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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Helena Mauleón Sáb Dic 01, 2012 9:22 am

Recuerdo del primer mensaje :

Una vez más me encontraba tumbada sobre mi cama. Acababa de despertar pero aun era de noche. Sentía que alguien me miraba, que alguien vigilaba todos mis actos. Me incorporé y pude ver que la ventana de mi habitación estaba abierta de par en par, las cortinas blancas danzaban con la brisa del estío. Sabía que algo no iba bien y me aterrorizaba la idea de mirar por la ventana, pero algo en mi me decía que tenía que hacerlo. Me puse en pie, descalza, con el camisón blanco que siempre llevaba puesto, y me atreví a echar una ojeada. Como siempre, nunca había nada, solo una oscuridad… y en esa oscuridad, una luz, una luz proveniente de una mujer que no era ni más ni menos que mí querida madre. Ahí estaba, envuelta en ropajes luminosos, con la mirada brillante e indicándome que la acompañara, haciendo gestos con sus manos, atrayéndome hacia ella. Y no pude evitarlo, me agarré del marco de la ventana para ponerme en pie sobre el mismo y arrojarme hacia aquella oscuridad en la que estaba mi madre. Nunca había una altura determinada, por lo que cuando caía, era como si alguien me guiase hasta el suelo y acabase ilesa en el acto. Pero cuando ya se suponía que debía haberme encontrado con mi madre, ella ya no estaba. Corrí y la busqué entre aquella niebla negra tan espesa; y la encontré. Yacía en un cúmulo de nieve, de su cuello brotaba la sangre más roja que había visto jamás. La vi, tal y como la hallé el día de su muerte. La llamé, la abracé… y ella, tomó mis hombros, tiró de mí hacia ella, como si quisiera adentrarme en ella misma, y abrió los ojos.

-¡No!- Me sobresalté. Me encontraba gimoteando, sudando y con una mano en la frente. Miré a mí alrededor asustada y desconcertada, y lo comprendí todo. Habían pasado ya tres semanas desde que decidí partir en busca de respuestas con aquel quien había sido contratado para ser mi guardaespaldas. Contratamos a un cochero para que nos llevase en el coche de caballos hasta España y de esa forma ninguno de los dos tuviésemos que estar a la intemperie en las noches de camino a las montañas que hacían frontera entre Francia y Paris. Así, que nuestro único alojamiento en todo el viaje fue el dicho coche, además de un par de tabernas donde había conseguido asearme lo suficiente como para volver a parecer una mujer de clase alta. Por todo lo demás, podía decir que había pasado cada noche durmiendo en el asiento del móvil, recostada en entre la ventana y el respaldo y por su puesto, despertando por la misma pesadilla cada noche. Era inevitable, pues tras un mes de la muerte de mi madre no había parado de tener aquellos sueños, era obligatorio que cada noche me desvelase de dicha forma, levantando de sus asientos a mis sirvientes preocupados por mis gritos… hasta que se acostumbraron. Sabía que era algo insoportable para quien se encontraba a mi lado, pero era inevitable –Oh dios…- dije, llevándome una mano al pecho, comprobando que mi pulsación se tranquilizaba por segundos al comprobar que todo había sido un sueño. –Estoy cansada ya de esto… No hay noche que no lo consiga...- dije, respirando hondo y acomodándome en el respaldo del asiento –Y de la peste a alcohol- dije mirando a Connor. Si algo había comprendido de él, es que sin su petaca, quizás no seria tan capaz de viajar –Es insoportable ¿Cuánto bebéis al día? Que os quede claro que no pienso ir con un borracho a mi lado- dije mirándole seriamente. Recordé que antes de marcharnos me había sugerido la posibilidad de comportarme como en un principio, pero es que me ponía de los nervios: Poco hablador, serio, borde y borracho. Siempre había rehuido de los mozos repipis, pero esto tampoco había quien lo llevase. Por supuesto, aunque hubiesen pasado tres semanas, aún no encontraba oportuno tutearle. – Por Dios Santo… hago bien en no acceder a beber bebidas que no sean vino-

De repente, la voz del cochero resonó, indicando que ya habíamos llegado a España, más concretamente a Zaragoza… el lugar donde nació mi difunta madre. Por supuesto, el señor Kennway aún no sabía ni cual era el fruto de mi viaje ni que buscábamos en España. Si había preguntado yo no había respondido de seguro. No me gustaba hablar de mis intenciones a personas que a penas conocía, y con Connor solo había… necesidad de que me acompañase, nada más. De todas formas, yo tampoco le conocía demasiado a él, así que si, las cosas se establecían y dejábamos de gritarnos, presentía que una Luarca charla llegaría pronto. Y al fin y al cabo. De todas formas, tendría que comentarle a donde íbamos, y se lo desvelaría más adelante.

Bajé del coche y pagué generosamente al cochero, una de las cosas que había tomado antes de partir era dinero suficiente como para abastecerse un par de meses. Cuando hice esto, el cochero se despidió y partió vuelta a Paris. –No me puedo creer que por fin esté aquí… He esperado tanto tiempo- Dije mientras miraba sonriente a aquella ciudad que se postraba ante mis ojos. Tan bella cono Paris pero quizá no tan lujosa y señorial. Las mujeres vestían ropajes caros pero sencillos, así que dejé de preocuparme por la blusa blanca y la falda de color verde bastante ajustada a mi cintura que llevaba puesta. Al menos, había vuelto a recogerme el pelo y había colocado un par de abalorios en forma de flor en el. Era todo… tal y como me lo había descrito. –Está bien, necesito un mapa. Algo que me diga como llegar a mi destino. Si, se que nunca he estado aquí antes pero estoy segura de saber llegar.- Me acerqué entonces, atrevida, y alejándome de Connor, hacia una especia de quiosco pequeño, en el que conseguí comprar un mapa y recibí los piropos y las sonrisas de los dos ancianos que se ocupaban de él. Volví hacia Connor con la cara sonriente, abrí el mapa e intenté ubicarme. Estábamos en la plaza mayor y yo solo necesitaba encontrar en el papel la palabra ‘’Sorolla’’… y dí con ella -¡Aquí esta! – Sonreí –No puedo creérmelo, existe- dije, como una niña que acaba de encontrar la muñeca de sus sueños en el escaparate de una tienda de juguetes. Me di cuenta de mi inmadurez, y tosí para aclararme la garganta y recobrar la compostura –Esta bien señor Kennway… Nuestro destino estará a una media hora a pie desde aquí. Así que creo que habrá tiempo para que le explique hacia donde vamos y un par de cosas más sobre lo que quiero encontrar aquí. Así que…vamos allá- Suspiré y comencé a andar y tras un par de pasos paré en seco y me giré para volver a mirar a los ojos a aquel hombre – Solo decidme ¿Qué tal se os da el allanamiento de morada?- Entonces, reí y seguí caminado.
Me encontraba tan feliz… que entendí que solo era una armadura que creaba mi cuerpo, para soportar la dificultad que se avecinaba…en media hora.
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Mensaje por Helena Mauleón Miér Dic 19, 2012 12:19 pm

Me negué a responder a los ataques de aquella mujer rubia que no paraba de propinarme patadas en el vientre de violencia desmedida, ardiendo en ira por mi inevitable arrojo de asesinato a su otra compañera. ¿Y como no iba a matarla? Ella iba a hacer exactamente lo mismo conmigo, pero me defendí porque aún tenía un ápice de esperanza de salir de aquel lugar viva. Aunque claro, ahora que Connor había muerto, poca esperanza podía quedarme. El muy fatuo en realidad tenía razón en todo. Yo sola, no iría a ninguna parte. Hubo un momento en el que las palabras ya no pudieron salir de mis labios, presas del pánico y el dolor. La chica rubia vociferaba a los cuatro vientos la poca vida que me quedaban, que poco tardaría en reencontrarme con él. Y entonces, no supe ni donde ni como me encontraba. Dejé de sentir los golpes en el estómago, pues aquella mujer había cesado su violencia. Aún en el suelo, mareada y aturdida, me atreví a mirar entre mis cabellos despeinados y posados en mi frente y rostro, el porqué de su descanso. Connor, se había hecho cargo de ella, la inmovilizaba con una daga en su cuello, y entonces pensé que ella tenía razón, que me había reencontrado con él por mi muerte. Pero, sentía demasiado dolor en la cabeza y vientre, percibía demasiada calor de mi rostro y sobretodo labios, como para estar muerta. Parecía que la esperanza, no quería que me desprendiese de ella tan fácilmente -¿Connor?...- pregunté con un hilo de voz bajo y dolorido. Sin duda era él. No necesitaba verle sin el enturbamiento de mi mirada para saberlo.

Me sentó como algo similar a un vaso de agua fría vertido sobre mi cuerpo, el oír la voz de Killian, la cual retumbó en toda la habitación llamando a mi acompañante. No había forma ninguna de deshacerse de aquel asqueroso hombre. Su tono de voz era amenazante, se sentía herido por la muerte de la chica y la amenazante de la otra. Intenté incorporarme, torpemente y casi no pude. Sólo pude sostener mi cuerpo colocando mis dos antebrazos en el suelo, utilizándolos como apoyo. Sentí miedo, sabía que nada bueno iba a salir de aquello. Jones llamaba a sus hombres, pero ninguno de ellos aparecía ¿Por qué? El capitán ordenó sin vacilar a Connor que dejase libre a la rubia, y sinceramente, pensé que lo haría, o quizá que no; lo que nunca me llegué a imaginar fue que las gotas de sangre que adornaron el suelo justo tras ese instante, me informasen de la frialdad que Kennway estaba conteniendo en ese momento. La había matado. Desde ese momento, la voz de Jones se tornó a un tono triste y totalmente roto, el cual jamás hubiese pensado escuchar tras conocerle. Me sorprendió su relato, entendí porqué Connor y Jones se conocía, también el porqué de querer hacerle daño, aunque no del todo. Si tan compañeros era, si tanta confianza tenían como para llamarse ‘’hermano’’ mutuamente… ¿Por qué llegar a aquello? Killian al menos me utilizó para someterle al terror, pero no pretendía finalmente nada conmigo. Sin enbargo, Connor no vaciló en quitarle la vida a alguien importante para Jones… aquello era una locura que no tenía ningún sentido.

Aquellos dos hombres comenzaron a batirse en duelo. A cada resonar de sus armas, mi respiración se contenía y entrecortaba más de lo que el dolor me estaba causando. El mareo no me dejaba distinguir del todo sus ataques, y en realidad, no podía dejar de mirar a Connor. Le había tomado como un hombre bruto, arrogante, maleducado, como un vividor, un hombre de la calle, pero jamás como un luchador, como un luchador que con sólo un golpe fuese capaz de malherir a un contrincante más joven que él. Jones, dolido, cayó al suelo de rodillas. Sus quejidos me asustaron, pues indicaban que pronto llegaría el final. Comenzó a hablar, y pensé que volvería a comentar sus temas personales con mi acompañante, pero no que me adentrase a mi en ellos de aquella manera. ¿Me abandonaría Connor tal y como Killian aseguraba? Dirigí mi mirada hacia Kennway, una mirada de incertidumbre y miedo. Aquellas palabras me hicieron tomar una idea que no se me había pasado por la cabeza. Kennway decidió proseguir con el mismo tema de conversación antes que explicarse. Me defendía con sus palabras a la vez que hacía al capitán dolerse retorciendo sus extremidades. Las mujeres se aventuraron a mirar y un par de ellas vinieron a socorrerme, quizá agradecidas, quizá asustadas, en el peor momento posible. Se pusieron en medio, sostuvieron mi cuerpo entre sus brazos y apenas dejaron que observase lo que frente a mi se acontecía. Todo ocurrió muy deprisa, el quejido de Jones y su continuo silencio indicaron que Connor le había dado muerte, quien antes de marcharse con su cuerpo, ordenó a las mujeres que me ayudasen. Aquellas señoras, me levantaron con cuidado y me condujeron hacia la cama, enorme, como de tres personas; que se encontraba en el fondo del camarote, obligándome a tumbarme sobre ella. En otras circunstancias hubiese agradecido su ayuda pero les hubiese indicado que no era necesario, pero estaba dolida, demasiado, como nunca jamás había estado. Aquellas mujeres entraron y salieron de forma individual de la estancia. Me trajeron agua para que la bebiese mientras otras examinaban mi vientre. Poco hicieron, pues las magulladuras por golpes sólo necesitaban tiempo. Con un trapo de agua fría, seguramente de mar, me secaron la sangre que brotaba de mi labio e intentaron eliminar la inflamación de varias partes de mi cuerpo.

Cuando Connor apareció nuevamente, recordé que tenía el pecho casi desnudo por completo y por inercia, tomé la sabana blanca de la cama para refugiarme entre ella. Este movimiento tan rápido sólo me provocó un dolor de cabeza acompañado de una leve racha de mareo, pero poco más. Finalmente, las mujeres optaron por desaparecer del lugar junto a los cadáveres restantes, dejándonos a Connor y a mí en aquel lugar solos. Yo seguía tumbada. Respiré hondo. No podía creerme que finalmente hubiese acabado mi pesadilla, se me en lagrimaron los ojos y me llevé una mano hacia ellos. Lloré, de incertidumbre, pero también de felicidad. Esperaba que Connor me concediese ese par de minutos necesarios para desahogarme. Finalmente, intenté volver a incorporarme, con torpeza, dejándome caer contra la pared pero estando de cierta forma tumbada aún en la cama. –Todavía no puedo creerme lo que ha pasado… Pero tampoco puedo creerme que esos hombres se hayan ido. No se como lo has hecho, no tengo ni idea de cómo te has despertado de aquel mareo para tener la suficiente energía como para salir de la bodega y deshacerte de todos…hasta de Jones. ¿Por qué, Connor?- le miré fijamente con los ojos lagrimados -¿Por qué le conocías? ¿Por qué le has matado si tanto aprecio os tenías? ¿Por qué no has dudado en matar a la chica aún cuando no iba a hacerme nada? ¿Guardabosques? ¿Guardaespaldas? Fuiste marinero hace unos años ¿Cómo? ¿Qué estabas buscando para marcharte? ¿Y por qué diantres tienes el cuerpo lleno de cicatrices por todas partes?- aún tenía el torso desnudo, así que eso no podría negarmelo - Por favor, no te inventes otra escusa barata. La chica tenía razón, no se quien eres, no se que quieres, ni si quiera sé que pretendes acompañándome ¡No lo se! Ningún hombre acompañaría a una don nadie como yo a ningún lugar por mucho dinero que existiese a cambio ¡Ninguno!- comencé a ponerme nerviosa, hice un movimiento brusco, queriendo dirigirme hacia él y entonces, me quejé por el dolor del vientre. Puedo decir que hasta me retorcí en la cama, obviando lo que la sábana estuviese cubriendo y lo que no, llevándome las manos hacia la zona del dolor deseando que pasase pronto. -¡Oh, Dios!- lloré. El dolor era insoportable. Supuse que se acercaría a mi a socorrerme, pero seguí hablando –Connor… no sé quien eres. No estoy segura de cuales son tus intenciones conmigo, ni tampoco de si me abandonarás en el momento en el que más te necesite- dije, rememorando las palabras de la rubia y Jones – Y lo peor de todo es, que a pesar de todo esto, confío en ti, he puesto todas mis esperanzas en ti y las sigo poniendo, incluso ya no te trato de usted, como si fueses un amigo para mí. Y lo eres, me importas como un amigo y a la vez, ahora, me siento sola... no puedo explicarme porqué estas aquí-
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Mensaje por Connor Kennway Jue Dic 20, 2012 11:06 am

Parecía que la muchacha se encontraba mejor después de ser atendida por las mujeres. Amables y serviciales, se llevaron los cadáveres de ambas mujeres aunque realmente desconocía qué es lo que iban a hacer con ellas, de igual forma, dejé que se apoderasen de sus cuerpos, a mi me daba igual. Me sentía extraño en ser el único hombre vivo en el barco y que las demás me mirasen con esos ojos vacíos y llenos de ira hueca que intentaban no proyectar en mi... era sumamente extraño y desconcertante.

Helena por su parte estaba tapada con la sábana, quizá para cubrir las partes desnudas de su cuerpo tras la azotaina de las zorras de Jones. La chica comenzó a llorar y guardé silencio, solo me limité a quedarme de pie frente a ella inmóvil como si el más mínimo movimiento o vibración pudiese romperla, cual figura femenina de cristal fino y frágil. Tras lo que acababa de suceder, no me mostraba la persona más empática del mundo y nunca lo había sido, pero en ese momento hice un esfuerzo por contener mi osquedad y dejarla que suprimiera su dolor a su manera. No obstante, me sorprendió que comenzara a hablar y a preguntar la verdad sobre los motivos de todo, de por qué conocía a Jones y demás
-El cómo lo he hecho todo es una cosa muy difícil de explicar... pero no te dejes engañar, Helena- me crucé de brazos, hablando de la forma más pausada y relajada que sabía. Mi voz así, sonaba grave y cavernosa -Por lo demás es cierto que mentí, ni soy guardabosques ni guardaespaldas, soy un simple mercenario, un perro de la guerra. Mato por dinero, a quien sea y como sea, ese es mi único oficio y beneficio...- hice una breve pausa -Tu padre prometió mucho dinero, insistió de forma febril a que accediese a trabajar de guardaespaldas en lugar de matar a un simple objetivo cualquiera. No alardeo, soy bueno en mi trabajo, como has podido comprobar... pero algo debía preocuparle mucho, algo que pensaba que un simple guardia no podría enfrentar- suspiré y me apoyé en la pared con el hombro -Si crees que realmente no iban a hacerte nada y los maté sin motivo... tanto como no me conoces a mi, mucho menos conocías a Jones. Que no te engañen sus lágrimas ni el dolor que supuraban sus palabras chica... Él me habría matado tarde o temprano y después, a ti, porque no le servirías para nada. Por mucho que te violase o cualquier cosa que fuera, no tienes la experiencia que cualquier fulana profesional podría tener... no obtendría el mismo placer por el simple hecho de que te obliga y no deseas hacerlo. Te terminaría entregando a sus hombres y seguramente, sería tu fin, el día que tu cuerpo no pudiese soportar una vez más aquella situación y te revelases, morirías. Sus vidas por las nuestras, Helena, es lo justo- tragué saliba, tenía la garganta seca -Mis cicatrices y mi experiencia en el mar, antaño, se deben a eso. Mi compañía para contigo se debe a que creo... entender... lo que siente tu padre, me ganaré un buen dinero y además, empiezas a caerme bien ¿qué sería de ti, si te abandonase?- me interrumpí cuando al parecer le aquejó un dolor en el abdomen, pero siguió hablando -¿Amigo? Eres divertida, después de todo- me senté a su lado -Supongo que sí, que podemos permitirnos el lujo de preocuparnos por la salud del otro, así que como ya te he explicado, no me voy a marchar. Él... fue otro caso diferente, a él no le debía nada ni me aportaba nada permanecer a su lado- confesé con frialdad -Jones entonces era solo un niño con ensoñaciones, delirios de grandeza, creía que sería su mentor, que le enseñaría todo lo que sé y que juntos dominaríamos los mares... pobre infeliz- a pesar de la dura coraza que parecía ser mi rostro inescrutable, una sonrisa asomó por la comisura de mis labios, nostálgico -La soledad que sientes es solo un espectro de la desolación que has vivido durante unos momentos Helena, pero no tienes porqué sentirte así- llamaron a la puerta en ese momento y me levanté ipso facto. Aún estaba alertado por lo que pudiese pasar, pero era solo una de las mujeres que con una expresión afable traía algunos alimentos para Helena. Por la cantidad, supuse que algunos eran para mi. Se trataba de pan, algo de vino y ron -la única bebida que había en el barco- y pequeños trozos de carne muy hecha -Espero que te recompongas pequeña...- era mayor, no mucho, pero sí tendría veinte años más que Helena o quizá algo más. Le habló con un calor en la voz muy distante para mi, un calor maternal con un color hermoso -Tú, más te vale que la cuides bien y no le des disgustos hasta que se encuentre mejor. Esa malnacida le ha dado una buena paliza ¿dónde estabas tú para impedírselo? Maldito seais todos los hombres- la mujer se marchó con aires de autoridad. Al parecer la experiencia traumática casi le había hecho olvidar a su marido... o quizá su marido también la maltrataba. En cualquier caso, ignoraba que había sido yo quien detuvo a la mujer antes de que matase a la niña a golpes -¿Ves?... Tienes unas cuantas madrinas por aquí, no estás sola- comenté bromista, tomando un pequeño trozo de pan y llevándomelo a la boca, sabía a gloria tras aquella nochecita tan movidita. -Sé fuerte Helena, aún nos quedan varios días de viaje, come y descansa bien... Yo me iré ocupando de la manutención del barco hasta que lleguemos a puerto. No soy un experto navegante, pero sé lo suficiente como para atracar el barco. Además, así las mujeres podrán sentirse útiles y echar un cable, no creo que disfruten sintiendose abatidas todo el tiempo...- divagaba sobre los días venideros, hablador, intentando animar a la muchacha aunque fuese un poco. Era algo extraño en mi sin duda, pero tampoco soportaba cargar con gente taciturna... y Helena era lo más parecido a una carga en esos momentos. Yo no bebí aquella noche, ya que el ron y el vino me son desagradables, mi persona era más de whiskey y cerveza simplemente. Me volví a sentar junto a ella y esperé a que comiera e incluso a que se durmiera o quisiera hablar de lo que fuera, pero no la dejaría sola, no esa noche, no hasta que se relajara y pudiese trabajar en el barco tranquilo sabiendo que reposaba. Si se hacía daño, perdía su poca confianza o incluso moría... mis propios intereses se desvanecerían con ella. Tenía que admitir que también sentiría una ligera lástima a fin de cuentas, era una muchacha valiosa.
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Mensaje por Helena Mauleón Jue Dic 20, 2012 12:25 pm

Escuché con atención las palabras de Connor ante mis preguntas desesperadas, aún aturdida por los dolores que sentía. Como sospechaba, el señor Kennway había mentido. No era nada de lo que dijo ser con anterioridad, y no me sorprendió nada en absoluto tras lo que había ocurrido. Comentó sobre sus actos con Jones y la razón de sus cicatrices. Lo que más me saco de lugar en todo momento, fue mi reflexión sobre las intenciones de mi padre, con las cuales Connor coincidió –Es extraño. Mi padre comenzó hace unos años dejándome a cargo de mis sirvientes, después, contrató a varios expertos o profesionales guardaespaldas, y ahora a ti… No se que tiene en la cabeza. Entiendo que pensase que me escaparía, pues así lo he hecho y así se lo advertí ¿Pero para que contratar a un mercenario? ¿tan extremadamente inteligente y persuasiva me concibe? No lo entiendo…- intenté incorporarme cuando se sentó a mi lado. Volví a dejarme caer entre el lado de la cama y la pared, llevándome una mano al vientre para con la otra sujetar la sabana a la altura del escote. Era una situación extraña, mal vista sin duda. Ninguno de los dos estábamos presentables, más aún yo, despeinada, sucia y dolorida, nadie me reconocería como pudiente en ese momento, pues aparentemente no se me diferenciaba nada con las demás mujeres que quedaron en el navío. Afirmó que no me dejaría sola, recordando las palabras del capitán antes de su muerte, pues Connor tenía una deuda con mi padre que le interesaba saldar -¿Y que harás con el dinero cuando decida volver? ¿Y si yo… no volviese? ¿Qué le diríais a mi padre para que tuviese en gana creerte?- pregunté, sin más, mirándole.

En ese mismo instante, una mujer cruzó el umbral de la puerta, interesándose por mi estado y regalándonos comida y bebida para reponer fuerzas. Me sorprendió su atrevido comentario hacia Connor, pues se aventuró a tratarlo como uno del llamado ‘’montón de hombres’’ La maldita rubia había conseguido perturbarme respecto a Connor, pues volvía recordarla con esas palabras. Intenté comer, aunque apenas tenía estomago para hacerlo. El apetito no se abría a pesar de que llevaba horas sin comer, así, que engullí sólo un trozo de pan y de poca gana. Observé las botellas de ron que quedaron a nuestra disposición. Supuse que Connor sería quien se las bebiese, pero me sorprendió que no se atreviese ni tan si quiera a darle un buche a cada una. Me levanté entonces de la cama, haciendo muecas de dolor, hasta llegar a las dos botellas de ron para tomarlas y volver a echarme en la cama; siempre, agarrando la sabana. -¿Sabes que? Olvida todo lo que te he dicho sobre la bebida. Me apetece demasiado beber algo ahora mismo. Y no me culpes, no eres tú al quien han menospreciado, insultado y osado violar varias veces- abrí la botella, la cual tenía un tapón de corcho que saltó hacia un metro de distancia y bebí un sorbo demasiado grande. Saboreé el amargo de la bebida y noté como el pecho comenzaba a arder por dentro. Tosí sin poder evitarlo –Dios mío ¿Cómo puede gustarte esto? Esta amargo y arde demasiado en el cuerpo- quedé mirando la botella, y por muy entupido que pareciese, volví a darle otro sorbo, y después otro, y después otro más.

Poco tardaron mis mejillas en sonrojarse en un tono rosado, discreto, que hasta parecía simple maquillaje; al igual que los labios, los cuales aumentaron su color. Los ojos comenzaron a brillar, pero no estaba borracha, no aún. Connor seguía sentado junto a mí, y yo seguía intentando no mirar su cuerpo como desde el principio había hecho. No era decoroso, yo estaba casi prometida y él… no lo sabía, si la rubia tenia razón, solo estaría buscando alguien más agraciado con quien divertirse cuando me durmiese. –Cuando mi madre murió, nos quedamos mi padre y yo solos en la familia. No tengo tíos, primos… ningún tipo de familiar que no sea mi padre. Puede que cuando te hable de él quizás entiendas que le odio, o que le guardo un terrible rencor, pero no es así- volví a dar otro sorbo y esperé a que se volviese y me mirase –Yo quiero a mi padre, más que a nadie en este mundo, y se, que él siente exactamente lo mismo por mi, pero… es demasiado frío, demasiado avaricioso como para que no le demuestre esto abiertamente. Cuando nos quedamos solos, yo caí en una profunda tristeza, no encontraba alegrías ni motivos para levantarme cada mañana y vivir el nuevo día… pero él… no. Quiero decir, una semana después de la muerte de mi madre, empezó a mostrarse de una manera distinta a como siempre había sido. Pensé que él se volvería aun mas triste que yo por haber perdido al amor de su vida, pero no fue así. Comenzó demasiado rápido a olvidar lo que había ocurrido, no se sentía solo, no sentía que le faltaba algo, no lloraba, aunque tampoco reía. Meses después de todo aquello, cuando yo más le necesitaba, decidió pasar los días encerrado en su estudio y tras ello, a pasar los meses fuera por motivos de trabajo, dejándome a mi siempre sola. Desde que mi madre no esta, apenas estoy tampoco con mi padre. Parece que no le causa dolor alguno dejarme y marcharse durante meses, como ahora. Y no lo entiendo, él es el dueño de un gran banco francés ¿Para que necesita más dinero? Nunca había necesitado trabajar tanto y estoy completamente segura de que no esta endeudado con ninguna persona. Él sólo… se limita a decir que el trabajo le llama, y se va, cada mes a un lugar distinto. Es… una locura- me terminé la primera botella y pasé a la segunda. –He pasado meses… años, intentando convencerle de que la muerte de mi madre no es natural. Pero cada vez que intento decírselo, el me calla y se va. Además de todo, no deja que salga de mi casa sin supervisión alguna, no me deja pasear tranquila, no me deja desenvolverme con más gente… siempre esta, intentando que otros se preocupen de mi cuando él se va. Incluso mi padre, en su día, apalabró mi matrimonio con un hombre como ya os he dicho… y ahora, parece que lo ha olvidado, parece que no quiere entregarme a otra persona. Aunque eso se lo agradezco, no quiero casarme, y menos aún con una persona a la que no conozco ni amo. – dije, mientras me retiraba el pelo repetidas veces hacia atrás. No estaba acostumbrada a llevarlo suelto. La bebida, comenzó a hacer efecto. Sentí una calor desmesurada de repente, y me encontraba mucho mejor que antes. Tenía muchas ganas de hablar con Connor, de contarle cosas durante toda la noche y a la vez sólo quería reprocharle lo que la rubia me había contado.

Sin darme cuenta, la segunda botella ya quedaba por la mitad y no medía mis palabras – Yo no me he enamorado, nunca, nunca, nunca, nunca. Las muchachas siempre se reían de mi por ello… porque nunca me fijaba en nadie, porque no me gustaba maquillarme y arreglarme tanto como ellas, ni deseaba coquetear con hombres como ellas, pero yo me reía de ellas también- dije apuntando con el dedo a sabe dios donde, con la cara seria, demasiado –Me reía de ellas porque son todas iguales. Solo sueñan con casarse con un hombre de cuentos y tener más de diez hijos con ellos, y parece que se llevan preparando para ello desde que comenzaron a crearse en el vientre de sus madres. ¡Locas! Ven a un chico guapo y ya creen estar enamoradas de él…después se arrepienten de ello, por que las maltrata. Y eso es lo que yo no quiero… yo quiero ser… libre- me terminé la botella rápidamente. La volqué para cerciorarme de que no había más –Quiero más…- puse la botella en el suelo, a pie de cama. Y al volver a recostarme sobra la misma, me fijé sin ninguna vergüenza en la espalda de Connor. Por supuesto, había olvidado para que servía la sabana que ya no llevaba encima, sino que estaba al otro lado de la cama –Oye… ¿Tu estas muy fuerte no? ¿Y esa cicatriz? Parece la boca, un mordisco de un animal- dije riéndome mientras acariciaba con mi dedo delicadamente la silueta de la enorme cicatriz de su hombro que tanta gracia me había provocado –Oh dios mío… estoy borracha y te estoy tocando sin vergüenza alguna y…y...y mi padre me va a matar, Dios- no podía aguantar la risa. Fui un poco consciente de lo que acababa de hacer, y entendí que no era apropiado. Decidí entonces sentarme al lado del hombre, tranquila. Le miré a los ojos, con dulzura -¿Tu… no me tratarías jamás como Jones, verdad?- miré hacia otro lado aparentemente sonrojada –Quiero decir… ¿jamás harías algo que yo no quisiese, cierto?- volví a mirarle. Durante un minuto, sostuve mi mirada dulce y tranquila, buscando la suya. Y después, la torné totalmente seria sin darme cuenta -¡Pues eres un completo estúpido!- le di un empujón tonto y débil con las manos -¡Eres imbécil! La rubia tenía razón, todos los hombres son iguales, todos, todos sois iguales. ¡No soy tonta! ¡Se que llevas tiempo sin compartir el calor con nadie y estas deseándolo! ¡Siento ser tan poco agraciada y no poder darte eso que quieres! Cuando lleguemos a Italia puedes acostarte con la primera fulana que encontremos, no te molestaré… ¡Pero que sepas, que si entre tu y yo no ha habido nada, es porque YO no he querido!- dije señalándome con el dedo repetidas veces -¡Porque TU estas ciego! Yo soy preciosa, tengo un cuerpo de en sueño y miles de hombres deseando gozarlo y soy virgen, cosa que parece gustaros… No te necesito ni a ti… ni a tu estúpido pelo despeinado… ni a tu estúpida barba… que tan poco me gusta… que me mira mal- pareció que iba a dejarme caer hacia detrás, pero no fue así -¡Y mi ropa interior, es la mejor que has visto y la mejor que verás en toda tu vida! ¡Es preciosa, es muy fina y es muy elegante!- esta vez si que me tumbe en la cama, boca arriba. Comencé a reírme otra vez, no estaba en mí, no era yo. Que diantres, no estaba tapando la raja del corsé que tanto estaba mostrando. Sentí sueño, demasiado, y sabía que pronto iba a dormirme sin dificultad alguna. Llevé mi mano izquierda hacia atrás, dejándola reposar a la altura de mi cabeza sobre la almohada. Giré mi rostro hacia ese mismo brazo, necesitaba descansar. Sabía que si me quedaba dormida, Connor no tardaría nada en marcharse para dejarme descansar y sentí miedo por ello. Sabía que a no quedaban piratas, que ya estaba fuera de peligro… pero seguí sintiendo miedo –Connor… no te vayas- cuando dije esto, no le miré, seguí reposando mi cabeza en dirección a la pared.

Tras unos diez minutos, caí rendida en un profundo sueño en el que nada malo había pasado.
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Allanamiento de morada y otros descubrimientos [Privado] - Página 2 Empty Re: Allanamiento de morada y otros descubrimientos [Privado]

Mensaje por Connor Kennway Miér Dic 26, 2012 10:55 am

Helena parecía haberse quedado extrañada de mi, nuevamente, falsa ocupación. Comenzó a cuestionarse el por qué su padre se preocupaba hasta tales extremos de contratar mercenarios cuando siempre había estado al cuidado de sus criados y demás personas sin importancia. La chica se preguntó si su padre la consideraba demasiado inteligente y persuasiva -Yo no lo diría así, niña- la miré con rostro cansado -Yo elegiría en tu lugar palabras como inconsciente, ignorante, atrevida, valiente hasta rozar la estupidez... y ese tipo de cosas- a pesar de aquellas palabras, no entoné una voz de reproche, sino una que invitaba casi a la broma... casi.
Seguidamente preguntó sobre mis intenciones si ella no tenía intención de regresar al hogar. Ciertamente fue una cuestión interesante ¿qué hacer? ¿Qué haría si ella se cruzaba de brazos y se plantaba cual estatua en mitad de la calle? La respuesta era tan sencilla que hasta sonreí
-Piénsalo niña ¿qué me costaría arrearte un buen sopapo y llevarte a la fuerza?- mis ojos brillaban con el típico resplandor acuoso a la luz de los candiles del camarote -Pero eres una señorita muy buena y educada... seguro que no sería necesario tratarte como a una ramera ¿me equivoco?-

La muchacha observó continuadamente las botellas para luego ladrar que retiraba sus palabras respecto al alcohol y se hizo con ellas. Por suerte o fortuna, ninguna era whiskey, de modo que la dejé que se desahogara un poco vertiendo sus frustaciones en la botella. Al principio se quejó, pero no tardó en cogerle el gusto a aquel líquido color cobre y más denso que el agua... tanto, que comenzó a hablar y a relatarme su historia con su padre, algo extraño sin duda. Sentí algo de lástima, pues sabía perfectamente lo que era esa clase de soledad. Fui a mencionar algo que la pudiera consolar, pero pasó rauda como un rayo al tema amoroso, sobre su supuesto enlace concertado y a lo mucho que las chicas se reían de ella y ella de las chicas a su vez. Yo simplemente me encontraba sentado a los pies de la cama, con los dedos entrelazados, mirándola, escuchándola. Era lo menos que podía hacer y lo que ella más necesitaba. Por una noche, no pasaba nada si no me comportaba como el que siempre he sido. Fue entonces cuando se terminó la bebida, borracha, y pidió más aunque no había.

Dejó la botella en el suelo y se fijó en mi espalda a la vez que yo me fijé que su pecho ya no estaba tan cubierto como antes, se encontraba totalmente desinhibida. Reconoció cierta forma en la cicatriz del hombro, asemejándola a la quijada de algún animal. La simple idea de cómo una mente nublada podía "ver" cosas más claramente que unos ojos lúcidos era hilarante, hilarante sin duda alguna
-Sí... los ladronzuelos a veces muerden como fieras...- mascullé. Comenzó a tocarme mientras se desternillaba de risa, alegando que su padre la mataría si la viese en ese estado y tocando el cuerpo semi desnudo de un supuesto mercenario cuya profesión era asesinar personas por dinero, irrisorio.

No tardó entonces en relajarse un tanto y sentarse a mi lado. Me miró a los ojos con ternura, con una con la que nunca me habían mirado desde los 10 años antes de que perdiese a mi madre, antes de que me excluyeran de mi tribu, seguramente ya extinta o sobrecivilizada por los colonos americanos, destrozando aquellas tierras a las que muy poco les quedaba para ello cuando viajé hacia Boston. Preguntó la muchacha sobre si yo la trataría bien, si no le haría lo mismo que Jones, algo que ella no quisiese. Parpadeé, evitando su mirada
-Yo...- fui a contestar, quizá con intención de sincerarme un poco, arriesgándome a abrir un poco mi mente a esa jovencita ilusa a la que acompañaba. Podría haberle dicho que me empezaba a caer bien, podría tal vez haberle expresado el alivio que sentí al ver que seguía viva y que no la habían violado como Jones dijo... pero mi caparazón se volvió el triple de duro cuando su personalidad cambió radicalmente a una especie de demonio femenino que reivindicaba su feminidad, vociferando sobre no se qué tonterías que la rubia le había dicho y que todos los hombres son iguales. Fardó sobre su físico así como de que ella era la que no quería nada conmigo en lugar de yo con ella. La situación se tornó totalmente patética de un momento a otro, pero aquel comentario tan fútil sobre mi barba, que supuestamente le miraba mal, fue la señal de un decaimiento tras la gran euforia que sintió minutos antes. No obstante, no permitió callarse sin puntializar sobre lo elegante y fina que era su ropa interior.

Finalmente se tumbó y estalló en risas, risas que se apagaban como las brasas cálidas de una fogata que ha consumido la madera y solo quedan cenizas carbonizadas. Así hasta que en sus labios solo quedase la linea de la sonrisa, como la última voluta de humo; el sueño se apoderó de ella. Se posicionó de una forma tremendamente infantil al igual que encantadora y comenzó a sucumbir hasta que pensé que se había dormido. Me dispuse a ponerme en pie cuando murmuró que no me marchase, por lo que me quedé como congelado en el sitio, sin moverme durante unos instantes. Esperé un par de minutos y me puse en pie nuevamente, despacio. Caminé de un lugar a otro en la habitación, atenuando las lámparas de aceite hasta que casi proyectaban una sombra anaranjada rojiza sobre la habitación, un ambiente agradable para que una borrachilla pudiese dormir.
Finalmente me acerqué a ella, junto a la cama. Tomé la fina sábana con la que se tapaba su pecho semi desnudo y la cubrí con la misma, hasta la altura donde comenzaba su fino cuello
-Duérmete, Helena.- hablé en voz baja, lo suficiente para no molestarla, a sabiendas de que ya se había dormido -Veo mil sombras que rodean tus días venideros.- me agaché, quedando acuclillado junto a su cabeza -Espero que muestres la fuerza que creo que has adquirido con esta experiencia- llevé una mano en dirección a sus cabellos, pero la detuve en el aire. Fruncí los dedos durante un momento, dudoso, pero me retracté de dicho acto, negando con la cabeza mientras soltaba un suspiro. La miré un rato más dormir -Eres sin duda...- la observé en silencio -...la carga más pesada que nunca he llevado a cuestas- sonreí con calidez, de modo que hasta me extrañó. Me marché de la habitación despacio y con cuidado -Buenas noches- cuando cerré la puerta desde el exterior y me giré, me encontré con varias mujeres, por no decir casi todas, mirándome fijamente. La muchachita joven de la edad de Helena se acercó a mi mientras las demás nos observaban como si yo fuese un león que pudiese devorar a la chica de cabellos oscuros ante cualquier movimiento. Para mi sorpresa, a pesar de que mi rostro inexpresivo no mostrara lo dicho, ella me habló -¿Qué hacemos ahora?- me percaté entonces de que lo que esperaban eran indicaciones para poder salir de aquel mar de una santa vez, de modo que asentí -Nos quedan aún unos días de viaje. Trabajemos juntos para hacer funcionar ese trasto hasta llegar a Italia ¿de acuerdo? Os compensaré cuando lleguemos a tierra. Me llamo Connor Kennway y la chica que me acompaña y duerme aquí dentro es Helena. Espero que podamos soportar los días que quedan por llegar- comenté con fingia cordialidad ante aquel número de mujeres a las que fui indicando acciones para llevar a cabo. Algunas lo hacían mejor que otras, pero la chica de pelo oscuro y joven era sin duda maravillosa para cumplir órdenes. Era ágil, habilidosa y rápida, a la par que silenciosa y obediente, sin cuestionar, sin preguntar, no dudaba; solo actuaba. Cualquier otro Hermano podría haberla considerado una aprendiz perfecta... pero a mi, no obstante, había algo que me erizaba la piel cada vez que me hablaba o me miraba, pues en sus ojos, en su voz, en su simple aspecto juvenil... había algo macabro que no me hacía sentir cómodo a pesar de su eficacia.

Me encargué del timón y ayudé a subir velas durante el viaje, esperando que llegásemos pronto. Me fijé en un cofre que Jones tenía en su camarote, aunque no sabía que contenía. Una vez en tierra lo abriría... y si había algo de valor, lo compartiría con las mujeres y sacaríamos tajada de ese infecto barco fantasma. No obstante, en mi cabeza rondaban numerosos fantasmas en forma de ideas que me parecían peligrosas para Helena. Debía tener cuidado a partir de ahora y no confiarme antes de que le pudieran hacer daño...
Connor Kennway
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