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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Nov 24, 2012 9:54 am

Doce en punto de la media noche con tres segundos...
cuatro segundos...
cinco segundos...
Cerré el reloj de bolsillo y lo guarde mientras recostaba la espalda en la cómoda silla de aquel asiento, esperando frente al despacho vacío de aquel noble, que hiciese el "honor" de obsequiarme con su presencia.

Un viaje relámpago me había traído a Londres aquellos días. Y el motivo de tal viaje, era simple y llanamente...
La leyenda del violín rojo...

El violín rojo, era uno de los instrumentos mas perfectos jamas creado y jamas conocido por el hombre, un elemento cuya precisión y sonido traspasaba la perfección para convertirse en un elemento capaz de crear una sinfonía hipnotizante, capaz de doblegar algo mas que el alma de un ser vivo con su sonido...
Contaba la leyenda, que había sido fabricado de un tronco que un mismo rayo quebró, llegando a manos de un artesano que se vio obligado a trabajar la madera, tallandola sin parar y trabajando aquel instrumento día y noche, utilizando incluso sus propias manos desnudas para darle forma a aquel objeto, decorándolo y barnizandolo con su propia sangre, desviviéndose en su elaboración sin parar diversos años, hasta que consiguió lo que deseaba, que era terminar aquel instrumento que según decían le habían obligado a construir contra su voluntad, y que le había llevado al mismo abismo de la locura, pues ante su creación, el horror llego a su alma y la locura le cegó por completo, pues el mismo sonido parecía transportarle a un lugar desde el cual no sabia volver, haciendo que acabase con su propia vida antes de poder deshacerse de aquella creación maldita...
Y es que si, aquel objeto se decía estar maldito, pues fue maldecido con llevar la desgracia a su portador, cosa que se vio respondida, llevando a todos sus dueños no solo a muertes horribles, sino que llevándoles poco a poco a la locura, como si aquella melodía que sonase de las cuerdas, fuese demasiado para los simples oídos mortales...ya que aquello seguiría portando su maldición y esta llegaría a cada uno de los que lo tocase, hasta que finalmente alguien osara destruirlo...
Algo que obviamente no iba a ocurrir con un elemento tan preciado.

Y ahora...
¡ahora!
Aparecía el nombre de un hombre, que se decía entre las malas y pecaminosas lenguas que era el actual propietario del instrumento maldito.
Un violín que sí existía en la realidad, siempre buscando un nuevo dueño que le condujera a su verdadero portador y propietario...nada mas ni nada menos que el propio demonio.

Sonreí casi maliciosamente mientras repiqueteaba con los dedos sobre el reposa-brazos de la silla. Pues no podía negar que me encantaban aquellas historias sobre objetos malditos, objetos poseídos y terroríficos o sobrenaturales... Era como si despertaran la chispa dormida del aventurero, kamikase y demente coleccionista que llevaba dentro.
Y es que si aquel violín existía, tenia que ser mio. La leyenda y la maldición que pudiese portar...francamente poco me importaba, pues ya pensaba que me había pasado de todo en la vida, y que seria mas que difícil empeorarlo.

Por ese motivo ahora estaba ahí, esperando a Lord Edward, el propio dueño del mas que lujoso y exclusivo hotel en el que me estaba hospedando aquellos dias.
Un hombre que se decía que era alguien sospechoso y oscuro y al que ya me moría de curiosidad por conocer, sintiendo de pronto como mi respiración se paraba ante el crujido de la puerta que se abria a mis espaldas. Mostrándome al elegante hombre que caminaba hacia el otro lado del despacho, sentándose al otro lado despues de saludarme con el rostro e indicarme que no me levantase.

Usted debe de ser el señor Jerarld Johannes Délvheen de Vries...Actual barón de las nobles tierras de los Países Bajos...Le contemple sin decir nada sonriendo sutilmente, mientras apoyaba el codo sobre el reposa-brazos analizando el rostro alargado, la nariz aguileña y los finos labios de aquel que se hallaba delante. Pues me había registrado en el hotel con una identidad falsa, que al parecer el perspicaz dueño se había molestado en comprobar. Por lo que simplemente continué escuchándole en calma y silencio.

Oh mi Joven baron, por favor no quiero que mis palabras le puedan parecer atacantes. Es solo que le he reconocido de un evento en el que ambos estuvimos presentes...Por eso me extraño que no entrara en mis terrenos bajo su verdadero y elegante nombre.
Lo cierto...es que...
algo me dice que ya se el motivo de su visita...

En aquel momento Lord Edward apoyo los codos sobre el escritorio y bajo el rostro, que se lleno de sombras que ocultaron sus facciones y rasgos, dejando apreciar solamente la sonrisa en sus finos labios.
Pero me temo que antes de proseguir nuestra charla, debo advertiros de que no suelo mostrar aquel instrumento a nadie que no acepte y supere algunos de mis juegos favoritos...
Arquee una ceja, pues por algún extraño motivo no podía leer la mente de aquel hombre, sin embargo por su aroma, podía percibir que no era un inmortal.
Oh, pero que descortés estoy siendo. Si acaba de llegar un nuevo visitante..Toc toc...

En aquel momento los dos golpes de la puerta sonaron indicando que alguien quería adentrarse.
Parpadee un tanto intrigado, mientras la puerta se volvía a abrir y los pasos firmes y seguros de alguien mas se adelantaban en la sala, cerrando la puerta a su espalda mientras caminaba hacia la silla que se hallaba a mi lado...


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Ambrose de Thíra Sáb Nov 24, 2012 1:02 pm

Tomé entre mis dedos uno de aquellos suculentos corazones que la sirvienta me ofrecía en una vasija de plata con incrustaciones de piedras preciosas, despidiéndola con un ligero asentimiento de mi cabeza antes de girar sobre mi mismo eje y empezar a caminar por uno de aquellos laberínticos pasillos del hotel londinense, llevando a mi boca aquél músculo humano al que hinqué el diente para absorver de éste, la sangre que aun caliente brotaba de él, ensuciándome las comisuras de los labios sin que pudiera evitarlo. Me detuve entonces frente a un espejo que custodiaba el muro septentrional del pasadizo desértico, contemplando mi propio reflejo en él mientras sacaba de mi bolsillo derecho un pañuelo blanco con mis iniciales bordadas con hilo de oro, devolviendo la pulcritud a mi semblante sereno, ahora sonriente e incluso ladeando mi rostro como si pretendiera conquistar al mismo espejo, como si pudiera inmortalizarme con un retrato sobre el cristal. Finalmente, desheché el corazón ya sin una gota que pudiera saciar mi sed, y tras relarmerme los dedos manchados de carmesí los pasé por mis cabellos dorados, ahora atados con una cinta azul eléctrico que combinaba con aquella americana larga hasta mis rodillas, confeccionada exclusivamente para mí en la ciudad de París por el mejor de los sastres. La seña de identidad la habían marcado los tres grandes botones colmados por camafeos paganos de época romana, únicos y originales, sin duda, y que tan bien combinaban con el chaleco de hilo dorado y exquisitos bordados de estilo clásico, dejando desabotonados los dos primeros botones, pues el blanco pañuelo me hubiera asfixiado ante tanta presión sobre mi cuerpo, por lo que incluso mi camisa escondida bajo aquél lujoso atuendo, era partícipe de la majestuosa imagen personal que presentaba a todo aquél cuya mirada se dirigiera a mí, contemplando desde mis brillantes zapatos negros, mis ajustados pantalones azabaches, ascendiendo por aquél magnífico cinturón de cuero árabe con incrustaciones de lapislátzuli...

Archibald me despistó, apartándome de aquellos pensamientos que me hacían sonreír como si fueran otros los que alababan mi envidiable figura, ladeando mi cabeza hacia la esquina que en unos segundos, el hombre giraría para encontrarse conmigo, aquél al que había estado buscando probablemente, desde hacía varios minutos. Así que me crucé de brazos, resoplando cuando sus pasos más resonaban cerca de mí, fulminándole en cuanto su ojos saltones de un profundo color esmeralda se agrandaron en cuanto me percibieron en medio de aquél pasadizo, corriendo hacia mí para caer a mis pies, agarrándome uno de mis tobillos mientras bramaba algo ininteligible, erizándome la piel en cuanto su tacto osó posarse sobre la tela que lucía con tanto orgullo, sin poder contener una fuerte patada que le lanzó a unos metros de mí, llevándose consigo una mesa decorativa con su respectivo jarrón procedente del Peloponeso.

- Habla claro, inútil. Al menos ante mi presencia.-le espeté un tanto malhumorado mientras recortaba distancias con aquél sujeto que aun en el suelo se quejaba del golpe recibido, rodeado por los pedazos de cerámica esparcidas a su alrededor y que mis pies fueron convirtiendo en polvo a mí paso, acuclillándome ante él para tomarle del mentón, metiéndome en su cabeza para extraer de ella las intenciones por las que había venido en mi busca, torciendo entonces una sonrisa triunfante.- Sabía que vendría, era cuestión de tiempo de que ésa historia le sedujera lo suficiente para venir a por el violín.- reí sonoramente, tomando al pobre infeliz del cuello de su camisa para erguirlo del mismo modo en que yo lo hice, aunque olvidando que su estatura era más pequeña que la mía, por lo que sus pies pataleaban, ansiosos por tocar un suelo que se avecinaba un tanto alejado de él, mirándome horrorizado cómo mi rostro se acercaba al suyo con la ferocidad inscrita en mis ojos.- Te harás pasar por mí, ¿queda claro?

El hombre asintió frenéticamente con la cabeza, agarrándome de las manos para intentar tomar cierta distancia de mí... ¡como si pudiera hacer semejante sandez! Entonces le solté de golpe, ignorando la tos repentina que atacó a Archibald en cuanto pudo recuperar el aliento perdido, esperando pacientemente su recuperación para volver a meterme en su mente, ésta vez, para manipularle como cuál títere, conduciéndole hacia el despacho que ocupaba en aquél hotel como director de éste que era bajo la falsa identidad de un tal Edward al que pocos habían visto, diciéndose que era un hombre ocupado y distante, encerrado siempre entre aquellas cuatro paredes, desconociendo que en realidad, siempre estaba allí, de algún modo u otro, una parte de mí siempre estaba en todas y cada una de mis posesiones, controlándolas, por supuesto.

Tras la puerta del despacho torcí una sonrisa traviesa cuando la voz de Archibald anunció mi llegada, tal y como mi misma mente había ordenado a su cerebro que a su vez, había hecho vibrar las cuerdas vocales de mi siervo, adoptando unas palabras que procedían de mí y no de él, usando más bien su cuerpo como señuelo. Al menos, hasta el momento oportuno.

Que empiece el juego, Jerarld.

- Buenas noches, caballeros.- saludé con mi voz aterciopelada cuya tonalidad sabía que estremecía al invitado allí sentado, riendo para mis adentros antes de sentarme junto a él, cruzando una de mis piernas sobre la otra y mirando con fijeza a Archibald, que mantenía un semblante serio y fijo en mis ojos, algo que tuve que controlar para que Jerarld no sospechara de la manipulación sobre mi siervo, haciendo que éste mirara ahora al recién llegado mientras mi voz rompía el silencio de la sala.- Veo que tengo competencia, señor.- comenté, aludiendo al asunto por el que ambos, Jerarld y yo, nos encontrábamos ahora, después de siglos sin cruzar una sola palabra, en la misma habitación.- Pero estoy dispuesto a todo por hacerme con el Violín Rojo. A todo.- enfaticé, inclinándome hacia Archibald hasta colocar mis codos sobre la mesa y entrelazando mis dedos en cuyo hueco apoyé mi mentón, escondiendo la curvatura de mis comisuras que ya anunciaban una sonrisa placentera ante lo que a continuación ocurriría, puesto que poco me interesaba aquél violín más que el recuperar a Jerarld aquella misma noche, sobretodo, porque aquello por lo que él había venido buscando se encontraba ya en mi posesión.

¿Pero por qué hacérselo saber tan pronto? Prefería jugar con el tiempo, con las identidades allí barajadas y con el deseo que había sido suficiente para mi creación favorita como para llevarla hasta mí, desconociendo por completo que se hallaba frente a su mayor pesadilla hecha realidad.

¿Qué tan lejos estás dispuesto a llegar por un violín, querido? , reí en mi cabeza antes de mover el siguiente hilo de mi títere.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Jue Nov 29, 2012 1:40 pm

Escrute el semblante del anfitrión. Observando su mirada vacía de brillo alguno, contemplando sus movimientos precisos y rígidos aun sin poder entrar en su mente.
Sonrei, pues era mas que seguro que aquel hombre debía de servir a alguien mas, por lo que deje escapar un suspiro al percatarme de que me hallaba delante de un autómata. Después de todo, ¿porque el poseedor del violín iba a mostrarse sin mas?..pero mas importante aun....¿porque hablar de el directamente, confirmando su existencia?
Yo no había dicho absolutamente nada desde que hubiese llegado...Por lo que desconfié, ya que muy probablemente aquel juego propuesto, no seria mas que una tapadera,una fachada para decir después algo como que el violín no era parte del juego...o que no estaba bajo su posesión.
Fuese como fuese,estaba seguro de que aquella noche prometía bastante.

Entonces la puerta se abrió y aquella voz me hizo parpadear, escuché como se adelantaba, notando que me había quedado un tanto ausente, pues aquel tono de voz me había parecido por un instante como ...como si fuese de alguien conocido. Por lo que mire de reojo al jugador numero dos, torciendo una sonrisa al escuchar su pregunta.

¿Que tan lejos...?...si se lo dijese, ésto perdería su gracia dear...indique después de leer su mente, llamándole como el había hecho mentalmente conmigo. El silencio se hizo, momento en que ambos nos pusimos en pie, situandonos uno enfrente al otro. Siendo yo el primero en dar el paso al frente para alzar la mano hacia él,recibiendo su apreton de vuelta. Instante en que al fin vine a fijarme en el aspecto de aquel a quien tenia delante,percibiendo sus ropajes elegantes y llamativos, que hicieron conducir mi vista desde su torso hasta su cuello, subiendo la mirada para fijarme en el rostro de facciones marcadas de aquel hombre a quien estaba saludando,apreciando aquella mirada clavada en la mia en un silencio que se alargo mas de lo debido, notando incluso como me tensaba a pesar de no entender el porque.

Jerarld...indique sin mas,sin querer decir siquiera mi apellido ante aquel saludo,pues a decir verdad quede absorbido por aquellos ojos penetrantes y profundos.
Volví a respirar al darme cuenta de que había dejado de hacerlo y es que de pronto algo en aquel extraño me había sobrecogido.
Sin embargo, su apretón de manos y aquella sonrisa que se extendió por su rostro me devolvieron a la realidad,como si una oleada de aire cálido me hubiese traspasado por completo haciendo que me sintiera un tanto perplejo y disperso. ¿Que demonios me ocurría?
Podía apreciar, con la fuerza de aquel mismo apretón de manos, que me hallaba frente a alguien mucho mayor,pues aquello -ademas de en sus cualidades físicas -, parecía emanar como una especie de aura en ellos...Aquello ne recordó a Dariel, la inmortal mas longeva que conocía. ¿seria este tan mayor como aquella?...lo cierto es que esperaba que no....
En aquel entonces me obligué a aterrizar y a centrar mi mente para dejar de divagar, centrándome en el silencioso hombre que escrutaba mi semblante con un detenimiento que me hizo sentir incomodo.

Un placer conocerle, no hace falta que me diga su nombre...le llamare querido.
Indique un tanto serio,aunque deseaba bromear para romper el hielo.
Entonces el anfitrión de aquella extraña reunion se puso en pie juntando las palmas de sus manos como si quisiera hacer una plegaria

Muy bien mis queridos y apuestos jóvenes. Es hora de que dejemos las presentaciones y vayamos a lo que nos interesa a todos. Pero antes que nada...¡desnúdense!
Los segundos transcurrieron mientras yo miraba a aquel hombre fulminandole realmente.
Bromeaba...Pero tenia que intentarlo! Indico encongiendose de hombros antes de girarse, dándonos la espalda y presionando un delicado ornamento de la escultura que se hallaba detrás suyo, dejando apreciar como una puerta secreta se abria tras el despacho,mostrando un túnel por el que se adelanto silbando.

"¿Conoceis los señores...la historia de Dante....del infierno de Dante?...¿Conocen los señores...
Los nueve círculos del infierno?...."

Comenzamos a seguirle por el túnel, adentrándonos poco a poco en la oscuridad, notando como el espacio de aquello se estrechaba mas y mas, sintiendo incluso como el hombro del jugador y el mio se rozaban ante la estreches de aquel lugar, por lo que me disculpe y el negó, dejándome pasar delante. Sin embargo por mas que avanzábamos, parecía que no llegábamos a ningún lugar y es que incluso la oscuridad se había vuelto completa total y absoluta para mi, que sin poder ver siquiera donde pisaba, extendí un brazo hacia adelante, queriendo tocar algo, dándome cuenta de que solo agarré el aire, por lo que me gire, sabiendo que tarde o temprano me chocaría con el jugador numero dos, pero eso tampoco ocurrió. Por lo que cerré los ojos y me deje llevar por el resto de mis sentidos.
Notando en el aire el sutil aroma del jugador, un aroma que seguí en la oscuridad hasta que algo me freno. Palpe poco a poco la superficie delante de mi, hasta que mis manos dieron con un pomo. Gire el mismo con cuidado y abrí la puerta, encontrándome en un paisaje totalmente distinto a lo que me esperaba. por lo que atravesé el portal y miré a todos lados intrigado ante aquello que parecía un palacio de hielo... seguramente mi acompañante estaría en algún lugar distinto, o quizás cerca mio, en aquel instante no le sentí, por lo que sin perder un atisbo de ningún detalle situé mi capucha sobre mi cabeza y comencé a caminar lentamente por entre las columnas dispuesto a saber que estaba ocurriendo...

Vestíbulo del Infierno:



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Mensaje por Ambrose de Thíra Lun Dic 03, 2012 4:53 am

Torcí una sonrisa divertida, gratamente divertida, paseándome ahora por alrededor de Jerarld, deteniéndome frente a él para mover mi mano a escasos milímetros de su nariz, haciéndole alguna mueca sin que ninguna reacción asomara por su semblante confuso, observando a través de mí aquella preciosa sala de cristal que había creado en su mente y sólo en su mente, jugando con ésta mientras, no muy lejos de mí, Archibald permanecía a la espera de mi siguiente orden, mal disimulando el nerviosismo que le inspiraba.

- Al final de éste vestíbulo encontraréis la puerta que le dará acceso allá dónde desea encontrarse ahora. Más esa puerta requiere de una llave. Una llave que encontrará en el interior de uno de los cuerpos del gentío, anclados dentro de cada una de las columnas de cristal que vos podéis contemplar ahora. Dispone de quince minutos y dieciséis segundos antes de que ésta sala se convierta en un infierno. Que empiece el juego.

Activé entonces un engranaje en aquella ilusión, mostrando ante los ojos sobrecogidos de Jerarld cómo varios orificios situados en la parte alta de la sala se abrían, dando paso a un alud de arena que pronto cubrió la superficie en la que se encontraba, subiendo poco a poco por sus tobillos, amenazando con soterrar aquella habitación en un santiamén, complicando ahora que la puerta de hierro vestida por enredaderas entrelazadas pudiera abrirse fácilmente.

El tiempo empezaba a transcurrir y Jerarld pareció tardar más de lo debido en comprender hasta qué punto se encontraba entre la espada y la pared. Más jamás olvidaré la reacción de su rostro cuando se acercó a una de aquellas columnas, la más cercana a él, acercándose al cristal en el que se veía reflejado para entrever un semblante, una figura desnuda, exenta. Un hombre al que conocía muy bien, su posible primera víctima con tal de conseguir aquella llave que le permitiría pasar a la siguiente fase. Jäeger.

¿Destriparía a todos y cada uno de los seres allí atrapados? ¿Podría salvarles a todos, haciendo alarde de su martirización? ¿A quién elegiría llevarse consigo a una muerte asegurada? ¿Podría salvarse a sí mismo y conseguir su objetivo?

¿A qué miembro de tu familia destriparás primero, querido? ¿Quizás a tu hermano? ¿A tus hijos? Sorpréndeme…, reí en mi cabeza, esperando su reacción y el desenlace de aquella prueba de vida o muerte en la que sólo vencería si lograba ser, por una vez en su vida, egoísta. Adivina en quién escondí la llave…, añadí entre pensamientos, paseándome por la sala, dándole la espalda para acercarme a un punto en el que, al menos en aquella ilusión dónde había atrapado a Jerarld, me encontraba junto a la columna en la que se hallaba Ena, escapándoseme una sonrisa maliciosa, pues me preguntaba si comprendería el pelirrojo la presencia de aquella mujer en aquella sala, teniendo en cuenta que sólo había familiares y seres queridos de él. ¿No le resultaría extraña la presencia de aquella mujer con la que solía tener altercados? Aquello prometía ser muy, muy divertido.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Mar Dic 04, 2012 4:35 pm

Horror…
Si tuviese que definir, lo que sentí cuando aquella voz susurro que tenía que destripar a alguien de mi familia para salir de allí…
Eso sería nada mas ni nada menos que el más profundo... Horror.

Pero entonces, me obligue a respirar, me obligue a sosegarme, pues aquello era un juego. Solo un mero juego…
Sin embargo, la ira me ataco, y es que podía aceptar que quisieran jugar conmigo, lo había aceptado y había llegado allí por mi propio pie en busca del violín…Sin embargo en ningún lugar se había acordado que este macabro juego inculcase a alguien que no fuese yo…
¿¡Porque mi familia, ¡porque mis seres queridos! que tenían ellos que ver en todo esto!?

La arena empezó a subir hasta mis rodillas mientras yo miraba ceñudo las columnas, donde todos ellos se mostraban en una especie de suspensión, como si durmiesen realmente, con los brazos situados sobres sus respectivos pechos, con la cabeza gacha, como si esperasen algo inevitable. Me acerque a ellos, y palpe las columnas, que fuertes y robustas parecían inaccesibles.
Apreté los puños, un tanto inquieto ante el panorama que se avecinaba, y entonces, Cuando la angustia empezaba a carcomerme. Me vi reflejado en el pilar de aquella, fruncí el ceño al mirar a Ena…Ella no era de mi familia, ni era un ser querido, pues por algún extraño motivo, no habíamos hecho más que discutir y enfrentarnos desde que nos hubiesemos conocido…A veces me costaba entender cómo podía caber tanto desprecio en el pecho de alguien, sobretodo cuando ni siquiera sabía a ciencia cierta qué demonios le había hecho para que me odiase tanto.

No…Ella no debería estar ahí…Aquello era un error. Y seguramente por eso, ella tendría algo que ver en el macabro juego al que me enfrentaba. Estreche los ojos comenzando a caminar pesadamente entre las arenas que ya llegaban a mi muslo, llegando al pilar, el cual toque notando como este se movía balanceándose un tanto. Por lo que no dude en empujarlo, apreciando como caía para quebrarse en millones de fragmentos que se desparramaron por doquier dejando que el cuerpo de aquella mujer cayese sin más sobre la arena, a la vez que sus cabellos pelirrojos tapaban su semblante dormido. Me acerque y me agache a su lado tomando su rostro y apartando sus cabellos, dando un respingo al percatarme de su respiración pausada, pues en un primer momento pensé que todos estaban inconscientes o muertos, como si aquello fuese el reflejo de algo inexistente, sin embargo palpe el rostro de aquella mujer, sintiendo el tacto de su propia piel como si fuera algo real.
Mire el reloj de bolsillo al verme inundado ahora hasta la cintura por la arena que seguía subiendo. Apreciando que solo me quedaban cinco minutos.
Por lo que me di prisa en recorrer los hombros, el tórax e incluso las piernas de aquella joven, palpándole, como si buscara algo oculto en su piel…Hasta que recordé esas palabras.

"En el interior del cuerpo." Trague saliva, pues estaba claro. Solo tenía que destriparla, solo tenía que herirla y lo lograría…
Entonces me puse en pie y le mire a mis pies, indefensa, inmóvil, a mi completa y entera disposición. Solo tenía que enterrar mi mano en su pecho y seguramente daría con lo que buscaba, la arena comenzaba a cubrirle y no había tiempo que perder, pero negué con la cabeza y retrocedí.
Girándome para hablar con mi anfitrión invisible.

¡No pienso destripar a nadie! Ni siquiera a mis enemigos.
No he venido aquí para esto.
¿Es esto lo único que piensas hacer?...¿Es este el gran juego? Si quieres probarme llévame al infierno.
Llévame si eres capaz.
Rete a mi adversario invisible, aceptando mi derrota, aceptando que no había podido superar aquella prueba ni salvar a ninguno de los míos. Mientras la arena ahora subía a la altura de mis hombros.
Momento en que el sonido de los engranajes retumbo en la sala, y toda la luz volvió a irse por completo a la vez que algo me rozaba el rostro mientras intentaba retroceder ante la arena que aun caía, fue entonces, cuando mis pies dejaron de tocar algo solido y simplemente...
Caí por un abismo.


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Mensaje por Ambrose de Thíra Sáb Feb 09, 2013 10:48 am

Torcí una sonrisa al contemplar la caída ilusoria de Jerarld, robándole la consciencia para inmiscuirme en su cabeza, creando en ella una nueva estampa. Se trataba de una sala amplia y luminosa con unas cortinas oscuras frente a él y que custodiaban dos mujeres con finas prendas que dejaban transparentar la desnudez de sus cuerpos. Un pequeño pasillo de mármol seguido de un par de gradas llevaban directamente a una de las tantas piscinas de agua cálida y transparente que formaban parte del complejo que había creado para Jerarld, unas termas romanas en su máximo esplendor, cuyo único color era el del mármol de las paredes, los bancos, las esculturas y relieves que adornaban la estancia abrumada y concurrida por infinitos cuerpos desnudos. Hombres y mujeres que se contoneaban de lado a lado con escasa ropa mientras otros jugaban a salpicarse el agua en el interior de aquellas piscinas.

- Esta es la recompensa a tu elección, Jerarld. Goza cuanto quiera de éstas carnes hasta saciar la lujuria que habita en ti.- susurré a su oído, alargando todas y cada una de las palabras mientras, en su sueño, del agua emergía mi figura, cubierta sólo por una tela empapada que se amueblaba a cada uno de los contornos de mi anatomía.

Dejando que mi cabello cubriera la mitad de mi rostro y ejerciendo cierto deje teatral en mi triunfal entrada en su sueño, hice que Jerarld me viera brillar con luz propia, oscureciendo parte del resto del decorado, haciendo que incluso las demás personas que allí se hallaban empezaran difuminarse. Sólo así, Jerarld se fijó en mí.

Poco a poco, exterioricé aquella ilusión a la sala en la que nos encontrábamos, convirtiendo un charco de barro y lodo en aquella piscina idílica de la que mi figura emergía a cámara lenta y con un centello casi divino. Torcí una sonrisa complacida cuando al fin Jerarld pareció despertar del trance en el que le había sumido y empezaba a contemplar a su alrededor, maravillado por la estancia que le mostraba y sin saber que en realidad, no nos habíamos movido en absoluto.

Tal y como la visión le mostraba, fui saliendo del agua cálida y humeante hasta arrodillarme frente a él, ladeando mi cabeza y salpicando su rostro cuando mi cabello rubio se alborotó con picardía.

- Puedo... ¿ofrecerle mi compañía?- musité con dulzura, deslizando las yemas de mis dedos por su rostro hasta posarse a la altura de su mentón, alzándoselo para que sus ojos se encontraran con los míos, tan reales y vivos como podía verlos en la ilusión.

Y entonces, sin dejarle tiempo para responder, mis manos se colaron por debajo del cuello de su camisa, rozando suavemente su espalda mientras mi cuerpo reaccionaba a mi mismo estímulo y recortaba distancias, depositando sobre sus labios secos un efímero pero suave beso que le robó el aliento, usando la misma ilusión para dotar de aquél beso de una magia sin igual, un sabor que le condenaría a mis brazos sin querer jamás apartarse de mí.

Aprovechando el abrazo, acerqué mi boca a su oído dónde susurré unas palabras que probablemente, le sonarían familiares.

- Recuerda que eres mío.

El roce del botón contra la camisa al ser desabrochado resonó en la sala y mis labios dibujaron una sonrisa triunfal: un obstáculo menos que contar.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Vie Abr 12, 2013 2:31 am

La belleza del lugar era impresionante, el destello de cada escultura, cada mosaico y cada relieve les hacia parecer obras vivas, así como las miradas de todos aquellos quienes ahora se movían lentos y acompasados, unos quienes me miraban desde lejos, cada uno desde una postura y un lugar distintos…
Todos los allí presentes me incitaban a acercarme a ellos, como si quisieran ser tocados, como si fueran frágiles, como si necesitaran que les sostuvieran…
Era tentadora la idea de acercarme, de dejar que “me quisieran”…Sin embargo no fueron aquellos cuerpos desnudos los que llamaron mi atención sino la figura de él.Aquel hombre…

Él era la tentación.

Su visión ante mi me hizo sentir como si apreciara a un ser divino, pues su figura brillaba de una forma que me hizo pensar en un ser celestial, demasiado perfecto como para pertenecer a la suciedad que desprendían el resto de seres vivientes. Su piel parecía suave y cálida por el vapor que emanaba de ella, como si incluso ésta fuera demasiado tierna, demasiado grácil y delicada para unos aposentos como aquellos.

Sin embargo no fue la imagen divina de aquel ser quien me robo el aliento, sino el fijarme en su mirada, ¿podía alguna mirada hablar tanto? ¿Podía una mirada haberme traspasado por completo?
Me sentí pequeño ante su figura, como si incluso yo fuera algo demasiado “sucio” para alguien como él.
Pero entonces, pese a la "ensoñación" su aterciopelada voz rompió por un momento la cadena de sensaciones y pensamientos que hervían en mi cabeza en aquel instante, pues al escucharle hablar, vi sus labios carnosos y apetecibles, sus facciones esculpidas, sus rasgos simétricos y perfectos, así como sus cabellos largos y rubios que goteaban sobre su piel, deslizándose suavemente por las hendiduras de sus músculos, perdiéndose donde ya no podía mirar, volviendo a elevar la mirada para encontrarme con la suya…tan cristalina…tan sugerente, era como si todo me empujara a sus brazos, sintiendo de pronto, como mi cuerpo se estremecía ante aquella corta cercanía y aun mas ante aquel sutil beso que él me robo, uno que como un susurro me hizo sentir perdido, embriagado, como si le necesitara demasiado, como si ni siquiera pudiera resistir esa escasa distancia que ahora manteníamos, como si me doliera su misma ausencia, su misma distancia hacia mi…

Sus dedos, habían desabrochado el primer botón de mi camisa y ni siquiera me percate. Pues fui yo quien recorte distancias en esta ocasión, demasiado embelesado con su imagen, con su aroma, con su tacto divino, acercando con cuidado los dedos de mis manos a su rostro para palpar su piel similar al mármol, tocando y contorneando su fuerte mandíbula, recorriendo con la yemas de mis dedos la superficie de su piel hasta que estos encontraron sus cabellos, sintiendo el divino tacto de su pelo , uno que con necesidad agarre, enredando mis dedos entre aquellos hilos del color del trigo, teniendo que sentir su aliento y el sabor de sus labios una vez mas con simple necesidad, como si de pronto, el susurro de aquel hombre se hubiese convertido en la palabra que alimentaba mi alma, dando sentido a algo que habitaba en mi.

Fue así como sosteniendo su rostro, le mire por un instante de más antes de acercarme a él para tocar su piel, besándole con fervor, degustándole, mordiéndole con suavidad, sintiendo el contorno que delimitaba cada recoveco de aquella carne, notando como su lengua húmeda se enredaba con la mía en un dulce y tormentoso juego. Sintiéndome de pronto como un adicto ante una necesidad demasiado grande, como un alcohólico ante la última copa de su vida…
Hasta que el susurro de su mente me hizo abrir los ojos y entender mis actos…

“Eres mío Eres mío Eres mío Eres mío Eres mío Eres mío Eres mío Eres mío”

Aquel susurro me llevo a un tiempo muy distinto, a un lugar muy diferente y entonces, como si me hubiesen echado agua fría, le recordé.
Mi creador había grabado a fuego esas palabras en mi alma pese a que ya hubiesen pasado demasiados siglos desde aquello. Negué con la cabeza, pues quise quitar aquel recuerdo de mi mente. Retrocediendo para alejarme de aquel ser divino, como si por un momento hubiese vuelto a la realidad, mirando el suelo de mármol para no encontrarme con su mirada, por un momento angustiado y avergonzado con mis actos, tenía que centrarme y entender lo que ocurría.
Mire mis manos.

-¿Qué haces?
No has venido para esto…
No has venido para quedarte…
No necesito ninguna recompensa a mis actos. He venido por el violín…Solo por el violín.
Además…No son sus besos los que quiero sino los de ella…
Eyra…
Tengo que salir de aquí, es hora de ir a casa…


Como si una alerta se hubiese activado en mi interior, sentí que debía moverme deprisa. Mire una sola vez la mirada de aquel hombre y su sutil sonrisa, sabiendo que debía alejarme de él o caería en aquella irresistible atracción que me indicaba que me abalanzara sobre él para desgarrar aquella fina tela que –transparentosa- ocultaba su perfecta musculatura esculpida. Y no…No debía acercarme a él o caería como si me estuvieran hechizando… y eso era algo que no me podía permitir. Aquello era la tentación.

Tentación.


Esa palabra y aquel pequeño lapsus de claridad entre mi hervidero de pensamientos, fue el destello de luz que necesitaba en mi nublada mente, haciéndome recordar de qué trataba este maquiavélico juego. Por lo que sabiendo que no debía mirar a nadie retrocedí cuanto pude para ponerme en pie, intentando ver con claridad alguna salida de aquella recamara de mármol aparentemente hermética.
Sin embargo todo parecía cerrado salvo por la figura de las mujeres que sujetaban una cortina oscura. Por lo que mordiéndome los labios para no mirar a aquel a quien dejaba atrás, camine hacia ellas, tomando la tela para moverla bruscamente pese a que ellas la sostenían. Adentrándome asi en otra recamara, una muy sutilmente iluminada, una habitacion llena de espejos que se ubicaban casi en cada pared. Mire la recamara adelantándome con cuidado, fijándome en cada paso que daba, temiendo volver a caer en una nueva trampa.
Pero pese a mi inquietud nada ocurrió, por lo que pude caminar con calma por la estancia hasta que llegue al final de ella. Donde la tenue iluminación dejaba apreciar el hermoso violín rojo sobre un cojín de terciopelo azul.
Aquello no podía ser real, no tan fácilmente.

Me acerque inclinándome sutilmente para mirar el violín de cerca, y entonces mientras lo hacía, el reflejo de mi silueta en los espejos me distrajo sin saber por qué.

Era como si algo no fuera como debía, y es que de pronto, mientras contemplaba mi propia imagen en el cristal frente a mi, aprecie como yo mismo, mirándome, me guiñaba un ojo para después sonreír maliciosamente.
Me erguí enseguida, apreciando ceñudo como mi reflejo en los espejos se erguía también y caminaba ahora por la sala con los brazos cruzados a la espalda, mientras que con el mentón alzado y un aire altivo, me miraba mientras caminaba cruzando de espejo en espejo, hasta que hizo ademan de ponerse en frente de mi, por lo que me acerque al espejo que le mostraba, por un momento enfadado con mi propia imagen, pues era como si hubiese adoptado una actitud propia y ajena a mi persona, tomando un aire insolente, que me hizo pensar que disfrutaba de mi enfado.

¿Qué demonios ocurría?
Empezaba a enfadarme que jugaran de tal modo conmigo. Por lo que tras ver el semblante altivo de mi mismo en el espejo me encolerice, chocando mi puño con el espejo frente a mí, haciendo que la superficie se trizara en millones de fragmentos que distorsionaron cada imagen reflejada, craquelando mi figura, mientras aquel a quien miraba en el espejo reía a carcajadas delante de mi sin hacer ruido o sonido alguno, esfumándose como si fuera humo, como la ilusión que parecía ser, una que me dejo sin nada que apreciar delante de mí. Como si me hubiera quedado sin reflejo o sin sombra alguna.

Una risa grave resonó a mi espalda mientras yo miraba de reojo el violín, cansado de aquel juego sin fin. Jugaban conmigo, lo sabía, pero el hecho de recordar aun el sabor de aquel hombre en mis labios me atormentaba, me atormentaba por Eyra, porque por un momento me habia cegado y eso me parecía simplemente imperdonable. Necesitaba aire, necesitaba ir a casa…
Aprecie los cristales enterrados en mis nudillos mientras me giraba para alzar la voz a aquel ser invisible.

Ya basta.
Tú ganas.
Quédate con tu violín, quiero salir de aquí.


Indique sosegado y en calma, mientras desenterraba uno a uno los cristales de la carne de mi puño. Aquel era un juego por el violín, pero empezaba a rozar ciertos límites que me negaba a rebasar. Ya no me importaba la “derrota” ni me importaba el juego. Me había cansado y mi paciencia ciertamente se había agotado…

Era hora de dejar Londres atrás.


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Mensaje por Ambrose de Thíra Dom Abr 14, 2013 9:37 am

Solté una carcajada sonora, grave y con un deje amargo que parecía arañar los mismos cristales de aquellos espejos que había diseñado en su mente. Entre ellos, llevando conmigo una vara de madera rojiza con adornos en oro, me hice camino hasta llegar ante Jerarld, tomando entonces aquél violín rojo que sí era real: era aquello que había venido buscando y que yo le hacía entrega. No obstante, ni siquiera pude reprimir una sonrisa complacida cuando coloqué aquél instrumento entre mi hombro y mi mano izquierda, alcanzando así el arco de crin con la mano derecha, suavemente, sin apartar mi mirada de la de Jerarld, que ahora parecía un tanto más sosegado.

- Permítame que le brinde la más bella de las melodías antes de obsequiarle con la libertad que ansiáis.- susurré con voz melosa, cerrando los ojos antes de deslizar el arco por las cuerdas del violín, resonando por aquella sala las notas de aquella composición.



Y los segundos, los minutos fueron transcurriendo con el silencio entre nosotros sólo roto por la música del violín. Cuando la última de sus notas agudas resonó en la sala, las rodillas de Jerarld flaquearon un par de veces consecutivas antes de dejarse caer sobre el pavimento rocoso, el escenario real tras la cortina de humo que había creado en su cabeza mediante simples ilusiones. Jerarld se apoyó con sus manos, abriendo demasiado los ojos, sin poder ya siquiera hablar. Sus labios, ahora morados, temblaban como si tuviera frío, a punto de castañearle los dientes. Sus músculos recibían los últimos estímulos de su cerebro, el mismo que le instaba a moverse sin que sus extremidades pudieran responderle. Los párpados empezaban a pesarle y un frío sudor resbalaba de su frente para caer sobre sus manos trémulas. Su codo izquierdo no pudo ya soportar su peso entonces y como un peso muerto flaqueó, desestabilizando el cuerpo del pelirrojo.

Recorté los escasos dos pasos que me separaban de él, acuclillándome frente a su fantasmal semblante, clavando el violín en el suelo y apoyando mis manos entrelazadas sobre el mástil, sobre las cuales dispuse mi mentón. Suspiré teatralmente y aparté un mechón de sus cabellos que le caía a un lado de su rostro, aprovechando aquél roce para acariciar el contorno de su mandíbula inferior, culminando en su barbilla.

- No te asustes, pequeño gorrioncito pelirrojo. Cuando despiertes, serás libre. Yo te liberaré de la hastiada vida que te atrapó durante los últimos años. - murmuré sobre su oído, sintiendo la extrema frialdad de su piel a su contacto con la mía, retirándome para contemplar cómo ahora sus rodillas no podían ya soportar su peso y caía completamente estirado sobre el suelo, con la vista perdida y el aliento escaseando ya en sus pulmones.- Shhh... No sufras. Recuerda qué tan dulce fue el beso que ahora te robará la conciencia.- Añadí, relamiéndome los labios al pensar en aquél momento, pues había sido entonces cuando mediante mi saliva le había traspasado el veneno que ahora le inmovilizaba.

Y así, antes de ver cómo sus ojos se cerrarían al fin, decidí alzarme para ir en busca de mi fiel siervo Khosrow, que esperaba fuera, cuando algo impidió que mis pies avanzaran, girándome entonces para contemplar un tanto sobrecogido cómo la mano de Jerarld se aferraba a mi tobillo con fuerza y su iris, ahora cristalino, me suplicaba en silencio.

Tragué saliva.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Dom Abr 14, 2013 11:26 am

En aquel momento mover un solo musculo supuso todo un desafío para mi.
Entreabrí mis labios queriendo que el aire entrara en mis pulmones pero apenas podía intentarlo, ni siquiera podía ya mantener mis ojos totalmente abiertos, por lo que intente resistirme cuanto pude, estando aun lo suficientemente lucido como para apreciar como aquel entorno idílico lleno de cristales, columnas y esculturas se desvanecía para dejarme ver la realidad.

La cruda realidad.

Las paredes eran de piedras, húmedas y oscuras, y las goteras rodeaban la estancia asi como el musgo. Parecía un lugar dejado similar a una celda fría y sucia, donde lo único que permanecía inalterable era aquel hombre a quien había visto al principio; “mi competidor”, él y el violín, eran los únicos que no habían cambiado…

¿Cómo pude ser tan iluso, Como no darme cuenta de lo que sucedía?...Me culpe a mi mismo por no sospechar de una emboscada, pero, de que servia culparse ahora? …De nada. Mis esfuerzos no servían de nada, pero eso no significaba que me fuera a rendir, por lo que reuniendo todas las fuerzas que disponía, estire mi brazo, mientras aun seguía postrado en el suelo, agarrando su tobillo con firmeza, apretando la mandíbula mientras le hablaba en voz baja, casi en un susurro con tono grave.

Eres tu…el que no debe asustarse…
Eres tu…el que no podrá escapar de mi…


Amenace pese a no estar en condiciones de hacerlo, pues mi orgullo me dictaba hacerlo, pese a que mi sentido común me decía que aquello no seria mas que el principio, y si bien ahora estaba en una mas que clara desventaja, confiaba en que tarde o temprano tendría una oportunidad de huir que no dudaría en aprovechar.

Fue entonces cuando la puerta de aquel lugar se abrió dejándome ver muy fugazmente como un hombre de unas proporciones asimétricas se adentraba poco a poco, junto a algunos escoltas que se acercaron a mi.
El veneno en aquel entonces, inmovilizo mis amoratados labios e hizo cerrar definitivamente mis ojos, sintiendo mientras me dormía como mis músculos aun rígidos se relajaban un poco, soltando así el tobillo de mi captor, pese a aquella postura forzada.
El frío de la piedra en mi mejilla fue el ultimo recuerdo antes de caer en la inconsciencia.

Un extraño sueño me llevo con él, uno en el que solo había oscuridad y vacío. Mientras que yo intentaba buscar algo a lo que agarrarme, sin encontrar nada mas que el sonido. Pues unas voces llegaron hasta mi, mientras yo intentaba abrir los parpados que tanto me pesaban.
Sentí en aquel entonces como me llevaban a algún lugar, así como alguien que apartaba el cabello de mi rostro, mientras la voz grave de mi captor daba ordenes.

En aquel momento ni siquiera sospeche lo que se me venia encima, ni pude imaginar siquiera lo que iba a ocurrir.
Las puertas del infierno acababan de abrirse para mi, mientras que su guardián, un hombre con los cabellos del color del trigo, me recibía con los brazos abiertos.


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