Esas son las lagrimas de dios...[Privado]

por **Anne-Marie Juliette** Mar Dic 11, 2012 3:00 am

El recuerdo de tu piel me esta quemando por dentro...

"Un día, mis ojos se abrieron al destino, el azul de mis pupilas se mancho de negro porque yo no podía ver nada, había quedado ciega, completamente ciega, tu me dejaste ciega, desde entonces deje de ver cualquier cosa que no fuese mi propio reflejo en el frió cristal de mi cuarto, y eso se debe a que no hay nadie mas a quien yo pueda pueda dirigir mi vista porque solamente te veo a ti, sinceramente no se en que momento paso, pero paso, todos a mi alrededor comenzaron a volverse copias borrosas de lo que tu eras... Oh mi querido Francesco ¿Que me has hecho? Cuando miro a los ojos de alguien veo tus ojos, cuando observo la silueta de los hombres busco sin querer tu figura, cuando alguien me toca espero sentir tu tacto, eres tu quien me robo el sueño, quien me volvió este triste recuerdo manchado de lo que fui, debería culparte por mis desgracias pero la verdad es que no puedo, porque nunca podría odiar a quien me dio tanto...Se que el amor carnal por ti murió dejando solo el anhelo de tenerte, pero eres mi sueño, eres quien sostiene esta patética realidad... Oh Francesco, mi querido Francesco"

Azules como el mar los ojos de Anne-Marie Juliette se posaron sobre el liquido dentro de su copa, brillante, seductor, parecía cantar cuando llevándoselo a los labios acariciaba el cristal en el cual permanecía contenido, la botella aun reposaba sobre la fría barra de madera, solitaria, esperando inútilmente a que la joven buscase con sus manos sostenerla hasta vaciarla, después de todo, el sueño de cualquier vino es ser bebido con gusto por aquellos que los crearon, traer las memorias de lo que sus uvas vieron cuando se encontraban aun en las enredaderas, demostrarle a los humanos que ellos también tenían memorias a través de su sabor. Pero no eran las memorias del vino las que la muchacha buscaba, ella perseguía incansablemente dentro de la bebida encontrar aunque sea una pequeña pista acerca aquel otro hombre en su vida, la melancolía simplemente la obligaba de vez en cuando a que tratase de acercarse a su padre, sin importar de que manera lo hiciese.

Vertiéndose como un fino hilo de seda no podía evitar comparar el color rojo intenso y quemado de la bebida con el rubí, su mente imaginaba que su sangre se volvería mas dulce si se mezclaba con aquella piedra preciosa derretida dentro de su copa, pero la verdadera razón para consumirle había sido ya expuesta en silencio dentro de su cabeza, los ojos de la joven se transformaron en añoranza durante un segundo mágico, en el cual alzando el delicado recipiente de cristal al aire, el fuego que iluminaba la barra hizo brillar a su bebida como si fuese realmente algo precioso, trayendo de vuelta recuerdos que creía muertos y enterrados de regreso a ella, suspiro mirando al Sommelier quien con una leve inclinación anuncio; "Por favor, pruebe como lo desee". Aquel simple murmullo fue suficiente para sacar a Anne-Marie Juliette de su mundo de en sueños, para traerla a la fría comunidad Parisina, a diferencia de lo que indicaba el cartel de la entrada aquel no era un sitio de mala muerte, en realidad parecía que aglomeraba en un cuadro extraño las diferentes facetas sociales de la comunidad francesa, dando precisamente el ambiente que ella necesitaba e ese instante.

Las gotas de vino se unieron, como tratándose de un listón escarlata que cae del cielo, nuevamente la copa fue llenada solo lo suficiente para lo que su tamaño ameritaba, aun no lograba comprender cual era la magia en una bebida tan ligera como la seda, pero si alcanzaba a vislumbrar un poco de esta cada vez que se servia mas, era vino barato en comparación con lo que su padre consumía, mas propio de los gustos de Francesco...Suspiro, de nuevo volvía al mismo camino del que partió, trayendo a su cabeza las habilidades de su hermano como catador de vinos, la belleza de sus movimientos no se comparaba con los del Sommelier que la atendía en aquellos instantes, de modo que sus decepcionados y ciegos ojos se desviaron del hombre hasta que este le entrego nuevamente su copa, entonces... Oh entonces sus ojos se abrieron tan grandes como las flores que se abren en primavera!! Porque?? Porque justo ahí, hundido en el rojo escarlata se veía reflejada la sombra de un hombre, la sombra de Francesco Lotto!!! Sombra que busco y busco entre la gente sin alcanzar a encontrar, un atisbo de esperanza se encendió y murió al instante dentro de ella dejando que su cuerpo se llenase de aflicción, porque ella aun estaba ciega, tan ciega que no encontraba a su propio hermano entre la gente... Las lagrimas de dios descansaban en sus manos, transformadas en liquido rojo acompañaron a la joven en aquel segundo de dulce y lenta agonía.

por **Anne-Marie Juliette** Dom Feb 24, 2013 2:29 pm

“No me importa si no eres real, no me importa si no me quieres, no me importa siquiera si me engañas, mientras sigas pareciéndote tanto a el no me importa hacer el amor con los ojos cerrados”

¿Qué se supone que le deparaba el destino a alguien como Anne-Marie Juliette? Le habían enseñado de pequeña que los crímenes se pagaban ya sea por la mano del hombre, o por la mano de dios, cuando creció perdió muchas de las convicciones de la infancia, solamente existía su mente la sonrisa de su hermano mayor, ahora, ya casi una adulta, sentía que todo aquello que le importo de mas pequeña no tenia sentido, seguía cegada por el pasado que se negaba a dejarla avanzar, estaba tan cansada que en ocasiones sentía la necesidad de gritar al mundo sus pecados, pero eso significaría condenar la vida de lujos que llevaba cuando sabia que de todas formas tendría que pagar en el infierno, de modo que condenarse también en vida, podría ser considerado una estupidez, simplemente era ilógico pensar que alguien con su crianza, a la cual se le inculco firmemente la creencia en dios, el demonio, el cielo y el infierno seria capaz de dejar que simples hombres la juzgaran.

Según su criterio nadie puede ver las cosas de manera imparcial en este mundo, sin importar cuanto lo piensen se verán envueltos sentimientos e influencias externas, si alguien pudiese ver su crimen desde todos los ángulos probablemente no pensaría mal de ella, incluso podría ser que llegasen a darle la razón. Esa era la opinión de Anne-Marie Juliette, pero para ser sinceros estaba equivocada, porque una muerte sigue siendo un crimen sin importar que y cualquier persona que arrebate una vida esta rompiendo las leyes del hombre y de dios, nadie puede juzgar a los demás tomando justicia por su propia mano, pero algo como eso no podía ser procesado por alguien con su desequilibrio emocional.

Porque había que admitir que la chica no se destacaba por ser la persona mas estable del mundo, en ocasiones llegaba a deprimirse tanto que a su cabeza llegaba la tenebrosa idea de hacerse daño a si misma, sin embargo, su sentido de auto preservación la había orillado a descargar sus frustraciones en alguien mas, y esos años de enviudar continuamente le dieron el escape perfecto para escapar de los fantasmas que la perseguían. Durante aquellos años el tiempo había terminado de convencerla de una sola cosa, encontrar a Francesco en otro hombre podía resultar una tarea prácticamente imposible, no había nadie en el mundo que pudiese igualar la perfección que Anne.Marie Juliette veía en el, su idealización podía llegar a limites insospechados.

La rubia suspiro tomando un sorbo de su copa, nunca se imagino estar tan apática cuando por primera vez había viajado a Paris, eso debería tenerla rebosante de energía, ella era una de esas chicas que no hacia mucho escandalo ni llamaban la atención con comportamientos escandalosos –mas bien lo hacia con otra clase de situaciones-, sin embargo también era de aquellas poco usuales damas que se distinguían de el resto, era una mujer que prácticamente aspiraba y exhalaba brillo, la cual había tenido siempre la añoranza de viajar a la romántica Paris, una ciudad tan hermosa ¡Tan pretenciosa y narcisista! Anne-Marie Juliette apenas y podía concebir el hecho de que se encontrase ahí, lamiéndose las heridas en lugar de disfrutar de aquel lugar tan lleno de lujos y glamur.

Tan perdida estaba en sus pensamientos de grandeza y tristeza que apenas y noto al lobo asechando a sus espaldas, la taberna estaba casi llena de modo que el ruido mitigaba cualquier sospecha del peligro, sin embargo, aunque la joven hubiese sabido lo que se le venia encima probablemente ni siquiera se hubiera molestado en intentar esquivar el golpe, en especial cuando el atacante era la viva imagen de su hermano mayor ¿Cómo se supone que una “chica enamorada” se resistiría a evitar la oportunidad cuando esta aparece delante de ella?.

De un salto intento levantarse del banco en el que estaba sentada cuando repentinamente aquel liquido resbalo sobre su hombro, pero no fue lo suficientemente rápida como para evitar que su cuerpo se llenase de alcohol barato, función el ceño viendo como su atuendo se había visto arruinado de un momento a otro, nuevamente volvió a comportarse de una manera superficial cuando bajo la mirada sin siquiera mirar a su “agresor”.

- Mi vestido esta arruinado!–Exclamo con voz baja conteniendo las ganas de tomar su copa y echársela en la cara al hombre. Fue entonces cuando levanto la vista hacia él encontrándose de frente con todo lo que había soñado los últimos años. Al principio apenas y alcanzo a entender lo que decía pues enfrente de el no veía otra cosa que el reflejo de aquel italiano que le robaba el aliento, Francesco Lotto, ¿Cómo podía existir una persona tan parecida? No se trataba del físico, pues aunque se trataba de algo mas que un aire lo que realmente sorprendió ala rubia fueron sus expresiones, su lenguaje corporal, incluso el tono de voz y sus palabras sonaban como algo que saldría de su hermano mayor.

El rostros de la joven simplemente se quedo congelado, era una mezcla de expresiones bastante curiosas, enojo, sorpresa y deslumbramiento, como un pequeño animalito que escucha por primera vez los disparos de los cazadores, completamente paralizada, sin embargo después de unos segundos en los que entreabrió los labios tratando de decir algo finalmente salió de su ensimismamiento.

- Usted…Si que sabe alagar a una dama-termino por decir con una sonrisa en la cara, por primera vez en años casi autentica, porque no había otra cosa en el mundo que la hiciera mas feliz que la presencia de su hermano cerca, sin embargo, aunque ella no se diera cuenta el sentimiento de que repentinamente la imagen de Francesco desapareciera cuando intentase tocarlo, y en su lugar apareciese un simple hombre sin ninguna especie de clase o porte la asustaba- Creo que…ya que a arruinado mi vestido…Solamente aceptare su disculpa con una condición-Ella sonreía mientras sus ojos se paseaban complacidos sobre el hombre que tenia delante-Si se toma una copa conmigo y me hace compañía, yo invito-Termino mirando directamente al hombre, tratando buscar algún error en aquella ilusión, error que por supuesto aun no alcanzaba a encontrar.

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