joven entorno al silbato y le vio a los ojos.
-lo intentare.
Prometió, pero él estaría en Francia un tiempo indefinido, no sabía cuándo podrían ordenarle partir a otra ciudad, a otro país, pero sabía que al menos alguno de los miembros de su unidad estaría cerca en caso de que la joven necesitase ayuda.
- solo si no pudiese hacerlo vendría alguien más.
El dejaría le aclararía las cosas a los suyos para que estuviesen al tanto de la situación, debía hablar especialmente con Jensen, el joven tenía una debilidad marcada por las mujeres bellas y por alguna razón las rubias llamaban especialmente su atención, el prefería que no molestasen en ese ámbito a la joven.
-no se juzgar, cuando una herida es inofensiva o de más cuidado.
Contesto mostrándole sus brazos, esperando que entendiera que se había lastimado tantas veces, que su sangre había corrido en tantas ocasiones que para el ver la sangre parecía tan natural como comer o dormir.
Ella no tenía conocimiento sobre lo que era aquella cruz pero no tenía la intención tampoco de decírselo, no tenía por qué tener aquella carga ni asustarse cuando todo había pasado ya, aun así era posible que alguien ya la hubiese visto y el pensamiento no le dejaría tranquilo si simplemente, cerro las manos de la joven entorno al silbato y le vio a los ojos.
-lo intentare.
Prometió, pero él estaría en Francia un tiempo indefinido, no sabía cuándo podrían ordenarle partir a otra ciudad, a otro país, pero sabía que al menos alguno de los miembros de su unidad estaría cerca en caso de que la joven necesitase ayuda.
- solo si no pudiese hacerlo vendría alguien más.
El dejaría le aclararía las cosas a los suyos para que estuviesen al tanto de la situación, debía hablar especialmente con Jensen, el joven tenía una debilidad marcada por las mujeres bellas y por alguna razón las rubias llamaban especialmente su atención, el prefería que no molestasen en ese ámbito a la joven.
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