Aun en valle de lagrimas - privado

por **Anna Brullova** Dom Ene 20, 2019 9:52 pm

Tras tantos días, semanas de ausencia, la preocupación se hacía cada vez mas frecuente en el corazón de la joven rusa. Al principio había creído que Abel, debía arreglar asuntos privados, de su pasado, antes de tomar una desición sobre la relación que había surgido entre ellos. Pero, su amado, se ausentó de la residencia, sin dejar ni una nota, para explicarle la situación. Ana al principio, pensó que eso podía tratarse por el hecho de que aquel hombre no era de expresar sus sentimientos de forma explicita. Pero las semanas, se estaban por convertir en un mes y para ella, aquella ausencia comenzaba a ser insoportable.

Por lo vivido, antes de llegar a Paris, en su mente se fueron creando miedos inconmensurables, por lo que temía lo peor, y por eso, sus pasos la habían llevado hasta aquel lúgubre sitio. Su corazón, latía de forma alocada, un nudo en la garganta le impedía respirar. Sus ojos, se mantenían rojos, después de haber llorado desesperada toda la noche. El sol apenas hacía una hora que comenzaba a surgir detrás del horizonte, y Anna, ya se encontraba en los pasillos del hospital, intentando en vano, hablar con alguno de los tantos doctores y enfermeras que allí se encontraba.

por medio del servicio, se había enterado de el hallazgo de un cuerpo en cercanías del bosque y e el pantano. No podía descartar nada, y aunque no creía posible de que Abel hubiera estado por esos lugares, tras tantos días de ausencia, no podía afirmar, ni negar, ninguna posibilidad. Por lo que se dirigió a la Morgue, el mayordomo se había ofrecido a ser su compañía, pero ella prefirió ir sola, no quería que nadie la viera derrumbarse, si lo que descubría era el cuerpo de Abel.

Con sus manos unidas, sus dedos entrelazados, a modo de una suplica silenciosa, se movió de pasillo en pasillo, de lugar en lugar, buscando a esa alma caritativa que se detuviera para poder descubrir si entre los hombre hospitalizados, se encontraba su amado. Temía aún mas, la respuesta, o mas bien, esa respuesta, la que pudiera dirigir sus pasos a la morgue, en donde, debajo de una fría sabana blanca, el rostro de su amado Abel, le estuviera esperando.