El principio del comienzo [Privado]

La última de mis pestañas cayó sobre mi pómulo izquierdo, enviando una pequeña estimulación a mi piel agrietada que se encontraba apegada ya a mis huesos, seca hasta el punto de empezar a caer ya a trozos, abandonando mi anatomía con la intención de vestirme con la nada.

Tres mil novecientos veintidós años, ocho meses, tres semanas, seis noches, diecisiete horas, veintitrés minutos, veintiún segundos, veintidós segundos, veintitrés… Éste era el espacio temporal que me amarraba a aquél ataúd, enredado en pesadas cadenas hechizadas que no me permitían siquiera removerme en ellas, siendo un silencioso testigo de aquél tormento al que mi propia sangre me había condenado.

Y mientras fuera de aquél infierno el tiempo transcurría, mi cuerpo se debilitaba, mis cabellos caían y ya no se regeneraban debido a mi escasez alimentaria, mis músculos se habían desmoronado hasta prácticamente extinguirse de mí, siendo mis músculos, ahora frágiles como el cristal, lo único que permanecía prácticamente intactos, pues ni siquiera mis dientes habían aguantado tres mis años sin la base de mi sustento natural: la sangre.

Durante todo aquél tiempo, momificado como me encontraba, tuve tiempo de idear mi venganza contra aquél que me había hecho su prisionero, Axásveroth. En mi mente le maté de todas las formas posibles, todas ellas crudas y sádicas, dolorosas sin igual, lentas para ver reflejado en sus ojos desorbitados la súplica que sus labios orgullosos sellarían. No obstante, mi ira descontrolada empezó a apaciguarse cuando mi cerebro perdió consistencia y masa, por lo que entonces, pasé los siguientes siglos de mi vida completamente sedado, ajeno a todo mi alrededor, perdiendo al fin mis cinco sentidos hasta que sólo me convertí en un saco de huesos, más cerca de la Muerte que nunca antes lo había estado.

De repente, algo lejano sacudió mi ataúd de forma brusca aunque para mí, fue como si me mecieran con suavidad, aun anestesiado por el tiempo que con tanta crueldad se había cernido sobre mí. Después de unos momentos en que la calma había vuelto a mi sarcófago, una gota cayó sobre mi boca. Una sola y diminuta gota se convirtió de repente, en el desencadenante de mi libertad. Otra gota, y otra cayeron más seguidamente ahora, despertando muy lentamente algunas fibras de mi cuerpo momificado. Pronto, el sabor óxido y salado de la sangre humana conquistó cada recoveco de mi boca desierta, quién con ansiedad bebía de aquél elixir sin saber siquiera de dónde procedía. Lentamente, mis entrañas se removieron y empezaron a recuperar la materia perdida, empezando por restaurar mis órganos vitales –aunque innecesarios dada mi condición inmortal- , continuando por la recuperación de mi sistema circulatorio y nervioso, por dónde pronto mi sangre volvió a viajar por mis venas oxidadas tras tanto tiempo sin actividad alguna, sintiendo de nuevo en mi cuerpo el significado de dolor o de la opresión que aquellas cadenas me inspiraban. Aun sin recuperarme al completo, me sentí lo suficientemente fuerte como para removerme, ahora con mis huesos cubiertos en parte por piel fuerte, como la que había dispuesto como vampiro antes de caer en aquél largo letargo del que alguien, por algún motivo, había decidido despertarme.

Entonces, las cadenas me fueron arrebatadas sin que yo tuviera tiempo a forcejear siquiera, sintiendo al fin, el deleite de la libertad, abriendo por fin mis párpados aun sin pestañas y cuyos ojos aun permanecían empañados por una extraña tela nublosa que me impedía ver con normalidad mi entorno. Usando mis uñas que sí había recuperado, arañé la cubierta abierta del sarcófago hasta que las yemas de mis dedos se enterraron en la tierra seca, momento en el que usé todas mis fuerzas para darme impulso con mis articulaciones inferiores y logré caer de espaldas en un lugar llano, sintiendo, por primera vez en casi cuatro milenios, la brisa nocturna acariciando mi rostro. Aspiré aquél aire puro que pronto inundó mis pulmones y los ensanchó, devolviendo un ritmo normalizado para la corriente sanguínea de mis venas, recordando de nuevo, lo que era sentir… sed.

- Quiero más.- me limité a exigir a aquél que hubiera osado salvarme de aquellas tinieblas, hablando sin quererlo, con una voz de ultratumba que incluso mi vello se erizó.

“…De pronto, en medio de la nada, una mariposa nocturna volo cerca mío.
La fragilidad y la belleza de su diminuta forma me atrajo al instante, por lo que alce la mano rápidamente para capturarla entre mis dedos.
Abrí el puño que había formado, para ver como aquel pequeño insecto aleteaba sobre la palma de mi mano, le observe largos segundos, ladeando el rostro…
Y entonces, de aquel modo, sencillo y simple como la cosa más banal del mundo, contemple la eternidad resumida en el ligero y sutil aleteo de una mariposa…”

Cuan largos habían sido los años…Por un momento todos iguales para mí. Y es que allí, desde mi trono, podía observar como la eternidad hacia alarde de su extensión de tiempo, mientras yo contemplaba la evolución de los hombres en silencio. Dejando que las hojas de los arboles cayeran a mi alrededor cuales años marchitos y por un instante vacíos de contenido alguno…

Hasta que un buen día, un día para nada especial, un día corriente, un día como cualquier otro. Llega a mis manos un recuerdo…un trozo de recuerdo. En él, en forma de leyenda, se contaba la historia de un poderoso hombre, que casi como castigo divino se veía encerrado contra su voluntad. Como si los dioses, enfadados con él, temieran que pudiera alzarse aun mas por encima de ellos.
La leyenda, llena de héroes, malvados, dioses y mártires, contaba una historia mas, que habría que pasado desapercibida ante mis ojos si no fuera por lo que se describía de aquel ser…sobretodo sus cualidades y por el castigo al que había sido condenado.
Un ser nocturno...Un ser longevo, tanto como yo...¿Por qué encerrado…Porque en aquel lugar?

La duda me asalto cuando empecé a indagar mas, y es que aquel “semidiós” no parecía ser alguien lejano, ni mucho menos alguien irreal…
Quién sabe, fuese por un pálpito, fuese por azar, por aburrimiento, o por el simple sentido común. Que quise saber más. he investigue, y envié a mis mejores hombres a buscar y entonces esperé…Y esperé... largos años, largas décadas...Hasta que encontré la localización de un lugar. Por lo que al tenerla, no tarde en ir, y en hacerlo sola. Pues, ¿qué diría Cyrion si supiera que yo podía creer aquellos mitos y leyendas?...Seguramente reiría y me diría que jamás dejé de ser una chiquilla soñadora.
En el fondo, seguramente tendría razón, pero no quería confirmárselo. Por lo que me embarque en la búsqueda del semidiós, a sabiendas que si erraba, el fallo seria solo mío, así como mi vergüenza por equivocarme en mis propios pálpitos.

Fue así, como de un modo casual, encontré aquella tumba y la hice desenterrar… y la hice abrir…Y entonces…

Le encontré.

Le encontré, le contemplé, le analicé, y su aroma, aquel aroma, llegó a mi nariz como un golpe a mis sentidos. Pues a pesar de que solo veía la figura deteriorada de una momia, supe que no era algo ajeno a mi.
Fue por eso que quise acariciarle y no me atreví. Por lo que simplemente tome una de mis dagas, y la deslice lentamente por mi piel, para abrir la palma de mi mano y mi muñeca. Dejando que la primera gota cayera con una lentitud que pareció multiplicarse por cada segundo transcurrido, hasta que finalmente aquellos labios agrietados la absorbieron haciéndola desaparecer. -asi como las otras gotas restantes...- Que le hicieron moverse de forma imperceptible a los ojos de cualquier mortal.
Entonces, mientras su figura comenzaba a recomponerse, que pude ver poco a poco, como unos rasgos esculpidos -como los de mi señor-, aparecían ante mis ojos, que le miraron desencajados y angustiados. Por un momento demasiado desarmados ante lo que veían. Como si de pronto, un sinfín de sentimientos fueran desenterrados de mi pecho, atacándome todos de golpe.

Me distancie y me gire, esperando en silencio, hasta que la tapa de aquel sarcófago se abrió…y aquel cayó de espaldas…

En aquel momento, por primera vez en ya demasiados milenios, volví a sentir incluso el propio miedo.
Miedo porque podía sentirlo, sin saber cómo, podía sentir que aquel que yacía tras de mi figura imponente era mi propia carne…mi propia sangre. Y le había despertado…

Senti miedo, pero supe que debia continuar, y estar ahi, por los momentos en que le habia fallado...
Le debia muchas cosas, y tendria que empezar a pagarlas.

Me volví lentamente, y la brisa agito mis cabellos mientras yo me acuclillaba, acercando mis manos con el máximo cuidado que pude, para sostener su cabeza y apoyarla sobre mis rodillas, dejando que las yemas de mis dedos se deslizaran por su mejilla hasta posarse sobre sus labios, unos labios que me reclamaban mas.

Sonreí. Sonreí dulcemente ante su figura y alce la mirada hacia la larga fila de hombres que nos custodiaban. Asintiendo mientras ellos me acercaban un cáliz lleno.

Acerque el elixir hacia él, una..
y otra...
y otra...
y otra vez…

Hasta que finalmente sus cabellos cayeron sobre mi regazo ante sus ojos, que empezaban a entreabrirse, al parecer pudiendo ver con mayor claridad, mientras que yo al contrario que aquel, sentía que los míos se nublaban al apreciar ahora sin atisbo de duda alguna, al que era mi hijo, mi pequeño, aquel a quien había llevado en mi vientre, sin poder acariciar ni abrazar ni una sola vez…

Le sonreí, mientras lágrimas de sangre resbalaban por mis mejillas de forma silenciosa al apreciarle.

Tranquilo…Susurre mientras miraba aquellos ojos, deleitándome con su belleza, una que me recordaba en cierto modo a su padre.
No sabes…el tiempo que llevo esperando que despertaras.
¿Sabes....quien soy?
Susurre ante aquella mirada, como si hablara de algún modo u otro, conmigo misma. Pues no solo hablaba de su despertar, sino del que sentía que brotaba en mi pecho. Pues en tan solo un instante, todo el amor y los sentimientos olvidados por aquel que había sido mi pequeño, habían vuelto a mí, haciéndome sentir viva como ya no recordaba.

Alce la vista y mire a mis siervos. Indicándoles mentalmente que trajeran a los esclavos, pues seguramente ya podría beber por si solo. Por lo que mientras aquellos hombres se alejaban dejandonos solos, algo me sobresalto. Contemplando de pronto como las yemas de sus dedos tocaban las lágrimas carmesíes que aun quedaban en mis mejillas…

Unos hombres enmanillados de pies y manos caminaron desorientados hacia mi posición, deteniendo su avance en cuanto alcé contra ellos mi mano izquierda, meneando la cabeza sin siquiera mirarles.

- La sangre vampírica contiene el don de regenerar y fortificar cualquier sistema vivo…- murmuré para mí mismo a medida que las yemas de mis dedos acariciaban los contornos de aquél rostro femenino, llevándomelos luego a mi boca para degustar, ahora con más calma y sosiego, el sabor de aquella sangre.- Eres mi liberadora.- respondía al fin, sin un atisbo de emoción ni sentimiento alguno, tomándola ahora del mentón por momento, antes de ladear su cabeza y sentir mi garganta hervir en ansiedad con sólo contemplar la desnudez de su cuello marfileño.- Nunca olvidaré tu sacrificio.

En un ágil brinco me situé tras la mujer en menos de una centésima de segundo, posicionando mi mano izquierda sobre un lado de su cabeza, asegurándome que no se resistiría. Con la otra mano libre, paseé mis dedos por su piel, riendo en mis adentros cuando éste se estremeció ante mi contacto. Me arrodillé y cerré los ojos antes de morder con fiereza su cuello, sorbiendo con ansiedad regenerada cada gota de sangre que emanaba de la herida producida por mis colmillos. Y bebí de ella, bebí hasta que percibí cómo sus fuerzas mermaban, hasta que sus párpados se cerraban incapaces de mantenerse abiertos, hasta que su piel se tornó aun más fría de lo normal… hasta que simplemente, se convirtió en un puñado de piel y huesos.

Arrojé el cuerpo inerte de la mujer a un lado, irguiéndome mientras me relamía los resquicios de sangre que aun pudieran manchar mi perfecta boca provocativa. Dándole la espalda a la caída, entorné mis ojos hacia mis manos, ahora completamente regeneradas, casi como si fueran nuevas.

Palpé mi rostro y me sorprendió gratamente encontrar el suave tacto de mi piel, de los contornos que marcaban las mandíbulas. Incluso la sensación de mi cabello azotarme el rostro cuando una ventisca se alzó en aquél paraje, lo que me recordó dónde me encontraba y la desnudez que vestía. Torcí una sonrisa y cuando iba a ordenar a uno de aquellos hombres que me prestara su ropaje, alcé mis cejas, asombrado de cómo todos ellos parecían ahora devorados por una ira cegadora que les llevó hacia mí, dispuestos a aniquilarme en venganza de la vida robada de aquella inmortal. Resoplé, pues lo cierto era que si bien adoraba una buena batalla, aquél no era el mejor momento para jugar.

Aun me sentía débil y no estaba dispuesto a quemar energías matando aquellos pobres infelices. Y si bien podía asegurarles que aquella mujer no estaba muerta, que sólo su desmembramiento o el fuego podía acabar con ella, tampoco me apetecía gastar salía por aquella buena causa. Por ello, no vacilé ni un segundo y, alegrándome de mantener intactos mis dones divinos, llevé a todos y cada uno de los presentes, al abismo de la locura, sentándome junto a una roca a contemplar divertido cómo se mataban entre ellos, cómo la sangre me salpicaba sin que me molestara en absoluto. En a penas unos minutos, mi cuerpo se encontraba impregnado de un vívido color rubí y nadie más en un radio de varios quilómetros se encontraba ahora con vida. Ante mí, una montaña de cadáveres se extendía hacia el horizonte.

- Fin del espectáculo.

Me puse en pie y en silencio me dirigí hacia la playa, sintiéndome más vio que nunca cuando el agua abrazó mis tobillos y poco a poco, me sumergí completamente en ella, tomándome el tiempo necesario incluso para relajarme en aquellas aguas cristalinas, contemplando la resplandeciente media luna que poco a poco iba ocultándose tras la tierra situada al otro lado del charco y que probablemente, se trataría del puerto ateniense.

El día está a punto de despuntar, debo buscar un refugio, pensé en mis adentros, tomando la decisión de abandonar el ocio y salir del agua, ahora ya limpio de sangre y polvo. Dejando atrás aquél campo de cuerpos destripados y la inmortal plácidamente sumida en un sueño quizá más largo de lo habitual, inicié mi marcha hacia la ciudad de Atenas cuando, de repente… una voz en mi cabeza me frenó.

“Oh sutil tormento…tener hijos para que estos se levanten y te saquen los ojos…”

Rememore las palabras que alguna vez había escuchado decir a Cyrion, en referencia sin embargo al pueblo recién conquistado, cuando este parecía querer mostrarse insolente o aun indomable cuando él se proponía conquistar.
Siempre me hizo gracia aquella frase…Sin embargo ahora la entendía y me dolia, por que casi había conocido su significado literal.

Me levante poco a poco y me erguí con los cabellos sobre mi rostro. Apreciando como los cadáveres de mis hombres reposaban y regaban con su sangre la superficie bajo mis pies.
Fruncí el ceño y ladee la cabeza lentamente hacia un lado y hacia el otro, al notarme rigida y un tanto debilitada ante aquel que sin piedad había bebido de mi. Contemplando como parecía querer alejarse a paso lento, mientras yo avanzaba ahora tras de él.

¿A dónde crees que vas?
Con una simple orden mental le obligué a detenerse y a sentarse con las rodillas flexionadas, mientras yo caminaba hacia él, rodeándole un tanto ofuscada. Podia comprender que no se fiara de mi sin saber quién era, e incluso que matara a mis hombres, pero el hecho de hacerlo e irse sin mas, me habia parecido….

Poco cortes.

Le rodee y empecé a analizarle. Sujetando un instante su fuerte hombro derecho, y luego tomando uno de los mechones dorados de sus cabellos, oliéndolos un instante para percibir aquel aroma característico suyo, que se parecía al de su padre, -sabia que jamás olvidaría ese perfume- Y luego me gire para apreciar su semblante un tanto iracundo mientras yo relajadamente alzaba su mentón, sujetando el contorno de sus mandíbulas fuertes.

Tienes demasiada prisa. Pensé que serias mas paciente…Teniendo en cuenta que llevas tanto tiempo dormido.
Entonces sin premeditación alguna, observe sus ojos fijos en los míos y me adentre en su mente, apreciando su vida, desde el inicio. Desde la humanidad…En donde pude ver con todo lujo de detalles sus proezas, sus victorias, sus tratos sucios, y el rostro de…Axásveroth….Y la derrota, y el odio, y el comienzo de sus andanzas como inmortal sobre la faz de la tierra, asi como el paso de todos aquellos con los que se cruzo, descubriendo incluso la aparición de ciertos individuos a los que conocía bien.
Tome aire mientras miraba toda su vida a través de sus ojos, hasta que finalmente él, su propio tio, le encerraba en las profundidades del olvido hasta este preciso instante. En el que yo habia aparecido y le habia rescatado.

Solte su rostro y lade la mirada, centrándome en el mar aun con el ceño fruncido. Mientras él se dejaba caer hacia atrás, quizas exhausto ante mi intromisión en todos aquellos largos años de historia en su mente…
Palpe mis labios y comencé a caminar hacia la orilla de las aguas. Demasiado absorta en lo que acababa de ver como para prestarle atención a aquel que reposaba en la arena...Ambrose.
Un ser al que ahora conocía, y a quien ahora podría entender un poco mejor…-Seguramente él querría arrancarme la cabeza-, pero eso no me importo más que el hecho de darme cuenta en la clase de persona a la que acababa de desenterrar…

Dhemesien...
Ese es tu verdadero nombre. Indique en silencio. A la espera de se repusiera, atacara o simplemente quisiera hablar.
Tengo solución a muchas de las preguntas que rondan en tu mente...Pero me pregunto, si de veras las querrás escuchar.
Susurre, sabiendo que me escucharia igualmente, mientras en mi cabeza un torbellino de ideas y pensamientos se agolpaban unas encimas de otras.
¿Que pensaría al saber que aquel que le encerró era su tio? ¿que pensaría al descubrir que yo era su madre?...¿seria tan sanguinario como su padre? ...
Su padre... ¿como tomaria el hecho de conocer la existencia de su sucesor?...Tome aire, pues mis hechos, sin que yo lo sospechara, iban a cambiar las vidas de mas de una persona.