¡Ha empezado! ¿Lo oís? ¿Lo oís? (Libre)

por **Teniente Lecrerc** Dom Dic 09, 2012 1:09 pm

La risa maniática de Lecrerc se oyó en toda la calle, el Teniente había estado largo tiempo ausente, uniendo fuerzas, planeando su asalto final. Luces, luces, más maquillaje, acción...¡ACCIÓN!

Los cascos de los caballos resonaban por la calle céntrica, el Teniente Lecrerc iba escoltado por una columna de diez coraceros, y un estúpido estandarte rojo con una cruz amarilla. Se iba riendo mientras avanzaba, reía, y reía envuelto en su capote azul.

La calle estaba llena de gente, que iba y venía de hacer sus quehaceres, y la columna de coraceros resaltaba entre el populacho que caminaba indiferente por las amplias calles y avenidas parisinas.

-Hijos míos, oíd, oíd- alzó la mano enguantada en blanco sobre la gente- los pajaros, oíd, oíd. Ha empezado, ha empezado-rió maniáticamente otra vez- los pajaros, los pajaros, jajajaja, los pajaros. Oíd, oíd. Hijos míos, hijos míos, cumplid la voluntad de los pajaros. Purgadlos.

La poca gente que había estado al tanto del cuanto menos curioso discurso del Oficial, pronto perdió el interés, ¿qué significaría esa palabrería? ¡Vaya santa pérdida de tiempo!
Pero su atención volvió.

De los callejones comenzarón a surgir pequeños grupos de soldados a pie, que comenzó a disparar sus armas contra la multitud, la calle pronto se convirtió en una carnicería. Los cadáveres se amontonaban y las casas estaban siendo incendiadas. Escenas grotescas se sucedieron, violaciones, asesinatos, robos. La risa histérica fue la única testigo de todo lo sucedido.

por **Adèle Murray** Miér Ene 30, 2013 12:48 pm

- ¿No habéis escuchado unos disparos?- Mi compañera de trabajo sirvió el ultimo café en la mesa y nos miro asustada. Nosotras también nos detuvimos, algo estaba pasando unas 10 calles arriba. De pronto un niño irrumpió en el restaurante respirando entrecortadamente. - ¡Los soldados, están masacrando gente, parís esta en llamas!- Cerró la puerta y se esfumo en la multitud de gente que recientemente apareció corriendo hacía ninguna parte, como gallinas asustadas en un corral. Nos quedamos unos minutos en silenció cuando unas manos temblorosas por el miedo dejaron caer un plato en el suelo rompiendo el silencio. Los clientes se levantaron de las mesas con prisa dejando más dinero del necesario y desapareciendo del mapa al igual que mis compañeras. Prontamente el caos se desató en el restaurante y en las calles parisinas.

Se me pusieron los pelos de punta, aquello era de lo más ficticio. - ¿Qué carajos está pasando?- susurre para mí. Mi espíritu averiguador no me permitía huir hacia casa, así que corrí hacia el bestidor y sin cambiarme el traje de camarera cambié los zapatos de tacón por las botas. Eche un último vistazo por la ventana antes de salir disparada, el pánico dominaba la ciudad.

Corría a contracorriente como una trucha calles arriba, a trompicones y empujones de la gente. Cuanto más cerca estaba del caos más fuerte se escuchaban los gritos y los disparos, hasta que llegue al núcleo del problema. Las piernas me temblaron al ver aquello, no podía entender el porqué. Una niña perdida lloraba convulsa en medio de todo aquello. Trague saliva, me arremangue las mangas y la falda preparada para saltar al embrollo. Pero me quede a media carrera al chocar con un loco que reía sin cesar ante todo aquello. Caí de culo al suelo, des de allí pude ver sus medallas, era el teniente y estaba como una cabra.

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