AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cartas sobre la mesa
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Cartas sobre la mesa
La había encontrado, después de casi dos meses la había encontrado, había intentado escapar de él… pero no la dejaría hacerlo…
Jean sostuvo los papeles en sus manos mientras su vista se perdía en las nubes fuera del avión… hacia casi medio año había comenzado una relación con la mujer que más le había interesado en su vida… ella le había dicho que no creía en en amor y el había aceptado iniciar una relación así… había luchado había hecho de todo para enamorarla y había funcionado…o eso había creído.
Pero que otra cosa podía ser? Había notado como sus ojos se iluminaban al verlo como su cuerpo respondía a sus caricias y como sonreía cuando estaba con el…entonces qué carajo había pasado? Se había atrevido por fin a proponerle que asentaran su relación, estabilidad amor y ella… ella lo había dejado…se había marchado. Había tomado sus cosas y suplemente había desaparecido.
Se masajeo las sienes, no había podido dormir bien en las últimas semanas, no importaba lo que tomase simplemente sus males tenían nombre cuerpo y forma y hasta que no la hiciera volver no iba a estar tranquilo. Suspiro e intento relajarse el resto del viaje, pero no lo logro. Nada más aterrizar subió al auto que había rentado de antemano y se dirigió al lugar donde debía estar a aquella hora, el investigados que había contratado le había dado pelos y señales de su paradero y su actual horario asi que simplemente la espero fuera del edificio en el que se supone estaba… no iba a entrar por ella porque si lo hacía seguramente terminarían montando una escena… no… no confiaba en si mismo. Mejor esperarla afuera… Pero si creyó que no tenerla durante casi dos meses había sido malo, aquella maldita espera, parado junto al auto… era agonizante…
Lo peor es que lo único que sabía era que la quería con el… pero no tenía idea de cómo la convencería para regresar con el…lo cierto era que el limite seria su paciencia…si ella no volvía era capaz de secuestrarla…
Jean Baptiste Fontaine- Realeza Francesa
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Fecha de inscripción : 17/05/2011
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Re: Cartas sobre la mesa
Se despertó con lágrimas en los ojos y el corazón palpitante. Como casi todas las mañanas desde hacía dos meses, había soñado con el día en que todo terminó. Cuando se dió cuenta de lo poco que le había faltado para aceptar la propuesta de Jean.
Gimió con desesperación y colocó su almoada sobre su cara para ahogar el grito, que absurdamente necesitaba arrancar de su garganta. El despertador comenzó a pitar, avisándola de que su mañana comenzaba de nuevo. El sol salía independientemente de su necesidad de enterrarse de nuevo entre sus sábanas, y luchar por recuperar el sueño que siempre le faltaba.
Como si fuese una señal del Karma, su móvil comenzó a sonar, haciendo que grruñera y tirase su almohada al despertador. Levantándose con movimientos torpes, pataleó las sábanas y se acercó a la cómoda. Al mirarse en el espejo quiso cubrirse con una bolsa e impedir que nadie la viera en ese estado.
Un recuerdo golpeó su consciencia, evocando la primera vez que se había despertado junto a Jean, después de haber pasado la mayor parte de la noche haciendo el amor. Su sonrisa somnolienta, y aquellos ojos brillantes y rebosantes de amor. - Estás hermosa cuando te despiertas-. Le dijo con aquella voz oscura y sexy que poseía. Sus manos acariciando su costado, y su cabeza bajando hacia la suya para lamer sus labios....
¡Maldita sea!. Con un gruñido, cogió su teléfono con brusquedad, y sin mirar el número respondió.
- ¿Sí?- Dijo en tono cortante.
- Vaya, vaya. ¿De mal humor por las mañanas?- La voz de su hermana hizo que sonriera sin quererlo. Su preciosa y embarazadísima hermana pequeña, era su mejor amiga y la única que la conocía de verdad.- Estoy segura de que llevas un asqueroso pijama, y que tu pelo es un desastre.
Con un movimiento veloz, me di la vuelta y caminé por mi apartamento, recorriendo habitación por habitación.
-¿Estás buscándome por el apartamento Ruslana?.- Dijo mi hermana con voz incrédula.
Gemí con frustración al mirar mis pantalones cortos de deporte, y la enorme camiseta XXL masculina de mi hermano mayor. Había adivinado lo que llevaba sólo por mi tono de voz. A veces me creía capaz de odiarla, me conocía demasiado bien.
- Generalmente, la gente suele saludar con un: Hola ¿cómo estás?.- Coloqué un poco de agua a hervir para desayunar, y me fui al cuarto a elegir mi ropa. Ese día tenía una reunión importante y debía dejar de lado mi estado absurdamente emotivo de hoy.- Tengo una reunión importante y no puedo perder el tiempo Elena, te quiero, pero hay ciertos límites.
La risa de mi hermana, hizo que apretara los dientes y pasara las prendas de ropa con golpes rápidos y fuertes en el perchero del armario. - ¿No quieres la opinión de una diseñadora?- dijo con sorna.
- Diseñas interiores, no es lo mismo y lo sabes.- Estudié la posibilidad de ponerme un traje negro.
- Soy tu salvadora, Ruslana. Te conozco, últimamente estás muy arisca, y dado que te vistes según tu estado de ánimo, elegirás lo más oscuro del armario.- La voz preocupada de mi hermana, hizo que soltase el traje negro como si quemase. No pensaba hablar de ello. El tema de Jean estaba cerrado y enterrado.
- Elena... ya sabes lo que te he dicho de ese tema.- Tomé el conjunto de falda y chaqueta blanca, tal vez la camiseta turquesa quede bien con los tacones que compré a juego con la camisa.- Te has equivocado, iré de blanco y turquesa, ¿crees que seré una hermosa visión?- La ironía de mi voz, hizo que ella se riera desde el otro lado.
- Siempre que te pongas el collar que te regaló Jean, estarás perfecta.- Escuchar la mención de ese collar, hizo que recordara el momento en que ambos habían salido al cine y él la había visto admirar el collar que brillaba en el escaparate de la joyería. Había fingido olvidarse de la cartera para que me adelantase y pudiese comprarlo sin que lo supiese. Fue una sorpresa increíble verlo entre el enorme paquete de palomitas.
- Elena... debo dejarte- Con rapidez colgué el móvil y lo apagué. No deseaba seguir hablando con ella. No cuando las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos en un mar incesante. Suspiró con lentitud y se dirigió a la ducha. Nada va a estropearme el día, tengo una reunión muy importante.
Poniendo música, se duchó, vistió y desayunó con rapidez, y mirándose en el espejo, tuvo que reconocer que estaba muy guapa. Aunque había adelgazado en esos dos meses, la falda apretada y la blusa suelta, dejaba que su figura desvelase sus curvas, sin enseñar nada y envolviéndola en misterio. Sonrió con orgullo y se aplicó un poco de maquillaje para ocultar sus ojeras, un poco de brillo de labios,....y el collar de Jean.
Tocó con suavidad el collar, era absurdo dejar de usar todo lo que tuviese que ver con él. Todo tiene que ver con él, le dijo una voz en su cabeza. No, de eso nada, se respondió a sí misma. Ella no lo amaba, no se había enamorado de él, y había escapado a tiempo de caer en las redes del amor. Era demasiado peligroso.
Tomando su bolso y maletín cerró su casa y cogió el ascensor. Al bajar, saludó al conserje de la entrada y abrió la puerta de la salida. Sonriendo, comenzó a caminar hacia el aparcamiento, hasta que sus ojos chocaron con unos azules.
Inmovilizada, observó la alta figura masculina que se apoyaba sobre un coche. Su cuerpo, aquellos ojos profundos y desesperados, los labios entreabiertos y carnosos. Jean. Cerró sus ojos con fuerza y gimió. No era la primera vez que lo veía en algún sitio, y luego, desaparecía. Lo encontraba en el rostro de los hombres que caminaban junto a ella por la calle, o en algún compañero de trabajo. Pero cuando daba un paso hacia él, se daba cuenta de que no era Jean. Nadie podría ser como él.
Abrió los ojos, y al ver su figura aún delante de sí, sintió una oleada de pánico. No porque hubiese dado con ella, sino por el enorme deseo que tenía de abrazarse a su cuerpo y suplicarle que le perdonara.
Frunció sus labios y le ignoró, continuando su camino hacia su coche. No iba a abrazarle, y menos a suplicarle. Si huía rápido, si se alejaba de él, podría volver a la normalidad y continuar su vida como siempre.
Gimió con desesperación y colocó su almoada sobre su cara para ahogar el grito, que absurdamente necesitaba arrancar de su garganta. El despertador comenzó a pitar, avisándola de que su mañana comenzaba de nuevo. El sol salía independientemente de su necesidad de enterrarse de nuevo entre sus sábanas, y luchar por recuperar el sueño que siempre le faltaba.
Como si fuese una señal del Karma, su móvil comenzó a sonar, haciendo que grruñera y tirase su almohada al despertador. Levantándose con movimientos torpes, pataleó las sábanas y se acercó a la cómoda. Al mirarse en el espejo quiso cubrirse con una bolsa e impedir que nadie la viera en ese estado.
Un recuerdo golpeó su consciencia, evocando la primera vez que se había despertado junto a Jean, después de haber pasado la mayor parte de la noche haciendo el amor. Su sonrisa somnolienta, y aquellos ojos brillantes y rebosantes de amor. - Estás hermosa cuando te despiertas-. Le dijo con aquella voz oscura y sexy que poseía. Sus manos acariciando su costado, y su cabeza bajando hacia la suya para lamer sus labios....
¡Maldita sea!. Con un gruñido, cogió su teléfono con brusquedad, y sin mirar el número respondió.
- ¿Sí?- Dijo en tono cortante.
- Vaya, vaya. ¿De mal humor por las mañanas?- La voz de su hermana hizo que sonriera sin quererlo. Su preciosa y embarazadísima hermana pequeña, era su mejor amiga y la única que la conocía de verdad.- Estoy segura de que llevas un asqueroso pijama, y que tu pelo es un desastre.
Con un movimiento veloz, me di la vuelta y caminé por mi apartamento, recorriendo habitación por habitación.
-¿Estás buscándome por el apartamento Ruslana?.- Dijo mi hermana con voz incrédula.
Gemí con frustración al mirar mis pantalones cortos de deporte, y la enorme camiseta XXL masculina de mi hermano mayor. Había adivinado lo que llevaba sólo por mi tono de voz. A veces me creía capaz de odiarla, me conocía demasiado bien.
- Generalmente, la gente suele saludar con un: Hola ¿cómo estás?.- Coloqué un poco de agua a hervir para desayunar, y me fui al cuarto a elegir mi ropa. Ese día tenía una reunión importante y debía dejar de lado mi estado absurdamente emotivo de hoy.- Tengo una reunión importante y no puedo perder el tiempo Elena, te quiero, pero hay ciertos límites.
La risa de mi hermana, hizo que apretara los dientes y pasara las prendas de ropa con golpes rápidos y fuertes en el perchero del armario. - ¿No quieres la opinión de una diseñadora?- dijo con sorna.
- Diseñas interiores, no es lo mismo y lo sabes.- Estudié la posibilidad de ponerme un traje negro.
- Soy tu salvadora, Ruslana. Te conozco, últimamente estás muy arisca, y dado que te vistes según tu estado de ánimo, elegirás lo más oscuro del armario.- La voz preocupada de mi hermana, hizo que soltase el traje negro como si quemase. No pensaba hablar de ello. El tema de Jean estaba cerrado y enterrado.
- Elena... ya sabes lo que te he dicho de ese tema.- Tomé el conjunto de falda y chaqueta blanca, tal vez la camiseta turquesa quede bien con los tacones que compré a juego con la camisa.- Te has equivocado, iré de blanco y turquesa, ¿crees que seré una hermosa visión?- La ironía de mi voz, hizo que ella se riera desde el otro lado.
- Siempre que te pongas el collar que te regaló Jean, estarás perfecta.- Escuchar la mención de ese collar, hizo que recordara el momento en que ambos habían salido al cine y él la había visto admirar el collar que brillaba en el escaparate de la joyería. Había fingido olvidarse de la cartera para que me adelantase y pudiese comprarlo sin que lo supiese. Fue una sorpresa increíble verlo entre el enorme paquete de palomitas.
- Elena... debo dejarte- Con rapidez colgué el móvil y lo apagué. No deseaba seguir hablando con ella. No cuando las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos en un mar incesante. Suspiró con lentitud y se dirigió a la ducha. Nada va a estropearme el día, tengo una reunión muy importante.
Poniendo música, se duchó, vistió y desayunó con rapidez, y mirándose en el espejo, tuvo que reconocer que estaba muy guapa. Aunque había adelgazado en esos dos meses, la falda apretada y la blusa suelta, dejaba que su figura desvelase sus curvas, sin enseñar nada y envolviéndola en misterio. Sonrió con orgullo y se aplicó un poco de maquillaje para ocultar sus ojeras, un poco de brillo de labios,....y el collar de Jean.
Tocó con suavidad el collar, era absurdo dejar de usar todo lo que tuviese que ver con él. Todo tiene que ver con él, le dijo una voz en su cabeza. No, de eso nada, se respondió a sí misma. Ella no lo amaba, no se había enamorado de él, y había escapado a tiempo de caer en las redes del amor. Era demasiado peligroso.
Tomando su bolso y maletín cerró su casa y cogió el ascensor. Al bajar, saludó al conserje de la entrada y abrió la puerta de la salida. Sonriendo, comenzó a caminar hacia el aparcamiento, hasta que sus ojos chocaron con unos azules.
Inmovilizada, observó la alta figura masculina que se apoyaba sobre un coche. Su cuerpo, aquellos ojos profundos y desesperados, los labios entreabiertos y carnosos. Jean. Cerró sus ojos con fuerza y gimió. No era la primera vez que lo veía en algún sitio, y luego, desaparecía. Lo encontraba en el rostro de los hombres que caminaban junto a ella por la calle, o en algún compañero de trabajo. Pero cuando daba un paso hacia él, se daba cuenta de que no era Jean. Nadie podría ser como él.
Abrió los ojos, y al ver su figura aún delante de sí, sintió una oleada de pánico. No porque hubiese dado con ella, sino por el enorme deseo que tenía de abrazarse a su cuerpo y suplicarle que le perdonara.
Frunció sus labios y le ignoró, continuando su camino hacia su coche. No iba a abrazarle, y menos a suplicarle. Si huía rápido, si se alejaba de él, podría volver a la normalidad y continuar su vida como siempre.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
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Re: Cartas sobre la mesa
Recargado en el auto rentado, mantenía los brazos cruzados esperando que la mujer que había atormentado sus pesadillas durante los últimos meses saliera, según tenía entendido vivía en ese lugar, hizo una mueca de desprecio hacia el sitio, no sabía que tan bueno o malo podría ser pero sin duda no podía ser mejor de lo que el podía ofrecerle. Había gente que no podía comprarse, esa era una de las cualidades que le gustaban de aquella mujer pero en esos momentos maldecía el momento en que su dinero y posición no habían sido suficientes como para mantenerla a su lado.
Tomo aire diciéndose que debía calmarse, había pasado tanto tiempo que ahora que la sabia tan cerca sentía que podía escapar en cualquier momento, levanto la vista justo a tiempo para verla acercarse…dios estaba hermosa, debía ser un pecado verse tan bien, en el fondo de su corazón había esperado verla desmejorada, depresiva…cualquier cosa que le indicase que la había extrañado tanto como el pero no parecía así…se veía simplemente…deslumbrante, el azul siempre le había ido bien. Jean no noto que el blanco hacia que el peso que había perdido le sentara a la perfección.
Ruslana lo vio, pudo ver el reconocimiento en sus ojos y sonrió satisfecho notando que al menos no le era completamente indiferente, ella se giro ignorándolo, pero era tarde el había visto aquel brillo en sus ojos, aquel reconocimiento y un aliento de excitación al verlo, la vio caminar hacia su auto y camino cerrando la puerta que ella apenas comenzaba a abrir interponiéndose entre ella y el auto.
-ni siquiera un saludo cariño? Pensaría que al menos me merecía un hola, tal vez un buenos días.
Le vio a los ojos y bajo despacio la mirada deseando volver a contemplarla, su sonrisa se hizo mas evidente al notar el collar que le había regalado adornando su precioso y femenino cuello, perfecto con el decente escote que llevaba, quería arrancarle la ropa y besar cada parte de su cuerpo ya…
Se recargo del auto de su ex cruzo los piee y los brazos mirándola abiertamente, se le veía elegante, confiado y no intentaba disimular que la miraba de pies a cabeza, eran principios de invierno y el brillante sol no calentaba lo suficiente, el tenía un abrigo sobre el traje, seguramente un Armani, gafas oscuras, tal vez Prada, pero que más daba? Que importaba si su traje era un Gucci o si sus zapatos habían costado más de lo que alguien normal ganaba en todo el mes, podría llevar una bolsa de plástico y proyectaría la misma seguridad. Seguridad que aunque Ruslana no sabía había destrozado por completo con su partida.
-pensé que debería pasar a saludar antes de tener que vernos en el trabajo y evitarte la sorpresa, estoy haciendo negocios con tus jefes, será un verdadero placer verte diario nuevamente.
Su sonrisa se veía algo depredadora, jean solía ser una persona muy tranquila pero cuando algo le afectaba podía ser terriblemente necio o vengativo, la razón por la que estaba ahí podía ser o venganza por su abandono o decisión por recuperarla, cualquiera de las dos podía ser terriblemente decidido.
Jean Baptiste Fontaine- Realeza Francesa
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Fecha de inscripción : 17/05/2011
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Re: Cartas sobre la mesa
"Estoy haciendo negocios con tus jefes, será un verdadero placer verte diario nuevamente.". Las palabras de Jean flotaban por su mente mientras lo observaba con frialdad. Sabía perfectamente que su rostro no mostraba ningún sentimiento, era algo que había aprendido a hacer desde su adolescencia. Para ella no había nada más autodestructivo que mostrar lo que se sentía a los demás. Pues, con el conocimiento de ellos y el poder necesario, se podía destruir a una persona en cuestión de segundos. Ése era uno de los motivos por los que Jean le gustaba, era tan orgulloso e implacable, que muchos de los que habían negociado con él, lo apodaban "el hombre de hierro".
Su pose segura y arrogante sobre su coche, y la sonrisa fría y depredadora que formaban sus labios, provocaba en su cuerpo una respuesta casi animal e instintiva. Pero para su disgusto, no era precisamente la de sobre-protección.
Apretando sus labios en una adorable mueca de disgusto, elevó su mirada al cielo y contó mentalmente hasta diez antes de responderle. Sabía que si lo hacía sin tomarse un tiempo de relajación, su boca podría traicionarla de la peor forma posible.
Colocando una sonrisa en sus labios, respondió a la frase que la había hecho querer correr hasta su departamento, y no salir en un mes. - Buenos días, señor Fontaine.- Riendo suavemente ante la afrenta que había abierto al llamarlo por su apellido, ignoró la mirada afilada que le lanzó Jean. Ella sabía que necesitaba crear una esfera de indiferencia y seguridad si quería enfrentarse a él. Al fin y al cabo, conocía muchas partes de ella que había mantenido ocultas para los demás. Y no hay nada de lo que me arrepienta más, pensó con amargura, si no le hubiese mostrado mi verdadera forma de ser, ahora no estaríamos en esta extraña situación.
- Tenía entendido que la empresa para la que trabajo no era de tu interés. De haberlo sabido, créeme, no hubiera trabajado allí.- Se adelantó unos pasos y fijó su mirada en la mano que evitaba que ella pudiera refugiarse en su coche, y huir de él, como si fuese el mismísimo demonio.
Dando un suspiro, fijó sus ojos en las duras gemas azules que la observaban abiertamente. Siempre había sabido lo atractivo que era, pero ahora, después de todo el tiempo que habían estado separados sin poder verse, le añadía una belleza superior. El brillo que desprendía su pelo oscuro con la luz del sol, la hacía querer tocarlo y descubrir si seguía siendo tan suave como antes. Y sus labios, contraídos aún en una sonrisa, le hicieron soltar un pequeño gemido de excitación.
Parpadeando con rapidez, se llevó las manos a la boca, tapando a la culpable de mostrar lo que tanto le costaba ocultar. Jean aún ejercía sobre ella el extraño poder, de generar en su cuerpo una respuesta inmediata a su masculinidad. No sabía porqué, pero de todos los hombres que habían intentado que ella bajase sus barreras, sólo Jean había sido capaz de hacerla desear lo imposible.
¡Maldita sea, Ruslana, recuerda que tiene el poder suficiente para despedirte!. Actuando por instinto, dejó que su mirada expresase el odio que sentía por sí misma. No dejaría que volviese a afectarla de la misma forma. Ella no se enamoraría de él. Nunca. Jamás. - No sé qué demonios es lo que planeas, Baptiste. Pero sea lo que sea, mantente lejos de mi casa o te pondré una orden de alejamiento- Cruzándose de brazos, ignoró en su enfado, que lo único que había hecho con su gesto, era mostrar lo mucho que le afectaba él. La maldita necesidad que la quemaba y que la hacía querer lanzarse a sus brazos suplicando atención.
Había sido tan estúpida que por un momento había pensado que estaba allí por ella, y no por el sentimiento de venganza. Pero ya había dejado claro que eso era lo que pensaba hacer, y ella no sería la que perdería. Mirándolo con evidente desafío, esperó a que su cuerpo se moviese y la dejase entrar en su coche. Ambos debían llegar a la reunión que tendría lugar en unas pocas horas, y ya adivinaba lo que iba a ocurrir. Como la primera vez en que se habían conocido, ambos se erguirían como orgullosos reyes contrapuestos, obligándose mutuamente a retirarse o vencer. Y ella no sería la que perdería esta vez.
Su pose segura y arrogante sobre su coche, y la sonrisa fría y depredadora que formaban sus labios, provocaba en su cuerpo una respuesta casi animal e instintiva. Pero para su disgusto, no era precisamente la de sobre-protección.
Apretando sus labios en una adorable mueca de disgusto, elevó su mirada al cielo y contó mentalmente hasta diez antes de responderle. Sabía que si lo hacía sin tomarse un tiempo de relajación, su boca podría traicionarla de la peor forma posible.
Colocando una sonrisa en sus labios, respondió a la frase que la había hecho querer correr hasta su departamento, y no salir en un mes. - Buenos días, señor Fontaine.- Riendo suavemente ante la afrenta que había abierto al llamarlo por su apellido, ignoró la mirada afilada que le lanzó Jean. Ella sabía que necesitaba crear una esfera de indiferencia y seguridad si quería enfrentarse a él. Al fin y al cabo, conocía muchas partes de ella que había mantenido ocultas para los demás. Y no hay nada de lo que me arrepienta más, pensó con amargura, si no le hubiese mostrado mi verdadera forma de ser, ahora no estaríamos en esta extraña situación.
- Tenía entendido que la empresa para la que trabajo no era de tu interés. De haberlo sabido, créeme, no hubiera trabajado allí.- Se adelantó unos pasos y fijó su mirada en la mano que evitaba que ella pudiera refugiarse en su coche, y huir de él, como si fuese el mismísimo demonio.
Dando un suspiro, fijó sus ojos en las duras gemas azules que la observaban abiertamente. Siempre había sabido lo atractivo que era, pero ahora, después de todo el tiempo que habían estado separados sin poder verse, le añadía una belleza superior. El brillo que desprendía su pelo oscuro con la luz del sol, la hacía querer tocarlo y descubrir si seguía siendo tan suave como antes. Y sus labios, contraídos aún en una sonrisa, le hicieron soltar un pequeño gemido de excitación.
Parpadeando con rapidez, se llevó las manos a la boca, tapando a la culpable de mostrar lo que tanto le costaba ocultar. Jean aún ejercía sobre ella el extraño poder, de generar en su cuerpo una respuesta inmediata a su masculinidad. No sabía porqué, pero de todos los hombres que habían intentado que ella bajase sus barreras, sólo Jean había sido capaz de hacerla desear lo imposible.
¡Maldita sea, Ruslana, recuerda que tiene el poder suficiente para despedirte!. Actuando por instinto, dejó que su mirada expresase el odio que sentía por sí misma. No dejaría que volviese a afectarla de la misma forma. Ella no se enamoraría de él. Nunca. Jamás. - No sé qué demonios es lo que planeas, Baptiste. Pero sea lo que sea, mantente lejos de mi casa o te pondré una orden de alejamiento- Cruzándose de brazos, ignoró en su enfado, que lo único que había hecho con su gesto, era mostrar lo mucho que le afectaba él. La maldita necesidad que la quemaba y que la hacía querer lanzarse a sus brazos suplicando atención.
Había sido tan estúpida que por un momento había pensado que estaba allí por ella, y no por el sentimiento de venganza. Pero ya había dejado claro que eso era lo que pensaba hacer, y ella no sería la que perdería. Mirándolo con evidente desafío, esperó a que su cuerpo se moviese y la dejase entrar en su coche. Ambos debían llegar a la reunión que tendría lugar en unas pocas horas, y ya adivinaba lo que iba a ocurrir. Como la primera vez en que se habían conocido, ambos se erguirían como orgullosos reyes contrapuestos, obligándose mutuamente a retirarse o vencer. Y ella no sería la que perdería esta vez.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Cartas sobre la mesa
Escucho cada una de las palabras que salían de aquella boquita descarada y levanto una ceja ante su amenaza de denuncia, una sonrisa completamente arrogante y burlona de extendió por su rostro sin que la gracia llegase a sus ojos, el enfado en ellos, el brillo de algo conteniéndose en su interior no desaparecía un ardor que podía ser rabia o pasión, la intensidad hacía imposible descifrar el trasfondo de todo.
Se enderezo descruzando los brazos y miro a los lados como si meditara las palabras que ya sabía que iba a decir, volvió a fijar la vista en ella y soltó una risilla suave y ronca, contemplándola de arriba abajo con una lujuria y un deseo que no se molestó en esconder.
-tu aun eres mía.
Expreso con calma y se acercó medio paso a ella, quedando tan cerca que apenas tuvo que extender su brazo para poder jalarla contra el pegándola a su cuerpo volviendo su rostro en una expresión seria e impasible.
-tienes razón, no me interesa, pero tengo asuntos que me llaman con intensidad aquí.
Al hablar su vos fue volviéndose más baja, más grave hasta ser el susurro ronco de un amante, la mano que le quedaba libre subió a su rostro y paso un dedo por su mejilla deslizándolo con rapidez y al mismo tiempo aparentemente con exasperante lentitud hasta dejar que descansara sobre el pezón de su seno derecho.
-puedes hacer lo que quieras mi hermosa sirena, espero que pelees con todo lo que tengas por que yo voy a usar todo lo que tengas y cuando todo acabe…- sonrió con la promesa de un final inminente y rotundo- no querrás volver a escapar.
Se acercó a su oído, ellos eran orgullosos y ese preciso orgullo era lo que les impedía alejarse del otro cuando tenían aquella clase de enfrentamiento, había sido así antes, cuando discutían cuando tenían desacuerdos, ella le había mostrado aquel fuego aquella seguridad que le había parecido tan sexy, saberla escapando de el no le había gustado en lo más mínimo pero aún era su pequeña fiera.
-te veré en el trabajo.
Le sonrió con una expresión amable y falsamente cálida, tan falsa que daba escalofríos mientras daba un paso atrás y se hacia un lado dándole paso a su auto.
-creo que encontraras que tu trabajo sufrirá… algunos “agradables” cambios.
Se enderezo descruzando los brazos y miro a los lados como si meditara las palabras que ya sabía que iba a decir, volvió a fijar la vista en ella y soltó una risilla suave y ronca, contemplándola de arriba abajo con una lujuria y un deseo que no se molestó en esconder.
-tu aun eres mía.
Expreso con calma y se acercó medio paso a ella, quedando tan cerca que apenas tuvo que extender su brazo para poder jalarla contra el pegándola a su cuerpo volviendo su rostro en una expresión seria e impasible.
-tienes razón, no me interesa, pero tengo asuntos que me llaman con intensidad aquí.
Al hablar su vos fue volviéndose más baja, más grave hasta ser el susurro ronco de un amante, la mano que le quedaba libre subió a su rostro y paso un dedo por su mejilla deslizándolo con rapidez y al mismo tiempo aparentemente con exasperante lentitud hasta dejar que descansara sobre el pezón de su seno derecho.
-puedes hacer lo que quieras mi hermosa sirena, espero que pelees con todo lo que tengas por que yo voy a usar todo lo que tengas y cuando todo acabe…- sonrió con la promesa de un final inminente y rotundo- no querrás volver a escapar.
Se acercó a su oído, ellos eran orgullosos y ese preciso orgullo era lo que les impedía alejarse del otro cuando tenían aquella clase de enfrentamiento, había sido así antes, cuando discutían cuando tenían desacuerdos, ella le había mostrado aquel fuego aquella seguridad que le había parecido tan sexy, saberla escapando de el no le había gustado en lo más mínimo pero aún era su pequeña fiera.
-te veré en el trabajo.
Le sonrió con una expresión amable y falsamente cálida, tan falsa que daba escalofríos mientras daba un paso atrás y se hacia un lado dándole paso a su auto.
-creo que encontraras que tu trabajo sufrirá… algunos “agradables” cambios.
Jean Baptiste Fontaine- Realeza Francesa
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Re: Cartas sobre la mesa
Como había supuesto, Jean no había cambiado. La retaba con sus expresiones de doble sentido, con el matiz ronco y sensual que adquiría su voz cuando deseaba hacerle temblar las piernas, y con esa postura y sonrisa arrogante del que se sabe vencedor. Pero se equivocaba. Esta vez el juego entre ambos sería diferente. ¿Quería que usara todo lo que tenía?, pensó mientras lo examinaba con una mirada lenta y calculadora desde los brillantes zapatos italianos, hasta el blanquísimo cuello blanco que se podía vislumbrar debajo del grueso abrigo de marca. Bien, eso haré.
Se acercó a su coche sin apartar la mirada de Jean, y extendiendo una sonrisa sensual, abrió la puerta y se aferró a esta como la única conexión que la unía a la realidad. Una realidad en la que no existían cuentos de hadas, y ella no era una maldita damisela en apuros, que requería la ayuda de un arrogante multimillonario, con la voz más sensual que había oído jamás. - No te equivoques, yo no soy tuya. Ni lo he sido, ni lo seré. Si no te bastó los kilómetros que puse entre ambos, y mi carta de despido, tal vez deba recordártelo.- Se adentró en el coche, sentándose con elegancia, e ignorando la forma en la que su falda se subía, revelando unos centímetros de la piel blanquecina de sus muslos. Abrochándose el cinturón, bajó la ventanilla del coche y le dio una sonrisa autosuficiente- Yo no te quiero. Y....- Se rió suavemente al contemplar su rostro.- Adoro las sorpresas.- Arrancó el coche y se alejó del aparcamiento. Accionando el intermitente con mano temblorosa, condujo la mitad del camino sin atreverse a mirar por el retrovisor la figura que dejaba atrás. La que en unos minutos vería en su trabajo, y la única que la hacía temblar de miedo y placer con una sola mirada.
Se acercó a su coche sin apartar la mirada de Jean, y extendiendo una sonrisa sensual, abrió la puerta y se aferró a esta como la única conexión que la unía a la realidad. Una realidad en la que no existían cuentos de hadas, y ella no era una maldita damisela en apuros, que requería la ayuda de un arrogante multimillonario, con la voz más sensual que había oído jamás. - No te equivoques, yo no soy tuya. Ni lo he sido, ni lo seré. Si no te bastó los kilómetros que puse entre ambos, y mi carta de despido, tal vez deba recordártelo.- Se adentró en el coche, sentándose con elegancia, e ignorando la forma en la que su falda se subía, revelando unos centímetros de la piel blanquecina de sus muslos. Abrochándose el cinturón, bajó la ventanilla del coche y le dio una sonrisa autosuficiente- Yo no te quiero. Y....- Se rió suavemente al contemplar su rostro.- Adoro las sorpresas.- Arrancó el coche y se alejó del aparcamiento. Accionando el intermitente con mano temblorosa, condujo la mitad del camino sin atreverse a mirar por el retrovisor la figura que dejaba atrás. La que en unos minutos vería en su trabajo, y la única que la hacía temblar de miedo y placer con una sola mirada.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
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Re: Cartas sobre la mesa
Levanto una ceja cínicamente ante las palabras de la joven, la observo entrar a su auto sin decir una palabra y le escucho sin contestar nada, metiendo las manos en los bolsillos le vio como quien observaba a una niña inofensiva. Su postura arrogante y su sonrisa de suficiencia duro hasta que vio desaparecer el auto entre el tráfico, solo dejar de verla su rostro se ensombreció nuevamente, una de sus manos se enredó en su propio cabello y el dolor y la felicidad se mesclaron en el al punto de dibujar una mueca en su rostro, una sonrisa dolorosa que llegaba a sus ojos. La habia vuelto a ver, estaba entera y hermosa fuerte y valiente como antes, era la mujer que tanto amaba y el cuerpo entero se estremecía al solo recordar su cercanía, su calor, al revivir su voz estremeciendo sus sentidos, todo mezclado con el dolor de no tenerla y su evidente rechazo.
Se tomó su tiempo en calmarse y asentar todos sus contradictorios sentimientos en su interior, jamás en la vida pensó estar tan completa y obsesivamente enamorado de una mujer pero lo estaba. Era contradictorio pero aun en los momentos más dolorosos, cuando se había marchado, aun en esos momentos nunca se había sentido tan vivo, como si hubiese estado dormido toda su vida y por fin despertara solo para ese momento.
Subió a su auto y encendió el GPS con el destino de la compañía en la que trabajaba Ruslana en el, manejo tranquilamente intentando no pensar demasiado, ya tenía un plan trazado y sabía lo que tendría que hacer, no quería perder los nervios, el jamás lo hacía. Al llegar al lugar entro sin ningún problema descubrió que tenía ya un área asignada para el estacionamiento, parecía que iniciaría bien las cosas en el lugar. Aquella compañía se dedicaba a la moda y siendo el quien era jamás se había preocupado por algo como eso fuera de lo que ponía sobre su propio cuerpo, tenía un cierto nivel de buen gusto y la crítica siempre había sido excelente en cuanto a su vestir, desde luego era bastante clásico, a pesar de no estar inmerso en el mundo de la moda tenía una buena reputación en el, no escatimaba en su propia imagen y había llegado a un punto en que uno que otro diseñados había hecho ropa exclusivamente para el, ropa que ni siquiera había sido de pasarela, solo y exclusivamente para el. No era la persona más atractiva del mundo a pesar de ser apuesto, tampoco era por ser especialmente alto, el ultimo diseñador le había dicho que era lo que proyectaba al parecer lo que le incitaba sus diseños, el quería ver su ropa en alguien de fuerte presencia, el andar, la expresión, la actitud, era una mescla de todo eso, a ellos cada característica les atraía, el no era inconsciente de esos detalles, cada parte de su imagen le había costado trabajo. Era precisamente esta la que le ayudaban a mantenerse por encima de los demás en el mundo que vivía, nos e necesitaba ser solo influyente e importante debía parecerlo, destilarlo en cada paso.
Cerca de recepción una mujer se acercó a el, alta elegante y con un aire de eficiencia, usaba gafas de marco cuadrado que le daba cierto toque de estilo, un traje de chaqueta y pantalón a la medida le hacían ver profesional y atractiva.
-El señor Fontaine?- se presentó al acercarse- bienvenido a la corporación LIME, es un placer tenerlo con nosotros mi nombre es Nathaly, estoy encargada de enseñarle el lugar y llevarle a la oficina que solicito.
Jean asintió y le tendió la mano cuando le saludo, de rojo noto que había más de una mirada sobre el, había solicitado al hacer el contrato con aquella compañía que su “situación” como nuevo socio se mantuviese en secreto, había tenido que usar todas sus influencias y todo cuanto tenia a mano para obtener lo que quería pero lo había logrado, estaba ahí por un tiempo determinado, al final de un año o menos el volvería a vender las acciones del lugar a un precio muy por debajo de lo que había pagado por ellas al dueño anterior. Había intentado convencer de aquella compra al heredero del fundador de LIME pero el hombre había encontrado sus negociaciones muy sospechosas, al principio no había querido vender por qué no lo necesitaba, después había encontrado que las ofertas mejoraban y pensó que sería demasiado buena para ser verdad, al final había tenido que hablar con él personalmente y decir más de una cosa pero había logrado su cometido. Por primera vez había mesclado los negocios con la vida personal y aun no se arrepentía.
-Mucho gusto.
No dijo nada más, su expresión fue seca pero sin llegar a ser grosera, ni siquiera osca, simplemente dejo que la chica hablara y le indicara a su nueva oficina, era un hombre que hacia las cosas de lleno y con su compañía a distancia y ejerciendo en su nuevo proyecto iba a tener bastante trabajo encima.
-es su oficina señor Fontaine, le hemos asignado una secretaria y pensando en que desearía escoger a su asistente llamamos a una agencia afiliada a la compañía y puede si lo desea estar presente en la entrevista, personalmente creo que yo podría con el trabajo.
Jean reviso el lugar, tenía buena iluminación y el edificio era lo suficientemente alto como para no tener nada más que cielo y algunos otros edificios en la lejanía. La habitación estaba completamente aislada de los pasillos, aunque las instalaciones modernas con paredes de vidrio le parecían más adecuadas en el trabajo agradecía que su puesto le diera como mejor opción una habitación aislada con paredes reales.
-eso no será necesario, cancela también las entrevistas ya tengo pensado en una persona para el puesto.
El sabia la fama que tenía en los negocios y no dudaba que la chica en especial siendo asignada a guiarlo hubiese se informase sobre el aun con el poco tiempo de preparación. La mujer parecía bastante ambiciona profesionalmente y sin duda aprovechaba las oportunidades que se le presentaban pero no estaba ahí para ser el escalón de nadie, ni siquiera estaba ahí para hacer ganancias financieras, solo Ruslana, era su única razón.
-bien, la empresa agradecería que nos permitiera revisar las referencias de esa personas, por supuesto para registro en nuestros archivos.
Jean sonrió mirando directamente a la mujer, con aquella sonrisa burlona e intimidante, la sonrisa que decía “sé lo que estás pensando”, el había eliminado competencia en más de un negocio y conocía el tono y la actitud que la mujer había puesto, ella de repente se había puesto más recta y su mirada era algo más feroz aun a través de las gafas. Aun una mujer fuerte como ella parpadeo y se removió ligeramente incomoda ante la reveladora mirada.
-no tengo problemas con eso, ahora, creo que es tiempo de presentarme al resto del personal. Me parece que había algo así en el itinerario de hoy no es cierto?
Pregunto con la sonrisa aun en los labios, aflojando ligeramente el nudo de la corbata su expresión decía “que esperas?” .
-si, reuniremos al personal, vendré por usted en 30 minutos para guiarlo señor.
Y salió rápidamente, André, el hijo del fundador y hasta hace poco accionista mayoritario parecía haberle tomado simpatía y aunque al parecer no asistía regularmente a las oficinas, trabajando desde casa hacia un buen trabajo pero estaría ese día estaría ahí para presentarlo, que era su jodido juguete? Extrañamente eso no le irritaba.
Se tomó su tiempo en calmarse y asentar todos sus contradictorios sentimientos en su interior, jamás en la vida pensó estar tan completa y obsesivamente enamorado de una mujer pero lo estaba. Era contradictorio pero aun en los momentos más dolorosos, cuando se había marchado, aun en esos momentos nunca se había sentido tan vivo, como si hubiese estado dormido toda su vida y por fin despertara solo para ese momento.
Subió a su auto y encendió el GPS con el destino de la compañía en la que trabajaba Ruslana en el, manejo tranquilamente intentando no pensar demasiado, ya tenía un plan trazado y sabía lo que tendría que hacer, no quería perder los nervios, el jamás lo hacía. Al llegar al lugar entro sin ningún problema descubrió que tenía ya un área asignada para el estacionamiento, parecía que iniciaría bien las cosas en el lugar. Aquella compañía se dedicaba a la moda y siendo el quien era jamás se había preocupado por algo como eso fuera de lo que ponía sobre su propio cuerpo, tenía un cierto nivel de buen gusto y la crítica siempre había sido excelente en cuanto a su vestir, desde luego era bastante clásico, a pesar de no estar inmerso en el mundo de la moda tenía una buena reputación en el, no escatimaba en su propia imagen y había llegado a un punto en que uno que otro diseñados había hecho ropa exclusivamente para el, ropa que ni siquiera había sido de pasarela, solo y exclusivamente para el. No era la persona más atractiva del mundo a pesar de ser apuesto, tampoco era por ser especialmente alto, el ultimo diseñador le había dicho que era lo que proyectaba al parecer lo que le incitaba sus diseños, el quería ver su ropa en alguien de fuerte presencia, el andar, la expresión, la actitud, era una mescla de todo eso, a ellos cada característica les atraía, el no era inconsciente de esos detalles, cada parte de su imagen le había costado trabajo. Era precisamente esta la que le ayudaban a mantenerse por encima de los demás en el mundo que vivía, nos e necesitaba ser solo influyente e importante debía parecerlo, destilarlo en cada paso.
Cerca de recepción una mujer se acercó a el, alta elegante y con un aire de eficiencia, usaba gafas de marco cuadrado que le daba cierto toque de estilo, un traje de chaqueta y pantalón a la medida le hacían ver profesional y atractiva.
-El señor Fontaine?- se presentó al acercarse- bienvenido a la corporación LIME, es un placer tenerlo con nosotros mi nombre es Nathaly, estoy encargada de enseñarle el lugar y llevarle a la oficina que solicito.
Jean asintió y le tendió la mano cuando le saludo, de rojo noto que había más de una mirada sobre el, había solicitado al hacer el contrato con aquella compañía que su “situación” como nuevo socio se mantuviese en secreto, había tenido que usar todas sus influencias y todo cuanto tenia a mano para obtener lo que quería pero lo había logrado, estaba ahí por un tiempo determinado, al final de un año o menos el volvería a vender las acciones del lugar a un precio muy por debajo de lo que había pagado por ellas al dueño anterior. Había intentado convencer de aquella compra al heredero del fundador de LIME pero el hombre había encontrado sus negociaciones muy sospechosas, al principio no había querido vender por qué no lo necesitaba, después había encontrado que las ofertas mejoraban y pensó que sería demasiado buena para ser verdad, al final había tenido que hablar con él personalmente y decir más de una cosa pero había logrado su cometido. Por primera vez había mesclado los negocios con la vida personal y aun no se arrepentía.
-Mucho gusto.
No dijo nada más, su expresión fue seca pero sin llegar a ser grosera, ni siquiera osca, simplemente dejo que la chica hablara y le indicara a su nueva oficina, era un hombre que hacia las cosas de lleno y con su compañía a distancia y ejerciendo en su nuevo proyecto iba a tener bastante trabajo encima.
-es su oficina señor Fontaine, le hemos asignado una secretaria y pensando en que desearía escoger a su asistente llamamos a una agencia afiliada a la compañía y puede si lo desea estar presente en la entrevista, personalmente creo que yo podría con el trabajo.
Jean reviso el lugar, tenía buena iluminación y el edificio era lo suficientemente alto como para no tener nada más que cielo y algunos otros edificios en la lejanía. La habitación estaba completamente aislada de los pasillos, aunque las instalaciones modernas con paredes de vidrio le parecían más adecuadas en el trabajo agradecía que su puesto le diera como mejor opción una habitación aislada con paredes reales.
-eso no será necesario, cancela también las entrevistas ya tengo pensado en una persona para el puesto.
El sabia la fama que tenía en los negocios y no dudaba que la chica en especial siendo asignada a guiarlo hubiese se informase sobre el aun con el poco tiempo de preparación. La mujer parecía bastante ambiciona profesionalmente y sin duda aprovechaba las oportunidades que se le presentaban pero no estaba ahí para ser el escalón de nadie, ni siquiera estaba ahí para hacer ganancias financieras, solo Ruslana, era su única razón.
-bien, la empresa agradecería que nos permitiera revisar las referencias de esa personas, por supuesto para registro en nuestros archivos.
Jean sonrió mirando directamente a la mujer, con aquella sonrisa burlona e intimidante, la sonrisa que decía “sé lo que estás pensando”, el había eliminado competencia en más de un negocio y conocía el tono y la actitud que la mujer había puesto, ella de repente se había puesto más recta y su mirada era algo más feroz aun a través de las gafas. Aun una mujer fuerte como ella parpadeo y se removió ligeramente incomoda ante la reveladora mirada.
-no tengo problemas con eso, ahora, creo que es tiempo de presentarme al resto del personal. Me parece que había algo así en el itinerario de hoy no es cierto?
Pregunto con la sonrisa aun en los labios, aflojando ligeramente el nudo de la corbata su expresión decía “que esperas?” .
-si, reuniremos al personal, vendré por usted en 30 minutos para guiarlo señor.
Y salió rápidamente, André, el hijo del fundador y hasta hace poco accionista mayoritario parecía haberle tomado simpatía y aunque al parecer no asistía regularmente a las oficinas, trabajando desde casa hacia un buen trabajo pero estaría ese día estaría ahí para presentarlo, que era su jodido juguete? Extrañamente eso no le irritaba.
Jean Baptiste Fontaine- Realeza Francesa
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Fecha de inscripción : 17/05/2011
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Re: Cartas sobre la mesa
Con el corazón todavía desbocado, aparcó el coche e hizo lo único que siempre le había ayudado a cerrar su mente, encender la radio y ponerla en un volumen tan alto que callara la estúpida voz de su conciencia. Ésa arpía que le recordaba la mirada dolida de Jean cuando le había dicho que no lo amaba. Cerró los ojos con fuerza y golpeó el volante con sus dos manos mientras imitaba el compás de la música. La voz sensual de Nina Simone entonando "Feeling Good ", le hacía recordar su pasado. Aquella niñez que la había convertido en lo que era, alguien mutilada a nivel sentimental, pero firme y decidida en todos los demás ámbitos de su vida. Merecía la pena sentirse bien, porque había conseguido ser la inalcanzable Ruslana. Aquella capaz de tocar el corazón de los demás, pero ser infranqueable para el resto.
" Es un nuevo amanecer, es un nuevo día,
es una nueva vida para mí,
y me siento bien".
Sonrió ante ésa estrofa de la canción, y supo que volvía a ser la de siempre. Nada como escuchar a Nina, para evocar la promesa que se había hecho siendo una niña. "Nunca amaré a nadie....". Apagó la radió y se bajó del coche, encaminándose a la entrada de la empresa con seguridad y una sonrisa arrogante. Éste era su día.
Esperó a que el viejo conserje le abriese la puerta con una sonrisa blanquecina, todo él una figura entrañable, que la hacía sonreír con la poca inocencia que le quedaba. Escuchó el piropo de siempre, y dejó que la escoltara hasta la mesa en la que estaba situado si lugar de trabajo. A su lado, su mejor amiga de la infancia revolvía con nerviosismo la montaña de papeles que tenía sobre su escritorio. - ¿Otra vez has perdido el ticket de alguna cena de empresa?- Le preguntó con voz risueña, mientras dejaba la chaqueta y el bolso en la silla, y esperaba que la mirase. Sabía que últimamente no se había vestido muy bien, y que Sara, su sexy amiga contable, comentaría la enorme fila de enamorados que tenía en la empresa.- Increíble, ¿dónde dejaste a la marciana de los serios pantalones negros, y cuándo volvió mi amiga la rompe corazones?- Dijo una asombrada Sara. Su enorme melena pelirroja natural y sus ojos verdes, eran leyenda en la empresa. Ella podía ser una despistada en su trabajo, pero era la mujer más sensual que había conocido.
Me encogí de hombros con una sonrisa.- En mi defensa sólo diré, que esos pantalones me hacen más delgada.- puse una pose estúpida, imitando a una de las modelos de la empresa, mientras ponía morritos y le guiñaba un ojo.
- Sabía que sacarías la gata que llevas dentro Ruslana, ¿pero en medio de la empresa?- Dijo una voz masculina a mi espalda.- Eso sí que no me lo esperaba- Me di la vuelta a tiempo de ser zarandeada por el gay más guapo de todo el país. Su pelo castaño, sus ojos chispeantes por la broma que había hecho, y la sonrisa pícara en sus labios gruesos, era suficiente para desmayar a una adolescente. Pero por si eso no bastara, su cuerpo sería envidiado por cualquier deportista. Alto, musculoso, e inteligente. Su primer novio de instituto, y su escusa para las citas que no deseaba en la universidad. - Gracias René, tan adulador como siempre.- Las bromas posteriores sobre mi vestuario negro, no se hicieron de rogar. Pero para mi salvación, Nathaly llegó con la única mirada que tiene para aquellos que no sean André y su jefe. La que decía claramente: "no me toques con tus sucias manos de subordinado".
- Hay una reunión de empleados en la sala central.- Desplazando su mirada de censura, a lo largo de mi cuerpo, apretó sus labios con fuerza, y miró a René con adoración- ¿No es fantástico que Ruslana haya salido de esa horrible fase gótica?- La condición sexual de René no era conocida por nadie más, salvo Sara, su novio y yo. Para el resto, yo o sara ejercíamos como novias oficiales.
Puse los ojos en blanco, y tomé la carpeta con la información personal que necesitaría para mi reunión de hoy. Con suerte, Nathaly evitaría preguntarle por sus padres, y conseguiría el ascenso.
Durante todo el camino, escuché la interminable lista de preguntas, que Nathaly le hacía a René sobre los próximos diseños de moda, mientras decidía si debía salvar a René, o dejar que lo torturasen por reírse de sus pantalones. Pero al final, cuando abrió las puertas, y vio a Jean junto a André, supo que necesitaría apoyo. Tomó la mano de René con fuerza, y rezó para que la imagen de Jean desapareciera, pero al volver a abrir sus ojos, él seguía allí. Sabía que Sara estaba mirándola con curiosidad, y René, a pesar de apretarle la mano con suavidad, tuvo que tocarle la mejilla para que reaccionara. Apartó la mirada de Jean y la fijó en los ojos verdes de René. - Creo que acabo de ver a alguien con los mismos pantalones negros que odias- Le dije con voz estrangulada. La risa de René, atrajo numerosas miradas curiosas de los que nos rodeaban, y encogiéndome de hombros, dejé que René me abrazara con cariño. Lo que la espalda de René no me dejó entrever, era la mirada conspirativa que dirigía Sara de Jean, hacia mí y de vuelta a Jean.
" Es un nuevo amanecer, es un nuevo día,
es una nueva vida para mí,
y me siento bien".
Sonrió ante ésa estrofa de la canción, y supo que volvía a ser la de siempre. Nada como escuchar a Nina, para evocar la promesa que se había hecho siendo una niña. "Nunca amaré a nadie....". Apagó la radió y se bajó del coche, encaminándose a la entrada de la empresa con seguridad y una sonrisa arrogante. Éste era su día.
Esperó a que el viejo conserje le abriese la puerta con una sonrisa blanquecina, todo él una figura entrañable, que la hacía sonreír con la poca inocencia que le quedaba. Escuchó el piropo de siempre, y dejó que la escoltara hasta la mesa en la que estaba situado si lugar de trabajo. A su lado, su mejor amiga de la infancia revolvía con nerviosismo la montaña de papeles que tenía sobre su escritorio. - ¿Otra vez has perdido el ticket de alguna cena de empresa?- Le preguntó con voz risueña, mientras dejaba la chaqueta y el bolso en la silla, y esperaba que la mirase. Sabía que últimamente no se había vestido muy bien, y que Sara, su sexy amiga contable, comentaría la enorme fila de enamorados que tenía en la empresa.- Increíble, ¿dónde dejaste a la marciana de los serios pantalones negros, y cuándo volvió mi amiga la rompe corazones?- Dijo una asombrada Sara. Su enorme melena pelirroja natural y sus ojos verdes, eran leyenda en la empresa. Ella podía ser una despistada en su trabajo, pero era la mujer más sensual que había conocido.
Me encogí de hombros con una sonrisa.- En mi defensa sólo diré, que esos pantalones me hacen más delgada.- puse una pose estúpida, imitando a una de las modelos de la empresa, mientras ponía morritos y le guiñaba un ojo.
- Sabía que sacarías la gata que llevas dentro Ruslana, ¿pero en medio de la empresa?- Dijo una voz masculina a mi espalda.- Eso sí que no me lo esperaba- Me di la vuelta a tiempo de ser zarandeada por el gay más guapo de todo el país. Su pelo castaño, sus ojos chispeantes por la broma que había hecho, y la sonrisa pícara en sus labios gruesos, era suficiente para desmayar a una adolescente. Pero por si eso no bastara, su cuerpo sería envidiado por cualquier deportista. Alto, musculoso, e inteligente. Su primer novio de instituto, y su escusa para las citas que no deseaba en la universidad. - Gracias René, tan adulador como siempre.- Las bromas posteriores sobre mi vestuario negro, no se hicieron de rogar. Pero para mi salvación, Nathaly llegó con la única mirada que tiene para aquellos que no sean André y su jefe. La que decía claramente: "no me toques con tus sucias manos de subordinado".
- Hay una reunión de empleados en la sala central.- Desplazando su mirada de censura, a lo largo de mi cuerpo, apretó sus labios con fuerza, y miró a René con adoración- ¿No es fantástico que Ruslana haya salido de esa horrible fase gótica?- La condición sexual de René no era conocida por nadie más, salvo Sara, su novio y yo. Para el resto, yo o sara ejercíamos como novias oficiales.
Puse los ojos en blanco, y tomé la carpeta con la información personal que necesitaría para mi reunión de hoy. Con suerte, Nathaly evitaría preguntarle por sus padres, y conseguiría el ascenso.
Durante todo el camino, escuché la interminable lista de preguntas, que Nathaly le hacía a René sobre los próximos diseños de moda, mientras decidía si debía salvar a René, o dejar que lo torturasen por reírse de sus pantalones. Pero al final, cuando abrió las puertas, y vio a Jean junto a André, supo que necesitaría apoyo. Tomó la mano de René con fuerza, y rezó para que la imagen de Jean desapareciera, pero al volver a abrir sus ojos, él seguía allí. Sabía que Sara estaba mirándola con curiosidad, y René, a pesar de apretarle la mano con suavidad, tuvo que tocarle la mejilla para que reaccionara. Apartó la mirada de Jean y la fijó en los ojos verdes de René. - Creo que acabo de ver a alguien con los mismos pantalones negros que odias- Le dije con voz estrangulada. La risa de René, atrajo numerosas miradas curiosas de los que nos rodeaban, y encogiéndome de hombros, dejé que René me abrazara con cariño. Lo que la espalda de René no me dejó entrever, era la mirada conspirativa que dirigía Sara de Jean, hacia mí y de vuelta a Jean.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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