AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre luces y sombras
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Entre luces y sombras
RESPUESTA DE ALBERT
Hacía varios días en los que había recibido la carta. Casi harían tres días ya. Pero Selene sentía el peso de cada una de sus palabras encima, cómo si la malvada vocecita de su conciencia se lo repitiera una y otra vez, cómo otra de esas maldiciones que ahora mismo le pesan tanto cómo si ella misma las hubiera hecho todas excepto una, que era justamente la que había hecho poco antes de marcharse de Suiza. Esas palabras, esa condena. Que la perseguían con tanta saña. No era justo, y lo sabía, sobre todo porque estaba completamente segura de que no se arrepentía en lo más mínimo de las palabras que había pronunciado, de la maldición que había conjurado, de la muerte y del dolor que probablemente hubiese causado por su culpa. No lo hacía porque sabía qué, a pesar de todo, había sido por una causa justa. Ésos pensamientos se repetían en su cabeza una y otra vez, lo recordaba con una frecuencia indeseada, tanto que se había distraído en más de una ocasión.
15 de junio de 1794
Las calles de la ciudad estaban desiertas, a pesar de que apenas eran las seis de la mañana. A esa hora solía levantarse la gente del pueblo para comenzar sus tareas, para ganarse el pan de cada día y para comenzar una mañana más. Pero aquel día ocurriría algo especial.
La única que lo sabía era la niña pelirroja que caminaba por aquellas calles solitarias. A sus diez años sabía más del mundo que muchos de los que allí vivían. Claro que era también más inquieta que muchos de ellos. Y curiosa. Le gustaba ver cómo amanecía en la ciudad, cómo la gente se iba levantando. Pero también le gustaba ver cómo el sol ascendía por el cielo. Sentir cómo el rocío le caía en la cara. Era una sensación sumamente agradable.
-Nadie por aquí...nadie por allí...¡vamos!-riendo bajito para que nadie la viera escaparse, salía corriendo. Luego comenzaba a caminar despacito, como si no quisiera perderte el más mínimo detalle. Las casas pobres pero en perfecto estado, los olores frescos de la mañana, las amapolas de aquel lugar...negras y rojas. Pero sobre todo la magia reinante.
¿Podría decirse que era magia? La niña lo veía así cuando los fantasmas de aquellos niños la acompañaban. No lo hacían demasiado a menudo...sólo cuando ella los convocaba. Eran como viejos amigos para ella. O cuando se dejaba llevar por la empatía o hacía algún hechizo que levantaba el viento o hacía que las flores cayeran suavemente de los árboles.
La niña no se esperaba encontrarse nada más esa mañana, ni siquiera a sus padres o a su tía, que alguna vez la habían pillado en alguna de sus escapadas. Pero sí que vio a alguien.
-¡Selene, Selene!
La niña miró a su alrededor para ver quién la llamaba. Sonrió ampliamente al ver quién era.
-¿Qué haceis aquí? ¡Os pueden pillar!-exclamó mientras corría hacia el árbol en el que estaba subida una niña rubia con un vestido de colorines. Algunos de esos colorines eran manchas de pintura.
-¿Qué me importa que me pillen? Me aburría encerrada en mi habitación-respondió la niña mientras se bajaba del árbol. Selene se echó a reír mientras esperaba a que terminara de bajar.
-¡Venid conmigo! He descubierto algo muy interesante.-exclamó de repente su amiguita, con un entusiasmo que la propia Selene le había contagiado hacía ya bastante tiempo.
-¿Qué habéis descubierto?
-¡Ahora lo veréis!-la niñita cogió de la mano a Selene y salió corriendo con ella como si les fuera la vida en ello.
La condujo hacia un escondite secreto en el bosque. Un claro iluminado por el sol del amanecer, en el que había un caballero inclinado en un lago, como si estuviera bebiendo agua. Un caballero pelirrojo, pero apenas se le veía, pues la capa le tapaba,pero se le veían las manos blancas y el contorno elegante.
-¿Por qué me conducís aquí? Este sitio lo descubrí yo-exclamó la niña mientras hacía un puchero burlón.
-No es por el lugar...es por él.
-¿Quién es?-le miró con curiosidad.
-Un ángel. Le he visto hacer cosas interesantes-exclamó la niña rubia.
-¿Qué cosas? No me dejéis con la intriga
Antes de que pudiera responder, el caballero en cuestión se levantó. Miró a su alrededor y sonrió.
Selene abrió mucho los ojos. Ya le conocía. Le había conocido de mucho antes. Y sabía muy bien que era un ángel...pero no un ángel celestial precisamente.
El caballero en cuestió abrió sus manos y un cuervo plegó las alas, echando a volar hacia el cielo del alba...
Hacía varios días en los que había recibido la carta. Casi harían tres días ya. Pero Selene sentía el peso de cada una de sus palabras encima, cómo si la malvada vocecita de su conciencia se lo repitiera una y otra vez, cómo otra de esas maldiciones que ahora mismo le pesan tanto cómo si ella misma las hubiera hecho todas excepto una, que era justamente la que había hecho poco antes de marcharse de Suiza. Esas palabras, esa condena. Que la perseguían con tanta saña. No era justo, y lo sabía, sobre todo porque estaba completamente segura de que no se arrepentía en lo más mínimo de las palabras que había pronunciado, de la maldición que había conjurado, de la muerte y del dolor que probablemente hubiese causado por su culpa. No lo hacía porque sabía qué, a pesar de todo, había sido por una causa justa. Ésos pensamientos se repetían en su cabeza una y otra vez, lo recordaba con una frecuencia indeseada, tanto que se había distraído en más de una ocasión.
15 de junio de 1794
Las calles de la ciudad estaban desiertas, a pesar de que apenas eran las seis de la mañana. A esa hora solía levantarse la gente del pueblo para comenzar sus tareas, para ganarse el pan de cada día y para comenzar una mañana más. Pero aquel día ocurriría algo especial.
La única que lo sabía era la niña pelirroja que caminaba por aquellas calles solitarias. A sus diez años sabía más del mundo que muchos de los que allí vivían. Claro que era también más inquieta que muchos de ellos. Y curiosa. Le gustaba ver cómo amanecía en la ciudad, cómo la gente se iba levantando. Pero también le gustaba ver cómo el sol ascendía por el cielo. Sentir cómo el rocío le caía en la cara. Era una sensación sumamente agradable.
-Nadie por aquí...nadie por allí...¡vamos!-riendo bajito para que nadie la viera escaparse, salía corriendo. Luego comenzaba a caminar despacito, como si no quisiera perderte el más mínimo detalle. Las casas pobres pero en perfecto estado, los olores frescos de la mañana, las amapolas de aquel lugar...negras y rojas. Pero sobre todo la magia reinante.
¿Podría decirse que era magia? La niña lo veía así cuando los fantasmas de aquellos niños la acompañaban. No lo hacían demasiado a menudo...sólo cuando ella los convocaba. Eran como viejos amigos para ella. O cuando se dejaba llevar por la empatía o hacía algún hechizo que levantaba el viento o hacía que las flores cayeran suavemente de los árboles.
La niña no se esperaba encontrarse nada más esa mañana, ni siquiera a sus padres o a su tía, que alguna vez la habían pillado en alguna de sus escapadas. Pero sí que vio a alguien.
-¡Selene, Selene!
La niña miró a su alrededor para ver quién la llamaba. Sonrió ampliamente al ver quién era.
-¿Qué haceis aquí? ¡Os pueden pillar!-exclamó mientras corría hacia el árbol en el que estaba subida una niña rubia con un vestido de colorines. Algunos de esos colorines eran manchas de pintura.
-¿Qué me importa que me pillen? Me aburría encerrada en mi habitación-respondió la niña mientras se bajaba del árbol. Selene se echó a reír mientras esperaba a que terminara de bajar.
-¡Venid conmigo! He descubierto algo muy interesante.-exclamó de repente su amiguita, con un entusiasmo que la propia Selene le había contagiado hacía ya bastante tiempo.
-¿Qué habéis descubierto?
-¡Ahora lo veréis!-la niñita cogió de la mano a Selene y salió corriendo con ella como si les fuera la vida en ello.
La condujo hacia un escondite secreto en el bosque. Un claro iluminado por el sol del amanecer, en el que había un caballero inclinado en un lago, como si estuviera bebiendo agua. Un caballero pelirrojo, pero apenas se le veía, pues la capa le tapaba,pero se le veían las manos blancas y el contorno elegante.
-¿Por qué me conducís aquí? Este sitio lo descubrí yo-exclamó la niña mientras hacía un puchero burlón.
-No es por el lugar...es por él.
-¿Quién es?-le miró con curiosidad.
-Un ángel. Le he visto hacer cosas interesantes-exclamó la niña rubia.
-¿Qué cosas? No me dejéis con la intriga
Antes de que pudiera responder, el caballero en cuestión se levantó. Miró a su alrededor y sonrió.
Selene abrió mucho los ojos. Ya le conocía. Le había conocido de mucho antes. Y sabía muy bien que era un ángel...pero no un ángel celestial precisamente.
El caballero en cuestió abrió sus manos y un cuervo plegó las alas, echando a volar hacia el cielo del alba...
Última edición por Selene Ladomie el Vie Mar 22, 2013 2:46 pm, editado 3 veces
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Entre luces y sombras
21 de mayo de 1799
El castillo se hallaba sumido en el más profundo de los silencios. Como si la muerte hubiera hecho su recorrido por aquel lugar, como si se hubiera dedicado a caminar por allí dejando su aliento helado. Pero el lugar no estaba vacío del todo. Los pasos de varias personas encapuchadas eran lo único que rompía aquel silencio. Aún así, seguían formando parte de aquello.
El que encabezaba la marcha era un hombre rubio de piel pálida. El orgullo en su mirada era tal que nada más verlo cualquiera se daba cuenta de que era el que llevaba el mando...como si llevara la autoridad en la sangre. Sus ojos acechaban en la oscuridad mientras dirigía a sus acompañantes, en aquella búsqueda que sabía bien que pronto cesaría. Nada de lo que hacía podía fallar, y menos en una situación como aquella. Además, ya la había oído.
-Salid de ahí. Sabemos que intentáis esconderos entre las sombras...pero nunca se os ha dado bien. Mis hombres sacarán sus espadas si nos haces esperar.
Selene suspiró y salió de la columna detrás de la cual estaba escondida. Les miraba casi con el mismo orgullo con que el hombre miraba. Le odiaba tanto...
-¿Qué pretendéis hacer conmigo?
-Nada. Sólo queremos que dejéis el asunto que os traéis mi hijo y el resto de vuestras mercedes de palacio-le soltó el hombre ipso facto como si le estuviera explicando algo obvio a un mocoso que no entendía.-¡Ah!-añadió con su frialdad habitual-También que os larguéis de este palacio.
Selene asintió. Pero intentó escurrirse entre las sombras, pues no podía dejar que el hombre y su séquito vieran lo que tenía escondido. Como si saliera desde dónde estaba, como si simplemente cumpliera con las órdenes del caballero.
Él no picó en su trampa.
-¿Por qué no me enseñáis lo que tenéis ahí?-se acercó de modo peligroso a la pelirroja. La agarró del cuello y acercó su cara a la suya, esbozando una sonrisa malévola.
Selene no contestó. Se limitó a escucharle y a mirarle fijamente.
-Ya sabéis cómo están las cosas, pero no va a pasar nada malo por una pequeña...probadita.
Iba a decir algo más,pero no le dio tiempo a hacerlo. Selene sonrió con malicia y acerchó de la misma forma su cara hacia la del hombre, hacia el punto de que sus rostros estaban a par de centímetros.
Entonces la joven pasó el rostro por la mejilla de él y la deslizó rápidamente a su cuello, dejando una estela fría de color azul que se desvaneció de repente para luego seguirla. Su aliento dejó escapar la misma estela, que brillaba de un modo sobrenatural en la oscuridad del castillo. Aturdido, el caballero levantó la cabeza, sin saber por qué su cuerpo estaba tan embotado.
Pero ella si lo sabía. Ni siquiera podría llamar a sus caballeros para que le ayudaran, pues no se sentía capaz de ordenarles que hicieran algo de provecho. No parecía estar claro que quería decir. Y eso era lo que le bastaba a Selene para poder escapar.
Y así fue como escapó de ellos.
Caminó satisfecha, con elegancia, como si en vez de escapar estuviera saliendo de allí para marcharse a casa, lo cual más o menos era el caso. En sus manos portaba algo que abrazaba con todas sus fuerzas, oculto en una capa. Aquella cosita diminuta que se despertaba para luego volver a dormir. Ese tesoro que contenía lo más valíoso de todo. O más bien uno de sus componentes. Vaya...las cosas no salían como lo previsto. Tenía que dejarlo dónde estaba antes, en el lugar en el que ella y los demás se entrenaban tan duro. El trocito de Paraíso. Sí, allí, antes de volver a casa.
Al poner los pies fuera de palacio cantó. La estela de hielo que la había seguido flotó a su alrededor para convertirse en una deliciosa cadena que formaba parte también de la noche misma. Selene parecía un hada. Con su salida triunfal, esa caminata hasta que llegó al claro que dividía ambos castillos, dónde allí había un cuervo que la esperaba. La joven sonrió, siguió su camino y el cuervo echó a volar hacia el cielo nocturno...
El castillo se hallaba sumido en el más profundo de los silencios. Como si la muerte hubiera hecho su recorrido por aquel lugar, como si se hubiera dedicado a caminar por allí dejando su aliento helado. Pero el lugar no estaba vacío del todo. Los pasos de varias personas encapuchadas eran lo único que rompía aquel silencio. Aún así, seguían formando parte de aquello.
El que encabezaba la marcha era un hombre rubio de piel pálida. El orgullo en su mirada era tal que nada más verlo cualquiera se daba cuenta de que era el que llevaba el mando...como si llevara la autoridad en la sangre. Sus ojos acechaban en la oscuridad mientras dirigía a sus acompañantes, en aquella búsqueda que sabía bien que pronto cesaría. Nada de lo que hacía podía fallar, y menos en una situación como aquella. Además, ya la había oído.
-Salid de ahí. Sabemos que intentáis esconderos entre las sombras...pero nunca se os ha dado bien. Mis hombres sacarán sus espadas si nos haces esperar.
Selene suspiró y salió de la columna detrás de la cual estaba escondida. Les miraba casi con el mismo orgullo con que el hombre miraba. Le odiaba tanto...
-¿Qué pretendéis hacer conmigo?
-Nada. Sólo queremos que dejéis el asunto que os traéis mi hijo y el resto de vuestras mercedes de palacio-le soltó el hombre ipso facto como si le estuviera explicando algo obvio a un mocoso que no entendía.-¡Ah!-añadió con su frialdad habitual-También que os larguéis de este palacio.
Selene asintió. Pero intentó escurrirse entre las sombras, pues no podía dejar que el hombre y su séquito vieran lo que tenía escondido. Como si saliera desde dónde estaba, como si simplemente cumpliera con las órdenes del caballero.
Él no picó en su trampa.
-¿Por qué no me enseñáis lo que tenéis ahí?-se acercó de modo peligroso a la pelirroja. La agarró del cuello y acercó su cara a la suya, esbozando una sonrisa malévola.
Selene no contestó. Se limitó a escucharle y a mirarle fijamente.
-Ya sabéis cómo están las cosas, pero no va a pasar nada malo por una pequeña...probadita.
Iba a decir algo más,pero no le dio tiempo a hacerlo. Selene sonrió con malicia y acerchó de la misma forma su cara hacia la del hombre, hacia el punto de que sus rostros estaban a par de centímetros.
Entonces la joven pasó el rostro por la mejilla de él y la deslizó rápidamente a su cuello, dejando una estela fría de color azul que se desvaneció de repente para luego seguirla. Su aliento dejó escapar la misma estela, que brillaba de un modo sobrenatural en la oscuridad del castillo. Aturdido, el caballero levantó la cabeza, sin saber por qué su cuerpo estaba tan embotado.
Pero ella si lo sabía. Ni siquiera podría llamar a sus caballeros para que le ayudaran, pues no se sentía capaz de ordenarles que hicieran algo de provecho. No parecía estar claro que quería decir. Y eso era lo que le bastaba a Selene para poder escapar.
Y así fue como escapó de ellos.
Caminó satisfecha, con elegancia, como si en vez de escapar estuviera saliendo de allí para marcharse a casa, lo cual más o menos era el caso. En sus manos portaba algo que abrazaba con todas sus fuerzas, oculto en una capa. Aquella cosita diminuta que se despertaba para luego volver a dormir. Ese tesoro que contenía lo más valíoso de todo. O más bien uno de sus componentes. Vaya...las cosas no salían como lo previsto. Tenía que dejarlo dónde estaba antes, en el lugar en el que ella y los demás se entrenaban tan duro. El trocito de Paraíso. Sí, allí, antes de volver a casa.
Al poner los pies fuera de palacio cantó. La estela de hielo que la había seguido flotó a su alrededor para convertirse en una deliciosa cadena que formaba parte también de la noche misma. Selene parecía un hada. Con su salida triunfal, esa caminata hasta que llegó al claro que dividía ambos castillos, dónde allí había un cuervo que la esperaba. La joven sonrió, siguió su camino y el cuervo echó a volar hacia el cielo nocturno...
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Re: Entre luces y sombras
1 de enero de 1799
Las calles de la ciudad estaban abarrotas aquella noche. Completamente. Había tanta gente que parecía que se iba a celebrar alguna fiesta importante...pero no era precisamente una fiesta lo que iba a celebrarse. Algo peor, un acontecimiento horrible y siniestro que sin embargo era considerado justo por muchos de los presentes, algo digno de celebrar...
Una ejecución. La ejecución de alguien que había hecho algo imperdonable contra la sociedad. Que era algo que no debía ser y que había hecho algo que no debía, o al menos eso era lo que decían las autoridades. La ejecución de un muchacho que había sido visto ayudando a unos niños de unos animales salvajes...invocando a un fantasma. Un muchacho que no parecía más que un niño, un brujo que iba a ser ejecutado por ayudar a alguien.
Pero había algo más, otro motivo por el cual iba a ser ejecutado, porque normalmente las autoridades se limitarían a matarlo en una celda. Algo rápido, de lo que nadie más se enteraría, y asunto resuelto.
No, no era el único motivo.
Un joven de cabellos dorados y de piel pálida como la nieve luchaba por hacerse paso entre la gente. Tenía que encontrar cuando ante a su amigo. Sacarlo de allí. No era culpable. No había nada...
_-¿Qué hacéis ahí?-una voz retumbante llegó y se apartó de la mano femenina que intenrataba detenerlo. Pilló a lo dos muchachos tratando de escapar. Pero el rey cogió al condenado por la mano, se lo llevó a la tarima lo mató.
Para luego dirigirse al público.
-La muerte ha sido justa. Todos han de ver lo que es justo y lo que no...luchar por la paz colleva hacer sacrificios inmediatos, de quiénes guardan secretos que no se deben saber.
Dicho esto le rompió el cuello al chico y se fue, mezclándose en la marea de gente que también se iba.
Pero no todos se fueron. Ahí quedaba alguien,sí. El chico se inclinó sobre el cuerpo e su amigo muerto y lo levantó en brazos. Se lo llevó de aquel lugar de muerte a un
bosque Un bosque oscuro pero limpio, un lugar perfecto para pasar la eternidad. Así que le enterró allí, y, con los ojos bañados en lágrimas, comenzó a cantar. Un cuervo nuevo se posó en su hombro, expectante por escuchar.
Las calles de la ciudad estaban abarrotas aquella noche. Completamente. Había tanta gente que parecía que se iba a celebrar alguna fiesta importante...pero no era precisamente una fiesta lo que iba a celebrarse. Algo peor, un acontecimiento horrible y siniestro que sin embargo era considerado justo por muchos de los presentes, algo digno de celebrar...
Una ejecución. La ejecución de alguien que había hecho algo imperdonable contra la sociedad. Que era algo que no debía ser y que había hecho algo que no debía, o al menos eso era lo que decían las autoridades. La ejecución de un muchacho que había sido visto ayudando a unos niños de unos animales salvajes...invocando a un fantasma. Un muchacho que no parecía más que un niño, un brujo que iba a ser ejecutado por ayudar a alguien.
Pero había algo más, otro motivo por el cual iba a ser ejecutado, porque normalmente las autoridades se limitarían a matarlo en una celda. Algo rápido, de lo que nadie más se enteraría, y asunto resuelto.
No, no era el único motivo.
Un joven de cabellos dorados y de piel pálida como la nieve luchaba por hacerse paso entre la gente. Tenía que encontrar cuando ante a su amigo. Sacarlo de allí. No era culpable. No había nada...
_-¿Qué hacéis ahí?-una voz retumbante llegó y se apartó de la mano femenina que intenrataba detenerlo. Pilló a lo dos muchachos tratando de escapar. Pero el rey cogió al condenado por la mano, se lo llevó a la tarima lo mató.
Para luego dirigirse al público.
-La muerte ha sido justa. Todos han de ver lo que es justo y lo que no...luchar por la paz colleva hacer sacrificios inmediatos, de quiénes guardan secretos que no se deben saber.
Dicho esto le rompió el cuello al chico y se fue, mezclándose en la marea de gente que también se iba.
Pero no todos se fueron. Ahí quedaba alguien,sí. El chico se inclinó sobre el cuerpo e su amigo muerto y lo levantó en brazos. Se lo llevó de aquel lugar de muerte a un
bosque Un bosque oscuro pero limpio, un lugar perfecto para pasar la eternidad. Así que le enterró allí, y, con los ojos bañados en lágrimas, comenzó a cantar. Un cuervo nuevo se posó en su hombro, expectante por escuchar.
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Re: Entre luces y sombras
2 de marzo de 1796
Selene se aburría haciendo aquellas cosas. Escuchaba a su institutriz con toda la paciencia del mundo, luchando contra el suelo, (aunque no siempre le ganaba) e intentaba hacer lo que le decían, siempre y cuando no tuviera qué...humillarse.
Por lo tanto, a menudo no hacía lo que le decían. O lo hacía de un modo bastante torpe, y eso sin hacerlo adrede.
-¡Selene, Selene!-su institutriz apoyó la espalda en la pared, claramente exasperada.
-Lo siento...es que no me sale. Yo lo intento pero no me sale-La niña de doce años se encogió de hombros, repitiendo la cantinela que había soltado miles de veces. E iba a comentarle algo más, pero entonces oyeron las risas de un niño.
Selene y la institutriz miraron hacia el origen del sonido. Y vieron al pequeño noble acercarse hacia dónde estaban ellas, con su paso seguro y algo arrogante.
-¿Quién os ha traído aquí?-preguntó de forma hosca la institutriz, haciendo de todos modos una reverencia, aunque también se cruzó de brazos.
-Yo. Mi padre está demasiado ocupado en una reunión, no tiene tiempo para saber dónde ando o qué metemanejes me traigo.
-Hasta que salga...entonces le saldrán los cuernos y te quemará con su aliento de fuego-canturreó Selene maliciosamente.
Esto no hizo mella en el humor del chico, aunque estuvo a punto de hacerlo.
Se acercó a la niña pelirroja y la cogió de la muñeca, arrastrándola hasta la pista, de una forma que la hizo aullar de risa.
-¡No! Yo no bailo.-exclamó mientras se apartaba.
-¿Pero vos no alardeábais de ser capaz de hacerlo todo?-el chico le sacó la lengua, se colocó rápidamente detrás de ella y la volvió a empujar hacia la pista, a pesar de sus protestas.
-¡Puedo hacerlo todo! No os atreváis a cuestionármelo.-con una elegancia que no había mostrado antes se deslizó fuera de sus manos y dio vueltas a su alrededor entre risas, con una inusitada rapidez. Era como si la tierra estuviera dando vueltas alrededor del sol.
La institutriz contemplaba este espectáculo con exasperación, y en cierto modo con diversión, sobre too cuando se cogieron de las manos y comenzaron a dar vueltas por la pista sin orden ni concierto.
Finalmente tuvo que rodar los ojos y taparse los ojos, dejando escapar muy a su pesar una risita.
-¡Vamos! Dejen de hacer el tonto, que se está haciendo tarde...
Y era cierto. Se oían voces desde el exterior. Se acercaba alguien.
-Espero que no sea mi padre. La última vez que lo vi no estaba de muy buen humor.-se detuvieron poco a poco, sin separarse ni soltarse las manos.
-¡Pero si no está nunca de buen humor!-exclamó Selene mientras le pisaba el pie "sin querer". El muchacho aulló de sorpresa.
-¡Eso no vale!-le tiroteó de la oreja. Entonces ella se lanzó sobre él y ambos cayeron al suelo mientras daban vueltas de esa guisa, comenzando a hacer el tonto, lista y llanamente.
La institutriz tenía que contener sus ganas de partirse de risa. Porque oía a la gente venir, y tenía que hacer algo al respecto antes de que llegueran y les vieran de semejante forma.
Se acercó a ellos para detenerlos, pero sabía de sobra que no valía la pena hablarles cuano se ponían así. ¡Si qué eran incontrolables algunos niños! Y más tratándose de aquellos niños.
-¡Mon dieu!
Los tres levantaron la cabeza. Allí estaba un hombre imponente, de cierta edad, con una tupida barba, mirándoles risueño.
-¡Majestad!
Selene rodó como una croquetita para separarse del niño y correr hacia el hombre para abrazarle. El hombre sonrió cual abuelito y la abrazó también.
-No deberíais hacer estas cosas...llega el otro rey, el gruñón.-le guiñó el ojo como si le estuviera avisando de un peligro.
El chico rubio se levantó y se puso firme, sacudiéndose sus elegantes ropas. Suspiró con tristeza.
Selene se aburría haciendo aquellas cosas. Escuchaba a su institutriz con toda la paciencia del mundo, luchando contra el suelo, (aunque no siempre le ganaba) e intentaba hacer lo que le decían, siempre y cuando no tuviera qué...humillarse.
Por lo tanto, a menudo no hacía lo que le decían. O lo hacía de un modo bastante torpe, y eso sin hacerlo adrede.
-¡Selene, Selene!-su institutriz apoyó la espalda en la pared, claramente exasperada.
-Lo siento...es que no me sale. Yo lo intento pero no me sale-La niña de doce años se encogió de hombros, repitiendo la cantinela que había soltado miles de veces. E iba a comentarle algo más, pero entonces oyeron las risas de un niño.
Selene y la institutriz miraron hacia el origen del sonido. Y vieron al pequeño noble acercarse hacia dónde estaban ellas, con su paso seguro y algo arrogante.
-¿Quién os ha traído aquí?-preguntó de forma hosca la institutriz, haciendo de todos modos una reverencia, aunque también se cruzó de brazos.
-Yo. Mi padre está demasiado ocupado en una reunión, no tiene tiempo para saber dónde ando o qué metemanejes me traigo.
-Hasta que salga...entonces le saldrán los cuernos y te quemará con su aliento de fuego-canturreó Selene maliciosamente.
Esto no hizo mella en el humor del chico, aunque estuvo a punto de hacerlo.
Se acercó a la niña pelirroja y la cogió de la muñeca, arrastrándola hasta la pista, de una forma que la hizo aullar de risa.
-¡No! Yo no bailo.-exclamó mientras se apartaba.
-¿Pero vos no alardeábais de ser capaz de hacerlo todo?-el chico le sacó la lengua, se colocó rápidamente detrás de ella y la volvió a empujar hacia la pista, a pesar de sus protestas.
-¡Puedo hacerlo todo! No os atreváis a cuestionármelo.-con una elegancia que no había mostrado antes se deslizó fuera de sus manos y dio vueltas a su alrededor entre risas, con una inusitada rapidez. Era como si la tierra estuviera dando vueltas alrededor del sol.
La institutriz contemplaba este espectáculo con exasperación, y en cierto modo con diversión, sobre too cuando se cogieron de las manos y comenzaron a dar vueltas por la pista sin orden ni concierto.
Finalmente tuvo que rodar los ojos y taparse los ojos, dejando escapar muy a su pesar una risita.
-¡Vamos! Dejen de hacer el tonto, que se está haciendo tarde...
Y era cierto. Se oían voces desde el exterior. Se acercaba alguien.
-Espero que no sea mi padre. La última vez que lo vi no estaba de muy buen humor.-se detuvieron poco a poco, sin separarse ni soltarse las manos.
-¡Pero si no está nunca de buen humor!-exclamó Selene mientras le pisaba el pie "sin querer". El muchacho aulló de sorpresa.
-¡Eso no vale!-le tiroteó de la oreja. Entonces ella se lanzó sobre él y ambos cayeron al suelo mientras daban vueltas de esa guisa, comenzando a hacer el tonto, lista y llanamente.
La institutriz tenía que contener sus ganas de partirse de risa. Porque oía a la gente venir, y tenía que hacer algo al respecto antes de que llegueran y les vieran de semejante forma.
Se acercó a ellos para detenerlos, pero sabía de sobra que no valía la pena hablarles cuano se ponían así. ¡Si qué eran incontrolables algunos niños! Y más tratándose de aquellos niños.
-¡Mon dieu!
Los tres levantaron la cabeza. Allí estaba un hombre imponente, de cierta edad, con una tupida barba, mirándoles risueño.
-¡Majestad!
Selene rodó como una croquetita para separarse del niño y correr hacia el hombre para abrazarle. El hombre sonrió cual abuelito y la abrazó también.
-No deberíais hacer estas cosas...llega el otro rey, el gruñón.-le guiñó el ojo como si le estuviera avisando de un peligro.
El chico rubio se levantó y se puso firme, sacudiéndose sus elegantes ropas. Suspiró con tristeza.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Entre luces y sombras
13 de mayo e 1799
-¡Atrás...atrás...ATRÁS!-la pelirroja sacaba su daga y la mostraba con una ferocidad desconocida en ella, mientras el viejo brujo a quién acababa de apuntar se echaba a reír. No era precisamente una risa malvada. Era en realidad una risa de locura, como si se estuviera tronchando de la locura misma. Se quitó su capucha negra y miró a Selene con sorna y con cierta diversión. Hasta un poco de lujuria. Meneó la cabeza para decirle:
-Os creéis muy lista si con eso os pensáis que podréis echarme para atrás.-dijo esto la pelirroja sonrió con malicia y retrocedió unos pocos pasos.
-¿Me estáis poniendo a prueba?-la sonrisa de Selene era audaz. No había cosa que la tentara más que la desafiaran a un reto.
-No. ¿Para qué? No sois lo bastante valiente para hacer algo así. Jamás os mancharíais las manos de sangre. Sois demasiado buena...
El viejo brujo sonrió. No parecía tan anciano con esa sonrisa. Más bien al contrario, parecía curiosamente joven. Incluso tenía cierto aire atemporal, con ese pelo blanco como la nieve y esos ojos con ese brillo tan peligroso. Selene sintió cómo se burlaba de ella. Sintió deseos de adelantarse y de demostrarle que se equivocaba. Con una fuerza desconocida.
Como si lo deseara de un modo increíble.
.-La sangre de algunos debe ser derramada...sobre todo la de aquellos que verdaderamente se merecen la muerte.-Se guardó la daga y sonrió de un modo dulce, casi sorprendiendo al viejo brujo-El mundo se tiñe de tristeza con la presencia de algunos humanos. O más bien de aquellos humanos que lo único que pretenden es esconde lo que debe ser sabido.
Entonces la pelirroja gritó un hechizo que provocó que el mundo entero se cubriera de un hielo de colores extraños, etéreos, del color de la luna. El frío invadió el lugar, de un modo extrañamente dulce. El viejo brujo tiritó de frío, pero respondió con rapidez. Con unas palabras que Selene entendió perfectamente. Unas cuerdas de hielo le ataron los tobillos y le hicieron caer al suelo. Aulló de pura sorpresa, y no pudo evitar admirar el hechizo. Aprovechar los elementos de tu enemigo para atacarle, convertir su arma en su herida letal (en algunos casos)o atraparle...sencillamente admirable.
-¡Mira quién dice eso! Acabaréis muy mal, muchacha. Sólo por decir eso. Claro que no es que me extrañe en el fondo. Siempre hemos sabido que en ti hay algo que no es trigo limpio. Ninguna criatura de la noche puede ser buena del todo, jamás, por mucha empatía que tenga...-se acercó a ella y la cogió por la barbilla, con una enorme sonrisa-Y más refiriéndose a vos-sus rostros quedaron tan cerquita que Selene luchó por apartarse de él. No lo logró del todo.-A lo mejor podríais uniros algún día a nosotros.
-Antes prefiero la muerte. Esperad, esperad. Prefiero mataros a vosotros primeros...-la sonrisa de Selene era maliciosa-Eso es mucho más divertido.
-Jaja, qué graciosa.
-¡Por supuesto!-se apartó un poco de él y logró deshacerse del hielo, así de repente para sorpresa del viejo brujo, con un esfuerzo abrumador.
-¿Cómo hacéis esas cosas con tanta facilidad? -No lo preguntaba con tono asombrado. Más bien con el tono de alguien que se acaba de dar cuenta de algo bastante importante.
-¿Acaso os lo voy a decir?-Selene comenzó a pronunciar otro hechizo con rapidez, como si estuviera cantando, y el hielo comenzó a derretirse poco a poco, como si fuera escarcha. Entonces se dio la vuelta y se marchó. El hombre no se molestó en seguirla. Contempló cómo el hielo se derretía hasta convertirse en el agua fresca que suele dejar la lluvia y sonrió. Luego sacó de su capa una brillante cajita que desprendía una luz esmeralda sobrenatural. Cerró la baratija y se giró para desaparecer justo en la dirección contraria. El hielo se terminó de convertir en agua.
-¡Atrás...atrás...ATRÁS!-la pelirroja sacaba su daga y la mostraba con una ferocidad desconocida en ella, mientras el viejo brujo a quién acababa de apuntar se echaba a reír. No era precisamente una risa malvada. Era en realidad una risa de locura, como si se estuviera tronchando de la locura misma. Se quitó su capucha negra y miró a Selene con sorna y con cierta diversión. Hasta un poco de lujuria. Meneó la cabeza para decirle:
-Os creéis muy lista si con eso os pensáis que podréis echarme para atrás.-dijo esto la pelirroja sonrió con malicia y retrocedió unos pocos pasos.
-¿Me estáis poniendo a prueba?-la sonrisa de Selene era audaz. No había cosa que la tentara más que la desafiaran a un reto.
-No. ¿Para qué? No sois lo bastante valiente para hacer algo así. Jamás os mancharíais las manos de sangre. Sois demasiado buena...
El viejo brujo sonrió. No parecía tan anciano con esa sonrisa. Más bien al contrario, parecía curiosamente joven. Incluso tenía cierto aire atemporal, con ese pelo blanco como la nieve y esos ojos con ese brillo tan peligroso. Selene sintió cómo se burlaba de ella. Sintió deseos de adelantarse y de demostrarle que se equivocaba. Con una fuerza desconocida.
Como si lo deseara de un modo increíble.
.-La sangre de algunos debe ser derramada...sobre todo la de aquellos que verdaderamente se merecen la muerte.-Se guardó la daga y sonrió de un modo dulce, casi sorprendiendo al viejo brujo-El mundo se tiñe de tristeza con la presencia de algunos humanos. O más bien de aquellos humanos que lo único que pretenden es esconde lo que debe ser sabido.
Entonces la pelirroja gritó un hechizo que provocó que el mundo entero se cubriera de un hielo de colores extraños, etéreos, del color de la luna. El frío invadió el lugar, de un modo extrañamente dulce. El viejo brujo tiritó de frío, pero respondió con rapidez. Con unas palabras que Selene entendió perfectamente. Unas cuerdas de hielo le ataron los tobillos y le hicieron caer al suelo. Aulló de pura sorpresa, y no pudo evitar admirar el hechizo. Aprovechar los elementos de tu enemigo para atacarle, convertir su arma en su herida letal (en algunos casos)o atraparle...sencillamente admirable.
-¡Mira quién dice eso! Acabaréis muy mal, muchacha. Sólo por decir eso. Claro que no es que me extrañe en el fondo. Siempre hemos sabido que en ti hay algo que no es trigo limpio. Ninguna criatura de la noche puede ser buena del todo, jamás, por mucha empatía que tenga...-se acercó a ella y la cogió por la barbilla, con una enorme sonrisa-Y más refiriéndose a vos-sus rostros quedaron tan cerquita que Selene luchó por apartarse de él. No lo logró del todo.-A lo mejor podríais uniros algún día a nosotros.
-Antes prefiero la muerte. Esperad, esperad. Prefiero mataros a vosotros primeros...-la sonrisa de Selene era maliciosa-Eso es mucho más divertido.
-Jaja, qué graciosa.
-¡Por supuesto!-se apartó un poco de él y logró deshacerse del hielo, así de repente para sorpresa del viejo brujo, con un esfuerzo abrumador.
-¿Cómo hacéis esas cosas con tanta facilidad? -No lo preguntaba con tono asombrado. Más bien con el tono de alguien que se acaba de dar cuenta de algo bastante importante.
-¿Acaso os lo voy a decir?-Selene comenzó a pronunciar otro hechizo con rapidez, como si estuviera cantando, y el hielo comenzó a derretirse poco a poco, como si fuera escarcha. Entonces se dio la vuelta y se marchó. El hombre no se molestó en seguirla. Contempló cómo el hielo se derretía hasta convertirse en el agua fresca que suele dejar la lluvia y sonrió. Luego sacó de su capa una brillante cajita que desprendía una luz esmeralda sobrenatural. Cerró la baratija y se giró para desaparecer justo en la dirección contraria. El hielo se terminó de convertir en agua.
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Re: Entre luces y sombras
23 de febrero de 1789
Las nieblas y la aguanieve comenzaban a cubrir el mundo entero gracias a la proximidad del invierno. La gente iba de un lado para otro sumergida en una actividad constante para preparar los próximos festivales, y la misa que se celebraría dentro de varios minutos. La gente se congregaba ya en la pequeña iglesia, que parecía recién salida del bosque, como si formara parte de la propia tierra. Un edificio pequeño y que parecía como encantado, como recién salido de un cuento de hadas.
Los niños estaban disgregados por todas partes, y Selene contemplaba todo aquello con cierta fascinación. Pero estaba cada vez más impaciente. Trató de entrar en la pequeña iglesia pero una mano la agarró del brazo con brusquedad y la arrastró hacia atrás.
-¡Usted quieta aquí, señorita!-la dama miró a la niña con cierta severidad, a la que estaba más que acostumbrada, mientras que el viento azotaba sus cabellos negros y rojos.
-Pero madre...yo quiero entrar-la niña hizo un gesto enfadado, bastante furibunda, cosa que solía ocurrir cuando no le dejaban hacer alguna cosa.
-Y no podéis entrar aún. Ellos-dijo señalando con la cabeza a unos sacerdotes-desean que comience todo a tiempo.
-Son aburridos-replicó su hija. Yo quiero entrar ya, mandémosles al carajo-replicó la niña.
-¡No me repliquéis!-la mujer le tiró con cuidado de la oreja. La niña protestó pero no se movió de dónde estaba, pues ahora la estaban vigilando.
Pasaron unos minutos que a la niña se le antojaron interminables. Hasta que finalmente la mujer cogió a la niña de la mano y entró con ella y con sus hermanas en la pequeña iglesia.
Selene contemplaba todo lo que había a su alrededor. Las amapolas negras del altar, los claveles, otras flores...y la majestuosidad del ambiente, junto con el altar que representaba al Mesías en toda su gloria. Nada de sufrimiento, de Pasión, ni de Poncio Pilato, sólo divinidad. Y cierta sobriedad. Selene no se sintió intimidada, aunque sí que sintió cierto respeto por la majestuosidad y el porte. Por todo en general.
Se soltó de la mano e su madre y se metió entre la gente para esscuchar lo que decía el sacerdote.
Entonces la música del órgano comenzó a invadir el ambiente.
La niña buscaba de vez en cuando con la mirada a quién esperaba, pero al no encontrarlo seguía escuchando las palabras del sacerdote. Decía cosas muy extrañas. Alguna interesantes. Otras más bien inquietantes.
-...y vendrán el día del Juicio Final para juzgarnos a todos.
La niña ladeó la cabeza como si no hubiera entendido lo que acababa de decir. ¿El día del Juicio Final?
Faltaba mucho tiempo para el fin del mundo...¿acaso no eran ellas y otros niños tan...jóvenes? Se suponía que si llegaba el último día todo comenzaría, y todos serían viejos.
Porque un fin significaba un principio.
Como Selene era una mocosa que no se callaba se dispuso a dar un paso hacia delante para replicarle al cura, la pobre niña pensaba que iba a corregirle nada más, lo más inocente del mundo.
Pero entonces ocurrió algo que trastocó sus planes.
El himno. La música del órgano ya había iniciado la canción, la gente había comenzado a cantar en un latín más antiguo que el propio tiempo.
Era una canción muy dulce, bella y melodiosa, pero solemne. Demasiado solemne.
Y curiosamente entendió la letra. Sintió lo que significaba en lo más hondo de su ser. Lo que quería decir, lo que pretendía decir y qué era lo que deseaba.
Captó su sentimiento, lo captó todo, absolutamente todo.
Y se asustó.
Empalideció y levantó la pelirroja cabecita de ocho años hacia el altar.
Después, simplemente, huyó. Ignorando las advertencias de su madre y de sus tías se abrió paso entre la gente a empujones y salió de allí corriendo como quién no quiere la cosa.
En cuanto se vio fuera se dejó caer de rodillas en la nieve, contenta de estar lejos de aquella iglesia. El alivio la embargó de tal forma que tuvo que gritar para sentirse más cerca de la realidad.
Luego se sentó en la nieve y jugueteó con ella, toqueteándola con cierta distracción, con los ojos entrecerrados como los de un gatito.
Entonces, en algún momento en concreto, después de las campanas, comenzó a salir la gente de allí. Selene los miró como si no los conociera. Pero entonces vio a alguien a quién llevaba esperando mucho tiempo para ver.
La niña chilló y corrió hacia el viejo rey, que la cogió al vuelo para que no cayera al suelo, y dio varias vueltas con ella, ambos riendo alegremente.
-¡Qué alegría veros aquí! Os vi en la iglesia pero luego desaparecisteis...¿qué os ocurre, pequeña?
Selene soltó unas risitas. Era evidente que se habría olido algo, aunque no se reía precisamente por eso. Se reía porque se sentía feliz.
-No me gusta estar allí. El hombre del altar dijo cosas malas.¡Muy malas!
-¿Qué cosas malas?-el hombre era por lo general profundamente religioso, muy estricto con ese tema, pero no le sorprendió para nada la reacción de la pequeña. La conocía demasiado bien.
-¡Que el infierno sigue presente para tragarse a aquellos que sufran la cólera de Dios! Y que...era algo que no podíamos olvidar. Y luego está esa horrible canción. Me asustó mucho-ocultó la cara en la enorme barriga del hombre, que se echó a reír a carcajadas. Aquello le resultaba terriblemente divertido.
-Eso es cierto, hija, al menos lo es en parte. Hay muchas cosas duras en la vida, en el cielo y en el infierno, más en la tierra, pero ante todo es nuestra responsabilidad recordar una cosa muy importante.
-¿Qué cosa?-aquello parecía algo increíblemente sensato, o al menos eso es lo que le pareció a la pequeña.
El hombre volvió a soltar una carcajada. ¡Qué niña más divertida! Y dijo:
-Con un poco de honradez y de amor por el mundo las cosa serán mucho más sencillas incluso en el centro del mismísimo infierno.
"¡Sólo con eso!"pensó. Era algo qde lo que el hombre siempre había estado muy pero que muy convencido.
-Pero...¿no dijeron...por algo todo eso?
-Cierto. Pero la ley de Dios se basa en el amor, de ahí sale la vida y de ahí saldrá todo lo demás.
La pequeña sonrió ampliamente. Aquello le hacía olvidar un poco el miedo de antes. Pues tenía sentido. Muchísimo sentido, aunque pareciera que no era de ese modo.
-Entonces...¿de veras es así?
El hombre asintió. Y la niña le abrazó tan fuerte que casi lo tira al suelo, a pesar de que ella era una niña pequeñita y él muy grande tanto de peso como de altura.
-¡Venga, volved ya con vuestras tías y vuestra madre! Deben de estar preocupadas.
La niña asintió e hizo lo que él le decía, mientras él la observaba por un momento antes de irse. Sonrió débilmente y luego se fue.
Las nieblas y la aguanieve comenzaban a cubrir el mundo entero gracias a la proximidad del invierno. La gente iba de un lado para otro sumergida en una actividad constante para preparar los próximos festivales, y la misa que se celebraría dentro de varios minutos. La gente se congregaba ya en la pequeña iglesia, que parecía recién salida del bosque, como si formara parte de la propia tierra. Un edificio pequeño y que parecía como encantado, como recién salido de un cuento de hadas.
Los niños estaban disgregados por todas partes, y Selene contemplaba todo aquello con cierta fascinación. Pero estaba cada vez más impaciente. Trató de entrar en la pequeña iglesia pero una mano la agarró del brazo con brusquedad y la arrastró hacia atrás.
-¡Usted quieta aquí, señorita!-la dama miró a la niña con cierta severidad, a la que estaba más que acostumbrada, mientras que el viento azotaba sus cabellos negros y rojos.
-Pero madre...yo quiero entrar-la niña hizo un gesto enfadado, bastante furibunda, cosa que solía ocurrir cuando no le dejaban hacer alguna cosa.
-Y no podéis entrar aún. Ellos-dijo señalando con la cabeza a unos sacerdotes-desean que comience todo a tiempo.
-Son aburridos-replicó su hija. Yo quiero entrar ya, mandémosles al carajo-replicó la niña.
-¡No me repliquéis!-la mujer le tiró con cuidado de la oreja. La niña protestó pero no se movió de dónde estaba, pues ahora la estaban vigilando.
Pasaron unos minutos que a la niña se le antojaron interminables. Hasta que finalmente la mujer cogió a la niña de la mano y entró con ella y con sus hermanas en la pequeña iglesia.
Selene contemplaba todo lo que había a su alrededor. Las amapolas negras del altar, los claveles, otras flores...y la majestuosidad del ambiente, junto con el altar que representaba al Mesías en toda su gloria. Nada de sufrimiento, de Pasión, ni de Poncio Pilato, sólo divinidad. Y cierta sobriedad. Selene no se sintió intimidada, aunque sí que sintió cierto respeto por la majestuosidad y el porte. Por todo en general.
Se soltó de la mano e su madre y se metió entre la gente para esscuchar lo que decía el sacerdote.
Entonces la música del órgano comenzó a invadir el ambiente.
La niña buscaba de vez en cuando con la mirada a quién esperaba, pero al no encontrarlo seguía escuchando las palabras del sacerdote. Decía cosas muy extrañas. Alguna interesantes. Otras más bien inquietantes.
-...y vendrán el día del Juicio Final para juzgarnos a todos.
La niña ladeó la cabeza como si no hubiera entendido lo que acababa de decir. ¿El día del Juicio Final?
Faltaba mucho tiempo para el fin del mundo...¿acaso no eran ellas y otros niños tan...jóvenes? Se suponía que si llegaba el último día todo comenzaría, y todos serían viejos.
Porque un fin significaba un principio.
Como Selene era una mocosa que no se callaba se dispuso a dar un paso hacia delante para replicarle al cura, la pobre niña pensaba que iba a corregirle nada más, lo más inocente del mundo.
Pero entonces ocurrió algo que trastocó sus planes.
El himno. La música del órgano ya había iniciado la canción, la gente había comenzado a cantar en un latín más antiguo que el propio tiempo.
Era una canción muy dulce, bella y melodiosa, pero solemne. Demasiado solemne.
Y curiosamente entendió la letra. Sintió lo que significaba en lo más hondo de su ser. Lo que quería decir, lo que pretendía decir y qué era lo que deseaba.
Captó su sentimiento, lo captó todo, absolutamente todo.
Y se asustó.
Empalideció y levantó la pelirroja cabecita de ocho años hacia el altar.
Después, simplemente, huyó. Ignorando las advertencias de su madre y de sus tías se abrió paso entre la gente a empujones y salió de allí corriendo como quién no quiere la cosa.
En cuanto se vio fuera se dejó caer de rodillas en la nieve, contenta de estar lejos de aquella iglesia. El alivio la embargó de tal forma que tuvo que gritar para sentirse más cerca de la realidad.
Luego se sentó en la nieve y jugueteó con ella, toqueteándola con cierta distracción, con los ojos entrecerrados como los de un gatito.
Entonces, en algún momento en concreto, después de las campanas, comenzó a salir la gente de allí. Selene los miró como si no los conociera. Pero entonces vio a alguien a quién llevaba esperando mucho tiempo para ver.
La niña chilló y corrió hacia el viejo rey, que la cogió al vuelo para que no cayera al suelo, y dio varias vueltas con ella, ambos riendo alegremente.
-¡Qué alegría veros aquí! Os vi en la iglesia pero luego desaparecisteis...¿qué os ocurre, pequeña?
Selene soltó unas risitas. Era evidente que se habría olido algo, aunque no se reía precisamente por eso. Se reía porque se sentía feliz.
-No me gusta estar allí. El hombre del altar dijo cosas malas.¡Muy malas!
-¿Qué cosas malas?-el hombre era por lo general profundamente religioso, muy estricto con ese tema, pero no le sorprendió para nada la reacción de la pequeña. La conocía demasiado bien.
-¡Que el infierno sigue presente para tragarse a aquellos que sufran la cólera de Dios! Y que...era algo que no podíamos olvidar. Y luego está esa horrible canción. Me asustó mucho-ocultó la cara en la enorme barriga del hombre, que se echó a reír a carcajadas. Aquello le resultaba terriblemente divertido.
-Eso es cierto, hija, al menos lo es en parte. Hay muchas cosas duras en la vida, en el cielo y en el infierno, más en la tierra, pero ante todo es nuestra responsabilidad recordar una cosa muy importante.
-¿Qué cosa?-aquello parecía algo increíblemente sensato, o al menos eso es lo que le pareció a la pequeña.
El hombre volvió a soltar una carcajada. ¡Qué niña más divertida! Y dijo:
-Con un poco de honradez y de amor por el mundo las cosa serán mucho más sencillas incluso en el centro del mismísimo infierno.
"¡Sólo con eso!"pensó. Era algo qde lo que el hombre siempre había estado muy pero que muy convencido.
-Pero...¿no dijeron...por algo todo eso?
-Cierto. Pero la ley de Dios se basa en el amor, de ahí sale la vida y de ahí saldrá todo lo demás.
La pequeña sonrió ampliamente. Aquello le hacía olvidar un poco el miedo de antes. Pues tenía sentido. Muchísimo sentido, aunque pareciera que no era de ese modo.
-Entonces...¿de veras es así?
El hombre asintió. Y la niña le abrazó tan fuerte que casi lo tira al suelo, a pesar de que ella era una niña pequeñita y él muy grande tanto de peso como de altura.
-¡Venga, volved ya con vuestras tías y vuestra madre! Deben de estar preocupadas.
La niña asintió e hizo lo que él le decía, mientras él la observaba por un momento antes de irse. Sonrió débilmente y luego se fue.
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Re: Entre luces y sombras
24 de junio de 1797
La playa a principios de verano era algo sencillamente delicioso. La noche inundando el mundo entero con su luna y con sus estrellas, las olas barriendo la arena con aquel negro insondable y las hogueras que crepitaban por cada rinconcito de la playa que tuviese algo de espacio. Era algo sencillamente precioso, algo imposible de negar. Algo siniestramente bello.
Y la música. La única música que sonaba era la de una joven rubia que le cantaba a la vida, al cielo mismo, paseándose entre los presentes, o más bien podría decirse que bailando. Dando saltitos, contorsionándose, tratando de seducir a los otros caballeros por las palabras o por su hechizo de música. Pero cómo no solía funcionar, pues seguía bailando.
Selene estaba preciosa vestida de blanco puro. Aquel vestido le caía hasta las rodillas, y se le ajustaba a la cintura por un cinturón del mismo color, por lo que casi ni se notaba. El pelo lo llevaba increíblemente suelto, hasta la mitad de la espalda incluso. Y la expresión coqueta de su rostro era todo un misterio, pero algo que muchos querrían desvelar.
La pelirroja estaba sentada en una de las hogueras, contemplando las llamas bastante hipnotizada. Mientras los demás hacían cosas, ella se sentaba a mirar y pensaba. Se dio cuenta de que bastantes de las personas que había allí podrían ser víctimas de los adultos que los pillasen.
Y eso no iba a pasar, por supuesto. La música se convertía en algo muy pero que muy peligroso. Ascendía al cielo y hacía que la gente sintieran deseos de bailar también. Selene se levantó y se unió a la fiesta. Sinceramente es que no pudo evitarlo. No, no, ¡no pudo!
Bailaba bajo la luz de la luna, que le iluminaba el cabello rojo, dándole un toque como de estrellas, estaba preciosa. Cuando el cielo se iba el efecto se marchaba, desgraciadamente.
La joven bailaba muy cerca del agua junto a otras dos muchachas, que hacían prácticamente lo mismo mientras el grupo de otro chico las observaba.
Y la música seguía ascendiendo hasta el cielo...
Pero entonces un grupo les asaltó el alma.Iros al infierno, iros al infierno, al infierno...esas palabras que eran como proféticas.
-Genial...¿es qué no podemos tener una noche tranquila sin que nos asalten esos animales?-masculló uno de los chicos, poniéndo una de la manos se fueron repartiendo dagas.
Y entonces se le ocurrió una idea un poquitín extraña. La joven Selene avanzó hacia delante y pronuncio uno de sus hechizos más poderosos. La cueva que se hallaba escondida en aquella cueva tan lejan estalló en llamas.
Todos, absolamente todos los asistentes a la fiesta se dieron cuenta de lo que pasaba. Selene simplemente sonreía con placer. Cuando al fin todo terminó, se giró de nuevo hacia sus compañeros.
-¿Qué hacemos que no seguimos con la fiesta?
Y siguieron con la fiesta.
La playa a principios de verano era algo sencillamente delicioso. La noche inundando el mundo entero con su luna y con sus estrellas, las olas barriendo la arena con aquel negro insondable y las hogueras que crepitaban por cada rinconcito de la playa que tuviese algo de espacio. Era algo sencillamente precioso, algo imposible de negar. Algo siniestramente bello.
Y la música. La única música que sonaba era la de una joven rubia que le cantaba a la vida, al cielo mismo, paseándose entre los presentes, o más bien podría decirse que bailando. Dando saltitos, contorsionándose, tratando de seducir a los otros caballeros por las palabras o por su hechizo de música. Pero cómo no solía funcionar, pues seguía bailando.
Selene estaba preciosa vestida de blanco puro. Aquel vestido le caía hasta las rodillas, y se le ajustaba a la cintura por un cinturón del mismo color, por lo que casi ni se notaba. El pelo lo llevaba increíblemente suelto, hasta la mitad de la espalda incluso. Y la expresión coqueta de su rostro era todo un misterio, pero algo que muchos querrían desvelar.
La pelirroja estaba sentada en una de las hogueras, contemplando las llamas bastante hipnotizada. Mientras los demás hacían cosas, ella se sentaba a mirar y pensaba. Se dio cuenta de que bastantes de las personas que había allí podrían ser víctimas de los adultos que los pillasen.
Y eso no iba a pasar, por supuesto. La música se convertía en algo muy pero que muy peligroso. Ascendía al cielo y hacía que la gente sintieran deseos de bailar también. Selene se levantó y se unió a la fiesta. Sinceramente es que no pudo evitarlo. No, no, ¡no pudo!
Bailaba bajo la luz de la luna, que le iluminaba el cabello rojo, dándole un toque como de estrellas, estaba preciosa. Cuando el cielo se iba el efecto se marchaba, desgraciadamente.
La joven bailaba muy cerca del agua junto a otras dos muchachas, que hacían prácticamente lo mismo mientras el grupo de otro chico las observaba.
Y la música seguía ascendiendo hasta el cielo...
Pero entonces un grupo les asaltó el alma.Iros al infierno, iros al infierno, al infierno...esas palabras que eran como proféticas.
-Genial...¿es qué no podemos tener una noche tranquila sin que nos asalten esos animales?-masculló uno de los chicos, poniéndo una de la manos se fueron repartiendo dagas.
Y entonces se le ocurrió una idea un poquitín extraña. La joven Selene avanzó hacia delante y pronuncio uno de sus hechizos más poderosos. La cueva que se hallaba escondida en aquella cueva tan lejan estalló en llamas.
Todos, absolamente todos los asistentes a la fiesta se dieron cuenta de lo que pasaba. Selene simplemente sonreía con placer. Cuando al fin todo terminó, se giró de nuevo hacia sus compañeros.
-¿Qué hacemos que no seguimos con la fiesta?
Y siguieron con la fiesta.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Entre luces y sombras
16 de mayo de 1796
La noche caía en aquel pequeño pueblo campesino en el que acababas cuando bajabas por la cuesta que salía tras los muros de la mansión. Y las luces se iban encendiendo poquito a poquito, como si la fiesta estuviera a punto de comenzar, cuando en realidad faltaba al menos un par de horas para que comenzara. Todo el mundo comenzaba a animarse, una fiesta de la cosecha era algo que no se celebraba todos los días. Era un día en el que no había hambre, penas, ni pobreza. Todo el mundo tenía para comer, y había música, fiestas y bailes, de tal forma que parecía que el mundo entero se transformaba por unas horas que para muchos eran, en cierto modo, como el cielo en la tierra. A veces incluso las clases más altas parecían mostrar cierto interés en esas fiestas. Algunos se infiltraban...sobre todo los más jóvenes.
-¡No os atreveréis!
-No...tenéis razón. ¡No me atreveré!
-Vamos...¿qué os ocurre? No soléis ser tan tímida...
-Y no lo soy. Pero lo que me proponéis es una locura. Ni siquiera vos deberíais hacerlo...
-¿Qué voy a hacer yo? Vaamos, venid conmigo.
-No.Podéis ir sola. Sois más valiente que yo.
-Eso no tiene nada que ver...quiero que vengáis conmigo por otro motivo...esta noche seré la Celestina...-Selene hizo un gesto dramático, de tal forma que cayó en el sillón de tafetán como una dama que fingía desmayarse.
-¿Y cuál es?
-Para saberlo...¡tendréis que venir conmigo!-Selene cogió a su amiga Blanche de la mano y se la llevó con ella antes de que pudiera protestar siquiera. Había gente por los pasillos, pero ella los despistó a todos con un rápido hechizo de hipnosis...lo cual también dificultaba sus pasos, por lo que casi tropezaron un par de veces...sin contar aquella vez en la cual se toparon con la criada, que las dejó pasar con una sonrisa divertida en el rostro. Era evidente que sabían adónde irían las dos jóvenes. Estaba más que acostumbrada a sus escapadas.
-¡SELENE!¡Estáos quieta!
-¡Vamos! ¡Luego me lo vais a agradecer!-Selene reía con cierta malicia.
Las dos muchachas corrían por el bosque con sus bellos vestidos del color de la miel, hacia la fiesta que se había comenzado a celebrar ya en el pueblo. La música sonaba, la gente ya había comenzado a bailar, incluso se podía ver un fuego crepitando en un lugar despejado, dónde la gente bailaba alrededor. El olor a comida les llegaba ya desde allí...era un olor muy agradable.
Corrieron hasta que finalmente se vieron inmersas en aquella fiesta, en todo el mar de gente que reía, comía, charlaba y bailaba. Selene sacó a bailar a Blanche alrededor del fuego, haciéndola reír. En aquel momento le daba igual que su amiga hubiese hecho aquella locura, pues aquello le hacía demasiado gracia como para que le importara durante al menos los próximos tres minutos. Esto era lo mejor de ella...
Y entonces Selene giró y soltó a su amiga, que giró por el sentido contrario con gracilidad, mientrassu amiga pelirroja se alejaba.
Blanche trastabilló, pero no cayó. Alguien la agarró. La muchacha levantó la mirada y se encontró con aquellos brillantes ojos grises que la miraban con sorpresa y con alegría...
La noche caía en aquel pequeño pueblo campesino en el que acababas cuando bajabas por la cuesta que salía tras los muros de la mansión. Y las luces se iban encendiendo poquito a poquito, como si la fiesta estuviera a punto de comenzar, cuando en realidad faltaba al menos un par de horas para que comenzara. Todo el mundo comenzaba a animarse, una fiesta de la cosecha era algo que no se celebraba todos los días. Era un día en el que no había hambre, penas, ni pobreza. Todo el mundo tenía para comer, y había música, fiestas y bailes, de tal forma que parecía que el mundo entero se transformaba por unas horas que para muchos eran, en cierto modo, como el cielo en la tierra. A veces incluso las clases más altas parecían mostrar cierto interés en esas fiestas. Algunos se infiltraban...sobre todo los más jóvenes.
-¡No os atreveréis!
-No...tenéis razón. ¡No me atreveré!
-Vamos...¿qué os ocurre? No soléis ser tan tímida...
-Y no lo soy. Pero lo que me proponéis es una locura. Ni siquiera vos deberíais hacerlo...
-¿Qué voy a hacer yo? Vaamos, venid conmigo.
-No.Podéis ir sola. Sois más valiente que yo.
-Eso no tiene nada que ver...quiero que vengáis conmigo por otro motivo...esta noche seré la Celestina...-Selene hizo un gesto dramático, de tal forma que cayó en el sillón de tafetán como una dama que fingía desmayarse.
-¿Y cuál es?
-Para saberlo...¡tendréis que venir conmigo!-Selene cogió a su amiga Blanche de la mano y se la llevó con ella antes de que pudiera protestar siquiera. Había gente por los pasillos, pero ella los despistó a todos con un rápido hechizo de hipnosis...lo cual también dificultaba sus pasos, por lo que casi tropezaron un par de veces...sin contar aquella vez en la cual se toparon con la criada, que las dejó pasar con una sonrisa divertida en el rostro. Era evidente que sabían adónde irían las dos jóvenes. Estaba más que acostumbrada a sus escapadas.
-¡SELENE!¡Estáos quieta!
-¡Vamos! ¡Luego me lo vais a agradecer!-Selene reía con cierta malicia.
Las dos muchachas corrían por el bosque con sus bellos vestidos del color de la miel, hacia la fiesta que se había comenzado a celebrar ya en el pueblo. La música sonaba, la gente ya había comenzado a bailar, incluso se podía ver un fuego crepitando en un lugar despejado, dónde la gente bailaba alrededor. El olor a comida les llegaba ya desde allí...era un olor muy agradable.
Corrieron hasta que finalmente se vieron inmersas en aquella fiesta, en todo el mar de gente que reía, comía, charlaba y bailaba. Selene sacó a bailar a Blanche alrededor del fuego, haciéndola reír. En aquel momento le daba igual que su amiga hubiese hecho aquella locura, pues aquello le hacía demasiado gracia como para que le importara durante al menos los próximos tres minutos. Esto era lo mejor de ella...
Y entonces Selene giró y soltó a su amiga, que giró por el sentido contrario con gracilidad, mientrassu amiga pelirroja se alejaba.
Blanche trastabilló, pero no cayó. Alguien la agarró. La muchacha levantó la mirada y se encontró con aquellos brillantes ojos grises que la miraban con sorpresa y con alegría...
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Re: Entre luces y sombras
18 de octubre de 1790
-Pienso que deberíais ser un poco más flexible con los niños. ¿Por qué sois siempre tan duros con ellos?-La dama puso los brazos en jarras, con una ceja alqueada en un gesto que casi podría considerarse divertido. Las dos mujeres que estaban con ella, la mayor, la viuda pelirroja y la otra mujer, más joven, de cabellos negros y rojos la miraban con severidad, como si ella fuera la niña con quién debieran ser severas.
-Si no lo somos no aprenderán jamás. Ésos niños no entienden. Los demás sí, pero los pequeños no. Iguales que vos...-la viuda pelirroja se calló por unos segundos y contempló a sus dos hijas con cierta alarma, y luego con resignación, al recordar lo tremendamente severa que había sido con sus hijas. No había tenido muy buenos resultados, la verdad.
Pero no importaba. La mujer estaba segura de que las cosas debían seguir siendo como había sido siempre...tal como marcan las tradiciones y las buenas costumbres. Y su hija mayor también lo pensaban.
-Pero son niños. Aún no tienen que pasar por lo difícil. Son muy pequeños...dejen que al menos me los lleve de vez en cuando a la bahía. Estarán seguros allí...sé cómo protegerlos-la muchacha les miró con una radiante y sensata sonrisa que iluminó su rostro de diecisiete años. Las dos mujeres se miraron y suspiraron, resignadas. La mujer más joven palmeó el hombro de su hermana.
-Vale...pero traedlos de vuelta temprano la próxima vez que vayais. No quiero que Selene me vuelva a hacer preguntas como las del otro día-suspiró recordando esas preguntas. Claro que su hijita solía hacer por lo general muchas preguntas sobre cualquier cosa.
-Y no lo hará. Yo le responderé a todas esas preguntas si queréis.
-¡Ni hablar!-pero la mujer, a pesar de su negativa, se echó a reír-Eso me da aún más miedo.
Después de hablar un rato más las tres mujeres se separaron. Gin fue a recoger a los dos niños, el muchachito alto de diez años y la mocosa pelirroja que apenas acababa de cumplir cinco. Los dos corrieron hacia ella con la ilusión pintada en sus rostros infantiles. Iban con ella a todas partes en cuanto tenían la ocasión...o cuando les dejaban.
-¿Os ha dejado?
-Sí...con cierto recelo, pero nos han dejado. Con la condición de que...-no tuvo tiempo a decir nada más porque los niños chillaron y se abalanzaron sobre ella, quién calló al suelo entre risas.
-¡Vamos! No vayamos a llegar tarde...no queremos que nos oigan.
Y los sacó de la mansión, de camino hacia "La Bahía"
Este lugar era un pequeño refugio situado en una playa que se encontraba en las afueras de aquella enorme lugar. Era muy bello, como una playa de arena virgen y un montón de flores silvestres, pero también se decía que tenía cierto peligro, porque nunca sabías lo que te podías encontrar allí. En cualquier momento podías tropezar en un agujero que podía conducirte a un túnel que te conducía a cualquier parte (casi siempre terminaba en el mar), podían caerte en la cabeza ciertos frutos silvestres y podías encontrar una cueva, un tesoro o un montón de mala suerte. Se decía en cierto modo que aquel lugar estaba maldito, por eso muchos le tenían miedo a la Bahía.
Y por ese mismo motivo les atraía tanto ese sitio a los tres, a Gi y a sus dos sobrinos. Por lo cual se morían de ganas de ir desde hacía mucho tiempo, y al fin lo habían conseguido. Claro que habrían ido de todos modos sin tener el permiso,alguno de los dos niños habría tenido esa genial idea tarde o temprano, pero Gi no quería que los niños se metieran en más problemas. Ya se metían en bastantes líos ellos solitos.
Cuando llegaron ya era noche, pero no importaba. Se quedarían en la posada más cercana, dónde les tratarían como a reyes, lo cual era algo a lo que estaban más que acostumbrados.
El día de su llegada, al instalarse, Selene salió y corrió hacia la playa sin esperar ni a su primo ni a su tía. Quería sentir el agua de la noche en sus pies.Correr,saltar, reír un rato, y si era posible bañarse o encontrar un pequeño cuervo al que rescatar. O ver a algún viejo amigo translúcido. Eso era para ella lo más natural del mundo...y su familia también lo veía así.
Y así estuvo un buen rato...hasta que vio una figura a lo lejos.
La niña chilló un nombre y corrió hacia esa figura cómo quién no quiere la cosa, salpicando de paso a las pequeñas criaturas de la noche que pululaban por la orilla del mar, con una alegría que iluminaba su pequeño rostro de cinco años. Abrió los brazos y cuando llegó hacia dónde estaba la figura saltó hacia ella con una gracia perfecta.
-Pienso que deberíais ser un poco más flexible con los niños. ¿Por qué sois siempre tan duros con ellos?-La dama puso los brazos en jarras, con una ceja alqueada en un gesto que casi podría considerarse divertido. Las dos mujeres que estaban con ella, la mayor, la viuda pelirroja y la otra mujer, más joven, de cabellos negros y rojos la miraban con severidad, como si ella fuera la niña con quién debieran ser severas.
-Si no lo somos no aprenderán jamás. Ésos niños no entienden. Los demás sí, pero los pequeños no. Iguales que vos...-la viuda pelirroja se calló por unos segundos y contempló a sus dos hijas con cierta alarma, y luego con resignación, al recordar lo tremendamente severa que había sido con sus hijas. No había tenido muy buenos resultados, la verdad.
Pero no importaba. La mujer estaba segura de que las cosas debían seguir siendo como había sido siempre...tal como marcan las tradiciones y las buenas costumbres. Y su hija mayor también lo pensaban.
-Pero son niños. Aún no tienen que pasar por lo difícil. Son muy pequeños...dejen que al menos me los lleve de vez en cuando a la bahía. Estarán seguros allí...sé cómo protegerlos-la muchacha les miró con una radiante y sensata sonrisa que iluminó su rostro de diecisiete años. Las dos mujeres se miraron y suspiraron, resignadas. La mujer más joven palmeó el hombro de su hermana.
-Vale...pero traedlos de vuelta temprano la próxima vez que vayais. No quiero que Selene me vuelva a hacer preguntas como las del otro día-suspiró recordando esas preguntas. Claro que su hijita solía hacer por lo general muchas preguntas sobre cualquier cosa.
-Y no lo hará. Yo le responderé a todas esas preguntas si queréis.
-¡Ni hablar!-pero la mujer, a pesar de su negativa, se echó a reír-Eso me da aún más miedo.
Después de hablar un rato más las tres mujeres se separaron. Gin fue a recoger a los dos niños, el muchachito alto de diez años y la mocosa pelirroja que apenas acababa de cumplir cinco. Los dos corrieron hacia ella con la ilusión pintada en sus rostros infantiles. Iban con ella a todas partes en cuanto tenían la ocasión...o cuando les dejaban.
-¿Os ha dejado?
-Sí...con cierto recelo, pero nos han dejado. Con la condición de que...-no tuvo tiempo a decir nada más porque los niños chillaron y se abalanzaron sobre ella, quién calló al suelo entre risas.
-¡Vamos! No vayamos a llegar tarde...no queremos que nos oigan.
Y los sacó de la mansión, de camino hacia "La Bahía"
Este lugar era un pequeño refugio situado en una playa que se encontraba en las afueras de aquella enorme lugar. Era muy bello, como una playa de arena virgen y un montón de flores silvestres, pero también se decía que tenía cierto peligro, porque nunca sabías lo que te podías encontrar allí. En cualquier momento podías tropezar en un agujero que podía conducirte a un túnel que te conducía a cualquier parte (casi siempre terminaba en el mar), podían caerte en la cabeza ciertos frutos silvestres y podías encontrar una cueva, un tesoro o un montón de mala suerte. Se decía en cierto modo que aquel lugar estaba maldito, por eso muchos le tenían miedo a la Bahía.
Y por ese mismo motivo les atraía tanto ese sitio a los tres, a Gi y a sus dos sobrinos. Por lo cual se morían de ganas de ir desde hacía mucho tiempo, y al fin lo habían conseguido. Claro que habrían ido de todos modos sin tener el permiso,alguno de los dos niños habría tenido esa genial idea tarde o temprano, pero Gi no quería que los niños se metieran en más problemas. Ya se metían en bastantes líos ellos solitos.
Cuando llegaron ya era noche, pero no importaba. Se quedarían en la posada más cercana, dónde les tratarían como a reyes, lo cual era algo a lo que estaban más que acostumbrados.
El día de su llegada, al instalarse, Selene salió y corrió hacia la playa sin esperar ni a su primo ni a su tía. Quería sentir el agua de la noche en sus pies.Correr,saltar, reír un rato, y si era posible bañarse o encontrar un pequeño cuervo al que rescatar. O ver a algún viejo amigo translúcido. Eso era para ella lo más natural del mundo...y su familia también lo veía así.
Y así estuvo un buen rato...hasta que vio una figura a lo lejos.
La niña chilló un nombre y corrió hacia esa figura cómo quién no quiere la cosa, salpicando de paso a las pequeñas criaturas de la noche que pululaban por la orilla del mar, con una alegría que iluminaba su pequeño rostro de cinco años. Abrió los brazos y cuando llegó hacia dónde estaba la figura saltó hacia ella con una gracia perfecta.
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Re: Entre luces y sombras
12 de septiembre de 1797
Lo que ocurría en aquella ciudad era algo digno de recordar. Había muchas cosas que podías contar al respecto. Diferentes versiones o incluso podrías explicar lo sucedido con un toque de alegría. Pero lo que está claro es que fue algo sencillamente aterrador. Más para algunos que para otros. Y menos para algunos más, que disfrutaron sobremanera de aquellos acontecimientos.
Y había una cosa que daba mucho miedo, aún más que las cosechas fueran malas o que una guerra...o bueno, una amenaza de guerra azotara la ciudad. Y ese algo era que Charles pisara la ciudad. Que pusiera los pies en ella, caminara de un lado para otro con su bastón en la mano y su traje negro...y con sus zapatazos, y clavase en todos su fría mirada. Esa que tanto congelaba.
Pero a algunos les asustaba más que a otros. ¿Y a quién le asustaba más? Pues a su hijo. Sí, a su propio hijo.
-Debería daros vergüenza...pasearos de esa forma por la calle como un mero plebeyo.-le dijo cuando se lo encontró por la calle montado a caballo, vestido con un simple traje blanco. Algo que Charles consideraba como trajes de campesino.
-Vamos, Charles...-dijo Isaac mientras se bajaba de su caballo-Era sólo para dar un paseo. No ha hecho nada malo. Qué asco le daba a Isaac un hombre como Charles. De haber podido le habría arreado un buen puñetazo o le habría cortado la cabeza con su espada. Pero en aquel momento esbozó una forzadísima sonrisa de cortesía...por su amigo.
Por las calles de aquel humilde pueblo en el que habían ido a parar la gente iba de un lado a otro con sus actividades matutinas. Un gallo pasó entre ellos y un niño pequeño persiguiéndolo.
-Un paseo...¿y no pueden ir por sitios más...apropiados?-Charles miró con asco todo lo que había a su alrededor.
-¡Por supuesto que sí!-respondió Isaac antes de que el joven que estaba aún a caballo contestara. En su rostro se podía ver la crispación y la rabia.-Muy pronto nos alejaros de estos plebeyos y blablabla...
-Que así sea. Os necesito a los dos en la casa. He venido para hablar con la señora Ladomie. Y creo que os necesitaré a los dos así que no faltéis-dicho ésto se montó en el carruaje en el que había venido y se marchó.
El joven que acompañaba a Isaac se bajó del caballo y golpeó una pared para descargar su frustación. Luego gritó y le dio un puñetazo a su amigo para descargar esa rabia. Isaac se dejó hacer porque sabía que lo necesitaba.
-¿Por qué tiene que ser siempre tan odioso? Hay padres que son estrictos, pero él...¡es lo peor!-comenzó a farfullar maldiciones e insultos, palabras malsonantes que llegaron a escandalizar a algunas de las gentes sencillas de aquel pueblo humilde pero alegre. A pesar de todo nadie dijo nada ya que ambo jóvenes eran de clase alta. Bien podían hacer lo que quisieran.
-¡No deberíais preocuparos tanto! Simplemente procurad no ser cómo vuestro padre.
-¡Eso ya lo hago! Jamás seré cómo él, ¡jamás!-Isaac no pudo evitar sonreír de lado con cierta diversión cuando le volvió a mirar. Sabía que tenía más razón que un santo pero aún así no podía evitar pensar en que alguien que no le conociera jamás lo creería. Su amigo bien podía ser todo lo opuesto a su padre psicológicamente, pero físicamente era su viva imagen a su edad; la misma piel pálida, los mismos rasgos varoniles pero finos, la misma altura, el mismo porte...incluso la misma forma de los ojos, a veces en su frialdad, aunque los de su amigo eran de un brillante color azul, mientras que los de su padre eran grises.
Nadie que no le conocería creería algo así jamás.
-Sabes que me alegro que sea así...
-¿Y quién no se va a alegrar por eso?-el joven rodó los ojos-Vamos, regresemos ya, no sea que cuando volvamos trate de molestarnos más. No tengo ganas de pelearme con él otra vez. No estoy de humor para más peleas.
-¿Y por qué no descargais vuestro mal humor de otra forma?-la sonrisa de Isaac era maliciosa.
-¿De qué forma?-el joven arqueó una ceja. Los planes de Isaac siempre tenían algo peligroso de por medio.
-¿Por qué no vamos por ahí a "bailar" con unas bellas damas?-el joven se echó a reír ante la sugerencia de Isaac. Sabía que iba a proponer algo así...y la verdad es que aquello le había dado una idea.
-Mejor que vayamos luego a tomar unas copas...eso lo haremos más tarde..-dijo bajando la mirada hacia las riendas de su caballo y mirando luego al frente, con una mirada perdida y misteriosa.
Isaac le miró y riéndose comenzó a cabalgar. Su amigo lo siguió aún con la mirada algo perdida. Salieron del pueblo y se internaron en el bosque.
Lo que ocurría en aquella ciudad era algo digno de recordar. Había muchas cosas que podías contar al respecto. Diferentes versiones o incluso podrías explicar lo sucedido con un toque de alegría. Pero lo que está claro es que fue algo sencillamente aterrador. Más para algunos que para otros. Y menos para algunos más, que disfrutaron sobremanera de aquellos acontecimientos.
Y había una cosa que daba mucho miedo, aún más que las cosechas fueran malas o que una guerra...o bueno, una amenaza de guerra azotara la ciudad. Y ese algo era que Charles pisara la ciudad. Que pusiera los pies en ella, caminara de un lado para otro con su bastón en la mano y su traje negro...y con sus zapatazos, y clavase en todos su fría mirada. Esa que tanto congelaba.
Pero a algunos les asustaba más que a otros. ¿Y a quién le asustaba más? Pues a su hijo. Sí, a su propio hijo.
-Debería daros vergüenza...pasearos de esa forma por la calle como un mero plebeyo.-le dijo cuando se lo encontró por la calle montado a caballo, vestido con un simple traje blanco. Algo que Charles consideraba como trajes de campesino.
-Vamos, Charles...-dijo Isaac mientras se bajaba de su caballo-Era sólo para dar un paseo. No ha hecho nada malo. Qué asco le daba a Isaac un hombre como Charles. De haber podido le habría arreado un buen puñetazo o le habría cortado la cabeza con su espada. Pero en aquel momento esbozó una forzadísima sonrisa de cortesía...por su amigo.
Por las calles de aquel humilde pueblo en el que habían ido a parar la gente iba de un lado a otro con sus actividades matutinas. Un gallo pasó entre ellos y un niño pequeño persiguiéndolo.
-Un paseo...¿y no pueden ir por sitios más...apropiados?-Charles miró con asco todo lo que había a su alrededor.
-¡Por supuesto que sí!-respondió Isaac antes de que el joven que estaba aún a caballo contestara. En su rostro se podía ver la crispación y la rabia.-Muy pronto nos alejaros de estos plebeyos y blablabla...
-Que así sea. Os necesito a los dos en la casa. He venido para hablar con la señora Ladomie. Y creo que os necesitaré a los dos así que no faltéis-dicho ésto se montó en el carruaje en el que había venido y se marchó.
El joven que acompañaba a Isaac se bajó del caballo y golpeó una pared para descargar su frustación. Luego gritó y le dio un puñetazo a su amigo para descargar esa rabia. Isaac se dejó hacer porque sabía que lo necesitaba.
-¿Por qué tiene que ser siempre tan odioso? Hay padres que son estrictos, pero él...¡es lo peor!-comenzó a farfullar maldiciones e insultos, palabras malsonantes que llegaron a escandalizar a algunas de las gentes sencillas de aquel pueblo humilde pero alegre. A pesar de todo nadie dijo nada ya que ambo jóvenes eran de clase alta. Bien podían hacer lo que quisieran.
-¡No deberíais preocuparos tanto! Simplemente procurad no ser cómo vuestro padre.
-¡Eso ya lo hago! Jamás seré cómo él, ¡jamás!-Isaac no pudo evitar sonreír de lado con cierta diversión cuando le volvió a mirar. Sabía que tenía más razón que un santo pero aún así no podía evitar pensar en que alguien que no le conociera jamás lo creería. Su amigo bien podía ser todo lo opuesto a su padre psicológicamente, pero físicamente era su viva imagen a su edad; la misma piel pálida, los mismos rasgos varoniles pero finos, la misma altura, el mismo porte...incluso la misma forma de los ojos, a veces en su frialdad, aunque los de su amigo eran de un brillante color azul, mientras que los de su padre eran grises.
Nadie que no le conocería creería algo así jamás.
-Sabes que me alegro que sea así...
-¿Y quién no se va a alegrar por eso?-el joven rodó los ojos-Vamos, regresemos ya, no sea que cuando volvamos trate de molestarnos más. No tengo ganas de pelearme con él otra vez. No estoy de humor para más peleas.
-¿Y por qué no descargais vuestro mal humor de otra forma?-la sonrisa de Isaac era maliciosa.
-¿De qué forma?-el joven arqueó una ceja. Los planes de Isaac siempre tenían algo peligroso de por medio.
-¿Por qué no vamos por ahí a "bailar" con unas bellas damas?-el joven se echó a reír ante la sugerencia de Isaac. Sabía que iba a proponer algo así...y la verdad es que aquello le había dado una idea.
-Mejor que vayamos luego a tomar unas copas...eso lo haremos más tarde..-dijo bajando la mirada hacia las riendas de su caballo y mirando luego al frente, con una mirada perdida y misteriosa.
Isaac le miró y riéndose comenzó a cabalgar. Su amigo lo siguió aún con la mirada algo perdida. Salieron del pueblo y se internaron en el bosque.
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Re: Entre luces y sombras
13 de agosto de 1799
Las cosas no podrían ir a peor. La luz se atenuaba cada vez más hasta que finalmente, en un momento determinado, se desvanecía, aunque Selene todavía podía guiarse en la oscuridad. Era fácil guiarse por ella, no había más que ir palpando las paredes de piedra, o ver por dónde pisabas. No era tan difícil, no. Pero la muchacha sabía que estaba muy cerca de su destino.
¿Qué encontraría? Desgraciadamente, ella ya lo sabía. Pero no tendría más remedio que seguir su camino y seguir caminando más y más.
Entonces una pequeña luz blanca irrumpió en la oscuridad, como si fuera un hada que la guiaba. La muchacha la siguió, sabiendo que no podría conducirla por otro camino más que por el correcto...prácticamente no había otros.
La luz se encendió más y más. Luego Selene la atrapó entre sus manos, ignorarndo sus chillidos de hada quejica y la usó cómo linterna. Aquel lugar le provocaba escalofríos, y más le habría provocado aunque hubiera sido un lugar tan lleno de seguridad como su palacio...pues le recordaba mucho a aquella horrorosa cripta en la que había estado cuando era tan pequeña.
Y entonces se le ocurrió la idea. Lanzó la lucecita que tenía entre las manos, que explotó entre quejidos y chillidos estentóreos y ensordecedores. Y Selene pudo ver con toda claridad lo que había a su alrededor.
No era como laa cripta, pero había algo igual de siniestro en ella, una cosa que se lo recordaba de un modo incontrolable.
Aunque era más elegante. Por mucho que todo estuviera en un orden perfecto...que a su alrededor flotasen todos aquellos artilugios brillantes que tanto le recordaban a sus viejas pociones. Aunque estuviera más claro que el agua que allí no olía a muerte, que oliera a algo parecido al caramelo y al agua, y por mucho que una dulce música invadiera aquel ambiente negro y dorado.
Se sentía la muerte en aquel lugar. Selene la sentía como si estuviera acechando junto detrás de ella.
-Niomisios...qué agradable sorpresa.
-Qué agradable...sorpresa-repitió Niomisios. El tono del hombre era seductor, insinuante. Miraba de forma intensa a la muchacha-¿Qué es lo que os ha traído hasta aquí?
Selene decidió ser clara:
-Busco mi poción. Me la has robado. Otra vez. Y también busco respuestas:
-¿Qué respuestas? No tengo vuestra poción. Y no debiérais haber venido-la cogió del brazo y acercó mucho su rostro a su cuello, con intenciones muy claras, pero Selene le cogió y le apartó, hiperventilando.
-Yo sólo quiero que me contéis por qué Julian mató a mi padre...¿por qué? ¿Qué motivo tenía? Sé que vos me lo contaréis...-eso era mentira. En realidad había esperado encontrar a su tío Julian por allí, o a Aro, que seguro que se lo contaría con uno de sus tratos. Pero con Niomisios la cosa era bien distinta. Demasiado distinta...
-Claro que os lo contaré. Si hacéis una cosa que os puedo pedir...entonces por mí no habrá problema,madeoiselle, se lo aseguro-la sonrisa maliciosa de Niomisios era bien palpable. Cogió la muñeca de la chica con fuerza, pero Selene no le dejó avanzar más. Se le quedó mirando fijamente durante un buen rato...y entonces comprendió que no podría conseguir otra cosa de él.
A no ser qué...
Las cosas no podrían ir a peor. La luz se atenuaba cada vez más hasta que finalmente, en un momento determinado, se desvanecía, aunque Selene todavía podía guiarse en la oscuridad. Era fácil guiarse por ella, no había más que ir palpando las paredes de piedra, o ver por dónde pisabas. No era tan difícil, no. Pero la muchacha sabía que estaba muy cerca de su destino.
¿Qué encontraría? Desgraciadamente, ella ya lo sabía. Pero no tendría más remedio que seguir su camino y seguir caminando más y más.
Entonces una pequeña luz blanca irrumpió en la oscuridad, como si fuera un hada que la guiaba. La muchacha la siguió, sabiendo que no podría conducirla por otro camino más que por el correcto...prácticamente no había otros.
La luz se encendió más y más. Luego Selene la atrapó entre sus manos, ignorarndo sus chillidos de hada quejica y la usó cómo linterna. Aquel lugar le provocaba escalofríos, y más le habría provocado aunque hubiera sido un lugar tan lleno de seguridad como su palacio...pues le recordaba mucho a aquella horrorosa cripta en la que había estado cuando era tan pequeña.
Y entonces se le ocurrió la idea. Lanzó la lucecita que tenía entre las manos, que explotó entre quejidos y chillidos estentóreos y ensordecedores. Y Selene pudo ver con toda claridad lo que había a su alrededor.
No era como laa cripta, pero había algo igual de siniestro en ella, una cosa que se lo recordaba de un modo incontrolable.
Aunque era más elegante. Por mucho que todo estuviera en un orden perfecto...que a su alrededor flotasen todos aquellos artilugios brillantes que tanto le recordaban a sus viejas pociones. Aunque estuviera más claro que el agua que allí no olía a muerte, que oliera a algo parecido al caramelo y al agua, y por mucho que una dulce música invadiera aquel ambiente negro y dorado.
Se sentía la muerte en aquel lugar. Selene la sentía como si estuviera acechando junto detrás de ella.
-Niomisios...qué agradable sorpresa.
-Qué agradable...sorpresa-repitió Niomisios. El tono del hombre era seductor, insinuante. Miraba de forma intensa a la muchacha-¿Qué es lo que os ha traído hasta aquí?
Selene decidió ser clara:
-Busco mi poción. Me la has robado. Otra vez. Y también busco respuestas:
-¿Qué respuestas? No tengo vuestra poción. Y no debiérais haber venido-la cogió del brazo y acercó mucho su rostro a su cuello, con intenciones muy claras, pero Selene le cogió y le apartó, hiperventilando.
-Yo sólo quiero que me contéis por qué Julian mató a mi padre...¿por qué? ¿Qué motivo tenía? Sé que vos me lo contaréis...-eso era mentira. En realidad había esperado encontrar a su tío Julian por allí, o a Aro, que seguro que se lo contaría con uno de sus tratos. Pero con Niomisios la cosa era bien distinta. Demasiado distinta...
-Claro que os lo contaré. Si hacéis una cosa que os puedo pedir...entonces por mí no habrá problema,madeoiselle, se lo aseguro-la sonrisa maliciosa de Niomisios era bien palpable. Cogió la muñeca de la chica con fuerza, pero Selene no le dejó avanzar más. Se le quedó mirando fijamente durante un buen rato...y entonces comprendió que no podría conseguir otra cosa de él.
A no ser qué...
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Re: Entre luces y sombras
12 de agosto de 1810
medianoche cambia el mundo para muchos de nosotros. Es algo más
complicado de lo que parece. Como si el sol hubiera decidido cederle a la luna unas cuantas horas, cuando en realidad es a la luna a la que le concedería concederle estos deseos al sol. Selene quería salir y sentirse viva. Hermosa, palpitante, que la luz le diera en las espaldas como si de una capa maldita se tratara. Y de paso deseaba que pudiera verle de una maldita vez. Verle, que la llevara adónde la tenía que llevar. Ella estaba hechizada, sus ojos brillaban con un verde brillante que bien podría confundirse con el del bosque. Y deseaba que él la ayudara a bailar. Esperó con paciencia su llegada desde el monte. Atenta, paciente, cómo sólo puede hacerlo una persona que ya sabe que ha ganado. Pero no lo ha hecho. En realidad no.
El recadero del sol se acerca a la dama que le está esperando arriba, quién no anda muy segura de si bajar o no con él. Debería hacerlo. Es lo más sensato que podría hacer. Y lo hace. La dama baja el camino que le separa de él y le toma la mano, sintiendo de repente como si hubiera encontrado lo que tenía que encontrar. Como si eso fuera justamente lo que era justo, lo que tenía que ser de verdad. Bailaron alborazos, pues sabían que era su primera vez. Riendo como un par de locos, dejándose empapar por la lluvia de verano que les envolvía en aquel momento Debían de tener cuidadito. Mucho cuidadito. Pero no lo iba a tener. Porque era la libertad que les habían arrebatado hacía tanto tiempo. Bailaron, rieron, lloraron, amaron, pero jamás terminaron. Al final de todo aquello se tomaron de la mano y se despidieron de los demás con un gesto frío y distante. Y salieron de pañacio dispuestos a encontrar un lugar en el que ]ellos pudieran estar solos al fin.
medianoche cambia el mundo para muchos de nosotros. Es algo más
complicado de lo que parece. Como si el sol hubiera decidido cederle a la luna unas cuantas horas, cuando en realidad es a la luna a la que le concedería concederle estos deseos al sol. Selene quería salir y sentirse viva. Hermosa, palpitante, que la luz le diera en las espaldas como si de una capa maldita se tratara. Y de paso deseaba que pudiera verle de una maldita vez. Verle, que la llevara adónde la tenía que llevar. Ella estaba hechizada, sus ojos brillaban con un verde brillante que bien podría confundirse con el del bosque. Y deseaba que él la ayudara a bailar. Esperó con paciencia su llegada desde el monte. Atenta, paciente, cómo sólo puede hacerlo una persona que ya sabe que ha ganado. Pero no lo ha hecho. En realidad no.
El recadero del sol se acerca a la dama que le está esperando arriba, quién no anda muy segura de si bajar o no con él. Debería hacerlo. Es lo más sensato que podría hacer. Y lo hace. La dama baja el camino que le separa de él y le toma la mano, sintiendo de repente como si hubiera encontrado lo que tenía que encontrar. Como si eso fuera justamente lo que era justo, lo que tenía que ser de verdad. Bailaron alborazos, pues sabían que era su primera vez. Riendo como un par de locos, dejándose empapar por la lluvia de verano que les envolvía en aquel momento Debían de tener cuidadito. Mucho cuidadito. Pero no lo iba a tener. Porque era la libertad que les habían arrebatado hacía tanto tiempo. Bailaron, rieron, lloraron, amaron, pero jamás terminaron. Al final de todo aquello se tomaron de la mano y se despidieron de los demás con un gesto frío y distante. Y salieron de pañacio dispuestos a encontrar un lugar en el que ]ellos pudieran estar solos al fin.
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Re: Entre luces y sombras
Amor en vida.Amor en muerte
El miedo era desconcertante. La vista se le difuminaba, el mundo a su alrededor se
volvía oscuro y extraño, pero curiosamente lógico y bello, cómo si aún hubiera algo más en lo que se pudiera creer, cómo si no pasara nada que alguien acabara de darle un golpe casi mortal en su brazo. Y en su corazón. Aquella daga que le atravesaba el pecho hacía que le brotara la sangre a borbotones. O al menos eso es lo que parecía. Tenía que ser así. La pelirroja no podía morirse tan pronto. La vida no acababa tan rápido, ella lo sabía muy pero que muy bien. Pero entonces...¿qué demonios estaba ocurriendo?
Sus ojos verdes brillaron de un modo sobrenatural en la oscuridad del bosque antes de caer finalmente al suelo. La oscuridad la envolvió por completo. Totalmente. El dolor había cesado, pero un ardor le había salido directamente del centro del pecho.
Entonces se despertó de golpe. Levantó la cabeza y miró a su alrededor con sorpresa, dándose cuenta de que se hallaba en un lugar muy distinto. Una catedral, a oscuras, aún ni siquiera se acercaba al alba y estaba completamente sola. Lo sabía, lo sentía cuando contemplaba toda aquella solemnidad a su alrededor, que tan tremendamente intimidada la tenía desde pequeña.
Era un lugar precioso a su manera. Enorme, teniendo en cuenta que había ido allí pocas veces en su vida. Caminó con cuidado tratando que sus pasos no retumbaran en la iglesia, que el silencio no se rompiera demasiado, aunque no tuvo mucho éxito en su tarea...el más mínimo paso provocaba una auténtica tormenta, y Selene se sintió tentada a gritar, ya que sentía cómo si mil ojos estuvieran vigilándola.
-¿Cómo habré acabado aquí? Los otros ojos parecieron repetir lo que ella decía, por lo que Selene pasó de estarse escondiendo y alzó la cabeza con dignidad. Si había alguien allí bien podría descubrirla. ¡Tanto le daba! Total, si de todos modos...
Y tenía razón. Pero la pelirroja no es que hubiera sido descubierta. Es que alguien la había llevado hasta allí.
Y pronto pudo ver quién era ese alguien.
-Tú...eres tú. Maldita seais, ¡siempre fuisteis vos!
-Claro que sí-el rostro angelical de la Dama de la Muerte, Vianella, se acercó hasta ella y se quitó la capucha negra y roja que llevaba colocada. Sus ojos grises con motas azules brillaban como un diamante muy costoso y su rostro, sonrosado como el de una muñeca, estaba pálido aquella noche. Contemplaba a la pelirroja con una sonrisa. Y con rabia también, brillándole en los ojos como el más dulce de los venenos. Su figura elegante era parecida a la de Selene, pero estaba oculta por la capucha.
-Siempre supe que no podía fiarme de voz. Siempre. Les dije que no os contaran nuestros secretos. Incluso se lo dije a mi primo. Pero no me hicieron caso...¿hicisteis algo con ellos?¿Lo hicisteis?-Selene estaba furiosa. Quería atacar a su antigua aliada, pero ella también tenía sus trucos.
-No intentéis atacarme. No os pienso contar cómo habéis acabado aquí, pero sí os diré que mientras dormíais os he puesto cierta poción que os incapacitará durante un tiempo para la lucha con magia. ¡Para ésa tan peligrosa que manejáis!
-Furcia. Ramera. ¡Ya veréis cuando salga de aquí! ¿Por qué os habéis unido al bando enemigo?
-Porque es el bando de Dios, Selene. Las cosas nunca han sido tal cómo vos las pensáis. Ellos siempre creyeron que Dios era quién debía impartir justicia. No vosotros. Y que si Dios quería guardar esos secretos en lo más profundo de la nada. ¡Pues bien! ¡Qué lo hiciera! No voy a permitir que digas u hagas nada que lo contradiga. Ni tú ni vosotros. Yo no arderé en ese infierno al que os mandarán.
-No nos mandarán al infierno. No sé dónde nos mandarán pero no será el infierno. ¿Es qué nunca entendiste eso, Vianella? ¿Nunca entendiste que en la religión, en nuestras creencias más profundas, se esconde una verdad aún más oscura que existió desde siempre, desde el amanecer de los tiempos? ¿Nos vas a traicionar por culpa de unos tipos que defendían desde tiempos inmemoriales unas ideas que ni siquiera sacaron de Jesucristo? ¡Y nunca se supo si él quiso que viviéramos así! ¡Entendedlo Vianella!
-¡Jamás lo entenderé! Todos son sandeces. Hay una única cosa en todo ésto que es verdaderamente cierta. Y es esa cosa la que estoy defendiendo yo ahora mismo, para enterrarlo en lo más profundo de vuestra tumba. Porque allí es dónde se va a quedar, para siempre, eternamente...-esto último salió de sus labios cómo la más dulce de las poesías en sus labios.
-¡Nunca será así! Y ahora déjame salir...-apartó de un empujón a su amiga y corrió hacia la puerta de la catedral. Pero entonces un empujón de hielo la arrojó contra el frío suelo de la iglesia. Intentó escapar de otras maneras, pero no fue nada posible. Nada, absolutamente nada, por mucho que lo intentó. Finalmente se rindió, suspiró y miró a Vianella con una sensual pero fulminante mirada asesina. A Vianella le temblaron las piernas cuando vio aquella expresión del rostro de Selene, pero no dijo nada, no fue capaz de hacerlo. Pero entonces, tras aquella discusión, con Selene contemplando desde el suelo a Vianella, y ella esperando, se oyó un cañonazo. Las dos muchachas dieron un respingo y se levantaron, encaminándose hacia la puerta, pero sin poder salir aún de allí.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Entre luces y sombras
Era de día, era de noche. Los sueños que iban y venían se volvían cada vez más palpable, de una forma que sólo podrían calificarse cómo hermosas. No poseía la clarividencia, pero en París había aprendido a tener unos sueños que bien podrían acercarse de un modo increíble a la realidad, cómo meros avisos de lo que podría suceder, nada más, no cómo su capacidad para ver el futuro no existente, tal cómo podía hacer Helios.
Caminó por el bosque con deseos de olvidar la traición de su amiga. No se lo podía creer. Cómo odiaba que la metieran en semejantes berenjenales. No iba a permitir que nadie pusiera en peligro esa verdad que había sabido desde su más profunda infancia. Nadie, absolutamente nadie, podría poner en peligro nada de ella. Era su más valioso secreto y lo protegería con su propia vida si era necesario.
No iba a permitir que lo volvieran a poner en vereda. Y para eso la pelirroja tenía un plan. Caminaba por los bosques con su hermosa daga en la mano, con mucho cuidado para que nadie la viera, con su salvaje cabello suelto y con los ojos brillantes. Entonces una suave lluvia comenzó a caer, empapando las plantas, al mundo entero, empapándola a ella mientras intentaba atravesar el bosque para dirigirse a la Bahía.
Y allí se estaba celebrando una fiesta. Una fiesta...una maldita fiesta desde que habían hecho lo que hicieron. Cómo los odiaba por ello...después de su mera intentona, y que encima fueran por ahí regodeándose de su traición. Iban a pagárselas bien caro por ello, Selene se lo estaba viendo venir. La pelirroja sabía que la venganza se servía en un plato bien frío. Siempre que ese plato esté ardiendo en un fuego helado, por supuesto.
Caminó entre la gente. Algunos la confundieron, lo cual estaba bien, era justo lo que debía ser. Si la atrapaban, entonces que por lo menos lo hicieran bien. Total, pronto iba a marcharse...no iba a tener que preocuparse por ellos durante mucho tiempo, al menos no directamente.
Y llegó hacia dónde quería. Allí estaba ella, bailando con varias personas más alrededor del fuego, riendo, bebiendo vino.
Sin esperar más tiempo se acercó a ella, sin importarle el peligro que fuera a correr, ni la posibilidad de que avisaran a alguien más, ni siquiera sin aquel ancestral miedo a la vergüenza. Que cuchichearan detrás de ella lo que les viniera en gana, eso a estas alturas ya ni le importaba. Vianella se giró y pareció sorprendida al verla, luego enfadada, y después burlona.
-Tenemos a una traidora por nuestros lares...¿qué es lo que os ha llevado hasta aquí, querida? ¿Acaso deseáis disculparos? ¿O queréis uniros a la fiesta? Selene, no os lo voy a negar, pero preferiría que os largárais cuanto antes. Ninguno deseamos veros por aquí después de lo que hicísteis, ni vosotros ni el resto de vuestros amigos, aquellos sucios traidores.
Selene se habría sentido afectada antes por lo que le había dicho, pero a éstas alturas éso ni siquiera le importaba. Contempló cómo los amigos de la chica, que antes habían sido sus amigos, se echaban a reír. Malditos cobardes, pensaba Selene. Malditos cobardes. Se iban a enterar cuando recibieran lo que iban a recibir. Aunque a veces pensaba que no se lo merecían...casi parecía un honor con lo que se merecerían de verdad.
Eso estaba por ver. Lo que iba a hacer era algo muy arriesgado, pero a estas alturas ya no iba a echarse atrás.
Retrocedió varios pasos y miró hacia el cielo, entonando un lento y melodioso cántico dulce cómo la muerte, en apariencia inocente, en el idioma que ellos tanto odiaban. El cielo se oscureció a su alrededor y poco a poco se formaban nubes de tormenta. El resto del mundo retrocedía, algunos se preparaban para defenderse pero ya era demasiado tarde. Ninguno de ellos había avanzado en ese terreno de la magia, que era tan terriblemente complicado para ciertas cosas.
-Por el poder que me ha concedido el señor de los muertos y por el poder que me ha otorgado la dama de negros, yo te maldigo, Vianella, y yo os maldigo a todos por el poder que me dio la antigua diosa de la sabiduría. Sus espíritus vienen aquí hoy para consumar vuestra maldición-un montón de espíritus díscolos aparecieron cómo luces oscuras alrededor de Selene, ocultando todas las salidas-En nombre de quién es dios y de quién no lo es, os condeno a toda una eternidad de maldiciones, a la posibilidad de avanzar a la otra puerta-la voz de Selene se alzaba en la noche cómo el más dulce de los canturreos, era algo extrañamente bello.
-La eternidad está en nuestros ojos y en nuestros labios, más vuestra eternidad consistirá en no conocer jamás la verdad. No se os será permitido ver lo que ocurre tras las puertas de la verdad, ellos no os dejarán pasar jamás, y si lo intentáis, si os arrepentéis de vuestra decisión, seréis arrojado a lo más profundo del infierno. Que los espíritus del averno continúen con mi venganza. Que conviertan lo que no debe de ser en un hecho, que sus almas pasen a formar parte de un todo más aparte en el inframundo. Que todo siga su cuso. Que esa vida se convierta en el infierno en la tierra...
La voz de Selene se elevaba hacia el cielo cómo la más dulce y deliciosa de las condenas, lo cual era total y absolutamente necesario para evitar que se acontecieran otros desastres. Los espíritus se arrebujaron contra ella mientras decía:
-Mi voz apagará vuestro secreto, escapará de vuestra memoria, no podréis revelárselo a nadie jamás. Intentadlo...el mero hecho de intentarlo os causará la muerte inmediata o la muerte en la pesadilla...¡en la pesadilla! No habrá nada que pudiérais hacer para evitarlo. La muerte os espera si lo decís. La muerte dejará de esperaros si no decís nada. Lo único que sé es que dentro de poco estará hecho...
Que si lo decís...moriréis...nuestro secreto está a salvo con vosotros, no con vosotros...soltad una sóla palabra y quedaréis libres de lo que debáis hacer en este mundo. Viviréis en libertad pero con ese mero secreto entre vosotros...-la canción tornó un tinte aún más extraño, parecía más bien que los espíritus se cernían sobre ella para hacer algo aún más malo, o cómo si fueran a darle un certero abrazo, pero no fue así. La maldición estaba muy cerca. Sólo había que esperar. La voz de la bruja pelirroja se extendió hacia el cielo, pero luego, cómo si de repente alguien hubiera decidido darle un soplo de aire fresco se desvaneció, el aire, la gente, los espíritus. Se desvanecieron y marcharon hacia el cuelo de la noche mientras la pelirroja sonreía con auténtica maldad.
-¡Y eso es todo! Hablad de nuestro secreto y moriréis, e incluso si lo habláis entre vosotros, Así que tened cuidado. Mucho cuidado. Adiós.-les saludó con una encantadora sonrisa, saludándoles mientras se giraban y se marchaba al fin a cumplir con su destino en París, fuera cual fuera ese destino.
Caminó por el bosque con deseos de olvidar la traición de su amiga. No se lo podía creer. Cómo odiaba que la metieran en semejantes berenjenales. No iba a permitir que nadie pusiera en peligro esa verdad que había sabido desde su más profunda infancia. Nadie, absolutamente nadie, podría poner en peligro nada de ella. Era su más valioso secreto y lo protegería con su propia vida si era necesario.
No iba a permitir que lo volvieran a poner en vereda. Y para eso la pelirroja tenía un plan. Caminaba por los bosques con su hermosa daga en la mano, con mucho cuidado para que nadie la viera, con su salvaje cabello suelto y con los ojos brillantes. Entonces una suave lluvia comenzó a caer, empapando las plantas, al mundo entero, empapándola a ella mientras intentaba atravesar el bosque para dirigirse a la Bahía.
Y allí se estaba celebrando una fiesta. Una fiesta...una maldita fiesta desde que habían hecho lo que hicieron. Cómo los odiaba por ello...después de su mera intentona, y que encima fueran por ahí regodeándose de su traición. Iban a pagárselas bien caro por ello, Selene se lo estaba viendo venir. La pelirroja sabía que la venganza se servía en un plato bien frío. Siempre que ese plato esté ardiendo en un fuego helado, por supuesto.
Caminó entre la gente. Algunos la confundieron, lo cual estaba bien, era justo lo que debía ser. Si la atrapaban, entonces que por lo menos lo hicieran bien. Total, pronto iba a marcharse...no iba a tener que preocuparse por ellos durante mucho tiempo, al menos no directamente.
Y llegó hacia dónde quería. Allí estaba ella, bailando con varias personas más alrededor del fuego, riendo, bebiendo vino.
Sin esperar más tiempo se acercó a ella, sin importarle el peligro que fuera a correr, ni la posibilidad de que avisaran a alguien más, ni siquiera sin aquel ancestral miedo a la vergüenza. Que cuchichearan detrás de ella lo que les viniera en gana, eso a estas alturas ya ni le importaba. Vianella se giró y pareció sorprendida al verla, luego enfadada, y después burlona.
-Tenemos a una traidora por nuestros lares...¿qué es lo que os ha llevado hasta aquí, querida? ¿Acaso deseáis disculparos? ¿O queréis uniros a la fiesta? Selene, no os lo voy a negar, pero preferiría que os largárais cuanto antes. Ninguno deseamos veros por aquí después de lo que hicísteis, ni vosotros ni el resto de vuestros amigos, aquellos sucios traidores.
Selene se habría sentido afectada antes por lo que le había dicho, pero a éstas alturas éso ni siquiera le importaba. Contempló cómo los amigos de la chica, que antes habían sido sus amigos, se echaban a reír. Malditos cobardes, pensaba Selene. Malditos cobardes. Se iban a enterar cuando recibieran lo que iban a recibir. Aunque a veces pensaba que no se lo merecían...casi parecía un honor con lo que se merecerían de verdad.
Eso estaba por ver. Lo que iba a hacer era algo muy arriesgado, pero a estas alturas ya no iba a echarse atrás.
Retrocedió varios pasos y miró hacia el cielo, entonando un lento y melodioso cántico dulce cómo la muerte, en apariencia inocente, en el idioma que ellos tanto odiaban. El cielo se oscureció a su alrededor y poco a poco se formaban nubes de tormenta. El resto del mundo retrocedía, algunos se preparaban para defenderse pero ya era demasiado tarde. Ninguno de ellos había avanzado en ese terreno de la magia, que era tan terriblemente complicado para ciertas cosas.
-Por el poder que me ha concedido el señor de los muertos y por el poder que me ha otorgado la dama de negros, yo te maldigo, Vianella, y yo os maldigo a todos por el poder que me dio la antigua diosa de la sabiduría. Sus espíritus vienen aquí hoy para consumar vuestra maldición-un montón de espíritus díscolos aparecieron cómo luces oscuras alrededor de Selene, ocultando todas las salidas-En nombre de quién es dios y de quién no lo es, os condeno a toda una eternidad de maldiciones, a la posibilidad de avanzar a la otra puerta-la voz de Selene se alzaba en la noche cómo el más dulce de los canturreos, era algo extrañamente bello.
-La eternidad está en nuestros ojos y en nuestros labios, más vuestra eternidad consistirá en no conocer jamás la verdad. No se os será permitido ver lo que ocurre tras las puertas de la verdad, ellos no os dejarán pasar jamás, y si lo intentáis, si os arrepentéis de vuestra decisión, seréis arrojado a lo más profundo del infierno. Que los espíritus del averno continúen con mi venganza. Que conviertan lo que no debe de ser en un hecho, que sus almas pasen a formar parte de un todo más aparte en el inframundo. Que todo siga su cuso. Que esa vida se convierta en el infierno en la tierra...
La voz de Selene se elevaba hacia el cielo cómo la más dulce y deliciosa de las condenas, lo cual era total y absolutamente necesario para evitar que se acontecieran otros desastres. Los espíritus se arrebujaron contra ella mientras decía:
-Mi voz apagará vuestro secreto, escapará de vuestra memoria, no podréis revelárselo a nadie jamás. Intentadlo...el mero hecho de intentarlo os causará la muerte inmediata o la muerte en la pesadilla...¡en la pesadilla! No habrá nada que pudiérais hacer para evitarlo. La muerte os espera si lo decís. La muerte dejará de esperaros si no decís nada. Lo único que sé es que dentro de poco estará hecho...
Que si lo decís...moriréis...nuestro secreto está a salvo con vosotros, no con vosotros...soltad una sóla palabra y quedaréis libres de lo que debáis hacer en este mundo. Viviréis en libertad pero con ese mero secreto entre vosotros...-la canción tornó un tinte aún más extraño, parecía más bien que los espíritus se cernían sobre ella para hacer algo aún más malo, o cómo si fueran a darle un certero abrazo, pero no fue así. La maldición estaba muy cerca. Sólo había que esperar. La voz de la bruja pelirroja se extendió hacia el cielo, pero luego, cómo si de repente alguien hubiera decidido darle un soplo de aire fresco se desvaneció, el aire, la gente, los espíritus. Se desvanecieron y marcharon hacia el cuelo de la noche mientras la pelirroja sonreía con auténtica maldad.
-¡Y eso es todo! Hablad de nuestro secreto y moriréis, e incluso si lo habláis entre vosotros, Así que tened cuidado. Mucho cuidado. Adiós.-les saludó con una encantadora sonrisa, saludándoles mientras se giraban y se marchaba al fin a cumplir con su destino en París, fuera cual fuera ese destino.
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Re: Entre luces y sombras
Se había escapado de casa porque sencillamente no aguantaba más. Estaba más que harta. No quería volverlos a ver en unas horas. Eran todos tan estrictos...¿por qué tenían que ser tan condenadamente estrictos? No era justo. Prepararse para una boda no era algo que a ella le agradara demasiado. Ni toda esa disciplina sobre comer y dormir. Vestirse y comportarse como una dama. Nada por el estilo podía ayudarla a convertirse en lo que fuera que se debiera de convertir. No era eso lo que ella quería, y entendía que los adultos deberían preocuparse por su futuro, fuera el que fuera. Pero eso era algo que no parecía preocuparles, ni siquiera a su tía, que aunque se diera aires de gran bruja de poderes curativos pensaba en seguir los mismos pasos que los demás. Si es que al final todo el mundo terminaba pensando igual. El asco que sentía Selene en aquel momento no podía compararse con nada. El dolor, el miedo e incluso todo el resentimiento que se le estaba acumulando. Todo junto.
Ni se había molestado en arrancarse el hermoso vestido que su tía le había prestado. Un poco demasiado atrevido, había dicho su madre, lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta el color negro y rojo sangre. Pero su cabello seguía cayendo desordenado, señal de la niña que aún era, aunque sus formas eran ya claramente las de una mujer, aunque todavía no estuviern muy bien formadas.
No paró de correr hasta llegar al bosque. Por la noche era un lugar peligroso, pero por el cual ella se movía perfectamente. Algunos espíritus blancos, que estaban entre este mundo y el otro, llegaron hasta ella y la guiaron con sus luces. Selene tenía que entonar un pequeño cántico de vez en cuando para que la guiaran por aquellos árboles altos, oscuros pero exquisitamente bellos.
Atravesar el bosque era fácil. Pero sabías que algo pasaba cuando de repente te llegaba el olor a humor. Olor a fuego. Selene siguió el rastro del fuego y no dejó de seguirlo hasta que no atravesó el bosque entero. Tenía que coger uno de los caminos, una de las bifurcaciones que te conducían a la playa. Era preciosa aquella noche. La luna iluminaba sus aguas y algunos árboles se alzaban por los alrededores, convirtiendo aquel sitio en un lugar sencillamente delicioso.
Y no estaba desierto. Era la noche de San Juan, por lo que probablemente Selene no sería, ni por asomo, la única que andaba fuera. Helios estaba allí, y también Príamo, y algunos más cómo Vianella y Helena. Pero también estaba Cerberus, y también Hades, lo que hizo que la chica se sintiera un poco mejor. Se arregló un poco el cabello, la perspectiva de verlos se le antojaba algo sencillamente delicioso.
Se arremangó los bajos del vestido y se los arrancó. Luego se acercó a sus amigos, que la saludaron entre exclamaciones de alegría, aunque Helios seguía atizando el fuego, hacía cómo si no pudiera verla.
-¿No queríais que os vieran?¿Duermen todos?-preguntó Vianella mientras contemplaba cómo los espíritus que había a cada lado de Selene desaparecían. Se retraían de vuelta al bosque. Selene junto las manos y jugó con las chispas que salían de ellas.
-No andan dormidos, pero sí que discutí con ellos, y muy fuerte. Sencillamente es que me dejaron harta con sus tonterías. Probablemente vuelva a casa en un par de días, pero por ahora me quedaré por aquí, celebrando esta fiesta con vosotros. ¿Hay vino?
-No...al menos no del bueno.-Príamo le pasó a Selene una copa de vino. La pelirroja la cogió y la miró con recelo, pero la probó. Hizo una mueca, luego simplemente se limitó a sonreír.
-Tienes razón. No es del bueno, pero servirá.-se echó a reír y contempló cómo algunos de sus amigos le ponían música al númerito. Eran prácticos, cuando no había materiales o algún músico cerca usaban la magia. Los que eran brujos convocaban a algún espíritu que les ayudase con sus cánticos, lo que convertía cualquier sitio en un lugar perfecto en el que tener una buena fiesta mística. Así de raros eran esos jóvenes que se escapaban de sus casas de vez en cuando para hacer lo que les daba la gana.
Selene se paseó entre ellos. Todos estaban charlando, riendo o bailando entre las fogatas. Se hablaba de amor, de religión, de sexo, de cosas que debían o no debían ser, de celibato, de lo malo que era el no saber las cosas y de mucho más. Al fin y al cabo, hacían también el tonto de vez en cuando. Seguían siendo chicos jóvenes, no había nada que les impidiera cometer ciertas trastadas.
Bebió vino e intentó hacer algo entre ellos. Bailó, rió, sintió la fría brisa de la noche acariciar su piel...era algo sencillamente delicioso. No entendía cómo no podía existir lugar mejor para pasar la noche que una buena playa en la que el mundo no estuviera precisamente de su parte. Un lugar extraño. Había muchas cosas que podía pensar sobre si era o no extraño. Aquello era menos extraño que su discusión anterior con los adultos de su casa.
Se acercó a la orilla del mar, ya estaba descalzada, por lo que pudo sentir el agua en sus pies, alegre, vivo, era algo hermoso, sencillamente delicioso. No podía quejarse. Todo era perfecto. Con una copa de vino en las manos entornó un hermoso cántico que trajo a éste mundo a dos pequeños fantasmas que nacieron y se fueron, de colores brillantes, cómo pequeños angelitos.
Estuvo hablando con ellos dos. Pero entonces ocurrió algo más. Vio a alguien más. Levantó la cabeza y contempló a Helios, que seguía sin mirarla, mientras seguía a lo suyo con su trabajo. Helios....que tanta falta te hacía ser hombre.
Ni se había molestado en arrancarse el hermoso vestido que su tía le había prestado. Un poco demasiado atrevido, había dicho su madre, lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta el color negro y rojo sangre. Pero su cabello seguía cayendo desordenado, señal de la niña que aún era, aunque sus formas eran ya claramente las de una mujer, aunque todavía no estuviern muy bien formadas.
No paró de correr hasta llegar al bosque. Por la noche era un lugar peligroso, pero por el cual ella se movía perfectamente. Algunos espíritus blancos, que estaban entre este mundo y el otro, llegaron hasta ella y la guiaron con sus luces. Selene tenía que entonar un pequeño cántico de vez en cuando para que la guiaran por aquellos árboles altos, oscuros pero exquisitamente bellos.
Atravesar el bosque era fácil. Pero sabías que algo pasaba cuando de repente te llegaba el olor a humor. Olor a fuego. Selene siguió el rastro del fuego y no dejó de seguirlo hasta que no atravesó el bosque entero. Tenía que coger uno de los caminos, una de las bifurcaciones que te conducían a la playa. Era preciosa aquella noche. La luna iluminaba sus aguas y algunos árboles se alzaban por los alrededores, convirtiendo aquel sitio en un lugar sencillamente delicioso.
Y no estaba desierto. Era la noche de San Juan, por lo que probablemente Selene no sería, ni por asomo, la única que andaba fuera. Helios estaba allí, y también Príamo, y algunos más cómo Vianella y Helena. Pero también estaba Cerberus, y también Hades, lo que hizo que la chica se sintiera un poco mejor. Se arregló un poco el cabello, la perspectiva de verlos se le antojaba algo sencillamente delicioso.
Se arremangó los bajos del vestido y se los arrancó. Luego se acercó a sus amigos, que la saludaron entre exclamaciones de alegría, aunque Helios seguía atizando el fuego, hacía cómo si no pudiera verla.
-¿No queríais que os vieran?¿Duermen todos?-preguntó Vianella mientras contemplaba cómo los espíritus que había a cada lado de Selene desaparecían. Se retraían de vuelta al bosque. Selene junto las manos y jugó con las chispas que salían de ellas.
-No andan dormidos, pero sí que discutí con ellos, y muy fuerte. Sencillamente es que me dejaron harta con sus tonterías. Probablemente vuelva a casa en un par de días, pero por ahora me quedaré por aquí, celebrando esta fiesta con vosotros. ¿Hay vino?
-No...al menos no del bueno.-Príamo le pasó a Selene una copa de vino. La pelirroja la cogió y la miró con recelo, pero la probó. Hizo una mueca, luego simplemente se limitó a sonreír.
-Tienes razón. No es del bueno, pero servirá.-se echó a reír y contempló cómo algunos de sus amigos le ponían música al númerito. Eran prácticos, cuando no había materiales o algún músico cerca usaban la magia. Los que eran brujos convocaban a algún espíritu que les ayudase con sus cánticos, lo que convertía cualquier sitio en un lugar perfecto en el que tener una buena fiesta mística. Así de raros eran esos jóvenes que se escapaban de sus casas de vez en cuando para hacer lo que les daba la gana.
Selene se paseó entre ellos. Todos estaban charlando, riendo o bailando entre las fogatas. Se hablaba de amor, de religión, de sexo, de cosas que debían o no debían ser, de celibato, de lo malo que era el no saber las cosas y de mucho más. Al fin y al cabo, hacían también el tonto de vez en cuando. Seguían siendo chicos jóvenes, no había nada que les impidiera cometer ciertas trastadas.
Bebió vino e intentó hacer algo entre ellos. Bailó, rió, sintió la fría brisa de la noche acariciar su piel...era algo sencillamente delicioso. No entendía cómo no podía existir lugar mejor para pasar la noche que una buena playa en la que el mundo no estuviera precisamente de su parte. Un lugar extraño. Había muchas cosas que podía pensar sobre si era o no extraño. Aquello era menos extraño que su discusión anterior con los adultos de su casa.
Se acercó a la orilla del mar, ya estaba descalzada, por lo que pudo sentir el agua en sus pies, alegre, vivo, era algo hermoso, sencillamente delicioso. No podía quejarse. Todo era perfecto. Con una copa de vino en las manos entornó un hermoso cántico que trajo a éste mundo a dos pequeños fantasmas que nacieron y se fueron, de colores brillantes, cómo pequeños angelitos.
Estuvo hablando con ellos dos. Pero entonces ocurrió algo más. Vio a alguien más. Levantó la cabeza y contempló a Helios, que seguía sin mirarla, mientras seguía a lo suyo con su trabajo. Helios....que tanta falta te hacía ser hombre.
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